Chapter 11
Dedos, de uno en uno
Ante la pertinente de una verga moribunda; —Bueno, haz algo y pon de tu parte. Yo no quiero dejar de ver esto —dijo Elena—. Segura estoy de que se pone mejor.
—¡Rey! Me cuesta creer que no se te mantenga dura la verga con lo que estás viendo. ¿No ves lo relinda que es Arte? — reclamó la trigueña.
—Sí, puedo admitir que no se ve mal. Pero, aunque lo diga y lo acepte abiertamente de otra forma, en mi interior aún le sigo viendo como un hombre —respondió Rey, aun negando las evidencias físicas y sólidas que le mostraba la pantalla.
—Bueno, ya tendrás tiempo para cambiar de opinión, pues de aquí no te levantas hasta que veamos toda la galería, —dijo Elena con una voz un tanto mandona—. Samantha, ni te atrevas a metértela en el culo.
—¡¿Y por qué?! —reclamó la trigueña.
—Porque yo aún me la quiero meter.
—Pero si tú ya te la metiste cuando estabas con Juliet. Yo soy la única que no ha cogido verga.
—Sí, pero una vez él te la meta en el culo, no puedo dejar que me la meta por el coño —respondió Elena con obviedad.
—Bueno, ese es tu problema, —dijo Samantha mientras cruzaba sus brazos.
—Sam, no es considerado —agregó Rey tratando de esquivar la tortura que le esperaba.
—¿Qué quieres? Que me la meta en el coño.
—Sí, como una persona normal. Si Juliet, quien tiene el coño roto, se la pudo meter, tú no eres diferente. —Repuso Elena levantó su dedo índice en el aire.
Rey guardó silencio, hacía memoria para cerciorarse de que las que estaban ahí presente, tal vez no entendían por qué a Juliet le cupo toda su verga, relativamente sin dolor alguno.
“Aun así, los poderes curativos y regenerativos que les di a los miembros de esta casa no permiten que exista infección o enfermedades. ¿Por qué Elena está defendiendo ese punto de vista?”.
—Entonces, si yo me la meto por el coño, tú te la tienes que meter por el culo. ¿O tienes miedo? —retó Samantha a la rubia, como si se le hubiese ocurrido una idea sensacional.
“Ah, este era el final de la discusión.” Se dijo Rey dado cuenta de que él también se había dejado llevar. “Desde un principio, en la habitación de Juliet, esta rubia se las estaba pensado para darme el culo, ahora que Sam está aquí ella no quiere desperdiciar la oportunidad de demandar algo a cambio. Aun cuando está borracha ella busca ganancias dobles.”
—Bueno, puedo intentarlo… Es más, ¡te tomo la palabra! Y
¿por qué no nos metemos los dedos la una a la otra mientras tanto? —Accedió la rubia al mismo tiempo que propuso un trato.
—Para prepararnos antes de recibir la verga de Rey. Mira que me pienso poner re brava si sales con una excusa o te intentas rajar.
“Elena quiere ver a Sam llorando de dolor. No me cabe la menor duda,” se dijo Rey.
—Pufff, lo mismo te digo. Los dedos para calentar no servirán de nada, pero supongo que una vez que podamos recibir una mano ya estaremos preparadas… No es una mala idea. —dijo Samantha respirando entre cortado, como quien se lo pensaba mejor.
Con una risita de complicidad, la rubia se levantó de donde estaba y se llevó el ratón inalámbrico con el cual controlaba el cursor de la pantalla para sentarse en el sofá con los demás. Regresando a lo acordado, Samantha se tendió sobre Rey con la intención de hacerle un oral y jugar con su verga para que se mantuviera erecta durante todo el proceso, mientras que Elena estaba al lado de la trigueña con sus piernas abiertas.
La pantalla comenzó a pasar fotos con cada clic que la rubia daba. En estas, Arte estaba sola, sacándose fotos con el móvil colocado para sacar un primer plano de su polla oculta dentro de unas braguitas de color azul que parecía estarce probando. La siguiente, Arte estaba pegando su trasero al cristal de un espejo.
