Stagnation

Chapter 9
Alas


 Daniela alcanzó a ver lo que el vampiro le había sacado dentro del cuerpo, se dio cuenta de que, a pesar de haber sido dañada, aprisionada y engañada por palabras, todo era probablemente por el bien mayor que rezó por conseguir. Una vez dejó de lado la emoción de perdición que el vampiro le había hecho experimentar, comenzó a experimentar sentimientos encontrados como lo eran la culpa de perder la fe en un amigo y creer que todos los que le rodeaban intentarían engañarla. Ambos sentimientos destrozaban el interior de su corazón. No siguió llorando, ni mucho menos se mostró vulnerable, pero no pudo evitar mirar a Jhades como alguien que pedía explicaciones con tal de poder entender. 

  Los ojos de ellos se encontraron y aunque Jhades movía su cuerpo de un lado a otro, mantenía la cabeza observando en la misma dirección.

  —Toma, haz presión sobre la herida —dijo el vampiro, mientras tomaba un pedazo de tela enrollada y lo ponía contra la nalga de Daniela.

Al recibir la señal de su compañero, Regres decidió bajarse de la cama y desaparecer en el aire como usualmente estaba acostumbrado a hacer, cada que no se le necesitaba. 

 «¿Y por qué me tiene que importar tanto lo que ella piense de mí?» pensó él, quien seguía siendo observado por ojos que le cuestionaban. «¿Por qué me estoy desmoronando en pedazos? Es difícil de admitir, pero, por un momento, aprovecharme de mi autoridad se sintió bien, pero su mirada me hace sentir culpable. El saco de sangre aún confía en mí cuando mi yo más despreciable y repugnante está aquí en esta habitación, mirándole desnuda, como comida, como un objeto a abusar, mis ojos redondos y puros reflejan a un vampiro». 

  —No soy tan buen mentiroso —dijo Jhades—. Digamos que te necesito con vida. Dependiendo de tu fe en los demás no llegarás a ningún lugar. Esta es una forma conveniente de no esforzarte. 

  Ante el comentario, Daniela estuvo a punto de abrir su boca con tal de defender sus creencias, ya que tenía más de un millón de razones por las cuales mantener la esperanza, creer en otros seres y en el propósito de los actos.  

Pero Jhades le detuvo: 

  —No hace mucho me preguntaste, “¿Cómo? ¿Por qué este mundo? ¿Por qué yo? ¿Por qué aquí? ¿Con qué propósito?” ¿No es así? —Daniela asintió—. Entonces, si todo sirve a un propósito, dañar y luchar por ti misma también. Digamos que estoy en este mundo, aquí, contigo, con el propósito de enseñarte a valerte por ti misma, a expensas de que verdaderamente te deje de importar dañar a los demás, matar por un bien mayor, ya que después de todo… maté por ti. 

  Jhades estaba mintiendo, pero también le hacía sentir bien culpabilizar a alguien de alma noble.

  —¡¿Los subyugadores?! ¡No! Es mentira, pude escuchar pasos. 

  —Ese es otro grupo, los maté para que pudieras vivir, tu presencia está manchada…soy uno de los tres ‘caídos del cielo’ y eso es lo que mis hermanos y yo podemos hacer. ¿Qué más esperabas? ¿Acaso buscabas una manera de cambiar tu situación al no es dudar del propósito que estabas dispuesta a cumplir?

  Con sus palabras, el vampiro tocaba cuerdas sensibles, mucho más profundas de las que había tocado cuando dijo que el pertenecía al grupo de subyugadores. Daniela se quedó sin palabras, a pesar que podía defender su fe como ser celestial que era, no podía justificar las muertes ajenas en las que estuvo involucrada sin darse cuenta. ¿Qué debía hacer? ¿Aún seguía siendo una descendiente de querubines? ¿Su cuerpo se convertiría en el de un ángel caído? 

  —No puedes ser un vampiro —negó Daniela—. Tus ojos, tu reflejo… 

  —¿Mi reflejo? ¿Qué tiene? Puedo hacerlo desaparecer si quieres, así como mi cuerpo. Si lo dices por mis ojos, bueno… Esta goma negra que me dieron hace que no se muestre su color real—Tan pronto Jhades se retiró los lentes, el potente color azul de sus ojos se hizo presente en la oscuridad, lo que dejó a la descendiente de querubines sin más preguntas—. Ahora, regresando a lo que es importante, con este artefacto los subyugadores pueden seguir tus pasos y saber en dónde estás. Esa puerta está abierta, si llegan, digamos que es natural que se encontrarán con la muerte o ¿quieres morir con tal de dejarlos vivir? 

