Una casa y cinco jóvenes

Chapter 12
Consolador con arnés


La rubia procedió a pararse detrás del chico poco convencido de lo que iba a hacer para mirar por encima del hombro de este, como Samantha yacía tendida justo en frente, boca arriba, sobre el sofá. Pegada totalmente al cuerpo de Rey, no le era difícil a Elena poder imaginar que era un hombre a punto de cogerse a su amiga, inconsciente e indefensa, tendida al alcance de una imponente verga que le había hecho perder la consciencia.

“Si Elena lo dice es porque debe de estar en lo correcto,” se convenció Rey de lo que estaba sucediendo. “Pero, esto que siento al ser obligado a estar con alguien que no está consciente me despierta emociones difíciles de limpiar. Es extraño y perturbador encontrarme sintiendo placer en una situación como esta. Teniendo al hermoso cuerpo nuevo de Samantha con sus piernas, tetas y trasero aún más gruesos que antes a mi merced. Sus ojos cerrados, respirando pusilánime…”

—Rey —dijo Elena con tal de hacer que el chico saliera de su estado de trance y relajara los músculos de su cuerpo tensado. La rubia estaba disfrutando más que nadie. Tener que sostener la verga de Rey con sus manos, centrar el glande por el agujero que se suponía tenía que colar, empujar sus caderas y con esto las de Rey para avanzar le hacía vibrar.

El imponente miembro, centrado, avanzó y siguió avanzando al interior de Sam, por acto de Elena, mientras que Rey se quedó mirando si la trigueña hacía cualquier expresión de incomodidad con tal de detenerse.

—Aunque le duela, a Sam le cuenta decirlo, pero es un dolor rico —repuso Elena junto al oído del joven que se quedaba mirando la situación sin saber qué hacer.

Si la habilidad absoluta de Sam no se activaba, la respuesta era simple, él no tenía que hacer nada, tampoco necesitaba ver, solo debía enfocarse en lo que estaba sintiendo. “A partir de este momento, para ver y actuar está Elena”, se dijo.

Con esto en mente, el chico cerró sus ojos, abrió su boca y tiró su cabeza hacia atrás. Como sus manos le estorbaban, él decidió ponerlas sobre el redondo culo de la rubia, percibiendo como la piel blanca, antes lisa, ahora se sentía como si tuviese los poros erizados al contacto. También sintió los pezones endurecidos sobre las tetas, bien redondas y formadas de Elena recorriéndole por la espalda. Los cabellos rubios le acariciaban el cuello. El embriagante aliento etílico que salía por la nariz. La piel del oído caliente de una chica rozando su rostro. Y el placer de percibir como su verga penetraba el coño rosadito de Samantha, por voluntad de otra persona.

—¿Sabes?… —dijo la rubia ronroneante mientras le acariciaba el abdomen y el pecho con la mano que no usaba—, tan solo he podido hacer esto contigo… y, Elena hizo una pausa, se mordió el labio inferior, como quien se preparaba para hacer una sugerencia descabellada.

Creyendo que no existía nada mejor que una mujer acariciando su cuerpo y su verga mientras le hablaba al oído, sin intenciones de hacerla esperar, el dicho preguntó; —¿Qué? Sabiendo que el comportamiento mimoso de la rubia venía acompañado de un pedido.

—… No he tenido tiempo para pedir, si es posible, unos juguetitos para este momento.

—¿Cómo cuáles? —Volvió a preguntar el chico.

—Uno como el que se veía a Arte usar en el culo, y otro como… el que llevaba puesto la mujer de una de las fotos.

Rey mostró una sonrisa amarga, pero después de la insistencia de Elena por unos cuantos minutos, finalmente cedió e hizo aparecer el pedido de la rubia.

Aún con la verga avanzando lentamente al interior de Samantha que no despertaba, Rey escuchó como a la rubia decir:

—No pares de cogerte a Sam, tienes que encajarle toda la verga —para luego continuar con una descripción gráfica de lo que estaba haciendo con los juguetes que aparecieron justo sobre el respaldar del sofá—. Estoy tan feliz. Que bien que puedo meterme esto con tal de que mi culito no regrese a su tamaño normal y quede bien dilatado para cuando sea mi turno de que me la metas. ¡Ufff! Está grande y casi no quiere entrar. Me duele un poquito al empujarlo, pero si lo saco y le pongo saliva estoy segura de que va a entrar… ¡Uuuuy!, no tengo suficiente saliva, ¿me ayudas? —Elena llevó el objeto metálico adornado con un diamante en el extremo opuesto hasta los labios del chico.

Por un momento, Rey respiró profundo y pudo oler la prueba irrefutable de que la rubia había tratado de introducir el objeto por su orto. Con esas palabras morbosas, ya no le parecía tan mala idea. Conducido por excitación, él abrió la boca y aceptó el objeto, con su lengua saboreo y lubricó aquel tapón metálico por unos segundos, hasta que Elena se lo retiró.

—Qué bien, así me gusta… bien baboso. Sabes, tu baba está ahora en mi culito haciendo posible que esta cosa me entre mientras me la empujo… Ufff, está cediendo cada vez más y más, siento cómo se me abre el culo. ¡Ups! Ya está dentro… ¿Soy una chica mala, no es así? Soy mala porque me gusta jugar con mi culito mientras te estás follando a otra… Mmmm, a esta chica mala le fascinan los culos… no sé qué tengo, pero me excita tanto jugar con ellos… ¿No te molesta si juego con el tuyo? —Rey guardó silencio ante las palabras, en cambio, se tomó cuatro buches de alcohol. Elena decidió continuar—. Bueno, si hiciste aparecer el segundo juguete que te pedí y me dejas estar aquí, detrás de ti… es normal que asuma que si me dejas…. Mmmm, ¿sabes? Ahora me estoy metiendo por el coño la punta opuesta de este consolador con dos extremos… se siente bien estar empalada por dos lugares a la vez. Debo amarrar el arnés para que no se me caiga… esto me deja todo el culo afuera, pero… Uuuu, qué bien se ve, y ¡qué bien se siente! Debo confesarte que mi mayor fantasía como mujer es convertirme en un chico… para cogerme a otro chico. Relájate, ¿sí?…

Rey terminó de tomarse la botella y, siguiendo la guía de la rubia que le forzó hacia delante, se tendió sobre Samantha dejando su trasero empinado. “No reconozco a esta rubia, tampoco me reconozco yo mismo. No tengo el valor para decir nada, nada que no le haga feliz. ¿En dónde quedaron los cinco chicos compuestos y disciplinados que conformaban casi que una familia?”.

Elena, por otro lado, bajó hasta donde estaban las nalgas del chico y tras chuparle los huevos subió con su lengua. Ella llegó al culo del joven y se prendió con mucho empeño, lamió, saboreo e intentó penetrarlo. La rubia también tenía su culo empinado, se contoneaba de un lado a otro como quien quería sentir los dos objetos que tenía enterrados por delante y por detrás, así como el pene plástico que se balanceaba de un lado a otro.

—Oh, sí. Este momento me va a hacer muy feliz, —dijo Elena—. Eso es Rey, cógete bien profundo a Samantha.

A pesar de que Rey no tenía mucha afición por las prácticas amatorias que Elena empleaba, enfocarse en cogerse a Sam le pusieron caliente. Mientras la rubia le acariciaba y presionaba el orto con su lengua humedecida, su verga se adentraba hasta el fondo de la vagina de Sam.

“Definitivamente, dos cosas que no se sienten bien, no pueden crear una que sí,” Se dijo Rey. “Pero, porque no me puedo detener. La sensación de que una mujer me esté chupando el culo me choca mucho. Se supone que sea yo, como hombre, quien pueda chupar el culo de las mujeres, así como penetrarlo y abusar si ellas se dejan.”

Una vez la rubia consideró que era suficiente, de beso en beso, escaló por la espalda del chico hasta tenderse sobre este y decirle al oído. —Si te gusta romperle el culo a una chica no tiene nada de malo que una te lo rompa a ti ¿No es así? Desde hace tiempo que te tenía unas ganas terribles.

Elena se levantó sobre sus rodillas para tener una mejor visión de su pene de plástico. Un objeto bastante realista se empinaba entre sus tetas, justo desde su pubis, mismo objeto cuyo otro extremo ya lo tenía encajado en su coño. Agarrando el dildo con una mano abrió la boca y dejó caer una buena cantidad de saliva sobre este y comenzó a pajearse.

—Ohhh, qué culo más lindo es el que tengo delante. Segura estoy de que es virgen… Ufff… deja que comience, voy a hacer que esta flor termine con sus pétalos abiertos. Acaso, ¿vas a ser un hombre?… ¿Te esforzarás para no gemir y aguantar el dolor? Me muero por saber.

Por fin, Elena se dispuso a dejar de probar el temperamento del joven. Tras sacar saliva de su boca usando dos de sus dedos, ella le volvió a lubricar el ano, se apartó un poco, cogió con más firmeza su verga plástica y presionó el esfínter del chico con fuerza.

“Estoy siendo penetrado,” se dijo Rey cuando sintió como la punta del objeto cilíndrico se abría paso y deslizaba a su interior. “He cometido un gran error, estoy a la merced de esta rubia loca…”

Elena abrió la boca por la excitación, de manera simultánea con sus dos manos se estrujó las tetas, pellizco sus pezones, acarició la piel de su estómago y abrió más las nalgas del chico en frente de ella. Le encendía ver cómo el glande del pene plástico se había perdido dentro del Rey y aunque seguía, este no dejaba escapar ningún gemido. Avanzando poco a poco, ella llegó hasta el final y se volvió a arrojar sobre la musculosa espalda embriagada de placer y excitación desaforada.

—Ahhhh, qué bien se siente dentro de mi coño… pero, prepárate. Esto es hasta que me venga —dijo Elena, quien se volvió a levantar sobre sus rodillas y agarrando por las caderas a Rey, ella retrocedió y acto seguido empujó con fuerza hacia delante.

El movimiento violento hizo que Rey insertará más de la mitad de su verga en el interior de Samantha. Otro y otro empujón le golpeaban contra su dolorido trasero, pero él no podía hacer más que seguir aguantando mientras esperaba a que el coño de la trigueña le asimilara.

“Estoy siendo cogido por una perra en celo, si esto no lo hago por deseo, sexo, pasión o diversión… ¿Entonces porque me dejo?” Se dijo Rey, para continuar reflexionando. “No puedo quitarme esta desagradable sensación de miedo que me retuerce el estómago, ¿por qué me estoy dejando coger?”

