Stagnation

Chapter 4
Determinación


  «Un “DeBastador”, “B” por hijo “bastardo”, el resto de la palabra se refiere a “devastador”.  Una aberración carente de razón, deforme física o mentalmente que, a la larga, ni siquiera puede ser controlada por la familia que lo crio y educó». 

Lía pensaba en su interior. «Mucho menos es alguien que yo pueda controlar, al menos no con este cuerpo enfermo que tengo. ¿Quién se iba a imaginar que el descendiente de un vampiro y un licántropo con linajes puros caería del cielo como una estrella y terminaría frente de mí? Me arrepiento de no seguir las noticias, ni estar al tanto de los eventos que atormentan a la humanidad. Claro que en las noticias vi que cazaban a tu familia y que los humanos habían llegado al infierno, pero no es suficiente…».

 «Dejando eso de lado», continuó pensando, «aunque utilice mis habilidades de vampira para hacerte mi esclavo, no estarás atado a ese lazo, puesto que también tienes sangre de vampiro en tus venas. Mi cuerpo, mis habilidades, mis conocimientos, de nada servirán para poder, al menos, hacer un acuerdo con él. Tan solo puedo confiar y esperar lo mejor. Ahora que lo pienso, cuando lo cargaba entre mis brazos, él no se veía tan peligroso, vicioso o violento como la gente lo describe. Además, no todos los híbridos son criaturas semejantes».

—Yo… confío en ti… —dijo Lía mirando a los ojos que tanto comenzaba a temer, tan pronto como pudo tragarse el nudo que se le había hecho en la garganta y aclarar sus ideas.  

  Después de haber hablado en voz alta, Lía se dio cuenta de que no había sonado muy convincente. Que existían mejores cosas que decir y que, tal vez, esas podían ser las últimas palabras que podría decir. Se sintió como la mayor estúpida de todo el infierno amarillo brilloso en el que vivía. 

  Algo recorrió el interior de Rey. Para él, eso se sintió electrizante, al mismo tiempo que relajante. Le invadía la confianza y los motivos para creer en alguien que, de cierta forma, creía en él. Esas cuatro palabras, nadie se las había dicho en el pasado. El rostro de ella mostraba temor, pero no mentía, mientras que las caras de su maestro, padres y amigos, mentían, pero nunca temían. Las palabras que salieron de los delicados labios fueron sinceras, abarrotadas por vulnerabilidad, aunque estuvieran asustadas. Por otro lado, la manera en la que la doctora ofrecía su cuerpo le recordaba vagamente a Silvia, antes que ésta le ofreciera la llave del conocimiento. 

  Con intimidantes pasos, Rey rodeó el cuerpo de la fémina. Tan pronto se rompió el contacto visual entre ellos dos, a pesar de ser un poco más grande que la mitad del tamaño de ella, Rey hizo que su cuerpo creciera hasta colocarse a la misma altura e intercambiar alientos sin tener que transformarse por completo en bestia. Dos palmos más grandes que la doctora y tras terminar de darle la vuelta, Rey volvió a posar su mano semi transformada sobre el delicado rostro de piel pálida. 

  Lía se vio obligada a subir su mirada y entablar contacto visual con una versión mucho más intimidante de su paciente. El pánico se hacía presente en su cuerpo y le gritaba que corriera con todas sus fuerzas, pero ese comportamiento no era lógico para alguien que se auto-laceraba y había querido morir la mayor parte del tiempo. Mucho menos para ella, que tanto le gustaban las situaciones peligrosas.

  Largos segundos pasó Lía mirando al chico que le doblegaba la voluntad con su mirada.  Los ojos de Rey le parecieron como interminables laberintos en los que se perdía y reencontraba de vez en cuando. Un laberinto en el cual las paredes dejaron de existir y la oscuridad lo engulló todo, quedando tan solo el brillo blanco de dos ojos afilados. 

  El tiempo se detuvo en todo el sentido de la palabra. El tic, tac del reloj pareció cobrar vida y volverse tan complejo como caprichoso.  El corazón de Lía se volvió una tercera persona, haciendo notar su desesperada existencia en la desolada habitación compuesta por dos. El sistema interno de ella estaba hecho un caos, tanto que sus piernas casi no le respondían y su respiración se encontraba al borde del descontrol.

  Con la elevación de la frecuencia cardíaca que estaba experimentando, ella notó que ciertas áreas de su cuerpo dejaban de ser pálidas, sus orejas, su cara, su pecho al descubierto y el área pélvica dentro de la intimidad, se sonrojaban. Comenzaba a hacer mucho calor, tanto, que su cuerpo sudaba frío, sudoraciones que le rociaron las palmas de sus manos, así como una mayor lubricación de saliva en la garganta. 

  «¡Ohhh! Él aún no ha dicho nada, seguro porque trata de mantener sus instintos al margen para no matarme», pensaba Lía. «Es entendible, para él, yo soy una amenaza. Me está estudiando con su mirada, sintiendo con su olfato, intimidando con su presencia. Quiere hacerme saber que es más fuerte que yo y sería mucho más sensato que retirara mis palabras si no fuera capaz de cumplirlas…»

  Como si toda la piel hinchada y humedecida no fuera suficiente, temblores y sacudidas reclamaban la posición de las redondeadas piernas de la chica, que luchaba con todas las fuerzas de su ser por mantenerse de pie.

  «Si en verdad confío en él, no tendría por qué salir corriendo» se dijo ella, para entrar en un estado pesimista. «Pero el miedo que estoy sintiendo no es bueno. Miedo que se traduce en inseguridad por la decisión que me atreví a tomar».

  Pánico, miedo, pavor, espanto, nunca experimentados, le trajo una paradójica sensación de excitación, lujuria y morbo a la vez. 

 «Él sigue mirándome sin decir nada», continuó ella en su mente. «No sabía que al estar a punto de morir podría hacerme sentir tan excitada. Siento fuego entre mis piernas, calor en mi abertura y algo duro que me golpea la barriga. El éxtasis tampoco me ayuda, la disponibilidad sexual podría interpretarse como interés; también es otra manera de engañar. Mi falta de capacidad para controlar las reacciones de mi cuerpo son el mayor enemigo con el que he podido lidiar en esta vida y en este momento tan crucial para mí para seguir viviendo». 

   A pesar de tener sus manos extendidas, el cuerpo femenino, minuciosamente observado, intentaba agarrar las largas mangas de la bata blanca que vestía, con la intención de cubrirse tan solo un poco más. 

  Durante el tiempo transcurrido, Rey notó cada pequeño temblor por parte de Lía, las diminutas gotas de sudor que le salían entre los poros de la frente blanca que se juntaban antes de deslizarse, cómo la sangre se aglomeraba bajo su piel y su propio reflejo atemorizante en el interior de aquellos ojos que le miraban fijamente. 

  Rey decidió ser precavido, con algo de decepción en su rostro, se volteó y se alejó un poco del espacio personal de la chica de cabellos recogidos. Recordaba las palabras que su padre alguna vez le dijo, “No temas perder cuando actúes por bien y haz buenas acciones confiando en el resultado sin dejar que las dudas te frenen”.

  —No es que esté tratando de no matarte… para mostrarte que soy diferente, acaso ¿existe algo que quieras, algo que necesites a cambio de toda la tranquilidad que te pienso quitar? 

   El joven dejó a la vampira atónita con las palabras que dijo y luego retrocedió. 

  —No… no por ahora —respondió ella

   Rey, sin dar tiempo a que ella expresara sus dudas, agregó: 

  —¿Por qué dijiste que confías en mí?

   Tan pronto como pudo retomar el control de su respiración y llevarse las manos al pecho para ayudar a que su corazón se detuviese, Lía respondió a la negociación que estaban entablando. 

—Digamos que es algo en mi interior. No sabría cómo explicártelo… —Ella, por pura corazonada, detuvo sus palabras calculadas, pues se dio cuenta de que el joven podía descubrir que no eran ciertas. Rápidamente, tras limpiar su garganta, se rectificó a sí misma—. No sabría cómo explicártelo para que lo entiendas sin que cambies la manera en cómo me ves. Por cierto, ¿cómo sabes lo que pienso? Es un tanto curioso, mi padre también podía saber lo que las personas pensaban y nunca me lo dijo.

  Lía hizo un movimiento inteligente, una pregunta para que el joven se abriera y ella pudiera escapar de lo tensa que se había vuelto la situación. 

   —No es que pueda saber lo que piensas —respondió Rey con naturalidad—, pero tu mirada habla con mucha claridad, tu cuerpo también manda señales que puedo interpretar con más facilidad. A diferencia de las palabras, los gestos suelen ser mucho más sinceros y se apegan más a la manera en la que alguien está pensando. 

   —Fascinante… —dijo ella—. ¿Qué te hizo ser de esa manera? ¿Qué te hizo ser tan atento y desconfiado?

  —La carga que llevo sobre mis hombros. Siempre estoy rodeado de personas que me observan. Cuando aún no era capaz de comunicarme mediante palabras, no me di cuenta de la importancia que tenían las miradas y cometí errores por mi ignorancia. De ahí en adelante aprendí a interpretar expresiones, pero no significa que las entienda del todo. Por cierto, ¿acaso lo que significa el aroma de tu piel es deseo sexual? De cierta manera me tienta a no actuar racional. Podría tener la intención de devorarte, pero al mismo tiempo no es que sienta hambre. Puede sonar raro, pero al pararme frente a ti y aumentar mi tamaño, estaba viendo si me besabas.

   Rey detuvo sus palabras, apreciando lo nerviosa que se ponía Lía ante la situación tan comprometedora en la que había quedado. La doctora pudo bajar la mirada y por ende darse cuenta de qué era lo que le había presionado en la barriga. 

  —¡¡Claro que si te habría besado!!— respondió tras subir sus ojos exaltados, reconociendo que había perdido varias oportunidades de usar los atributos de los que, por unos segundos, había perdido la confianza. Después de todo, ella no recordaba desde hacía cuánto tiempo había sido su última vez con un hombre. —Pero no va a funcionar. 

   —¿Uy? —Rey siguió estudiando el comportamiento de la doctora, tanto que se le acercó para olerle los cabellos—. ¿Por qué piensas que no va a funcionar? Dime la razón, pero si no es buena, no pienso detenerme. 

 —No es que no tenga una buena razón —respondió, recuperando la confianza que tenía en sí misma y moviendo ligeramente sus caderas—. Es horario de trabajo y este tampoco es el lugar más apropiado para que no te contengas de hacer lo que quieres hacerme. En esta sociedad existen reglas y cosas que solo se pueden hacer a su debido tiempo y bajo ciertas circunstancias para que sean apropiadas.

 —¿Mmm? —Rey puso la mirada de alguien confundido.

 —Si aprendes de las costumbres de esta sociedad —continuó ella, nerviosa pero también hablando sensualmente—, podrás entender lo que estoy diciendo y sabrás cuándo es el momento correcto para poder tocar o dejarte tocar. 

  —Me interesan tus conocimientos, tu cuerpo y tus habilidades, ¿existe algo que quieras a cambio de mí?  

 —En verdad, tu situación te hace ver adorable —respondió Lía al tocar seductoramente el pecho de su paciente—. Tan adorable que me haces querer enseñarte o corromperte y sí, quiero algo a cambio.

  —Creí que eras del tipo de mujeres que se entregan y lo dejan todo, por alguien más fuerte —dijo Rey, sintiendo cómo la mano de Lía le bajaba por el abdomen, viendo en aquellos ojos la disposición que tenía para satisfacer sus demandas.