   —¡¿Qué quieres que haga?! —preguntó Daniela desesperada, mientras miraba sus manos como si tuviera sangre entre ellas. 

  Con una deleitante sonrisa mental, el vampiro destruyó el rastreador con sus uñas y se gozó en las expresiones desesperadas de la chica que estaba corrompiendo.

   —Vive, lucha, mata por sobrevivir, en nombre del bien mayor … de tu bien mayor, de tu familia que puede estar viva, de las personas que son inocentes. 

  —¡No sé si podré! — afirmó Daniela, mientras levantaba su cabeza para mirar los ojos de Jhades. Las miradas se volvieron a encontrar, pero esta vez todo sucedió lentamente. Ella no podía creer como los ojos del vampiro se mostraban asombrosamente brillantes en la oscuridad,  que sonreía con serenidad y confidencia, a pesar de poder matar en cualquier momento—. ¿Qué sucede contigo? ¿Estamos hablando de matar, sabes? Al menos toma el tema con más seriedad. 

  —No, estamos hablando de vivir — la corrigió Jhades—, hasta ahora no conozco a ningún vampiro puro de sangre como yo que dejara de existir. La pregunta es para ti, que estás arrinconada con una vida limitada y a la que te apegaste a vivir siendo esclavizada, cazada y violada por los mismos humanos a los cuales te dedicaste a servir. ¿Te vas a seguir resistiendo? Sigue viviendo, pero esta vez voltea las cartas sobre la mesa, esclaviza, caza y viola si es necesario. Vamos, piensa en personas desesperadas por vivir como eras tú… estoy aquí, dispuesto a seguirte ¿Cómo puedes permitir que quienes hacen daño sigan viviendo sus vidas tan fácilmente? ¿Ese será el final del camino una vez que mueres? No te permitas perder la vida con tan poca dignidad, rendida y a la merced de alguien más, muere luchando, matando. 

  —No, no, no. —respondió Daniela, con enojo,

  —¡Ahh! Me estás haciendo enojar, si es que verdaderamente quieres morir, yo puedo terminar con tu sufrimiento aquí y ahora mismo.  

  —No —respondió ella, esta vez de forma tímida e indecisa.  

De forma débil, la descendiente de querubines se volteó y se dirigió a donde estaba la puerta con la intención de mantenerla cerrada. Su rostro, que estaba a punto de romperse, mostró desesperación cuando escuchó voces del otro lado de la puerta. 

  —Tiene que haber otra manera… —susurró Daniela. 

  —Viva o muerta, mataré a quien se interponga en mi camino, no es que exista alguna diferencia para mí. 

  — ¡Como vampiro puedes usar el arte perdido de la vida! —exclamó ella, al ver una solución al frente de sus ojos. 

  —Mira tu cuerpo, tu herida… —respondió Jhades, como quien señalaba algo obvio—. Para usar el arte perdido de la vida, tengo que amar, literalmente … Si dejo de lado que logré anestesiar un poco tu dolor con mi saliva, no soy un ser capaz de sentir amor con facilidad. Amar a alguien que no está dispuesto a luchar por vivir, es un poco patético ¿no lo crees? 

  Los pasos al otro lado de la puerta se alejaron, al parecer, el rastreador había sido destruido a tiempo, como para que los subyugadores no encontrarán el lugar, lo que hizo que Jhades se relajara y regresara a sentarse en la silla que había limpiado.

  —Bueno, además de problemas ¿Qué más puedes ofrecerme, saco de sangre? —afirmó el vampiro, dispuesto a seguir poniendo presión en los hombros de la descendiente de querubines—. Tenemos que hablar de negocios, no es que necesariamente actúe por caridad. 

—No tengo nada que darte —aseguró ella, desnuda, con la espalda contra la puerta—. No quiero ofrecerte mi cuerpo, ni ser esclava o estar obligada a tener interacciones sexuales o hacer otros servicios. 