Rey estaba intranquilo, aguantaba la respiración con sus músculos tensados, mirando el rostro durmiente de Sam quien no despertaba. Tal vez, el momento no era el más indicado para preguntarse si lo que estaba haciendo era correcto o no. El dolor que estaba sintiendo no era nada del otro mundo, morir resultaba mucho más doloroso que perder el orgullo. Pero, tal vez si alguien le miraba a los ojos y le hiciera saber que todo estaba bien, que su ansiedad estaba justificaba, que era normal sentirse así en la primera vez, el momento no se sentiría tan patético como lo era para él. Además, el alcohol no le hacía efecto alguno. Elena lanzó al aire numerosas carcajadas.

“La manera en la que ella se ríe, es una humillación para mí…

¿No es así?”, pensaba Rey haciendo una mueca con la cual presiona sus dientes. “Ya he soportado muchas humillaciones por parte de Elena, todos en esta casa le han soportado. ¿Qué me hace pensar que soy el único que puede jugar sin enfrentar las consecuencias? Ni ella misma se salva. Sí, no tengo razones para enojarme. No lo hace para humillarme…”

La risa de la rubia se combinaba con los aplausos provocados por un movimiento constante, el rebotar una y otra vez de su pelvis contra el culo del chico hasta perder el equilibrio.

“Mejor que ella cumpla sus fantasías conmigo, que dejar que algún otro sujeto extraño se la coja y la ponga en peligro. No creo ser la única entidad con acceso a droga y alcohol en este mundo. Su cuerpo, contra el mío, que sus tetas toquen mi espalda, saber que tiene algo en el culo y que también está recibiendo placer, es suficiente para que le perdone y pueda seguirle mirando a la cara mientras vivamos bajo el mismo techo. Esto que siento… es diferente…”.

Como quien tenía miedo de que su presa se le escapara, la rubia se aferró con más fuerza y movió sus caderas de manera frenética. Ella presentía que algo no estaba del todo correcto porque Rey no hablaba, ni se movía, tampoco podía verle las expresiones del rostro. Elena quería asegurarse de que él no cambiará su mente porque ella le estuviera penetrando. Después de todo, ella se podía dar cuenta de que su conducta no era justificable, pero la culpa era del alcohol, o al menos, esa era la justificación que tenía planeada ante su falta de tacto. Con su carita de ángel y ojos azules, le era imposible no convencer a nadie de ser una buena persona. Incluso podía admitir tener algún que otro problema, pero no eran cosas que no pudieran solucionarse al dejar de tomar alcohol:

—¡Qué bien! ¡Qué bien! ¡Qué bien! Ahh, Ahhh, Ahhhhhh… —dijo Elena con una risa nerviosa, quien casi que comenzó a convulsionar sobre la espalda del joven que tenía debajo.

“No sé qué decir, no sé qué hacer en esta situación… Ahora que lo pienso, no es como que sepa gemir tan bien como una mujer hacer.” Se dijo Rey, con un nudo en la garganta, pudiendo entender que Elena estaba teniendo un orgasmo.

—Qué corrida más grande estoy teniendo Rey… siiii… qué bien… Gracias a tu culo.

“Su voz me ayuda a relajarme. Suena femenina y muy agradable. Mientras no piense que otro hombre es quien me está haciendo, no me es tan difícil tolerar esta mala impresión. Pero, detrás de su apariencia se oculta algo… puedo notarlo…”

—Dame un segundo, tengo que tomar un respiro, uuufff. “Su respiración está agitada, pero sus palabras suenan apagadas. Ella está fingiendo el orgasmo. Claro, es de mala impresión coger a alguien que se ofrece de mala gana, y no se entrega del todo, ¿no es así?” Pensaba Rey, con un nudo en la garganta. “Ella es más sensible que yo en leer a las personas, tal vez es que yo no esté tratando… pero ¿qué es esto que siento? Acaso… no es amor.”

—Ah, siempre que me vengo así de fuerte lo hago con mi espalda sobre la cama. No sabía que ustedes, los hombres la tenían tan difícil. Habla, dale… —tratando de esconder su llanto, la rubia se sentía tan triste por Rey, como enfadada por ella misma—. Di algo, aunque sea para insultarme, por lo mal que me he portado…

“Apuesto que te preguntas, ¿por qué estás con alguien como yo?” Se dijo Rey para adentro, como quien se ponía en la posición de Elena. “Estoy contigo, con Samantha, Elena y Arte, porque las amo. Sentir placer y disfrutar cosas nuevas me ha hecho perder el sentido, tal vez es que el amor está más cerca cuando se siente dolor. Por eso, en este momento, no pienso dejar que se sientan traicionados por mí, no si puedo impedirlo. Con el antiguo mundo se marchó mi antiguo yo. Quien era como ustedes y también pasaba noches tortuosas, siendo consumido por lágrimas, dolor y penas. Ahora, con tal de protegerles, estoy dispuesto a dar mi vida junto con todo lo que tengo, así como ustedes han hecho conmigo… disfrutemos juntos sin ataduras ni prejuicios.”

—¡Y que lo digas…! —dijo Rey en voz alta, después de mantenerse callado por tanto tiempo, su respuesta hizo que la rubia aguantara la respiración—. Tienes que estar contenta.

Elena, quien ya casi se llevaba las manos a los ojos con tal de escurrirse las lágrimas que se le querían salir, se detuvo ilusionada ante la afirmación que no era pregunta por parte de Rey, un tanto agitado y con motivos suficientes como para complacer a la rubia que le buscaba la lengua le respondió

—Sí. Me rompiste el culo sin parar. Puta sucia… —decir ese tipo de comentarios era vergonzoso, pero tolerable para Rey, quien a pesar de tener el culo roto no podía dejarse caer con tal de hacer a una mujer feliz—. Espero estés contenta. Aunque intente levantarme, tú de cabrona, seguiste cogiéndome. Hasta te pareció gracioso estar martillándome para que sintiera esa verga plástica que tienes puesta entre las piernas deslizándose por mí. Pero, aún no he tenido suficiente de sentirte entrando, saliendo y clavándose… ¿Por qué te detienes? ¿No me digas que el alcohol te pone sensible?

—Ohhh, ¿estás diciendo que siga? ¿Qué te gusta sentir cómo esta verga se desliza por tu culo? —agregó Elena, ilusionada, mordiéndose los labios y reincorporarse con un fuerte azote de sus caderas contra las nalgas de Rey.

El joven asintió con una sonrisa confidente y ella no dijo más.

Elena se recostó encima de Rey prestando atención a los sonidos húmedos que sus cuerpos hacían. Los latidos del corazón y la frecuencia con la cual respiraban sintiéndose tan feliz como nunca por el momento que podía disfrutar. Tener al chico del cual se sentía tan atraída, lo suficientemente dispuesto como para que se le entregara en cuerpo y alma, era una prueba cuyo significado podía entender en carne propia.

Más relajado, centrado en disfrutar el momento y satisfacer sus propias urgencias de follar mientras era follado. Rey perdió el sentido del tacto y avanzó su verga tanto como pudo al interior del cuerpo de la trigueña durmiente.

La vagina de Samantha, aún no muy ajustada al tamaño de la verga de Rey, fue forzada a estirarse más allá de sus límites porque de una embestida el chico golpeó sus huevos contra la parte interna de la trigueña que despertó dando un grito alucinante.

Samantha con sus manos usó todas sus fuerzas para empujar a Rey hacia atrás y creyó que lo había conseguido si no hubiera sido porque este último le volvió a embestir. Así, una y otra y otra vez.

Rey sentía que mientras su verga gruesa y dura entraba en el coño de Sam, su trasero se alejaba de Elena y cuando él se alejaba de la trigueña sucedía lo inverso con respecto a la rubia.

—¡¿Qué es esto por dios?! —gritó Samantha casi desesperada, creyendo que no podía aguantar tanto placer.

Elena quiso satisfacer las dudas de su amiga, como quien tenía el control de la situación embistió el culo de Rey e hizo que el mismo golpeara sus huevos contra Samantha. La rubia pasó su cabeza por el lado del cuello de Rey y miró a su amiga a los ojos.

—No lo vas a creer, pero estos movimientos son porque él está comenzando a disfrutar de la enculada que le estoy dando. Sí… Sam, sí… tengo un arnés entre las piernas y me estoy cogiendo al chico que te está cogiendo a la vez.

Los ojos de Sam se volvieron a revirar. La noticia proporcionada por los labios de Elena hizo que un rayo de corriente se disparara desde el cerebro hasta lo que estaba entre las piernas de la trigueña. Samantha no pudo controlar que su cuerpo comenzara a estremecerse, casi en el mismo proceso que le había sucedido cuando se enterró el glande de la verga de Rey. Pero Elena no iba a permitir que su amiga se desmayara nuevamente. No, ahora que recién despertaba y se unía a la fiesta.

—¡Rey! Sácale la verga y tan duro como puedas azótale el clítoris —demandó la rubia.

Como quien seguía órdenes irrefutables de un general, el chico retrocedió de una, adentrándose por completo el dildo que tenía Elena. Con su mano derecha se agarró el miembro y como si fuese un látigo azotó justo sobre el inicio de la raja de Sam.

Samantha regresó al presente, junto a un grito involuntario se dio lugar el reflejo de cerrar sus piernas para protegerse la zona tan sensible que había sido golpeada con violencia. Por parte de su amiga, la situación tenía sentido. Si el placer le hacía desmayarse, el dolor le mantendría en el presente.

Elena y Rey se besaron, mientras que Sam, entre convulsiones y espasmos de sus pies, solo podía ver. Ella intentaba dejar su mente en blanco, ignorar que Rey movía sus caderas y se meneaba con más soltura mientras frotaba su verga contra el clítoris descapuchado de ella. Como Elena no paraba de abrazar y acariciar aquel cuerpo de abdomen y pectorales tan tensado que se definían con la luz. —¡Dios, qué ganas tengo de comerme todo eso! —exclamó la trigueña viciada por el éxtasis del momento. Además, ella aún recordaba las fotos de Arte y debía admitir, que, a pesar de haber bebido por todo ese tiempo, el ambiente olía delicioso.

La rubia estaba contenta, tanto que podía morir en ese momento, pero no olvidaba que le había dicho a su amiga algo tan impactante. Los ojos de Sam reflejaban envidia. Como buena “amiga” que era, sabía que la trigueña quería follarse al chico que ella se estaba cogiendo.

Rey incorporó su cabeza, bajó la mirada y vio justo a los ojos abiertos de Sam, ella medio embobada aún le miraba con mucho fuego. Para él tal vez Elena no era la única loca del grupo que quería experimentar cuanto pudiera.

Samantha reemplazó la mano de Rey con la suya, acarició sus huevos y después el tronco del miembro. Tras moverse un poquito, ella se las ingenió para introducir el glande entre sus labios vaginales.

—¡Ahhhh! ¿Rey?

—Sí —respondió el chico.

—¿Cómo dejaste que ella te rompiera el culo primero? — preguntó Sam mientras se enterraba la verga más y más.