En otra, ella situaba entre sus muslos lo que parecía ser un cepillo de cabellos, mismo que en otra imagen apareció apretando contra la tela de su ropa interior, justo sobre la zona en la cual tenía su orto.
—Ufff, Elena… puedes irme metiendo un dedo —dijo Samantha empinado su cola con más pronunciación.
—En eso estaba pensando —agregó Elena con una sonrisa picaresca—. Aunque te tendrás que conformar con mi mano izquierda.
Rey volteó su rostro para presenciar lo que estaba a punto de suceder. La rubia bajo su mano izquierda, tanto como pudo y tan pronto recorrió la raja de la trigueña adentro, su dedo índice entre los labios vaginales de Sam quien soltó un pequeño quejido.
—Cuando sientas que estás lista me dices, después pruebo con dos y voy añadiendo un dedo en cada intento. Pero ahora me toca a mí —dijo Elena quien se puso en cuatro y levantó su cola. Samantha, irguiendo su torso sobre el sofá y valiéndose de su mano derecha, comenzó a hurgar con su dedo índice sobre el esfínter apretado de la rubia.
—Si vas a hacer algo… hazlo bien, por favor. Tu coño tiene lubricante de sobra, o también puedes usar tu lengua, pero no maltrates mi culito —suplicó Elena con mucha calentura en sus palabras.
Samantha, por supuesto, se inclinó a pasarle la lengua por el culo a su amiga para lubricar el esfínter lo mejor que podía. Una vez la entrada estuvo bien engrasada, la trigueña procedió a hacer presión con la punta de su dedo hasta tocar con el nudillo la carne que componía el anillo de la rubia.
—Uuuufff, qué bien se sintió eso —dijo Elena.
—Veo que sabes el secreto para que no te duela.
—¿Secreto? —Indago Rey en el tema después de escuchar a Samantha hablar.
—Sí, de hecho, para que no duela tienes que pujar. Es un tanto peligroso y conlleva accidentes, pero así no se contraen los músculos ni aumenta la fricción —respondió Samantha un tanto avergonzada de decir cierta información a un chico.
—Es como querer cagar lo que te estás metiendo… —se rio Elena después de hablar, ya con el alcohol a la rubia se le iba la finura.
—Puerca, cochina, asquerosa. ¡No digas eso! —Samantha le dio una cachetada en una nalga a su amiga.
—¿Qué? ¿Ahora está mal que una chica diga esas palabras?
¿Por qué me vea fina y delicada no significa que tenga que hablar de una manera fina y delicada? —Respondió la rubia, para acto seguido arrojar una pregunta a quien más callado se veía—, ¿no es así Rey?
—Supongo… —respondió el joven aludiendo al buen punto que tenía Elena, era cierto que él no estaba acostumbrado a escuchar a una chica hablando de manera vulgar por así decirlo, pero no le incomodaba. Además, en un lugar en donde nadie tenía ropa y se tocaban los unos a los otros, ¿por qué mantener los filtros y dejar de ser tú? Con la intención de continuar con la paz, él propuso—, ¿y por qué no seguir viendo las demás fotos?
Ni Elena, ni Sam pusieron mucha resistencia a la proposición del chico de ojos blancos, dejando el tema de ser vulgares o no y concentrándose en cosas más interesantes.
Elena regresó a su tarea y le dio al clic varias veces. En la pantalla continuó Arte con su sección de fotos privadas solitarias. En una la tanga estaba haciéndose a un lado y dejaba al descubierto el culo que antes cubría. En la siguiente, la punta de un peine grueso para cabellos apareció en la boca de Arte, como quien lubricaba lo que estaba a punto de meterse con mucha sensualidad. La próxima foto, el cepillo de cabello ya estaba enterrado bien dentro, casi hasta el fondo.
—Mmmmm, ¿dos dedos esta vez? —preguntó Sam.
—Sí —afirmó Elena.
