Stagnation

Chapter 12
Condiciones


El puño que volvió a tener la constitución, carne, sangre y huesos humanos en tres tercios, chocó contra la barrera amarilla divina que recubría a Rey, en vez de impactar contra el usuario original. Tras sentir como sus huesos se rompían y su carne se evaporaba, luego del contacto contra la barrera divina, Gilgamesh retrocedió en dirección al suelo y mostró asombro en su rostro. 

   Como la espada que le atravesaba era parte de ‘Shamash’, esta también desapareció cuando Rey canceló las palabras mágicas que invocaban fuerza y maravillas grado dios. Después de caer en el aire y antes de perder la conciencia, el corazón del joven se regeneró lo suficiente como para seguir andando. La barrera defensiva que le cubría desapareció, tan pronto Gilgamesh se alejó lo suficiente.

  —¡Shamash!, ¡Shamash! —anunció el soberano de los humanos sin tener éxito—, Marduk… ¡An! 

  Con la última palabra, la tan gloriosa barrera dorada apareció cubriéndole, cosa que le dio la suficiente confianza como para volver a atacar a su oponente. 

  —De-An —dijo Rey, luego de hacer que la barrera de Gilgamesh desapareciera, lo que le permitió efectuar un golpe con su puño cerrado. 

  La fuerza del golpe generado por Rey fue tan violenta que, por primera vez, logró que el cuerpo de Gilgamesh fuera expulsado hacia atrás.    

    Maravillado por la sensación que experimentaba al haber perdido tres de sus mejores poderes, el dios de los humanos recuperó el control de su cuerpo, lo suficientemente rápido, como para poner la punta de los pies en la pared contra la cual iba a impactar y amortiguar completamente el golpe, lo que evitó que se estrellara de espaldas o recibiera daños.

  —La verdadera pelea comienza ahora —agregó Rey, de pie, en medio de la arena. Luego pensó: «Tengo que presionarlo con tal de debilitar sus protecciones para poder decodificarlas. Las tres últimas no son de ataque, sino que son defensas permanentes. No creo que le escuché mencionar sus nombres».  

  «Utilizó y después desactivo mi ‘An’, como hizo con las otras tres bendiciones de ataque» pensó Gilgamesh. «Magnífico, en la peor de las circunstancias te las arreglas para sorprenderme. Aún me queda la protección de ‘Nana’, ‘Istar’ y ‘Enlil’. No tengo que tener la inteligencia de ‘Enki’ para reconocer que no puede usar mis poderes a no ser que esté cerca de él. Algo me dice que siempre y cuando él desconozca los nombres no podrá usar mis poderes o desactivarlos, pero no se siente bien esta sensación. La intuición me grita que es una pelea de tiempo y él tiene otras maneras de desactivar mi inmortalidad. Tal vez deba dejar de ser ciego y aceptarle». 

   Ante los ojos de Gilgamesh, Rey cortó las palmas de sus manos con el filo de las hojas del antebrazo que hizo aparecer. Esto agravó el desangramiento, por la presión de sus dedos contra las heridas, tras lo cual, dejó caer un gran chorro de líquido encima de sus armas. 

  Gilgamesh se preparaba para ser atacado cuando notó que algo raro estaba sucediendo. Las armas que su oponente había desaparecido al principio del combate, ahora se mostraban nuevamente y tras ser bañadas de sangre, comenzaron a emitir un brillo sin igual.  

   «Esas armas están diseñadas para la defensa», pensó Gilgamesh.  «Que ahora, después de comenzada la pelea, decida atacarme con ellas, es algo de lo que en verdad debería cuidarme». Después gritó: —¡Acaso las ansias de ganar te ciegan y en verdad quieres matarme!

 Rey escuchó la exclamación de su oponente, lo que le hizo responder:

  —Quiero ganar y esta es la parte en la que lucho con todo mi poder. Es tiempo de ver qué tan flexible es tu inmoralidad.

«Guerreros como este joven, digno de ser mi estimado amigo, se pueden mantener vivos, dado que tienen una capacidad de no desestimar a sus oponentes» pensó Gilgamesh, quien en la dureza de la circunstancia se topaba con momentos convenientes y casualmente, dignos de mucha suerte, como para mantenerse vivo e incluso tener la situación bajo control, aunque había dejado de contar las rondas. «Desde un principio, él sabía que estaba en mi mundo y me había hecho su presa… no me ignoró, pero tampoco fue a buscarme para enfrentarme. Tan solo esperó hasta que yo lo acorralara. Con cuidado, ha estado observándome, busca mis puntos débiles y cuando finalmente tiene el conocimiento, ataca con la intención de matar. Pero claro, defenderse siempre es más fácil que vencer, después de todo, tanto tú como yo somos iguales. Dos héroes que luchan épicamente». 

  Gilgamesh no notó una sombra que se hizo presente a su lado. Por reflejo, se movió justo al lugar correcto en el que no sería interceptado por el filo de las armas de su enemigo, algo que le hizo retroceder y moverse, con tal de valerse de uno de los escudos y una espada arrojada en la arena, para poder bloquear y contraatacar. 

   «No puedo sentir bien las vibraciones que tienen sus núcleos de poder. Mis propios chacras se bloquean aún más y mi energía está siendo drenada con mucha más fuerza de lo normal» pensó Rey, mientras caía al suelo y seguía tratando de mantener la misma ferocidad que había demostrado tener en un principio, algo que provocó una inconfundible sonrisa de alivio en su oponente.

  Sin tener que ser consciente de su alrededor, Gilgamesh se movía y tan pronto como estiraba su mano, convenientemente, había una espada o un arma capaz de defenderlo del siguiente ataque. Incluso, las piedras que caían del techo iban a parar en la cabeza del ‘caído del cielo’, sin mencionar que algún humano hacía acto de presencia y trataba de disparar sus armas en dirección al joven. Retomando la ventaja, Gilgamesh se dispuso a lanzar golpes, patadas y puñetazos, mientras se dirigía, en silencio, al cuerpo del joven de ojos blancos entrecerrados. 

  De a poco, la sangre que comenzaba a dispersarse en el aire, pertenecía al cuerpo de Rey. El filo de la espada se convierte en cruel verdugo para la piel bestializada, a pesar de haber sido tan resistente en los primeros golpes. Claro, los lugares en los que la espada de Gilgamesh daba, ya estaban a punto de ceder por daños anteriores.    

  Con la intención de estabilizar la balanza, Rey retrocedió su postura y comenzó a esquivar los ataques de su oponente, sin prestar atención a lo que podía suceder a su alrededor. Enfocado en el comportamiento de Gilgamesh, Rey pudo interpretar que para este individuo, ser un héroe significaba tener la oportunidad de proteger y vencer.  Siempre que se protegiera, vencería al final del combate.

   Gilgamesh también saltó con la intención de retomar el aire y evaluar las cortaduras superficiales que había recibido. Estaba en un estado en el que podía ignorar el dolor y aunque sus movimientos de combate ni siquiera podrían entrar al primer rango de clasificación de las artes marciales de espada, ganaba la pelea contra alguien de rango avanzado. Sin embargo, ese no era suficiente motivo como para descuidarse y dejar de ser precavido.

  El soberano de los humanos comenzaba a verse preocupado a pesar de estar ganando, ya que la pelea se alargaba más y más. 

 «Aunque estoy luchando contra un hechicero, existen razones por las cuales él aún no ha realizado el mismo movimiento que pulverizó a los subyugadores en la arena y si pierdo mi suerte, esas condiciones se podrán hacer presentes. Además, los hechiceros son notorios por ser malos perdedores, antes de morir me podría maldecir con alguna magia maligna y vengativa. Estoy lejos de ganar con facilidad, así como pensé hacer desde un principio. Si rehúsa mi amistad, en el momento en el que le venza, tendré que matarle y la única manera es desapareciendo su cabeza, pero no creo tener que llegar a tanto, porque después de todo, él será mi amigo».

  En el corto respiro que tuvo, Rey pudo limpiar momentáneamente sus chacras y clamar —“Impacto del rayo”. 

  Tras sacar sus conclusiones, Rey creó una ilusión de sí mismo, lo que le permitió retroceder y agacharse en el suelo, fuera de la vista de su oponente. Luego de decidirse a sobrepasar, aún más, los límites de su cuerpo, con tal de seguir presionando la suerte de su oponente, Rey dio prioridad a la movilidad y fuerza de sus músculos, para lograr aumentar en gran medida su velocidad y rodear el campo, con tal de escapar de la visión del enemigo, para aparecer detrás de él.   

  Gilgamesh notó que su oponente efectuaba un clamado, lo que lo hizo moverse de lugar, con tal de no ser un blanco fácil. 

   Destellante como una centella y tan rápido como la luz, el rayo eléctrico se hizo presente ante la voz y las manos de la copia del joven híbrido. La luz cegadora de la electricidad no impactó a Gilgamesh, ya que los rayos no siempre salen rectos como una bala, a menos que tengan un objetivo de carga opuesta al cual golpear apropiadamente. Pero la suerte no tenía mucho margen cuando los eventos estaban bien calculados. El cuerpo original de Rey estaba justo detrás de Gilgamesh, tan cerca que posó la palma de su mano en la espalda de su oponente. 

  Gilgamesh ni siquiera tuvo tiempo de mirar atrás, cuando un relámpago le pasó de largo hasta conectar específicamente con el joven híbrido, quien mediante la conductividad de su cuerpo le regresó e hizo atravesar de lado a lado. El campeón de peleas invictas de la humanidad, miró hacia abajo, siendo testigo de cómo había terminado su pecho y estómago, abarrotado de llamas que aún consumían la carne carbonizada de su piel.

   Aunque la suerte, la casualidad y las posibilidades no fueron bien aceptadas por los cálculos, el corazón de Gilgamesh siguió latiendo, mientras que el de Rey latió muy rápido, como nunca antes lo sintió. 

Gilgamesh perdió el control de sus piernas, cayó al suelo de rodillas y con la boca abierta. Sintió como el dolor recorría cada pequeña célula de su interior. Por su parte, el caído del cielo también tomó distancia. 

  —El resultado de esta batalla no tiene que terminar en la muerte de uno de nosotros … mi estimado amigo —dijo Gilgamesh, quien luego mostró una amplia sonrisa—. Eres digno y perfecto por ser quién eres para mí, así como para cumplir el propósito por el cual se te mandó. Tal vez me he dado cuenta un poco tarde que no puedo vencerte sin tener que matarte, pero, espero no le prestes atención a riñas sin importancia como esta. Únete a mí. ¡Sé mi aliado y conquistaremos el universo juntos!

  Rey percibió el tiempo con lentitud, decidió respirar bien hondo por su nariz y dejar salir todo el aire por la boca, pero como si estuviera soplando por un pequeño orificio, con la intención de poner en práctica maniobras de tipo vagal para desacelerar los latidos de su corazón. Aun así, su corazón no era el único que había sufrido: «La carne de mi mano izquierda está calcinada, tanto que ni siquiera puedo sentirla, por lo cual, será mejor arrancarla para poder generar más. Por otro lado, ¿Me llamó amigo?» 

  —¿Supongo que esa alianza tiene condiciones? —preguntó Rey, en voz alta. 

   —No son condiciones…—dijo Gilgamesh—. Como verás, para que un árbol crezca grande, espléndido y magnífico como ningún otro, tiene que rodearse de un ambiente apropiado. La muerte de esos humanos no fue más que mi manera de decirte algo. Yo sé que lo entiendes, en el camino del éxito, los débiles tan solo te retrasarán, te harán sentir culpable y se convertirán en una carga de la cual te tendrás que despojar. Deja que, como tu amigo que soy, resuelva tu problema, así como resolviste el mío. 

   Intentando recuperar el aliento y entender las palabras de su oponente, Rey cayó en la conclusión del asunto, justo cuando fue capaz de percibir como sus hermanos, las dos chicas y Lía, aparecieron por la misma puerta que él había salido. 

   —¡¿Qué hacen aquí?! — preguntó Rey, sin poder esconder su alteración y enojo, pues la última vez que sus hermanos le habían asistido en un enfrentamiento, las cosas no salieron como las tenía planeadas.

   —Siguiéndole a ella—respondió Dante, tras mirar a Gilgamesh con ojos desafiantes.

  Para Rey fue evidente que Lía era capaz de arriesgar su vida sin pensarlo dos veces, tal vez por eso salió corriendo con la intención de asistirle. Mientras que sus hermanos estaban seguros que podían ganar la pelea contra un enemigo debilitado. 

  La doctora, al tanto de todo lo que había avanzado la enfermedad de su paciente y amado, corrió en dirección al chico por el que tanto se preocupaba, tan rápido como pudo. Abrazó a Rey y justo antes de besarlo, con el filo de uno de sus colmillos, cortó su lengua haciéndola sangrar, con tal de dar ese líquido a su amado, mientras recibía el placer que le había prometido el reencuentro.

  «En medio de una pelea, ¿qué haces?»  se preguntó Rey, tras lo cual entendió que Román ni Heliúk estaban ahí.  «Tiene sentido, estoy al borde de la muerte, aún tengo el agujero en mi pecho, un brazo quemado y varios huesos rotos… ellos no tienen manera de saber que el combate puede continuar, que ese no fue el golpe final». 

   Por unos segundos, tal vez motivado a que los latidos de su corazón regresaban a la normalidad, Rey pareció como si su cuerpo perdiera el control, aunque sintió la conmoción y ni siquiera pudo abrir sus ojos para pestañear con ellos. Que él regresara a su subconsciente en medio de una batalla, no era usual. Alzó la mirada a donde estaba la llama de la voluntad y tras apretar sus dientes, encendió su poder con furia. Tenía que regresar al control de su cuerpo, ser capaz de imponerse a la situación, mucho más cuando Gilgamesh le había hecho una propuesta, que definitivamente, su honor no aceptaría. 

   —Quien no dice nada, con el silencio botarga —dijo Gilgamesh, luego de levantarse del suelo.

 Rey movió los dedos de su mano, de a poco recuperó la movilidad e hizo que su cuerpo respondiera a las intenciones de su corazón encendido. Apenas enfocó su visión lo suficiente para reconocer el rostro de la vampira, escuchó como ella emitía un gemido, al mismo tiempo que se estremecía.

  La boca de Lía fue invadida por mucha más sangre. Las respiraciones fueron saqueadas por la ausencia. Solo un adolorido gemido fue silenciado por la decisión de la chica. 

  “Me prometiste que no te importaría que fuera egoísta…” fueron las palabras plasmadas en los ojos azules de la vampira, dispuesta a mostrar su amor y morir amando. 

