Chapter 12
Consolador con arnés
La rubia procedió a pararse detrás del chico poco convencido de lo que iba a hacer para mirar por encima del hombro de este, como Samantha yacía tendida justo en frente, boca arriba, sobre el sofá. Pegada totalmente al cuerpo de Rey, no le era difícil a Elena poder imaginar que era un hombre a punto de cogerse a su amiga, inconsciente e indefensa, tendida al alcance de una imponente verga que le había hecho perder la consciencia.
“Si Elena lo dice es porque debe de estar en lo correcto,” se convenció Rey de lo que estaba sucediendo. “Pero, esto que siento al ser obligado a estar con alguien que no está consciente me despierta emociones difíciles de limpiar. Es extraño y perturbador encontrarme sintiendo placer en una situación como esta. Teniendo al hermoso cuerpo nuevo de Samantha con sus piernas, tetas y trasero aún más gruesos que antes a mi merced. Sus ojos cerrados, respirando pusilánime…”
—Rey —dijo Elena con tal de hacer que el chico saliera de su estado de trance y relajara los músculos de su cuerpo tensado. La rubia estaba disfrutando más que nadie. Tener que sostener la verga de Rey con sus manos, centrar el glande por el agujero que se suponía tenía que colar, empujar sus caderas y con esto las de Rey para avanzar le hacía vibrar.
El imponente miembro, centrado, avanzó y siguió avanzando al interior de Sam, por acto de Elena, mientras que Rey se quedó mirando si la trigueña hacía cualquier expresión de incomodidad con tal de detenerse.
—Aunque le duela, a Sam le cuenta decirlo, pero es un dolor rico —repuso Elena junto al oído del joven que se quedaba mirando la situación sin saber qué hacer.
Si la habilidad absoluta de Sam no se activaba, la respuesta era simple, él no tenía que hacer nada, tampoco necesitaba ver, solo debía enfocarse en lo que estaba sintiendo. “A partir de este momento, para ver y actuar está Elena”, se dijo.
Con esto en mente, el chico cerró sus ojos, abrió su boca y tiró su cabeza hacia atrás. Como sus manos le estorbaban, él decidió ponerlas sobre el redondo culo de la rubia, percibiendo como la piel blanca, antes lisa, ahora se sentía como si tuviese los poros erizados al contacto. También sintió los pezones endurecidos sobre las tetas, bien redondas y formadas de Elena recorriéndole por la espalda. Los cabellos rubios le acariciaban el cuello. El embriagante aliento etílico que salía por la nariz. La piel del oído caliente de una chica rozando su rostro. Y el placer de percibir como su verga penetraba el coño rosadito de Samantha, por voluntad de otra persona.
—¿Sabes?… —dijo la rubia ronroneante mientras le acariciaba el abdomen y el pecho con la mano que no usaba—, tan solo he podido hacer esto contigo… y, Elena hizo una pausa, se mordió el labio inferior, como quien se preparaba para hacer una sugerencia descabellada.
Creyendo que no existía nada mejor que una mujer acariciando su cuerpo y su verga mientras le hablaba al oído, sin intenciones de hacerla esperar, el dicho preguntó; —¿Qué? Sabiendo que el comportamiento mimoso de la rubia venía acompañado de un pedido.
—… No he tenido tiempo para pedir, si es posible, unos juguetitos para este momento.
—¿Cómo cuáles? —Volvió a preguntar el chico.
—Uno como el que se veía a Arte usar en el culo, y otro como… el que llevaba puesto la mujer de una de las fotos.
Rey mostró una sonrisa amarga, pero después de la insistencia de Elena por unos cuantos minutos, finalmente cedió e hizo aparecer el pedido de la rubia.
Aún con la verga avanzando lentamente al interior de Samantha que no despertaba, Rey escuchó como a la rubia decir:
—No pares de cogerte a Sam, tienes que encajarle toda la verga —para luego continuar con una descripción gráfica de lo que estaba haciendo con los juguetes que aparecieron justo sobre el respaldar del sofá—. Estoy tan feliz. Que bien que puedo meterme esto con tal de que mi culito no regrese a su tamaño normal y quede bien dilatado para cuando sea mi turno de que me la metas. ¡Ufff! Está grande y casi no quiere entrar. Me duele un poquito al empujarlo, pero si lo saco y le pongo saliva estoy segura de que va a entrar… ¡Uuuuy!, no tengo suficiente saliva, ¿me ayudas? —Elena llevó el objeto metálico adornado con un diamante en el extremo opuesto hasta los labios del chico.
Por un momento, Rey respiró profundo y pudo oler la prueba irrefutable de que la rubia había tratado de introducir el objeto por su orto. Con esas palabras morbosas, ya no le parecía tan mala idea. Conducido por excitación, él abrió la boca y aceptó el objeto, con su lengua saboreo y lubricó aquel tapón metálico por unos segundos, hasta que Elena se lo retiró.
