Stagnation

Chapter 3
Lía, rosa perdida


«¿Podría ser posible que tu vida dependa de una persona?» se preguntó la encargada de cuidar a Rey, mientras el medio de transporte pasaba por la entrada subterránea del templo. «Sí, porque quien le podría dar final a mi vida es este individuo». 

  Lejos de las cámaras y los objetos de vigilancia empleados por los humanos, el personal de trabajo se despidió de Román y tomando a su respectivo chico asignado, cada una se dispuso a partir por caminos diferentes. 

  —Lía —Román detuvo en esa mujer, en quien más confiaba, la misma que cargaba al chico de ojos blancos—. Confío en que harás un buen trabajo. Tal vez, no esté de más, si dejas salir todo tu egoísmo.

  El señor avanzado en edad dio la vuelta y se marchó hasta desaparecer de la vista de ella, dejándole sensaciones encontradas que no podía explicar, puesto que, en una situación como esa, era natural que se le dijera lo contrario. 

  —Todo mi egoísmo.

  Aun cargando en brazos el cuerpo desplomado del “caído del cielo”, Lía se dirigió al centro médico de la instalación, pues era en donde más autoridad tenía. Tras asegurarse de no haber sido vista por nadie, entró en la habitación que se suponía era una sala de operación. El sitio era espacioso y tenía todos los equipos pertinentes para atender a más de tres pacientes que pudieran estar gravemente heridos. 

  Cuidadosamente, Lía tendió el cuerpo de Rey sobre la mesa principal y procedió a preparar los artículos necesarios para proceder con la descontaminación. En la habitación, además de ella, también existía un objeto decorativo que se hacía presente, uno que no respiraba, pero si hacía un característico sonido. Colgada en la pared, siempre puntual, la maquinaria circular no se equivocaba cuando con sus manecillas daban las tres, en una luna que contaba con dieciséis horas.     

  Una vez terminó con los preparativos y se acercó a la mesa, pensaba: «Recuerdo cuando me propuse cambiar, reprimir mi egoísmo y actuar desinteresadamente por los demás.  Pero ¿qué significa esto? Porque alguien me dé permiso no significa que deba traicionar mis principios».

 Lía no entendía la razón por la cual no podía controlar su cuerpo, el cual aprovechaba la oportunidad de la soledad, el silencio y la oscuridad para comenzar a portarse mal. «¿Acaso voy a tener una recaída? A pesar de todos los años que he vivido portándome bien, ¿cómo puedo permitirme caer tan bajo y romper mi promesa? Me doy asco». Continuó su monólogo interno, como si se regañase, estuviera arrepentida y decepcionada de lo que planeaba hacer y actuaba como si ya lo hubiese hecho.

 «¿Cuándo sabes que lo que haces no es moralmente correcto?» se preguntó Lía, para acto seguido dar la respuesta que tenía grabada en su mente: «Cuando sientes que tienes que esconderte de los demás para hacerlo. ¿Significa que esto pudiera ser la razón por la cual me siento tan arrepentida?»

 «Sí y no al mismo tiempo», respondió a su última pregunta. «Me estoy escondiendo entre la oscuridad porque debo hacerlo. Si mi contacto con este ser de otro mundo se hace público, mi vida llegará a su conclusión en un instante. ¿Acaso Román sabe que ese será el caso y esta es técnicamente mi última comida? ¿La última oportunidad de disfrutar mi vida?»

  Antes de comenzar con su trabajo de descontaminación, Lía esperó a que fuera de madrugada, como si de acumular determinación se tratase. Tenía miedo de ser descubierta y ejecutada, pero en ese preciso momento se sentía mucho más culpable por cómo reaccionaba su cuerpo. La incertidumbre de no saber si cuando comenzara el trabajo de descontaminación ella no podría detenerse de hacer algo aún más deplorable, después de todo, ella era miembro del templo de las artes amatorias, así como lo era del personal médico.

 «En caso de que algo suceda», se dijo mentalmente mientras procedía a cerrar las puertas y apagar las luces, como quien planeaba cometer un crimen. «Si lo más inesperado me tocaba a la puerta, yo terminaría en el medio de una situación difícil de explicar».

Tic, tac… tic… tac, sonaba el reloj en la oscuridad.

   Después de tomar medidas para no ser sorprendida, Lía seguía titubeando a actuar, pero no porque entendiera que sus acciones rebasaban todos las normas, valores y creencias que podían ser aceptadas en la sociedad de la cual formaba parte, ni porque tal vez pudiera perder el trabajo que tan acomodada le tenía, que le arrebataran su propia vida; aunque no necesariamente en ese orden.

Otra duda le invadió la mente: «En caso de que él abriese sus ojos, también tendría que tomar acción al respecto… ¿no?» Lía era de quienes creían que, si las cosas malas iban a hacerse, tenían que hacerse bien.

«¡No! ¡Me niego a reconocer esto como una recaída!» se dijo a sí misma con mirada indignada, respiraciones poco profundas, dispuesta a retirarse y cumplir su tarea sin necesitar de más preparaciones o rodeos. «Por alguna razón él se siente diferente a los demás. A pesar de verse vulnerable, es un ser con quien no quiero jugar, alguien a quien no quiero utilizar y definitivamente alguien a quien no quiero hacer mi esclavo. Digo, si es que en verdad pienso ser egoísta.»

  Los minutos pasaron y a pesar de que había decidido no hacer nada de lo que pudiera arrepentirse, la doctora estaba tocándole y masajeando el pene del cuerpo que suponía estar bañando y descontaminando. Un cuerpo cuya conciencia estaba siendo reprimida por alguna circunstancia.

  Doctora, así le llamaban, ya que Lía era quien más autoridad tenían en un centro que se dedicaba a curar y prevenir enfermedades en caso de que pudieran suceder, ¿de qué otra manera se le podría llamar? Independientemente de los conocimientos académicos que pudiera tener o las acreditaciones proporcionadas por el gobierno del momento, llamarle de otra manera sería incorrecto. También estaba sujeta a entregar su cuerpo a cambio de dinero, si este era solicitado por quienes no querían terminar en el infierno.  

  «En caso de que se despierte, me marcho corriendo. No creo que esté lo suficientemente consciente como para identificar que esto es la realidad. Un sueño húmedo y pasajero… esa será la justificación que le puedo dar», se convenció a sí misma la chica.

 «Si yo denomino este tipo de eventos como “recaídas” ¿Puedo llamar como una adicción a esta búsqueda compulsiva de placeres?» Otra pregunta surgió en su mente: «Cuando busco sentir placer momentáneo sabiendo perfectamente que me voy a arrepentir en el futuro, ¿cuáles son esas culpas y esos arrepentimientos que me esperan? Sí, sé que los voy a tener, pero ¿acaso no podré tomar medidas para evitarlo?»

 —Él no tiene nada que ver, el problema soy yo —afirmó Lía en voz alta. Ella temblaba, sudaba frío, pero acercaba su cabeza al órgano flácido que estaba sosteniendo con su mano. «Soy responsable de mis actos, pero no puedo retroceder, aunque sea lo que más quiera. Sé que este es el mejor momento. Tal vez el único, para no sentir culpa en un futuro, puede que sea bueno para mí no pensar tanto en lo que hago. Por otro lado, para que no despierte ni tenga que marcharme corriendo, puedo inyectarle un sedante, un medicamento que no deje rastros, pero no pienso hacerlo, porque una parte de mí quiere que él despierte, ¿por qué? ¿Acaso deseo amplificar el sentimiento de rabia y culpabilidad?»

  Ella lo olfateó, mientras enfrentaba sus inseguridades. Lía se moría por lamer el glande ya descubierto que tenía delante, con la intención de hacer sentir bien al propietario. Una persona dormida no es consciente de lo que sucede con su cuerpo y aunque lo estuviera, no lo estaría del todo. Independientemente de ser una violación, para ella, tomar ventaja de alguien incapacitado era como trabajar para no ser reconocida. Hacer algo que hace sentir bien a las personas y les da felicidad, sin que esas personas supieran que se sintieron bien o experimentaron felicidad, era un sentimiento tan vacío como devolver una fortuna de dinero que se encontrara tirado en la calle y tan solo recibir las gracias vacías de alguien que no es el propietario. Más o menos como salvar la vida de una persona inconsciente y que alguien más te diera las gracias.   

  «¡No! No soy quien prometí ser. No es mi cuerpo ni mi egoísmo, es mi ambición la responsable de todo esto. Pero, desde un principio estaba reaccionando ante la presencia de esta situación». Al alzar su mirada y observar entre las penumbras, Lía vio el rostro de Rey. «Román es el culpable de mis actos. Sino ¿Cómo saldría de este templo? ¿Cómo podría fijarme en un “caído del cielo”? ¿Cómo podría prestarle atención a alguien que ni siquiera conozco? ¿Cómo podría mi cuerpo humedecerse y reaccionar ante una criatura cuyos rasgos masculinos no están completamente formados? Todo porque él me puso en esta situación, habiendo cientos de otras ‘Damares’ en este templo».

 «Es algo más que tan solo la situación tan peligrosamente conveniente», se confesó Lía con ojos intrigados. «A pesar de que hubiera preferido quedarme con el vampiro, el aspecto visual de este es mucho más impactante. En su aroma, en la energía que emana, en cada cicatriz, en cada pliegue, en cada línea y curva de su piel, existe algo que alienta esperanzas en mí. Desde que posé mi mano sobre sus ojos y le calme, sentí que fui liberada de una inmensa carga, como si él me aceptara». 

 Arrodillada al borde de la mesa, Lía movió su cabeza y abrió sus labios finos y pálidos. A pesar de tener la lengua afuera y estar a solo milímetros de hacer contacto con lo que tanto quería lamer, saborear y tragar, aún dudaba. Incluso retrocedió por un instante. «Esto está mal. No me puedo seguir justificando y hacer ver a otros como los culpables de mi problema. No puedo permitirme esta recaída una vez más. Debo reconocer que he perdido mucho por el hecho de ni siquiera poder salvarme de esta situación en la que me adentré. Aún estoy a tiempo. Yo soy fuerte, lo sé».

  Mordiéndose y saboreando el dedo índice de su mano derecha, esa que había tocado el miembro del joven, decidió abrir sus piernas con la izquierda, sacarse el blúmer o panti que llevaba puesto y estimular de manera circular el botón de placer que tenía en el medio. Con este gesto, ella intentaba contenerse por todos los medios posibles. Estaba decidida a no dejarse llevar y tras terminar en una explosión orgásmica que le aclaró los pensamientos, tomó una esponja húmeda y con esta comenzó a lavar el cuerpo de su paciente con la intención de higienizarlo y demostrar que ella estaba al control de sus propias acciones.

 En una luna que siempre estaba encendida, el reloj marcó cinco minutos pasadas las tres de la madrugada.

—¡Egoísta! —Se gritó Lía a sí misma. 

 En medio de su trabajo, había dejado de sostener la esponja que tenía el propósito de limpiar, bañar y desinfectar para volver a estimular su sexo e incluso tomarse la atribución de agarrar el miembro del joven y untarle los fluidos bucales que tenía en la punta de su lengua. 

   El medio del punto de no retorno. Lía sabía muy bien que ya había pasado ese punto y solo le quedaba continuar, satisfacer sus deseos para poder regresar a ser la persona clara, reservada y compuesta que era. 

Segura de ir de lleno, mientras más se impulsaba a despertar el miembro flácido con los chupones que daban sus labios finos, más culpable se sentía al respecto. 

  —¡Grrr! — protestó a regañadientes. «¿Cómo podría decir que soy diferente de la sangre de mi padre? Aun terminando este hecho deplorable, no estaré satisfecha. Mis acciones terminarán en querer conquistarle, hacerle mi esclavo, manipularlo desde la oscuridad. Caído del cielo, dime y sé sincero, ¿cuánto podrás durar sin qué mi personalidad te rompa?» 

  «Este éxtasis nunca lo he sentido con nadie» admitió Lía, pasando su mano derecha por entre las piernas del joven y separándolas lo suficiente como para poder avanzar sus dedos por el espacio que se encontraba en la zona. «A pesar de haber estado con tantas personas, nunca llegué a tener estas expectativas por alguien cuyo nombre ni siquiera conozco. ¿Será porque eres mucho más peligroso? Sabes, caído del cielo, hacer de un vampiro o un licántropo criaturas que no representan un problema, considerando la situación y los tiempos, sí que es difícil. Tanto como decir que ellos son hormigas y tú un tigre».

 Recordando el énfasis que había puesto Román en que no se descubrieran los ojos del individuo, ella levantó su cuerpo por encima de la mesa. Dejando los dedos de su mano derecha en donde las había encajado, Lía estaba dispuesta a aclarar la duda que igual de encajada tenía en sus pensamientos. Algo le decía que podía encontrar la respuesta si lograba ver lo que su tutor vio. 

 Con su mano izquierda, la curiosa chica le abrió los párpados al joven que dormía.

 —¡Oh! —Ni el infierno, la muerte o mil demonios pudieron haber asustado a Lía, no tanto como le asustaron aquellos ojos. Débil y banal, con fuego en el corazón, viendo y sintiendo lo que se presagiaba en el futuro, ella casi pierde la razón. —Los veo, lo siento, sus ojos se clavan en mí. No eres un tigre, eres un dragón. Un arma que, si logro malear, me protegerá de los demás y resolverá los problemas que yo no pueda, aunque eso signifique que Belldewar se venga abajo —se dijo a sí misma, tras dejar cerrar los párpados y dar un beso cariñoso sobre estos. «Sabiendo esto, no puedo permitirme cometer el mismo error que cometen los cazadores obstinados, esos que terminan lamentándose cuando se les escapa la presa que pretenden mantener encerrada. Tal vez, por eso Román me eligió a mí.» 