  La frase “interacciones sexuales” que salió de los delicados y finos labios de Daniela, hizo que Jhades recordara su segundo día de entrenamiento. Había tenido sexo con su maestra, quien también pertenecía al linaje vampiro y tras ese evento tan placentero, el dolor de perder miembros y ser atravesado por una gigantesca espada, se hizo constante. Claro, el entrenamiento consistía en aprender a tolerar el dolor, regenerar partes del cuerpo perdidas y órganos vitales. Katherine siempre estaba ahí para ayudarle a recuperarse, cada vez que perdía la conciencia. Jhades dejó de lado los desagradables recuerdos de un pasado tormentoso, para levantar su mano y detener a la chica con las siguientes palabras:

  —No estoy interesado en algo tan trivial y poco atractivo como tu cuerpo.

   Daniela se quedó boca abierta ante las palabras del vampiro, cosa que le llevó a preguntar; 

  —¿Me pediste que fuera tu esclava? Entonces, ¿Quieres mi alma o ser mi amado?

  —Necesitaba alguien que limpiara meticulosamente el camino por el que paso, que haga de silla cuando estoy cansado y me trate como amo y señor en frente de los demás. Ni siquiera vales la pena para hacer de ti un tapete. 

 Las palabras de Jhades eran directas, no estaban negando que quiera amar a Daniela o tener su alma. Tras dejar de apoyarse en la puerta, Daniela regresó a sentarse sobre la cama, juntó sus manos frente a su pecho, entrelazó sus dedos y con la mirada, le rogó al vampiro: 

  —Te pido, de forma egoísta, tal vez no en este momento y aunque sea inexistente, que el amor entre nosotros puede crecer y manifestarse con el tiempo. Ayúdame a sanar las heridas de mi cuerpo, a recuperar la pureza de mi alma y tómame como más que una amiga…quiero ser tu esposa y señora.

   —Definitivamente, no —dijo Jhades, quien recordó su pasado, además, que la necesitaba con vida para tener una excusa ante sus acciones, no la requería como mujer—. No pienso sentir amor por haberte salvado la vida, por tanto, ni cambiando tu estado denigrante voy a amarte en lo absoluto… Tendrías que entregarte a mí verdaderamente. 

  Aunque la última oración que dijo el vampiro había sido de manera irónica, la chica se lo tomó muy en serio.  

—Solo puedo estar entregada en mente, corazón y alma, verdaderamente, al “señor”—. Respondió un tanto asustada, por las consecuencias que trajeron las palabras del vampiro. 

    Estaba asustada de “entregarse” a alguien, debido a que los seres celestiales y divinos caen y son corrompidos cuando aman a alguien que les decepciona. El “señor” era el único que nunca les decepciona, entrega todo por ellos, los amó primero, los quería a pesar de lo manchados que estuvieran, por ende, amar a esa entidad y hacer bien sin mirar a quien, era el secreto para ‘no caer’ nunca.

  Para Jhades, el “señor” del cual Daniela hablaba, no estaba ahí, no la protegía ni le permitiría seguir viviendo. Con sus colmillos en todo el esplendor de su naturaleza y con intenciones de jugar con su comida y hacerla desesperar aún más, añadió:

   —No soy tu señor, soy un vampiro. Mi naturaleza es incambiable, tengo que morder para alimentarme, matar para vivir y amarte si quiero salvarte. Pero, a pesar de todos estos eventos que nos trajeron a estar juntos. ¿Acaso estarías dispuesta a darme voluntariamente tu mente, corazón, alma y sangre? ¿No piensas hacer de mí tu señor? Digo, después de todo… Miguel permitió mi entrada y nacimiento. Estoy en este mundo, aquí, frente a ti, por un propósito… ¿no es así? 

  El vampiro había usado el nombre del príncipe de las milicias celestiales, la entidad que comandó a los ángeles, querubines y demás entidades divinas en la batalla de ángeles, dioses y demonios, no porque supiera quien era, sino porque Daniela lo había mencionado. 

    —Puedes adueñarte de mi cuerpo —dijo Daniela entre lágrimas.

   El llanto de la chica que deleitaba al vampiro, lo motivó a seguir tocando puntos sensibles y hacer proposiciones imposibles; 

  —No, no es solo eso… —respondió Jhades— no es tan solo adueñarme de tu cuerpo, tu alma, corazón, mente y sangre. Es que seas capaz de entregarme todo de ti, incondicionalmente, sin que yo te lo tenga de pedir. Que pienses por mí, respires por mí, vivas por mí, hables por mí, ofrezcas la vida de nuestro fruto por mí, renuncies a tu muerte por mí. Sin medidas ni condiciones, lo des todo de ti, tanto en la miseria como en la alegría. 