   Con el pasar de los segundos, el ‘caído del cielo’ se hacía más consciente de la situación, tal vez, gracias a la sangre que consumía, que por su condición de vampiro le estaba devolviendo parte de toda la energía que había perdido en el combate. Junto con la energía, regresaba a la vida, a tener fuerza en sus músculos, sanar los huesos rotos y  la carne ausente. Los sentidos percibieron los sonidos y sensaciones que reinaban en el ambiente, como los disparos por parte de Jhades, sablazos y gritos frenéticos de Dante, el olor a más sangre familiar, por último, se percibía la energía de la muerte, que se imponía ante todos. 

   El dueño de los ojos blancos empezó a temblar, ya que su visión del mundo había regresado a la normalidad. Después se fue separando lentamente de aquella persona que ya no le abrazaba con fuerzas y pudo ver la mirada sin brillo de la vampira. Luego vinieron más disparos, gritos, sangre y energía. Tras negarse una y otra vez, Rey buscó sostener con desespero el cuerpo pusilánime que caía en sus brazos. Sus manos estaban temblorosas, con una humedad que impregnaba las prendas de su amada y se propagaba como un indetenible cauce, mientras sostenía el cuerpo de la vampira. 

  ¿Qué sentido tenía no seguir asumiendo la situación? Otra vida se había perdido.  

  —¡Aww! —gritó el joven, quien literalmente fue devuelto a la vida, tras rasgar sus cuerdas vocales. 

  Rey acomodo lentamente el cuerpo de su amada en suelo, tras lo cual, una piedra le golpeó en la cabeza. Aunque el golpe desencadenó en un cauce de sangre provocado por una nueva herida abierta, no fue suficiente para hacer que disuadiera su atención. 

  Enfocado en no perder a su amada, Rey desgarró las venas en su muñeca para dejar caer sangre en la boca de la doctora, que tanto le había ayudado y guiado en su momento. La misma que había prometido y jurado proteger de forma arrogante, cuando el nombre del soberano del planeta le había sido mencionado.

  La pelea entre los dos hermanos y Gilgamesh, se había convertido una masacre por parte del soberano. Jhades, a duras penas, podía seguir aguantando la velocidad y fuerza del sujeto de figura arrogante y se encontraba incómodo por el comportamiento tan irresponsable de su hermano, quien tenía las defensas bajas.  

Luego de moverse de un lado a otro con apurados movimientos y tras disparar repetidas ráfagas de balas entre la oscuridad que había creado, el vampiro le reclamaba a Rey, con la finalidad que entrara en razón y se levantara a pelear, pues aquello que había sucedido no tenía más solución. Dante trataba de levantarse del suelo, pero no podía hacer más que arrastrarse con sus manos, porque tenía la columna partida en dos. Mientras que Gilgamesh no le prestaba atención, el licántropo transformaba su cuerpo y lo des-transformaba una y otra vez, con tal de acomodar las vértebras de su espalda y recuperar la sensación de movilidad.

   —Todo va a estar bien… —dijo Rey con voz baja, mientras trataba de no revivir escenas del pasado— Escúchame Lía, no dejes de mirarme. Bebe de mi sangre, hará que tus heridas se recuperen. Eres vampira, contigo esto funciona ¿no? 

  El joven presionaba con fuerza sus dientes hasta hacerlos rechinar, pues no pudo decir nada más. Las lágrimas que sin control se escapaban de los dos ojos blancos adornados por un pentagrama infinito en el interior, exponían a la perfección los sentimientos de dolor, tristeza e impotencia.

   Lía levantó su mano, frotó la cara de Rey, le secó gran parte de las lágrimas y entre débiles palabras, agregó:  

 —Me alegra haber llegado a tiempo, pero con esto no me interpondré más en tu camino. No malgastes tu sangre, en este punto, no soy capaz de hacer lo que haces. Mi padre era alguien justo, al que siempre admiré y recuerdo por cuidar de mí. Ya ha pasado tanto tiempo que ni siquiera recuerdo su rostro, su voz, pero sí recuerdo su olor…

  —No hables, por favor —sugirió el chico, al tiempo que se hacía consciente, una vez más, que su poder y fuerzas ponían en peligro a quienes estaban a su alrededor. 

  —Mi padre olía como tú —continuó la vampira, en agonía. —Eres como él. Tal vez por eso mi cuerpo te eligió y mi egoísmo se hizo tan fuerte. Mi intención fue hacer que me amaras, que te enamoraras perdidamente de mí… con tal de llegar a este momento de entregar mi vida por ti, ante tus ojos. 

   —Solo bebe mi sangre, no hables, por favor. Te estás rompiendo aún más… — interrumpió Rey nuevamente.

   —Esto no lo sabe nadie, pero mi madre no tenía el mismo olor que yo. En parte, también soy una hija no deseada. Eso me hacía perfecta para estar contigo. Hubiera querido ser tu compañera en la vida y verte crecer, envejecer y morir a tu lado. Lástima que ocurrió este precipitado final en el que te tengo que dejar, pero no creas que me estoy rindiendo. Te pido que no desperdicies mi muerte. Devora mi cuerpo, mastica mis huesos y toma de mi sangre, para que te conviertas en el guerrero que se hará victorioso en esta batalla. Olvida mi orden egoísta de no matar y conviértete en el más grande. Mata a Gilgamesh, a todos los que le siguen o se interpongan en tu camino, no permitas que quienes han vivido del nombre de nosotros dejen de morir y consigue que ardan en las calderas de mil infiernos. Usa cualquier medio a tu alcance, otórgale un eclipse digno a esta luna que muchos llaman sol. 

  Junto al último aliento de la adolorida muchacha, también se marchó la vida de aquellos ojos azules.

   —¿Te preguntarás siempre si habrás tomado la mejor decisión? ¡Oh, Amigo de mi alma! —vociferó Gilgamesh, mientras le arrancaba el corazón a Jhades—. Creerás que les estás traicionando, pero no es así. Ellos te traicionaron al no poder sobrevivir y entregarse a la muerte antes que tú. Muestra tu lealtad ante alguien que nunca te va a dejar. Quédate aquí y únete a mí, para hacer que esta luna brille más que nunca. 

  Rey escuchó la voz de Gilgamesh tan clara y alta como las últimas palabras de la vampira. La llama en su el interior se estaba reduciendo considerablemente, así como la luz de vida que había iluminado las expresiones en el rostro de su amada.

   —¿Lía? ¿me escuchas? —preguntó Rey, tras ignorar a Gilgamesh.  — No, no dejes de hablar, sigo aquí. Te prometí que todo estaría bien. ¡Lía! No puedes morir y dejarme con todos estos sentimientos que tengo por ti. 

  El caos del mundo fue silenciado por los sentidos del joven, quien tan solo enfocaba su atención en el cuerpo que tenía enfrente. Tras revivir las memorias del pasado, la vampira no estaba del todo equivocada. Si su deseo era ser devorada, tal vez podría devolverla a la vida en el futuro, al practicar sus habilidades necrománticas, que había tenido que utilizar, porque White le había hecho entender que no era necesario desperdiciar el sacrificio de un ser noble. Pero ese no era el caso, Lía no era noble, ya que deseaba la muerte de cientos de miles de humanos.

  —¿Por qué? ¿Por qué no puedo, aunque quiera? Cuando te tengo entre mis manos, me acerco a tu cuerpo, aprieto la carne de tu delicado rostro contra mi boca, solo deseo arreglarte y quiero devolverte a la vida. 

  —Deseo tener el aroma de tu cuello impregnado en mi nariz…

 —Quiero poseer parte de tu carne y sangre en mi estómago, siento que tengo que hacer algo para no seguir alejándome de ti, así como siento que quiero vencer a ese infeliz.

 —Aunque te tenga en mi interior, me está matando esta distancia infernal que, por más que me esfuerzo, no logro entender. Quiero arreglarte mucho más, pero también me siento culpable por no poder regresar el tiempo atrás. No teníamos que llegar a esto. Quiero encontrar la manera de tocar verdaderamente tu cuerpo. ¡No me abandones así, Lía! ¿Qué tengo que hacer para regresar tu mirada a la normalidad? Tu mirada es la responsable. Esos ojos son los que ponen la distancia entre nosotros, esos ojos que parecen no estar mirando más a este mundo… Lía, regresa conmigo, por favor, te lo pido. 

Rey tragó el último bocado, lo que produjo que dentro del micromundo, las puertas de la nada que estaban ubicadas en el interior del joven se abrieran poco a poco, mientras que el anfitrión, conocido como Ranger, danzaba de un lado a otro con felicidad.

Por otro lado, White se retorcía en el suelo, estaba impactada, ya que sentía los mismos sufrimientos y pesares del joven al que servía. Comenzó a acelerar su respiración y a ser consciente de todo lo que su compañero podía ser capaz de sufrir cuando perdía a alguien tan allegado, que le había domesticado. 

  —¿Por qué estás tan contento? —preguntó el Ligre al anfitrión allí presente, irritado por la felicidad ajena y con ánimos de buscar pelea.  

  Ranger tan estaba maravillado que no logró ocultarlo. —Culpabilidad, arrepentimiento, deber y obligación son emociones muy conflictivas, sin contar que Rey acababa de perder un motivo para seguir viviendo y luchando. —Con un suave y relajado tono de voz, le explicó al Ligre: — Las emociones son potentes factores que determinan la existencia de alguien en la vida. Tu conexión con la realidad se acaba de restaurar, ¿acaso no quieres salir?

Tras escuchar las palabras del anfitrión, White salió impaciente del interior de Rey y mostró su verdadera forma al exterior, lo que causó impacto La situación se encontraba bastante tensa, pues el compañero de Rey se había convertido en una enorme y aterradora bestia. 

  Rey estaba sobre cuatro patas, tenía un pelaje negro de rayas blancas, su cabeza seguía agachada y apoyaba su hocico sobre la mancha de sangre resultante del cuerpo de la vampira. White reconoció a su padre, a su tan preciado compañero y salvador, pero no pudo decir nada, pues la bestia que observaba era casi tres veces más grande que su tamaño y tenía características humanas que lucían deformadas y grotescas. 

Rey mostraba extremidades de bestia incendiadas por llamas negras, piel de color violeta oscuro entre los pelajes gruesos que le recubrían y ojos blancos afilados luminosos. Los colmillos le llegaban hasta la quijada si dejaba la boca abierta. Tenía garras de hombre lobo que incrementaban su tamaño y emanaba una energía fría y tétrica. 

   Ante la transformación de Rey, se activó uno de los tantos hechizos condicionados que tenía en su cuerpo, lo que hizo que los habitantes del planeta pudieran escuchar su voz enfurecida. —. Seas inocente o culpable, haz lo que sea necesario para salvarte. Entre mi enemigo y yo, el cielo y la tierra de esta luna que llaman sol… existirá tormenta, destrucción, devastación y muerte. 

  De pronto, Rey dejó de hablar para vomitar un corazón aún palpitante que su sistema digestivo no pudo consumir.  

  Con una sonrisa despreocupada, el individuo de ojos cerrados conocido como Ranger, apareció ante el tiempo detenido que percibía Rey, con la intención de hablarle de forma urgente:  

  —Eso que ves es su corazón. Sí, el corazón de Lía aún vivía cuando murió entre tus manos. Si buscas una forma de hacer que tu cuerpo te acepte, no todo estará terminado. —Con manos temblorosas, Rey trató de sostener el órgano, pero no pudo hacerlo, por miedo a transformarlo, ya que se había transformado en una bestia diseñada para hacer daño. —Rey ¿por qué el corazón de un vampiro no fue tolerado por tu cuerpo que comparte las mismas características? —preguntó Ranger—. Tu cuerpo lo detecta como un organismo invasivo. Sí, los vampiros tienen un instinto muy grande de supervivencia. No todos tienen este conocimiento de cómo matar efectivamente a los descendientes de Lilith, el primer espíritu primordial de aire frío. Aunque cortes sus cabezas, sean desmembrados, quemados o enterrados, no morirán, si sus corazones no son destruidos. 

  —Di lo que sea necesario… —demandó Rey, entre dientes, puesto que no tenía mucho tiempo.

 —Una vez se paraliza de forma total el funcionamiento de sus órganos y cerebro, los vampiros preservan sus corazones para salvarse a sí mismos. En otras palabras, mientras el corazón de esta especie esté intacto, pueden renacer. En los tiempos en los que viví, se escucharon muchas historias y leyendas de personas que comieron corazones, que se encontraban bajo la tierra, rodeados por huesos y dejaron de ser quienes eran. Toma ese corazón e introdúcelo en tu cuerpo de alguna manera, solo así este órgano se volverá un parásito sin ser rechazado por tu organismo y permitirá que ella nazca nuevamente. 

  «¿Eso viene con consecuencias?» Era la pregunta qué Rey quería hacer, pero no podía olvidar que estaba en una batalla y dejar de tomar riesgos no era parte de ganar. Además, el anfitrión que se hacía llamar Ranger le había dado información fiable, hasta el momento. Sin mencionar que quería salvar a Lía por los medios que fuese posible.

    Rey apagó las llamas de su mano derecha, tomó el órgano de la manera más delicada en la cual sus garras pudieron hacerlo. 

  Ante la presencia de Ranger, la sangre ajena hizo reaccionar al órgano, de manera que las venas actuaron como si fueran tentáculos que tenían el único propósito de succionar el líquido de la mano que le agarraba.

  Gilgamesh se sentía decepcionado por escuchar la advertencia de guerra, tras ver cómo su oponente hacía una transformación que prometía traer terror y calamidades al lugar. Luego de intentar eliminar las vidas de quienes habían interferido en el combate, el campeón de peleas invictas de la humanidad, sentía que debía apresurarse, con tal de dar el golpe final a su amigo del alma, quien tomaba un mal camino. 

  Tras dejar a Jhades apenas con vida, el soberano de los humanos posicionó su puño que se asemejaba a la guillotina de un verdugo y se acercó lo suficiente como para eliminar de un golpe al joven agachado, que estaba distraído y le prestaba más atención a un corazón que a la pelea.

   La sonrisa ansiosa en el rostro del anfitrión fue borrada, cuando escucho a Rey abrir la boca y alinear sus chacras. Con el despliegue de energía, la presencia se desvaneció y Gilgamesh se vio obligado a chocar con una fuerza nunca antes vista.          

    —“Antiguos, Antiblicos” —clamó el joven, mientras veía el órgano intranquilo en su mano. —¡Con fuerte y decidida voz los conjuro! 

   En el presente y en primera línea, aparecieron los doce señores elementales, encargados de controlar los elementos como pilares primordiales de todo, dentro del mundo de los clamados en el libro creado por la diosa Atenas. 