“No tengo respuestas, ya se me agotaron las ideas por decir tantas cosas sucias a Elena,” Pensaba Rey quien estaba a punto de encogerse de hombros y restarle importancia al asunto.

—Es que se lo pedí primero —respondió Elena, para continuar—, no ser una ‘mojigata’ tiene sus ventajas y ¿qué hubiera sido lo peor que me hubiera dicho? ‘No’ Ja, para mí ‘No’ significa ‘Nueva oportunidad’… le hubiera seguido insistiendo.

“Quien te escucha hablando tan triunfante cuando estuviste a punto de llorar,” se dijo Rey.

Samantha, por otro lado, se mordió los labios. No era menos cierto que ella nunca se había atrevido a preguntarle a un chico por semejante cosa. ¿Y si el chico se enojaba con ella? Era la pregunta que más le hacía pensar en dicha situación, también el miedo al rechazo es algo que es difícil de superar. Por ende, y por ser la segunda, a ella no le quedaba otro remedio que seguir en la posición en la cual estaba. Esperar callada a que fuera su turno.

La trigueña sentía que se le adormecían las piernas por tenerlas levantadas tanto tiempo, aun así, apenas se metió, como pudo, la verga de Rey en su vagina, que ya no era tan pequeña, empezó a mover su cadera por unos minutos.

—Sabes, Sam, Rey ha estado dándote por el coño desde hace un buen rato. Me da curiosidad saber qué tan sudadas y empalagosas están sus bolas… —dijo Elena mientras abrazaba el cuerpo del chico y lo retiraba—. ¿Por qué no te le acercas?

Al tener toda la verga afuera, bajo la mirada de la rubia, Samantha decidió que no era mala idea darse la vuelta y acercar su rostro al miembro del joven. La trigueña se reincorporó con sus rodillas sobre el sofá y tras agachar la cara pudo acercarse a los testículos de Rey. El inmenso trozo de sangre estaba cubierto por fluidos vaginales blancos, un espeso líquido totalmente diferente al que ella soltaba para lubricar. —Sí que están mojadas… el líquido sobre su verga no huele a nada, Mmm, pero bajo sus huevos… aquí huele distinto… huelen a sudor.

“¡Por dios!”, se dijo Rey al ver la perfecta oportunidad de usar las tetas de la trigueña con tal de hacerse una paja. Después de todo, para algo tenían que servir después de que se engrandecieron tanto como lo estaban.

Sin embargo, Elena agarró la verga de Rey y la levantó, mientras arrojó al aire una pregunta ronroneante —¿Te gusta el olor?

—Sí —respondió Sam dando una respiración mucho más honda.

—¿Si te gusta tanto porque no lo demuestras? —agregó Elena.

Sam tragó en seco, se posicionó boca abajo nuevamente, una vez acostada se adentró el saco escrotal del chico dentro de su boca tanto como pudo para chuparlo con huevo y todo. Sin contar la sensación de que estaba tendida en su propia orina sobre el sofá, a Sam no le parecía mala la idea de ser tratada como una perra sucia. Tras el primer chupón, ella sacó su lengua y lamió los huevos de Rey al mismo tiempo que abrió bien sus ojos.

Ahí, desde abajo, la trigueña fue capaz de ver al consolador plástico penetrando el culo del chico, como los labios del coño de Elena se entregarían por la abertura del arnés, también que esta tenía puesto un plug anal.

—¡¿Desde cuándo teníamos juguetes como estos?! —se quejó Sam.

—Ahhh… Desde que los pedí en buena forma, todo pasó cuando estabas desmayada —respondió Elena mientras se aseguraba que el dildo que llevaba puesto entrara hasta el final y saliera hasta casi sacarlo, con lentitud, en el orto de Rey, sobre el rostro de su amiga—. Ahora, como creo que tanto lo quieres, espero no tengas ningún inconveniente en probarlo también…

Desde arriba, al control de la situación, Elena sacó el pene realista de dentro del ano de Rey y procedió a introducirlo justo a la boca bien abierta de Samantha.

La trigueña se meneaba y retorcía, tanto que con uno de sus dedos comenzó a darse bien duro en el clítoris mientras chupaba tanto como podía el dildo de Elena.

Rey sentía la maravillosa paja que la rubia le hacía desde atrás y con imaginar a Samantha, bajo sus pies, chupando como una perrita, lo que él había tenido metido en el culo le era suficiente para casi venirse.

—Uuuu, así se hace… ¿Sabes? Creo que lo que más necesita limpieza es el culo de Rey, porque no le pides para chuparlo…

—agregó Elena.

Titubeando como una niña que no sabía cómo pedir algo, la trigueña le dio varias vueltas al asunto, hasta que un tímido —¿puedo? —se hizo escuchar.

Al escuchar esta pregunta, Rey se inclinó un poco más, hasta pasar sus piernas un poco más allá de las tetas de la trigueña, y con sus manos se abrió las nalgas para que ella pudiera tener mejor acceso al área.

“Elena lo hace cada vez que se le antoja, pero escuchar a Samantha pidiendo por ello…” Se decía Rey. “Es excitante.”

Elena retrocedió un poco, quería tener un mejor ángulo de

cómo Samantha restregaba su cara por el culo de Rey. La trigueña enseguida sacó su lengua y ahí se le vio lamiendo como quien quería penetrar. Siéndole muy fácil adentrar más de la mitad al interior de aquel culo abierto.

—¿A qué sabe el culo de un hombre? —le preguntó Elena a Samantha con mucha casualidad.

—Ignorando que esté en específico no se lavó y ha sido enculado hasta el fondo… no deja de sentirse glorioso… me encanta. Sabe a culo, por donde sale la caca y los pedos, a sudor, ha prohibido y oscuro. ¿A qué más va a saber? —dijo Samantha con mucho entusiasmo, como quien no podía dejar de chupar por un segundo, pues no sabía cuándo se le daría la oportunidad.

“Caca y pedos no era necesario,” se dijo Rey como quien ya no sabía si podría seguir soportando la vergüenza.

—¿Has escuchado del doble cero? —preguntó la rubia, —es como el sesenta y nueve, pero en este caso ambos se centran en tan solo besarse el ojete… Creo que Rey y tú tienen la elasticidad adecuada.

Rey no tenía motivos para poner objeción, Samantha mostró una sonrisa de oreja a oreja ante la típica situación en la que podían experimentar algo que nunca habían hecho con anterioridad.

Al mismo tiempo que Rey se inclinaba hacia adelante, Elena le azotó las nalgas con fuerza. Para ella, las nalgas musculosas de un chico no rebotan ni se enrojecen tan fácilmente como lo hace el trasero de una muchacha. Aun así, era fantástico poder darle nalgadas a un hombre. Los azotes fueron suficientes para que el culo de Rey se enrojeciera justo antes de que Sam pusiera su cara contra este y comenzará a pasar su lengua de manera desenfrenada.

Sin nada mejor que hacer, Elena comenzó a hacerse una paja ante aquellos dos chicos que se comían el culo, el uno al otro, sin despegarse. La situación de verles follando entre ellos, en vivo y en directo, era mejor que ver cualquier porno.

Samantha sentía que Rey le imitaba. Cada vez que ella lamía, él lo hacía y cuando ella metía su lengua tan profundo como podía, él también. Más que eso, la hembra podía sentir los huevos del chico sobre su garganta y como la verga de este hacía fricción entre sus tetas. Tan excitada estaba que no lo pensó dos veces para hablar. —Rey… puedes darme un juguete a mí también…

—Sí. Pero ¿qué tienes en mente? —preguntó él después de afirmar, no por querer saber que iba a hacer la trigueña, sino que quería saber lo que ella buscaba en específico.

—Quiero un collar, uno con una cuerda, para ponerlo en el cuello a esta perra que bien creo le ha llegado el turno de cumplir con su promesa —demandó Sam refiriéndose a Elena.

Ante las palabras de la trigueña, la rubia mantuvo el silencio y aceleró el movimiento de su mano sobre el dildo que se le conectaba al coño.

Tomando el silencio de Elena como un sí, Rey hizo aparecer el pedido de la trigueña. Sam rompió la posición del doble cero para acercarse a su amiga y mirarle la cara de excitada que tenía. Tras besarla con pasión e intercambiar saliva, ella le colocó el collar en el cuello a la rubia y se acostó en frente de la misma.

—Elena, mientras Rey te taladra el culo, quiero que me cojas a mí… —dijo Sam dirigiendo el consolador justo hasta la entrada de su ano—. Pero primero, limpiame el coño todo abierto que tengo con tu lengua.

La rubia, como buena perrita que era, se inclinó hacia delante y comenzó a lamer el coño de su amiga que le tiraba del collar cada vez que entendió era suficiente.

Rey veía cómo Elena obedecía las órdenes. Ella se echó empinando su culo, chupó, lamió y saboreo el coño de Sam.

—Ya es tiempo que me abras el culo… —dijo Sam tirando de la cuerda—, Y de que te lo rompan a ti… Pídeselo a Rey, como la zorra que eres…

“Nunca creería que en este tipo de situaciones se hablara tanto,” se quejaba Rey. “Después de todo, siempre dicen que en el sexo la comunicación es muy importante.”

—Rey —dijo Elena con su actitud mimosa y ronroneante, mientras sostenía las manos detrás de su espalda y dejaba que Sam tomara control sobre el dildo—. Metémela… no importa que me duela, no importa lo que grita, metémela por el culo… rompeme toda…

“Bueno, ya que vamos a hablar el uno al otro con tal de calentar la situación…” Rey dio una sonrisa y en cuestión de segundos se incorporó detrás de la rubia para hablarle al oído.

—¿Qué se siente ser un chico que va a ser cogido por otro chico?

Tras las palabras, Elena se estremeció casi sin control. Todos los poros de su cuerpo se levantaron y un escalofrío le invadió por el cuello. Era verdad, ahora ella era Rey, estaba en la posición que él había estado e iba a sentir lo mismo que él había sentido. Ella levantó aún más su trasero y con disposición usó sus manos para abrirse las nalgas para dejar a la vista su precioso ojete.

—Ummm, con que este culo tiene un tapón… déjame sacarlo —dijo Rey mientras que se valió de dos de sus dedos para tirar suavemente del objeto adornado con un diamante en el otro extremo. Una vez el pug anal salió, aquel culito se cerró casi que con fuerza—. Creo que aún no está tan bien abierto como me apetece, déjame empezar por lubricar este dedo metiéndotelo en tu coño todo chorreante.

Rey pasó a hacer lo que había dicho y aunque la raja de Elena ya estaba invadida por un consolador, después de empujar pudo hacer espacio para adentrar su dedo pulgar.