  —No estás del todo incorrecto… —aceptó Lía—. También debo confesar que tu presencia se siente como la de esos machos que quieren resolver todos los problemas que preocupan a quienes le rodean y se niegan a aprender o escuchar.

  Rey le dio una sonrisa a Lía. Los dos de cierta manera se entendían el uno al otro. Más ahora, que ella le tocaba directamente el miembro. 

  —Si quieres que mi propósito sea enseñarte y guiarte, mientras de a poco revelo ante ti todos mis secretos, incluso mis deseos más ocultos, te pido que me escuches y me obedezcas absolutamente en todo de ahora en adelante. Tampoco debes pensar en otras hembras que no sea yo.  A cambio, como miembro del templo de las artes amatorias, te daré el mayor placer que podrás nunca sentir.

  Rey guardó silencio, estaba considerando la proposición mientras sentía cómo Lía le agarraba y masajeaba su miembro en erección. 

  —Mmm —corroboró Rey, haciendo las expresiones de alguien que entendía la situación.

  —Mientras más me obedezcas, mayor será el placer que vas a sentir. 

  —Con tan solo tocarme ya se siente como si algo fuera a salir —dijo Rey en voz alta, cosa que despertó una sonrisa en la fémina que le seducía.

  Dispuesta a emplear los movimientos que han sido capaces de dejar a cualquier hombre o mujer indefensos y sin aliento, de pronto, Lía llevó su mano izquierda hasta la base del miembro del joven y tras apartarse algunos cabellos del rostro con su mano opuesta, se inclinó hacia adelante al punto en el cual pudo acariciar con su lengua la punta de lo que estaba agarrando. 

 Tan pronto Rey vio desaparecer su miembro dentro de la boca de ella, aun siendo meneado por la delicada mano, pudo sentir un calor abrasador que le arrancó de un tirón hasta la última gota que llevaba contenida en sus testículos. 

  Lía no se mostró en nada ofendida con el regalo, al contrario, mantuvo al convulsionante trozo de carne en el interior de su boca para seguidamente sacarlo con lentitud, chupando, absorbiendo y tragando el néctar blanco. Tras tomarse todo, envolvió con su lengua la punta del órgano de deseo de Rey, limpiándolo hasta dejarlo brillante. 

  Si ese era tan solo el principio, Rey se sintió intrigado por lo que pudiera suceder en el futuro. 

  Aun tratando de reponerse de la sensación tan placentera que había recibido, tan pronto Lía se incorporó, él afirmó con su cabeza aceptando la propuesta.

  —¡¿Sí?! —dijo Lía, como si no lo pudiera creer. Estaba tan exaltada que casi podía explotar de felicidad—. Por ahora, te dejo recuperar el aliento. Puedes tener en mente que a mí me gusta tomar riesgos de vez en cuando. En esos momentos, solo déjate llevar por las emociones que yo pueda provocar en ti, esas que no te hacen actuar racional.

  Esa frase provocó que el joven ladeara la cabeza recordando a su madre, quien le había advertido sobre las mujeres. «Ella es un poco diferente de lo que pensaba» se dijo a sí mismo. «Sin embargo, no es nada malo. No tendrá los mismos motivos que la sirvienta de mis padres, pero ambas dejan a mi cuerpo satisfecho, así que no tengo ninguna queja mientras sea así».   

   Lía interpretó el gesto como duda, por lo cual continuó: 

  —Por ahora enfócate en estar bien atento a mí en todo momento. Por cierto, aquí tienes los lentes… Sí, lentes, así es como se les llama a estas delgadas capas de goma que te disfrazan los ojos. Con esto no llamarás la atención. Regresa a tu tamaño anterior y ponte esta ropa. 

  Dejando de lado sus pensamientos por un segundo, Rey procedió a regresar a su tamaño normal para así colocarse los lentes. 

  El chico, ya más tranquilo, se sentó sobre la cama dispuesto a esperar que Lía terminara lo que comenzó a hacer como si fuese un trabajo por terminar. Movió varias sillas, organizó objetos y tomó notas. 

   Lía se volteó, a pesar de haber logrado cumplir algo que al principio consideró imposible de lograr, ella comenzó a sentirse arrepentida por aprovecharse aún más de la situación con el acuerdo que había hecho. «Si alguien te ama, te aceptará sin importar qué. Tienes que hacer que él te ame, para que te acepte», repitió en su mente una y otra vez, para después continuar con su reflexión. «Él está receptivo a dejarse llevar, significa que puedo lograrlo. Puedo hacer que me ame… puedo ganarme su corazón, aunque termine perdiendo el mío como consecuencia». 

   Ambos jóvenes, pensativos, se quedaron intercambiando un silencio mucho más fuerte que cualquier mirada. Ninguna palabra se aventuró a romper la tensión del ambiente porque el uno sabía que el otro estaba justo ahí y no se marcharía. 

   Justo en medio del momento por el que estaba pasando la vampira, en el que tenía que decidir cuál sería una buena pregunta para reavivar la llama de la conversación, White salió para estirarse y respirar aire fresco.

   Sin mostrar mucha emoción, la inmensa bestia blanca en sus cuatro patas saltó encima de la cama junto a su compañero, sin siquiera emitir algún ruido perceptible. Acto seguido comenzó a pasarle la lengua por toda la cara y envolverlo entre sus garras con la intención de darle calor. 

  Lía, quien no se había percatado de la tercera presencia, se volteó con la pregunta más coherente que pudo haber creado. Tan rápido como vio algo inesperado, la vampira dejó caer todo lo que tenía en sus manos. White y Rey reaccionaron al sonido observando momentáneamente el sitio de donde provino y acto seguido observaron a quien lo provocó. 

  Sin poder hablar, la chica vio como el gigantesco felino se bajó de la cama y se le acercó tan silencioso como un fantasma. 

   «Ahora sí» se dijo a sí misma la doctora al borde de un ataque de pánico. «Tal vez sí sea capaz de morir. El miedo o está bestia, uno de los dos terminará con mi inmortalidad».

   Cerca de Lía, White agacho su cabeza para olisquear lo que había caído en el suelo. Acto seguido, la enorme bestia felina de pelaje blanco con rayas negras subió su gran cabeza peluda para olfatear la mano de la chica paralizada por miedo.

Lía mantuvo sus ojos bien cerrados al mismo tiempo que tensaba todo su cuerpo. Ella sintió cómo una incómoda lengua rugosa le frotó la mano, se sentía como si un pedazo de tronco áspero estuviese siendo lijado.

 —Se siente agradecida porque me cuidaste y bañaste mientras estaba inconsciente —dijo Rey con un rostro de divertidas expresiones ante el comportamiento tan precavido de la doctora que hacía unos minutos se le había lanzado de boca a primera base, como quien dice.

—¡¿De dónde ha salido semejante animal?! —exclamó Lía con voz temblorosa, para acto seguido pensar: «Respira hondo, Lía. Esta cosa no es el problema, ellos parecen estar juntos, el problema es que tal vez tenga que pasar por la vergüenza de tener que explicar lo que hice mientras él estuvo inconsciente». 

 White no iba a hacer ningún comentario con respecto a la forma en la cual Lía bañó a Rey, después de todo, Rey bañaba de la misma forma a la sirvienta de la casa cada vez que ella se lo pedía. Además, comprendió que su cercanía no era bien recibida por la chica a la cual quería “agradecer”, pues esta se comportaba como lo hacían los pequeños animales que solía cazar para comer. Antes de que se le abriese el apetito, White decidió regresar a donde estaba Rey, puesto que su “agradecimiento” no era bien recibido. 

  —No es por nada en particular —abrió Lía la conversación—, pero no es bueno tener a tu mascota fuera… si alguien le ve, nos causará muchos problemas.

 —Espero que no te hayas referido a mí de una manera inapropiada —dijo White con su malhumorado tono de voz, al mismo tiempo que enseñó sus dientes y arrugó todo su hocico. No aceptar su “agradecimiento” ya había sido suficientemente ofensivo como para soportar palabras denigrantes. Puesto que, como bestia salvaje y poderosa, descendiente de los guardianes del paraíso, Rey era su propiedad y no al revés.   

  «Definitivamente, debo estar escuchando voces» se dijo la doctora. «Ese animal no me puede hablar y mucho menos entenderme. Los animales no hablan, ¿o sí?»

 Lía estaba impresionada, se paró de puntitas al ver las expresiones enojadas del gigantesco felino. Por todo este comportamiento, Rey entendió que para ella no era normal que los animales pudieran hablar y entender. Con un aire de conocimiento, aprovechó para explicar la situación mientras pasaba su mano por la cabeza de White. 

—Mediante un conjuro mágico, ella y yo podemos compartir el conocimiento que tenemos y nos interesa saber. Como lo es la interpretación de una lengua nueva—. Rey cerró sus ojos y los abrió en dirección a Lía—. No debiste haber empleado algún otro término para hablar de ella que no fuera “parte de mí”. Quien a cuatro patas me acompaña es todo lo que tengo y en el momento que acepté esa idea me convertí en todo lo que ella tenía. Es una ofensa llamarle mascota.

Entendiendo que el animal presente no era tan solo una mera bestia o una mascota como le había llamado, Lía se disculpó de corazón y agregó una pregunta: 

—¿Cómo fue que la pude escuchar sin que me tuviera que hablar?

 —Digamos que… es otro conjuro mágico —dijo mientras acariciaba el lomo de White, desde la nuca hasta llegar a la base de la cola.

Lía pensó en preguntar si estaba enojada con ella, pero supuso que terminaría recorriendo un camino muy peligroso.

 —Me marcho —dijo White en su usual malhumorado tono, sintiendo celos de la vampira que le quitaba la atención de su compañero.

 «Supongo que si está enojada» respondió Lía, aún con la mano levantada como quien quería decir algo con tal de enmendar el asunto.  

Con el desaparecer del enorme felino en el aire, Lía se volvió a asombrar. Ella estaba consciente de que había perdido la costumbre de ver cosas sobrenaturales, aun así, parecía increíble que la gigantesca bestia cuadrúpeda pudiera desaparecer así sin más.

 Dado a que White ya no estaba merodeando, el ambiente regresó a la normalidad. Lía sabía que debía dejar el miedo atrás si pretendía cumplir su propósito como mujer aprovechando el tiempo que le quedaba. Simulando una pérdida de balance, ella intencionalmente resbaló al pisar sobre uno de los productos que había dejado caer antes. Rey, con un excelente tiempo de reacción, no dudo en tomar rápidamente al cuerpo femenino en brazos para evitarle caer sobre los cristales del suelo mojado. Teniéndola contra su pecho, el chico ya no supo qué hacer o cómo actuar, solo sentía que despegarse le incomodaría.

Entre los dos cuerpos se despertó el deseo una vez más. Tanto a Rey como a Lía se les aceleró el aliento. Ella se le acercó y en sus ojos mostraba que quería tocarle, excitarle, besarle, devorarle, mostrarle lo que era una mujer, aún más a fondo de lo que ya había hecho.  

 —Eres vampira —afirmó Rey—. Tu piel luce enferma y tu postura un poco descompuesta. No es usual que alguien de naturaleza fuerte pierda el balance, ¿acaso estás así de débil? Sí es así, toma de mí como algo extra al acuerdo, supongo que será suficiente a cambio de que me dejes aprender de las costumbres de esta sociedad y obtener tus conocimientos.

Tras romper el contacto visual, Rey comenzó a acercar su cuello a la boca de la doctora. Un impulso despertó en el interior del chico preparado a proseguir con el intercambio, a pesar de todo el cóctel de inusuales sensaciones que experimentaba.

 —A partir de este punto, en adelante —dijo Rey tras sentir dolor en su cuello—, te escucharé y obedeceré absolutamente. Tampoco pensaré en otras hembras que no seas tú.

