Stagnation

Chapter 12
Condiciones


El puño que volvió a tener la constitución, carne, sangre y huesos humanos en tres tercios, chocó contra la barrera amarilla divina que recubría a Rey, en vez de impactar contra el usuario original. Tras sentir como sus huesos se rompían y su carne se evaporaba, luego del contacto contra la barrera divina, Gilgamesh retrocedió en dirección al suelo y mostró asombro en su rostro. 

   Como la espada que le atravesaba era parte de ‘Shamash’, esta también desapareció cuando Rey canceló las palabras mágicas que invocaban fuerza y maravillas grado dios. Después de caer en el aire y antes de perder la conciencia, el corazón del joven se regeneró lo suficiente como para seguir andando. La barrera defensiva que le cubría desapareció, tan pronto Gilgamesh se alejó lo suficiente.

  —¡Shamash!, ¡Shamash! —anunció el soberano de los humanos sin tener éxito—, Marduk… ¡An! 

  Con la última palabra, la tan gloriosa barrera dorada apareció cubriéndole, cosa que le dio la suficiente confianza como para volver a atacar a su oponente. 

  —De-An —dijo Rey, luego de hacer que la barrera de Gilgamesh desapareciera, lo que le permitió efectuar un golpe con su puño cerrado. 

  La fuerza del golpe generado por Rey fue tan violenta que, por primera vez, logró que el cuerpo de Gilgamesh fuera expulsado hacia atrás.    

    Maravillado por la sensación que experimentaba al haber perdido tres de sus mejores poderes, el dios de los humanos recuperó el control de su cuerpo, lo suficientemente rápido, como para poner la punta de los pies en la pared contra la cual iba a impactar y amortiguar completamente el golpe, lo que evitó que se estrellara de espaldas o recibiera daños.

  —La verdadera pelea comienza ahora —agregó Rey, de pie, en medio de la arena. Luego pensó: «Tengo que presionarlo con tal de debilitar sus protecciones para poder decodificarlas. Las tres últimas no son de ataque, sino que son defensas permanentes. No creo que le escuché mencionar sus nombres».  

  «Utilizó y después desactivo mi ‘An’, como hizo con las otras tres bendiciones de ataque» pensó Gilgamesh. «Magnífico, en la peor de las circunstancias te las arreglas para sorprenderme. Aún me queda la protección de ‘Nana’, ‘Istar’ y ‘Enlil’. No tengo que tener la inteligencia de ‘Enki’ para reconocer que no puede usar mis poderes a no ser que esté cerca de él. Algo me dice que siempre y cuando él desconozca los nombres no podrá usar mis poderes o desactivarlos, pero no se siente bien esta sensación. La intuición me grita que es una pelea de tiempo y él tiene otras maneras de desactivar mi inmortalidad. Tal vez deba dejar de ser ciego y aceptarle». 

   Ante los ojos de Gilgamesh, Rey cortó las palmas de sus manos con el filo de las hojas del antebrazo que hizo aparecer. Esto agravó el desangramiento, por la presión de sus dedos contra las heridas, tras lo cual, dejó caer un gran chorro de líquido encima de sus armas. 

  Gilgamesh se preparaba para ser atacado cuando notó que algo raro estaba sucediendo. Las armas que su oponente había desaparecido al principio del combate, ahora se mostraban nuevamente y tras ser bañadas de sangre, comenzaron a emitir un brillo sin igual.  

   «Esas armas están diseñadas para la defensa», pensó Gilgamesh.  «Que ahora, después de comenzada la pelea, decida atacarme con ellas, es algo de lo que en verdad debería cuidarme». Después gritó: —¡Acaso las ansias de ganar te ciegan y en verdad quieres matarme!

 Rey escuchó la exclamación de su oponente, lo que le hizo responder:

  —Quiero ganar y esta es la parte en la que lucho con todo mi poder. Es tiempo de ver qué tan flexible es tu inmoralidad.

«Guerreros como este joven, digno de ser mi estimado amigo, se pueden mantener vivos, dado que tienen una capacidad de no desestimar a sus oponentes» pensó Gilgamesh, quien en la dureza de la circunstancia se topaba con momentos convenientes y casualmente, dignos de mucha suerte, como para mantenerse vivo e incluso tener la situación bajo control, aunque había dejado de contar las rondas. «Desde un principio, él sabía que estaba en mi mundo y me había hecho su presa… no me ignoró, pero tampoco fue a buscarme para enfrentarme. Tan solo esperó hasta que yo lo acorralara. Con cuidado, ha estado observándome, busca mis puntos débiles y cuando finalmente tiene el conocimiento, ataca con la intención de matar. Pero claro, defenderse siempre es más fácil que vencer, después de todo, tanto tú como yo somos iguales. Dos héroes que luchan épicamente». 

  Gilgamesh no notó una sombra que se hizo presente a su lado. Por reflejo, se movió justo al lugar correcto en el que no sería interceptado por el filo de las armas de su enemigo, algo que le hizo retroceder y moverse, con tal de valerse de uno de los escudos y una espada arrojada en la arena, para poder bloquear y contraatacar. 

   «No puedo sentir bien las vibraciones que tienen sus núcleos de poder. Mis propios chacras se bloquean aún más y mi energía está siendo drenada con mucha más fuerza de lo normal» pensó Rey, mientras caía al suelo y seguía tratando de mantener la misma ferocidad que había demostrado tener en un principio, algo que provocó una inconfundible sonrisa de alivio en su oponente.

  Sin tener que ser consciente de su alrededor, Gilgamesh se movía y tan pronto como estiraba su mano, convenientemente, había una espada o un arma capaz de defenderlo del siguiente ataque. Incluso, las piedras que caían del techo iban a parar en la cabeza del ‘caído del cielo’, sin mencionar que algún humano hacía acto de presencia y trataba de disparar sus armas en dirección al joven. Retomando la ventaja, Gilgamesh se dispuso a lanzar golpes, patadas y puñetazos, mientras se dirigía, en silencio, al cuerpo del joven de ojos blancos entrecerrados. 

  De a poco, la sangre que comenzaba a dispersarse en el aire, pertenecía al cuerpo de Rey. El filo de la espada se convierte en cruel verdugo para la piel bestializada, a pesar de haber sido tan resistente en los primeros golpes. Claro, los lugares en los que la espada de Gilgamesh daba, ya estaban a punto de ceder por daños anteriores.    

  Con la intención de estabilizar la balanza, Rey retrocedió su postura y comenzó a esquivar los ataques de su oponente, sin prestar atención a lo que podía suceder a su alrededor. Enfocado en el comportamiento de Gilgamesh, Rey pudo interpretar que para este individuo, ser un héroe significaba tener la oportunidad de proteger y vencer.  Siempre que se protegiera, vencería al final del combate.

   Gilgamesh también saltó con la intención de retomar el aire y evaluar las cortaduras superficiales que había recibido. Estaba en un estado en el que podía ignorar el dolor y aunque sus movimientos de combate ni siquiera podrían entrar al primer rango de clasificación de las artes marciales de espada, ganaba la pelea contra alguien de rango avanzado. Sin embargo, ese no era suficiente motivo como para descuidarse y dejar de ser precavido.

  El soberano de los humanos comenzaba a verse preocupado a pesar de estar ganando, ya que la pelea se alargaba más y más. 

 «Aunque estoy luchando contra un hechicero, existen razones por las cuales él aún no ha realizado el mismo movimiento que pulverizó a los subyugadores en la arena y si pierdo mi suerte, esas condiciones se podrán hacer presentes. Además, los hechiceros son notorios por ser malos perdedores, antes de morir me podría maldecir con alguna magia maligna y vengativa. Estoy lejos de ganar con facilidad, así como pensé hacer desde un principio. Si rehúsa mi amistad, en el momento en el que le venza, tendré que matarle y la única manera es desapareciendo su cabeza, pero no creo tener que llegar a tanto, porque después de todo, él será mi amigo».

  En el corto respiro que tuvo, Rey pudo limpiar momentáneamente sus chacras y clamar —“Impacto del rayo”. 

  Tras sacar sus conclusiones, Rey creó una ilusión de sí mismo, lo que le permitió retroceder y agacharse en el suelo, fuera de la vista de su oponente. Luego de decidirse a sobrepasar, aún más, los límites de su cuerpo, con tal de seguir presionando la suerte de su oponente, Rey dio prioridad a la movilidad y fuerza de sus músculos, para lograr aumentar en gran medida su velocidad y rodear el campo, con tal de escapar de la visión del enemigo, para aparecer detrás de él.   

  Gilgamesh notó que su oponente efectuaba un clamado, lo que lo hizo moverse de lugar, con tal de no ser un blanco fácil. 

   Destellante como una centella y tan rápido como la luz, el rayo eléctrico se hizo presente ante la voz y las manos de la copia del joven híbrido. La luz cegadora de la electricidad no impactó a Gilgamesh, ya que los rayos no siempre salen rectos como una bala, a menos que tengan un objetivo de carga opuesta al cual golpear apropiadamente. Pero la suerte no tenía mucho margen cuando los eventos estaban bien calculados. El cuerpo original de Rey estaba justo detrás de Gilgamesh, tan cerca que posó la palma de su mano en la espalda de su oponente. 

  Gilgamesh ni siquiera tuvo tiempo de mirar atrás, cuando un relámpago le pasó de largo hasta conectar específicamente con el joven híbrido, quien mediante la conductividad de su cuerpo le regresó e hizo atravesar de lado a lado. El campeón de peleas invictas de la humanidad, miró hacia abajo, siendo testigo de cómo había terminado su pecho y estómago, abarrotado de llamas que aún consumían la carne carbonizada de su piel.

   Aunque la suerte, la casualidad y las posibilidades no fueron bien aceptadas por los cálculos, el corazón de Gilgamesh siguió latiendo, mientras que el de Rey latió muy rápido, como nunca antes lo sintió. 

Gilgamesh perdió el control de sus piernas, cayó al suelo de rodillas y con la boca abierta. Sintió como el dolor recorría cada pequeña célula de su interior. Por su parte, el caído del cielo también tomó distancia. 

  —El resultado de esta batalla no tiene que terminar en la muerte de uno de nosotros … mi estimado amigo —dijo Gilgamesh, quien luego mostró una amplia sonrisa—. Eres digno y perfecto por ser quién eres para mí, así como para cumplir el propósito por el cual se te mandó. Tal vez me he dado cuenta un poco tarde que no puedo vencerte sin tener que matarte, pero, espero no le prestes atención a riñas sin importancia como esta. Únete a mí. ¡Sé mi aliado y conquistaremos el universo juntos!

  Rey percibió el tiempo con lentitud, decidió respirar bien hondo por su nariz y dejar salir todo el aire por la boca, pero como si estuviera soplando por un pequeño orificio, con la intención de poner en práctica maniobras de tipo vagal para desacelerar los latidos de su corazón. Aun así, su corazón no era el único que había sufrido: «La carne de mi mano izquierda está calcinada, tanto que ni siquiera puedo sentirla, por lo cual, será mejor arrancarla para poder generar más. Por otro lado, ¿Me llamó amigo?» 

  —¿Supongo que esa alianza tiene condiciones? —preguntó Rey, en voz alta. 

   —No son condiciones…—dijo Gilgamesh—. Como verás, para que un árbol crezca grande, espléndido y magnífico como ningún otro, tiene que rodearse de un ambiente apropiado. La muerte de esos humanos no fue más que mi manera de decirte algo. Yo sé que lo entiendes, en el camino del éxito, los débiles tan solo te retrasarán, te harán sentir culpable y se convertirán en una carga de la cual te tendrás que despojar. Deja que, como tu amigo que soy, resuelva tu problema, así como resolviste el mío. 

   Intentando recuperar el aliento y entender las palabras de su oponente, Rey cayó en la conclusión del asunto, justo cuando fue capaz de percibir como sus hermanos, las dos chicas y Lía, aparecieron por la misma puerta que él había salido. 

   —¡¿Qué hacen aquí?! — preguntó Rey, sin poder esconder su alteración y enojo, pues la última vez que sus hermanos le habían asistido en un enfrentamiento, las cosas no salieron como las tenía planeadas.

   —Siguiéndole a ella—respondió Dante, tras mirar a Gilgamesh con ojos desafiantes.

  Para Rey fue evidente que Lía era capaz de arriesgar su vida sin pensarlo dos veces, tal vez por eso salió corriendo con la intención de asistirle. Mientras que sus hermanos estaban seguros que podían ganar la pelea contra un enemigo debilitado. 

  La doctora, al tanto de todo lo que había avanzado la enfermedad de su paciente y amado, corrió en dirección al chico por el que tanto se preocupaba, tan rápido como pudo. Abrazó a Rey y justo antes de besarlo, con el filo de uno de sus colmillos, cortó su lengua haciéndola sangrar, con tal de dar ese líquido a su amado, mientras recibía el placer que le había prometido el reencuentro.

  «En medio de una pelea, ¿qué haces?»  se preguntó Rey, tras lo cual entendió que Román ni Heliúk estaban ahí.  «Tiene sentido, estoy al borde de la muerte, aún tengo el agujero en mi pecho, un brazo quemado y varios huesos rotos… ellos no tienen manera de saber que el combate puede continuar, que ese no fue el golpe final». 

   Por unos segundos, tal vez motivado a que los latidos de su corazón regresaban a la normalidad, Rey pareció como si su cuerpo perdiera el control, aunque sintió la conmoción y ni siquiera pudo abrir sus ojos para pestañear con ellos. Que él regresara a su subconsciente en medio de una batalla, no era usual. Alzó la mirada a donde estaba la llama de la voluntad y tras apretar sus dientes, encendió su poder con furia. Tenía que regresar al control de su cuerpo, ser capaz de imponerse a la situación, mucho más cuando Gilgamesh le había hecho una propuesta, que definitivamente, su honor no aceptaría. 

   —Quien no dice nada, con el silencio botarga —dijo Gilgamesh, luego de levantarse del suelo.

 Rey movió los dedos de su mano, de a poco recuperó la movilidad e hizo que su cuerpo respondiera a las intenciones de su corazón encendido. Apenas enfocó su visión lo suficiente para reconocer el rostro de la vampira, escuchó como ella emitía un gemido, al mismo tiempo que se estremecía.

  La boca de Lía fue invadida por mucha más sangre. Las respiraciones fueron saqueadas por la ausencia. Solo un adolorido gemido fue silenciado por la decisión de la chica. 

  “Me prometiste que no te importaría que fuera egoísta…” fueron las palabras plasmadas en los ojos azules de la vampira, dispuesta a mostrar su amor y morir amando. 

   Con el pasar de los segundos, el ‘caído del cielo’ se hacía más consciente de la situación, tal vez, gracias a la sangre que consumía, que por su condición de vampiro le estaba devolviendo parte de toda la energía que había perdido en el combate. Junto con la energía, regresaba a la vida, a tener fuerza en sus músculos, sanar los huesos rotos y  la carne ausente. Los sentidos percibieron los sonidos y sensaciones que reinaban en el ambiente, como los disparos por parte de Jhades, sablazos y gritos frenéticos de Dante, el olor a más sangre familiar, por último, se percibía la energía de la muerte, que se imponía ante todos. 

   El dueño de los ojos blancos empezó a temblar, ya que su visión del mundo había regresado a la normalidad. Después se fue separando lentamente de aquella persona que ya no le abrazaba con fuerzas y pudo ver la mirada sin brillo de la vampira. Luego vinieron más disparos, gritos, sangre y energía. Tras negarse una y otra vez, Rey buscó sostener con desespero el cuerpo pusilánime que caía en sus brazos. Sus manos estaban temblorosas, con una humedad que impregnaba las prendas de su amada y se propagaba como un indetenible cauce, mientras sostenía el cuerpo de la vampira. 

  ¿Qué sentido tenía no seguir asumiendo la situación? Otra vida se había perdido.  

  —¡Aww! —gritó el joven, quien literalmente fue devuelto a la vida, tras rasgar sus cuerdas vocales. 

  Rey acomodo lentamente el cuerpo de su amada en suelo, tras lo cual, una piedra le golpeó en la cabeza. Aunque el golpe desencadenó en un cauce de sangre provocado por una nueva herida abierta, no fue suficiente para hacer que disuadiera su atención. 

  Enfocado en no perder a su amada, Rey desgarró las venas en su muñeca para dejar caer sangre en la boca de la doctora, que tanto le había ayudado y guiado en su momento. La misma que había prometido y jurado proteger de forma arrogante, cuando el nombre del soberano del planeta le había sido mencionado.

  La pelea entre los dos hermanos y Gilgamesh, se había convertido una masacre por parte del soberano. Jhades, a duras penas, podía seguir aguantando la velocidad y fuerza del sujeto de figura arrogante y se encontraba incómodo por el comportamiento tan irresponsable de su hermano, quien tenía las defensas bajas.  

Luego de moverse de un lado a otro con apurados movimientos y tras disparar repetidas ráfagas de balas entre la oscuridad que había creado, el vampiro le reclamaba a Rey, con la finalidad que entrara en razón y se levantara a pelear, pues aquello que había sucedido no tenía más solución. Dante trataba de levantarse del suelo, pero no podía hacer más que arrastrarse con sus manos, porque tenía la columna partida en dos. Mientras que Gilgamesh no le prestaba atención, el licántropo transformaba su cuerpo y lo des-transformaba una y otra vez, con tal de acomodar las vértebras de su espalda y recuperar la sensación de movilidad.

   —Todo va a estar bien… —dijo Rey con voz baja, mientras trataba de no revivir escenas del pasado— Escúchame Lía, no dejes de mirarme. Bebe de mi sangre, hará que tus heridas se recuperen. Eres vampira, contigo esto funciona ¿no? 

  El joven presionaba con fuerza sus dientes hasta hacerlos rechinar, pues no pudo decir nada más. Las lágrimas que sin control se escapaban de los dos ojos blancos adornados por un pentagrama infinito en el interior, exponían a la perfección los sentimientos de dolor, tristeza e impotencia.

   Lía levantó su mano, frotó la cara de Rey, le secó gran parte de las lágrimas y entre débiles palabras, agregó:  

 —Me alegra haber llegado a tiempo, pero con esto no me interpondré más en tu camino. No malgastes tu sangre, en este punto, no soy capaz de hacer lo que haces. Mi padre era alguien justo, al que siempre admiré y recuerdo por cuidar de mí. Ya ha pasado tanto tiempo que ni siquiera recuerdo su rostro, su voz, pero sí recuerdo su olor…

  —No hables, por favor —sugirió el chico, al tiempo que se hacía consciente, una vez más, que su poder y fuerzas ponían en peligro a quienes estaban a su alrededor. 

  —Mi padre olía como tú —continuó la vampira, en agonía. —Eres como él. Tal vez por eso mi cuerpo te eligió y mi egoísmo se hizo tan fuerte. Mi intención fue hacer que me amaras, que te enamoraras perdidamente de mí… con tal de llegar a este momento de entregar mi vida por ti, ante tus ojos. 

   —Solo bebe mi sangre, no hables, por favor. Te estás rompiendo aún más… — interrumpió Rey nuevamente.

   —Esto no lo sabe nadie, pero mi madre no tenía el mismo olor que yo. En parte, también soy una hija no deseada. Eso me hacía perfecta para estar contigo. Hubiera querido ser tu compañera en la vida y verte crecer, envejecer y morir a tu lado. Lástima que ocurrió este precipitado final en el que te tengo que dejar, pero no creas que me estoy rindiendo. Te pido que no desperdicies mi muerte. Devora mi cuerpo, mastica mis huesos y toma de mi sangre, para que te conviertas en el guerrero que se hará victorioso en esta batalla. Olvida mi orden egoísta de no matar y conviértete en el más grande. Mata a Gilgamesh, a todos los que le siguen o se interpongan en tu camino, no permitas que quienes han vivido del nombre de nosotros dejen de morir y consigue que ardan en las calderas de mil infiernos. Usa cualquier medio a tu alcance, otórgale un eclipse digno a esta luna que muchos llaman sol. 

  Junto al último aliento de la adolorida muchacha, también se marchó la vida de aquellos ojos azules.

   —¿Te preguntarás siempre si habrás tomado la mejor decisión? ¡Oh, Amigo de mi alma! —vociferó Gilgamesh, mientras le arrancaba el corazón a Jhades—. Creerás que les estás traicionando, pero no es así. Ellos te traicionaron al no poder sobrevivir y entregarse a la muerte antes que tú. Muestra tu lealtad ante alguien que nunca te va a dejar. Quédate aquí y únete a mí, para hacer que esta luna brille más que nunca. 

  Rey escuchó la voz de Gilgamesh tan clara y alta como las últimas palabras de la vampira. La llama en su el interior se estaba reduciendo considerablemente, así como la luz de vida que había iluminado las expresiones en el rostro de su amada.

   —¿Lía? ¿me escuchas? —preguntó Rey, tras ignorar a Gilgamesh.  — No, no dejes de hablar, sigo aquí. Te prometí que todo estaría bien. ¡Lía! No puedes morir y dejarme con todos estos sentimientos que tengo por ti. 

  El caos del mundo fue silenciado por los sentidos del joven, quien tan solo enfocaba su atención en el cuerpo que tenía enfrente. Tras revivir las memorias del pasado, la vampira no estaba del todo equivocada. Si su deseo era ser devorada, tal vez podría devolverla a la vida en el futuro, al practicar sus habilidades necrománticas, que había tenido que utilizar, porque White le había hecho entender que no era necesario desperdiciar el sacrificio de un ser noble. Pero ese no era el caso, Lía no era noble, ya que deseaba la muerte de cientos de miles de humanos.

  —¿Por qué? ¿Por qué no puedo, aunque quiera? Cuando te tengo entre mis manos, me acerco a tu cuerpo, aprieto la carne de tu delicado rostro contra mi boca, solo deseo arreglarte y quiero devolverte a la vida. 

  —Deseo tener el aroma de tu cuello impregnado en mi nariz…

 —Quiero poseer parte de tu carne y sangre en mi estómago, siento que tengo que hacer algo para no seguir alejándome de ti, así como siento que quiero vencer a ese infeliz.

 —Aunque te tenga en mi interior, me está matando esta distancia infernal que, por más que me esfuerzo, no logro entender. Quiero arreglarte mucho más, pero también me siento culpable por no poder regresar el tiempo atrás. No teníamos que llegar a esto. Quiero encontrar la manera de tocar verdaderamente tu cuerpo. ¡No me abandones así, Lía! ¿Qué tengo que hacer para regresar tu mirada a la normalidad? Tu mirada es la responsable. Esos ojos son los que ponen la distancia entre nosotros, esos ojos que parecen no estar mirando más a este mundo… Lía, regresa conmigo, por favor, te lo pido. 

Rey tragó el último bocado, lo que produjo que dentro del micromundo, las puertas de la nada que estaban ubicadas en el interior del joven se abrieran poco a poco, mientras que el anfitrión, conocido como Ranger, danzaba de un lado a otro con felicidad.

Por otro lado, White se retorcía en el suelo, estaba impactada, ya que sentía los mismos sufrimientos y pesares del joven al que servía. Comenzó a acelerar su respiración y a ser consciente de todo lo que su compañero podía ser capaz de sufrir cuando perdía a alguien tan allegado, que le había domesticado. 

  —¿Por qué estás tan contento? —preguntó el Ligre al anfitrión allí presente, irritado por la felicidad ajena y con ánimos de buscar pelea.  

  Ranger tan estaba maravillado que no logró ocultarlo. —Culpabilidad, arrepentimiento, deber y obligación son emociones muy conflictivas, sin contar que Rey acababa de perder un motivo para seguir viviendo y luchando. —Con un suave y relajado tono de voz, le explicó al Ligre: — Las emociones son potentes factores que determinan la existencia de alguien en la vida. Tu conexión con la realidad se acaba de restaurar, ¿acaso no quieres salir?

Tras escuchar las palabras del anfitrión, White salió impaciente del interior de Rey y mostró su verdadera forma al exterior, lo que causó impacto La situación se encontraba bastante tensa, pues el compañero de Rey se había convertido en una enorme y aterradora bestia. 

  Rey estaba sobre cuatro patas, tenía un pelaje negro de rayas blancas, su cabeza seguía agachada y apoyaba su hocico sobre la mancha de sangre resultante del cuerpo de la vampira. White reconoció a su padre, a su tan preciado compañero y salvador, pero no pudo decir nada, pues la bestia que observaba era casi tres veces más grande que su tamaño y tenía características humanas que lucían deformadas y grotescas. 

Rey mostraba extremidades de bestia incendiadas por llamas negras, piel de color violeta oscuro entre los pelajes gruesos que le recubrían y ojos blancos afilados luminosos. Los colmillos le llegaban hasta la quijada si dejaba la boca abierta. Tenía garras de hombre lobo que incrementaban su tamaño y emanaba una energía fría y tétrica. 

   Ante la transformación de Rey, se activó uno de los tantos hechizos condicionados que tenía en su cuerpo, lo que hizo que los habitantes del planeta pudieran escuchar su voz enfurecida. —. Seas inocente o culpable, haz lo que sea necesario para salvarte. Entre mi enemigo y yo, el cielo y la tierra de esta luna que llaman sol… existirá tormenta, destrucción, devastación y muerte. 