—En verdad eres toda una zorrita, mira lo mojada que estás… ahora, déjame lubricar el culito ese. —dijo Rey mientras metió su dedo con algo de brusquedad hasta el fondo de la cavidad rectal de la rubia y acto seguido hizo movimientos circulares. Podría decirse que su dedo pulgar tenía el mismo grosor y tamaño que los dedos medio e índice de Sam. —Qué caliente se siente aquí dentro, mucho más que en tu coño.

Sam se había quedado tranquila, no quería apresurar su penetración porque le interesaba que dicho evento fuera simultáneo con el de su amiga. Por eso esperaba ansiosa con la punta del dildo en la entrada de su culo, escuchando las palabras de Rey.

—Me rompiste el culo, rubia… ahora es momento para que yo rompa el tuyo. Sabes, los hombres nacieron para aguantar — dijo Rey sacando su dedo de dentro de Elena para acto seguido apoyar la cabeza de su verga sobre el esfínter del culo de la rubia. Poco a poco, Rey fue haciendo presión, pero su verga no entraba en aquel orto, sino que Elena se movía hacia delante, metiendo así el consolador al interior de Sam. Una vez la rubia no tuvo más sitio para avanzar, ella sintió cómo se le clavaba el miembro de Rey en su culo.

“Yo lo hice por amor, vamos a ver que tanto está dispuesta ella a amarme”, se dijo Rey.

Elena tenía que aguantar, no podía permitirse gritar o quejarse, ya que Rey no lo había hecho. Ella tenía que mostrarse dispuesta y aguantar, aunque el consolador que ella tenía no era ni la mitad de grande que la verga que estaba intentando profanar su agujero. Tampoco era la primera vez que ella tenía sexo anal y si había sido la primera vez de Rey. Además, Rey no había tenido ningún tipo de preparación física.

El pene de Rey siguió avanzando y la resistencia en contra aumentó. El dolor placentero se intensificó de forma exponencial, tanto que se volvió en una sensación cortante, aun así, la verga continuó su camino. De un momento a otro, un “clack” se sintió justo en el culo de Elena.

—¡¡¡Aaaaaaahhh!!! ¡¡¡Mi culoooo!!! —gritó la rubia al mismo tiempo que por reflejos de su cuerpo intentó salirse, pero por decisión se quedó.

Rey agarró con sus manos las caderas de Elena y continuó avanzando con una sonrisa en su rostro. Samantha, por otro lado, tenso aún más la cuerda que amarraba a su amiga por el cuello como para no dejarle escapar.

—Aaah. Sssss, espera, espera, no te muevas, por favor —entre quejidos y gimoteaba, Elena tensando los músculos de su rostro.

Rey, un tanto concernido por el sufrimiento de la chica, retiró su verga de dentro del culo de Elena para ver como unas gotas de algo que parecía sangre ligada con otras cosas que se encontraban en la cavidad rectal de la rubia le cubrían el glande.

—Porque la sacaste cuando dije que no te movieras… — reclamó Elena.

—Ohhh, conque así de excitante es cuando alguien llora lágrimas de dolor… —agregó Sam mientras que tiró aún más de la cuerda. —Rey, me haces el favor y le clavas la verga hasta el final a esta puta. Ese era el trato, sin importar que grite todo lo que quiera… rómpele el ojete como ella te lo pidió.

Elena había dicho semejantes palabras porque estaba excitada, pero en el momento la situación no le resultaba tan excitante. Para ella el sexo en sí era buscar placer y alejarse lo más que pudiera del dolor. También disfrutaba con el sufrimiento de otras personas, pero no el de ella personalmente.

“Ya con la orina de Sam es suficiente,” Se dijo Rey al hacer desaparecer el contenido que tenía Elena en sus intestinos, así como también dejó caer una cantidad considerable de saliva sobre su verga.

—¡No! ¡Ya no quiero seguir! ¡Necesito más tiempo! Rey… —dijo ella empujando con su mano el cuerpo de Rey al mismo tiempo que se cubría el culo con la otra—. ¡No lo dije en serio!

¡No, Rey, ¡por favor sigue que no puedo más!... ¡Te juro que si no me la vuelves a meter!… ¡¡¡Arrggggg!!! ¡¡¡Sí!!! ¡¡¡Qué bien es tenerla dentro!!!

En el mismo momento que Elena trataba de negociar y hablar su salida de la situación, Rey le enterró su enorme verga de vuelta al interior del culo de su amiga. Después del grito desgarrante, la rubia respiró tan profundo como pudo, con su boca bien abierta. Ella quería ser una niña buena mientras trataba de procesar el dolor que sentía, y suponía que le iban a sacar la verga y le dejarían descansar el culo. Pero su suposición no fue correcta.

—Así es como tiene que ser, no dejes que me arrepienta… —dijo Elena entre dientes, cuál si sufriera cambio de personalidades.

La sensación de adentrar todo su miembro en un orificio estrecho hizo que el chico enloqueciera, olvidándose de que el culito de la rubia no estaba preparado.

—Dale bien duro a esta puta, que llora cuando se la sacan, pero goza cuando se la meten —Gritó Sam quien también estaba empalada por su culo con el dildo de Elena que ponía sus ojos en blanco.

Tras las palabras de la trigueña, Rey comenzó a bombear y follarse a la rubia con fuerza, ignorando los gritos sordos de esta.

—¡¡¡Siiii!!!… ¡¡¡¡Me estás rompiendo!!!!… —gritaba Elena, con una expresión de felicidad incontenible en su rostro. —¡Sí!

¡No pares, ahhhhh! ¡¡¡¡Sisisisisis!!!!…

La rubia empinaba diligentemente sus caderas con tal de sentir cómo el impresionante pedazo de carne se le abría paso en sus entrañas.

—Dale más duro, hasta que no le llenes el culo de leche, no pares… —gritó Sam una y otra vez.

Las embestidas de Rey quien salía y entraba de dentro de la rubia, duraron por un buen rato, tanto que Elena ya no gritaba más, se le notaba cansada y con la boca bien seca. La rubia ya se comportaba como si fuese una muñeca de trapo y se dejaba encajar toda aquella verga desde la punta hasta la base sin protestar.

Con el ritmo constante y las embestidas largas a un ano que le abrazaba la verga con fuerzas, Rey anunció que estaba a punto de venirse, lo cual embullo a Samantha a que se desenculara y cambiará su posición. Con los últimos meneos del joven, toda la leche hirviente que este cargaba en sus huevos salió disparada al interior de los intestinos de la rubia.

Una vez el orgasmo de Rey terminó, este soltó su agarre y Elena, quien ya estaba arrodillada, cayó desplomada de boca hacia delante. Samantha se hizo espacio entre su amiga y el chico, la trigueña tenía la boca abierta y estaba a punto de hacer lo que más le encantaba.

Rey pudo ver cómo el culo empinado de la rubia había quedado bien abierto, podría decirse que tenía el diámetro de un vaso, y de este se escurría hacia afuera leche combinada con sangre.

Samantha titubeó por un momento, pero después de confirmar la ausencia de ‘otras cosas’ no lo pensó dos veces y se lanzó a lamer todo aquello.

Rey retrocedió tanto que se tiró de espalda sobre el sofá con tal de disfrutar de la vista y tomar un poco de aire. Aunque el sofá oliera mal y estuviera embarrado de semen, fluidos vaginales, sangre y orina, él creía que sería una lástima cambiarlo por ser el recuerdo de algo tan lindo. Pero, si no lo hacía, quedaría apestando, aunque los recuerdos fueran hermosos. El sofá tal vez terminaría reemplazado en otra oportunidad, ahora lo que más le importaba a Rey eran otras cosas. Como, por ejemplo, en ese momento, Samantha quien le chupaba el culo a su amiga, le daba la espalda y sus ojos estaban fijos en aquellas nalgas redondas.

Que Sam se inclinara de esa manera, entre él y Elena, dejando su coño al descubierto, como si se la estuviera ofreciendo, significaba que tenía cosas más urgentes que requerían de los esfuerzos de su, para nada, modesta verga.

“Qué bueno es ser joven”, se dijo Rey mientras acariciaba el lomo de su miembro viril, como si le premiará por mantenerse de pie, listo para otra batalla.



Reina Del Cielo

Chapter 12
Confesión


Luego de haber escuchado palabras que la mayoría del tiempo no oía, se recordó que ese era otro año más que pasaba sin la presencia de su padre. Rebeka se quedó ahí, callada, acostada sobre el pecho de su amado. Con la respiración temblorosa, pasaron los minutos y ella aún no dijo nada en respuesta, no porque no quisiera, sino porque no podía aguantar las lágrimas de la felicidad que dejaban de escurrírsele por los ojos o poder hablar sin romper a llorar.

 

   —Gracias Omar… significaba mucho para mí —respondió Rebeka, tras dibujar figuras en la piel de su amado con su dedo índice. 

 

—¿No te puedes dormir? —preguntó, tan pronto pasaron unos minutos y se estabilizaron sus emociones.  

 

  —Para ser honesto, no puedo sacarme de la mente lo que hiciste —respondió Omar, con ojos bien abiertos, los mismos que miraban el techo del cuarto como si estuviera mirando al pasado.

 

   —¿Qué? —preguntó ella. No por curiosa, sino porque era mejor hacer uso de algo que le distrajera de sus memorias dolorosas. Mientras levantaba su cabeza para rozar sus pechos con la piel de su amado y, a la vez, poder mirarle a los ojos bajo las penumbras del cuarto—. ¿Qué te intentará sofocar entre mis piernas? 

 

  Omar cerró los ojos y con una sonrisa en su rostro negó a la segunda pregunta de su amada. Definitivamente, ser sofocado por las tetas o entre las piernas de una chica era algo que ningún chico podría sacarse de la cabeza por un buen tiempo, pero para él definitivamente existía algo mucho más memorable. Tras bajar su cabeza, Omar le clavó una mirada pervertida a los ojos de Rebeka y pareció disponerse a decir algo. Pero, desde su punto de vista, para qué seguir hablando si con su mano podía comunicar lo que quería decir. 

 

   Rebeka, intrigada por lo picante que se veían los ojos de su chico, prestó atención y devolvió la mirada encendida de deseos libidinosos, como si fuera una provocación para que le dijera lo que le pasaba por la cabeza. Ella sintió como la mano de Omar bajó hasta su trasero, le abrió ambas nalgas hasta posar su dedo sobre el agujero apretado que tenía ahí abajo y hacerle cosquillas de manera circular en el lugar.

 

  Con ese sugestivo comportamiento y ferviente interés en su ano, Rebeka entendió que no era un mal momento para confesarle su afición y fantasías de experimentar placer por otro lugar. Después de todo, ella se había introducido el dedo de él en un sitio no diseñado para “eso” como medio para alcanzar el morbo suficiente para venirse, mientras le hacían un oral.