 Lía retiró los dedos de su mano de donde los tenía, poniendo sus manos en el borde de la mesa metálica, respiró con profundidad, retuvo el aire por algunos segundos y dejó escapar el aliento. Repitió este proceso una vez más, como si intentase recuperar el control de su desespero, del corazón que se le quería salir del pecho y de los pies que no le podían sostener en peso.

 «Ser paciente y esperar» se dijo. «Puedo terminar mi trabajo, marcharme y dejar que sea él quien me busque. Eso significaría que tendría que mentirle al aparentar ser quien no soy, tan solo por saber quién es él. Tratar de manipularlo de esa manera no ayudaría. Por muy buena que sea mi historia y mi actuación, ¿acaso sería creíble cuando llegue el momento? Por otro lado, ¿podrá entregarse a mí cuando vea este cuerpo destrozado? ¿O cuando se dé de cuenta que mi verdadero yo no es más que una cárcel para quienes me rodean?» 

  La culpa, la pena y la tristeza tiñeron la cara de Lía.  Ella pensaba mucho, estaba entristecida y aun así, alejó sus manos de la mesa que estaba agarrando para comenzar a desabotonarse las prendas mayores que tenía puestas. Con los ojos cerrados, ella se quedó con sus pechos expuestos y después pasó a desnudarse.

  A un lado de la mesa fueron arrojadas las prendas que cubrían a aquel cuerpo femenino, aun así, no estuvo desnudo del todo. La piel de ella era blanca, pero se veía enferma, casi al punto de ser pálida, con rastros rojizos de infección por las costuras bordadas que llevaba. Ignorando esto, la simetría de aquel cuerpo femenino, los relieves de los dos senos, las caderas y los muslos hacían contraste con el negro de las penumbras que componían la habitación, y sus brazos y piernas se miraban delgados.

 Su espalda no conservaba una postura esbelta, pero sí desanimada y encorvada. Era evidente que la figura de ella se había vuelto menos definida y curvilínea por el paso de los años y las cicatrices que se podían ver, como esas que tenía en la espalda, parecía que se veían mucho más grotescas que cuando fueron simples heridas.

  Aunque el cuerpo de ella era claramente el vestigio de un envase hermoso y encantador, que en sus tiempos podía ser capaz de cautivar a quien le mirara sin importar la distancia, los rasgos de Lía no eran del todo humanos. Más bien, un humano no sería capaz de autoinfligírselos. 

  Inflando una vez más el pecho y conteniendo el aire, ella se acarició los pezones con la intención de endurecerles, aunque estos estuvieran cubiertos por un parche de hilos entrelazados y bien bordados que tenía la intención de tapar lo que cubrían. 

  Con la estimulación adicional por parte de varios pellizcos de sus dedos, la tensión nerviosa de la zona erógena en los pezones de Lía hizo que la carne se endureciera y que las puntas sobresalieran con una erección intimidante, que les hacía ver más agradables, aunque no estuviesen realmente expuestos del todo.

 —Sin ropa, mis mentiras son patéticas y vulnerables…— se dijo ella en voz alta, en un fallido intento para despertar a alguien inconsciente. —Mi cuerpo está compuesto por vergonzosas cicatrices. Ellas marcan a esta carne que se adueña de la libertad de aquellos a los que se les ha acercado. Mira —continuó diciendo—, heridas que le infligí a este cuerpo renuente a morir. —Ella siguió pellizcando las puntas de sus pezones, pero también pasó su dedo índice por el borde de lo que era carne y lo que no. —Ellas conforman los retoques de la trampa perfecta para un hombre. La damisela en apuros que busca a alguien que la proteja. Debo aceptarlo, soy la misma cuando estoy desesperada y busco salida. La ingenuidad en mi interior quedó extinguida por siempre. Es demasiado tarde para poder cambiar.

   En la oscuridad del lugar, los ojos de ella brillaron con un azul poco característico. La doctora desnuda siguió acariciando la piel expuesta del pequeño y miraba al reloj que tan lento parecía moverse en el tiempo. Parecía estar esperando a ser capturada en su delito, en lo que se proponía a hacer. Cerrando sus ojos, prestó atención con sus oídos. Si en algún momento los pasos de alguien se escuchaban en el pasillo, o tal vez una llamada por los altavoces a otro de los pacientes que tal vez se levantaba para ir al baño o cualquier otra cosa que escuchara sería suficiente para que ella se retirara y detuviera sus acciones.

  Tic… tac… parecía que gritaba la pequeña maquinaria colgada en la pared. El viento frío se movía por las rejillas de ventilación y mantenía el local climatizado a una temperatura de veinte grados Celsius. La brisa pasó exactamente por donde nadie pasaba, desde el cuarto, por debajo de la puerta corrediza, escapaba a los pasillos y seguía su paso hasta morir estancada.

  —Cada segundo es una oportunidad que me estuve dando — se escuchaba un tanto decepcionada—. En este punto, en el que estoy desnuda, caliente y excitada, ya estoy dispuesta a arriesgarme. No tengo salvación, tú tampoco, a menos que abras tus ojos y mires mi cuerpo expuesto. Si te despiertas de tu sueño, tal vez dejemos de seguir mi juego o quizás continuemos, pero no me sentiré culpable. Mirando tu cuerpo me doy cuenta de que no somos tan diferentes —dijo Lía, subiéndose de rodillas sobre la mesa para sentarse encima del joven—. Las cicatrices en tu piel demuestran la necesidad que has tenido de sobrevivir. Mi piel dice lo mismo… Si ahora despiertas, me miras y preguntas ¡no tengo porqué sentirme avergonzada! ¿Sabes? Sí, admito que, a diferencia de ti, yo autoinfligí daños en mí buscando pequeños intervalos de liberación mental, pero al igual que tú, lo hice como único medio para luchar y sobrevivir contra mis enemigos: la soledad, la ira, la furia, la necesidad de atención, la inseguridad, el estrés y la culpa.

  Con necesidad de sentir el cuerpo ajeno, queriendo fundirse con él, la doctora sacó su lengua y lamió los labios del paciente, como si quisiese levantarle la piel. De la boca bajó al cuello y tan cerca estuvo de morderle la piel a Rey que sus colmillos rozaron dicha zona.

   Para Lía, la salida de aquella situación tan prometedora de desastre y un mal final, aún mantenía sus puertas abiertas. Ella sin duda había vivido muchos años y también había escuchado más de una vez que “Siempre existe el tiempo para buscar, arrepentirse, detenerse y cambiar. Todos tienen derecho a equivocarse, a ser egoístas de vez en cuando. Errar no te hace ni mejor ni peor persona, eso depende de lo que decidas hacer después”, pero ella le daba la espalda a esa puerta. 

 —¡¡Vamos!! ¡Despierta de tu sueño y entrégate a satisfacer los placeres de mi carne, mi cuerpo y alma! —demandó desesperada al cuerpo inconsciente—. ¡Despierta y saborea mi cuerpo! Hablemos sin tener que usar las palabras. Escucha mis movimientos y entenderás que siempre terminaré dándote placer a cambio de que me hagas sentir feliz. 

 Tras erguirse y soltarse el pelo, ella se volteó sobre la cama y se agachó sobre el rostro de su paciente, inclinándose hacia adelante. Actuaba como una bestia descontrolada en busca de comida. Estaba perdiendo el control de sus acciones mientras dejaba de pensar. Con su boca, Lía engullo una vez más el placer de lo mundano, de lo que era moralmente prohibido, lo embriagante que le sabía el fondo del abismo.

 —¡Con cada probada que te doy, más siento que eres el indicado! —dijo ella, aunque no se le podía escuchar por tener la boca llena—. Tan nostálgico se siente el alivio que siento en este momento que tengo tu miembro adentro de mi boca. Puedo comerlo, devorarlo y tragarlo, si así lo quisiese. Más no lo hago, porque luego no tendría con qué jugar, ni con qué llenar el vacío de este cuerpo.

  Ella se llevó la mano izquierda entre su sexo y el rostro del joven durmiente, para así moverla frenéticamente. El silencio sepulcral de la habitación oscura fue contaminado por el indecente sonido de chasquidos húmedos.  

  —¡¿Acaso puedes ver todos estos fluidos saliendo de mí?! —dijo ella, poniendo sus ojos en blanco. Sin dejar de chupar el músculo del deseo aun flácido del chico tendido sobre la cama—. Este sentimiento, este fuego, esta pasión de estarte ensuciando el rostro… —Lía sentía como los fluidos de su vagina se le escurrían por entre los dedos—. ¡Oh! Todo en este momento es perfecto y esa perfección es la que está controlando mi cuerpo. No, ya dejó de ser perfecto —se corrigió al darse cuenta de que no podían alcanzar el clímax a pesar del subidón que estaba teniendo—. 

—No concibo ser feliz teniendo menos, lo sé, no me conformo. Soy así, me criaron así, y crecí siendo así. Mi egoísmo no tiene límites. Aun así, sabiendo que soy incapaz de ser feliz sin importar cuanto tenga o llegue a tener, ¿es mucho pedir que ahora te quiera dentro de mí? Te doy todo lo que quieras, mi cuerpo, mi alma, mi vida —suplicó ella—. No quiero seguir esperando para poder tenerte dentro de mí. ¿Acaso no te sientes bien cuando te tengo en mi boca? —dijo mientras que con su lengua hacía movimientos circulares—. Sé que se siente bien cuando te toco con mi lengua, lo hago para que se te ponga grande y dura. Mmm… si no se hace grande, entonces no podrás entrar en mí como quiero. —

  Al no tener más remedio que usar su imaginación, ella deslizó sus dedos por donde la humedad salía. Lía se imaginó a sí misma teniendo sexo, cabalgando el cuerpo que estaba ahí tendido y que llegaba al clímax del momento.

  Las respiraciones de Lía se detuvieron, mermaron y apaciguaron. Con conformidad en su mirada, ella levantó su cuerpo, liberó el miembro del joven y mientras se saboreaba los labios, aprovecho para recogerse el pelo mientras bajaba de la cama y se disponía a terminar el trabajo que había comenzado.

  —Esta satisfacción es tan solo temporal —afirmó ella mientras se volvía a cubrir el cuerpo con prendas.

  Con poco esfuerzo se agachó y recogió del suelo sus prendas interiores para usarlas a pesar que estuvieran mojadas.

  —Pero pensándolo bien, no me siento tan inconforme después de todo —dijo ya casi terminando con su trabajo de limpieza, borrando sus fluidos vaginales del pequeño rostro de ojos cerrados—. Ufff, te miro y comienzo a fantasear con el adictivo placer que me puede brindar un compañero del sexo opuesto. Después de tantos años, ¿acaso estoy esperanzándome en que alguien como él me ame? 

  Adentrando la esponja amarilla al interior de un balde plástico, Lía exprimió el agua con sus manos y tras empujar el cuerpo del joven hacia un lado se propuso a terminar su tarea, limpiándole la espalda.

  «Ahora que lo pienso» se dijo ella. «Nunca me he interesado así por alguien tan peligroso. Aunque con los ojos cerrados, independientemente de poder haber vivido tanto como yo, se ve encantador… ¿Y si su mente no es lo suficientemente madura como para que le agrade lo que pueda ofrecerle? Eso le convertiría en una bestia perdida, sin camino. En ese caso, yo podría guiarle, morderle a conveniencia, sería bastante interesante»

  El reloj marcaba las cinco de la mañana. La doctora, vestida y bien arreglada, puso todos los utensilios que había utilizado para el trabajo a un lado. Rellenando algún que otro formulario, de vez en cuando, miraba a la mesa para ver si el “caído del cielo” despertaba. A pesar que lo ocultaba con sus papeles, ella estaba tan ansiosa que no podía dormir y mucho menos permitirse dejarle ahí, para ir a su habitación.

  «¿Quién me asegura que alguien más no va a robar tu corazón si me marcho?» Era la pregunta de la cual Lía aún no sabía la respuesta. Ella no estaba dispuesta a arriesgar semejante oportunidad. «Ahora, ¿qué puedo hacer para que despiertes? La espera me está matando».

  A las ocho de la mañana, Rey respiró profundamente y abrió los ojos con rapidez. Él sentía en sus hombros el peso de unos ojos que le observaban y tenía la intención de evaluar su situación para reaccionar acorde. Una brillante luz fue la primera en recibirlo y dejarlo casi ciego, pues sus pupilas aún estaban dilatadas al punto en el que podían ver en la oscuridad. 

 Con igual rapidez y la vista nublada, Rey cerró fuertemente sus párpados para acto seguido frotarlos con sus manos y abrirles de a poco, con la intención de facilitar el acondicionamiento de sus pupilas al brillo. El que no estuviera amarrado de pies y manos le hacía sentir un poco de alivio. No se encontraba en una situación tan mala como la que esperaba.

 Cuando sus pupilas se adaptaron, el joven notó que algo estaba al frente de su rostro, sostenido por una especie de brazo metálico que colgaba del techo. Era como los objetos que abundaban en la habitación de Miján, el elfo de luz aventajado con la tecnología, quien fue maestro de Dante. Gracias a eso, Rey sabía que el dispositivo frente a sus ojos era de iluminación y que se conocían como luces led alimentadas por energía eléctrica. 