«Mmm, escucharme y obedecerme absolutamente. Qué lástima que un vampiro no pueda ser esclavo de otro» pensó ella, mientras tragaba de la sangre de Rey. «Pero si él termina cumpliendo esas palabras, ¿acaso iría en contra de lo que deseo? Ciertamente no le quiero como mi esclavo, le quiero como hombre. Mi mente está enloqueciendo y mi cuerpo parece que se va a quemar por dentro de lo encendido que está con la idea de tener a un ciervo tan poderoso como lo es un “DeBastador” bajo mi control absoluto. Ufff, al principio solo deseaba sus labios, pero no sé cómo controlar esta ambición que recorre mis venas. Los pactos con demonios siempre son efectuados por algo a cambio. ¿Cuál ha de ser el precio que habré de pagar por semejante contrato?»

Un trago tras otro, Lía seguía consumiendo el líquido, ignorando que su propio cuello estaba siendo perforado. «El sabor de su sangre es indescriptiblemente delicioso y embriagante. Con tan solo el primer sorbo siento haber recuperado todo el agotamiento que me causaron estos cincuenta años humanos, incluso mis pensamientos se hacen más claros. Es como si, por su olor y su presencia, no pudiera ser capaz de sentir odio. De esta manera, no me puedo rehusar a estar con él, entre sus brazos, ante su ser… Ahora que mi mente piensa con más claridad, los vampiros primigenios se rodeaban por un sinnúmero de habilidades. Entre estos poderes, se supone que pueden morder sin causar dolor, alimentarse mientras hacen sentir bien, alejan al miedo y devoran el odio que llevas dentro» pensó ella, después de un rato. «Él me dijo “Supongo que será suficiente a cambio de que me dejes aprender de las costumbres de esta sociedad y obtener tus conocimientos”. ¿Por qué me habrá dicho semejante cosa? ¿Acaso esto en mi cuello no son sus labios, sino sus dientes penetrando mi carne? ¡¿Tomando mis recuerdos?!»   

 Lía, preocupada, dejó de morder e hizo retroceder su cuerpo en busca de la reacción que tenía el rostro del joven, ante lo que ella estaba pensando.

 «Los vampiros “puros de sangre”», recordó la doctora, «pueden desarrollar la capacidad de desenvolver la esencia, conocimientos y habilidades de aquellos cuya sangre consuman y también tienen la habilidad de incluso experimentar una porción de lo que alguien haya vivido, sin mencionar que son inmunes a cualquier cosa que tenga que ver con control mental o alteración de recuerdos».

La vida misma regreso al rostro de la chica que, aunque se disfrazara los ojos, el color azul de los mismos logró pasar ligeramente la capa de goma negra, así como también los colmillos se agrandaron ligeramente, sin mencionar el gran poder que le recorrió el cuerpo de tan solo probar un pequeño sorbo de la sangre de Rey. 

 Pero Lía estaba preocupada, no quería creer que Rey tuviera las habilidades que ella recién había sospechado. De ser así, quedaría expuesta, sus intenciones y motivos, junto a los propósitos por los cuales actuaba, todo sería revelado. 

 A Rey se le escurría sangre por las comisuras de su boca. Tras tragar el último sorbo, tenía la expresión de alguien que había quedado en estado de shock. Él podía ver, entre fragmentos, cincuenta años de una vida que sería agobiante para cualquier persona.

  Sin saber cuándo o dónde, Rey quedó atrapado en los paisajes que había visto Lía y componían sus memorias. Dentro de unos ojos que buscaban encontrar la respuesta a la supervivencia, Lía se veía a sí misma en la gran ciudad compuesta por imponentes edificios dorados, que se convertían en luz para todos los jóvenes, mientras que las autoridades le perseguían sin aliento, las multitudes iban vestidas espléndidamente con el mejor lino bordado de seda de vistosos colores. 

 Con sus oídos, Rey escuchó el ruido que había escuchado Lía en lo que era definido como un día eterno. Las fiestas de sinfonías, el caminar de la gente que cantaba y bailaba con armonía en dirección al templo de las artes amatorias. Las bellas sacerdotisas animadas, hablaban y reían, dispuestas a servir para el placer de los hombres por el goce del sexo, incluso a los ancianos. Cuerpos contra cuerpo sonaban, gritos, gemidos, insultos y halagos.   

  Con su carne viva, Rey sintió la tristeza y el descontrol que había sentido Lía, cuando los maridos, ante la celebración de sus bodas, tenían que dejar ir a sus mujeres. Las vírgenes se despedían con tristeza en sus ojos, para entregarse al rey de aquel mundo, el hombre semidiós que contagiaba locura y que desde su trono vigilaba invicto desde el principio de los tiempos. 

  Con el tacto de sus manos, Rey sintió cómo era que se limpiaban los cuerpos de pequeñas criaturas que no pudieron sobrevivir a la primera noche de compartir la cama con el rey superior a todos los reyes humanos. Las mismas manos que terminaron esposadas por las autoridades que le arrastraron por la calle, sin ropa, hasta el castillo.

 Con los huesos de su cuerpo, Rey sintió los temblores que recorrían a Lía, los cuales eran provocados por el poderoso y alto como ningún otro individuo, que ante ellas se imponía desnudo. Lía, tumbada en el suelo, estuvo ante el cuerpo violento de Gilgamesh, quien en dos tercios era divino y en uno humano. Cabezas rodaron por el suelo ante ese que es y será recordado por ser el primero en cualquier batalla. 

  Con su olfato, Rey sintió el olor a sangre resultante de las violentas embestidas de ese que movía su miembro viril con arrogancia, por donde pasara. Con la frente en alto, el rey de los humanos pasaba por encima de los desafortunados que osaron interponerse en el camino, al igual que un tornado.

  Ahí, en el mundo de imágenes, Rey observó cómo Gilgamesh hacía y deshacía a su voluntad, cómo mataba a quien quisiera y violaba a quien se le antojara, sin importar la procedencia de estos.  

  «¿Por qué nadie lo enfrenta?» se preguntó Rey.

  Salvada del suelo ensangrentado, entre las murallas del castillo conocido como Eanna, Lía veía sus pies arrastrándose por el suelo mientras caminaba entre los grandes edificios que había dejado atrás. La ciudad, con la que ninguna otra en el universo puede compararse, ya no era tan fascinante a la mirada. El castillo, que en tamaño y belleza no era igualado por nada, ahora estaba pintado de sangre y crueldad. Las palmeras doradas, los jardines brillantes, los huertos de diamantes, las inmensas escaleras de cristal, el oro que componía las calles, la plata y el bronce que yacían dispersos por donde quiera, ya no eran preciosos. 

  De regreso a la prostitución de su cuerpo, Lía, ahora actuaba como la “sacerdotisa/sirvienta de las artes amatorias”, como propiedad de alguien más y se levantaba cada día para saludar a quienes allí vivían y trabajaban con ella. 

  Las demás siervas del amor le saludaban de vuelta. Ellas, meros números para el propietario, ascendían a más de un millón de hermosas mujeres por templo, teniendo como única función el ofrecer sus cuerpos para numerosas actividades. Incapaces de elegir a sus clientes, por sumas considerables de dinero, otros artículos o incluso sin que el templo recibiera nada en lo absoluto, ellas siempre tenían que disponer de sus servicios o ser desechadas.

  Lía se veía en una habitación para sí misma, era la atracción principal de toda aquella luna y descrita por su dueño anterior como “la más cercana a dios”. No por su belleza encantadora o su gracia y técnica en la cama, las cuales eran extraordinarias, sino por haber sido la única sobreviviente de la sentencia de muerte por sexo del mismísimo Gilgamesh. Una noche con ella le garantizaba a cualquier humano el no tener que ir al infierno. Y así, los hombres más ricos de Belldewar y de los planetas más cercanos, se acercaban al templo antes de morir, solo para no ir al infierno y quedarse en los brazos de ella.

   —Se comenta que nadie podía sobrevivir una noche con ella —la voz de alguien se dio a escuchar—. Que sus víctimas reciben el favor del rey Gilgamesh, quien está orgulloso de haber experimentado el sexo con la única sobreviviente de su pena de muerte por penetración. Ella personalmente ha aprendido las artes amatorias letales del rey. Artes tan perfectas y divinas que tan solo pueden experimentar quienes no son mortales y sobrevivir a ello. Es un sexo de dioses.

 En cambio, tras las puertas del templo de las artes amatorias, el cuerpo, el semen y la sangre, eran las drogas que Lía consumía con el paso de los años. Una dosis de muerte ajena, una tras otra entre sus piernas abiertas sobre la inmensa cama. Era como ella podía aliviar el miedo a la soledad, a no ser amada realmente por nadie, a ser inmortal, a ser la propiedad de alguien más. Pero el miedo le estaba esperando para recibirle cuando el efecto de esas drogas desaparecía.

  Con la existencia de otras sirvientas conocedoras del “sexo de dioses” y el inevitable deterioro de su cuerpo, Lía pasó días en los cuales tuvo más tiempo para pensar en lo que era el verdadero significado de la vida y cuando ya no podía seguir adelante le dijeron: “Con el tiempo la respuesta vendrá”, pero no fue el caso.

  —¿Dónde está mi salvador? —preguntaba al aire, día tras día—. Alguien fuerte de quien pueda valerme, quien con su lengua pueda llegar a lamer las heridas de este corazón ya en decadencia—. Por la ventana, Lía escuchaba la lluvia sonar con su tan característico zumbido—. Está lloviendo… Lluvia, por favor no te detengas nunca, tanto como sea posible, inunda a esta luna y haz que incluso el edificio más grande quede cubierto por ti; en el fondo de seguro estaré más tranquila. Pero si mi cuerpo es el problema, entonces no tengo como remediarlo —gritó ella, encajando un cuchillo por sus venas—. De esta manera, el dolor me ayudará a mantener una visión concreta de mi sueño y a estos demonios a raya.

Hizo una pausa antes de continuar. 

  —Los sueños, tan efímeros y distantes. ¿Desde hace cuánto dejé de soñar o vivir de mis recuerdos? El valor es lo más importante, mirando mi cuerpo de esta manera es que me doy cuenta de que la belleza está definida por las personas. ¿Acaso no es irónico que con el paso de los años le tengas más miedo a perder cosas sin ningún valor? —siguió hablando consigo misma.

 Desde afuera de las puertas cerradas, unas voces dijeron: 

—Ella está un poco desequilibrada. ¿Estás seguro de que quieres comprar un producto tan gastado cuando tenemos mejores ofertas?

  Entre las puertas, Rey vio entrar un rostro familiar. Era Román, quien aún preservaba la misma apariencia. 

   —Eres una sacerdotisa de las artes amatorias, pero también eres un ser vivo y pensante como lo es alguien como yo —dijo Román, al ver lo que parecía ser una muñeca de trapo, con parches cosidos a la carne por todos los lados de su cuerpo—. Las circunstancias nos hacen diferentes, pero tenemos algo en común. Aunque atentas contra tu vida, tus ojos me dicen que buscas la felicidad en ella. Esperas por alguien, a pesar de vivir y sufrir, de arreglarte y destruirte. Ese esperar no es del todo malo y nos hace semejantes. Un día, así como tú, me hice una pregunta… ¿Cuándo va a llegar ese a quien esperamos? Mmm… ahora que lo pienso, ¿será alguien bueno? ¿Acaso ya ha nacido o aún no? ¿Qué tipo de mundo creará? No tengo idea, pero incluso si ese tipo de existencia se compara a la de un dios o a la de un demonio de magia oscura… esperar desesperadamente por dicho ser no es del todo malo. Únete a mí, hija de Brenk.

