Stagnation

Chapter 11
Sangre salpicada


Lo que resultaba de mayor sorpresa para los espectadores, era que Rey ni siquiera había tenido la necesidad de invocar un libro, un círculo de conjuro o recitar un cántico por más de cinco minutos. El joven, de cabellos negros, se había valido de tan solo del uso de una pronunciación acortada y sin tener consecuencias, pudo reunir la cantidad de energía necesaria para hacer una invocación. 

   Un sudor frío se mostró por la frente de quienes fueron testigos de semejante técnica de clamado con sus propios ojos. Era algo por lo que debían preocuparse, mucho más cuando la jauría de lobos salió disparada en dirección al Gengér, que aún no caía del aire para impactar sobre su enemigo.

   Rey entendía que era peligroso clamar bestias que no estaban bajo un total control, para luchar contra un enemigo rodeado de objetivos que debían ser protegidos. Además de que sus cuerpos y chacras internos no se encontraban en las mejores condiciones. Pero, siguiendo los consejos de su anterior maestro, clamó el hechizo más justo del cual tenía conocimiento, para lo cual usó el ángulo del salto de la bestia. En caso que algo saliera mal, podría sobrevivir a la maldición del conjuro si es que venía con efectos secundarios y los cinco individuos tendrían la oportunidad de no ser interceptados directamente.  

 La manada de bestias negras salió disparada como balas contra el Gengér, se estrellaron contra él, unas tras otras, hasta que terminaron desvaneciéndose con una violenta explosión que no tardó en destrozar toda la parte inferior y las piernas del gigantesco ser, que no había alcanzado ni siquiera a tocar el suelo.

  Akai y los otros cuatro individuos cubrieron sus cuerpos de los violentos latigazos que daba el viento, provocado por las ondas explosivas de un evento fantástico. Aunque intentan mantener sus ojos abiertos, la arena y el polvo que se levantaba del suelo se los impedía. 

 Sin piernas o punto de apoyo, la criatura golpeó la pared y rebotó en dirección opuesta, hasta caer como si fuese una gran roca sobre el suelo. 

  De pie, en el campo de batalla, el veneno de la radiación hizo de las suyas y obligó al ‘caído del cielo’  a que tuviera que cancelar el clamado para cubrirse la boca, con la intención de contener o tragarse lo que pretendía salir disparado de su estómago. Respiró hondo, trancó su abdomen en el lugar y levantó su mano nuevamente, consciente de que no podía mostrar que estaba en desventaja.

 Entre el humo que colmaba al aire, desde fuera del coliseo se podía notar la rápida regeneración de la bestia, debido a que aún estaba usando las reservas de odio y malos sentimientos generadas por los tres individuos que anteriormente había devorado. En cuestión de segundos, la criatura acorazada regeneró las patas que le fueron arrancadas, aumentó una porción de su tamaño y las tenazas se volvieron más afiladas. 

   Aun así, las palabras volvieron a resonar y los límites de la realidad se quebraron en pedazos, por segunda vez, ante otro hechizo. 

  —“Ataque del dragón oscuro” —anunció Rey, para luego pensar: —Este es el momento, no se puede mover correctamente y ya no tengo que preocuparme por golpear al grupo de Akai… si sigo extendiendo esto, tan solo me desgastaré más en el combate. 

   De la palma de su mano, se materializó un gran rayo negro con la cabeza de un dragón, que tenía dagas enterradas en los ojos, varios dientes faltantes y una boca sin lengua. La criatura de escamas negras gritó con todas sus fuerzas, lo que sonó como un odio incendiado por el dolor y salió disparada como un violento rayo latente de venganza, en dirección a donde se le había apuntado. 

   El monstruo acorazado, en plena recuperación, notó cómo una amenazante energía venía hacía él. Con tan solo cuatro de sus piernas regeneradas, se las ingenió para saltar a un lado.

   El dragón continuó avanzando con su boca abierta e impactó contra la pared, para luego ascender por ella, con la intención de salir de aquel lugar y atacar a los humanos que se encontraban sentados en las gradas, pero una barrera se lo impidió. 

  Sin poder llegar más lejos, se sacudió como si su vida dependiera de ello. La bestia clamada, expulsó gritos de odio y estalló en aquel lugar, justo en frente de los espectadores, sin haber podido cumplir su propósito personal, por el cual se le había invocado. 

   No solo presenciaron un conjuro, sino dos consecutivos. Los espectadores sintieron un sabor amargo en sus bocas, derramaron el contenido de sus vasos en el suelo y se levantaron. Sus huesos temblaron y sus corazones se detuvieron, por el miedo de aceptar como realidad, la idea que se les había pasado por la cabeza. 

  Esta vez, como consecuencia del uso de su energía, Rey no pudo evitar escupir sangre que cayó al suelo, mientras empleaba sus sentidos para localizar a su oponente desaparecido. Sin necesidad de voltearse, levantó su cabeza lo más que pudo, hasta que su mirada llegó a encontrarse con la del Gengér. 

  Con sus tenazas, el monstruo bloqueó las salidas del joven, mientras atacaba desde arriba con su cola. El afilado aguijón, aún más grande que antes, amenazaba con atravesar a Rey, pero solo fue una distracción, ya que la tenaza izquierda de la bestia terminó aprisionando su pequeño cuello contra el suelo, hasta que lo cortó en dos.

   —Puedes ser pequeño, pero ante mis tenazas, vas a morir como un gigante, —sentenció la bestia, en el idioma antiguo. —Son penosos mis actos, pero si te atacara de frente, estoy seguro que terminarías con mi vida. Fui hábil y aunque no eres mi objetivo natural, estás bloqueando el camino para poder alcanzarlo y por esa razón, tu vida está sentenciada. Descuida, sacaré provecho de tu lamentable pérdida.

    —¿Me sorprende que te rebajes a hablarme? —dijo Rey, tras lo cual, dejó al Gengér bien extrañado, tanto así, que la bestia se inclinó hacia adelante con tal de ver si la cabeza que había decapitado era de quien seguía hablando—. Así como yo, hubo un tiempo en el que caminabas con dos pies, cuando la piel fue la que cubrió tus huesos. Sí, de seres como tú he leído innumerables leyendas y muchas historias. 

  La bestia, haciendo uso de sus tenazas, tomó la cabeza del pequeño y tan pronto como pudo le devoró junto a su cuerpo. No podía perder tiempo, si el cuerpo decapitado aun continuaba con vida, entonces la mejor opción era digerirlo.  

   —Una vez fuiste habitante de los nueve cielos, —continuó Rey, un tanto incómodo por haber olvidado el contenido de muchos libros—. Ahora, no eres más que una enorme masa de odio. La sombra perdida de un ser cansado de la vida, resignado a ver a las personas hacer el mal. 

  —No estoy arrepentido de mi vida —respondió el Gengér, al tiempo que intentaba ocultar su miedo y miraba a todos lados, con tal de encontrar a quien le hablaba—. Sé que algún día llegará mi final, en el que moriré o en el que moraré en la oscuridad junto a otros como yo.

   Rey, con la intención de tratar de ayudarlo, le dijo:  —En mis manos puede estar la solución a tu problema.

    —No necesito que me ayudes, estoy en mi camino, el que considero correcto y es mi destino morir antes de llegar al final. —Mientras hablaba, la bestia pensaba: ¿A los lados?, no. ¿En mi punto ciego?, tampoco. ¿Bajo la tierra?, imposible. ¡¡¡Arriba!!!”

  —¿Quién soy para tomarme la atribución de actuar y decidir lo que sería mejor para los demás? —dijo Rey, quien extendió sus inmensas alas negras—. Pero, algo sí es seguro, no hacer nada nunca será la solución.

  El afilado aguijón de la bestia, que recién había localizado el paradero de su enemigo, retrocedió y volvió a atacar con ferocidad. 

 Rey esquivó el aguijón y lo dirigió con sus manos para que se adentrara justo sobre la cabeza de la bestia. Cuando la fuerza de ataque del aguijón era mayor que la defensa del caparazón, el resultado era obvio. Seguido de una fuerte patada, el ‘caído del cielo’ rompió la cola y luego convirtió sus manos en cabezas de lobos negros. Los animales clamados se hicieron presentes y mordisquearon con fuerza la tenaza y piernas de la bestia, para luego explotar. 

    Tras dejar de escuchar su inquietante rugido, mientras se levanta temblorosamente del suelo, una vez más, el Gengér intentó lanzar su último ataque, pero Rey levantó una mano en dirección al escorpión sin piernas ni cola y anunció su movimiento: 

  —“Marca elemental, explosión del viento”, — e hizo un chasquido con sus dedos. A continuación, podría decirse que todo el aire del lugar junto con la arena, el humo y el polvo fue comprimido en el interior del Gengér, justo por las cuarteaduras del caparazón, hasta que esa concentración no pudo mantenerse estable y terminó explotando.

   La enorme bestia pudo sentir como su interior salía despedazado al exterior. Sus ojos salieron disparados, su cerebro licuado se escurrió por el casi diminuto agujero provocado por el golpe de su aguijón, sus intestinos escapaban por su agujero rectal, mientras que los músculos, carne y sangre tomaron escapatoria por donde estaban sus miembros ausentes. Despojado de cualquier contenido que pudiera tener aquel caparazón, el Gengér cayó en el suelo como lo que era, una carcasa vacía y sin vida.  

   Rey frunció el ceño ante la explosión de vísceras, líquidos y restos de cuerpos devorados. Es importante mencionar, que, si el hechizo hubiera salido mal, eso que había acabado de ver, podía pasarle a él. Salpicado de entrañas y sangre, se posicionó en frente de su enemigo caído y extendió su mano hasta que terminó tocándole con la punta de sus dedos. 

   Como si fuese poco, ya nadie se atrevía a hablar. El anunciador no podía ni siquiera decir lo que estaba pasando, durante los pocos minutos que había durado el combate. 

 Desde su trono, Gilgamesh, se inclinó hacia adelante, entendió el propósito del inexplicable comportamiento del ‘caído del cielo’, mostró una sonrisa y exclamó: 

    —Increíble ¿Cómo es posible? ¿Será que aún me queda más por descubrir de ti, mi preciado amigo?

   Ante los ojos de los espectadores, el individuo que se levantaba frente a la carcasa, quien lucía muy calmado como para ser tildado de furioso, arrancó con la punta de sus dedos, el color que formaba parte de la bestia.  

  —Cuando no sabes tomar una decisión, tienes el derecho de hacer lo que creas que es correcto. —dijo Rey entre susurros, tras quedar manchado de una sustancia que parecía empequeñecerse entre sus manos. 

  La esencia expuesta se consumió, pues no pertenecía a ese ambiente. Tan pronto el cascarón del monstruo se vio ausente de aquello que lo hacía ser, comenzó un extraño proceso de petrificación. 

  Parte por parte, el cuerpo fue conquistado por el sólido color sin vida que se asemejaba a una piedra. Sin mucha espera, la solidez trajo consigo el caótico paso de grietas, cuarteaduras que comenzaron a abrirse paso entre la sólida piedra, tras lo cual se escuchó un sonido mientras se partía. Uno a uno, los trozos sueltos cayeron al suelo, como si hubieran sido expulsados por aquel cuerpo petrificado. Desmoronado, con los pedazos del Gengér regados por el suelo, ahora renacía un ángel ante los ojos humanos, que no pudieron mantenerse en sus asientos. 

  —Ahora estoy confundido! —dijo el ángel, cuya voz resonaba por todo el lugar, mientras se miraba las manos que casi no recordaba haber tenido—. Tú que me has regresado a mi forma original, te debes hacer responsable de mí, porque no sé qué hacer de ahora en adelante, mi señor. 

  —Luchar, esa siempre fue la respuesta, —dijo Rey—. Busca imponerte ante el mundo con fuerza, lucha y sigue siendo ese guerrero incansable que siempre fuiste. En cierto sentido, todo a tu alrededor te mata de a poco y luchar es más letal, aunque te haga sentir más vivo. Quiero que, empleando este medio como instrumento, le muestres el camino a los que están equivocados, hasta que la muerte te encuentre o regreses a ser un Gengér. 

  El ahora ángel, ante la incoherencia de seguir haciendo algo que no funcionaba, entendió lo que implicaba la proposición y agregó:

  —Señor mío, a ti serviré, ahora que nuevamente vivo por ti. En tu nombre, pienso luchar y mostrar el camino a aquellos perdidos. Esa será mi tarea. 

   —Pero no en este mundo, ojalá nos volvamos a encontrar. 

   Tan pronto Rey terminó con sus palabras, la entidad celestial se desvaneció en el aire con lentitud y quedó tan solo un rayo de cálida luz que parecía quemar las almas de muchos de los humanos presentes. 

   —No puede ser él —comentaron unos—. Realmente se parece, pero es imposible que uno de los tres jueces del infierno esté en Belldewar —dijeron otros—. ¿Acaso no le viste clamando al mismo dragón que casi mató a Yacer? —ante esa pregunta se dio un silencio sepulcral—. Parece como si hubiera liberado a ese monstruo.

   —¿Es cierto eso? ¿Los Gengér son ángeles caídos? ¿Ese chico es real o no lo es? Quizás, el final de todo esto sea un espectáculo creado por Gilgamesh. 

A pesar de los comentarios de los espectadores, Rey alzó la mirada y se dirigió a donde se encontraban los cinco jóvenes sobrevivientes. Apenas estuvo lo suficientemente cerca, extendió su mano con la intención de mostrar sus intenciones pacíficas, pero los presentes se alejaron y negaron con sus cabezas. 

  Rey se detuvo para observar la situación y pudo notar como Yicel había muerto, Akai apretaba sus dientes, Elhoy fruncía su entrecejo, Merlot presionaba sus puños con fuerza y Pisínoe lloraba en lamentos. 

   —Me alegra ver que no le juré lealtad a un demonio sin corazón, gracias por dejarnos vivir un poco más… especialmente a ella, pues sin tu bendición nunca hubiera escuchado sus últimas palabras —dijo Akai con una sonrisa quebrada, casi arrastrándose por el suelo, producto de todos los huesos rostros que tenía en su cuerpo. 

   —Esa cosa era mucho más fuerte de lo que creímos —dijo Elhoy.

   —No creo que podamos seguir a tu lado, en especial, si eso nos hace entorpecer tu avance. Gilgamesh tenía razón…—dijo Merlot.

    —¡Espero que se pudran en el infierno! —gritó Pisínoe, mientras lloraba y sostenía el cuerpo de Yicel. Luego se quedó mirando hacia donde se encontraban los cuerpos desmembrados de los traidores. —Malditos sean ustedes, cobardes. Esa es la razón por la cual los humanos son una raza tan podrida.

  —Caído del cielo, tal vez sea algo egoísta de mi parte —dijo Akai—. Pero, por favor, nunca dejes de ayudar a cualquier humano que te necesite y te prometa su lealtad.

   Rey no quería entender los malos presagios que estaban resurgiendo de su interior y eran provocados por las palabras de los integrantes del grupo de Akai. Tan pronto como dio un paso adelante, tuvo que cubrirse, porque las cinco cabezas de los sujetos ahí presentes se convirtieron en una violenta explosión de huesos, carne y sangre. Los collarines que tenían en sus cuellos eran los responsables de la detonación.

Con todo su cuerpo embarrado de más sangre, Rey observó sus manos extendidas y pudo ver entre sus dedos la imagen de los cuerpos decapitados y de toda la arena bañada de color rojo, por los restos humanos esparcidos en el lugar. 

   El presentador, quien volvió a aparecer en todas las pantallas, agregó: —Ya tenemos al vencedor de la contienda. Usualmente, el elegido no defiende a la comida del Gengér, sino que los mata primero, para evitar el fortalecimiento de este monstruo endémico, en un mundo lleno de ciudades errantes. Pero parece que nuestro campeón, además de tener mucho poder entre sus manos, también se cree héroe.

  —¡¡Insensato cállate!! —gritó alguien del público en dirección al presentador, que no había dicho nada en todo ese tiempo y en el peor de los momentos, decía algo que no conducirá a nada bueno.

   Aun sin moverse, como quien quería procesar lo que en verdad había sucedido, Rey cerró sus ojos y vio correr entre los párpados sus lágrimas de sangre. Por su nariz, oídos y boca, el líquido rojo, que representaba el deterioro de su cuerpo por el avance de una enfermedad letal, también se asomó al mundo.

  «Si, soy un hechicero» se dijo Rey, al tiempo que trataba de contener lo que sentía por dentro. «Mi oponente sabe eso, siempre lo supo, que al alterar mis sentimientos me hace incapaz de clamar. Cada vez caigo en esta trampa más y más profundo, tanto, que tal vez no pueda escapar».

   Desde las afueras del coliseo, los espectadores claramente pudieron notar como el contendiente, que recién había formulado una serie de milagros, estaba haciendo brotar energía por todo su cuerpo. Preparaba sus músculos y aumentaba el tamaño de su constitución física. El caído del cielo hizo aparecer dos largas cuchillas como sus antebrazos, muy familiares para la humanidad, que venían montadas sobre un mecanismo que les hacía extenderse y girar a ciento ochenta grados.

  El público no hacía más que negar con sus cabezas y taparse la boca.  Si de ellos dependiera, en ese momento, todos y cada uno se hubiesen arrojado sobre el suelo con la intención de pedir perdón por sus vidas. A unos ya se les estaban cayendo los cabellos, otros se orinaban sobre sus asientos y el resto parecía como si hubieran perdido sus almas. El factor en común era el miedo. Mientras ellos negaban con sus gestos, en las pantallas se mostró el rostro de Rey, quien abrió sus ojos y mostró que sus lentillas se habían derretido y ya no cubrían el color original de sus ojos.

   Los ojos inyectados en sangre hicieron aparecer dos destellos amarillos, lo que hizo que cundiera el pánico entre los espectadores que estaban mirando el espectáculo en vivo.

   —¡¡Maldito loco, rastrero y vil!! —gritaron algunos miembros del público a Gilgamesh, quien aplaudía divertido —. ¡¡Cómo te atreves a hacernos algo como esto!! —La mayoría buscó la manera de evacuar la instalación tan rápido como les fuera posible, ya que conocían lo peligrosa que se había vuelto la situación. 

    La situación era tan crítica que hacía enloquecer a cualquiera que se pusiera a pensar en conclusiones. Tan solo de pensar que el joven fuera el mismísimo ‘apocalipsis’ y ‘mata-héroes’, el anterior juez y creador del infierno, un híbrido de vampiro y licántropo, un hechicero con la capacidad de maldecir al planeta y a todos los presentes. Esto conllevó, a unos cuantos, a quitarse la vida. 

    Como si fueran truenos, de un momento a otro, las alarmas del estadio se dispararon y anunciaron el estado de emergencia. Desde adentro de las paredes, a los costados de la arena, salieron cientos de guardias capacitados para manejar esa emergencia. En cuestión de segundos, la amenaza declarada terminó siendo rodeada, lo que hizo que aparecieran otros dos destellos amarillos. 

    Los subyugadores, que agresivamente apuntaban con sus armas y gritaban comandos a seguir, no prestaron atención alguna a las dos chispas y al ver que sus palabras no fueron seguidas por el objetivo, accionaron los gatillos de sus armas y abrieron fuego a quema ropa. Cada disparo de escopeta, trajo como consecuencia, que tanto el portador como el arma, se convirtieran en una mera explosión de polvo y sangre. Aunque algunos no accionaron el gatillo por miedo, se dieron cuenta que no existía nada que pudieran hacer para salvarse. Aterrados, miraron sus manos y sintieron la sensación fría que se podía asemejar al derrumbar de un castillo de arena sobre su piel. 

  —¿Qué está pasando? siento frío —fueron las últimas palabras que dijo alguien.  

 La muerte fue inevitable para el resto de los presentes, quienes en segundos sucumbieron ante lo que representaba la bendición de caminar en la oscuridad, a través del dolor, con tal de alcanzar la dicha del descanso temporal. 

  Rey respiraba con el fin de asentar mejor la energía que fluía por su cuerpo y tan pronto logró limpiar alrededor de sus chacras, generó una corriente de viento lo suficientemente fuerte como para hacer que todo el lugar que antes era amarillo de paredes grises, se volviera rojo sangre.