   Detrás de los doce gigantescos guerreros, había innumerables criaturas que habían empequeñecido su tamaño, con tal de caber en un lugar casi tan reducido como lo era la más pequeña de las entidades invocadas en su tamaño natural. Detrás de todos, envolviéndolos, estaba una gigantesca serpiente con características dragónicas, tan grande, que había alcanzado a morderse la cola. La serpiente fue levantada por los doce señores elementales y las demás criaturas presentes, lo que significaba que las leyes naturales del universo estaban siendo alteradas.   

  Luego de romper la barrera de lo posible y lo imposible, por un limitado periodo de tiempo, Rey alzó su voz: 

   — Me dirijo a ustedes— dijo el joven, refiriéndose a las numerosas presencias existentes en el libro ‘Santuario de Atenas’, quienes estaban interesadas en escucharlo. — Junto a mi presencia la exijo a ella y en su presencia doy a conocer la angustia que me deja su ausencia. En estos momentos me encuentro impotente ante la muerte. Frente a mis ojos, mente, corazón y alma, la declaró inocente. Clamo sus poderes,  para que impregnen a este órgano, con el fin que pueda ser refugio y forme parte de mi cuerpo, hasta que se recupere por completo. Solo así será sangre de mi sangre, carne de mi carne. 

  El campeón de peleas invictas y soberano de los humanos, hizo todo lo que pudo, con tal de destruir lo que tenía enfrente. Se sentía invencible, siempre que pudiera demostrar su poder. Por otro lado, estaba un tanto liberado, porque la medición del hechicero que tenía como oponente no estaba a su nombre ni dedicada a él, que era algo que tanto le había preocupado desde un principio. 

  Dentro de la cúpula, el silencio se hizo presente y el ambiente mucho más pesado. Se escucharon palabras que solo fue capaz de oir Rey, quien fue el que hizo el clamado.  

   —Eres un enfermo, ya que en medio de un combate y con el corazón de un vampiro, te atreves a clamar a todos y cada uno de los miembros de un libro que ni siquiera creaste. Vaya acto de insolencia, arrogancia y soberbia por parte de un hechicero. ¡¿Y todo por amor?! —gritó una voz robusta y fuerte, perteneciente al señor del fuego, un gigante que hacía de sol en donde que se posicionara y representaba a quienes callaban, exceptuando a los dragones, porque esos tenían que ser retenidos por los demás para que se mantuvieran quietos—. Te vamos a apoyar, no porque sea difícil, sino porque todos vamos a querer algo a cambio. 

  Rey afirmó con su cabeza.

 —El órgano que tienes en tus manos se alimentará de tantas energías que le será imposible identificar la tuya, eso lo formará y desarrollará hasta que decida renacer —aseguró el señor del fuego. —Lo que queremos a cambio, además de tu energía y fuerza vital, tan solo podrá ser pagado con una ofrenda que satisfaga las necesidades de los presentes. Aquel que quede inconforme será tu maldición. El tiempo no será mucho, pero sí suficiente para que pienses lo que vas a ofrecernos. 

   Ranger maldijo y tildó la ocasión como un gasto innecesario de recursos, pero tan solo pudo ser testigo de cómo el órgano palpitante fue invadido por más de mil colores y energías diferentes que creaban letras y figuras que significaban algo. Con esto el corazón calmó su sed e intranquilidad y Rey, sin agachar la mirada ni mostrar arrepentimiento, introdujo el órgano en su interior, tras abrir una herida con su mano en el oblicuo derecho de su cavidad abdominal.    

  En un lugar compuesto solo por el metal de cuerpos muertos, existía un tablero con tres colores. Esta mesa era la representación de lo que existía debajo de ese mundo y era cuidadosamente estudiado por una criatura con sangre de fuego. El extraño ser destellante, que carecía de rostro, dedos, extremidades o siluetas de cuerpos visibles, se paró sobre una gigantesca plataforma conformada por más cuadros. 

 Con la misma voz que tenía Lía, la extraña criatura habló en un idioma totalmente diferente, aunque su voz era cálida y tenue. Al mismo tiempo, procedió a levantar una ficha que presentaba los mismos rasgos de Rey. —Siento tu voz diferente… ¿Acaso será la voz de tu corazón? Sí, esa es la que habla. Nunca te había sentido hablar de esa forma. Andas junto a ella… ¡Sigh-ains! El sistema no encuentra anomalías en tu composición, aunque sigue buscando de manera incansable y trabajando más de lo que debe. Después de todo, te estás volviendo más interesante. Me temo que tendré que seguirte de cerca… espero que seas capaz de escucharme.  

Tan pronto la entidad terminó de hablarse a sí misma, regresó la ficha a su lugar de origen y luego vio cómo otras fichas notorias se hacen presentes.

   Gilgamesh, quien recientemente había sido repelido por una fuerza abrumadora, mantuvo los ojos bien abiertos, con la intención de no ser tomado por sorpresa ante algún ataque inesperado. Sintió la inconformidad que comenzaba a invadir sus movimientos, ya que, ante las cámaras, no había sido capaz de demostrar su fuerza y que rompiera de un puñetazo lo que se había creado frente a él. La incertidumbre sobre lo que estaba sucediendo con su amigo del alma, era frustrante. No podía negar que si las innumerables criaturas que aparecieron maldijeran a su imperio o a él, todo estaría perdido y la luna entera sería engullida por una jauría de atrocidades hambrientas, con sed de destrucción y cuyo propósito de existir era traer el fin de los tiempos, hasta que no quedaran rastros de alguna existencia. 

  Apenas llegó el momento, se disiparon en el ambiente las energías poderosas de invocaciones dignas de temer, tras lo cual, Gilgamesh tragó en seco, para luego tocarse el cuerpo con su mano derecha, mientras miraba hacia los lados, con los ojos bien abiertos. El soberano de los humanos se dio cuenta que no estaban malditos ni su imperio ni él, pero tampoco su oponente. Recordó ser testigo de cómo el hechicero que le había dado la inmortalidad junto a otras seis bendiciones, pereció frente a sus ojos, producto de una maldición desatada como efecto secundario, cuando intentó darle una octava bendición y no pudo. El momento no era como lo recordaba, tal vez, porque tenía suerte, como la había tenido en el pasado.

  —Entonces, querido amigo: ¿cambiaste de idea? —Preguntó Gilgamesh, con la esperanza de escuchar a su oponente decir que sí—. Debido a que no usaste el hechizo para maldecir o atacar, podría asumir que quieres se mi amigo… 

  El soberano de los humanos levantó la mirada y vio como su amigo del alma se levantaba, aún bestializado, mientras forzaba la cicatrización en el costado de su cuerpo, cerca del corazón. Llegó a la conclusión, que la sacerdotisa del templo de las artes amatorias que le había designado Román, era una vampira. Que Rey había clamado una calamidad y que ahora el corazón de ella no estaba. Para Gilgamesh, Esto significó descubrir que ese sujeto prefería agarrar con uñas y dientes la vida de seres inservibles, antes que apreciar su amistad.

  Las manos que una vez se mostraron receptivas, ahora estaban inspirando rechazo. 

  —¡¿Que acaso no entiendes?! ¡Insensato! —grito Gilgamesh.

    Por otro lado, Rey podía sentir lo que era cargar con la maldición impuesta por las criaturas que componen el libro de clamado que le había robado a su maestro. Estaba seguro que cuando la maldición se activara, su vida sucumbiría en un abrir y cerrar de ojos, pero no creía que fuese peligroso, porque la situación estaba bajo su control y también sentía, en su abdomen, los latidos que daba el nuevo órgano, lo que indicaba que Lía ahora vivía dentro de él.  

    Haciendo oídos sordos a lo reclamos de su enemigo, Rey desapareció del lugar en el que estaba. 

  Gilgamesh se mostró más irritado, levantó su guardia y mantuvo especial cuidado en proteger su espalda, pues tenía el presentimiento que su enemigo haría lo que fuera para poder ganar. Para él, proteger su punto ciego era la mejor decisión, ya que le impedía recibir cualquier impacto letal, pero su intuición le falló. 

   Rey apareció justo enfrente de él, le dio un violento puñetazo que impactó de lleno en su rostro, que miraba hacia el lado opuesto. 

  La mandíbula de Gilgamesh se fracturó y se partió en diez partes, mientras que varias muelas y dientes terminaron desencajados. Su colosal cuerpo, semejante al de un toro salvaje, fue expulsado, como si fuera una pelota de goma, cada vez que el joven desaparecía.

   Rey continuaba con la inercia del primer ataque, hacía unas transiciones de movimientos finas y bien desarrolladas, que tan solo alguien que dominaba las artes marciales podía hacer. 

  Tras una serie de golpes que no pudo detener, Gilgamesh impactó contra una de las paredes que componían la arena. «Esto mismo le sucedió a él ¡Estos son mis movimientos en el arte de la lucha!», se dijo, como quien se daba cuenta de algo obvio. En el preciso momento que pudo moverse, decidió cruzar sus brazos para cubrirse del siguiente golpe.

   En efecto, Rey reapareció en el lugar en el que su oponente le esperaba, pero golpeó con mucha más violencia y derroche de energía que lo que Gilgamesh había podido hacer. Tanto así, que si el impacto hubiera sido exitoso, el soberano de los humanos habría perdido su cavidad toráxica, incluyendo costillas, pulmones y corazón. 

  A cambio de sacrificar los huesos de sus brazos, Gilgamesh pudo recibir el golpe y sobrevivir milagrosamente, al costo de atravesar ocho paredes consecutivas. 

    —Tienes una acumulación de victorias vacías y movimientos sin gracia. No puedes mantener la velocidad si vas a golpear —dijo Rey en voz alta, luego de perseguir a su oponente con un lento caminar— Así como tampoco puedes mantener la fuerza, si piensas moverte con rapidez. Para ser un campeón invicto de batallas, te las arreglas muy bien, pero todo ha sido gracias a las tres bendiciones que te quedan activas. Espero que aprendieras cómo se golpea de manera eficiente. Después de todo, no vale de nada copiar el estilo de lucha de alguien, si no se tiene la capacidad de mejorar y refinar los movimientos, al punto de conectar los unos con los otros, de manera refinada.  

Dentro de los calabozos del lugar, Gilgamesh se puso de pie para lanzar un puñetazo contra su oponente. Como quien recién recuperaba el equilibrio de su cuerpo, el sujeto de piel sumeria, lanzó un golpe en el rostro de apariencia grotesca de su oponente, pero Rey se mantuvo de pie, como si nada hubiera sucedido, arrepentido de haber intentado educar a su oponente.  

   —¡¿Tu cuerpo?! —dijo Gilgamesh, con tono amargado, tras entender que la solidez que tocaba no tenía comparación—. En ese último hechizo que hiciste, será que clamaste el poder de todas esas bestias en ti y por esa razón ahora eres tan fuerte y poderoso… que quieres ser mi amigo y deseas rendirte en esta pelea contra mí. ¡Dímelo!

Luego de hacer caso omiso a las palabras de su oponente y a pesar que era más grande, en tan solo un instante, Rey cogió por el cuello a Gilgamesh y le levantó en peso, asfixiándolo con el potente agarre de su mano derecha, la cual levantó bien alto.

Tras lanzar patadas y retorcer su cabeza, Gilgamesh luchaba por respirar, mientras que su rostro se llenaba de expresiones moribundas, difíciles de imaginar en alguien altanero y soberbio. Con el fin de hacer una diferencia en la situación, Gilgamesh decidió enterrar los huesos que le salían de su antebrazo dentro de los ojos afilados que le miraban y juzgaban con tanta confianza.  

   —¿No has pensado en la posibilidad de que, tal vez, tus bendiciones se estén debilitando? —agregó Rey, luego de imponer su rostro ante las manos compuestas por carne y huesos partidos, que pretendían sacarle los ojos, pero no pudieron, por falta de fuerza y agarre.

   —¡Im-po-si-ble! —dijo Gilgamesh, entre sonidos guturales y con la mirada en blanco. 

  Para el soberano de peleas invictas, las palabras del joven bestializado no tenían ningún sentido, ya que sus bendiciones nunca habían perdido fuerza. Al menos, no lo recordaba ni lo había escrito en sus libros de batallas épicas, en el que era el héroe que hacía y deshacía, sin importar quién se le interpusiera en su camino. No obstante, esta era la primera vez que cuatro de sus bendiciones más poderosas eran neutralizadas por un hechicero, que pudo escuchar los nombres de las llaves de acceso al poder que tenía que decir para ser vigoroso, inteligente, ágil y aún más fuerte. 

  —¡Aaah! Ya sé lo que quieres escuchar de mí— anunció Rey, tras inclinarse en dirección a su oponente—. ¿Quién dijo que quería ser tu amigo? ¿Quién te metió semejante estupidez en la cabeza? ¿No ves que somos enemigos?

  «¿Y mi sueño? ¿Ese que mi madre me enseñó, que incluía las estrellas, el cielo y las luces, las piedras y mi amigo» pensó Gilgamesh, quien se negaba a creer lo que se le preguntaba, mientras sentía el dolor característico de tener varillas enterradas en la espalda que se usaban en la construcción de un muro sólido y duradero. 

   Por el movimiento, uno de estos hierros cayó al suelo, dando lugar a un sonido tintineante y al salpicar de la sangre por todas partes. Junto al sonido, las palabras de Rey parecían tener mayor sentido a los oídos del Gilgamesh. «¿Y si en verdad mis poderes mágicos se están debilitando?» pensó. «Después de todo, en el pasado, luego que mi cuerpo atravesara incontables paredes, muros, edificios y columnas, no era razón para terminar de esta manera. Si él no es mi tan esperado amigo del alma y Román no quiso hablar… Ya no se estará haciendo mi voluntad, sino la de alguien más».  

   Sin oxígeno que le llegara apropiadamente al cerebro, Gilgamesh no pudo seguir pensando con claridad y cuando estaba a punto de sufrir una muerte por asfixia, combinada con los efectos de la inmortalidad, la superficie de la luna comenzó a temblar como si se estuviera partiendo en cuatro. 

  El suelo de toda la esfera lunar estaba temblando porque Gilgamesh estaba muriendo y reviviendo. Ante eso, Rey lanzó a volar el cuerpo agonizante por los aires, como si fuera una pelota impulsada por el más poderoso de los bateadores.

   En diagonal, el cuerpo grande y sólido del soberano de los humanos pudo volver a respirar y atravesó otros techos, salió por las gradas del coliseo hasta que terminó impactando en la arena. 

    —“Rey Dragón Asesino” —clamo el vampiro, sin que su voz temblara o enflaqueciera, luego de escupir una gran cantidad de sangre que había acumulado por usar tanto poder y ya no podía seguir reteniendo.