  Tras escuchar el nombre de su padre, ella levantó su mirada junto con su mano para aceptar la proposición del imponente sujeto.

 Regresando al presente, en tan solo un segundo, Rey pudo tener alcance a todos los conocimientos que más pesaban en aquel corazón.

Temiendo lo peor, la vampira se cubrió la boca con las manos y muy apenada dijo: 

—Lo siento, discúlpame, no me veas como un monstruo, no fue mi intención querer manipularte.

Sin que Rey tuviera tiempo a entender o decir nada, Lía pegó la vuelta y salió corriendo mientras se cubría el rostro. Ella quería alejarse de él, que, por ver en sus recuerdos, tal vez no podría hacer más que odiarla, debido a que ella tenía el cuerpo de alguien que había sido usada y desechada por la sociedad, tantas veces como se pudieran contar, su valor como propiedad era el mínimo. La vergüenza que sentía por haber sido expuesta era inmensa. Tanta que se le nubló la vista y no pudo tener el cuidado que usualmente tenía al ir de un lado al otro. A pocos pasos antes de llegar a la puerta para salir y organizar sus pensamientos, chocó con el cuerpo fornido de alguien.

Una persona que evidentemente había violado las órdenes de no entrar al lugar donde moraban los “caídos del cielo”. Pero quien ahí se encontraba parado con cara de disgusto y asco, mirando por sobre su hombro a quien para él no era más que un papel higiénico acabado de usar, era un subyugador, miembro de las fuerzas personales de Gilgamesh, quien también era su hijo, alguien responsable de haber ejecutado a cientos de personas sospechosas de no ser humanas, quien podía hacer y deshacer a sus anchas.    

 —¿¡Heliúk!? —exclamó Lía, pues el temor había tomado el lugar de la vergüenza. 

Rey pudo notar que cuando Lía nombró al sujeto que tenía delante, algo realmente malo estaba por suceder.

 



Rey De-Heavens

Chapter 4
El Heaven


Sin más remedio, aunque sin bajar del todo la guardia ni fiarse del desconocido, los presentes se pusieron en marcha, incluyendo al pequeño que no era notado por nadie, quien también siguió al grupo sin separarse mucho.

Los pasos se escuchaban resonando entre las inmensas cortezas de los gigantescos troncos, que parecían nunca acabar. En el silencio del lugar, Wulfgang tuvo que hablar, pues algunas preguntas le rondaban en la cabeza y no se podía quedar callado. —Pareces tener mucho conocimiento de nuestros hijos. Más del que nosotros mismos tenemos. ¿A qué se debe esto?

El Gran Mago Sabio se detuvo. Calmado, se llevó su mano a la barba cual si estuviera recordando algo en lo más profundo de su mente para así decidirse a hablar:

—Créanlo o no, en su vida previa, uno de los hijos que ella está esperando fue conocido como Leonel. Él, junto a sus dos hermanos David y Esteban, después del encierro forzado de Hades, se hizo conocer como “El Juez del Infierno”.  Él se dio a la tarea de separar las almas en pena. Dejo ir a las almas inocentes que no servían de alimento a los demonios para emplear el espacio con esas que sí podían servir al propósito.

Rey volteó su cabeza y levantó la mirada hacia Heroclades. Estaba relacionando la conversación del momento con aquella que sostuvieron previamente. El sujeto de piel bronceada y barba bien cuidada iluminaba su rostro con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba feliz porque aún tenía esperanzas. “Ahora todo encaja”, se dijo el pequeño, “tal vez, por esta razón es que lo recuerdo haciendo tanto énfasis en ser mi maestro. Pero si sus enemigos se vuelven también míos, me traerá muchos problemas… especialmente ese tal Zeus”.

Heroclades, dijo con mucho tacto:

—El oráculo al que había acudido no estaba equivocado.

Nadie habló ante las palabras del hombre que vestía túnicas de hilos de oro, pero su comentario no fue bien tomado del todo por ninguno de los presentes.

El Gran Mago Sabio continuó:

—Con tiempo y esfuerzo, las reformas del infierno, por parte de este individuo, fueron cada vez más notables. Con la excusa de optimizar la entrada, la retención de los traídos y declarados culpables, exceptuando el Tártaro, todo el lugar terminó siendo un plano impenetrable para muchos dioses, con la excepción de unas cuantas llaves de entrada que aún quedan ahí afuera, como el pergamino que le di a Ambrogio. También tengo respuesta para varias otras preguntas, vamos. No dejemos que el silencio se haga presente en esta caminata.

Miján, haciendo uso de su inteligencia, agregó:

—¿Cómo cuáles?

—¿Acaso no se preguntarán por qué razón —dijo El Gran Mago— el señor y la señora aquí presentes son la pareja más perseguida del momento? Independientemente de todos los problemas que causaron en el segundo plano, ¿no creen que es un poco sobredramático que tantos individuos fueran a buscar sus cabezas?

—Por las profecías —afirmó Wulfgang—. Respondo como si supiera el porqué para continuar con una interrogante: ¿Cómo es que sabes tanto?

—Es que soy alguien que aprecia escuchar y, en este muy particular lugar, nadie tiene secretos. Además, como dije antes, ustedes no son los únicos que llegaron a la entrada del círculo. El pergamino transportó a todos los que quedaron envueltos en la luz.

Heroclades, algo desilusionado, agregó:

—¡Qué lástima!, creí que habían terminado convertidos en polvo. Y ¿qué posibilidades existen de que ellos regresen a encontrarnos?

—Son mínimas, deben atravesar los círculos inferiores para lograrlo y aun si logran hacerlo, también tienen que buscar la manera de entrar a un lugar que está diseñado para impedir la entrada de los no elegidos… Volviendo al tema, según pude escuchar, las profecías de aquellos que viven afuera no están compuesta por palabras vacías, pero al hacer la comparación con mis conocimientos, pude llegar a una conclusión…

Katherine reclamó un tanto impaciente:

—Danos la explicación de una vez. No es necesario que guíes la conversación.

—El Juez y Reconstructor del Infierno, Leonel, a pesar de ser un hijo legítimo de dos fragmentos del espíritu trascendental de la tierra, hizo que, para los humanos, las posibilidades de terminar en el infierno al morir subieran hasta un setenta por cientos, sin contar las interminables razones que fueron agregadas como características para ser elegible a un puesto en los círculos del lugar. “A nuevos tiempos nuevas razones para ser condenados”, él dijo eso. Con esto, los mortales entienden que la siguiente encarnación es de seguro una amenaza para la raza. Por ende, los que están afuera sintieron la necesidad de protegerse de alguna manera ante lo que temían y no podían controlar. ¿Acaso no es irónico?, la implacable persecución en contra de usted los condujo a este círculo, el círculo en el que todos quieren estar dentro del lugar al que nadie quiere llegar…

Ehimus dijo con asombro y casi sin poder creer lo que sus ojos verdes veían:

—¿¡Acaso eso es, lo que creo estar viendo!?

Rey, quien había estado prestando atención a las palabras del Gran Mago Sabio y ya tenía a los humanos en la lista de enemigos potenciales, apenas escuchó las palabras de la elfa apuró su paso para ver lo que ella veía.

Una vez al frente de la fila, el pequeño que nadie podía ver notó cómo Ehimus, Katherine, Wulfgang, Heroclades, Maryam y Miján quedaron maravillados al distinguir lo que menos esperaban ver en un lugar tan desolado y oscuro. Sin embargo, el pequeño de ojos blancos se miraba un tanto decepcionado. Él creía que la tan brillante iluminación era molesta, recordaba que le costaba acostumbrarse y le irritaba los ojos. Pero los adultos no pudieron evitar apresurar sus pisadas. Caminaron, corrieron e incluso saltaron al interior de la claridad que aparecía en el final del sendero. Ellos exclamaron la palabra “¡Luz!” como si fuera algo que no hubieran visto en mucho tiempo.

“¿Cómo es que se pueden adaptar a la luminosidad del ambiente abarrotado por esta luz?”, se preguntó Rey achicando los ojos y cubriéndose el rostro con las manos mientras se esforzaba para ver las expresiones que los mayores hacían.

Una vez pudo ver dentro de la divinidad del lugar, para Rey los mayores parecían estar diciendo que no podían creer lo que veían. Y era lógico, quienes habían estado rodeados por oscuridad, gritos desgarradores, olor a carne quemada y una neblina de sangre no podían imaginar semejante cambio en tan poco tiempo.

—¿Pero cómo es posible que exista tanta belleza desbordante y exuberante incluso debajo de las piedras? —dijo la elfa verde, extendiendo sus manos y danzando sobre el pasto—. Frondosa vegetación llena de vida y gloria. El aroma soberano de las flores llena el aire, llevado por el calmante y relajante viento que atraviesan el horizonte y toca nuestros cuerpos. El más maravilloso de los cielos nos baña con su luz. Incluso el sonido enigmáticamente cautivador del agua corriendo. Nada jamás antes visto por mí, ni en libros de cuentos o leyendas.

Para el pequeño, la elfa tenía un punto. Dejando de achicar los ojos, Rey tuvo que admitir que el contraste del mundo decrépito y hostil de afuera, comparado a todos los diferentes colores que componían la esplendorosa atmósfera, hacía que la reacción de los mayores fuese comprensible.

El sonido que provocaba el caminar de unos pies flacuchos sobre el pasto fresco y humedecido por una fina capa de agua conllevó que se diera paso a escuchar de una anciana la voz:

—Bienvenido a este, al círculo más bajo del Paraíso, el Heavens. Los siguientes círculos se superponen los unos a los otros en la cima de la montaña y se conocen como los nueve cielos.

El primer nombre mencionado, aunque fuera un círculo bajo, reflejó en las miradas de todos un futuro sin preocupaciones. Ehimus preguntó:

—¿Y ya?, ¿no existe más?

El Gran Mago Sabio continuó:

—No. Sobre los nueve cielos está el “Jardín de Edén”, y más arriba el “Empíreo”, que está cuidado por una espada flamante y seres sin rostros, de cuerpos amarillo luminoso y sangre de fuego… pero no es información que necesiten saber.

Hizo una pausa en su caminar y se echó a un lado del sendero.

—Me temo que hasta aquí llega mi humilde guía. Tengo otros asuntos que resolver, aun así, me haré del tiempo necesario para ser su intendente. Eso quiere decir que resolveré cualquier problema que tengan para que eviten tener que interferir de forma directa en cualquier asunto. Yo iré a saludarlos cada mañana de aquí en adelante. Ahora, si me permiten, les recomiendo que sigan el camino, los conducirá a la casa que les servirá de estancia.

Rey notó cómo los mayores estaban felices, tan felices que hasta podían saltar de alegría, incluyendo a la vampira musculosa. En cambio, por alguna razón, el rostro de Lobato Wulfgang parecía no encajar. Con curiosidad, el pequeño se acercó a su padre, ese que entre sus fornidos brazos sostenía a su madre. Desde más cerca, era obvio que él intentaba ocultar la tristeza que con tanta hambre le quería devorar los ojos y bañarle en lágrimas.

En ese preciso momento, Maryam levantó su mano y le tocó el rostro a su amado. La vampira de labios finos y pálidos susurró algo al oído del licántropo:

—Puedo escuchar cómo te tiembla el corazón. Te quema por dentro saber que no hay vuelta atrás. Aunque yo sé que para ti eso no será excusa para que te rindas… Fang, come de la fruta conmigo, comparte el camino de tus amigos. Sabes que pocos pueden hacer “lo correcto” cuando en verdad importa. Te lo pido…

Wulfgang devolvió un susurro:

—La tristeza es una corriente irreversible de dolor cuando te das cuenta de que estás a punto de renunciar a la última oportunidad de estar allí para alguien… Me tiembla y duele el corazón. No porque no existe vuelta atrás y esté dejando aquel mundo con sus problemas a alguien más, sino porque sé que me estoy alejando de todas las cosas que soy para acercarme a ti y a todas las cosas que tú eres. —Un susurro de alguien humilde, honrado, noble y sincero, que se volvía un mentiroso egoísta.