  —Señor, temo decirle que semejante poder escapa de mis cálculos. El objetivo sigue al control de sus sentimientos y es capaz de clamar sin sufrir efectos secundarios —dijo Mikk en voz alta, lo suficiente como para no temblar ni mostrar miedo. 

   —Esto no parece estar tomando un buen camino, —agregó Paul, nervioso, tras ver como todo un grupo élite de subyugadores bajo su comando, fue arrasado en cuestión de segundos.

   En cambio, Gilgamesh, temerario y soberbio como nunca antes, se levantó del trono en el que estaba sentado y se despojó de todas sus prendas. 

  —Todo es simplemente perfecto y si por tener sentimientos hacia seres inferiores, eso significa que me tenga que contener, no sería divertido. 

   Quien con tan solo el destellar de dos chispas, cambió el color del lugar y aniquiló un gran número de subyugadores, alzó su mirada a donde estaba Gilgamesh y le dijo: 

  —No es que seas malvado, pero si eres insensato —aseveró Rey, tras rendirse ante las emociones que sentía, acto seguido, unas palabras enfurecidas salieron al aire y pronunció: — “Espadas de mil legiones”.

  Aunque el clamado se manifestó exitosamente por tercera vez, el cuerpo de Rey recibió numerosos cortes en su piel. El daño fue proporcionado por el efecto secundario de dejar que sus emociones influyeran en la pronunciación. Para ser más preciso, el cuerpo sufrió un corte por cada espada invocada en el presente. Sin embargo, él había calculado las consecuencias de cometer semejante error al clamar. Al ver que sangraba por todos lados y casi ausente de piel, sus habilidades de regeneración se activaron al máximo y le garantizaron una mejor recuperación, casi instantánea, al mismo tiempo que triplicó la dureza en las capas de su nueva piel. 

 Mientras la metamorfosis del pequeño cuerpo se producía, las paredes que rodeaban la arena finalmente perdieron todo el color rojo que les pintaba e hicieron paso al sonido más escalofriante que oídos humanos hubieran podido escuchar jamás. La fricción entre afilados metales y una pared lo suficientemente sólida como para resistir la mayor parte del asedio sin desmoronarse, se hizo presente de manera ascendente hasta llegar a golpear la barrera invisible que separaba al público de los luchadores, dentro de la arena.

  Rey escuchó a White gritar de dolor, ella estaba transformada en los ojos filosos, para proteger el cuerpo de su compañero de algún corte letal, pero los miles de golpes comenzaron a romperle el filo y debilitarla.  

  Entre el público, estaban quienes quedaron atrapados y eran forzados a encogerse sobre el suelo mientras se tapaban los oídos, cuyos tímpanos habían explotado por el ruido, al punto de sangrar. Algunos pudieron levantar sus cabezas y presenciar cómo la barrera defensiva comenzaba a ceder, al igual que lo hacían las paredes, hasta que terminó destrozada. 

   Gilgamesh y sus subordinados presenciaron como cientos de cuerpos humanos terminaron desmembrados por una explosión de fragmentos de vidrios impulsados a gran velocidad. Cientos de muertos, el triple de heridos y miles de individuos desesperados, fueron las cifras que comenzaron a ascender en todo el lugar. 

Tras mostrar sus intenciones asesinas y un ardiente fuego en sus afilados ojos inyectados de sangre, el ‘caído del cielo’ guardó sus armas, se agachó, y tras acumular en sus piernas toda su fuerza, como si fuera un poderoso muelle, saltó en dirección al trono, con la intención de golpear a quien aún sonreía como si todo lo tuviese bajo control. 

    De pronto, una fuerza desconocida se hizo presente en medio de la arena. Las partículas de polvo junto a la densa neblina de sangre terminaron pegadas al suelo en tan solo un segundo. La misma fuerza actuó sobre el cuerpo del agresor, con la única intención de impedirle saltar tan alto o al menos, ralentizar sus acciones. 

  Gilgamesh, eufórico por ver la mirada en su tan esperado amigo del alma, sintió como si la vida misma le hubiese poseído una vez más. Como el campeón de tantas peleas invictas que era, saltó en dirección al joven y cayó preso de los efectos del control elemental de Paul, quien levantaba sus manos para controlar la gravedad del lugar.

  En comparación con el caído del cielo, aún en las mismas circunstancias, los movimientos del soberano de todos los humanos superaron en velocidad y poder al joven de ojos blancos, que parecía estar sostenido en el aire.

  A la distancia perfecta, Gilgamesh no consideró siquiera medir su fuerza y con toda su energía concentrada, proyectó un puñetazo contra la cara del joven que ni siquiera pudo hacer algo para evitarlo. 

  Rey sufrió daños incalculables en su cráneo y espina vertebral. Luego fue lanzado a gran velocidad contra el suelo y el impacto también le causó considerables lesiones.

 La diferencia de poderes ya estaba sentenciada. Rey, no solo agonizaba sobre el suelo, producto al dolor que sentía, sino que también estaba confundido porque su cuerpo no le respondía.

  —¡¡Primera ronda!! —grito Gilgamesh, mientras esperaba que las cámaras siguieron filmando, pues su intención era transmitirle, a la galaxia completa, lo que estaba sucediendo. 

«Controla tu energía y controlarás tu cuerpo, pero como hechicero nunca habrás de usar más que la cantidad justa para ganar». —Las palabras de Heroclades retumbaban en la cabeza de Rey, dentro de aquella situación que se asemejaba a un callejón sin salida. 

   Con un golpe de sus manos, Gilgamesh aterrizó sobre Rey. Lo golpeó tan fuerte como pudo por el estómago, con la fuerza necesaria para partir en dos a un barco, por más grande y robusto que fuera. 

En previsión de un segundo ataque por parte de su enemigo, Rey había creado una copia de sí mismo justo antes de impactar contra el suelo, con el fin de moverse entre el polvo levantado por el golpe recibido. 

   A pesar de la fuerza de gravedad que permanentemente reinaba en el área, Gilgamesh se levantó del suelo y tras tronar los huesos de su cuello, comenzó a dar pequeños brincos en el lugar, ágiles y rápidos como los de un boxeador bien entrenado, listo para la pelea. 

   Rey logró ajustar aún más el uso de la energía y el tamaño de su cuerpo en base a la fuerza que estimaba necesaria para ganar. Tras ser consciente que estaba siendo lento, tomó la decisión de ponerse de pie ante su enemigo y se mostró visible en medio de la lluvia de arena que caía con rapidez. Esto no fue suficiente, ya que ni siquiera tuvo tiempo para reaccionar ante el siguiente golpe. 

  Gilgamesh se desplazó con la rapidez de un rayo y proyectó dos golpes devastadores a su oponente. Con un gancho de su mano derecha arrancó la mandíbula a Rey y con el segundo golpe destruyó la cavidad toráxica de su oponente. 

  Luego de levantar sus manos al aire y dar un rugido intimidante, el soberano de todo el humano gritó:

  —¡¡Segunda ronda!! 

   Rey se estrelló contra la pared en el lado opuesto del coliseo, lo que produjo que quedara enterrado en esa edificación. 

   «Mi lengua» se dijo, un tanto decepcionado. «Por más que lo intento, no soy capaz de sentir mi mandíbula. Tras ese último golpe, ahora todos mis huesos suenan como vidrios rotos. Me alegro de no sentir dolor ¿Mmm? No puedo olvidar que estos son los límites de la invulnerabilidad que se me otorgó al haberme bañado en el río Estigma. Mi piel no cede tan fácilmente, pero mis huesos no reaccionan igual. Debo enterrar mis sentimientos más profundamente y no preocuparme por el pasado ni el futuro. La pelea apenas comienza y con esta enfermedad que envenena mi cuerpo, debo buscar la manera más eficiente de vencer, porque si no lo hago solo voy a acelerar la cuenta regresiva del tiempo que me queda de vida. Aún no sé del todo de lo que es capaz mi enemigo, aunque mis cálculos sobre su fuerza son los correctos. Él se recubre de una fuerza familiar… pero eso no es lo importante. Desde que salté, alguien ha estado imposibilitando mis movimientos». 

   Los ojos de Rey miraron hacia arriba y aunque su mirada estaba nublada por la sangre y parcialmente ausente, logró divisar a alguien con su mano extendida. Era un sujeto de cuerpo imponente, que extendía sus extremidades hacia adelante y parecía estar concentrado en algo, mientras repetía una especie de mantra con sus labios. 

   «Después de todo» pensó Rey, mientras veía como una de sus sombras aparecía detrás del sujeto, lo que le imposibilitaba los movimientos. «Entre los subyugadores existen aquellos que pueden invocar hechicería elemental, pero parece que aún no saben lo que es un verdadero hechizo de espacio y tiempo». 

   Un tanto irritado por ver cómo la mirada de su tan esperado amigo del alma no compartía la felicidad que él sentía y estaba mirando en dirección a alguien más, Gilgamesh cerró su puño y lo hizo tronar. El dios y soberano de los humanos logró que las venas de su brazo se le brotaran por la cólera. Con necesidad de atención y sin prejuicios por la vida ajena, Gilgamesh efectuó un ataque aún más poderoso y destructivo que la combinación de los tres anteriores.

  En una milésima de segundo, justo antes de recibir el ataque de Gilgamesh, Rey realizó un clamado condicionado con un chasquido de sus dedos. Ese arte fue inventado por él y combina el uso del aura y la hechicería. Dado que su control avanzado de Aura Negra le permitía crear cuantas copias de sí mismo quisiera, así como la energía que deseara generar, Rey podía cambiarse de lugar con sus otras mitades. Además de eso, si añadía un Hechizo de “Control de Fuerzas Especiales”, podría cambiar de lugar con algo que él o alguna de sus copias estuviera tocando sin necesidad de verbalizar, tan solo debía de cumplir las condiciones que había puesto previamente.

Luego del puñetazo que lanzó, Gilgamesh fue capaz de destrozar la gruesa columna, aunque estuviese compuesta por un material que solo los dioses podían trabajar. Hasta podía lograr que el cuerpo de su subordinado Paul atravesara la estructura y llegara al otro lado donde estaban las mazmorras.

Tras haber aparecido en el podio, a Rey le faltaba la mitad de su cuerpo. Sus piernas habían pagado el precio, ya que el chasquido de sus dedos no tuvo la frecuencia requerida cuando hizo el clamado condicionado. Aun así, con sus colmillos expuestos y rebosante de energía, el caído del cielo hizo un revés con su mano y arrancó la cabeza de Mikk. El cuerpo humano decapitado, que aún permanecía de pie, dejó salir un potente chorro de sangre, que llegó hasta la boca del joven de ojos blancos.   

  Luego de recuperar por completo sus extremidades ausentes, al igual que todas las fracturas y desgarros de su cuerpo, Rey dejó que el cuerpo de su tercer enemigo cayera al suelo.

  Gilgamesh supo que tras efectuar su potente puñetazo, la fuerza de gravedad que oprimía la zona había desaparecido. En sus nudillos había sentido cómo destrozaba un cuerpo débil. Notó que su más estimado amigo miraba hacia otro lado y eso lo hizo caer en cuenta que tal vez Paul era quien había muerto por el golpe de su puño. 

  El soberano de los humanos estaba molesto y tenía el entrecejo arrugado. Se volteó y observó cómo el joven vampiro se había recuperado al tomar sangre de su subordinado. Paul y Mikk estaban muertos, algo que sin duda le traería problemas en un futuro, con respecto a la administración de su imperio, pero lo que más le importaba era que su amigo del alma estuviera valiéndose de trucos y artimañas para luchar. 

   Gilgamesh sentía que vivía una historia épica nuevamente. Sin importar en qué mundo estuviera, como héroe, tenía la habilidad de sobreponerse a cualquier problema siempre y cuando pudiera sobrevivir a lo que le deparaba el destino. Las personas, los seguidores y subordinados, no eran razón para preocuparse, ya que siempre resultaban débiles, porque eran personajes secundarios de una historia mal contada. 

Esas personas estaban ahí con el único propósito de dar una enseñanza, pero un amigo era diferente. Para Gilgamesh un amigo era como un guía, alguien que le acompañaría en la eternidad, sin rendirse o morir en el camino. Ambos bandos habían sufrido pérdidas, lo que significaba que no existía razón para seguir hablando, debido a que nadie tenía razón, ni el oponente estaría dispuesto a escuchar. Al menos aún no. 

  —¡Que suene la campana! —gritó el soberano de los humanos. 

  Tras arrojarse en el medio de la arena, Rey decidió atacar con toda su fuerza, con la intención de volver a medir su poder. Esta vez, Gilgamesh esquivó ese ataque con un brazo y luego lanzó una patada. Rey estaba lo suficientemente confiado, por lo que colocó su mano entre el pie de su oponente y su cuerpo. De esa forma bloqueó el golpe recibido de manera eficiente.  

   La situación pasaba a estar bajo el control del joven quien contaba con asombrosas habilidades sobrehumanas para aprender y adaptarse a sus enemigos; mientras que Gilgamesh trataba de mantener su ventaja, lo que le hizo brincar y cruzar sus piernas en una patada, a ver si algún golpe lograba conectar con su oponente. 

   El pie derecho del sujeto se encontró con el estómago del caído del cielo, quien lo empujó violentamente, con la intención de crear distancia. 

  «En menor grado que antes» pensó Rey, mientras usaba el suelo para aminorar la velocidad a la que había sido arrojado tras el último golpe recibido. «Su poder y fuerza destructiva siguen aumentando, pero es solo eso. No tiene mucha técnica ni gracia en sus movimientos, aunque cada vez que hace contacto, los hilos que rompen las lógicas de la creación se sienten con más fuerza. Por eso tengo que ganar tiempo».

Rey retomó la posición de ataque y notó que su oponente no le siguió agrediendo y se quedó en su lugar, lo que le hizo decir en voz alta: 

   — Tu agresividad disminuye, a pesar de haber comenzado el combate. ¿Ya estás cansado o te sigues conteniendo? 

  Finalmente, llegó el momento en el que el amigo del alma de Gilgamesh le dirigía la palabra, con una frase magnífica con la que tanto había soñado. Luego de recuperar su felicidad, Gilgamesh lanzó al aire unas carcajadas y luego se tocó el lado derecho de su cuello con la mano. Sin darle mucha importancia al calor líquido de su propia sangre, decidió retroceder, con la intención de ganar el tiempo necesario para calentarse y combatir con todo su potencial. 

   —¡No! —respondió Gilgamesh emocionado—. Estoy dando lo mejor de mí, sin contenerme. Creo que no estás usando todo tu poder, porque la enfermedad de la humanidad es una maldición que no es muy fácil de enfrentar… ¡Aww! ¡Aquí voy!  

   Ante los ojos de Rey, las lógicas naturales de la creación se estrecharon con mayor visibilidad, debido a que Gilgamesh hizo estallar una mayor cantidad de poder, con el fin de retomar la batalla con mucha más agresividad que en el inicio. 

   Como si fuera una violenta bestia que propinaba puñetazos, Gilgamesh accedió a su oponente con la intención de matarlo de un solo un golpe. Por otro lado, Rey usaba todos los miembros de su cuerpo en el arte de la lucha. Aunque sus manos y piernas se rompieran por los golpes, las regeneraba y curaba a un nivel superior de fortaleza que como estaban antes, hasta que no se rompieran más. Ese no era el momento para preocuparse por acelerar o retrasar la enfermedad que contaminó y afectó el proceso de división de todas las células de su cuerpo. 

  A ratos, Gilgamesh perdía la ventaja y en otros momentos lograba alcanzarla. Eso sucedía debido a la adaptabilidad de su oponente, quien claramente se negaba a usar todas sus fuerzas o depender de sus mejores movimientos de pelea, con tal de aprender y evolucionar en los campos que aún era débil. 

 «¡Aww! Mientras más dura el combate su adaptabilidad se vuelve mayor», se dijo Gilgamesh, luego de sentir cómo sus puñetazos se volvían incapaces de causar fracturas en los huesos del joven, que ya casi le igualaba en velocidad y fuerza. «Estoy luchando, aunque se me partan los huesos, mantengo mi posición sin importar que me llegue la muerte, dejando la carne expuesta, dando golpes siempre al frente, con el pecho abierto… ¡Épico! Simplemente, ¡épico!». 

Luego de dejar de lado las maniobras evasivas, Rey plantó su pie derecho en el suelo y defendió su territorio con la guardia en alto, hasta que llegó un momento en el que se valió de movimientos precisos y contraatacó a su oponente con un descomunal golpe.

  Ante la ferocidad del contraataque, Gilgamesh hizo todo lo posible por esquivar el brutal golpe que le fue lanzado a la cara, pero por más que se desplazó a un lado, no logró mantenerse ileso, pues la explosión de energía que su contrincante desarrolló, fue suficiente para causarle daños internos considerables.  

  Se produjo un contraataque detrás del otro, hasta que fueron suficientes para terminar debilitando al soberano de los humanos y hacer que se moviera con cada vez menos agilidad y fuerza, sin mencionar que su pie derecho y el brazo izquierdo, eventualmente terminaron fracturados, con tan solo bloquear dos golpes consecutivos. Las habilidades de regeneración no podían competir contra las de un híbrido de vampiro y licántropo.

 Gilgamesh seguía moviéndose, esquivaba los golpes e intentaba atacar, cuando sintió un hilo de sangre que rodaba desde su frente hasta la punta de su nariz y tras convertirse en gotas, el líquido rojo cayó al suelo, en el que, por primera vez, hace centenares de años, fue forzado a retroceder. Embriagado por el éxtasis del combate, después de levantar la cara y bajar su guardia, intentó localizar a su oponente, pero no lo logró. Tras haber perdido el campo de visión más allá de un metro, estaba contento por tan solo poder ver sus manos, mientras que el resto estaba nublado.

Luego de reírse a carcajadas, Gilgamesh se reubico rápidamente y tomó una posición de defensa, con la intención de resistir, por primera vez, un ataque directo, pues no tenía más opción. El no saber de dónde provendría el golpe y qué tan potente sería, le hacía casi morir de la excitación.  Tan solo con su brazo derecho levantado en forma de defensa y apoyándose en su otra pierna, se dijo:  

  «Oh, mi estimado amigo, este es el deleite que solamente tú puedes darme en un combate directo… Temo decirte que tuve miedo de utilizar todas mis cartas en esta batalla… ahora, espero no hacer de ti una oveja y que tiembles ante mi verdadero poder y grandeza». 

    Rey tomó distancia y aunque tenía la situación bajo control, los ojos de su oponente decían lo contrario. 

   Gilgamesh anunció tres palabras mágicas: «¡Shamash! ¡Marduk! ¡An!». 

   Tras eso, el cuerpo del soberano de los humanos sufrió cambios descomunales. A simple vista, le hicieron dejar de ser lo que era, para adquirir tres potenciaciones características de los mismísimos dioses. La primera palabra invocó al presente una inmensa armadura dorada tan brillante como el sol, dotada de casco, alas y una espada. La segunda palabra hizo que la piel, los músculos y huesos de Gilgamesh se volvieran indestructibles, lo que le dio una mejora en sus destrezas, lo suficiente para hacer uso de la armadura que portaba, sin tener que sufrir la pérdida de movimientos o velocidad. La última palabra trajo al mundo una barrera protectora que irradiaba luz divina inundada de superioridad y fuerzas capaces de controlar las leyes naturales de la creación. 

    Rey mantuvo sus ojos bien abiertos ante la pronunciación de las tres palabras. En un mundo en el que existían humanos que podían emplear las artes de la hechicería ¿cómo era posible que su soberano no fuese el mejor y más notorio en ese arte? Pero Gilgamesh no era un hechicero, ni siquiera tenía sus chacras abiertos o un núcleo de poder propio, aunque sí había usado palabras mágicas y contaba con siete núcleos ajenos.

   Cualquier persona normal podía emplear palabras mágicas y pseudo núcleos, siempre y cuando reuniera las condiciones adecuadas. Después de todo, él se había valido de este truco para cambiar de lugar con una de sus copias, que también tenía un pseudo núcleo. Entre estas condiciones, Rey sabía que en la vida de su oponente había existido un hechicero capaz de otorgarle poderes inimaginables, junto a llaves, para utilizarlas. Entre esas llaves estaban las tres palabras que Gilgamesh había dicho. 