  Junto a la sangre envenenada por radiación que caía al suelo, el rugido y presencia de una bestia que resurgía, hizo que el lugar siguiera temblando, a pesar que ya se habían detenido las convulsiones de la esfera lunar. En medio de la cólera, el animal enfurecido miró por un agujero en el techo y al otro lado encontró un objetivo al cual dirigir su ira. Sin mirar atrás, el dragón rojo encendido abrió sus alas y salió disparado en dirección a Gilgamesh con la boca abierta, dejó escapar todo su aliento de fuego capaz de cubrir el techo, para después bajar por las paredes hasta cubrir todo el estadio, incinerar a los humanos que se encontraban presentes y convertir la arena en cristal. 

  En medio del destructivo evento, tanto Jhades como Dante, se vieron obligados a reaccionar con rapidez, tomar a sus chicas y buscar refugio, antes de ser víctimas de las infernales llamas que cubrían el sitio. 

  —Este lugar está a punto de ser destruido —dijo Jhades, impresionado con la fuerza que demostraba su hermano. Se alegró de saber que Rey había ganado la batalla contra quien le había dejado herido.  

   — ¿Qué hay de los demás prisioneros? —preguntó Daniela preocupada. 

  Jhades se llevó la mano a la cara y en su interior, negó tantas veces como pudo.

  —¿Los demás prisioneros? —respondió Marín, consternada, ante la situación, que se le asemejaba a un efecto dominó. —Debemos rescatarlos antes que queden sepultados entre los escombros.

  Aún adolorido de la paliza recibida por Gilgamesh, Dante se quedó pensativo y tras ver la determinación en el rostro de su compañera, agregó:

   —Puedes guiar el camino. 

  Si existía una oportunidad de limpiar su imagen frente a aquellos que quería, ahí estaba, solo requería que salvara a algunas personas. Para el licántropo, esa hazaña no podía fallar, después de todo, ya lo había hecho una vez y todos le alabaron por semejante proeza.

   Debido al fuego abrasador que le incineraba la piel y volvía a asfixiarle, Gilgamesh gritó con todas sus fuerzas, mientras se cubría el rostro. Invadido por el indescriptible dolor causado por las llamas y siendo presionado contra el techo por el torrente de fuego, el soberano de los humanos no vio más salida que resistir tanto como pudiera o hasta que su oponente cometiera algún descuido.

   Tan pronto la llamarada de fuego cesó, la bestia escamada, invocada en su versión completa, emergió del suelo y apareció entre las gradas, aún más grande e imponente que nunca. Luego de agitar sus alas con furia, la criatura se impulsó como una bala, para golpear a su objetivo con el cuerno que sobresalía de su hocico y herirlo antes que cayera en el suelo. El dragón se apresuró a respirar, debido a que había dejado salir todo lo que tenía adentro y necesitaba de otra bocanada de aire para seguir escupiendo fuego. 

   El impacto que recibió Gilgamesh no fue tan fuerte como para atravesarle el cuerpo, pero la bestia si logró hacerle traspasar el techo del coliseo, a pesar que  estaba creado con una aleación de oro, diamantes y demás materiales preciosos, tan duros, que solo los dioses tenían el poder suficiente para moldearlo.

    En el aire, entre el cielo abarrotado por naves que trataban de escapar hacia el espacio, el primer héroe de la historia, fue devorado por las fauces de un dragón rojo encendido. 

  Con un rugido que anunciaba el fin de los tiempos de paz, la bestia alada emergió al cielo de un orbe dorado, una joya flotante en el espacio. En su opinión, ese tesoro estaba contaminado. Con sus ojos amarillos encendidos, lo segundo que vio eran seres humanos que intentaban escapar o correr por sus vidas. Eran existencias cuya presencia le hacía revivir un pasado lleno de odio, rencor e ira. Con el pecho bien inflado, la criatura rugió retumbando en el lugar y terminó escupiendo otro rayo de fuego por la boca. Enfurecido, en cuanto terminó la segunda bocanada de fuego, volvió a respirar, con tal de disparar por tercera vez su aliento de fuego tan lejos como sus ojos pudieron ver y un cuarto tan cerca como su cuello le permitió bajar. Esto causó la destrucción de un lugar que se veía dorado y lleno de civilización. 

   Explosiones, edificios que se caían a la distancia y personas gritando de terror, no eran suficiente para contentar a la criatura escamada, que tenía como única intención causar la mayor cantidad de destrucción posible, antes de desaparecer. Frustrada por no poder causar más destrucción, la bestia escamada de ojos amarillos desapareció y devolvió a la luna aquello que había tenido en su estómago de lava ardiente. 

  Mientras volaba por los cielos una vez más, se encontró a Gilgamesh, quien terminó con quemaduras que fueron capaces de fundir parte de su piel hasta llegar a los huesos. Además de eso, se quedó viendo, por un efímero momento, cómo el imperio que había creado sucumbía ante las llamas de una bestia clamada, que le había hecho recordar las vívidas imágenes del sueño que tuvo.  

Con el fin de acercarse aún más al fruto de su creación, el soberano de los humanos expulsó sangre por la boca, así como por el agujero de su estómago y terminó con los ojos extraviados. En un último arranque de soberbia, desde el aire, decidió no seguir esperando la oportunidad en la que su oponente volviera a bajar la guardia, por lo que liberó su energía, haciendo que acelerara al máximo el proceso curativo de su cuerpo humano. Tras recomponer la mayoría de sus heridas y huesos rotos, Gilgamesh intentó minimizar el siguiente impacto que le acechaba. Pero, por desgracia, no era la fuerza de gravedad a la que le golpearía, sino a su enemigo recién declarado, de forma oficial.

   Rey estaba decidido en que no dejaría que su oponente llegara a tocar el suelo nuevamente. Con la desaparición del dragón, saltó con todas sus fuerzas, hasta destruir la estructura del suelo bajo sus pies. En su ascenso, el joven bestializado, apuntó con las palmas de sus manos al cuerpo de su oponente y empezó a acumular energía. 

   «Este es mi ataque más fuerte», pensó Rey, mientras sentía la brisa del viento y recordaba su pelea previa contra Yacer. «Falle la última vez que emplee este movimiento, no me puedo permitir volver a errar» 

   —“Paso a la destrucción sin final… primer toque”.

 



Rey De-Heavens

Chapter 12
Muerte y guerra


Rey, quien se había quedado más atrás, no tuvo más opción que dejar de pensar en el comportamiento de los mayores y hacer notar su presencia. Repentinos destellos de luz a su alrededor se lograron ver y, acto seguido, la sacudida de sus puños para limpiar la sangre que cubría las afiladas hojas que sobresalían de sus antebrazos.

Rey pensó mientras veía melladuras en sus hojas afiladas: “He golpeado y cortado el cuerpo de las almas en pena que sufren en los círculos inferiores. También esos que nos encontramos en el camino, pero ninguno de ellos se sintió como estos cuerpos. Son más sólidos, tienen sangre y carne que no se está descomponiendo. Ellos definitivamente son como los mayores. Provenientes del mundo de los vivos… los cazarrecompensas. Por otro lado, parece que estoy condenado a usar estas armas en carácter defensivo, las estocadas impulsadas por los mecanismos de acción, acompañadas por la rapidez de mi mejor movimiento, hacen que se triplique la velocidad, pero con consecuencias para el filo de las hojas”. Mirando las dentaduras y melladuras del filo de sus armas, continuó: “Esta es la razón por la que un arma no se debe obtener tan a la ligera; por ahora debo cuidar de no romperlas”.

Sobre los dos hermanos más adelantados no cayeron cuerpos muertos, siquiera partes desmembradas, solo un gran torrente de sangre acompañado de armas y pedazos de armaduras melladas. Cincuenta personas fueron molidas a trozos en tan solo un abrir y cerrar de ojos.

Jhades, tras toser la sangre de sus enemigos y limpiarse el rostro exclamó una pregunta:

—¡¿Pero qué demonios...?!

El vampiro creyó que debía de haber sido uno de los mayores. Sí, tenía que ser uno de los mayores, pero cuando miro en dirección al hijo no deseado de la familia, no le quedó más opción que tragar en seco. Dante bajó la cabeza, espantado con semejante escena: veía cómo la sangre se escurría como agua entre las raíces de los árboles. Trozo de dedos, orejas, huesos astillados, ojos, y carne era lo único sólido e identificable sobre el suelo. Miembros que captaron la mirada del lobezno que no podía decir nada por el nudo que se le formaba en la garganta. Por otro lado, ¿cómo no se iba a sentir amenazado si no sabía si los cientos de sombras que los rodeaban eran aliadas o enemigas?, sombras con forma humana que saltaban de un lado a otro, se esparcieron por el lugar como guardianes del Paraíso que no querían ser vistos.

Las respuestas llegaron solas a la mente del que no podía seguir manteniendo un comportamiento frío y calculador:

—¿Cuántas veces tuviste que cortar al mismo individuo para que quedara de esta manera? —preguntó Jhades al dirigir su mirada al último miembro del grupo.

Rey no tenía tiempo para darse el lujo de responder el comportamiento de sus hermanos. No era sensato en la situación, pues ellos tenían las defensas bajas y los enemigos los habían detectado.

(Kiinnn, Kinn, Kiinn.) Se escucharon metales colisionando. Al mismo tiempo, el último del grupo desapareció y apenas los dos pequeños voltearon con rapidez, vieron como su hermano había reaparecido al frente de ellos mientras que en el aire aún tintineaban el filo de tres dagas que giraban caóticamente. El peligro se había vuelto eminente: uno de los tres enemigos declaraba sus intenciones hostiles desde el claro. El humano recubierto por blindajes de un movimiento hizo aparecer diez dagas en cada mano. Valiéndose de su imponente voz, agregó las siguientes palabras al aire:

—¡Leonel! ¿¡Conque ahí estabas!? ¿Por qué te rebajas a usar armas si puedes emplear la barrera de defensa y el grado de hechicero que usaste para pasar los círculos bajos?

Los ojos blancos que se podían ver de dentro de la oscuridad del bosque parecieron poner atención a las palabras del sujeto que hablaba con acento muy pesado el idioma antiguo. “¿Por qué depender de mi mejor habilidad en un combate? Más cuando los miembros del clan me están observando”, se dijo.

—¡Oh! ¿Cuánto tiempo ha pasado desde aquel momento que te vimos caer? Supongo que tendrás que ser más poderoso y me deba de andar con cuidado. Pero no puedo evitar exponerte mi opinión, o nuestros motivos… Escucha a este humano hablar, tal vez puedas aprender algo.

Rey intentó crear una sombra para moverse de lugar sin ser percibido, pero otra daga fue en dirección a la garganta de sus hermanos, así que tuvo que quedarse en el sitio para volver a usar sus hojas afiladas y contrarrestar la trayectoria del arma. Rey se había dado cuenta de que de nada le servía utilizar “Aura” contra aquellos oponentes, y si no podía esconder su presencia, tampoco podría utilizar su movimiento más fuerte porque quedaría expuesto y vulnerable por el tiempo que le requería cargar el ataque.

La imponente voz continuó:

—Independientemente de que perdieras tus memorias, en tu vida pasada creaste este sitio que condena a mi gente. ¿Qué se siente tener el privilegio de vivir bien? Dime, ¿acaso… crees que tengas el derecho de disfrutar? Personalmente, yo digo que no. Aunque no te conozco en lo absoluto y sé con toda certeza que no has vivido mucho, puedo asegurar que tu interior está tan sucio como el de todas las horribles bestias y gente que encerraste en las afueras de este hermoso lugar… o ¿acaso me equivoco? Tengo preguntas en mi cabeza, ¿de verdad te bautizaste al nacer, no has tenido sexo, no has comido más de lo que debes, no sientes avaricias, no quieres descansar y no hacer nada mientras otros pasan su tiempo haciendo algo productivo, no eres violento, no ocultas cosas, no has traicionado? Leyes y suposiciones ridículas para los humanos. Creo que no es justo que nuestra raza, por ser la más débil, se rija por semejantes normas. No después de todo lo que hemos hecho en vida. No después de todo lo que sufrimos. ¿Por qué no veo a ningún dios? ¿A ningún elfo? ¿A ningún licántropo? ¿A ningún otro ser aparte de los humanos, sufriendo las interminables torturas del infierno que creaste? Es que ellos, precisamente por ser fuertes, terminaron siendo guardianes. Y los que son aún más fuertes siquiera tienen permitida la entrada. Es así, este es el destino, los débiles deben de sufrir…

Las tres personas que estaban en el claro embravecieron sus miradas con las palabras del líder.

—Mi corazón arde, después de tanto avanzar, de tanto sufrir… Te encontramos aquí, en este hermoso lugar. Al cual también tendríamos derecho si fuéramos como tú. ¡Claro que sí! Lo creo... Tú y tus hermanos crearon las reglas, por esa razón conservan el privilegio de ser la excepción. Por ende, si de mí depende, este será el final de tu vida... Vivir pesa, pero como soy la voz que representa a los humanos, seguiré viviendo para hacer de este momento el turno que tendrán quienes una vez condenaste de dictar ¡tu sentencia!

Los caídos en el suelo gritaron alto:

—Los dioses deben morir

Otro grito aún más alto:

—El infierno debe acabar…

El rugido se sintió aún mayor:

—Y para que sea posible, empezaremos por ti, Leonel De-Ranger.

Al mismo tiempo que el sujeto habló, toda una nube de dagas fue disparadas en todas direcciones. Tan solo el original, quien se paraba en frente de sus hermanos, pudo esquivarlas con el movimiento de sus manos, mientras que los cientos de copias que se habían esparcido por el sitio quedaron neutralizadas al no tener armas o blindajes.

“No sé de qué habla este loco, no sé quién es Leonel, solo sé que debemos escapar”, fue el pensamiento que tanto Dante como Jhades tuvieron tan pronto una daga, que silbaba por el aire, le pasó por el lado.

Rey miraba los rostros de sus enemigos, entendía que no existía escapatoria a un enfrentamiento directo, así como que ninguno de los mayores planeaba intervenir. Para él la única opción era ganar para poder sobrevivir y no podía morir o permitir que sus hermanos perecieran, pues no estaba seguro de si aún tenían el amor de su madre.

Los dos hermanos se voltearon con la intención de escapar en dirección al Gran Mago Sabio, pero otro agresor se hizo presente y de un sablazo casi los corta en dos. De no haber sido por Rey que, con rápidos movimientos retrocedió, esquivó, contraatacó, cortó en dos y después en cuatro al cuerpo enemigo, ni el pequeño vampiro ni el lobezno hubieran sobrevivido. Rey, como quien estaba más atareado de lo usual, dijo:

—Dante, Jhades… procuren no seguir estorbando. Si no luchan contra el enemigo por solo pensar en cómo poder escapar, será demasiado tarde para lamentar haber perdido la oportunidad de luchar cuando tuvieron la oportunidad.