Daniela abrió sus ojos como platos y se dio cuenta que estaba en una posición muy delicada. Para poder obtener la protección de Jhades, ella solo tenía que dar su lealtad y sinceridad a cambio, pero los requisitos para obtener el amor de un ser tan egoísta eran otros — ¿Cómo podría hacer eso? —preguntó. 

  Jhades se quedó mirándola, con el fin de escuchar la respuesta que le permitiría amar a la chica que provenía de los querubines. 

  —En ese caso, —dijo ella, con voz decidida—. Prometo tomar la decisión consciente de entregarte todo lo que tengo, incondicionalmente, sin que me lo pidas. Voy a pensar en ti, respirar por ti, vivir por ti, ofrecer la vida de nuestro fruto por ti, renunciar a mi muerte por ti, tanto en la miseria como en la alegría… porque te lo mereces. 

  —Ahora, descruza los dedos y abre tus manos—dijo el vampiro, quien lucía una sonrisa bien amplia en su rostro.

Luego de hacer que sus dientes vibraran, Daniela separó los dedos que juntaba frente a su pecho, rompió su fe y las creencias que había tenido desde un inicio. En ese momento, cuando su rezo ya no era el mismo, la chica fue tomada por sorpresa, al sentir la mano del vampiro tocándole la frente. 

   El cuerpo de Daniela se erizó, cambió, evolucionó desde el interior, al punto que no podía distinguir si estaba cayendo, al mismo tiempo que se transformaba en un demonio de luz o alcanzaba la divinidad nuevamente. Contagiada por el deseo, una descarga eléctrica de sensaciones lujuriosas, una tras otra, le invadieron el cuerpo. Sintió un placentero cosquilleo casi insoportable en sus piernas y un corazón que se le agitaba al estar haciendo algo malo ante los ojos de su “señor”. 

 «El sonido pulsante de las venas de mi cuello palpitante, sus labios, la humedad de su lengua, ¿qué es esto que siento?” pensó Daniela, quien aún esperaba con sus brazos abiertos el cuerpo pecaminoso de un vampiro, al tiempo que se accionaban los mecanismos internos de su corazón. 

 Cual ser angelical, ella expuso sus alas que casi abarcaban todo el lugar, ante los ojos sorprendidos del joven vampiro quien no se quedó detrás. Dejó de guardar lo que escondía, el portador del apellido Priovan, también mostró sus alas.

 Las alas de Jhades eran totalmente diferentes entre sí, dividían la pequeña habitación en dos partes. Una parte era blanco angelical, irradiado por un plumaje magnífico, mientras que el lado contrario se hacía ver oscuro y apagado, gracias a la piel y huesos de dos extremidades. 

 —Mis alas despertadas por ti, son la prueba irrefutable de que en verdad estoy dispuesta a amarte —dijo ella, casi sin aliento y en éxtasis—. Mira Jhades, el poder que ha creado el amor dentro de mí. Observa como mis heridas sanan y este cuerpo, una vez maltratado, ahora se levanta en esplendor y gracia.

  «Que asombroso es jugar con los sentimientos de alguien” se decía el vampiro. «Le hago creer que puedo amarla verdaderamente si reúne las condiciones. Es tan inocente, corrompible y encantadora.”

 Con el tiempo ralentizado, en un ambiente agradable para la chica proveniente de los querubines, inundada por sensaciones desbordantes, no podía dejar de confiar en una nueva esperanza para su vida. De pronto, un suspiro de Daniela se escuchó y significó más que una mera relajación de todo el cuerpo. En el aire que abandona los pulmones, se palpaba una liberación momentánea de todas sus almas. Ella estaba siendo bendecida por semejante exhalación, tanto que agregó:

  —Tengo mucho sueño, al punto que no me puedo mover. 

  —Aprovecha y duerme un poco. —dijo el vampiro, quien se quedó en silencio con su típica sonrisa maléfica. No era que tuviera más que decir en ese momento, pues tenía la mente en blanco y podía prometerle a todos los cielos que amaba a la chica o al menos, experimentaba el placer que le había hecho sentir.