Dos dedos dentro de una vagina que recién había aceptado uno, no hacía mucha diferencia, así que entraron con facilidad. Aunque en el caso de Elena, recibir dos dedos por su culito le tomó algo de trabajo. Tanto así que no pudo evitar soltar un ‘Ahhh, Hssss’ de dolor mientras entraban, pero una vez dentro la rubia aguantó todas las quejas. Incluso cuando Samantha, de manera intencional, comenzó a mover su mano como si estuviera masturbando un coño.
De vuelta a las fotos, Arte continuaba con sus poses sexis, aunque esta vez en diferentes lugares. Podría decirse que más arriesgados. En la escuela, en el supermercado, en una enfermería, en una parada de tren, en la playa, debajo de un puente, junto a los árboles. En todas estas fotos ella parecía estar mostrando, más bien, una prueba confirmatoria que aún tenía puesto un tapón en el culo. Mientras que en sitios discretos posaba con más confianza, en esas ella acariciaba sus pechos y pellizcaba uno de sus pezones y usaba pintalabios o peluca.
—Ohh, sí… ya puedes meterme el tercer dedo… —suplicó Sam.
Como quien tomaba valor, Elena procedió con el acto, pero la rubia bien sabía que dicho evento no representa ningún problema para Sam, pero para ella sí. Tres dedos en un coño que ya había aceptado dos, entraron sin ningún trabajo a pesar de que no fueron lubricados previamente. En cambio, cuando llegó su turno, Elena tuvo que encajar las uñas contra el sofá y morderse los labios. Samantha, más juguetona de lo usual, primero introdujo su dedo índice dentro de la cavidad anal de Elena, luego cuando lo saco agrego su dedo medio y procedió a hacer presión, para por último volver a sacar aquellos dos dedos y agregar el dedo corazón y hacer presión hasta que entrara. Los tres dedos de Samantha eran forzados a tomar una posición triangular debido a la estrechez del orto de Elena, quien gimió y se quejó durante el proceso.
—Y deja que te claves esta verga —dijo Sam con pasión, tan pronto dejó de castigar con la fricción de sus dedos el culo de su amiga rubia.
—El culo tiene una cosa, es apretado al inicio… pero el coño tiene espacio limitado… Tal vez yo no me pueda sentar, pero escucha lo que te digo… cuando sea tu turno de sufrir, yo no me voy a medir. —Advirtió la rubia.
Los latidos que emitía la verga de Rey parecían golpes de un boxeador que recién había escuchado la campana sonar y ya estaba listo para la pelea. La situación ya tenía un calor morboso porque de tres dedos a cuatro y de cuatro llegaba la mano, pero, aunque la mano de ellas dos no entrarán, su miembro viril haría el trabajo de abrirse camino sí o sí, y eso le excitaba.
Las fotos pasaron y siquiera tomó diez segundos para que Samantha dijera que quería el cuarto dedo en su vagina. Elena no tuvo más remedio que levantarse del sofá, buscar una toalla y el pomo de lubricante, no para su amiga, sino para cuando le tocara a ella dar el culo. Samantha recibió los cuatro dedos de Elena en su coño con un trabajo y muchos gemidos, pero sin dejar de succionar el glande de Rey.
Una vez la rubia sacó sus dedos mojados de entre las piernas de la trigueña, ella se levantó, se dio la vuelta, inclinó y puso en cuatro hacia delante apoyando sus manos en la mesita del medio. Sobre la toalla que estaba ya tendida en el suelo. —Por favor, ponme bastante lubricante… —protestó la rubia como si fuera nueva en el asunto.
—No te preocupes. Aguanta como una perra y aprende lo que se siente cuando abusan de tu culito indefenso —dijo Sam exprimiendo tanto lubricante como pudo sobre el culo de la rubia. A Elena se le podía ver cómo con rastros de miedo en su rostro, aunque no era comparable con la excitación que dejaba al expuesto. Aunque su culo no fuera virgen, cuatro dedos hacían un bulto significante, más de la medida y grosor que ella podía aguantar, pero el reto de sobrepasar los límites de las cosas que se podía meter le hacía regresar en el tiempo. Esos momentos en el pasado en donde intentaba algo más y más grande para meterse cuando estaba a solas.
