Stagnation

Chapter 10
Luchar o escapar


Tras recuperar la conciencia por unos segundos, Rey pudo darse cuenta que estaba dentro de lo que parecía un ataúd de cristal, amarrado de brazos y piernas, como si fuera una momia, con un bozal sobre su boca y una venda que le cubría los ojos parcialmente, ya que las vendas no le cubrían la visión del todo, pudo ver que estaba siendo transportado sobre un extraño vehículo de carga con ruedas, junto a sus hermanos, además de Román, Lía, Marín y la muchacha de cabellos rosados, quienes estaban en las mismas condiciones. 

  «¡¿Román?! No me hagas reír…” pensó Rey para sí mismo, mientras chequeaba constantemente sus chacras y tomaba alguna conclusión en su cabeza. «Dante no huele a sangre humana… ni siquiera tuvo oportunidad de luchar. En cambio, Jhades huele a haber estado jugando mucho con su comida. Esa chica de cabellos rosados debe ser la razón, si no me equivoco. Lo calculaste todo perfectamente, debo darte crédito. Me queda la intriga que ahora pretendas ser un prisionero, después de todo, ¿Esto es parte de tu plan? ¿Eres un doble espía? Tiene sentido, aunque la conclusión de este escenario no está del todo tomada. 

    —¡¡¡Objetivo despierto!!! —advirtió a gritos uno de los soldados—. ¡¡¡Código rojo!!! Repito, ¡¡¡código rojo!!!

  Asustados, los presentes retrocedieron por arte de puro reflejo. Los responsables de lidiar con el código rojo tomaron en sus manos el control de la máquina que administraba sedante y mirando entre las opciones, dieron un empujón directo de la cantidad determinada que se debía de dar en determinada ocasión. 

    —La misión consiste en capturarlo vivo. Una segunda dosis como esa posiblemente lo mate, —agregó otro de los presentes.  

   El sonido de una bala inundó el lugar. 

 —No quiero a nadie preocupándose ni mostrando simpatía a una bestia como esa. —aseveró, entre dientes, el subyugador—. Ya lo dije y no lo pienso repetir. Seas un esclavo o vivas como el mismísimo Gilgamesh, siempre y cuando seas humano, tu final será el mismo. Sufrirás por la eternidad en el infierno. ¡No necesitamos que la poca vida que nos tienen permitida sea otro infierno!  

Luego de escuchar las palabras del sujeto, Rey sintió que no podía seguir manteniendo la consciencia de su mente y cayó nuevamente en lo que era un sueño.

  Sin hacer mucha conmoción, feliz de recuperar la sensación que había perdido en sus extremidades inferiores, Rey abrió los ojos y se encontró con el techo de una antigua celda. Tenía a sus hermanos, Román, Lía y a otros tres individuos a su alrededor. Se incorporó para ser recibido por el caluroso abrazo de la doctora quien estaba preocupada y se notaba desconsolada por todo el tiempo que él se había mantenido dormido. Con cariño, él le devolvió el abrazo a la chica a la que había prometido hacer caso y proteger sin importar qué.

  —No sabes cuánto me tuve que controlar para no despertarte a patadas —dijo Dante, con un tono desafiante, que era una forma de hablar que le encantaba usar cada vez que quería engrandecer su presencia para ser aceptado por alguien que le miraba.

  Con tan solo un vistazo y el comportamiento de su hermano licántropo, Rey pudo inferir que la chica de cabellos negros, pegada al cuerpo de Dante, había conseguido conquistarlo. No obstante, el caso de Jhades no era tan obvio, pues le estaba quitando la ropa a la chica que le acompañaba para cubrir el suelo en el que se sentaba, mientras ella permanecía desnuda y trataba de cubrirse con las manos, al tiempo que se pegaba lo más que podía el vampiro, sin tocarle. 

   —Mis felicitaciones —dijo Rey de manera irónica, mirando a Román. 

    —¿De qué hablas? —preguntó Dante sin tener idea. 

    —Debo admitir que bajé la guardia y pasé por alto la posibilidad que mis movimientos estuvieran siendo controlados, pero ¿él? —respondió Jhades, con amargura en sus palabras, mientras entendía la ironía de su hermano híbrido hacia el sujeto anciano. 

   —¿Controlado? —preguntó Marín, ofendida porque pusieran en tela de juicio a su tutor.

  —Él puede contestar esa pregunta —dijo Rey, con confidencia en sus palabras, enfocado en observar al sujeto entrado en años. 

   —Yo no le llamaría “controlado”, fue más bien una trampa. Mi estrategia consistió en hacerles menos salvajes y emparejarlos, con la intención del mejoramiento constructivo de los individuos por los cuales soy responsable. Que estemos aquí fue algo que no planifique qué sucedería tan rápido.

     —En otras palabras, hacerles civilizados y más vulnerables, —respondió Lía, ofendida por haber sido usada y que Rey estuviera en semejantes condiciones por culpa de ella.

   Daniela bajó la cabeza en señal de aceptar la situación, mientras que Marín trató de argumentar a favor de Román, pero no pudo encontrar nada que decir. 

   —Si nos hubieran separado, —dijo Jhades mirando a Dante, con tal de hacerle entender—. Este lugar estaría viniéndose abajo, sin embargo, no podemos correr el riesgo de hacer cosas sin pensar, debido a que quienes nos acompañan sufrirán las consecuencias y no nosotros.

  Jhades hablaba como si se estuviera incluyendo en el grupo de individuos ‘normales’, cuando evidentemente, las expresiones de su lenguaje corporal decían que no estaba atado en lo absoluto a la chica que tenía al lado. Era solo que el vampiro no estaba dispuesto a hacer más de lo que le correspondía.

  —Exactamente —afirmó Rey y estuvo de acuerdo con las palabras de su hermano de ojos azules—. Ahora, Heliúk, podrías dejar de esconder el rostro y decirnos lo que sabes.        

  Los presentes voltearon las miradas en dirección al otro lado de la celda. Exceptuando a Dante, quien se preguntaba por qué razón Rey no atacaba a Román, si era un traidor.    

  De la oscuridad, una voz se hizo escuchar, era el tercer individuo: 

  —Estamos en grupo también, porque es uno de los requisitos para poder combatir contra otros grupos… en la arena del coliseo.

  Tumbado en el suelo, se encontraba un cuerpo lleno de lamentos y angustias, aunque tenía las piernas rústicamente estabilizadas con vendas y alguna que otra tablilla de madera. El ex subyugador no tuvo el valor de seguir las palabras de Rey. Cojeando y aguantando el dolor, dejó de esconder su rostro e incluso se acercó a donde estaba la tenue luz para ser visto por los demás miembros, que hasta el momento, le habían dejado tranquilo.

   Los hermanos, la vampira y la lobezna manifestaron en sus rostros una legítima expresión de asco ante la presencia del sujeto, al que recordaban por haber causado un alboroto.  

   —¡¿Heliúk?! —preguntó Lía, sin poder creer lo que veía. —Pero ¿cómo?

  Rey regresó su mirada a Heliúk.

   — Es difícil creer que un subyugador, terminaría pudriéndose en estas celdas, junto a personas a las que tuvo la oportunidad de abusar —dijo el sujeto, que había sido despojado de las prendas extravagantes que acostumbraba a usar—. Es lo que me merezco y ahora que no tengo nada, qué irónico es ¿verdad? 

  Jhades y Dante intercambiaron miradas. Ellos sentían desconfianza y no entendían qué propósito podría tener un humano en el interior de una celda abarrotada por quienes no eran de esa especie. 

  —No creo que debamos confiar en él —dijo Dante, mientras retiraba su mirada de Román—. ¿Ya lo notaste? Carga consigo el frío y distinguible olor de un metal afilado por los humanos.  

  Heliúk reaccionó ante el comentario, aunque las palabras dichas por el licántropo fueron en sentido figurado, pudo entender que había detectado con su olfato el arma que tenía consigo, así que, por mera necesidad de sobrevivir, arrojó unas cuantas palabras desesperadas al aire:   

  —Si fuera así, pudiese haber aprovechado mientras aún estaban dormidos.

 —No seas impertinente, pequeño e insignificante “humano” —dijo Dante entre dientes—. Vas a negar que la duda de si despertaríamos o moriríamos por una puñalada, no te carcomía vivo.

   Heliúk confirmó las acusaciones del licántropo, sacó el valor necesario para poder hablar y que su voz temblara lo menos posible y continuó:  

—Así como me devoraba la incertidumbre de no saber si ustedes podrían devorarme vivo, cuando despertaran, como bestias hambrientas que son. 

   Rey pudo sentir un olor distintivo, de pánico e inseguridad, por parte del cuerpo se levantaba con las piernas quebradas. Claro, a sus dos hermanos no les vendría mal comer carne y beber sangre humana, ya que con esto también aceleraría el proceso de recuperación, activado por el gas venenoso. Con el fin de prevenir un derramamiento de sangre injustificado, el joven híbrido decidió intervenir con voz calmada y junto a sus temerosos ojos afilados, anunció:  

   —Entiendo que como “ser” que eres, no puedas cambiar tu naturaleza o tu pasado, pero si puedes modificar la manera en la que actúas, según las circunstancias. Reconozco que en esta situación, el sentimiento de no morir, te está forzando a tomar la decisión que creas correcta. Aun así, independientemente de si Lía te perdonara algún día, mi confianza es algo que se gana y no creo que la de mis hermanos sea diferente. En cada momento que tengas que tomar alguna decisión, pacientemente te estaré acechando desde la oscuridad, esperando a que te equivoques… en ese momento, pagarás el precio con tu vida, pues para ti no existirá una segunda oportunidad.

   —Pido sus piernas, brazos y cabeza. Como bestia que soy, claro. —anunció Dante, mientras mostraba sus dientes, acompañados de una sonrisa perversa. 

   —Aún no he probado la sangre de un humano, tu error será bienvenido, —agregó Jhades, quien evidentemente estaba mintiendo y por alguna razón, necesitaba hacerlo.

  La chica descendiente de querubines, el híbrido y Román, pudieron detectar las mentiras del vampiro.

  Los pies de Heliúk temblaban de tal manera que, si no fuera por las tablillas estabilizadoras que le mantenían en lugar, se hubiera caído al suelo, ante el intimidante escenario que se estaba presentando. Pero, el humano no era el único. Daniela, quien aún no conocía a Rey, también estaba asustada con la actitud de él y el tono tan afilado con el que se proyectaba. 

  —Prometo, —dijo Heliúk, pensando en su más reciente error—, no causar problemas. 

   Rey levantó la ceja de su ojo derecho ante el comentario. Hizo un chasquido con sus dedos, usó su energía para efectuar una bendición dirigida a reforzar al cuerpo humano para que fuera capaz de mejorar su desempeño.

   —Solo quien tiene el poder de vencer, no necesita salir corriendo. Puedes ser insensato y persistente, siempre y cuando no te importe encontrar la muerte, pero mi mejor consejo… —Rey levantó su dedo índice—. Es que corras si crees que no puedes ganar y luches si no te queda más remedio.

  —Definitivamente, —dijo Jhades, quien estaba de acuerdo con las palabras de Rey.

   Heliúk, se quedó perplejo, ya que no esperaba una respuesta como esa por parte de una bestia poseedora de tanto poder. Que una criatura poco civilizada optara por la preservación de la existencia, no le hacía ver tan temeroso y deplorable como le pintaban, al menos no como había sido su padre, Gilgamesh.

Al sentir que se había contaminado por estar en presencia de un no humano, Heliúk se miró las manos. De cierta manera, el hecho de que los humanos temían terminar contagiados, no era tan malo. Se sentía bien, ya que podían tener más tolerancia al dolor, estar más fuertes y rehabilitados. 

  Dante se cruzó de brazos y asintió ante las palabras de su hermano híbrido, ante lo cual agregó: 

  —Y ¿cuándo vamos a escaparnos? O es que no nos queda más remedio que luchar.

  —Ahora que nuestro grupo tiene aún más integrantes, escapar no es una opción— le respondió Rey.—. Según pude sentir cuando caía, en esta luna que llaman sol, habitan dos entidades de las cuales debemos preocuparnos. Aunque una, tal vez tan solo tenga un tercio del poder que tienen nuestros padres y maestros, la segunda es tan fuerte como ellos. 

   Tanto Jhades como Dante, se mostraron complacidos con respecto a la estimación del poder del enemigo.  

Daniela se atrevió a hablar por primera vez, —¡¿Gilgamesh?!— agregó, sin poder creer que los padres de los presentes fueran tan fuertes. 

   —No, —respondió Rey, mientras dirigía su mirada a Román—, Gilgamesh en tan solo un tercio de fuerte, la entidad más temible de todas, es él.   

  Nadie se lo podía creer. Como creer algo que no podían sentir, ni siquiera Dante, quien se levantó de su asiento dispuesto a mostrar que su hermano se equivocaba, pero la mirada del sujeto subido en años le detuvo en el sitio, como si estuviera paralizado.  Tratando de disimular, el licántropo agrego: 

   —Si destrozamos a ese tal “Gilgamesh” ¡¿Eso nos hace líderes!? — mientras trataba de asumir esa hipotética situación como cierta.

   —No precisamente, —respondió Jhades pensativo, lo que hizo enojar a su hermano licántropo. 

  —Los humanos no estarán dispuestos a seguirles, porque derroten a su líder, —respondió Marín, con la intención de mostrar que conocía del asunto, así como también, para calmar a su amado. 

    —Pero quienes no lo son, sí —agregó Román—. Por eso estoy aquí con ustedes. 

  —Mientes, —dijo Rey—. Eres fuerte, pero cargas la maldición de un hechicero, tu vida inmortal está siendo consumida por una entidad escalofriante y definitivamente no lucharás ni levantarás un dedo, porque significaría acortar tu vida en gran medida. 

   —Eso también… —respondió Román, con una sonrisa alegre y una mirada confiada. 

  Los presentes intercambiaron miradas, el sujeto tenía varios puntos válidos y se había declarado como un no-enemigo, lo que alivió a los otros dos ‘caídos del cielo’. 

  Marín y Lía se quitaron un peso de los hombros, al ver que, hasta el momento, las acciones de Román no estaban equivocadas, aunque trabajara directamente para Gilgamesh. De allí que, dedujeron que quienes no eran humanos, los esclavos, las propiedades y las damares que fueron salvados del templo, todos los que quedaban podían juntarse, sublevarse y luchar contra el régimen tiránico implantado por el soberano de los humanos.   

Por otro lado, Rey prestó particular atención al comentario del sujeto anciano. Gracias a él había encontrado la situación ideal para que naciera el amor, apego y sentimientos de propiedad hacia la vampira, entonces Román podía incentivar una situación conveniente para que fuera líder. Rey no confiaba en que estaba actuando por cuenta propia, sino que estaba siendo utilizado por alguien más en favor y beneficio ajeno, después de todo, ese escenario le resultaba muy familiar.

  Seguir el curso que se le había preparado era tentador, pero tenía sus consecuencias. Podrían caer presos de flamas radiantes y nuevas, como una mariposa que se acerca encandilada a la luz de una hoguera. De eso, el pequeño híbrido estaba seguro. Entre los muchos libros que había leído, se destacaba que los que eran débiles desconocían que el poder puede aplastarlos, en caso de tenerlo. Pero Rey se preguntaba si en verdad estaban forzados a sucumbir ante el poder abrumador que representa el control de un gobierno. 

  «Obtener una pareja, casarme, tener hijos y llegar hasta el fin de mis días, esa es la vida ideal que añoro y descubrí cuando conecté con Lía en la cama” se dijo Rey. «¿Qué tipo de vida podría esperar, si de un momento a otro, me viera como el líder de esta luna? No, no puede ser ese el caso, conquistar las ruinas de una civilización es lo mismo que gobernar sobre las cenizas de un bosque. Ganar una guerra no es sinónimo de preservar la paz… en un enfrentamiento tengo poco que proteger, comparado con Gilgamesh, quien tiene toda esta luna». 

   Román, quien siempre se encontró rezagado del magnífico imperio construido por Gilgamesh, pudo deducir que su comentario había tocado alguna que otra tecla sensible en el interior del joven “Rey, destinado a no ser”. Desafiante, iluminó su rostro con una inmensa sonrisa, pues la ambición ajena era algo que no se podía subestimar.

   Rey respondió a semejante sonrisa con un respiro bastante profundo y mirada calmada. 

  —¿Qué es lo que sabes que no sé? —Rey susurró en el aire una pregunta, a la cual Román hizo oídos sordos.   

  Después de todo, para que la persona considerada la “mano derecha” del líder enemigo se sintiera más segura estando rodeada por los presentes que por el propio Gilgamesh, algo debía estar tramando. 

Por otro lado, Lía sintió cómo la angustia le apretó el estómago, al ver el camino que había tomado el curso de las acciones preparadas por Román. El enfrentamiento inevitable entre Rey y Gilgamesh no se podría evitar, aunque fuera realmente entre alguien enfermo por el veneno de la humanidad y un individuo enfermo por la gloria de haber vivido toda una eternidad de peleas invictas. Un humano que, para no temerle al dolor, todo lo sufrió y todo lo superó con tal de no estar a merced de la muerte, en contraparte de alguien que dejó al amor de lado en su camino y despojado de cualquier vulnerabilidad, emprendió la búsqueda de la sabiduría. Tanto así, que llegó a ser llamado “héroe” y “antihéroe” a la vez. Cosecho una victoria tras otra, incluso contra los mismos dioses, lo que le trajo problemas aún mayores.

  «Contra un sujeto como ese, nada podría resultar bien», pensó Lía.      

  Una mirada mostró preocupación en el interior del palacio. Ante Gilgamesh, dos individuos se encontraban debatiendo todas y cada de las predicciones que podrían preceder al evento que ocurriría. 

   —¿Debemos tomar esta situación con un poco más de seriedad? Existe la posibilidad de que… —comentó Mikk, cauteloso de evitar que su comentario resultara ofensivo para el emperador. 

   Gilgamesh cerró su puño y observó a quien había hablado para terminar la frase como si estuviera confirmando:

  — ¿La situación se pueda salir de mis manos?

   De cuerpo robusto para ocultar sus años y verse joven, quien estaba al lado derecho de Gilgamesh, vestía de prendas nobles pertenecientes a la clase alta. 

Luego de mirarlo detenidamente, pensó que no podía decir que sí a la pregunta, aunque él fuera nada más y nada menos que Mikk Biblio “De-Deimidio”. El segundo al comando de la corte real y administrador directo de todo el dinero y oro de Gilgamesh. Por más que su papel financiero y operacional desempeñara un punto crucial en la luna que todos llamaban sol, el que la mantenía operativa, además de ser más responsable por las vidas y derechos humanos que el propio rey. Si respondía afirmativamente a semejante pregunta, la consecuencia era morir al instante por decapitación.  

 Gilgamesh esperaba que el sujeto abriera la boca y contemplaba la posibilidad de dejar de retener sus impulsos a pesar, de que no le dijera nada.

   —Señor —dijo el otro individuo que se encontraba en el salón, lo que llamó la atención de su majestad—. Transmitir en vivo y directo un enfrentamiento contra el mismo individuo que causó la muerte de Yacer, Frederick y Constan, los tres héroes de la humanidad, esos que lucharon en el infierno, sería el final de todo este imperio que has creado. 

  Gilgamesh volteó su rostro para ver al segundo individuo que se había atrevido a abrir su boca, no para dar halagos, sino para ser pesimista y señalar los puntos malos del plan que estaba marchando tan perfectamente.

   Este individuo era humano, pero no cualquier humano, Paul Chron “De-Neoplanet”, era otro miembro de la corte real. El comandante en jefe de todos los subyugadores del planeta, un prodigio en el arte de la comunicación y el orden. Semejante persona había hecho posible que Belldewar no se viniera abajo, literalmente.  

  —Con que existiera una mosca de testigo en este salón, sus cabezas ahora mismo se hubieran convertido en una lluvia de sangre—dijo el rey con arrogancia, mientras miraba los rostros que habían palidecido por la revelación—. El amigo que se reveló en mi sueño, quien ahora no es más que tan solo un retoño enfermo, que hasta debería de amarrarme las manos a la espalda para luchar contra él de forma igual, es quien hará mi reinado aún más basto y soberano, como nunca. Que esta luna termine siendo enemiga de todas las demás civilizaciones humanas que puedan existir en el universo, es un pequeño precio que pagar ¡¿Qué pasaría si toda la humanidad le declara la guerra a esta luna que brilla tanto, más que un sol?!  Mi amigo del alma y yo, podremos salir victoriosos en la batalla y conquistar cuantos mundos queramos. Una luna ya no es suficiente para Gilgamesh, eso es lo que quiero que ustedes como mortales entiendan.

  Tanto Mikk como Paul respiraron agradecidos de seguir viviendo y de ser iluminados por la sabiduría y los planes que Gilgamesh había ideado. Después de todo, declarar la guerra al resto de la humanidad no era una situación que se pudiera tomar a la ligera. 

   En la pared interna de la celda, en donde estaban los ocho individuos, apareció un holograma de alta definición con un pequeño dispositivo que había flotado hasta el sitio. Dentro de los cuadros holográficos, se pudieron ver algunos guerreros matándose entre sí o comidos por grandes bestias, en una inmensa estructura de arena. 

 Junto a la una música heroica, se escuchó el himno de la humanidad. 

   En la pantalla se pudo ver todo un juego de luces, sombras, golpes, sangre, besos, disparos, torturas, despedidas, humillaciones, ejecuciones, recriminación, temor, ejecuciones, guerras. 

  Desastres y ruinas por distintos mundos. Todo un inmenso palacio, muros de magníficos templos y el emperador de todos los humanos en su grandeza, de brazos cruzados. Con el pecho erguido sobre una colina de muertos, como quien parece insultar al viento y a los cielos.

   —Patético —comentó Dante, aburrido por ver una matanza entre seres humanos.