 Tan pronto Rey pestañeo, justo en frente de él, ya estaba el puño de Gilgamesh acercándose a gran velocidad. Luego sintió que la barrera protectora de luz divina le quemó el cuerpo y empujó hacia atrás, mientras que el puño recubierto por blindajes de su contrincante, le golpeó con la violencia de una bomba que le voló la cabeza.

   ¿Dónde estaba el cuerpo sin cabeza del que no salió sangre y se desintegró en forma de sombra? Gilgamesh desapareció del lugar en el que estaba y volvió a destruir otra figura que igualaba las características de su oponente. Una y otra vez, por cada golpe de Gilgamesh, una de las copias de Rey moría de manera desastrosa y luego ocurría la explosión de un lobo negro. 

  «Es tan fuerte como esperaba que fuese» se dijo Rey desde una distancia segura, mientras observaba a su oponente moverse de un lado a otro como una bestia salvaje inyectada por furia y cólera. «Ya no es tan inteligente como solía serlo y definitivamente, dejó de ser inmortal, pues sus otros tres núcleos se cerraron».  

  —¡¿Crees que las sobre especies no se especializan en combate uno a uno?! Sal a pelear contra mí, —dijo Gilgamesh para luego anunciar en voz alta— ¡Enki!

   Ante los ojos de Rey, la pronunciación de la palabra mágica que resultaba como llave, hizo que Gilgamesh perdiera la barrera de protección, aunque se mantuvo con la armadura y la piel de otro color. El rey de los humanos se detuvo en el lugar, dejó de ser engañado por copias falsas, hizo uso de los patrones lógicos de su oponente y miró justo a donde estaba escondiéndose, con su mano preparada para arrojar algo. 

   Rey intentó desplazarse del sitio, pero fue testigo de cómo una espada corta le había sido arrojada con una fuerza descomunal, al punto de atravesarle el pecho y el corazón. A diferencia de las otras tantas copias de sombra, Rey sangro ante los daños irreparables que le causaba la espada. 

   Ante los ojos de Rey el tiempo se detuvo. Gilgamesh paró de moverse y todo alrededor parecía congelado. 

   «No solo puse las condiciones para acelerar mi percepción del tiempo con respecto a la aceleración de los latidos de mi corazón, sino que también esta es mi condición para hacer una pseudo detención del tiempo» se dijo Rey, sin mostrar mucha sorpresa. «En unos segundos estaré muerto y dejaré a mi oponente de lado. Me pregunto si ahora podré tocar la flama en mi interior y alcanzar el pináculo de la hechicería. Después de todo, para ganar la batalla tengo que sobrepasar mis límites una vez más». 

   Con tal de ver la oscuridad en su interior, Rey cerró los ojos. Llegó al mundo de los sueños, justo entre la vida y la muerte, donde las sombras se desvanecieron tras una flama que parecía más alcanzable que la vez anterior. Como última oportunidad para no morir, estiró su mano de forma lenta. Sintió que le costaba trabajo llegar, era como si el dolor en su pecho no le permitiera entrar o seguir avanzando. Se hizo más y más fuerte y a diferencia de la ocasión anterior, la flama le quiso absorber de vuelta a la realidad. Con una sonrisa confidente, Rey siguió avanzando, pues no se marcharía sin antes alcanzar lo que se había propuesto lograr. 

   Con decisión, ante el vacío, la oscuridad y el dolor que le succionaba, el joven se impulsó hacia adelante y estiró su mano como nunca antes, agarró la flama y eso hizo todo lo que estaba negro se volviera de diversos colores.  

    —A pesar de crear el micromundo dentro del núcleo, justo al lado del chacra corazón y alcanzar un nivel superior como hechicero, no debes creerte nada— le susurró Melody a Rey. —En ti existen aún las conciencias y las voluntades pasadas. Recuerda que estás ocupando lo que te ha sido robado. 

  History se hizo presente y le anunció: 

   —Frente a ti puedes tener al anterior ocupante, sin siquiera saberlo.

  Tan pronto hablaron a los oídos de Rey, las dos hermanas retiraron sus manos que estaban cubriendo los ojos del joven, quien con su mirada pudo hacerse testigo del mundo fragmentado y compuesto por memorias complejas. 

   Una curiosa voz masculina lanzó al aire una pregunta;    

     — Acaso te preguntarás: ¿Qué es este lugar? — Rey observó a quien hablaba, que era alguien familiar que se parecía a él, solo que más viejo y mantenía los ojos cerrados—. Este es un micromundo que has creado dentro de ti.  Por el momento, puedo ser tu anfitrión. 

  —¿Anfitrión? —preguntó Rey, mientras trataba de ver si podía encontrar lógica en el comportamiento de quien le hablaba. 

  —Debido a que, tal vez, me quede tiempo para desaparecer, puedo darte mis conocimientos, como, por ejemplo, que la llama que tienes en tus manos es la representación de tu fuerza de voluntad. A partir de ahora, tan solo la extinción de esa llama representará tu verdadera muerte. Mira este mundo pausadamente y dime ¿Qué es lo que ves? 

    —Veo una ciudad en la cual los edificios están cubiertos de plantas, las calles tienen árboles en el medio y vegetación a los lados, es un mundo en ruinas y hay una puerta oscura en el cielo. 

   —Si alguna vez se lograra abrir esa puerta, podrías desatar a una bestia que, así como yo, también vive en tu interior. Un ser sin emociones que solo se sostiene por instintos.

   —Rey ¿Dónde estamos? —preguntó una voz muy familiar al oído del joven de ojos blancos. 

  White, la bestia felina, apareció en el lugar. Flotaba en el aire, asustada de caerse.

    —¡¿White?! —preguntó Rey.

     —Desde que me convertí en tu Youse, siempre he permanecido en tu percepción. Siento lo que sientes, veo lo que ves. Por primera vez no sentí nada de lo que eres capaz de percibir y tu presencia me condujo a este lugar. —Eso fue lo que expresó la hermosa bestia, con un tono de voz enojado, debido a que creía que Rey había muerto, ya que tenía una espada encajada en el pecho. 

Tras dar una palmada en el aire, el tercer individuo presente llamó la atención de quienes hablaban:

  —Rey, no puedes ganar esta pelea si no usas tus armas, la enfermedad avanza por tu cuerpo mientras que tu oponente se fortalece. Te lo digo como Youse, White Renacio, con tus propias características. —Tanto el fenilo como el joven miraron al sujeto que hablaba con atención. — En el momento en el que me diste tu sangre en el ritual, significa que también puedo fortalecerme y recuperar energía a través de ella. Solo tienes que ofrecerme un poco y te prometo que podría lograr cualquier cosa sin que se rompa. Sin sangre, la vida no existe. Aunque puedes usar tus poderes de hechicero, te sugiero que tomes esta información como un agradecimiento por el aprecio que te tengo. Por cierto, pueden llamarme Ranger. Fui conocedor de Gilgamesh y la razón por la cual nunca ha perdido ninguna batalla…

  En el mundo exterior, donde el tiempo ya no estaba congelado ni pasaba con lentitud, el campeón de la humanidad se dispuso a darle el golpe final a su oponente, justo antes que el vampiro pudiera reponerse. 

   Rey abrió los ojos, escupió sangre por los dientes y dijo; 

  —De-Shamash, De-Marduk, De-Enki… ¡An!

 



Una casa y cinco jóvenes

Chapter 11
Dedos, de uno en uno


Ante la pertinente de una verga moribunda; —Bueno, haz algo y pon de tu parte. Yo no quiero dejar de ver esto —dijo Elena—. Segura estoy de que se pone mejor.

—¡Rey! Me cuesta creer que no se te mantenga dura la verga con lo que estás viendo. ¿No ves lo relinda que es Arte? — reclamó la trigueña.

—Sí, puedo admitir que no se ve mal. Pero, aunque lo diga y lo acepte abiertamente de otra forma, en mi interior aún le sigo viendo como un hombre —respondió Rey, aun negando las evidencias físicas y sólidas que le mostraba la pantalla.

—Bueno, ya tendrás tiempo para cambiar de opinión, pues de aquí no te levantas hasta que veamos toda la galería, —dijo Elena con una voz un tanto mandona—. Samantha, ni te atrevas a metértela en el culo.

—¡¿Y por qué?! —reclamó la trigueña.

—Porque yo aún me la quiero meter.

—Pero si tú ya te la metiste cuando estabas con Juliet. Yo soy la única que no ha cogido verga.

—Sí, pero una vez él te la meta en el culo, no puedo dejar que me la meta por el coño —respondió Elena con obviedad.

—Bueno, ese es tu problema, —dijo Samantha mientras cruzaba sus brazos.

—Sam, no es considerado —agregó Rey tratando de esquivar la tortura que le esperaba.

—¿Qué quieres? Que me la meta en el coño.

—Sí, como una persona normal. Si Juliet, quien tiene el coño roto, se la pudo meter, tú no eres diferente. —Repuso Elena levantó su dedo índice en el aire.

Rey guardó silencio, hacía memoria para cerciorarse de que las que estaban ahí presente, tal vez no entendían por qué a Juliet le cupo toda su verga, relativamente sin dolor alguno.

“Aun así, los poderes curativos y regenerativos que les di a los miembros de esta casa no permiten que exista infección o enfermedades. ¿Por qué Elena está defendiendo ese punto de vista?”.

—Entonces, si yo me la meto por el coño, tú te la tienes que meter por el culo. ¿O tienes miedo? —retó Samantha a la rubia, como si se le hubiese ocurrido una idea sensacional.

“Ah, este era el final de la discusión.” Se dijo Rey dado cuenta de que él también se había dejado llevar. “Desde un principio, en la habitación de Juliet, esta rubia se las estaba pensado para darme el culo, ahora que Sam está aquí ella no quiere desperdiciar la oportunidad de demandar algo a cambio. Aun cuando está borracha ella busca ganancias dobles.”

—Bueno, puedo intentarlo… Es más, ¡te tomo la palabra! Y

¿por qué no nos metemos los dedos la una a la otra mientras tanto? —Accedió la rubia al mismo tiempo que propuso un trato.

—Para prepararnos antes de recibir la verga de Rey. Mira que me pienso poner re brava si sales con una excusa o te intentas rajar.

“Elena quiere ver a Sam llorando de dolor. No me cabe la menor duda,” se dijo Rey.

—Pufff, lo mismo te digo. Los dedos para calentar no servirán de nada, pero supongo que una vez que podamos recibir una mano ya estaremos preparadas… No es una mala idea. —dijo Samantha respirando entre cortado, como quien se lo pensaba mejor.

Con una risita de complicidad, la rubia se levantó de donde estaba y se llevó el ratón inalámbrico con el cual controlaba el cursor de la pantalla para sentarse en el sofá con los demás. Regresando a lo acordado, Samantha se tendió sobre Rey con la intención de hacerle un oral y jugar con su verga para que se mantuviera erecta durante todo el proceso, mientras que Elena estaba al lado de la trigueña con sus piernas abiertas.

La pantalla comenzó a pasar fotos con cada clic que la rubia daba. En estas, Arte estaba sola, sacándose fotos con el móvil colocado para sacar un primer plano de su polla oculta dentro de unas braguitas de color azul que parecía estarce probando. La siguiente, Arte estaba pegando su trasero al cristal de un espejo.

En otra, ella situaba entre sus muslos lo que parecía ser un cepillo de cabellos, mismo que en otra imagen apareció apretando contra la tela de su ropa interior, justo sobre la zona en la cual tenía su orto.

—Ufff, Elena… puedes irme metiendo un dedo —dijo Samantha empinado su cola con más pronunciación.

—En eso estaba pensando —agregó Elena con una sonrisa picaresca—. Aunque te tendrás que conformar con mi mano izquierda.

Rey volteó su rostro para presenciar lo que estaba a punto de suceder. La rubia bajo su mano izquierda, tanto como pudo y tan pronto recorrió la raja de la trigueña adentro, su dedo índice entre los labios vaginales de Sam quien soltó un pequeño quejido.

—Cuando sientas que estás lista me dices, después pruebo con dos y voy añadiendo un dedo en cada intento. Pero ahora me toca a mí —dijo Elena quien se puso en cuatro y levantó su cola. Samantha, irguiendo su torso sobre el sofá y valiéndose de su mano derecha, comenzó a hurgar con su dedo índice sobre el esfínter apretado de la rubia.

—Si vas a hacer algo… hazlo bien, por favor. Tu coño tiene lubricante de sobra, o también puedes usar tu lengua, pero no maltrates mi culito —suplicó Elena con mucha calentura en sus palabras.

Samantha, por supuesto, se inclinó a pasarle la lengua por el culo a su amiga para lubricar el esfínter lo mejor que podía. Una vez la entrada estuvo bien engrasada, la trigueña procedió a hacer presión con la punta de su dedo hasta tocar con el nudillo la carne que componía el anillo de la rubia.

—Uuuufff, qué bien se sintió eso —dijo Elena.

—Veo que sabes el secreto para que no te duela.

—¿Secreto? —Indago Rey en el tema después de escuchar a Samantha hablar.

—Sí, de hecho, para que no duela tienes que pujar. Es un tanto peligroso y conlleva accidentes, pero así no se contraen los músculos ni aumenta la fricción —respondió Samantha un tanto avergonzada de decir cierta información a un chico.

—Es como querer cagar lo que te estás metiendo… —se rio Elena después de hablar, ya con el alcohol a la rubia se le iba la finura.

—Puerca, cochina, asquerosa. ¡No digas eso! —Samantha le dio una cachetada en una nalga a su amiga.

—¿Qué? ¿Ahora está mal que una chica diga esas palabras?

¿Por qué me vea fina y delicada no significa que tenga que hablar de una manera fina y delicada? —Respondió la rubia, para acto seguido arrojar una pregunta a quien más callado se veía—, ¿no es así Rey?

—Supongo… —respondió el joven aludiendo al buen punto que tenía Elena, era cierto que él no estaba acostumbrado a escuchar a una chica hablando de manera vulgar por así decirlo, pero no le incomodaba. Además, en un lugar en donde nadie tenía ropa y se tocaban los unos a los otros, ¿por qué mantener los filtros y dejar de ser tú? Con la intención de continuar con la paz, él propuso—, ¿y por qué no seguir viendo las demás fotos?

Ni Elena, ni Sam pusieron mucha resistencia a la proposición del chico de ojos blancos, dejando el tema de ser vulgares o no y concentrándose en cosas más interesantes.

Elena regresó a su tarea y le dio al clic varias veces. En la pantalla continuó Arte con su sección de fotos privadas solitarias. En una la tanga estaba haciéndose a un lado y dejaba al descubierto el culo que antes cubría. En la siguiente, la punta de un peine grueso para cabellos apareció en la boca de Arte, como quien lubricaba lo que estaba a punto de meterse con mucha sensualidad. La próxima foto, el cepillo de cabello ya estaba enterrado bien dentro, casi hasta el fondo.

—Mmmmm, ¿dos dedos esta vez? —preguntó Sam.

—Sí —afirmó Elena.

Dos dedos dentro de una vagina que recién había aceptado uno, no hacía mucha diferencia, así que entraron con facilidad. Aunque en el caso de Elena, recibir dos dedos por su culito le tomó algo de trabajo. Tanto así que no pudo evitar soltar un ‘Ahhh, Hssss’ de dolor mientras entraban, pero una vez dentro la rubia aguantó todas las quejas. Incluso cuando Samantha, de manera intencional, comenzó a mover su mano como si estuviera masturbando un coño.

De vuelta a las fotos, Arte continuaba con sus poses sexis, aunque esta vez en diferentes lugares. Podría decirse que más arriesgados. En la escuela, en el supermercado, en una enfermería, en una parada de tren, en la playa, debajo de un puente, junto a los árboles. En todas estas fotos ella parecía estar mostrando, más bien, una prueba confirmatoria que aún tenía puesto un tapón en el culo. Mientras que en sitios discretos posaba con más confianza, en esas ella acariciaba sus pechos y pellizcaba uno de sus pezones y usaba pintalabios o peluca.

—Ohh, sí… ya puedes meterme el tercer dedo… —suplicó Sam.

Como quien tomaba valor, Elena procedió con el acto, pero la rubia bien sabía que dicho evento no representa ningún problema para Sam, pero para ella sí. Tres dedos en un coño que ya había aceptado dos, entraron sin ningún trabajo a pesar de que no fueron lubricados previamente. En cambio, cuando llegó su turno, Elena tuvo que encajar las uñas contra el sofá y morderse los labios. Samantha, más juguetona de lo usual, primero introdujo su dedo índice dentro de la cavidad anal de Elena, luego cuando lo saco agrego su dedo medio y procedió a hacer presión, para por último volver a sacar aquellos dos dedos y agregar el dedo corazón y hacer presión hasta que entrara. Los tres dedos de Samantha eran forzados a tomar una posición triangular debido a la estrechez del orto de Elena, quien gimió y se quejó durante el proceso.

—Y deja que te claves esta verga —dijo Sam con pasión, tan pronto dejó de castigar con la fricción de sus dedos el culo de su amiga rubia.

—El culo tiene una cosa, es apretado al inicio… pero el coño tiene espacio limitado… Tal vez yo no me pueda sentar, pero escucha lo que te digo… cuando sea tu turno de sufrir, yo no me voy a medir. —Advirtió la rubia.

Los latidos que emitía la verga de Rey parecían golpes de un boxeador que recién había escuchado la campana sonar y ya estaba listo para la pelea. La situación ya tenía un calor morboso porque de tres dedos a cuatro y de cuatro llegaba la mano, pero, aunque la mano de ellas dos no entrarán, su miembro viril haría el trabajo de abrirse camino sí o sí, y eso le excitaba.

Las fotos pasaron y siquiera tomó diez segundos para que Samantha dijera que quería el cuarto dedo en su vagina. Elena no tuvo más remedio que levantarse del sofá, buscar una toalla y el pomo de lubricante, no para su amiga, sino para cuando le tocara a ella dar el culo. Samantha recibió los cuatro dedos de Elena en su coño con un trabajo y muchos gemidos, pero sin dejar de succionar el glande de Rey.

Una vez la rubia sacó sus dedos mojados de entre las piernas de la trigueña, ella se levantó, se dio la vuelta, inclinó y puso en cuatro hacia delante apoyando sus manos en la mesita del medio. Sobre la toalla que estaba ya tendida en el suelo. —Por favor, ponme bastante lubricante… —protestó la rubia como si fuera nueva en el asunto.

—No te preocupes. Aguanta como una perra y aprende lo que se siente cuando abusan de tu culito indefenso —dijo Sam exprimiendo tanto lubricante como pudo sobre el culo de la rubia. A Elena se le podía ver cómo con rastros de miedo en su rostro, aunque no era comparable con la excitación que dejaba al expuesto. Aunque su culo no fuera virgen, cuatro dedos hacían un bulto significante, más de la medida y grosor que ella podía aguantar, pero el reto de sobrepasar los límites de las cosas que se podía meter le hacía regresar en el tiempo. Esos momentos en el pasado en donde intentaba algo más y más grande para meterse cuando estaba a solas.

“Que las cartas se viren y que Elena sea la víctima, no me lo trago,” se dijo Rey.

Esta vez la trigueña, excitada por estarlo pasando tan bien, no fue noble, separó las piernas de su amiga y no empezó de dedo en dedo, sino que apuntó con tres en la entrada del orto de la rubia.

De los tres, el más largo que era el dedo del medio ya se le podía ver apretando contra el culo de la rubia. —Como buena amiga que soy, voy a hacer esto por ti, agradece que no tenga las uñas largas—. Dijo Sam mientras que metió los dedos de su mano opuesta en la punta de la raja de la rubia y comenzó a frotar el clítoris a la misma.

Rey pudo ver cómo los dedos de Sam se le resbalaban al interior de la rubia y el dedo más chiquito que era el cuarto iba incluido en la ecuación. Más, ver a Elena empujando su cuerpo hacia atrás, casi que le hizo perder el sentido.

A Elena, por mucho lubricante que tenía, la sensación que provocan los dedos de la trigueña aún le molestaba. Tumbada entre el dolor dulce de ser profanada por atrás y no estar al control de la situación, ella abrió puertas a sus quejidos, ya que no podía hacer nada más y esperar a que pasaran los largos segundos que se volvían interminables. La rubia apretaba con sus manos los cachetes de su culo sin dejar de apretarlo con fuerza contra Sam. Con la verga empalmada, el joven esperaba que la proeza de adentrar cuatro dedos en un culo ajeno se debía de extender, por al menos un tiempo considerable. Cosa que le permitirá disfrutar de la situación, pero en solo tres minutos ya Samantha regresaba a su posición y Elena se ponía de pie mientras se estrujaba las nalgas.