  Acostado sobre la agradable superficie que tan solo una cama podría proporcionar, el chico se retorció hacia los lados y apenas extendió su mano, se dio cuenta de que podía alcanzar el foco compuestos por varias tiras de dispositivos alineados encendidos y moverlo por el lugar hasta quitársela de encima. Sin el encandilamiento que provocaba el dispositivo tan brillante como el sol, la visión de Rey regresó de a poco y con esto la percepción de su alrededor.

  El estrés que todo territorio desconocido podía proporcionarle, comenzó a afectarle, aumentando el ritmo de sus respiraciones. Incorporándose sobre la cama, volteó su cabeza de un lado a otro. Rey observó todo a su alrededor, curioso de ver cuántos objetos inusuales podría encontrar en aquel sitio tan asombroso y nuevo.

   La vista del joven se detuvo cuando unos cuantos seres semejantes fueron divisados, aunque se encontraban situados en un lugar aislado, no parecían una amenaza. Del otro lado de una de las ventanas, transitando por el pasillo de la instalación, se encontraba un grupo de féminas vestidas de blanco. Para Rey, ellas parecían estar comunicándose algo de poca importancia, aun así, se miraban como si estuvieran cansadas.

 El joven trató de escuchar lo que los seres allegados decían. Concentrándose en su audición simplemente escucho el 'Tic, tac' de algo circular en la pared, también logró escuchar respiraciones.

 El cristal era un buen aislante de sonidos, por ende, ninguna de las palabras que decía el grupo de mujeres en las afuera de la habitación se pudieron escuchar con claridad, pero el hecho de que fuera capaz de sentir una respiración ajena a la suya significaba que alguien más se encontraba con él en esa habitación. Probablemente, la misma persona que le había puesto semejante aparato luminoso en la cara para que despertara.

   Para Rey, el hecho de que su inseparable bestia blanca no dijera nada y la sensación de sentirse recuperado, fueron los mejores consejeros del momento, lo que lo alentó a no sentirse en peligro, aunque hubiese alguien más con él. Tras relajar su respiración, el pequeño se dio cuenta de algo, que al parecer, su nariz ya se había acostumbrado a oler. Una esencia familiar que podría abrumar su sentido del olfato y no dejarle percibir nada más. El mismo olor que lo devolvió a la seguridad de no estar en peligro, cuando por pequeños momentos regresaba a la conciencia.

  —¿Madre…? No —se respondió a sí mismo—. Hueles exactamente como ella, mi tía y uno de mis hermanos.

  Unos ojos que parecían no haber podido expresar asombro, ahora lo estaban manifestando, mientras palabras pensadas y tartamudeadas salían de los labios pálidos de la chica con cabellos recogidos que había dejado de esconderse tras una cortina para adentrarse en el campo de vista de quien había hablado. 

—Lengua ya perdida, la que hablas, una lengua que solo hablé en mi infancia. Si dices que yo comparto la misma esencia de tu madre y tu hermano, tal vez es porque somos de la misma especie, —dijo ella, particularmente consternada, ante la posibilidad que el joven fuera descendiente de un vampiro.

  Lía estaba sorprendida, la mirada del caído del cielo era tan afilada que lucía como un depredador. «No puedo saber lo que está pensando» se dijo.   

  Rey, quien había procesado una gran parte del vocabulario que los seres emocionales hablaron a su alrededor, como acto de superioridad, decidió hablar en el idioma que le era más fácil a la chica presente. 

  —Tus ojos, cuerpo y cabellos dicen lo contrario —dijo Rey, sabiendo que el linaje de los vampiros tiene características muy distintivas, como lo son los ojos azules, cabellos blancos después de haber vivido un tiempo determinado, cuerpos elegantes y educados con respecto al carácter. 

Independientemente de que puedan llegar a vivir toda una eternidad, no significa que sepan esperar y más si es por lo que quieren. Sus instintos de supervivencia les atan de una manera muy peculiar a otra persona y tratan de preservar los lazos por todos los medios. Tanto es así, que por esta condición es que aprenden instintivamente a desenvolver sus poderes. Ella, quien se denominaba una vampira, no tenía ningún rasgo físico acorde, exceptuando el olor.

  —Mi nombre es Lía —respondió ella, temerosa de lo que estaba escuchando—. Lía Priom. Mis cabellos ya se tiñeron por el tiempo, pero los mantengo bajo esta apariencia oscura, al igual que mis ojos. Mi cuerpo, eso otra historia.

  —¿Los humanos? —Rey realizó una pregunta presuntuosa, como quien recordaba la experiencia de ser visto por semejantes individuos cuando caía del cielo.

  —Aquí, en Belldewar, los humanos gobiernan. El resto somos considerados “objetos”, “propiedad de uso común, ajena o reservada”. Propiedad de la cual pueden desechar, si se da el caso. Si eres clasificado como una amenaza, tu vida, la de tu familia, amigos y conocidos, está expuesta al riesgo de ser eliminada —explicó, mientras revelaba el color azul de sus ojos al retirar de ellos una delgada y fina goma negra. Tras apreciar el calmado comportamiento del chico de ojos afilados, Lía reunió el suficiente valor y decidió abordar un tema que le importaba confirmar. —¿Eres hijo de una vampira… y hermano de los dos que vinieron contigo? 

 Tras asentir con su cabeza, el chico procedió a presentarse. 

— Me llamo Rey, “sin apellido”. Hermano de un vampiro llamado Jhades Priovan y un licántropo (hombre lobo) llamado Dante Lobano. ¿Dónde están mis hermanos?

  —Ellos están bien… —la voz de Lía se escuchaba un tanto nerviosa. Sin darse cuenta que estaba pasando por alto un dato importante, miró hacia los lados con una expresión de miedo, provocada por escuchar las palabras “vampiro” y “licántropo”—. Te doy mi palabra, por favor, no les nombres así frente a alguien más, la mayoría de los humanos temen a los descendientes de Licaón y de Lilith. Entiende, que presentarse así ante alguien más, es estar poniendo tu vida, la mía y la de todos a quienes conozco en riesgo. 

  Rey mostró un comportamiento comprensivo ante la advertencia. Luego, miró hacia su alrededor, como preguntando “¿qué hago en un sitio como este?” 

  —Tus ojos estuvieron cerrados durante treinta y dos horas —continuó Lía hablando—. Tu condición médica es delicada. Milagrosamente, me pude dar cuenta de que tu cuerpo está envenenado por radiación, ya que experimenté algunos síntomas al estar expuesta a tí. Aún estás lejos de poder recuperarte por completo, pero al menos estás fuera de la zona de peligro.

  —Radiación…, veneno, mi cuerpo —balbuceó Rey, quien de momento le surgió una pregunta urgente. Él no podía creer que aún estuviera enfermo a pesar de haber dormido—. Es cierto que estuve envuelto en una explosión antes de ser arrojado en este sitio. Pero en el lugar del cual provengo, las corrientes del tiempo ayudan a curar y recuperar a todo aquel que se duerme toda una noche. ¿Cómo es que aún sigo enfermo? 

  Viendo como el chico había reaccionado con respecto al tema, Lía dibujó en su rostro una media sonrisa, pues estaba en frente de alguien que no conocía nada del lugar ni lo que era la civilización humana. «En efecto, él no es de esta luna ni de algún otro planeta allegado», pensó y luego agregó, con despreocupación en sus palabras, prestando atención en el comportamiento de su cuerpo mientras se inclinaba y mostraba el escote de sus pechos con tal de hacer su movimiento seductivo:

 —Aquí, tus heridas, enfermedades o condiciones médicas no se curarán al dormir y despertar. Los días son eternos y no existen noches. Las luces de la tecnología no descansan, no se desvanecen ni tampoco envejecen. La luz artificial hace que no exista oscuridad. Soy la doctora principal del cuerpo de guardia de este templo de artes amatorias. —Lía parecía que intentaba darse mayor credibilidad al revelar su título—. Mi diagnóstico y tratamiento son los más precisos que podrás recibir. Te repito, no te recomiendo usar tu energía o someter tu cuerpo a movimientos físicos que conlleven mucho estrés. 

  —Energía, estrés… —Rey repitió las palabras de la chica.

  —Al estar envenenado por radiación, tu cuerpo depende de tratamientos humanos para descontaminarse. A no ser que seas capaz de encontrar algún medio legendario de resurrección y descontaminación no-humano —Lía siguió enfatizando en la gravedad de la situación—. Sin mis tratamientos, tanto tú como tus hermanos, cada vez que utilicen sus poderes o sometan sus cuerpos a mucho estrés, acelerarán el proceso del veneno hasta el punto en el cual solo puedan toser sangre, sufrir desmayos y finalmente caer en una muerte súbita. 

  —¿Qué es Belldewar? —preguntó Rey, pues recordaba que esa era la palabra que la chica había utilizado para llamar al lugar.

 —No entiendo la pregunta —aclaro Lía.

—Descríbeme a este mundo como verdaderamente lo ves.

  Lía se congeló en el lugar por un momento. Ella estaba segura de que ya había descrito el lugar, aunque de manera vaga, pero sí había cubierto los puntos necesarios. Aun así, ¿por qué no hacerlo por segunda vez?, todo con tal de complacer a su oyente, que se mostraba más receptivo al conocimiento que a sus artes de seducción.

  —Esta civilización está dividida en dos partes. Los humanos, quienes buscan la manera de dominar o apagar la existencia de quienes se les oponen y la otra parte, aunque tienen diversos nombres, está compuesta por esclavos que perdieron los deseos de vivir o los privilegios de ser considerados como seres vivos.  

  Rey dirigió sus ojos a donde estaban las chicas hablando, esas que estaban fuera de la habitación y aún se detenían en el pasillo murmurando. 

  —¿Qué lugar les corresponde a ellas?

  Lía dirigió sus ojos hacia donde Rey miraba. Como una supervisora que recién notaba la negligencia de sus subordinados, caminó en dirección a la puerta y la abrió con mirada acusadora. Yicel, una de las chicas que murmuraba, dio un pequeño salto en el lugar tan pronto se abrió la puerta que tenía detrás y vio a la doctora salir. Con rapidez se disculpó por su falta, para después marcharse junto a las demás.

 —Aunque no lo parezcan, ellas entran en la segunda categoría, pero tienen vida en sus ojos por sus ideas revolucionarias —le respondió a Rey, cuando regresaba a la habitación—. El grupo de Akai se metió en problemas y sufrieron varias heridas. Las otras y ella, debían estar atendiendo a esos pacientes, pero parece que les preocupa que tus hermanos y tú estén aquí. En su momento las conocerás. Pero antes de que alguien traspase mi autoridad y entre en este sitio, ponte esto. —Lía tomó una pequeña caja que tenía dos lentes de color negro cubiertos de agua—. Son el mismo tipo de lentes que uso. Es para que te los pongas en los ojos y pases desapercibido. 

  —¿Ideas revolucionarias? —después de decir la pregunta, Rey hizo una pausa. 

 Justo antes de responder la última pregunta, en el silencio del lugar, conclusiones avanzadas pasaron por los pensamientos de la chica, quien comenzó a temblar porque aquel joven no mostraba la reacción que ella esperaba recibir.

  «Alguien que ha perdido todo contacto con lo que conoce, que no puede ver a sus seres queridos nunca más, que cayó en un mundo tan peligroso como este, que está desnudo sobre una mesa quirúrgica con una desconocida… alguien en su situación no debería mostrar un rostro tan natural, ¿o sí?» pensó ella. «Hasta el momento, él solo está interesado en la información. Es como si el conocimiento le ayudara a sobrevivir y adaptarse. ¿Y si él actúa así de frío y calculador porque no tiene seres a los cuales quisiera volver a ver? ¿Quizá está acostumbrado a ser perseguido y cazado? Mmm… hermano de un licántropo y un vampiro…» 

  Finalmente, Lía entendió la connotación de lo peligroso que podía ser ese chico para que Román nombrara a los otros dos como la punta de un iceberg. Independientemente del filo y la rareza de sus ojos que le hacían ver como un dragón, quien tenía delante era un híbrido, una bestia de ojos blancos que parecía atraer la oscuridad a su alrededor. Con esto, se encendió el miedo en su interior.

  Rey levantó su mirada en dirección a la descendiente de los Priom que había detenido sus palabras y su tan confiada expresión facial de atención y querer ayudar. Él tenía la capacidad de leer rostros y en el de ella leía “terror”.

 —Sí —dijo Rey con voz enronquecida—. Es exactamente lo que estás pensando. Soy un hijo no deseado después de todo.

 La presencia del joven se había hecho imponente, tanto que ella estaba paralizada.

«¡¿Acaso puede leer mis pensamientos?!» 

  Rey se acercó a donde estaba ella, tras extender su mano derecha, acomodó los cabellos en el rostro sorprendido de Lía, para decir las siguientes palabras: —En el sitio que deje atrás, mi final era morir. No tengo nada que extrañar de un mundo en el que la única manera de sobrevivir sería matando a mis seres queridos antes que ellos reclamaran mi vida. Ahora estoy aquí, en otro lugar… en el que tengo una nueva oportunidad de vivir, en el que tendré que medir mis decisiones y, al parecer, depender de ti y del anciano que me encontró, pues son los únicos que conocen de mis hermanos y de mí.

 «Los papeles se están revirtiendo» pensó Lía, en estado de pánico.  

 



Rey De-Heavens

Chapter 3
Pintando sueños


De regreso al interior de la cueva, sin rastros de agua o fuego aún, Rey se dispuso a dejar el libro en un rincón seguro, no sin antes cerciorarse de que su compañero estaba sano y salvo.