“Que las cartas se viren y que Elena sea la víctima, no me lo trago,” se dijo Rey.
Esta vez la trigueña, excitada por estarlo pasando tan bien, no fue noble, separó las piernas de su amiga y no empezó de dedo en dedo, sino que apuntó con tres en la entrada del orto de la rubia.
De los tres, el más largo que era el dedo del medio ya se le podía ver apretando contra el culo de la rubia. —Como buena amiga que soy, voy a hacer esto por ti, agradece que no tenga las uñas largas—. Dijo Sam mientras que metió los dedos de su mano opuesta en la punta de la raja de la rubia y comenzó a frotar el clítoris a la misma.
Rey pudo ver cómo los dedos de Sam se le resbalaban al interior de la rubia y el dedo más chiquito que era el cuarto iba incluido en la ecuación. Más, ver a Elena empujando su cuerpo hacia atrás, casi que le hizo perder el sentido.
A Elena, por mucho lubricante que tenía, la sensación que provocan los dedos de la trigueña aún le molestaba. Tumbada entre el dolor dulce de ser profanada por atrás y no estar al control de la situación, ella abrió puertas a sus quejidos, ya que no podía hacer nada más y esperar a que pasaran los largos segundos que se volvían interminables. La rubia apretaba con sus manos los cachetes de su culo sin dejar de apretarlo con fuerza contra Sam. Con la verga empalmada, el joven esperaba que la proeza de adentrar cuatro dedos en un culo ajeno se debía de extender, por al menos un tiempo considerable. Cosa que le permitirá disfrutar de la situación, pero en solo tres minutos ya Samantha regresaba a su posición y Elena se ponía de pie mientras se estrujaba las nalgas.
—Me siento toda abierta, Awwwnn… —dijo Elena con una cara libidinosa.
—Todavía no veo sangre, así que aún no estás a tu límite — agregó Sam con ironía en sus palabras.
Un comentario un tanto vengativo en opinión a Rey. “El alcohol saca a la luz la verdadera personalidad de las personas.” Sin embargo, el chico no siguió pensando sobre el tema, ya había pasado mucho tiempo y él simplemente se comportaba como un espectador. Obviamente, su miembro le decía que no se conformaría con las manos y la boca de Sam. Pero, para controlar sus ganas, se propuso darle de comer al caballo.
—Si quieren ver sangre, —dijo él—. Es momento de que mi verga entre en escena.
—Mmmm … No ser… —agregó Elena con un suspiro.
—¡Claro que sí! —Sam exclamó a la vez. —Ignórala. Tienes que disfrutar también y porque ella no quiso dejar que me la metieras de por el culo, ahora tiene que abstenerse a las consecuencias. Si no, que se tome otro buche de ¡VALOR!
Rey miró Elena, las palabras de Samantha parecían no gustarle demasiado, por lo que se empinó a la botella antes de seguir hablando. —Sam, si no estuviera tan borracha como lo estoy ahora, daría por terminada esta situación… al menos me quedaría a un lado mirando las fotos de Arte y te dejaría cogerte a Rey todo lo que quieras. Pero yo, ¡sí!, voy a ¡seguir! Porque quiero ver cómo la pelvis de él te choca con las nalgas, así como mismo me lo va a hacer a mí.
En ese momento, Rey sintió pena por Samantha, quien creía que Elena habían cambiado sus papeles. Cosa que hacía que la trigueña solo pudiera ir delante de su amiga procurando no rendirse y decir que sí a todo.
—Bueno… entonces… unas cuantas fotos más para calentar y ya me la voy metiendo. —dijo Sam tragando en seco.
Elena pasó a tomar el ratón e hizo varios clics avanzando por las fotos de la galería. Arte estaba sin ropa, dentro de un baño con luces tenues, arrodillado junto al excusado y con la boca abierta.
Arte, la nueva chica de la casa, estaba exponiendo que había estado en una variedad inusual de situaciones lujuriosas. Los presentes se podían imaginar lo que sucedería en la siguiente imagen.
