Stagnation

Chapter 11
Sangre salpicada


Lo que resultaba de mayor sorpresa para los espectadores, era que Rey ni siquiera había tenido la necesidad de invocar un libro, un círculo de conjuro o recitar un cántico por más de cinco minutos. El joven, de cabellos negros, se había valido de tan solo del uso de una pronunciación acortada y sin tener consecuencias, pudo reunir la cantidad de energía necesaria para hacer una invocación. 

   Un sudor frío se mostró por la frente de quienes fueron testigos de semejante técnica de clamado con sus propios ojos. Era algo por lo que debían preocuparse, mucho más cuando la jauría de lobos salió disparada en dirección al Gengér, que aún no caía del aire para impactar sobre su enemigo.

   Rey entendía que era peligroso clamar bestias que no estaban bajo un total control, para luchar contra un enemigo rodeado de objetivos que debían ser protegidos. Además de que sus cuerpos y chacras internos no se encontraban en las mejores condiciones. Pero, siguiendo los consejos de su anterior maestro, clamó el hechizo más justo del cual tenía conocimiento, para lo cual usó el ángulo del salto de la bestia. En caso que algo saliera mal, podría sobrevivir a la maldición del conjuro si es que venía con efectos secundarios y los cinco individuos tendrían la oportunidad de no ser interceptados directamente.  

 La manada de bestias negras salió disparada como balas contra el Gengér, se estrellaron contra él, unas tras otras, hasta que terminaron desvaneciéndose con una violenta explosión que no tardó en destrozar toda la parte inferior y las piernas del gigantesco ser, que no había alcanzado ni siquiera a tocar el suelo.

  Akai y los otros cuatro individuos cubrieron sus cuerpos de los violentos latigazos que daba el viento, provocado por las ondas explosivas de un evento fantástico. Aunque intentan mantener sus ojos abiertos, la arena y el polvo que se levantaba del suelo se los impedía. 

 Sin piernas o punto de apoyo, la criatura golpeó la pared y rebotó en dirección opuesta, hasta caer como si fuese una gran roca sobre el suelo. 

  De pie, en el campo de batalla, el veneno de la radiación hizo de las suyas y obligó al ‘caído del cielo’  a que tuviera que cancelar el clamado para cubrirse la boca, con la intención de contener o tragarse lo que pretendía salir disparado de su estómago. Respiró hondo, trancó su abdomen en el lugar y levantó su mano nuevamente, consciente de que no podía mostrar que estaba en desventaja.

 Entre el humo que colmaba al aire, desde fuera del coliseo se podía notar la rápida regeneración de la bestia, debido a que aún estaba usando las reservas de odio y malos sentimientos generadas por los tres individuos que anteriormente había devorado. En cuestión de segundos, la criatura acorazada regeneró las patas que le fueron arrancadas, aumentó una porción de su tamaño y las tenazas se volvieron más afiladas. 

   Aun así, las palabras volvieron a resonar y los límites de la realidad se quebraron en pedazos, por segunda vez, ante otro hechizo. 

  —“Ataque del dragón oscuro” —anunció Rey, para luego pensar: —Este es el momento, no se puede mover correctamente y ya no tengo que preocuparme por golpear al grupo de Akai… si sigo extendiendo esto, tan solo me desgastaré más en el combate. 

   De la palma de su mano, se materializó un gran rayo negro con la cabeza de un dragón, que tenía dagas enterradas en los ojos, varios dientes faltantes y una boca sin lengua. La criatura de escamas negras gritó con todas sus fuerzas, lo que sonó como un odio incendiado por el dolor y salió disparada como un violento rayo latente de venganza, en dirección a donde se le había apuntado. 

   El monstruo acorazado, en plena recuperación, notó cómo una amenazante energía venía hacía él. Con tan solo cuatro de sus piernas regeneradas, se las ingenió para saltar a un lado.

   El dragón continuó avanzando con su boca abierta e impactó contra la pared, para luego ascender por ella, con la intención de salir de aquel lugar y atacar a los humanos que se encontraban sentados en las gradas, pero una barrera se lo impidió. 

  Sin poder llegar más lejos, se sacudió como si su vida dependiera de ello. La bestia clamada, expulsó gritos de odio y estalló en aquel lugar, justo en frente de los espectadores, sin haber podido cumplir su propósito personal, por el cual se le había invocado. 

   No solo presenciaron un conjuro, sino dos consecutivos. Los espectadores sintieron un sabor amargo en sus bocas, derramaron el contenido de sus vasos en el suelo y se levantaron. Sus huesos temblaron y sus corazones se detuvieron, por el miedo de aceptar como realidad, la idea que se les había pasado por la cabeza. 

  Esta vez, como consecuencia del uso de su energía, Rey no pudo evitar escupir sangre que cayó al suelo, mientras empleaba sus sentidos para localizar a su oponente desaparecido. Sin necesidad de voltearse, levantó su cabeza lo más que pudo, hasta que su mirada llegó a encontrarse con la del Gengér. 

  Con sus tenazas, el monstruo bloqueó las salidas del joven, mientras atacaba desde arriba con su cola. El afilado aguijón, aún más grande que antes, amenazaba con atravesar a Rey, pero solo fue una distracción, ya que la tenaza izquierda de la bestia terminó aprisionando su pequeño cuello contra el suelo, hasta que lo cortó en dos.

   —Puedes ser pequeño, pero ante mis tenazas, vas a morir como un gigante, —sentenció la bestia, en el idioma antiguo. —Son penosos mis actos, pero si te atacara de frente, estoy seguro que terminarías con mi vida. Fui hábil y aunque no eres mi objetivo natural, estás bloqueando el camino para poder alcanzarlo y por esa razón, tu vida está sentenciada. Descuida, sacaré provecho de tu lamentable pérdida.

    —¿Me sorprende que te rebajes a hablarme? —dijo Rey, tras lo cual, dejó al Gengér bien extrañado, tanto así, que la bestia se inclinó hacia adelante con tal de ver si la cabeza que había decapitado era de quien seguía hablando—. Así como yo, hubo un tiempo en el que caminabas con dos pies, cuando la piel fue la que cubrió tus huesos. Sí, de seres como tú he leído innumerables leyendas y muchas historias. 

  La bestia, haciendo uso de sus tenazas, tomó la cabeza del pequeño y tan pronto como pudo le devoró junto a su cuerpo. No podía perder tiempo, si el cuerpo decapitado aun continuaba con vida, entonces la mejor opción era digerirlo.  

   —Una vez fuiste habitante de los nueve cielos, —continuó Rey, un tanto incómodo por haber olvidado el contenido de muchos libros—. Ahora, no eres más que una enorme masa de odio. La sombra perdida de un ser cansado de la vida, resignado a ver a las personas hacer el mal. 

  —No estoy arrepentido de mi vida —respondió el Gengér, al tiempo que intentaba ocultar su miedo y miraba a todos lados, con tal de encontrar a quien le hablaba—. Sé que algún día llegará mi final, en el que moriré o en el que moraré en la oscuridad junto a otros como yo.

   Rey, con la intención de tratar de ayudarlo, le dijo:  —En mis manos puede estar la solución a tu problema.

    —No necesito que me ayudes, estoy en mi camino, el que considero correcto y es mi destino morir antes de llegar al final. —Mientras hablaba, la bestia pensaba: ¿A los lados?, no. ¿En mi punto ciego?, tampoco. ¿Bajo la tierra?, imposible. ¡¡¡Arriba!!!”

  —¿Quién soy para tomarme la atribución de actuar y decidir lo que sería mejor para los demás? —dijo Rey, quien extendió sus inmensas alas negras—. Pero, algo sí es seguro, no hacer nada nunca será la solución.

  El afilado aguijón de la bestia, que recién había localizado el paradero de su enemigo, retrocedió y volvió a atacar con ferocidad. 

 Rey esquivó el aguijón y lo dirigió con sus manos para que se adentrara justo sobre la cabeza de la bestia. Cuando la fuerza de ataque del aguijón era mayor que la defensa del caparazón, el resultado era obvio. Seguido de una fuerte patada, el ‘caído del cielo’ rompió la cola y luego convirtió sus manos en cabezas de lobos negros. Los animales clamados se hicieron presentes y mordisquearon con fuerza la tenaza y piernas de la bestia, para luego explotar. 

    Tras dejar de escuchar su inquietante rugido, mientras se levanta temblorosamente del suelo, una vez más, el Gengér intentó lanzar su último ataque, pero Rey levantó una mano en dirección al escorpión sin piernas ni cola y anunció su movimiento: 

  —“Marca elemental, explosión del viento”, — e hizo un chasquido con sus dedos. A continuación, podría decirse que todo el aire del lugar junto con la arena, el humo y el polvo fue comprimido en el interior del Gengér, justo por las cuarteaduras del caparazón, hasta que esa concentración no pudo mantenerse estable y terminó explotando.

   La enorme bestia pudo sentir como su interior salía despedazado al exterior. Sus ojos salieron disparados, su cerebro licuado se escurrió por el casi diminuto agujero provocado por el golpe de su aguijón, sus intestinos escapaban por su agujero rectal, mientras que los músculos, carne y sangre tomaron escapatoria por donde estaban sus miembros ausentes. Despojado de cualquier contenido que pudiera tener aquel caparazón, el Gengér cayó en el suelo como lo que era, una carcasa vacía y sin vida.  

   Rey frunció el ceño ante la explosión de vísceras, líquidos y restos de cuerpos devorados. Es importante mencionar, que, si el hechizo hubiera salido mal, eso que había acabado de ver, podía pasarle a él. Salpicado de entrañas y sangre, se posicionó en frente de su enemigo caído y extendió su mano hasta que terminó tocándole con la punta de sus dedos. 

   Como si fuese poco, ya nadie se atrevía a hablar. El anunciador no podía ni siquiera decir lo que estaba pasando, durante los pocos minutos que había durado el combate. 

 Desde su trono, Gilgamesh, se inclinó hacia adelante, entendió el propósito del inexplicable comportamiento del ‘caído del cielo’, mostró una sonrisa y exclamó: 

    —Increíble ¿Cómo es posible? ¿Será que aún me queda más por descubrir de ti, mi preciado amigo?

   Ante los ojos de los espectadores, el individuo que se levantaba frente a la carcasa, quien lucía muy calmado como para ser tildado de furioso, arrancó con la punta de sus dedos, el color que formaba parte de la bestia.  

  —Cuando no sabes tomar una decisión, tienes el derecho de hacer lo que creas que es correcto. —dijo Rey entre susurros, tras quedar manchado de una sustancia que parecía empequeñecerse entre sus manos. 

  La esencia expuesta se consumió, pues no pertenecía a ese ambiente. Tan pronto el cascarón del monstruo se vio ausente de aquello que lo hacía ser, comenzó un extraño proceso de petrificación. 

  Parte por parte, el cuerpo fue conquistado por el sólido color sin vida que se asemejaba a una piedra. Sin mucha espera, la solidez trajo consigo el caótico paso de grietas, cuarteaduras que comenzaron a abrirse paso entre la sólida piedra, tras lo cual se escuchó un sonido mientras se partía. Uno a uno, los trozos sueltos cayeron al suelo, como si hubieran sido expulsados por aquel cuerpo petrificado. Desmoronado, con los pedazos del Gengér regados por el suelo, ahora renacía un ángel ante los ojos humanos, que no pudieron mantenerse en sus asientos. 

  —Ahora estoy confundido! —dijo el ángel, cuya voz resonaba por todo el lugar, mientras se miraba las manos que casi no recordaba haber tenido—. Tú que me has regresado a mi forma original, te debes hacer responsable de mí, porque no sé qué hacer de ahora en adelante, mi señor. 

  —Luchar, esa siempre fue la respuesta, —dijo Rey—. Busca imponerte ante el mundo con fuerza, lucha y sigue siendo ese guerrero incansable que siempre fuiste. En cierto sentido, todo a tu alrededor te mata de a poco y luchar es más letal, aunque te haga sentir más vivo. Quiero que, empleando este medio como instrumento, le muestres el camino a los que están equivocados, hasta que la muerte te encuentre o regreses a ser un Gengér. 

  El ahora ángel, ante la incoherencia de seguir haciendo algo que no funcionaba, entendió lo que implicaba la proposición y agregó:

  —Señor mío, a ti serviré, ahora que nuevamente vivo por ti. En tu nombre, pienso luchar y mostrar el camino a aquellos perdidos. Esa será mi tarea. 