—Qué bien, así me gusta… bien baboso. Sabes, tu baba está ahora en mi culito haciendo posible que esta cosa me entre mientras me la empujo… Ufff, está cediendo cada vez más y más, siento cómo se me abre el culo. ¡Ups! Ya está dentro… ¿Soy una chica mala, no es así? Soy mala porque me gusta jugar con mi culito mientras te estás follando a otra… Mmmm, a esta chica mala le fascinan los culos… no sé qué tengo, pero me excita tanto jugar con ellos… ¿No te molesta si juego con el tuyo? —Rey guardó silencio ante las palabras, en cambio, se tomó cuatro buches de alcohol. Elena decidió continuar—. Bueno, si hiciste aparecer el segundo juguete que te pedí y me dejas estar aquí, detrás de ti… es normal que asuma que si me dejas…. Mmmm, ¿sabes? Ahora me estoy metiendo por el coño la punta opuesta de este consolador con dos extremos… se siente bien estar empalada por dos lugares a la vez. Debo amarrar el arnés para que no se me caiga… esto me deja todo el culo afuera, pero… Uuuu, qué bien se ve, y ¡qué bien se siente! Debo confesarte que mi mayor fantasía como mujer es convertirme en un chico… para cogerme a otro chico. Relájate, ¿sí?…
Rey terminó de tomarse la botella y, siguiendo la guía de la rubia que le forzó hacia delante, se tendió sobre Samantha dejando su trasero empinado. “No reconozco a esta rubia, tampoco me reconozco yo mismo. No tengo el valor para decir nada, nada que no le haga feliz. ¿En dónde quedaron los cinco chicos compuestos y disciplinados que conformaban casi que una familia?”.
Elena, por otro lado, bajó hasta donde estaban las nalgas del chico y tras chuparle los huevos subió con su lengua. Ella llegó al culo del joven y se prendió con mucho empeño, lamió, saboreo e intentó penetrarlo. La rubia también tenía su culo empinado, se contoneaba de un lado a otro como quien quería sentir los dos objetos que tenía enterrados por delante y por detrás, así como el pene plástico que se balanceaba de un lado a otro.
—Oh, sí. Este momento me va a hacer muy feliz, —dijo Elena—. Eso es Rey, cógete bien profundo a Samantha.
A pesar de que Rey no tenía mucha afición por las prácticas amatorias que Elena empleaba, enfocarse en cogerse a Sam le pusieron caliente. Mientras la rubia le acariciaba y presionaba el orto con su lengua humedecida, su verga se adentraba hasta el fondo de la vagina de Sam.
“Definitivamente, dos cosas que no se sienten bien, no pueden crear una que sí,” Se dijo Rey. “Pero, porque no me puedo detener. La sensación de que una mujer me esté chupando el culo me choca mucho. Se supone que sea yo, como hombre, quien pueda chupar el culo de las mujeres, así como penetrarlo y abusar si ellas se dejan.”
Una vez la rubia consideró que era suficiente, de beso en beso, escaló por la espalda del chico hasta tenderse sobre este y decirle al oído. —Si te gusta romperle el culo a una chica no tiene nada de malo que una te lo rompa a ti ¿No es así? Desde hace tiempo que te tenía unas ganas terribles.
Elena se levantó sobre sus rodillas para tener una mejor visión de su pene de plástico. Un objeto bastante realista se empinaba entre sus tetas, justo desde su pubis, mismo objeto cuyo otro extremo ya lo tenía encajado en su coño. Agarrando el dildo con una mano abrió la boca y dejó caer una buena cantidad de saliva sobre este y comenzó a pajearse.
—Ohhh, qué culo más lindo es el que tengo delante. Segura estoy de que es virgen… Ufff… deja que comience, voy a hacer que esta flor termine con sus pétalos abiertos. Acaso, ¿vas a ser un hombre?… ¿Te esforzarás para no gemir y aguantar el dolor? Me muero por saber.
Por fin, Elena se dispuso a dejar de probar el temperamento del joven. Tras sacar saliva de su boca usando dos de sus dedos, ella le volvió a lubricar el ano, se apartó un poco, cogió con más firmeza su verga plástica y presionó el esfínter del chico con fuerza.
“Estoy siendo penetrado,” se dijo Rey cuando sintió como la punta del objeto cilíndrico se abría paso y deslizaba a su interior. “He cometido un gran error, estoy a la merced de esta rubia loca…”
Elena abrió la boca por la excitación, de manera simultánea con sus dos manos se estrujó las tetas, pellizco sus pezones, acarició la piel de su estómago y abrió más las nalgas del chico en frente de ella. Le encendía ver cómo el glande del pene plástico se había perdido dentro del Rey y aunque seguía, este no dejaba escapar ningún gemido. Avanzando poco a poco, ella llegó hasta el final y se volvió a arrojar sobre la musculosa espalda embriagada de placer y excitación desaforada.
—Ahhhh, qué bien se siente dentro de mi coño… pero, prepárate. Esto es hasta que me venga —dijo Elena, quien se volvió a levantar sobre sus rodillas y agarrando por las caderas a Rey, ella retrocedió y acto seguido empujó con fuerza hacia delante.
El movimiento violento hizo que Rey insertará más de la mitad de su verga en el interior de Samantha. Otro y otro empujón le golpeaban contra su dolorido trasero, pero él no podía hacer más que seguir aguantando mientras esperaba a que el coño de la trigueña le asimilara.