 

—Hablando de todo un poco —dijo, luego de mover sus caderas de un lado a otro, como si fuera una gata en celo—, quiero que algún día me lo hagas por detrás… es una fantasía mía. Aunque, si en el medio del proceso me desanimo, ¿crees que te quede suficiente energía y paciencia para tratar de hacerlo? 

 

  Tan pronto el chico escuchó las palabras que salieron de la boca inocente de su amada Rebeka, ella pudo sentir adentro del interior de su esfínter la punta de su dedo, algo que interpretó como un sí.

 

  —Tienes que conseguir meterme, al menos, tres dedos sin que me duela… —dijo, a modo de advertencia—. Así, tal vez, podré animarme a recibirte ahí atrás. 

 

 Con esto, Omar se dedicó a menear y empujar su dedo en el interior de su novia. Con cuidado de no lastimarla, hizo la penetración de un dedo primeramente con calma y serenidad, después con un poco más de brusquedad y por último un tanto violento hasta que cedieron los músculos correspondientes. Todo eso sin dejar de mirar la cara de ella, el mismo rostro, que, sin importar los movimientos, parecía no sentirse incómodo, en lo absoluto. 

 

   Mientras el proceso de preparación para entregarse al morboso placer de lo prohibido se producía, Rebeka sintió como se reencendía la llama que le provocaba sentir calor entre sus piernas. Eso la llevó a morderse el labio inferior, al mismo tiempo que dejaba salir unos pequeños gemidos, lo cuales provocaron que Omar avanzara su dedo más y más adentro de ella. 

 

  Omar pudo percibir que, si su amada no reaccionaba o se quejaba, era porque un dedo no era suficiente. Al principio dudo un poco, pues a quien le estaba profanando el “chiquito” era a la presidenta del aula. Una chica que no tenía huellas de dedos ajenos en su piel, era pura e inocente. Ir muy rápido en una situación como esa, le haría quedar como un principiante y tal vez arruinaría la oportunidad que se le había dado, pero quien no tomaba riesgos, tampoco tomaría ganancias. Convencido de esto, Omar sacó el dedo gordo que tenía ya bien clavado en el interior del esfínter de su novia para pasarse la mano por la boca y tomar una buena cantidad de saliva entre sus labios. Colar dos dedos al interior de un lugar bien apretado no sería tarea fácil sin que estuvieran lubricados apropiadamente.

 

  Rebeka, al principio, se sintió un poco incómoda con los movimientos agresivos por parte de su novio, pero quería poner de su parte todo lo que pudiera, con la intención de continuar, tanto así que demostró la disposición que tenía empinando su cola más.

 

  —Si me hubieras dicho eso desde un inicio, toda mi leche te la hubiera echado dentro de tus intestinos… —respondió él, aumentando la frecuencia de su respiración.

 

  «¡Oh!», pensó ella sorprendida. «Con que tienes la osadía de decirme algo tan sucio como eso, pero yo tengo la indecencia de excitarme a punto de repetir mi orgasmo con tan solo escucharte. Omar, Omar, Omar… somos muy culpables. Y eso te hace tan tentador».

 

  Rebeka entendía que el sexo anal era uno de los medios usados entre las parejas para prevenir embarazos innecesarios, al igual que para mantener la virginidad de una chica que quisiera llegar al matrimonio aun siendo casta. Ella no estaba en contra de tener los intestinos inundados por las semillas de su amado cada vez que él tuviera la urgencia de terminar. Pero no era que tampoco existieran inconvenientes para que su chico la cogiera por detrás cada vez que quisiera terminar dentro de ella, en especial, cuando potencialmente pudieran tener otra ronda de sexo vaginal. Si el miembro que una vez estuvo hasta el final de su recto, se lo volviera a introducir por delante, esto le causaría una infección un tanto incómoda de lidiar. Por otro lado, qué tan dilatado y preparado tenía que estar su trasero para aceptar el mete y saca de igual forma que se hace naturalmente.

 

  Tras la respuesta, tras dejar sus pensamientos al margen, Rebeka cerró sus ojos con la intención de sentir cómo su novio le embadurnaba ahí atrás, entre sus nalgas, sobre la carne apretada, con la saliva que había tomado con sus dedos.

 

   —... Ahh. Por ahora se va sintiendo bien… —dijo, entre ronroneos—. No te lo dije antes porque esto es algo que precisamente podremos hacer en la última ronda…

 

  Aunque en la habitación y en el resto de la casa existía un silencio sepulcral, los pensamientos en la mente de Rebeka parecían estar corriendo a millón, más cuando sintió un dedo se le introdujo primero y luego el segundo.

 

  «Aceptar un dedo no es un problema, porque tiene forma cilíndrica, pero dos a la vez… sin tener buena lubricación… tal vez no podré… Me está doliendo un poco…» pensó, mientras sentía como dos dedos estaba compitiendo por entrar a la vez en su interior. 

 

  «Me duele… me duele… Tal vez no sea necesario que tenga que meterme tres dedos si puede meterme su miembro directamente. Es mucho más ancho, pero su forma redondeada ayudará a la penetración. Esta es una muy buena oportunidad, si me dejo coger por todos lados hoy, mañana moriría sin tener ningún arrepentimiento. Pero, por alguna razón, no me puedo calmar. Quiero y a la vez no, la indecisión y el nerviosismo me dominan, al recordarle metiéndomela de manera tan salvaje y violenta. Si una vez su miembro encuentre mi hueco, él pierde la paciencia, aunque solo sea por unos segundos, si se da el mismo caso en mi trasero, creo que voy a terminar sin poder sentarme por un buen tiempo. Por otro lado, es bueno que no esté circuncidado, después de todo he escuchado que la carne extra que se mueve hacia adelante y atrás es más agradable que cuando el esfínter del ano tiene que soportar la fricción constante de un miembro sin piel extra».

 

  Estaba ahí, en un momento tan crucial, por lo que Rebeka estaba convencida que iba a entregarse y por primera vez, sentía las dudas de si sería correcto decir que no o advertir sobre cosas que aún no habían sucedido. 

 

  «Ahh, Creo que ahora quiere meterme un tercer dedo, pero mi estrechez no lo deja… ya me está doliendo… su saliva se está secando. Él debe lubricar nuevamente sus dedos antes de seguir intentando resbalarse en mí. ¿Le digo? ¿Le digo que no confío en él? ¿Qué sé que una vez que meta su barra de carne podría volver a perder el control y romperme literalmente? Y si, ahí dentro hay algo más, después de todo, el recto no está diseñado para satisfacer mis caprichos, no solo mi dolor es lo que debemos tener en cuenta. Y, ¿si por alguna razón ocurre un accidente?… en ese caso tal vez debemos hacerlo en el baño, para prevenir. No quiero ensuciar la cama más de lo que está y tener que lavar las sábanas; además, ¿qué pensaría de mí?»

 

   Con el punzante dolor de sentir la incomodidad de un dedo seco rozando una de las paredes de su esfínter, Rebeka dejó caer sobre la cama sus caderas y dijo:

 

 —Omar, no. No estoy preparada… 

 

  Para los oídos del chico, Rebeka parecía contradecir las expresiones de su cuerpo, que, según él, estaba excitado y emocionado con lo que se estaba aconteciendo, después de todo, él había usado hasta la mejor de sus habilidades para favorecer la penetración del último dedo.

 

Tras detener los movimientos de sus manos, con cara de confundido, Omar agregó: 

 

  —Pero si ya tienes casi los tres dedos dentro de ti. — Tan pronto habló, guardó silencio, pues sabía que seguir insistiendo no conlleva a obtener resultados favorables—. Está bien, bebé, no es no… siento si te hice daño.

 

  «¡¿Qué?! En verdad, no creía que fuera a desistir tan rápido, con lo entusiasmado que estaba. Después de todo, con un poco de insistencia hubiera cedido, siempre y cuando escuchara mis advertencias sobre lo que puede suceder y cómo hacérmelo bien».

 

 —… Entonces —dijo él— ¿Te gustaría hacerme un oral?

 

  —Ufff, nunca lo he hecho. No sé si te guste —respondió ella, mientras miraba en dirección al miembro que le saludaba, rojo, hinchado, con una erección que casi estaba a punto de explotar.

 

  Definitivamente, el miembro viril masculino que se levantaba, no era el mismo que Rebeka recordaba haber visto al principio de la noche. Tampoco era que su zona más pudorosa no estuviera hinchada de tanto roce de carne con carne que habían tenido hasta el momento.

 

  —Te aseguro que me va a gustar, amor… en verdad. 

 

  Las palabras del joven sonaron seguras. Tal vez, la confianza que tenía, era debido a que tampoco había efectuado prácticas orales a una mujer y a pesar de ser su primera vez, hizo que ella se estremeciera con su lengua.

 

Mientras Rebeka aún se decidía, su novio procedió a usar su otra mano para levantarse el miembro y apuntarlo en dirección a su boca.

 

Luego de visualizar un helado al que debía pasarle la lengua varias veces para comérselo, sin separar su trasero de donde la mano de su chico tenía acceso, bajó la cabeza con la intención de pasar su lengua por la punta del amiguito que le saludaba casi palpitando. A unos centímetros de distancia, Rebeka se detuvo, estaba tan cerca que podía sentir el calor que irradiaba la carne. El aroma no era desagradable, aunque antes, gracias a un beso de su amado, pudo llegar a saborear su esencia, ahora estaba a punto de meterse en la boca algo que había llegado a tocarle incluso el cérvix. Luego de inspeccionar bien lo que se iba a tragar, incluso notó cómo el miembro aún tenía fluidos secos, de tonalidad blancuzca, entre los pliegues, por el tronco hasta el saco testicular.

 

 «Dicen que el glande es el punto más sensible de los hombres. En teoría, mientras no lo toque con mis dientes, todo debería salir bien…».

 

  El primer contacto que Rebeka hizo con el miembro de su amado fue con la punta de su lengua, una zona húmeda que está diseñada especialmente para detectar sabores dulces. Razón por la cual, aunque el miembro tuviera un sabor amargo y salado, a ella le sabía dulce. Al frente de una tarea de limpieza y con la intención de graduarse como buena chupadora, Rebeka comenzó a lamer el falo como si fuera una paleta de helado. Mientras más se entusiasmaba con lo que hacía, comenzó a acariciar las bolas de su amado con sus dedos. 

 

  De lengüetazo en lengüetazo, como si fuera una perrita que quería limpiar su plato de comida, la chica se animó a abrir sus labios y adentrar la punta hasta que hizo contacto con el cielo de su boca. En el intento de tragarse el miembro, las diferentes secciones de su lengua pudieron percibir con más claridad los sabores entre salados y amargos que conformaban los fluidos vaginales mezclados con semen.