—Me siento toda abierta, Awwwnn… —dijo Elena con una cara libidinosa.

—Todavía no veo sangre, así que aún no estás a tu límite — agregó Sam con ironía en sus palabras.

Un comentario un tanto vengativo en opinión a Rey. “El alcohol saca a la luz la verdadera personalidad de las personas.” Sin embargo, el chico no siguió pensando sobre el tema, ya había pasado mucho tiempo y él simplemente se comportaba como un espectador. Obviamente, su miembro le decía que no se conformaría con las manos y la boca de Sam. Pero, para controlar sus ganas, se propuso darle de comer al caballo.

—Si quieren ver sangre, —dijo él—. Es momento de que mi verga entre en escena.

—Mmmm … No ser… —agregó Elena con un suspiro.

—¡Claro que sí! —Sam exclamó a la vez. —Ignórala. Tienes que disfrutar también y porque ella no quiso dejar que me la metieras de por el culo, ahora tiene que abstenerse a las consecuencias. Si no, que se tome otro buche de ¡VALOR!

Rey miró Elena, las palabras de Samantha parecían no gustarle demasiado, por lo que se empinó a la botella antes de seguir hablando. —Sam, si no estuviera tan borracha como lo estoy ahora, daría por terminada esta situación… al menos me quedaría a un lado mirando las fotos de Arte y te dejaría cogerte a Rey todo lo que quieras. Pero yo, ¡sí!, voy a ¡seguir! Porque quiero ver cómo la pelvis de él te choca con las nalgas, así como mismo me lo va a hacer a mí.

En ese momento, Rey sintió pena por Samantha, quien creía que Elena habían cambiado sus papeles. Cosa que hacía que la trigueña solo pudiera ir delante de su amiga procurando no rendirse y decir que sí a todo.

—Bueno… entonces… unas cuantas fotos más para calentar y ya me la voy metiendo. —dijo Sam tragando en seco.

Elena pasó a tomar el ratón e hizo varios clics avanzando por las fotos de la galería. Arte estaba sin ropa, dentro de un baño con luces tenues, arrodillado junto al excusado y con la boca abierta.

Arte, la nueva chica de la casa, estaba exponiendo que había estado en una variedad inusual de situaciones lujuriosas. Los presentes se podían imaginar lo que sucedería en la siguiente imagen.

—¿Por qué ella no tendría en su teléfono fotos comunes y corrientes? —era una duda que se le presentó a Rey y no dudó en exponerla—. Como lo son esas que te tomas cuando tienes curiosidad, te escondes.

—Sí… ahora que lo dices tienes razón. Desde que abrimos la galería todo lo que hemos visto son fotos porno. Sin mencionar que los hombres y mujeres involucrados hasta ahora se ven mayores de edad, mientras que Arte debió tener unos años menos —dijo Elena.

—Tal vez, ese teléfono representa el secreto de Arte —opinó Sam.

—Por esa razón se deshizo de él, para comenzar de nuevo… —dijo Rey, como quien buscaba significado.

En la siguiente foto el pene flácido dejo salir líquido amarillo hasta llenar por completo la boca de Arte. Ella, en la siguiente foto, aparecía tragando amargamente el orine de alguien más, y en la siguiente pasando su lengua por la tasa de baño mientras dejaba su culo empinado.

A continuación no había una imagen para ver, sino que la pantalla mostraba la opción de ‘reproducir’. Elena no lo pensó dos veces y le dio clic al video.

En primera persona, Arte lamía el toilet y tomaba agua de dentro, mientras que alguien le daba duras nalgadas. El sujeto, con la verga erecta asomando de entre la portañuela de un pantalón de vestir negro, se ubicó detrás de la chica sumisa. Con su mano acarició el enrojecimiento de las nalgas de Arte y después bajó hasta sus piernas, provocando varias reacciones. Arte comenzó a hacer sutiles movimientos con su culo y abrió sus piernas. La cámara enfocó a la zona, pero Arte se estaba agarrando los testículos y el miembro con una mano. Enojado por el suceso, el hombre sonó una violenta nalgada sobre aquel culo rojo, otra y otra más hasta escuchar los llantos y gimoteos inconsolables de la chica con pene. Sin más remedio que tener que soltar la prueba irrefutable de la naturaleza que le hacía hombre, Arte se agarró con ambas manos a la taza de baño. Más complaciente, el sujeto volvió a bajar la cámara y tomó buen ángulo del pequeño saco testicular de Arte.

Elena y Samantha tragaron en seco, pues recordaron que era la primera vez que habían visto el delicado y hermoso pene de Arte entre las fotos de la galería. En comparación con las venas saltadas, el tamaño monstruoso y las irregularidades de la piel opaca del miembro de Rey, el pene de Arte era blanco, tan grande como un dedo índice y rosado. Si las chicas pudieran compararlo con algo, dirían que era más como un capullo de mariposa.

—Un pene así viviría en mi culo todo el día sin problema alguno —dijo Elena con tono nostálgico.

La mano robusta se propuso acariciar suave los testículos depilados de Arte, luego de unos minutos los espectadores notaron como el pequeño capullo se fue endureciendo, comunicando que estaba excitado por lo que sucedía. Con un dedo, la mano corrió el camino hacia el culo de Arte y ahí empezó a frotar el esfínter, tratando de introducirlo primero que su verga. Arte extendió una de sus manos hasta tomar la verga que le estaba haciendo esperar. Por unos segundos el sujeto se dedicó a meter dos de sus dedos dentro del culo de Arte mientras firmaba como él mismo le hacía una paja.

Sujeto: —Confiésate, sucia putita… desde hace cuánto empezaste para tener el culo bien abierto como lo tienes.

—Desde que tenía doce años. Empecé a jugar conmigo de vez en cuando… pero, con el tiempo… mis juegos se volvieron más frecuentes.

Sujeto: —Mmm…

—Me gustaba la sensación de lograr llegar a meterme algo cuando me tocaba…

Sujeto: —¿Qué te metías?

—Los dedos… cualquier cosa con forma de pene que encontraba… hasta que sentí la necesidad de ir a por mucho más.

Sujeto: —¿Más?

—Sentir lo que siente una mujer cuando se mete… algo… real. Sentirme mujer…

Sujeto: —¿De quién fue la primera verga que te hizo?

—La de mi hermano… la primera vez fue más o menos. Pero con el tiempo comencé a sentirme más cómoda, hasta que perdí el control.

Sujeto: —¿Perdiste el control?

—Cuando lo hice con él dentro de la capilla de la iglesia a la que iba los domingos… ese día fuimos sorprendidos por alguien… Nos dijo que, si no quería que nuestros padres se enteraran, tendríamos que ‘ayudarle’.

Sujeto: —Sigue contando.

—Él era muy amable y después de que mi hermano se suicidara, él cuidó de mí… culo.

Sujeto: —Tu hermano era mayor de edad en ese tiempo…

¿No es así? —Arte asintió—. Y cómo te sentiste cuando él te cuidaba.

—Sentía que podía alcanzar los mejores orgasmos del mundo. Mi cuerpo siempre terminaba convulsionando sin control… sentí el verdadero amor.

Sujeto: —No mucho después empezaste a coger con cualquiera que supiera tu secreto… Me lo contó él, pero no le creí…

La conversación no duró más de unos cuantos minutos, la cámara enfocó al culito empinado, excitadísimo por estar a punto de recibir verga que se habría y cerraba solo. El sujeto comenzó a acercarse y llegado el momento, le metió la cabeza de una. El resto del cuerpo carnoso de aquel miembro se veía invadiendo el cuerpo de la chica con mucha calma, el esfínter no ofreció resistencia y con rapidez se tragó más que el glande de una monstruosa verga que se abría camino. Más despacio aún, el sujeto siguió introduciendo el resto de su miembro hasta la base, así como por ocho o nueve veces. Arte decidió apoyar su cuerpo con tan solo su rostro contra el escusado, para acto seguido agarrarse cada nalga con sus manos y abrirlas. En el bombeo de embestida se pudo escuchar como a aquel hombre comenzaba a faltarle el aire, mientras que Arte le suplicaba porque acabará.

Sujeto: —Si no tuvieras el culo tan abierto como el coño de mi mujer, tal vez ya me hubiera venido… pero para ti tengo un remedio.

Después de las palabras, el sujeto sacó su verga de dentro de Arte y metió dos dedos de su mano derecha en el orificio para, seguido, enterrar, sin previo aviso, el trozo de carne que había sacado. La penetrada gritó con sorpresa y se estrujó las nalgas tanto como pudo. Las embestidas fueron de cinco a seis y con esto el señor se detuvo casi sin poder sostener la cámara. Arte no dudó en darse la vuelta tan rápido como pudo para meterse aquella verga embarrada de leche en la boca. De tan solo una mentira en la boca hasta casi su garganta, ella dejó totalmente reluciente el miembro que le había cogido el culo.

—¡Me la metes ya! —exclamó Samantha desaforada. Ella estaba tensa, su cuerpo irradiaba calor y su coño muchos fluidos. Miró a la verga de Rey con mucho antojo, casi como si fuera a morirse, si no se la metía.

Elena tenía una mano ya metida dentro de su coño. Sentada en el sofá, las tetas de la rubia rebotaban de un lado a otro, mientras que ella se daba con las piernas bien abiertas, como mismo de seguro lo hacía cuando nadie estaba presente.

Sam se mordió el labio mientras se puso de pie, pero si no hubiera sido porque la rubia se disparó a comerle el coño Rey ya hubiera estado penetrándole.

—¿Y eso de dónde vino? —preguntó el chico.

Samantha también pareció interesada en escuchar la respuesta.

—Es que se me antojo verte el coño tan mojado como lo tienes ahora. Además, que yo te pase mi lengua es como si estuviera dándote mi bendición antes de que te metas esta verga. A pesar de que estaba dilatando la penetración que tanto quería, Sam decidió esperar sin protestar y ponerse más cómoda. Elena estaba desaforada, inclinada hacia delante, como un perro que bebía agua con mucha sed, la rubia pasando su lengua sobre el coño húmedo de Sam una y otra vez.

Elena no tenía pensado apartarse de inmediato, para Rey ella se volvía difícil de entender cuando se comportaba como una lesbiana que quería ganar el combate entre una verga y su lengua. Como si el propósito de sus lengüetazos fuera decirle a Sam que se quedara con ella y disfrutaran las dos, que era mejor entre mujeres y que ya tendría tiempo de disfrutar la verga. O tal vez, era que no quería que la trigueña se encajara el miembro por el coño, sino, acto seguido, tendría que dar ella su culo. Por otro lado, no era menos cierto que Samantha se había venido de una chupada como esa de coño en el principio y ahora no se venía.

La rubia levantó su cabeza, cerró su boca y trago al mismo tiempo que dejó sus ojos cerrados, como alguien que degustaba el sabor del coño de una mujer.

Samantha se inclinó hacia delante e hizo que sus labios hicieran contacto con los de la rubia. En frente de Rey se estaba dando lugar, un apasionado beso con lengua. Uno que a sus ojos interpretó como… “Lo siento Elena, te quiero mucho… pero, una verga me espera”.

Samantha se despegó de Elena, y volteo su espalda en frente de Rey para ponerse en posición. En cambio, la rubia caminó con sus rodillas hasta quedar al lado de Rey y poder sostenerle la verga con la mano para ayudar a que la trigueña se sentara.

Elena se veía pensativa. Tal vez preocupada, por ver cómo una verga profanaba el coñito que hasta ahora solo ella probaba. O tal vez se le estaba pasando por la mente el momento en el que le tocaría ser penetrada, Rey podía entender que fuese lo que fuese, algo la tenía preocupada.

Samantha comenzó a sentarse y obligó a que su concha cediera. Con el glande de una imponente verga bien pegado a los labios vaginales, la trigueña daba pequeños empujones mientras soltaba algún que otro gemido cada vez que sentía que se le resbalaba dentro. Como aquella verga de tamaño increíble le presionaba, abría y casi que raspaba las paredes del principio de su vagina, a pesar de la excitación que tenía, algo en su mente comenzó a decirle que no iba a poder. Que era demasiado. Que se iban a partir en dos. Y es que, notar como la estreches de su sexo se expandía y, de a poco, la enorme bestia se deslizaba dentro rellenándole como un pavo, no le proporciono ningún sentimiento de seguridad.

—Elena, ¿puedes hacerme un favor? —dijo Samantha—. Por qué no buscas otro video… ¡Ahhhhhh! Necesito distraer la mente… ¡Ufffffffff! Ya me está empezando a doler muchoooo… Arrrggggg, creo que no voy a poder… Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Shhhhhh

—No veo sangre, así que aún no estás a tu límite —Elena imitó la voz de Samantha al decir las mismas palabras que esta le había dicho, no hacía mucho—. Si vas a tener la boca abierta para gritar, mejor traga ¡¡¡VALOR!!!… —gritó Elena, quien al ponerse de pie vertió una gran cantidad de contenido alcohólico en la boca de la trigueña y después le dio una cachetada, tan pronto está trago—. ¡¡¡No seas pendeja!!! Te dije que quería verte rajándote… te di oportunidades, pero optaste por hacerte la dura…

Rey notó que Samantha estaba pasando sus límites. Al contrario de Juliet, la trigueña no tenía los receptores de dolor de su coño dormidos por saliva anestésica. Pero para qué decir algo si solo funcionaba con heridas abiertas. Por más que él lamiera el coño de Sam, si este no sangraba no se iba a adormecer de todas maneras. Pero algo sí era evidente, Sam buscaba placer en el dolor, en que le obligarán y la sometieran, aunque dijera que no.

Rey salió de sus pensamientos y abrió los ojos con sorpresa, no por la actitud agresiva de la rubia, sino porque, de un momento a otro, sintió como si algo se partiera dentro de Samantha. Justo cuando su glande atravesó la entrada y se enterró hasta tocar el cérvix de la trigueña, Sam gritó tanto como pudo, para de repente, entre el dolor, la presión y el alcohol, temblar y desmayarse.

La trigueña casi que se parte la cabeza contra el suelo si no hubiera sido porque Rey y Elena la tomaron a tiempo.

—Creo que perdió el conocimiento. Aún respira… no parece ser grave. —dijo Rey, tan pronto como la revisó, para agregar en dirección a Elena—. Es mejor si lo dejamos aquí por ahora.

Elena se llevó las manos a la cara sin poder creer lo que estaba sucediendo.

Ante la falta de palabras de la rubia, Rey, sacó su pene de dentro de la chica, y con mayor comodidad tendió el cuerpo desplomado sobre el sofá.

Samantha no respondía, ni siquiera podía retener sus fluidos. La orina se esparcía por la tela de los muebles. Esto hizo que Rey hiciese una nota mental de finalmente cambiarlos antes de que el día llegase a su conclusión.

—Mírala, qué sucia, si hasta se está meando… —dijo Elena con cara de sorpresa—. ¿Qué? ¡¿Dejarlo por ahora?! Puedes creer que no… ¡Se la terminas de meter hasta el final! ¡Me estás escuchando! Se un hombre y termina con lo que empezaste. Ella que lo quería tanto como para proponerlo, no se va a librar de mí por un simple desmayo, ¡no! ¡No se libra por un simple desmayo! Además, tarde o temprano recuperará la conciencia… es mejor que despierte con tu verga ya adentro. Yo lo preferiría. — Continuó la rubia, limpiando todas las preocupaciones de su rostro, contenta de ser quien tenía la delantera en la situación.

Elena le agarró la verga al chico y tras usarla la acercó a los labios inferiores que ya estaban abiertos de la trigueña tendida sobre la cama. El líquido amarillo salía, sin presión, pero con constancia, y aunque se sintiera caliente y rico por el momento, Rey sabía que en unos minutos se iba a enfriar y proporcionar su tan característica peste.

Rey titubeó por unos segundos. No por el pipi que aún salía, sino porque la situación era delicada. Él estaba a punto de, tal vez, penetrar a una chica que no se podía defender. ¿Sería considerado como violación? Aunque si la trigueña se hubiera desmayado por un orgasmo, que, aunque poco probable puede ser el caso, no necesariamente significaba que la estuviera penetrando contra su voluntad. Por otro lado, como había dicho la rubia, Samantha lo había querido desde un principio. Claro, sin contar que dicha decisión la tomó bajo las influencias del alcohol. Tras respirar hondo, bajo la mirada de la rubia, Rey se dejó empujar.

—Elena —dijo Rey—. El consentimiento por parte de Sam… en este caso, queda un poco dudoso.

—Que no tienes huevos de hacerlo —dijo la rubia ofendida, volviendo a mostrar las preocupaciones que tenía en un principio—. El mundo lindo con leyes, regulaciones y estándares morales que existía terminó destruido por gente como nosotros. Estamos aquí y ahora, tomas lo que quieras o no. Si te da cosa su orine yo lo limpio con mi lengua si es necesario, pero ahora vamos a ver si esta puta despierta cuando tenga toda tú verga metida hasta el final… —dijo Elena al oído del chico.

—No —Rey se negó.

—¡Ahhhh! —gritó Elena, para ponerse a pensar y acto seguido formular una pregunta—. ¿Cuál es la habilidad absoluta de ella? ¿Por qué la pusimos de líder de este reino?

—Porque ella no puede ser dañada por nada ni nadie. Las leyes de la casualidad evitarán a toda costa que pueda morir.

—Ninguna de esas leyes te impidieron meterle la verga, o que yo le maltratara, golpeara las tetas, le diera nalgadas y manotazos. ¿Que acaso te lo tengo que explicar mejor?

Ante las palabras de Elena, Rey se quedó callado y pensativo. No obstante, la rubia cerró su puño y con intenciones de golpear la cabeza de Sam tan fuerte como pudieran, aventó un golpe, pero producto a los fluidos que estaban en el suelo resbaló y falló su ataque. No obstante, abrió su mano y lanzó un azotazo que conectó entre las piernas abiertas de la trigueña inconsciente.

Como quien demostraba su punto, Elena observó a Rey.



Reina Del Cielo

Chapter 11
En la cama


 Rebeka dibujó una expresión agridulce en su rostro tras probar la bebida, luego tomó los cubiertos en cada mano, se llevó un bocado discreto a la boca mientras cerraba los ojos como si tratara de identificar los sabores de la comida. Omar, tan nervioso que estaba, decidió que era el mejor momento para tratar de cambiar la orientación de la conversación:  

 

    —¿Acaso no tienes frío? ¿Alguien puede entrar en la casa? ¿Cómo le explicamos esto? 

 

  Las preguntas de él no estaban fuera de lo común, pero tan pronto ella le observó de vuelta, Omar tuvo que cambiar la dirección de sus ojos, ya que de seguro no era muy educado estar mirando a los pechos de quien aún tenía que darle un regaño. 

 

  Rebeka, en cambio, entendió que su invitado nunca había comido en la mesa de su casa desnudo o en la de ningún sitio. Por osado y despreocupado que pudiera ser alguien, estar sin ropa era como estar sin equipos especiales mientras se nadaba dentro de aguas negras, con el presentimiento que existían tiburones al acecho en lo oscuro. Ella pudo notar cómo le temblaban los ojos a su invitado, ese que trataba con todas sus fuerzas de no mirarle los pechos cuyos pezones estaban endurecidos, más por la excitación que por el frío.

 

   Las preguntas aún estaban en el aire, pero responderlas no sería divertido, ya que no guiaba a un tema de conversación interesante, sobre todo cuando había cosas que podían llamar mejor la atención del momento. Tras poner el vaso del cual había tomado sobre la mesa, Rebeka intencionalmente dejó caer un tenedor al suelo:

 

   —Ups, ¿puedes alcanzarlo? Creo que cayó de tu lado de la mesa —dijo ella, tras lo cual analizó «Tal vez si fuera más agresiva y no pusiera esta comida de por medio, a estas alturas sería yo quien daría un paso atrás y estuviera actuando como él. Después de todo, estoy en una casa sola, con un chico que me gana en fuerza y tamaño, los dos desnudos, ¿qué le impide enojarse y aventarse sobre mí para obtener lo que quiere?».