  Con tal de ver la reacción que tendría la chica que recién se le había entregado en cuerpo y alma, él podría marcharse tan pronto se quedara dormida, pero nada le garantizaba que se mantuviera viva. Regresó a la silla que estaba limpia, se quedó sonriendo y hambriento, con ganas de comer un poco más. Hizo que Regres apareciera y le mandó a ir por los demás subyugadores que estaban merodeando, sin que Daniela se diera cuenta. 

«En un mundo nuevo y totalmente desconocido, indudablemente no podía haber existido una noche más maravillosa en la vida de ustedes, los tres… ‘caídos del cielo’” Dentro de su mente, una voz anciana resonaba. “En el tiempo que he pasado en esta luna, que muchos llamaban sol, me encargué de que el curso de eventos fuera ideal para ustedes. Gracias a esto, aprendieron cosas que por sí mismos que no podían saber, que se negarían a aprender de otra manera. Aprendieron a hablar, a entender el nuevo idioma y las costumbres de los humanos, a no matar irracionalmente. Todo, en su mayoría, por el poder generado del interés de un amor condicional. ¿Han encontrado a alguien que los ama? Tal vez sea verdad, eso que piensan. Pero con las condiciones perfectas y la influencia de otros, hasta la más salvaje de las bestias puede percibir el regocijo de hacer un papel heroico y obtener los placeres que les puede dar una mujer en agradecimiento. No solo eso, sino que regresarán a buscar esa felicidad, tanto que confunden el sufrimiento con bienestar.

   Desde su habitación, el hombre mayor miraba como se disponían los hijos del gigantesco bordado y dispuso a pensar: 

  «Ahora que saben lo que es una mujer, que son poderosos e inteligentes como dioses, se negarán a seguir vagando por este mundo y vivir como animales sin propósito. Lástima que el tiempo no sea mucho. Gilgamesh ha dado la orden, por alguna razón, lo hizo un poco más rápido de lo que estaba calculando. Él está ansioso por reunirse con su amigo, ese que soñó, que tanto esperó, para evitar volverse loco. La inmortalidad es peligrosa para un humano, tanto que, aunque se dio cuenta de lo egoísta que estaba siendo, quedó ciego de lo que podría ser.” 

El sujeto dejó salir una bocanada de aire, mientras miraba las diferentes pantallas que componían el lugar, para luego continuar con su monólogo interno: 

  «No le puedo culpar. El miedo es lo que representa la vida eterna, en especial, cuando después de obtenerla, nadie a quien ames pueda obtenerla contigo. Gilgamesh, puedes estar seguro de que te va a favorecer combatir contra un monstruo al que no podrás vencer. Tal vez sea la única manera de reparar el agujero que tu antiguo amigo dejó. Rey, espero puedas entender que todo suele tener un precio y más en un mundo de naturalezas imperfectas, como este. Los sentimientos que lograste experimentar, como consecuencia, te abrirán un camino seguro a la perdición si les das cabida, ya que después de todo, la debilidad de un hechicero es clamar cuando se tienen sentimientos. ¡Que comience el espectáculo!»

  Jhades y Dante nunca se lo pudieron imaginar, ni remotamente percibieron que estaban siendo enjaulados, pero Rey sabía que los sentimientos podían convertirse en barrotes y rejas casi indestructibles para quienes aprisiona, por lo tanto, nunca bajó la guardia a pesar de haber tenido múltiples orgasmos y que Lía quedara dormida como una bebé.

 El híbrido estaba de pie, inmóvil, con sus ojos cerrados, pero afinando todos sus sentidos, porque después de todo, estaba en territorio enemigo. La pregunta le atormentaba, «¿puedo escapar de aquí?” y la respuesta era «Si, pero no podría llevarla conmigo.” En semejantes circunstancias, mantener ilesa a esa criatura rota, de la que se había encariñado, era de vital prioridad. 

  «Después de todo, las cosas directas son menos problemáticas que estar huyendo. Tal como estipula el plan principal, siempre y cuando pueda acercarme al cuello de mi oponente y cortarlo tan rápido como pueda, todo se verá terminado y ella no tendría que verse involucrada. Aun así, ¿qué hago con el resto de los humanos?” pensaba Rey, mientras transcurría la noche. 