“Estoy siendo cogido por una perra en celo, si esto no lo hago por deseo, sexo, pasión o diversión… ¿Entonces porque me dejo?” Se dijo Rey, para continuar reflexionando. “No puedo quitarme esta desagradable sensación de miedo que me retuerce el estómago, ¿por qué me estoy dejando coger?”
Rey estaba intranquilo, aguantaba la respiración con sus músculos tensados, mirando el rostro durmiente de Sam quien no despertaba. Tal vez, el momento no era el más indicado para preguntarse si lo que estaba haciendo era correcto o no. El dolor que estaba sintiendo no era nada del otro mundo, morir resultaba mucho más doloroso que perder el orgullo. Pero, tal vez si alguien le miraba a los ojos y le hiciera saber que todo estaba bien, que su ansiedad estaba justificaba, que era normal sentirse así en la primera vez, el momento no se sentiría tan patético como lo era para él. Además, el alcohol no le hacía efecto alguno. Elena lanzó al aire numerosas carcajadas.
“La manera en la que ella se ríe, es una humillación para mí…
¿No es así?”, pensaba Rey haciendo una mueca con la cual presiona sus dientes. “Ya he soportado muchas humillaciones por parte de Elena, todos en esta casa le han soportado. ¿Qué me hace pensar que soy el único que puede jugar sin enfrentar las consecuencias? Ni ella misma se salva. Sí, no tengo razones para enojarme. No lo hace para humillarme…”
La risa de la rubia se combinaba con los aplausos provocados por un movimiento constante, el rebotar una y otra vez de su pelvis contra el culo del chico hasta perder el equilibrio.
“Mejor que ella cumpla sus fantasías conmigo, que dejar que algún otro sujeto extraño se la coja y la ponga en peligro. No creo ser la única entidad con acceso a droga y alcohol en este mundo. Su cuerpo, contra el mío, que sus tetas toquen mi espalda, saber que tiene algo en el culo y que también está recibiendo placer, es suficiente para que le perdone y pueda seguirle mirando a la cara mientras vivamos bajo el mismo techo. Esto que siento… es diferente…”.
Como quien tenía miedo de que su presa se le escapara, la rubia se aferró con más fuerza y movió sus caderas de manera frenética. Ella presentía que algo no estaba del todo correcto porque Rey no hablaba, ni se movía, tampoco podía verle las expresiones del rostro. Elena quería asegurarse de que él no cambiará su mente porque ella le estuviera penetrando. Después de todo, ella se podía dar cuenta de que su conducta no era justificable, pero la culpa era del alcohol, o al menos, esa era la justificación que tenía planeada ante su falta de tacto. Con su carita de ángel y ojos azules, le era imposible no convencer a nadie de ser una buena persona. Incluso podía admitir tener algún que otro problema, pero no eran cosas que no pudieran solucionarse al dejar de tomar alcohol:
—¡Qué bien! ¡Qué bien! ¡Qué bien! Ahh, Ahhh, Ahhhhhh… —dijo Elena con una risa nerviosa, quien casi que comenzó a convulsionar sobre la espalda del joven que tenía debajo.
“No sé qué decir, no sé qué hacer en esta situación… Ahora que lo pienso, no es como que sepa gemir tan bien como una mujer hacer.” Se dijo Rey, con un nudo en la garganta, pudiendo entender que Elena estaba teniendo un orgasmo.
—Qué corrida más grande estoy teniendo Rey… siiii… qué bien… Gracias a tu culo.
“Su voz me ayuda a relajarme. Suena femenina y muy agradable. Mientras no piense que otro hombre es quien me está haciendo, no me es tan difícil tolerar esta mala impresión. Pero, detrás de su apariencia se oculta algo… puedo notarlo…”
—Dame un segundo, tengo que tomar un respiro, uuufff. “Su respiración está agitada, pero sus palabras suenan apagadas. Ella está fingiendo el orgasmo. Claro, es de mala impresión coger a alguien que se ofrece de mala gana, y no se entrega del todo, ¿no es así?” Pensaba Rey, con un nudo en la garganta. “Ella es más sensible que yo en leer a las personas, tal vez es que yo no esté tratando… pero ¿qué es esto que siento? Acaso… no es amor.”
—Ah, siempre que me vengo así de fuerte lo hago con mi espalda sobre la cama. No sabía que ustedes, los hombres la tenían tan difícil. Habla, dale… —tratando de esconder su llanto, la rubia se sentía tan triste por Rey, como enfadada por ella misma—. Di algo, aunque sea para insultarme, por lo mal que me he portado…
“Apuesto que te preguntas, ¿por qué estás con alguien como yo?” Se dijo Rey para adentro, como quien se ponía en la posición de Elena. “Estoy contigo, con Samantha, Elena y Arte, porque las amo. Sentir placer y disfrutar cosas nuevas me ha hecho perder el sentido, tal vez es que el amor está más cerca cuando se siente dolor. Por eso, en este momento, no pienso dejar que se sientan traicionados por mí, no si puedo impedirlo. Con el antiguo mundo se marchó mi antiguo yo. Quien era como ustedes y también pasaba noches tortuosas, siendo consumido por lágrimas, dolor y penas. Ahora, con tal de protegerles, estoy dispuesto a dar mi vida junto con todo lo que tengo, así como ustedes han hecho conmigo… disfrutemos juntos sin ataduras ni prejuicios.”