—¿Por qué ella no tendría en su teléfono fotos comunes y corrientes? —era una duda que se le presentó a Rey y no dudó en exponerla—. Como lo son esas que te tomas cuando tienes curiosidad, te escondes.
—Sí… ahora que lo dices tienes razón. Desde que abrimos la galería todo lo que hemos visto son fotos porno. Sin mencionar que los hombres y mujeres involucrados hasta ahora se ven mayores de edad, mientras que Arte debió tener unos años menos —dijo Elena.
—Tal vez, ese teléfono representa el secreto de Arte —opinó Sam.
—Por esa razón se deshizo de él, para comenzar de nuevo… —dijo Rey, como quien buscaba significado.
En la siguiente foto el pene flácido dejo salir líquido amarillo hasta llenar por completo la boca de Arte. Ella, en la siguiente foto, aparecía tragando amargamente el orine de alguien más, y en la siguiente pasando su lengua por la tasa de baño mientras dejaba su culo empinado.
A continuación no había una imagen para ver, sino que la pantalla mostraba la opción de ‘reproducir’. Elena no lo pensó dos veces y le dio clic al video.
En primera persona, Arte lamía el toilet y tomaba agua de dentro, mientras que alguien le daba duras nalgadas. El sujeto, con la verga erecta asomando de entre la portañuela de un pantalón de vestir negro, se ubicó detrás de la chica sumisa. Con su mano acarició el enrojecimiento de las nalgas de Arte y después bajó hasta sus piernas, provocando varias reacciones. Arte comenzó a hacer sutiles movimientos con su culo y abrió sus piernas. La cámara enfocó a la zona, pero Arte se estaba agarrando los testículos y el miembro con una mano. Enojado por el suceso, el hombre sonó una violenta nalgada sobre aquel culo rojo, otra y otra más hasta escuchar los llantos y gimoteos inconsolables de la chica con pene. Sin más remedio que tener que soltar la prueba irrefutable de la naturaleza que le hacía hombre, Arte se agarró con ambas manos a la taza de baño. Más complaciente, el sujeto volvió a bajar la cámara y tomó buen ángulo del pequeño saco testicular de Arte.
Elena y Samantha tragaron en seco, pues recordaron que era la primera vez que habían visto el delicado y hermoso pene de Arte entre las fotos de la galería. En comparación con las venas saltadas, el tamaño monstruoso y las irregularidades de la piel opaca del miembro de Rey, el pene de Arte era blanco, tan grande como un dedo índice y rosado. Si las chicas pudieran compararlo con algo, dirían que era más como un capullo de mariposa.
—Un pene así viviría en mi culo todo el día sin problema alguno —dijo Elena con tono nostálgico.
La mano robusta se propuso acariciar suave los testículos depilados de Arte, luego de unos minutos los espectadores notaron como el pequeño capullo se fue endureciendo, comunicando que estaba excitado por lo que sucedía. Con un dedo, la mano corrió el camino hacia el culo de Arte y ahí empezó a frotar el esfínter, tratando de introducirlo primero que su verga. Arte extendió una de sus manos hasta tomar la verga que le estaba haciendo esperar. Por unos segundos el sujeto se dedicó a meter dos de sus dedos dentro del culo de Arte mientras firmaba como él mismo le hacía una paja.
Sujeto: —Confiésate, sucia putita… desde hace cuánto empezaste para tener el culo bien abierto como lo tienes.
—Desde que tenía doce años. Empecé a jugar conmigo de vez en cuando… pero, con el tiempo… mis juegos se volvieron más frecuentes.
Sujeto: —Mmm…
—Me gustaba la sensación de lograr llegar a meterme algo cuando me tocaba…
Sujeto: —¿Qué te metías?
—Los dedos… cualquier cosa con forma de pene que encontraba… hasta que sentí la necesidad de ir a por mucho más.
Sujeto: —¿Más?
—Sentir lo que siente una mujer cuando se mete… algo… real. Sentirme mujer…
Sujeto: —¿De quién fue la primera verga que te hizo?