 

   Mientras Rebeka seguía adentrando el tronco, tan profundo como podía, los sabores se hacían más y más fuertes a la percepción, pero no le incomodaba en lo absoluto, pues con su lengua, en el poco espacio que tenía para moverla, seguía masajeando el órgano amatorio. Luego decidió abrir la boca tanto como pudo para también sacar su lengua y lamer más allá de lo que su boca podía abarcar.  

 

 «A pesar que el propósito de esta felación es hacer un oral, por alguna razón no me animo a tragar la abundante saliva que género», pensó, mientras dejaba que toda la saliva que producía su boca descendiera hasta el punto en el cual sus dedos comenzaron a embadurnarse.

 

  Una vez el miembro llegó tan adentro como para provocar arcadas, Rebeka retiró su cabeza con la intención de controlar la sensación y tomar un buen respiro. Tras reponer su aliento, con un poco más de confianza en sus movimientos, plantó un beso de sus labios sobre el glande para después volver a pasarle la lengua y finalmente meterlo nuevamente en su boca, con la intención de saber si podría adentrárselo más que la primera vez. 

 

   En el proceso, Omar no movía sus dedos, parecía aguantar su respiración, al mismo tiempo que hundía el suelo pélvico. Desde su punto de vista, habían pasado unos cuantos segundos y tan solo había sentido el interior húmedo de la boca de su novia en su miembro dos veces. Aunque, cada vez la chupada que ella le daba era más prolongada que la anterior, no eran para que se sintiera como cuando la tenía dentro de su vagina. 

 

  Despacio y con insistencia, Rebeka siguió avanzando por tercera vez hasta que volvió a sentir ganas de vomitar, aunque pudo adentrarse mucho más que la vez anterior. «Tal vez si estuviera flácida si me la pudiera tragar completa, pero en verdad no es buena idea que continúe explorando mis límites, no cuando recién acabé de comer. Por otro lado, mis dedos y sus testículos están todo embadurnados con mi saliva, tanto así, que con cada movimiento de mi mano siento el sonido viscoso que hace la carne húmeda cuando se frota entre sí».

 

  —Puedes volver a intentar meterme los dedos con un poco más de saliva —dijo, en voz alta.

  

  Ante la sugerencia de su amada, Omar procedió a cumplir con las órdenes y definitivamente se dio a la tarea de recoger la saliva generada por su boca, para proseguir, de manera segura, la continuación del juego que había tenido con sus dedos.  

 

Entregada a la tarea y con una incómoda sensación en el cuello, Rebeka dejó la punta del miembro de su amado en la boca, al tiempo que recostó la cabeza sobre el abdomen ya tensado de él. Tan pronto encontró el equilibrio suficiente como para descansar su cabeza, empinar su cola una vez más y llevarse la mano que no estaba usando en dirección a su clítoris, decidió continuar con su capricho personal. Aprovechó para dibujar un camino hacia abajo con su mano izquierda. Los dedos que estaba tocando las bolas de su amado, pasaron a descender con intenciones de llegar a lugares inexplorados.

 

  Despacio y con calma, la chica hizo presión sobre el perineo del joven que parecía no preocuparse por la situación. Subiendo y bajando dos de sus dedos, Rebeka actuó sobre la zona como si se estuviera masturbando. De arriba a abajo, de un lado a otro y después de forma circular, frotaba y abarcaba más territorio entre los testículos y el ano de su amado.

 

   Omar seguía sin sospechar sobre los objetivos de su amada, lo que le hizo seguir entreteniéndose en lo suyo. Prestó mucho cuidado en no lastimarla o hacer que ella, por alguna razón, volviera a detener sus actos. 

 

  Como si estuviera cometiendo un crimen, bien concentrada con la situación, Rebeka subió sus dedos y luego, usando el índice, bajó hasta encontrarse con los bordes carnosos que conforman un anillo y ancló el dedo en la zona, como si estuviera a punto de adentrarse.

 

   Omar tensó los dedos de sus pies y al mismo tiempo dejó de hacer los movimientos que estaba haciendo con su mano para mirar hacia abajo. La cara de Rebeka aún seguía plantada sobre su abdomen, lo que no le permitía mirarle de vuelta, a menos que dejara de chuparle el miembro.    

 

  «Oh, se detuvo», pensó Rebeka, cuando sintió que los dedos de su amado ya no le profanaban por detrás con tanto afán como antes. «Parece que se dio cuenta de lo que quiero hacer y está alerta. Si se lo hubiera pedido, tal vez me lo hubiera negado, pero ahora, en este punto, no tiene más remedio que dejarse hacer por mí. Después de todo, ¿si le entrego mi agujero virgen, acaso no tengo el derecho de recibir el de él a cambio? Debería estar agradecido que mis dedos son más pequeños y delicados que los suyos, pero, aun así, si me vuelve a lastimar, verá lo que se siente…».

 

   Rebeka usó la punta de su dedo índice para dibujar un círculo justo en la entrada trasera de su amado, pero él no abrió sus piernas o se movió con la intención de favorecer el acceso a la zona. 

 

  «Parece petrificado, no me detiene, pero tampoco me alienta… lo está pensado».

 

  De pronto, Omar retiró los dedos entre las nalgas de Rebeka, lo que alarmó a la chica, pues si él no quería intercambiar, no había acuerdo que se pudiera hacer.    

 

  «¡Saco los dedos dentro de mí! ¡Se mueve! Parece que se me acabó la diversión. Aww… ¿Acaso no estás excitado para cogerme el “chiquito” sin importar que me des a cambio el tuyo?», fue lo pensó, pero no sucedió así, ya que Omar abrió un poco más sus piernas y también regresó su mano a donde le había sacado. «¿Mmm?, se está acomodando, ahora se siente como si tan solo tuviera un dedo en mi entrada… ¿me va a imitar? …».

 

  Rebeka continuó haciendo los movimientos circulares con su dedo índice, lo que le hizo sentir como Omar movía uno de sus dedos de la misma forma. Entre los dos, las respiraciones se volvieron fluidas, inhalaban y exhalaban con frecuencia y tranquilidad, lo que bajaba la tensión de la situación, pero al mismo tiempo, subía la excitación. Como no se comunicaban el uno con el otro y tan solo entregaban sus cuerpos en la oscuridad, la situación les parecía como si estuvieran cometiendo un delito.    

 

 «¡Está imitando lo que le hago! Mmm, en verdad haces que no me arrepienta de haberte elegido…». Tras aumentar la potencia con la que succionaba el falo de su chico, Rebeka continuó, mientras sentía cómo las orejas se le calentaban, tanto o casi más, que eso que tenía entre las piernas. «Ufff, sentir tu orificio estrecho con mi dedo, hace que me coma la curiosidad. Que quiera preguntarte si también hiciste actos indecentes, que no le puedas contar a nadie, cuando estabas solo en casa. Pero, ¿para qué romper el silencio cuando podía aprovechar la oportunidad, hacer que no te arrepientas y que te quedes con ganas de querer más?».

 

  Rebeka procedió a mover su dedo bien lubricado justo en el medio de la entrada y tras presionar un poco, pudo percibir cómo la carne se abrió y le ofreció el paso. También sintió como Omar le puso la mano que tenía libre sobre la cabeza, al tiempo que impulsaba sus caderas hacia delante y atrás, como quien se estaba cogiendo su boca, como si fuera una vagina.

 

  Sintiéndose pervertida, indecente y aventurera, Rebeka ignoró que le estuvieran mancillando la boca y penetrando el “chiquito,” para centrarse en pasar la primera falange de su dedo índice al interior del cuerpo de su amado. 

 

 El interior era húmedo y resbaloso para su dedo, los bordes le apretaban como si tuvieran el ritmo palpitante de un corazón y aunque estuvo tentada en seguir metiéndolo, dejó de hacer presión para sacarlo. El dedo que estaba tan lubricado de saliva hasta la primera falange, pasó a embadurnarse con los fluidos del área para después adentrarse hasta pasar la segunda y la tercera, llegando a propiciar que el nudillo de ella llegara a tocar la carne.

 

   Una vez bien dentro de su chico, venía lo interesante, mover su dedo en el interior, después de todo, ella bien conocía que una vez que algo estuviera dentro, sacarlo y meterlo provocaba un deseo similar al de ir al baño. Aunque mover el dedo de una mujer dentro de la cavidad rectal de cualquier persona, fuera hombre o mujer, era una tarea peligrosa, a ella no le preocupaba lastimar el interior de su amado, después de todo, sus uñas no eran largas ni tenían bordes filosos como la de muchas otras mujeres. 

 

  Tan caliente como curiosa, Rebeka ansiaba experimentar lo que podía sentir con su dedo, después de todo, estaba dentro de otra persona, otro cuerpo tan o más caliente que el de ella. De un movimiento a otro, hacia los lados, de arriba a abajo y por las paredes, se dedicó a explorar la anatomía interna de su chico: 

 

  «Con que así se siente el interior de un hombre, algo diferente al mío, debo decir. La pared superior es más firme… allí estoy supuesta a encontrar su punto más sensible… ese que tantos libros dicen que provoca éxtasis si se le estimula bien…».

 

  A Rebeka no le fue tan difícil saber cómo tratar el recto de su amado, una vez le vio como si fuera su propia vagina. Las dos estructuras tenían mucho en común, a excepción que una no se lubricaba y es más difícil de acceder, pero la estimulación debe ser la misma, puesto que las dos tienen el punto G casi a la misma distancia. Eso hacía que la estimulación no fuera muy diferente, aunque encontrarlo, saberlo distinguir y estimular apropiadamente, si era una odisea, porque la interpretación de placer cambiaba según las personas.   

 

  «Aunque es mi primera vez, debo tratar de hacerlo bien», se dijo, mientras movía su dedo hacia arriba y abajo, por la pared superior del recto de su amado, hasta terminar tocando con la yema de su dedo, lo que creía que era un montículo. «¿A quién quiero engañar? Ni siquiera sé lo que estoy tocando, ya se me canso el dedo y como tengo su cosa follándome la boca, no le puedo preguntar si le gusta o no… Ahora que lo siento mejor, cuando él empuja hacia abajo la pared superior de mi cola, puedo sentirle en mi vagina… Ufff, no sé él, pero yo estoy a punto de correrme».

 

Luego de dejar de mover el dedo índice dentro de su chico, Rebeka se preocupó por aumentar los movimientos de los dedos que hacían contacto con su clítoris, mientras sentía como el pene de Omar bombeaba dentro de su boca, tras lo cual sintió unos chorros de semen que la tomaron por sorpresa. 

 

  Con semen en su boca, un dedo en su recto, su dedo en el de su amado y la estimulación explosiva de su clítoris, Rebeka sintió cómo las múltiples sensaciones placenteras se volvieron una y terminaron desembocando en retortijones orgásmicos, que hicieron temblar a sus zonas pudorosas. Esos espasmos frenéticos tomaron el control de las piernas y le dejaron la mente en blanco, que fue inundada por una inmensa sensación de paz y tranquilidad.