 De forma imperceptible para una persona normal, los subyugadores rodeaban todas las habitaciones en las cuales se encontraban los esclavos y ya tenían los pasillos colonizados. Poco a poco y en silencio, las mujeres y niñas eran arrancadas de sus habitaciones, prácticamente dormidas y llevadas a otro lado. 

  Rey podía decirle a Lía lo que estaba sucediendo, pero no haría ninguna diferencia. Lo que quedaba era esperar, además, que no estuvieran matando era una buena señal, significaba que querían capturarlos con vida.

Tras pocas horas, los subyugadores finalmente aseguraron las habitaciones en las cuales estaban los tres caídos del cielo. 

  La puerta que Jhades creía haber partido, nunca lo estuvo y en el momento oportuno, la entrada se cerró automáticamente y convirtió al lugar en una zona hermética que se llenó de gas con efectos paralizantes para los vampiros. Por otro lado, Dante no tenía fuerzas y se había quedado dormido profundamente, gracias a los orgasmos que tuvo con Marín.

 Fue un golpe duro para el orgullo de Dante y Jhades, cuando abrieron los ojos y se encontraron con lo que su despreocupación provocó, que fue tener que aceptar la inminente derrota en una batalla que siquiera tuvieron la oportunidad de luchar. Al voltear y ser testigos de cómo sus recién adquiridas debilidades se encontraban llorando, doblegadas a merced de manos ajenas, atadas, amordazadas y amenazadas con armas, los derrumbó. 

   El fatídico error que los dos hermanos habían cometido, era creer que eran más inteligentes que los humanos, una raza que había vivido milenios y que contaba con el conocimiento de todos sus antepasados en la caza de seres sobrenaturales.

  Sin embargo, a pesar de respirar el mismo gas y haber gastado una cantidad considerable de fuerza física, Rey creó varias copias de su cuerpo que rodeaban la cama, con tal de proteger a la vampira. Mantuvo su rostro intimidante, como bienvenida a todos los sujetos que no habían sido invitados. Aun estando desnudo, observó a cada uno de los invasores a los ojos, con la intención de hacer prevalecer su disposición a luchar y matar si se daba el caso, aunque esperaba que tomaran conciencia, retrocedieran o cometieran el más mínimo descuido.

   Rey también entendía que su presencia no provocaba el mismo miedo que cuando llegó a Belldewar. No se veía tan salvaje, estaba limpio, sus ojos afilados que antes se iluminaban con la blancura que irradiaba una estrella pitagórica infinita que bordea las pupilas y se adapta al tamaño dilatado, estaban disfrazados por unas lentillas negras. Tampoco era que sintiera la necesidad de desperdiciar energía y avanzar la condición de su enfermedad, al aumentar las dimensiones de su cuerpo. 

   —Violencia genera aún más violencia. Contra mí no tendrán salvación, —dijo Rey, quien pensaba que alguien que se había tomado el trabajo de enseñarle y hacer que se adaptara a las costumbres humanas, le quería vivo y así le mantendría.  

  Rey podía entender que el gas que respiraba, más que sentirse relajante, con el paso del tiempo le había robado más de la mitad de sus fuerzas restante. También que estaba dispuesto a no mostrar resistencia mientras sintiera que su vida no estaba en peligro.  

  La respiración agitada de los enmascarados presentes llenó el ambiente, después de todo, eran humanos y el simple hecho de hacer contacto visual con una amenaza ‘categoría tres,’ era suficiente para obtener sentencia de muerte. 

  —Ninguno de los otros dos es capaz de moverse con este nivel de concentración de gas —anunció uno de los presentes—. Por órdenes de su majestad Gilgamesh, el más poderoso y supremo que puede hacer temblar a esta luna llamada sol, no teman en capturarle y enfrentar a la muerte, si es el caso.

  —Hablas demasiado—dijo Rey, irritado por no ser la primera vez que escuchara semejante nombre.

   Acorralado, el joven se defendió mientras todos se le fueron encima, con la intención de capturarlo. 

   Al ver que el objetivo estaba dando una mayor resistencia de la que habían previsto, los humanos dieron la orden de disparar y evitar los puntos vitales. Rey dirigió la trayectoria de unos cuantos proyectiles con la punta de los dedos, así como logró esquivar la gran mayoría y dejaba impactar contra su cuerpo unos pocos proyectiles. No era difícil deducir que los rápidos movimientos de aquel chico eran los culpables que los soldados estuvieran cayendo uno detrás de otro. Mientras más hombres disparaban, más hombres morían bajo sus propias balas. Por cada hombre que caía, entraban dos por la puerta de la habitación. La persona que estaba reteniendo a Lía ordenó a sus compañeros detener el fuego de las armas. Con esta orden, los presentes dejaron de disparar.