   —Pero no en este mundo, ojalá nos volvamos a encontrar. 

   Tan pronto Rey terminó con sus palabras, la entidad celestial se desvaneció en el aire con lentitud y quedó tan solo un rayo de cálida luz que parecía quemar las almas de muchos de los humanos presentes. 

   —No puede ser él —comentaron unos—. Realmente se parece, pero es imposible que uno de los tres jueces del infierno esté en Belldewar —dijeron otros—. ¿Acaso no le viste clamando al mismo dragón que casi mató a Yacer? —ante esa pregunta se dio un silencio sepulcral—. Parece como si hubiera liberado a ese monstruo.

   —¿Es cierto eso? ¿Los Gengér son ángeles caídos? ¿Ese chico es real o no lo es? Quizás, el final de todo esto sea un espectáculo creado por Gilgamesh. 

A pesar de los comentarios de los espectadores, Rey alzó la mirada y se dirigió a donde se encontraban los cinco jóvenes sobrevivientes. Apenas estuvo lo suficientemente cerca, extendió su mano con la intención de mostrar sus intenciones pacíficas, pero los presentes se alejaron y negaron con sus cabezas. 

  Rey se detuvo para observar la situación y pudo notar como Yicel había muerto, Akai apretaba sus dientes, Elhoy fruncía su entrecejo, Merlot presionaba sus puños con fuerza y Pisínoe lloraba en lamentos. 

   —Me alegra ver que no le juré lealtad a un demonio sin corazón, gracias por dejarnos vivir un poco más… especialmente a ella, pues sin tu bendición nunca hubiera escuchado sus últimas palabras —dijo Akai con una sonrisa quebrada, casi arrastrándose por el suelo, producto de todos los huesos rostros que tenía en su cuerpo. 

   —Esa cosa era mucho más fuerte de lo que creímos —dijo Elhoy.

   —No creo que podamos seguir a tu lado, en especial, si eso nos hace entorpecer tu avance. Gilgamesh tenía razón…—dijo Merlot.

    —¡Espero que se pudran en el infierno! —gritó Pisínoe, mientras lloraba y sostenía el cuerpo de Yicel. Luego se quedó mirando hacia donde se encontraban los cuerpos desmembrados de los traidores. —Malditos sean ustedes, cobardes. Esa es la razón por la cual los humanos son una raza tan podrida.

  —Caído del cielo, tal vez sea algo egoísta de mi parte —dijo Akai—. Pero, por favor, nunca dejes de ayudar a cualquier humano que te necesite y te prometa su lealtad.

   Rey no quería entender los malos presagios que estaban resurgiendo de su interior y eran provocados por las palabras de los integrantes del grupo de Akai. Tan pronto como dio un paso adelante, tuvo que cubrirse, porque las cinco cabezas de los sujetos ahí presentes se convirtieron en una violenta explosión de huesos, carne y sangre. Los collarines que tenían en sus cuellos eran los responsables de la detonación.

Con todo su cuerpo embarrado de más sangre, Rey observó sus manos extendidas y pudo ver entre sus dedos la imagen de los cuerpos decapitados y de toda la arena bañada de color rojo, por los restos humanos esparcidos en el lugar. 

   El presentador, quien volvió a aparecer en todas las pantallas, agregó: —Ya tenemos al vencedor de la contienda. Usualmente, el elegido no defiende a la comida del Gengér, sino que los mata primero, para evitar el fortalecimiento de este monstruo endémico, en un mundo lleno de ciudades errantes. Pero parece que nuestro campeón, además de tener mucho poder entre sus manos, también se cree héroe.

  —¡¡Insensato cállate!! —gritó alguien del público en dirección al presentador, que no había dicho nada en todo ese tiempo y en el peor de los momentos, decía algo que no conducirá a nada bueno.

   Aun sin moverse, como quien quería procesar lo que en verdad había sucedido, Rey cerró sus ojos y vio correr entre los párpados sus lágrimas de sangre. Por su nariz, oídos y boca, el líquido rojo, que representaba el deterioro de su cuerpo por el avance de una enfermedad letal, también se asomó al mundo.

  «Si, soy un hechicero» se dijo Rey, al tiempo que trataba de contener lo que sentía por dentro. «Mi oponente sabe eso, siempre lo supo, que al alterar mis sentimientos me hace incapaz de clamar. Cada vez caigo en esta trampa más y más profundo, tanto, que tal vez no pueda escapar».

   Desde las afueras del coliseo, los espectadores claramente pudieron notar como el contendiente, que recién había formulado una serie de milagros, estaba haciendo brotar energía por todo su cuerpo. Preparaba sus músculos y aumentaba el tamaño de su constitución física. El caído del cielo hizo aparecer dos largas cuchillas como sus antebrazos, muy familiares para la humanidad, que venían montadas sobre un mecanismo que les hacía extenderse y girar a ciento ochenta grados.

  El público no hacía más que negar con sus cabezas y taparse la boca.  Si de ellos dependiera, en ese momento, todos y cada uno se hubiesen arrojado sobre el suelo con la intención de pedir perdón por sus vidas. A unos ya se les estaban cayendo los cabellos, otros se orinaban sobre sus asientos y el resto parecía como si hubieran perdido sus almas. El factor en común era el miedo. Mientras ellos negaban con sus gestos, en las pantallas se mostró el rostro de Rey, quien abrió sus ojos y mostró que sus lentillas se habían derretido y ya no cubrían el color original de sus ojos.

   Los ojos inyectados en sangre hicieron aparecer dos destellos amarillos, lo que hizo que cundiera el pánico entre los espectadores que estaban mirando el espectáculo en vivo.

   —¡¡Maldito loco, rastrero y vil!! —gritaron algunos miembros del público a Gilgamesh, quien aplaudía divertido —. ¡¡Cómo te atreves a hacernos algo como esto!! —La mayoría buscó la manera de evacuar la instalación tan rápido como les fuera posible, ya que conocían lo peligrosa que se había vuelto la situación. 

    La situación era tan crítica que hacía enloquecer a cualquiera que se pusiera a pensar en conclusiones. Tan solo de pensar que el joven fuera el mismísimo ‘apocalipsis’ y ‘mata-héroes’, el anterior juez y creador del infierno, un híbrido de vampiro y licántropo, un hechicero con la capacidad de maldecir al planeta y a todos los presentes. Esto conllevó, a unos cuantos, a quitarse la vida. 

    Como si fueran truenos, de un momento a otro, las alarmas del estadio se dispararon y anunciaron el estado de emergencia. Desde adentro de las paredes, a los costados de la arena, salieron cientos de guardias capacitados para manejar esa emergencia. En cuestión de segundos, la amenaza declarada terminó siendo rodeada, lo que hizo que aparecieran otros dos destellos amarillos. 

    Los subyugadores, que agresivamente apuntaban con sus armas y gritaban comandos a seguir, no prestaron atención alguna a las dos chispas y al ver que sus palabras no fueron seguidas por el objetivo, accionaron los gatillos de sus armas y abrieron fuego a quema ropa. Cada disparo de escopeta, trajo como consecuencia, que tanto el portador como el arma, se convirtieran en una mera explosión de polvo y sangre. Aunque algunos no accionaron el gatillo por miedo, se dieron cuenta que no existía nada que pudieran hacer para salvarse. Aterrados, miraron sus manos y sintieron la sensación fría que se podía asemejar al derrumbar de un castillo de arena sobre su piel. 

  —¿Qué está pasando? siento frío —fueron las últimas palabras que dijo alguien.  

 La muerte fue inevitable para el resto de los presentes, quienes en segundos sucumbieron ante lo que representaba la bendición de caminar en la oscuridad, a través del dolor, con tal de alcanzar la dicha del descanso temporal. 

  Rey respiraba con el fin de asentar mejor la energía que fluía por su cuerpo y tan pronto logró limpiar alrededor de sus chacras, generó una corriente de viento lo suficientemente fuerte como para hacer que todo el lugar que antes era amarillo de paredes grises, se volviera rojo sangre.

  —Señor, temo decirle que semejante poder escapa de mis cálculos. El objetivo sigue al control de sus sentimientos y es capaz de clamar sin sufrir efectos secundarios —dijo Mikk en voz alta, lo suficiente como para no temblar ni mostrar miedo. 

   —Esto no parece estar tomando un buen camino, —agregó Paul, nervioso, tras ver como todo un grupo élite de subyugadores bajo su comando, fue arrasado en cuestión de segundos.

   En cambio, Gilgamesh, temerario y soberbio como nunca antes, se levantó del trono en el que estaba sentado y se despojó de todas sus prendas. 

  —Todo es simplemente perfecto y si por tener sentimientos hacia seres inferiores, eso significa que me tenga que contener, no sería divertido. 

   Quien con tan solo el destellar de dos chispas, cambió el color del lugar y aniquiló un gran número de subyugadores, alzó su mirada a donde estaba Gilgamesh y le dijo: 

  —No es que seas malvado, pero si eres insensato —aseveró Rey, tras rendirse ante las emociones que sentía, acto seguido, unas palabras enfurecidas salieron al aire y pronunció: — “Espadas de mil legiones”.

  Aunque el clamado se manifestó exitosamente por tercera vez, el cuerpo de Rey recibió numerosos cortes en su piel. El daño fue proporcionado por el efecto secundario de dejar que sus emociones influyeran en la pronunciación. Para ser más preciso, el cuerpo sufrió un corte por cada espada invocada en el presente. Sin embargo, él había calculado las consecuencias de cometer semejante error al clamar. Al ver que sangraba por todos lados y casi ausente de piel, sus habilidades de regeneración se activaron al máximo y le garantizaron una mejor recuperación, casi instantánea, al mismo tiempo que triplicó la dureza en las capas de su nueva piel. 

 Mientras la metamorfosis del pequeño cuerpo se producía, las paredes que rodeaban la arena finalmente perdieron todo el color rojo que les pintaba e hicieron paso al sonido más escalofriante que oídos humanos hubieran podido escuchar jamás. La fricción entre afilados metales y una pared lo suficientemente sólida como para resistir la mayor parte del asedio sin desmoronarse, se hizo presente de manera ascendente hasta llegar a golpear la barrera invisible que separaba al público de los luchadores, dentro de la arena.

  Rey escuchó a White gritar de dolor, ella estaba transformada en los ojos filosos, para proteger el cuerpo de su compañero de algún corte letal, pero los miles de golpes comenzaron a romperle el filo y debilitarla.  

  Entre el público, estaban quienes quedaron atrapados y eran forzados a encogerse sobre el suelo mientras se tapaban los oídos, cuyos tímpanos habían explotado por el ruido, al punto de sangrar. Algunos pudieron levantar sus cabezas y presenciar cómo la barrera defensiva comenzaba a ceder, al igual que lo hacían las paredes, hasta que terminó destrozada. 

   Gilgamesh y sus subordinados presenciaron como cientos de cuerpos humanos terminaron desmembrados por una explosión de fragmentos de vidrios impulsados a gran velocidad. Cientos de muertos, el triple de heridos y miles de individuos desesperados, fueron las cifras que comenzaron a ascender en todo el lugar. 

Tras mostrar sus intenciones asesinas y un ardiente fuego en sus afilados ojos inyectados de sangre, el ‘caído del cielo’ guardó sus armas, se agachó, y tras acumular en sus piernas toda su fuerza, como si fuera un poderoso muelle, saltó en dirección al trono, con la intención de golpear a quien aún sonreía como si todo lo tuviese bajo control. 

    De pronto, una fuerza desconocida se hizo presente en medio de la arena. Las partículas de polvo junto a la densa neblina de sangre terminaron pegadas al suelo en tan solo un segundo. La misma fuerza actuó sobre el cuerpo del agresor, con la única intención de impedirle saltar tan alto o al menos, ralentizar sus acciones. 

  Gilgamesh, eufórico por ver la mirada en su tan esperado amigo del alma, sintió como si la vida misma le hubiese poseído una vez más. Como el campeón de tantas peleas invictas que era, saltó en dirección al joven y cayó preso de los efectos del control elemental de Paul, quien levantaba sus manos para controlar la gravedad del lugar.