  De pronto, Rey dejó de hablar para vomitar un corazón aún palpitante que su sistema digestivo no pudo consumir.  

  Con una sonrisa despreocupada, el individuo de ojos cerrados conocido como Ranger, apareció ante el tiempo detenido que percibía Rey, con la intención de hablarle de forma urgente:  

  —Eso que ves es su corazón. Sí, el corazón de Lía aún vivía cuando murió entre tus manos. Si buscas una forma de hacer que tu cuerpo te acepte, no todo estará terminado. —Con manos temblorosas, Rey trató de sostener el órgano, pero no pudo hacerlo, por miedo a transformarlo, ya que se había transformado en una bestia diseñada para hacer daño. —Rey ¿por qué el corazón de un vampiro no fue tolerado por tu cuerpo que comparte las mismas características? —preguntó Ranger—. Tu cuerpo lo detecta como un organismo invasivo. Sí, los vampiros tienen un instinto muy grande de supervivencia. No todos tienen este conocimiento de cómo matar efectivamente a los descendientes de Lilith, el primer espíritu primordial de aire frío. Aunque cortes sus cabezas, sean desmembrados, quemados o enterrados, no morirán, si sus corazones no son destruidos. 

  —Di lo que sea necesario… —demandó Rey, entre dientes, puesto que no tenía mucho tiempo.

 —Una vez se paraliza de forma total el funcionamiento de sus órganos y cerebro, los vampiros preservan sus corazones para salvarse a sí mismos. En otras palabras, mientras el corazón de esta especie esté intacto, pueden renacer. En los tiempos en los que viví, se escucharon muchas historias y leyendas de personas que comieron corazones, que se encontraban bajo la tierra, rodeados por huesos y dejaron de ser quienes eran. Toma ese corazón e introdúcelo en tu cuerpo de alguna manera, solo así este órgano se volverá un parásito sin ser rechazado por tu organismo y permitirá que ella nazca nuevamente. 

  «¿Eso viene con consecuencias?» Era la pregunta qué Rey quería hacer, pero no podía olvidar que estaba en una batalla y dejar de tomar riesgos no era parte de ganar. Además, el anfitrión que se hacía llamar Ranger le había dado información fiable, hasta el momento. Sin mencionar que quería salvar a Lía por los medios que fuese posible.

    Rey apagó las llamas de su mano derecha, tomó el órgano de la manera más delicada en la cual sus garras pudieron hacerlo. 

  Ante la presencia de Ranger, la sangre ajena hizo reaccionar al órgano, de manera que las venas actuaron como si fueran tentáculos que tenían el único propósito de succionar el líquido de la mano que le agarraba.

  Gilgamesh se sentía decepcionado por escuchar la advertencia de guerra, tras ver cómo su oponente hacía una transformación que prometía traer terror y calamidades al lugar. Luego de intentar eliminar las vidas de quienes habían interferido en el combate, el campeón de peleas invictas de la humanidad, sentía que debía apresurarse, con tal de dar el golpe final a su amigo del alma, quien tomaba un mal camino. 

  Tras dejar a Jhades apenas con vida, el soberano de los humanos posicionó su puño que se asemejaba a la guillotina de un verdugo y se acercó lo suficiente como para eliminar de un golpe al joven agachado, que estaba distraído y le prestaba más atención a un corazón que a la pelea.

   La sonrisa ansiosa en el rostro del anfitrión fue borrada, cuando escucho a Rey abrir la boca y alinear sus chacras. Con el despliegue de energía, la presencia se desvaneció y Gilgamesh se vio obligado a chocar con una fuerza nunca antes vista.          

    —“Antiguos, Antiblicos” —clamó el joven, mientras veía el órgano intranquilo en su mano. —¡Con fuerte y decidida voz los conjuro! 

   En el presente y en primera línea, aparecieron los doce señores elementales, encargados de controlar los elementos como pilares primordiales de todo, dentro del mundo de los clamados en el libro creado por la diosa Atenas. 

   Detrás de los doce gigantescos guerreros, había innumerables criaturas que habían empequeñecido su tamaño, con tal de caber en un lugar casi tan reducido como lo era la más pequeña de las entidades invocadas en su tamaño natural. Detrás de todos, envolviéndolos, estaba una gigantesca serpiente con características dragónicas, tan grande, que había alcanzado a morderse la cola. La serpiente fue levantada por los doce señores elementales y las demás criaturas presentes, lo que significaba que las leyes naturales del universo estaban siendo alteradas.   

  Luego de romper la barrera de lo posible y lo imposible, por un limitado periodo de tiempo, Rey alzó su voz: 

   — Me dirijo a ustedes— dijo el joven, refiriéndose a las numerosas presencias existentes en el libro ‘Santuario de Atenas’, quienes estaban interesadas en escucharlo. — Junto a mi presencia la exijo a ella y en su presencia doy a conocer la angustia que me deja su ausencia. En estos momentos me encuentro impotente ante la muerte. Frente a mis ojos, mente, corazón y alma, la declaró inocente. Clamo sus poderes,  para que impregnen a este órgano, con el fin que pueda ser refugio y forme parte de mi cuerpo, hasta que se recupere por completo. Solo así será sangre de mi sangre, carne de mi carne. 

  El campeón de peleas invictas y soberano de los humanos, hizo todo lo que pudo, con tal de destruir lo que tenía enfrente. Se sentía invencible, siempre que pudiera demostrar su poder. Por otro lado, estaba un tanto liberado, porque la medición del hechicero que tenía como oponente no estaba a su nombre ni dedicada a él, que era algo que tanto le había preocupado desde un principio. 

  Dentro de la cúpula, el silencio se hizo presente y el ambiente mucho más pesado. Se escucharon palabras que solo fue capaz de oir Rey, quien fue el que hizo el clamado.  

   —Eres un enfermo, ya que en medio de un combate y con el corazón de un vampiro, te atreves a clamar a todos y cada uno de los miembros de un libro que ni siquiera creaste. Vaya acto de insolencia, arrogancia y soberbia por parte de un hechicero. ¡¿Y todo por amor?! —gritó una voz robusta y fuerte, perteneciente al señor del fuego, un gigante que hacía de sol en donde que se posicionara y representaba a quienes callaban, exceptuando a los dragones, porque esos tenían que ser retenidos por los demás para que se mantuvieran quietos—. Te vamos a apoyar, no porque sea difícil, sino porque todos vamos a querer algo a cambio. 

  Rey afirmó con su cabeza.

 —El órgano que tienes en tus manos se alimentará de tantas energías que le será imposible identificar la tuya, eso lo formará y desarrollará hasta que decida renacer —aseguró el señor del fuego. —Lo que queremos a cambio, además de tu energía y fuerza vital, tan solo podrá ser pagado con una ofrenda que satisfaga las necesidades de los presentes. Aquel que quede inconforme será tu maldición. El tiempo no será mucho, pero sí suficiente para que pienses lo que vas a ofrecernos. 

   Ranger maldijo y tildó la ocasión como un gasto innecesario de recursos, pero tan solo pudo ser testigo de cómo el órgano palpitante fue invadido por más de mil colores y energías diferentes que creaban letras y figuras que significaban algo. Con esto el corazón calmó su sed e intranquilidad y Rey, sin agachar la mirada ni mostrar arrepentimiento, introdujo el órgano en su interior, tras abrir una herida con su mano en el oblicuo derecho de su cavidad abdominal.    

  En un lugar compuesto solo por el metal de cuerpos muertos, existía un tablero con tres colores. Esta mesa era la representación de lo que existía debajo de ese mundo y era cuidadosamente estudiado por una criatura con sangre de fuego. El extraño ser destellante, que carecía de rostro, dedos, extremidades o siluetas de cuerpos visibles, se paró sobre una gigantesca plataforma conformada por más cuadros. 

 Con la misma voz que tenía Lía, la extraña criatura habló en un idioma totalmente diferente, aunque su voz era cálida y tenue. Al mismo tiempo, procedió a levantar una ficha que presentaba los mismos rasgos de Rey. —Siento tu voz diferente… ¿Acaso será la voz de tu corazón? Sí, esa es la que habla. Nunca te había sentido hablar de esa forma. Andas junto a ella… ¡Sigh-ains! El sistema no encuentra anomalías en tu composición, aunque sigue buscando de manera incansable y trabajando más de lo que debe. Después de todo, te estás volviendo más interesante. Me temo que tendré que seguirte de cerca… espero que seas capaz de escucharme.  

Tan pronto la entidad terminó de hablarse a sí misma, regresó la ficha a su lugar de origen y luego vio cómo otras fichas notorias se hacen presentes.

   Gilgamesh, quien recientemente había sido repelido por una fuerza abrumadora, mantuvo los ojos bien abiertos, con la intención de no ser tomado por sorpresa ante algún ataque inesperado. Sintió la inconformidad que comenzaba a invadir sus movimientos, ya que, ante las cámaras, no había sido capaz de demostrar su fuerza y que rompiera de un puñetazo lo que se había creado frente a él. La incertidumbre sobre lo que estaba sucediendo con su amigo del alma, era frustrante. No podía negar que si las innumerables criaturas que aparecieron maldijeran a su imperio o a él, todo estaría perdido y la luna entera sería engullida por una jauría de atrocidades hambrientas, con sed de destrucción y cuyo propósito de existir era traer el fin de los tiempos, hasta que no quedaran rastros de alguna existencia. 

  Apenas llegó el momento, se disiparon en el ambiente las energías poderosas de invocaciones dignas de temer, tras lo cual, Gilgamesh tragó en seco, para luego tocarse el cuerpo con su mano derecha, mientras miraba hacia los lados, con los ojos bien abiertos. El soberano de los humanos se dio cuenta que no estaban malditos ni su imperio ni él, pero tampoco su oponente. Recordó ser testigo de cómo el hechicero que le había dado la inmortalidad junto a otras seis bendiciones, pereció frente a sus ojos, producto de una maldición desatada como efecto secundario, cuando intentó darle una octava bendición y no pudo. El momento no era como lo recordaba, tal vez, porque tenía suerte, como la había tenido en el pasado.

  —Entonces, querido amigo: ¿cambiaste de idea? —Preguntó Gilgamesh, con la esperanza de escuchar a su oponente decir que sí—. Debido a que no usaste el hechizo para maldecir o atacar, podría asumir que quieres se mi amigo… 

  El soberano de los humanos levantó la mirada y vio como su amigo del alma se levantaba, aún bestializado, mientras forzaba la cicatrización en el costado de su cuerpo, cerca del corazón. Llegó a la conclusión, que la sacerdotisa del templo de las artes amatorias que le había designado Román, era una vampira. Que Rey había clamado una calamidad y que ahora el corazón de ella no estaba. Para Gilgamesh, Esto significó descubrir que ese sujeto prefería agarrar con uñas y dientes la vida de seres inservibles, antes que apreciar su amistad.

  Las manos que una vez se mostraron receptivas, ahora estaban inspirando rechazo. 

  —¡¿Que acaso no entiendes?! ¡Insensato! —grito Gilgamesh.

    Por otro lado, Rey podía sentir lo que era cargar con la maldición impuesta por las criaturas que componen el libro de clamado que le había robado a su maestro. Estaba seguro que cuando la maldición se activara, su vida sucumbiría en un abrir y cerrar de ojos, pero no creía que fuese peligroso, porque la situación estaba bajo su control y también sentía, en su abdomen, los latidos que daba el nuevo órgano, lo que indicaba que Lía ahora vivía dentro de él.  

    Haciendo oídos sordos a lo reclamos de su enemigo, Rey desapareció del lugar en el que estaba. 

  Gilgamesh se mostró más irritado, levantó su guardia y mantuvo especial cuidado en proteger su espalda, pues tenía el presentimiento que su enemigo haría lo que fuera para poder ganar. Para él, proteger su punto ciego era la mejor decisión, ya que le impedía recibir cualquier impacto letal, pero su intuición le falló. 

   Rey apareció justo enfrente de él, le dio un violento puñetazo que impactó de lleno en su rostro, que miraba hacia el lado opuesto. 

  La mandíbula de Gilgamesh se fracturó y se partió en diez partes, mientras que varias muelas y dientes terminaron desencajados. Su colosal cuerpo, semejante al de un toro salvaje, fue expulsado, como si fuera una pelota de goma, cada vez que el joven desaparecía.

   Rey continuaba con la inercia del primer ataque, hacía unas transiciones de movimientos finas y bien desarrolladas, que tan solo alguien que dominaba las artes marciales podía hacer. 

  Tras una serie de golpes que no pudo detener, Gilgamesh impactó contra una de las paredes que componían la arena. «Esto mismo le sucedió a él ¡Estos son mis movimientos en el arte de la lucha!», se dijo, como quien se daba cuenta de algo obvio. En el preciso momento que pudo moverse, decidió cruzar sus brazos para cubrirse del siguiente golpe.

   En efecto, Rey reapareció en el lugar en el que su oponente le esperaba, pero golpeó con mucha más violencia y derroche de energía que lo que Gilgamesh había podido hacer. Tanto así, que si el impacto hubiera sido exitoso, el soberano de los humanos habría perdido su cavidad toráxica, incluyendo costillas, pulmones y corazón. 

  A cambio de sacrificar los huesos de sus brazos, Gilgamesh pudo recibir el golpe y sobrevivir milagrosamente, al costo de atravesar ocho paredes consecutivas. 

    —Tienes una acumulación de victorias vacías y movimientos sin gracia. No puedes mantener la velocidad si vas a golpear —dijo Rey en voz alta, luego de perseguir a su oponente con un lento caminar— Así como tampoco puedes mantener la fuerza, si piensas moverte con rapidez. Para ser un campeón invicto de batallas, te las arreglas muy bien, pero todo ha sido gracias a las tres bendiciones que te quedan activas. Espero que aprendieras cómo se golpea de manera eficiente. Después de todo, no vale de nada copiar el estilo de lucha de alguien, si no se tiene la capacidad de mejorar y refinar los movimientos, al punto de conectar los unos con los otros, de manera refinada.  

Dentro de los calabozos del lugar, Gilgamesh se puso de pie para lanzar un puñetazo contra su oponente. Como quien recién recuperaba el equilibrio de su cuerpo, el sujeto de piel sumeria, lanzó un golpe en el rostro de apariencia grotesca de su oponente, pero Rey se mantuvo de pie, como si nada hubiera sucedido, arrepentido de haber intentado educar a su oponente.  

   —¡¿Tu cuerpo?! —dijo Gilgamesh, con tono amargado, tras entender que la solidez que tocaba no tenía comparación—. En ese último hechizo que hiciste, será que clamaste el poder de todas esas bestias en ti y por esa razón ahora eres tan fuerte y poderoso… que quieres ser mi amigo y deseas rendirte en esta pelea contra mí. ¡Dímelo!

Luego de hacer caso omiso a las palabras de su oponente y a pesar que era más grande, en tan solo un instante, Rey cogió por el cuello a Gilgamesh y le levantó en peso, asfixiándolo con el potente agarre de su mano derecha, la cual levantó bien alto.

Tras lanzar patadas y retorcer su cabeza, Gilgamesh luchaba por respirar, mientras que su rostro se llenaba de expresiones moribundas, difíciles de imaginar en alguien altanero y soberbio. Con el fin de hacer una diferencia en la situación, Gilgamesh decidió enterrar los huesos que le salían de su antebrazo dentro de los ojos afilados que le miraban y juzgaban con tanta confianza.  

   —¿No has pensado en la posibilidad de que, tal vez, tus bendiciones se estén debilitando? —agregó Rey, luego de imponer su rostro ante las manos compuestas por carne y huesos partidos, que pretendían sacarle los ojos, pero no pudieron, por falta de fuerza y agarre.

   —¡Im-po-si-ble! —dijo Gilgamesh, entre sonidos guturales y con la mirada en blanco. 

  Para el soberano de peleas invictas, las palabras del joven bestializado no tenían ningún sentido, ya que sus bendiciones nunca habían perdido fuerza. Al menos, no lo recordaba ni lo había escrito en sus libros de batallas épicas, en el que era el héroe que hacía y deshacía, sin importar quién se le interpusiera en su camino. No obstante, esta era la primera vez que cuatro de sus bendiciones más poderosas eran neutralizadas por un hechicero, que pudo escuchar los nombres de las llaves de acceso al poder que tenía que decir para ser vigoroso, inteligente, ágil y aún más fuerte. 

  —¡Aaah! Ya sé lo que quieres escuchar de mí— anunció Rey, tras inclinarse en dirección a su oponente—. ¿Quién dijo que quería ser tu amigo? ¿Quién te metió semejante estupidez en la cabeza? ¿No ves que somos enemigos?

  «¿Y mi sueño? ¿Ese que mi madre me enseñó, que incluía las estrellas, el cielo y las luces, las piedras y mi amigo» pensó Gilgamesh, quien se negaba a creer lo que se le preguntaba, mientras sentía el dolor característico de tener varillas enterradas en la espalda que se usaban en la construcción de un muro sólido y duradero. 

   Por el movimiento, uno de estos hierros cayó al suelo, dando lugar a un sonido tintineante y al salpicar de la sangre por todas partes. Junto al sonido, las palabras de Rey parecían tener mayor sentido a los oídos del Gilgamesh. «¿Y si en verdad mis poderes mágicos se están debilitando?» pensó. «Después de todo, en el pasado, luego que mi cuerpo atravesara incontables paredes, muros, edificios y columnas, no era razón para terminar de esta manera. Si él no es mi tan esperado amigo del alma y Román no quiso hablar… Ya no se estará haciendo mi voluntad, sino la de alguien más».  

   Sin oxígeno que le llegara apropiadamente al cerebro, Gilgamesh no pudo seguir pensando con claridad y cuando estaba a punto de sufrir una muerte por asfixia, combinada con los efectos de la inmortalidad, la superficie de la luna comenzó a temblar como si se estuviera partiendo en cuatro. 

  El suelo de toda la esfera lunar estaba temblando porque Gilgamesh estaba muriendo y reviviendo. Ante eso, Rey lanzó a volar el cuerpo agonizante por los aires, como si fuera una pelota impulsada por el más poderoso de los bateadores.

   En diagonal, el cuerpo grande y sólido del soberano de los humanos pudo volver a respirar y atravesó otros techos, salió por las gradas del coliseo hasta que terminó impactando en la arena. 

    —“Rey Dragón Asesino” —clamo el vampiro, sin que su voz temblara o enflaqueciera, luego de escupir una gran cantidad de sangre que había acumulado por usar tanto poder y ya no podía seguir reteniendo.

  Junto a la sangre envenenada por radiación que caía al suelo, el rugido y presencia de una bestia que resurgía, hizo que el lugar siguiera temblando, a pesar que ya se habían detenido las convulsiones de la esfera lunar. En medio de la cólera, el animal enfurecido miró por un agujero en el techo y al otro lado encontró un objetivo al cual dirigir su ira. Sin mirar atrás, el dragón rojo encendido abrió sus alas y salió disparado en dirección a Gilgamesh con la boca abierta, dejó escapar todo su aliento de fuego capaz de cubrir el techo, para después bajar por las paredes hasta cubrir todo el estadio, incinerar a los humanos que se encontraban presentes y convertir la arena en cristal. 

  En medio del destructivo evento, tanto Jhades como Dante, se vieron obligados a reaccionar con rapidez, tomar a sus chicas y buscar refugio, antes de ser víctimas de las infernales llamas que cubrían el sitio. 

  —Este lugar está a punto de ser destruido —dijo Jhades, impresionado con la fuerza que demostraba su hermano. Se alegró de saber que Rey había ganado la batalla contra quien le había dejado herido.  

   — ¿Qué hay de los demás prisioneros? —preguntó Daniela preocupada. 

  Jhades se llevó la mano a la cara y en su interior, negó tantas veces como pudo.

  —¿Los demás prisioneros? —respondió Marín, consternada, ante la situación, que se le asemejaba a un efecto dominó. —Debemos rescatarlos antes que queden sepultados entre los escombros.

  Aún adolorido de la paliza recibida por Gilgamesh, Dante se quedó pensativo y tras ver la determinación en el rostro de su compañera, agregó:

   —Puedes guiar el camino. 

  Si existía una oportunidad de limpiar su imagen frente a aquellos que quería, ahí estaba, solo requería que salvara a algunas personas. Para el licántropo, esa hazaña no podía fallar, después de todo, ya lo había hecho una vez y todos le alabaron por semejante proeza.

   Debido al fuego abrasador que le incineraba la piel y volvía a asfixiarle, Gilgamesh gritó con todas sus fuerzas, mientras se cubría el rostro. Invadido por el indescriptible dolor causado por las llamas y siendo presionado contra el techo por el torrente de fuego, el soberano de los humanos no vio más salida que resistir tanto como pudiera o hasta que su oponente cometiera algún descuido.

   Tan pronto la llamarada de fuego cesó, la bestia escamada, invocada en su versión completa, emergió del suelo y apareció entre las gradas, aún más grande e imponente que nunca. Luego de agitar sus alas con furia, la criatura se impulsó como una bala, para golpear a su objetivo con el cuerno que sobresalía de su hocico y herirlo antes que cayera en el suelo. El dragón se apresuró a respirar, debido a que había dejado salir todo lo que tenía adentro y necesitaba de otra bocanada de aire para seguir escupiendo fuego. 

   El impacto que recibió Gilgamesh no fue tan fuerte como para atravesarle el cuerpo, pero la bestia si logró hacerle traspasar el techo del coliseo, a pesar que  estaba creado con una aleación de oro, diamantes y demás materiales preciosos, tan duros, que solo los dioses tenían el poder suficiente para moldearlo.

    En el aire, entre el cielo abarrotado por naves que trataban de escapar hacia el espacio, el primer héroe de la historia, fue devorado por las fauces de un dragón rojo encendido. 

  Con un rugido que anunciaba el fin de los tiempos de paz, la bestia alada emergió al cielo de un orbe dorado, una joya flotante en el espacio. En su opinión, ese tesoro estaba contaminado. Con sus ojos amarillos encendidos, lo segundo que vio eran seres humanos que intentaban escapar o correr por sus vidas. Eran existencias cuya presencia le hacía revivir un pasado lleno de odio, rencor e ira. Con el pecho bien inflado, la criatura rugió retumbando en el lugar y terminó escupiendo otro rayo de fuego por la boca. Enfurecido, en cuanto terminó la segunda bocanada de fuego, volvió a respirar, con tal de disparar por tercera vez su aliento de fuego tan lejos como sus ojos pudieron ver y un cuarto tan cerca como su cuello le permitió bajar. Esto causó la destrucción de un lugar que se veía dorado y lleno de civilización. 

   Explosiones, edificios que se caían a la distancia y personas gritando de terror, no eran suficiente para contentar a la criatura escamada, que tenía como única intención causar la mayor cantidad de destrucción posible, antes de desaparecer. Frustrada por no poder causar más destrucción, la bestia escamada de ojos amarillos desapareció y devolvió a la luna aquello que había tenido en su estómago de lava ardiente. 

  Mientras volaba por los cielos una vez más, se encontró a Gilgamesh, quien terminó con quemaduras que fueron capaces de fundir parte de su piel hasta llegar a los huesos. Además de eso, se quedó viendo, por un efímero momento, cómo el imperio que había creado sucumbía ante las llamas de una bestia clamada, que le había hecho recordar las vívidas imágenes del sueño que tuvo.  

Con el fin de acercarse aún más al fruto de su creación, el soberano de los humanos expulsó sangre por la boca, así como por el agujero de su estómago y terminó con los ojos extraviados. En un último arranque de soberbia, desde el aire, decidió no seguir esperando la oportunidad en la que su oponente volviera a bajar la guardia, por lo que liberó su energía, haciendo que acelerara al máximo el proceso curativo de su cuerpo humano. Tras recomponer la mayoría de sus heridas y huesos rotos, Gilgamesh intentó minimizar el siguiente impacto que le acechaba. Pero, por desgracia, no era la fuerza de gravedad a la que le golpearía, sino a su enemigo recién declarado, de forma oficial.

   Rey estaba decidido en que no dejaría que su oponente llegara a tocar el suelo nuevamente. Con la desaparición del dragón, saltó con todas sus fuerzas, hasta destruir la estructura del suelo bajo sus pies. En su ascenso, el joven bestializado, apuntó con las palmas de sus manos al cuerpo de su oponente y empezó a acumular energía. 

   «Este es mi ataque más fuerte», pensó Rey, mientras sentía la brisa del viento y recordaba su pelea previa contra Yacer. «Falle la última vez que emplee este movimiento, no me puedo permitir volver a errar» 

   —“Paso a la destrucción sin final… primer toque”.

 



Una casa y cinco jóvenes

Chapter 12
Consolador con arnés


La rubia procedió a pararse detrás del chico poco convencido de lo que iba a hacer para mirar por encima del hombro de este, como Samantha yacía tendida justo en frente, boca arriba, sobre el sofá. Pegada totalmente al cuerpo de Rey, no le era difícil a Elena poder imaginar que era un hombre a punto de cogerse a su amiga, inconsciente e indefensa, tendida al alcance de una imponente verga que le había hecho perder la consciencia.