 

  Omar, dejando las preguntas sin responder atrás, decidió sumisamente buscar agachando su cabeza por debajo de la mesa. 

 

   «Es encantador mirar cómo se comporta y excitante saber que podrá verme el coño. ¿Acaso con esto seguirá aguantándose?”.

 

  En efecto, tras desaparecer su cabeza por debajo del nivel de la mesa, el joven respiró tan hondo como sus pulmones se lo permitieron. Sin decir nada, Omar pareció haber pensado sus movimientos dos veces, mientras extendía su mano. Desde su punto de vista, podía ver el tesoro de su amada entre dos generosas piernas bien abiertas. Aun la rosa no hacía florecer sus pétalos de carne o mostrar el néctar que le componía, pero solo porque esperaba ser abierta. Ese era el mismo sitio que en la noche anterior, le hizo dejar caer el semen caliente sobre la pantalla de su teléfono. Pero él aún tenía en su interior esa sensación de estar en peligro, de ser capturado por algo o alguien y si ya la situación de estar desnudo era algo a considerar, entonces tal vez cuando él estuviera tocando el cuerpo de su novia, ahí sí sería todo peor de explicar.

 

    “¡Culpable de profanar un cuerpo delicado e inocente! ¡Desgraciado, te mato, esa es mi hija! ¡Fuego, pecador degenerado!”, eran las palabras que atormentaban los pensamientos al joven de cabellos negro. En cambio, Rebeka, se echaba hacia adelante en la silla en la que estaba sentada con la intención de abrir más sus piernas y dejarse ver.  

 

 «Quiero que te excites más y más, hasta el punto en el que no te puedas controlar y te olvides del regaño que te di. Regresa a ser ese loco descabellado del que me enamoré».

 

  Omar, maravillado por tener el privilegio de ver en persona algo que pensaba no poder ver en su vida, regresó a su posición y con gentileza devolvió el tenedor del suelo hacia la mesa para dejar salir una gran cantidad de aire dentro de sus pulmones, mientras trataba de contenerse. 

 

   —Regresando a tu pregunta —dijo ella, al entender que el chico estaba muy complacido en vez de necesitado—. Si bebes lo que tiene el vaso, se te quitará el frío y también te ayudará a relajarte. Al menos es lo que a mí me está ayudando a abrirte las piernas… Respecto a tu preocupación de si alguien puede entrar y vernos, ¿qué tiene de malo tomar riesgos de vez en cuando?

 

  Con los latidos del corazón a cien y la presión arterial por el techo, para Omar no había manera de seguir sintiendo frío cuando le fue confirmado que en la situación existían riesgos. En ese momento, el chico comenzó a cuestionarse el haber hecho o no una pregunta sensata en la situación. Con rapidez, tomó el vaso y se dio un trago, para darse cuenta que había ingerido un buche tan amargo como caliente, que le bajó por su garganta hasta llenar su estómago vacío.

 

   —Aww, ¡esto tiene alcohol!… —decía el joven que pareciera que estuviera soltando vapor por los ojos—. ¡Acaso tú mamá no se enojará si se entera! ¡No podemos consumir esto hasta que no seamos mayores de 26 años!

 

  Para Omar la situación era como agregar otro delito a su condena. Si le encontraban, ya estaba tan cubierto de faltas, que tal vez sería sentenciado con el castigo más alto.  

 

  —No te preocupes —dijo Rebeka al ver como la cara de su chico cambiaba al quedarse mirando la bebida que tenían en la mano —Biológicamente no debemos consumirlo a ninguna edad en específico… Siempre va a ser dañino para el organismo, pero he escuchado que acompañado de una comida es mejor que con el estómago vacío. Que tengamos que ser mayores de veintiséis para poder tomarlo es tan solo una regla impuesta por la sociedad. Mientras que con veintiún años somos lo suficientemente aptos para trabajar, pero no para consumir drogas, ¿a qué crees que se deba eso?

 

  Junto a esa pregunta orientada a hacer un debate, Rebeka se llevó la primera cucharada de comida a la boca.

 

  —Es todo por conveniencia del gobierno, caer en las drogas a temprana edad, está probado que decrece la funcionalidad de un individuo en el trabajo y cambia su calidad de vida, pero unas copas de vino por cada comida son recomendadas porque tienen beneficios terapéuticos, no para el cuerpo, sino para la mente.

 

  Los minutos pasaron y con esto la comida sobre los platos fue consumida poco a poco. Tanto Omar como Rebeka se aseguraban de masticar bien y tragar con calma lo que tenían en la boca, pues no había más bebida en la mesa que no fuera el alcohol y ninguno de los dos estaba acostumbrado a consumirlo con fines recreativos.

 

   Sorbo tras sorbo del contenido dentro de los vasos, así como las preocupaciones del momento fueron lavadas en las mentes de los chicos, quienes estuvieron hablando sobre diferentes temas hasta que terminaron de fregar los platos y organizar la mesa. 

 

  Aunque se sintiese más ligero y suelto con respecto a sus movimientos, al punto de incluso ponerse un poco torpe, Omar ya se volvía más hambriento, algo que demostraba con sus miradas sugerentes, ignorando por completo el hecho de ser sorprendido o en las consecuencias que traería el momento. El joven cuerpo masculino se movía con su miembro erecto de un lugar a otro, como quien ya había eliminado el pudor hacia otra persona y hacia cualquiera que pudiera entrar en esa casa con la intención de sorprenderle.

 

  —La comida estaba deliciosa, pero no más que la cocinera —dijo Omar, con una sonrisa confidente, que le hizo quedarse en silencio mirando fijamente la respuesta que daría su chica.

 

  «Su mirada…”, pensó ella. «Esos ojos, esos labios, esa presencia que proyecta en la habitación, literalmente, me matan por dentro”. 

 

 Rebeka se mordió el labio inferior y luego de bajar sus ojos observó el trozo de carne que le esperaba firme como un soldado e incluso apuntaba hacia ella. Tras pasar su mirada por el cuerpo masculino, mientras dejaba los cristales en el fregadero, sintió una calentura que le hacía gotear entre las piernas. Ese trozo de carne no tenía que decirle nada, ahí parado en silencio, parecía tener el poder para ponerla de rodillas.

 

   Bajo el hechizo de la excitación, se volteó y tomó a su chico de una mano con la intención de llevarle de vuelta a su pieza en el segundo piso.

 

   Los dos, haciendo cualquier cantidad de ruido y alboroto mientras subían las escaleras como si fueran los dos borrachos desnudos que eran, abrieron paso a comportamientos más osados. Rebeka empinaba tanto como podía su cola, incluso usaba las manos de su amado para abrirse las nalgas de vez en cuando. Omar, decidido, sostuvo las dos masas de carne de la chica juguetona y por acto voluntario encajó su cara justo en medio del trasero que estaba bien abierto y le esperaba receptivo.

 

  Respirando tan hondo como podía, el chico restregó su cara por el área sin que le importara tambalearse de un lado a otro de las escaleras, o que Rebeka estuviera gritando de la risa que no podía controlar por la sensación que le provocaba.

 

  Con el paso de los segundos y la intervención de la lengua de Omar entre sus piernas, Rebeka no pudo evitar pasar de reír a gemir y empinar su cola aún más contra la cara de quien estaba más abajo de las escaleras que ella. Con sus ojos cerrados y la boca abierta, llegó a percibir como la punta de la nariz del chico, al principio fría, se presionara contra ella. También sintió como la lengua buscaba entrar tanto como pudiera a su interior. Luego de llegar a sacar su lengua, se sentía tan bien, pervertida y a la vez tan morbosa, que incluso quería más. Escuchar los sonidos, incrementar la presión, que la quijada de él le golpeará más fuerte, incluso, meterse aquella cabeza completa por el agujero si podía.

 

  Rebeka se detuvo en el lugar, se apoyó del pasamanos para mantenerse erguida y se resignó a sentir cómo el chico desconectó su lengua de donde estaba dándole placer y decidió subirla. Con cada escalón que Omar subía, le lamía de forma ascendente con fuego y pasión. Rebeka lo sintió subiendo desde la base de su espalda hasta que llegó al principio del cuello y luego detrás de la oreja. La humedad de la lengua, combinada con el calor de cada respiración que exhalaba, era electrizante para ella, tanto que podía tolerar que su entrepierna encendida se quedara sola por un rato.  

 

  «¡Me erizo toda!», pensó, al sentir cómo una estaca se le clavaba entre sus nalgas y buscaba penetrarle de forma frenética. «Él me la quiere meter, pero aún no…».

 

   Con desespero, la punta del falo descifró una entrada, ante lo cual la trigueña se volteó y conectó sus labios con la boca de su amado, mientras que con su mano más diestra aguanto la cabeza de la serpiente.

 

   Aún quedaban los indicios de la esencia que tenía entre sus piernas, mientras seguía pegada a los labios del que la besó desde el cuello hasta la espalda. Besándose el uno al otro, tal vez Omar había dejado de sentir el sabor que tenía en su paladar, pero para Rebeka el morbo de darle un beso indirecto a sus propios fluidos era cautivante. 

 

  Las bocas se separaron por un momento, como si estuvieran buscando aire debajo del agua, tanto Omar como Rebeka pasaron de un simple beso a lengüetear y chupar cualquier pedazo de piel que tenían al alcance de sus bocas. Ella seguía agarrando el miembro erecto y palpitante, mientras que él le abrazaba y estrujaba las nalgas. Los lengüetazos regresaron a los labios, la nariz, los pómulos, la frente y las orejas, por lo que se podría decir que se humedecieron de saliva los rostros. Entre respiraciones entrecortadas de excitación y sofoco, cada uno le daba al otro un ligero chupón que terminaba en un gran beso o en una lamida que culminaba en un chupón.

 

Los amantes dieron varios pasos sobre la escalera y se acercaron más al cuarto. Con sus manos, Omar pasó de estrujar las nalgas de su amada a cogerle los pechos. Rebeka sintió pellizcos y tirones en sus pezones, al tiempo que no podía seguir controlando el miembro viril que se movía con desespero y ansias de ser liberado. 

 

  El beso continuó en una competencia de quién se comía primero a quién, hasta que la nariz del chico decidió bajar el camino que había subido, para pasar por el abdomen de su compañera, no sin antes chuparle y saborear las montañas que se erguían imponentes.

 

   Ya que él se volvía a agachar, ella no pudo hacer más que liberar el agarre del miembro viril que prometía volver al ataque. Al tener que tomar precauciones para que Omar no volviera a subir y le clavara su miembro de sorpresa, Rebeka tomó a su novio por los cabellos y cuando llegó a agacharse nuevamente, ella levantó una de sus piernas para dejar que él pudiera probar todo lo que le regalaba ahí abajo.

 

   Más con la intención de ver lo que se iba a comer que de hacer esperar a su compañera, tan pronto tuvo su aliento entre las piernas de su chica, Omar hizo que su dedo índice y pulgar abandonaran el pezón derecho que cuidaban y decidió usarlos para abrir los pétalos de la flor dormida que veía. Ante los ojos del chico floreció un montículo de carne encapuchada. La figura rosa y bastante admirable de un clítoris empinado se hizo ver y salió al mundo, exponiéndose vulnerable a los placeres que podía experimentar el contacto directo de carne contra carne.  

 

Desde arriba, Rebeka miraba cautivada lo que hacía su amado, como si no pudiera creer lo que estaba sintiendo. Abrió la boca y le fue imposible controlar la respiración de su pecho, que junto al calor que le recorría por el cuerpo, iba aumentando hasta hacerle gemir pervertidamente. Entre murmullos, suspiros y gemidos sugerentes por estar experimentando tanto placer, decidió agarrarse el pezón derecho con su mano y apretarlo mucho, porque le resultaba placentero. Sentir que le estaban chupando algo que por tanto tiempo se había cuidado de no enseñar, que le resultaba vergonzoso y pudoroso de exponer, la hacía vibrar en el aire, pero no tanto como la idea de que ese algo… quedaría invadido por el chico que tenía enfrente. 

 

Tras romper la distancia, Omar dejó de chupar para efectuar un lengüetazo sobre aquello que había quedado expuesto bajo la presión de su succión. Ese movimiento bastó para hacer que Rebeka perdiera el equilibrio de su cuerpo, fuera forzada a retroceder en las escaleras y cayera sentada en uno de los escalones. Ella entendía que experimentar semejante sensación por primera vez le había dejado con la cabeza por las nubes. Si así se sentía un lengüetazo, ¿cómo se sentiría tener sexo pleno y violento?  

 

   «Estar de pie en este tipo de situación es peligroso», se dijo Rebeka, siendo consciente de no volver a levantarse. 

 

  Luego que Omar encontró lo que ansiaba degustar, continuó empinando su nariz entre las piernas de su amada, plantando un beso que precedió a un chupón sobre toda el área que pudo abarcar con su boca bien abierta. 

 

  —Espera, hazme lo que vayas a hacerme en la cama —dijo ella, mientras cerraba sus piernas y puso su mano en medio.

 

  Sobre los escalones de la escalera, Rebeka no se sentía muy cómoda como para disfrutar de forma plena y placentera. Tampoco quería tener su primera vez en las escaleras de su casa, eso no sonaba muy bueno para su gusto.

 

Como un campeón vencedor de mil batallas, Omar se levantó sobre las escaleras y cargó el cuerpo de su amada en brazos. Sin decir más, subió los cinco escalones que faltaban decidió arrojarse sobre la cama, quedando boca arriba. 

 

   Rebeka se vio tentada a hacer un sesenta y nueve, pero la idea de no ser lo suficientemente experta para disfrutar y recibir a la vez, le hizo ser más consciente de la situación. Tras gatear sobre la cama y sobre su novio, se colocó a un lado para quedar con las piernas abiertas de par en par. Quería que el chico la siguiera excitando con el sexo oral, por eso se ofrecía al abrirse con sus manos y enseñar sus entrañas rosadas bañadas en elixir lubricante. Pero Omar ya tenía otras intenciones en mente, cuando se arrodilló sobre las sábanas frotando su miembro viril contra sus manos, como si fuera el control remoto de un televisor que no funcionaba.

 

 De pronto, se puso encima de su chica como un animal cegado de pasión que no aguantaba más. Su cabeza no estaba ordenada, su miembro estaba suelto y en libertad. Sin previo aviso o más preparaciones, se abalanzó y metió toda lo que le tenía que meter hasta el fondo, de una embestida.

 

  Rebeka ni siquiera tuvo tiempo para decir algo, demandar por una mejor situación o más calentamientos preliminares para estar lo suficientemente preparada, porque estaba bajo un cuerpo musculoso que sudaba por sus poros los deseos de follar que tenía. Por otro lado, tenía la lengua que antes le había lamido entre las piernas hasta el final de su garganta. 

 

Estaba condenada a sentir cómo la cabeza gruesa y el tronco venoso que componían el músculo sexual de Omar se hicieron paso entre las paredes se su interior apretado y se dio cuenta lo poco preparada que estaba para la penetración. Con la lengua de su amado moviéndose dentro de su boca, su miembro viril también terminó empujando más allá de los límites de su cérvix, hasta recibir un fuerte latigazo por la piel extra que colgaba.

 

  Debajo de un cuerpo cuya espalda musculosa se había abierto, tanto que si ella intentaba abrazarlo no podía llegar a tocar sus manos, Rebeka estaba empalada por debajo y con su boca atrapada, en lo que resultaba un momento mágico de vulnerabilidad y entrega.

 

  De pronto, el miembro del joven hizo su camino de retroceso, casi desde la base hasta la punta. «Qué bien se siente. No siento miedo a quedarme quieta, es como si mis frenos estuvieran rotos… no sé parar, esto es lo que quiero sentir…”.

 

  Con la mirada perdida ante las embestidas que precedieron a la primera penetración, Rebeka recibió la segunda y la tercera, que compartían los movimientos violentos y bruscos de la primera. Tendida entre dos gruesos brazos, un pecho que se enrojecía, ojos que se cerraban, un rostro al que amaba y unos cabellos cortos, puntiagudos, que adoraba ver, no podía hacer nada para detener o apaciguar la intensidad de los movimientos que hacía su chico con las caderas. Por un lado, no era que ella quisiera detenerlos, pues esa sensación la hacía sentir feliz, inundada por el éxtasis producido al acostarse con alguien que se había propuesto conquistar.

 

   Si su himen no hubiese estado abierto por las perversiones que había hecho cada vez que se quedaba sola en casa, podría afirmar que el momento hubiera sido el más doloroso de su vida sexual, pero no… Tan pronto las paredes de su vagina se adaptaron a la fricción, el pene de su amado quedó embadurnado de flujos y el cuello de su cérvix se acostumbró a ser empujado, sentirlo entrar y salir se volvió fascinante. 

 

  «Qué fuerte, qué viril, qué macho, cómo me está dando», pensó, para luego decir en voz alta:

 

—No pares, sigue… más duro, más… hasta el fondo.

 

  Los gritos de ella se hicieron escuchar tan pronto la boca de Omar tomó distancia. 

 

  Ante las palabras, los ojos del chico se abrieron, pues estaba sorprendido. Desde su punto de vista, eso era todo lo que podía dar, era lo más profundo que podía llegar y casi estaba llegando al límite de su aguante. Aun así, ella le pedía más, lo que le daba a entender que era bueno, pero no lo suficiente. 

 

Luego de calcular la situación, quizá ni siquiera había transcurrido un minuto para Omar, aunque se sintiera como toda una eternidad, pues tan solo fueron cincuenta segundos de penetraciones.  

 

  Rebeka, por otro lado, ella estaba sedienta de placer, ya había ocurrido la peor parte y si lo peor se sentía tan bien, ¿cómo se sentiría que le dieran duro por toda la noche? Si así se sentía un miembro fuerte, duro y palpitante de un hombre, entonces para qué perder el tiempo jugando con sus bocas.

 

Tras mover sus caderas con sus piernas, Rebeka aprisionó a su amado y le beso, sintiendo que podía llegar a un orgasmo.

 

  De arriba a abajo, de un lado a otro, Omar sintió cómo las caderas de su chica, se tragaban su miembro varias veces, hasta que algo que intentaba retrasar llegó.

 

  Rebeka pudo notar, que a pesar que se estaba moviendo, su chico aminoraba sus esfuerzos, se enfocaba más en cerrar los ojos y contraer su cuerpo, tan duro como podía. Tanto fue así que cuando ella clavó sus uñas en las nalgas de su amado con la intención de tener un mejor punto de apoyo del cual agarrarse para moverse, se sintió como si estuviera arañando una superficie metálica.

 

   En el interior de su vientre, la adictiva sensación de palpitaciones espasmódicas de un miembro a punto de convulsionar, se hizo distinguible. Eso hizo que Rebeka regresara al presente, ya que se pudo imaginar lo que venía y aunque el calor del momento era tan intenso como para nublar la mente, con certeza, el final de la historia se volvía aterrador. Quedar embarazada antes de los treinta años era ilegal en la sociedad. No era que significaba una condena de prisión o algo por el estilo, sino que el gobierno se negaría a brindar sus servicios de ayuda médica gratuita a una mujer que no hubiera trabajado, mínimo, nueve años.  

 

   «¡Se va a venir dentro de mí!», pensó. «Así como no pude impedir que me la metiera de manera repentina, tal vez no pueda impedir que se venga en mi interior, que su semen llene mi útero y me fecunde de una…».

 

   Después de todo, ella era tan joven como fértil. Luego de usar hasta lo más profundo su nivel racional, con su mano y un movimiento de cadera, Rebeka se sacó el miembro que ya tenía adentro, tras lo cual lo sintió para convulsionando y retorciéndose sobre su zona pélvica y barriga.

 

  —Espero no cayera nada adentro… — dijo, un tanto desanimada con la situación. Tan pronto levantó su mirada y observó los ojos de Omar, continuó— ¿Acaso quieres dejarme preñada? ¿No sabes que, si lo vamos a hacer así, sin protección, tienes que decirme cuándo estés a punto de venirte para sacarla?

 

  El chico, derrotado y confundido, bajó la mirada. No entendía cómo la situación había terminado tan rápido, de dónde habían aparecido esos meneos de cadera tan osados y excitantes, responsables de hacerle perder el control. Luego de ver el semen y fluidos vaginales combinados sobre su miembro, Omar se dio cuenta que no había sangre.  