—La de mi hermano… la primera vez fue más o menos. Pero con el tiempo comencé a sentirme más cómoda, hasta que perdí el control.
Sujeto: —¿Perdiste el control?
—Cuando lo hice con él dentro de la capilla de la iglesia a la que iba los domingos… ese día fuimos sorprendidos por alguien… Nos dijo que, si no quería que nuestros padres se enteraran, tendríamos que ‘ayudarle’.
Sujeto: —Sigue contando.
—Él era muy amable y después de que mi hermano se suicidara, él cuidó de mí… culo.
Sujeto: —Tu hermano era mayor de edad en ese tiempo…
¿No es así? —Arte asintió—. Y cómo te sentiste cuando él te cuidaba.
—Sentía que podía alcanzar los mejores orgasmos del mundo. Mi cuerpo siempre terminaba convulsionando sin control… sentí el verdadero amor.
Sujeto: —No mucho después empezaste a coger con cualquiera que supiera tu secreto… Me lo contó él, pero no le creí…
La conversación no duró más de unos cuantos minutos, la cámara enfocó al culito empinado, excitadísimo por estar a punto de recibir verga que se habría y cerraba solo. El sujeto comenzó a acercarse y llegado el momento, le metió la cabeza de una. El resto del cuerpo carnoso de aquel miembro se veía invadiendo el cuerpo de la chica con mucha calma, el esfínter no ofreció resistencia y con rapidez se tragó más que el glande de una monstruosa verga que se abría camino. Más despacio aún, el sujeto siguió introduciendo el resto de su miembro hasta la base, así como por ocho o nueve veces. Arte decidió apoyar su cuerpo con tan solo su rostro contra el escusado, para acto seguido agarrarse cada nalga con sus manos y abrirlas. En el bombeo de embestida se pudo escuchar como a aquel hombre comenzaba a faltarle el aire, mientras que Arte le suplicaba porque acabará.
Sujeto: —Si no tuvieras el culo tan abierto como el coño de mi mujer, tal vez ya me hubiera venido… pero para ti tengo un remedio.
Después de las palabras, el sujeto sacó su verga de dentro de Arte y metió dos dedos de su mano derecha en el orificio para, seguido, enterrar, sin previo aviso, el trozo de carne que había sacado. La penetrada gritó con sorpresa y se estrujó las nalgas tanto como pudo. Las embestidas fueron de cinco a seis y con esto el señor se detuvo casi sin poder sostener la cámara. Arte no dudó en darse la vuelta tan rápido como pudo para meterse aquella verga embarrada de leche en la boca. De tan solo una mentira en la boca hasta casi su garganta, ella dejó totalmente reluciente el miembro que le había cogido el culo.
—¡Me la metes ya! —exclamó Samantha desaforada. Ella estaba tensa, su cuerpo irradiaba calor y su coño muchos fluidos. Miró a la verga de Rey con mucho antojo, casi como si fuera a morirse, si no se la metía.
Elena tenía una mano ya metida dentro de su coño. Sentada en el sofá, las tetas de la rubia rebotaban de un lado a otro, mientras que ella se daba con las piernas bien abiertas, como mismo de seguro lo hacía cuando nadie estaba presente.
Sam se mordió el labio mientras se puso de pie, pero si no hubiera sido porque la rubia se disparó a comerle el coño Rey ya hubiera estado penetrándole.
—¿Y eso de dónde vino? —preguntó el chico.
Samantha también pareció interesada en escuchar la respuesta.
—Es que se me antojo verte el coño tan mojado como lo tienes ahora. Además, que yo te pase mi lengua es como si estuviera dándote mi bendición antes de que te metas esta verga. A pesar de que estaba dilatando la penetración que tanto quería, Sam decidió esperar sin protestar y ponerse más cómoda. Elena estaba desaforada, inclinada hacia delante, como un perro que bebía agua con mucha sed, la rubia pasando su lengua sobre el coño húmedo de Sam una y otra vez.