“Si Elena lo dice es porque debe de estar en lo correcto,” se convenció Rey de lo que estaba sucediendo. “Pero, esto que siento al ser obligado a estar con alguien que no está consciente me despierta emociones difíciles de limpiar. Es extraño y perturbador encontrarme sintiendo placer en una situación como esta. Teniendo al hermoso cuerpo nuevo de Samantha con sus piernas, tetas y trasero aún más gruesos que antes a mi merced. Sus ojos cerrados, respirando pusilánime…”

—Rey —dijo Elena con tal de hacer que el chico saliera de su estado de trance y relajara los músculos de su cuerpo tensado. La rubia estaba disfrutando más que nadie. Tener que sostener la verga de Rey con sus manos, centrar el glande por el agujero que se suponía tenía que colar, empujar sus caderas y con esto las de Rey para avanzar le hacía vibrar.

El imponente miembro, centrado, avanzó y siguió avanzando al interior de Sam, por acto de Elena, mientras que Rey se quedó mirando si la trigueña hacía cualquier expresión de incomodidad con tal de detenerse.

—Aunque le duela, a Sam le cuenta decirlo, pero es un dolor rico —repuso Elena junto al oído del joven que se quedaba mirando la situación sin saber qué hacer.

Si la habilidad absoluta de Sam no se activaba, la respuesta era simple, él no tenía que hacer nada, tampoco necesitaba ver, solo debía enfocarse en lo que estaba sintiendo. “A partir de este momento, para ver y actuar está Elena”, se dijo.

Con esto en mente, el chico cerró sus ojos, abrió su boca y tiró su cabeza hacia atrás. Como sus manos le estorbaban, él decidió ponerlas sobre el redondo culo de la rubia, percibiendo como la piel blanca, antes lisa, ahora se sentía como si tuviese los poros erizados al contacto. También sintió los pezones endurecidos sobre las tetas, bien redondas y formadas de Elena recorriéndole por la espalda. Los cabellos rubios le acariciaban el cuello. El embriagante aliento etílico que salía por la nariz. La piel del oído caliente de una chica rozando su rostro. Y el placer de percibir como su verga penetraba el coño rosadito de Samantha, por voluntad de otra persona.

—¿Sabes?… —dijo la rubia ronroneante mientras le acariciaba el abdomen y el pecho con la mano que no usaba—, tan solo he podido hacer esto contigo… y, Elena hizo una pausa, se mordió el labio inferior, como quien se preparaba para hacer una sugerencia descabellada.

Creyendo que no existía nada mejor que una mujer acariciando su cuerpo y su verga mientras le hablaba al oído, sin intenciones de hacerla esperar, el dicho preguntó; —¿Qué? Sabiendo que el comportamiento mimoso de la rubia venía acompañado de un pedido.

—… No he tenido tiempo para pedir, si es posible, unos juguetitos para este momento.

—¿Cómo cuáles? —Volvió a preguntar el chico.

—Uno como el que se veía a Arte usar en el culo, y otro como… el que llevaba puesto la mujer de una de las fotos.

Rey mostró una sonrisa amarga, pero después de la insistencia de Elena por unos cuantos minutos, finalmente cedió e hizo aparecer el pedido de la rubia.

Aún con la verga avanzando lentamente al interior de Samantha que no despertaba, Rey escuchó como a la rubia decir:

—No pares de cogerte a Sam, tienes que encajarle toda la verga —para luego continuar con una descripción gráfica de lo que estaba haciendo con los juguetes que aparecieron justo sobre el respaldar del sofá—. Estoy tan feliz. Que bien que puedo meterme esto con tal de que mi culito no regrese a su tamaño normal y quede bien dilatado para cuando sea mi turno de que me la metas. ¡Ufff! Está grande y casi no quiere entrar. Me duele un poquito al empujarlo, pero si lo saco y le pongo saliva estoy segura de que va a entrar… ¡Uuuuy!, no tengo suficiente saliva, ¿me ayudas? —Elena llevó el objeto metálico adornado con un diamante en el extremo opuesto hasta los labios del chico.

Por un momento, Rey respiró profundo y pudo oler la prueba irrefutable de que la rubia había tratado de introducir el objeto por su orto. Con esas palabras morbosas, ya no le parecía tan mala idea. Conducido por excitación, él abrió la boca y aceptó el objeto, con su lengua saboreo y lubricó aquel tapón metálico por unos segundos, hasta que Elena se lo retiró.

—Qué bien, así me gusta… bien baboso. Sabes, tu baba está ahora en mi culito haciendo posible que esta cosa me entre mientras me la empujo… Ufff, está cediendo cada vez más y más, siento cómo se me abre el culo. ¡Ups! Ya está dentro… ¿Soy una chica mala, no es así? Soy mala porque me gusta jugar con mi culito mientras te estás follando a otra… Mmmm, a esta chica mala le fascinan los culos… no sé qué tengo, pero me excita tanto jugar con ellos… ¿No te molesta si juego con el tuyo? —Rey guardó silencio ante las palabras, en cambio, se tomó cuatro buches de alcohol. Elena decidió continuar—. Bueno, si hiciste aparecer el segundo juguete que te pedí y me dejas estar aquí, detrás de ti… es normal que asuma que si me dejas…. Mmmm, ¿sabes? Ahora me estoy metiendo por el coño la punta opuesta de este consolador con dos extremos… se siente bien estar empalada por dos lugares a la vez. Debo amarrar el arnés para que no se me caiga… esto me deja todo el culo afuera, pero… Uuuu, qué bien se ve, y ¡qué bien se siente! Debo confesarte que mi mayor fantasía como mujer es convertirme en un chico… para cogerme a otro chico. Relájate, ¿sí?…

Rey terminó de tomarse la botella y, siguiendo la guía de la rubia que le forzó hacia delante, se tendió sobre Samantha dejando su trasero empinado. “No reconozco a esta rubia, tampoco me reconozco yo mismo. No tengo el valor para decir nada, nada que no le haga feliz. ¿En dónde quedaron los cinco chicos compuestos y disciplinados que conformaban casi que una familia?”.

Elena, por otro lado, bajó hasta donde estaban las nalgas del chico y tras chuparle los huevos subió con su lengua. Ella llegó al culo del joven y se prendió con mucho empeño, lamió, saboreo e intentó penetrarlo. La rubia también tenía su culo empinado, se contoneaba de un lado a otro como quien quería sentir los dos objetos que tenía enterrados por delante y por detrás, así como el pene plástico que se balanceaba de un lado a otro.

—Oh, sí. Este momento me va a hacer muy feliz, —dijo Elena—. Eso es Rey, cógete bien profundo a Samantha.

A pesar de que Rey no tenía mucha afición por las prácticas amatorias que Elena empleaba, enfocarse en cogerse a Sam le pusieron caliente. Mientras la rubia le acariciaba y presionaba el orto con su lengua humedecida, su verga se adentraba hasta el fondo de la vagina de Sam.

“Definitivamente, dos cosas que no se sienten bien, no pueden crear una que sí,” Se dijo Rey. “Pero, porque no me puedo detener. La sensación de que una mujer me esté chupando el culo me choca mucho. Se supone que sea yo, como hombre, quien pueda chupar el culo de las mujeres, así como penetrarlo y abusar si ellas se dejan.”

Una vez la rubia consideró que era suficiente, de beso en beso, escaló por la espalda del chico hasta tenderse sobre este y decirle al oído. —Si te gusta romperle el culo a una chica no tiene nada de malo que una te lo rompa a ti ¿No es así? Desde hace tiempo que te tenía unas ganas terribles.

Elena se levantó sobre sus rodillas para tener una mejor visión de su pene de plástico. Un objeto bastante realista se empinaba entre sus tetas, justo desde su pubis, mismo objeto cuyo otro extremo ya lo tenía encajado en su coño. Agarrando el dildo con una mano abrió la boca y dejó caer una buena cantidad de saliva sobre este y comenzó a pajearse.

—Ohhh, qué culo más lindo es el que tengo delante. Segura estoy de que es virgen… Ufff… deja que comience, voy a hacer que esta flor termine con sus pétalos abiertos. Acaso, ¿vas a ser un hombre?… ¿Te esforzarás para no gemir y aguantar el dolor? Me muero por saber.

Por fin, Elena se dispuso a dejar de probar el temperamento del joven. Tras sacar saliva de su boca usando dos de sus dedos, ella le volvió a lubricar el ano, se apartó un poco, cogió con más firmeza su verga plástica y presionó el esfínter del chico con fuerza.

“Estoy siendo penetrado,” se dijo Rey cuando sintió como la punta del objeto cilíndrico se abría paso y deslizaba a su interior. “He cometido un gran error, estoy a la merced de esta rubia loca…”

Elena abrió la boca por la excitación, de manera simultánea con sus dos manos se estrujó las tetas, pellizco sus pezones, acarició la piel de su estómago y abrió más las nalgas del chico en frente de ella. Le encendía ver cómo el glande del pene plástico se había perdido dentro del Rey y aunque seguía, este no dejaba escapar ningún gemido. Avanzando poco a poco, ella llegó hasta el final y se volvió a arrojar sobre la musculosa espalda embriagada de placer y excitación desaforada.

—Ahhhh, qué bien se siente dentro de mi coño… pero, prepárate. Esto es hasta que me venga —dijo Elena, quien se volvió a levantar sobre sus rodillas y agarrando por las caderas a Rey, ella retrocedió y acto seguido empujó con fuerza hacia delante.

El movimiento violento hizo que Rey insertará más de la mitad de su verga en el interior de Samantha. Otro y otro empujón le golpeaban contra su dolorido trasero, pero él no podía hacer más que seguir aguantando mientras esperaba a que el coño de la trigueña le asimilara.

“Estoy siendo cogido por una perra en celo, si esto no lo hago por deseo, sexo, pasión o diversión… ¿Entonces porque me dejo?” Se dijo Rey, para continuar reflexionando. “No puedo quitarme esta desagradable sensación de miedo que me retuerce el estómago, ¿por qué me estoy dejando coger?”

Rey estaba intranquilo, aguantaba la respiración con sus músculos tensados, mirando el rostro durmiente de Sam quien no despertaba. Tal vez, el momento no era el más indicado para preguntarse si lo que estaba haciendo era correcto o no. El dolor que estaba sintiendo no era nada del otro mundo, morir resultaba mucho más doloroso que perder el orgullo. Pero, tal vez si alguien le miraba a los ojos y le hiciera saber que todo estaba bien, que su ansiedad estaba justificaba, que era normal sentirse así en la primera vez, el momento no se sentiría tan patético como lo era para él. Además, el alcohol no le hacía efecto alguno. Elena lanzó al aire numerosas carcajadas.

“La manera en la que ella se ríe, es una humillación para mí…

¿No es así?”, pensaba Rey haciendo una mueca con la cual presiona sus dientes. “Ya he soportado muchas humillaciones por parte de Elena, todos en esta casa le han soportado. ¿Qué me hace pensar que soy el único que puede jugar sin enfrentar las consecuencias? Ni ella misma se salva. Sí, no tengo razones para enojarme. No lo hace para humillarme…”

La risa de la rubia se combinaba con los aplausos provocados por un movimiento constante, el rebotar una y otra vez de su pelvis contra el culo del chico hasta perder el equilibrio.

“Mejor que ella cumpla sus fantasías conmigo, que dejar que algún otro sujeto extraño se la coja y la ponga en peligro. No creo ser la única entidad con acceso a droga y alcohol en este mundo. Su cuerpo, contra el mío, que sus tetas toquen mi espalda, saber que tiene algo en el culo y que también está recibiendo placer, es suficiente para que le perdone y pueda seguirle mirando a la cara mientras vivamos bajo el mismo techo. Esto que siento… es diferente…”.

Como quien tenía miedo de que su presa se le escapara, la rubia se aferró con más fuerza y movió sus caderas de manera frenética. Ella presentía que algo no estaba del todo correcto porque Rey no hablaba, ni se movía, tampoco podía verle las expresiones del rostro. Elena quería asegurarse de que él no cambiará su mente porque ella le estuviera penetrando. Después de todo, ella se podía dar cuenta de que su conducta no era justificable, pero la culpa era del alcohol, o al menos, esa era la justificación que tenía planeada ante su falta de tacto. Con su carita de ángel y ojos azules, le era imposible no convencer a nadie de ser una buena persona. Incluso podía admitir tener algún que otro problema, pero no eran cosas que no pudieran solucionarse al dejar de tomar alcohol:

—¡Qué bien! ¡Qué bien! ¡Qué bien! Ahh, Ahhh, Ahhhhhh… —dijo Elena con una risa nerviosa, quien casi que comenzó a convulsionar sobre la espalda del joven que tenía debajo.

“No sé qué decir, no sé qué hacer en esta situación… Ahora que lo pienso, no es como que sepa gemir tan bien como una mujer hacer.” Se dijo Rey, con un nudo en la garganta, pudiendo entender que Elena estaba teniendo un orgasmo.

—Qué corrida más grande estoy teniendo Rey… siiii… qué bien… Gracias a tu culo.

“Su voz me ayuda a relajarme. Suena femenina y muy agradable. Mientras no piense que otro hombre es quien me está haciendo, no me es tan difícil tolerar esta mala impresión. Pero, detrás de su apariencia se oculta algo… puedo notarlo…”

—Dame un segundo, tengo que tomar un respiro, uuufff. “Su respiración está agitada, pero sus palabras suenan apagadas. Ella está fingiendo el orgasmo. Claro, es de mala impresión coger a alguien que se ofrece de mala gana, y no se entrega del todo, ¿no es así?” Pensaba Rey, con un nudo en la garganta. “Ella es más sensible que yo en leer a las personas, tal vez es que yo no esté tratando… pero ¿qué es esto que siento? Acaso… no es amor.”

—Ah, siempre que me vengo así de fuerte lo hago con mi espalda sobre la cama. No sabía que ustedes, los hombres la tenían tan difícil. Habla, dale… —tratando de esconder su llanto, la rubia se sentía tan triste por Rey, como enfadada por ella misma—. Di algo, aunque sea para insultarme, por lo mal que me he portado…

“Apuesto que te preguntas, ¿por qué estás con alguien como yo?” Se dijo Rey para adentro, como quien se ponía en la posición de Elena. “Estoy contigo, con Samantha, Elena y Arte, porque las amo. Sentir placer y disfrutar cosas nuevas me ha hecho perder el sentido, tal vez es que el amor está más cerca cuando se siente dolor. Por eso, en este momento, no pienso dejar que se sientan traicionados por mí, no si puedo impedirlo. Con el antiguo mundo se marchó mi antiguo yo. Quien era como ustedes y también pasaba noches tortuosas, siendo consumido por lágrimas, dolor y penas. Ahora, con tal de protegerles, estoy dispuesto a dar mi vida junto con todo lo que tengo, así como ustedes han hecho conmigo… disfrutemos juntos sin ataduras ni prejuicios.”

—¡Y que lo digas…! —dijo Rey en voz alta, después de mantenerse callado por tanto tiempo, su respuesta hizo que la rubia aguantara la respiración—. Tienes que estar contenta.

Elena, quien ya casi se llevaba las manos a los ojos con tal de escurrirse las lágrimas que se le querían salir, se detuvo ilusionada ante la afirmación que no era pregunta por parte de Rey, un tanto agitado y con motivos suficientes como para complacer a la rubia que le buscaba la lengua le respondió

—Sí. Me rompiste el culo sin parar. Puta sucia… —decir ese tipo de comentarios era vergonzoso, pero tolerable para Rey, quien a pesar de tener el culo roto no podía dejarse caer con tal de hacer a una mujer feliz—. Espero estés contenta. Aunque intente levantarme, tú de cabrona, seguiste cogiéndome. Hasta te pareció gracioso estar martillándome para que sintiera esa verga plástica que tienes puesta entre las piernas deslizándose por mí. Pero, aún no he tenido suficiente de sentirte entrando, saliendo y clavándose… ¿Por qué te detienes? ¿No me digas que el alcohol te pone sensible?

—Ohhh, ¿estás diciendo que siga? ¿Qué te gusta sentir cómo esta verga se desliza por tu culo? —agregó Elena, ilusionada, mordiéndose los labios y reincorporarse con un fuerte azote de sus caderas contra las nalgas de Rey.

El joven asintió con una sonrisa confidente y ella no dijo más.

Elena se recostó encima de Rey prestando atención a los sonidos húmedos que sus cuerpos hacían. Los latidos del corazón y la frecuencia con la cual respiraban sintiéndose tan feliz como nunca por el momento que podía disfrutar. Tener al chico del cual se sentía tan atraída, lo suficientemente dispuesto como para que se le entregara en cuerpo y alma, era una prueba cuyo significado podía entender en carne propia.

Más relajado, centrado en disfrutar el momento y satisfacer sus propias urgencias de follar mientras era follado. Rey perdió el sentido del tacto y avanzó su verga tanto como pudo al interior del cuerpo de la trigueña durmiente.

La vagina de Samantha, aún no muy ajustada al tamaño de la verga de Rey, fue forzada a estirarse más allá de sus límites porque de una embestida el chico golpeó sus huevos contra la parte interna de la trigueña que despertó dando un grito alucinante.

Samantha con sus manos usó todas sus fuerzas para empujar a Rey hacia atrás y creyó que lo había conseguido si no hubiera sido porque este último le volvió a embestir. Así, una y otra y otra vez.

Rey sentía que mientras su verga gruesa y dura entraba en el coño de Sam, su trasero se alejaba de Elena y cuando él se alejaba de la trigueña sucedía lo inverso con respecto a la rubia.

—¡¿Qué es esto por dios?! —gritó Samantha casi desesperada, creyendo que no podía aguantar tanto placer.

Elena quiso satisfacer las dudas de su amiga, como quien tenía el control de la situación embistió el culo de Rey e hizo que el mismo golpeara sus huevos contra Samantha. La rubia pasó su cabeza por el lado del cuello de Rey y miró a su amiga a los ojos.

—No lo vas a creer, pero estos movimientos son porque él está comenzando a disfrutar de la enculada que le estoy dando. Sí… Sam, sí… tengo un arnés entre las piernas y me estoy cogiendo al chico que te está cogiendo a la vez.

Los ojos de Sam se volvieron a revirar. La noticia proporcionada por los labios de Elena hizo que un rayo de corriente se disparara desde el cerebro hasta lo que estaba entre las piernas de la trigueña. Samantha no pudo controlar que su cuerpo comenzara a estremecerse, casi en el mismo proceso que le había sucedido cuando se enterró el glande de la verga de Rey. Pero Elena no iba a permitir que su amiga se desmayara nuevamente. No, ahora que recién despertaba y se unía a la fiesta.

—¡Rey! Sácale la verga y tan duro como puedas azótale el clítoris —demandó la rubia.

Como quien seguía órdenes irrefutables de un general, el chico retrocedió de una, adentrándose por completo el dildo que tenía Elena. Con su mano derecha se agarró el miembro y como si fuese un látigo azotó justo sobre el inicio de la raja de Sam.

Samantha regresó al presente, junto a un grito involuntario se dio lugar el reflejo de cerrar sus piernas para protegerse la zona tan sensible que había sido golpeada con violencia. Por parte de su amiga, la situación tenía sentido. Si el placer le hacía desmayarse, el dolor le mantendría en el presente.

Elena y Rey se besaron, mientras que Sam, entre convulsiones y espasmos de sus pies, solo podía ver. Ella intentaba dejar su mente en blanco, ignorar que Rey movía sus caderas y se meneaba con más soltura mientras frotaba su verga contra el clítoris descapuchado de ella. Como Elena no paraba de abrazar y acariciar aquel cuerpo de abdomen y pectorales tan tensado que se definían con la luz. —¡Dios, qué ganas tengo de comerme todo eso! —exclamó la trigueña viciada por el éxtasis del momento. Además, ella aún recordaba las fotos de Arte y debía admitir, que, a pesar de haber bebido por todo ese tiempo, el ambiente olía delicioso.

La rubia estaba contenta, tanto que podía morir en ese momento, pero no olvidaba que le había dicho a su amiga algo tan impactante. Los ojos de Sam reflejaban envidia. Como buena “amiga” que era, sabía que la trigueña quería follarse al chico que ella se estaba cogiendo.

Rey incorporó su cabeza, bajó la mirada y vio justo a los ojos abiertos de Sam, ella medio embobada aún le miraba con mucho fuego. Para él tal vez Elena no era la única loca del grupo que quería experimentar cuanto pudiera.

Samantha reemplazó la mano de Rey con la suya, acarició sus huevos y después el tronco del miembro. Tras moverse un poquito, ella se las ingenió para introducir el glande entre sus labios vaginales.

—¡Ahhhh! ¿Rey?

—Sí —respondió el chico.

—¿Cómo dejaste que ella te rompiera el culo primero? — preguntó Sam mientras se enterraba la verga más y más.

“No tengo respuestas, ya se me agotaron las ideas por decir tantas cosas sucias a Elena,” Pensaba Rey quien estaba a punto de encogerse de hombros y restarle importancia al asunto.

—Es que se lo pedí primero —respondió Elena, para continuar—, no ser una ‘mojigata’ tiene sus ventajas y ¿qué hubiera sido lo peor que me hubiera dicho? ‘No’ Ja, para mí ‘No’ significa ‘Nueva oportunidad’… le hubiera seguido insistiendo.

“Quien te escucha hablando tan triunfante cuando estuviste a punto de llorar,” se dijo Rey.

Samantha, por otro lado, se mordió los labios. No era menos cierto que ella nunca se había atrevido a preguntarle a un chico por semejante cosa. ¿Y si el chico se enojaba con ella? Era la pregunta que más le hacía pensar en dicha situación, también el miedo al rechazo es algo que es difícil de superar. Por ende, y por ser la segunda, a ella no le quedaba otro remedio que seguir en la posición en la cual estaba. Esperar callada a que fuera su turno.

La trigueña sentía que se le adormecían las piernas por tenerlas levantadas tanto tiempo, aun así, apenas se metió, como pudo, la verga de Rey en su vagina, que ya no era tan pequeña, empezó a mover su cadera por unos minutos.

—Sabes, Sam, Rey ha estado dándote por el coño desde hace un buen rato. Me da curiosidad saber qué tan sudadas y empalagosas están sus bolas… —dijo Elena mientras abrazaba el cuerpo del chico y lo retiraba—. ¿Por qué no te le acercas?

Al tener toda la verga afuera, bajo la mirada de la rubia, Samantha decidió que no era mala idea darse la vuelta y acercar su rostro al miembro del joven. La trigueña se reincorporó con sus rodillas sobre el sofá y tras agachar la cara pudo acercarse a los testículos de Rey. El inmenso trozo de sangre estaba cubierto por fluidos vaginales blancos, un espeso líquido totalmente diferente al que ella soltaba para lubricar. —Sí que están mojadas… el líquido sobre su verga no huele a nada, Mmm, pero bajo sus huevos… aquí huele distinto… huelen a sudor.

“¡Por dios!”, se dijo Rey al ver la perfecta oportunidad de usar las tetas de la trigueña con tal de hacerse una paja. Después de todo, para algo tenían que servir después de que se engrandecieron tanto como lo estaban.

Sin embargo, Elena agarró la verga de Rey y la levantó, mientras arrojó al aire una pregunta ronroneante —¿Te gusta el olor?

—Sí —respondió Sam dando una respiración mucho más honda.

—¿Si te gusta tanto porque no lo demuestras? —agregó Elena.

Sam tragó en seco, se posicionó boca abajo nuevamente, una vez acostada se adentró el saco escrotal del chico dentro de su boca tanto como pudo para chuparlo con huevo y todo. Sin contar la sensación de que estaba tendida en su propia orina sobre el sofá, a Sam no le parecía mala la idea de ser tratada como una perra sucia. Tras el primer chupón, ella sacó su lengua y lamió los huevos de Rey al mismo tiempo que abrió bien sus ojos.

Ahí, desde abajo, la trigueña fue capaz de ver al consolador plástico penetrando el culo del chico, como los labios del coño de Elena se entregarían por la abertura del arnés, también que esta tenía puesto un plug anal.

—¡¿Desde cuándo teníamos juguetes como estos?! —se quejó Sam.

—Ahhh… Desde que los pedí en buena forma, todo pasó cuando estabas desmayada —respondió Elena mientras se aseguraba que el dildo que llevaba puesto entrara hasta el final y saliera hasta casi sacarlo, con lentitud, en el orto de Rey, sobre el rostro de su amiga—. Ahora, como creo que tanto lo quieres, espero no tengas ningún inconveniente en probarlo también…

Desde arriba, al control de la situación, Elena sacó el pene realista de dentro del ano de Rey y procedió a introducirlo justo a la boca bien abierta de Samantha.

La trigueña se meneaba y retorcía, tanto que con uno de sus dedos comenzó a darse bien duro en el clítoris mientras chupaba tanto como podía el dildo de Elena.

Rey sentía la maravillosa paja que la rubia le hacía desde atrás y con imaginar a Samantha, bajo sus pies, chupando como una perrita, lo que él había tenido metido en el culo le era suficiente para casi venirse.

—Uuuu, así se hace… ¿Sabes? Creo que lo que más necesita limpieza es el culo de Rey, porque no le pides para chuparlo…

—agregó Elena.

Titubeando como una niña que no sabía cómo pedir algo, la trigueña le dio varias vueltas al asunto, hasta que un tímido —¿puedo? —se hizo escuchar.