  Una vez se terminó la presentación del programa televisivo, el presentador hizo su aparición ante las cámaras. —¡Buenas noches, queridos espectadores! Les informamos que en estos momentos acaba de entrar todo un nuevo repertorio de cualificados luchadores —los aplausos y gritos grabados se hicieron escuchar, como algo digno de un magnífico espectáculo—. ¡¿Les damos la bienvenida?! 

    El público vociferaba eufórico ante el anuncio, mientras que otros lanzaron carcajadas y brindis al aire.

  —Nosotros —dijo el licántropo, al reconocer entre los dieciséis individuos, su cara y la de sus hermanos.

     —Como es habitual, el equipo invitado es el que se elige primero— continuó el locutor, tras lo cual jaló la palanca de una máquina de sorteo.

  En la pantalla holográfica, las caras de los presentes comenzaron a aparecer y cambiar, hasta que salió la foto de Rey y el presentador gritó fuertemente: 

   —El luchador estrella del momento es ¡Rey! Quien mide un metro cincuenta y tres de altura, ¿acaso nuestro individuo estrella podrá satisfacer las expectativas de Gilgamesh, quien se tomó la molestia de venir hasta aquí? Dentro de poco lo sabremos, mientras tanto, el segundo grupo de luchadores también saldrá a la arena, después de todo ¡” La bestia siempre está hambrienta”!. 

  Junto al bullicio que provenía del televisor, el sonido de la puerta de hierro que cerraba la celda se escuchó y los barrotes se abrieron. Independientemente del audio que venía del holograma, otra voz se manifestó y dio indicaciones que especificaban que solamente Rey podía salir del lugar. 

   —Llévame contigo, por favor —los angustiados labios de Lía arrojaron al aire las siguientes palabras—. Si mueres, no sé qué haré. 

  —Lía —dijo Román—, él es un hechicero que no podría luchar preocupándose por ti.

  La vampira lo entendía, pero por un momento se le había olvidado. Por su puesto, el momento más débil que podría tener un hechicero era cuando sus invocaciones se contaminaban por sentimientos, porque fallaban las pronunciaciones o se desconcentraba. La razón por la que él estaba ahí era por ella. 

  Dante y Jhades también se pusieron de pie, con la intención de ignorar los comandos del dispositivo y marchar a luchar con lo que se encontraran, pero las palabras de Rey les detuvieron.

   —No se deben de preocupar —se volteó Rey con la mano en alto—. Esta es una buena oportunidad para ver de lo que es capaz el enemigo y podremos conseguir un poco más de tiempo para idear un mejor plan. 

  —¿Un mejor plan? —preguntó Dante, sin entender. 

  —En caso que se revelen nuestras identidades —respondió Rey—. Por muy brillante que sea, esta luna no es más que un pequeño ambiente habitable, creado por una fracción de la humanidad.  Aunque nosotros terminemos con la vida del Gilgamesh y Román quede de nuestro lado, así nos hagamos líderes y todo salga bien, ¿quién garantiza que toda esta luna no será destruida en mil pedazos con nosotros adentro? 

   —¿Acaso eso es posible? —pregunto Jhades, mientras abría sus ojos en señal de sorpresa.  

  —Sí —respondió Román, con tranquilidad y mucha confianza.

  Los dos hermanos observaron a su alrededor y se dieron cuenta que las tres chicas y Heliúk, afirmaban con sus cabezas en señal de aprobación.  Más convencidos de lo que podía suceder, no fue difícil imaginar la vez en la que murieron, producto de una explosión provocada por tan solo un individuo. Si se añadía a eso las drásticas leyes que tenía impuesta la humanidad, las palabras de su hermano híbrido tenían más sentido.   

  Rey, aceptando las miradas comprensivas, procedió a seguir caminando tras despedirse de Lía, con la promesa de que volvería.  

   Al final del camino, se abrieron dos grandes puertas de hierro y una luz resplandeciente se hizo presente, acompañada por una lluvia de aplausos y gritos. Rey continuó caminando con su mirada en alto hasta adentrarse en el medio del estadio. Observó en dirección a las paredes y luego expulsó una gran cantidad de poder hacia el exterior de su cuerpo, lo que hizo que la lluvia de palmadas, gritos y comentarios, cesará. 

    Los apostadores encendieron una llama de esperanza en sus ojos, así como los presuntuosos tuvieron una sonrisa en sus rostros, al mismo tiempo que hicieron señas para triplicar sus apuestas. El público estaba conformado por humanos frágiles y muchos ignorantes de a quién tenían delante. Aun así, no temían, pues no era la primera vez que presentaban un espectáculo de animales salvajes, luchando unos contra los otros. Por si fuera poco, al juego del momento se había presentado el mismísimo Gilgamesh, el más histórico soberano y dios de los humanos. El olvidado primer héroe y matador de monstruos, ese que se propuso crear un reino tan grande, exuberante y avanzado como ningún otro se había visto jamás, ese que se paró enfrente de su trono y se dispuso a hablar. 

  Rey notó como el silencio se hizo sepulcral, ante el sujeto que estaba en el balcón más alto. Era musculoso, alto y vestía prendas arrogantes. 

   —Regocíjense con el placer de verme hoy aquí, — dijo Gilgamesh, tras abrir sus manos, como si estuviera esperando recibir un abrazo caluroso de amigo muy deseado. Gilgamesh anunció— En verdad, es un momento especial y para demostrarlo participaré en el gran final del encuentro de hoy. Solo habrá un ganador y como saben, ante mí, el débil tiene que morir como destino irremediable, mientras que el fuerte podrá acompañarme en esta vida. 

    Tras cerrar sus manos, Gilgamesh procedió a sentarse plácidamente en el trono y a observar arrogantemente a quien estimaba como su futuro mejor amigo.

   Rey le devolvía la mirada con ojos desafiantes, como una bestia con irá en sus ojos. Estaba dispuesto a saltar, clamar e ir detrás de quien osaba acorralarle. Hizo que con sus poderes la noche se hiciera presente, que nadie estuviera a salvo de morir engullido por la oscuridad.

  «Debo matar a Gilgamesh. Ahora que lo veo, nadie estará a salvo hasta que él esté muerto,” se dijo Rey, recordando como Román, el sujeto más peligroso de todo el sitio, se había sentado enfrente de él y a pesar de manipular la situación, le trataba con un igual, mientras que el emperador y soberano de aquel mundo se hacía ver superior.

 Rey había pensado que iría hasta el palacio a buscarle para enfrentarlo, hacer que las tropas de subyugadores se enfrentaran contra los esclavos y encontrar una oportunidad para dar un golpe de estado. Puesto que ningún gobernante sensato era conocido por buscar pelea, «A menos que supiera que con ella iba a ganar algo. Tal vez, Gilgamesh tiene motivos para ser arrogante y si eso es cierto, la situación no va a tener un final agradable». 

     «“El débil tiene que morir como destino irremediable”», cauteloso, Rey recordaba las palabras del emperador, que tal vez sabía y estaba más al tanto de la situación de lo que pensaba. «“Mientras que el fuerte podrá acompañarme en esta vida. Eso quiere decir que si soy fuerte puedo acompañarle… ¿Una alianza? Claro, si puedo probar que soy lo suficientemente fuerte y capaz de jurar lealtad, él no tendría ningún problema en aceptarme. Eso explica la razón por la cual permanecemos vivos mis hermanos y yo, ya que este sujeto, con una sonrisa en su rostro y expresión calmada, no le importa mirarme a los ojos. Quiere hacerme saber que estoy a su merced y demostrarme su poder…  lo que lo hace aún más irritante».   

    De pronto, los pensamientos del joven híbrido fueron interrumpidos por el sonido de otra puerta, que se abría en el lado opuesto de la arena. Al contrario de Rey, estas personas con rostros familiares salieron obligadas por lo que parecían humanos biónicos, que levantaban en sus manos lanzas eléctricas. 

   Las caras de Akai y sus amigos, gritaban haber perdido el ánimo de seguir viviendo, Exceptuando el líder y la chica que lo acompañaba, el resto eran incapaces de pararse con rectitud, mucho menos eran capaces de sostener una espada o un escudo apropiadamente.

   Rey pudo entender lo que el Gilgamesh había dicho con respecto a los débiles, pero no lo podía creer. Con rostro furioso, dirigió sus afilados ojos hacia donde se encontraba el sujeto sentado en su trono. El público seguía hablando, los demás humanos comentaban con respecto a la situación y el anunciador decía los nombres y antecedentes de los nuevos participantes. Sin embargo, tras estabilizar cuanto pudo su propia energía, Rey sintió, desde abajo de la arena en la cual se paraba, una presencia intimidante, lo cual le hizo saltar con la intención de tomar distancia.

   El grupo de revolucionarios se detuvo, tomando particular atención a los movimientos del joven al que también habían reconocido. Al principio no entendieron la razón por la cual él había reaccionado de semejante manera, pero la respuesta se hizo presente cuando la superficie que les brindaba apoyo comenzó a temblar de forma descontrolada. Confundidos y abrumados por las dudas de lo que sucedería, el grupo observó que las grietas del suelo se agrandaban más y más, producto de los temblores.

   El público emocionado, podía predecir que de ahí saldría la hambrienta bestia, que había sido mencionada al principio. Las expectativas fueron cumplidas, acompañado de una música tenebrosa que venía del coliseo, salió una enorme bestia negra de ojos rojos con unas grandes tenazas y en la cola un aguijón.

    —Ya lo conocen. Con una terrible historia sentimental, que al morir dejó sus memorias, ahora convertido en ¡Gengér! La bestia aparece y se hace presente —continuó el anunciador—. Cuiden a sus seres queridos, pónganse a salvo, este monstruo dotado de exoesqueleto, cuya inmunidad, crecimiento ilimitado y fuerza aumenta según crece la maldad dentro de su interior, tiene un apetito inmenso. En las noches acecha, a través de la niebla y oscuridad, causa estragos y destruye edificios. Incendia pueblos, y hunde continentes, miren sus patas, el filo de su aguijón, la apariencia desagradable que tiene. ¡Corran luchadores! Sostengan sus espadas, suban sus escudos, luchen y traten de vencer a la pesadilla del coliseo. 

  Los gritos caóticos de los espectadores se vinieron abajo. 

El presentador, quien recién había terminado de nombrar a todos los integrantes, esperó a que mermaron un poco los aplausos para continuar con un enérgico:

   —¡Que comience la batalla!

   Jhades, dentro de la celda aún abierta, frunció su entrecejo mientras fijaba la vista en la pantalla y se enfocó en la presencia de los ocho sujetos que se habían presentado. 

  —¿Cómo es posible que ellos tengan un collarín de restricción en el cuello y nosotros no?

 —¡¿Acaso ellos no eran la esperanza que teníamos para liberar a los esclavos de esta luna y luchar contra Gilgamesh?! —preguntó Lía desesperada, haciendo que Marín y Daniela expusieran preocupación.

  Las preguntas eran válidas y el señor anciano se dispuso a responder.

  —Si alguno de los que estamos aquí tuviera puesto un collarín de esos, —aseguró Román con la voz calmada—. Exceptuando a Heliúk, por supuesto, se activaría y explotaría. Semejantes artefactos tienen la función de detectar organismos que no son humanos, peligrosos para la humanidad y detonar al instante. Para responder a la pregunta de Lía, Akai probablemente tuvo mala suerte, que se le va a hacer. 

    Ante la simple respuesta por parte de Román, la vampira, angustiada, sintió que el mundo se le unía. No existía manera de ganar contra Gilgamesh cuando todos los planes y esperanzas que se habían ido construyendo de a poco ya estaban desmoronados. Además, la vampira recordaba que hizo que Rey le prometiera que no se expondría a más a peligros innecesarios y ahí estaba, en frente de un grupo de personas endebles y vulnerables, con un horripilante monstruo en el medio.

  —¿Crees que será suficiente? —le preguntó Gilgamesh a su subordinado Mikk—. ¡¿Suficiente para que muestre todo su poder, para que revele sus ojos, para que el universo presencie lo grande, temerario y formidable que es?! ¡¡¡Para hacer honor a nuestra batalla épica!!! 

  —Sí, —respondió Mikk, mientras veía como su superior levantaba las manos sobre el trono en el que se sentaba y miraba al hacia arriba como si buscase revelaciones. 

  El emperador escuchó la tímida respuesta que confirmaba sus pensamientos y amplió aún más la sonrisa que tenía en su cara.

  Rey, con la intención de hacer algo con tal de llamar la atención de la bestia, abrió sus manos y lanzó al aire el rugido provocador de un Ligre en dirección al monstruo que le prestaba más atención a quienes estaban cansados y rezagados. 

  —Soy tu objetivo, —dijo Rey del otro lado del campo de batalla, en el que todas las puertas de entrada ya estaban cerradas. 

   El monstruo observó a Rey con sus ojos rojo fuego. Al principio, parecía comportarse como una criatura altamente inteligente y honoraria. Al punto que podía tener la capacidad de entender lo que era la cortesía en una batalla. Pero la realidad era otra, la visión del mundo exterior de semejante especie, le hacía actuar con otros motivos y lógicas, que no fueran el honor o el sentido común.

  Cautelosa, la criatura se detuvo con la intención de observar e inspeccionar todo a su alrededor y hasta que su mirada no se encontrara con cada una de sus posibles presas, no se decidió a tomar medidas.

   El híbrido tomaba la falta de reacción de la bestia como algo no muy bueno y que Gilgamesh estuviera al alcance de un salto no le era de ayuda si antes tenía un grupo de personas que podrían morir en cualquier momento. Las palabras de Lía aún sonaban en su cabeza, pero desafortunadamente no estaba en su naturaleza quedarse a ver con impotencia la masacre de personas que de una forma u otra creían en él.

  Para la visión del Gengér, el color rojo irradiaba de las personas que actuaban por amor y eran los primeros al otro lado del campo de batalla, tales como Akai y Yicel. El color rojo dorado lo tenían los que sentía algún tipo de deseo, como el deseo de sobrevivir y ganar, tal como Elhoy. Pisínoe tenía sobre ella un avivado rojo escarlata que mostraba los colmillos. Carmesí, lo tenía otro individuo que tenía poco coraje. De amaranto se veía quien sentía rabia. Merlot, como rebelde que era, dejaba expuesto un verde que representaba a la naturaleza. Los últimos integrantes del grupo, por alguna razón, tan solo podían irradiar un tétrico color negro dentro de sus cuerpos, que representaba el odio. El joven, que estaba solo desde el otro lado del campo y que extendía sus manos, se dejaba ver como gris.  

  Tan pronto regresó su mirada a quién le provocaba, el Gengér, gigante y temerario, empezó a moverse en dirección opuesta. 

   Pánico e impresión, fue lo que hizo que el grupo de ocho jóvenes retrocediera ante el repentino evento. Los últimos se estrellaron contra las puertas del coliseo que recién se había cerrado y por el cual habían sido obligados a salir. Mientras que los primeros se mantuvieron juntos y Yicel estaba en el medio, porque era una de las únicas que podía sostener correctamente el escudo que tenía, mientras cargaba el peso de la espada que se le había dado.

  Rey reconoció que la criatura no caería ante su provocación, por eso sacó sus alas y se dispuso a impulsarse tan rápido como podía. Mientras que los cinco primeros individuos del grupo de ocho, subieron sus escudos con tal de defenderse del inminente ataque. Akai, se destacó por ser quien tenía la fuerza sobrehumana y otras características que sobresalen en el combate.  

 Con la finalidad que el tiempo no se le terminara, la bestia dio una estocada con su cola, justo en dirección a Rey, con la intención de mantener la distancia. Luego se apuró en preparar su alimento y qué mejor manera de lograrlo, que hacerles odiar aún más, al darles la oportunidad para qué generarán peores sentimientos y con esto pintaran sus almas de… 

  —Verdaderos colores—gritó la bestia de forma inentendible.

  —¡Está aquí! ¡Estamos perdidos! ¡Vamos a morir! —gritaron los de atrás. 

  —¡¡¡Juntos!!! ¡¡¡Conmigo!!! — vociferó Akai, con tal de no dejar caer la moral de su equipo, por los comentarios negativos de otros.

 «Lanzar un hechizo agresivo sería atravesarle y matar a quienes tiene detrás». Eso pensaba Rey, mientras escondía sus alas. «Probablemente, mi objetivo sea defender, por eso los mantiene vivos y acorralados, necesito crear distancia para estabilizar mis chacras». 

   Tan pronto los cinco escudos hicieron contacto con las tenazas de la bestia, tres de los presentes reafirmaron más sus colores por el miedo y la desesperación que sintieron.

  —Si la bestia lo que tiene es hambre, —dijo uno de los sujetos del final, quien no solo empujó a la más débil de sus compañeras, sino que con tal que cayera en el suelo, le dio un golpe en la cabeza con un escudo, para salvarse a sí mismo. —. ¡Gran bestia puede comérsela a ella! ¡Deja que yo viva! 

 Con alguien en el suelo herido e inconsciente, el grupo se separó en dos, debido a que los otros dos individuos enterraron sus espadas de un lado a otro en el cuerpo femenino, que ni siquiera pudo gritar o quejarse cuando cayó inconsciente. Se mostraron como seres culpables que estaban dispuestos a ganar un poco más de tiempo para buscar una ruta de escapatoria y como luchadores que querían pelear, con tal de hacer una diferencia. Aun así, incluyendo al “caído del cielo” el enemigo tenía que seguir siendo uno.  

  Akai, Merlot, Pisínoe y Elhoy se sintieron traicionados, el corazón se les desgarró en pedazos y gritaban desconsolados, mientras que, instintivamente, rompieron la formación que tenían para ir a socorrer a Yicel. Ante este evento, los otros individuos no pudieron dejar de generar odio y desprecio en su interior, lo que contaminó sus colores, al mismo tiempo que veían a los traidores correr cobardemente por sus vidas. 

  Rey tenía las manos atadas, el monstruo se movía como una manera de mostrar que aún tenía la capacidad de matar a todos con el vaivén de su cola o el movimiento de sus piernas. 

   Ya que los otros cuatro individuos con la capacidad de luchar estaban ayudando a su amiga caída, el Gengér decidió tomar la vida de quienes corrían y habían coloreado sus almas de negro. Como si lo hubiese calculado, la criatura pegó un gran salto y cayó justo arriba de los tres individuos, a los cuales pretendía devorar desde un principio. 

  Por alguna razón, los humanos en las gradas tenían mucho gusto por ver a la bestia devorando jugadores, pues este ser se encargaba de sacar lo peor de los espectadores, mientras devoraba a sus víctimas uno a uno, haciendo uso de la misma estrategia siempre.  

  Con la sangre de cuatro individuos tiñendo el suelo, Rey se interpuso entre la nueva localización de Akai, con tal de arrojar diez golpes contra la cola con forma de aguijón, que la enorme bestia movía de un lado a otro. Haciendo uso de sus garras afiladas, el ataque por parte del híbrido era suficiente para decapitar a bestias feroces, pero siquiera dejaba ralladuras en los blindajes del Gengér. Tan pronto se pudo posicionar de la forma más apropiada, tras propinarle una patada potente, rompió una de las ocho piernas del Gengér, pero algo no estaba bien.

Tras ignorar su miembro ausente, la bestia terminó con lo único con lo que se estaba enfocando, que era devorar los tres cuerpos. 

  De manera casi instantánea, el público pudo ver lo que esperaba. El monstruo aumentó su crecimiento, así como el endurecimiento del caparazón y la regeneración del miembro que recién había perdido. Era del conocimiento popular que una bestia como esa se alimentaba de las emociones negativas. Consumía a los humanos más nutritivos, con tal de garantizar hacerse más fuerte.

  «Se volvió más fuerte», pensó Rey, mientras recordaba algo que había leído en la biblioteca de conocimiento, solo que por el cambio de idioma, el nombre era diferente. «Si es lo que pienso, no puedo dejar que siga comiendo y evolucione». Rey analizaba la situación y trataba de usar las cantidades de energía más justas para moverse y pelear, sin adelantar el efecto nocivo del veneno que llevaba adentro, que estaba carcomiendo sus entrañas, pudriendo su sangre y enfermando sus órganos, cosa que desestabilizaba sus chacras y le hacía imposible clamar de manera segura.  

  La bestia de caparazón fuerte era indomable y tan pronto como pudo, usó sus gigantescas tenazas, volvió a moverse en dirección al grupo de cinco que intentaba proteger a Yicel. Akai se colocó en el frente, sosteniendo un escudo en cada mano y recibió el fuerte golpe que le arrojó el Gengér. 

  Los otros cuatro miembros vieron como el líder del grupo terminó volando por encima de sus cabezas de forma violenta e impactó contra la pared, producto del golpe que había recibido.

  «Se volvió incluso más rápido» se dijo Rey, al ver como en un abrir y cerrar de ojos, el monstruo le había pasado de largo.  

   Al borde de perder la conciencia y sangrando casi por todos lados, el carismático líder del grupo arrojado contra la pared, levantó la mirada en dirección a sus amigos, «Los que no son humanos» pensó. «Son destruidos, cazados, aniquilados, tanto como mi familia y yo. Conocidos y personas que tuvieron contacto conmigo sufrirán el mismo destino, sino me levanto y hago la diferencia». 

   Los tres chicos protegían con todo lo que podían a Yicel, mientras que la bestia se valía de precisos movimientos, que al parecer tenían la intención de provocar pánico, miedo y caos en el interior de quienes trataban de enfrentársele.

  «Un demonio me dio la oportunidad y la perdí cuando caí capturado ¿Acaso es tanto el miedo que sentimos los humanos que hemos llegado a esto? A disfrutar de un espectáculo en el que quienes no son humanos sufren el precio más alto y la justicia no exista para el más débil. En un mundo en el que los sobre especie han causado tanto daño, alguien como yo, tiene el sueño de arreglar todo. De hablar antes de usar la violencia, que irónico». 