 

  Para Omar, Rebeka lo estaba regañando por no tomar el control, por hacer algo que él debía saber hacer, por su papel en la situación. Agregando a esto, fue una batalla vergonzosamente perdida, en la cual ni siquiera había alcanzado a dudar más de dos minutos de combate. Tal vez eso no le hacía un candidato apropiado para la plaza de novio permanente.

 

 Para él, era cierto que los hombres podían menospreciar a una mujer en base a con cuántos chicos estuvieron en un pasado, mientras que si un hombre estaba con muchas mujeres se veía como un acto por el cual enorgullecerse ante sus pares. Sin embargo, las mujeres también podían menospreciar a un hombre con poca experiencia en la vida amorosa y se contentarían mucho más con aquellos que eran mayores y hubieran aprendido después de estar con muchas mujeres. Después de todo, tener que supervisar a un chico pervertido no era tarea muy fácil para una chica que buscaba experimentar y disfrutar.

 

  —No… no fue mi intención, no sé lo que me sucedió, creí que podía aguantar más — respondió, mientras intentaba retomar su respiración y se reprochaba no haberse masturbado en el jardín, antes de entrar en la casa —Después de todo, esta es mi primera vez con una chica… 

 

—Y, ¿acaso crees que esta no es mi primera vez con un chico? preguntó Rebeka irritada, como quien entendida que había sido catalogada como puta, de una manera educada. Dejando la educación de lado, el comentario le resultaba ofensivo.

 

  Esta era el tercer regaño de la noche para un chico que había tenido que esperar por horas en el jardín de una casa, cuyo césped no estaba atendido ni en las mejores condiciones. Luego tuvo que escalar por la ventana, ser sorprendido en una situación vergonzosa y difícil de explicar, a consecuencia de tomar alcohol y que no había hecho el trabajo en la cama que pretendía hacer.

 

   —Porque te masturbes, no significa que dejes de ser virgen… —dijo Rebeka, mientras se untaba del semen que estaba en sobre su estómago, para luego hacer movimientos circulares sobre su clítoris. — Que no sangrara, no significa que no fuera mi primera vez con un hombre. Pero cogerme así de fuerte, con la intención de hacerme sangrar, no es muy caballeroso de tu parte. Si me hubiera dolido tanto como para no poder moverme, eso me hubiera hecho querer no estar más contigo, por no saber cómo tratarme con delicadeza. Supongo que me lo merezco, discúlpame si todo lo que he hecho hasta el momento es maltratarte y tener exigencias muy altas de ti… después de todo, fue el resultado del miedo que tuve.

 

  La cara de arrepentimiento y de perrito perdido que tenía Omar en su rostro, era imposible de ignorar. Después de todo, la preocupación que tenía el chico era si en verdad no había sido el primero en la vida de ella, tal vez el sujeto anterior había sido mejor que él en la cama y con esto, ella regresaría con su ex o algo así. 

 

Por otro lado, ver cómo su chica se tocaba con el semen que había dejado caer sobre ella, le resultaba interesante de ver. Era como si se hiciera realidad la fantasía de la noche anterior y al mismo tiempo, le demostraba que las mujeres podían ser pervertidas cuando estaban a solas.

 

    Consciente que estaba jugando con fuego, Rebeka retiró sus dedos del área en donde los tenía: 

 

 —Alcánzame una de las toallas húmedas y límpiame — Tras ver cómo el joven hacía su trabajo diligentemente, con una sonrisa en el rostro, ella decidió agregar —Mejor limpia bien, pues me estarás haciendo un oral hasta que se te vuelva a poner dura. Considéralo como tú primer intento… después de todo, en el segundo estabas convencido que ibas a durar más… ¿no?

  

  Contento por las circunstancias, apenas Omar terminó de limpiar lo que consideró necesario, se acostó en la cama y decidió emplear su boca para hacer algo más que hablar y regresó de vuelta a donde ella estaba con sus ojos cerrados, Rebeka tan solo se enfocó en sentir como él le comía de dentro hacia afuera.

 

 «Tal vez mis deseos de ser penetrada violentamente están un poco lejos de mi alcance en este momento, además… no tengo mucha confianza en que él pueda controlarse y venirse afuera de mí. Tampoco quiero usar condones en mi primera vez, pero en verdad, no es que sea él de quien me deba preocupar. Yo soy de quien más me debo cuidar…».

 

   Omar trabajaba diligentemente en su tarea de apreciar y saborear la naturaleza íntima en la cual había clavado su miembro hasta el final.

 

  «Mmm ¿por qué estoy pensando mucho? Diría que se siente bien, pero no lo suficiente. No como la primera vez que me lo hizo. Déjame darle un poco de instrucciones», pensó Rebeka, para continuar luego decirle:

 

—No te entretengas mucho en el agujero, ve directo a mi clítoris, pásame la lengua por ahí, sí…

 

Tras escuchar las instrucciones, Omar se dispuso a hacer lo mejor que podía.

 

  —Así, ahora un poco más lento. Humedécete más la lengua… puedes tratar de meterme un dedo o dos y presionar hacia arriba…

 

  Mientras Rebeka dio sus mejores instrucciones, los minutos pasaron y la situación mejoró tanto que ella estaba a punto de llegar, pero en verdad necesitaba una pequeña ayuda de extra estimulación, para hacerlo.

 

  Después de todo, experimentar penetración violenta desde un principio no se podía comparar a la fricción que provocan dos dedos con pobre coordinación por el uso de una lengua inexperta. La situación era como comer una cuchara de azúcar y después tomar un jugo de naranja natural. El paladar ya se había acostumbrado a algo muy dulce, tanto que el jugo de naranja pasaba a sentirse amargo y no tan refrescante.

 

  Caprichosamente, ella sabía que podía activar su mente para llegar, después de todo, se conocía a sí misma mejor que nadie más. Con la intención de ponerle al jugo de naranja algo mucho más dulce que la azúcar, usó su mano para manipular la mano del joven y hacer que le sacara los dedos de su vagina y acto seguido, guiarlo para que encontrara su camino a ser empujado contra su segunda entrada, hasta que se resbalara bien dentro. 

 

  «Ufff,», pensó, encorvándose sobre la cama, «¡Ahora sí! Puedo sentir que estoy a punto de venirme».

 

  Ella no logró evitar encorvar aún más su columna, al punto de querer retroceder y aunque lo hizo, con la misma tiró de los cabellos del joven con su otra mano, para llevarlo consigo y no permitirle que se separara.

 

   —¡¡¡Oh sí!!!… —dijo en voz alta, como si estuviera expulsando el aire desde el estómago y no de sus pulmones. «Sentirle tratando de respirar, me hace querer sofocarle más, me hace sentirme más pervertida y ese dedo que cada vez entra más y más en mi puerta de atrás…Ufff».

 

  Omar tan solo pudo sacar su lengua, pues estaba condenando a sentir como le restregaban la piel mojada contra su cara. 

 

  Intencionalmente, en el momento orgásmico, Rebeka apretó la cabeza de Omar con sus piernas tan fuerte como pudo, pero los espasmos que como corriente salieron de su clítoris hasta sus extremidades y cuerpo, la debilitaron en fuerza y agarre. 

 

  Lo que para ella podía sentirse como el apretón más fuerte que podía desarrollar con sus músculos, para Omar se sintió como si le estuvieran agarrando por las orejas de manera cariñosa. 

 

  Aun sintiendo el placer electrizante, con cada lengüetazo que Omar daba por su propia cuenta, Rebeka podía jurar que sentía como si algo más le fuese a salir y el momento no fuera a terminar jamás.

 

   Saciada por el éxtasis de un orgasmo placentero, los ojos de la chica estaban mirando al cielo que se ocultaba detrás del techo de su cuarto. El mismo lugar en donde tantas noches seguidas se había masturbado hasta mojar sus bragas de manera irremediable. En ninguna de esas noches se había sentido como se sentía en ese momento. Ahí estaba, con las fuerzas drenadas, satisfecha, con vapor saliendo de su cuerpo desnudo y poseída de placer.

 

   «Pero la noche aún estaba lejos de comenzar, por qué hablar de terminar». 

 

Luego de retorcerse entre las sábanas, Rebeka no pudo evitar amar el momento, mientras sentía como el dedo, lengua y cara de Omar se retiraba de su cuerpo, sin que ella pudiera hacer nada para mantenerlo cerca.

 

  «Joven y saludable para mí, mejor que viejo y conocedor», pensó, mientras que con sus ojos entreabiertos vio que debajo de sus piernas se volvía a levantar, intimidante e imponente, el miembro erecto de su amado, quien prometía hacer un mejor desempeño en la segunda ronda que en la primera.

 

   —Magnífica experiencia, debo darte crédito —dijo ella de forma ronronearte, luego de pasarse la lengua entre los labios. —Nunca logré llegar a sentir tanto placer por mí sola… es maravilloso venirse de esta manera cuando tan solo haces la mitad del trabajo… 

 

 —Rebeka… te a… 

 

 Antes de que el joven hablara, ella le interrumpió.

 

—No, no en un momento como este… no digas esa palabra… porque no las reconozco en la felicidad. El verdadero amor está en la desgracia. Ahora, te voy a entregar mi cuerpo, sin hacer nada y centrarme en recibir, veamos cuantas veces y por cuánto tiempo lo puedes meter y sacar.

 

   En posición de “misionero”, Omar puso sus manos sobre la cama. Se encargó de buscar la manera de mover sus caderas hacia adelante y atrás. Se detenía cuando pensaba que se iba a venir y la sacaba cuando no podía aguantarse más. Así fue como el joven continuó su tarea diligente mientras lo único que hacía Rebeka era frotar su clítoris y contraer las paredes de su vagina cada vez que tenía un orgasmo. La noche transcurrió a su paso, hasta llegar juntamente al amanecer de un nuevo día, indicado por la primera luz del alba. 

 

 Luego de venirse sobre su amada, Omar se dio cuenta que ni siquiera le quedaba semen para eyacular o ensuciar las sábanas. Sin nada que limpiar, cayó tendido en la cama; mientras que Rebeka se movió a un lado, con tal de no quedar sobre todo el sudor y fluidos que había generado sobre la cama, que le resultaban fríos e incómodos.

 

   «Una vez, dos veces, tres, muchas como para llevar la cuenta, no. Pero si fue buena la cantidad. Los números no importan más», pensó Rebeka también agitada.

 

—Amado mío… conseguiste que no pudiera caminar, me tiemblan mucho las piernas y me duele todo el cuerpo… — Tras pasarle la mano por el rostro, continuó—. Quedémonos acurrucados, desnudos sobre la cama. Abrázame fuerte y no te vayas… demuéstrame lo mucho que me amas. 

 

—Rebeka…

 

—Dime Omar… 

 

 —Quiero decirte algo… 

 

—Feliz cumpleaños.

    

 



Rey De-Heavens

Chapter 11
Colosos contra gigantes


Los presentes abrieron los ojos, la noticia no era nada agradable y justificaba con creces todos los problemas causados para que la reunión se diera lugar. Rey fue tomado de sorpresa cuando el anciano mencionó su nombre y, por raro que pareciera, quienes le miraron con desapruebo fueron sus dos hermanos, Katherine y Miján.

Ehimus, Heroclades, Maryam y Wulfgang se veían felices por alguna razón.

El Gran Mago Sabio dijo:

—No es la primera vez que sucede un ataque como este. Con mi poder puedo regular la entrada de los invasores, y así los guardianes del sitio se podrán hacer cargo de ellos hasta que llegue la noche y todos los cuerpos ajenos terminen consumidos en el siglo infinito de destrucción. Por el viento, el fuego, la nieve, el agua y el lodo, los invasores serán devorados y se convertirán en el tan magnífico abono que mantiene al paraje viéndose tan maravilloso.

Ehimus, con la felicidad de alguien que extrañaba un buen momento, acotó:

—¡Enhorabuena!, un poco de acción. ¡Wuuuu! ¿Y qué dices si ayudamos a los guardianes y así no tienes que esforzarte en retener tanto la entrada de los invasores? —dijo con ánimo, más del que se le solía ver.

El Gran Mago Sabio, abriendo los ojos y acomodándose la barba, respondió:

—La ayuda de usted no estará de más, pero mi deber es garantizar su seguridad. Si quieren luchar, es decisión de ustedes.

—Ignora la actitud de estos dos amargados —dijo Heroclades—. Un buen combate hace que se olviden los problemas —refiriéndose primeramente a Miján y Katherine, luego señaló al lobo, la vampira y la elfa—. Nosotros insistimos y lo necesitamos. Además, quienes trajeron a esos cazarrecompensas desde el otro lado fuimos nosotros, en un principio, así que tenemos que resolver el problema que dejamos a medias.

El Gran Mago Sabio, como quien cede a una proposición arriesgada por confiar en los demás, afirmó:

—Dada a la insistencia, aceptaré su ayuda. Aunque, por segunda vez, debo insistir en que no me responsabilizo por la seguridad de aquellos que no se encuentren en este punto —dijo al mismo tiempo que se partió el cielo del lugar en dos y todo un gigantesco brazo se hizo presente.

A la redonda, cientos de miles de cuerpos decrépitos y desnudos invadieron el cielo y las planicies dando un grito de guerra. Wulfgang, sacando los dientes en una sonrisa, dijo:

—Rompan formación; a partir de ahora están autorizados a hacer lo que están acostumbrados a hacer… ¡Luchar, matar y vencer sin importar qué! —Para darle la señal a los presentes.

Heroclades, Ehimus, Miján y Katherine desaparecieron, pero Maryam se quedó. Esa, quien también estaba ansiosa de luchar, se quedó atrás debido a que su instinto maternal se lo demandaba. Ella, bien preocupada, dijo las siguientes palabras:

—¡Debo proteger a los pequeños! Tengo que asegurarme de que se queden aquí. En el único sitio seguro.

Dante, habiendo encontrado otra oportunidad, lanzó un comentario explosivo:

—¡Quiero ir con mi maestro! ¡¡¡Él me puede necesitar!!!

Ante los reclamos de su hijo, Wulfgang posó su mano sobre el hombro de la vampira. El lobo quería que su mujer tuviera un poco de confianza en su hijo, ya que este necesitaba aprender lo que era un combate real. Para “bajarse de la nube” en la cual flotaba, según ya habían discutido. Dante, como quien quería atención para que validara su punto, exclamó mientras extendía sus manos como quien mostraba algo obvio:

—¡Madre!

Maryam replicó con un grito de enojo:

—¡No lo voy a permitir!

La vampira, que siempre sonreía sin importar la situación, había borrado por primera vez la sonrisa de su rostro ante sus hijos y los presentes. Así de serio era el momento. Rey era el único entre los pequeños que entendía la magnitud del problema en el que su hermano se estaba metiendo simplemente por creer que padre tenía más autoridad que madre.

—¡¿Cómo que no?! —replicó Dante—. ¡Podemos matar con justificación! Esta es mi oportunidad para demostrarte a ti, a padre y a todo el clan los resultados de mi entrenamiento. Y que Miján no se contuvo —habló casi riendo, feliz por la reacción de su madre, feliz por estar convencido de su confidencia como luchador.

Un sonido seco se dio a escuchar. Con el revés de su mano derecha, la madre le dio en el rostro a uno de sus hijos, más por borrarle la sonrisa que por su falta de respeto. Dante se quedó perplejo. No lo creía, para él era imposible que su madre le hubiera dado en el rostro. Ella le había agredido. ¿Significaba acaso que era su enemiga? ¿Qué ya no le quería?

—Esto no es un juego, Dante —dijo Maryam con frialdad de hielo en su mirada. Un frío tan abrumador que apagó las ascuas de carbón encendido que representaban los ojos de su hijo lobo.

Dante habló entre dientes, desviando su mirada ante los ojos blancos de su hermano, que tan estricto le miraba y parecía no querer ayudarle, aunque el momento era el más conveniente para él:

—Nunca lo fue. No soy inútil, soy un luchador… Soy invencible y soy el mejor. Déjame demostrártelo.

Wulfgang cerró los ojos y negó ante la afirmación de su tan arrogante y parecido hijo:

—Dante… he tratado de enseñarte valores en esta vida. He tratado tan duro, pero no lo pude conseguir.

La atención de todos se desvió hacia el fornido hombre lobo que hablaba con tristeza.

—¿Recuerdas cuando le dijiste a Miján que querías una espada? Yo hice una para ti y le dije a Katherine que pasara por el lugar y pretendiera que te la prestaba; todo fue para que aprendieras a cuidar lo que no es tuyo. Pero…

—La dejó oxidando fuera de su vaina. Nunca le limpio la sangre y terminó rompiéndola contra una piedra —habló Jhades como quien estaba orgulloso de señalar errores ajenos.

Wulfgang, poco contento con la altitud de su hijo vampiro, dijo:

—Jhades, a ti te demostré que la soledad no te ayudará a avanzar, pero, aun así, como no quieres avanzar, decidiste quedarte solo en el mismo lugar, al punto en el que, como tu hermano Dante, también has hecho pasar hambre al pequeño guardián del Paraíso que Katherine te buscó para que fueras acompañado…

Dante no se pudo contener, no estaba escuchando las palabras de su padre. Distraído por los gritos, las explosiones y todas las calamidades que estaban sucediendo en los alrededores, el pequeño lobo prestaba atención a lo que creía que eran eventualidades únicas que se estaba perdiendo. En un momento en el que podía estar ahí afuera, sentía que estaba perdiendo el tiempo escuchando los sermones de su padre, que nada sabía.

—No tiene sentido, ya podría yo haber vencido a la mitad de los enemigos. Los dos están forzando sus papeles como padres… En definitiva, no les importa si morimos o vivimos. ¿Qué no somos hijos defectuosos?… ¿Que…?

Rey intervino en el asunto poniendo su mano sobre el hombro de su hermano. El pequeño de ojos blancos veía en los ojos de la vampira una creciente frustración, ya que con un golpe y el sermón de su marido todo seguía igual dentro de la cabeza de Dante. La frustración que tenía su madre seguro la dejaba al punto de querer darle un ultimátum al lobezno rebelde, una de esas advertencias como “o haces lo que te digo, o ya no serás más mi hijo”. Pero Rey sabía que ella titubeaba antes de hablar. Reflexionaba mirando a Wulfgang, en particular, tal vez porque conocía el temperamento de los lobos cuando encendían sus ojos y se sentían atrapados. Ellos optan por ir a la contraria, a lo seguro, si eso significaba que eran libres, aunque se enfrentaran al peligro. Rey dijo:

—Madre, Dante no va a ceder y seguir discutiendo va a terminar alejando aún más nuestros corazones. Temer más no debes, pues es el momento. Que esta sea nuestra iniciación… Yo trataré lo mejor para no morir —Dando un paso adelante—. Por otro lado… padre tiene razón… Dante necesita aprender por sí solo lo que es el combate… y necesitamos una oportunidad para que nos ames como tus hijos que somos. Si no, has de dejarnos ir.

El lobezno abrió sus ojos, trenzó su cuerpo y sacó el pecho. No le gustaba la idea de que el bastardo sin apellido dijese que se encargaría de él, pero al menos era mejor que nada. Mostrando una sonrisa de complicidad, Dante volteó su cabeza solo para encontrarse con el rostro enfurecido de quien le había defendido.

Rey continuó con sus palabras:

—Dante, esas palabras estuvieron de más. Piensa mejor en lo que vas a decir antes de hablar, cuidado no te arrepientas. Esta vez lo voy a tomar como un defecto de tu personalidad, pero más vale que cambies.

Wulfgang sabía que entre los más pequeños no podían formar espíritu de pertenencia hacia el grupo, si no se arriesgaban. Aunque sí era obvio quién estaba propenso a obtener el título de liderazgo entre los tres: su hijo de ojos blancos. Rey tal vez no se valía de un entusiasmo que contagiar, pero sí se hacía ver como la punta de una lanza.

Maryam miro a Rey y calmó la frustración de su mirada. De entre los tres niños, él era en el que más se podía confiar. Además, también tenía valores formados y había tenido la capacidad de deducir por sí solo que era el proceso de iniciación para ser aceptados en la manada. Dante por alguna razón se quedó callado ante la reprimenda de Rey, cosa que hizo que Wulfgang mostrara aún más tristeza en su mirada.