Dando pequeños pasos, Rey se acercó al cachorro de guardián del Paraíso. Ante los párpados cansados de un rostro compuesto por enormes ojeras oscuras, el pequeño felino peludo dormía más apacible que nunca. A pesar del tiempo que había transcurrido, la preciada criatura permanecía en la misma posición en que la había dejado. Las paredes, el suelo y el techo de la cueva tampoco habían cambiado en apariencia. Todo seguía exactamente igual, incluyendo los huesos en la entrada y la sangre en el lugar. Era como si aquello que existía alrededor del ser que dormía se hubiese detenido en el tiempo.

Rey quería dormir, descansar, y que se terminara de una vez por todas la noche que se negaba a convertirse en día. Pero después de que Silvia le enseñara el nuevo idioma, sería un desperdicio no echarle un vistazo a los secretos que el libro guardaba. También… ¿quién le podía asegurar que al día siguiente Katherine no lo iba a matar? ¿O que sus hermanos estuvieran entrenando con las intenciones de matarle cuando tuvieran la oportunidad?

Cambiando de idea, Rey sacudió la cabeza como queriendo deshacerse del sueño que le invadía.

—No puedo dormir. No, sin antes terminar otro asunto pendiente, además de leer este libro —Volteó su rostro a la salida de la cueva—. En muchas de las historias que he leído, los restos de un honorable enemigo merecen descansar en paz.

El pequeño tocó las suaves pieles que le cubrían.

—Por respeto de mi parte, no he de dejar que otros te vean en vergüenza. Tus huesos y memorias merecen descansar en paz. Hubiera yo querido poder darme cuenta de que te faltaba un colmillo, oh gran felino —dijo Rey mientras salía de la cueva y con sus manos se disponía a cavar un agujero en el lugar más apropiado que logró encontrar a la redonda.

Tras haber acomodado los huesos en el centro del hoyo, el pequeño se despojó de las pieles que le cubrían y también las acomodó en el interior. Realizando un improvisado procedimiento de entierro, Rey rellenó el hueco con la tierra que había acumulado en un costado. Una vez realizada la sepultura, él sacudió sus lastimadas manos y dando un suspiro de alivio ante la tumba que contenía los restos del gran felino, anunció unas palabras.

—Las tumbas en los libros tienen nombres, pero no sé cómo llamarte. Aun así, te pido perdón por haber invadido tu propiedad y dejarme controlar por el miedo, el hambre y la desesperación. Reconozco que no fue culpa tuya si fuiste controlado por hambre y rabia. Después de pasar todo este tiempo, fui capaz de recordar, pero ya es demasiado tarde para ambos. Cometí un error que no puede ser enmendado. Pero tu muerte no fue en vano: tu carne, tus huesos y sangre fueron sacrificios para que los dos continuáramos viviendo. En tu nombre, y en tu ausencia, yo continuaré cuidando de ella. Descansa en paz, gran bestia sin nombre… descansa hasta que pueda enmendar mi error y traerte de vuelta.

Finalizadas las palabras, Rey dejó una ofrenda de comida sobre la rústica tumba para, acto seguido, regresar por donde vino. Adentrándose en el interior de la cueva, observó a su acompañante una vez más. Bajando la mirada, él pensó que, si ella muriese, al menos debía de tener un nombre para que se le recordara. Pero un nombre era algo serio y no podía ser tomado a la ligera, pues, como había dicho su padre, el nombre es el camino a la grandeza. Por un tiempo el pequeño se la pasó de pie, no sabía cuál sería la manera más apropiada de llamar a su acompañante.

—Tal vez en este libro encuentre algo que me ayude —se dijo para luego acurrucarse junto a la pequeña cría de guardián del Paraíso y escapar del frío. Ahí, acomodado y sin nada pendiente, Rey abrió la primera página del libro titulado Requirement for Resent.

—Interesante. Las primeras páginas detallan en complejidad la función de los doce elementos fundamentales más la influencia de los mismos en planos tangibles y no tangibles, magnífico… Tal vez pueda terminar de leerlo. Umm. Luego, ¿qué quedaría por hacer? Dormir como todos duermen. Después de tanto tiempo despierto, me pregunto si seré capaz de dormir. Ya es tiempo de dejar atrás este miedo a cerrar los ojos. Debo seguir adelante. Encarar a Hero, a madre y a padre. Tal vez también vengan. Por lo menos estaré lejos de Katherine y Miján y el resto de la manada. Por ahora, no me representan ningún problema. En el nuevo día, aprenderé más, intentaré vencer a mi maestro y pasar la prueba para hacer que me enseñe hechicería. Actuaré normal o como quiera actuar, sin miedo a lo que pueda suceder… Ya me di cuenta. Por más tiempo que permanezca despierto en esta noche eterna, por más que me prepare, nunca podré superarlos. Pero no porque ellos estén tan distantes de mí significa que todo lo que he logrado hasta ahora sea insignificante. En todo este tiempo me he estado superando a mí mismo… Sí, no es en ellos, sino en mí. Teniéndoles como referencia podré llegar más rápido, pero autosuperándome podría llegar más lejos. Ese es mi reto. Seguir hacia adelante, ya cuando llegue el momento, me preocuparé del resto.

El pequeño, quien compartía calor con su acompañante peludo, volvió a enfocar su mirada sobre las palabras del libro. También comenzó a meditar mientras entre bocanadas de aire exploraba los distintos sonidos que podía emitir su boca con la intención de no quedarse dormido. De repente, las letras tomaron vida. Cada una de ellas dejó de tener significados, se volvieron una película que corría a más de cientos de imágenes por segundo.

—¿Con qué esto era a lo que ella se refería con ilusión óptica?… Las letras plasmadas en estas páginas, esas que están dispuestas a representar palabras y sonidos, ahora se juntan, levitan en el aire y conforman colores, imágenes, historias. Es un privilegio fascinante poder visualizar conceptos que no entiendo y sentir sentimientos que no puedo explicar. Ver esto con mis ojos, aquí, enfrente de mi rostro, es como si otro camino del saber se abriera ante mí… tal vez, en este las enseñanzas sean menos complejas. Amistad, sacrificio, compañerismo, inocencia, cariño, ternura, amor, preocupación, sobrepasar los límites, defender, apreciar, arrepentimiento, placer, felicidad, ayudar, dar, ganar, perder. La desgracia de muchos. La felicidad de pocos. Miedo, valentía, arrojo, locura, maldad, honor, honradez, bien, deshonra. Pero… cómo podría olvidar las palabras del sabio. Conocer estas cosas no significa que en verdad pueda entenderlas. No son tan verdaderas, solo son palabras fáciles de ser dichas. Ahora que lo pienso, no es la primera vez que me siento de esta manera…

»Vagamente, puedo recordar que ellos dos cargaban con un libro igual a este. Que los libros tienen “saber”. Que el conocimiento es fácil de olvidar. Sí, ya hace mucho, cuando las luces del alba aclaraban con su voz calmada, dijo: “¿Estás listo?”, cuando pude ver con mis ojos un pasado que fue presente y aprender de ese sendero del conocimiento. No me puedo permitir seguir olvidando… La curiosidad picó tanto en mí cuando vi la esfera de pensamientos que se materializaron en el aire, entre las manos del anciano. Yo era ingenuo, apenas sabía hablar o escuchar correctamente. “El regalo del conocimiento. Crea tus propios recuerdos y haz tus propias conclusiones”. Eso dijo el Gran Mago Sabio. Ahora me pregunto si en verdad fue un regalo y no un engaño. ¿Si lo que yo sentí fue curiosidad y no tentación? ¿En verdad saqué mis propias conclusiones? Si el conocimiento que me fue dado tenía la intención de hacerme más manipulable, debo andar con cuidado. Según puedo ver en este libro relacionado con el control elemental, las prácticas del doceavo elemento están perdidas. El control del tiempo y espacio existe en teoría, y se dice que nadie lo ha usado. Pero, aunque se diga lo que se diga, yo no lo creo, porque puedo ver dicho control ante mis ojos en esta noche eterna. Si de alguna manera puedo aprender de esta destreza, llegaré a alcanzar el rango “trascendental”. Ser capaz de controlar el tiempo y el espacio es interrumpir el propósito del destino que me espera.

Con el voltear de la última página, Rey dejó caer su mano y el libro que sostenía con la intención de rendirse finalmente al sueño.

Algo más contento que cansado, el pequeño sin apellido se fue quedando dormido. Los sonidos se alejaron, la luz de la oscuridad finalmente oscureció una vez más. Se retiró de a poco el aroma del bosque, de la humedad, de la tierra, del libro con páginas viejas y quemadas. En el breve momento, antes de finalmente caer dentro del mundo del sueño, el pequeño sintió dos cosas que le traían tranquilidad a cada lado. Una amiga inseparable y el calor de un refugio: eran los componentes de un hogar. Él sonrió como quien sabía que estaba donde quería estar. En la oscuridad del mundo de los sueños, imágenes comenzaron a aparecer. Panoramas que fueron acompañados por palabras. El pequeño sabía que veía y que escuchaba, puesto que ya lo había vivido y escuchado… Estaba soñando con lo que había sucedido en el primer día, antes de marcharse con su maestro al entrenamiento.

Viajando al pasado, debajo de un pequeño árbol se podían ver praderas verdes y hermosos paisajes abarrotados por brillo divino. El viento era cálido y cargaba consigo un olor paradisiaco. Ahí, en donde se sentaba el Gran Mago Sabio, también había tres pequeños. Era el día en el que los padres se despedían de sus hijos para que ellos iniciaran un entrenamiento que les acondicionaría para pertenecer a la manada.

El Gran Mago De-Sabios. POV

El Gran Mago Sabio entendía que los pequeños, a pesar de sus tamaños, no sabían hablar, así como tampoco conocían del lugar ni sobre la historia de los tres planos. Pero ¿de qué manera él podría explicar entidades, conceptos o definir conjuntos de situaciones y variables a quienes no podían hablar ni preguntar? Primeramente, debía enseñarles cómo comunicarse y razonar. Eso era fácil, él tenía bajo su manga el primer paso para dominar la sabiduría. El anciano formuló un hechizo y entre sus manos hizo aparecer una esfera de pensamientos que se materializaron en el aire, los cuales ingresaron dentro de las mentes de los tres pequeños. La niebla diluida que se fragmentó entró por el medio de la frente de los niños, haciendo que ellos dejaran sus ojos en blanco por un momento. Tras un poco de tiempo, ellos comenzaron a articular sus bocas, luego a hablar y por último a preguntar sobre lo básico que debía de ser aprendido.

—¿Qué somos?

—Buena pregunta, mis pequeños, tengo una excelente respuesta. El alma es propósito, lo cual otorgará derecho de existir en este multiverso. Según la función, el comportamiento y el tipo de energía que tengan, será clasificada la existencia. Por ejemplo, esta roca —El anciano de barba larga y esponjosa, que vestía de una simple túnica naranja ajustada a la cintura por una soga, levantó del suelo un simple pedrusco— posee una función a desarrollar, también tiene alma y propósito de carácter pasivo. En la lengua que les enseñé para que puedan comunicarse, se le nombra como “roca” o “objeto” para poder conceptualizar y, por ende, entenderla.

Tras poner el pedrusco en el suelo, él señaló con sus dedos.

—Los que por la pradera caminan, y muchos otros que pueden volar, nadar, saltar, escarbar y arrastrarse, se caracterizan por tener las necesidades más básicas de todas: nacer, crecer, reproducirse y morir; aunque se los nombre de maneras diferentes, son “animales” o “seres vivos”.

Tras bajar la mano y llevársela al pecho, observó con sus ojos negros metálicos a los tres pequeños.

—El tercer grupo es caos, violencia, destrucción y construcción, mayormente influenciados por sentimientos. Los no-tangibles son aquellos que no tienen la necesidad de sobrevivir, sin sentir peligro; la necesidad de evolucionar no existe. Y, finalmente, el quinto grupo, los consumidores, que mantienen un hambre insaciable.  Entre estas cinco principales y más notorias formas de existencias, puede existir toda una infinidad de variaciones si se combinan entre ellas. Y ustedes son un resultado de esas combinaciones que componen y pueblan los tres planos.

—¿Qué otros tipos de variaciones existen? Mnnnn… —se preguntó el anciano mientras frotaba su cabeza rapada desde atrás hacia delante para luego esponjar su barba blanca, que le llegaba hasta la entrada del estómago—. Tenemos una buena cantidad de reinos, tanto en plano terrenal, interplanos y espaciales. Pero en el reino animal del plano terrenal existen succubus, vampiros, licántropos, hadas, ninfas, querubines, elementales, elfos, orcos, ogros, bestializados, humanizados, dullahans, cíclopes, trolls, enanos, gnomos, gigantes, minotauros, changelings, duendes, faunos, sátiros, amazonas, golems, ghouls, arpías, hannyas y los humanos son los mamíferos de alta inteligencia más destacados entre la combinación de las cinco principales formas de existencia.

»Mamíferos. Otra palabra rara, ¿no es así? No estaba en el paquete de enseñanzas básicas que les di. Con mamíferos me refiero a que nacieron de un vientre, tienen cuatro extremidades y sangre caliente, como ustedes. Aunque cualquiera de los mencionados anteriormente puede seguir siendo lo que es sin ser o haber sido un mamífero. Sí, me refiero a que un vampiro puede ser y existir sin haber nacido necesariamente de un vientre, tener cuatro extremidades o sangre caliente. Sin una de estas tres características, la especie en cuestión deja de ser un mamífero, pero no por lo que se le conoce y distingue. Les contaré sobre los acontecimientos y hechos que pertenecen al tiempo pasado y que constituyen el desarrollo de dos especies, desde sus orígenes hasta el momento presente, para que puedan entender.