  En comparación con el caído del cielo, aún en las mismas circunstancias, los movimientos del soberano de todos los humanos superaron en velocidad y poder al joven de ojos blancos, que parecía estar sostenido en el aire.

  A la distancia perfecta, Gilgamesh no consideró siquiera medir su fuerza y con toda su energía concentrada, proyectó un puñetazo contra la cara del joven que ni siquiera pudo hacer algo para evitarlo. 

  Rey sufrió daños incalculables en su cráneo y espina vertebral. Luego fue lanzado a gran velocidad contra el suelo y el impacto también le causó considerables lesiones.

 La diferencia de poderes ya estaba sentenciada. Rey, no solo agonizaba sobre el suelo, producto al dolor que sentía, sino que también estaba confundido porque su cuerpo no le respondía.

  —¡¡Primera ronda!! —grito Gilgamesh, mientras esperaba que las cámaras siguieron filmando, pues su intención era transmitirle, a la galaxia completa, lo que estaba sucediendo. 

«Controla tu energía y controlarás tu cuerpo, pero como hechicero nunca habrás de usar más que la cantidad justa para ganar». —Las palabras de Heroclades retumbaban en la cabeza de Rey, dentro de aquella situación que se asemejaba a un callejón sin salida. 

   Con un golpe de sus manos, Gilgamesh aterrizó sobre Rey. Lo golpeó tan fuerte como pudo por el estómago, con la fuerza necesaria para partir en dos a un barco, por más grande y robusto que fuera. 

En previsión de un segundo ataque por parte de su enemigo, Rey había creado una copia de sí mismo justo antes de impactar contra el suelo, con el fin de moverse entre el polvo levantado por el golpe recibido. 

   A pesar de la fuerza de gravedad que permanentemente reinaba en el área, Gilgamesh se levantó del suelo y tras tronar los huesos de su cuello, comenzó a dar pequeños brincos en el lugar, ágiles y rápidos como los de un boxeador bien entrenado, listo para la pelea. 

   Rey logró ajustar aún más el uso de la energía y el tamaño de su cuerpo en base a la fuerza que estimaba necesaria para ganar. Tras ser consciente que estaba siendo lento, tomó la decisión de ponerse de pie ante su enemigo y se mostró visible en medio de la lluvia de arena que caía con rapidez. Esto no fue suficiente, ya que ni siquiera tuvo tiempo para reaccionar ante el siguiente golpe. 

  Gilgamesh se desplazó con la rapidez de un rayo y proyectó dos golpes devastadores a su oponente. Con un gancho de su mano derecha arrancó la mandíbula a Rey y con el segundo golpe destruyó la cavidad toráxica de su oponente. 

  Luego de levantar sus manos al aire y dar un rugido intimidante, el soberano de todo el humano gritó:

  —¡¡Segunda ronda!! 

   Rey se estrelló contra la pared en el lado opuesto del coliseo, lo que produjo que quedara enterrado en esa edificación. 

   «Mi lengua» se dijo, un tanto decepcionado. «Por más que lo intento, no soy capaz de sentir mi mandíbula. Tras ese último golpe, ahora todos mis huesos suenan como vidrios rotos. Me alegro de no sentir dolor ¿Mmm? No puedo olvidar que estos son los límites de la invulnerabilidad que se me otorgó al haberme bañado en el río Estigma. Mi piel no cede tan fácilmente, pero mis huesos no reaccionan igual. Debo enterrar mis sentimientos más profundamente y no preocuparme por el pasado ni el futuro. La pelea apenas comienza y con esta enfermedad que envenena mi cuerpo, debo buscar la manera más eficiente de vencer, porque si no lo hago solo voy a acelerar la cuenta regresiva del tiempo que me queda de vida. Aún no sé del todo de lo que es capaz mi enemigo, aunque mis cálculos sobre su fuerza son los correctos. Él se recubre de una fuerza familiar… pero eso no es lo importante. Desde que salté, alguien ha estado imposibilitando mis movimientos». 

   Los ojos de Rey miraron hacia arriba y aunque su mirada estaba nublada por la sangre y parcialmente ausente, logró divisar a alguien con su mano extendida. Era un sujeto de cuerpo imponente, que extendía sus extremidades hacia adelante y parecía estar concentrado en algo, mientras repetía una especie de mantra con sus labios. 

   «Después de todo» pensó Rey, mientras veía como una de sus sombras aparecía detrás del sujeto, lo que le imposibilitaba los movimientos. «Entre los subyugadores existen aquellos que pueden invocar hechicería elemental, pero parece que aún no saben lo que es un verdadero hechizo de espacio y tiempo». 

   Un tanto irritado por ver cómo la mirada de su tan esperado amigo del alma no compartía la felicidad que él sentía y estaba mirando en dirección a alguien más, Gilgamesh cerró su puño y lo hizo tronar. El dios y soberano de los humanos logró que las venas de su brazo se le brotaran por la cólera. Con necesidad de atención y sin prejuicios por la vida ajena, Gilgamesh efectuó un ataque aún más poderoso y destructivo que la combinación de los tres anteriores.

  En una milésima de segundo, justo antes de recibir el ataque de Gilgamesh, Rey realizó un clamado condicionado con un chasquido de sus dedos. Ese arte fue inventado por él y combina el uso del aura y la hechicería. Dado que su control avanzado de Aura Negra le permitía crear cuantas copias de sí mismo quisiera, así como la energía que deseara generar, Rey podía cambiarse de lugar con sus otras mitades. Además de eso, si añadía un Hechizo de “Control de Fuerzas Especiales”, podría cambiar de lugar con algo que él o alguna de sus copias estuviera tocando sin necesidad de verbalizar, tan solo debía de cumplir las condiciones que había puesto previamente.

Luego del puñetazo que lanzó, Gilgamesh fue capaz de destrozar la gruesa columna, aunque estuviese compuesta por un material que solo los dioses podían trabajar. Hasta podía lograr que el cuerpo de su subordinado Paul atravesara la estructura y llegara al otro lado donde estaban las mazmorras.

Tras haber aparecido en el podio, a Rey le faltaba la mitad de su cuerpo. Sus piernas habían pagado el precio, ya que el chasquido de sus dedos no tuvo la frecuencia requerida cuando hizo el clamado condicionado. Aun así, con sus colmillos expuestos y rebosante de energía, el caído del cielo hizo un revés con su mano y arrancó la cabeza de Mikk. El cuerpo humano decapitado, que aún permanecía de pie, dejó salir un potente chorro de sangre, que llegó hasta la boca del joven de ojos blancos.   

  Luego de recuperar por completo sus extremidades ausentes, al igual que todas las fracturas y desgarros de su cuerpo, Rey dejó que el cuerpo de su tercer enemigo cayera al suelo.

  Gilgamesh supo que tras efectuar su potente puñetazo, la fuerza de gravedad que oprimía la zona había desaparecido. En sus nudillos había sentido cómo destrozaba un cuerpo débil. Notó que su más estimado amigo miraba hacia otro lado y eso lo hizo caer en cuenta que tal vez Paul era quien había muerto por el golpe de su puño. 

  El soberano de los humanos estaba molesto y tenía el entrecejo arrugado. Se volteó y observó cómo el joven vampiro se había recuperado al tomar sangre de su subordinado. Paul y Mikk estaban muertos, algo que sin duda le traería problemas en un futuro, con respecto a la administración de su imperio, pero lo que más le importaba era que su amigo del alma estuviera valiéndose de trucos y artimañas para luchar. 

   Gilgamesh sentía que vivía una historia épica nuevamente. Sin importar en qué mundo estuviera, como héroe, tenía la habilidad de sobreponerse a cualquier problema siempre y cuando pudiera sobrevivir a lo que le deparaba el destino. Las personas, los seguidores y subordinados, no eran razón para preocuparse, ya que siempre resultaban débiles, porque eran personajes secundarios de una historia mal contada. 

Esas personas estaban ahí con el único propósito de dar una enseñanza, pero un amigo era diferente. Para Gilgamesh un amigo era como un guía, alguien que le acompañaría en la eternidad, sin rendirse o morir en el camino. Ambos bandos habían sufrido pérdidas, lo que significaba que no existía razón para seguir hablando, debido a que nadie tenía razón, ni el oponente estaría dispuesto a escuchar. Al menos aún no. 

  —¡Que suene la campana! —gritó el soberano de los humanos. 

  Tras arrojarse en el medio de la arena, Rey decidió atacar con toda su fuerza, con la intención de volver a medir su poder. Esta vez, Gilgamesh esquivó ese ataque con un brazo y luego lanzó una patada. Rey estaba lo suficientemente confiado, por lo que colocó su mano entre el pie de su oponente y su cuerpo. De esa forma bloqueó el golpe recibido de manera eficiente.  

   La situación pasaba a estar bajo el control del joven quien contaba con asombrosas habilidades sobrehumanas para aprender y adaptarse a sus enemigos; mientras que Gilgamesh trataba de mantener su ventaja, lo que le hizo brincar y cruzar sus piernas en una patada, a ver si algún golpe lograba conectar con su oponente. 

   El pie derecho del sujeto se encontró con el estómago del caído del cielo, quien lo empujó violentamente, con la intención de crear distancia. 

  «En menor grado que antes» pensó Rey, mientras usaba el suelo para aminorar la velocidad a la que había sido arrojado tras el último golpe recibido. «Su poder y fuerza destructiva siguen aumentando, pero es solo eso. No tiene mucha técnica ni gracia en sus movimientos, aunque cada vez que hace contacto, los hilos que rompen las lógicas de la creación se sienten con más fuerza. Por eso tengo que ganar tiempo».

Rey retomó la posición de ataque y notó que su oponente no le siguió agrediendo y se quedó en su lugar, lo que le hizo decir en voz alta: 

   — Tu agresividad disminuye, a pesar de haber comenzado el combate. ¿Ya estás cansado o te sigues conteniendo? 

  Finalmente, llegó el momento en el que el amigo del alma de Gilgamesh le dirigía la palabra, con una frase magnífica con la que tanto había soñado. Luego de recuperar su felicidad, Gilgamesh lanzó al aire unas carcajadas y luego se tocó el lado derecho de su cuello con la mano. Sin darle mucha importancia al calor líquido de su propia sangre, decidió retroceder, con la intención de ganar el tiempo necesario para calentarse y combatir con todo su potencial. 

   —¡No! —respondió Gilgamesh emocionado—. Estoy dando lo mejor de mí, sin contenerme. Creo que no estás usando todo tu poder, porque la enfermedad de la humanidad es una maldición que no es muy fácil de enfrentar… ¡Aww! ¡Aquí voy!  

   Ante los ojos de Rey, las lógicas naturales de la creación se estrecharon con mayor visibilidad, debido a que Gilgamesh hizo estallar una mayor cantidad de poder, con el fin de retomar la batalla con mucha más agresividad que en el inicio. 

   Como si fuera una violenta bestia que propinaba puñetazos, Gilgamesh accedió a su oponente con la intención de matarlo de un solo un golpe. Por otro lado, Rey usaba todos los miembros de su cuerpo en el arte de la lucha. Aunque sus manos y piernas se rompieran por los golpes, las regeneraba y curaba a un nivel superior de fortaleza que como estaban antes, hasta que no se rompieran más. Ese no era el momento para preocuparse por acelerar o retrasar la enfermedad que contaminó y afectó el proceso de división de todas las células de su cuerpo. 

  A ratos, Gilgamesh perdía la ventaja y en otros momentos lograba alcanzarla. Eso sucedía debido a la adaptabilidad de su oponente, quien claramente se negaba a usar todas sus fuerzas o depender de sus mejores movimientos de pelea, con tal de aprender y evolucionar en los campos que aún era débil. 

 «¡Aww! Mientras más dura el combate su adaptabilidad se vuelve mayor», se dijo Gilgamesh, luego de sentir cómo sus puñetazos se volvían incapaces de causar fracturas en los huesos del joven, que ya casi le igualaba en velocidad y fuerza. «Estoy luchando, aunque se me partan los huesos, mantengo mi posición sin importar que me llegue la muerte, dejando la carne expuesta, dando golpes siempre al frente, con el pecho abierto… ¡Épico! Simplemente, ¡épico!». 

Luego de dejar de lado las maniobras evasivas, Rey plantó su pie derecho en el suelo y defendió su territorio con la guardia en alto, hasta que llegó un momento en el que se valió de movimientos precisos y contraatacó a su oponente con un descomunal golpe.