—¡Y que lo digas…! —dijo Rey en voz alta, después de mantenerse callado por tanto tiempo, su respuesta hizo que la rubia aguantara la respiración—. Tienes que estar contenta.
Elena, quien ya casi se llevaba las manos a los ojos con tal de escurrirse las lágrimas que se le querían salir, se detuvo ilusionada ante la afirmación que no era pregunta por parte de Rey, un tanto agitado y con motivos suficientes como para complacer a la rubia que le buscaba la lengua le respondió
—Sí. Me rompiste el culo sin parar. Puta sucia… —decir ese tipo de comentarios era vergonzoso, pero tolerable para Rey, quien a pesar de tener el culo roto no podía dejarse caer con tal de hacer a una mujer feliz—. Espero estés contenta. Aunque intente levantarme, tú de cabrona, seguiste cogiéndome. Hasta te pareció gracioso estar martillándome para que sintiera esa verga plástica que tienes puesta entre las piernas deslizándose por mí. Pero, aún no he tenido suficiente de sentirte entrando, saliendo y clavándose… ¿Por qué te detienes? ¿No me digas que el alcohol te pone sensible?
—Ohhh, ¿estás diciendo que siga? ¿Qué te gusta sentir cómo esta verga se desliza por tu culo? —agregó Elena, ilusionada, mordiéndose los labios y reincorporarse con un fuerte azote de sus caderas contra las nalgas de Rey.
El joven asintió con una sonrisa confidente y ella no dijo más.
Elena se recostó encima de Rey prestando atención a los sonidos húmedos que sus cuerpos hacían. Los latidos del corazón y la frecuencia con la cual respiraban sintiéndose tan feliz como nunca por el momento que podía disfrutar. Tener al chico del cual se sentía tan atraída, lo suficientemente dispuesto como para que se le entregara en cuerpo y alma, era una prueba cuyo significado podía entender en carne propia.
Más relajado, centrado en disfrutar el momento y satisfacer sus propias urgencias de follar mientras era follado. Rey perdió el sentido del tacto y avanzó su verga tanto como pudo al interior del cuerpo de la trigueña durmiente.
La vagina de Samantha, aún no muy ajustada al tamaño de la verga de Rey, fue forzada a estirarse más allá de sus límites porque de una embestida el chico golpeó sus huevos contra la parte interna de la trigueña que despertó dando un grito alucinante.
Samantha con sus manos usó todas sus fuerzas para empujar a Rey hacia atrás y creyó que lo había conseguido si no hubiera sido porque este último le volvió a embestir. Así, una y otra y otra vez.
Rey sentía que mientras su verga gruesa y dura entraba en el coño de Sam, su trasero se alejaba de Elena y cuando él se alejaba de la trigueña sucedía lo inverso con respecto a la rubia.
—¡¿Qué es esto por dios?! —gritó Samantha casi desesperada, creyendo que no podía aguantar tanto placer.
Elena quiso satisfacer las dudas de su amiga, como quien tenía el control de la situación embistió el culo de Rey e hizo que el mismo golpeara sus huevos contra Samantha. La rubia pasó su cabeza por el lado del cuello de Rey y miró a su amiga a los ojos.
—No lo vas a creer, pero estos movimientos son porque él está comenzando a disfrutar de la enculada que le estoy dando. Sí… Sam, sí… tengo un arnés entre las piernas y me estoy cogiendo al chico que te está cogiendo a la vez.
Los ojos de Sam se volvieron a revirar. La noticia proporcionada por los labios de Elena hizo que un rayo de corriente se disparara desde el cerebro hasta lo que estaba entre las piernas de la trigueña. Samantha no pudo controlar que su cuerpo comenzara a estremecerse, casi en el mismo proceso que le había sucedido cuando se enterró el glande de la verga de Rey. Pero Elena no iba a permitir que su amiga se desmayara nuevamente. No, ahora que recién despertaba y se unía a la fiesta.
—¡Rey! Sácale la verga y tan duro como puedas azótale el clítoris —demandó la rubia.
Como quien seguía órdenes irrefutables de un general, el chico retrocedió de una, adentrándose por completo el dildo que tenía Elena. Con su mano derecha se agarró el miembro y como si fuese un látigo azotó justo sobre el inicio de la raja de Sam.
Samantha regresó al presente, junto a un grito involuntario se dio lugar el reflejo de cerrar sus piernas para protegerse la zona tan sensible que había sido golpeada con violencia. Por parte de su amiga, la situación tenía sentido. Si el placer le hacía desmayarse, el dolor le mantendría en el presente.