  Detrás de la bestia, Akai pudo notar que “el caído del cielo”, le estaba mirando con seriedad. La criatura a la cual estaba dispuesto a vender su alma, tenía una mirada afilada que le recordaba a su padre el día que se mostró decepcionado por el fracaso de su otro hijo, quien se había resignado a ser esclavo, satisfacer necesidades básicas y olvidarse de la libertad, como un perro que movía su cola al lamer las botas de quienes eran de la realeza.

   Gilgamesh amplió la sonrisa que llevaba en su rostro, debido a que tenía ante él algo que añoraba y le devolvió la vida a viejos recuerdos, todos relacionados con el germinar de un héroe.

 —¿Qué le parece tan interesante? su señoría, —preguntó Paul, más por obligación que por curiosidad, puesto que bien sabía que a su majestad le placía ese tipo de preguntas, con tal de decir lo que pasaba por su mente en ese momento. 

 —Llámalo destino, obra de los dioses, o como quieras, pero los “héroes” tienen habilidades especiales que gobiernan sus puntos fuertes —respondió el soberano de todos los humanos—. Sea vigor, inteligencia, destreza, fuerza, resistencia, fe o incluso suerte, estos atributos brillan con más intensidad justo enfrente de una muerte inminente. Ahí es donde el camino para continuar adelante se dará lugar y sea como sea, derrotaran al oponente. Alguien como tú nunca lo entenderá, pero estás a punto presenciar un milagro. 

Al Gengér no le quedaba más opción que seguir consumiendo con tal de evolucionar, aunque la comida no estuviera preparada y los cinco chicos conservaran el color que tenían desde el principio. Justo enfrente de los ojos semi abiertos del humano que había estrellado contra la pared, como si fuera un cangrejo, extendió las dos pequeñas tenazas que le cubrían la boca para tomar su comida e ingerirla.

    —Mi interior se quema, arde, se enciende —dijo Akai, sin referirse a sus huesos rotos o al daño que hubieran recibido sus órganos internos, sino que sentía una llama ardiente emerger desde su corazón—. Quiero actuar, deseo salvar, puedo, quiero… Él cree en mí, la bendición que me dio no fue sin razón, fue para hacerme consciente de mis poderes y aun así, quedé atrapado. Seguir fallando no está permitido. ¡Tal vez no pueda contra Gilgamesh, pero esta bestia, en comparación, no es nada!

  Akai devolvió la mirada en dirección al “caído del cielo” y pronunció entre dientes: 

  —El hecho que ellos creyeran en mí, me hace creer en ellos. Este poder que tengo ruge por ser utilizado. Ellos son débiles, están asustados, necesitan a su líder. Yo soy fuerte, estoy decidido, yo tengo eso de lo que ellos carecen. Ahora tengo el poder para luchar por quienes no pueden, olvidar la comodidad y sentir dolor, con tal de no perder de vista la felicidad… ¡Ahh!

Luego de gritar con todas sus fuerzas, Akai logró ponerse de pie y con la mano restante que le quedaba, tomó una espada del suelo para arrojarla en dirección a la enorme bestia que con su tenaza derecha ya tenía capturada a Pisínoe.

   —¡¡¡Te odio bestia!!! —gritó el líder del grupo, con ojos que se le volvían rojos por la sangre que le escurría—. ¡¡¡Te odio a ti y a todos estos asesinos que disfrutan de ver una matanza como esta!!!

    El Gengér tras ser golpeado por la espada, levantó su mirada y vio el color perfecto de un humano que odiaba desde lo más profundo de sus entrañas. La emoción que estaba observando y de la cual se beneficiaría más al consumirlo, estaba frente a él, esperando por ser devorada. Sin saber cuánto más le quedaba por perder otra pata, la bestia arrojó a la chica que tenía en su tenaza a un lado, con brusquedad, pegó un salto y se dirigió a devorar a su nuevo y mejor objetivo.

   Con sus manos abiertas, Akai se levantó sobre el suelo, lo más recto posible, para hacer una reverencia, mientras que la sombra de la gigantesca bestia le cubría. 

   —“Mil lobos negros” —anuncio Rey, con su mano levantada.

  El caído del cielo ya tenía los movimientos de su oponente calculados y había dejado de atacar físicamente, con tal de organizar su energía y reunir las condiciones necesarias. En silencio, producto de las artes de hechicería, se materializó una poderosa magia, nunca antes vista por ojos humanos. 

Junto a una lluvia de arena, provocada por ráfagas inquietantes y agitadas por un viento que buscaba no ser atrapado, ese era el signo que indicaba la ruptura de la lógica natural que apareció sobre el espacio, ante la mano de Rey y con esto, el aire del lugar terminó mermando.

 Los sonidos cesaron, las vibraciones de las paredes, las gradas y el techo se detuvieron y la arena quedó suspendida en el viento, sin moverse. El fantástico momento parecía atraer a la muerte, cuando todos los factores mencionados se unieron, para tejer lo que era una innumerable cantidad de fuertes dientes caninos. Largos e intimidantes, pertenecían a un animal salvaje, desgarrador de carne y eran rápidos como un rayo de apariencia extraña, espantosa y sombría. Las cabezas arrugaban sus hocicos y hacían retroceder sus orejas puntiagudas de lo enfurecidos que estaban. En un abrir y cerrar de ojos, tres metros de sólidos músculos recubiertos por pelajes duros y gruesos, por dos metros de alto, conformaban a incontables lobos negros, tan sólidos como lo podría ser un diamante del mismo color.  

 



Una casa y cinco jóvenes

Chapter 10
Alcohol + Violación a la privacidad de una chica trans


Después de pasar un rato en la cocina, reflexionando sobre el incidente que sucedido con Juliet, Rey, Elena y Samantha se marcharon a sus cuartos. Ninguno quería salir de casa a trabajar, o participar en guerras importantes que podrían beneficiarlos en dirección a la estabilización de aquel mundo post apocalíptico, porque en ellos existía la esperanza de que algo pudiera ocurrir dentro, fuera bueno o malo.

Samantha parecía un fantasma en pena vagando por los pasillos. Elena, una leona encerrada que miraba detrás de los barrotes de la jaula que caminaba de un lado a otro. Juliet dormía y lloraba de vez en cuando. Sin embargo, Rey se hizo de fuerzas para considerarse a sí mismo como un mayordomo pendiente a las demandas de cualquiera. Se le podía ver con expresiones neutrales, aún desnudo, secando los vasos sobre la meseta en la cocina y dispuesto a preparar algún que otro novedoso trago alcohólico para lavar las penas.

“Ahora que lo pienso bien,” se dijo Rey. “No hemos tenido, ni el tiempo, ni el interés de disfrutar de bebidas alcohólicas…”

Aunque en el mundo del pasado existían restricciones con respecto a la edad, la única restricción que existía en el presente era conseguir la bebida. No existían adultos para decir que no o recriminar, y después de todo, el alcohol facilitaba en gran medida la comunicación.

Revolviendo bien y picando el hielo, Rey percibió que Samantha había desaparecido. Como si finalmente la trigueña hubiera decidido encerrarse en su cuarto y dejar de preocuparse por el tema. Con una chica menos a su alrededor, las cosas definitivamente serían menos interesantes.

—¿Le apetece a Elena una piña colada? —sugirió Rey con aires de mayordomo.

La rubia se detuvo en el lugar, levantó las orejas, fijó sus ojos en el chico y decidió tomar asiento en frente de la meseta. —¿Qué es eso?

—Un trago compuesto por jugo de piña, hielo, ron blanco y crema de coco.

—Mmmm, nunca la he probado. Bueno, por tratar… — Respondió Elena, quien después de olisquear la copa, bebió un sorbo y acto seguido un gran buche, así hasta tragarse medio vaso y protestar porque casi se le enfría el cerebro—. Uuuuyaaaa. No está nada mal, quiero otro, y otro… Quiero dormir borracha a ver si se me pasan los pesares.

—No creo que te dé tiempo a dormirte para que se te marchen los pesares. Pienso que Samantha tiene una manera de reponer su falta —dijo Rey con los ojos cerrados mientras preparaba otros dos vasos.

—Mmmm. A veces considero la posibilidad de que sepas todo lo que sucede en esta casa —dijo Elena achicando los ojos—. Aunque si fuera el caso, en verdad me mirarías a mí y a los demás con otros ojos. No serías tan inocente al actuar. Por eso me atrevo a decir que sabes lo que quieres saber.

La rubia se pasó la mano por el cuello, justo donde estaban los agujeros de los colmillos que él le había clavado, no hacía mucho.

Rey guardó silencio. El alcohol en verdad facilita la comunicación.

Los pasos suaves y silenciosos de alguien que hacía algo malo se dieron a escuchar en el pasillo, pero esta vez, los oídos de Elena no dejaron escapar dicho sonido desapercibido. Confiando en la advertencia de Rey, la rubia habló. — Samantha…

Ahí, parada con las manos juntas en frente de su pecho, Sam apretaba algo: —En verdad no creo que sea lo más correcto… pero…

—¿Qué? —le preguntó Elena a la trigueña.

—Es el teléfono de Arte…

—¿Estuviste revisando el cuarto de Arte antes que yo? — preguntó Elena, bien sorprendida, el alcohol le estaba haciendo exagerar sus expresiones faciales —. ¡Y te atreviste a quejarte de mí!…

—¡No encontré esto porque hubiera hurgado en su cuarto! — respondió Sam como quien no quería seguir cargando con más culpas—. Hace unos días le vi botándolo junto a la basura de su pequeño cesto…

—Ese en el que solo arroja el papel con el que se limpia el semen, —Interrumpió Elena a Samantha—. En su cuarto.

Poniéndose roja como un tomate, Samantha respondió; —

¡No! —y con la misma procedió a continuar—. Le vi deshaciéndose de todo a la vez…

La trigueña extendió sus manos y las abrió para así enseñar lo que era un celular color negro. Tenía la pantalla rota, pero no un roto que no le pudiera funcionar. El dispositivo evidentemente prendía, pero seguro tenía una clave de acceso.

No hacía mucho las palabras de alguien aún sonaban en el odio de Sam, si Arte no quería ser más hombre, ¿por qué razón debía de conservar algo que le recordaba al pasado? Que ella se deshiciera de su antiguo celular, ese en el que tal vez guardaba todos los recuerdos, antes de declarar sus intenciones, daba mucha más solidez a que tuviera porno de él mismo.

—Mmmm —Elena miró a Rey con ojos brillantes. Ojos que agradecían que el chico no estuviera equivocado en su conclusión de que Sam enmendaría su falta—. Y ¿está bloqueado? ¿Quieres que Rey haga algo al respecto? —le preguntó Elena a Sam.

—Sí —respondió la trigueña, casi sin poder ocultar la curiosidad que sentía del todo.

—Bueno, ya era tiempo para meternos a hurgar el pasado de Arte —agregó Elena levantando sus manos al aire—. No tenemos excusa, podemos ver cuánto porno queramos, pero después de lo de Juliet, tal vez no exista nada mejor que hacer. Ahora, Samantha, ¿estás segura de lo que quieres hacer y de que no te vas a arrepentir?

—Sí —repitió la trigueña.

—No te creo… Rey, prepárale un trago. El que más alcohol tenga con tal de darle valor a una pendeja.

—¡Marchando! —dijo Rey, quien al momento puso un pequeño vaso sobre la mesa, un limón y sal.

—¡¿Están tomando alcohol?! —preguntó sorprendida la trigueña, quien veía como el pequeño vaso era llenado hasta el tope por un líquido amarillo proveniente de una botella no muy grande.

—¡Dale! Tómatelo antes de seguir… si no, me niego. —dijo Elena ya por la tercera copa de su trago.

—Esto es ‘valor condensado’ puro… Este trago se conoce como “disparo de tequila” …

—Fácil de tomar… te hueles la sal, te exprimes el limón en el ojo y, por último, creo que te tragas vaso con líquido y todo. — Interrumpió nuevamente Elena, esta vez a Rey sin evitar poner en evidencia lo contenta que estaba.

A Samantha se le creó un ‘tip’ nervioso en el ojo. Estaba dispuesta a hacerlo, pero como su cerebro no entendía el propósito del limón y la sal, no tuvo más remedio que quedarse paralizada en el lugar. No era que tampoco pudiera tragarse todo un vaso de cristal.

—Elena ya está pasada de tragos… —respondió Rey—. Parece que no es muy resistente.

—Sí, yo sí he tomado y mucho. En las fiestas me tomaba la sidra que mis padres dejaban, probé cerveza a escondidas y… también me tomé un pomo de perfume un día.

—Samantha, regresando al trago de ‘valor’ —repuso Rey con seriedad, no quería que Sama se marchara—. Quienes son expertos no necesitan la sal ni el limón y se toman varios tragos pegados de la botella. Pero el propósito de la sal es suavizar la sensación que provoca el tequila y el limón amortigua el sabor de la sal. Por ende, el orden es el siguiente… lames la sal, te tomas el vaso de tequila y tan rápido como puedas muerdes el limón. El trago del valor y ya está servido…

Elena dio palmadas al aire y un grito de coraje a su compañera. No era que Samantha estuviera obligada a tomar la bebida. No tenía que probarle nada a nadie. Se dio cuenta de que había caído en lo que era el típico estereotipo de situaciones que llevaban a un pobre desarrollo y malas experiencias. En la casa ya tenían acceso al porno, a tener sexo abierto y explícito entre los inquilinos y ahora a drogas como lo era el alcohol. Por sus amigos, no muy buenos influyentes, ella estaría a punto de subir otro escalón y hacer algo que nunca había hecho y que siempre le habían advertido que no debía. Pero, apartando la adicción, ¿qué otra cosa podría suceder que ya no hubiera sucedido?

—Piensa que te piensa, cuidado no se te reviente la cabeza —dijo Elena—. Anda, que ya me lo tomo yo por ti.

La rubia se arrojó contra el vaso, que si no hubiera sido porque Samantha le gritó que no lo hiciera, ya se lo hubiera tomado sin siquiera valerse de la sal o el limón. Dando unos pasos, y respirando tan profundo como sus pulmones se lo permitieron, la trigueña se situó en frente del trago mientras que la rubia pretendía ser de piedra. Para lo que estaba a punto de hacer, ella necesitaba sus dos manos y liberarse del dispositivo le ayudaría en gran medida.

Viendo que Samantha estaba decidida a tomarse el trago, Elena cambió la dirección de sus ojos para ver al segundo objeto de su interés y extender sus manos con tal de recibirlo. Pasando de mano en mano, Rey recibió el teléfono que le pertenecía a Arte.

—Ponte una pizca de sal entre los dedos de la mano con la que piensas sostener el vaso. —Rey proveía las instrucciones y Samantha obedecía al pie de la letra—. Agarra el limón con la mano opuesta. Cuando estés preparada, lame la sal, tómate el contenido y por último muerde el limón.

—Mi forma era mejor —reclamó Elena aburrida.

—Mentira —reclamó la trigueña como quien no quería que le apuraran.

—Entonces porque no lo haces de una vez… —agregó Elena—. Me tienes esperando y ya sabes cómo me pongo cuando estoy impaciente, empiezo a recordar tus cagadas. Si quieres que no trate de meter mi pie por tu culo, tómate eso de una vez por todas.

Samantha, presionada por las palabras de la rubia, lamió la sal de su mano, se vertió todo el contenido del pequeño vaso en la boca y tratando tanto como pudo de luchar contra la ardiente sensación que le provoca el alcohol al bajarle por la garganta, mordió el limón abriendo un ojo y cerrando el otro.

Rey arrojó una discreta sonrisa al aire, mientras que Elena simplemente casi se orina a carcajadas por la cara que Sam estaba haciendo.

—Ahora sí, estás perdonada por lo de Juliet y no te guardo rencor alguno —dijo Elena casi después de secarse las lágrimas, mientras que Sam tosía sus pulmones a fuera—. Has pasado la prueba del valor. Rey… podemos proceder.

—Claro que sí… —respondió Rey al mismo tiempo que procedió a acercarse en dirección a la sala para colocar el teléfono sobre la computadora

 ¿Ya funciona?… ¿Ya funciona? —preguntaba Elena como una niña persistente a Rey, ella iba de un lado a otro mientras que abrazaba la botella de tequila entre sus tetas con fuerza.

Tan pronto Rey afirmó, ante las insistentes preguntas, la rubia se lanzó sobre la silla que controlaba la computadora.

Samantha un tanto más repuesta del tan amargo trago que se había dado, arrojó un comentario mientras que tomo asiento para evitar que el mundo a su alrededor siguiera dándole vueltas. —

¿Y acaso tú sabes de hackear teléfonos o algo?

—No, pero sí que ‘el todo mágico de Rey’ va a consentir nuestros deseos. No es un mal precio, por dejarle que me use como ‘cum-disposal’.

—¿Cum qué?

—Vertedero de semen —Elena aclaró las dudas de Sam.

Rey intercambió una mirada vibrante con la rubia que se había atrevido a llamarse a sí misma ‘su vertedero de semen’. Tal vez producto al alcohol que inhibe las capacidades de dudar, pero dicho término implicaba que la rubia estaba dispuesta a dejarse coger cada vez que él quisiera.

—Ya… de regreso a lo interesante. Quiero ver el pasado de Arte… —dijo Elena.

Rey también tomó asiento. Él sabía que el dispositivo que Sam le había dado no tenía mucha información, pero no le era difícil recuperar los archivos, videos y fotos borrados. Por cada segundo que pasaba, dicho dispositivo reconstruyó y exploraba lo que se había almacenado en la nube desde el día en el que se creó la cuenta. Todo para satisfacer la curiosidad de la rubia zafada.

En la pantalla apareció una réplica perfecta del teléfono que estaba siendo explorado por la rubia, solo que este dispositivo no tenía el vidrio cuarteado o se veía desgastado por el tiempo ni el uso. Dentro del fondo negro flotaban aproximadamente de veinte a treinta iconos, entre ellos, 3Fuz, Badrooo, Tender.

Tanto Elena, Sam como Rey abrieron los ojos ante la sorpresa de ver como en el pasado, Arte hacía el intento de buscar pareja. Por el teléfono, dentro del ciber mundo, puedes ser quien quieras ser y buscar a alguien para un encuentro ocasional, o para una relación a largo tiempo. Pero, sobre todo, sabiendo las actuales preferencias de Arte, el de seguro buscaría alguien fuera de su grupo social con quien pudiera satisfacer sus deseos reprimidos.

Ellos encontraron algo de seguro. Sentimiento que hizo acelerar el corazón de los presentes. Tragar saliva, sentir ganas de ir al baño, respirar con más frecuencia y hasta sudar.

Tanto Elena como Samantha tragaron en seco y se vieron forzadas a mirar hacia los lados, como si quisieran prevenir que nadie más estuviera en el lugar. Hurgar en la privacidad de alguien más provocaba un éxtasis tan morboso. Miedo, combinado con adrenalina y excitación en iguales proporciones.

—Por dónde empezamos… por dónde, —preguntó la rubia que ya había posicionado el cursor del ratón sobre el icono que decía Galería—. El objetivo de entrar a su habitación era buscar si tiene porno, entrar en las habitaciones de citas solo nos demorará… no es así.

—Pero lo hace más interesante. Yo no creo que las fotos y los videos sean los más relevantes en este caso, sino que los sentimientos. Ver lo que ella era capaz de escribir, las respuestas de los demás… pienso que esas cosas son más interesantes y lindas.

—Eres una sentimental… pero estoy de acuerdo… —agregó Elena después de achicar los ojos. —Empezamos por Badrooo… En la pantalla se cargó la aplicación, abrió y dejó expuesto como una docena de perfiles de hombres y chicas por igual.

Muchas conversaciones ni siquiera estaban abiertas y casi todas eran genéricas con el mismo mensaje de ‘Hola…’ La mayor parte de las conversaciones que Arte había dejado en visto justo cuando descubría que tan lejos vivía el otro que le escribía. Muy lejos como para que existiera la oportunidad para que pasara algo. Así sucedió en Tender y lo mismo en 3fuz.

Pero, Elena no se mostraba desanimada ni los presentes. Estas aplicaciones solo eran un intento de salir de la vida rutinaria, pero quienes más tenía que decir era Whats_App y Mess_enger. Con un tanto de desespero, la rubia ingresó a la aplicación verde que se valía de un teléfono blanco en el medio. Entre todos los contactos se encontraban fotos muy sugerentes. La rubia decidió abrir una conversación y mientras subía y bajaba pudo ver una foto que le dejó boquiabierta. Arte tenía su culo al aire, se veía que estaba dentro de un baño público usando ropa interior de mujer.

—Para, para… déjame leer. —Reclamo Samantha, Elena pareció buscar lo que era el principio de la conversación y ahí se detuvo—. [Mmmnn, ¿Y dónde estás ahora… trabajando?] [¿Llevas puesto lo que te regale?] [Enséñamelo…]

Por el contexto de las fotos y la vestimenta, se podía notar que Arte trabajaba en lo que era una especie de cafetería o un lugar bien público.

—[¿Y si todos los que te ven supieran lo que yo sé? ¿Qué eres una pequeña y sucia Sissy?]

—¿Quién es ‘Sissy’, tú que lo sabes todo? —Le preguntó Samantha a Elena.

—Es un término que se le atribuye a chicos tímidos, cobardes, débiles… muchachos que al mismo tiempo se comportan como chicas. —Respondió Elena ya mientras abría y cerraba sus piernas.

—[No, por favor… que no se enteren. Yo me porto bien.]

—[Procura entonces dejar guardado en tu culo eso que deje.

Hasta que yo quiera recogerlo.]

—[Sí… no he usado el baño.]

—[Entregarlo limpio como te lo metí… o, castigo para ti. Por ser una sucia Sissy.]

Samantha y Elena parecían tener fuego entre las piernas, una llama tan grande que siquiera se les podía apagar con toda el agua que salía de entre sus vaginas. Por otro lado, Rey tenía una mirada muerta, cuál si se arrepintiera de todo lo que estaba sucediendo. Tan solo que, por no mostrar debilidad, se abstuvo de decirle a Samantha que dejara de leer en voz alta los comentarios, o de retirarse de la habitación.