  Ante la ferocidad del contraataque, Gilgamesh hizo todo lo posible por esquivar el brutal golpe que le fue lanzado a la cara, pero por más que se desplazó a un lado, no logró mantenerse ileso, pues la explosión de energía que su contrincante desarrolló, fue suficiente para causarle daños internos considerables.  

  Se produjo un contraataque detrás del otro, hasta que fueron suficientes para terminar debilitando al soberano de los humanos y hacer que se moviera con cada vez menos agilidad y fuerza, sin mencionar que su pie derecho y el brazo izquierdo, eventualmente terminaron fracturados, con tan solo bloquear dos golpes consecutivos. Las habilidades de regeneración no podían competir contra las de un híbrido de vampiro y licántropo.

 Gilgamesh seguía moviéndose, esquivaba los golpes e intentaba atacar, cuando sintió un hilo de sangre que rodaba desde su frente hasta la punta de su nariz y tras convertirse en gotas, el líquido rojo cayó al suelo, en el que, por primera vez, hace centenares de años, fue forzado a retroceder. Embriagado por el éxtasis del combate, después de levantar la cara y bajar su guardia, intentó localizar a su oponente, pero no lo logró. Tras haber perdido el campo de visión más allá de un metro, estaba contento por tan solo poder ver sus manos, mientras que el resto estaba nublado.

Luego de reírse a carcajadas, Gilgamesh se reubico rápidamente y tomó una posición de defensa, con la intención de resistir, por primera vez, un ataque directo, pues no tenía más opción. El no saber de dónde provendría el golpe y qué tan potente sería, le hacía casi morir de la excitación.  Tan solo con su brazo derecho levantado en forma de defensa y apoyándose en su otra pierna, se dijo:  

  «Oh, mi estimado amigo, este es el deleite que solamente tú puedes darme en un combate directo… Temo decirte que tuve miedo de utilizar todas mis cartas en esta batalla… ahora, espero no hacer de ti una oveja y que tiembles ante mi verdadero poder y grandeza». 

    Rey tomó distancia y aunque tenía la situación bajo control, los ojos de su oponente decían lo contrario. 

   Gilgamesh anunció tres palabras mágicas: «¡Shamash! ¡Marduk! ¡An!». 

   Tras eso, el cuerpo del soberano de los humanos sufrió cambios descomunales. A simple vista, le hicieron dejar de ser lo que era, para adquirir tres potenciaciones características de los mismísimos dioses. La primera palabra invocó al presente una inmensa armadura dorada tan brillante como el sol, dotada de casco, alas y una espada. La segunda palabra hizo que la piel, los músculos y huesos de Gilgamesh se volvieran indestructibles, lo que le dio una mejora en sus destrezas, lo suficiente para hacer uso de la armadura que portaba, sin tener que sufrir la pérdida de movimientos o velocidad. La última palabra trajo al mundo una barrera protectora que irradiaba luz divina inundada de superioridad y fuerzas capaces de controlar las leyes naturales de la creación. 

    Rey mantuvo sus ojos bien abiertos ante la pronunciación de las tres palabras. En un mundo en el que existían humanos que podían emplear las artes de la hechicería ¿cómo era posible que su soberano no fuese el mejor y más notorio en ese arte? Pero Gilgamesh no era un hechicero, ni siquiera tenía sus chacras abiertos o un núcleo de poder propio, aunque sí había usado palabras mágicas y contaba con siete núcleos ajenos.

   Cualquier persona normal podía emplear palabras mágicas y pseudo núcleos, siempre y cuando reuniera las condiciones adecuadas. Después de todo, él se había valido de este truco para cambiar de lugar con una de sus copias, que también tenía un pseudo núcleo. Entre estas condiciones, Rey sabía que en la vida de su oponente había existido un hechicero capaz de otorgarle poderes inimaginables, junto a llaves, para utilizarlas. Entre esas llaves estaban las tres palabras que Gilgamesh había dicho. 

 Tan pronto Rey pestañeo, justo en frente de él, ya estaba el puño de Gilgamesh acercándose a gran velocidad. Luego sintió que la barrera protectora de luz divina le quemó el cuerpo y empujó hacia atrás, mientras que el puño recubierto por blindajes de su contrincante, le golpeó con la violencia de una bomba que le voló la cabeza.

   ¿Dónde estaba el cuerpo sin cabeza del que no salió sangre y se desintegró en forma de sombra? Gilgamesh desapareció del lugar en el que estaba y volvió a destruir otra figura que igualaba las características de su oponente. Una y otra vez, por cada golpe de Gilgamesh, una de las copias de Rey moría de manera desastrosa y luego ocurría la explosión de un lobo negro. 

  «Es tan fuerte como esperaba que fuese» se dijo Rey desde una distancia segura, mientras observaba a su oponente moverse de un lado a otro como una bestia salvaje inyectada por furia y cólera. «Ya no es tan inteligente como solía serlo y definitivamente, dejó de ser inmortal, pues sus otros tres núcleos se cerraron».  

  —¡¿Crees que las sobre especies no se especializan en combate uno a uno?! Sal a pelear contra mí, —dijo Gilgamesh para luego anunciar en voz alta— ¡Enki!

   Ante los ojos de Rey, la pronunciación de la palabra mágica que resultaba como llave, hizo que Gilgamesh perdiera la barrera de protección, aunque se mantuvo con la armadura y la piel de otro color. El rey de los humanos se detuvo en el lugar, dejó de ser engañado por copias falsas, hizo uso de los patrones lógicos de su oponente y miró justo a donde estaba escondiéndose, con su mano preparada para arrojar algo. 

   Rey intentó desplazarse del sitio, pero fue testigo de cómo una espada corta le había sido arrojada con una fuerza descomunal, al punto de atravesarle el pecho y el corazón. A diferencia de las otras tantas copias de sombra, Rey sangro ante los daños irreparables que le causaba la espada. 

   Ante los ojos de Rey el tiempo se detuvo. Gilgamesh paró de moverse y todo alrededor parecía congelado. 

   «No solo puse las condiciones para acelerar mi percepción del tiempo con respecto a la aceleración de los latidos de mi corazón, sino que también esta es mi condición para hacer una pseudo detención del tiempo» se dijo Rey, sin mostrar mucha sorpresa. «En unos segundos estaré muerto y dejaré a mi oponente de lado. Me pregunto si ahora podré tocar la flama en mi interior y alcanzar el pináculo de la hechicería. Después de todo, para ganar la batalla tengo que sobrepasar mis límites una vez más». 

   Con tal de ver la oscuridad en su interior, Rey cerró los ojos. Llegó al mundo de los sueños, justo entre la vida y la muerte, donde las sombras se desvanecieron tras una flama que parecía más alcanzable que la vez anterior. Como última oportunidad para no morir, estiró su mano de forma lenta. Sintió que le costaba trabajo llegar, era como si el dolor en su pecho no le permitiera entrar o seguir avanzando. Se hizo más y más fuerte y a diferencia de la ocasión anterior, la flama le quiso absorber de vuelta a la realidad. Con una sonrisa confidente, Rey siguió avanzando, pues no se marcharía sin antes alcanzar lo que se había propuesto lograr. 

   Con decisión, ante el vacío, la oscuridad y el dolor que le succionaba, el joven se impulsó hacia adelante y estiró su mano como nunca antes, agarró la flama y eso hizo todo lo que estaba negro se volviera de diversos colores.  

    —A pesar de crear el micromundo dentro del núcleo, justo al lado del chacra corazón y alcanzar un nivel superior como hechicero, no debes creerte nada— le susurró Melody a Rey. —En ti existen aún las conciencias y las voluntades pasadas. Recuerda que estás ocupando lo que te ha sido robado. 

  History se hizo presente y le anunció: 

   —Frente a ti puedes tener al anterior ocupante, sin siquiera saberlo.

  Tan pronto hablaron a los oídos de Rey, las dos hermanas retiraron sus manos que estaban cubriendo los ojos del joven, quien con su mirada pudo hacerse testigo del mundo fragmentado y compuesto por memorias complejas. 

   Una curiosa voz masculina lanzó al aire una pregunta;    

     — Acaso te preguntarás: ¿Qué es este lugar? — Rey observó a quien hablaba, que era alguien familiar que se parecía a él, solo que más viejo y mantenía los ojos cerrados—. Este es un micromundo que has creado dentro de ti.  Por el momento, puedo ser tu anfitrión. 

  —¿Anfitrión? —preguntó Rey, mientras trataba de ver si podía encontrar lógica en el comportamiento de quien le hablaba. 

  —Debido a que, tal vez, me quede tiempo para desaparecer, puedo darte mis conocimientos, como, por ejemplo, que la llama que tienes en tus manos es la representación de tu fuerza de voluntad. A partir de ahora, tan solo la extinción de esa llama representará tu verdadera muerte. Mira este mundo pausadamente y dime ¿Qué es lo que ves? 

    —Veo una ciudad en la cual los edificios están cubiertos de plantas, las calles tienen árboles en el medio y vegetación a los lados, es un mundo en ruinas y hay una puerta oscura en el cielo. 

   —Si alguna vez se lograra abrir esa puerta, podrías desatar a una bestia que, así como yo, también vive en tu interior. Un ser sin emociones que solo se sostiene por instintos.

   —Rey ¿Dónde estamos? —preguntó una voz muy familiar al oído del joven de ojos blancos. 

  White, la bestia felina, apareció en el lugar. Flotaba en el aire, asustada de caerse.

    —¡¿White?! —preguntó Rey.

     —Desde que me convertí en tu Youse, siempre he permanecido en tu percepción. Siento lo que sientes, veo lo que ves. Por primera vez no sentí nada de lo que eres capaz de percibir y tu presencia me condujo a este lugar. —Eso fue lo que expresó la hermosa bestia, con un tono de voz enojado, debido a que creía que Rey había muerto, ya que tenía una espada encajada en el pecho. 

Tras dar una palmada en el aire, el tercer individuo presente llamó la atención de quienes hablaban:

  —Rey, no puedes ganar esta pelea si no usas tus armas, la enfermedad avanza por tu cuerpo mientras que tu oponente se fortalece. Te lo digo como Youse, White Renacio, con tus propias características. —Tanto el fenilo como el joven miraron al sujeto que hablaba con atención. — En el momento en el que me diste tu sangre en el ritual, significa que también puedo fortalecerme y recuperar energía a través de ella. Solo tienes que ofrecerme un poco y te prometo que podría lograr cualquier cosa sin que se rompa. Sin sangre, la vida no existe. Aunque puedes usar tus poderes de hechicero, te sugiero que tomes esta información como un agradecimiento por el aprecio que te tengo. Por cierto, pueden llamarme Ranger. Fui conocedor de Gilgamesh y la razón por la cual nunca ha perdido ninguna batalla…

  En el mundo exterior, donde el tiempo ya no estaba congelado ni pasaba con lentitud, el campeón de la humanidad se dispuso a darle el golpe final a su oponente, justo antes que el vampiro pudiera reponerse. 

   Rey abrió los ojos, escupió sangre por los dientes y dijo; 

  —De-Shamash, De-Marduk, De-Enki… ¡An!

 



Rey De-Heavens

Chapter 11
Colosos contra gigantes


Los presentes abrieron los ojos, la noticia no era nada agradable y justificaba con creces todos los problemas causados para que la reunión se diera lugar. Rey fue tomado de sorpresa cuando el anciano mencionó su nombre y, por raro que pareciera, quienes le miraron con desapruebo fueron sus dos hermanos, Katherine y Miján.

Ehimus, Heroclades, Maryam y Wulfgang se veían felices por alguna razón.

El Gran Mago Sabio dijo:

—No es la primera vez que sucede un ataque como este. Con mi poder puedo regular la entrada de los invasores, y así los guardianes del sitio se podrán hacer cargo de ellos hasta que llegue la noche y todos los cuerpos ajenos terminen consumidos en el siglo infinito de destrucción. Por el viento, el fuego, la nieve, el agua y el lodo, los invasores serán devorados y se convertirán en el tan magnífico abono que mantiene al paraje viéndose tan maravilloso.

Ehimus, con la felicidad de alguien que extrañaba un buen momento, acotó:

—¡Enhorabuena!, un poco de acción. ¡Wuuuu! ¿Y qué dices si ayudamos a los guardianes y así no tienes que esforzarte en retener tanto la entrada de los invasores? —dijo con ánimo, más del que se le solía ver.