Al escuchar esta pregunta, Rey se inclinó un poco más, hasta pasar sus piernas un poco más allá de las tetas de la trigueña, y con sus manos se abrió las nalgas para que ella pudiera tener mejor acceso al área.

“Elena lo hace cada vez que se le antoja, pero escuchar a Samantha pidiendo por ello…” Se decía Rey. “Es excitante.”

Elena retrocedió un poco, quería tener un mejor ángulo de

cómo Samantha restregaba su cara por el culo de Rey. La trigueña enseguida sacó su lengua y ahí se le vio lamiendo como quien quería penetrar. Siéndole muy fácil adentrar más de la mitad al interior de aquel culo abierto.

—¿A qué sabe el culo de un hombre? —le preguntó Elena a Samantha con mucha casualidad.

—Ignorando que esté en específico no se lavó y ha sido enculado hasta el fondo… no deja de sentirse glorioso… me encanta. Sabe a culo, por donde sale la caca y los pedos, a sudor, ha prohibido y oscuro. ¿A qué más va a saber? —dijo Samantha con mucho entusiasmo, como quien no podía dejar de chupar por un segundo, pues no sabía cuándo se le daría la oportunidad.

“Caca y pedos no era necesario,” se dijo Rey como quien ya no sabía si podría seguir soportando la vergüenza.

—¿Has escuchado del doble cero? —preguntó la rubia, —es como el sesenta y nueve, pero en este caso ambos se centran en tan solo besarse el ojete… Creo que Rey y tú tienen la elasticidad adecuada.

Rey no tenía motivos para poner objeción, Samantha mostró una sonrisa de oreja a oreja ante la típica situación en la que podían experimentar algo que nunca habían hecho con anterioridad.

Al mismo tiempo que Rey se inclinaba hacia adelante, Elena le azotó las nalgas con fuerza. Para ella, las nalgas musculosas de un chico no rebotan ni se enrojecen tan fácilmente como lo hace el trasero de una muchacha. Aun así, era fantástico poder darle nalgadas a un hombre. Los azotes fueron suficientes para que el culo de Rey se enrojeciera justo antes de que Sam pusiera su cara contra este y comenzará a pasar su lengua de manera desenfrenada.

Sin nada mejor que hacer, Elena comenzó a hacerse una paja ante aquellos dos chicos que se comían el culo, el uno al otro, sin despegarse. La situación de verles follando entre ellos, en vivo y en directo, era mejor que ver cualquier porno.

Samantha sentía que Rey le imitaba. Cada vez que ella lamía, él lo hacía y cuando ella metía su lengua tan profundo como podía, él también. Más que eso, la hembra podía sentir los huevos del chico sobre su garganta y como la verga de este hacía fricción entre sus tetas. Tan excitada estaba que no lo pensó dos veces para hablar. —Rey… puedes darme un juguete a mí también…

—Sí. Pero ¿qué tienes en mente? —preguntó él después de afirmar, no por querer saber que iba a hacer la trigueña, sino que quería saber lo que ella buscaba en específico.

—Quiero un collar, uno con una cuerda, para ponerlo en el cuello a esta perra que bien creo le ha llegado el turno de cumplir con su promesa —demandó Sam refiriéndose a Elena.

Ante las palabras de la trigueña, la rubia mantuvo el silencio y aceleró el movimiento de su mano sobre el dildo que se le conectaba al coño.

Tomando el silencio de Elena como un sí, Rey hizo aparecer el pedido de la trigueña. Sam rompió la posición del doble cero para acercarse a su amiga y mirarle la cara de excitada que tenía. Tras besarla con pasión e intercambiar saliva, ella le colocó el collar en el cuello a la rubia y se acostó en frente de la misma.

—Elena, mientras Rey te taladra el culo, quiero que me cojas a mí… —dijo Sam dirigiendo el consolador justo hasta la entrada de su ano—. Pero primero, limpiame el coño todo abierto que tengo con tu lengua.

La rubia, como buena perrita que era, se inclinó hacia delante y comenzó a lamer el coño de su amiga que le tiraba del collar cada vez que entendió era suficiente.

Rey veía cómo Elena obedecía las órdenes. Ella se echó empinando su culo, chupó, lamió y saboreo el coño de Sam.

—Ya es tiempo que me abras el culo… —dijo Sam tirando de la cuerda—, Y de que te lo rompan a ti… Pídeselo a Rey, como la zorra que eres…

“Nunca creería que en este tipo de situaciones se hablara tanto,” se quejaba Rey. “Después de todo, siempre dicen que en el sexo la comunicación es muy importante.”

—Rey —dijo Elena con su actitud mimosa y ronroneante, mientras sostenía las manos detrás de su espalda y dejaba que Sam tomara control sobre el dildo—. Metémela… no importa que me duela, no importa lo que grita, metémela por el culo… rompeme toda…

“Bueno, ya que vamos a hablar el uno al otro con tal de calentar la situación…” Rey dio una sonrisa y en cuestión de segundos se incorporó detrás de la rubia para hablarle al oído.

—¿Qué se siente ser un chico que va a ser cogido por otro chico?

Tras las palabras, Elena se estremeció casi sin control. Todos los poros de su cuerpo se levantaron y un escalofrío le invadió por el cuello. Era verdad, ahora ella era Rey, estaba en la posición que él había estado e iba a sentir lo mismo que él había sentido. Ella levantó aún más su trasero y con disposición usó sus manos para abrirse las nalgas para dejar a la vista su precioso ojete.

—Ummm, con que este culo tiene un tapón… déjame sacarlo —dijo Rey mientras que se valió de dos de sus dedos para tirar suavemente del objeto adornado con un diamante en el otro extremo. Una vez el pug anal salió, aquel culito se cerró casi que con fuerza—. Creo que aún no está tan bien abierto como me apetece, déjame empezar por lubricar este dedo metiéndotelo en tu coño todo chorreante.

Rey pasó a hacer lo que había dicho y aunque la raja de Elena ya estaba invadida por un consolador, después de empujar pudo hacer espacio para adentrar su dedo pulgar.

—En verdad eres toda una zorrita, mira lo mojada que estás… ahora, déjame lubricar el culito ese. —dijo Rey mientras metió su dedo con algo de brusquedad hasta el fondo de la cavidad rectal de la rubia y acto seguido hizo movimientos circulares. Podría decirse que su dedo pulgar tenía el mismo grosor y tamaño que los dedos medio e índice de Sam. —Qué caliente se siente aquí dentro, mucho más que en tu coño.

Sam se había quedado tranquila, no quería apresurar su penetración porque le interesaba que dicho evento fuera simultáneo con el de su amiga. Por eso esperaba ansiosa con la punta del dildo en la entrada de su culo, escuchando las palabras de Rey.

—Me rompiste el culo, rubia… ahora es momento para que yo rompa el tuyo. Sabes, los hombres nacieron para aguantar — dijo Rey sacando su dedo de dentro de Elena para acto seguido apoyar la cabeza de su verga sobre el esfínter del culo de la rubia. Poco a poco, Rey fue haciendo presión, pero su verga no entraba en aquel orto, sino que Elena se movía hacia delante, metiendo así el consolador al interior de Sam. Una vez la rubia no tuvo más sitio para avanzar, ella sintió cómo se le clavaba el miembro de Rey en su culo.

“Yo lo hice por amor, vamos a ver que tanto está dispuesta ella a amarme”, se dijo Rey.

Elena tenía que aguantar, no podía permitirse gritar o quejarse, ya que Rey no lo había hecho. Ella tenía que mostrarse dispuesta y aguantar, aunque el consolador que ella tenía no era ni la mitad de grande que la verga que estaba intentando profanar su agujero. Tampoco era la primera vez que ella tenía sexo anal y si había sido la primera vez de Rey. Además, Rey no había tenido ningún tipo de preparación física.

El pene de Rey siguió avanzando y la resistencia en contra aumentó. El dolor placentero se intensificó de forma exponencial, tanto que se volvió en una sensación cortante, aun así, la verga continuó su camino. De un momento a otro, un “clack” se sintió justo en el culo de Elena.

—¡¡¡Aaaaaaahhh!!! ¡¡¡Mi culoooo!!! —gritó la rubia al mismo tiempo que por reflejos de su cuerpo intentó salirse, pero por decisión se quedó.

Rey agarró con sus manos las caderas de Elena y continuó avanzando con una sonrisa en su rostro. Samantha, por otro lado, tenso aún más la cuerda que amarraba a su amiga por el cuello como para no dejarle escapar.

—Aaah. Sssss, espera, espera, no te muevas, por favor —entre quejidos y gimoteaba, Elena tensando los músculos de su rostro.

Rey, un tanto concernido por el sufrimiento de la chica, retiró su verga de dentro del culo de Elena para ver como unas gotas de algo que parecía sangre ligada con otras cosas que se encontraban en la cavidad rectal de la rubia le cubrían el glande.

—Porque la sacaste cuando dije que no te movieras… — reclamó Elena.

—Ohhh, conque así de excitante es cuando alguien llora lágrimas de dolor… —agregó Sam mientras que tiró aún más de la cuerda. —Rey, me haces el favor y le clavas la verga hasta el final a esta puta. Ese era el trato, sin importar que grite todo lo que quiera… rómpele el ojete como ella te lo pidió.

Elena había dicho semejantes palabras porque estaba excitada, pero en el momento la situación no le resultaba tan excitante. Para ella el sexo en sí era buscar placer y alejarse lo más que pudiera del dolor. También disfrutaba con el sufrimiento de otras personas, pero no el de ella personalmente.

“Ya con la orina de Sam es suficiente,” Se dijo Rey al hacer desaparecer el contenido que tenía Elena en sus intestinos, así como también dejó caer una cantidad considerable de saliva sobre su verga.

—¡No! ¡Ya no quiero seguir! ¡Necesito más tiempo! Rey… —dijo ella empujando con su mano el cuerpo de Rey al mismo tiempo que se cubría el culo con la otra—. ¡No lo dije en serio!

¡No, Rey, ¡por favor sigue que no puedo más!... ¡Te juro que si no me la vuelves a meter!… ¡¡¡Arrggggg!!! ¡¡¡Sí!!! ¡¡¡Qué bien es tenerla dentro!!!

En el mismo momento que Elena trataba de negociar y hablar su salida de la situación, Rey le enterró su enorme verga de vuelta al interior del culo de su amiga. Después del grito desgarrante, la rubia respiró tan profundo como pudo, con su boca bien abierta. Ella quería ser una niña buena mientras trataba de procesar el dolor que sentía, y suponía que le iban a sacar la verga y le dejarían descansar el culo. Pero su suposición no fue correcta.

—Así es como tiene que ser, no dejes que me arrepienta… —dijo Elena entre dientes, cuál si sufriera cambio de personalidades.

La sensación de adentrar todo su miembro en un orificio estrecho hizo que el chico enloqueciera, olvidándose de que el culito de la rubia no estaba preparado.

—Dale bien duro a esta puta, que llora cuando se la sacan, pero goza cuando se la meten —Gritó Sam quien también estaba empalada por su culo con el dildo de Elena que ponía sus ojos en blanco.

Tras las palabras de la trigueña, Rey comenzó a bombear y follarse a la rubia con fuerza, ignorando los gritos sordos de esta.

—¡¡¡Siiii!!!… ¡¡¡¡Me estás rompiendo!!!!… —gritaba Elena, con una expresión de felicidad incontenible en su rostro. —¡Sí!

¡No pares, ahhhhh! ¡¡¡¡Sisisisisis!!!!…

La rubia empinaba diligentemente sus caderas con tal de sentir cómo el impresionante pedazo de carne se le abría paso en sus entrañas.

—Dale más duro, hasta que no le llenes el culo de leche, no pares… —gritó Sam una y otra vez.

Las embestidas de Rey quien salía y entraba de dentro de la rubia, duraron por un buen rato, tanto que Elena ya no gritaba más, se le notaba cansada y con la boca bien seca. La rubia ya se comportaba como si fuese una muñeca de trapo y se dejaba encajar toda aquella verga desde la punta hasta la base sin protestar.

Con el ritmo constante y las embestidas largas a un ano que le abrazaba la verga con fuerzas, Rey anunció que estaba a punto de venirse, lo cual embullo a Samantha a que se desenculara y cambiará su posición. Con los últimos meneos del joven, toda la leche hirviente que este cargaba en sus huevos salió disparada al interior de los intestinos de la rubia.

Una vez el orgasmo de Rey terminó, este soltó su agarre y Elena, quien ya estaba arrodillada, cayó desplomada de boca hacia delante. Samantha se hizo espacio entre su amiga y el chico, la trigueña tenía la boca abierta y estaba a punto de hacer lo que más le encantaba.

Rey pudo ver cómo el culo empinado de la rubia había quedado bien abierto, podría decirse que tenía el diámetro de un vaso, y de este se escurría hacia afuera leche combinada con sangre.

Samantha titubeó por un momento, pero después de confirmar la ausencia de ‘otras cosas’ no lo pensó dos veces y se lanzó a lamer todo aquello.

Rey retrocedió tanto que se tiró de espalda sobre el sofá con tal de disfrutar de la vista y tomar un poco de aire. Aunque el sofá oliera mal y estuviera embarrado de semen, fluidos vaginales, sangre y orina, él creía que sería una lástima cambiarlo por ser el recuerdo de algo tan lindo. Pero, si no lo hacía, quedaría apestando, aunque los recuerdos fueran hermosos. El sofá tal vez terminaría reemplazado en otra oportunidad, ahora lo que más le importaba a Rey eran otras cosas. Como, por ejemplo, en ese momento, Samantha quien le chupaba el culo a su amiga, le daba la espalda y sus ojos estaban fijos en aquellas nalgas redondas.

Que Sam se inclinara de esa manera, entre él y Elena, dejando su coño al descubierto, como si se la estuviera ofreciendo, significaba que tenía cosas más urgentes que requerían de los esfuerzos de su, para nada, modesta verga.

“Qué bueno es ser joven”, se dijo Rey mientras acariciaba el lomo de su miembro viril, como si le premiará por mantenerse de pie, listo para otra batalla.



Reina Del Cielo

Chapter 12
Confesión


Luego de haber escuchado palabras que la mayoría del tiempo no oía, se recordó que ese era otro año más que pasaba sin la presencia de su padre. Rebeka se quedó ahí, callada, acostada sobre el pecho de su amado. Con la respiración temblorosa, pasaron los minutos y ella aún no dijo nada en respuesta, no porque no quisiera, sino porque no podía aguantar las lágrimas de la felicidad que dejaban de escurrírsele por los ojos o poder hablar sin romper a llorar.

 

   —Gracias Omar… significaba mucho para mí —respondió Rebeka, tras dibujar figuras en la piel de su amado con su dedo índice. 

 

—¿No te puedes dormir? —preguntó, tan pronto pasaron unos minutos y se estabilizaron sus emociones.  

 

  —Para ser honesto, no puedo sacarme de la mente lo que hiciste —respondió Omar, con ojos bien abiertos, los mismos que miraban el techo del cuarto como si estuviera mirando al pasado.

 

   —¿Qué? —preguntó ella. No por curiosa, sino porque era mejor hacer uso de algo que le distrajera de sus memorias dolorosas. Mientras levantaba su cabeza para rozar sus pechos con la piel de su amado y, a la vez, poder mirarle a los ojos bajo las penumbras del cuarto—. ¿Qué te intentará sofocar entre mis piernas? 

 

  Omar cerró los ojos y con una sonrisa en su rostro negó a la segunda pregunta de su amada. Definitivamente, ser sofocado por las tetas o entre las piernas de una chica era algo que ningún chico podría sacarse de la cabeza por un buen tiempo, pero para él definitivamente existía algo mucho más memorable. Tras bajar su cabeza, Omar le clavó una mirada pervertida a los ojos de Rebeka y pareció disponerse a decir algo. Pero, desde su punto de vista, para qué seguir hablando si con su mano podía comunicar lo que quería decir. 

 

   Rebeka, intrigada por lo picante que se veían los ojos de su chico, prestó atención y devolvió la mirada encendida de deseos libidinosos, como si fuera una provocación para que le dijera lo que le pasaba por la cabeza. Ella sintió como la mano de Omar bajó hasta su trasero, le abrió ambas nalgas hasta posar su dedo sobre el agujero apretado que tenía ahí abajo y hacerle cosquillas de manera circular en el lugar.

 

  Con ese sugestivo comportamiento y ferviente interés en su ano, Rebeka entendió que no era un mal momento para confesarle su afición y fantasías de experimentar placer por otro lugar. Después de todo, ella se había introducido el dedo de él en un sitio no diseñado para “eso” como medio para alcanzar el morbo suficiente para venirse, mientras le hacían un oral.

 

—Hablando de todo un poco —dijo, luego de mover sus caderas de un lado a otro, como si fuera una gata en celo—, quiero que algún día me lo hagas por detrás… es una fantasía mía. Aunque, si en el medio del proceso me desanimo, ¿crees que te quede suficiente energía y paciencia para tratar de hacerlo? 

 

  Tan pronto el chico escuchó las palabras que salieron de la boca inocente de su amada Rebeka, ella pudo sentir adentro del interior de su esfínter la punta de su dedo, algo que interpretó como un sí.

 

  —Tienes que conseguir meterme, al menos, tres dedos sin que me duela… —dijo, a modo de advertencia—. Así, tal vez, podré animarme a recibirte ahí atrás. 

 

 Con esto, Omar se dedicó a menear y empujar su dedo en el interior de su novia. Con cuidado de no lastimarla, hizo la penetración de un dedo primeramente con calma y serenidad, después con un poco más de brusquedad y por último un tanto violento hasta que cedieron los músculos correspondientes. Todo eso sin dejar de mirar la cara de ella, el mismo rostro, que, sin importar los movimientos, parecía no sentirse incómodo, en lo absoluto. 

 

   Mientras el proceso de preparación para entregarse al morboso placer de lo prohibido se producía, Rebeka sintió como se reencendía la llama que le provocaba sentir calor entre sus piernas. Eso la llevó a morderse el labio inferior, al mismo tiempo que dejaba salir unos pequeños gemidos, lo cuales provocaron que Omar avanzara su dedo más y más adentro de ella. 

 

  Omar pudo percibir que, si su amada no reaccionaba o se quejaba, era porque un dedo no era suficiente. Al principio dudo un poco, pues a quien le estaba profanando el “chiquito” era a la presidenta del aula. Una chica que no tenía huellas de dedos ajenos en su piel, era pura e inocente. Ir muy rápido en una situación como esa, le haría quedar como un principiante y tal vez arruinaría la oportunidad que se le había dado, pero quien no tomaba riesgos, tampoco tomaría ganancias. Convencido de esto, Omar sacó el dedo gordo que tenía ya bien clavado en el interior del esfínter de su novia para pasarse la mano por la boca y tomar una buena cantidad de saliva entre sus labios. Colar dos dedos al interior de un lugar bien apretado no sería tarea fácil sin que estuvieran lubricados apropiadamente.

 

  Rebeka, al principio, se sintió un poco incómoda con los movimientos agresivos por parte de su novio, pero quería poner de su parte todo lo que pudiera, con la intención de continuar, tanto así que demostró la disposición que tenía empinando su cola más.

 

  —Si me hubieras dicho eso desde un inicio, toda mi leche te la hubiera echado dentro de tus intestinos… —respondió él, aumentando la frecuencia de su respiración.

 

  «¡Oh!», pensó ella sorprendida. «Con que tienes la osadía de decirme algo tan sucio como eso, pero yo tengo la indecencia de excitarme a punto de repetir mi orgasmo con tan solo escucharte. Omar, Omar, Omar… somos muy culpables. Y eso te hace tan tentador».

 

  Rebeka entendía que el sexo anal era uno de los medios usados entre las parejas para prevenir embarazos innecesarios, al igual que para mantener la virginidad de una chica que quisiera llegar al matrimonio aun siendo casta. Ella no estaba en contra de tener los intestinos inundados por las semillas de su amado cada vez que él tuviera la urgencia de terminar. Pero no era que tampoco existieran inconvenientes para que su chico la cogiera por detrás cada vez que quisiera terminar dentro de ella, en especial, cuando potencialmente pudieran tener otra ronda de sexo vaginal. Si el miembro que una vez estuvo hasta el final de su recto, se lo volviera a introducir por delante, esto le causaría una infección un tanto incómoda de lidiar. Por otro lado, qué tan dilatado y preparado tenía que estar su trasero para aceptar el mete y saca de igual forma que se hace naturalmente.

 

  Tras la respuesta, tras dejar sus pensamientos al margen, Rebeka cerró sus ojos con la intención de sentir cómo su novio le embadurnaba ahí atrás, entre sus nalgas, sobre la carne apretada, con la saliva que había tomado con sus dedos.

 

   —... Ahh. Por ahora se va sintiendo bien… —dijo, entre ronroneos—. No te lo dije antes porque esto es algo que precisamente podremos hacer en la última ronda…

 

  Aunque en la habitación y en el resto de la casa existía un silencio sepulcral, los pensamientos en la mente de Rebeka parecían estar corriendo a millón, más cuando sintió un dedo se le introdujo primero y luego el segundo.

 

  «Aceptar un dedo no es un problema, porque tiene forma cilíndrica, pero dos a la vez… sin tener buena lubricación… tal vez no podré… Me está doliendo un poco…» pensó, mientras sentía como dos dedos estaba compitiendo por entrar a la vez en su interior. 

 

  «Me duele… me duele… Tal vez no sea necesario que tenga que meterme tres dedos si puede meterme su miembro directamente. Es mucho más ancho, pero su forma redondeada ayudará a la penetración. Esta es una muy buena oportunidad, si me dejo coger por todos lados hoy, mañana moriría sin tener ningún arrepentimiento. Pero, por alguna razón, no me puedo calmar. Quiero y a la vez no, la indecisión y el nerviosismo me dominan, al recordarle metiéndomela de manera tan salvaje y violenta. Si una vez su miembro encuentre mi hueco, él pierde la paciencia, aunque solo sea por unos segundos, si se da el mismo caso en mi trasero, creo que voy a terminar sin poder sentarme por un buen tiempo. Por otro lado, es bueno que no esté circuncidado, después de todo he escuchado que la carne extra que se mueve hacia adelante y atrás es más agradable que cuando el esfínter del ano tiene que soportar la fricción constante de un miembro sin piel extra».

 

  Estaba ahí, en un momento tan crucial, por lo que Rebeka estaba convencida que iba a entregarse y por primera vez, sentía las dudas de si sería correcto decir que no o advertir sobre cosas que aún no habían sucedido. 

 

  «Ahh, Creo que ahora quiere meterme un tercer dedo, pero mi estrechez no lo deja… ya me está doliendo… su saliva se está secando. Él debe lubricar nuevamente sus dedos antes de seguir intentando resbalarse en mí. ¿Le digo? ¿Le digo que no confío en él? ¿Qué sé que una vez que meta su barra de carne podría volver a perder el control y romperme literalmente? Y si, ahí dentro hay algo más, después de todo, el recto no está diseñado para satisfacer mis caprichos, no solo mi dolor es lo que debemos tener en cuenta. Y, ¿si por alguna razón ocurre un accidente?… en ese caso tal vez debemos hacerlo en el baño, para prevenir. No quiero ensuciar la cama más de lo que está y tener que lavar las sábanas; además, ¿qué pensaría de mí?»

 

   Con el punzante dolor de sentir la incomodidad de un dedo seco rozando una de las paredes de su esfínter, Rebeka dejó caer sobre la cama sus caderas y dijo:

 

 —Omar, no. No estoy preparada… 

 

  Para los oídos del chico, Rebeka parecía contradecir las expresiones de su cuerpo, que, según él, estaba excitado y emocionado con lo que se estaba aconteciendo, después de todo, él había usado hasta la mejor de sus habilidades para favorecer la penetración del último dedo.

 

Tras detener los movimientos de sus manos, con cara de confundido, Omar agregó: 

 

  —Pero si ya tienes casi los tres dedos dentro de ti. — Tan pronto habló, guardó silencio, pues sabía que seguir insistiendo no conlleva a obtener resultados favorables—. Está bien, bebé, no es no… siento si te hice daño.

 

  «¡¿Qué?! En verdad, no creía que fuera a desistir tan rápido, con lo entusiasmado que estaba. Después de todo, con un poco de insistencia hubiera cedido, siempre y cuando escuchara mis advertencias sobre lo que puede suceder y cómo hacérmelo bien».

 

 —… Entonces —dijo él— ¿Te gustaría hacerme un oral?

 

  —Ufff, nunca lo he hecho. No sé si te guste —respondió ella, mientras miraba en dirección al miembro que le saludaba, rojo, hinchado, con una erección que casi estaba a punto de explotar.

 

  Definitivamente, el miembro viril masculino que se levantaba, no era el mismo que Rebeka recordaba haber visto al principio de la noche. Tampoco era que su zona más pudorosa no estuviera hinchada de tanto roce de carne con carne que habían tenido hasta el momento.

 

  —Te aseguro que me va a gustar, amor… en verdad. 

 

  Las palabras del joven sonaron seguras. Tal vez, la confianza que tenía, era debido a que tampoco había efectuado prácticas orales a una mujer y a pesar de ser su primera vez, hizo que ella se estremeciera con su lengua.