    

   Loca por dejar salir el aire que tenía en sus pulmones, Rebeka recuperó el control de su cuerpo, y tan pronto regresó al momento presente, se dispuso a chupar hasta la última gota de leche que escurría dentro del orificio de su amado, que también parecía como si fueran dos labios cerrados. Dentro de su boca no existía mucho espacio para jugar, tenía sus dientes, su lengua, un miembro viril, leche y saliva a punto de desbordarse. Con determinación, tragó los fluidos para volver a chupar, hasta que dejó salir el miembro de su amado.

 

 Con su lengua bien afuera, como si estuviera sedienta, Rebeka dijo: 

 

—Ahh… ¡Esta sensación tan rica que parece como si el alma se me hubiera salido del cuerpo es maravillosa! ¿Dime que sientes lo mismo?

 

  Omar dejó salir una bocanada de aire y con una sonrisa confirmo a la pregunta, al mismo tiempo que sacó su dedo de adentro de su chica y se retorció sobre la cama como un gato que se estiraba. 

 

Tras acomodarse, el chico se volteó sobre la cama hasta el punto en el cual pudo abrazar a su amada y pasó la pierna por encima de ella como si la hiciera su prisionera, con la intención de darle un fuerte abrazo contra su pecho y mecerla cariñosamente de un lado a otro. 

 

Luego de escuchar los ronroneos de su chicha, que no podía escapar de su cariñoso comportamiento, Omar dijo: 

 

  —Si así se siente estar sin alma, entonces, toma la mía todos los días.

 

  —Que bien se siente estar así, a tu lado, juntitos, los dos desnudos y sin fuerzas… creo que ahora sí podremos dormir como nunca.      

 

  —Hablando de dormir, ¿qué hora crees que sea? —preguntó Omar. 

 

  —Mejor no saberlo… así engañamos a la mente y dormimos hasta que suene la alarma de mi teléfono, después de todo, hoy es el gran día. 

 

  —Entonces, duerme bien —dijo él.

 

  —Tú también.

 

 —Dulces sueños.

 

 —Igual para ti.

 

—No tengas pesadillas.

 

—Gracias y sueña conmigo.

 

Con la intención de hablar para no quedarse dormido, Rebeka pudo notar cómo Omar apagaba el tono de su voz. Una palabra más baja que la otra, hasta el punto en el que se quedó sin más que decir y sucumbió al sueño.

 

   Contenta de poder estar entre los brazos de alguien tan lindo y que le hacía sentir como una princesa, Rebeka dio un último vistazo al rostro de su amado con la intención de garantizar soñar con él, si es que llegaba a soñar mientras dormía. Desafortunadamente, el tiempo pasaba y era mejor asegurarse de no olvidar semejante momento antes de arrepentirse por no haberlo vivido.

 

  Entre las sábanas acogedoras de una cama de la cual se habían caído casi todas las almohadas, muñecos y cobijas al suelo, el intranquilo sonido de la alarma configurada en el teléfono se hizo escuchar. Tras abrir sus ojos, Rebeka abrazó a quien le estaba plantando un beso en sus labios como saludo de buenos días.

 

 «¡Aww! ¡¿Quiero gritar de la felicidad?! No fue un sueño… Está aquí, en carne y hueso, dándome los buenos días con un beso». La chica respiró orgullosa de haber pasado la noche junto al chico al que había considerado digno de entregar su corazón y cuerpo. Un chico tan perfecto, que no le hubiera extrañado que todo fuera parte de un sueño. «Su compañía… fue el mejor regalo que podía recibir. Por otro lado, si mi mamá hubiera estado en casa, esto no hubiera sido posible. “Eres muy pequeña para estar haciendo cosas de adultos”, le reclamaría su madre, por tan solo dar un beso. Sexo no, eso no estaba permitido en mi vida, para ella tal vez me podría acostar con un chico después de ser novios oficiales por un año o algo así, pero por tan solo un día, ni pensarlo. Puedo imaginarla reclamando cuando le presente a Omar. Es mi vida, es mi cuerpo y es cierto, un novio representa una gran distracción para poder estudiar y mantener mis notas, pero ahora que soy mayor de edad no pienso seguir obteniendo buenas notas, si con pasar las clases es suficiente. Para un trabajo no es necesario seguir manteniendo buenas notas. ¿En alguna entrevista de trabajo te preguntarán si te graduaste con un cien, un noventa o con un ochenta? No, tan solo te preguntarán si te graduaste y de qué tienes experiencia…».

 

  Enternecida, con sus ojos bien abiertos mientras pensaba, Rebeka vio cómo Omar le volvió a dar otro beso, y otro. Ella, en cambio, dio pequeños besos en la cara de su amado con la intención de esquivar su lengua juguetona, que pretendía abrirse paso entre sus labios.

 

   Aunque el amor entre los dos aún estaba en su punto más alto, ese en el cual nada de lo que haga el otro se ve como malo, Rebeka creía firmemente que no era necesario para Omar ser expuesto a un mal aliento, si era que ella lo tenía. «Aaah. Si nos besamos con lengua me voy a calentar, pero no recuerdo haberme lavado la boca después de comer. Mejor no arriesgarme… si volvemos a hacerlo, no sé si pueda levantarme de esta cama… ayer no me bañé después de hacerlo… mi pelo tiene que estar hecho un desastre».

 

 Los cabellos de Rebeka hacían cosquillas en la nariz de Omar, aun así, él no dejo de hacer espacio en su rostro para demostrar una sonrisa.

 

Con sus cabellos despeinados, Rebeka miró al rostro de su amado y con esto prácticamente se le olvidó todo el cansancio como consecuencia a dormir unas pocas horas. Motivada a vivir, ser feliz, volar y optar por el optimismo de que ese día sería maravilloso, devolvió la sonrisa y dijo:

 

  —Buenos días… amor mío.

 

  —Buenos días para ti, preciosa… déjame darte un beso de lengua —respondió, con el objetivo de ser más directo con sus intenciones.

 

  —Después que me lave la boca —dijo ella divertida, para luego agregar: —Un día de estos, tienes que hacerme un desayuno y llevarlo a la cama. 

 

  Entre palabras y movimientos, Rebeka se zafaba del agarre de su chico, hasta que finalmente logró escapar libre.

 

  —Claro que sí… —respondió Omar al tema del desayuno, para después reclamar—. No te vayas, quedémonos aquí.  

 

 Con una sonrisa y unos cuantos besos de por medio, Rebeka ignoró los caprichos de su amado y se levantó de la cama, lo que hizo a Omar levantarse también y abrazarla por detrás arrimándole el miembro en erección, tratando de colarlo. Con un sentimiento de urgencia, Rebeka se dirigió al baño mientras trataban de no caerse o chocar con algo que pudieran tumbar, al mismo tiempo que escapaba de quien quería capturarle y llevarle de vuelta a la cama.

 

  Una vez en el baño, Rebeka apartó las cortinas, abrió el grifo del agua para que esta se fuera calentando y tan rápido como pudo tomó asiento sobre el sanitario con la excusa de vaciar la vejiga que tenía llena.

 

  —Aww, no quiero tener que secarme y hacerme el pelo de nuevo —pensó Rebeka, un tanto inconforme con lo que veía venir, mientras escuchaba el sonido de un constante hilo de fluidos cayendo. 

 

  —Te ves maravillosa de cualquier forma. Así, despeinada, pareces una leona… una leona sexy. 

 

  Omar se acercó hacia Rebeka con su miembro erecto, sugiriendo que ella le hiciera un oral, después de todo, la cabeza de ella estaba a la altura de su cintura y no le sería muy difícil. 

 

  Rebeka respondió al acercamiento de su novio con una mirada encendida en deseos, tanto que finalmente se dignó a agarrar el miembro de su chico con la mano derecha y comenzó a menearlo mientras le miraba. Sus intenciones no eran las de tener sexo, sino que disfrutaba tener semejante trozo de carne para jugar, cada vez que le apeteciera.

Aunque contaba con poco tiempo para arreglarse y llegar presentable a la escuela, sin estar necesariamente tarde, no era una ocasión sensata tener sexo. Aun así, Omar seguía intentando despertarle los intereses de la carne, de llevarle a la cama, de hacerle quedarse en la casa, pero ella decidió negarse y soltar lo que estaba aguantando, pues era peligroso seguir jugando con fuego.

 

  —Es que si no resuelvo este problema —dijo Omar refiriéndose a su amigo en posición de firme—. No voy a poder usar el baño.

 

  —¿Sabes? No me opondría a verte masturbándote mientras me baño, para que alivies tu problema. Considéralo como una continuación de lo que no lograste terminar ayer.  

 

  Omar necesitaba descargar los placeres de su cuerpo y ante la proposición de su amada, usó su mano para menearse el muñeco de atrás hacia adelante, con la intención de venirse tan rápido como pudiera.

 

  Rebeka, apenas terminó de orinar, se limpió con papel higiénico, tiró de la cadena y se puso de pie. Haciendo su esfuerzo para ignorar la presencia de Omar, chequeó la temperatura del agua que caía de la ducha y tras dar dos pasos, entró en la bañera. Buscó evitar mojarse el pelo y quería despejar su mente de la idea de meterse el miembro de su chico en la boca. Ella tomó el jabón y tras hacer espuma, procedió a lavarse la cara.  

 

  El agua caliente salía de la ducha como un torrencial y en su caída acariciaba la piel delicada y suave de Rebeka. Más que limpiar, el líquido le hacía recordar la noche de pasión y sexo que había dejado atrás. Quién podía culpar a alguien de caer en las tentaciones y ceder en los placeres carnales, cuando había deseado ser poseída y recién satisfacía la curiosidad de saber cómo se sentía. Cada gota de agua le hacía recordar lo mucho que le había gustado. Junto al agua caliente, tener a su amado a un lado, mirándole y tocándose, también la hacía sentirse pervertida y adicta a recordar ese momento que pasaron juntos, cuando él estaba adentro de ella y ella adentro de él.

 

Luego de levantar la cabeza en dirección a donde caía el agua, se enjuagó la cara y no pudo evitar abrir su boca. Aunque había dicho que se iba a controlar, recordar el sabor del semen que le inundó la garganta la noche anterior, le hizo sacar la lengua bajo el agua caliente, al principio con la intención de borrar ese recuerdo.