—Estoy dispuesto a ayudar, pero no sin antes tener un arma… —agregó Jhades como quien le restaba importancia a la situación.

Dante entrecerró sus ojos y gruñó, quería atacar a quien solo se las ingeniaba para encontrarse con problemas, pero se retuvo ante Rey. Sin embargo, entendía que el vampiro quería simplemente caer bien, hablar por su propio beneficio y complicar la situación.

Producto de la sugerencia del pequeño de ojos azules, los dos padres se miraron. ¿Armas?, ¿de dónde sacarían armas para luchar? Un arma no era algo que un luchador pudiera conseguir a la ligera, tampoco que pudiera ser creado con facilidad. Claro, podían pedirle a Heroclades que clamara algunas armas, pero el susodicho estaba ocupado.

El Gran Mago Sabio, como quien oportunamente intervenía con la solución del problema, dijo:

—Yo puedo proveerles la mejor de todas… —agregó con su característico tono jocoso—. Entiendo que aún son muy jóvenes y que un arma es algo especial. Un instrumento que crece en poder con su usuario, que se adquiere a través de trabajos duros y mucha suerte. Pero en una situación drástica se deben de tomar medidas que se acomoden. Tienen como motivo defender el lugar que les pertenece, el entrenamiento, y yo les daré los medios.

Maryam no pudo hacer más que abrazar a sus hijos y llorar. No quería soltarles. Aunque la montaña tembló, el cielo se oscureció y toda una lluvia de enemigos abarrotó el lugar, la madre se rehusó a soltar a sus hijos. Ella tenía un gran miedo interno, el miedo que representaba la muerte de sus hijos y que no pudiese hacer nada porque no los amaba. Ella creía que tal vez con la “reunificación” podría fomentar el amor que sentía. Pero ¿cómo iba a amar a sus hijos si no había tenido suficiente tiempo para ser madre?

Los ligres, primera línea de defensa del sitio, luchaban con ferocidad junto a los demás guardianes que hicieron cuanto pudieron, pero evidentemente no fue suficiente. El retumbar de una secuencia de explosiones se hizo escuchar. La madre se dio cuenta de que tal vez no era tan mala idea dejarles. La situación era tan delicada que tal vez no podría proteger a sus crías. Dejarles ir a luchar tan prematuramente podría ser otra manera de perderles. Pero, como Rey y su marido habían dicho en sus palabras, era tiempo de dejarles ir: “Necesitamos una oportunidad para que nos ames como tus hijos”. Maryam, ante el tiempo que pasaba lento y todos los sonidos del ambiente que enmudecieron, decidió decir:

—Escuchen bien… no sean irresponsables. Si fácil es quitar una vida, igual de fácil es perder la que tienen. Quédense atrás y esperen a que nosotros terminemos con todos. ¡¿Me escucharon?! Aún no pertenecen al grupo y no confío.

La montaña volvió a temblar y estremecerse hasta partirse en dos. Wulfgang mostró la sonrisa que estaba reteniendo y tras encender su cuerpo, el cual duplicó en tamaño y se recubrió de blindajes de fuego, desapareció dispuesto a pelear. La vampira continuó:

—¿¡Me escucharon!? —repitió al mismo tiempo que sacudió a Dante para que le respondiera la pregunta.

Dante, de mala gana, respondió desviando su mirada:

—Sí.

Una gigantesca mano cubierta por cientos de extremidades, perteneciente a una criatura horrenda, intentó atacar a los cinco individuos reunidos en la cima de la montaña. El Gran Mago Sabio hizo toda una barrera que destruyó en mil pedazos la carne y huesos que procuraban agredir el lugar. Como resultado, un torrente de sangre bañó la esfera y aisló el lugar de toda luz divina que iluminaba durante el día.

Maryam sacó sus inmensas alas y desplegó mientras absorbió las sombras para, con ellas, recubrirse con blindajes negros. Levitando en el aire, su rostro se deformó y mostró la ferocidad de un animal que atravesó la barrera disparada como una bala. La vampira alzó su mano izquierda al cielo y tragó todo el brillo divino restante en el Heaven, mientras que con su mano opuesta acumulo y solidifico la sangre de la criatura que gritaba por la ausencia de su mano hasta que quedó disecado. Con la sangre del gigante, ella creó mil espadas y también una red afilada que se extendió por todas partes.

Rey pudo ver que tanto su madre como los demás luchaban, no por sobrevivir ni proteger o sentirse en peligro, sino porque, más bien, como la única manera en la que dejaban ir todas las frustraciones que habían acumulado hasta el momento. Maryam tragaba el brillo y hacía de la oscuridad su fuerza, poder y movilidad, pero solo hasta donde llega el violento mar de flamas. Entre el fuego, moviéndose de un lado a otro, estaba Wulfgang, quien incendiaba todo el bosque haciendo que el suelo del lado opuesto del campo de batalla se transformara en lava, únicamente hasta los carbonizados troncos. Entre la madera, Ehimus se sentaba sobre el hombro de uno de entre tantos pequeños gigantes y toda una prisión de enredaderas que corrían cual si fueran un torbellino de viento, y no se extendía más hacia el otro lado producto a destellos blancos. Donde comenzaba la tierra abarrotada por surcos, Katherine, con el filo de su gigantesca espada, cortaba al medio y congelaba con hielos negros a los lados, incluso a los distantes árboles que conformaban el Bosque Siempre Cambiante. Al otro lado del hielo negro, Miján llenaba de agujeros, explosiones y destellos todo a su paso y de la tierra hasta el cielo con un gigantesco artefacto flotante de forma humanoide, casi tan grande como una montaña. Al final del círculo, entre Miján y Maryam, estaba Heroclades, quien inundaba toda el área con un desbordado río de lobos negros que devoraban, arañaban y explotaban todo a su paso.

Por lo poco que Rey podía ver, los mayores ciertamente estaban a otro nivel. Tanto era así que debían de separarse los unos de los otros para no dañarse entre sí de forma indirecta. Dante temblaba de miedo al ver la fuerza devastadora de los mayores, pero aún creía que no era suficiente para que representase un peligro a su invencibilidad. Jhades, por otro lado, contemplaba fascinado a todos los mayores cual si fueran material de culto e idolatría.

De pronto, en el aire, sobre las cabezas de los pequeños, la atención de los seres voladores fue captada por la explosión que efectuó uno de sus semejantes al ser cortado por la mitad con una espada de oscuridad y sangre. Los tres pequeños contemplaron cómo una nube de bestias voladoras persiguió a su madre por todo el lugar, nube que se volvía una lluvia de sangre al cortarse contra la afilada tela de araña casi imposible de ver. Más y más gigantes se hicieron ver en un techo que se caía en pedazos. Los gritos retumbaban y hacían temblar la tierra, aun así, los mayores se negaron a quedarse detrás.

Dante y Jhades cayeron al suelo por la terrorífica imagen de seres espantosos nunca antes vistos por ellos. Muchas cabezas y el doble de brazos se asomaban de dentro del cielo del lugar a mirar hacia adentro, buscando la manera de entrar.

—¿Acaso no tienes miedo? —preguntó el lobezno a su hermano de ojos blancos.

Rey dijo en voz alta, como alguien que ya había visto a los seres divagando por fuera del infierno:

—¿Por qué habría de tenerlo?

Jhades, se sentía intranquilo:

—Aunque los mayores tienen mucho poder, la situación no se veía muy favorable para ellos. Son cientos de enemigos inmensos.

Rey, con confianza en sus palabras, dijo:

—Cuando alcanzas rango Real la diferencia de tamaños no es un problema, pues te puedes poner a la altura de cualquier gigante, si así lo deseas.

Dante y Jhades miraron a su hermano con incredulidad. ¿Qué significaba “Ponerse a la altura de cualquier gigante”? ¿Qué significaba la palabra “rango”? Dos preguntas que le asaltan los pensamientos. Antes de poder preguntar para sacarse las dudas, los dos pequeños vieron con sus ojos aquello que no imaginaban haber visto o que fuese posible.

Maryam, tras aumentar la cantidad de sangre y oscuridad de la cual disponía, envolvió su cuerpo con estos dos materiales hasta que, tras tener miles de capas una sobre las otras, alcanzó el mismo tamaño que los gigantes.

—El Coloso de Oscuridad y Sangre, predominante entre los vampiros —dijo Rey ante la imponente figura que se erguía con dos inmensas alas abiertas, una espada y todo un escudo alargado—. ¡Hmmm!, veo que tiene varias variantes y la capacitación para combatir de las dos maneras, de cerca y de lejos.

La vampira tomó posición y apuntó con su alargada espada para, acto seguido, efectuar una violenta explosión con la punta de esta y desaparecer la cabeza de lo que se asomaba en el lugar. Sangre y oscuridad disparada tomaba cualquier forma deseada, que se encendía en llamas y explotaba como una bomba. De entre los distantes árboles del Bosque Siempre Cambiante, todo un gigantesco tronco pasó a gran velocidad por el sitio con la intención de derribar a la vampira. Ella, con los blindajes de su brazo izquierdo que hacían como escudo, bloqueó el golpe sin mucha dificultad para volver a disparar con la punta de su espada. Un gigante, que se arrojó desde el cielo esperando tomar por sorpresa a la vampira, terminó siendo recibido por la espada, que en la mano opuesta del escudo se convirtió en un hacha que con violencia separó en dos al enemigo, cuya sangre sirvió como munición para seguir disparando.

Rey cambió la dirección de su rostro. Entre las infernales praderas envueltas en fuego y lava, un gigante de llamas de diferentes colores se levantó incendiado y sólido.

—El Coloso Rex de Fuegos, predominante entro los usuarios elementales de fuego, cuyas llamas son de color amarillo, rojo, anaranjado, azul, verde, negro y blancas. Esta variante que padre usa tiene brazos largos y garras estiradas para seguro atacar como una tormenta —dijo Rey.

La inmensa estructura bípeda perteneciente a Wulfgang se perdía de la vista de cualquier espectador por lo rápido que se movía, a pesar de las proporciones de su tamaño. Cada vez que aparecía, temeraria golpeaba con sus garras, más bien de manera instintiva, como mismo lo hacía una bestia entre varios enemigos que la acorralaban. El cuerpo alargado, con características de bestia, con su cola, parecía mantener el equilibrio al mismo tiempo que atacaba, sin contar los refuerzos puntiagudos que tenía sobre los hombros, espalda y pecho, los cuales utilizaba para chocar contra los enemigos. El gigante logró partir en dos partes iguales a un individuo del mismo tamaño, empleando sus garras, y con su cola decapitó a quien le atacó por la espalda.

Rey continuó:

—El Coloso Dios de Madera, tan solo puede ser utilizado por un usuario elemental de madera rango Dios. A diferencia del Coloso Rango Real, este no requiere de un núcleo, ya que puede ser el producto de todos los troncos, raíces y árboles del alrededor. Es invocar una catástrofe que luchará violentamente por su autopreservación contra cualquier calamidad durante un periodo indeterminado de tiempo, sin necesidad de ser supervisado o comandado por el creador.

En efecto, como si toda la naturaleza del área sirviera a los mismos propósitos de la elfa, ante los enemigos que caían del cielo, aquel colosal solo se cruzaba de brazos y hacía que inmensas estacas de madera puntiagudas salieran disparadas al encuentro de los que descendían. Los suficientemente afortunados como para evadir los ataques críticos de las estacas, apenas llegaban al suelo, debían de encontrarse con la furia de un martillo compuesto por raíces que envolvían una gran piedra y que el gigante de madera cargaba sobre su hombro con los dos brazos. Aquellos que se voltearan a intentar escapar terminaban agonizando en el suelo, como si sus cuerpos desarrollarán raíces que crecían y se enterraban más en sus carnes y huesos, hasta que salían por sus bocas, ojos, oídos y nariz. La elfa, que comía de las flores, se mantenía sentada sobre el hombro del coloso que, con su lento caminar, llegaba a donde sus víctimas y hacía que las mismas sufrieran ver un martillo levantándose por encima de su cabeza. Y como un verdugo que decapita al condenado, el coloso dejaba caer con todas sus fuerzas el arma de sentencia. El abrumador sonido que hacía una cabeza, al ser escachada y entrar en la cavidad torácica del agredido, sonaba casi tan seguido como los disparos de la vampira.

Rey continuó junto al girar de su cuerpo:

—En la ventisca de escarcha ensombrecida se puede ver al Coloso de Hielo Negro, control elemental de hielo y oscuridad por parte de Katherine, el cual también tiene variantes del arte original.

Imponente, con una espada dos veces su tamaño, daba a entender que su objetivo era cortar, golpear, empujar y frisar todo a su paso, sin importar los daños. Desde lejos se podía ver cómo el frío congelaba y desgarra la piel de aquellos que se movían sobre cualquier superficie, cómo los trozos de carne quedaban pegados. El hielo negro que componía la hoja filosa se veía tan sólido como cualquier metal, pero con el cortar de los huesos de los enemigos, la espada se mellaba y quebraba. Una vez inutilizable, Katherine se deshizo de su arma, lanzándola con todas sus fuerzas para reemplazarla con uno de los varios repuestos que flotaban a su espalda y le servían como escudo. En el mismo momento en que la vampira fue a hacer el cambio, un enemigo se acercó… Ella levantó su mano opuesta y a gran velocidad lanzó un disparo de hielo sólido. Apenas se hizo de su nueva hoja afilada, ella sacó dos hojas de sus pies, las cuales, en combinación de complejos movimientos de piernas, mostraron su verdadero potencial al hacer más de diez cabezas rodar.

A Rey le costó identificar el casco de algo que existía y flotaba en el aire. La misma maquinaria abrió el interior de su pecho y mediante una innumerable cantidad de cables atrajo a su interior lo que parecía ser el cuerpo de Miján.

—Es de admitir que entre todos los “Colosales”, el que pertenece al elfo De-Tecnologías es el que mayor movilidad, maniobrabilidad, poder destructivo y defensa tiene. Entre los presentes es el más fuerte de todos y no necesariamente se necesita controlar ningún arte de combate o tener grado Real para poder utilizarlo. Me recuerda a los prototipos mecánicos empleados por los humanos, aunque cientos de miles de veces más avanzado. Me atrevería a decir que su nombre es, XWZ.

Lo que Rey había dicho, Jhades y Dante lo pudieron ver con claridad. De entre los presentes, el Coloso de Miján era el de mayor tamaño y el que flotaba en el aire sin necesidad de alas o fuerza física. También parecía caerse en pedazos, pero, de cerca, esos pedazos se comportaban de manera atípica, pues al llegar al suelo se movían y esparcían por el sitio con la intención de devorarlo todo y producir materiales para agrandar el tamaño del gigante. Miján, tras la ayuda de los pequeños, después de dejarse rodear y ser golpeado por los enemigos, hizo aparecer dos espadas y cortó todo en un diámetro abrumador en tan solo un centellar. Aunque ninguno de los miles de pedazos de carne o sangre llegaron a caer del todo en el suelo, como si fueran aguantados por la misma fuerza que hacía flotar toda aquella inmensa maquinaria en constante evolución.

—Y, por último, tenemos a mi maestro quien clamó al “Colosal Dios Hidra”, uno de los cientos de miles de criaturas que están en su libro. La más cercana a un dragón que le obedece.

Heroclades se encontraba cruzado de brazos sobre la cabeza más alta e imponente de la criatura, con cientos de cabezas. La inmensa bestia, con forma no humanoide, se erguía sobre cuatro patas, recubierta por escamas blancas de la punta de su única cola hasta todas y cada una de sus cabezas. Todas las bocas de lengua résped escupían algo: podía ser fuego, o viento, o relámpagos, o agua, o tierra, o ácido, pero ninguna parecía carecer de función. Un gigante del cielo cayó parado en el perímetro del hechicero; acto seguido, la bestia, que tan únicamente sacaba sus cientos de lenguas, siquiera se volteó a ver ante el más mínimo indicio de agresividad por parte del enemigo; el ser dejó que todas sus cabezas se separasen de su cuerpo, quedando con tan solo nueve de ellas, y se dispuso a atacar con ferocidad todo a su paso. El primer gigante quedó preso de los pies enrollado por dos serpientes que hicieron la suficiente presión para destrozar los huesos y cortar con sus escamas afiladas la carne de los pies. La bestia usó dos de sus cabezas para morder los brazos del gigante y, con una tercera boca, escupió fuego y calcinó la cabeza de la criatura indefensa. De tres en tres, con la ayuda de los noventa cuerpos que estaban regados por el suelo, los tres pares de cabezas principales ejercían la misma fusión una y otra vez, mientras que la cola partía en dos a cualquier individuo que se acercara por la retaguardia.

Con semejante escena de poder destructivo sin igual, Dante comenzaba a reconsiderar si en verdad debía de quedarse y obedecer las palabras de madre. Los gigantes no eran problema alguno si se era pequeño. Los invasores tampoco representaban amenaza, pero quedarse con los adultos después de que el combate pasara sí era un problema. Por el conocimiento que Rey demostró tener, debía de hacerle miembro de su equipo, pues sin duda le sería beneficioso. Jhades, por otro lado, pensaba que, si les contaba a los mayores que Rey sabía de sus secretos, tal vez recibiría algo en cambio.

El Gran Mago Sabio habló, sacando al vampiro y al lobezno de los trances hipnóticos en el que se encontraban por ver a los mayores del clan luchar con tal veracidad y escuchando a Rey hablar de los poderes que ellos usaban:

—Antes que se me olvide, aquí tienen los instrumentos de lucha que les prometí… —Hizo aparecer tres armas, a los pies de los pequeños.

Una espada de hoja curva y empuñadura larga para dos manos, envuelta con una majestuosa funda negra atada a un cinto corto: era una catana. Al lado se sentaban dos pistolas de diseño automático, con cargador en la culata, corredera y cámara de escape para los casquillos con el retroceso, ambas idénticas en apariencia, aun dentro de sus fundas se veía que valían de una gran hoja afilada fundida con el armazón y el guardamonte, adaptación específica para el combate de corto alcance. Y, por último, dos hojas de aproximadamente sesenta y dos centímetros con doble filo dentado en el principio, pronunciada curvatura, puntiagudas en un extremo y en el otro con dos empuñaduras que se fundían en complejas muñequeras.

Con su mano derecha y más diestra, Dante fue el primero en tomar del suelo la catana que el Gran Mago Sabio había hecho aparecer. Él siempre había querido una espada que pudiera reponer por el filo ausente de sus garras frágiles. Cual si fuese un sentido de competencia, el pequeño lobezno se arrojó y protegió su objeto afilado para ponerlo sobre su cintura y lucirlo por el lugar.

Jhades escogió del suelo las dos pistolas. Aunque su mano más diestra era la izquierda, el vampiro tenía la ventaja de haber sido obligado por su maestra a usar la mano derecha en el combate, lo cual le favorecía en la situación de tener que empuñar dos pistolas. Él podía disparar bastante bien un arma en cada mano, con la izquierda por inclinación natural y con la derecha por educación forzosa, mas en un combate siempre le pareció mejor matar a su enemigo a distancia que tener que correr o luchar con su cuerpo. Tras colocarse las fundas en forma de cruz sobre su espalda, movió los hombros para probar la comodidad.

Rey, quedó con las dos grandes hojas afiladas que solo podían ser sostenidas por muñequeras. Las cuchillas curvadas de doble filo, una vez puestas, salían desde el dorso de sus antebrazos y sobrepasaban su cabeza. Mediante algunos mecanismos podrían cambiar la dirección de las hojas hacia adelante en modo ofensivo y hacia atrás en modo defensivo. Entre los libros de combate que había leído, muy poco se decía de estas armas, menos de un arte de combate con ellas. Aun así, Rey sabía que en modo defensivo servían para evitar los golpes y al mismo tiempo herir a los adversarios, mientras que, en modo ofensivo, se transformaban en una extensión del usuario que pueden ser manejadas con gran habilidad, agilidad y un poder de ataque moderado. Como la clave de uso de estas hojas afiladas se encontraba en el control de las manos, él no tenía problema alguno al ser ambidiestro.