 

Mientras Rebeka aún se decidía, su novio procedió a usar su otra mano para levantarse el miembro y apuntarlo en dirección a su boca.

 

Luego de visualizar un helado al que debía pasarle la lengua varias veces para comérselo, sin separar su trasero de donde la mano de su chico tenía acceso, bajó la cabeza con la intención de pasar su lengua por la punta del amiguito que le saludaba casi palpitando. A unos centímetros de distancia, Rebeka se detuvo, estaba tan cerca que podía sentir el calor que irradiaba la carne. El aroma no era desagradable, aunque antes, gracias a un beso de su amado, pudo llegar a saborear su esencia, ahora estaba a punto de meterse en la boca algo que había llegado a tocarle incluso el cérvix. Luego de inspeccionar bien lo que se iba a tragar, incluso notó cómo el miembro aún tenía fluidos secos, de tonalidad blancuzca, entre los pliegues, por el tronco hasta el saco testicular.

 

 «Dicen que el glande es el punto más sensible de los hombres. En teoría, mientras no lo toque con mis dientes, todo debería salir bien…».

 

  El primer contacto que Rebeka hizo con el miembro de su amado fue con la punta de su lengua, una zona húmeda que está diseñada especialmente para detectar sabores dulces. Razón por la cual, aunque el miembro tuviera un sabor amargo y salado, a ella le sabía dulce. Al frente de una tarea de limpieza y con la intención de graduarse como buena chupadora, Rebeka comenzó a lamer el falo como si fuera una paleta de helado. Mientras más se entusiasmaba con lo que hacía, comenzó a acariciar las bolas de su amado con sus dedos. 

 

  De lengüetazo en lengüetazo, como si fuera una perrita que quería limpiar su plato de comida, la chica se animó a abrir sus labios y adentrar la punta hasta que hizo contacto con el cielo de su boca. En el intento de tragarse el miembro, las diferentes secciones de su lengua pudieron percibir con más claridad los sabores entre salados y amargos que conformaban los fluidos vaginales mezclados con semen.

 

   Mientras Rebeka seguía adentrando el tronco, tan profundo como podía, los sabores se hacían más y más fuertes a la percepción, pero no le incomodaba en lo absoluto, pues con su lengua, en el poco espacio que tenía para moverla, seguía masajeando el órgano amatorio. Luego decidió abrir la boca tanto como pudo para también sacar su lengua y lamer más allá de lo que su boca podía abarcar.  

 

 «A pesar que el propósito de esta felación es hacer un oral, por alguna razón no me animo a tragar la abundante saliva que género», pensó, mientras dejaba que toda la saliva que producía su boca descendiera hasta el punto en el cual sus dedos comenzaron a embadurnarse.

 

  Una vez el miembro llegó tan adentro como para provocar arcadas, Rebeka retiró su cabeza con la intención de controlar la sensación y tomar un buen respiro. Tras reponer su aliento, con un poco más de confianza en sus movimientos, plantó un beso de sus labios sobre el glande para después volver a pasarle la lengua y finalmente meterlo nuevamente en su boca, con la intención de saber si podría adentrárselo más que la primera vez. 

 

   En el proceso, Omar no movía sus dedos, parecía aguantar su respiración, al mismo tiempo que hundía el suelo pélvico. Desde su punto de vista, habían pasado unos cuantos segundos y tan solo había sentido el interior húmedo de la boca de su novia en su miembro dos veces. Aunque, cada vez la chupada que ella le daba era más prolongada que la anterior, no eran para que se sintiera como cuando la tenía dentro de su vagina. 

 

  Despacio y con insistencia, Rebeka siguió avanzando por tercera vez hasta que volvió a sentir ganas de vomitar, aunque pudo adentrarse mucho más que la vez anterior. «Tal vez si estuviera flácida si me la pudiera tragar completa, pero en verdad no es buena idea que continúe explorando mis límites, no cuando recién acabé de comer. Por otro lado, mis dedos y sus testículos están todo embadurnados con mi saliva, tanto así, que con cada movimiento de mi mano siento el sonido viscoso que hace la carne húmeda cuando se frota entre sí».

 

  —Puedes volver a intentar meterme los dedos con un poco más de saliva —dijo, en voz alta.

  

  Ante la sugerencia de su amada, Omar procedió a cumplir con las órdenes y definitivamente se dio a la tarea de recoger la saliva generada por su boca, para proseguir, de manera segura, la continuación del juego que había tenido con sus dedos.  

 

Entregada a la tarea y con una incómoda sensación en el cuello, Rebeka dejó la punta del miembro de su amado en la boca, al tiempo que recostó la cabeza sobre el abdomen ya tensado de él. Tan pronto encontró el equilibrio suficiente como para descansar su cabeza, empinar su cola una vez más y llevarse la mano que no estaba usando en dirección a su clítoris, decidió continuar con su capricho personal. Aprovechó para dibujar un camino hacia abajo con su mano izquierda. Los dedos que estaba tocando las bolas de su amado, pasaron a descender con intenciones de llegar a lugares inexplorados.

 

  Despacio y con calma, la chica hizo presión sobre el perineo del joven que parecía no preocuparse por la situación. Subiendo y bajando dos de sus dedos, Rebeka actuó sobre la zona como si se estuviera masturbando. De arriba a abajo, de un lado a otro y después de forma circular, frotaba y abarcaba más territorio entre los testículos y el ano de su amado.

 

   Omar seguía sin sospechar sobre los objetivos de su amada, lo que le hizo seguir entreteniéndose en lo suyo. Prestó mucho cuidado en no lastimarla o hacer que ella, por alguna razón, volviera a detener sus actos. 

 

  Como si estuviera cometiendo un crimen, bien concentrada con la situación, Rebeka subió sus dedos y luego, usando el índice, bajó hasta encontrarse con los bordes carnosos que conforman un anillo y ancló el dedo en la zona, como si estuviera a punto de adentrarse.

 

   Omar tensó los dedos de sus pies y al mismo tiempo dejó de hacer los movimientos que estaba haciendo con su mano para mirar hacia abajo. La cara de Rebeka aún seguía plantada sobre su abdomen, lo que no le permitía mirarle de vuelta, a menos que dejara de chuparle el miembro.    

 

  «Oh, se detuvo», pensó Rebeka, cuando sintió que los dedos de su amado ya no le profanaban por detrás con tanto afán como antes. «Parece que se dio cuenta de lo que quiero hacer y está alerta. Si se lo hubiera pedido, tal vez me lo hubiera negado, pero ahora, en este punto, no tiene más remedio que dejarse hacer por mí. Después de todo, ¿si le entrego mi agujero virgen, acaso no tengo el derecho de recibir el de él a cambio? Debería estar agradecido que mis dedos son más pequeños y delicados que los suyos, pero, aun así, si me vuelve a lastimar, verá lo que se siente…».

 

   Rebeka usó la punta de su dedo índice para dibujar un círculo justo en la entrada trasera de su amado, pero él no abrió sus piernas o se movió con la intención de favorecer el acceso a la zona. 

 

  «Parece petrificado, no me detiene, pero tampoco me alienta… lo está pensado».

 

  De pronto, Omar retiró los dedos entre las nalgas de Rebeka, lo que alarmó a la chica, pues si él no quería intercambiar, no había acuerdo que se pudiera hacer.    

 

  «¡Saco los dedos dentro de mí! ¡Se mueve! Parece que se me acabó la diversión. Aww… ¿Acaso no estás excitado para cogerme el “chiquito” sin importar que me des a cambio el tuyo?», fue lo pensó, pero no sucedió así, ya que Omar abrió un poco más sus piernas y también regresó su mano a donde le había sacado. «¿Mmm?, se está acomodando, ahora se siente como si tan solo tuviera un dedo en mi entrada… ¿me va a imitar? …».

 

  Rebeka continuó haciendo los movimientos circulares con su dedo índice, lo que le hizo sentir como Omar movía uno de sus dedos de la misma forma. Entre los dos, las respiraciones se volvieron fluidas, inhalaban y exhalaban con frecuencia y tranquilidad, lo que bajaba la tensión de la situación, pero al mismo tiempo, subía la excitación. Como no se comunicaban el uno con el otro y tan solo entregaban sus cuerpos en la oscuridad, la situación les parecía como si estuvieran cometiendo un delito.    

 

 «¡Está imitando lo que le hago! Mmm, en verdad haces que no me arrepienta de haberte elegido…». Tras aumentar la potencia con la que succionaba el falo de su chico, Rebeka continuó, mientras sentía cómo las orejas se le calentaban, tanto o casi más, que eso que tenía entre las piernas. «Ufff, sentir tu orificio estrecho con mi dedo, hace que me coma la curiosidad. Que quiera preguntarte si también hiciste actos indecentes, que no le puedas contar a nadie, cuando estabas solo en casa. Pero, ¿para qué romper el silencio cuando podía aprovechar la oportunidad, hacer que no te arrepientas y que te quedes con ganas de querer más?».

 

  Rebeka procedió a mover su dedo bien lubricado justo en el medio de la entrada y tras presionar un poco, pudo percibir cómo la carne se abrió y le ofreció el paso. También sintió como Omar le puso la mano que tenía libre sobre la cabeza, al tiempo que impulsaba sus caderas hacia delante y atrás, como quien se estaba cogiendo su boca, como si fuera una vagina.

 

  Sintiéndose pervertida, indecente y aventurera, Rebeka ignoró que le estuvieran mancillando la boca y penetrando el “chiquito,” para centrarse en pasar la primera falange de su dedo índice al interior del cuerpo de su amado. 

 

 El interior era húmedo y resbaloso para su dedo, los bordes le apretaban como si tuvieran el ritmo palpitante de un corazón y aunque estuvo tentada en seguir metiéndolo, dejó de hacer presión para sacarlo. El dedo que estaba tan lubricado de saliva hasta la primera falange, pasó a embadurnarse con los fluidos del área para después adentrarse hasta pasar la segunda y la tercera, llegando a propiciar que el nudillo de ella llegara a tocar la carne.

 

   Una vez bien dentro de su chico, venía lo interesante, mover su dedo en el interior, después de todo, ella bien conocía que una vez que algo estuviera dentro, sacarlo y meterlo provocaba un deseo similar al de ir al baño. Aunque mover el dedo de una mujer dentro de la cavidad rectal de cualquier persona, fuera hombre o mujer, era una tarea peligrosa, a ella no le preocupaba lastimar el interior de su amado, después de todo, sus uñas no eran largas ni tenían bordes filosos como la de muchas otras mujeres. 

 

  Tan caliente como curiosa, Rebeka ansiaba experimentar lo que podía sentir con su dedo, después de todo, estaba dentro de otra persona, otro cuerpo tan o más caliente que el de ella. De un movimiento a otro, hacia los lados, de arriba a abajo y por las paredes, se dedicó a explorar la anatomía interna de su chico: 

 

  «Con que así se siente el interior de un hombre, algo diferente al mío, debo decir. La pared superior es más firme… allí estoy supuesta a encontrar su punto más sensible… ese que tantos libros dicen que provoca éxtasis si se le estimula bien…».

 

  A Rebeka no le fue tan difícil saber cómo tratar el recto de su amado, una vez le vio como si fuera su propia vagina. Las dos estructuras tenían mucho en común, a excepción que una no se lubricaba y es más difícil de acceder, pero la estimulación debe ser la misma, puesto que las dos tienen el punto G casi a la misma distancia. Eso hacía que la estimulación no fuera muy diferente, aunque encontrarlo, saberlo distinguir y estimular apropiadamente, si era una odisea, porque la interpretación de placer cambiaba según las personas.   

 

  «Aunque es mi primera vez, debo tratar de hacerlo bien», se dijo, mientras movía su dedo hacia arriba y abajo, por la pared superior del recto de su amado, hasta terminar tocando con la yema de su dedo, lo que creía que era un montículo. «¿A quién quiero engañar? Ni siquiera sé lo que estoy tocando, ya se me canso el dedo y como tengo su cosa follándome la boca, no le puedo preguntar si le gusta o no… Ahora que lo siento mejor, cuando él empuja hacia abajo la pared superior de mi cola, puedo sentirle en mi vagina… Ufff, no sé él, pero yo estoy a punto de correrme».

 

Luego de dejar de mover el dedo índice dentro de su chico, Rebeka se preocupó por aumentar los movimientos de los dedos que hacían contacto con su clítoris, mientras sentía como el pene de Omar bombeaba dentro de su boca, tras lo cual sintió unos chorros de semen que la tomaron por sorpresa. 

 

  Con semen en su boca, un dedo en su recto, su dedo en el de su amado y la estimulación explosiva de su clítoris, Rebeka sintió cómo las múltiples sensaciones placenteras se volvieron una y terminaron desembocando en retortijones orgásmicos, que hicieron temblar a sus zonas pudorosas. Esos espasmos frenéticos tomaron el control de las piernas y le dejaron la mente en blanco, que fue inundada por una inmensa sensación de paz y tranquilidad.

    

   Loca por dejar salir el aire que tenía en sus pulmones, Rebeka recuperó el control de su cuerpo, y tan pronto regresó al momento presente, se dispuso a chupar hasta la última gota de leche que escurría dentro del orificio de su amado, que también parecía como si fueran dos labios cerrados. Dentro de su boca no existía mucho espacio para jugar, tenía sus dientes, su lengua, un miembro viril, leche y saliva a punto de desbordarse. Con determinación, tragó los fluidos para volver a chupar, hasta que dejó salir el miembro de su amado.

 

 Con su lengua bien afuera, como si estuviera sedienta, Rebeka dijo: 

 

—Ahh… ¡Esta sensación tan rica que parece como si el alma se me hubiera salido del cuerpo es maravillosa! ¿Dime que sientes lo mismo?

 

  Omar dejó salir una bocanada de aire y con una sonrisa confirmo a la pregunta, al mismo tiempo que sacó su dedo de adentro de su chica y se retorció sobre la cama como un gato que se estiraba. 

 

Tras acomodarse, el chico se volteó sobre la cama hasta el punto en el cual pudo abrazar a su amada y pasó la pierna por encima de ella como si la hiciera su prisionera, con la intención de darle un fuerte abrazo contra su pecho y mecerla cariñosamente de un lado a otro. 

 

Luego de escuchar los ronroneos de su chicha, que no podía escapar de su cariñoso comportamiento, Omar dijo: 

 

  —Si así se siente estar sin alma, entonces, toma la mía todos los días.

 

  —Que bien se siente estar así, a tu lado, juntitos, los dos desnudos y sin fuerzas… creo que ahora sí podremos dormir como nunca.      

 

  —Hablando de dormir, ¿qué hora crees que sea? —preguntó Omar. 

 

  —Mejor no saberlo… así engañamos a la mente y dormimos hasta que suene la alarma de mi teléfono, después de todo, hoy es el gran día. 

 

  —Entonces, duerme bien —dijo él.

 

  —Tú también.

 

 —Dulces sueños.

 

 —Igual para ti.

 

—No tengas pesadillas.

 

—Gracias y sueña conmigo.

 

Con la intención de hablar para no quedarse dormido, Rebeka pudo notar cómo Omar apagaba el tono de su voz. Una palabra más baja que la otra, hasta el punto en el que se quedó sin más que decir y sucumbió al sueño.

 

   Contenta de poder estar entre los brazos de alguien tan lindo y que le hacía sentir como una princesa, Rebeka dio un último vistazo al rostro de su amado con la intención de garantizar soñar con él, si es que llegaba a soñar mientras dormía. Desafortunadamente, el tiempo pasaba y era mejor asegurarse de no olvidar semejante momento antes de arrepentirse por no haberlo vivido.

 

  Entre las sábanas acogedoras de una cama de la cual se habían caído casi todas las almohadas, muñecos y cobijas al suelo, el intranquilo sonido de la alarma configurada en el teléfono se hizo escuchar. Tras abrir sus ojos, Rebeka abrazó a quien le estaba plantando un beso en sus labios como saludo de buenos días.

 

 «¡Aww! ¡¿Quiero gritar de la felicidad?! No fue un sueño… Está aquí, en carne y hueso, dándome los buenos días con un beso». La chica respiró orgullosa de haber pasado la noche junto al chico al que había considerado digno de entregar su corazón y cuerpo. Un chico tan perfecto, que no le hubiera extrañado que todo fuera parte de un sueño. «Su compañía… fue el mejor regalo que podía recibir. Por otro lado, si mi mamá hubiera estado en casa, esto no hubiera sido posible. “Eres muy pequeña para estar haciendo cosas de adultos”, le reclamaría su madre, por tan solo dar un beso. Sexo no, eso no estaba permitido en mi vida, para ella tal vez me podría acostar con un chico después de ser novios oficiales por un año o algo así, pero por tan solo un día, ni pensarlo. Puedo imaginarla reclamando cuando le presente a Omar. Es mi vida, es mi cuerpo y es cierto, un novio representa una gran distracción para poder estudiar y mantener mis notas, pero ahora que soy mayor de edad no pienso seguir obteniendo buenas notas, si con pasar las clases es suficiente. Para un trabajo no es necesario seguir manteniendo buenas notas. ¿En alguna entrevista de trabajo te preguntarán si te graduaste con un cien, un noventa o con un ochenta? No, tan solo te preguntarán si te graduaste y de qué tienes experiencia…».

 

  Enternecida, con sus ojos bien abiertos mientras pensaba, Rebeka vio cómo Omar le volvió a dar otro beso, y otro. Ella, en cambio, dio pequeños besos en la cara de su amado con la intención de esquivar su lengua juguetona, que pretendía abrirse paso entre sus labios.

 

   Aunque el amor entre los dos aún estaba en su punto más alto, ese en el cual nada de lo que haga el otro se ve como malo, Rebeka creía firmemente que no era necesario para Omar ser expuesto a un mal aliento, si era que ella lo tenía. «Aaah. Si nos besamos con lengua me voy a calentar, pero no recuerdo haberme lavado la boca después de comer. Mejor no arriesgarme… si volvemos a hacerlo, no sé si pueda levantarme de esta cama… ayer no me bañé después de hacerlo… mi pelo tiene que estar hecho un desastre».

 

 Los cabellos de Rebeka hacían cosquillas en la nariz de Omar, aun así, él no dejo de hacer espacio en su rostro para demostrar una sonrisa.

 

Con sus cabellos despeinados, Rebeka miró al rostro de su amado y con esto prácticamente se le olvidó todo el cansancio como consecuencia a dormir unas pocas horas. Motivada a vivir, ser feliz, volar y optar por el optimismo de que ese día sería maravilloso, devolvió la sonrisa y dijo:

 

  —Buenos días… amor mío.

 

  —Buenos días para ti, preciosa… déjame darte un beso de lengua —respondió, con el objetivo de ser más directo con sus intenciones.

 

  —Después que me lave la boca —dijo ella divertida, para luego agregar: —Un día de estos, tienes que hacerme un desayuno y llevarlo a la cama. 

 

  Entre palabras y movimientos, Rebeka se zafaba del agarre de su chico, hasta que finalmente logró escapar libre.

 

  —Claro que sí… —respondió Omar al tema del desayuno, para después reclamar—. No te vayas, quedémonos aquí.  

 

 Con una sonrisa y unos cuantos besos de por medio, Rebeka ignoró los caprichos de su amado y se levantó de la cama, lo que hizo a Omar levantarse también y abrazarla por detrás arrimándole el miembro en erección, tratando de colarlo. Con un sentimiento de urgencia, Rebeka se dirigió al baño mientras trataban de no caerse o chocar con algo que pudieran tumbar, al mismo tiempo que escapaba de quien quería capturarle y llevarle de vuelta a la cama.

 

  Una vez en el baño, Rebeka apartó las cortinas, abrió el grifo del agua para que esta se fuera calentando y tan rápido como pudo tomó asiento sobre el sanitario con la excusa de vaciar la vejiga que tenía llena.

 

  —Aww, no quiero tener que secarme y hacerme el pelo de nuevo —pensó Rebeka, un tanto inconforme con lo que veía venir, mientras escuchaba el sonido de un constante hilo de fluidos cayendo. 

 

  —Te ves maravillosa de cualquier forma. Así, despeinada, pareces una leona… una leona sexy. 

 

  Omar se acercó hacia Rebeka con su miembro erecto, sugiriendo que ella le hiciera un oral, después de todo, la cabeza de ella estaba a la altura de su cintura y no le sería muy difícil. 

 

  Rebeka respondió al acercamiento de su novio con una mirada encendida en deseos, tanto que finalmente se dignó a agarrar el miembro de su chico con la mano derecha y comenzó a menearlo mientras le miraba. Sus intenciones no eran las de tener sexo, sino que disfrutaba tener semejante trozo de carne para jugar, cada vez que le apeteciera.

Aunque contaba con poco tiempo para arreglarse y llegar presentable a la escuela, sin estar necesariamente tarde, no era una ocasión sensata tener sexo. Aun así, Omar seguía intentando despertarle los intereses de la carne, de llevarle a la cama, de hacerle quedarse en la casa, pero ella decidió negarse y soltar lo que estaba aguantando, pues era peligroso seguir jugando con fuego.

 

  —Es que si no resuelvo este problema —dijo Omar refiriéndose a su amigo en posición de firme—. No voy a poder usar el baño.

 

  —¿Sabes? No me opondría a verte masturbándote mientras me baño, para que alivies tu problema. Considéralo como una continuación de lo que no lograste terminar ayer.  

 

  Omar necesitaba descargar los placeres de su cuerpo y ante la proposición de su amada, usó su mano para menearse el muñeco de atrás hacia adelante, con la intención de venirse tan rápido como pudiera.

 

  Rebeka, apenas terminó de orinar, se limpió con papel higiénico, tiró de la cadena y se puso de pie. Haciendo su esfuerzo para ignorar la presencia de Omar, chequeó la temperatura del agua que caía de la ducha y tras dar dos pasos, entró en la bañera. Buscó evitar mojarse el pelo y quería despejar su mente de la idea de meterse el miembro de su chico en la boca. Ella tomó el jabón y tras hacer espuma, procedió a lavarse la cara.  

 

  El agua caliente salía de la ducha como un torrencial y en su caída acariciaba la piel delicada y suave de Rebeka. Más que limpiar, el líquido le hacía recordar la noche de pasión y sexo que había dejado atrás. Quién podía culpar a alguien de caer en las tentaciones y ceder en los placeres carnales, cuando había deseado ser poseída y recién satisfacía la curiosidad de saber cómo se sentía. Cada gota de agua le hacía recordar lo mucho que le había gustado. Junto al agua caliente, tener a su amado a un lado, mirándole y tocándose, también la hacía sentirse pervertida y adicta a recordar ese momento que pasaron juntos, cuando él estaba adentro de ella y ella adentro de él.

 

Luego de levantar la cabeza en dirección a donde caía el agua, se enjuagó la cara y no pudo evitar abrir su boca. Aunque había dicho que se iba a controlar, recordar el sabor del semen que le inundó la garganta la noche anterior, le hizo sacar la lengua bajo el agua caliente, al principio con la intención de borrar ese recuerdo.

 

  Omar, por otro lado, podía ver la forma sensual en la que ella se movía dentro de la bañera. Rebeka estaba actuando como si danzara con el agua y quisiera tocarse, pero no lo estaba permitiendo. Tal vez por eso se acariciaba las caderas, los muslos, el estómago, sus pechos, su cuello y su rostro. El vapor comenzaba a nublar el cristal, pero la imagen erótica de una chica que abría su boca, sacaba la lengua, tenía las manos en la cabeza, juntaba sus rodillas y se agachaba ligeramente de manera que arqueaba su espalda y empinaba la cola, no perdía brillo ante los ojos del enternecido muchacho.   

 

  No era suficiente, el sabor del agua caliente no le bastaba, pues la temperatura, consistencia y sabor del líquido insípido e incoloro, no se comparaba al semen de su amado. Aún no había desayunado, tenía que vestirse y aunque estuviera consciente de su responsabilidad, se sintió incapaz de seguir controlando sus antojos. Pasó su mano derecha hacia adelante y decidió usar su dedo como sustituto de lo que no podía tener. Ahí, tantas veces como lo había hecho a solas, se tocó la punta de la lengua y después cerró sus labios. Tras chuparse el dedo índice completo, perdió el control bajo la bañera, aún sin permitirse el placer de tocarse ahí abajo, reprimiendo su incontrolable urgencia de comerse nuevamente el sexo de su amado. 

 

Luego de abrir sus ojos bajo la ducha, pudo notar cómo su amado aceleraba los movimientos de su mano, inclinaba sus caderas hacia adelante y parecía aguantar la respiración. La duda le incendiaba por dentro. «¿Acaso se va a venir? ¿Lo hago? ¿Me meto su cosa en la boca cuando se venga?». Las respiraciones de ella se elevaron, así como su corazón.   

 

   Tan pronto Omar se dio cuenta de la situación, ya tenía a Rebeka prendida de su miembro, tragando tanto como podía y aunque le hubiera alcanzado con dos o tres movimientos más de su mano derecha para venirse, sentir el calor de la boca de su amada en su miembro fue lo que le arrancó el aliento y los deseos de respirar, ya que no tenía espacio para poner su mano entre la boca de Rebeka y su pelvis. Por eso, agarró los cabellos de ella y la empujó hacia él, con movimientos inconscientes.