 

  Omar, por otro lado, podía ver la forma sensual en la que ella se movía dentro de la bañera. Rebeka estaba actuando como si danzara con el agua y quisiera tocarse, pero no lo estaba permitiendo. Tal vez por eso se acariciaba las caderas, los muslos, el estómago, sus pechos, su cuello y su rostro. El vapor comenzaba a nublar el cristal, pero la imagen erótica de una chica que abría su boca, sacaba la lengua, tenía las manos en la cabeza, juntaba sus rodillas y se agachaba ligeramente de manera que arqueaba su espalda y empinaba la cola, no perdía brillo ante los ojos del enternecido muchacho.   

 

  No era suficiente, el sabor del agua caliente no le bastaba, pues la temperatura, consistencia y sabor del líquido insípido e incoloro, no se comparaba al semen de su amado. Aún no había desayunado, tenía que vestirse y aunque estuviera consciente de su responsabilidad, se sintió incapaz de seguir controlando sus antojos. Pasó su mano derecha hacia adelante y decidió usar su dedo como sustituto de lo que no podía tener. Ahí, tantas veces como lo había hecho a solas, se tocó la punta de la lengua y después cerró sus labios. Tras chuparse el dedo índice completo, perdió el control bajo la bañera, aún sin permitirse el placer de tocarse ahí abajo, reprimiendo su incontrolable urgencia de comerse nuevamente el sexo de su amado. 

 

Luego de abrir sus ojos bajo la ducha, pudo notar cómo su amado aceleraba los movimientos de su mano, inclinaba sus caderas hacia adelante y parecía aguantar la respiración. La duda le incendiaba por dentro. «¿Acaso se va a venir? ¿Lo hago? ¿Me meto su cosa en la boca cuando se venga?». Las respiraciones de ella se elevaron, así como su corazón.   

 

   Tan pronto Omar se dio cuenta de la situación, ya tenía a Rebeka prendida de su miembro, tragando tanto como podía y aunque le hubiera alcanzado con dos o tres movimientos más de su mano derecha para venirse, sentir el calor de la boca de su amada en su miembro fue lo que le arrancó el aliento y los deseos de respirar, ya que no tenía espacio para poner su mano entre la boca de Rebeka y su pelvis. Por eso, agarró los cabellos de ella y la empujó hacia él, con movimientos inconscientes.

 

     Un torrente salado, pegajoso y caliente se adentró por la garganta de Rebeka en el momento preciso que su boca fue forzada a recibir dos dedos más de miembro viril, que, con su punta, chocó con el cielo de la delicada garganta. Agachada, con sus piernas abiertas, las manos libres y el músculo convulsionando dentro de su boca, decidió romper la promesa que se hizo. Con urgencia y bien necesitada e ignorando las arcadas, con una mano se coló dos dedos bien profundos en su zona húmeda y con la otra se masajeó el clítoris de la forma justa con la que llegaría al límite.

 

 En ese preciso momento, le excitaba sentir lo que tenía en su boca, lo que por su garganta estaba pasando y que se estaba comportando como una chica mala, haciendo algo que se había prometido no hacer. Tanto así, que solo con varios movimientos circulares sintió el éxtasis que le forzó a arrodillarse en el piso con tal de no caer sentada.

 

Tras regresar a respirar por bocanadas, Omar liberó la cabeza de su amada y retrocedió unos pasos, para buscar el apoyo necesario para no caerse.

 

  Rebeka tosió unas cuantas veces, aun así, tan pronto pudo mostrar una sonrisa en dirección a su amado, le confirmó que todo estaba bien. Luego de regresar nuevamente al baño, ella se enjuagó el jabón con rapidez, de las partes que lo necesitaban y en cuestión de menos de un minuto, cerró la ducha para salir apurada con una toalla, con la cual procedió a escurrirse el cuerpo. 

 

En el proceso también vio como el miembro de su chico ya no estaba erguido y se sentía aún más feliz por haber logrado que su amado consiguiera su propósito, por lo cual le animo a decir: 

 

  —Déjame irme vistiendo, no quiero que se te vuelva a poner dura y ahí sí que vamos a llegar tarde.

 

  —Oh… sí, la escuela… —dijo Omar.

 

  De regreso al cuarto, una vez secó su cuerpo y las puntas mojadas de su cabello, tan pronto termino de ponerse el uniforme, Rebeka se vistió y procedió a sacar dentro del armario un vestido negro formal. Tras agarrar la tela, se sintió orgullosa al recordar que lo había comprado unos días atrás, con la intención de verse mayor, competente y segura para ir a entrevistas de trabajo. No obstante, además de todo lo que hacía, también prestó atención a los sonidos que provenían de adentro del baño y nunca escuchó al sanitario siendo descargado.

 

 Tan pronto se volteó, vio a su amado saliendo por la puerta del baño, con sus ojos abiertos, mirándole en dirección al vestido que tenía en sus manos. Rebeka quería enseñar la ropa que había comprado, pero se detuvo, tan pronto pudo notar algo de tristeza mezclada con felicidad en el rostro de Omar. 

 

  La Felicidad la podía entender, pues, es como si fueran miembros de un largo matrimonio, que estaban despertando, usando el baño y vistiéndose uno al lado del otro, con la confianza de muchos años. Esa misma confianza que se debía tener cuando se necesitaba que algo hiriente fuera dicho. «Admito que pocos de nuestra edad tienen el privilegio de despertar junto a su amado de esta manera… pero» se dijo. De cierta manera no quería entender la tristeza, ni contagiarse de ella, ya que él le estaba mirando al vestido que cargaba y seguro estaba lleno de opiniones pesimistas. 

 

  —¿Acaso hiciste pis en la ducha? —preguntó Rebeka, utilizando un comentario para eludir la situación que prometía avecinarse. Después de todo, que Omar siguiera buscando excusas para quedarse en la casa con ella, era debido a algo.

 

  Omar regresó sus ojos al rostro de la chica y con una mirada confundida no quiso responder, pues según el tono en el que se le había hablado, no podría descifrar si ella lo regañaría por semejante acto.

Sin más remedio que tener que responder, agregó: —Lo dejo a tu imaginación — le dijo, luego de hacer una pausa y respirar hondo, como quien pretendía enfrentar un tema delicado—. Entonces, ¿Hoy es el día en el cual estuviste haciendo la lista que me enseñaste ayer en la mañana?  

 

Con la toalla enrollada alrededor de su cintura, Omar procedió a tomar las medias que estaban sobre una cama ya tendida y con delicadeza se agachó en el suelo frente a Rebeka para ayudarle a ponérselas.

 

   —No te entusiasmes mucho, mi mamá está a punto de llegar —dijo ella.

 

 —Ahora sí, está bien —dijo él, como quien quería ignorar algo, mientras tomaba su tiempo para terminar de ponerle las medias a su amada. 

 

  —Omar, tu ropa está hecha un desastre. Ahora que lo pienso, tal vez sea mejor que pases por tu casa. Has tenido el teléfono apagado durante todo este tiempo y tus padres deben estar preocupados.

 

  —Tienes razón, no les he dicho nada… —respondió.

 

   —¡¿No les dijiste?! —preguntó Rebeka, con tono asombrado.

 

  Entre sus planes, ella no esperaba que Omar fuese tan despreocupado con su familia. Pero bueno, en el mejor de los casos, a los chicos les dan muchas más libertades con respecto a salir por las noches y tomar decisiones de con quién estar, que a las chicas. No debería ser así, pero seguía siendo un mundo en el que habitaban aprovechados y en el cual las mujeres jóvenes, más atractivas a la mirada, tenían mayor riesgo a ser violadas y/o asesinadas. Por otro lado, tal vez era eso lo que le preocupaba tanto a Omar y la razón por la cual no quería dejar la casa. Después de todo, quién quiere regresar con sus padres cuando te tienen un castigo asegurado.

 

Tras llevarse la mano a la cara y prepararse para lo peor, esperando lo mejor, Rebeka miró a los ojos de su amado:  

 

  —Tenía planeado que me acompañaras a hacer las entrevistas, tan pronto terminara con la escuela, pero dada la situación, en el extremo caso que llegues a tu casa y como castigo no te dejen marchar, entenderé si no nos vemos en el parque… ¿Te parece? 

 

   —No, no es que importe si vaya o no a mi casa. Quiero acompañarte a tu entrevista… Eso es más importante. También quiero que alcances tus metas, confía en mí y déjame ayudarte. Por favor.

 

  Las palabras de Omar sonaban como quien juraba amor y amaba sin condiciones, pero Rebeka no podía identificar cuál era el propósito que tenía lo que le decía.

 

  —¿Hay algo más que me quieras decir? —preguntó Rebeka, quien entendió que la mirada de su amado estaba abarrotada por la inseguridad de decir algo y tal vez no podía.

 

  —Podemos dejar tu entrevista para otro día —dijo Omar, quien cambió sus expresiones de tristeza con gestos de determinación—. Rebeka, no quiero que la gente te haga daño. Antes que empieces a buscar trabajo, quiero pedir tu mano en matrimonio… así, cuando hagas las entrevistas… podrás ir con el apellido de mi familia. No me tomes a mal, no es que crea que no puedas, es tan solo… que te quiero…

 

  Rebeka hizo una pausa para mirar a Omar a los ojos. El apellido de la familia de su amado tenía el peso suficiente como para hacer que las personas lamieran los zapatos de quien estuviera enfrente. Al casarse, los dos miembros tenían la opción de cambiar sus nombres, lo que le permitiría deshacerse del apellido de un padre convicto. Pero llamarlo orgullo, soberbia o simple determinación, no cambiaría lo que Rebeka estaba buscando, ella no quería ser una persona diferente y crear una reputación nueva lejos de la mancha dejada por su padre. Ella quería limpiar el nombre de la familia y para hacerlo, primero debía pagar las deudas que tenía con el gobierno, con dinero honrado.

 

  —No —respondió rotundamente. 

 

  —Pero… —Omar fue interrumpido por ella.

 

  —Por favor, no digo que no a casarme contigo. No hago esto por ser arrogante, te pido que me apoyes y que me dejes intentarlo —respondió Rebeka, lo que hizo a Omar sentirse rechazado y al mismo tiempo, no tan mal.

 

  Sin poder decir nada, ni querer insistir en una decisión que ya estaba tomada, Omar vio cómo Rebeka sacaba de la mochila que llevaba, los libros y libretas para hacer espacio a la muda de ropa que pretendía ponerse una vez saliera de la escuela.

 

   El silencio entre los dos se volvió incómodo, aun así, permanecieron juntos hasta que salieron por la puerta de entrada y ella pasó el seguro.

 

  En la calle, con lágrimas en los ojos, Omar besó y abrazó a su amada, como si se tratase de la última vez que le vería. Rebeka sintió el beso, el abrazo, el calor del cuerpo de su amado y le correspondió en todos sus esfuerzos. Después de unos largos minutos, él se separó y dio la vuelta, como si quisiera arrancarse algo que le hacía adicto, para ir en otra dirección.  

 

  Uno fue a la escuela y el otro a su casa.