Elena y Rey se besaron, mientras que Sam, entre convulsiones y espasmos de sus pies, solo podía ver. Ella intentaba dejar su mente en blanco, ignorar que Rey movía sus caderas y se meneaba con más soltura mientras frotaba su verga contra el clítoris descapuchado de ella. Como Elena no paraba de abrazar y acariciar aquel cuerpo de abdomen y pectorales tan tensado que se definían con la luz. —¡Dios, qué ganas tengo de comerme todo eso! —exclamó la trigueña viciada por el éxtasis del momento. Además, ella aún recordaba las fotos de Arte y debía admitir, que, a pesar de haber bebido por todo ese tiempo, el ambiente olía delicioso.
La rubia estaba contenta, tanto que podía morir en ese momento, pero no olvidaba que le había dicho a su amiga algo tan impactante. Los ojos de Sam reflejaban envidia. Como buena “amiga” que era, sabía que la trigueña quería follarse al chico que ella se estaba cogiendo.
Rey incorporó su cabeza, bajó la mirada y vio justo a los ojos abiertos de Sam, ella medio embobada aún le miraba con mucho fuego. Para él tal vez Elena no era la única loca del grupo que quería experimentar cuanto pudiera.
Samantha reemplazó la mano de Rey con la suya, acarició sus huevos y después el tronco del miembro. Tras moverse un poquito, ella se las ingenió para introducir el glande entre sus labios vaginales.
—¡Ahhhh! ¿Rey?
—Sí —respondió el chico.
—¿Cómo dejaste que ella te rompiera el culo primero? — preguntó Sam mientras se enterraba la verga más y más.
“No tengo respuestas, ya se me agotaron las ideas por decir tantas cosas sucias a Elena,” Pensaba Rey quien estaba a punto de encogerse de hombros y restarle importancia al asunto.
—Es que se lo pedí primero —respondió Elena, para continuar—, no ser una ‘mojigata’ tiene sus ventajas y ¿qué hubiera sido lo peor que me hubiera dicho? ‘No’ Ja, para mí ‘No’ significa ‘Nueva oportunidad’… le hubiera seguido insistiendo.
“Quien te escucha hablando tan triunfante cuando estuviste a punto de llorar,” se dijo Rey.
Samantha, por otro lado, se mordió los labios. No era menos cierto que ella nunca se había atrevido a preguntarle a un chico por semejante cosa. ¿Y si el chico se enojaba con ella? Era la pregunta que más le hacía pensar en dicha situación, también el miedo al rechazo es algo que es difícil de superar. Por ende, y por ser la segunda, a ella no le quedaba otro remedio que seguir en la posición en la cual estaba. Esperar callada a que fuera su turno.
La trigueña sentía que se le adormecían las piernas por tenerlas levantadas tanto tiempo, aun así, apenas se metió, como pudo, la verga de Rey en su vagina, que ya no era tan pequeña, empezó a mover su cadera por unos minutos.
—Sabes, Sam, Rey ha estado dándote por el coño desde hace un buen rato. Me da curiosidad saber qué tan sudadas y empalagosas están sus bolas… —dijo Elena mientras abrazaba el cuerpo del chico y lo retiraba—. ¿Por qué no te le acercas?
Al tener toda la verga afuera, bajo la mirada de la rubia, Samantha decidió que no era mala idea darse la vuelta y acercar su rostro al miembro del joven. La trigueña se reincorporó con sus rodillas sobre el sofá y tras agachar la cara pudo acercarse a los testículos de Rey. El inmenso trozo de sangre estaba cubierto por fluidos vaginales blancos, un espeso líquido totalmente diferente al que ella soltaba para lubricar. —Sí que están mojadas… el líquido sobre su verga no huele a nada, Mmm, pero bajo sus huevos… aquí huele distinto… huelen a sudor.
“¡Por dios!”, se dijo Rey al ver la perfecta oportunidad de usar las tetas de la trigueña con tal de hacerse una paja. Después de todo, para algo tenían que servir después de que se engrandecieron tanto como lo estaban.
Sin embargo, Elena agarró la verga de Rey y la levantó, mientras arrojó al aire una pregunta ronroneante —¿Te gusta el olor?
—Sí —respondió Sam dando una respiración mucho más honda.
—¿Si te gusta tanto porque no lo demuestras? —agregó Elena.
Sam tragó en seco, se posicionó boca abajo nuevamente, una vez acostada se adentró el saco escrotal del chico dentro de su boca tanto como pudo para chuparlo con huevo y todo. Sin contar la sensación de que estaba tendida en su propia orina sobre el sofá, a Sam no le parecía mala la idea de ser tratada como una perra sucia. Tras el primer chupón, ella sacó su lengua y lamió los huevos de Rey al mismo tiempo que abrió bien sus ojos.
Ahí, desde abajo, la trigueña fue capaz de ver al consolador plástico penetrando el culo del chico, como los labios del coño de Elena se entregarían por la abertura del arnés, también que esta tenía puesto un plug anal.
—¡¿Desde cuándo teníamos juguetes como estos?! —se quejó Sam.
—Ahhh… Desde que los pedí en buena forma, todo pasó cuando estabas desmayada —respondió Elena mientras se aseguraba que el dildo que llevaba puesto entrara hasta el final y saliera hasta casi sacarlo, con lentitud, en el orto de Rey, sobre el rostro de su amiga—. Ahora, como creo que tanto lo quieres, espero no tengas ningún inconveniente en probarlo también…
Desde arriba, al control de la situación, Elena sacó el pene realista de dentro del ano de Rey y procedió a introducirlo justo a la boca bien abierta de Samantha.