Entre conversaciones y conversaciones, Elena fue surfeando por los contactos del teléfono y también leyó en voz alta aquellos mensajes que más le llamaban la atención mientras se frotaba el clítoris después de subir uno de sus pies sobre la mesita en la cual se encontraba el teclado.

—[Al principio me sentía raro al saber lo que eras, pero después me di cuenta de que tenía beneficios conocer sobre tu secreto.]

 [Entre mi novia y tú… tú eres quien mejor monta verga.]

 [Siempre recuerdo ese momento… cuando, unos segundos después de que mi mujer comenzará a bañarse, yo ya te la tenía enterrada hasta el final y tu empotrado contra la pared tratando de aguantar no gritar.]

[Sé que te gusta desempacar mi paquete y metértelo en la boca, aunque esté sucio y maloliente…]

[Me contaron que te encanta tragar leche con tu culo casi tanto como con la boca.]

 [Mi novio necesita cogerte. Esta semana estoy con mi periodo y tomarás mi lugar en la cama. Sales del baño como siempre nada más que apague las luces.]

[Sé que necesitas de mi verga para que puedas seguir con tu vida.]

[Una vez te crezcan las tetas vas a saber lo que se siente cuando se mueven porque alguien te esté cogiendo el culo con fuerza como te lo hago.]

 [Si cuento tu secreto, esos viejos no desperdiciarán más leche en el baño o sobre papel porque siempre tendrán tu boca disponible. ¿No es así?]

[Esta semana fue dura… Me encantas cuando me das tu culo abierto para que descargue mi furia.]

—¡Santos cielos! Si estos son los mensajes, no me imagino las fotos y los videos… ¡Entra en la galería ya! —dijo Samantha bien impaciente.

Ahí, sin mucha más insistencia, Elena dio varios clics y abrió el icono de la galería. La primera imagen que apareció consistía en Arte, arrodillado en el piso de un callejón, con una verga en la boca y otras dos en cada mano. Desde un ángulo de arriba, la foto impactó tanto que Elena necesito tomar un trago de alcohol. Arte se veía delicado, inocente, bien vestido, con los ojos abiertos, chupando la verga de tres extraños.

—Pantalón negro, camisa blanca… eso tuvo que haber sido detrás de su trabajo —asumió Samantha.

En la siguiente foto se podía ver el final de la espalda de Arte, el cual terminaba con su pantalón, dejando al expuesto un hilo dental de color rojo que se colaba entre sus dos nalgas hasta perderse. En la siguiente foto, Arte seguía chupando verga, pero esta vez con la camisa desabotonada, tanto que se le podía ver un pezón. Siguiente foto, Arte tenía en la boca la verga que de que sostenía con su mano derecha, y en la próxima le estaba pasando la lengua por los huevos del tipo parado a su mano izquierda.

Para Rey, no era la primera vez que veía a alguien chupando vergas, pero nunca había visto a su amigo en pleno apogeo fuera del closet. Le parecía mentira ver como protagonista de semejantes fotos al chico que dormía bajo el mismo techo, compartía comida y reían como si nada de manera tan inocente todo el tiempo. A Rey, ver los mensajes, no le había hecho del todo consciente, pudiera decirse que, si no hubiera visto las fotos, se marcharía hasta la tumba asegurando que Arte, aunque se proclamará a sí misma como mujer, era hetero y nunca había comido verga. Jamás se hubiese podido creer que esa misma persona disfrutara tanto de estar chupando tres y hasta cuatro vergas a la vez.

—¿Podría ser uno de ellos su jefe? —preguntó Elena.

—Lo más probable. —Respondió Samantha para mantener el silencio por un rato. Era cierto que, en las fotos, Arte siempre se mostraba en una posición sumisa, frágil y asustadiza. Pero también reía con discreción. —Para ser honesta, siempre creí que cualquier hombre se sentiría humillado en una situación como esta.

—Arte no es un hombre —aclaró Elena.

—Lo era hasta no hace mucho —dijo Sam.

—No creo… tampoco es que entremos en el concepto de sí; se hace mujer o naces mujer. Pero pienso que sí, un hombre en una situación como esa se sentiría humillado. Como por ejemplo… Rey, ¿te imaginas chupando verga así como Arte? —Una mueca involuntaria emergió en el rostro del aludido junto como un retortijón de estómago y toda una sensación de asco. Lo cual hizo que Elena continuará—. Lo ves.

—Bueno, si la circunstancia fuera propicia y tal vez yo no proviniera de la familia que provengo, tal vez no me incomodaría estar en una situación como esa. —Aseguró Samantha, corroborando la suposición de la rubia. Rey y Elena observaron a la trigueña al punto de ponerla nerviosa—. Bueno, si voy a ser una puta zafada no tiene mucha lógica quedarte con tan solo una verga. Puedes disfrutar del sexo cuanto quieras siempre que nadie de tu alrededor se entere. Ni me miren así, Elena sigue bajando… La rubia obedeció y en pantalla aparecieron nuevas imágenes.

Estas eran diferentes, mostraban a Arte con labios pintados de negro, usando espejuelos y una peluca, sentado sobre un sofá con la mano metida dentro del pantalón. Evidentemente, se estaba masturbando mientras miraba en dirección a lo que era una cama. En la otra estaba ya en cuatro sobre la cama, pero con las patas unidas en donde todo lo que se le veía eran sus nalgas abiertas y una sutura de carne en donde debía de estar la vagina de cualquier mujer. Las otras fotos mostraban a una impresionante verga en primer plano que se iba acercando al culito blanco que estaba empinado. En otra foto se veía lo que era un pene de plástico al lado de la primera verga que parecía dirigirse a la boca de Arte.

Las imágenes eran vibrantes, cargaban tanta excitación que tanto Elena como Samanta no podían dejar de masturbarse y gemir. Las fotos mostraban una escena en la cual todos sabían que el culito de Arte iba a ser penetrado, pero aún no sabían cuántas fotos tendrían que avanzar para llegar al evento tan esperado. Tal vez la siguiente o la próxima.

Finalmente, completamente desnuda y en primer plano, se pudo ver cómo el hombre le metía la verga por el culo mientras que Arte chupaba el plástico negro que llevaba puesto una mujer. La mujer del grupo, en la siguiente foto, tenía sus dos dedos con forma de gancho metidos dentro del culo abierto de Arte mientras que la verga esperaba para volver a entrar. Se notaba que ella había acariciado con sus dedos el orto del Arte y después los había deslizado por la humedad del orificio y en esa foto le estaba castigando al tirar hacia arriba con su mano.

—Qué mujer esa —comentó Sam—. No puedo creer que le esté abriendo el culo a Arte para que su marido se venga y el semen caiga adentro.

—Pues así es —dijo Elena al pasar a la siguiente foto y ver convertirse en realidad lo que Samantha había dicho—. De todos en esta casa, él de seguro fue y es el más activo. Nunca sospeché que pudiera llegar a tanto.

Por otro lado, entre los comentarios de las chicas, Rey pensaba que no sería una mala idea cambiar el tapizado de tela de los muebles de la sala por un material impermeable.

“Si de ahora en adelante ellas van a crear la costumbre sentarse y masturbarse en la sala, sus fluidos vaginales van a manchar y mojar los asientos”.

—Tengo que darme otro trago para poder seguir sin pensar en cómo poder ver a la cara a Arte de ahora en adelante —dijo Samantha sacudiendo las manos.

—¡¿Otro trago de valor?! —preguntó Elena, con una sonrisa maquiavélica—. Nena, yo soy dueña de la botella y si quieres tomarte otro trago tendrás que usar mi coño como vaso.

—Bueno… como jarra será —dijo Sam devolviendo la sonrisa, ella estaba aludiendo al exagerado tamaño que tenía la vagina de la rubia.

—Descarada que tu culo está mucho más abierto —se defendió Elena—. Bueno, te animas o ¿no?

Rey con una sonrisa, no prestó mucha atención a la situación que se estaba dando entre las chicas, casa que le hizo advertir; — No creo que sea una buena idea. El alcohol puede irritar…

—No agües la fiesta, Samantha ven aquí y prepárate, —dijo Elena mientras que se acostó en el piso y comenzó a subir sus piernas hasta que las caderas quedaron de forma vertical con su cuerpo. Una vez empinada, la rubia continuó—. Sam, agárrame las piernas, quiero que pongas tu coño en mi cara y que no despegues tu lengua de mi clítoris. Rey, echar un chorrito constante que me pase por la raja y que caiga en la lengua de Samantha.

—… el área genital —terminó de hablar el joven quien fue interrumpido por la hiperactividad de Elena dando órdenes.

“En este punto, Elena es del tipo de personas que solo aprenden cuando experimentan dolor…” habló Rey para su interior, con la botella en la mano. “Aunque creo, que debería ser un dolor lo suficientemente insoportable para que no lo vuelva a hacer.”

Las posiciones entre las dos chicas ya estaban tomadas y a Rey, la verga ya le golpeaba casi que contra la barriga de lo morboso que se estaba presentado la situación. Ver a Samantha haciendo una cuclilla sobre el rostro de Elena mientras que pegaba su lengua al clítoris de su amiga y dejaba la boca abierta para tragar alcohol, no tenía comparación. Él no se iba a poner moralejo y actuar de sabiendo ante lo que sucedería luego.

Sin que Elena tuviera tiempo a pensarlo dos veces, Rey vertió un poco del contenido de la botella sobre el sitio exacto y hasta que no vio que, a la boca de la trigueña, término desbordada de alcohol, no se detuvo.

Samantha, por otro lado, cerró la boca y tragó todo el alcohol para terminar exhalando como si fuera un dragón que escupía fuego por el lugar. Aunque esta vez no se había valido de la sal o el limón, ella pensaba que el trago ya no se sentía tan fuerte.

—¡Uy! ¡Uy! ¡Uy! —Exclamaba Elena, quien apenas se liberó, se levantó y corrió como el viento para la cocina. La rubia se trepó sobre la meseta y se sentó en el fregadero al mismo tiempo que abrió el grifo de agua. Con las manos ella se lavó el coño como si fuera algo que estaba cogiendo candela.

Rey no pudo evitar mostrar una expresión de saber en lo que iba a terminar la situación, mientras que esta vez fue Sam quien rompió en carcajadas.

Después de unos minutos los presentes se reincorporaron, aunque la diferencia era que Elena tenía el coño rojo, Samantha estaba más borracha y Rey la tenía parada.

—Ahora, que retomamos el tema, —dijo Sam—. Esas fotos parecen tomadas en un hotel. La mujer del video se ve joven, sí, podría decir que tiene menos de cuarenta.

—Quizás fue una salida loca. Algo que hizo con una pareja de casados. —También justificó Elena mientras seguía pasando las fotos.

En las demás imágenes Arte estaba chupando la verga, pero no la chupaba como en las fotos anteriores, sino que daba la impresión de que ella estaba recorriendo el camino de las venas que se le salían a la verga que tenía en enfrente. Como si Arte quisiera sentir el relieve del miembro viril, real y tangible, que se estaba metiendo en la boca, mientras que era el turno de la mujer de darle por el culo con el consolador plástico.

—¡Apa! ¡A Rey se le está bajando! —se quejó Samantha.



Reina Del Cielo

Chapter 10
Piedras en la ventana


  —Producto de un descuido de mi parte —dijo Rebeka, ampliando la sonrisa en su rostro tanto como podía, ya que, si su felicidad iba a resultar en la desgracia de alguien más, quería que esa desgracia fuera lo más grande posible—. Una ligera situación se hizo presente y me ha impedido calcular apropiadamente el tiempo que me quedaba para poder cumplir con mis deberes. Aunque según pudieron ver bien por las cámaras, llegué a tiempo a la escuela. Ahora que tengo una vida social más activa, tengo novio, que es algo que no va en contra de las reglas escolares, puedo asegurar que estos incidentes no se repetirán, pero que tampoco podría continuar siendo la presidenta, ya que tener una vida social activa y saludable es de vital importancia para mi desarrollo como alumna, mucho más cuando durante estos últimos años no tuve ninguna. Ahora mismo, pienso llevar una carta al director si me lo permite, claro. Les pido tan solo un poco más de paciencia, así como agradezco las expectativas tan altas que han tenido conmigo por todos estos años. ¿Por qué no lo avisé con anterioridad? Porque mi noviazgo se hizo oficial esta mañana. También, si me permiten agregar, no creo que en verdad ustedes tengan motivos tan grandes como para que puedan señalar y reprochar mi comportamiento como presidenta, cuando es la primera vez que no alcanzó a tener tiempo para pasar asistencia, preparar la pizarra y botar la basura antes de comenzar una clase. Tampoco pasé por mi casillero ni por el aula de los profesores: pero quizá no hayan aún visto todos los méritos que he logrado hasta este momento.

 

   —Discúlpeme que la interrumpa señorita Rebeka, pero este no es momento para tener un debate cuando ya estamos quince minutos tarde en el turno de clase —interrumpió la profesora, tras ocultar su enfurecimiento al no lograr su objetivo—. Tendrá que verme después de clases si quiere seguir hablando, por ahora tome asiento, pero quiero que entienda, a la segunda tardanza que tenga se le va a levantar un acta y a la tercera no se le permitirá entrar en mi turno y se marcará como ausencia. Cinco ausencias injustificadas a cualquier clase serán suficientes para una expulsión permanente y definitiva. Tome asiento como hicieron sus compañeros. 

 

  Rebeka se dio la vuelta, manteniendo una sonrisa triunfante en su rostro. En definitiva, después de aquellas palabras se había quedado mucho más tranquila y su decisión de renunciar a ser la presidenta era la mejor forma de detener a los profesores a que le siguieran tratando como lo hacían hasta el momento. Si la excelencia en esa escuela era peor pagada que la mediocridad, mejor ser mediocre y así librarse de todos los problemas innecesarios que pudiera traer el ser excelente.   

 

  En el primer recreo, Rebeka se hizo camino a donde estaba el despacho del director y le dejó a la secretaría su carta de renuncia como presidenta. Eso fue algo que le dijo a la bibliotecaria cuando se la encontró en el pasillo caminando.

 

  —Entonces, ¿esa es tu decisión final? —preguntó la amable señora con una mirada triste. 

 

  —Sí —respondió Rebeka, confidente y altanera como nunca. 

 

   —A veces, tomar el camino fácil en esta sociedad… te hace terminar en el fondo —dijo la bibliotecaria con la mirada de una madre preocupada—. No creo que cuentes con lo que llaman “el germinar de una heroína”. 

 

   —Soy una simple humana, también consciente que mi vigor, inteligencia, destreza, fuerza, resistencia, fe o incluso mi suerte sea lo suficiente ante una muerte inminente. Tampoco es que lo necesite para vivir mi vida, después de todo, esto es el mundo real y no un libro de fantasía.

 

  —Tu libro favorito no es de fantasía, es de historia. Que la muerte te sepa a gloria —dijo la bibliotecaria, como palabras de despedida que no pudieron ser escuchadas por la chica de cabellos negros, la misma que se movió feliz como el viento y regresó a tomar las demás clases que le faltaban.

 

 Durante el resto del día, Rebeka no se contuvo en darle la noticia a los profesores, que, al haberse reunido en una esquina para cuchichear, ya sabían de la noticia y tan solo podían simular sorpresa.

 

  Sin tener que hacer trabajos extras, prestarle atención a la clase o hacerse responsable de pasar la asistencia ni limpiar la pizarra o botar la basura, Rebeka se sintió liberada por el resto del día. Finalmente, estuvo contenta con las expectativas de seguir disfrutando su nueva vida, justo cuando terminó la última clase y fue la primera en salir por la puerta para ir de regreso a su casa junto a su novio.

 

  Por supuesto, estaba ansiosa, porque bien sabía que en su casa no estaba su madre porque había salido a trabajar, como de costumbre. Por eso le daría a Omar el premio que como perrito necesitado con sus ojos había estado pidiendo, pero no era que se la quisiera poner tan fácil, después de todo, él se ganaría el tesoro que estaba entre sus piernas con más esfuerzo.

 

Rebeka entendía que el amor podía distraer su capacidad de juicio y razonamiento. Había que verla de forma objetiva como prueba. Primero, sentía atracción por él, física y sentimentalmente, al punto en el que incluso resultaba como dependencia. Estaba dispuesta a darle de vuelta bienestar y placeres. Segundo, quería hacer lo que fuera necesario para pasar con él la mayor cantidad de tiempo posible, con mirarle y sentirle cerca era suficiente. Tercero, era como si estuviera bajo un hechizo de bienestar, con que él estuviera feliz, ella también lo estaba.

 

  Tomados de la mano Rebeka y Omar llegaron a la entrada de la casa que en la mañana habían dejado, la chica, con la sonrisa de una gata juguetona, se volteó y dijo las siguientes palabras. 

 

  —Déjame entrar en la casa. Mientras tanto, escóndete en el patio y espera mi señal. 

 

  Omar guardó silencio y prestó suma atención al plan que le estaban diciendo. Debido a que Rebeka sonaba muy seria en sus palabras, decidió no hacer preguntas y comenzar el arte del espionaje y la paciencia, para no ser detectado, mientras se escondía en el patio.

 

  Tras despedir a su chico con un beso de pico, se volteó, caminó hasta desaparecer de la vista al cruzar la puerta de la casa, pero no sin antes mirar atrás y hacer un guiño con su ojo derecho en señal de complicidad y expectativa.

 

  Una vez dentro, Rebeka cerró la puerta con seguro y fue corriendo en dirección a su cuarto con la intención de arreglar cualquier cosa que pudiera estar fuera de lugar. Ya no estaba bajo el hechizo de embobecimiento, ahora regresaba a ser objetiva y más precavida en sus intenciones de “querer gustar”.  

 

  «Dicen que la habitación de una chica es el reflejo de su personalidad. En verdad no quiero que se distraiga con cosas sin importancia», pensó. Por eso, apartó los juguetes y peluches que tenía, tiró debajo de la cama algún libro incriminador y se cercioró que ninguna de sus prendas interiores estuviera expuesta en otro lugar que no fuera el cesto de la ropa sucia.

 

   «Ahora que lo pienso y me miro en el espejo, sería mejor si también tomara un baño antes de empezar la acción. Todo un día de escuela ha hecho que mi piel esté sudada y me sienta muy pegajosa, tampoco es que quiera tener un mal olor en un gran momento».

 

  Como un rayo, fue al baño y abrió el grifo del agua caliente mientras se desvestía y entraba al interior de la bañera.

 

 Entre el desespero y los movimientos de un lado a otro: «¡¡¡Diablos!!! Se me mojo el pelo… deberé secarlo después para que no se note que me bañé».

 

  Ya salida de la bañera y secándose con la toalla que tenía, Rebeka dio un último vistazo a su cuarto, luego de preguntarse si faltaba algo para que el momento fuera perfecto. Su habitación estaba bien, pero:

 

«¿Qué hay de comer en el refrigerador? y si nos da hambre y no hay nada hecho. Eso podría ser malo ¿no?».

 

Luego de mirar sobre la mesa, Rebeka recordó las veces que había ido a la cocina y traído un vaso diferente, que se le había olvidado regresar. Habían sido seis veces, ¿por qué seis? Bueno, porque seis eran los vasos vacíos que ella tenía sobre la mesa, apilados en una esquina, detrás de los libros de la escuela.

 

   «Si él quiere comer después que terminemos, me abro de piernas y le digo que siga comiéndome ahí abajo», se dijo, confidente, mientras tomaba los vasos como podía, para devolverlos a la cocina. «¿Y si sangro? Después de todo, esta es mi primera vez con un chico».

 

  Agobiada de tantos “y si” Rebeka intentaba no seguir pensando, después de todo, se había dado cuenta que estaba nerviosa y de cierta manera sentía miedo. Con el miedo, las inseguridades aparecían y no le ayudaban a pensar con claridad. Tan pronto terminó de lavar los vasos, abrió la nevera con tal de ver si tenía algo que comer. 

 

   «Creo que puedo usar el vino de mi madre para la ocasión, le diré que lo usé para cocinar».

 

  Más que comer, ella pensaba en tomar. Después de todo, dicen que el alcohol da valor. Volvió a subir a su cuarto con la botella en la mano, lo miró todo, pero un extraño sonido le hizo regresar al presente y mirar el reloj. Habían pasado ya dos horas desde que había dejado a Omar afuera:

 

   —Es de noche y él sigue afuera, el pobre, espero no se lo coman los mosquitos.  

 

 Tic Tic…

 

  «¿Qué es ese ruido? Viene de la ventana. Debe ser él. Omar, tan solo han pasado unas horas, ¡que impaciente! Aún no me he secado el pelo, tampoco he hecho nada de comida ni he organizado el estante de libros».

 

  Sin más opción que apegarse a la imperfección de lo esporádico antes que esperar por la perfección de lo que es cuidadosamente planeado, Rebeka no tuvo más remedio que abrir la ventana esperando que se le ocurriera algo convincente que decir. Una justificación que me haga ganar tiempo en esta situación y que, a la vez, lo entretenga. 

 

  «Mi habitación está en un segundo piso», se dijo.

 

   Rebeka abrió la ventana que da hacia al patio y tras localizar con sus ojos a Omar, dijo susurrando: 

 

  —Debes subir por aquí. 

 

  —Pero ¿cómo? —dijo Omar, en respuesta a la petición que había escuchado. 

 

   Sin saber qué decir, Rebeka se encogió de hombros ante la pregunta. Tras una última mirada a los ojos decididos de su novio, decidió entrar para poder organizar lo que le quedaba. 