Maryam, en susurro, replicó:

—¿Y acaso así no es el amor? Amar puede ser sacrificar tu felicidad o la de alguien más. Por estar en un lugar seguro no significa que tu responsabilidad como padre haya terminado, ¿quién te asegura que mi futuro no estará en peligro una vez que mis hijos nazcan y tú no estés? No des la vuelta, no te marches y me dejes aquí, aunque me lo merezca… Por amor te lo di todo sin esperar recibir nada de vuelta... No es que no quisiera decírtelo, era que no tenía valor... Ahora, cuando más te necesito, te lo pido. Quédate conmigo hasta que ellos crezcan o mueran, dame la oportunidad de ganarme todo lo que quiero por mis propios medios.

Wulfgang apretó la quijada y decidió hacerse de oídos sordos para no terminar en una discusión con la vampira o preocupar a quienes le rodeaban. El licántropo de cuerpo arrogante, con el primer paso que dio sobre el suave pasto, arrancó los pesares de su corazón y siguió adelante. Sin mirar hacia atrás, preocupándose por sí mismo y sus propias responsabilidades, actuó como alguien que dejaba la idea de regresar al otro plano.

Rey tenía sus ojos bien abiertos, y no estaban mirando a los lados, al bosque o al cielo, sino que quedaban clavados en su padre. Él pensaba que ninguno de los otros presentes había dejado asuntos pendientes en el otro plano, que tal vez esa era la razón de que ellos estuvieran contentos y su padre no.

Ehimus, masticando con su boca abarrotada por las plantas y flores del lugar, dijo:

—¡Estoy emocionada, ver tanto verde me trae tanta felicidad que no necesito una casa para dormir!

Miján, mostrando en su rostro el fantasma de una sonrisa al ver cómo colgaba la bolsa medio vacía de la tesorera del grupo, replicó:

—Tienes razón, “Verde”. El aura blanca del lugar es de mi agrado. La tranquilidad y el ambiente es más de lo que podría pedir alguien como yo. No quería abusar de la hospitalidad. Además, no es que tengamos mucho dinero. Para no incomodar, sería mejor acampar aquí mientras yo, responsablemente, busco la mejor manera de duplicar y triplicar nuestro capital

El Mago Sabio, contaminando de sospechosa intriga las expresiones de su rostro arrugado, agregó:

—Aquí, la noche no transcurre de igual manera que lo hace en otros planos, mucho menos del que ustedes provienen y al cual están acostumbrados. Insisto en que sigan el camino y lleguen a la residencia que tienen asignada. No deben preocuparse por dinero o alguna forma de pago, créanme, es un placer de mi parte proveerles con todo lo necesario para que puedan tener una estancia placentera. Si acaso llegarán a necesitar de mis servicios y no pueden esperar hasta que las luces se vuelvan a hacer, podrán encontrarme en el santuario que está al comienzo del lago que ven ahí. La cascada de “el Destino y el Conocimiento”, sobre la Gran Roca Sabía, es mi humilde morada. Toda esta área les pertenece a los guardianes felinos que antes vieron, así que en su caminata traten de no molestar a las crías o a sus madres.

Cambiando el tono junto con las expresiones de su rostro ghoulish y demostrando alegría continuó:

—Hasta el siguiente amanecer, mis queridos inquilinos —Desvaneciendo su silueta, dio a conocer el último detalle que, no por ser menos importante, casi se le pasó por alto.

Tan pronto se marchó el anciano, Miján repitió las frases que más le habían preocupado:

—Aquí, la noche no pasa igual que en el plano del que provenimos… Oh, sí, sí… Claro que sí. Tiene sentido, no es que vea un sol o una estrella que nos provea de luz. Como no debemos preocuparnos por dinero, creo que vale la pena seguir su consejo. No existe nada mejor que lo que es gratis.

Heroclades, discretamente, se acercó a donde estaba la elfa y le preguntó:

—Verde, ¿acaso puedes sentir la presencia de algo más que no sean estas bestias rayadas?

Ehimus respondió tan pronto terminó de adornar sus prendas con las flores y vegetación del lugar, incluso se hizo una corona:

—Sí, pero, al mismo tiempo, no. Muy efímero, como si no estuviesen en este plano… espíritus. Este sitio es muy raro, si pudiera describirlo es como una tela de araña. Un gigantesco círculo lleno de filamentos curvos tejidos en espiral que conforman un sin número de cerdas. ¡Ahhh! Es muy difícil para mí percibir la presencia de entidades no hostiles en un lugar tan complejo como este, pero definitivamente no estamos solos. Muchos con el rango de dios duermen bajo la tierra. Otros tantos individuos en los alrededores que tienen la naturaleza de hadas y alguna que otra entidad que nunca antes había sentido.

—¿Cómo cuáles? —preguntó Heroclades.

—Un dullahan, enanos, brujas blancas, eruditos, supongo que algún que otro héroe y muchos humanos —respondió Ehimus.

—¡Hmm!, interesante —cambiando de actitud, Heroclades continuó—. Supongo que ya tendremos tiempo para conocer a los vecinos… El viaje ha sido largo y estos huesos cansados míos ya buscan en donde sentarse. Además, ¡¿en qué paraíso no existen mujeres, alcohol y gloria de la que no sean merecedores los llegados?!…

Rey escuchaba a todos hablar y festejar mientras echaban a andar. El pequeño que nadie veía nunca apartó la mirada de sus padres, en especial del rostro de Wulfgang. Un rostro triste y cansado de alguien derrotado, incluso después de haber alcanzado una victoria. Algo le intrigaba mucho. Duda que, como el fuego, le crecía en el interior al pequeño. Curiosidad que ardía dentro de su cuerpo. Rey también sentía que el momento más importante del saber estaba cerca, la razón en la cual descubriría el porqué de su viaje al pasado.

Caminando por un ya bien trillado sendero junto a los demás, Katherine se detuvo y dejó que la pareja la pasara. La vampira musculosa se detuvo a observar en dirección a una de las tantas gigantescas madrigueras habitada por las bestias, grandes y preciosas, que eran las dueñas del lugar, según había dicho el anciano de tez negra.

Rey se detuvo y miró para darse cuenta de que, así como los primeros atacantes, estos animales grandes también tenían la misma forma cuadrúpeda. La diferencia rondaba en que evidenciaban un pelaje blanco con rayas negras en la cabeza, el lomo y sus colas.

La vampira, que caminaba ya de última, junto al pequeño de ojos blancos, observó hacia el otro lado, en dirección al inmenso lago. En la gigantesca poceta que parecía transitar el brillo del lugar, el agua tan pura y cristalina se podía confundir con luz líquida que ahí se encontraba concentrada. Los dos espectadores de ojos atentos se sobrepusieron el brillo de la claridad y enfocaron sus miradas en lo lejano hasta que se pudo distinguir cómo las gigantescas bestias salían del lago. Luego sacudían sus cuerpos con mucha energía y emprendían el camino tras recoger con sus bocas lo que habían dejado en la orilla.

Apenas Rey pretendió retomar su atención en sus padres, que ya se habían adelantado, una de las bestias negras apareció de entre todas las que eran blancas. Esa, a pesar de ser diferente, tenía el mismo tamaño y andaba igual a los demás. El temerario animal se acercó al agua brillante como los demás lo hacían, solo que este dejó en la orilla del lago el cuerpo de una persona muerta que llevaba en la boca, justo antes de adentrarse en una lenta zambullida en el agua, que parecía ser el mismo día del lugar. La bestia desapareció de la vista de los espectadores. Ella nadó de un lado a otro. A veces con sutileza, también con agresividad, pero solo cuando el brillo del agua fue contagiada por el negro, ante los ojos del pequeño, la cosa grande se volvió blanca, como mismo lo eran todas las demás.

—Un camuflaje para que no la detecten en la oscuridad —dijo la vampira en voz baja, compartiendo consigo misma su descubrimiento y, por supuesto, también con el pequeño que nadie veía—. Ahh, el olor me resultaba familiar. Es carbón lo que usan para no destacar en la oscuridad. ¿Dónde encuentran el carbón? Es raro porque no se puede ver fuego ni señales de humo por ningún lugar. ¿Hmn?

Aunque ni el color ni el tamaño de los árboles del bosque eran algo natural… En la distancia, la bestia salió del agua al mismo tiempo que dejó de ser completamente negra. Se sacudió enérgicamente y, acto seguido, cogió el cadáver de una persona y se dirigió a otro sitio en donde se encontraban semejantes de diferentes tamaños que le esperaba.

Rey observaba y pensaba. Había entendido que quienes con carbón pintaban sus pelajes cargaban en sus hombros la responsabilidad de proteger y traer comida a esos que se quedaban atrás. También que la comida de esas bestias podía perfectamente ser cualquier criatura que no fuera lo suficientemente fuerte para defenderse o inteligente como para saber escapar. Todo parecía ser simple de entender, pero, de pronto, él comenzó a ver el mundo de forma borrosa.

Agua salió por los ojos de Rey cuando vio cómo de una madriguera unos cachorros juguetones y enérgicos le dieron la bienvenida al cazador del grupo. El más grande, que tenía la presa en su boca, había estado caminando cansado, pero no en aquel momento que su familia le veía llegar. La bestia había cambiado su comportamiento, tal vez para aparentar estar bien y no preocupar a los demás. Andaba orgullosa de sí misma por su logro y, como si hubiese dejado todos sus problemas a un lado, les dio a sus crías la carne que llevaba y tanto trabajo le había costado conseguir. El gigantesco animal dejó a sus cachorros disfrutando del manjar para seguir avanzando y poner su cabeza arriba del lomo de la pareja y abrazarla con afecto. Acto seguido, los dos padres se echaron juntos a ver cómo sus hijos comían.

Eran bestias que ni siquiera se les podía entender hablar entre ellas. Eran seres que no se erguían en dos patas, que no tenían manos y, aun así, tenían un lazo familiar mucho más fuerte que aquel que Rey recordaba haber visto entre sus dos padres. Él pensaba que estaba enfermo cuando sintió que de sus ojos salía agua salada. No le gustaba el sentimiento que estaba experimentando al ver a otras criaturas con padres que se llevaban bien, que mostraban felicidad y familiaridad entre ellos. Rey se sentía movido por no poder haber tenido ese tipo de experiencia. “¿Y por qué razón?”, se preguntó mientras se escurría los ojos.

La pequeña, de cabellos y ojos verdes, gritó el nombre de la vampira por tercera vez antes de ir corriendo a donde estaba ella y tomarla de la mano.

—Katherine, ¿qué haces?… no te debes apartar del grupo.

Rey le dio la espalda al paisaje y, gracias a los chillidos que le daba Ehimus a la vampira musculosa, logró reponerse un poco de su estado sentimental. Cuando el pequeño levantó los ojos y pudo ver claro de nuevo, vio que Katherine tenía una mano levantada en dirección a las bestias blancas. Parecía que ella tenía algo que decir y se iba a apoyar en lo que señalaba su dedo. Katherine, mostrando su predisposición, agregó:

—¡No estaba equivocada! Fang le rompió un diente al animal. ¡Al pobre le espera un destino peor que la muerte! Un cazador al que le falte un diente no podrá conseguir comida por sí mismo, estará irremediablemente condenado a morir de hambre. ¡¿Y si tiene familia?! ¿O si la madre se ve obligada a buscar el alimento? ¿Qué les sucederá a los cachorros? ¡Se quedarán solos! —Con cada palabra se desataba toda una tormenta de dudas en la mirada de la vampira, que usualmente era poco expresiva y actuaba como si nada le importara.