La trigueña se meneaba y retorcía, tanto que con uno de sus dedos comenzó a darse bien duro en el clítoris mientras chupaba tanto como podía el dildo de Elena.
Rey sentía la maravillosa paja que la rubia le hacía desde atrás y con imaginar a Samantha, bajo sus pies, chupando como una perrita, lo que él había tenido metido en el culo le era suficiente para casi venirse.
—Uuuu, así se hace… ¿Sabes? Creo que lo que más necesita limpieza es el culo de Rey, porque no le pides para chuparlo…
—agregó Elena.
Titubeando como una niña que no sabía cómo pedir algo, la trigueña le dio varias vueltas al asunto, hasta que un tímido —¿puedo? —se hizo escuchar.
Al escuchar esta pregunta, Rey se inclinó un poco más, hasta pasar sus piernas un poco más allá de las tetas de la trigueña, y con sus manos se abrió las nalgas para que ella pudiera tener mejor acceso al área.
“Elena lo hace cada vez que se le antoja, pero escuchar a Samantha pidiendo por ello…” Se decía Rey. “Es excitante.”
Elena retrocedió un poco, quería tener un mejor ángulo de
cómo Samantha restregaba su cara por el culo de Rey. La trigueña enseguida sacó su lengua y ahí se le vio lamiendo como quien quería penetrar. Siéndole muy fácil adentrar más de la mitad al interior de aquel culo abierto.
—¿A qué sabe el culo de un hombre? —le preguntó Elena a Samantha con mucha casualidad.
—Ignorando que esté en específico no se lavó y ha sido enculado hasta el fondo… no deja de sentirse glorioso… me encanta. Sabe a culo, por donde sale la caca y los pedos, a sudor, ha prohibido y oscuro. ¿A qué más va a saber? —dijo Samantha con mucho entusiasmo, como quien no podía dejar de chupar por un segundo, pues no sabía cuándo se le daría la oportunidad.
“Caca y pedos no era necesario,” se dijo Rey como quien ya no sabía si podría seguir soportando la vergüenza.
—¿Has escuchado del doble cero? —preguntó la rubia, —es como el sesenta y nueve, pero en este caso ambos se centran en tan solo besarse el ojete… Creo que Rey y tú tienen la elasticidad adecuada.
Rey no tenía motivos para poner objeción, Samantha mostró una sonrisa de oreja a oreja ante la típica situación en la que podían experimentar algo que nunca habían hecho con anterioridad.
Al mismo tiempo que Rey se inclinaba hacia adelante, Elena le azotó las nalgas con fuerza. Para ella, las nalgas musculosas de un chico no rebotan ni se enrojecen tan fácilmente como lo hace el trasero de una muchacha. Aun así, era fantástico poder darle nalgadas a un hombre. Los azotes fueron suficientes para que el culo de Rey se enrojeciera justo antes de que Sam pusiera su cara contra este y comenzará a pasar su lengua de manera desenfrenada.
Sin nada mejor que hacer, Elena comenzó a hacerse una paja ante aquellos dos chicos que se comían el culo, el uno al otro, sin despegarse. La situación de verles follando entre ellos, en vivo y en directo, era mejor que ver cualquier porno.
Samantha sentía que Rey le imitaba. Cada vez que ella lamía, él lo hacía y cuando ella metía su lengua tan profundo como podía, él también. Más que eso, la hembra podía sentir los huevos del chico sobre su garganta y como la verga de este hacía fricción entre sus tetas. Tan excitada estaba que no lo pensó dos veces para hablar. —Rey… puedes darme un juguete a mí también…
—Sí. Pero ¿qué tienes en mente? —preguntó él después de afirmar, no por querer saber que iba a hacer la trigueña, sino que quería saber lo que ella buscaba en específico.
—Quiero un collar, uno con una cuerda, para ponerlo en el cuello a esta perra que bien creo le ha llegado el turno de cumplir con su promesa —demandó Sam refiriéndose a Elena.
Ante las palabras de la trigueña, la rubia mantuvo el silencio y aceleró el movimiento de su mano sobre el dildo que se le conectaba al coño.
Tomando el silencio de Elena como un sí, Rey hizo aparecer el pedido de la trigueña. Sam rompió la posición del doble cero para acercarse a su amiga y mirarle la cara de excitada que tenía. Tras besarla con pasión e intercambiar saliva, ella le colocó el collar en el cuello a la rubia y se acostó en frente de la misma.
—Elena, mientras Rey te taladra el culo, quiero que me cojas a mí… —dijo Sam dirigiendo el consolador justo hasta la entrada de su ano—. Pero primero, limpiame el coño todo abierto que tengo con tu lengua.
La rubia, como buena perrita que era, se inclinó hacia delante y comenzó a lamer el coño de su amiga que le tiraba del collar cada vez que entendió era suficiente.