Los dos hermanos no pudieron evitar tragar en seco cuando se toparon con la furia representada en el rostro usualmente calmado e inexpresivo del hermano sin apellido. Rey cambió su objetivo, después de haber advertido a sus hermanos se dio cuenta de cómo sus manos sudaban, de cómo su rostro se sentía tras escuchar la frase “el final de tu vida”: “¿Qué es esto en mi interior? No es semejante al sentimiento de supervivencia que tuve en la oscuridad de la cueva… o luchando contra los soberbios en el Purgatorio. Es mucho más volátil, poco manipulable. Mi rostro, esta expresión que siento... no la conozco. Ellos no deben de ser más fuertes que los enemigos a quienes me he enfrentado hasta ahora. Pero parece que, al no poder usar todos mis poderes de hechicero, ya que Hero se daría cuenta de que tengo su libro, y mi control de aura es ineficiente, me siento en desventaja, desventaja que hace que esas palabras me hagan sentir miedo, que alimenten a las bestias que acechan a mis oídos. Demonios irritantes que por su constancia despiertan un peligroso deseo. Matar para vivir, ¿no? Como mismo dijo Dante, tengo una justificación para matar, para satisfacer a esos demonios en mi interior, pero ¿acaso está bien? Me estoy acostumbrando a quitar vidas… vidas que servirán a mi engrandecimiento como guerrero.

Dante no podía ignorar lo sorprendido que se sentía. Si no hubiera sido porque su hermano, determinado a luchar le salvara la vida, ahora estaría muerto. “¿Es tan fácil perder la vida para alguien invencible?”, se preguntó quien sabía que debía luchar, pero también sentía miedo de los tres oponentes, casi como tanto miedo sentía de los mayores. No sabía qué hacer, pero sí sabía que quería hacer algo.

Jhades, que estaba entre monstruos, perdió el control de su respirar. Le resultaba tan difícil tomar una decisión sin antes saber el resultado. “¿Regreso a donde el Gran Mago Sabio por mi cuenta o luchó contra ellos?”, era la pregunta que le rondaba la cabeza. Él entendía que tenía más probabilidades de morir si hacía un movimiento a solas que acompañado.

Rey no esperó a que sus hermanos tomaran una decisión. Expulsando un gran poder amenazador y todos sus intentos asesinos, saltó en dirección al líder de los tres sujetos que vestían sus cuerpos con armaduras desgastadas, las cuales se valían del logo [OEM] compuesto por letras que Rey no entendía, pero que tampoco le interesaban.

El lobo y el vampiro vieron una sombra pasar entre ellos a gran velocidad. En un abrir y cerrar de ojos, Rey salió disparado de dentro del bosque con la intención de rodear a sus objetivos para que estos ignoraran a sus hermanos. Mientras el pequeño híbrido corría tan pegado al suelo como podía, esquivó las dagas que buscaban apuñalarlo mientras trataba de conservar la calma. White también estaba involucrado, pero el felino sabía que su función era asistir a su compañero y también rodear a los objetivos por el lado opuesto con la intención de que estos no bajarán sus guardias o enfocarán toda su atención en un solo objetivo.

El pequeño de ojos blancos, aun manteniendo la distancia, estudiaba a sus enemigos sin dejar de correr en círculos alrededor de estos. Tres imponentes sujetos eran su preocupación principal. Ellos no eran tan grandes como su padre, pero sí vestían de armaduras completas cuyas únicas aperturas residían en la parte trasera de los muslos y bajo los brazos. Los tres cascos estaban compuestos por diferentes penachos, uno de pelos rojos, otro de plumas grises y el último de plumas rojas. El portador del penacho con plumas rojas sostenía lo que parecía ser un arma de asta con dos inmensas orejas afiladas, una daga que sobresalía por el medio y antes de la empuñadura el espacio para vestigios de lo que parecía ser una bandera. Quien usaba el casco de plumas grises tenía una constitución más ágil y delgada. Se paraba erecto con el puño derecho en su espalda, y con la mano izquierda sosteniendo en alto lo que parecía ser un sable fino de doble filo cuya guarda recubría el puño del usuario. El último, quien llevaba el casco con pelos rojos, ese que había estado hablando y arrojando los cuchillos, tenía una posición más abierta a los demás, cargaba con su mano izquierda lo que era un espadón envainado cuya punta opuesta descansaba en el suelo.

Carente de intenciones de usar sus mejores cartas de primero, Rey arrojaba las dagas que pudo recoger del suelo. Los cuchillos iban disparados a gran velocidad, el usuario del mosquete sintió la necesidad de esquivar los objetos con su sable, pero los otros dos simplemente se cubrieron el rostro y dejaron que la dureza de sus blindajes hiciese el trabajo. Varias vueltas seguidas por parte de Rey y más de una docena de disparos. Las armaduras de los tres sujetos bajo el constante ataque ni siquiera se agrietaron, indicación que dejó expuesto lo resistente que eran. La imponente voz dio a escuchar:

—¡¿Por qué pone tanto empeño en sobrevivir alguien que no le debe de temer a la muerte?! —Ante la ausencia de respuesta, continuó—: ¿Qué? ¿No sabes hablar Leonel?

Rey, consciente de que los humanos utilizaban todo tipo de tácticas psicológicas para cumplir sus objetivos, respondió en voz alta, sin dejar de moverse:

—Me llamo Rey… no Leonel.

Apenas uno de los que acompañaba al penacho de cabellos rojos se enfadó; este intentó atacar con su lanza de vuelta al pequeño que tanto se movía, sin embargo, fue detenido con rapidez por su compañero más experto.

La imponente voz le advirtió a su compañero que sostenía la lanza:

—¡No intentes nada innecesario! Si hubiera intentado huir como los otros dos le hubiera cortado la cabeza sin dudarlo. Pero nos da el frente y tiene cartas bajo la mano que no ha usado. Aunque es un crío, claramente se mueve empleando un discreto estilo de lucha… no tengo dudas de que sea extraordinario. Frederick, mantén tu guardia en alto por esta razón.

El portador del casco de plumas rojas dijo:

—¿Qué tiene que ver que sea extraordinario? Este es el momento de matarle antes de que vengan los otros —replicó en otro idioma.

Respondió la voz:

—Los padres no vienen porque no es necesario. Estamos en desventaja…

Regresando la mira y cubriendo el rostro al bajar la visera de su casco continuó:

—Aún mantiene la distancia, mientras que el guardián del lugar que le acompaña promete aprovecharse de nosotros si nos separamos. Me temo que no podremos garantizar la protección de los heridos.

Empeñándose en hablar en otro lenguaje para ser entendido por sus aliados y no su enemigo, actuó como quien se despedía al dirigirse a quienes estaban tumbados en el suelo.

—Fue un honor llegar tan lejos compatriotas. Gracias por su contribución a crear un mejor mundo para los humanos… están convencidos de que nuestros predecesores harán lo mismo, ¡somos voz y, por ende, nunca moriremos en silencio!

Risas de entre los cuerpos moribundos se dieron a escuchar por todo el lugar. Ellos parecían haber tratado de sobrevivir con todo lo que podían hasta el momento a través del fuego y las torturas del infierno. Quienes pudieron levantaron sus cuerpos e hicieron reverencia a sus creencias llevando la mano derecha al pecho. Otros levantaron el puño al aire, pero uno levantó su voz y cantó lo que parecía un himno:

—Las naves de acero cargan nuestros cuerpos. Puertas se abren en mundos nuevos, cada campo es un comienzo y cada mundo es nuestro… —La voz del sujeto estaba desafinada—. Soldados, al avance. Luchar es servir, Ja. Luchar es vivir, Ja.

Una voz se volvió dos y dos se volvieron tres.

—El deber se viene sobre nuestras mentes. El infierno se hace presente, no dormir y seguir al frente. Oh-oh-oh. Quedarse fuertes ahí. Hasta la última gota de sangre. Ante el viento, relámpagos y truenos. Valientes, al combate en la tierra donde reina el silencio… El eco de nuestras vidas resonará en la eternidad. Aunque nuestro tiempo llegue y el calor nos deje, la muerte tendrá que esforzarse. Armas al hombro, al llamado del combate gritemos hasta el final. Al llamado del deber. Oh-oh-oh. Disparen, adelante. Oh-oh-oh…

El del penacho de plumas grises, en su idioma, mientras todos cantaban e indefensos morían de uno en uno bajo las manos del pequeño y el guardián, habló como quien añadía base a las palabras de quien le lideraba:

—Constan, Yacer tiene razón. Sus ojos bien abiertos detectan cada uno de nuestros movimientos. Estamos siendo estudiados y el hecho de que él no esté empleando sus mejores artes de combate significa que es precavido. Recuerda que no tenemos nuestra droga ni nuestros trajes mecánicos están cargados. Nos queda una oportunidad.

Yacer, el líder de los tres, continuó hablando:

—Mira con la fuerza y destreza que devuelve las dagas que le arrojó. Justifica que pueda tener la capacidad consciente o inconsciente de copiar los movimientos de su oponente, añadiendo estos movimientos a su conocimiento y así eventualmente terminará con ventaja sobre nosotros sin tener que usar sus mejores técnicas.

Rey mataba indiscriminadamente a su paso sin dejar de atrapar las dagas que rebotan y volverlas a lanzar mientras se mantenía corriendo en círculos, cuidando de no acortar la distancia o dejar de atacar. Con oídos agudos, entre el tintinear del metal, el pequeño también ansiaba identificar la nueva lengua que los tres oponentes hablaban de manera intercalada. “No puedo escuchar bien. Qué inconveniente. En el suelo ellos no representan amenaza alguna, pero no me puedo dar el lujo de cometer el error de dejar a alguien que me pueda perjudicar vivo”. El canto de los cuerpos moribundos se apagó de poco a poco y más sangre se esparció por el suelo. Yacer dijo en otro idioma:

—Es astuto. Nos mata de uno en uno y, para no usar su poder, reemplaza con inteligencia la falta de fuerza. Sus ojos desesperan por terminar el combate y, como una bestia, él no dejará de moverse mientras tenga fuerzas. No es la primera vez que vemos cómo un no-humano se levanta tantas veces sean necesarias en espera de que nos confiemos y le demos una oportunidad de conectar un golpe de gracia. No somos nuevos en esto. La regla número uno de luchar contra cualquier entidad no humana inteligente es que mientras más dure el enfrentamiento, más propenso estaremos a perder. Pero…

Con la muerte del último soldado que cantaba, sin perder el estado de calma, Yacer agregó con confianza cuando de un solo estirar de su enorme brazo izquierdo cogió por el cuello al pequeño y le levantó del suelo para hacerle desaparecer como la sombra que era.

—Si uno de los otros dos pequeños en el bosque interviene, tendremos nuestra oportunidad. Los rehenes son el punto débil de cualquiera que busca proteger

Con todas las fuerzas que pudo desarrollar, el sujeto que evidenciaba blindajes desgastados y penacho de cabellos rojos movió su brazo derecho en un violento golpe dirigido a arrancarle los ojos al pequeño que le volvió a atacar con otro clon. Yacer, cual si diese un grito de guerra, dijo:

—Mantener la formación. Guardia en alto. Honremos la muerte de nuestros compañeros caídos. ¡Que prevalezca la voz!

Rodaban las cabezas de los enemigos sobre la sangre esparcida en el suelo. Ante las garras del guardia del Paraíso y los ataques de Rey, el último de los heridos y moribundos pereció, quedando tan solo los tres enemigos originales. “Su reserva de cuchillos arrojadizos no puede ser infinita”, pensó Rey. “Por eso aún sostiene su espada. Si no me equivoco, aunque aún la tenga envainada, pude sacarla con rapidez en el combate a corta distancia. Como buen espadachín, se asegura de no tener obstáculos en el camino de su mano opuesta y la empuñadura del instrumento. Como no tengo armadura, soy vulnerable y más ante un arma de doble filo que puede cortar en ambas direcciones. Debo evitar que desenvaine su espada, neutralizar su mano opuesta hará el trabajo. Un ataque al cuello será lo más rápido, no tendrá más opción que sacrificar su extremidad más diestra para cubrirse…

Rey cargó los músculos de su cuerpo con energía y encantamientos de refuerzo para tomar posición en el sitio ideal. En tan solo segundos creó una copia de sí mismo, una que imitó sus movimientos de salto impulsado y atacó usando las cuchillas de muñequera. Abalanzándose de manera rotatoria en un golpe dirigido a la garganta del adversario, el filo de su movimiento logró atravesar ligeramente la armadura que cubría la muñeca de su oponente.

Yacer carente de tiempo suficiente, apenas identificó al original, ignoró la empuñadura de su espada e interpuso su mano en frente de su cuello para defender el punto débil de su armadura. Él quiso soltar la espada que cargaba con su mano opuesta y tomar una daga para apuñalar al pequeño, pero se dio cuenta de que el movimiento de este había sido muy arriesgado. “Algo debe de estar planeando este pequeño demonio”.

En efecto, Rey antes de que su enemigo tomara precauciones, apuntando con su mano puesta a la altura del estómago del contrincante, murmuro lo que era el recitar de un conjuro acortado.

—Marca…

Rey recién terminó de murmurar uno de los hechizos que Heroclades específicamente le había dejado usar (ataque del dragón oscuro), y de la palma de su mano salió disparado un gran rayo negro, el cual en la punta presentaba la forma de la cabeza de un dragón mostrando sus feroces colmillos. La criatura de escamas negras gritaba incendiada en odio. Se veía hambrienta, con dagas en los ojos, varios dientes faltantes y una boca sin lengua que al salir se comportó como todo un violento rayo latente de venganza por su pérdida.

Reconociendo lo insensato que era mantener tan cerca al oponente, Yacer empujó atrás el cuerpo del chico en un intento desesperado de escapar del inminente golpe. No obstante, solo pudo interponer la hoja del espadón aun envainado que cargaba para protegerse. Yacer se encogió cubriéndose el estómago y buscando sostener el extremo opuesto de la espada con su otro brazo. El impacto fue tan grande que le hizo retroceder violentamente, incluso después de haber enterrado la punta de sus pies en el suelo.

La boca entreabierta del dragón interceptó el espadón y, tras varios mordiscos, lo rompió en pedazos para luego chocar contra dos antebrazos recubiertos por blindajes. Por suerte, la cabeza de la criatura con cuerpo de serpiente, encadenada por púas, no era lo suficientemente grande como para asimilar el cuerpo del atacado con su boca abierta; aun así, el impacto fue grande, alcanzando a romper la formación de los tres humanos. Pero los otros dos no se quedaron de brazos cruzados. Mientras que el líder estaba siendo arrastrado, Constan y Frederick se voltearon con la intención de atacar.