El Gran Mago Sabio, abriendo los ojos y acomodándose la barba, respondió:

—La ayuda de usted no estará de más, pero mi deber es garantizar su seguridad. Si quieren luchar, es decisión de ustedes.

—Ignora la actitud de estos dos amargados —dijo Heroclades—. Un buen combate hace que se olviden los problemas —refiriéndose primeramente a Miján y Katherine, luego señaló al lobo, la vampira y la elfa—. Nosotros insistimos y lo necesitamos. Además, quienes trajeron a esos cazarrecompensas desde el otro lado fuimos nosotros, en un principio, así que tenemos que resolver el problema que dejamos a medias.

El Gran Mago Sabio, como quien cede a una proposición arriesgada por confiar en los demás, afirmó:

—Dada a la insistencia, aceptaré su ayuda. Aunque, por segunda vez, debo insistir en que no me responsabilizo por la seguridad de aquellos que no se encuentren en este punto —dijo al mismo tiempo que se partió el cielo del lugar en dos y todo un gigantesco brazo se hizo presente.

A la redonda, cientos de miles de cuerpos decrépitos y desnudos invadieron el cielo y las planicies dando un grito de guerra. Wulfgang, sacando los dientes en una sonrisa, dijo:

—Rompan formación; a partir de ahora están autorizados a hacer lo que están acostumbrados a hacer… ¡Luchar, matar y vencer sin importar qué! —Para darle la señal a los presentes.

Heroclades, Ehimus, Miján y Katherine desaparecieron, pero Maryam se quedó. Esa, quien también estaba ansiosa de luchar, se quedó atrás debido a que su instinto maternal se lo demandaba. Ella, bien preocupada, dijo las siguientes palabras:

—¡Debo proteger a los pequeños! Tengo que asegurarme de que se queden aquí. En el único sitio seguro.

Dante, habiendo encontrado otra oportunidad, lanzó un comentario explosivo:

—¡Quiero ir con mi maestro! ¡¡¡Él me puede necesitar!!!

Ante los reclamos de su hijo, Wulfgang posó su mano sobre el hombro de la vampira. El lobo quería que su mujer tuviera un poco de confianza en su hijo, ya que este necesitaba aprender lo que era un combate real. Para “bajarse de la nube” en la cual flotaba, según ya habían discutido. Dante, como quien quería atención para que validara su punto, exclamó mientras extendía sus manos como quien mostraba algo obvio:

—¡Madre!

Maryam replicó con un grito de enojo:

—¡No lo voy a permitir!

La vampira, que siempre sonreía sin importar la situación, había borrado por primera vez la sonrisa de su rostro ante sus hijos y los presentes. Así de serio era el momento. Rey era el único entre los pequeños que entendía la magnitud del problema en el que su hermano se estaba metiendo simplemente por creer que padre tenía más autoridad que madre.

—¡¿Cómo que no?! —replicó Dante—. ¡Podemos matar con justificación! Esta es mi oportunidad para demostrarte a ti, a padre y a todo el clan los resultados de mi entrenamiento. Y que Miján no se contuvo —habló casi riendo, feliz por la reacción de su madre, feliz por estar convencido de su confidencia como luchador.

Un sonido seco se dio a escuchar. Con el revés de su mano derecha, la madre le dio en el rostro a uno de sus hijos, más por borrarle la sonrisa que por su falta de respeto. Dante se quedó perplejo. No lo creía, para él era imposible que su madre le hubiera dado en el rostro. Ella le había agredido. ¿Significaba acaso que era su enemiga? ¿Qué ya no le quería?

—Esto no es un juego, Dante —dijo Maryam con frialdad de hielo en su mirada. Un frío tan abrumador que apagó las ascuas de carbón encendido que representaban los ojos de su hijo lobo.

Dante habló entre dientes, desviando su mirada ante los ojos blancos de su hermano, que tan estricto le miraba y parecía no querer ayudarle, aunque el momento era el más conveniente para él:

—Nunca lo fue. No soy inútil, soy un luchador… Soy invencible y soy el mejor. Déjame demostrártelo.

Wulfgang cerró los ojos y negó ante la afirmación de su tan arrogante y parecido hijo:

—Dante… he tratado de enseñarte valores en esta vida. He tratado tan duro, pero no lo pude conseguir.

La atención de todos se desvió hacia el fornido hombre lobo que hablaba con tristeza.

—¿Recuerdas cuando le dijiste a Miján que querías una espada? Yo hice una para ti y le dije a Katherine que pasara por el lugar y pretendiera que te la prestaba; todo fue para que aprendieras a cuidar lo que no es tuyo. Pero…

—La dejó oxidando fuera de su vaina. Nunca le limpio la sangre y terminó rompiéndola contra una piedra —habló Jhades como quien estaba orgulloso de señalar errores ajenos.

Wulfgang, poco contento con la altitud de su hijo vampiro, dijo:

—Jhades, a ti te demostré que la soledad no te ayudará a avanzar, pero, aun así, como no quieres avanzar, decidiste quedarte solo en el mismo lugar, al punto en el que, como tu hermano Dante, también has hecho pasar hambre al pequeño guardián del Paraíso que Katherine te buscó para que fueras acompañado…

Dante no se pudo contener, no estaba escuchando las palabras de su padre. Distraído por los gritos, las explosiones y todas las calamidades que estaban sucediendo en los alrededores, el pequeño lobo prestaba atención a lo que creía que eran eventualidades únicas que se estaba perdiendo. En un momento en el que podía estar ahí afuera, sentía que estaba perdiendo el tiempo escuchando los sermones de su padre, que nada sabía.

—No tiene sentido, ya podría yo haber vencido a la mitad de los enemigos. Los dos están forzando sus papeles como padres… En definitiva, no les importa si morimos o vivimos. ¿Qué no somos hijos defectuosos?… ¿Que…?

Rey intervino en el asunto poniendo su mano sobre el hombro de su hermano. El pequeño de ojos blancos veía en los ojos de la vampira una creciente frustración, ya que con un golpe y el sermón de su marido todo seguía igual dentro de la cabeza de Dante. La frustración que tenía su madre seguro la dejaba al punto de querer darle un ultimátum al lobezno rebelde, una de esas advertencias como “o haces lo que te digo, o ya no serás más mi hijo”. Pero Rey sabía que ella titubeaba antes de hablar. Reflexionaba mirando a Wulfgang, en particular, tal vez porque conocía el temperamento de los lobos cuando encendían sus ojos y se sentían atrapados. Ellos optan por ir a la contraria, a lo seguro, si eso significaba que eran libres, aunque se enfrentaran al peligro. Rey dijo:

—Madre, Dante no va a ceder y seguir discutiendo va a terminar alejando aún más nuestros corazones. Temer más no debes, pues es el momento. Que esta sea nuestra iniciación… Yo trataré lo mejor para no morir —Dando un paso adelante—. Por otro lado… padre tiene razón… Dante necesita aprender por sí solo lo que es el combate… y necesitamos una oportunidad para que nos ames como tus hijos que somos. Si no, has de dejarnos ir.

El lobezno abrió sus ojos, trenzó su cuerpo y sacó el pecho. No le gustaba la idea de que el bastardo sin apellido dijese que se encargaría de él, pero al menos era mejor que nada. Mostrando una sonrisa de complicidad, Dante volteó su cabeza solo para encontrarse con el rostro enfurecido de quien le había defendido.

Rey continuó con sus palabras:

—Dante, esas palabras estuvieron de más. Piensa mejor en lo que vas a decir antes de hablar, cuidado no te arrepientas. Esta vez lo voy a tomar como un defecto de tu personalidad, pero más vale que cambies.

Wulfgang sabía que entre los más pequeños no podían formar espíritu de pertenencia hacia el grupo, si no se arriesgaban. Aunque sí era obvio quién estaba propenso a obtener el título de liderazgo entre los tres: su hijo de ojos blancos. Rey tal vez no se valía de un entusiasmo que contagiar, pero sí se hacía ver como la punta de una lanza.

Maryam miro a Rey y calmó la frustración de su mirada. De entre los tres niños, él era en el que más se podía confiar. Además, también tenía valores formados y había tenido la capacidad de deducir por sí solo que era el proceso de iniciación para ser aceptados en la manada. Dante por alguna razón se quedó callado ante la reprimenda de Rey, cosa que hizo que Wulfgang mostrara aún más tristeza en su mirada.

—Estoy dispuesto a ayudar, pero no sin antes tener un arma… —agregó Jhades como quien le restaba importancia a la situación.

Dante entrecerró sus ojos y gruñó, quería atacar a quien solo se las ingeniaba para encontrarse con problemas, pero se retuvo ante Rey. Sin embargo, entendía que el vampiro quería simplemente caer bien, hablar por su propio beneficio y complicar la situación.

Producto de la sugerencia del pequeño de ojos azules, los dos padres se miraron. ¿Armas?, ¿de dónde sacarían armas para luchar? Un arma no era algo que un luchador pudiera conseguir a la ligera, tampoco que pudiera ser creado con facilidad. Claro, podían pedirle a Heroclades que clamara algunas armas, pero el susodicho estaba ocupado.

El Gran Mago Sabio, como quien oportunamente intervenía con la solución del problema, dijo:

—Yo puedo proveerles la mejor de todas… —agregó con su característico tono jocoso—. Entiendo que aún son muy jóvenes y que un arma es algo especial. Un instrumento que crece en poder con su usuario, que se adquiere a través de trabajos duros y mucha suerte. Pero en una situación drástica se deben de tomar medidas que se acomoden. Tienen como motivo defender el lugar que les pertenece, el entrenamiento, y yo les daré los medios.

Maryam no pudo hacer más que abrazar a sus hijos y llorar. No quería soltarles. Aunque la montaña tembló, el cielo se oscureció y toda una lluvia de enemigos abarrotó el lugar, la madre se rehusó a soltar a sus hijos. Ella tenía un gran miedo interno, el miedo que representaba la muerte de sus hijos y que no pudiese hacer nada porque no los amaba. Ella creía que tal vez con la “reunificación” podría fomentar el amor que sentía. Pero ¿cómo iba a amar a sus hijos si no había tenido suficiente tiempo para ser madre?

Los ligres, primera línea de defensa del sitio, luchaban con ferocidad junto a los demás guardianes que hicieron cuanto pudieron, pero evidentemente no fue suficiente. El retumbar de una secuencia de explosiones se hizo escuchar. La madre se dio cuenta de que tal vez no era tan mala idea dejarles. La situación era tan delicada que tal vez no podría proteger a sus crías. Dejarles ir a luchar tan prematuramente podría ser otra manera de perderles. Pero, como Rey y su marido habían dicho en sus palabras, era tiempo de dejarles ir: “Necesitamos una oportunidad para que nos ames como tus hijos”. Maryam, ante el tiempo que pasaba lento y todos los sonidos del ambiente que enmudecieron, decidió decir:

—Escuchen bien… no sean irresponsables. Si fácil es quitar una vida, igual de fácil es perder la que tienen. Quédense atrás y esperen a que nosotros terminemos con todos. ¡¿Me escucharon?! Aún no pertenecen al grupo y no confío.

La montaña volvió a temblar y estremecerse hasta partirse en dos. Wulfgang mostró la sonrisa que estaba reteniendo y tras encender su cuerpo, el cual duplicó en tamaño y se recubrió de blindajes de fuego, desapareció dispuesto a pelear. La vampira continuó:

—¿¡Me escucharon!? —repitió al mismo tiempo que sacudió a Dante para que le respondiera la pregunta.

Dante, de mala gana, respondió desviando su mirada:

—Sí.

Una gigantesca mano cubierta por cientos de extremidades, perteneciente a una criatura horrenda, intentó atacar a los cinco individuos reunidos en la cima de la montaña. El Gran Mago Sabio hizo toda una barrera que destruyó en mil pedazos la carne y huesos que procuraban agredir el lugar. Como resultado, un torrente de sangre bañó la esfera y aisló el lugar de toda luz divina que iluminaba durante el día.