Rey veía cómo Elena obedecía las órdenes. Ella se echó empinando su culo, chupó, lamió y saboreo el coño de Sam.
—Ya es tiempo que me abras el culo… —dijo Sam tirando de la cuerda—, Y de que te lo rompan a ti… Pídeselo a Rey, como la zorra que eres…
“Nunca creería que en este tipo de situaciones se hablara tanto,” se quejaba Rey. “Después de todo, siempre dicen que en el sexo la comunicación es muy importante.”
—Rey —dijo Elena con su actitud mimosa y ronroneante, mientras sostenía las manos detrás de su espalda y dejaba que Sam tomara control sobre el dildo—. Metémela… no importa que me duela, no importa lo que grita, metémela por el culo… rompeme toda…
“Bueno, ya que vamos a hablar el uno al otro con tal de calentar la situación…” Rey dio una sonrisa y en cuestión de segundos se incorporó detrás de la rubia para hablarle al oído.
—¿Qué se siente ser un chico que va a ser cogido por otro chico?
Tras las palabras, Elena se estremeció casi sin control. Todos los poros de su cuerpo se levantaron y un escalofrío le invadió por el cuello. Era verdad, ahora ella era Rey, estaba en la posición que él había estado e iba a sentir lo mismo que él había sentido. Ella levantó aún más su trasero y con disposición usó sus manos para abrirse las nalgas para dejar a la vista su precioso ojete.
—Ummm, con que este culo tiene un tapón… déjame sacarlo —dijo Rey mientras que se valió de dos de sus dedos para tirar suavemente del objeto adornado con un diamante en el otro extremo. Una vez el pug anal salió, aquel culito se cerró casi que con fuerza—. Creo que aún no está tan bien abierto como me apetece, déjame empezar por lubricar este dedo metiéndotelo en tu coño todo chorreante.
Rey pasó a hacer lo que había dicho y aunque la raja de Elena ya estaba invadida por un consolador, después de empujar pudo hacer espacio para adentrar su dedo pulgar.
—En verdad eres toda una zorrita, mira lo mojada que estás… ahora, déjame lubricar el culito ese. —dijo Rey mientras metió su dedo con algo de brusquedad hasta el fondo de la cavidad rectal de la rubia y acto seguido hizo movimientos circulares. Podría decirse que su dedo pulgar tenía el mismo grosor y tamaño que los dedos medio e índice de Sam. —Qué caliente se siente aquí dentro, mucho más que en tu coño.
Sam se había quedado tranquila, no quería apresurar su penetración porque le interesaba que dicho evento fuera simultáneo con el de su amiga. Por eso esperaba ansiosa con la punta del dildo en la entrada de su culo, escuchando las palabras de Rey.
—Me rompiste el culo, rubia… ahora es momento para que yo rompa el tuyo. Sabes, los hombres nacieron para aguantar — dijo Rey sacando su dedo de dentro de Elena para acto seguido apoyar la cabeza de su verga sobre el esfínter del culo de la rubia. Poco a poco, Rey fue haciendo presión, pero su verga no entraba en aquel orto, sino que Elena se movía hacia delante, metiendo así el consolador al interior de Sam. Una vez la rubia no tuvo más sitio para avanzar, ella sintió cómo se le clavaba el miembro de Rey en su culo.
“Yo lo hice por amor, vamos a ver que tanto está dispuesta ella a amarme”, se dijo Rey.
Elena tenía que aguantar, no podía permitirse gritar o quejarse, ya que Rey no lo había hecho. Ella tenía que mostrarse dispuesta y aguantar, aunque el consolador que ella tenía no era ni la mitad de grande que la verga que estaba intentando profanar su agujero. Tampoco era la primera vez que ella tenía sexo anal y si había sido la primera vez de Rey. Además, Rey no había tenido ningún tipo de preparación física.
El pene de Rey siguió avanzando y la resistencia en contra aumentó. El dolor placentero se intensificó de forma exponencial, tanto que se volvió en una sensación cortante, aun así, la verga continuó su camino. De un momento a otro, un “clack” se sintió justo en el culo de Elena.
—¡¡¡Aaaaaaahhh!!! ¡¡¡Mi culoooo!!! —gritó la rubia al mismo tiempo que por reflejos de su cuerpo intentó salirse, pero por decisión se quedó.
Rey agarró con sus manos las caderas de Elena y continuó avanzando con una sonrisa en su rostro. Samantha, por otro lado, tenso aún más la cuerda que amarraba a su amiga por el cuello como para no dejarle escapar.
—Aaah. Sssss, espera, espera, no te muevas, por favor —entre quejidos y gimoteaba, Elena tensando los músculos de su rostro.
Rey, un tanto concernido por el sufrimiento de la chica, retiró su verga de dentro del culo de Elena para ver como unas gotas de algo que parecía sangre ligada con otras cosas que se encontraban en la cavidad rectal de la rubia le cubrían el glande.
—Porque la sacaste cuando dije que no te movieras… — reclamó Elena.
—Ohhh, conque así de excitante es cuando alguien llora lágrimas de dolor… —agregó Sam mientras que tiró aún más de la cuerda. —Rey, me haces el favor y le clavas la verga hasta el final a esta puta. Ese era el trato, sin importar que grite todo lo que quiera… rómpele el ojete como ella te lo pidió.