 

     Un torrente salado, pegajoso y caliente se adentró por la garganta de Rebeka en el momento preciso que su boca fue forzada a recibir dos dedos más de miembro viril, que, con su punta, chocó con el cielo de la delicada garganta. Agachada, con sus piernas abiertas, las manos libres y el músculo convulsionando dentro de su boca, decidió romper la promesa que se hizo. Con urgencia y bien necesitada e ignorando las arcadas, con una mano se coló dos dedos bien profundos en su zona húmeda y con la otra se masajeó el clítoris de la forma justa con la que llegaría al límite.

 

 En ese preciso momento, le excitaba sentir lo que tenía en su boca, lo que por su garganta estaba pasando y que se estaba comportando como una chica mala, haciendo algo que se había prometido no hacer. Tanto así, que solo con varios movimientos circulares sintió el éxtasis que le forzó a arrodillarse en el piso con tal de no caer sentada.

 

Tras regresar a respirar por bocanadas, Omar liberó la cabeza de su amada y retrocedió unos pasos, para buscar el apoyo necesario para no caerse.

 

  Rebeka tosió unas cuantas veces, aun así, tan pronto pudo mostrar una sonrisa en dirección a su amado, le confirmó que todo estaba bien. Luego de regresar nuevamente al baño, ella se enjuagó el jabón con rapidez, de las partes que lo necesitaban y en cuestión de menos de un minuto, cerró la ducha para salir apurada con una toalla, con la cual procedió a escurrirse el cuerpo. 

 

En el proceso también vio como el miembro de su chico ya no estaba erguido y se sentía aún más feliz por haber logrado que su amado consiguiera su propósito, por lo cual le animo a decir: 

 

  —Déjame irme vistiendo, no quiero que se te vuelva a poner dura y ahí sí que vamos a llegar tarde.

 

  —Oh… sí, la escuela… —dijo Omar.

 

  De regreso al cuarto, una vez secó su cuerpo y las puntas mojadas de su cabello, tan pronto termino de ponerse el uniforme, Rebeka se vistió y procedió a sacar dentro del armario un vestido negro formal. Tras agarrar la tela, se sintió orgullosa al recordar que lo había comprado unos días atrás, con la intención de verse mayor, competente y segura para ir a entrevistas de trabajo. No obstante, además de todo lo que hacía, también prestó atención a los sonidos que provenían de adentro del baño y nunca escuchó al sanitario siendo descargado.

 

 Tan pronto se volteó, vio a su amado saliendo por la puerta del baño, con sus ojos abiertos, mirándole en dirección al vestido que tenía en sus manos. Rebeka quería enseñar la ropa que había comprado, pero se detuvo, tan pronto pudo notar algo de tristeza mezclada con felicidad en el rostro de Omar. 

 

  La Felicidad la podía entender, pues, es como si fueran miembros de un largo matrimonio, que estaban despertando, usando el baño y vistiéndose uno al lado del otro, con la confianza de muchos años. Esa misma confianza que se debía tener cuando se necesitaba que algo hiriente fuera dicho. «Admito que pocos de nuestra edad tienen el privilegio de despertar junto a su amado de esta manera… pero» se dijo. De cierta manera no quería entender la tristeza, ni contagiarse de ella, ya que él le estaba mirando al vestido que cargaba y seguro estaba lleno de opiniones pesimistas. 

 

  —¿Acaso hiciste pis en la ducha? —preguntó Rebeka, utilizando un comentario para eludir la situación que prometía avecinarse. Después de todo, que Omar siguiera buscando excusas para quedarse en la casa con ella, era debido a algo.

 

  Omar regresó sus ojos al rostro de la chica y con una mirada confundida no quiso responder, pues según el tono en el que se le había hablado, no podría descifrar si ella lo regañaría por semejante acto.

Sin más remedio que tener que responder, agregó: —Lo dejo a tu imaginación — le dijo, luego de hacer una pausa y respirar hondo, como quien pretendía enfrentar un tema delicado—. Entonces, ¿Hoy es el día en el cual estuviste haciendo la lista que me enseñaste ayer en la mañana?  

 

Con la toalla enrollada alrededor de su cintura, Omar procedió a tomar las medias que estaban sobre una cama ya tendida y con delicadeza se agachó en el suelo frente a Rebeka para ayudarle a ponérselas.

 

   —No te entusiasmes mucho, mi mamá está a punto de llegar —dijo ella.

 

 —Ahora sí, está bien —dijo él, como quien quería ignorar algo, mientras tomaba su tiempo para terminar de ponerle las medias a su amada. 

 

  —Omar, tu ropa está hecha un desastre. Ahora que lo pienso, tal vez sea mejor que pases por tu casa. Has tenido el teléfono apagado durante todo este tiempo y tus padres deben estar preocupados.

 

  —Tienes razón, no les he dicho nada… —respondió.

 

   —¡¿No les dijiste?! —preguntó Rebeka, con tono asombrado.

 

  Entre sus planes, ella no esperaba que Omar fuese tan despreocupado con su familia. Pero bueno, en el mejor de los casos, a los chicos les dan muchas más libertades con respecto a salir por las noches y tomar decisiones de con quién estar, que a las chicas. No debería ser así, pero seguía siendo un mundo en el que habitaban aprovechados y en el cual las mujeres jóvenes, más atractivas a la mirada, tenían mayor riesgo a ser violadas y/o asesinadas. Por otro lado, tal vez era eso lo que le preocupaba tanto a Omar y la razón por la cual no quería dejar la casa. Después de todo, quién quiere regresar con sus padres cuando te tienen un castigo asegurado.

 

Tras llevarse la mano a la cara y prepararse para lo peor, esperando lo mejor, Rebeka miró a los ojos de su amado:  

 

  —Tenía planeado que me acompañaras a hacer las entrevistas, tan pronto terminara con la escuela, pero dada la situación, en el extremo caso que llegues a tu casa y como castigo no te dejen marchar, entenderé si no nos vemos en el parque… ¿Te parece? 

 

   —No, no es que importe si vaya o no a mi casa. Quiero acompañarte a tu entrevista… Eso es más importante. También quiero que alcances tus metas, confía en mí y déjame ayudarte. Por favor.

 

  Las palabras de Omar sonaban como quien juraba amor y amaba sin condiciones, pero Rebeka no podía identificar cuál era el propósito que tenía lo que le decía.

 

  —¿Hay algo más que me quieras decir? —preguntó Rebeka, quien entendió que la mirada de su amado estaba abarrotada por la inseguridad de decir algo y tal vez no podía.

 

  —Podemos dejar tu entrevista para otro día —dijo Omar, quien cambió sus expresiones de tristeza con gestos de determinación—. Rebeka, no quiero que la gente te haga daño. Antes que empieces a buscar trabajo, quiero pedir tu mano en matrimonio… así, cuando hagas las entrevistas… podrás ir con el apellido de mi familia. No me tomes a mal, no es que crea que no puedas, es tan solo… que te quiero…

 

  Rebeka hizo una pausa para mirar a Omar a los ojos. El apellido de la familia de su amado tenía el peso suficiente como para hacer que las personas lamieran los zapatos de quien estuviera enfrente. Al casarse, los dos miembros tenían la opción de cambiar sus nombres, lo que le permitiría deshacerse del apellido de un padre convicto. Pero llamarlo orgullo, soberbia o simple determinación, no cambiaría lo que Rebeka estaba buscando, ella no quería ser una persona diferente y crear una reputación nueva lejos de la mancha dejada por su padre. Ella quería limpiar el nombre de la familia y para hacerlo, primero debía pagar las deudas que tenía con el gobierno, con dinero honrado.

 

  —No —respondió rotundamente. 

 

  —Pero… —Omar fue interrumpido por ella.

 

  —Por favor, no digo que no a casarme contigo. No hago esto por ser arrogante, te pido que me apoyes y que me dejes intentarlo —respondió Rebeka, lo que hizo a Omar sentirse rechazado y al mismo tiempo, no tan mal.

 

  Sin poder decir nada, ni querer insistir en una decisión que ya estaba tomada, Omar vio cómo Rebeka sacaba de la mochila que llevaba, los libros y libretas para hacer espacio a la muda de ropa que pretendía ponerse una vez saliera de la escuela.

 

   El silencio entre los dos se volvió incómodo, aun así, permanecieron juntos hasta que salieron por la puerta de entrada y ella pasó el seguro.

 

  En la calle, con lágrimas en los ojos, Omar besó y abrazó a su amada, como si se tratase de la última vez que le vería. Rebeka sintió el beso, el abrazo, el calor del cuerpo de su amado y le correspondió en todos sus esfuerzos. Después de unos largos minutos, él se separó y dio la vuelta, como si quisiera arrancarse algo que le hacía adicto, para ir en otra dirección.  

 

  Uno fue a la escuela y el otro a su casa. 





Rey De-Heavens

Chapter 12
Muerte y guerra


Rey, quien se había quedado más atrás, no tuvo más opción que dejar de pensar en el comportamiento de los mayores y hacer notar su presencia. Repentinos destellos de luz a su alrededor se lograron ver y, acto seguido, la sacudida de sus puños para limpiar la sangre que cubría las afiladas hojas que sobresalían de sus antebrazos.

Rey pensó mientras veía melladuras en sus hojas afiladas: “He golpeado y cortado el cuerpo de las almas en pena que sufren en los círculos inferiores. También esos que nos encontramos en el camino, pero ninguno de ellos se sintió como estos cuerpos. Son más sólidos, tienen sangre y carne que no se está descomponiendo. Ellos definitivamente son como los mayores. Provenientes del mundo de los vivos… los cazarrecompensas. Por otro lado, parece que estoy condenado a usar estas armas en carácter defensivo, las estocadas impulsadas por los mecanismos de acción, acompañadas por la rapidez de mi mejor movimiento, hacen que se triplique la velocidad, pero con consecuencias para el filo de las hojas”. Mirando las dentaduras y melladuras del filo de sus armas, continuó: “Esta es la razón por la que un arma no se debe obtener tan a la ligera; por ahora debo cuidar de no romperlas”.

Sobre los dos hermanos más adelantados no cayeron cuerpos muertos, siquiera partes desmembradas, solo un gran torrente de sangre acompañado de armas y pedazos de armaduras melladas. Cincuenta personas fueron molidas a trozos en tan solo un abrir y cerrar de ojos.

Jhades, tras toser la sangre de sus enemigos y limpiarse el rostro exclamó una pregunta:

—¡¿Pero qué demonios...?!

El vampiro creyó que debía de haber sido uno de los mayores. Sí, tenía que ser uno de los mayores, pero cuando miro en dirección al hijo no deseado de la familia, no le quedó más opción que tragar en seco. Dante bajó la cabeza, espantado con semejante escena: veía cómo la sangre se escurría como agua entre las raíces de los árboles. Trozo de dedos, orejas, huesos astillados, ojos, y carne era lo único sólido e identificable sobre el suelo. Miembros que captaron la mirada del lobezno que no podía decir nada por el nudo que se le formaba en la garganta. Por otro lado, ¿cómo no se iba a sentir amenazado si no sabía si los cientos de sombras que los rodeaban eran aliadas o enemigas?, sombras con forma humana que saltaban de un lado a otro, se esparcieron por el lugar como guardianes del Paraíso que no querían ser vistos.

Las respuestas llegaron solas a la mente del que no podía seguir manteniendo un comportamiento frío y calculador:

—¿Cuántas veces tuviste que cortar al mismo individuo para que quedara de esta manera? —preguntó Jhades al dirigir su mirada al último miembro del grupo.

Rey no tenía tiempo para darse el lujo de responder el comportamiento de sus hermanos. No era sensato en la situación, pues ellos tenían las defensas bajas y los enemigos los habían detectado.

(Kiinnn, Kinn, Kiinn.) Se escucharon metales colisionando. Al mismo tiempo, el último del grupo desapareció y apenas los dos pequeños voltearon con rapidez, vieron como su hermano había reaparecido al frente de ellos mientras que en el aire aún tintineaban el filo de tres dagas que giraban caóticamente. El peligro se había vuelto eminente: uno de los tres enemigos declaraba sus intenciones hostiles desde el claro. El humano recubierto por blindajes de un movimiento hizo aparecer diez dagas en cada mano. Valiéndose de su imponente voz, agregó las siguientes palabras al aire:

—¡Leonel! ¿¡Conque ahí estabas!? ¿Por qué te rebajas a usar armas si puedes emplear la barrera de defensa y el grado de hechicero que usaste para pasar los círculos bajos?

Los ojos blancos que se podían ver de dentro de la oscuridad del bosque parecieron poner atención a las palabras del sujeto que hablaba con acento muy pesado el idioma antiguo. “¿Por qué depender de mi mejor habilidad en un combate? Más cuando los miembros del clan me están observando”, se dijo.

—¡Oh! ¿Cuánto tiempo ha pasado desde aquel momento que te vimos caer? Supongo que tendrás que ser más poderoso y me deba de andar con cuidado. Pero no puedo evitar exponerte mi opinión, o nuestros motivos… Escucha a este humano hablar, tal vez puedas aprender algo.

Rey intentó crear una sombra para moverse de lugar sin ser percibido, pero otra daga fue en dirección a la garganta de sus hermanos, así que tuvo que quedarse en el sitio para volver a usar sus hojas afiladas y contrarrestar la trayectoria del arma. Rey se había dado cuenta de que de nada le servía utilizar “Aura” contra aquellos oponentes, y si no podía esconder su presencia, tampoco podría utilizar su movimiento más fuerte porque quedaría expuesto y vulnerable por el tiempo que le requería cargar el ataque.

La imponente voz continuó:

—Independientemente de que perdieras tus memorias, en tu vida pasada creaste este sitio que condena a mi gente. ¿Qué se siente tener el privilegio de vivir bien? Dime, ¿acaso… crees que tengas el derecho de disfrutar? Personalmente, yo digo que no. Aunque no te conozco en lo absoluto y sé con toda certeza que no has vivido mucho, puedo asegurar que tu interior está tan sucio como el de todas las horribles bestias y gente que encerraste en las afueras de este hermoso lugar… o ¿acaso me equivoco? Tengo preguntas en mi cabeza, ¿de verdad te bautizaste al nacer, no has tenido sexo, no has comido más de lo que debes, no sientes avaricias, no quieres descansar y no hacer nada mientras otros pasan su tiempo haciendo algo productivo, no eres violento, no ocultas cosas, no has traicionado? Leyes y suposiciones ridículas para los humanos. Creo que no es justo que nuestra raza, por ser la más débil, se rija por semejantes normas. No después de todo lo que hemos hecho en vida. No después de todo lo que sufrimos. ¿Por qué no veo a ningún dios? ¿A ningún elfo? ¿A ningún licántropo? ¿A ningún otro ser aparte de los humanos, sufriendo las interminables torturas del infierno que creaste? Es que ellos, precisamente por ser fuertes, terminaron siendo guardianes. Y los que son aún más fuertes siquiera tienen permitida la entrada. Es así, este es el destino, los débiles deben de sufrir…

Las tres personas que estaban en el claro embravecieron sus miradas con las palabras del líder.

—Mi corazón arde, después de tanto avanzar, de tanto sufrir… Te encontramos aquí, en este hermoso lugar. Al cual también tendríamos derecho si fuéramos como tú. ¡Claro que sí! Lo creo... Tú y tus hermanos crearon las reglas, por esa razón conservan el privilegio de ser la excepción. Por ende, si de mí depende, este será el final de tu vida... Vivir pesa, pero como soy la voz que representa a los humanos, seguiré viviendo para hacer de este momento el turno que tendrán quienes una vez condenaste de dictar ¡tu sentencia!

Los caídos en el suelo gritaron alto:

—Los dioses deben morir

Otro grito aún más alto:

—El infierno debe acabar…

El rugido se sintió aún mayor:

—Y para que sea posible, empezaremos por ti, Leonel De-Ranger.

Al mismo tiempo que el sujeto habló, toda una nube de dagas fue disparadas en todas direcciones. Tan solo el original, quien se paraba en frente de sus hermanos, pudo esquivarlas con el movimiento de sus manos, mientras que los cientos de copias que se habían esparcido por el sitio quedaron neutralizadas al no tener armas o blindajes.

“No sé de qué habla este loco, no sé quién es Leonel, solo sé que debemos escapar”, fue el pensamiento que tanto Dante como Jhades tuvieron tan pronto una daga, que silbaba por el aire, le pasó por el lado.

Rey miraba los rostros de sus enemigos, entendía que no existía escapatoria a un enfrentamiento directo, así como que ninguno de los mayores planeaba intervenir. Para él la única opción era ganar para poder sobrevivir y no podía morir o permitir que sus hermanos perecieran, pues no estaba seguro de si aún tenían el amor de su madre.

Los dos hermanos se voltearon con la intención de escapar en dirección al Gran Mago Sabio, pero otro agresor se hizo presente y de un sablazo casi los corta en dos. De no haber sido por Rey que, con rápidos movimientos retrocedió, esquivó, contraatacó, cortó en dos y después en cuatro al cuerpo enemigo, ni el pequeño vampiro ni el lobezno hubieran sobrevivido. Rey, como quien estaba más atareado de lo usual, dijo:

—Dante, Jhades… procuren no seguir estorbando. Si no luchan contra el enemigo por solo pensar en cómo poder escapar, será demasiado tarde para lamentar haber perdido la oportunidad de luchar cuando tuvieron la oportunidad.

Los dos hermanos no pudieron evitar tragar en seco cuando se toparon con la furia representada en el rostro usualmente calmado e inexpresivo del hermano sin apellido. Rey cambió su objetivo, después de haber advertido a sus hermanos se dio cuenta de cómo sus manos sudaban, de cómo su rostro se sentía tras escuchar la frase “el final de tu vida”: “¿Qué es esto en mi interior? No es semejante al sentimiento de supervivencia que tuve en la oscuridad de la cueva… o luchando contra los soberbios en el Purgatorio. Es mucho más volátil, poco manipulable. Mi rostro, esta expresión que siento... no la conozco. Ellos no deben de ser más fuertes que los enemigos a quienes me he enfrentado hasta ahora. Pero parece que, al no poder usar todos mis poderes de hechicero, ya que Hero se daría cuenta de que tengo su libro, y mi control de aura es ineficiente, me siento en desventaja, desventaja que hace que esas palabras me hagan sentir miedo, que alimenten a las bestias que acechan a mis oídos. Demonios irritantes que por su constancia despiertan un peligroso deseo. Matar para vivir, ¿no? Como mismo dijo Dante, tengo una justificación para matar, para satisfacer a esos demonios en mi interior, pero ¿acaso está bien? Me estoy acostumbrando a quitar vidas… vidas que servirán a mi engrandecimiento como guerrero.

Dante no podía ignorar lo sorprendido que se sentía. Si no hubiera sido porque su hermano, determinado a luchar le salvara la vida, ahora estaría muerto. “¿Es tan fácil perder la vida para alguien invencible?”, se preguntó quien sabía que debía luchar, pero también sentía miedo de los tres oponentes, casi como tanto miedo sentía de los mayores. No sabía qué hacer, pero sí sabía que quería hacer algo.

Jhades, que estaba entre monstruos, perdió el control de su respirar. Le resultaba tan difícil tomar una decisión sin antes saber el resultado. “¿Regreso a donde el Gran Mago Sabio por mi cuenta o luchó contra ellos?”, era la pregunta que le rondaba la cabeza. Él entendía que tenía más probabilidades de morir si hacía un movimiento a solas que acompañado.

Rey no esperó a que sus hermanos tomaran una decisión. Expulsando un gran poder amenazador y todos sus intentos asesinos, saltó en dirección al líder de los tres sujetos que vestían sus cuerpos con armaduras desgastadas, las cuales se valían del logo [OEM] compuesto por letras que Rey no entendía, pero que tampoco le interesaban.

El lobo y el vampiro vieron una sombra pasar entre ellos a gran velocidad. En un abrir y cerrar de ojos, Rey salió disparado de dentro del bosque con la intención de rodear a sus objetivos para que estos ignoraran a sus hermanos. Mientras el pequeño híbrido corría tan pegado al suelo como podía, esquivó las dagas que buscaban apuñalarlo mientras trataba de conservar la calma. White también estaba involucrado, pero el felino sabía que su función era asistir a su compañero y también rodear a los objetivos por el lado opuesto con la intención de que estos no bajarán sus guardias o enfocarán toda su atención en un solo objetivo.

El pequeño de ojos blancos, aun manteniendo la distancia, estudiaba a sus enemigos sin dejar de correr en círculos alrededor de estos. Tres imponentes sujetos eran su preocupación principal. Ellos no eran tan grandes como su padre, pero sí vestían de armaduras completas cuyas únicas aperturas residían en la parte trasera de los muslos y bajo los brazos. Los tres cascos estaban compuestos por diferentes penachos, uno de pelos rojos, otro de plumas grises y el último de plumas rojas. El portador del penacho con plumas rojas sostenía lo que parecía ser un arma de asta con dos inmensas orejas afiladas, una daga que sobresalía por el medio y antes de la empuñadura el espacio para vestigios de lo que parecía ser una bandera. Quien usaba el casco de plumas grises tenía una constitución más ágil y delgada. Se paraba erecto con el puño derecho en su espalda, y con la mano izquierda sosteniendo en alto lo que parecía ser un sable fino de doble filo cuya guarda recubría el puño del usuario. El último, quien llevaba el casco con pelos rojos, ese que había estado hablando y arrojando los cuchillos, tenía una posición más abierta a los demás, cargaba con su mano izquierda lo que era un espadón envainado cuya punta opuesta descansaba en el suelo.

Carente de intenciones de usar sus mejores cartas de primero, Rey arrojaba las dagas que pudo recoger del suelo. Los cuchillos iban disparados a gran velocidad, el usuario del mosquete sintió la necesidad de esquivar los objetos con su sable, pero los otros dos simplemente se cubrieron el rostro y dejaron que la dureza de sus blindajes hiciese el trabajo. Varias vueltas seguidas por parte de Rey y más de una docena de disparos. Las armaduras de los tres sujetos bajo el constante ataque ni siquiera se agrietaron, indicación que dejó expuesto lo resistente que eran. La imponente voz dio a escuchar:

—¡¿Por qué pone tanto empeño en sobrevivir alguien que no le debe de temer a la muerte?! —Ante la ausencia de respuesta, continuó—: ¿Qué? ¿No sabes hablar Leonel?

Rey, consciente de que los humanos utilizaban todo tipo de tácticas psicológicas para cumplir sus objetivos, respondió en voz alta, sin dejar de moverse:

—Me llamo Rey… no Leonel.

Apenas uno de los que acompañaba al penacho de cabellos rojos se enfadó; este intentó atacar con su lanza de vuelta al pequeño que tanto se movía, sin embargo, fue detenido con rapidez por su compañero más experto.

La imponente voz le advirtió a su compañero que sostenía la lanza:

—¡No intentes nada innecesario! Si hubiera intentado huir como los otros dos le hubiera cortado la cabeza sin dudarlo. Pero nos da el frente y tiene cartas bajo la mano que no ha usado. Aunque es un crío, claramente se mueve empleando un discreto estilo de lucha… no tengo dudas de que sea extraordinario. Frederick, mantén tu guardia en alto por esta razón.

El portador del casco de plumas rojas dijo:

—¿Qué tiene que ver que sea extraordinario? Este es el momento de matarle antes de que vengan los otros —replicó en otro idioma.

Respondió la voz:

—Los padres no vienen porque no es necesario. Estamos en desventaja…

Regresando la mira y cubriendo el rostro al bajar la visera de su casco continuó:

—Aún mantiene la distancia, mientras que el guardián del lugar que le acompaña promete aprovecharse de nosotros si nos separamos. Me temo que no podremos garantizar la protección de los heridos.

Empeñándose en hablar en otro lenguaje para ser entendido por sus aliados y no su enemigo, actuó como quien se despedía al dirigirse a quienes estaban tumbados en el suelo.

—Fue un honor llegar tan lejos compatriotas. Gracias por su contribución a crear un mejor mundo para los humanos… están convencidos de que nuestros predecesores harán lo mismo, ¡somos voz y, por ende, nunca moriremos en silencio!

Risas de entre los cuerpos moribundos se dieron a escuchar por todo el lugar. Ellos parecían haber tratado de sobrevivir con todo lo que podían hasta el momento a través del fuego y las torturas del infierno. Quienes pudieron levantaron sus cuerpos e hicieron reverencia a sus creencias llevando la mano derecha al pecho. Otros levantaron el puño al aire, pero uno levantó su voz y cantó lo que parecía un himno:

—Las naves de acero cargan nuestros cuerpos. Puertas se abren en mundos nuevos, cada campo es un comienzo y cada mundo es nuestro… —La voz del sujeto estaba desafinada—. Soldados, al avance. Luchar es servir, Ja. Luchar es vivir, Ja.

Una voz se volvió dos y dos se volvieron tres.