Maryam sacó sus inmensas alas y desplegó mientras absorbió las sombras para, con ellas, recubrirse con blindajes negros. Levitando en el aire, su rostro se deformó y mostró la ferocidad de un animal que atravesó la barrera disparada como una bala. La vampira alzó su mano izquierda al cielo y tragó todo el brillo divino restante en el Heaven, mientras que con su mano opuesta acumulo y solidifico la sangre de la criatura que gritaba por la ausencia de su mano hasta que quedó disecado. Con la sangre del gigante, ella creó mil espadas y también una red afilada que se extendió por todas partes.

Rey pudo ver que tanto su madre como los demás luchaban, no por sobrevivir ni proteger o sentirse en peligro, sino porque, más bien, como la única manera en la que dejaban ir todas las frustraciones que habían acumulado hasta el momento. Maryam tragaba el brillo y hacía de la oscuridad su fuerza, poder y movilidad, pero solo hasta donde llega el violento mar de flamas. Entre el fuego, moviéndose de un lado a otro, estaba Wulfgang, quien incendiaba todo el bosque haciendo que el suelo del lado opuesto del campo de batalla se transformara en lava, únicamente hasta los carbonizados troncos. Entre la madera, Ehimus se sentaba sobre el hombro de uno de entre tantos pequeños gigantes y toda una prisión de enredaderas que corrían cual si fueran un torbellino de viento, y no se extendía más hacia el otro lado producto a destellos blancos. Donde comenzaba la tierra abarrotada por surcos, Katherine, con el filo de su gigantesca espada, cortaba al medio y congelaba con hielos negros a los lados, incluso a los distantes árboles que conformaban el Bosque Siempre Cambiante. Al otro lado del hielo negro, Miján llenaba de agujeros, explosiones y destellos todo a su paso y de la tierra hasta el cielo con un gigantesco artefacto flotante de forma humanoide, casi tan grande como una montaña. Al final del círculo, entre Miján y Maryam, estaba Heroclades, quien inundaba toda el área con un desbordado río de lobos negros que devoraban, arañaban y explotaban todo a su paso.

Por lo poco que Rey podía ver, los mayores ciertamente estaban a otro nivel. Tanto era así que debían de separarse los unos de los otros para no dañarse entre sí de forma indirecta. Dante temblaba de miedo al ver la fuerza devastadora de los mayores, pero aún creía que no era suficiente para que representase un peligro a su invencibilidad. Jhades, por otro lado, contemplaba fascinado a todos los mayores cual si fueran material de culto e idolatría.

De pronto, en el aire, sobre las cabezas de los pequeños, la atención de los seres voladores fue captada por la explosión que efectuó uno de sus semejantes al ser cortado por la mitad con una espada de oscuridad y sangre. Los tres pequeños contemplaron cómo una nube de bestias voladoras persiguió a su madre por todo el lugar, nube que se volvía una lluvia de sangre al cortarse contra la afilada tela de araña casi imposible de ver. Más y más gigantes se hicieron ver en un techo que se caía en pedazos. Los gritos retumbaban y hacían temblar la tierra, aun así, los mayores se negaron a quedarse detrás.

Dante y Jhades cayeron al suelo por la terrorífica imagen de seres espantosos nunca antes vistos por ellos. Muchas cabezas y el doble de brazos se asomaban de dentro del cielo del lugar a mirar hacia adentro, buscando la manera de entrar.

—¿Acaso no tienes miedo? —preguntó el lobezno a su hermano de ojos blancos.

Rey dijo en voz alta, como alguien que ya había visto a los seres divagando por fuera del infierno:

—¿Por qué habría de tenerlo?

Jhades, se sentía intranquilo:

—Aunque los mayores tienen mucho poder, la situación no se veía muy favorable para ellos. Son cientos de enemigos inmensos.

Rey, con confianza en sus palabras, dijo:

—Cuando alcanzas rango Real la diferencia de tamaños no es un problema, pues te puedes poner a la altura de cualquier gigante, si así lo deseas.

Dante y Jhades miraron a su hermano con incredulidad. ¿Qué significaba “Ponerse a la altura de cualquier gigante”? ¿Qué significaba la palabra “rango”? Dos preguntas que le asaltan los pensamientos. Antes de poder preguntar para sacarse las dudas, los dos pequeños vieron con sus ojos aquello que no imaginaban haber visto o que fuese posible.

Maryam, tras aumentar la cantidad de sangre y oscuridad de la cual disponía, envolvió su cuerpo con estos dos materiales hasta que, tras tener miles de capas una sobre las otras, alcanzó el mismo tamaño que los gigantes.

—El Coloso de Oscuridad y Sangre, predominante entre los vampiros —dijo Rey ante la imponente figura que se erguía con dos inmensas alas abiertas, una espada y todo un escudo alargado—. ¡Hmmm!, veo que tiene varias variantes y la capacitación para combatir de las dos maneras, de cerca y de lejos.

La vampira tomó posición y apuntó con su alargada espada para, acto seguido, efectuar una violenta explosión con la punta de esta y desaparecer la cabeza de lo que se asomaba en el lugar. Sangre y oscuridad disparada tomaba cualquier forma deseada, que se encendía en llamas y explotaba como una bomba. De entre los distantes árboles del Bosque Siempre Cambiante, todo un gigantesco tronco pasó a gran velocidad por el sitio con la intención de derribar a la vampira. Ella, con los blindajes de su brazo izquierdo que hacían como escudo, bloqueó el golpe sin mucha dificultad para volver a disparar con la punta de su espada. Un gigante, que se arrojó desde el cielo esperando tomar por sorpresa a la vampira, terminó siendo recibido por la espada, que en la mano opuesta del escudo se convirtió en un hacha que con violencia separó en dos al enemigo, cuya sangre sirvió como munición para seguir disparando.

Rey cambió la dirección de su rostro. Entre las infernales praderas envueltas en fuego y lava, un gigante de llamas de diferentes colores se levantó incendiado y sólido.

—El Coloso Rex de Fuegos, predominante entro los usuarios elementales de fuego, cuyas llamas son de color amarillo, rojo, anaranjado, azul, verde, negro y blancas. Esta variante que padre usa tiene brazos largos y garras estiradas para seguro atacar como una tormenta —dijo Rey.

La inmensa estructura bípeda perteneciente a Wulfgang se perdía de la vista de cualquier espectador por lo rápido que se movía, a pesar de las proporciones de su tamaño. Cada vez que aparecía, temeraria golpeaba con sus garras, más bien de manera instintiva, como mismo lo hacía una bestia entre varios enemigos que la acorralaban. El cuerpo alargado, con características de bestia, con su cola, parecía mantener el equilibrio al mismo tiempo que atacaba, sin contar los refuerzos puntiagudos que tenía sobre los hombros, espalda y pecho, los cuales utilizaba para chocar contra los enemigos. El gigante logró partir en dos partes iguales a un individuo del mismo tamaño, empleando sus garras, y con su cola decapitó a quien le atacó por la espalda.

Rey continuó:

—El Coloso Dios de Madera, tan solo puede ser utilizado por un usuario elemental de madera rango Dios. A diferencia del Coloso Rango Real, este no requiere de un núcleo, ya que puede ser el producto de todos los troncos, raíces y árboles del alrededor. Es invocar una catástrofe que luchará violentamente por su autopreservación contra cualquier calamidad durante un periodo indeterminado de tiempo, sin necesidad de ser supervisado o comandado por el creador.

En efecto, como si toda la naturaleza del área sirviera a los mismos propósitos de la elfa, ante los enemigos que caían del cielo, aquel colosal solo se cruzaba de brazos y hacía que inmensas estacas de madera puntiagudas salieran disparadas al encuentro de los que descendían. Los suficientemente afortunados como para evadir los ataques críticos de las estacas, apenas llegaban al suelo, debían de encontrarse con la furia de un martillo compuesto por raíces que envolvían una gran piedra y que el gigante de madera cargaba sobre su hombro con los dos brazos. Aquellos que se voltearan a intentar escapar terminaban agonizando en el suelo, como si sus cuerpos desarrollarán raíces que crecían y se enterraban más en sus carnes y huesos, hasta que salían por sus bocas, ojos, oídos y nariz. La elfa, que comía de las flores, se mantenía sentada sobre el hombro del coloso que, con su lento caminar, llegaba a donde sus víctimas y hacía que las mismas sufrieran ver un martillo levantándose por encima de su cabeza. Y como un verdugo que decapita al condenado, el coloso dejaba caer con todas sus fuerzas el arma de sentencia. El abrumador sonido que hacía una cabeza, al ser escachada y entrar en la cavidad torácica del agredido, sonaba casi tan seguido como los disparos de la vampira.

Rey continuó junto al girar de su cuerpo:

—En la ventisca de escarcha ensombrecida se puede ver al Coloso de Hielo Negro, control elemental de hielo y oscuridad por parte de Katherine, el cual también tiene variantes del arte original.

Imponente, con una espada dos veces su tamaño, daba a entender que su objetivo era cortar, golpear, empujar y frisar todo a su paso, sin importar los daños. Desde lejos se podía ver cómo el frío congelaba y desgarra la piel de aquellos que se movían sobre cualquier superficie, cómo los trozos de carne quedaban pegados. El hielo negro que componía la hoja filosa se veía tan sólido como cualquier metal, pero con el cortar de los huesos de los enemigos, la espada se mellaba y quebraba. Una vez inutilizable, Katherine se deshizo de su arma, lanzándola con todas sus fuerzas para reemplazarla con uno de los varios repuestos que flotaban a su espalda y le servían como escudo. En el mismo momento en que la vampira fue a hacer el cambio, un enemigo se acercó… Ella levantó su mano opuesta y a gran velocidad lanzó un disparo de hielo sólido. Apenas se hizo de su nueva hoja afilada, ella sacó dos hojas de sus pies, las cuales, en combinación de complejos movimientos de piernas, mostraron su verdadero potencial al hacer más de diez cabezas rodar.

A Rey le costó identificar el casco de algo que existía y flotaba en el aire. La misma maquinaria abrió el interior de su pecho y mediante una innumerable cantidad de cables atrajo a su interior lo que parecía ser el cuerpo de Miján.

—Es de admitir que entre todos los “Colosales”, el que pertenece al elfo De-Tecnologías es el que mayor movilidad, maniobrabilidad, poder destructivo y defensa tiene. Entre los presentes es el más fuerte de todos y no necesariamente se necesita controlar ningún arte de combate o tener grado Real para poder utilizarlo. Me recuerda a los prototipos mecánicos empleados por los humanos, aunque cientos de miles de veces más avanzado. Me atrevería a decir que su nombre es, XWZ.

Lo que Rey había dicho, Jhades y Dante lo pudieron ver con claridad. De entre los presentes, el Coloso de Miján era el de mayor tamaño y el que flotaba en el aire sin necesidad de alas o fuerza física. También parecía caerse en pedazos, pero, de cerca, esos pedazos se comportaban de manera atípica, pues al llegar al suelo se movían y esparcían por el sitio con la intención de devorarlo todo y producir materiales para agrandar el tamaño del gigante. Miján, tras la ayuda de los pequeños, después de dejarse rodear y ser golpeado por los enemigos, hizo aparecer dos espadas y cortó todo en un diámetro abrumador en tan solo un centellar. Aunque ninguno de los miles de pedazos de carne o sangre llegaron a caer del todo en el suelo, como si fueran aguantados por la misma fuerza que hacía flotar toda aquella inmensa maquinaria en constante evolución.

—Y, por último, tenemos a mi maestro quien clamó al “Colosal Dios Hidra”, uno de los cientos de miles de criaturas que están en su libro. La más cercana a un dragón que le obedece.

Heroclades se encontraba cruzado de brazos sobre la cabeza más alta e imponente de la criatura, con cientos de cabezas. La inmensa bestia, con forma no humanoide, se erguía sobre cuatro patas, recubierta por escamas blancas de la punta de su única cola hasta todas y cada una de sus cabezas. Todas las bocas de lengua résped escupían algo: podía ser fuego, o viento, o relámpagos, o agua, o tierra, o ácido, pero ninguna parecía carecer de función. Un gigante del cielo cayó parado en el perímetro del hechicero; acto seguido, la bestia, que tan únicamente sacaba sus cientos de lenguas, siquiera se volteó a ver ante el más mínimo indicio de agresividad por parte del enemigo; el ser dejó que todas sus cabezas se separasen de su cuerpo, quedando con tan solo nueve de ellas, y se dispuso a atacar con ferocidad todo a su paso. El primer gigante quedó preso de los pies enrollado por dos serpientes que hicieron la suficiente presión para destrozar los huesos y cortar con sus escamas afiladas la carne de los pies. La bestia usó dos de sus cabezas para morder los brazos del gigante y, con una tercera boca, escupió fuego y calcinó la cabeza de la criatura indefensa. De tres en tres, con la ayuda de los noventa cuerpos que estaban regados por el suelo, los tres pares de cabezas principales ejercían la misma fusión una y otra vez, mientras que la cola partía en dos a cualquier individuo que se acercara por la retaguardia.