Tras hacer aparecer en el aire la figura de un humano de piel blanca, ojos negros y cabellos color marrón, el anciano continuó.

—Ni siquiera los humanos (que no por ser los últimos en mi lista dejan de ser los primeros que reinaron en el plano terrenal) fueron mamíferos en todo momento. Sí, así como lo están escuchando. Los primeros no necesariamente nacieron de un vientre, aunque sí tenían sangre caliente y cuatro extremidades.

Luego, otra figura semejante con cabellos blancos y ojos azules apareció flotando junto a otro cuerpo de ojos rojos y cabellos negros.

—El primer vampiro tampoco fue un mamífero, ni los primeros licántropos. ¿Tienen curiosidad? En efecto, su madre es del linaje de los vampiros, su padre es del linaje de los licántropos y, como todo, también tiene un poco del linaje humano. Les contaré…

Moviendo sus manos, el Gran Mago Sabio abrió el libro que cargaba e hizo que las letras flotaran.

—Hace mucho existió un terrible monstruo de aire frío que erraba sin rumbo ni refugio entre las noches del primer mundo. Aunque se apareaba con diferentes especies a la suya, de su vientre nunca pudo crear descendencia. Esta existencia creció hambrienta, no podía saciar su apetito, aunque devorara todas las criaturas recién nacidas de un pueblo, bebiera la sangre de los cuellos palpitantes de los residentes y tragara las pesadillas de los niños sobrevivientes una y otra vez.

»En una noche llena de misterios, se dio el escenario de un acto abominable. Un humano rompió la tradición y por primera vez violó el cuerpo desnudo de una fémina a la que recién había conocido. Como ella se rehusaba a mantenerse debajo, el hombre en un arranque de cólera le mordió y, bajo el levantar de las estrellas, fue merecedor de una singular maldición. En el acto, la sangre que empalagó su paladar le supo a fruta. Al día siguiente, cuando la mujer no estuvo más, él se dio cuenta de que tenía su cuello perforado. Más tarde, la hermosa mujer, que se había disipado con la mañana, dejó en el aire unas carcajadas, pues finalmente había podido concebir a un hijo.

»El primero de los vampiros no tuvo más opción que perseguir el embriagante sabor a fruta y dejar atrás el sabor insípido de la comida que usualmente comía, dándose cuenta de que tenía el poder de obtener energía, fuerza vital, prolongar existencia y juventud cada vez que tomara del líquido más fundamental para la vida. El don maldito de beber sangre fue esparcido como semillas entre las sombras de la nobleza hasta que, un día, entre dos, se formó una criatura de profundos ojos azules. Con el tiempo, los descendientes desarrollaron cabellos blancos después de haber pasado por una cantidad considerable de tiempo, como tú, Jhades.

El anciano observó al pequeño que se sentaba en el extremo derecho, no tenía cabellos blancos ni dientes salidos, pero sí evidenciaba ojos azules y el apellido del linaje de su madre.

El anciano continuó:

—Por otro lado, junto al primer espíritu primordial de viento frío, otra existencia artificial de propósitos desconocidos vagaba por las zonas húmedas y oscuras del orbe. Con un sombrero puntiagudo lleno de cascabeles y campanillas, advertía su presencia al mismo tiempo que escondía sus ojos inyectados por fuego rojo y piel de hierro. La criatura se aborrecía a sí misma y, con aún más odio, veía a quienes eran más bonitas que ella. Su ferocidad se engrandeció con suma lentitud hasta que decidió devorar a cuanta mujer embarazada se interpusiera en su camino.

»Un día, la criatura en cuestión comenzó a devorar a las mujeres de un muy reconocido amante con intensos deseos sexuales. Dicho sujeto estaba en camino de ser el primero en poder gobernar todo un universo y quien, valiéndose de su ingenio, se las arregló para hacer lo que ni toda una partida de ángeles podían haber hecho. Pero al ser un espíritu primordial, la criatura no podía ser destruida, así que la mantuvo consigo hasta que encontró la oportunidad perfecta para castigar a alguien más que tuvo la imprudencia de querer engañar a los dioses del momento.

»El desdichado monarca de tantos otros muchos mortales albergó el espíritu primordial del fuego en su cuerpo. De hombre a bestia salvaje se transformó, como también lo hicieron sus generaciones venideras, todas con la naturaleza abominable podrían triplicar sus condiciones físicas y atléticas, expandieron sus pulmones y cavidad torácica. Se denominaron licántropos, mientras se los pudo reconocer por sus encolerizados ojos rojos candentes y pieles duras, como el metal heredado del primer espíritu, el cual aún vive en ellos, así como vive en ti, Dante.

Los ojos del anciano se movieron hasta el extremo opuesto a la izquierda. El pequeño ahí presente no denotaba en su rostro o en su cuerpo los rasgos característicos de una bestia, pero sí tenía sus ojos rojos candentes y portaba el apellido del linaje del padre.

—Dejando el término mamíferos y los orígenes de estas tres especies de lado, mi punto es que nuevas combinaciones de las cinco existencias principales pueden seguir naciendo de manera no natural, como lo eres tú, Rey sin apellido.

El anciano de piel negra miró con sus ojos al pequeño que se sentaba en el medio. Ese que tenía ojos blancos y cabellos negros, mas en su rostro mostraba la expresión de alguien arrogante.

—Tú no compartes la apariencia de un vampiro o la de un licántropo, pero tienes en ti las características de ambos. No te sientas mal si eres considerado un ser proscrito, mundano o despreciable por los humanos. En la historia, los humanos se convirtieron en la luz responsable del tiempo oscuro y llevaron las minorías casi al borde de extinción, incluso a ellos mismos. El tiempo dejó esculpido en piedra una lección y en las lógicas de los débiles, una prevención. Con la intención de sobrevivir, el débil habrá de terminar convirtiéndose en el malo.

Todo el mágico mundo de palabras flotantes y conocimientos fue interrumpido por el llamado de los instructores.

—¡Rey! ¡Dante! ¡Jahdes!

Los pequeños voltearon las cabezas. A lo lejos había tres rostros conocidos. Uno de ellos continuó y habló por los otros dos.

—Es tiempo…

Casi con una sonrisa de oreja a oreja, el viejo de cabeza rapada alzó su voz y con tono carismático dijo:

—Tan solo un poco más, el día aún es largo y está lejos de hacerse noche… Quiero terminar de darles a los pequeños el regalo del conocimiento.

A pesar de que los tres adultos allí presentes mostraron gestos faciales de que no estaban de acuerdo con el retraso, decidieron esperar a que el más longevo de todos terminase lo que había comenzado.

—Si es así, enséñales sobre sus padres… sobre lo que les espera si pretenden aventurarse a experimentar la vida fuera de este lugar. Tal vez se convierta en una buena motivación para que sepan lo que es correcto, y por lo cual deben de capacitarse antes de pertenecer a la manada —dijo Heroclades.

Limpiándose la garganta y aclarando la voz, el anciano continuó con la lluvia de historias divagantes, apenas los tres pequeños retornaron su atención en las figuras flotantes del libro, figuras que parecían avanzar en el tiempo hasta el momento perfecto.

—Del pasado no tan distante vamos a hablar, les contaré sobre la boda de sus padres, también de la llegada de ellos aquí. Con un poco de suerte podrán imaginarse una vaga idea de cómo es el mundo ahí fuera.

Mujer y marido se vieron parados sobre una capilla llena de rosas, besándose el uno al otro.

—Este matrimonio del que hablamos fue y es considerado una relación prohibida por los humanos y por muchos dioses. El esposo era nada más y nada menos que Wulfgang Lobato, mejor conocido como Fang, descendiente directo del primer licántropo, cuyo cuerpo invulnerable está dotado de destrezas destructivas que pueden llegar a sobrepasar a las del primer espíritu trascendental del fuego. Y la desposada, Maryam Priovan, descendiente del linaje familiar más longevo del universo, temida, respetada y rechazada en todos los mundos por su noble estirpe y fuerzas comparables a las del espíritu trascendental de aire frío. Añadiendo a sus padres, en el evento también estaban otras personalidades notorias. En conclusión, un muy temible grupo de problemáticos.

Como opción y para evitar confrontamientos directos, los humanos decidieron premiar a quien pudiera eliminar a estos individuos, así como a sus descendientes si se daba el caso. Los interesados se reconocían a sí mismos por pertenecer al grupo no oficial de “cazarrecompensas”. Tomando todas las precauciones posibles, estos individuos esperaron hasta volverse lo suficientemente fuertes. Compuesto por quienes estaban interesados en cumplir dicha proeza, esos que buscaban ganarse la recompensa de lo inimaginable y los que querían intervenir con el matrimonio como otros vampiros y licántropos, el equipo partió al encuentro de sus padres y compañeros.

Por otro lado, al no saber en qué momento iban a perder a otro miembro del grupo y con algo que proteger, Wulfgang, Maryam y el resto de la manada decidieron emprender un viaje camino al único sitio donde nadie se atrevería a buscarlos, ni siquiera los “dioses”. ¿Por qué? Porque este es un lugar en donde reinan las mil oscuridades. En el que tan solo los muertos y cuerpos no tangibles pueden llegar. Es la morada de peligrosos consumidores que se alimentan de las almas en pena. El reino de los peores demonios de la creación. Llegar hasta aquí significaba luchar contra todo eso antes mencionado y pasar por incontables calvarios.

Pero sus padres y los otros no lucharon contra dichos demonios o peligros, y, aun así, llegaron a este lugar, que es considerado como el ojo del tormentoso “Infernos”, el Heavens. Ellos llegaron directamente a la entrada. Esto se debe a que Maryam tenía consigo un manuscrito que había heredado su familia, por nadie más ni nadie menos que su abuelo, ese individuo que devoró el corazón de uno de los regentes del infierno y que fue puesto a juzgar las almas para llevarlas a círculos inferiores por Zeus… ¡¿Explicación suficiente?!

Dos de los tres pequeños tenían las bocas abiertas y ladeaban la cabeza. Rey, mientras mantuvo una mirada fija y arrogante a los ojos de anciano, negó ante la pregunta.

Los pasos de Heroclades se escucharon acercarse hasta que, finalmente, valiéndose de una voz enérgica, agregó sus pensamientos a la conversación como si estuviera arreglando el error de alguien más.

—No sé si fue intencional, pero no les explicaste cómo fue el matrimonio. Tampoco sobre los peligros que les esperan ahí fuera. Un mundo en donde todos temen a quienes son más fuertes que ellos, a lo que no pueden controlar y, por ende, buscan la manera de apagarlo.

—Bueno, bueno… No pude contar cómo fue la boda o sobre los peligros de ahí fuera. Para ser honesto, los hechos que integran estos eventos superan cualquier intento de recapitularles por mi parte. Tal vez porque yo no estaba ahí presente.

El Gran Mago Sabio entreabrió sus ojos para ver a Heroclades, el formal maestro de Rey, un sujeto alto, imponente, fuerte y de musculatura bien definida, cuyo cuerpo estaba cubierto por túnicas con botones e hilos de oro, así como demás accesorios dorados. A pesar de haber vivido mucho tiempo, tenía los ojos de color carmelita, cara extremadamente bien parecida, pelo gris oscuro que le llegaba al hombro y descansaba recogido en una trenza junto a una barba del mismo color, que parecía cuidar bien y mantener siempre cortada.

—¿Quién mejor que tú para contarles sobre el tema? —continuó el anciano de piel negra—. ¡Anímate! Cuéntales a los pequeños, que tienen curiosidad.

El Gran Mago Sabio cerró el libro que tenía sobre las manos, achicó los ojos y mostró una sonrisa en dirección a Heroclades, como quien había dado una sugerencia tentadora de cumplir. Todos los De-Grecia tenían algo en común: el gusto por la disertación de cualquier asunto y la búsqueda de opiniones ajenas.

Heroclades se acercó aún más y, tras reflexionar sobre las palabras del anciano, se dijo a sí mismo: “Ante estos tres pares de ojos prestadores de tanta atención, no es que pueda negarme. Además, supongo que fui yo quien comenzó con esto, ahora debo terminarlo. No tengo un libro de letras flotantes. Supongo que con mis palabras deberé de mantenerles entretenidos. Tendré que ir directo a la acción”. Después de respirar profundamente, se tumbó en el suelo y dio una mirada pesada a sus dos compañeros que había dejado atrás.

Katherine y Miján entendieron la expresión del sujeto de piel bronceada. Ellos se llevaban bien y podrían hacer buen uso de un poco de tiempo a solas antes de ir de expedición, así que no se incomodaron más de lo necesario.

Heroclades se entonó y comenzó:

—Mientras que todos los lugares del mundo exterior son como este lugar, me refiero a un lugar en el que al menos los árboles se mueven por el viento, los alrededores están llenos del ruido provocado por el crecimiento de la vegetación, el bullicio de los animales y el zumbido constante de respiraciones, nosotros, bajo el farol de una solitaria calle cuyo pavimento estaba manchado por diversión, solo podíamos escuchar el palpitar de nuestros corazones, el zumbido de nuestra respiración y la fricción de nuestras prendas. En la ausencia de ruido casi total, bajo el oscuro manto de la noche, comenzaría la peligrosa travesía de nuestro distinguido grupo. Yo, Wolfgang, Maryam, Miján, Katherine y Ehimus…

»Con ojos llenos de lágrimas, Fang, su padre, me miró, así como también miró determinadamente a cada uno de los miembros del grupo y, tras poner su mano en mi hombro, nos dijo: “No es posible que les pueda considerar a ustedes cómo mis amigos… A mis ojos, son mi familia”.