Ehimus expresó en su rostro que comprendía el punto de la vampira:

—Provenir de donde provienes te convierte en natural defensora de los animales. Yo, como la reina de los bosques y la naturaleza que soy, me entristeceré y lloraré por la muerte miserable de un animal que solo buscaba comida para su familia. Puedo entenderte y darte toda la razón al respecto, pero si de algo me arrepiento, es de no haber sido lo suficientemente ingeniosa como para ser yo quien tomara las riendas de la situación y haberla resuelto a mi manera. Además, Wulfgang es el escudo del grupo, así como tú. Fuese buena o fuese mala, fue la decisión que él tomó.

Katherine respondió:

—¡La decisión de un cobarde, diría yo! —afirmó mientras se cruzaba de brazos e inflaba su pecho.

Ehimus, un tanto irritada, dejó salir lo que le picaba en la lengua mientras apuntaba con su dedo índice a la vampira:

—¿Y qué decisión tomaste tú?

Katherine no supo qué responder, pero antes de que pudiese abrir su boca fue cortada.

—Sí, esa es la diferencia entre tú y él. Eres menos que un cobarde. Hace mucho tiempo aprendí que no es bueno insultar a esos a quienes sigues porque te estás insultando a ti misma.

Katherine miró a la pequeña verde como si sus ojos fueran llamas encendidas. Se quedó callada, pero su mano parecía estar lista para blandir la gran espada en forma de cruz que tenía colgando de su espalda.

Rey entendía que, desde el punto de vista de la vampira, ella no podía seguir bajándose al nivel de una insensata que había vivido mucho menos tiempo. También tenía rabia por no ser entendida y le urgía pelear para demostrar su razón por la fuerza.

Ehimus, desafiante, se puso las manos a ambos lados de su cintura y se levantó en la punta de los pies para parecer más alta.

Rey respiró hondo. Cerró los ojos y se dio media vuelta. Pretendió continuar su camino, pero no se dio cuenta de que estaba en el camino del elfo de luz que venía apurado al lugar. Muy tarde para reaccionar: Rey se cubrió con sus manos y deslizó uno de sus pies hacia atrás preparándose para el choque, sin embargo, el “elfo de cabellos plateados” lo atravesó como si nada. La experiencia duró tan solo un segundo. Rey, mientras estuvo en el interior de aquel cuerpo, lo vio todo negro, más también sintió el abrumador sonido de los órganos haciendo sus funciones.

Miján, quien venía a intervenir resabiado y molesto de tener que lidiar con todas las divergencias del grupo, siguió de largo.

—Que si mujeres. Que si sexo. Que si alcohol. Que si placeres. Todos los De-Grecia son iguales. ¡Y ahora estas dos! Denme un maldito descanso, ¿sí? Katherine, Ehimus, dejen de hacer mi vida más miserable de lo que es. Por favor, peleen un poco más bajo y donde nadie las vea, o tendré que matarlas.

Ehimus comenzó a gritar:

—¡Uri-Uri-Uri-Uri!

Al mismo tiempo, corría con las manos levantadas con la intención de escapar de Miján y gritar tan alto como para no escuchar los reclamos de este. Tan pronto como Katherine miró al elfo de luz, este se tensó completamente. Rey notaba que Miján tenía la actitud de alguien que se arrepentía de haberle dirigido la palabra a un miembro más fuerte e intimidante físicamente.

La pequeña de verde se detuvo cuando, ante sus ojos, al final del camino, se le hizo distinguible toda una enigmática edificación cuya estructura se mezclaba perfectamente con el paisaje que le rodeaba y no parecía ser parte del bosque.

Todos miraron a donde ella miraba.

Rey, el niño al que nadie veía, sabía que ese era el lugar en el que había nacido, pero los adultos, no. Ellos estaban maravillados apenas vieron la tan particular mansión que fue nombrada como casa por el Gran Mago Sabio.

Era como si fuese la primera vez que ellos observaban una instalación que cargaba de finas hojas allegadas, hojas que desaparecían entre la mañana y también hacían de paredes. Detrás del verde y el rocío entrelazados, se miraban también robustos muros blancos que, sin tener una base sólida, en el suelo levitaban por el aire, pues venían desde arriba junto con las hojas. La inmensa estructura, carente de ventanas, pero llena de bordes finos y graciosos, se balanceaba con la brisa del gentil viento, así como también se balanceaban los árboles en los alrededores. Una pequeña escalera de cinco escalones, conformada por raíces, parecía ser lo que juntaba la tierra con la residencia, sacada del más fantástico cuento de hadas. Aunque, de cerca, ni las escaleras tocaban el suelo.

Sin dejar de inspeccionar con sus miradas y cuestionar sobre la seguridad de la inmensa estructura, el grupo llegó al pie de esta.

Heroclades, el más entusiasmado de todos, fue el primero en subir por los cinco escalones y, con una sonrisa de oreja a oreja, tocó cinco veces a la puerta. Nadie respondió. Él volvió a tocar y esta vez agregó en voz alta y enérgica un “hola, ¿hay alguien?”, pero el silencio siguió presente. Detrás de la entrada de madera no parecía existir nada ni nadie. El eco que produjo el tocar hacía que el lugar se asemejara a un cascarón vacío. Sin respuesta, el hombre de piel bronceada se dio vuelta y con la palabra en la boca casi se tragó la lengua de la impresión que se llevó. Eliminando la sonrisa tan amplia que llevaba en el rostro, procedió a rascarse la barbilla y balbucear mientras cerraba un ojo y abría el otro.

—¿Desde cuándo estaba ella detrás de nosotros y aún no le prestábamos atención? Impresionante. Tan solo un “Ladrón de Vidas” o un “Controlador de Aura” podría moverse tan cerca de mí sin que lo perciba, dejando de lado a los demás.

Heroclades tenía razón para sorprenderse. A pesar del estado de alerta en el que estaban los presentes, una mujer con aires secretos y vestido oscuro, de algunas rayas blancas, apareció detrás de todos sin ser notada. En un combate real, o si hubiese sido una emboscada, uno de los miembros del grupo seguro terminaba muerto. Dicho incidente era un problema a considerar.

Rey, como buen espectador, fue el primero en inferir la razón por la cual el maestro suyo y de su padre discutía consigo mismo. También conocía el inofensivo propósito de la curiosa criada que vestía un delantal y había aparecido detrás de Lobato Wulfgang, quien era el último del grupo después de que Katherine se hubiera incorporado.

—¿Qué le sucede a Hero? —preguntó Ehimus con tono burlón, pues le recordaba a un viejo senil de su hogar. Su voz chillona nuevamente rompió el pacífico silencio que parecía haber durado mucho tiempo. Miján volvió a reclamar. Katherine dijo con irritación que si por algún momento podría ella mantenerse callada. Entonces Wulfgang preguntó:

—¿Hero?

—Fang, ¿puedes sentirla?… —dijo Heroclades.

El licántropo guardó silencio ante la pregunta, cerró los ojos y con su nariz aspiró tanto aire como pudo. Una vez dentro, Wulfgang dejó salir el aire que había respirado y le devolvió una mirada confidente a su maestro.

Rey no entendía el porqué de este gesto, solo veía a su padre con expresiones seguras.

Carente de motivos para seguir dilatando el suspenso de su tan inusual comportamiento, Heroclades levantó la mano y señaló con su dedo índice.

Los miembros del grupo desviaron sus miradas, voltearon sus cuellos e incluso giraron sus cuerpos para seguir a donde señalaba el dedo, justo al final de la fila. Más allá de Wulfgang, se erguía un cuerpo femenino cuyas manos se mantenían detrás de la espalda y ojos bien abiertos, como una niña que quería ver algo sin tocarlo.

Maryam hizo que sus párpados cerrados pestañearan. Miján no pudo evitar retroceder por reflejo. Ehimus abrió los ojos de sorpresa y Katherine chasqueó la lengua. Rey pudo notar cómo, exceptuando al joven lobo y al anciano de piel bronceada, los demás miembros tomaron precaución, apenas divisaron a la sirvienta que había aparecido de la nada detrás de ellos. Vistiendo un delantal blanco sobre su largo vestido negro, ella pareció ignorar los comportamientos negativos de los presentes, no porque le supusieran ser atacada, sino porque no podía desviar su mirada de Maryam. Rey podía notar un sentimiento poco usual en la Silvia que conocía. “Si tuviera que describirlo, diría que ella no mira a mi madre, sino que mira en dónde está mi madre. Sobre las manos de mi padre. Mira como si estuviera perdiendo algo que le pertenece”.

Tras tanta tensión en el ambiente, Wulfgang se volteó y, antes de poder decir algo, escuchó una pregunta.

—¿Por qué ella está en tus brazos cargada de igual manera en que los caballeros cargan a las princesas de los cuentos?

Wulfgang, decidiendo no ser descortés, respondió con amabilidad y comprensión:

—Puesto que está muy débil y siento que por ahora es mejor que descanse en mis brazos.

Lentamente, Maryam abrió sus ojos como queriendo ver de quién era la voz interesada que le hablaba a su amado. La atenta sirvienta le informó sobre el comportamiento de la vampira al lobezno con un “¡oh!, mira… Está abriendo sus ojos”

Maryam, alzó la mirada para encontrarse con el rostro de su amado, luego débilmente volteó su cabeza y observó a la joven que traía puesto un delantal de sirvienta.

—Hola. Si no es un inconveniente que pregunte, puedo saber ¿quién eres, curiosa jovencita? —preguntó con una expresión agradable en su rostro, ella que, en todo momento, se comportaba con educación y cortesía.

—¡¿Quién soy?! —Como alguien que se había dado cuenta de que sus sentimientos estaban tomando la iniciativa, ante la pregunta, rectificó su postura, cambió las expresiones de su rostro y haciendo una elegante reverencia continuó—. Soy Silvia Dina La-tercera De-Heavens.

Tras presentarse cuando su nombre, procedencia y descendencia fueron pedidos con un simple “¿quién eres?”, ella regresó a descuidar su comportamiento como quien no tenía más obligación de seguir siendo educada o elegante. En el interior, Silvia había quedado maravillada por haber sido llamada jovencita, y no lograba contenerse en preguntar:

—¿Por qué tus ojos son tan azules y tu piel es tan blanca? ¿Por qué me llamas jovencita si, evidentemente, te ves más joven que yo?

Maryam recogió el mechón de cabello que le colgaba frente a su cara y jugó con este en su mano derecha.

—Mis ojos son azules como los de mis ancestros, al igual que mi piel y mis cabellos. Representan una de las marcas que distinguen a mi linaje, un linaje que ha perdurado casi tanto como el tiempo mismo.

Tras responder, sonrío mostrando parte de los colmillos que sobresalían de sus labios para luego dar una mirada seductoramente seria, la misma miraba que daría un niño al ver un juguete más que tal vez podría agregar a su colección.