 Rey volteó su rostro para ver la cruda realidad, los disparos y humanos que entregaron sus vidas, tan solo fueron una distracción. El objetivo principal del soldado más diestro era colocar la boquilla del cañón de su pistola en la sien de la vampira que estaba inconsciente, tendida sobre la cama. A pesar que tenía varias copias de sí mismo en la habitación sus sentidos no estaban en las mejores condiciones y a pesar que se propuso hacer un clamado silencioso, se dio cuenta que el chacra corazón estaba bloqueado completamente. 

  Que Lía estuviera capturada le hacía sentir cosas que él no estaba supuesto a sentir. Esos sentimientos eran capaces de influenciar sus hechizos y hacer que estos, por simple que fuera, terminaran con su vida de una vez. 

    —A pesar de haber recibido daños, aún sigues moviéndote, dentro de poco te adaptarás a nuestras armas y se volverán ineficaces, pero ella no tiene esas habilidades—, dijo el sujeto con tono amenazante, mientras tiraba de los cabellos del cuerpo inconsciente de la doctora que permanecía desnuda en el suelo. —Aún quiero hacer esto por las buenas. 

  Rey emitió un gruñido de desagrado e hizo que las copias que había creado con su arte de control de aura negra desaparecieran. Sintió como las cadenas invisibles que le ataban le impedían actuar. Él podía limpiar sus chacras en segundos, pero cada acción por parte de Lía, provocaba una reacción en él. Aunque sobreviviera al efecto negativo de un clamado incorrecto, apreciaba mucho a la chica que le había ayudado, como para arriesgar a la suerte el resultado de una situación desastrosa.  

   Dada la cooperación del objetivo, el sujeto de la pistola le dijo;

   —Eso, así… ella estará bien mientras colabores. Ahora, arrodíllate y coloca las manos sobre la cabeza.

   Rey obedeció las demandantes órdenes y tan pronto sus rodillas tocaron el suelo, por detrás, se le acercó un hombre, el cual, mediante el uso de un puñal con contenido dentro, le apuñaló justo en medio de la columna vertebral a la altura de su caja toráxica.

Rey perdió  el control y la sensación de toda la parte inferior de su cuerpo, el ‘caído del cielo’ miró con resignación el rostro dormido de la vampira que tanto quería. 

  El líquido dentro de la daga fue inyectado y con esto, el joven comenzó a ver todo distorsionado. Rey, mareado y aturdido, terminó cayendo en el suelo.

   En la habitación, se produjo un silencio sepulcral. Muchos no podían creer que siguieran viviendo, después de encontrarse con un ‘categoría’ tres. —Impresionante, quién iba a decir que semejante bestia sería domada por el amor de una prostituta—, dijo uno de los soldados, con la intención de romper el tan incómodo silencio, mientras expresaba su alegría por estar vivo.

    El sujeto que apuntaba con su pistola a Lía, apenas escuchó el comentario, dirigió su pistola y tras accionar el gatillo, mató a la persona que había hablado.

 Las armas de todos los presentes fueron bloqueadas por un mecanismo de seguridad y la pistola del subyugador era la única que podía ser utilizada.

  Los presentes levantaron sus manos al aire, para resignarse a escuchar las palabras que el sujeto vociferó, con un ánimo bien irritado: 

  —Tres de mis mejores hombres no volverán a ver a sus familias y cuatro estarán hospitalizados por un largo tiempo. La “propiedad” o el “esclavo” que vuelva a tener el atrevimiento de halagar a una basura como esta, tendrá el mismo final. ¿¡Entendido!? 

Tras ponerse en posición firme, en dirección al furioso individuo que estaba al mando, exclamaron:

   — Sí, señor. 

  —Ahora, a cantar el himno en honor a los héroes caídos que se juntarán en el infierno y aun así, continuarán luchando con tal de alcanzar la victoria. 

 Luego de seguir la orden del subyugador, los presentes se colocaron en posición de saludo y comenzaron a entonar el canto de combate, uno que era familiar a los oídos del Rey.