»Y es que sí, tengo que admitir que cuando fuimos ignorados, rechazados y echados a un lado como basura por los demás, su padre siempre continuó con nosotros hasta el final, sin claudicar. Nos dio sus fuerzas sin titubear, su corazón, su alma, su esperanza y nuevas oportunidades, tanto en batallas casi perdidas como en la vida cotidiana del día a día. Gracias a su liderazgo, todos aprendimos que una familia creada por la lealtad era mucho más fuerte que cualquier otra atada por meros lazos de sangre.

Heroclades hizo una pausa para actuar como si estuviera a punto de decir algo doloroso de admitir.

—Yo también me di cuenta… Gracias a los cielos y los mares que no fue muy tarde para mí. Perdonen estas divagaciones mías. Tal vez sean achaques de la edad, querer hablar tanto y saber que no estoy diciendo nada. Regresando a la noche de partida, en esa tan conmovedora escena, Katherine fue la primera en aguar el ambiente. Además, desde un principio, ella nunca contó con muchas emociones para compartir con nosotros o entender lo inconveniente que resultaba su comentario. Cuando ella levantó su guardia ante los enemigos, no hubo manera de seguir ignorando que estábamos rodeados o de disfrutar el pacífico silencio, ni del momento tan sentimental…

Dándose una palmada en el rostro, Heroclades volvió a atraparse a sí mismo tratando de divagar. Con pesar y un poco arrepentido, levantó la mirada, pero detrás de los tres pequeños vio que los otros dos maestros que le acompañaban se estaban desvistiendo en el lugar donde los había dejado. Mostrando una sonrisa algo cansada, él pensó: “Qué bueno es ser joven. En la manera que Katherine me mira, parece que no quiere que los pequeños le vean. Me puedo vengar de ella si dejo que los pequeños le vean y vayan a preguntarle sobre cosas”.

Heroclades no se había dado cuenta de que, al cortar su narración y sumergirse en sus pensamientos en el momento en el que estaban rodeados, había creado un suspenso muy grande en los pequeños.

La ventana de la curiosidad se había abierto para Dante y Jhades quienes no dudaron en mostrar enojo al punto de formar una rabieta en el suelo, e incluso intentar agredir al narrador con la intención de hacerle terminar el cuento que había dejado a medias

—Continuaré, solo déjenme tranquilo. Vamos. Regresen a sus lugares y denme un poco de espacio niños indisciplinados —dijo Heroclades un tanto cansado, desviando los ojos ante el goce de la vampira y el elfo de luz sobre el pasto.

Los dos enérgicos pequeñines detuvieron sus movimientos apenas escucharon las palabras del maestro de Rey.

Heroclades se cruzó de brazos e infló su pecho para darle una discreta mirada a su discípulo. Rey estaba intrigado, pero sus ojos no estaban interesados en las palabras de él, sino que aún miraban al Gran Mago Sabio, quien no se había podido retirar por dicha situación.

“Debo entretener a Dante y a Jhades, él no tiene una razón por la cual ponerse de pie e ir donde esos dos indiscretos amantes y romperles el momento”, pensó. Retomando la entonación motivadora inicial en su forma de hablar y comportarse, Heroclades continuó con el diálogo:

—Dije que Katherine aguó el momento porque, a pesar de estar rodeados, no teníamos razones para alarmarnos. La presencia De-Agracia, o algún que otro individuo de rango “dios” o superior, se llegaba a sentir en las vecindades. Aunque la situación no era muy beneficiosa para nosotros, precisamente porque estábamos juntos. Sin intenciones de alardear, yo y cualquier integrante del grupo podíamos haber incinerado a todos aquellos agresores con tan solo un revés de nuestras manos. Pero la intención del momento era proteger a Maryam, su madre, y no pelear solos para evitar gastar energía innecesariamente.

»La formación de nosotros era muy pequeña y, por el bien de todos, no era posible que uno pudiera utilizar sus poderes sin limitarse. Por ende, su padre también levantó la guardia y, dando un paso al frente, se dio la tarea de actuar de escudo junto a Katherine. Como hechicero no puedo crear una barrera de protección que cubra a alguien más que no sea yo. Así que en el grupo de seis teníamos dos defensores; yo y Miján nos encargamos de los ataques a larga distancia, Ehimus del apoyo y Maryam del respaldo y la curación, quedando en una posición circular muy eficiente.

»Una cosa sí era segura: no existe pelea mejor ganada que esa que se logra evitar. Maryam tenía en sus manos uno de los legados grado “Santo” de la familia Priovam con la intención de evitar cualquier combate que nos pudiese exponer a peligros innecesarios. En el momento, con rapidez y organización, todos dimos un paso hacia adelante, pero en direcciones opuestas y su madre, de entre las sombras de su presencia, sacó un gran rollo lleno de escrituras antiguas.

»Cuando los “cazarrecompensa” notaron que perdieron la ventaja del factor sorpresa, no tuvieron más remedio que cambiar de plan e intentar evitar nuestra retirada estratégica. En un lugar tan silencioso, una avalancha de gritos de guerra se hizo presente. Saltando tan alto como pudieron, en un improvisado movimiento, los cazadores se arrojaron contra nosotros. Bien seguro estoy de que los pobres emplearon los mejores ataques que conocían. Y ahí, cuando la noche se convirtió en día, el filo cortante de incontables espadas se incendió, las astas puntiagudas arrojadas vibraron por la velocidad, las ágiles dagas lanzadas rodaron como torbellinos, las balas disparadas retumbaron como cañones, las flechas despedidas trazaron en el viento, los conjuros recitados torcieron y rompieron los entornos, los elementos controlados se duplicaron en tamaño y mucho más en dirección a nosotros; pero Maryam tuvo el tiempo suficiente para poner su mano sobre el pergamino, el cual fue activado en un destello, y la barrera conformada por los escritos nos rodeó a todos.

»Dentro de la barrera estábamos seguros. Ningún ataque podía tocarnos a no ser que fuese de grado superior. Aun así, los “cazarrecompensas” no perdieron las esperanzas. Continuaron el asalto que habían iniciado. Era el momento, no tendrían una segunda oportunidad para efectuar otro ataque tan organizado contra nosotros. No es que yo pueda culparles por intentar. Bueno, todos menos uno. ¿Qué quién fuese? Su nombre es Árjos, y es un “dios-falso” —dijo Heroclades con una sonrisa amarga en su rostro, pues conocía a muchos de ellos y ninguno le conocía a él.

»Un dios entre los humanos nunca será un verdadero dios entre los que son. En el mundo en donde todo es más delicado, cualquier existencia mediocre que tenga conocimientos básicos de energía puede ocasionar efectos a escala planetaria.

Rascándose la cabeza, Heroclades reconoció que no estaba dando un buen ejemplo, además de que también estaba obligado a desviarse del tema, por lo que continuó.

—Si el mundo de los humanos es desarrollado, el mundo de los dioses lo es más. Un dios sin necesidad de ninguna herramienta puede construir una casa con la misma estructura y complejidad que tal vez mil humanos no puedan, aunque usaran herramientas y planos. Por lo tanto, siguiendo esta lógica, si diez dioses construyen una casa, esta quedará mucho más maravillosa y resistente que la que construyeron diez mil humanos.

»Volviendo al tema, este falso dios aún sigue vivo. Lo sé porque lo vi. A diferencia de los otros insensatos, él, con la palma de la su mano, creó una barrera de aire para así apoyar su brazo y saltar hacia atrás esquivando a la vez mi ataque. La colisión de todas las técnicas lanzadas contra la barrera que su madre creó terminó en una magnífica explosión capaz de pulverizar… Bueno, pulverizar no es el mejor término, aunque se vio de esa manera, pero algo sí es seguro: todos en las vecindades también terminaron siendo teletransportados junto a nosotros y nos enteramos porque así lo dijo el Gran Mago Sabio al darnos la bienvenida en el lugar.

»Parece que tanto nuestros perseguidores como nosotros aparecimos en las afueras del bosque que protege a este lugar. Más allá de esos gigantescos árboles que ven a lo lejos, bajo otro cielo y frente a lo desconocido, fuimos testigos del verdadero infierno. Horrores y visiones espantosas se asomaban por los horizontes de todo el lugar en el que no existía la oscuridad. Un grito interminable y permanente reemplazaba al silencio. Una neblina de sangre flotaba en el aire junto con humo y cenizas de carnes quemadas. El suelo, de polvo… y el polvo, de huesos. De un lado a otro, las pisadas de algún que otro gigante se podían escuchar, así como el volar de extrañas aves o el rodar de horrendas criaturas. Pero ellas estaban lejos, aun así, la luz provocada por el sello de teletransportación despertó la curiosidad de esas que moraban a nuestro alrededor llamados guardianes del Paraíso.

Heroclades, decidió imitar lo que era una voz fina y chillona para hablar imitando a alguien.

—“¡Aún no es tiempo para bajar la guardia! Seres hostiles, llenos de intenciones asesinas nos quieren dar la bienvenida”.

Los tres pequeños pudieron identificar a quien él había imitado, era la pequeña elfa verde del grupo. Heroclades continuó:

—Eso lo dijo la inmadura de Ehimus, casi gritando desesperada. Y al pertenecer ella a la manada, nos hizo sonar a todos como si estuviéramos asustados o en peligro.

Heroclades se cubrió el rostro con su mano derecha al recordar el vergonzoso momento que había provocado alguien que no sabía controlar la intensidad de sus emociones.

—En mi opinión —continuó el narrador de piel bronceada—, no fue una buena primera impresión para esos felinos que nos estudiaban. Recuerden esto que les voy a decir: “Cuando un ‘depredador’ identifica a una presa débil e indefensa, no dudará en atacar”. Regresando al tema, previniendo esto, su padre apuró sus movimientos e intensificó el rojo de sus ojos, mientras que transformó su diestra en una gigantesca zarpa. Wulfgang quería intimidar a todos los afilados ojos y sombras de bestias que se asomaban para mirar en nuestra dirección, logrando que no se atrevieran a atacar y que primero buscarán por dónde.

»Maryam había quedado muy débil como para seguirse valiendo por sí misma. En todo el lugar se escuchaba el temblar de los huesos de Ehimus. Miján siquiera levantaba su guardia y Katherine actuaba como si nada le importara. Ninguno de estos comportamientos pasó desapercibido a la mirada de los animales, quienes se agrupaban en los alrededores y, justo cuando Miján, el “sabelotodo” del grupo, con su actitud pasiva agresiva de siempre dijo: “Al menos son mucho más inteligentes que los últimos insensatos. Ellos reconocen su lugar”, una gran bestia felina, cubierta por negro, salió disparada con su enorme y voraz boca abierta.

Haciendo los movimientos con sus manos, Heroclades continuó narrando.

—Cual si estuviese desesperada, abalanzó todo su cuerpo en dirección a la retaguardia. Pero Fang hizo su papel de escudo antes de que el elfo verde atacara y nos pusiera a todos en peligro, como siempre lo hace… ¡Chass! Los dientes, diseñados para destrozar carne y marcar la diferencia en cualquier situación, terminaron encajados en el brazo del licántropo, que no cedió ni se movió, a pesar de que aquel enorme ser usará todo su peso entre sacudidas, e intentará arrancarle el miembro.

Junto a las palabras de Heroclades también se pudo escuchar el asombro de dos pequeños envueltos en la trama de un cuento violento. Tanto fue así que quien narraba hizo una pequeña pausa con el propósito de levantarse sobre sus piernas e imitar la pose que Wulfgang había hecho.

….

El Gran Mago Sabio aprovechó la ocasión para observar y hacer contacto visual con el tercer chico que parecía estar más interesado en los aspectos instructivos que en las hazañas heroicas del pasado. “¿Hmn? Mi análisis de él dice que todo está en orden. Pero no se comporta como sus hermanos o los otros dos que por aquí antes han pasado. Es un monstruo totalmente diferente que siquiera pretende ser normal. Sus ojos le delatan. Cambiaron… Ahora tienen vida y arden. Reflejan una llama hambrienta e insaciable. Algo que no debería existir en una herramienta movida por hilos. Es una pena…”. La indiferencia y el frío de alguien que no tenía corazón salieron a través del longevo mirar.

—A mi juicio, irremediablemente roto estas. Aunque mis análisis digan lo contrario, tendré que agregar algunos factores extras a la fórmula. Adelantaré la llegada de Edith. Experimentarás la vida y la pérdida, pero no la muerte. Aumentaré el conocimiento de los humanos sobre ti y tu paradero. Te daré acceso al conocimiento, pero no al tiempo o el espacio. Tal vez esos factores juntos hagan de ti alguien que se preocupe por sobrevivir y así puedas servir a tu propósito. Debo ser precavido, aunque llegues a romper los hilos que te atan, siquiera estarás consciente de las cadenas…

Tras efectuar su conclusión, el anciano de piel negra que vestía túnicas naranjas cerró sus párpados rompiendo así el contacto visual con Rey dando la vuelta y marchándose en silencio.

—Maestro, ¿puedo preguntarle algo al anciano? —Rey cortó las palabras que Heroclades pensaba usar para continuar la historia que contaba.