White también hizo su movimiento, empleando un intimidante rugido y sus garras con la intención de matar se abalanzó con sus zarpas abiertas. Tenía la intención de aminorar la carga de su compañero; atacó al portador del asta, pues, entendía que era quien representaba más peligros en el momento. Una lanza era el arma con mayor alcance que podía alcanzar a su compañero por la espalda. Sin preocuparse por su retaguardia, Rey regresó al suelo y acto seguido se mantuvo corriendo para evitar los sablazos del otro oponente. Aun así, tan pronto como pudo, el pequeño asistió a su compañero felino contra el sujeto de constitución más sólida que cargaba la lanza.

Yacer, con una sonrisa rota, escupió sangre de su boca:

—Si existe algo que odie más que los no-humanos es sentir dolor. A pesar de ser hechicero, puedes clamar con encartación acortada. Debiste ser entrenado por alguien sorprendente. Entre los humanos, tan solo los ancianos que se crían desde recién nacidos en este mundo de 'llamados' son los únicos capaces de meramente poder cambiar las constituciones elementales de los objetos. Clamar fue un oficio por el cual algunos individuos se ganaron la vida hasta un día en el que ciertos no-humanos hicieron del oficio un estilo de lucha y se abrieron paso entre los dioses —Decidió decir en voz alta, mientras reponía su postura y deshacía su espalda jorobada en forma de V—. Has sido capaz de invocar una versión debilitada de un dragón oscuro con la intención de solo golpearme, pero no de mantenerlo presente. ¿Acaso no eres capaz de controlar tus llamados?

Yacer salió disparado de donde estaba y, con un poco de anticipación, logró rodear al pequeño. Con enérgica furia, Yacer intercaló movimientos bien practicados con su compañero portador del sable. A pesar de que Rey se defendiera con la guardia en alto, el sujeto de penacho de cabellos rojos se apoderó del enfrentamiento con sus puños al descubierto. A Yacer no le importaba lastimarse a sí mismo con el filo de las cuchillas, si era que estas atravesaban entre las uniones sus blindajes.

Rey retrocedía un poco y ajustaba la dirección de sus brazos, sentía como la sangre de su oponente le salpicaba en el rostro. Si el combate seguía de esta manera, no tendría que usar ningún movimiento arriesgado, ya que su oponente moriría por desangramiento. “Resolver una situación complicada con métodos sencillos es mucho más ingenioso que resolverla utilizando métodos complicados”, recordó Rey la filosofía por la cual vivían su maestro y su padre. “Clamar en un combate tan impredecible como este no es eficiente. No sí tengo el riesgo de terminar maldito por mi propio movimiento. Nunca habré de subestimar ni los conocimientos ni la fuerza de mi oponente. Si me hago de un cuchillo, podré matarle a los tres de una vez. Lo único que no me convendría es que un aliado esté en el perímetro de mi siguiente ataque. De ser así, terminaría siendo carne molida…”.

Una y otra vez Yacer golpeó con todas sus fuerzas al pequeño que ciertamente tramaba algo por quedarse tan quieto. Aunque llegó al punto de lastimarse aún más y sangrar por todos lados, bajo ninguna circunstancia dejó que decayeran sus golpes con intenciones de matar. El portador del asta, mientras White mordía la bandera y esquivaba el filo de la punta, valiéndose de una patada giratoria mando al pequeño ligre a volar y tomó una de las dagas de detrás de la espalda de su líder. Constan, apuntando al pequeño pecho del oponente que su jefe estaba arremetiendo, disparo con todas sus fuerzas la daga que hizo brillar los ojos de Rey.

Los cálculos fueron perfectos. Rey no pudo evitar denotar en su rostro que solo tenía que agarrar el cuchillo para ganar el combate. Haciendo los preparativos, avanzó para usar “aura”. Diez sombras serían distracción suficiente, las cuales le darían tiempo suficiente para clamar “el cortar de miles de cuchillos”, el mismo clamado que, junto a su movimiento, había utilizado para deshacerse de los cazadores que habían emboscado a sus hermanos.

Por otro lado, en el bosque, Jhades veía que tan solo quedaban tres oponentes, también que su hermano estaba en un aprieto. Si él decidía escapar y por alguna razón Rey moría, los tres sujetos definitivamente le alcanzarían antes de poder llegar a donde el Gran Mago Sabio. Era más sensato actuar y ayudar a su hermano, quien ya se había ocupado de la mayor parte del trabajo.

Dante estaba cruzado de brazos. No veía a aquellos enemigos como en un principio, no eran tan grandes como para temer, pues su hermano les estaba dando pelea. También pensaba, pero sus pensamientos no eran tan profundos como los del vampiro ahí presente. El lobezno admiraba lo temerario que era Rey, por conocimientos y por su fuerza, pero al mismo tiempo le reprochaba por haberse metido contra oponentes que no podría vencer. Y si no podía vencerlos por sí mismo, ¿por qué no pedía ayuda? Tal vez en ese momento le reconocería como líder. “Claro, si tiene que intervenir el hermano invencible, él estaría sometiendo su posición como líder. Aunque si entro sin invitación, él me deberá agradecer, también así madre se dará cuenta de que no necesito a nadie que me cuide”.

Priovam se mezcló con las sombras y desenvainó una de las dos gigantescas pistolas que había recibido por el Gran Mago Sabio y, desde la lejanía, tan pronto apuntó con sus dos manos, accionó el gatillo y disparó una ráfaga de balas al blanco que había elegido. La pistola estaba en modo automático y, ciertamente, Jhades no se había dado cuenta de este error. Error que garantizo la eficiencia de la primera bala, pero no de las otras que le siguieron.

Viendo la cara victoriosa de su oponente y el cuchillo a medio camino, Constan sintió el tronar de una ráfaga de disparos; acto seguido, vio cómo la daga que había arrojado fue destrozada por un centellar, así como también sintió a varios proyectiles que le pasaron bien cerca. El rostro del nombrado “Leonel” por su jefe, cambió, se volvió oscuro, de alguien optimista que perdía una oportunidad en frente de sus ojos. Con el detonar del séptimo disparo, una de las hombreras de su armadura explotó en mil pedazos, pero pensó que no le importaba, pues, según había dicho Yacer, en el momento en que los otros dos pequeños interviniesen, ellos tendrían la oportunidad.

Rey mantuvo sus ojos bien abiertos. A pesar de haber extendido su mano, no consiguió obtener la daga y canceló su movimiento de “Aura”. Además de los golpes de su oponente, el pequeño también se vio obligado a esquivar los fragmentos metálicos que volaban por el lugar, así como también las balas que su hermano disparaba.

—¡¡¡No interfieran!!! —dijo mientras observó a White quien fue el único que pareció escucharle.

La visión de Rey terminó siendo nublada por un denso humo blanco. Él había aprendido que en un combate no era bueno confiarse, y la nube de humo no le dejó más remedio que esperar a que sus hermanos aprendieran la lección. No podía hacer más que esperar a recuperar la visión o encontrar una oportunidad para poder canalizar correctamente la energía de su núcleo y amplificar las fuerzas de su cuerpo.

Ante las balas, Frederick se interpuso en el medio y, tan pronto esquivó unas cuantas con su espada, desapareció de la vista de Jhades tras la nube de gas creada por una granada que Constan arrojó. El sujeto de penacho de plumas grises se movió con rapidez hasta llegar al bosque y saltar entre los árboles para caer detrás del vampiro que había decidido intervenir.

Jhades pretendió estar confundido cuando vio al sujeto con armadura descender detrás de él, pero él había calculado la situación. El vampiro ya tenía su segunda pistola apuntando desde su espalda y presionó el gatillo en el momento justo que no pudo evitar esconder la sonrisa de su rostro. La ráfaga de disparos trono por el lugar y aunque su oponente lograra moverse lo suficiente como para que el impacto de la bala no fuera letal, Jhades podía asegurar que tenía la pelea ganada. El pequeño vampiro volteó y con sus armas intentó apuntar al enemigo que se alejaba como mismo había venido, con la intención de no desaprovechar las heridas de este y así eliminar la amenaza por completo.

Cuando Frederick estuvo detrás del chico de ojos azules, con su espada levantada, notó la pistola y la sonrisa de su enemigo, lo cual le hizo tomar medidas y moverse tanto como pudo. Tan pronto el detonar de la ráfaga de bala se sintió, uno de los proyectiles creó un pequeño agujero en la parte delantera de los blindajes que le recubrían el hombro; sin embargo, la salida no fue tan limpia. El humano sintió toda una explosión de carne y hueso detrás de su hombro, lo que le obligó a retroceder, pero no sin antes dejar que de la empuñadura de su espada cayera una sustancia viscosa sobre el pequeño. Frederick apenas vio cómo el portador de ojos azules se volteó para intentar dispararle nuevamente, y agregó adolorido:

—¡No tan rápido maldito crío! —Al mismo tiempo que acciono un dispositivo de detonación en la guarda de su espada, haciendo que explotara la sustancia explosiva pegada en la espalda baja de del vampiro.

La explosión fue violenta y más en el cuerpo no tan resistente de un niño. Las prendas de la zona fueron destrozadas, las piernas se separaron del cuerpo, la sangre voló por los aires y los intestinos terminaron regados sobre el suelo. Entre gritos desgarradores, terminó Jhades por el suelo mientras trataba de mover los pies que no tenía.

Dante, ignorando que Jhades fuese el objetivo de ataque de uno de los enemigos, se adentró al claro con su catana desenfundada, apuntando a quien tenía el hombro dañado y luchaba para que su lanza no le fuese arrancada por los tirones que el guardián del Paraíso daba con sus dientes. Constan se dio cuenta del tan obvio ataque de un segundo pequeño que había venido a aprovecharse de su condición. Sin más remedio que el de soltar su lanza, subió la guardia de su brazo aún utilizable para esquivar las torpes estocadas que el pequeño lobo arrojaba. Ni el filo de la catana, ni la fuerza de Dante fueron suficiente para dañar la piel que estaba bajo los blindajes del contrincante. Aun así, apenas el lobezno, con su fantasiosa idea de cortar metal con metal, subió el ritmo de sus estocadas.

Constan valiéndose de la oportunidad, le pegó un fuerte puntapié en el rostro al lobezno, rompiéndole la nariz, algunos dientes y haciendo que retrocediera con los labios destrozados. Descontrolado por el dolor de una nariz partida y la pérdida de varios dientes importantes, Dante continuó con los sablazos, pero al estar cegado por la impotencia de no poder cortar en dos a su enemigo, gran parte de sus movimientos perdieron aún más precisión como mismo había sucedido cuando rompió su primera espada contra una piedra. Aunque le habían explicado los movimientos básicos y la forma correcta de dar estocadas, el lobezno sostenía la catana con una sola mano por la parte inferior de la empuñadura, mientras las estocadas interceptaban al objetivo con el principio del filo que comenzaba justo después de la guarda. Dante siquiera levantaba su arma por encima de su cabeza, o empujaba la parte superior de la empuñadura con la intención de aprovechar el filo arqueado o daba un paso hacia adelante para emplear la energía de su propio cuerpo. Él se valía solamente de su fuerza mediocre, sin nada de técnica o gracia.

Al control del combate, el experimentado soldado se aprovechó del temperamento del pequeño lobo saltando y dejando aún más desconcertado a su oponente. Dante, forzado a oxigenar sus pulmones mediante la boca, se dio cuenta de que el enemigo pretendía golpearle desde el aire. Recuperando la calma, colocó su espada en posición de esquiva y al mismo tiempo le otorgó un segundo propósito a una de sus garras. Con el lado de su espada, Dante bloqueó y esquivó el ataque de su oponente. Acto seguido, utilizando su garra libre, alcanzó a penetrar considerablemente una de las partes descubiertas del blindaje en la pierna de su oponente.

Viendo que fue fácil cortar a su contrincante, incluso estando en desventaja, el lobezno comenzó a reír agregando las siguientes palabras tan características de él:

—Soy invencible, el veneno de mi garra pronto hará efecto —Y dio un paso adelante.

Un sonido hizo que Dante dirigiera su atención al suelo; cuando el lobezno regresó su mirada, Constan era quien estaba riendo de último. Indefenso ante la falta de conocimientos, el explosivo en el suelo detonó en un llameante estallido que envolvió el cuerpo del lobezno. No solo la espada fue arrancada de las pequeñas manos de Dante, sino que la violenta explosión arrancó las prendas, quemó la piel y dejó los músculos e incluso algunos huesos del resistente cuerpo al descubierto. Sumergido en dolor, el pequeño intentaba limpiarse el rostro para poder ver y seguir luchando, pero no pudo. Únicamente cayó en el suelo, casi sin poder respirar o hablar.

Apenas el humo del claro se disipó, Rey seguía esquivando los ataques suicidas de su oponente. Él había escuchado las dos explosiones casi simultáneas, pero no tenía idea de qué se iba a encontrar. De reojo, Rey vio los cuerpos despedazados de sus dos hermanos. “Por como se ven y por lo que escuche, ellos fueron afectados por explosiones. El humo no me dejo ver cómo se efectuaban las detonaciones. Esa debe de ser la carta más fuerte de estos tipos. Si tanto el sujeto con penacho de plumas grises y el de plumas rojas podían hacer una explosión, por qué razón este no ha efectuado su movimiento. Algo no encaja”. Rey se llevó las manos al cuello y encontró un objeto ajeno adherido; tan pronto identificó el inusual evento, intentó arrancarlo. “Lo que me salpicaba era sangre combinada con esta cosa viscosa que se acumulaba en mi cuerpo”.

Yacer, viendo la mirada y los gestos del pequeño, retrocedió. “No debo darle tiempo para que descubra una manera de escapar”, se dijo apurado, mientras que, de dentro de su boca, dejó salir una especie de placa negra que mordió hasta partir en dos.

El fluido que recubría los cabellos, el cuello, el rostro, los brazos, sus prendas y los alrededores de Rey terminó detonado en una explosión. El sonido fue terrorífico y la tierra también se levantó en una pequeña nube de polvo.  Rey terminó arrodillado en el suelo, su rostro todo quemado e irreconocible. Seguía respirando, pero no por su nariz, sino por su cuello abierto. Con la mandíbula desmontada y sin manos, él se negó a caer o perder el balance aun con su guardia en alto.

Yacer, Frederick y Constan caminaron malheridos para reunirse alrededor de los cuerpos moribundos. Los tres se valieron de un cuchillo que escondían entre los compartimentos de sus armaduras. Un arma que, al parecer, era especial porque venía con un extraño envase de líquido amarillo incrustado en la hoja, líquido que comenzó a gotear y bañar el filo con su presencia.