  

  «En verdad no puedo creer que tenga tantos libros de autoayuda, educación sexual y romance», se dijo, con una risita nerviosa, esa que desde el principio no se había podido aguantar. «Por más que los apartó a un lado, siempre hay otro libro embarazoso detrás.  ¿Quién iba a decir? De pasar a ser dos personas que nos atraíamos en silencio el uno al otro, ahora estamos a punto de recorrer un camino ardiente juntos. Pasar de mirarnos en silencio, saludarnos educadamente, de sonreírnos discretamente el uno al otro, a tocarnos candentemente, besarnos con hambre, a querer desesperadamente estar juntos y ahora… a estar a punto de tener sexo».

 

  Tras arrojar el último libro que creía que le pondría en evidencia, Rebeka se volteó para ver como la cabeza de su amado se asomaba por la ventana.

 

  «Esto no tiene mucho sentido, lo sé…», pensó Rebeka, mientras tendía la cama. «Pero, esconder lo que soy tan solo sucede porque aún no hemos tenido mucha comunicación el uno del otro. Una vez pueda coger confianza y actuar como lo que soy, que él ya no pueda deshacerse de mí, es el plan perfecto. Aunque primero está tener sexo, algo que no puede suceder si antes no hago tiempo para detalles románticos, abrir nuestra intimidad y hacernos sentir especiales, o ¿sí?... ¡Aaah! ¡Él ya está aquí!».

 

 

Tan pronto pudo valerse de un firme agarre, Omar subió un pie y luego el otro, lo que le permitió saltar por el marco de la ventana más allá de la mesa de estudios de Rebeka. Esquivando la silla, cayó de pie con las manos extendidas, como si fuera un gimnasta que había terminado de hacer un salto mortal sin sobrevivir.

 

Luego de encoger sus manos para mirar el tan arriesgado salto que había efectuado, sin casi haberse hecho daño. Tras caer en cuenta que estaba lleno de mugre y pintura en sus manos, agregó — ¿Puedo enjuagarme las manos? 

 

  El corazón de Rebeka estaba disparado, a pesar que su chico hablara y actuara con normalidad, pues para ella era la primera vez que tenía a un chico dentro de su cuarto. 

  

  «En verdad nunca esperé que fuese tan intrépido», pensó, luego de mantener la distancia y decir en voz alta:

 

—Puedes pasar al baño y lavarte, si quieres. 

 

Rebeka vio cómo él le pasó por el lado y silenciosamente se dirigió hasta donde estaba el lavamanos.

 

   El silencio se hizo presente, tanto que se pudo escuchar cómo el grifo se habría y el agua caía mientras la espuma se creaba con el frotar de las dos manos que se lavaban la una a la otra. Rebeka se preguntó si acaso él podría escuchar su corazón latiendo como lo hacía, no por excitación, sino por miedo a no saber si estaba haciendo lo correcto.

 

  «Ahora que estamos en mi habitación, sin nadie que nos pueda detener… No me siento preparada, mi cuerpo me dice que es una mala idea, es como si quisiera saltar por la ventana. ¡No sé qué hacer!», se dijo, tragando en seco y retrocediendo un paso.

 

  Omar tomó más tiempo de lo que se tomaría alguien normal para lavarse las manos, algo que le dio oportunidad a Rebeka para seguir pensando y acumular el valor en su cuerpo. Después de todo ¿Qué sería de los humanos si dejaran de hacer las cosas que sentían que estaban mal?  

 

  «Supongo que va en ambas direcciones… esa seguridad de sus palabras tan solo es él pretendiendo, después de todo, este no es su territorio y está en la casa de alguien más, sin ser invitado por mi madre».

 

  —Entonces… ¿este es tu cuarto? —preguntó Omar, luego de cerrar el grifo y secarse las manos en la ropa, lo que hizo que Rebeka se pusiera aún más tensa. 

 

   —Sí —respondió en voz alta, sin saber qué más decir. 

 

  Después de todo, ella creía que una vez que un tigre estaba ante su presa no tardaría mucho tiempo en atacar y devorar la carne. Omar tal vez no era un tigre en el sentido estricto de la palabra, pero si era un hombre sediento por sexo y estando ahí en el cuarto, después de haber esperado por tanto tiempo, ¿qué le hacía no querer atacar? 

 

   —Rebeka… —la chica se tensó aún más al escuchar su nombre—. Sé que podría sonar desagradable, pero ¿Te importa si uso el baño? Esta situación me tiene muy nervioso y no sé qué hacer con este malestar en mi estómago.

 

  «¡Perfecto! Eso me dará más tiempo» pensó. También se puso contenta por la inesperada oportunidad y dejó que toda la energía que había preparado para salir corriendo se disipara.

 

—Sí, claro que sí. No suena desagradable, es natural, muy natural, no hay problema, utiliza el baño todo lo que quieras.

 

   —¿Tú mamá? —dijo él, susurrando. 

   

  —No te preocupes, ella no está —respondió Rebeka, con una sonrisa pícara, de quien no quería meterse en problemas.

 

  Tan pronto Omar logró procesar la respuesta a uno de los asuntos que más le preocupaban, su mirada de chico tranquilo y serio cambió a la de alguien que estaba evidentemente confundido, pero aliviado a la vez. Luego de ver a Rebeka, miró hacia la ventana y después la volvió a ver, tras darse cuenta de todo el trabajo que había pasado y el tiempo que esperó ahí afuera.

 

  Pícara y con la misma mirada de gata juguetona que puso al despedirse en la entrada de la casa, Rebeka optó por evitar dar una respuesta, pues con tan solo sonreír de vuelta, era una respuesta suficiente.

 

 Luego de respirar tan profundo como pudo, Omar le regaló una sonrisa, mientras cerró la puerta del baño con ojos de alguien que no se arrepentiría de hacer lo que iba a ejecutar.

 

  Apenas el chico se metió en el baño, Rebeka se dio la vuelta y caminó hasta la cocina con la botella que había subido. No podía negar que se sentía mejor, más dispuesta y con menos miedo. «Ya no me siento tan tensa y las puntas de mi pelo están a punto de secarse por completo. Todo será perfecto. Sí, todo tiene que ser perfecto. En verdad me lo merezco, no es el momento lo importante… es la persona con la que compartimos el momento».

 

  Debajo de las escaleras se pudo escuchar el agua cayendo.

 

  «¿Ese el sonido de la ducha? Ahora que lo pienso, nunca he visto a un chico bañándose, también me preocupa que se demore mucho».

 

 Sin poder reprimir la curiosidad, dejó el arroz cocinándose, para silenciosamente escurrirse de vuelta a la entrada del cuarto de baño. Con el corazón en su pecho, Rebeka acercó lentamente su mano al picaporte de la puerta, se mantuvo de pie, sintiendo como también le temblaban las piernas. Que alguien se estuviera bañando significaba que estaba desnudo, más el sonido del agua caía de forma extraña y rítmica.

 

  Con convicción en su mirada, trató de girar su mano, pero el seguro se lo impedía, algo que la obligó a mantenerse firme del otro lado, tan solo escuchando cómo su chico se bañaba.

 

   Ella podía resistir y marcharse, pero sus recuerdos estaban provistos de recuerdos y métodos infalibles para abrir la puerta que había usado en un pasado. Tragando en seco, ella tomó una pequeña llave larga justo detrás de la lámpara de noche, que cabía por el agujero del picaporte y podía abrir desde el otro lado. Considerando lo que estaba a punto de hacer, se lo pensó por un momento, para luego, sin ni siquiera estar segura, insertar la llave en la cerradura y realizar el esfuerzo para abrirla.

 

 Aún más nerviosa comenzó a girar la llave.

 

  El agua que caía de la ducha se escuchó más constante, como si quien estaba bañándose hubiera dejado de moverse.  

 

   Como curiosa que era, Rebeka ignoró este cambio en el sonido y lo primero notó dentro del cuarto de baño que recién había abierto, fue si él había usado o no el baño como ella se lo imaginaba. Con una sonrisa en su rostro, siguió analizando con su mirada: 

 

   «Su ropa, está bien doblada en el suelo, déjame tomarla y esconderla por el momento, antes de que se dé cuenta. Tan solo su ropa, puedo decir que entré sin permiso con tal de hacerle una broma…».

 

   —Re… ¡Rebeka! —señaló Omar, quien estaba del otro lado de la cortina que impedía al agua escurrirse fuera de la bañera—, ¿estás ahí?… ¿Qué estás haciendo?

    

  —No me prestes atención, tan solo voy a esconder tu ropa. Es el precio por usar la bañera sin mi permiso.

 

   —No me digas que estás hablando en serio, por favor… no lo hagas.

 

   Rebeka, quien se inclinaba en el suelo ya con el pantalón, los zapatos y la camisa de Omar en sus manos, se dio cuenta de que algo no estaba bien con la respuesta por su parte. Alguien que tartamudeaba y se reservaba el privilegio de reclamar en una situación donde tenía la ventaja, era porque en verdad no la tenía. Algo raro debía de haber estado haciendo.

   

   —¿Sabes qué? Déjame verte… abre la cortina, quiero verte Omar. Como tu novia tengo ese derecho —sentenció, con palabras que sonaron serias, algo que le llevó a pensar. «Si fue capaz de arrodillarse ante mí, declararme su amor y subir hasta un segundo piso, supongo que no retrocederá ante estos caprichos tan triviales que tengo, a menos que esté escondiendo algo”.

 

  El vapor del agua caliente tenía los cristales empañados, Omar no hablaba, parecía estar titubeando e incluso se tomó unos cuantos minutos para abrir la cortina. Y ahí estaba él, de pie, desnudo y con su cuerpo mojado, pero su mirada y comportamiento encajaba aún menos, puesto que no eran apropiados para alguien valiente.

 

  Rebeka pudo inferir que él se había estado masturbando a sus espaldas, dentro de la lucha de su casa, sin que ella se lo hubiera permitido. «¿Qué clase de pervertido haría semejante cosa? ¿Que acaso prefería tocarse y autosatisfacerse sin incluir a su pareja en el acto? ¿Era considerado una marranada?”.

 

  —¿Acaso pretendías romper mi condición de no masturbarte? Explícate, ¡ahora mismo! —demandó Rebeka, mientras se cruzó de brazos, ofendida, sin quitar sus ojos del miembro viril que él trataba de cubrirse, pero como estaba duro, no podía hacerlo por completo, aunque estuviera usando sus dos manos.

 

   Omar agachó su cabeza y miró en dirección al suelo. En la mirada del chico se podía deducir que él prefería bailar sin ropa dentro del tren, por vergonzoso que fuera, antes que ocurriera esa situación.

 

    La olla arrocera se disparó y con esto se hizo escuchar el característico sonido que indicaba “el arroz estaba listo”, pero Omar no se atrevía a decir nada o argumentar una buena justificación o al menos, una excusa. 

 

  No era que Rebeka estuviera enojada, era que más bien no sabía cómo sentirse, pero tampoco podía tomar la situación como si no hubiera sucedido, sino, el incidente se repetiría cuando lo que ella quería era que él se tocará en enfrente de ella cada vez que tuviera deseo.

 

   Los minutos que transcurrieron en el baño fueron muchos y muy incómodos para los dos, algo que solo retrasaba los planes de una noche perfecta.

 

   Luego de tomarlo de una manera neutral, Rebeka le aventó una toalla por la cara a su novio y mientras se dio la vuelta, le dijo:

 

   —La cena está preparada. Sécate y baja… te voy a esperar sentada en la mesa. 

 

  Arroz amarillo con vegetales recién preparados, frijoles blancos de ayer, ensalada fresca y carne instantánea cuidadosamente servida en cada plato sobre la mesa. La carne y la ensalada junto a los frijoles estaban separados, mientras los dos platos ya estaban servidos con sus porciones correspondientes de arroz. Las raciones en cada recipiente no eran generosas, pero suficientes para dos, después de todo, Rebeka se había asegurado de dejar comida suficiente para que su mamá pudiera comer cuando llegase del trabajo.

 

  Sentada sobre la silla, mientras que la comida se enfriaba, la chica golpeaba la uña de su dedo índice contra la madera de forma impaciente, aun cuando ya escuchaba a su amado bajando por las escaleras.

 

   Tan pronto Omar se hizo presente en el comedor, ella levantó sus ojos para observarle.

 

   Ahí estaba él, encogido de hombros, con los cabellos aún húmedos, caminando como quien se sentía incómodo recorriendo desnudo en una casa ajena y que, de paso, sería sorprendido por una madre sobreprotectora con su hija, que lo que menos sería capaz de hacerle era partirle la cabeza y cortarle los huevos, tan pronto viera lo irrespetuoso que era al andar desnudo en casa ajena.

 

  Ante la mirada de ella, Omar no pretendía avanzar sin decir algo primero y así fue: 

 

   —Quería venirme antes de estar contigo —dijo.

 

  Rebeka pestañeó dos veces, para dejar sus ojos bien abiertos. Podía ver pena en el rostro ajeno, pues sus ojos evitaban hacer contacto visual con ella, mientras que el cuerpo buscaba la manera de cubrirse el miembro usando sus dos manos, como si tratara de bajar la erección que aún tenía. 

 

   —Hazme un favor y toma asiento — anunció Rebeka, tan pronto detuvo los sonidos provocados por su uña que martillaba la mesa. Omar levantó la cabeza y con rapidez procedió a tomar, como si obedecer lo que se le dijera en ese momento, garantizaría el resultado de un castigo menos severo.

 

 «Omar, famoso por hacer y deshacer, tomar riesgos y salir victorioso ante los demás, temido como un delincuente y respetado por ellos ¿Cómo es que resulta ser tan inseguro de sí mismo ante mí?», se preguntó Rebeka, mientras servía las raciones de carne, ensalada y frijoles en el plato del invitado, cuidando que uno de sus pechos no que quemara con el arroz caliente que ya estaba en el plato de ella

 

 —¿Por qué? — le preguntó a Omar, en referencia a la razón que él tenía para querer venirse antes de tener sexo con ella.

 

   —Es mi primera vez contigo… Quiero durar tanto tiempo como sea posible y no tener que preocuparme de quedar mal— dijo, después de tragar y acomodarse sobre una silla fría y sin acolchar. No tragaba por hambre, sino que lo había hecho para que su voz no temblara al salir, algo que no pudo evitar.

 

  «Más tiempo… quedar mal” interiorizó ella, quien dejó posar el plato de su invitado justo en frente de él, para proceder a servirse.  

 

   —En otras palabras, quieres asegurarte de darme duro por mucho tiempo para que me quede encantada con tu actuación y no deje de buscarte cuando tenga deseos de seguir queriendo más sexo.

 

  Rebeka no tuvo pelos en la lengua, quería dejar las cosas en claro y como si fuera una mujer de negocios, tocar cada punto y coma de un contrato, con tal de no llevarse una idea equivocada antes de tomar la decisión que tenía en mente.

  

  —Sí, quiero que no puedas caminar después de lo duro que te dé por toda la noche… También creo, que, a pesar de eyacular diez veces, aún sería incapaz de venirme por más de unos varios minutos, tocándote…

 

   —Oh… —respondió Rebeka, quien decidió tomarlo como un cumplido, mientras dejó de prestarle atención al chico y observó el interior del vaso al cual le dio un sorbo, tras remover de forma circular y oler como si de una copa se tratase. 

 

  El silencio inundó la mesa.

 



Rey De-Heavens

Chapter 10
El regreso de los cazarrecompensas


Rey, como quien le daba los buenos días a alguien que había dormido una noche placentera, dijo:

—Oh, a buena hora despierta.

Tomando un respiro, observó a su alrededor como si estuviera disfrutando del paisaje, para agregar.

—He cumplido con mi promesa. Si usas tu poder, podrás atravesar este tope y llegar a donde deseas…

Edith estaba siendo sostenida por una sola mano, sus pies colgaban en el aire y sentía el fuerte y firme abrazo de alguien más pequeño que ella. Al levantar su mirada, ella también notó la mano transformada de Rey que se encajaba dentro de la solidez de la plataforma. También vio las alas que aún se quemaban como ascuas de carbón encendido y el rostro pálido del White, quien, a pesar de tener su boca abierta y la lengua afuera, siquiera respiraba.

—¡¡¡Acaso estás loco!!! ¿Y si este no es el Tartarus? —preguntó con lágrimas en los ojos.

—No, oh, oh oh… No juegues conmigo Edith. —El agarre del techo se desprendió un poco—. No es que me quede mucho tiempo. Esta es la única oportunidad que te puedo dar como amigo. Enfrenta tus problemas y hazte responsable de las consecuencias, es la única manera. Es mejor que andar perdida. Al verte a los ojos, me reflejo en ti. Me hiciste darme cuenta de que el único camino de salida es atravesando la situación de la cual trataba de escapar —El agarre se deshizo un poco.

Edith, con lágrimas en los ojos y negando:

—Yo no quiero a un amigo… —Hizo una pausa y escondió la mirada—. Para cumplir mi propósito y hacerme responsable después, necesito que seamos algo más…

Rey, casi sin sorprenderse, dijo:

—Umm, es algo que puedo tener en consideración a futuro. Pero, por ahora, este debe ser el adiós entre nosotros dos. Edith preguntó preocupada:

—Con esas alas, ¿acaso podrás sobrevivir a la caída?

—¿Que si podré sobrevivir a la caída?

Mostró una sonrisa soberbia, amplia y confiada de alguien aún más arrogante.

—¿Acaso nuestras cuerdas no están entrelazadas? ¿Acaso tu nombre no es Edith Láquesis? Ten más fe en ti y no me hagas seguir riendo. Nuestra vida tiene muchas más opciones que esas que nos muestran unos simples hilos; falta verlas y tener el poder para tomarlas…

—Pero, pero…

—Edith, te deseo lo mejor… —interrumpió Rey.

El sonido del agarre y el derrumbe de las piedras de la zona que él usaba para aguantarse se dio lugar. Los tres pequeños cayeron al vacío; no obstante, utilizando sus manos, Rey arrojó el cuerpo de la Parca tan fuerte como pudo, obligándole a hacerse no tangible, si es que ella no quería chocar contra las piedras.

Edith, con sus ojos entristecidos, dejó de ver al pequeño sin apellido y a todo el ambiente rojo. Atravesando la tierra todo era oscuridad. Podía mantenerse intangible y regresar a caer, pero desperdiciaría la tan valiosa oportunidad que alguien le había dado mediante su sacrificio.

—No —respondió.

Emergiendo sobre la superficie del Tartarus, ella se limpió los ojos, que veían borroso, para llegar a distinguir a más de una docena de figuras que vestían largas túnicas negras con botones de plata y sogas de oro. Altas e imponentes, dotadas de ligeras curvas que solo el cuerpo femenino tenía, de manos negras, cubrían sus rostros con capuchas. Ellas, quienes se podían perfectamente distinguir por sus ojos muertos, dijeron las siguientes palabras:

—Oh, pequeña. Estuvimos esperando tu llegada. Vamos, que se te hace tarde para tu clase de lengua antigua —como si nada hubiera sucedido.

Edith dejó de flotar, cayó en el suelo y, con la mirada revirada y sus puños cerrados, siguió a las guiadoras con aires de rigurosas instructoras, con las cuales estaba bien familiarizada. La Parca sabía que eran rigurosas porque, sin importar cuánto aprendiera o cuánto demostrara sus talentos, ninguna nunca le brindó una sonrisa o un gesto de aprobación. Pero algo le resultó extraño, pues cada vez que se equivocaba, recibía una severa reprimenda. Más de cientos de veces había tenido que irse a dormir tras una buena golpiza. “¿No seré castigada a pesar de haber escapado?”, se preguntó. “¿Por qué me estaban esperando en este exacto lugar? ¿Acaso esto estaba entre sus planes?”, preguntas que ninguna salieron por sus labios, ya que, de haberlo hecho, tal vez la interpretarían como que quería recibir castigo.

Por otro lado, Rey, abrazando contra su pecho a White y encogido como una bola, descendió todo lo que había subido hasta que con su barrera impactó contra la casi sólida superficie de un lago en sequía. El violento impacto hizo que la esfera se agrietara por todos lados y deformara en parte su estructura original. En cambio, el suelo desbordado por cuerpos en pena, sangre hervida, fango mugriento y lodo hosco, casi que estalló en mil pedazos como si de una bomba se hubiese tratado. Gritos desgarradores, llantos, penas y cóleras se escucharon por todo el lugar.

Tanto White como el pequeño sobrevivieron gracias a que la barrera defensiva había soportado el golpe, pero no significaba que el creador se hubiera mantenido ileso. La barrera se había cuarteado como mismo lo hacía un huevo al caer al suelo y que, por suerte, no se abrió en dos. Como su núcleo estaba relacionado con el chacra corazón y con todo los demás, Rey sintió el daño externo justo en su interior y vomitó sangre. Como si un órgano se le hubiese dañado, Rey apretó la mandíbula con la intención de aguantar el dolor casi más insoportable que había sentido hasta el momento. “No, puedo perder el conocimiento…”, se dijo entre dientes. Luchando contra el mareo intenso y las luces que se apagaban, él hizo que la barrera se encogiera y regresará a su interior como núcleo de energía.

Luchando por mantenerse lúcido, Rey perdía la noción de lo que hacía, en donde estaba, el sentido de la orientación y los pensamientos. Si no hubiera sido porque se recordaba constantemente proteger a su amiga peluda, habría abierto las manos.

Entidades muertas y carentes de voluntad se reacomodaron en el agujero creado por el pequeño en su caída. Al no poder usar la barrera para protegerse y quedar indefenso, Rey fue devorado por mil manos muertas que le jalaban hasta el fondo del lodo. Sin dejar de proteger a White con su propio cuerpo, él recibió tantos golpes, arañazos, mordidas y gritos como pudieron darle esos espectros muertos que odiaban y detestaban la vida. Antes humanos, ahora se ahogaban en la ira y el odio y, aunque no tenían ojos en sus cuencas ni carne en sus huesos, sí se valían de dos pulmones negros inflados por fango y mugre. Los dos sacos que colgaban de la cavidad torácica tenían el único propósito de inflarse para gritar, y aunque no muchos tenían lenguas, los pocos que sí insultaban a los dioses, insultaban a Leonel.