Elena no tenía pensado apartarse de inmediato, para Rey ella se volvía difícil de entender cuando se comportaba como una lesbiana que quería ganar el combate entre una verga y su lengua. Como si el propósito de sus lengüetazos fuera decirle a Sam que se quedara con ella y disfrutaran las dos, que era mejor entre mujeres y que ya tendría tiempo de disfrutar la verga. O tal vez, era que no quería que la trigueña se encajara el miembro por el coño, sino, acto seguido, tendría que dar ella su culo. Por otro lado, no era menos cierto que Samantha se había venido de una chupada como esa de coño en el principio y ahora no se venía.
La rubia levantó su cabeza, cerró su boca y trago al mismo tiempo que dejó sus ojos cerrados, como alguien que degustaba el sabor del coño de una mujer.
Samantha se inclinó hacia delante e hizo que sus labios hicieran contacto con los de la rubia. En frente de Rey se estaba dando lugar, un apasionado beso con lengua. Uno que a sus ojos interpretó como… “Lo siento Elena, te quiero mucho… pero, una verga me espera”.
Samantha se despegó de Elena, y volteo su espalda en frente de Rey para ponerse en posición. En cambio, la rubia caminó con sus rodillas hasta quedar al lado de Rey y poder sostenerle la verga con la mano para ayudar a que la trigueña se sentara.
Elena se veía pensativa. Tal vez preocupada, por ver cómo una verga profanaba el coñito que hasta ahora solo ella probaba. O tal vez se le estaba pasando por la mente el momento en el que le tocaría ser penetrada, Rey podía entender que fuese lo que fuese, algo la tenía preocupada.
Samantha comenzó a sentarse y obligó a que su concha cediera. Con el glande de una imponente verga bien pegado a los labios vaginales, la trigueña daba pequeños empujones mientras soltaba algún que otro gemido cada vez que sentía que se le resbalaba dentro. Como aquella verga de tamaño increíble le presionaba, abría y casi que raspaba las paredes del principio de su vagina, a pesar de la excitación que tenía, algo en su mente comenzó a decirle que no iba a poder. Que era demasiado. Que se iban a partir en dos. Y es que, notar como la estreches de su sexo se expandía y, de a poco, la enorme bestia se deslizaba dentro rellenándole como un pavo, no le proporciono ningún sentimiento de seguridad.
—Elena, ¿puedes hacerme un favor? —dijo Samantha—. Por qué no buscas otro video… ¡Ahhhhhh! Necesito distraer la mente… ¡Ufffffffff! Ya me está empezando a doler muchoooo… Arrrggggg, creo que no voy a poder… Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Shhhhhh
—No veo sangre, así que aún no estás a tu límite —Elena imitó la voz de Samantha al decir las mismas palabras que esta le había dicho, no hacía mucho—. Si vas a tener la boca abierta para gritar, mejor traga ¡¡¡VALOR!!!… —gritó Elena, quien al ponerse de pie vertió una gran cantidad de contenido alcohólico en la boca de la trigueña y después le dio una cachetada, tan pronto está trago—. ¡¡¡No seas pendeja!!! Te dije que quería verte rajándote… te di oportunidades, pero optaste por hacerte la dura…
Rey notó que Samantha estaba pasando sus límites. Al contrario de Juliet, la trigueña no tenía los receptores de dolor de su coño dormidos por saliva anestésica. Pero para qué decir algo si solo funcionaba con heridas abiertas. Por más que él lamiera el coño de Sam, si este no sangraba no se iba a adormecer de todas maneras. Pero algo sí era evidente, Sam buscaba placer en el dolor, en que le obligarán y la sometieran, aunque dijera que no.
Rey salió de sus pensamientos y abrió los ojos con sorpresa, no por la actitud agresiva de la rubia, sino porque, de un momento a otro, sintió como si algo se partiera dentro de Samantha. Justo cuando su glande atravesó la entrada y se enterró hasta tocar el cérvix de la trigueña, Sam gritó tanto como pudo, para de repente, entre el dolor, la presión y el alcohol, temblar y desmayarse.
La trigueña casi que se parte la cabeza contra el suelo si no hubiera sido porque Rey y Elena la tomaron a tiempo.