Mientras la escurridiza criada hablaba con la vampira, Rey pudo notar cómo todos fueron relajando las expresiones de sus rostros y parecieron reflexionar. “Tal vez se debe a que ella, en ningún momento, mostró malas intenciones o algún tipo de comportamiento hostil como para que los presentes siguieran actuando con tanta desconfianza. Era tiempo de perdonar, y aunque ellos se tomaran el evento como una advertencia, no existía razón para que siguieran luchando. La criada y el Gran Mago Sabio poseían tanto poder como para acabar con cualquiera de los presentes y, aun así, ellos elegían la paz, la amistad y el entendimiento. Era un tipo de respeto que podían mostrar y precisamente lo fuerte que era la razón por la cual confiaban tanto. No era que no tuvieran razones suficientes para hacer la guerra y desencadenar una lucha. Su padre y el grupo eran recién llegados al lugar, lucían diferentes, tenían otras costumbres y quién decía que no harían dañó. Pero es en vano seguir pensando en eso”, se dijo el pequeño.

La encargada de recibir y atender a los invitados decidió cambiar el tema. Ella pareció estar sintiendo un escalofrío por su columna vertebral, provocado por las intenciones de la vampira. Incluso Rey había notado que su madre podía tomarse muy en serio sus caprichos. Ella tendía a analizar, calcular y reflexionar todas sus acciones, y más si eran con el fin de satisfacer su entretenimiento personal.

Silvia, un tanto incómoda por sentir el coqueteo directo de alguien de su mismo sexo, decidió cambiar de tema:

—¡Qué descuido el mío! No los invite a entrar.

Dejando a la vampira de lado y atravesando entre todos como quien trataba de esconder sus atributos, ella continuó:

—En caso de que no pueda abrirles la puerta durante el día, deben de saber que entre el suelo y las raíces existe un pasadizo que da entrada bajo el piso de la cocina. También pueden usar la chimenea, pero desafortunadamente siempre debe estar encendida. Espérenme aquí, ahora les abro.

Desapareciendo de donde se encontraba, Silvia apareció cuando abrió la puerta de entrada a la casa.

—Sean bienvenidos…

Tanto su voz como comportamiento cambiaron drásticamente, como si hubiese puesto a otro ser totalmente diferente. Si Rey no la hubiese visto actuando de la misma manera que cuando ella se vio obligada a decir su nombre, hubiese asegurado que habían cambiado a la criada.

Los miembros del grupo atravesaron la puerta que, una vez abierta, irradio un increíble brillo que solo podía pertenecer a otro mundo. Valiéndose de un estilo minimalista en el exterior, el interior del lugar resaltaba por la fina combinación arquitectónica de varias eras y mundos. Columnas de mármol y piedra caliza, detalladas con insignias, símbolos e historias enchapadas en oro, plata y bronce. El techo estaba compuesto por arcos semicirculares con toques florales que hacían uso de los pilares y se fusionan con pinturas en movimientos. Las escaleras y el balcón transmitían la sensación de amplitud y altura, mientras que los vidrios y hierros, fundidos con finura, se integraban unos sobre los otros. La simetría era la característica principal del suelo, que se valía de una alfombra justo debajo de las butacas y sillones. Los muebles y cuadros daban a ver ostentación y derroche de bienes y riquezas. La residencia era una fusión de los gustos de los inquilinos que la habitarían, esto era obvio para el pequeño porque ninguno de ellos pareció quejarse o incomodarse por el lugar en donde iban a vivir. Rey sabía que la planta baja estaba conformada por una amplia sala, que conectaba con el comedor, del comedor a la cocina y pasando de largo un pasillo, estaban los cuartos. Subiendo por la lustrosa escalera, al otro lado de la chimenea, se podía llegar a la planta alta, que se valía de un balcón y tan solo una puerta de entrada hacia una habitación.

Silvia, señalando con su mano abierta los diferentes lugares de la casa, continuó:

—Arriba de las escaleras está la pieza matrimonial. Tenemos cocina, sala, comedor, múltiples baños y el resto de los aposentos están por el pasillo. No es necesario que se limiten.

Con gestos y lenguaje no verbal diferente, Silvia hablaba y actuaba como alguien que debía tener una postura correcta, moverse con elegancia y estilo en todo momento. Hacer gestos suaves y armoniosos a donde iba, también para realizar cualquiera de las tareas que le fuesen encomendadas.

Al mismo tiempo que los mayores pasaban al interior, Rey notó algo en ese momento: su padre podía perfectamente ser el más fuerte, el vivo ejemplo de alguien que se arroja al combate y guía a sus seguidores de manera carismática, procurando que su espalda nunca tocase el suelo o viese algún golpe, pero quien movía los hilos y mantenía a un tan caótico y disparejo grupo era Maryam. Claro que mientras más miembros tuviese el grupo, más fuerte sería, y la vampira no estaba en contra de dicho suceso. Tal vez, al igual que Wulfgang, Silvia actuaba como estaba actuando por la presencia de Maryam.

Ya cuando todos entraron al interior de la casa, Miján aprovechó para decir sus preocupaciones a la sirvienta.

—Si es habitual que desaparezcas y reaparezcas como un fantasma… no me voy a sentir muy cómodo que digamos. Especialmente cuando no se te puede sentir en lo absoluto.

En respuesta al comentario, Silvia mostró una discreta sonrisa, para de repente hacer que la puerta se cerrara sola después de que todos entraran. Ehimus quedó blanco del miedo, Miján y Heroclades buscaron la explicación al suceso, exceptuando a Katherine, quien por alguna razón estaba furiosa y miraba al elfo de luz como si estuviera a punto de explotar. La sirvienta, de complexión alta y delgada, ignoró la palpable irritación de la vampira musculosa mientras inspeccionaba de arriba a abajo a los inquilinos. La pequeña verde comentó con una voz tan bajita que casi ni se podía escuchar:

—Creo que esta casa es mucho más fantástica de lo que esperaba. No encaja, en lo absoluto, la apariencia externa con la interna.

La sirvienta regresó la mirada de entre todos para enfocarse en la pequeña de verde, quien había formulado un comentario no muy lejos de la realidad. Silvia no sabía qué decir o cómo referirse a la misma. Con educación y etiqueta, decidió responder al comentario mientras que con su mano abierta señalaba a la puerta:

—Como usted sabe, joven dama, el interior de la vivienda no está conectado al exterior y es todo gracias a esa puerta. Esta casa, con el tiempo, se acomodará a las necesidades de sus inquilinos. Ejemplo: sus cuartos se agrandarán sin límites, tendrán lo que necesiten, cuando lo necesiten, para que no se aburran.

Rey se dio cuenta de que, con aquellas palabras, la sirvienta no había corregido a Ehimus y al mismo tiempo le había explicado, sin ser descortés, la razón correcta de algo. Pero Silvia estaba creando una distancia entre los invitados y ella al hablar de esa manera. Como si la formalidad ampliará el campo entre la amistad y el deber.

Wulfgang también pareció darse cuenta de que la criada estaba actuando distante y, en un intento de cortar la tan palpable distancia, procedió a presentarse:

—La pequeña de cabellos verdes, es Ehimus Eximos De-Elfos. Él es Heroclades Poro De-Grecia, mi actual maestro. Ella es Katherine Priovam De-Amazonas, hermana de quien cargó en mis brazos. Él es Miján Bloke De-Tecnologías. Mi nombre es Lobato Wulfgang De-Arcadia. Y mi querida mujer, aquí, entre mis brazos, es Maryam Priovam De-Nazaret. Silvia Dina, en este momento, hablo por todos y estamos encantados de que nos recibas y des alojo. Puedes dejar las formalidades de lado y llamarnos por nuestro primer nombre, ¿sí?

Silvia asintió con felicidad, entrecruzando los dedos de sus manos en frente de su pecho y mostrando una sonrisa al mismo tiempo que dio un pequeño brinco. Acto seguido, un pero surgió:

—Nada me haría más feliz, señor. Aunque me temo que no podrá ser posible. Tengo estrictamente prohibido interferir de manera directa o indirecta con aquellos que habitan la instalación. Soy una sirvienta y servir es mi trabajo; de no seguir la regla, tendré que afrontar las consecuencias. Les pido no seguir profundizando en el tema…

Rey estaba pensativo, no por la situación de Silvia, sino por los componentes que conformaban un nombre. Él entendía que la primera parte era el nombre por el cual se reconocía a un individuo. Él se llamaba Rey, aunque no tenía apellido como sus hermanos. Ni él ni sus hermanos portaban el tercer componente, “De-“.

Silvia continuó:

—Es un placer servirles a inquilinos de tantos lugares diferentes que existen ahí afuera… Espero que tengan tiempo suficiente para contarme sus historias, pues nada es verdaderamente insignificante para mí. Nuevamente me presento: soy Silvia Dina “La tercera”, y estoy para sus servicios.

“Lugares diferentes que existen ahí afuera”. Las palabras de Silvia le trajeron claridad al pensativo pequeño. El tercer componente del nombre propio en una presentación hacía referencia al lugar de procedencia. Junto a esto, Rey también entendió algo crucial: escuchar las conversaciones de los adultos requería más que tan solo prestar oído al tema. Él podía admitir que, si en ese momento el Gran Mago Sabio le pedía que explicara algo de la historia de la llegada de los adultos, él no sería capaz de hacerlo, no si tan solo seguía escuchando por escuchar. Rey comprendió que existía una gran diferencia entre escuchar y entender, que con tan solo escuchar no obtendría el saber porque escuchar no requiere de mucho esfuerzo, siendo algo que se hacía inconscientemente. En cambio, entender requiere toda la atención y retener necesita de aún más energía para que así la información entendida no se olvide con facilidad, como el Gran Mago le había advertido. “No he de seguir escuchando de ahora en adelante. Tengo que interpretar y comprender el significado para así poder actuar en consecuencia si llegase a ser necesario…”, se dijo.

De un segundo a otro, los recién llegados ya se habían esparcido por la residencia. Tocándolo todo y viéndolo todo como curiosos pequeños que tenían un lugar nuevo que explorar y conquistar.

Rey también tenía curiosidad. No era menos cierto que ya estaba familiarizado con la residencia, pero nunca había entrado en el cuarto de nadie, ya que él no era adulto y, en consecuencia, no tenía uno propio. Independientemente del tema del entendimiento, él creyó que también era importante observarlo todo con atención. Girando la cabeza al escuchar pasos por la escalera, Rey vio a sus padres seguir las indicaciones de Silvia.

En la segunda planta, después de subir por las escaleras, Rey se quedó mirando al enorme corazón rojo acompañado por rozas que sobresalían del relieve de la madera que conformaba la puerta de la habitación a la que nunca se había atrevido entrar. La entrada era igual que como la recordaba, con múltiples siluetas que representaban dibujos tan bien tallados que hacían imposible la idea de pensar en que alguien lo hubiera hecho con sus manos. El picaporte lustrado de un brillo amarillo que podía convertir la luz normal en brillo dorado, que reflejaba un tono amarillento. Wulfgang, con actitud cansada, dijo:

—A lo bueno cualquiera se puede acostumbrar con facilidad. No tengo motivos para sentirme incómodo —agregó cual si fuese el mantra que siempre se repetía a sí mismo una y otra vez.

Silvia tuvo la cortesía de girar la perilla de oro y abrirle la puerta a la pareja que, sin mucha demora, se adentró al cuarto en el que podrían descansar sin ser molestados.

Rey se quedó afuera. Le habían cerrado la puerta casi en frente de su nariz, dejándole sin tiempo a entrar. La curiosidad le llamaba, pero él no se sentía muy contento de atravesar algo. Al levantar su mano y hacer contacto con la madera, se dio cuenta de que esta era sólida. Recordó que durante el instante en el cual Miján le atravesó, todo se apagó, escuchó sonidos raros y no se sintió muy agradable. Pero fue un instante en el que logró atravesar algo en aquel mundo. Tal vez no podía atravesar la puerta, no porque esta no pudiera ser atravesada, sino porque él no sabía cómo hacerlo de forma voluntaria.