Regresando al presente, Rey comenzó a forcejear tanto como pudo, pero ante su incapacidad de crear resultados favorables se dijo: “Es imposible llegar a la superficie”. Arañazos, golpes, mordidas y patadas de parte de aquellos muertos dejaron de dañarlo como antes lo habían hecho. “¡Hmm! Mi cuerpo ya no siente daño… Como no puedo subir, es mejor si sigo bajando”, se dijo para, acto seguido, dejarse hundir. Cosa que no fue muy difícil, pues él pesaba más que los muertos ahí presentes.

Aunque abriera los ojos, Rey era incapaz de ver. A su alrededor todos querían subir en el lago de fango movedizo, parece que para gritar sus penas y que fueran escuchadas. Por otro lado, mientras más profundo llegaba, la calma se incrementó. Tanto que llegó el punto en el que ya no fueron más los manotazos, rasguños y mordidas, solo patadas. “Este fango se siente más líquido, pero no creo que pueda ver”, pensó el pequeño quien, tras dar dos palmadas, apaciguó los retorcijones que daba su compañero peludo al faltarle el aire.

White había estado sin respirar por mucho tiempo. Lucha contras sus ganas de querer inhalar del líquido que le rodeaba, pero aun así la lucha se volvía ineficaz contra sus deseos instintivos de querer expandir sus pulmones. Tan pronto sintió las palmadas de Rey en su espalda, decidió exhalar todo el aire que tenía dentro de a poco, para al menos hacer algo y ganar tiempo. Aún sin abrir sus ojos, Rey se impulsó con sus pies hacia abajo y siguió nadando hasta que el fango dejó de ser y se sintió más como agua.

Apartado de todo el movimiento y la cólera que le lastimaba, el pequeño sin apellido decidió poner en uso una vez más la barrera que podía crear con su núcleo y apartar el agua del lugar. Una vez pudo apoyarse en el fondo de la estrecha esfera aun cuarteada, clamo toda una ráfaga de viento, la cual provenía con oxígeno y los gases necesarios para respirar. El viento infló aún más el tamaño de la esfera que se dejó agrandar por la voluntad del usuario.

White inhaló por la boca; acto seguido, expulsó el agua que había quedado en sus fosas nasales, y así respiró tan profundo como juraba nunca haber hecho en su vida. Carente de fuerza, tras dar unos pocos pasos, sacudió sus pelajes y se tumbó en el suelo que tenía forma circular y le hacía resbalar hasta el centro por más que se alejara.

Rey abrió los ojos y, a pesar de poder ver en la oscuridad como si de día fuese, no podía ver fuera de la barrera. Su cuerpo estaba maltrecho. Tan solo le bastaba con extender la mano para sentir las cuarteaduras del núcleo agrandado. Como hechicero, él sabía lo que tenía que hacer. Sentarse a meditar. Y así lo hizo para alcanzar a recuperar las heridas físicas y reponer la estructura de su barrera. La energía de todos sus vórtices estaba fluyendo correctamente y, con ella, poco a poco remendó las grietas del núcleo que le protegía, así como también curó las heridas de su piel y repuso el plumaje de sus alas. Ya una vez White se recuperó de su experiencia de casi muerte, Rey abrió los ojos y le acarició la cabeza.

—Gracias por confiar tanto en mí —dijo y White ronroneó en respuesta—. Bueno, es tiempo de encontrar la salida, creo que hemos tocado fondo. Sea bueno o malo, ¿quién sabe?

El pequeño de ojos blancos se levantó y, tras extender su mano, una vez más clamó una ráfaga de viento para volver a agrandar el tamaño de su núcleo ya reparado. Rey hizo que el gran libro negro de letras rojas flotara en el aire para buscar entre sus tantas páginas. Llegada la conclusión de su búsqueda, pudo invocar una esfera de luz fuera de la barrera. Poniendo mucha más energía de lo que esta necesitaba, la esfera se volvió capaz de iluminar una considerable cantidad de espacio en el fondo de aquel lago.

La luz hizo que, de dentro de la oscuridad, apareciera un inmenso rostro de ojos abiertos y toda una expresión encendida en odio fulminante, con cejas y ojos levantados como si alguien estuviera tirando de sus cabellos y una boca abierta como si estuviera gritando con todas sus fuerzas. Era un rostro femenino cuyo cuerpo tenía un tamaño desconocido, pues ¿qué tan grande podría ser alguien cuya pupila era dos veces el tamaño de la esfera que protegía a Rey? Tan grande y aterradora fue la imagen que White levantó una pata, se tapó sus ojitos resignados, se tumbó en el suelo y pretendió estar muerta.

Por otro lado, aunque Rey enfureció las expresiones de su rostro como un luchador que estaba dispuesto a darlo todo en una última y gloriosa batalla, en su interior sintió una inmensa debilidad en sus pies. Si no hubiera sido porque estaban trabados en el lugar, tal vez se hubiera caído de nalgas por la impresión que le provocó la horripilante imagen que apareció dentro de la oscuridad. “Edith no estaba equivocada al temerle a eso que pudiera existir debajo de un lago”, se dijo con tono reflexivo.

Pasando las páginas de su libro con la mente, Rey se detuvo en una en particular. Dos hojas envueltas por miles de misterios, muchos cánticos y un sin número de trazos que formaban el llamado de una de las criaturas más poderosas de la historia. Tan poderosa, aterradora e indomable que estaba entre los cientos de páginas que Heroclades había marcado como inutilizables. Era un dragón, según los libros que había leído en la Biblioteca del Conocimiento; este tipo de criatura poesía una rabia intratable contra cualquier ser que no fueran de su propia especie, en particular los humanos y aquellos que se les asemejaban. Tanto es el odio que no existe un dragón que dude en cambiar su vida por destruir el objeto de su cólera.

Ningún hechicero en la historia jamás ha logrado hacer un contrato con estas bestias, la única manera en la cual pudieron agregarlas a sus libros fue debido a un método de sellado. Por ende, clamar a uno significa romper el encarcelamiento durante un breve periodo de tiempo, pero la bestia inteligente optará con todas sus fuerzas para maldecir al usuario, significando esto que clamar semejante criatura debía ser su última opción, una apuesta muy arriesgada. A pesar de la tan fuerte expresión con que fue mirado, Rey contuvo su respiración y esperó un momento en respuesta a cualquier ataque.

Nada sucedía, el pequeño decidió alejar la esfera luminosa, pero algo le llamó la atención. Ni la inmensa pupila reaccionaba a la luz o los ojos le seguían. Tras bajar la esfera luminosa, Rey se dio cuenta de que era tan solo una cabeza decapitada lo que estaba viendo. Más al lado había algunos dedos, un pie, un seno. Era un cuerpo desmembrado que yacía en el fondo del lago. El crimen de alguien que había querido hacer desaparecer a su víctima después de matarla.

Rey, con la punta de su pie, movió el cuerpo tieso del felino y, aun así, esta siguió pretendiendo estar muerta. Con una sonrisa de medio rostro, él cargó a su acompañante desmayada y trató de dar pasos hacia adelante para hacer que la esfera avanzara por el lugar. “Heroclades no podía trasladarse si tenía su barrera expuesta, pero parece que no es tan difícil de hacer cuando yo pude volar. En cambio, aquí, tal vez por ser de superficie lisa, no me deja paso al avance… Y ¿si creo una superficie rugosa con algunas puntas?”.

El pequeño lo consiguió, no supo bien cómo, pero logró concentrarse en crear púas sobresalientes y, producto de la tracción que generaba la esfera, logró avanzar. Vagando por el lugar, ya con varias esferas luminosas que le alumbraban el camino, el pequeño vio dos cosas que le llamaron la atención. Una copa dorada sobre un altar y una especie de barca hundida mucho más adelante. Rey trató de coger la copa, pero al incluirla en el interior de su núcleo, en cuestión de segundos un torrente de agua inundó el interior de la esfera. Sin más remedio, Rey la excluyó del núcleo junto con su brazo y la regresó a donde pertenecía para, acto seguido, drenar la mitad del agua que casi ahogaba a su peluda acompañante.

Mirándolo por el lado bueno, el agua que quedó dentro no estaba tan sucia como la de afuera. Era clara y tibia, tanto que daban deseos de tomar un baño en ella. Con sus manos tomó un poco del líquido limpio y procedió a acicalarse. White miró a Rey como a alguien que se había equivocado y quería disimular su error sacando provecho de la situación; si pudiera hablar, ella seguro que le diría: “Trata de no ahogarme la siguiente vez”. Tan pronto el pequeño terminó de bañarse y limpiar sus prendas, también bañó al pequeño felino que le miraba con ojos acusadores. Con todo limpio, Rey se deshizo del agua tras separar la barrera en dos y expandir la parte que tenía aire mientras abría el compartimiento del agua. Ahora, para Rey, simplemente quedaba una segunda cosa que le llamaba la atención: el bote hundido. Así, continuó su camino.

Al Rey y White acercarse lo suficiente, pudieron notar cómo de dentro del interior de la barca se puso de pie una figura humana. Como una mariposa que buscaba hacerse a la luz, aunque se quemara entre las llamas del fuego, la figura avanzó y extendió sus manos sin considerar que se estaba haciendo daño. Rey no pudo ignorar el hecho de que ahí, abajo del agua, había alguien que parecía no ser agresivo. Tras acercarse, el pequeño dejó entrar en su barrera al hombre desnudo de barba larga y cuerpo encorvado.

A primera vista la persona había dejado de ser, con la piel de un cadáver devuelto a la vida, sin ojos, labios, orejas o párpados; cualquiera podría asumir que dicho sujeto era alguien que había vivido toda una eternidad en el corazón del infierno. Tanto había vivido en el abismo que se había convertido en parte del mismo, y ya no tenía más rasgos humanos que no fueran su cabeza, dos manos, piernas y huesos. Los dientes estaban afilados y, a pesar de tener dos pulmones, también tenía un estómago y sistema digestivo. Por consiguiente, no era muy dudoso que hubiera estado alimentándose de cadáveres de su misma especie para sobrevivir, lo cual lo convertía en una especie de ghoul.

Incluir a un ser tan repugnante y feo como este dentro de su barrera podría traer consecuencias, pero Rey no lo veía de esa manera. Fuera quien fuese, viese como se viese, no tenía intenciones hostiles contra él y si no era un enemigo, podía ser un amigo.

Rey, mirándole de pies a cabezas, procedió a preguntar:

—Si puedes hablar, dime… ¿Quién eres?

Lágrimas de sangre brotaron por entre las cuencas abiertas del cráneo sin ojos. El sujeto se envolvió aún más, se tapó la boca y trató de esconder su apariencia horrenda con la intención de no ofender con su fealdad la amabilidad de la voz que le había preguntado por su nombre.

—¡Oh!, que bien se siente poder respirar, poder ver, poder escuchar. Te agradezco tanto este pequeño alivio que me has dado. Más he de agradecer que puedas hablar y entender la lengua de los antiguos —dijo el sujeto al arrodillarse en el suelo y apoyar su frente contra la barrera—. Y ¿cómo podría yo olvidar esos ojos tuyos, amo y señor? Aunque de mi queda el cuerpo de un “ghoul”… mi mente sigue intacta. Mi nombre es insignificante ante tu presencia y no debe ocupar espacio en tus pensamientos, mi amable señor. Yo… yo, no soy más que uno de tus reos y no porque reniegue de mi trabajo, sino por el desgaste de mi barca, que no he podido continuar mi penitencia como se me fue ordenado.

Rey, como quien no tenía en cuenta la apariencia de aquel sujeto, siquiera de su interior, sino juzgando sus acciones y decidiendo corresponder el respeto y buen trato que se le estaba dando, dijo:

—Mi nombre en esta vida es Rey. No tengo recuerdos ni conocimientos de mi encarnación pasada… ¿En dónde estoy? ¿Qué es este lugar?, y ¿cómo puedo llegar al Heaven?

Manteniendo su postura degradada y cuidando no ensuciar por donde hablaba, el sujeto dijo:

—Mi señor, estamos dentro del quinto círculo del infierno, justo en el fondo del río del odio, río cuyo cauce se origina a partir de una fuente sagrada en Arcadia y viaja a través de la copa dorada que reside en lo más hondo del lugar. Como aquí también yace el cuerpo de la hija de Océano y Tetis, el lago se conoce como Estigia, y es en donde sufren quienes odian y detestan. Veo que aún vives, y que te bañaste en las aguas… aguas que fortalecen el cuerpo de los vivos y los hacen invulnerables.

Rey se sintió intrigado por el nombre de Arcadia y ahora la palabra invulnerable. Eran términos que se utilizaban cuando alguien se iba a referir a su padre.

—Si quieres llegar al Heaven, deberás de seguir adelante. En donde los ríos convergen, se forma una gran ciénaga de distintos colores; ahí seguirás las aguas que arden en fuego y mil llamas. Ellas te conducirán hasta la entrada del séptimo círculo. En adelante deberás seguir a pie por los tres planos del círculo de los violentos, cruzar las fosas del octavo círculo y desviarte hasta que puedas llegar al Bosque Siempre Cambiante. Ten mucho cuidado de no hacer contacto con el agua del río Lete, ahí se encuentra el cuerpo de la diosa Mnemosine y, aunque estés vivo, te hará olvidar como mismo le hizo a ella…

—Eres muy conocedor con respecto a la estructura del infierno —dijo mientras pensaba en que el mismísimo río Lete se originaba en el Purgatorio, pero la advertencia le resultó creíble.

—Señor mío, tal vez en esta, su vida nueva, no lo recuerdas. Pero mi propósito es guiar a las almas por estos lares. Es un placer poder servirle de ayuda… Pero… si me permites pedirte un favor…

Rey, como quien sufría el pesar ajeno, preguntó:

—Estás cansado, ¿no es así?

El sujeto mantuvo el silencio y apretó débilmente sus manos.

—En mi camino aquí, conocí a Catón. Él tenía una pregunta que hacer y solo yo podía responderla. Dime: ¿quieres dejar de ser?

El sujeto levantó su cabeza y dejó la boca abierta, pero tampoco se atrevió a decir nada.

—Provengo del Heaven, el primer círculo del Paraíso bajo los nueve cielos. Ahí nací y no he visto nada particularmente extraordinario o un Dios que mis ojos pudieran ver… El Purgatorio no es la entrada al Heaven y el Paraíso no creo que sea un lugar al cual los humanos puedan llegar algún día, aunque sean merecedores de ello.

Como si al saber que no existía un mundo mejor detrás del infierno, le hacía carecer de propósitos necesarios para seguir sufriendo, aquel guía respiró con profundidad.

—¡Oh!, mi señor… Gracias por hacerme entender el significado —respondió agradecido por el conocimiento—. De todas las cosas que existieron en este mundo de tormentos y sufrimientos, siempre existieron esas que dependen de mí y aquellas que no. El tormento y el sufrimiento siempre dependieron de mí… ¿No es así? Ha-ha-ja…

Ante los ojos blancos, el cuerpo que siquiera parecía humano se convirtió en burbuja y desapareció en miles de imperceptibles explosiones. Con las direcciones en mente, Rey se echó al pequeño felino sobre su cabeza y dispuso a emprender su camino mientras leía el libro que flotaba e ignoraba todo lo que le rodeaba. Apenas emergió de las aguas flamantes y salió sobre una playa de arena roja, repleta por gente gritando y luchando entre sí, Rey enfocó sus ojos en la distancia. Ahí se encontraban varios relieves y al final una montaña oscura que parecía ser el Bosque Siempre Cambiante.

Con un punto de referencia en el horizonte, pero muchos gigantes que deambulaban por el lugar, él decidió que era mejor emprender su camino a pie. Ante los ojos blancos del pequeño espectador, el sitio parecía la casa de seres violentos, campeones de derramamientos de sangre y guerreros carentes de orgullo, que entre ellos se golpeaban a gritos sin razón o excusa. Quienes no podían levantarse hervían en el líquido rojo que se acumulaba en el suelo.

Rey sentía que sus alas no estaban en las mejores condiciones, no como para evadir a los gigantes de cientos de cabezas y miles de brazos. Criaturas de cuerpos encorvados, cabellos rectos que colgaban de su cabeza principal, con innumerables manos que se superponen las unas a las otras, ahí caminaban y aplastan con sus pies a todos a su paso.

Tras regresar unas cuantas páginas ya anteriormente estudiadas, Rey levantó una barrera circular de protección en respuesta al ataque del colérico más cercano. Con un medio de defensa casi inquebrantable, él hizo aparecer a cientos de espadas flotantes que apuntaban hacia arriba y le rodeaban hasta cerrar un círculo, el cual se asemejaba a una corona que sentaba sobre la esfera.

Las armas tenían distintos tamaños y diseños, pero todas atacaban a quienes se acercaban sin discriminar. Paso a paso, el pequeño sin apellido avanzó valiéndose de clamados básicos y muy justos con los cuales acometer contra sus enemigos, pues debía de asegurarse que su núcleo, ese que usaba como barrera de protección y en origen era su almacén de energía, no se podía afinar tanto como para que corriera el peligro de ser destruido por un simple ataque físico.

Esquivando las pisadas y las trayectorias de los gigantes que por ahí caminaban, Rey continuó su avance sobre la arena roja del círculo que hervía con vapor, hasta llegar al final de dicho lugar que culminó junto al comienzo de grandes piedras. Con forma de bloques, cada uno de estos pedruscos se aglomeraban de forma simétrica. Tocándose entre sí en algunos puntos, luego se separaban en otros, una y otra vez hasta que conformaban lo que indudablemente se conoce como laberinto.

Rey sabía de este tipo de lugar por los libros que había leído y entendió que, si seguía las normas naturales, entraría con facilidad, pero luego no podría salir. Con la intención de ahorrarse trabajos innecesarios, subió por los muros y, tras varios saltos, alcanzó a llegar al otro lado de la estructura.

Ahí existía un extenso bosque azul, oscuro, frío, sombrío y tétrico, compuesto por árboles con innumerables caras. Más de cerca, los troncos se veían ásperos y secos, ramas sin hojas y puntiagudas se alzaban de manera ruda hacia el cielo que no podían tocar. Rey pudo percibir que los troncos no eran de madera, aunque sí se sentían tan sólidos como la misma. Gracias a los rostros, él los identificó como individuos ramificados. No entendía por qué no se podían mover o la razón por la cual se habían endurecido, pero se sentía intrigado por las expresiones.

Las imitaciones de árboles cubrían con espesura al lugar, pero ninguno tenía intenciones hostiles. Curioso, Rey tocaba con sus manos los troncos de cuerpos humanos ramificados en los que solo se podían distinguir rostros y siluetas entre las curvas de aquellas pieles convertidas en corteza. “Sus expresiones”, se dijo Rey viendo que ellos tenían ojos cerrados y abiertos, miradas perdidas, pupilas dilatadas con miradas que lo veían todo y nada a la vez. Incontables ventanas se encontraban desnudas, bañadas por gotas de agua salada que también humedecían la tierra. Otros tenían expresiones de indiferencia, perdidas, quienes ya habían olvidado la muerte, eliminaban sus tristezas a través de silenciosos suspiros.

—¿Qué sientes? —le preguntó Rey a todo aquel que veía y podía alcanzar.

—Sentimientos de…

Respondieron quienes podían hablar, aunque sus bocas se cuartearan dolorosamente en el proceso. “Amor. Generosidad. Gozo. Afecto. Júbilo. Compasión. Esperanza. Libertad. Agradecimiento. Aceptación. Acompañamiento. Bondad. Admiración. Benevolencia. Amabilidad. Alivio. Orgullo. Empatía. Integridad. Apego. Aprobación. Armonía. Honestidad. Humildad. Concentración. Tolerancia. Felicidad. Firmeza. Fortaleza. Serenidad. Optimismo. Satisfacción. Seguridad. Paz”, uno a uno, los presentes que tuvieron algo positivo que decir dejaron de ser ante el pequeño. En cambio, los que se mantuvieron callados o respondieron sentimientos negativos se quedaron en el lugar.

Por qué razón iban a mentir quienes en su interior no tenían espacio para albergar más conductas negativas. Rey se detuvo justo en frente de un árbol cuya mirada le resultaba inconfundible, fue al único que se lo pensó dos veces antes de preguntar. De pie en aquel lugar, se dio cuenta de que se había quedado de pie por tanto tiempo que casi que se había hundido entre la arena humedecida por lágrimas. Después subió la mirada y finalmente preguntó.

—¿Qué sientes?

—Decepción siento yo —respondió el rostro que tenía la misma mirada de Wulfgang.

El corazón de Rey se apagó por un segundo, era como si su padre le hubiera hablado en ese momento. Preguntas de si en verdad quería regresar, ahora que estaba afuera y tenía la oportunidad de escapar le invadieron la mente. Dándose la vuelta, se recordó a sí mismo las palabras que le había dicho a Edith. “El único camino de salida es atravesando la situación de la cual trato de escapar”.

Pegando la vuelta, Rey siguió avanzando, entre los árboles del bosque falso; eventualmente se logró sentir una cantidad considerable de gruñidos cual si fueran bestias, rugidos de guerra y gritos de batallas, al igual que toda una sinfonía de golpes y agresiones contra otros. Apurando el paso, una deslumbrante luz amarilla al final le tocó el rostro. Detrás de la deslumbrante claridad, todo un desierto de arena hirviente en el cual cientos de miles de cuerpos luchaban entre sí con aún más violencia que aquel de arenas rojas se dio lugar. Los ojos del pequeño tardaron en adaptarse al resplandor, pero su barrera defensiva se levantó apenas los condenados le atacaron con sus lanzas.