—El deber se viene sobre nuestras mentes. El infierno se hace presente, no dormir y seguir al frente. Oh-oh-oh. Quedarse fuertes ahí. Hasta la última gota de sangre. Ante el viento, relámpagos y truenos. Valientes, al combate en la tierra donde reina el silencio… El eco de nuestras vidas resonará en la eternidad. Aunque nuestro tiempo llegue y el calor nos deje, la muerte tendrá que esforzarse. Armas al hombro, al llamado del combate gritemos hasta el final. Al llamado del deber. Oh-oh-oh. Disparen, adelante. Oh-oh-oh…

El del penacho de plumas grises, en su idioma, mientras todos cantaban e indefensos morían de uno en uno bajo las manos del pequeño y el guardián, habló como quien añadía base a las palabras de quien le lideraba:

—Constan, Yacer tiene razón. Sus ojos bien abiertos detectan cada uno de nuestros movimientos. Estamos siendo estudiados y el hecho de que él no esté empleando sus mejores artes de combate significa que es precavido. Recuerda que no tenemos nuestra droga ni nuestros trajes mecánicos están cargados. Nos queda una oportunidad.

Yacer, el líder de los tres, continuó hablando:

—Mira con la fuerza y destreza que devuelve las dagas que le arrojó. Justifica que pueda tener la capacidad consciente o inconsciente de copiar los movimientos de su oponente, añadiendo estos movimientos a su conocimiento y así eventualmente terminará con ventaja sobre nosotros sin tener que usar sus mejores técnicas.

Rey mataba indiscriminadamente a su paso sin dejar de atrapar las dagas que rebotan y volverlas a lanzar mientras se mantenía corriendo en círculos, cuidando de no acortar la distancia o dejar de atacar. Con oídos agudos, entre el tintinear del metal, el pequeño también ansiaba identificar la nueva lengua que los tres oponentes hablaban de manera intercalada. “No puedo escuchar bien. Qué inconveniente. En el suelo ellos no representan amenaza alguna, pero no me puedo dar el lujo de cometer el error de dejar a alguien que me pueda perjudicar vivo”. El canto de los cuerpos moribundos se apagó de poco a poco y más sangre se esparció por el suelo. Yacer dijo en otro idioma:

—Es astuto. Nos mata de uno en uno y, para no usar su poder, reemplaza con inteligencia la falta de fuerza. Sus ojos desesperan por terminar el combate y, como una bestia, él no dejará de moverse mientras tenga fuerzas. No es la primera vez que vemos cómo un no-humano se levanta tantas veces sean necesarias en espera de que nos confiemos y le demos una oportunidad de conectar un golpe de gracia. No somos nuevos en esto. La regla número uno de luchar contra cualquier entidad no humana inteligente es que mientras más dure el enfrentamiento, más propenso estaremos a perder. Pero…

Con la muerte del último soldado que cantaba, sin perder el estado de calma, Yacer agregó con confianza cuando de un solo estirar de su enorme brazo izquierdo cogió por el cuello al pequeño y le levantó del suelo para hacerle desaparecer como la sombra que era.

—Si uno de los otros dos pequeños en el bosque interviene, tendremos nuestra oportunidad. Los rehenes son el punto débil de cualquiera que busca proteger

Con todas las fuerzas que pudo desarrollar, el sujeto que evidenciaba blindajes desgastados y penacho de cabellos rojos movió su brazo derecho en un violento golpe dirigido a arrancarle los ojos al pequeño que le volvió a atacar con otro clon. Yacer, cual si diese un grito de guerra, dijo:

—Mantener la formación. Guardia en alto. Honremos la muerte de nuestros compañeros caídos. ¡Que prevalezca la voz!

Rodaban las cabezas de los enemigos sobre la sangre esparcida en el suelo. Ante las garras del guardia del Paraíso y los ataques de Rey, el último de los heridos y moribundos pereció, quedando tan solo los tres enemigos originales. “Su reserva de cuchillos arrojadizos no puede ser infinita”, pensó Rey. “Por eso aún sostiene su espada. Si no me equivoco, aunque aún la tenga envainada, pude sacarla con rapidez en el combate a corta distancia. Como buen espadachín, se asegura de no tener obstáculos en el camino de su mano opuesta y la empuñadura del instrumento. Como no tengo armadura, soy vulnerable y más ante un arma de doble filo que puede cortar en ambas direcciones. Debo evitar que desenvaine su espada, neutralizar su mano opuesta hará el trabajo. Un ataque al cuello será lo más rápido, no tendrá más opción que sacrificar su extremidad más diestra para cubrirse…

Rey cargó los músculos de su cuerpo con energía y encantamientos de refuerzo para tomar posición en el sitio ideal. En tan solo segundos creó una copia de sí mismo, una que imitó sus movimientos de salto impulsado y atacó usando las cuchillas de muñequera. Abalanzándose de manera rotatoria en un golpe dirigido a la garganta del adversario, el filo de su movimiento logró atravesar ligeramente la armadura que cubría la muñeca de su oponente.

Yacer carente de tiempo suficiente, apenas identificó al original, ignoró la empuñadura de su espada e interpuso su mano en frente de su cuello para defender el punto débil de su armadura. Él quiso soltar la espada que cargaba con su mano opuesta y tomar una daga para apuñalar al pequeño, pero se dio cuenta de que el movimiento de este había sido muy arriesgado. “Algo debe de estar planeando este pequeño demonio”.

En efecto, Rey antes de que su enemigo tomara precauciones, apuntando con su mano puesta a la altura del estómago del contrincante, murmuro lo que era el recitar de un conjuro acortado.

—Marca…

Rey recién terminó de murmurar uno de los hechizos que Heroclades específicamente le había dejado usar (ataque del dragón oscuro), y de la palma de su mano salió disparado un gran rayo negro, el cual en la punta presentaba la forma de la cabeza de un dragón mostrando sus feroces colmillos. La criatura de escamas negras gritaba incendiada en odio. Se veía hambrienta, con dagas en los ojos, varios dientes faltantes y una boca sin lengua que al salir se comportó como todo un violento rayo latente de venganza por su pérdida.

Reconociendo lo insensato que era mantener tan cerca al oponente, Yacer empujó atrás el cuerpo del chico en un intento desesperado de escapar del inminente golpe. No obstante, solo pudo interponer la hoja del espadón aun envainado que cargaba para protegerse. Yacer se encogió cubriéndose el estómago y buscando sostener el extremo opuesto de la espada con su otro brazo. El impacto fue tan grande que le hizo retroceder violentamente, incluso después de haber enterrado la punta de sus pies en el suelo.

La boca entreabierta del dragón interceptó el espadón y, tras varios mordiscos, lo rompió en pedazos para luego chocar contra dos antebrazos recubiertos por blindajes. Por suerte, la cabeza de la criatura con cuerpo de serpiente, encadenada por púas, no era lo suficientemente grande como para asimilar el cuerpo del atacado con su boca abierta; aun así, el impacto fue grande, alcanzando a romper la formación de los tres humanos. Pero los otros dos no se quedaron de brazos cruzados. Mientras que el líder estaba siendo arrastrado, Constan y Frederick se voltearon con la intención de atacar.

White también hizo su movimiento, empleando un intimidante rugido y sus garras con la intención de matar se abalanzó con sus zarpas abiertas. Tenía la intención de aminorar la carga de su compañero; atacó al portador del asta, pues, entendía que era quien representaba más peligros en el momento. Una lanza era el arma con mayor alcance que podía alcanzar a su compañero por la espalda. Sin preocuparse por su retaguardia, Rey regresó al suelo y acto seguido se mantuvo corriendo para evitar los sablazos del otro oponente. Aun así, tan pronto como pudo, el pequeño asistió a su compañero felino contra el sujeto de constitución más sólida que cargaba la lanza.

Yacer, con una sonrisa rota, escupió sangre de su boca:

—Si existe algo que odie más que los no-humanos es sentir dolor. A pesar de ser hechicero, puedes clamar con encartación acortada. Debiste ser entrenado por alguien sorprendente. Entre los humanos, tan solo los ancianos que se crían desde recién nacidos en este mundo de 'llamados' son los únicos capaces de meramente poder cambiar las constituciones elementales de los objetos. Clamar fue un oficio por el cual algunos individuos se ganaron la vida hasta un día en el que ciertos no-humanos hicieron del oficio un estilo de lucha y se abrieron paso entre los dioses —Decidió decir en voz alta, mientras reponía su postura y deshacía su espalda jorobada en forma de V—. Has sido capaz de invocar una versión debilitada de un dragón oscuro con la intención de solo golpearme, pero no de mantenerlo presente. ¿Acaso no eres capaz de controlar tus llamados?

Yacer salió disparado de donde estaba y, con un poco de anticipación, logró rodear al pequeño. Con enérgica furia, Yacer intercaló movimientos bien practicados con su compañero portador del sable. A pesar de que Rey se defendiera con la guardia en alto, el sujeto de penacho de cabellos rojos se apoderó del enfrentamiento con sus puños al descubierto. A Yacer no le importaba lastimarse a sí mismo con el filo de las cuchillas, si era que estas atravesaban entre las uniones sus blindajes.

Rey retrocedía un poco y ajustaba la dirección de sus brazos, sentía como la sangre de su oponente le salpicaba en el rostro. Si el combate seguía de esta manera, no tendría que usar ningún movimiento arriesgado, ya que su oponente moriría por desangramiento. “Resolver una situación complicada con métodos sencillos es mucho más ingenioso que resolverla utilizando métodos complicados”, recordó Rey la filosofía por la cual vivían su maestro y su padre. “Clamar en un combate tan impredecible como este no es eficiente. No sí tengo el riesgo de terminar maldito por mi propio movimiento. Nunca habré de subestimar ni los conocimientos ni la fuerza de mi oponente. Si me hago de un cuchillo, podré matarle a los tres de una vez. Lo único que no me convendría es que un aliado esté en el perímetro de mi siguiente ataque. De ser así, terminaría siendo carne molida…”.

Una y otra vez Yacer golpeó con todas sus fuerzas al pequeño que ciertamente tramaba algo por quedarse tan quieto. Aunque llegó al punto de lastimarse aún más y sangrar por todos lados, bajo ninguna circunstancia dejó que decayeran sus golpes con intenciones de matar. El portador del asta, mientras White mordía la bandera y esquivaba el filo de la punta, valiéndose de una patada giratoria mando al pequeño ligre a volar y tomó una de las dagas de detrás de la espalda de su líder. Constan, apuntando al pequeño pecho del oponente que su jefe estaba arremetiendo, disparo con todas sus fuerzas la daga que hizo brillar los ojos de Rey.

Los cálculos fueron perfectos. Rey no pudo evitar denotar en su rostro que solo tenía que agarrar el cuchillo para ganar el combate. Haciendo los preparativos, avanzó para usar “aura”. Diez sombras serían distracción suficiente, las cuales le darían tiempo suficiente para clamar “el cortar de miles de cuchillos”, el mismo clamado que, junto a su movimiento, había utilizado para deshacerse de los cazadores que habían emboscado a sus hermanos.

Por otro lado, en el bosque, Jhades veía que tan solo quedaban tres oponentes, también que su hermano estaba en un aprieto. Si él decidía escapar y por alguna razón Rey moría, los tres sujetos definitivamente le alcanzarían antes de poder llegar a donde el Gran Mago Sabio. Era más sensato actuar y ayudar a su hermano, quien ya se había ocupado de la mayor parte del trabajo.

Dante estaba cruzado de brazos. No veía a aquellos enemigos como en un principio, no eran tan grandes como para temer, pues su hermano les estaba dando pelea. También pensaba, pero sus pensamientos no eran tan profundos como los del vampiro ahí presente. El lobezno admiraba lo temerario que era Rey, por conocimientos y por su fuerza, pero al mismo tiempo le reprochaba por haberse metido contra oponentes que no podría vencer. Y si no podía vencerlos por sí mismo, ¿por qué no pedía ayuda? Tal vez en ese momento le reconocería como líder. “Claro, si tiene que intervenir el hermano invencible, él estaría sometiendo su posición como líder. Aunque si entro sin invitación, él me deberá agradecer, también así madre se dará cuenta de que no necesito a nadie que me cuide”.

Priovam se mezcló con las sombras y desenvainó una de las dos gigantescas pistolas que había recibido por el Gran Mago Sabio y, desde la lejanía, tan pronto apuntó con sus dos manos, accionó el gatillo y disparó una ráfaga de balas al blanco que había elegido. La pistola estaba en modo automático y, ciertamente, Jhades no se había dado cuenta de este error. Error que garantizo la eficiencia de la primera bala, pero no de las otras que le siguieron.

Viendo la cara victoriosa de su oponente y el cuchillo a medio camino, Constan sintió el tronar de una ráfaga de disparos; acto seguido, vio cómo la daga que había arrojado fue destrozada por un centellar, así como también sintió a varios proyectiles que le pasaron bien cerca. El rostro del nombrado “Leonel” por su jefe, cambió, se volvió oscuro, de alguien optimista que perdía una oportunidad en frente de sus ojos. Con el detonar del séptimo disparo, una de las hombreras de su armadura explotó en mil pedazos, pero pensó que no le importaba, pues, según había dicho Yacer, en el momento en que los otros dos pequeños interviniesen, ellos tendrían la oportunidad.

Rey mantuvo sus ojos bien abiertos. A pesar de haber extendido su mano, no consiguió obtener la daga y canceló su movimiento de “Aura”. Además de los golpes de su oponente, el pequeño también se vio obligado a esquivar los fragmentos metálicos que volaban por el lugar, así como también las balas que su hermano disparaba.

—¡¡¡No interfieran!!! —dijo mientras observó a White quien fue el único que pareció escucharle.

La visión de Rey terminó siendo nublada por un denso humo blanco. Él había aprendido que en un combate no era bueno confiarse, y la nube de humo no le dejó más remedio que esperar a que sus hermanos aprendieran la lección. No podía hacer más que esperar a recuperar la visión o encontrar una oportunidad para poder canalizar correctamente la energía de su núcleo y amplificar las fuerzas de su cuerpo.

Ante las balas, Frederick se interpuso en el medio y, tan pronto esquivó unas cuantas con su espada, desapareció de la vista de Jhades tras la nube de gas creada por una granada que Constan arrojó. El sujeto de penacho de plumas grises se movió con rapidez hasta llegar al bosque y saltar entre los árboles para caer detrás del vampiro que había decidido intervenir.

Jhades pretendió estar confundido cuando vio al sujeto con armadura descender detrás de él, pero él había calculado la situación. El vampiro ya tenía su segunda pistola apuntando desde su espalda y presionó el gatillo en el momento justo que no pudo evitar esconder la sonrisa de su rostro. La ráfaga de disparos trono por el lugar y aunque su oponente lograra moverse lo suficiente como para que el impacto de la bala no fuera letal, Jhades podía asegurar que tenía la pelea ganada. El pequeño vampiro volteó y con sus armas intentó apuntar al enemigo que se alejaba como mismo había venido, con la intención de no desaprovechar las heridas de este y así eliminar la amenaza por completo.

Cuando Frederick estuvo detrás del chico de ojos azules, con su espada levantada, notó la pistola y la sonrisa de su enemigo, lo cual le hizo tomar medidas y moverse tanto como pudo. Tan pronto el detonar de la ráfaga de bala se sintió, uno de los proyectiles creó un pequeño agujero en la parte delantera de los blindajes que le recubrían el hombro; sin embargo, la salida no fue tan limpia. El humano sintió toda una explosión de carne y hueso detrás de su hombro, lo que le obligó a retroceder, pero no sin antes dejar que de la empuñadura de su espada cayera una sustancia viscosa sobre el pequeño. Frederick apenas vio cómo el portador de ojos azules se volteó para intentar dispararle nuevamente, y agregó adolorido:

—¡No tan rápido maldito crío! —Al mismo tiempo que acciono un dispositivo de detonación en la guarda de su espada, haciendo que explotara la sustancia explosiva pegada en la espalda baja de del vampiro.

La explosión fue violenta y más en el cuerpo no tan resistente de un niño. Las prendas de la zona fueron destrozadas, las piernas se separaron del cuerpo, la sangre voló por los aires y los intestinos terminaron regados sobre el suelo. Entre gritos desgarradores, terminó Jhades por el suelo mientras trataba de mover los pies que no tenía.

Dante, ignorando que Jhades fuese el objetivo de ataque de uno de los enemigos, se adentró al claro con su catana desenfundada, apuntando a quien tenía el hombro dañado y luchaba para que su lanza no le fuese arrancada por los tirones que el guardián del Paraíso daba con sus dientes. Constan se dio cuenta del tan obvio ataque de un segundo pequeño que había venido a aprovecharse de su condición. Sin más remedio que el de soltar su lanza, subió la guardia de su brazo aún utilizable para esquivar las torpes estocadas que el pequeño lobo arrojaba. Ni el filo de la catana, ni la fuerza de Dante fueron suficiente para dañar la piel que estaba bajo los blindajes del contrincante. Aun así, apenas el lobezno, con su fantasiosa idea de cortar metal con metal, subió el ritmo de sus estocadas.

Constan valiéndose de la oportunidad, le pegó un fuerte puntapié en el rostro al lobezno, rompiéndole la nariz, algunos dientes y haciendo que retrocediera con los labios destrozados. Descontrolado por el dolor de una nariz partida y la pérdida de varios dientes importantes, Dante continuó con los sablazos, pero al estar cegado por la impotencia de no poder cortar en dos a su enemigo, gran parte de sus movimientos perdieron aún más precisión como mismo había sucedido cuando rompió su primera espada contra una piedra. Aunque le habían explicado los movimientos básicos y la forma correcta de dar estocadas, el lobezno sostenía la catana con una sola mano por la parte inferior de la empuñadura, mientras las estocadas interceptaban al objetivo con el principio del filo que comenzaba justo después de la guarda. Dante siquiera levantaba su arma por encima de su cabeza, o empujaba la parte superior de la empuñadura con la intención de aprovechar el filo arqueado o daba un paso hacia adelante para emplear la energía de su propio cuerpo. Él se valía solamente de su fuerza mediocre, sin nada de técnica o gracia.

Al control del combate, el experimentado soldado se aprovechó del temperamento del pequeño lobo saltando y dejando aún más desconcertado a su oponente. Dante, forzado a oxigenar sus pulmones mediante la boca, se dio cuenta de que el enemigo pretendía golpearle desde el aire. Recuperando la calma, colocó su espada en posición de esquiva y al mismo tiempo le otorgó un segundo propósito a una de sus garras. Con el lado de su espada, Dante bloqueó y esquivó el ataque de su oponente. Acto seguido, utilizando su garra libre, alcanzó a penetrar considerablemente una de las partes descubiertas del blindaje en la pierna de su oponente.

Viendo que fue fácil cortar a su contrincante, incluso estando en desventaja, el lobezno comenzó a reír agregando las siguientes palabras tan características de él:

—Soy invencible, el veneno de mi garra pronto hará efecto —Y dio un paso adelante.

Un sonido hizo que Dante dirigiera su atención al suelo; cuando el lobezno regresó su mirada, Constan era quien estaba riendo de último. Indefenso ante la falta de conocimientos, el explosivo en el suelo detonó en un llameante estallido que envolvió el cuerpo del lobezno. No solo la espada fue arrancada de las pequeñas manos de Dante, sino que la violenta explosión arrancó las prendas, quemó la piel y dejó los músculos e incluso algunos huesos del resistente cuerpo al descubierto. Sumergido en dolor, el pequeño intentaba limpiarse el rostro para poder ver y seguir luchando, pero no pudo. Únicamente cayó en el suelo, casi sin poder respirar o hablar.

Apenas el humo del claro se disipó, Rey seguía esquivando los ataques suicidas de su oponente. Él había escuchado las dos explosiones casi simultáneas, pero no tenía idea de qué se iba a encontrar. De reojo, Rey vio los cuerpos despedazados de sus dos hermanos. “Por como se ven y por lo que escuche, ellos fueron afectados por explosiones. El humo no me dejo ver cómo se efectuaban las detonaciones. Esa debe de ser la carta más fuerte de estos tipos. Si tanto el sujeto con penacho de plumas grises y el de plumas rojas podían hacer una explosión, por qué razón este no ha efectuado su movimiento. Algo no encaja”. Rey se llevó las manos al cuello y encontró un objeto ajeno adherido; tan pronto identificó el inusual evento, intentó arrancarlo. “Lo que me salpicaba era sangre combinada con esta cosa viscosa que se acumulaba en mi cuerpo”.

Yacer, viendo la mirada y los gestos del pequeño, retrocedió. “No debo darle tiempo para que descubra una manera de escapar”, se dijo apurado, mientras que, de dentro de su boca, dejó salir una especie de placa negra que mordió hasta partir en dos.

El fluido que recubría los cabellos, el cuello, el rostro, los brazos, sus prendas y los alrededores de Rey terminó detonado en una explosión. El sonido fue terrorífico y la tierra también se levantó en una pequeña nube de polvo.  Rey terminó arrodillado en el suelo, su rostro todo quemado e irreconocible. Seguía respirando, pero no por su nariz, sino por su cuello abierto. Con la mandíbula desmontada y sin manos, él se negó a caer o perder el balance aun con su guardia en alto.

Yacer, Frederick y Constan caminaron malheridos para reunirse alrededor de los cuerpos moribundos. Los tres se valieron de un cuchillo que escondían entre los compartimentos de sus armaduras. Un arma que, al parecer, era especial porque venía con un extraño envase de líquido amarillo incrustado en la hoja, líquido que comenzó a gotear y bañar el filo con su presencia.

Las palabras de Frederick ante Jhades se dieron a escuchar:

—Es una lástima que no puedas seguir sufriendo en el infierno después de esto… Esta sustancia está diseñada para contrarrestar la inmortalidad de los que son como tú.

—¡No pierdas el maldito tiempo hablando y neutraliza al objetivo, ¡¡ya!! —reclamó Yacer, quien entre las llamas caminaba para acercarse a Rey.

El humano se miraba pálido, falto de aliento por haber perdido tanta sangre. Apenas se paró ante el pequeño arrodillado, vio cómo él mismo le siguió con los ojos que recién había recuperado. Ojos blancos que le petrificaron e hicieron tragar en seco.

—Mi vida no le pertenece a nadie, excepto a mí. Viviré como quiera y en donde quiera vivir, ¡moriré cuando quiera morir! Y he decidido que este no es mi momento, sino que será el tuyo — dijo Rey de rodillas con su mirada, pues con su boca no podía decir nada.

—Conque… ¿Es misericordia matar a alguien para que no sufra? Solo estoy descansando, pero es bueno saber que es lo único de lo que voy a carecer antes de terminar con sus vidas —agregó Dante—. Destrozaré tu cuerpo porque me será divertido destrozarlo… hazte responsable del instinto que despertaste.

—Perdieron la oportunidad de matar. Perdieron la oportunidad de vivir. Ustedes, jueces, que se sentenciaron a sí mismos en el momento que vinieron en busca de sus muertes —dijo Jhades—. Ahora, ¡lucharé porque es mi deseo!

Con el poco tiempo que su oponente le había dejado e ignorando el dolor que sentía su cuerpo, Rey finalizó el improvisado procedimiento de canalización de la energía de su núcleo para reforzar su piel y con esto también transformarse. Ascendiendo al rango avanzado en transformación y regeneración, Rey cambió su forma sin tener que estar encolerizado como su hermano y regeneró la carne faltante sin tener que seguir los procedimientos de Jhades.

Yacer efectuó su estucado de su cuchillo directo a la sien de su objetivo, pero su brazo terminó detenido a medio camino y después partido en dos hasta que se le salieron los huesos por entre los metales.

Rey creció, se agrandó y cambió la constitución de sus músculos, huesos, piel y carne. No era el cuerpo de un licántropo, sino que la bestializaron era otra. Rey pasó de vestir pelajes blancos con rayas a tener la piel y el tamaño de un guardián del Paraíso adulto.

Lo primero que hizo el ya no tan pequeño al concluir con su transformación fue dar un imponente rugido con ferocidad sobre el rostro de Yacer, quien estaba gritando por la fractura de su brazo derecho.

White reconoció el cuerpo que estaba viendo, era el cuerpo de su padre modificado con rasgos humanos. Un cuerpo que le traía no muy buenos recuerdos y mucho sufrimiento.

Constan por el rugir de una bestia volteó su rostro en dirección al gran felino que comenzaba a erguirse en dos patas y vio cómo esta bestia, con su boca abierta, mordió y arrancó el casco de su líder para, acto seguido, proyectar un gancho al estómago del mismo y lanzarle a volar por los cielos.

Rey se quedó con el miembro de su oponente. Al abrir su garra, le dejó caer en el suelo y procedió a levantar su rostro.

—¡Maldito seas! —gritó Constan con todas sus fuerzas.

Dante, con las fuerzas que le restaban y tras haber recuperado parte de su visión, aprovechó el descuido de su enemigo y, encolerizado de dolor, transformó su mano derecha. De un zarpazo, el licántropo atravesó con su garra transformada, más allá del codo, entre las piernas de su enemigo.

Regresando su mirada al chico, Constan escupió sangre a través del casco que le cubría el rostro. Intentó atacar con su daga envenenada, pero no pudo. Sus pulmones no hacían más que intentar respirar mientras que sus piernas temblaban. “Un descuido mortal”, se dijo con pena.