Elena había dicho semejantes palabras porque estaba excitada, pero en el momento la situación no le resultaba tan excitante. Para ella el sexo en sí era buscar placer y alejarse lo más que pudiera del dolor. También disfrutaba con el sufrimiento de otras personas, pero no el de ella personalmente.
“Ya con la orina de Sam es suficiente,” Se dijo Rey al hacer desaparecer el contenido que tenía Elena en sus intestinos, así como también dejó caer una cantidad considerable de saliva sobre su verga.
—¡No! ¡Ya no quiero seguir! ¡Necesito más tiempo! Rey… —dijo ella empujando con su mano el cuerpo de Rey al mismo tiempo que se cubría el culo con la otra—. ¡No lo dije en serio!
¡No, Rey, ¡por favor sigue que no puedo más!... ¡Te juro que si no me la vuelves a meter!… ¡¡¡Arrggggg!!! ¡¡¡Sí!!! ¡¡¡Qué bien es tenerla dentro!!!
En el mismo momento que Elena trataba de negociar y hablar su salida de la situación, Rey le enterró su enorme verga de vuelta al interior del culo de su amiga. Después del grito desgarrante, la rubia respiró tan profundo como pudo, con su boca bien abierta. Ella quería ser una niña buena mientras trataba de procesar el dolor que sentía, y suponía que le iban a sacar la verga y le dejarían descansar el culo. Pero su suposición no fue correcta.
—Así es como tiene que ser, no dejes que me arrepienta… —dijo Elena entre dientes, cuál si sufriera cambio de personalidades.
La sensación de adentrar todo su miembro en un orificio estrecho hizo que el chico enloqueciera, olvidándose de que el culito de la rubia no estaba preparado.
—Dale bien duro a esta puta, que llora cuando se la sacan, pero goza cuando se la meten —Gritó Sam quien también estaba empalada por su culo con el dildo de Elena que ponía sus ojos en blanco.
Tras las palabras de la trigueña, Rey comenzó a bombear y follarse a la rubia con fuerza, ignorando los gritos sordos de esta.
—¡¡¡Siiii!!!… ¡¡¡¡Me estás rompiendo!!!!… —gritaba Elena, con una expresión de felicidad incontenible en su rostro. —¡Sí!
¡No pares, ahhhhh! ¡¡¡¡Sisisisisis!!!!…
La rubia empinaba diligentemente sus caderas con tal de sentir cómo el impresionante pedazo de carne se le abría paso en sus entrañas.
—Dale más duro, hasta que no le llenes el culo de leche, no pares… —gritó Sam una y otra vez.
Las embestidas de Rey quien salía y entraba de dentro de la rubia, duraron por un buen rato, tanto que Elena ya no gritaba más, se le notaba cansada y con la boca bien seca. La rubia ya se comportaba como si fuese una muñeca de trapo y se dejaba encajar toda aquella verga desde la punta hasta la base sin protestar.
Con el ritmo constante y las embestidas largas a un ano que le abrazaba la verga con fuerzas, Rey anunció que estaba a punto de venirse, lo cual embullo a Samantha a que se desenculara y cambiará su posición. Con los últimos meneos del joven, toda la leche hirviente que este cargaba en sus huevos salió disparada al interior de los intestinos de la rubia.
Una vez el orgasmo de Rey terminó, este soltó su agarre y Elena, quien ya estaba arrodillada, cayó desplomada de boca hacia delante. Samantha se hizo espacio entre su amiga y el chico, la trigueña tenía la boca abierta y estaba a punto de hacer lo que más le encantaba.
Rey pudo ver cómo el culo empinado de la rubia había quedado bien abierto, podría decirse que tenía el diámetro de un vaso, y de este se escurría hacia afuera leche combinada con sangre.
Samantha titubeó por un momento, pero después de confirmar la ausencia de ‘otras cosas’ no lo pensó dos veces y se lanzó a lamer todo aquello.
Rey retrocedió tanto que se tiró de espalda sobre el sofá con tal de disfrutar de la vista y tomar un poco de aire. Aunque el sofá oliera mal y estuviera embarrado de semen, fluidos vaginales, sangre y orina, él creía que sería una lástima cambiarlo por ser el recuerdo de algo tan lindo. Pero, si no lo hacía, quedaría apestando, aunque los recuerdos fueran hermosos. El sofá tal vez terminaría reemplazado en otra oportunidad, ahora lo que más le importaba a Rey eran otras cosas. Como, por ejemplo, en ese momento, Samantha quien le chupaba el culo a su amiga, le daba la espalda y sus ojos estaban fijos en aquellas nalgas redondas.
Que Sam se inclinara de esa manera, entre él y Elena, dejando su coño al descubierto, como si se la estuviera ofreciendo, significaba que tenía cosas más urgentes que requerían de los esfuerzos de su, para nada, modesta verga.
“Qué bueno es ser joven”, se dijo Rey mientras acariciaba el lomo de su miembro viril, como si le premiará por mantenerse de pie, listo para otra batalla.