La arena del lugar era de un amarillo radiante y lo que parecían ser árboles eran cruces blancas que se levantaban imponentes. Avanzando y enfrentándose contra los coléricos que en ira le atacaban y, por supuesto, aprendiendo de ellos, Rey se trasladó hasta el final del círculo sin mucho problema. Debajo de los gigantes que caminaban de un lado a otro, él destruyó a los enemigos hasta que no pudo ver a ningún otro gigante entre su posición y el monte que parecía ser el Bosque Siempre Cambiante. El pequeño extendió sus alas y le dijo a su acompañante peluda que se aguantara. Emprendiendo el vuelo por los cielos cubiertos de rojo, Rey aterrizó justo en donde sus padres habían aparecido teletransportados. En el preciso momento que pisó el suelo, Rey levantó sus ojos para encontrarse con la mirada del Gran Mago Sabio, quien parecía comportarse como alguien que estaba esperando la llegada de alguien.

Concluido el tiempo del entrenamiento de los otros dos hijos de Maryam, llegó la ocasión en la cual los tres pequeños debían regresar al calor del hogar y descansar con el resto de la manada.

O, eso pensaban unos…

Dente Lobato De Heaven, punto de vista.

Como siempre hacía en las mañanas, tras dormir en la misma cama que su maestro, Dante despertó y, abriendo su boca en un bostezo, estiró los músculos de su cuerpo. Pero, a diferencia de las otras mañanas, en esta el lobezno estaba tan emocionado que, con sus ojos encendidos, no pudo evitar saltar de entre las sábanas como una tormenta. “Finalmente, podré presumir de mi fuerza y mis conocimientos”, pensando en su hermano Rey. ”Ja, le llevaré conmigo para que me enseñe el camino antes de que los mayores quieran tomar una decisión”, pensaba ya levantado mientras vestía su cuerpo desnudo con finas prendas que prometían cuidarle de heridas y golpes. Abriendo la ventana, Dante notó que Miján también se disponía a levantarse y, antes que este pudiera preguntarle algo, salió corriendo disparado gritando una despedida de pocas palabras.

La intención de encontrarse con su hermano, el único que había salido del Bosque Siempre Cambiante, tenía prioridad y era parte crucial para culminar su plan de “escapar” a la posible sentencia de sus padres. “Tengo que alcanzar a Rey antes de que llegue a la casa. Mi maestro me dijo que él era peligroso y me mantuviese alejado, pero no lo creo. Si en verdad es un De-Bastador, es también una herramienta que puede ser fácilmente utilizada. Tendré que demostrarle que si vamos a formar un grupo, ¡yo seré el líder!”.

Corriendo y saltando, zippin entre las ramas, deslizándose por las raíces, tan pronto llegó al camino principal, Dante vio a alguien un poco más bajo que él. Dicho individuo estaba vistiendo pieles de ligre y, a pesar de que avanzaba en dirección al Gran Mago Sabio, se valía de un caminar lento. Pero como su maestro le había descrito, no tenía dudas de que aquel debía de ser el susodicho Rey, “la oveja negra de la familia, a quien nadie en el clan quería por ser tan problemático”, pensó Dante sobre el único de los tres hijos que no tenía apellido y que ni siquiera dormía con su maestro. “Si le muestro un poco de aceptación, seguro me agradecerá y se quedará a mi lado, así como esta bola con pelos que me trajo mi maestro para que la cuidara”. Dante observó al pequeño guardián del Paraíso que recién se había incorporado. “Mi plan es infalible: a él le conviene escapar y no se podrá negar cuando se entere de que Katherine piensan matarle… ella es intimidante. Desde que rompí la espada que me dio prestada, las cosas con madre, padre y mi maestro han ido de mal en peor. Me temo que no quedará mucho para que se deshagan de mí también”, pensaba el pequeño lobezno.

A punto de arrojarse a hacer su entrada, Dante freno en seco:

“¡No te atrevas a interponerte en mi camino, estorbo!”. Rey no dijo nada, pero el lobezno sintió que eso era lo que decían las expresiones corporales de su hermano mientras daba firmes pasos adelante.

Dante perdió toda confianza en hacer su introducción. La criatura que tenía enfrente no era su hermano, sino un obstáculo que no podía alcanzar. “¿Qué está mal con él?”, se preguntó Dante sintiendo miedo, como si estuviera viendo una bestia hambrienta que estaba deambulando por el lugar. “Mi maestro y Katherine no estaban equivocados del todo”, se dijo. Si esa bestia hambrienta que tenía como hermano estaba en busca de una presa, Dante no quería que fuese él por qué no estaba preparado. La situación le tomó por sorpresa, así como el sudor de sus manos y la aceleración de los latidos de su corazón. Y como quien no tenía por qué tomar riesgos innecesarios, decidió mantener la distancia y acercarse de a poco.

Dante estudiaba a su hermano desde la distancia y dijo las siguientes palabras en voz baja:

—Con razón es tan problemático. Pero no puedes ser más fuerte que yo. Yo soy más alto y tengo más músculos… Puede dar esa impresión, sin embargo, es solo eso. Una impresión, nada más —Se detuvo por un segundo, vio hacia el lado y se encontró con los ojos azules que lo habían notado.

Jhades. POV

En la mañana del mismo día, Jhades achicó los ojos con mal carácter. Rara vez hablaba más de lo que debía y cuando lo hacía, era para soltar comentarios desfachatados o quejas. Como le molestaba tanto la claridad, se envolvió entre las sábanas y murmuró entre sus labios finos y pálidos las siguientes palabras: “¿Por qué tiene que existir la claridad si puedo ver perfectamente en la oscuridad?”.

Tras escuchar y sentir el estirar de su maestra, recordó que el momento de regresar a la casa había llegado y era hora de ver a madre y a padre. Con un poco más de motivación, él se escurrió entre las sábanas de la cama y, tras vestirse, salió como siempre hacía. Katherine usualmente no se levantaba hasta más tarde: ella tenía la intención de meditar sobre el día antes de ponerse en movimiento.

Jhades caminaba rápido, motivado a llegar a la casa para ver a sus padres. Pensaba que, si era el primero en llegar, se lo iban a celebrar. También creía que no tenía sentido perder tiempo en hablar con sus hermanos, ninguno de ellos le beneficiaría en lo absoluto. Ya, al cruzar los árboles y asomarse al brillo del camino, se vio forzado a detenerse con brusquedad y en cuestión de segundos prefirió juntarse con las sombras alrededor del camino. No por sentirse amenazado por la claridad, sino porque se sentía más seguro de su hermano Rey, quien por el camino caminaba y había divisado. “Conque ese es el De-Bastador de la familia. Una bestia sin collar capaz de desatar su agresividad contra cualquiera que le provoque”.

Para el vampiro de ojos azules, Rey tenía la misma forma de mirar y caminar que los mayores de la manada. Individuos que caminaban sin aperturas, tal vez porque siempre estuvieron luchando por sobrevivir, no una bestia agresiva ante cualquiera. Para Jhades, su hermano no encajaba con las descripciones, pero tampoco tenía por qué dudar de las palabras de su maestra, quien particularmente se veía feliz cada vez que recibía la noticia de que Rey había hecho algo malo.

Por otro lado, era cierto que la expresión intimidante en los ojos del híbrido hizo que vinieran a la memoria de Jhades palabras de su mentora. Si se pudiera hablar de precavido, el pequeño vampiro era el más precavido de los tres hermanos y el que menos esfuerzos innecesarios hacía. Por supuesto, luchar contra un hermano “problemático”, como su mentora le llamaba, no sería nada inteligente. “Sus ojos tienen filo, se puede ver arrogancia y orgullo, como dice Katherine. Entiendo por qué ella siente la necesidad de matarle en el proceso de iniciación. Pero ¿qué tipo de entorno se necesita para dar a luz a una persona tan arrogante? ¿Cómo es posible que de repente él tenga tanto conocimiento y mayor capacidad de lucha que la mía? ¿Si sabe que va a morir, porque aún sigue aquí?”, se preguntó, intrigado, para agregar un comentario cínico. “No creo poder matarle y quedarme con el crédito…”.

En medio del camino, entre el Bosque Siempre Cambiante y la casa de los presentes, se encontraba el Gran Mago Sabio; reinspeccionaba la profundidad que mostraban los ojos de Rey. Él tenía otra opinión del asunto, totalmente diferentes a las que pudieron llevarse Jhades o Dante. El lugar era el Paraíso, el único sitio de los tres planos en donde las corrientes del tiempo fluían con anormalidad y ya Rey, en particular, había comido de la fruta del conocimiento. El anciano no dudaba que una noche más le sería suficiente al pequeño sin apellido para lograr descifrar cómo controlar algo que nadie debía: el flujo del tiempo.

El Gran Mago Sabio, ignorando la presencia de Jhades y Dante, dio una media sonrisa con la cual alumbró las arrugas de su rostro para devolverle el saludo que Rey le había dado. Los ojos del anciano seguían viendo a alguien arrogante y soberbio.

Un tanto más alto que Jhades, a diferencia de sus hermanos, Rey tenía cabellos largos como si se los hubiera dejado descuidar. También portaba ojos más afilados y desconfiados. Dejaba la mayor cantidad de su cuerpo expuesto y solamente vestía las pieles blancas de rayas negras de uno de los guardianes del Paraíso.

Para ser específico, Rey se cubría con el pelaje del padre de White. ¿Cómo? Es una buena pregunta. El felino que le faltaba un colmillo y en la primera noche murió por las manos de Rey, ahora vivía en el interior de este, por ende, Rey, usando sus destrezas adquiridas por parte de su madre, podía invocar las pieles del mismo. Aunque tan solo invocar las pieles de un ser no era más que los indicios de una habilidad incompleta, pero no faltaba mucho para que pudiera resucitarle completamente.

Rey, con ojos afilados y llenos de soberbia, dijo:

—Tiempo sin vernos las caras —dijo después de recibir un saludo e inspeccionar al anciano, quien tan sospechosamente actuaba. Rey recordaba que el Gran Mago Sabio aparecía cada vez que un problema debía solucionarse y, como apareció en frente de él, tal vez el problema era él. El Gran Mago Sabio dijo.

“No dejas de sorprenderme… la última vez que hablamos y te marchaste, a pesar de mi segunda advertencia, no esperaba que siguieras aquí, pero la capacidad de adaptación que demostraste en las siguientes noches no fueron las que esperaba. Mantenerte viviendo es un problema cuando aún te niegas a “actuar normal” en frente de los demás… Te aferras a comportarte como un ser arrogante y soberbio para permanecer en control cuando eres el único que es racional. Precisamente porque eres desconfiado, no haces tan fácil que alguien más termine con tu vida. Tengo que hacerte vulnerable e inestable para que, en tu colapso, puedas valer de algo…”, pensaba quien, a continuación, dijo en voz alta mientras volteó y marchó en dirección opuesta:

—Acompáñame, existe un asunto urgente del que debes ser consciente. Jhades, Dante, ustedes también. No se queden detrás…

Los dos hermanos, al darse cuenta de que habían sido notados y que mencionar de sus nombres por el Gran Mago Sabio no despertó reacción alguna en Rey, se acercaron, pero, por precaución, se aseguraron de llevar consigo a sus acompañantes peludos. Si de casualidad se desataba una pelea, siempre es mejor tener la ventaja de no luchar solos. Tenían los mismos cachorros de liguer que sus maestros les buscaron, apenas ellos se enteraron de que Rey tenía uno.

Los dos felinos eran machos de la especie, pero sus pelajes sufrían la ausencia de acicalamiento y lavado. Como si no supieran de la conducta de asearse a sí mismos por no haberla aprendido de sus padres, o padecían de alguna enfermedad. Ambos se miraban como si siempre tuvieran calor, tenían peste, suciedad, ojos hiperactivos que se dirigen a sus dueños como si sufrieran la ansiedad de ser dejados atrás en cualquier momento.

Por el sendero, los tres pequeños caminaron en silencio. Ni Rey ni Jhades hacían ruido en sus pisadas, al contrario de Dante, que caminaba como si quisiera estremecer la tierra con cada paso.

—¿Cuál sería un tema de conversación ideal para ser un líder? —se preguntó el lobezno.

Dante, a punto de lanzar un comentario sarcástico, fue interrumpido por la voz chillona de Ehimus. Apenas se encontraron con la elfa, los tres pequeños se detuvieron.

El Gran Mango siguió caminando mientras que la elfa verde habló con tono jocoso:

—¡¿Acaso no se siente bien regresar?! —dijo mientras actuaba como quien intentaba romper la tensión del ambiente. Para ella estaba bien que tres niños normales estuvieran saltando, jugando y peleándose entre ellos, pero no que fueran tan serios y callados.

—¡Y que lo digas! —respondió Dante casi gritando.

Con su voz encendida a todo volumen, parecía como si quisiera intimidar a los demás y, refiriéndose también al felino que le acompañaba, continuó:

—El entrenamiento de Miján me hizo invencible.

Desviando su mirada, él vio a su presa; ¿qué mejor manera tenía Dante para resaltar que poniendo a su otro hermano debajo de él? Por eso no se contuvo de preguntar:

—¿A ti te fue mejor… Jhades?

Rey, silencioso, se limitó a estudiar el comportamiento de su hermano de ojos rojos al hablar. Dante, parado con un pie delante y otro atrás, estrechaba sus labios con más pronunciación al respirar. Con ferocidad miraba de reojo a los lados y movía sus orejas, cuando algún que otro ruido fuera de lo normal se hacía notar. Sus manos eran activas; sobrexpresivas, apenas se cerraban y abrían a medida que gesticulaba. Entre los presentes, el corazón que más se escuchaba era el del lobezno. Rey creía que su hermano no se daba cuenta, pero expresaba un lenguaje corporal abarrotado por miedos internos, miedos en constante crecimiento, obligados a transformarse en furia y agresividad.

Jhades, el más pequeño de estatura entre los tres, se vio obligado a responder:

—Si nadie te ha ofendido, ¿por qué gritas tanto? —rehusando a dejarse intimidad.

Tan pronto Jhades respondió a la pregunta de Dante, Rey cambió la dirección de su mirada. Aunque fueron pocas palabras en respuesta, las microexpresiones por parte del vampiro no se les escaparon a los agudos ojos blancos del joven híbrido.

Rostro vencido, postura desanimada, el vampiro lucía estar menospreciando su vida para no amenazar a quien le interrogaba. Pocas palabras precedieron un sepulcral silencio de alguien cuya imagen era impecable y administraba a la perfección sus esfuerzos, haciendo que toda la conversación se volviera incómoda para el lobezno. Volteando su rostro, rompió todo contacto visual; Jhades escapó a tener la particularidad de comunicarle lo alterado que estaba. Calmado, respiraba quien luchaba a su manera por tener la superioridad, albergando en su silencio todo un abismo de inseguridad reprimida por baja estima, no por él, sino por todos los que le rodeaban en el momento.

Dante, tomando la atribución de cambiarle el nombre a Rey por uno que combinaba las palabras “bastardo” y De-Bastador, dijo:

—¡¿Y a ti “Basty”?! —volvió a preguntar la avivada voz del competitivo lobezno, que parecía estar buscando algo.

Rey guardó silencio, miró fijo a Dante y después pasó a ignorarlo. Pero el lobezno mismo no se había dado cuenta de que había utilizado una ofensa para dirigirse a su hermano, y era la razón por la cual este no le respondía. Aun así, ignorando el trato del silencio y estando intrigado por ver cómo las pieles de un ligre componían parte de las prendas de su hermano de ojos blancos, el lobezno decidió ser más agresivo en sus palabras:

—Respóndeme. Tuve que soportar varias reprimendas de Miján porque en tu segunda noche atravesaste los límites del lugar y eso me causó molestias. Aunque guardes tu silencio, de todos, eres seguro quien más tiene para contar. Dime… ¿Acaso intentaste escapar porque sabes que Katherine te va a matar?

Ehimus, ignorando la parte final de un comentario sin base, dijo:

—Rey, ahora que lo noto, Dante tiene razón… ¿Tus pieles son de un guardián del Paraíso? ¿Acaso lo derrotaste? —preguntó con curiosidad.

Rey, como escuchó su nombre por parte de la elfa, respondió proyectándose de una manera gentilmente seria.

—Ah, una larga historia…

Tras hacer una pausa, dirigió su mirada a la curiosa elfa, que le recordaba tanto a Edith.

—Las pieles que cubren mi cuerpo son símbolo de una victoria que nunca seré capaz de perdonarme. Pertenecen a un noble animal que me entregó todo lo que ahora tengo. Su carne, su sangre, sus huesos, su propia residencia, su cría y una segunda oportunidad para que yo pudiera seguir viviendo.

La seriedad y la gentileza disimularon bien la culpa, el arrepentimiento y la depresión que el pequeño sin apellido tenía en su interior y optaba por no dejar vencer. A pesar de su tan característica inmadurez, Ehimus pudo ver algo que los otros dos ahí presentes no pudieron. Las pieles de un animal muerto, los motivos y una mirada perseverante de Rey le hicieron recordar la tragedia que sufren los nigromantes. La historia de los nigromantes era triste porque los mejores eran quienes nunca tuvieron la oportunidad de devolver a la vida a quien necesitaban y el tiempo siempre hacía de dicho trabajo algo más difícil. Ehimus recordaba, por las historias que su hermano le daba a leer cuando ella no se podía mover, que existe una especie de fuerza vital residual que sobrevive después de la muerte. Esa vitalidad permanece en el cadáver en un estado latente y puede ser usada para revivirle, pero el tiempo cada vez engulle más y más este pedazo de vitalidad.

Por otro lado, Dante sintió que su hermano estaba escondiendo algo al no dirigirle la palabra. Tampoco era que pudiera creer que eso fuera todo lo que el “problemático” de la familia tenía para contar y más a Ehimus. “¿Qué el no intento escapar? ¿Qué no existe orgullo en vencer a un guardián del Paraíso? ¿Qué aún está vivo?”, pensó el lobezno, quien necesitaba saber más. Por ende, se puso de primero y empujando a Ehimus, quien pretendía decir algo, encaró a su hermano sin apellido para intentar hacerle reconocer que sí existían cosas que contar.

Los ojos de Rey no se comportaron como los de Jhades; estos parecieron enfrentar al lobo que se interponía en su camino. Ehimus y Jhades se llevaron una intimidante impresión al ver la afilada mirada que Rey había utilizado para casi congelar al ambiente. Como si el fuego y el filo de una espada hubieran colisionado el uno contra el otro, el lobo entendió que su propio hermano le estaba confrontando por ser el líder, mientras que el joven híbrido se dio a la tarea de observar al interior de los ojos rojos hasta llegar a ver literalmente una avivada flama que ardía en el interior de aquel pozo oscuro que era la pupila. Una flama que no era en lo absoluto semejante a la de su padre, pero sí le despertaba memorias.

Recordó Rey las palabras de Wulfgang en un momento similar: “Has notado la flama decadente que irradia la voluntad a través de mi mirada. ¿No es así?”, al amanecer del cuarto día, cuando por rutina Wulfgang le venía a visitar. El padre de ojos rojos y mirada triste se sentaba a hablarle a su hijo. “Cada vez que miras mis ojos, pareces estarte preguntando el porqué. Celebro tu curiosidad y sé que no lo haces por mal, aunque quiero que tengas en cuenta de que, si miras fijamente a alguien a los ojos, podría ser interpretado como una confrontación en vez de curiosidad. Te voy a contar que cada individuo carga con su propio mundo, uno que expone al exterior a través de los ojos”

Al mismo momento Dante hablaba, reclamaba y preguntaba, pero Rey seguía sumergido en el pasado. “Verlo no es difícil. Aunque dicen que la llama es la entrada resguardada por oscuridad, también es el reflejo perfecto de la voluntad y el corazón. Si prestas atención, podrás ver cómo los sentimientos pueden llegar a afectar el brillo de algo puro. En mi caso es la tristeza… estoy consciente”. Rey recordaba haberle hecho una pregunta a su padre: “Buena pregunta, la llama en mis ojos es el resultado de vivir para cumplir con las expectativas de los demás. Todos ellos me llamaron Dios. Irónico, ¿no es así? Si yo fuera uno… el reflejo de mi voluntad, y los sentimientos de mi corazón no estarían en un estado tan patético como este ¿o sí?”. Otra pregunta disparó Rey a su padre: “¿Qué en dónde está la felicidad? … Me temo que la respuesta no te dará la mejor dirección para encontrarla. Es mejor si te preguntas ¿qué es lo te aleja de ella? Por otro lado, llegar a ser adulto es también aprender que la felicidad es sonreír. Buscamos la felicidad cuando estamos tristes y, por esa razón, sobrecomplicamos algo tan simple. Te cuento esto para que no cometas mi error ni sigas mis pasos. Levanta el ánimo ante los fracasos, hijo mío. Aunque estés equivocado, no dejes de seguir intentando. No temas perder cuando actúes por bien, y haz buenas acciones confiando en el resultado, sin dejar que las dudas te frenen”.

Dante, exaltado con las venas de su garganta, salidas de tanto gritar:

—¡Yo intenté escapar varias veces, pero no pude llegar muy lejos! Aún era débil, pero ¡¡¡ya no soy como antes!!! —dijo el lobezno, inflando su pecho, aplicando sus gesticulaciones, tratando de impresionar a quien tan solo parecía estarle mirando serio—. ¡Aprendí muchas maneras de sobrevivir! Me convertí en el miedo de todo lo que pretendía asustarme. A cambiar la constitución de mi cuerpo y seguir adelante de la forma que fuera necesaria. Tú no puedes ser mejor que yo… Rehusó creer que eres más fuerte porque has puesto mucho más esfuerzo. Arggg… ¿Qué? ¿Acaso no existe nada dentro de esa cabeza, bastardo? Responde cuando te hablo.

De un momento a otro, Dante, tras apagar su tono, se detuvo y guardó silencio, así como también frunció el ceño y agacho la barbilla, dispuesto a pelear. Tanto Jhades como Ehimus tomaron precauciones ante la confrontación directa del lobezno, que se atrevió a insultar a su hermano por segunda vez, como quien creía que dicho insulto le garantizaría que le prestara atención.