Jhades, recuperando en gran parte el control de sus emociones, hizo del lugar una esfera de oscuridad que atrapó el cuerpo de su oponente. La parte superior del vampiro apareció detrás de Frederick mordiéndole por el cuello mientras lo apuñala por la espalda con los cuchillos que estaban fundidos en las puntas de sus pistolas, sin mencionar que también apretó el gatillo y disparó varias veces, absorbiendo sangre en el mismo momento en que descargaba numerosas ráfagas de tiros por el corazón de su oponente para asegurarse que el mismo no se sacudiese.

Frederick sentía cómo con cada disparo las pistolas inclinaban su ángulo, haciendo mucho más letales los balazos, sin contar que las balas que le atravesaron el pecho también le cortaron el otro brazo por el nivel de la muñeca. Sin más remedio que ver cómo su mano caía al suelo, el soldado no pudo hacer más que dejar su cuerpo caer.

Rey, aun en el suelo, viendo que sus hermanos se estaban valiendo por sí mismos, escupió el casco que tenía en la boca y saltó con una potencia increíble. Tenía la intención de subir a los cielos más rápido que su oponente. Ante los gigantes y colosos, el pequeño transformado solo veía a un objetivo, su enemigo. Aunque Yacer intentó ponerse de espalda, no se dio cuenta de que Rey estaba esperándolo.

El joven de ojos blancos envolvió su puño de flamas negras y anuncio

Marca de los mil lobos negros

Los dos cuerpos chocaron entre sí, pero solo el potente golpe por parte del chico revirtió el curso de subida que aún experimentaba Yacer.

El descenso brusco del cuerpo humano recubierto por blindajes rompió la barrera del sonido. El aire desmanteló todos y cada uno de los trozos de la ya quebrada armadura con las siglas [OEM]. Abrazado por el dolor que provocaron las llamas de la violenta fricción del aire, el sujeto fue llevado de manera inminente contra otro impacto que prometía ser menos severo que los dos anteriores.

El suelo, recibidor del cuerpo, ya sin recubrimientos, se abrió paso y hundió, formando todo un cráter de dos kilómetros de radio. Se desencadenó una ola de viento tan violenta que mandó a volar los árboles que se encontraban a menos de diez kilómetros y todos los que sobrepasaban hasta los treinta fueron derrumbados por el terremoto que continuó a toda la serie de eventos.

En comparación, las ondas expansivas que provocaron los mayores eran cien veces más violentas. Aunque Dante y Jhades sufrieron el violento evento, siquiera no se movieron del lugar gracias a que sus cuerpos estaban bien soldados contra el suelo, junto a sus oponentes que no se movieron del sitio. En un efecto remolino, los troncos que una vez fueron expulsados regresaron al lugar producto de las demás corrientes de energía que venían de los alrededores.

Aturdido, sobre el suelo, Yacer abrió sus ojos y vio que la bestia aún caía al mismo tiempo que se posicionó para golpear con su mano cerrada a gran velocidad y poder destructivo. Tan rápido como pudo reaccionar, aquel hombre intentó levantarse, pero ¿cómo alguien que no tenía ningún hueso sano en su cuerpo, el cerebro destrozado y que sangraba por los ojos, nariz, boca y oídos podría moverse? “A fin de cuentas… ¿de qué me preocupo tanto?”  —se dijo a sí mismo. “Haberle tocado fue suficiente… En definitiva, soy humano después de todo. La raza más débil… Debí haber corrido cuando tuve la oportunidad”.

Rey a pocos metros antes de caer sobre su oponente inmóvil en el suelo, con su poder al máximo, sintió que se le acababa el tiempo y, como consecuencia de su movimiento improvisado, perdió el conocimiento. La energía que tenía en las manos se hizo inestable, pero inconscientemente lo expulsó adelante para no sufrir efectos secundarios. El gran rayo cayó en el suelo, justo al lado de su objetivo, desintegrando el brazo de este y dejando otro enorme agujero en la tierra.

“¡¡¡No!!! Sería una injusticia dejar de hacer todo lo que puedo para asegurarle un buen futuro a las generaciones que están por venir, yo soy la voz de todos los humanos, por ende, no puedo morir, ni ser olvidado”, pensó Yacer apenas volvió a abrir los ojos. Estaba decepcionado por no haber muerto y tener la obligación de continuar, agregando así en voz alta:

—¡Humanos, han visto cómo era el infierno! El sacrificio de mis soldados no será en vano. Aunque no queda odio en mi interior, yo, Yacer De-Mars junto a Frederick De-Fobos y Constan De-Deimos, bajo las órdenes de Árjos Rojo De-Mars y todos los parecidos en combate, hicimos a un dios sangrar y dimos nuestra voz. Que los predecesores de la humanidad no pierdan el coraje y sigan adelante.

Controlando y poniendo a funcionar la energía que fluía por su cuerpo, parte robótico, aquel hombre fue capaz de sustituir las funciones de su esqueleto y torrente sanguíneo tan solo con su mente. Respirar porque así se lo ordenaba, recuperarse porque así se lo ordenaba, moverse porque así se lo ordenaba, hablar porque así se lo ordenaba.

—Maldito seas, tú, que te hiciste llamar juez alguna vez. Dile “hola” a quienes condenas como señor. Este es mi último intento, mi grito final…

Rey, aún inconsciente, cayó en el suelo como una piedra.

Frederick dijo después de perder el brillo en sus ojos:

—Vampiro al final… tal acto deshonroso y carente de moral solo puede ser ejecutado por los de tu especie. No importa. Mantente cerca de mí… todo lo cerca que puedas… yo tampoco tengo honor en el combate y nunca vine con la esperanza de quedarme.

Jhades lanzó una pregunta, preocupado, tan preocupado como asombrado estaba de ver a alguien cuyo corazón no latía seguir hablando:

—¿Acaso eres humano del todo?

No tenía más remedio que terminar de regenerar sus extremidades ausentes para poder escapar. La sonrisa que se iluminaba en el rostro de Frederick respondió la pregunta que el vampiro había hecho, lo cual hizo que el mismo retrocediera tan rápido como podía.

Dante retiró su brazo del cuerpo de su oponente y vio algo que le era familiar ver cuando estaba con su maestro, circuitos y cables. Cerciorado de lo que sucedería, pudo darse cuenta que parte de la sangre de aquel sujeto no olía a nada, y agregó:

—Soy invencible. Apuestas como estas son divertidas de vez en cuando. Sea Rey quien muera primero, sea yo, sea Jhades, sean ustedes… todo será lo mismo. Solo estaríamos adelantando lo inevitable. Como dice mi maestro: “Evita preocuparte más de la cuenta y te garantizo que sufrirás menos”

El lobezno de ojos rojos, antes de darle la espalda a la situación, tomó su catana y corrió con todas sus fuerzas dejando atrás al hermano sin apellido tirado en el suelo.

Yacer, enrojecido y con ojos amarillos, se arrastró hasta acercarse más el pequeño que regresaba su cuerpo a la normalidad. Valiéndose de la mano que le quedaba, tomó al pequeño por los pelos y dijo:

—No sea que puedas usar tu barrera defensiva en último instante, no tienes escapatoria…

De entre los arbustos, con un potente rugido y la violencia de una tempestad, White salió y arrancó el brazo restante del sujeto con una sacudida de cabeza. Tan fuerte como pudo, el felino tomó el cuerpo de su compañero para correr en dirección opuesta y pasarle de lado a los otros dos pequeños guardianes del Paraíso que habían permanecido ocultos hasta el momento.

La carne de los tres cuerpos encendidos en amarillo dejó de existir y la energía estalló violentamente. La explosión de luz se combinó con la tierra, el viento y los pocos árboles restantes del lugar hasta que chocaron contra el hielo negro de Katherine o inundó gran parte del centro de la única área que guardaba vegetación. El ruido, como un trueno, abarcó el Heaven completo. Las ondas expansivas con su calor quemaron el resto de la vegetación, mientras que el humo, polvo y calor restantes prometían matar con su veneno y toxicidad.

Por más rápido que corrieron, los seis pequeños terminaron envueltos en la caótica experiencia. Tanto Dante, Rey, White y los otros dos ligres perdieron el control de sus pies al ser empujados violentamente hacia adelante. Valiéndose de maniobras evasivas, los cinco evitaron estrellarse contra los objetos más grandes, mientras que los fragmentos más pequeños de piedras y madera los golpeaban por la espalda, se les enterraban en la carne e incluso llegaban a atravesarles.

La luz hizo que Jhades no tuviera sombras en las cuales esconderse. De entre los presentes, aunque no fue alcanzado por ningún objeto, el vampiro resultó siendo el más afectado por la luz que le quemaba la carne y derretía los ojos. La onda expansiva hizo que los oídos de ellos se reventaran y que todos tosieran sangre.

Los llantos de White despertaron a Rey, quien aún atontado, volaba y se golpeaba contra lo que le rodeaba. Sin poder escuchar nada o ver algo, el pequeño extendió su brazo y tan pronto sintió el pelaje suave de su fiel compañera, hizo que su núcleo se expandiera tanto como le fuese posible. Encerrándose a sí mismo y a todo en el lugar, incluyendo a sus hermanos y los otros dos ligres. El pequeño sin apellido se propuso resistir lo más que pudiera. La esfera se cuarteó por varios lados, las grietas fueron más grandes y la barrera casi que llegó a quebrarse por completo. La energía de la explosión pasó y el evento llegó a su conclusión.

Desde el medio del campo de batalla, sobre el punto más alto del sitio y en donde estaba el Gran Mago Sabio, se encontraba el Coloso de Oscuridad y Sangre luchando contra los enemigos que parecían nunca acabar. Aunque luchaba con ferocidad y destreza, ella creó una tercera mano que apuntó en dirección a donde se dio explosión y estaban sus pequeños.

En medio del campo de batalla, Rey era el único que respiraba y se podía mover, pero no le faltaba mucho para morir por el veneno radioactivo que le devoraba por dentro. En cambio, bajo la lluvia negra, Dante y Jhades yacían muertos. Era bueno que Rey no pudiera ver, pues la muerte no era linda cuando los órganos internos de tus hermanos estaban esparcidos por el suelo. Los cuerpos destrozados, las extremidades ausentes, rostros irreconocibles, carne, hueso y sangre se combinaban con las rocas a la intemperie.

La ignorancia de Rey no duró mucho, pues de pronto, junto a un violento vómito de sangre, su visión regresó. A pesar de estar quemado por todos lados y no poder usar la regeneración de su cuerpo, se sintió mejor y también vio cómo sus dos hermanos regresaban a como eran antes.

Volteando el rostro, Rey vio a su madre, era ella quien le devolvía a la vida y sanaba las heridas. Ella estaba usando un control elemental perdido, control que tenía ciertos límites y entre esos límites no estaban los tres guardianes del Paraíso. “Conque mis hermanos pasaron el proceso de iniciación… falto yo. Tal vez si hubiese muerto, pudiera alegrarme de esta situación y de todas las otras”, pensó Rey. “Esto es a lo que llaman radiación… Estoy envenenado. Con el tiempo, sin tratamiento o ayuda externa, tal vez moriré. No creo que pueda ser peor”, se dijo. Rey abrió los ojos, ya no veía tan nublado como antes y entre sus manos pudo identificar algo. Lágrimas de entre los ojos enfurecidos, era un torrente de agua que parecía no parar. “No, no, no… no puedes hacerme esto”.

Maryam recogió su mano y siguió luchando, pero estaba preocupada y no podía ocultarlo. Lo que más temía sucedió y, a pesar de estar tan lejos, pudo escuchar por primera vez el llanto desesperado de ese que no había llorado al nacer. La preocupación de una madre que sentía el dolor de uno de sus hijos, casi que no tenía límites, y las otras dos crías estaban a punto de despertar. “¿Cómo reaccionarían si se enteraban de que sus juguetes también estaban rotos?”, se preguntó. “Tal vez, no tan mal como lo está haciendo Rey. Ellos murieron y regresaron a la vida… aprendieron lo que es descansar en paz. Aun así, la pérdida es algo difícil de soportar a cualquier edad”.

El Gran Mago Sabio, quien por el cielo se paseaba con las manos en la espalda, hizo una parada al lado de la vampira y le habló a la adolorida madre que apretaba las manos contra su pecho y dejaba que las lágrimas cayeran en el suelo.

—No tienes por qué hacer espacio para la preocupación en tu mente. Esa es la vida que les ha tocado y tienen las armas necesarias para defenderla y poder vivirla… Entiendo que no puedes hacer nada por los guardianes, pero tal vez yo sí pueda.

Maryam, haciendo que el coloso sacará dientes y lengua para devorar a sus oponentes, agregó:

—¡Preocupación! Palabra tan relacionada con responsabilidad… ¿No es así? —preguntó desmembrando al oponente—. ¡Aaaah! Tantas veces madre y aún no aprendo a dejar estos sentimientos. Siempre me arrepiento cuando los escucho llorar… Se me aprieta el pecho y me tuerce la sangre.

Cambiando sus palabras con un tono más severo y de regaño, dijo:

—Son solo juguetes rotos. Aprendan la lección…

Regresando a su entonación afligida:

—Quisiera decirles. Pero este remordimiento que siento por haber dejado libres mis caprichos, por el futuro al que he traído a mis hijos, por la vida que les di, por haberlos obligado a vivir una lucha que simplemente no pidieron, no me permite ser tan dura

Dirigiéndose al anciano que pacientemente esperaba:

—Gran Mago Sabio, te pido de favor que los ayudes.

Tras asentir con su cabeza, el anciano con las manos cruzadas detrás de la espalda descendió caminando en dirección a los pequeños.

La vampira se guardó las siguientes palabras, mientras recordaba el pasado:

“Este remordimiento que siento a pesar de haber vivido tanto tiempo…”. Maryam se sentía culpable. “Un vínculo no es la solución para escapar de costumbres y tentaciones prohibidas. Una amistad no corregiría el vínculo dañado. Una relación no arreglaría nuestra amistad. Un matrimonio no iba a reparar nuestra relación y un niño no salvaría nuestro matrimonio, mucho menos tres…  ¡Lo sabía! ¡Siempre lo supe y, aun así, lo hice porque era mi oportunidad!”.

Ella también lloraba en el interior del gigante mientras recordaba a esa otra vampiresa que había conquistado el corazón de Wulfgang. “Espero, hija mía, que me puedas perdonar. Que puedas perdonar a esta madre que se quedó para sí misma tu tesoro más preciado”. Cortando con su espada a tantos enemigos como pudo, ella continuó hablando consigo misma mirando a su marido. “Este matrimonio fue el precio de mi libertad. ¡Oh! Otra palabra comprometedora, ¿no es así, Wulfgang? Yo que siempre añore ser libre, soy la mayor hipócrita de esta historia”.

Tras golpearse los cachetes con sus manos abiertas, ella cambió la mirada, se secó las lágrimas e infló su pecho; continuó hablando como quien se recordaba algo importante: “¡Maryam! No existe valor en las emociones; el amor, la confianza, la felicidad y la amistad son solo herramientas útiles para usar y manipular. No tengo permitido el arrepentimiento. Ellos tampoco pueden señalar mis errores, no ahora que son el tipo de arma necesaria para poder sobrevivir en un mundo que celebraría sus muertes, un mundo en el que, si es necesario, deberán matar a las personas que más quieren antes de que estas los maten. Ahora que conocieron lo que es morir, la alteración, la conmoción, la inquietud, la exaltación, el desasosiego, el temor… ahora que pasaron por la iniciación, que se preparen esos que osen interponerse en el camino de mis hijos. Espero que los humanos escojan a un dios que piensen que es el más justo si quieren librar la guerra”.

Los tres pequeños se levantaron. Jhades y Dante, contentos de haber sobrevivido, ignoraban el hecho de que habían muerto por unos segundos. Más que ignorar, habían aprendido que la muerte no era nada especial para ellos. Morir era simplemente descansar en paz. En una vida donde el dolor se traduce en sufrimiento, la muerte les había representado ausencia de dolor, así que también les resultó en la ausencia de sufrimiento. Rey, por otro lado, con respiraciones entrecortadas a causa del llanto, estaba abrazando contra su pecho algo un tanto carnoso, cubierto por hollín y cenizas, lo que suponía ser un pelaje. Ese que nunca tuvo la oportunidad de dejar la vida, no comprendió lo que sus hermanos. Tal vez por esa misma razón se sintió tan culpable por lo que estaba sucediendo.

Mientras más los ojos blancos veían, más la mente ignoraba todo lo que estaba en los alrededores y se sumergía en un abismo de oscuridad. En el interior de Rey, un solitario espejo reflejaba el estado de ánimo del chico, uno neutral; ojos abiertos, observadores de todo lo que sucedía. El caer de este delicado objeto reflejante en donde no había suelo acuñó la permanencia de los daños que se estaban causando. Otro ruidoso sonido de cristal quebrado se dio lugar, otro y otro más. Uno por cada nuevo sentimiento que podía existir en la personalidad de alguien emocionalmente inestable. Negativas en colores se volvieron la imagen que reflejaba al pequeño, imágenes que ya no reflejaban un mismo rostro. Dentro de todos y cada uno de los cientos de piezas, ahora se proyectaba un reflejo propio e independiente de las demás. Tantas piezas como expresiones pudieran hacer un rostro. Expresiones manipuladas por emociones que se convirtieron en cadenas que momentáneamente clamaron como prisionero al cuerpo y voluntad de Rey, quien se negaba a dejar ir.

Una de las dos bolas flotantes apareció en el interior de Rey; también sonó en el eco de tantos cristales para preguntar:

—¿Cómo reaccionar?

Era Melody. Ella, al oído del joven, susurraba un silbido con la intención de calmar mientras sostenía algunas piezas de espejos rotos.

—Esto es tan solo la primera experiencia de otras tantas muchas —dijo alguien, de voz masculina, mientras se volteaba y le daba la espalda al asunto.

La otra bola flotante se hizo aparecer y también arrojó una pregunta:

—¿Cómo poder demostrar que te importa?

— Era Memory, quien hacía flotar los recuerdos de un pasado.

Regresando a la realidad del exterior producto a la conmoción del combate entre colosos y gigantes, Rey no pudo controlar que sus manos le temblaran. Aun, en estado de shock, la respiración se aceleró al mismo paso que la negación desterraba a la incredulidad que terminó estrangulada por los dientes del joven que rechinaron por la presión. La confusión se marchó y en su paso saludó literalmente al enojo y la indignación, siendo los que se manifestaron en aquel pequeño rostro. Rey, roto en llantos, dijo:

—¿Por qué? Este era mi combate, era mío. Te dije que no interfirieras… ¿¡Por qué!?

Dante, sin la usual energía en su comportamiento, con los ojos invadidos de lágrimas, apoyó su mano en el hombro de Rey. El lobezno actuaba como quien había dejado ir a su compañero, pues dejar de vivir era bueno en cierto sentido. El lobo, arrepentido, admitió que había estado equivocado, que no era divertido apostar en situaciones que no estaban bajo el control de nadie. También se disculpó por haberse marchado sin mirar atrás y agregó cínicamente que debían de continuar su escapatoria. Por más que habló y por más que trató de ser empático, Dante se cansó y dijo en un grito:

—¡Basta…! —Al mismo tiempo que expulsó todo el aire que restaba en sus pulmones—. Padre dijo que no está bien llorar por algo que sirvió a su propósito… te hace ver menos invencible.

Rey, lleno de rabia, sin importar lo que su hermano pudiera pensar de él, le quitó la mano de su hombro y apenas se levantó con intenciones agresivas, habló como quien intentaba conservar la calma:

—¿Algo? ¿Invencible? ¡¿Acaso tienes idea de lo que estás hablando?!

Con el puño cerrado, Rey golpeó a su hermano en la cara, para continuar:

—Piensa antes de hablar te dije ya Dante, para que tus buenas intenciones no terminan causando males mayores. Si me ves llorando es porque perdí a alguien de valor, no “algo”.

Rey tenía razón. En el fondo de su corazón, Dante entendía que irle a la contraria a su hermano no valdría de nada, y si él estaba llorando, por qué se habría de contener. Con esto, lágrimas de dolor abandonaban los ojos rojos que habían dejado de preocuparse de mantener algún tipo de apariencia. Mirando a un lado, estaba el cuerpo muerto de su acompañante, ese pequeño gatito peludo que siempre estaba feliz de verle y acompañaba a todos lados tratando de ser tan fuerte como él, ingenuo e inocente que, a pesar de todos sus defectos, le admiraba. El rostro destrozado por el llanto estaba reflejando ante el portador de los ojos blancos la manera en la que el pequeño lobo manifestaba lo que sentía en su interior.

Por el contrario, indicadores de la tristeza que estaba sufriendo, la serie de mecanismos expresivos dentro del vampiro dejaron surgir una desafinada risa irónica. Para alguien de naturaleza egoísta, le era normal sufrir con el bienestar de otros, más si este bienestar era la muerte misma. El ruido ofensivo por parte del vampiro hizo que los dos hermanos voltearan sus rostros. Jhades no era diferente, entre sus manos abrazaba con fuerza la parte restante del cuerpo de su acompañante, el cual también estaba muerto aplastado entre dos piedras.

Melody al oído de Rey, susurró las siguientes palabras:

—Llanto y risa… conductas expresivas funcionando a modo de catarsis. Todos están en la misma situación, no saben cómo actuar, de qué manera hacer entenderle al mundo que en verdad la situación les importa y que no quieren aceptar la muerte de un allegado. Liberarte en llantos si es necesario para que te deshagas de eso que pesa tanto en tu interior, lo que altera tu equilibrio mental

Otra voz, totalmente diferente, agregó:

—Ten mucho cuidado con lo que sientes en el interior. Es lo que te hace imperfecto y, en muchos casos, lo que te llevará a tomar decisiones equivocadas.

Dante, rindiéndose a ponerse de pie, dijo:

—Si no vamos a escapar, ¿qué vamos a hacer?

De momento, ante la pregunta del lobezno, alguien más comenzó a reírse a carcajadas. No muy a gusto, los tres pequeños prestaron un poco más de atención a su alrededor hasta que lograron identificar de dónde provenía. Yacer aún estaba vivo. Tumbado en el medio del cráter, sin piel, carne o huesos, solo, quedaba un cráneo metálico de un ojo mecánico.

El pequeño vampiro cambió su manera de actuar al darse cuenta de que uno de los causantes del dolor que sentía aún se encontraba con vida. Por primera vez para Jhades, la existencia de una persona estaba provocando por sí misma el rechazo que se creaba en su interior. El sentimiento negativo no solo plagaba el interior del vampiro, sino que también contaminó como un enjambre al pequeño lobo y al hijo no deseado. Antipatía, aversión, rencor, aborrecimiento, desprecio, rabia era todo lo que el odio estaba haciendo sentir a aquellos jóvenes por la vida del que en el momento se estaba riendo. Jhades asumió la apariencia de la bestia que dormía en su interior y se lanzó sin piedad en dirección a Yacer, apenas estuvo justo en frente de este, le apuntó con la pistola en la cabeza y le dijo:

—Maldito, no sabes cuánto voy a disfrutar de esto…

Una tras otra fueron las balas que salieron de la boca de la pistola humeante. Uno tras otro, los disparos que, sin importar en qué parte de aquel cráneo dieran, no apagaban la tan irritante carcajada. Yacer, sin expresiones faciales que poder hacer, dijo:

—¿Maldito yo? Sí, bendecido a morir estoy. Malditos ustedes, condenados a vivir y sentir el veneno más poderoso de la humanidad… mi voz se sigue haciendo, sin claudicar o morir —dijo incluso después de que el cráneo fuera destruido parcialmente.

Lo que hablaba era una especie de bocina cuadrada, por esa razón la voz se escuchaba tan distorsionada. Jhades se quedó sin balas, pero siguió viendo cómo el extraño ojo espeluznante se movía y le enfocaba con su pequeño lente. El vampiro quería pisar con su talón al pedazo de hueso hasta hacerle polvo, pero antes de continuar, algo lo detuvo.

Dentro del cielo que aún se miraba negro, pero que se comportaba como si la invasión estuviera llegando al final, las palabras pronunciadas por el Gran Mago Sabio se escucharon por el lugar:

—Misionero de mil almas.

El anciano que caminaba por el aire sin preocupación alguna, con su clamado hizo que apareciera el trono de piedra de zafiro negro. Sobre el trono sentado estaba la figura de un cadáver putrefacto, uno que bien se podía ver había sido una mujer bella, graciosa y elegante. De prendas y carnes quemadas, fría y sin vida, la criatura pareció respirar hondo para levantarse. Esparciendo sombras por donde andaba, la aterrorizante presencia tiro de la cadena que bordeaba su cintura, cadena que sostenía un sin número de seres sin colores sólidos, ni esencia de vida o indicios de materia.

¡Ching!, ching. ¡Shuiiiing!, shuiiiing. ¡Trink!, trink. Las cadenas se movían.

—¡Aaaah!, a trabajar… —dijo la criatura entre susurros de ojos rojizos—. ¡Aaaah!, arrebatar alivio y traer dolor.

El cuello de la criatura se volteó ciento ochenta grados, el sonido de los huesos desmontados se hizo lugar y, por último… la mirada indescifrable de aquel ser provocador de dolor se enfocó en los tres pequeños.