Con semejante escena de poder destructivo sin igual, Dante comenzaba a reconsiderar si en verdad debía de quedarse y obedecer las palabras de madre. Los gigantes no eran problema alguno si se era pequeño. Los invasores tampoco representaban amenaza, pero quedarse con los adultos después de que el combate pasara sí era un problema. Por el conocimiento que Rey demostró tener, debía de hacerle miembro de su equipo, pues sin duda le sería beneficioso. Jhades, por otro lado, pensaba que, si les contaba a los mayores que Rey sabía de sus secretos, tal vez recibiría algo en cambio.

El Gran Mago Sabio habló, sacando al vampiro y al lobezno de los trances hipnóticos en el que se encontraban por ver a los mayores del clan luchar con tal veracidad y escuchando a Rey hablar de los poderes que ellos usaban:

—Antes que se me olvide, aquí tienen los instrumentos de lucha que les prometí… —Hizo aparecer tres armas, a los pies de los pequeños.

Una espada de hoja curva y empuñadura larga para dos manos, envuelta con una majestuosa funda negra atada a un cinto corto: era una catana. Al lado se sentaban dos pistolas de diseño automático, con cargador en la culata, corredera y cámara de escape para los casquillos con el retroceso, ambas idénticas en apariencia, aun dentro de sus fundas se veía que valían de una gran hoja afilada fundida con el armazón y el guardamonte, adaptación específica para el combate de corto alcance. Y, por último, dos hojas de aproximadamente sesenta y dos centímetros con doble filo dentado en el principio, pronunciada curvatura, puntiagudas en un extremo y en el otro con dos empuñaduras que se fundían en complejas muñequeras.

Con su mano derecha y más diestra, Dante fue el primero en tomar del suelo la catana que el Gran Mago Sabio había hecho aparecer. Él siempre había querido una espada que pudiera reponer por el filo ausente de sus garras frágiles. Cual si fuese un sentido de competencia, el pequeño lobezno se arrojó y protegió su objeto afilado para ponerlo sobre su cintura y lucirlo por el lugar.

Jhades escogió del suelo las dos pistolas. Aunque su mano más diestra era la izquierda, el vampiro tenía la ventaja de haber sido obligado por su maestra a usar la mano derecha en el combate, lo cual le favorecía en la situación de tener que empuñar dos pistolas. Él podía disparar bastante bien un arma en cada mano, con la izquierda por inclinación natural y con la derecha por educación forzosa, mas en un combate siempre le pareció mejor matar a su enemigo a distancia que tener que correr o luchar con su cuerpo. Tras colocarse las fundas en forma de cruz sobre su espalda, movió los hombros para probar la comodidad.

Rey, quedó con las dos grandes hojas afiladas que solo podían ser sostenidas por muñequeras. Las cuchillas curvadas de doble filo, una vez puestas, salían desde el dorso de sus antebrazos y sobrepasaban su cabeza. Mediante algunos mecanismos podrían cambiar la dirección de las hojas hacia adelante en modo ofensivo y hacia atrás en modo defensivo. Entre los libros de combate que había leído, muy poco se decía de estas armas, menos de un arte de combate con ellas. Aun así, Rey sabía que en modo defensivo servían para evitar los golpes y al mismo tiempo herir a los adversarios, mientras que, en modo ofensivo, se transformaban en una extensión del usuario que pueden ser manejadas con gran habilidad, agilidad y un poder de ataque moderado. Como la clave de uso de estas hojas afiladas se encontraba en el control de las manos, él no tenía problema alguno al ser ambidiestro.

—Espadas de antebrazo, o Forearm Blades. En principio es un arte ineficiente y muy difícil de aprender, pero lo que en realidad hace de un arte de espadas menos efectivo que el resto es no dominarlo por completo. Si no se usan como se deben, estas hojas terminarán haciéndome más daño que cualquier enemigo ahí fuera, sin contar el quedar vulnerable ante un oponente. El usuario de estas artes debe de demostrar una gran aptitud para usar las hojas montadas en los brazos, y más con este diseño… —dijo Rey mientras presionó el puño e hizo que se desarrollara una fuerte estocada por parte de su hoja izquierda hacia adelante, propulsada por unos mecanismos—. La velocidad de ese sablazo era suficiente para cortar el tronco de un árbol pequeño, también puede girar a 180 grados, y lo mejor de todo es que es removible, eliminando el riesgo de que me quede atorado. Si pudiera identificar una manera de hacerles retráctiles como mis alas serían perfectas. Creo que en el libro de clamados existen medios para la ocultación de armas, pero por ahora sería hacer mucho más de lo que debo.

Tanto Jhades como Dante miraron raro a su hermano, pues se veía ridículo y poco convencional. Incluso llegaron a denotar un poco de pena en sus miradas, a la vez que alegría de no ser ellos quienes tuvieran esas hojas afiladas que prometían cortarles el cuello si no tenían cuidado de moverlas.

El Gran Mago Sabio dijo:

—Las armas que cargan fueron forjadas por un poderoso herrero y su presencia física será permanente de ahora en adelante. Pueden confiar en ellas hasta que encuentren otras mejores —dijo entreabriendo los ojos mientras jugó con su esponjosa barba blanca—. Les advierto, nadie va a tener tiempo de cuidar de ustedes si salen fuera de mi barrera… si algo sucede, regresen. Yo los habré de proteger.

Una criatura encendida en llamas se estrelló contra la barrera y cayó al suelo. Apenas recuperó la consciencia e identificó presas a las cuales devorar, de un rugido intentó agredir a los pequeños, pero Maryam, con el filo de su espada colosal, cortó en dos el cuerpo.

La vampira observó directo a las armas que sostenían sus tres pequeños, cerró el puño y desvío la mirada. “Me temo que lo peor está por suceder”, se dijo sabiendo que su tamaño actual la incapacitaba para bajar y quitarles a sus hijos las armas que tenían. Empleando su habilidad heredada por “línea de sangre”, devolvió a la vida a la criatura que había cortado. La vampira hizo que el resucitado, antes agresivo, se agachara de forma sumisa en reverencia como muestra de respeto hacia su nueva ama. Detrás del primer revivido, incontables sombras aparecieron del suelo rodeando la barrera ante los pies del Gigante de Oscuridad y Sangre.

La fantasmagórica voz de Maryam habló a través de uno de los cuerpos revividos:

—Este lugar es seguro… Permanezcan juntos y no salgan. Usen sus armas solamente si es necesario…

Dante estaba asustado al ver cómo cuerpos de diferentes criaturas se levantaban y todas miraban en la misma dirección, entre sus manos. Ellos parecían compartir los pensamientos de su madre. Aun así, el pequeño lobo escondió su nueva adquisición detrás de su espalda, él tenía muchos deseos de probar que tan afilada era la hoja de su catana y qué mejor sujeto de prueba que un enemigo verdadero. Con el arma nueva, Dante se creía aún más invencible, tanto que ignoraba el despliegue de poder de los mayores y estaba convencido de que no podía perder la oportunidad de tratar de escapar para evitar el castigo de estos. “Con el tamaño que tienen, no podrían verme escapar”, pensó el lobezno. “Si con esta catana todo lo puedo hacer posible, ahora, el único inconveniente son las sombras que madre ha creado. Ellas no me dejarán salir…”. Dante dio la vuelta y clavó su mirada en la distancia. “Entre Katherine y Miján se encuentra el lugar perfecto. Los árboles aún están intactos y llegaban hasta el Bosque Siempre Cambiante… Solo pido una última oportunidad”, dijo el lobezno, como quien se arma de valor y arrojo.

Cual si fuese una señal divina ante el pedido susurrado al viento de Dante, otra gigantesca criatura acorazada cayó sobre la barrera y, a la vez con sus garras, intentó atravesarla para aplastar al anciano. Más y más bestias aparecieron en el lugar, a los alrededores, arriba y abajo, haciendo que los mayores y los guardianes triplicaran sus esfuerzos. Y el camino se hizo visible.

Rey vio la mirada de su hermano y pudo deducir lo que seguía. Como cuando a un ave le abres la puerta de su jaula, esta no se podría resistir al llamado de la libertad. Pero ¿un ave que en toda su vida había tenido seguridad, comida y agua garantizada podría sobrevivir ante la cruel libertad que no conocía existe ahí fuera? “El lugar más cruel es aquel en donde todos son libres de ser”, dijo Rey.

Dante, tras respirar hondo, cual si estuviese inhalando valor, cerró los puños, sostuvo su catana y se mandó a correr llamando a su compañero felino con un grito de “¡ahora o nunca!”. Jhades se vio obligado a seguir al lobezno, cual si hubiese sido tomado por sorpresa. Ya su hermano de ojos blancos estaba haciéndole sombra a Dante. Con tan solo una diferencia de segundos en su periodo de reacción, los enemigos se estaban aglomerando en el único camino libre. No obstante, Jhades fue capaz de escurrirse y saltar por donde mismo saltaron sus hermanos y los felinos. Desde la punta del acantilado en dirección al vacío, los ojos azules fueron testigos de todo un sitio gobernado por el caos.

El Gran Mago Sabio amplió la sonrisa en su rostro. Mientras el gigante acorazado le atacaba y las sombras de Maryam defendían la barrera.

En caída libre, los tres pequeños giraron sus cuerpos empleando los mejores medios que encontraron con el fin de no terminar estrellados contra el suelo. Dante posicionó sus manos y piernas de primero para amortiguar el impacto. Jhades abrió las alas desplumadas que hasta el momento dormían en su espalda, permitiéndose caer con elegancia. Rey también desplegó sus alas por un segundo para aterrizar de pie y ocultarlas, tan solo dejando un par de plumas negras meciéndose en el aire. Ilesos, los hermanos levantaron la mirada y afilaron sus instintos en busca de amenazas.

Aunque casi una decena de gigantes luchaba a los lados, el violento bosque tempestuoso al pie del acantilado le prometía refugios a los pequeños que escuchaban toda una orquesta de gritos de guerra, explosiones y truenos. No solo bestias voladoras que parecían transformarse en lluvia de sangre, sino que también bolas incendiadas y bloques de hielo se esparcían por el lugar. Aun así, por tanta sangre, órganos, cuerpos desmembrados, fuego, hielo y veneno que existiera, el Paraíso no perdía su brillo divino.

Por miedo a perder el liderazgo, el lobezno cuyos sentidos estaban más atentos de lo normal, se llevó la empuñadura de su catana desenvainada a la boca. Asegurándose de enterrar sus cuatro garras en el suelo para garantizar el agarre que necesitaba una potente arrancada. Dante corrió en cuatro patas, directo a la espesura que brindaban cientos de árboles que se azotaban los unos a los otros por la interminable tormenta de explosiones. Jhades, al respirar hondo y con cara amargada, siguió a su hermano arrepintiéndose de la promesa que le había hecho a su madre de proteger a este tan solo por querer dejar una buena impresión. Rey esperó a que White terminara de descender. Notando el pobre rendimiento muscular de los otros dos pequeños ligres, no pudo marcharse sin antes evitar que los mismos perdieran sus vidas en un golpe contra el suelo.