El pequeño que nadie veía podía caminar como mismo todos lo hacían. No era que se hundiese en el suelo o flotará por los aires como un fantasma, así que ¿cuál era la diferencia? La respuesta le resulto obvia. Proponerse o esperar. Sí. Cada vez que él se proponía tocar o esperaba a que algo le tocara, no podía. Incluso en el momento cuando se propuso conscientemente con sus pies tocar el suelo que pisaba, él comenzó a hundirse. Esa era la clave: “querer”. Entonces, Rey quiso tocar la puerta y el resultado fue que con sus dedos logró atravesar la misma. Luego le siguió su mano, su cabeza y por último su cuerpo.

Rey vio cómo Wulfgang dejaba caer con suavidad el delicado cuerpo de su prometida en la cama. El licántropo respiró hondo. Observó una vez más todo aquel inmenso cuarto, como observaba alguien que no sabía por dónde comenzar, hasta que movió su nariz y la acercó a sus prendas. Rey no podía oler, pero la expresión de su padre le dejó en claro que el olor de la ropa que vestía le daba la pista perfecta por donde comenzar. Mientras se movía por el lugar, el pequeño veía cómo actuaban sus padres en la intimidad.

Wulfgang abrió el grifo de la rara bañera, tan alta como la cama al pie de esta. La poceta tenía bordes redondeados, algún que otro pasamanos y numerosos frascos de colores. Media casi un metro de alto, con un ancho de un metro y medio por un borde de otro metro y medio de largo. Grande y blanca, con un interior que parecía estar conformado por tres o cuatro asientos.

Cuidadosamente, Rey se encaramó en el borde de la cama para ver mejor cómo la bañera rara se llenaba. A los pies de su madre, mientras que su padre se desvestía, veía cómo el agua humeante abarrotaba el lugar. Él estaba agradecido de poder atravesar lo que era sólido. Pensaba que si se caía le sería más fácil ahogarse que salir. Por ser de tan pequeño tamaño, no podría alcanzar a salir por sí solo y tampoco confiaba en que sus padres le ayudarán. Rey se extrañó al escuchar el sonido de una ducha al abrirse. Su padre, a pesar de haber abierto el grifo de la inmensa bañera, retiró sus prendas y pasó a tomar una ducha en el pequeño cuarto de baño que hacía esquina. “Tal vez tiene tanta mugre sobre su cuerpo que no quiere contaminar el agua de la bañera”, pensó Rey.

No obstante, Rey dio pequeños brincos de un lado a otro y aprovechó para acercarse a su padre. El licántropo se había despojado de todas sus prendas, tampoco tenía la guardia en alto. Era el mejor momento para observar de cerca la carne que parecía estar bien pegada a los músculos. El cuerpo desnudo de su padre era envidiable, se miraba sólido y robusto como un tronco tallado a la perfección, pero lo que más resaltaba eran los más de cientos de parches que este tenía en la piel. También era curioso cómo su padre no había tenido ninguna herida en la espalda de la cual quedara cicatriz. Rey podía entender que, para su padre, los parches de carne en la piel no eran heridas de un pasado, sino trofeos que llevaban la carga de lo sucedido y de la experiencia de sobrevivir dando el pecho en todas las situaciones de peligro.

Sintiéndose como nuevo, Wulfgang secó la humedad restante de su cuerpo con la toalla más cercana y, tras colocarla sobre sus hombros, volvió a entrar en la habitación con la intención de encargarse de aquello que había dejado en preparación. La bañera al pie de la cama ya estaba a punto de desbordarse. Podría decirse que el cauce del agua que salía por el grifo fue detenido justo a tiempo.

Tan pronto como el atento marido agregó al agua lo que creyó que le haría bien a la piel de su amada, aun rendida entre las sábanas, se levantó del borde de la gran tina de agua para así dirigirse al pie de la cama. Wulfgang se inclinó lo suficiente para decir al oído de la vampira las siguientes palabras:

—Mira como estas meneando ese culito tan provocadoramente. ¿No es así? Podemos hacer dos cosas a la vez…

El lobo tenía el fantasma de una sonrisa en su rostro y hablaba en un tono sugerente. Maryam, con una mirada divertida, traviesa y viciosa, agregó:

—¿En este lugar, sin los demás? No, por favor, sabes que no podemos... al menos no sin ellos. ¿Qué sucedería si se ponen celosos?

Wulfgang, acariciando la espalda de ella, contestó:

—Ellos tienen prohibido sentir celos —afirmó después de que posó en los labios de la vampira un beso.

El corazón de Rey, por alguna razón, se aceleró. No recordaba haber visto a sus padres fundiendo sus bocas el uno con el otro. Los dos llenos de vicio y deseo, sus manos no se quedaban quietas y se acariciaban entre ellos. La piel de su madre era como la seda, suave y cálida, los labios de su padre le fueron hacia el cuello y empezó a darle pequeños mordiscos en la zona. Maryam respiraba y se retorcía en la cama, su respiración se volvió más profunda, mientras que Wulfgang le metía la mano entre las piernas. Maryam, como quien estaba a punto de ceder ante la persuasión, dijo:

—Aún no confío, no creo que sea seguro… Además, sabes que se necesita mucho para que pueda satisfacerme tan solo contigo.

—Está bien —dijo Wulfgang—. Hoy no me importa si no te puedes contener… Tengo el presentimiento de que será divertido, me tardaré en llegar, al menos por unas cuantas horas. No pretendas que no quieres cuando quieres.

—Si quieres puedes masturbarte, está bien para mí. Jovencito, te aconsejo que no me impliques en esto ni sigas calentando. Apagar este fuego lleva mucho trabajo.

Rey notó que Wulfgang se levantó sobre sus rodillas en la cama y acercó sus caderas a dónde estaba la cabeza de su madre. Tenía algo firme, imponente y palpitante que se levantaba hasta llegarle al ombligo. El mismo trozo de carne que antes colgaba y se movía de lado a lado con cada pisada, ahora parecía inquebrantable, con las venas saltadas y la sangre a punto de reventar. Wulfgang, que empujaba el miembro hacia abajo con su dedo pulgar y lo soltaba para que el mismo azotara contra su estómago e hiciese el ruido de un firme choque, agregó:

—Crees que puedas escupir sobre ella.

Maryam dio una sonrisa, volteó su cuerpo sobre las sábanas de la cama y asintió con la cabeza mientras recogía los cabellos.

—Como prueba de mi amor, pienso dejar que me sigas consintiendo a tu manera. No te detengas…

Ella se sentó y tras abrir su boca y sacar su lengua dejó caer saliva sobre el miembro parado para después dar una mirada sugerente de abajo hacia arriba.

—Qué más quieres que haga…

Con una sonrisa más amplia en su boca, Wulfgang se embadurnó con aquel fluido todo su miembro, para luego valiéndose de mucha delicadeza, paciencia y cuidado retirarle las prendas a su amada.

Rey vio cómo su padre cargó a su mamá en brazos, pero Maryam no estaba como antes, sino que esta vez ella podía agarrarse con sus manos y piernas alrededor del torso del licántropo que entraba a la bañera. Ella, sostenida por tres extremidades, los dos brazos y el miembro inferior de Wulfgang, se miraba desesperada cuando su marido se sentó en el borde; aun así, se aguantaba mientras que él, con una esponja, le frotaba con paciencia las tetas.

Rey miraba bien atento el cuerpo desnudo de su madre. Un gran contraste podía verse, casi tanto como el día y la noche. A diferencia de su padre, ella no tenía ninguna cicatriz, toda una piel blanca y de su pecho salían dos circunferencias grandes, redondeadas y pálidas. Los pechos y nalgas de Maryam se veían delicados y vulnerables, la carne de estos no era ceñida a los músculos como el anterior. Eran más bien esponjosas y llamativas a la mirada, tanto que rebotaban y saltaban ante los firmes azotes de una mano abierta.

El ambiente entre los dos padres se estaba volviendo cómplice. Como si todas las incomodidades que ambos tenían se hubieran marchado.

—Deja que el calor del agua te relaje.

Ante las palabras del licántropo, la cara pálida de Maryam, junto con sus orejas, comenzaron a enrojecerse. La vampira abrió lentamente su rostro, su mirada se detuvo en los ojos de quien la cargaba y dejaba deslizar sobre su robusto cuerpo.

—Tienes hermosos ojos rojos y me encanta poder verme reflejada en ellos… mientras me la metes hasta el final —dijo ella mientras ponía en blanco los suyos.

Mientras que Maryam tenía el rostro de alguien que estaba esperando algo, Wulfgang, con lentitud acomodo más el cuerpo de su amada sobre el suyo y finalmente la dejó sentarse por completo sobre él. Igual de lento, Maryam abrió más y más su boca hasta que dejó salir un pequeño gemido y se aferró con sus manos a los hombros de su amado.

Rey se preguntó: “¿Acaso madre es del tipo que se dedica y entrega a quien le interesa? En cambio, padre parece ser alguien que no puede sentirse cómodo sin hacer algo por alguien. Pero yo… En qué posición me quedaría. ¿Acaso soy de esos que siente lástima por los demás, a menos que le dejen hacer algo por ellos?”.

Una y otra vez, bordeaba la habitación con ojos bien atentos, sin prestar atención al raro comportamiento de sus padres. Pero una vez los gemidos y movimientos del agua se hicieron molestos y no le permitieron seguir pensando, decidió salir por donde mismo había entrado. Apenas atravesó la puerta, se llevó una sorpresa cuando vio que Silvia estaba sentaba en silencio detrás de la entrada. Ella, con su oído pegado a la madera y un ojo a la altura del cerrojo, intentaba controlar sus respiraciones agitadas mientras miraba por el agujero y movía su mano derecha entre las piernas, al mismo tiempo que hacía desaparecer su presencia.

Rey ladeó la cabeza, pestañeo dos veces y dejó de lado el comportamiento de esos adultos que le aparecían estar actuando de manera irracional. Siguiendo sus pasos, bajó las escaleras y levantó la mirada. No había nadie, los demás individuos ya se habían establecido en sus aposentos.

Con la curiosidad de ver cómo era el interior de los cuartos restantes y ya dispuesto a encaminarse, Rey se dio cuenta de que no podía moverse de lugar. Sembrado en el suelo, con los ojos bien abiertos, el pequeño vio cómo la sirvienta bajó por las escaleras como si fuera un rayo. Ehimus también pasó por el lugar con asombrosa rapidez. Así lo hizo Miján, Heroclades y Katherine. Los adultos iban de un lado a otro, se reunían de dos en dos o de tres en tres, se separaban, venían de derecha a izquierda o de arriba a abajo a la velocidad de un pestañazo.

Rey, confundido, se dijo: “¿Seré yo quien va lento, o es que el mundo a mí alrededor va más rápido?”, se preguntó sin poder moverse del sitio.

Silvia fue la última que quedaba. Ella parecía estar desempolvando el gran salón con un plumero. En otro pestañear parecía estar barriendo el suelo y, por último, pasó un trapo por las superficies que no eran paredes, techo o suelo. Finalmente, tras parecer organizar el lugar a la perfección, ella apagó las luces y dejó todo oscuro. La oscuridad duró mucho. Se mantuvo por varios pestañeos del pequeño. Requirió de un tiempo para que todas las luces de la casa volviesen a prenderse, así como para que Rey pudiera ver y moverse con normalidad.

Desde la segunda planta se pudo escuchar un grito desgarrador. “Fue madre”, pensó el pequeño. Aunque Rey nunca la había escuchado gritar, el grito era característico de la voz que ella tenía. ¿Pero en qué situación se podía encontrar para que gritara de esa manera?