—Espadas de antebrazo, o Forearm Blades. En principio es un arte ineficiente y muy difícil de aprender, pero lo que en realidad hace de un arte de espadas menos efectivo que el resto es no dominarlo por completo. Si no se usan como se deben, estas hojas terminarán haciéndome más daño que cualquier enemigo ahí fuera, sin contar el quedar vulnerable ante un oponente. El usuario de estas artes debe de demostrar una gran aptitud para usar las hojas montadas en los brazos, y más con este diseño… —dijo Rey mientras presionó el puño e hizo que se desarrollara una fuerte estocada por parte de su hoja izquierda hacia adelante, propulsada por unos mecanismos—. La velocidad de ese sablazo era suficiente para cortar el tronco de un árbol pequeño, también puede girar a 180 grados, y lo mejor de todo es que es removible, eliminando el riesgo de que me quede atorado. Si pudiera identificar una manera de hacerles retráctiles como mis alas serían perfectas. Creo que en el libro de clamados existen medios para la ocultación de armas, pero por ahora sería hacer mucho más de lo que debo.

Tanto Jhades como Dante miraron raro a su hermano, pues se veía ridículo y poco convencional. Incluso llegaron a denotar un poco de pena en sus miradas, a la vez que alegría de no ser ellos quienes tuvieran esas hojas afiladas que prometían cortarles el cuello si no tenían cuidado de moverlas.

El Gran Mago Sabio dijo:

—Las armas que cargan fueron forjadas por un poderoso herrero y su presencia física será permanente de ahora en adelante. Pueden confiar en ellas hasta que encuentren otras mejores —dijo entreabriendo los ojos mientras jugó con su esponjosa barba blanca—. Les advierto, nadie va a tener tiempo de cuidar de ustedes si salen fuera de mi barrera… si algo sucede, regresen. Yo los habré de proteger.

Una criatura encendida en llamas se estrelló contra la barrera y cayó al suelo. Apenas recuperó la consciencia e identificó presas a las cuales devorar, de un rugido intentó agredir a los pequeños, pero Maryam, con el filo de su espada colosal, cortó en dos el cuerpo.

La vampira observó directo a las armas que sostenían sus tres pequeños, cerró el puño y desvío la mirada. “Me temo que lo peor está por suceder”, se dijo sabiendo que su tamaño actual la incapacitaba para bajar y quitarles a sus hijos las armas que tenían. Empleando su habilidad heredada por “línea de sangre”, devolvió a la vida a la criatura que había cortado. La vampira hizo que el resucitado, antes agresivo, se agachara de forma sumisa en reverencia como muestra de respeto hacia su nueva ama. Detrás del primer revivido, incontables sombras aparecieron del suelo rodeando la barrera ante los pies del Gigante de Oscuridad y Sangre.

La fantasmagórica voz de Maryam habló a través de uno de los cuerpos revividos:

—Este lugar es seguro… Permanezcan juntos y no salgan. Usen sus armas solamente si es necesario…

Dante estaba asustado al ver cómo cuerpos de diferentes criaturas se levantaban y todas miraban en la misma dirección, entre sus manos. Ellos parecían compartir los pensamientos de su madre. Aun así, el pequeño lobo escondió su nueva adquisición detrás de su espalda, él tenía muchos deseos de probar que tan afilada era la hoja de su catana y qué mejor sujeto de prueba que un enemigo verdadero. Con el arma nueva, Dante se creía aún más invencible, tanto que ignoraba el despliegue de poder de los mayores y estaba convencido de que no podía perder la oportunidad de tratar de escapar para evitar el castigo de estos. “Con el tamaño que tienen, no podrían verme escapar”, pensó el lobezno. “Si con esta catana todo lo puedo hacer posible, ahora, el único inconveniente son las sombras que madre ha creado. Ellas no me dejarán salir…”. Dante dio la vuelta y clavó su mirada en la distancia. “Entre Katherine y Miján se encuentra el lugar perfecto. Los árboles aún están intactos y llegaban hasta el Bosque Siempre Cambiante… Solo pido una última oportunidad”, dijo el lobezno, como quien se arma de valor y arrojo.

Cual si fuese una señal divina ante el pedido susurrado al viento de Dante, otra gigantesca criatura acorazada cayó sobre la barrera y, a la vez con sus garras, intentó atravesarla para aplastar al anciano. Más y más bestias aparecieron en el lugar, a los alrededores, arriba y abajo, haciendo que los mayores y los guardianes triplicaran sus esfuerzos. Y el camino se hizo visible.

Rey vio la mirada de su hermano y pudo deducir lo que seguía. Como cuando a un ave le abres la puerta de su jaula, esta no se podría resistir al llamado de la libertad. Pero ¿un ave que en toda su vida había tenido seguridad, comida y agua garantizada podría sobrevivir ante la cruel libertad que no conocía existe ahí fuera? “El lugar más cruel es aquel en donde todos son libres de ser”, dijo Rey.

Dante, tras respirar hondo, cual si estuviese inhalando valor, cerró los puños, sostuvo su catana y se mandó a correr llamando a su compañero felino con un grito de “¡ahora o nunca!”. Jhades se vio obligado a seguir al lobezno, cual si hubiese sido tomado por sorpresa. Ya su hermano de ojos blancos estaba haciéndole sombra a Dante. Con tan solo una diferencia de segundos en su periodo de reacción, los enemigos se estaban aglomerando en el único camino libre. No obstante, Jhades fue capaz de escurrirse y saltar por donde mismo saltaron sus hermanos y los felinos. Desde la punta del acantilado en dirección al vacío, los ojos azules fueron testigos de todo un sitio gobernado por el caos.

El Gran Mago Sabio amplió la sonrisa en su rostro. Mientras el gigante acorazado le atacaba y las sombras de Maryam defendían la barrera.

En caída libre, los tres pequeños giraron sus cuerpos empleando los mejores medios que encontraron con el fin de no terminar estrellados contra el suelo. Dante posicionó sus manos y piernas de primero para amortiguar el impacto. Jhades abrió las alas desplumadas que hasta el momento dormían en su espalda, permitiéndose caer con elegancia. Rey también desplegó sus alas por un segundo para aterrizar de pie y ocultarlas, tan solo dejando un par de plumas negras meciéndose en el aire. Ilesos, los hermanos levantaron la mirada y afilaron sus instintos en busca de amenazas.

Aunque casi una decena de gigantes luchaba a los lados, el violento bosque tempestuoso al pie del acantilado le prometía refugios a los pequeños que escuchaban toda una orquesta de gritos de guerra, explosiones y truenos. No solo bestias voladoras que parecían transformarse en lluvia de sangre, sino que también bolas incendiadas y bloques de hielo se esparcían por el lugar. Aun así, por tanta sangre, órganos, cuerpos desmembrados, fuego, hielo y veneno que existiera, el Paraíso no perdía su brillo divino.

Por miedo a perder el liderazgo, el lobezno cuyos sentidos estaban más atentos de lo normal, se llevó la empuñadura de su catana desenvainada a la boca. Asegurándose de enterrar sus cuatro garras en el suelo para garantizar el agarre que necesitaba una potente arrancada. Dante corrió en cuatro patas, directo a la espesura que brindaban cientos de árboles que se azotaban los unos a los otros por la interminable tormenta de explosiones. Jhades, al respirar hondo y con cara amargada, siguió a su hermano arrepintiéndose de la promesa que le había hecho a su madre de proteger a este tan solo por querer dejar una buena impresión. Rey esperó a que White terminara de descender. Notando el pobre rendimiento muscular de los otros dos pequeños ligres, no pudo marcharse sin antes evitar que los mismos perdieran sus vidas en un golpe contra el suelo.

En el camino del chico que iba de primero y veía el mundo como un depredador, aparecieron algunos individuos que fueron catalogados como enemigos por tan solo las prendas que estos vestían. Los feroces ojos de Dante apuñalaban al objetivo antes que las garras o espada que llevaba entre los dientes. Encolerizado como una tormenta, el lobezno por un momento sintió lo que significaba hacerse un adulto, el peso de matar, lo cual le conllevó pensar:

“Esto es guerra. La muerte está justificada. Esta es mi ruta de escape… del otro lado está el Bosque Siempre Cambiante, al cual debo llegar. No vale la pena diferenciar quién es bueno de quién es malo. No conozco sus rostros. Tampoco sus prendas, pero algo más me está dando la respuesta. Huelen a lo mismo que ahora huelo yo: sangre. Son iguales que yo. No, no me hice igual a ellos. No más un niño, ahora soy un depredador. En sus ojos se muestran intenciones asesinas, como en mi hermano. También aires de superioridad, como en Jhades… Ahora soy como ellos, y aunque no esté de primero o en el regazo de madre, siento que no puedo evitar sentirme en peligro, no puedo controlar, sentirme amenazado, sentir miedo. Padre está equivocado…”.  Entre gritos y rabia, el lobezno agregó. “¡El miedo que corre por mis venas es la fuerza que me impulsa! Manipula mis movimientos, me hace más rápido, más adaptable, más letal, más… ¡invencible!… ¡Padre se equivoca! ¡El miedo en mí representa las intenciones que tengo de vivir... de destruir…!”.

Las prendas que vestía el lobezno, creadas por Miján, le protegían de todas las cortadas de cualquier objeto que intentase penetrarle, los cuales fueron muchos, pero no de los golpes ni de los tropiezos. Dante luchaba contra personas que también se adaptaban a la situación y tenían la capacidad de defenderse o al menos dar un último ataque antes de perecer. A punto de disminuir su velocidad ante las adversidades, Dante continuó:

—Debo mantener mi posición y seguir avanzando. Que con cada golpe que reciba se encienda mi furia y se desvanezca el dolor... sentirme más salvaje. Más libre… más letal. ¡Mueran!

El agitado lobezno comenzó a perder su forma humana, así como las lógicas que encerraban los estilos de lucha de la misma especie. Ya no era con su catana, sino que, con sus dientes y boca ya sobresalientes, Dante de una mordida por el cuello de cualquier oponente le arrancaba la cabeza, acto seguido, usaba el cuerpo de este y saltaba en dirección al siguiente.

Dada la lucha que estaban efectuando los gigantes, los árboles del lugar, que azotaban hacia todas partes, llegaron a desprenderse del suelo. Arrancados violentamente de raíz, salieron volando los troncos. Aun así, los tres pequeños avanzaban con rapidez, ignorando las condiciones del bosque y matando a la vez a todo aquel que se interponía en sus caminos. La confusión entre los agresores se volvió pánico, pues se enfrentaban a una bestia en cólera, conducida por el miedo a lo desconocido.

Bajo la protección de Rey, gruñendo, mordiendo, o arañando con sus enormes garras, Dragonidas (el guardián del Paraíso perteneciente a Dante), Regres, (el guardián felino que acompañaba a Jhades) y White no se comportaron diferente al joven de apellido Lobato. Estos remataban los enemigos que, moribundos, quedaban después de interponerse en el camino de quien iba a la delantera.

Rey estaba siendo cauteloso, dejar a alguien vivo que pudiera atacarlos por la retaguardia sería el peor error que alguien pudiera cometer.

Jhades, quien iba en el medio, se vio obligado a aminorar su marcha e incluso dejar de depender de sus alas para seguir avanzando. Las salpicaduras de sangre y los miembros de las personas que Dante hacía volar a su paso eran más violentas que las ráfagas de viento y energía causadas por los mayores. La carne de los enemigos despedazados llegaba a golpearle y, a diferencia de las hojas, ramas, tierra y piedras, esta le embarraba la ropa que tanto se cuidaba de no ensuciar.

Con frialdad, opinó el niño que veía el mundo de la misma manera que expresaba el color de los ojos que portaba:

—Desagradable.

Usando su antebrazo, el vampiro se limpió el rostro tras probar el sabor del líquido rojo.

—Rebajarse a semejante comportamiento es simplemente repugnante. Si padre se comporta de esta manera cuando lucha, tendría vergüenza de él. La forma de nuestros cuerpos tiene dos propósitos, crear y sentir, si te conviertes en otro organismo con el propósito de ser más fuerte, simplemente estás mostrando tu debilidad, tu incapacidad de no saber cómo crear “el destruir” de algo.

El pelaje de Dante y sus prendas llegaron a no ser recubrimiento suficiente para el filo de los objetos que buscaban dañarle. El comportamiento racionalmente alocado le trajo consecuencias y, con esto, descuidos casi letales para su propia vida.

Rey, de último, se propuso a absorber la sangre de los enemigos y tratar de imitar las destrezas de su madre al mismo tiempo que analizaba la situación. El notó que los enemigos se hacían cada vez más fuertes a medida que avanzaban, como si quienes iban al frente simplemente fueran carne de cañón, peones de sacrificio. Entre un intercambio de miradas con su acompañante, de un salto White tomó la delantera y con sus garras delanteras cortó en nueve pedazos a un oponente que caía sobre el punto ciego de Dante.

En cambio, por otro lado, Dante estaba aún más fuera de sí, al punto de que incluso había olvidado cómo hablar y solo rugía por cada vez que era salvado. El cansancio le volvió descuidado.

—¡¿Por qué no le ordenas a tu maldito ligre que salga de mi camino?! ¡No necesito ayuda! Lo tengo todo bajo control—, gruñó las siguientes palabras a Rey como quien quería demostrar que aún mantienen la superioridad en el combate.

Jhades no se pudo quedar callado y arrojó al aire su opinión:

—No te agites. Lejos de encontrar seguridad, podríamos encontrarnos con más peligro. Algo mucho más poderoso que estos seres, que solo sirven para ensuciar el suelo de sangre y para que tu degrades tu orgullo, podría estar esperando por nosotros más adelante.

—¿Orgullo? Te equivocas… No se come el orgullo. Cosa semejante vive en tu cabeza, no te cubre del frío, mucho menos te ayuda cuando estás al borde de la muerte —Dante vociferó aún más enojado—. ¿Qué? ¿Sin orgullo solo queda deshonra? No me hagas seguir enojando, niño fino. Vivir es suficiente justificación para acreditar los medios.

Casi caminando, el chico de ojos blancos y extraño símbolo en el medio se dio cuenta de que no podía imitar las habilidades de su madre ni tampoco crear un esclavo de sangre. Aún no era su tiempo ni tenía las habilidades necesarias. Dejando de intentar, Rey aún guardaba distancia para que sus hermanos no se dieran cuenta de que él únicamente usaba la situación para buscar hacerse más fuerte.

Rey sacudió la sangre que había acumulado en la palma de su mano, para, acto seguido, analizar a fondo el comportamiento de sus hermanos en una batalla, a quienes no había visto en tanto tiempo. Prácticamente, dos extraños con los que por poco tiempo alguna vez se relacionó. Ellos fueron entrenados por diferentes maestros, así que, para sobrevivir hasta el momento y pasar el entrenamiento, debían de tener al menos un movimiento decente. Algo fácil de aprender en poco tiempo, un movimiento que podía darle la vuelta a la situación.

“Soy mitad vampiro, mitad licántropo y comparto la afinidad de los dos linajes. Pero ¿por dónde comenzar?”, se preguntó Rey al darse cuenta de que se encontraba ante algo que no esperaba. “Por mis hermanos… según he observado hasta ahora, quienes me rodean tienen una ligera mezcla de comportamientos, exclusivamente variados, en sus personalidades. Neutral, palabra con la que describiría francamente al Gran Mago Sabio, también podría decir que su conducta se encuentra entre vivo y frío, no busca sentir, pero tampoco lo quiere. Silvia, por otro lado, siempre se vale de una conducta interesada, un estado de curiosidad dispuesto a explorarlo todo. Miján, fácilmente irritable, reacciona a todos con furia. Mi madre, siempre la veo sonriendo, al contrario de mi padre, que parece ocultar una enorme depresión en su mirada. Mi maestro, la mayor parte del tiempo, se encuentra fascinado. Katherine tiene un constante desagrado. Y, por último, la temerosa Ehimus. Llegué a creer que mis hermanos serían más como yo. Nacimos los tres en el mismo día al mismo momento. Si no fueran como yo, al menos debían de comportarse como alguno de los que antes mencione, pero no es así… Si pudiera describirles. Dante es más como un fuego con miedo a ser apagado. Jhades es un hielo con miedo a derretirse”.

Antes de incluirse en sus propios pensamientos, Rey se propuso ser lo más autocrítico posible.

“Tal vez yo no sea tan diferente. Siento la necesidad de valerle a los demás, de ser aceptado por quienes dependen de mí… busco la fuerza con el deseo y sentimiento de proteger. Ahora que lo pienso mejor, madre cuando se irrita es más fuerte, padre cuando está feliz es más violento. ¡Hmmm!… el miedo de Dante es lo que “le hace más fuerte” le hace cambiar de forma, padre no tiene que enfurecerse para cambiar de forma. Padre controla el arte…”. Mirando su brazo, Rey pudo entender algo básico. “Por otro lado, Jhades tiene la piel más delicada, pero puede regenerar los daños con rapidez sin tener que tomar sangre. “Transformación total del cuerpo”, “regeneración rápida”, ellos dos están en rango Avanzado en esas áreas, mientras que yo estoy en rango intermedio, pero ahora que los veo puedo tener una mejor idea de cómo subir un rango si uso mis emociones como catalizador…”

Rey sintió algo alarmante que lo obligó a cortar sus pensamientos. Usando su control de “Aura Negra”, el pequeño desapareció, pero no sin antes dejar una copia de sí mismo en su lugar. Llegó el momento que Jhades había previsto. En el frente, los tres jóvenes podían ver un claro al cual no se apresuraron en llegar, pues si salían al descubierto perderían la protección del bosque que tan bien conocían. Al mismo tiempo, sintieron una presión abrumadora de varios seres con intenciones hostiles. Para ser más exactos, eran tres; el resto solo eran moribundos cuerpos que buscaban recuperarse, aunque todos tenían las mismas prendas.

En el amplio espacio abarrotado por heridos de guerra se encontraban tres sujetos con altura, miradas y físicos intimidantes. Los nuevos enemigos eran seres de carne y sangre que mantenían una formación organizada. No eran bestias en llamas, o cuerpos putrefactos como los demás, sino que eran humanos. Ellos se veían un poco cansados, pero no parecían tener heridas graves a pesar de haber avanzado tanto. Eran guerreros, se podía notar que habían luchado porque en los alrededores, entre las bases de los árboles, estaban apilados múltiples cuerpos de guardianes del Paraíso, una serpiente de Heroclades y máquinas de Miján descuartizadas. Esos indicios definitivamente los hacían ver peligrosos.

La violencia en el combate de los colosos contra los gigantes se apaciguó un poco. Aun así, los pequeños con cautela detuvieron su avance. Dante, cual avivado cazador, observó al objetivo que prometía interponerse en el camino. No tenía la necesidad de luchar o tomar riesgos innecesarios, podía perfectamente seguir los consejos que su madre le había dado, pero estaba embriagado de violencia y dada la reducción del movimiento de los mayores, sentía que se le terminaba el tiempo para escapar.

Rey, por otro lado, estaba consciente que los mayores del clan se habían percatado de la situación al mismo tiempo que luchaban. Ellos nunca habían dejado de mantener la vigilancia sobre sus hijos. La pregunta, para el pequeño sin apellido, era ¿por qué no interfieren? Jhades, como quien no quería ser escuchado por el enemigo, dijo:

—No nos harán daño si no los enfrentamos. Marchemos en dirección opuesta a este, claro. Regresemos con el Gran Mago Sabio… —Mirando en dirección a Dante—. Si no es así, el cazador podría terminar cazado —advirtió con el propósito de cambiar las intenciones de su hermano.

En ese preciso momento, sobre las copas de los altos árboles, varias decenas de agresores saltaron encima de los dos pequeños más adelantados con la intención de que no escaparan. Armados con espadas y cuchillos, los agresores esperaron cumplir con su objetivo. Matar a cualquier habitante del Paraíso por pura malicia. En sus miradas, ellos tenían odio, no muertos que habían dejado la vida; parecían sentir envidia por la buena vida de los pequeños y todos los que disfrutaban de vivir en el círculo bajo los nueve cielos.

Demasiado tarde para escapar, Jhades y Dante gritaron con todas sus fuerzas al dirigir sus armas contra los enemigos. Gritos de dos pequeños que fueron devorados por el rugir de cincuenta no muertos cuyos cuerpos eran recubiertos por vestigios de prendas diferentes. Los tres sujetos del claro enfocaron la atención ante la conmoción provocada por los Gouls.