En el camino del chico que iba de primero y veía el mundo como un depredador, aparecieron algunos individuos que fueron catalogados como enemigos por tan solo las prendas que estos vestían. Los feroces ojos de Dante apuñalaban al objetivo antes que las garras o espada que llevaba entre los dientes. Encolerizado como una tormenta, el lobezno por un momento sintió lo que significaba hacerse un adulto, el peso de matar, lo cual le conllevó pensar:

“Esto es guerra. La muerte está justificada. Esta es mi ruta de escape… del otro lado está el Bosque Siempre Cambiante, al cual debo llegar. No vale la pena diferenciar quién es bueno de quién es malo. No conozco sus rostros. Tampoco sus prendas, pero algo más me está dando la respuesta. Huelen a lo mismo que ahora huelo yo: sangre. Son iguales que yo. No, no me hice igual a ellos. No más un niño, ahora soy un depredador. En sus ojos se muestran intenciones asesinas, como en mi hermano. También aires de superioridad, como en Jhades… Ahora soy como ellos, y aunque no esté de primero o en el regazo de madre, siento que no puedo evitar sentirme en peligro, no puedo controlar, sentirme amenazado, sentir miedo. Padre está equivocado…”.  Entre gritos y rabia, el lobezno agregó. “¡El miedo que corre por mis venas es la fuerza que me impulsa! Manipula mis movimientos, me hace más rápido, más adaptable, más letal, más… ¡invencible!… ¡Padre se equivoca! ¡El miedo en mí representa las intenciones que tengo de vivir... de destruir…!”.

Las prendas que vestía el lobezno, creadas por Miján, le protegían de todas las cortadas de cualquier objeto que intentase penetrarle, los cuales fueron muchos, pero no de los golpes ni de los tropiezos. Dante luchaba contra personas que también se adaptaban a la situación y tenían la capacidad de defenderse o al menos dar un último ataque antes de perecer. A punto de disminuir su velocidad ante las adversidades, Dante continuó:

—Debo mantener mi posición y seguir avanzando. Que con cada golpe que reciba se encienda mi furia y se desvanezca el dolor... sentirme más salvaje. Más libre… más letal. ¡Mueran!

El agitado lobezno comenzó a perder su forma humana, así como las lógicas que encerraban los estilos de lucha de la misma especie. Ya no era con su catana, sino que, con sus dientes y boca ya sobresalientes, Dante de una mordida por el cuello de cualquier oponente le arrancaba la cabeza, acto seguido, usaba el cuerpo de este y saltaba en dirección al siguiente.

Dada la lucha que estaban efectuando los gigantes, los árboles del lugar, que azotaban hacia todas partes, llegaron a desprenderse del suelo. Arrancados violentamente de raíz, salieron volando los troncos. Aun así, los tres pequeños avanzaban con rapidez, ignorando las condiciones del bosque y matando a la vez a todo aquel que se interponía en sus caminos. La confusión entre los agresores se volvió pánico, pues se enfrentaban a una bestia en cólera, conducida por el miedo a lo desconocido.

Bajo la protección de Rey, gruñendo, mordiendo, o arañando con sus enormes garras, Dragonidas (el guardián del Paraíso perteneciente a Dante), Regres, (el guardián felino que acompañaba a Jhades) y White no se comportaron diferente al joven de apellido Lobato. Estos remataban los enemigos que, moribundos, quedaban después de interponerse en el camino de quien iba a la delantera.

Rey estaba siendo cauteloso, dejar a alguien vivo que pudiera atacarlos por la retaguardia sería el peor error que alguien pudiera cometer.

Jhades, quien iba en el medio, se vio obligado a aminorar su marcha e incluso dejar de depender de sus alas para seguir avanzando. Las salpicaduras de sangre y los miembros de las personas que Dante hacía volar a su paso eran más violentas que las ráfagas de viento y energía causadas por los mayores. La carne de los enemigos despedazados llegaba a golpearle y, a diferencia de las hojas, ramas, tierra y piedras, esta le embarraba la ropa que tanto se cuidaba de no ensuciar.

Con frialdad, opinó el niño que veía el mundo de la misma manera que expresaba el color de los ojos que portaba:

—Desagradable.

Usando su antebrazo, el vampiro se limpió el rostro tras probar el sabor del líquido rojo.

—Rebajarse a semejante comportamiento es simplemente repugnante. Si padre se comporta de esta manera cuando lucha, tendría vergüenza de él. La forma de nuestros cuerpos tiene dos propósitos, crear y sentir, si te conviertes en otro organismo con el propósito de ser más fuerte, simplemente estás mostrando tu debilidad, tu incapacidad de no saber cómo crear “el destruir” de algo.

El pelaje de Dante y sus prendas llegaron a no ser recubrimiento suficiente para el filo de los objetos que buscaban dañarle. El comportamiento racionalmente alocado le trajo consecuencias y, con esto, descuidos casi letales para su propia vida.

Rey, de último, se propuso a absorber la sangre de los enemigos y tratar de imitar las destrezas de su madre al mismo tiempo que analizaba la situación. El notó que los enemigos se hacían cada vez más fuertes a medida que avanzaban, como si quienes iban al frente simplemente fueran carne de cañón, peones de sacrificio. Entre un intercambio de miradas con su acompañante, de un salto White tomó la delantera y con sus garras delanteras cortó en nueve pedazos a un oponente que caía sobre el punto ciego de Dante.

En cambio, por otro lado, Dante estaba aún más fuera de sí, al punto de que incluso había olvidado cómo hablar y solo rugía por cada vez que era salvado. El cansancio le volvió descuidado.

—¡¿Por qué no le ordenas a tu maldito ligre que salga de mi camino?! ¡No necesito ayuda! Lo tengo todo bajo control—, gruñó las siguientes palabras a Rey como quien quería demostrar que aún mantienen la superioridad en el combate.

Jhades no se pudo quedar callado y arrojó al aire su opinión:

—No te agites. Lejos de encontrar seguridad, podríamos encontrarnos con más peligro. Algo mucho más poderoso que estos seres, que solo sirven para ensuciar el suelo de sangre y para que tu degrades tu orgullo, podría estar esperando por nosotros más adelante.

—¿Orgullo? Te equivocas… No se come el orgullo. Cosa semejante vive en tu cabeza, no te cubre del frío, mucho menos te ayuda cuando estás al borde de la muerte —Dante vociferó aún más enojado—. ¿Qué? ¿Sin orgullo solo queda deshonra? No me hagas seguir enojando, niño fino. Vivir es suficiente justificación para acreditar los medios.

Casi caminando, el chico de ojos blancos y extraño símbolo en el medio se dio cuenta de que no podía imitar las habilidades de su madre ni tampoco crear un esclavo de sangre. Aún no era su tiempo ni tenía las habilidades necesarias. Dejando de intentar, Rey aún guardaba distancia para que sus hermanos no se dieran cuenta de que él únicamente usaba la situación para buscar hacerse más fuerte.

Rey sacudió la sangre que había acumulado en la palma de su mano, para, acto seguido, analizar a fondo el comportamiento de sus hermanos en una batalla, a quienes no había visto en tanto tiempo. Prácticamente, dos extraños con los que por poco tiempo alguna vez se relacionó. Ellos fueron entrenados por diferentes maestros, así que, para sobrevivir hasta el momento y pasar el entrenamiento, debían de tener al menos un movimiento decente. Algo fácil de aprender en poco tiempo, un movimiento que podía darle la vuelta a la situación.

“Soy mitad vampiro, mitad licántropo y comparto la afinidad de los dos linajes. Pero ¿por dónde comenzar?”, se preguntó Rey al darse cuenta de que se encontraba ante algo que no esperaba. “Por mis hermanos… según he observado hasta ahora, quienes me rodean tienen una ligera mezcla de comportamientos, exclusivamente variados, en sus personalidades. Neutral, palabra con la que describiría francamente al Gran Mago Sabio, también podría decir que su conducta se encuentra entre vivo y frío, no busca sentir, pero tampoco lo quiere. Silvia, por otro lado, siempre se vale de una conducta interesada, un estado de curiosidad dispuesto a explorarlo todo. Miján, fácilmente irritable, reacciona a todos con furia. Mi madre, siempre la veo sonriendo, al contrario de mi padre, que parece ocultar una enorme depresión en su mirada. Mi maestro, la mayor parte del tiempo, se encuentra fascinado. Katherine tiene un constante desagrado. Y, por último, la temerosa Ehimus. Llegué a creer que mis hermanos serían más como yo. Nacimos los tres en el mismo día al mismo momento. Si no fueran como yo, al menos debían de comportarse como alguno de los que antes mencione, pero no es así… Si pudiera describirles. Dante es más como un fuego con miedo a ser apagado. Jhades es un hielo con miedo a derretirse”.

Antes de incluirse en sus propios pensamientos, Rey se propuso ser lo más autocrítico posible.

“Tal vez yo no sea tan diferente. Siento la necesidad de valerle a los demás, de ser aceptado por quienes dependen de mí… busco la fuerza con el deseo y sentimiento de proteger. Ahora que lo pienso mejor, madre cuando se irrita es más fuerte, padre cuando está feliz es más violento. ¡Hmmm!… el miedo de Dante es lo que “le hace más fuerte” le hace cambiar de forma, padre no tiene que enfurecerse para cambiar de forma. Padre controla el arte…”. Mirando su brazo, Rey pudo entender algo básico. “Por otro lado, Jhades tiene la piel más delicada, pero puede regenerar los daños con rapidez sin tener que tomar sangre. “Transformación total del cuerpo”, “regeneración rápida”, ellos dos están en rango Avanzado en esas áreas, mientras que yo estoy en rango intermedio, pero ahora que los veo puedo tener una mejor idea de cómo subir un rango si uso mis emociones como catalizador…”

Rey sintió algo alarmante que lo obligó a cortar sus pensamientos. Usando su control de “Aura Negra”, el pequeño desapareció, pero no sin antes dejar una copia de sí mismo en su lugar. Llegó el momento que Jhades había previsto. En el frente, los tres jóvenes podían ver un claro al cual no se apresuraron en llegar, pues si salían al descubierto perderían la protección del bosque que tan bien conocían. Al mismo tiempo, sintieron una presión abrumadora de varios seres con intenciones hostiles. Para ser más exactos, eran tres; el resto solo eran moribundos cuerpos que buscaban recuperarse, aunque todos tenían las mismas prendas.

En el amplio espacio abarrotado por heridos de guerra se encontraban tres sujetos con altura, miradas y físicos intimidantes. Los nuevos enemigos eran seres de carne y sangre que mantenían una formación organizada. No eran bestias en llamas, o cuerpos putrefactos como los demás, sino que eran humanos. Ellos se veían un poco cansados, pero no parecían tener heridas graves a pesar de haber avanzado tanto. Eran guerreros, se podía notar que habían luchado porque en los alrededores, entre las bases de los árboles, estaban apilados múltiples cuerpos de guardianes del Paraíso, una serpiente de Heroclades y máquinas de Miján descuartizadas. Esos indicios definitivamente los hacían ver peligrosos.

La violencia en el combate de los colosos contra los gigantes se apaciguó un poco. Aun así, los pequeños con cautela detuvieron su avance. Dante, cual avivado cazador, observó al objetivo que prometía interponerse en el camino. No tenía la necesidad de luchar o tomar riesgos innecesarios, podía perfectamente seguir los consejos que su madre le había dado, pero estaba embriagado de violencia y dada la reducción del movimiento de los mayores, sentía que se le terminaba el tiempo para escapar.

Rey, por otro lado, estaba consciente que los mayores del clan se habían percatado de la situación al mismo tiempo que luchaban. Ellos nunca habían dejado de mantener la vigilancia sobre sus hijos. La pregunta, para el pequeño sin apellido, era ¿por qué no interfieren? Jhades, como quien no quería ser escuchado por el enemigo, dijo:

—No nos harán daño si no los enfrentamos. Marchemos en dirección opuesta a este, claro. Regresemos con el Gran Mago Sabio… —Mirando en dirección a Dante—. Si no es así, el cazador podría terminar cazado —advirtió con el propósito de cambiar las intenciones de su hermano.

En ese preciso momento, sobre las copas de los altos árboles, varias decenas de agresores saltaron encima de los dos pequeños más adelantados con la intención de que no escaparan. Armados con espadas y cuchillos, los agresores esperaron cumplir con su objetivo. Matar a cualquier habitante del Paraíso por pura malicia. En sus miradas, ellos tenían odio, no muertos que habían dejado la vida; parecían sentir envidia por la buena vida de los pequeños y todos los que disfrutaban de vivir en el círculo bajo los nueve cielos.

Demasiado tarde para escapar, Jhades y Dante gritaron con todas sus fuerzas al dirigir sus armas contra los enemigos. Gritos de dos pequeños que fueron devorados por el rugir de cincuenta no muertos cuyos cuerpos eran recubiertos por vestigios de prendas diferentes. Los tres sujetos del claro enfocaron la atención ante la conmoción provocada por los Gouls.