—Creo que perdió el conocimiento. Aún respira… no parece ser grave. —dijo Rey, tan pronto como la revisó, para agregar en dirección a Elena—. Es mejor si lo dejamos aquí por ahora.
Elena se llevó las manos a la cara sin poder creer lo que estaba sucediendo.
Ante la falta de palabras de la rubia, Rey, sacó su pene de dentro de la chica, y con mayor comodidad tendió el cuerpo desplomado sobre el sofá.
Samantha no respondía, ni siquiera podía retener sus fluidos. La orina se esparcía por la tela de los muebles. Esto hizo que Rey hiciese una nota mental de finalmente cambiarlos antes de que el día llegase a su conclusión.
—Mírala, qué sucia, si hasta se está meando… —dijo Elena con cara de sorpresa—. ¿Qué? ¡¿Dejarlo por ahora?! Puedes creer que no… ¡Se la terminas de meter hasta el final! ¡Me estás escuchando! Se un hombre y termina con lo que empezaste. Ella que lo quería tanto como para proponerlo, no se va a librar de mí por un simple desmayo, ¡no! ¡No se libra por un simple desmayo! Además, tarde o temprano recuperará la conciencia… es mejor que despierte con tu verga ya adentro. Yo lo preferiría. — Continuó la rubia, limpiando todas las preocupaciones de su rostro, contenta de ser quien tenía la delantera en la situación.
Elena le agarró la verga al chico y tras usarla la acercó a los labios inferiores que ya estaban abiertos de la trigueña tendida sobre la cama. El líquido amarillo salía, sin presión, pero con constancia, y aunque se sintiera caliente y rico por el momento, Rey sabía que en unos minutos se iba a enfriar y proporcionar su tan característica peste.
Rey titubeó por unos segundos. No por el pipi que aún salía, sino porque la situación era delicada. Él estaba a punto de, tal vez, penetrar a una chica que no se podía defender. ¿Sería considerado como violación? Aunque si la trigueña se hubiera desmayado por un orgasmo, que, aunque poco probable puede ser el caso, no necesariamente significaba que la estuviera penetrando contra su voluntad. Por otro lado, como había dicho la rubia, Samantha lo había querido desde un principio. Claro, sin contar que dicha decisión la tomó bajo las influencias del alcohol. Tras respirar hondo, bajo la mirada de la rubia, Rey se dejó empujar.
—Elena —dijo Rey—. El consentimiento por parte de Sam… en este caso, queda un poco dudoso.
—Que no tienes huevos de hacerlo —dijo la rubia ofendida, volviendo a mostrar las preocupaciones que tenía en un principio—. El mundo lindo con leyes, regulaciones y estándares morales que existía terminó destruido por gente como nosotros. Estamos aquí y ahora, tomas lo que quieras o no. Si te da cosa su orine yo lo limpio con mi lengua si es necesario, pero ahora vamos a ver si esta puta despierta cuando tenga toda tú verga metida hasta el final… —dijo Elena al oído del chico.
—No —Rey se negó.
—¡Ahhhh! —gritó Elena, para ponerse a pensar y acto seguido formular una pregunta—. ¿Cuál es la habilidad absoluta de ella? ¿Por qué la pusimos de líder de este reino?
—Porque ella no puede ser dañada por nada ni nadie. Las leyes de la casualidad evitarán a toda costa que pueda morir.
—Ninguna de esas leyes te impidieron meterle la verga, o que yo le maltratara, golpeara las tetas, le diera nalgadas y manotazos. ¿Que acaso te lo tengo que explicar mejor?
Ante las palabras de Elena, Rey se quedó callado y pensativo. No obstante, la rubia cerró su puño y con intenciones de golpear la cabeza de Sam tan fuerte como pudieran, aventó un golpe, pero producto a los fluidos que estaban en el suelo resbaló y falló su ataque. No obstante, abrió su mano y lanzó un azotazo que conectó entre las piernas abiertas de la trigueña inconsciente.
Como quien demostraba su punto, Elena observó a Rey.