—Ya casi termino —respondió ese de piel bronceada ante la mirada decidida de su discípulo—. ¿Te perderás lo mejor?

Tras dar su aclaración, el formal maestro de Rey entendió que este no cambiaría de opinión o siquiera estaba interesado en el final. Con algo de pesar en sus palabras, continuó:

—Está bien, ve y pregúntale lo que quieras al Mago Sabio. No te marches lejos que ya casi termino.

Rey asintió, se puso de pies, sacudió el polvo y marchó a donde estaba caminando el Mago Sabio.

—Gran Mago. ¿Por qué es que tú y mi maestro cargan con eso a dónde quiera que van? —preguntó Rey.

—Oh, ¿hablas de esto? —El Gran Mago Sabio extendió su libro hacia el frente—. Esto es un libro y los libros albergan poder, por eso es bueno cargar con ellos a dónde vayas.

—¿Poder y fuerza no son lo mismo? —preguntó el pequeño intrigado.

—De cierta manera, no —El Mago Sabio dejó que el pequeño sostuviera su libro—. El saber es poder, pero no del que te hace más fuerte físicamente. Aun así, saber es un arma y, como todas las armas, viene con responsabilidades y no sirve de nada si no sabes entenderla o usarla.

—Entonces, quiero aprender a entender —demandó Rey, quien veía páginas en blanco.

—¿Con qué así? Déjame decirte que entender no es algo que se pueda enseñar. Pero siento que, en algún lugar, dentro de un rincón de tu mente, tienes el pensamiento de que, si te haces más fuerte en este mundo, darás alivio a los demás, ¿verdad?

—No estoy seguro. Cargas con un libro, aunque seas un mago y no un hechicero. Aun así, eres mucho más sabio que Heroclades y que todos aquí, por ende, más fuerte.

Rey extendió su mano con el libro para devolver lo que le habían prestado, mientras miraba al anciano a los ojos y se percató de que este no negaría el comentario. Continuó:

—Pero nadie te mira como me miran a mí.

“¡Mm-hmn! Estás en lo correcto y también se ha producido una ligera irregularidad”, se dijo a sí mismo el Gran Mago Sabio para continuar en voz alta:

—Parece que estás entendiendo, pero ¿qué te hace pensar eso? —preguntó al mismo tiempo que también abrió sus ojos grises metálicos y observó al pequeño. Tenía una verdadera incongruencia en frente de él. Estaba improvisando con una situación que por primera vez escapaba a sus cálculos y en verdad le fascinaba.

Rey replicó:

—Lograste hacer que las letras flotaran de tu libro, mientras que mi maestro siquiera se molestaba en usar el suyo.

El anciano quedó más intrigado de lo que estaba. No esperaba una respuesta tan infantil. Se detuvo a pensar. Mirando curioso el libro que le habían devuelto, se hizo algunas preguntas como: “¿Cuántas otras explicaciones no existen o podría él haberme dado que hubiesen sido mejor fundamentadas? ¿Qué, acaso con lo inteligente que es, no se le había ocurrido que existían libros diferentes? Pero ¿y si tal vez por querer complicar algo es que los seres inteligentes toman decisiones erróneas a pesar de que tienen las respuestas justo en donde ellos las ven? No vale la pena descifrar la razón por la cual él formuló dicha pregunta en particular”, pensó. Sin reservas, el anciano preguntó:

—¿Puedo confiar en ti?

Apenas Rey asintió con su cabeza, el Mago Sabio hizo movimientos con sus manos como si estuviera dibujando en el aire y continuó:

—Tengo poder sobre fuerzas ocultas, pero, aunque te enseñe a hablar y de historia, no te puedo dar “saber”. En cambio, déjame guiarte por el sendero para que encuentres eso que andas buscando. Este camino tormentoso no es más que una prueba de resistencia para que puedas ver qué tanto quieres aprender y cuánto esfuerzo estás dispuesto a dar.

—¿Acaso no puedes transferir los conocimientos y así ahorrarme los trabajos? —preguntó Rey mirando de abajo hacia arriba.

El Gran Mago Sabio continuó:

—Oh, pequeño. Vives dentro de un mundo atado por las leyes del equilibrio y los intercambios iguales. Desear conocimientos significa alimentarse de algo que haga posible obtenerlos. El proceso es necesario… Pero ¿qué mejor manera de demostrarte lo que digo que dándote un ejemplo?

—-Estoy escuchando —dijo Rey.

—Si a tu alrededor te temen y odian —dijo El Gran Mago Sabio—, esas circunstancias son perfectas y estarán bien porque las emociones que vienen con ellas te enseñarán a que sigas avanzando. El cuerpo de los guerreros está condenado a transformarse en guerra. El saber, el poder y la fuerza son solo conjugaciones de meras palabras que se dicen con facilidad y ni siquiera llegan a describir en su totalidad el verdadero poder, o la verdadera fuerza, ni mucho menos el verdadero saber. Las personas a veces deben convertirse en un pozo y hacer de sus cuerpos un material maleable. Cuanto más se crecen con la intención de hacer capacidad para más poder y más fuerza, también abundarán las grietas y, por más que pongan dentro, nunca llegarán a llenarse. El conocimiento, incluso en manos de los que nunca mueren, es fácil de olvidar y casi imposible de recordar. El poder en manos del más humilde termina arrastrándolo a la corrupción y autodestrucción de sí mismo, así como de aquello que le rodea. La fuerza en manos del tirano nunca estará equivocada y, en frente del débil, siempre tendrá la razón… Rey, ¿podrías recordar, entender, sentir y respetar el sentimiento de estas palabras en todo momento?

—No, así como tampoco puedo entenderles o sentirlas… —reclamó el joven cual si se diese cuenta de algo real: saber no es lo mismo que vivir.

—Ese es el punto —dijo El Gran Mago Sabio—. Conocer estas oraciones no significa que, en verdad, puedas entenderlas porque son conocimientos míos. No existirá nada mejor que acumular recuerdos propios para que puedas crear tus propias conclusiones, aunque esas conclusiones lleguen demasiado tarde como para que puedan ser usadas. Aun así, y sabiendo todo esto, ¿estás listo?

—¿Qué debo hacer? —preguntó Rey con disposición.

El Gran Mago Sabio:

—Recorre el pasado que una vez fue presente. Caminarás junto a tus padres cuando llegaron a este lugar. Siente lo que ellos sintieron. Acércate lo suficiente como para aprender de ellos y aceptarlos, así como son. Estudia sus opiniones. Vive sus experiencias por ti mismo y después saca tus propias conclusiones —dijo el anciano.

Tan pronto finalizó la creación de todo un pequeño mundo de letras, imágenes, emociones y pensamientos entre sus manos, hizo que todo lo blanco se volviera negro y todo lo negro se volviese blanco. Los colores se fusionaron, el cielo fue tragado por la tierra y la tierra se levantó en un vacío casi sin fondo. Y ante el intimidante licántropo, en el medio de todo un escenario diferente, Rey se hizo presente sin que nadie le viera.

Era el pasado, un lugar en el que no podía interferir, solo ver. Aunque era su primera vez en el tiempo de antes, Rey entendía que no era extraño que no pudiera hacer nada, que era normal que no pudiera hablar y que su voz no le funcionara. Que nadie pudiese verle ni hablarle o siquiera sentirle. Ni el polvo del suelo, ni las hojas de los árboles o el viento. Todo a su alrededor era estático.

Paseándose por el lugar, Rey inspeccionó cada pequeño detalle con sus ojos. Después de pensar por un tiempo, llegó a la conclusión de que estaba dentro del cuento que Heroclades les había estado contando a él y a sus hermanos, cuando sus padres y los demás escaparon de los “cazarrecompensas”. Rey también notó cómo su padre, Wulfgang, se erguía cual si fuese una montaña sólida y salvaje en frente de todos. No era que llevara su usual traje con chaleco, camisa y corbata, ni tampoco su sombrero de ala corta, pero sí mantenía su tan característico lunar cerca del ojo izquierdo, la complexión musculosa, sólida, robusta, arrogante y brava de alguien que había sobrevivido incontables batallas. De cabellos rojos, cortos a los lados, pero largos arriba, los cuales siempre tiraba hacia atrás, ahora llevaba prendas de combate, vestiduras dedicadas a proteger los órganos vitales del torso sin comprometer la movilidad. Rey notó cómo el tiempo comenzaba a resumir su curso, y con esto el imponente cuerpo con la mano bien en alto de su padre. Fang siquiera se inmutaba ante las mordidas y sacudidas de la gran bestia negra que casi le doblaba el tamaño cuando se erguía sobre sus dos patas traseras.

El tiempo dejó de ser estático para proceder a avanzar. Wulfgang, con su brazo derecho, procedió a apretar la garganta del agresor, haciéndolo retroceder para luego levantarlo del suelo y proyectarlo de espalda contra el piso, ejerciendo así aún más presión contra el peludo cuello bien protegido.

Uno encima del otro, los dos seres se rugieron, enfrentaron feroces rostros de guerra, llenos de dientes y expresiones faciales arrugadas. Rey pensaba que, si su padre era una montaña, en la situación, el gran felino era más como una roca. “¿Qué daño podría hacerle una simple piedra contra algo macizo y gigantesco?”, se preguntó.

En efecto, Rey volteó la cabeza y fue testigo de que, a pesar de estar en frente de una situación peligrosa, ninguno de los miembros del grupo se atrevió a interferir o siquiera mostrar interés, exceptuando a Ehimus y Katherine, quienes sufrían más por el animal que por su compañero. No estaban interesados ni sentían peligro alguno. Regresando la mirada, Rey notó el rostro triste de Wulfgang, quien siguió ejerciendo gradual presión hasta que con su brazo rompió uno de los colmillos superiores del animal, provocando que él mismo se rindiera de dolor. Tan pronto el licántropo deshizo su agarre, aquel inmenso ser volvió a ponerse en sus cuatro patas y, con la cabeza agachada, se alejó por donde vino.

—¿Por qué lo has hecho? ¡Pudo haberte hecho daño!

La voz femenina pareció haber encontrado una oportunidad para reclamar. Voz que le llamó la atención al pequeño, pues bien la reconocía. Era Maryam, de cuerpo muy joven y baja estatura, con largos cabellos blancos, los cuales llegaban hasta su cintura, pero en el momento los tenía recogidos. Vestía finos aretes azules, un vestido enterizo ceñido al cuerpo, del mismo color, el cual dejaba ver los muslos hasta la altura de las caderas por los lados y la espalda.

—No existe mérito en resolver una situación complicada de una manera complicada si existe una solución simple esperando ser empleada. Intimidarla con mi fuerza la dejó viva y también advirtió a los demás observadores —dijo el licántropo con la sombra de una media sonrisa en su rostro.

—Es mejor morir en batalla que no en deshonra. Deja de ser tan egoísta y piensa en los demás… Fang —dijo la vampira musculosa, quien se cruzaba de manos y aún mantenía su barbilla bien levantada.

Katherine, no tenía una apariencia que hubiera cambiado mucho a como Rey la recordaba. De cabellos blancos largos y caracoleados, vestía las mismas prendas de combate: botas que le llegaban hasta las rodillas, guanteletes que le llegaban hasta los codos, ambos de un metal sólido y resistente. En el torso se valía de dos prendas bien ceñidas al cuerpo, una que le cubría un poco los senos y otra que le cubría muy poco el área pélvica. Todas las demás áreas que tuvieran músculos definidos quedaban expuestas al aire. Sin mencionar la gigantesca espada que cargaba sobre su espalda.

De un momento a otro, Rey notó cómo el ambiente cayó sumergido ante la presencia de otro ser. Alguien lo suficientemente fuerte como para poner a los presentes en guardia, incluyendo a la vampira musculosa. Con este comportamiento del grupo, el pequeño espectador pudo sacar sus conclusiones mientras que la tensión del momento se prolongó.

Wulfgang dijo en voz baja:

—No puedo oler su esencia —Acto seguido, casi rugió desde lo más profundo de su pecho—. ¡Muéstrate! Es poco considerado que alguien como tú mande escorias a que hagan el trabajo sucio.

Rey rodeó el lugar, no podía sentir el peligro que los mayores sentían, así que no tuvo más remedio que esperar hasta que vio cómo de entre la oscuridad salió alguien que le miraba particularmente a él.

“No puede ser, sus ojos me miran a mí en un mundo en donde nadie me puede ver”, pensó con el corazón acelerado. Ante este evento, el pequeño también notó cómo todas las demás sombras negras se retiraron con lentitud cual si hubieran perdido el interés en los recién llegados. Miján le murmuró a Heroclades y Katherine, quienes se encontraban uno al lado del otro:

—Creo que él nos estuvo observando desde un principio. Este lugar se siente como un “Zone”, tal vez sea la razón por la cual no tiene olor.

Rey pudo escuchar el comentario proveniente del elfo de luz que tenía el grupo. Miján mantenía su constitución delgada, pero de músculos definidos. Sus cabellos un tanto largos y poco cuidados de color plateado, ojos verdes, al igual que Ehimus. Un traje enterizo ceñido al cuerpo, doble cinturón a la cintura y unas hombreras plateadas al igual que sus botas.

Ninguno de los presentes sabía quién era el que se acercaba, por esa razón se mostraban tan exaltados. Rey se calmó cuando reconoció los inconfundibles ojos grises metálicos, piel negra y cabeza rapada que se fueron haciendo más visibles. “Es el Gran Mago Sabio”, se dijo. Con este pensamiento, el sujeto cambió la dirección de su mirada.