Las palabras de Frederick ante Jhades se dieron a escuchar:

—Es una lástima que no puedas seguir sufriendo en el infierno después de esto… Esta sustancia está diseñada para contrarrestar la inmortalidad de los que son como tú.

—¡No pierdas el maldito tiempo hablando y neutraliza al objetivo, ¡¡ya!! —reclamó Yacer, quien entre las llamas caminaba para acercarse a Rey.

El humano se miraba pálido, falto de aliento por haber perdido tanta sangre. Apenas se paró ante el pequeño arrodillado, vio cómo él mismo le siguió con los ojos que recién había recuperado. Ojos blancos que le petrificaron e hicieron tragar en seco.

—Mi vida no le pertenece a nadie, excepto a mí. Viviré como quiera y en donde quiera vivir, ¡moriré cuando quiera morir! Y he decidido que este no es mi momento, sino que será el tuyo — dijo Rey de rodillas con su mirada, pues con su boca no podía decir nada.

—Conque… ¿Es misericordia matar a alguien para que no sufra? Solo estoy descansando, pero es bueno saber que es lo único de lo que voy a carecer antes de terminar con sus vidas —agregó Dante—. Destrozaré tu cuerpo porque me será divertido destrozarlo… hazte responsable del instinto que despertaste.

—Perdieron la oportunidad de matar. Perdieron la oportunidad de vivir. Ustedes, jueces, que se sentenciaron a sí mismos en el momento que vinieron en busca de sus muertes —dijo Jhades—. Ahora, ¡lucharé porque es mi deseo!

Con el poco tiempo que su oponente le había dejado e ignorando el dolor que sentía su cuerpo, Rey finalizó el improvisado procedimiento de canalización de la energía de su núcleo para reforzar su piel y con esto también transformarse. Ascendiendo al rango avanzado en transformación y regeneración, Rey cambió su forma sin tener que estar encolerizado como su hermano y regeneró la carne faltante sin tener que seguir los procedimientos de Jhades.

Yacer efectuó su estucado de su cuchillo directo a la sien de su objetivo, pero su brazo terminó detenido a medio camino y después partido en dos hasta que se le salieron los huesos por entre los metales.

Rey creció, se agrandó y cambió la constitución de sus músculos, huesos, piel y carne. No era el cuerpo de un licántropo, sino que la bestializaron era otra. Rey pasó de vestir pelajes blancos con rayas a tener la piel y el tamaño de un guardián del Paraíso adulto.

Lo primero que hizo el ya no tan pequeño al concluir con su transformación fue dar un imponente rugido con ferocidad sobre el rostro de Yacer, quien estaba gritando por la fractura de su brazo derecho.

White reconoció el cuerpo que estaba viendo, era el cuerpo de su padre modificado con rasgos humanos. Un cuerpo que le traía no muy buenos recuerdos y mucho sufrimiento.

Constan por el rugir de una bestia volteó su rostro en dirección al gran felino que comenzaba a erguirse en dos patas y vio cómo esta bestia, con su boca abierta, mordió y arrancó el casco de su líder para, acto seguido, proyectar un gancho al estómago del mismo y lanzarle a volar por los cielos.

Rey se quedó con el miembro de su oponente. Al abrir su garra, le dejó caer en el suelo y procedió a levantar su rostro.

—¡Maldito seas! —gritó Constan con todas sus fuerzas.

Dante, con las fuerzas que le restaban y tras haber recuperado parte de su visión, aprovechó el descuido de su enemigo y, encolerizado de dolor, transformó su mano derecha. De un zarpazo, el licántropo atravesó con su garra transformada, más allá del codo, entre las piernas de su enemigo.

Regresando su mirada al chico, Constan escupió sangre a través del casco que le cubría el rostro. Intentó atacar con su daga envenenada, pero no pudo. Sus pulmones no hacían más que intentar respirar mientras que sus piernas temblaban. “Un descuido mortal”, se dijo con pena.

Jhades, recuperando en gran parte el control de sus emociones, hizo del lugar una esfera de oscuridad que atrapó el cuerpo de su oponente. La parte superior del vampiro apareció detrás de Frederick mordiéndole por el cuello mientras lo apuñala por la espalda con los cuchillos que estaban fundidos en las puntas de sus pistolas, sin mencionar que también apretó el gatillo y disparó varias veces, absorbiendo sangre en el mismo momento en que descargaba numerosas ráfagas de tiros por el corazón de su oponente para asegurarse que el mismo no se sacudiese.

Frederick sentía cómo con cada disparo las pistolas inclinaban su ángulo, haciendo mucho más letales los balazos, sin contar que las balas que le atravesaron el pecho también le cortaron el otro brazo por el nivel de la muñeca. Sin más remedio que ver cómo su mano caía al suelo, el soldado no pudo hacer más que dejar su cuerpo caer.

Rey, aun en el suelo, viendo que sus hermanos se estaban valiendo por sí mismos, escupió el casco que tenía en la boca y saltó con una potencia increíble. Tenía la intención de subir a los cielos más rápido que su oponente. Ante los gigantes y colosos, el pequeño transformado solo veía a un objetivo, su enemigo. Aunque Yacer intentó ponerse de espalda, no se dio cuenta de que Rey estaba esperándolo.

El joven de ojos blancos envolvió su puño de flamas negras y anuncio

Marca de los mil lobos negros

Los dos cuerpos chocaron entre sí, pero solo el potente golpe por parte del chico revirtió el curso de subida que aún experimentaba Yacer.

El descenso brusco del cuerpo humano recubierto por blindajes rompió la barrera del sonido. El aire desmanteló todos y cada uno de los trozos de la ya quebrada armadura con las siglas [OEM]. Abrazado por el dolor que provocaron las llamas de la violenta fricción del aire, el sujeto fue llevado de manera inminente contra otro impacto que prometía ser menos severo que los dos anteriores.

El suelo, recibidor del cuerpo, ya sin recubrimientos, se abrió paso y hundió, formando todo un cráter de dos kilómetros de radio. Se desencadenó una ola de viento tan violenta que mandó a volar los árboles que se encontraban a menos de diez kilómetros y todos los que sobrepasaban hasta los treinta fueron derrumbados por el terremoto que continuó a toda la serie de eventos.

En comparación, las ondas expansivas que provocaron los mayores eran cien veces más violentas. Aunque Dante y Jhades sufrieron el violento evento, siquiera no se movieron del lugar gracias a que sus cuerpos estaban bien soldados contra el suelo, junto a sus oponentes que no se movieron del sitio. En un efecto remolino, los troncos que una vez fueron expulsados regresaron al lugar producto de las demás corrientes de energía que venían de los alrededores.

Aturdido, sobre el suelo, Yacer abrió sus ojos y vio que la bestia aún caía al mismo tiempo que se posicionó para golpear con su mano cerrada a gran velocidad y poder destructivo. Tan rápido como pudo reaccionar, aquel hombre intentó levantarse, pero ¿cómo alguien que no tenía ningún hueso sano en su cuerpo, el cerebro destrozado y que sangraba por los ojos, nariz, boca y oídos podría moverse? “A fin de cuentas… ¿de qué me preocupo tanto?”  —se dijo a sí mismo. “Haberle tocado fue suficiente… En definitiva, soy humano después de todo. La raza más débil… Debí haber corrido cuando tuve la oportunidad”.

Rey a pocos metros antes de caer sobre su oponente inmóvil en el suelo, con su poder al máximo, sintió que se le acababa el tiempo y, como consecuencia de su movimiento improvisado, perdió el conocimiento. La energía que tenía en las manos se hizo inestable, pero inconscientemente lo expulsó adelante para no sufrir efectos secundarios. El gran rayo cayó en el suelo, justo al lado de su objetivo, desintegrando el brazo de este y dejando otro enorme agujero en la tierra.

“¡¡¡No!!! Sería una injusticia dejar de hacer todo lo que puedo para asegurarle un buen futuro a las generaciones que están por venir, yo soy la voz de todos los humanos, por ende, no puedo morir, ni ser olvidado”, pensó Yacer apenas volvió a abrir los ojos. Estaba decepcionado por no haber muerto y tener la obligación de continuar, agregando así en voz alta:

—¡Humanos, han visto cómo era el infierno! El sacrificio de mis soldados no será en vano. Aunque no queda odio en mi interior, yo, Yacer De-Mars junto a Frederick De-Fobos y Constan De-Deimos, bajo las órdenes de Árjos Rojo De-Mars y todos los parecidos en combate, hicimos a un dios sangrar y dimos nuestra voz. Que los predecesores de la humanidad no pierdan el coraje y sigan adelante.

Controlando y poniendo a funcionar la energía que fluía por su cuerpo, parte robótico, aquel hombre fue capaz de sustituir las funciones de su esqueleto y torrente sanguíneo tan solo con su mente. Respirar porque así se lo ordenaba, recuperarse porque así se lo ordenaba, moverse porque así se lo ordenaba, hablar porque así se lo ordenaba.

—Maldito seas, tú, que te hiciste llamar juez alguna vez. Dile “hola” a quienes condenas como señor. Este es mi último intento, mi grito final…

Rey, aún inconsciente, cayó en el suelo como una piedra.

Frederick dijo después de perder el brillo en sus ojos:

—Vampiro al final… tal acto deshonroso y carente de moral solo puede ser ejecutado por los de tu especie. No importa. Mantente cerca de mí… todo lo cerca que puedas… yo tampoco tengo honor en el combate y nunca vine con la esperanza de quedarme.

Jhades lanzó una pregunta, preocupado, tan preocupado como asombrado estaba de ver a alguien cuyo corazón no latía seguir hablando:

—¿Acaso eres humano del todo?

No tenía más remedio que terminar de regenerar sus extremidades ausentes para poder escapar. La sonrisa que se iluminaba en el rostro de Frederick respondió la pregunta que el vampiro había hecho, lo cual hizo que el mismo retrocediera tan rápido como podía.

Dante retiró su brazo del cuerpo de su oponente y vio algo que le era familiar ver cuando estaba con su maestro, circuitos y cables. Cerciorado de lo que sucedería, pudo darse cuenta que parte de la sangre de aquel sujeto no olía a nada, y agregó:

—Soy invencible. Apuestas como estas son divertidas de vez en cuando. Sea Rey quien muera primero, sea yo, sea Jhades, sean ustedes… todo será lo mismo. Solo estaríamos adelantando lo inevitable. Como dice mi maestro: “Evita preocuparte más de la cuenta y te garantizo que sufrirás menos”

El lobezno de ojos rojos, antes de darle la espalda a la situación, tomó su catana y corrió con todas sus fuerzas dejando atrás al hermano sin apellido tirado en el suelo.

Yacer, enrojecido y con ojos amarillos, se arrastró hasta acercarse más el pequeño que regresaba su cuerpo a la normalidad. Valiéndose de la mano que le quedaba, tomó al pequeño por los pelos y dijo:

—No sea que puedas usar tu barrera defensiva en último instante, no tienes escapatoria…

De entre los arbustos, con un potente rugido y la violencia de una tempestad, White salió y arrancó el brazo restante del sujeto con una sacudida de cabeza. Tan fuerte como pudo, el felino tomó el cuerpo de su compañero para correr en dirección opuesta y pasarle de lado a los otros dos pequeños guardianes del Paraíso que habían permanecido ocultos hasta el momento.

La carne de los tres cuerpos encendidos en amarillo dejó de existir y la energía estalló violentamente. La explosión de luz se combinó con la tierra, el viento y los pocos árboles restantes del lugar hasta que chocaron contra el hielo negro de Katherine o inundó gran parte del centro de la única área que guardaba vegetación. El ruido, como un trueno, abarcó el Heaven completo. Las ondas expansivas con su calor quemaron el resto de la vegetación, mientras que el humo, polvo y calor restantes prometían matar con su veneno y toxicidad.

Por más rápido que corrieron, los seis pequeños terminaron envueltos en la caótica experiencia. Tanto Dante, Rey, White y los otros dos ligres perdieron el control de sus pies al ser empujados violentamente hacia adelante. Valiéndose de maniobras evasivas, los cinco evitaron estrellarse contra los objetos más grandes, mientras que los fragmentos más pequeños de piedras y madera los golpeaban por la espalda, se les enterraban en la carne e incluso llegaban a atravesarles.

La luz hizo que Jhades no tuviera sombras en las cuales esconderse. De entre los presentes, aunque no fue alcanzado por ningún objeto, el vampiro resultó siendo el más afectado por la luz que le quemaba la carne y derretía los ojos. La onda expansiva hizo que los oídos de ellos se reventaran y que todos tosieran sangre.

Los llantos de White despertaron a Rey, quien aún atontado, volaba y se golpeaba contra lo que le rodeaba. Sin poder escuchar nada o ver algo, el pequeño extendió su brazo y tan pronto sintió el pelaje suave de su fiel compañera, hizo que su núcleo se expandiera tanto como le fuese posible. Encerrándose a sí mismo y a todo en el lugar, incluyendo a sus hermanos y los otros dos ligres. El pequeño sin apellido se propuso resistir lo más que pudiera. La esfera se cuarteó por varios lados, las grietas fueron más grandes y la barrera casi que llegó a quebrarse por completo. La energía de la explosión pasó y el evento llegó a su conclusión.

Desde el medio del campo de batalla, sobre el punto más alto del sitio y en donde estaba el Gran Mago Sabio, se encontraba el Coloso de Oscuridad y Sangre luchando contra los enemigos que parecían nunca acabar. Aunque luchaba con ferocidad y destreza, ella creó una tercera mano que apuntó en dirección a donde se dio explosión y estaban sus pequeños.

En medio del campo de batalla, Rey era el único que respiraba y se podía mover, pero no le faltaba mucho para morir por el veneno radioactivo que le devoraba por dentro. En cambio, bajo la lluvia negra, Dante y Jhades yacían muertos. Era bueno que Rey no pudiera ver, pues la muerte no era linda cuando los órganos internos de tus hermanos estaban esparcidos por el suelo. Los cuerpos destrozados, las extremidades ausentes, rostros irreconocibles, carne, hueso y sangre se combinaban con las rocas a la intemperie.

La ignorancia de Rey no duró mucho, pues de pronto, junto a un violento vómito de sangre, su visión regresó. A pesar de estar quemado por todos lados y no poder usar la regeneración de su cuerpo, se sintió mejor y también vio cómo sus dos hermanos regresaban a como eran antes.