Rey se mantuvo en silencio, pero también había regresado al presente y pudo ver cómo el fuego en la mirada del lobezno se asustaba, apagaba y resurgía como todo un infierno. Al mismo tiempo que dio una sonrisa y dejó la situación que le entristecía de lado, también notó que en el ambiente existía sed de aceptación, se dio cuenta de que su hermano demandaba ser notado. Que no había actuado como debería. No intentaba encajar en aquel círculo social, a pesar de haber sido él quien se despidió con un “espero volver a velos…”. Teniendo que comportarse con más naturalidad, Rey decidió hacer una pregunta con la intención de seguirle la corriente a su hermano:

—¿Qué es lo que quieres saber?

Dante, como quien había obtenido el control de un arma peligrosa, preguntó:

—¿Por qué no intentaste escapar?

Más calmado, sonrío mientras se dio vuelta.

—Venciste a tu maestro en el segundo día de entrenamiento. Eso te hace fuerte, si es verdad, ¿Por qué no escapaste si es que eres tan fuerte? No has de creer que Katherine es más débil que Heroclades, ¿o sí?

Ehimus, más aliviada por la actitud de Rey ante el insulto, dijo:

—¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por qué asumen que Katherine iría a matarle? —preguntó intrigada.

El pequeño lobo guardó silencio ante la pregunta de la elfa. Rey respondió:

—Respecto a Katherine, no tengo por qué tener miedo. Por otro lado, que yo pudiera pasar la prueba que me puso Heroclades no significa que sea capaz de vencerle en un combate real. No escapé simplemente porque no tengo motivos y madre me lo prohibió. Padre me hizo entender que escapar no garantiza libertad… En este mundo tan inmenso y fascinante, aún no soy nadie. Si algo aprendí, es que las cosas no son lo que aparentan ser, las emociones toman el control de tus pensamientos, los anulan y te hacen actuar de manera irracional… Tómalo como una advertencia.

Con la última frase, pasó su mano por las prendas que vestía. Dante, con intranquilidad, continuó:

—¡Mentiras! Una manera adornada de admitir que eres débil… más débil que yo. ¿Qué crees?, ¿que no me doy cuenta? —Como quien se proponía a sí mismo ser líder.

—¿Forma adornada de admitir que soy más débil que tú? —respondió con otra pregunta, suavizando las expresiones de su rostro como quien quería entender cuál sería el objetivo de la conversación.

Dante cerró los puños, no porque estuviera a punto de atacar, sino porque se sentía en peligro. Cada célula de su cuerpo le gritaba que no se siguiera enfrentando a aquella bestia de ojos afilados que tenía como hermano. Jhades simplemente tomó distancia con discreción, la suficiente como para que nadie le culpara en caso de que sucediese algo. Ehimus entendía que podían existir peleas y riñas entre los hermanos, más si eran jóvenes, pero por alguna razón la elfa sentía el ambiente muy tenso entre ellos. Como quien intentaba aplacar la situación, habló:

—Por favor. Es la primera vez que se reúnen después de tanto tiempo. No es momento para que peleen… —Levantando sus manos en el aire.

Dante, a regañadientes, ignorando por completo la presencia de alguien a quien él consideraba como inferior, dijo:

—¡Yo vencí la prueba de mi maestro antes del trigésimo día de entrenamiento! ¡Me tardé tanto porque estoy seguro de que fue debido a que Miján es mucho más fuerte y estricto que Heroclades! Por ende, yo soy más fuerte que tú y has de servirme para escapar…

—¿Por qué te aferras tanto a escapar? —preguntó Jhades, con la intención de ayudar a su hermano, de darle una oportunidad para escuchar lo estúpido que sonaba.

Dante respondió sin pensar, como si fuese un perro que mordía dolido la mano de quien intentaba ayudarle:

—¡¡¡Alguien como tú, el hijo preferido de mamá, no lo entendería jamás!!! Bastardo, me sigues o te obligo…

Antes de que Rey diese una respuesta, Heroclades apareció en el camino acompañado de White:

—Oh, pequeña oveja asustada. Miján te contó el destino que afrontan los hijos no deseados y aquellos que no son aceptados en el clan.

Se dispuso a preguntar casi con el mismo desinterés que tenía su discípulo:

—Acaso, quieres escapar porque ¿quieres hacer una manada? ¿Buscar a un cómplice y probar suerte en otro lugar?

Tanto Dante como Jhades voltearon sus rostros y se sintieron intimidados, no por Heroclades, sino por el guardián del Paraíso que caminaba junto a él. Un majestuoso felino casi el doble de grande que los otros dos, de pelajes cortos y musculatura definida, que caminaba casi tan intimidante como su dueño. Ehimus abrió los ojos con asombro. Como quien finalmente se daba cuenta del motivo por el cual Dante actuaba con tanto desespero y los detenía a todos antes de llegar a la casa. Jhades y Rey respiraron tan hondo como pudieron, Dante con su insistencia había metido la pata y quedado en una mala posición. El lobezno no tenía palabras, alguien sabía su secreto.

“El maestro de Basty es una amenaza”, pensó Dante al mismo tiempo que se limpiaba el sudor de sus manos sobre su ropa, a los lados. Para él, Heroclades podía comunicarle sus conocimientos a Wulfgang y Maryam, y con esto tener tres puntos menos en la iniciación. Jhades quedó impresionado; de a poco y sin ser notado, cambió su comportamiento volviéndose un tanto más despierto. El hecho de no haber sentido la presencia del maestro de su hermano al llegar, ni la del ligre de mediano tamaño, reafirmó las habilidades de Rey.

—¿Acaso ya lograste reunirte con padre y madre? —le preguntó Rey a su maestro para, acto seguido, acariciar a White y mirar de reojo el comportamiento del explosivo lobezno. Dante, era una bomba a punto de estallar y no conocía la manera más adecuada de desactivarla. Encendido en su interior, el joven portador de ojos rojos estaba experimentando la pérdida del control. Consciente de lo que no entendía, el miedo comenzó a invadir su sistema. ¿Cómo actuaría un lobezno ante esta situación? De la misma manera en la que fue enseñado a actuar. Enfrentándose a sus miedos de manera directa. Semejante a un ataque de ira, Dante gritó al mismo tiempo que pegó un gran salto del suelo y descubrió cinco intimidantes garras cuyas intenciones eran atravesar al sujeto de piel bronceada.

—Parece que no se encuentran en la casa —habló Heroclades sin dejar de mantener la conversación que había entablado con Rey, pero cuando estuvo a punto de ser cortado por la mitad, expulsó una fuerte onda de energía que hizo retroceder incluso a los árboles más cercanos, sin mencionar que las garras del lobezno terminaron partidas.

Paralizado por completo, el pequeño lobo cayó en el suelo y se aferró cuanto pudo a todo lo que tenía a su alrededor para no salir despedido. Estudiando con sus ojos asustados el comportamiento del anciano al que había intentado agredir y se mantenía con vida a pesar de saber sobre su secreto.

Rey, en tan solo un efímero momento casi imperceptible, dejó salir sus intenciones asesinas para luego lanzar una advertencia:

—Dante, si vuelves a atacar a mi maestro… personalmente terminaré tu vida…

Dante no podía entender nada, Heroclades ni siquiera se movió del lugar o había hecho algo para defenderse. Él estaba seguro, tan seguro que podía apostar sus ojos a que dicha afirmación era válida. En cambio, quien había dejado toda una aura expuesta de intenciones asesinas había sido su hermano sin apellido. “Acaso fue Rey quien repelió mi ataque más fuerte… No, no puede ser. Tuvo que haber sido Heroclades. Entrené durante tanto tiempo para hacer mis garras casi indestructibles. Un bastardo no es capaz de semejante poder, pero… en el remoto caso de que si fuera… su advertencia sería válida”. A punto de llorar de rabia, Dante es prácticamente extraído del abismo al escuchar la voz de sus padres decir:

—¡Heroclades!… No tienes por qué ponerte al nivel de un niño.

Maryam habló con tono aún más severo:

—Es inaceptable tu ofensa ante un miembro del clan. Hostilidad contra el maestro de tu hermano, ¡¿esos fueron los modales que te enseño Miján?! Y, ¿dónde está todo el respeto que te he enseñado yo? Si eres bueno con las personas, ellas lo serán contigo… ¿Qué esperas para pedir perdón? —dijo mientras se acercaba caminando con su marido. Wulfgang trataba de aplacar la furia de su mujer para que no le diera tanta importancia a la situación:

—No te preocupes, él aún es un niño. No tienes por qué regañarlo de esa forma. Seguro quería medir su fuerza con Hero.

—Debo decir que es un tanto avivado —dijo Heroclades—. Sacó las características de su padre, ja-ja-ja-ja ¿No es así? —dijo mirando al pequeño que rehusaba disculparse.

Jhades tuvo el mismo presagio que su hermano licántropo. Por más que buscaba la explicación, no entendía el resultado. Para que los árboles se movieran y las garras del Dante se partieran, algo tenía que haber sucedido, algo parecido a uno de los movimientos de su maestra. El vampiro recordaba que cada vez que Katherine blandía su espada, la potencia del viento y filo residual podía mover los árboles del lugar. Pero ¿de qué manera Rey podía ser capaz de dar una estocada tan poderosa sin ser visto?

Entre dientes, Dante pido perdón y bajó la cabeza. Se sentía impotente ante la situación. Su mente tal vez le estaba jugando una mala pasada. “Sí, eso tiene que ser: ni padre ni madre dijeron algo de que Rey hubiera sido el causante de dicho suceso. Por muy fuerte que fuese, Rey no pudo ser… Un momento, ¿por qué le llamó por su nombre? No importa. La mejor opción es acabar con el anciano, la elfa, y tal vez con Jhades también. Cuando termine con ellos, Rey no tendrá más remedio que seguirme. Le tengo que persuadir; de esa manera, será tan responsable como yo por no haberme podido detener”.

Heroclades, dijo con respeto, como si estuviera hablando con uno de los suyos:

—Te perdono. Disculpa ser tan rudo e inducir tu cólera.

Después de que el señor de piel bronceada arrojó esas palabras de disculpa, Dante giró su cuerpo vigorosamente y como una tormenta marchó hacia adelante. El lobezno sentía que no tenía más opción que perdonar, pues cuando alguien pide perdón por algo, se está responsabilizando de la culpa. “Si alguien pide perdón, lo más sensato es perdonar y no guardar rencor”, le había dicho su madre. Eso fue lo que se le había enseñado.

Jhades, en un evidente intento por agradar a sus padres, se motivó a decirle algo a Dante, quien mal había actuado en contra del maestro de Rey. Justo cuando el pequeño licántropo se dio cuenta de que su hermano vampiro intentaban señalar su error por beneficio propio, dijo en voz alta y dio un manotazo en señal de rechazo:

—Si valoras tu vida… no lo harás.

Jhades bajó su dedo acusador, se lo pensó dos veces antes de continuar. Dante daba miedo y era capaz de atacar como mismo lo había hecho contra Heroclades. No era que no pudiera ganar, pero sí era bien molesto tener que revivir algún que otro golpe o herida en el proceso.

Maryam dándose cuenta de que el ambiente entre sus hijos se encontraba muy delicado, tal vez por todo el tiempo que pasaron sin contacto alguno, pues crecieron independientes y competitivos entre sí. Valiéndose de su típica sonrisa, ella dejó a su marido para juntar a los tres pequeños y darles un caluroso abrazo maternal:

—Qué bueno que todo se terminó. ¿Desde cuándo no los veo? Nunca me acostumbré a todo este tiempo sin ustedes tres. Es muy feo que se traten indiferentes y que siempre compitan. Deben aprender a dejar las competencias y las indiferencias de un lado, entre hermanos son cosas que no caben. Se tienen que querer entre ustedes porque son todo lo que tienen —Apretándolos a todos a la vez, continuó con amor—: Parece que la reunificación del grupo y bienvenida de los tres nuevos miembros no puede seguir esperando…

—Tengo algo que decir… —dijo Heroclades haciendo que el lobezno se pusiera nervioso.

El Gran Mago Sabio miró a lo lejos del camino que ya había recorrido por sí solo, para ver cómo los padres se reencontraban con sus hijos y comenzaban a sostener una conversación. Levantando su mano, gritó tan fuerte como pudo para llamar la atención de todos y recordarles lo urgente que era el asunto que debían discutir.

Dante, disimulando un aire competitivo al mismo tiempo que interrumpió a Heroclades, dijo encendido como un rayo:

—¡¡¡Veamos quien llega primero a donde está el anciano que nos está llamado!!!

Tan pronto el lobezno se colocó en posición de carrera y vio en dirección a la supuesta meta, notó que el anciano ya no estaba solo. Heroclades, que cargaba a Ehimus sobre su hombro derecho, White, Rey, Wulfgang y Maryam se encontraban al lado del anciano, los únicos que quedaban por estar en ese lugar eran él, Jhades y los dos pequeños felinos flacos y carentes de energía. La competitividad de los adultos se había encendido y entre ellos reían y murmuraban sobre la tan divertida experiencia, Maryam, con alegría, tan pronto terminó de intercambiar sonrisas, se volteó a alentar a quienes quedaban:

—¡Vamos! ¡Ánimo!

Dante le habló con desilusión a su hermano Jhades, como quien consideraba una alianza con su enemigo:

—Entonces, somos solo tú y yo… niñito de mamá —Los dos ligres ya estaban casi a la mitad del camino—. Corramos en dirección opuesta ahora que podemos. Renunciemos a todo… Sígueme como tu líder.

Esperando una respuesta, Dante sabía que su hermano de ojos azules era callado, pero, al mirar hacia el lado con la intención de al menos recibir visual aceptación, Jhades había desaparecido. Apretando los dientes tan fuertes como sus puños, el lobezno miró en dirección a donde estaban todos, dándose cuenta de que dentro de la sombra de uno de los ligres que aún no llegaba, se encontraba el vampiro. Jhades llegó a donde estaban los mayores con una sonrisa de oreja a oreja, como si quisiera la aprobación de sus padres. En efecto, con una cara como esa, los mayores decidieron adular al pequeño que había tenido el penúltimo lugar en la competencia.

Del otro lado, aunque el lobezno no lo aparentase, estaba destrozado por no tener el valor a escapar solo, de no llegar a ser el líder del grupo y porque creía que, de seguro, sería el primero en morir entre los tres hermanos. El miedo invadió la piel de Dante. Al tener como referencia la carrera que él mismo propuso, Dante se imaginó que era el más débil, precisamente por ser el último. Aunque no lo podía entender del todo, no quería entenderlo. Era imposible para él. “Heroclades y Wulfgang tienen permitido ganar, pero no Ehimus, Maryam, Jhades o Rey. Ellos no tienen tanto músculo como yo. Claro, Jhades pudo ganar porque se fue en la sombra como mismo, por mala costumbre de vampiro, lo hace Katherine cada vez que iba y venía. Ehimus quedó siendo cargada por Heroclades, no era que necesitaba correr. ¿Quién sabe qué otros trucos usaron los demás?, pero algo sí es seguro: los trucos no sirven de nada cuando se lucha contra la verdadera fuerza de músculos sólidos. Si no fuera así, padre no sería el líder del grupo. No me queda de otra, tengo que encontrar otra oportunidad”, se dijo quien, carente de opciones, se mandó a correr con la intención de no darle tiempo a Heroclades de que le dijera algo inconveniente a sus padres. Debía tener sus ojos sobre el hechicero e interferir lo más que pudiese en la conversación de este con sus padres hasta su momento de escapada.

Corriendo tan fuerte como pudo hasta el punto de incluso tener que transformar partes de su cuerpo, Dante logró llegar y, con esto, escuchar el aplaudir de Wulfgang, Maryam y Ehimus en un intento de animarle. El lobezno, regresando la forma original de su cuerpo, mostró una cara de como quien estaba decepcionado de sí mismo, cosa que le hizo replicar las siguientes palabras:

—¡Hicieron trampa! No fue una carrera justa…

—¿Perdón? —preguntó Maryam sorprendida ante la palabra trampa.

Jhades emblanqueció sus ojos. Heroclades se cruzó de manos y dio varias carcajadas. Ehimus carcajeo, Wulfgang achicó sus labios y Rey optó por darle de comer algo a los dos ligres hambrientos que le seguían a todos lados, o más bien seguían a White.

Dante, casi a punto de que se le salieran las lágrimas de rabia, replicó mientras señalaba en dirección a Ehimus. La elfa, después de sus hermanos, era la más pequeña y débil del grupo, no le representaba amenaza alguna usarla de ejemplo:

—Ella no corrió utilizando sus músculos cómo mismos muchos otros. Eso es trampa.

Ehimus un tanto seria, más de lo normal, agregó:

—En este caso, hacer trampa no sería cumplir con las reglas establecidas. Dijiste, “quien llegara primero”, no “quién corriera más rápido utilizando sus músculos…”. Aun así, si de emplear sus músculos fuera el caso, yo diría que sería una carrera injusta porque no tengo permitido utilizar mis músculos si con mis ojos puedo ver a alguien del clan. Es peligroso…

Dante un tanto confundido: “Que esta pequeña verde no tenga permitido usar sus músculos… ¿Por qué?”, se preguntó a sí mismo.

Ante la intrigada expresión del lobezno, Rey lanzó un comentario en respuesta:

—Los miembros del clan mantienen restringidas varias habilidades si están muy cerca los unos de los otros. Ella, en términos de fuerza bruta, es la más fuerte de todo el grupo, tanto que utilizando las yemas de sus dedos pudo desmembrar de raíz uno de los árboles del Bosque Siempre Cambiante.

Junto al comentario, el pequeño de ojos blancos no pudo evitar recordar cómo su barrera fue destruida en mil pedazos por tan solo un golpe que generó la pequeña elfa tras impulsar su dedo índice con el pulgar. Dante, como si hubiera sido ofendido y tomado como un estúpido grito encolerizado:

—¡¡¡Mientes!!! ¡¿Acaso me estás tomando el pelo?!

Wulfgang con la voz cálida de un rostro triste, agregó:

—No te preocupes por derrotas. A veces las victorias vienen vacías y se convierten en una verdadera pérdida.

Mirando a los ojos de Dante para reafirmar la credibilidad de sus palabras, continuó:

—Debes esforzarte aún más. Nada te impide dar lo mejor de ti hasta que llegues a ganar —habló, como si hablara de la experiencia.

Enfurecido, Dante encendió sus ojos como ascuas de carbón enrojecido, dio con su pie en el suelo y agregó:

—“Esforzarte aún más”, ¿dices?... ¡Me rehusó a creer que alguno de mis hermanos se esforzara tanto como yo! ¡¡¡Ni que ella sea más fuerte que tú!!!

Wulfgang también encendió su mirada fulminante, una que hizo que los pies de su hijo más semejante temblarán:

—Necio, ¿cuándo dejarás de engañarte a ti mismo y darme razones para enfurecerme? ¿Aún piensas que la ira y rabia te darán la razón? Tal vez crees semejante mentira porque aún Miján no te ha enseñado lo que es el verdadero poder…

Dante quedó con la boca abierta. Las palabras de su padre le hirieron profundamente. El ego del pequeño lobezno era una burbuja bien grande, pero a la vez muy delicada. Que Miján no luchará seriamente contra él significaba que le había dejado ganar la prueba. Pero ¿acaso su padre tenía razón? Era fácil para Wulfgang decir y hablar por hablar, pero él no había estado en el entrenamiento o vencido a su maestro después de días y días de intentos fallidos.

El Gran Mago Sabio se vio obligado a intervenir y romper la atmósfera familiar:

—Como su intendente, trate de mantener la calma, pero en verdad el tiempo se nos acaba… Sosténganse. Habremos de teletransportarnos para poder llegar antes de que sea demasiado tarde.

Un círculo de conjuro a los pies de los presentes se dio lugar. Tanto Dante como Wulfgang se calmaron, por el suceso, ya que estaban obligados a dejar de lado sus diferencias y enfocarse en lo que estaba sucediendo en el presente. Los ocho individuos, más los tres pequeños guardianes del Paraíso, fueron envueltos en una luz blanca proveniente de un círculo de conjuros, el cual apareció en el suelo. Apenas dejaron de ver las planicies verdes, vieron desde la cima lo que era la montaña más alta del lugar. Wulfgang preguntó un poco más preocupado por la situación:

—¿A dónde nos has traído? ¿Cuál es el asunto de urgencia que necesitábamos saber?

Ehimus, repitió enojada:

—Sí, ¡viejo loco!… ¿A dónde nos has traído?

—Espero que Miján y Katherine estén al tanto —Lanzó Heroclades un comentario desinteresado.

El Gran Mago Sabio, como quien tenía todo bajo control, dijo:

—No se preocupen por ellos dos. Silvia fue a contactarlos y los trajo hasta aquí, aunque necesito de su atención antes de responder a la pregunta de por qué los traje.

Confirmando las palabras del anciano de piel negra y barba blanca, de entre los arbustos salió la pareja vistiendo sus cuerpos desnudos con las prendas que no tenían. Miján y Katherine caminaron a regañadientes mientras se arreglaban la ropa y observaban en dirección al anciano como quienes esperaban un motivo que justificara todos los inconvenientes causados.

Una vez todos prestaron atención, el Gran Mago Sabio habló:

—Estamos bajo ataque. Desde fuera, un sinnúmero de condenados más los cazarrecompensas que fueron teletransportados con ustedes se abrieron paso entre los círculos bajos del infierno. Siguiendo el rastro que Rey dejó, llegaron a las puertas de este sitio y, con la intención de evitar quedar atrapados en el Purgatorio, están utilizando a los gigantes para ir por encima de los árboles… Los traje hasta aquí porque, como su intendente, es mi deber protegerles. Esta montaña es el punto medio y más seguro de todo el lugar. Silvia estará protegiendo la casa. Debemos resistir hasta que se haga de noche…