—Si buscas dañar a los míos, no tendrás mi perdón —advirtió Wulfgang, más como una amenaza, como un verdadero líder, uno que no temía ponerse al frente de la batalla cuando sabía que uno de los aliados iba a morir.

La sombra se acercaba más a las afuera del bosque. Calmada y sin apuro. Paso a paso, hizo esperar a todos los presentes, subiendo la tensión del momento, hasta que las palabras en una lengua entendible para los presentes se dieron a escuchar.

El sabio gritó. Rey pudo entender que el anciano aún estaba lejos, si hablaba normal tal vez no le podrían escuchar y mientras más rápido bajará la tensión de los visitantes, mejor le sería poder interactuar con ellos.

—¡Estoy por fin lleno de alegría! ¡Bienvenidos sean pasajeros de la vida! ¡Fragmentos de los espíritus trascendentales del calor y frío creados en el Heavens, el lugar al cual están destinados a regresar! ¡Ustedes! ¡Entrantes de las puertas del cielo son quienes esta vez concederán tres milagros a este punto sagrado! Temer no deben, siéntanse privilegiados de tener el derecho de pisar el suelo que pisan. Ante mí, en este instante, sus más despreciables acciones se verán interpretadas como las más nobles.

Un poco más cerca y la voz se daba a escuchar menos alta.

—Disculpen por la demora, ha sido un cambio de último momento. No esperaba ser yo quien les diese la bienvenida. Si Miguel se hubiese encontrado en este lugar, se habrían evitado el enfrentamiento contra los animales que tanto él cuida y aprecia. Estoy seguro de que, si le ven, les tendrá consideración, así como ustedes tuvieron consideración con la enorme bestia.

Ahí estaba, un anciano flacucho y casi en los huesos, de barba esponjosa y larga, cerraba sus ojos para dar una sonrisa y verse más amigable ante los visitantes. “¡Hmm! Aún sus miradas son desconfiadas”, se dijo el longevo anciano de rostro calmado y ojos cerrados.

Katherine, cautelosa, alzó su motivo:

—El pergamino que utilizamos era parte de un legado familiar dejado por Lord Ambrogio Priovam De-Byron, que se encuentra en nuestro árbol genealógico y quien debía de darnos la bienvenida. No tú, ni ese tal Miguel.

—Ahh. Puedo entenderlo. Tiene sentido. Esperaban que Ambrogio les diera la bienvenida, o al menos alguien con ojos azules. Desafortunadamente, no podrá ser el caso. Él está ocupado haciendo su trabajo. Déjenme presentarme. Me conocen como el Gran Mago Sabio.

Él señaló a Ehimus con su dedo y rápido dijo:

—Tú no gastes saliva, tenme consideración ahora que hablo. Por otro lado…

La elfa verde siquiera había dicho algo y todos la miraron con confusión, como si lo hubiese hecho, pues perfectamente la creían capaz.

Era cierto: Ehimus, a pesar de ser la más pequeña en estatura, su comportamiento no era para nada como el de los adultos. Tenía los cabellos verdes, lo suficientemente largos como para poder hacerse una coleta en el lado derecho de la cabeza. Llevaba puesto una gran prenda con capucha que parecía servirle como un chubasquero que llegaba hasta el suelo, con la cual se tropezaba si intentaba correr. Andaba descalza y todos los demás paños interiores estaban compuestos por pétalos de rosas y delicadas hojas. Rey creía que, si el verde representaba la vida y la naturaleza, ella era la representación de lo verde y, aunque alguien intentara matarla, cortarla o quemarla, resurgiría con aún más fuerza y experiencia que antes.

Pero Ehimus no había hablado para que el Gran Mago Sabio la mandara a callar. Aún más: podría decirse que el anciano la había reprimido sin razón o motivo. Rey, como quien estaba afuera, notó algo raro en esas palabras tan raramente pronunciadas por parte del anciano en su reprimenda contra la elfa.  Haciendo memoria, nadie nunca llamaba al Gran Mago Sabio por su nombre real. Y ahora que se estaba presentando, estaba valiéndose de una distracción para no decirlo. O tal vez lo había dicho, solo que debía de ser reconstruido entre esas palabras de pronunciación desentonada. Como quiera que sea, era mucho trabajo tratar de deducir el nombre de alguien si puedes referirte a él de otra manera.

—Miguel —continuó el Mago Sabio, por lo cual todos regresaron su atención a él, y Ehimus, la única del grupo que en verdad tenía curiosidad por saber el nombre del anciano, se quedó callada tan solo para que los demás no le volvieran a mirar de la misma forma por interrumpir—, ese del que antes les hablé, es el guardián de este círculo y parece que aún no termina de guiar a aquellos que han estado llegando previamente a ustedes.

Katherine articuló su boca demostrando desconfianza:

—¿Qué trabajo en particular está haciendo Lord De-Byron que no puede darle la bienvenida a la más ilustre descendiente del clan Priovam?, si es que se puede saber.

—Uno que Zeus personalmente le encargó al usuario original del cuerpo —dijo El Mago Sabio—, si saben a lo que me refiero. Pero como la mente dejó de ser quién era, yo le pedí que continuara el trabajo que el cuerpo condenado estaba dispuesto a hacer como se le había ordenado. En cambio, le otorgué la oportunidad de abandonar el infierno por un breve periodo de tiempo y que también llevará consigo un boleto exprés al interior del lugar más seguro de los tres planos.

Aunque las palabras sonaron lo suficientemente convincentes para que quienes escuchaban se relajaran, entre tantas preguntas que rondaban la mente inmadura de Ehimus, esta pudo formular las dos que le parecían más importantes.

—Entonces, ¿conoces al abuelo de Maryam? Y ¿fuiste tú quien le entregó el pergamino?

El Gran Mago Sabio dirigió su mirada a la pequeña verde.

—En efecto. Cuando él dejó de ser Minos y su corazón de vampiro finalmente tomó control del cuerpo condenado, fui yo quien le entregó ese sello que usaron. Puedo probarlo. El pergamino estaba encabezado por las siguientes escrituras: “Sin espada, pero con las palmas de las manos y este pergamino en el suelo, librarán una batalla los perseguidos que desean descansar en paz, para así llegar a ver un nuevo sitio en el calor de un sueño, dentro de un cielo sin estrellas que perseguir”, y muchas otras metáforas que realmente no tienen sentido. El pergamino, en sí, es el sello y no las escrituras que vienen dentro.

Heroclades asintió ante la afirmación del Gran Mago Sabio.

—Por ende, como yo le entregué el pergamino a Ambrogio y sugerí que no descuidara su trabajo, también le dije yo me iba a hacer responsable de ustedes… Espero que no les tome de sorpresa, pero las tres bendiciones de las que hablé se deben a que la vampira cargada en los brazos de su líder tendrá múltiples hijos —dijo el flacucho de piel negra para volver a dirigir la atención hacia otro tema.

Rey nunca había visto a los mayores hablando entre ellos por tanto tiempo. Estaban serios y tensos, como si se estuvieran preparando para atacar en cualquier momento. Más bien, como si se prepararan para ser atacados, exceptuando a Wulfgang y Heroclades. Wulfgang quedó sorprendido y en su rostro se veían las expresiones de alguien que no sabía qué decir ante la revelación. En cambio, Heroclades, quien vestía las mismas túnicas con botones e hilos de oro, era quien más estaba impresionado y concernido. Sin poder contenerse, formuló una pregunta discordante, ya que el futuro padre no lograba encontrar una concordante:

—Pero ¡las predicciones señalan que es uno! ¡¿Cómo qué múltiples?! No puede ser. ¿Qué, acaso no era la encarnación de…?

Rey notó que todos en el grupo casi dieron un paso hacia atrás. Ellos sabían que el comentario tan ambiguo por parte del señor de piel bronceada no iba a ser tomado bien por el licántropo. Y en efecto, el hombre lobo reemplazó su emoción de tristeza con una explosiva ira desgarradora, producto del surgimiento de aquel lacerante comentario, el cual le hizo gritar con rabia palabras de advertencia:

—Conque eso es lo que crees. Y ¿supongo tienes una buena razón?

Wulfgang se pasó la mano por su cabeza y aplastó sus largos cabellos hacia atrás, de modo que solo unos mechones quedaron asomados en su rostro.

—¡¿Cuál es tu razón, hijo de Metis?! ¿Acaso es que crees que mi descendiente terminará lo que tú te rendiste a terminar después de lo que pasó con tu hermana?

Heroclades no supo qué responder. Como un padre que siente vergüenza ante los reclamos de un hijo, desvió la mirada. Con fuerza puso la mano sobre el libro que colgaba de su cinturón y, a pesar de haber vivido muchos años, no pudo evitar verse emocional cuando su hermana fue mencionada.

La incómoda situación pareció afectar a Maryam, quien perdió la fuerza de seguir sosteniéndose sobre sus pies. Wulfgang dejó de confrontar a su maestro y, con rapidez, sostuvo a su mujer para luego examinarla con ojos preocupados y terminar cargándola en brazos. Como quien cargaba a algo tan delicado como un bebé, el licántropo se mostró cuidadoso asegurándose de acomodar bien a su mujer.

—No debes preocuparte tanto. Solo estoy un poco cansada —dijo la vampira casi usando los mismos métodos de distracción que usaba el Gran Mago Sabio.

Rey estaba prestando más que mucha atención a todo. Heroclades no parecía tener intenciones sombrías, pero era la primera vez que tocaba el libro que cargaba conejos cristalizados. Su padre parecía estar dolido, pero tampoco estaba equivocado. Ehimus dejaba salir el aire como si no supiera a quién defender. Miján se cruzaba de brazos como quien ocultaba su incomodidad al estar tan cerca de la vampira musculosa. Katherine se hacía ver a favor de Heroclades, como quien esperaba una oportunidad para hablar.

—No te preocupes… déjame ser tus pies de aquí en adelante.

Con palabras calmó el licántropo a la vampira que ni siquiera se le notaba la barriga, o el cansancio. Luego le dirigió una mirada con una disculpa al señor mayor de piel bronceada:

—Ummm, Hero. Me equivoqué al haber mencionado a tu hermana sabiendo lo mucho que te lastima.

Heroclades respondió valiéndose de una tristeza disfrazada:

—No resentimientos.

Ante los ojos del fascinado pequeño cuya presencia nadie notaba, la vampira dio una discreta sonrisa y, acto seguido, cerró sus ojos ahí en donde se sentía segura, en los brazos de su amado. No era de extrañar que tanto el maestro y el pupilo, ahí presentes, tenían todo un gran pasado por el cual podrían discutir y terminar luchando como tantas veces habían hecho, pero Maryam logró disociar la atención con sus palabras casi silenciosas y actos débiles. Ante las paces de aquellos dos, Katherine fue la única en mostrar inconformidad.

El Gran Mago Sabio, tras pacientemente esperar a que el grupo resolviera los conflictos internos, continuó hablando:

—Si me disculpan la aclaración, el señor de piel bronceada no está equivocado del todo. La vida de aquellos que mueren está propensa a seguir el curso natural de su existir, aun después de morir. Este curso se puede retrasar por asuntos no terminados de los padres o conocidos. Aun así, los reencarnados están consagrados a seguir un mismo camino. Si no lograron cumplir en una vida anterior el camino, sea para bien, sea para mal, estarán obligados a reencarnar una y otra vez, sin importar que alcancen la sabiduría espiritual o logren terminar su cometido.

»Pero, aunque tengan la necesidad de reencarnar para cumplir una función básica, tan básica como la venganza, los reencarnados pierden las memorias de sus vivencias pasadas. Estas quedan encerradas para que así el individuo pueda vivir una vida nueva y plena. La posibilidad de que uno de los pequeños sea la reencarnación de alguien está presente, y más en este santuario. ¿Cuál de los tres que vienen es el elegido para reencarnar? Nadie sabe, podrían ser los tres. Solo se sabrá cuando crezcan y encuentren el camino al que pertenezcan sus poderes y dotes —dijo el anciano tratando de explicar la tan delicada situación que se estaba dando en el lugar.

Con voz firme, Katherine, quien esperaba la oportunidad, aprovechó para exponer sus dudas:

—¿Eso significa que también existe la posibilidad de que Hades pueda reencarnar entre uno de los bebés que vienen en camino?

Ante el comentario irónico de la vampira musculosa, Ehimus habló por Heroclades como si de algo personal se tratase. La elfa, por cuestión de admiración y respeto, no le había dicho nada a Wulfgang cuando este ofendió a Heroclades, pero ella no sentía lo mismo hacia la vampira.

—¿Y vas a mencionar el nombre de quien casi termina de manera permanente con la vida de la tan querida hermana de Hero? Algunos no se cansan de lastimar heridas ajenas para buscar conflicto.

Miján, quien no había desviado su mirada del Gran Mago Sabio, parecía sentir cómo Katherine casi lo tocaba, ya que la misma había avanzado para quedar más cerca de la elfa. Nervioso agregó:

—¿Acaso es sensato seguir discutiendo? Debe haber algo mejor que se pueda hacer.

—Si desean, pueden seguirme al mejor círculo dentro del infierno —dijo el Gran Mago Sabio al voltearse y caminar—. Admito que, si se notan más irritables de lo usual, es por el efecto del lugar. Les aseguro que podrán pensar mejor cuando dejen el ruido irritante de las voces en sufrimiento, el olor a carne quemada y esta neblina de sangre atrás.