Volteando el rostro, Rey vio a su madre, era ella quien le devolvía a la vida y sanaba las heridas. Ella estaba usando un control elemental perdido, control que tenía ciertos límites y entre esos límites no estaban los tres guardianes del Paraíso. “Conque mis hermanos pasaron el proceso de iniciación… falto yo. Tal vez si hubiese muerto, pudiera alegrarme de esta situación y de todas las otras”, pensó Rey. “Esto es a lo que llaman radiación… Estoy envenenado. Con el tiempo, sin tratamiento o ayuda externa, tal vez moriré. No creo que pueda ser peor”, se dijo. Rey abrió los ojos, ya no veía tan nublado como antes y entre sus manos pudo identificar algo. Lágrimas de entre los ojos enfurecidos, era un torrente de agua que parecía no parar. “No, no, no… no puedes hacerme esto”.

Maryam recogió su mano y siguió luchando, pero estaba preocupada y no podía ocultarlo. Lo que más temía sucedió y, a pesar de estar tan lejos, pudo escuchar por primera vez el llanto desesperado de ese que no había llorado al nacer. La preocupación de una madre que sentía el dolor de uno de sus hijos, casi que no tenía límites, y las otras dos crías estaban a punto de despertar. “¿Cómo reaccionarían si se enteraban de que sus juguetes también estaban rotos?”, se preguntó. “Tal vez, no tan mal como lo está haciendo Rey. Ellos murieron y regresaron a la vida… aprendieron lo que es descansar en paz. Aun así, la pérdida es algo difícil de soportar a cualquier edad”.

El Gran Mago Sabio, quien por el cielo se paseaba con las manos en la espalda, hizo una parada al lado de la vampira y le habló a la adolorida madre que apretaba las manos contra su pecho y dejaba que las lágrimas cayeran en el suelo.

—No tienes por qué hacer espacio para la preocupación en tu mente. Esa es la vida que les ha tocado y tienen las armas necesarias para defenderla y poder vivirla… Entiendo que no puedes hacer nada por los guardianes, pero tal vez yo sí pueda.

Maryam, haciendo que el coloso sacará dientes y lengua para devorar a sus oponentes, agregó:

—¡Preocupación! Palabra tan relacionada con responsabilidad… ¿No es así? —preguntó desmembrando al oponente—. ¡Aaaah! Tantas veces madre y aún no aprendo a dejar estos sentimientos. Siempre me arrepiento cuando los escucho llorar… Se me aprieta el pecho y me tuerce la sangre.

Cambiando sus palabras con un tono más severo y de regaño, dijo:

—Son solo juguetes rotos. Aprendan la lección…

Regresando a su entonación afligida:

—Quisiera decirles. Pero este remordimiento que siento por haber dejado libres mis caprichos, por el futuro al que he traído a mis hijos, por la vida que les di, por haberlos obligado a vivir una lucha que simplemente no pidieron, no me permite ser tan dura

Dirigiéndose al anciano que pacientemente esperaba:

—Gran Mago Sabio, te pido de favor que los ayudes.

Tras asentir con su cabeza, el anciano con las manos cruzadas detrás de la espalda descendió caminando en dirección a los pequeños.

La vampira se guardó las siguientes palabras, mientras recordaba el pasado:

“Este remordimiento que siento a pesar de haber vivido tanto tiempo…”. Maryam se sentía culpable. “Un vínculo no es la solución para escapar de costumbres y tentaciones prohibidas. Una amistad no corregiría el vínculo dañado. Una relación no arreglaría nuestra amistad. Un matrimonio no iba a reparar nuestra relación y un niño no salvaría nuestro matrimonio, mucho menos tres…  ¡Lo sabía! ¡Siempre lo supe y, aun así, lo hice porque era mi oportunidad!”.

Ella también lloraba en el interior del gigante mientras recordaba a esa otra vampiresa que había conquistado el corazón de Wulfgang. “Espero, hija mía, que me puedas perdonar. Que puedas perdonar a esta madre que se quedó para sí misma tu tesoro más preciado”. Cortando con su espada a tantos enemigos como pudo, ella continuó hablando consigo misma mirando a su marido. “Este matrimonio fue el precio de mi libertad. ¡Oh! Otra palabra comprometedora, ¿no es así, Wulfgang? Yo que siempre añore ser libre, soy la mayor hipócrita de esta historia”.

Tras golpearse los cachetes con sus manos abiertas, ella cambió la mirada, se secó las lágrimas e infló su pecho; continuó hablando como quien se recordaba algo importante: “¡Maryam! No existe valor en las emociones; el amor, la confianza, la felicidad y la amistad son solo herramientas útiles para usar y manipular. No tengo permitido el arrepentimiento. Ellos tampoco pueden señalar mis errores, no ahora que son el tipo de arma necesaria para poder sobrevivir en un mundo que celebraría sus muertes, un mundo en el que, si es necesario, deberán matar a las personas que más quieren antes de que estas los maten. Ahora que conocieron lo que es morir, la alteración, la conmoción, la inquietud, la exaltación, el desasosiego, el temor… ahora que pasaron por la iniciación, que se preparen esos que osen interponerse en el camino de mis hijos. Espero que los humanos escojan a un dios que piensen que es el más justo si quieren librar la guerra”.

Los tres pequeños se levantaron. Jhades y Dante, contentos de haber sobrevivido, ignoraban el hecho de que habían muerto por unos segundos. Más que ignorar, habían aprendido que la muerte no era nada especial para ellos. Morir era simplemente descansar en paz. En una vida donde el dolor se traduce en sufrimiento, la muerte les había representado ausencia de dolor, así que también les resultó en la ausencia de sufrimiento. Rey, por otro lado, con respiraciones entrecortadas a causa del llanto, estaba abrazando contra su pecho algo un tanto carnoso, cubierto por hollín y cenizas, lo que suponía ser un pelaje. Ese que nunca tuvo la oportunidad de dejar la vida, no comprendió lo que sus hermanos. Tal vez por esa misma razón se sintió tan culpable por lo que estaba sucediendo.

Mientras más los ojos blancos veían, más la mente ignoraba todo lo que estaba en los alrededores y se sumergía en un abismo de oscuridad. En el interior de Rey, un solitario espejo reflejaba el estado de ánimo del chico, uno neutral; ojos abiertos, observadores de todo lo que sucedía. El caer de este delicado objeto reflejante en donde no había suelo acuñó la permanencia de los daños que se estaban causando. Otro ruidoso sonido de cristal quebrado se dio lugar, otro y otro más. Uno por cada nuevo sentimiento que podía existir en la personalidad de alguien emocionalmente inestable. Negativas en colores se volvieron la imagen que reflejaba al pequeño, imágenes que ya no reflejaban un mismo rostro. Dentro de todos y cada uno de los cientos de piezas, ahora se proyectaba un reflejo propio e independiente de las demás. Tantas piezas como expresiones pudieran hacer un rostro. Expresiones manipuladas por emociones que se convirtieron en cadenas que momentáneamente clamaron como prisionero al cuerpo y voluntad de Rey, quien se negaba a dejar ir.

Una de las dos bolas flotantes apareció en el interior de Rey; también sonó en el eco de tantos cristales para preguntar:

—¿Cómo reaccionar?

Era Melody. Ella, al oído del joven, susurraba un silbido con la intención de calmar mientras sostenía algunas piezas de espejos rotos.

—Esto es tan solo la primera experiencia de otras tantas muchas —dijo alguien, de voz masculina, mientras se volteaba y le daba la espalda al asunto.

La otra bola flotante se hizo aparecer y también arrojó una pregunta:

—¿Cómo poder demostrar que te importa?

— Era Memory, quien hacía flotar los recuerdos de un pasado.

Regresando a la realidad del exterior producto a la conmoción del combate entre colosos y gigantes, Rey no pudo controlar que sus manos le temblaran. Aun, en estado de shock, la respiración se aceleró al mismo paso que la negación desterraba a la incredulidad que terminó estrangulada por los dientes del joven que rechinaron por la presión. La confusión se marchó y en su paso saludó literalmente al enojo y la indignación, siendo los que se manifestaron en aquel pequeño rostro. Rey, roto en llantos, dijo:

—¿Por qué? Este era mi combate, era mío. Te dije que no interfirieras… ¿¡Por qué!?

Dante, sin la usual energía en su comportamiento, con los ojos invadidos de lágrimas, apoyó su mano en el hombro de Rey. El lobezno actuaba como quien había dejado ir a su compañero, pues dejar de vivir era bueno en cierto sentido. El lobo, arrepentido, admitió que había estado equivocado, que no era divertido apostar en situaciones que no estaban bajo el control de nadie. También se disculpó por haberse marchado sin mirar atrás y agregó cínicamente que debían de continuar su escapatoria. Por más que habló y por más que trató de ser empático, Dante se cansó y dijo en un grito:

—¡Basta…! —Al mismo tiempo que expulsó todo el aire que restaba en sus pulmones—. Padre dijo que no está bien llorar por algo que sirvió a su propósito… te hace ver menos invencible.

Rey, lleno de rabia, sin importar lo que su hermano pudiera pensar de él, le quitó la mano de su hombro y apenas se levantó con intenciones agresivas, habló como quien intentaba conservar la calma:

—¿Algo? ¿Invencible? ¡¿Acaso tienes idea de lo que estás hablando?!

Con el puño cerrado, Rey golpeó a su hermano en la cara, para continuar:

—Piensa antes de hablar te dije ya Dante, para que tus buenas intenciones no terminan causando males mayores. Si me ves llorando es porque perdí a alguien de valor, no “algo”.

Rey tenía razón. En el fondo de su corazón, Dante entendía que irle a la contraria a su hermano no valdría de nada, y si él estaba llorando, por qué se habría de contener. Con esto, lágrimas de dolor abandonaban los ojos rojos que habían dejado de preocuparse de mantener algún tipo de apariencia. Mirando a un lado, estaba el cuerpo muerto de su acompañante, ese pequeño gatito peludo que siempre estaba feliz de verle y acompañaba a todos lados tratando de ser tan fuerte como él, ingenuo e inocente que, a pesar de todos sus defectos, le admiraba. El rostro destrozado por el llanto estaba reflejando ante el portador de los ojos blancos la manera en la que el pequeño lobo manifestaba lo que sentía en su interior.

Por el contrario, indicadores de la tristeza que estaba sufriendo, la serie de mecanismos expresivos dentro del vampiro dejaron surgir una desafinada risa irónica. Para alguien de naturaleza egoísta, le era normal sufrir con el bienestar de otros, más si este bienestar era la muerte misma. El ruido ofensivo por parte del vampiro hizo que los dos hermanos voltearan sus rostros. Jhades no era diferente, entre sus manos abrazaba con fuerza la parte restante del cuerpo de su acompañante, el cual también estaba muerto aplastado entre dos piedras.

Melody al oído de Rey, susurró las siguientes palabras:

—Llanto y risa… conductas expresivas funcionando a modo de catarsis. Todos están en la misma situación, no saben cómo actuar, de qué manera hacer entenderle al mundo que en verdad la situación les importa y que no quieren aceptar la muerte de un allegado. Liberarte en llantos si es necesario para que te deshagas de eso que pesa tanto en tu interior, lo que altera tu equilibrio mental

Otra voz, totalmente diferente, agregó:

—Ten mucho cuidado con lo que sientes en el interior. Es lo que te hace imperfecto y, en muchos casos, lo que te llevará a tomar decisiones equivocadas.

Dante, rindiéndose a ponerse de pie, dijo:

—Si no vamos a escapar, ¿qué vamos a hacer?

De momento, ante la pregunta del lobezno, alguien más comenzó a reírse a carcajadas. No muy a gusto, los tres pequeños prestaron un poco más de atención a su alrededor hasta que lograron identificar de dónde provenía. Yacer aún estaba vivo. Tumbado en el medio del cráter, sin piel, carne o huesos, solo, quedaba un cráneo metálico de un ojo mecánico.

El pequeño vampiro cambió su manera de actuar al darse cuenta de que uno de los causantes del dolor que sentía aún se encontraba con vida. Por primera vez para Jhades, la existencia de una persona estaba provocando por sí misma el rechazo que se creaba en su interior. El sentimiento negativo no solo plagaba el interior del vampiro, sino que también contaminó como un enjambre al pequeño lobo y al hijo no deseado. Antipatía, aversión, rencor, aborrecimiento, desprecio, rabia era todo lo que el odio estaba haciendo sentir a aquellos jóvenes por la vida del que en el momento se estaba riendo. Jhades asumió la apariencia de la bestia que dormía en su interior y se lanzó sin piedad en dirección a Yacer, apenas estuvo justo en frente de este, le apuntó con la pistola en la cabeza y le dijo:

—Maldito, no sabes cuánto voy a disfrutar de esto…

Una tras otra fueron las balas que salieron de la boca de la pistola humeante. Uno tras otro, los disparos que, sin importar en qué parte de aquel cráneo dieran, no apagaban la tan irritante carcajada. Yacer, sin expresiones faciales que poder hacer, dijo:

—¿Maldito yo? Sí, bendecido a morir estoy. Malditos ustedes, condenados a vivir y sentir el veneno más poderoso de la humanidad… mi voz se sigue haciendo, sin claudicar o morir —dijo incluso después de que el cráneo fuera destruido parcialmente.

Lo que hablaba era una especie de bocina cuadrada, por esa razón la voz se escuchaba tan distorsionada. Jhades se quedó sin balas, pero siguió viendo cómo el extraño ojo espeluznante se movía y le enfocaba con su pequeño lente. El vampiro quería pisar con su talón al pedazo de hueso hasta hacerle polvo, pero antes de continuar, algo lo detuvo.

Dentro del cielo que aún se miraba negro, pero que se comportaba como si la invasión estuviera llegando al final, las palabras pronunciadas por el Gran Mago Sabio se escucharon por el lugar:

—Misionero de mil almas.

El anciano que caminaba por el aire sin preocupación alguna, con su clamado hizo que apareciera el trono de piedra de zafiro negro. Sobre el trono sentado estaba la figura de un cadáver putrefacto, uno que bien se podía ver había sido una mujer bella, graciosa y elegante. De prendas y carnes quemadas, fría y sin vida, la criatura pareció respirar hondo para levantarse. Esparciendo sombras por donde andaba, la aterrorizante presencia tiro de la cadena que bordeaba su cintura, cadena que sostenía un sin número de seres sin colores sólidos, ni esencia de vida o indicios de materia.

¡Ching!, ching. ¡Shuiiiing!, shuiiiing. ¡Trink!, trink. Las cadenas se movían.

—¡Aaaah!, a trabajar… —dijo la criatura entre susurros de ojos rojizos—. ¡Aaaah!, arrebatar alivio y traer dolor.

El cuello de la criatura se volteó ciento ochenta grados, el sonido de los huesos desmontados se hizo lugar y, por último… la mirada indescifrable de aquel ser provocador de dolor se enfocó en los tres pequeños.