Stagnation

Chapter 7
Personas con ojos de cristal


 Cayendo, tosiendo sangre y sin poder reunir las condiciones para efectuar un llamado silencioso, Rey estaba en una situación terrible. Necesita calcular a la perfección la cantidad de energía y el momento preciso para efectuar el movimiento que le hiciera salir disparado hacia atrás. Pero como sus alas habían perdido las plumas, producto de la velocidad y su cuerpo se le incendiaba por la fricción del roce con el viento como si fuese un meteorito, el solo darse la vuelta le resultaba una tarea difícil. 

  «No puedo ver la luz de la entrada, ¿qué profundidad podrá tener este agujero?» se preguntó Rey, mientras miraba en dirección al círculo de conjuros que había dejado atrás, el cual parecía que ya estaba muy lejos. «Lo mejor de todo es que mi velocidad de caída no va a seguir aumentando. Primeramente, tengo que ponerme de forma vertical, mirando hacia abajo para poder usar un clamado que pueda aminorar la velocidad con la que estoy cayendo. Es fácil decirlo, pero mis músculos están tan contraídos que ni siquiera puedo sentirlos. La fricción del aire me quema y no sé exactamente qué tanto tiempo me queda con tantas cosas por hacer.»

     El joven híbrido volvió a toser sangre, la regeneración de su cuerpo estaba consumiendo mucha energía para poder mantener el nivel de daño al margen. Las fuerzas se le marcharon, así como la consciencia. Rey decido cerrar los ojos lentamente, pero aun así no dejó de ver. Por impresionante que sonara, él pudo ser capaz de verse a sí mismo junto a una pequeña luz en su interior oscuro, en el cual vivía una pequeña llama que parecía alimentada por la felicidad. 

 «Mmm… ¿Estaré durmiendo nuevamente?»

—No creo que sea una pregunta que debas hacerte, solo perderás el tiempo — le dijo a Rey una voz totalmente diferente, que arrojó un comentario al aire.

Era un tono fino, acompañado de notas musicales asociadas solamente a sílabas tarareadas por otra entidad presente.

—La larala la ra la la la… larana na, nara ra.

   —Esa llama la siento muy familiar. ¡Su calor me reconforta! Me siento como en casa —dijo Rey, sintiendo la familiaridad del lugar, mientras entraba a un mundo nuevo, en el que no existía el peligro inminente de morir estrellado como un meteorito.

   —¿No deseas alcanzarla? —preguntó History, acompañada por los tarareos de Melody. Así era como estas dos entidades se nombraban.

— Na nana na, nanana na nana la.    

    Ante la pregunta y el tarareo, el joven de ojos blancos estiró su mano y trató de alcanzar el fuego tan cálido que se le mostraba. A punto de tomarlo, notó que algo lo detenía. «¿Qué es esto?» se preguntó, mientras una extraña fuerza lo empezó a succionar de vuelta al momento que debía resolver, con tal de no morir.

   —Rey, aún no es tiempo de llegar más arriba como hechicero y despertar el micromundo interno. Tienes que luchar, aférrate a la vida, sea como sea. Resurge todavía más fuerte para que nadie pueda arrancar tu felicidad y regresa una vez más, veremos, si en ese momento, logras pasar la prueba —dijo History, mientras Melody seguía tarareando.

Una vez que perdió de vista la flama, Rey regresó al presente, a sentir el viento, las llamas, el frío y los ojos de un agujero sin fondo que le observaban. Se hizo consciente que su cuerpo estaba cayendo y le intrigó el estado interior que había alcanzado, por lo que, inhaló una bocanada de aire y tan pronto sintió que la tos incontrolable que le atacaba en todo momento había mermado, decidió hacerse con el control de su cuerpo encorvado, cerró sus puños y abrió sus ojos.

   «No me permito morir» dijo Rey. Con su pie pudo golpear la pared bruscamente, cosa que le hizo impactar en el lado opuesto del agujero, aunque eso era necesario con tal de aminorar la velocidad de la caída. Tembloroso, con la mirada fija y renuente a dejar que sus propias fuerzas le defraudaran, cruzó las manos en frente de su rostro y redujo considerablemente los daños físicos del siguiente impacto que recibió.

Un tanto más al control de su propia caída, Rey empleó lo que quedaba de sus alas para colocarse correctamente en el mismísimo centro del agujero a la vez que se volteó, poniéndose así de frente al fondo del interminable precipicio. Tomando un respiro profundo, alineó todos sus vórtices de energía, calmó los latidos de su corazón, limpió su mente de emociones, y pronunció una bendición:

—Última voluntad.

  Anteriormente, esta bendición se efectuaba solo a individuos al borde de la muerte con tal de hacer que pudieran cumplir un propósito antes de morir irremediablemente. Pero fue mejorada por la hechicera propietaria del Grimoire, conocido como el “Santuario de Atena”, que su maestro Heroclades cargaba a todos lados, para hacer más eficiente su uso y convertirla en una bendición de “potenciación corporal permanente consecutiva”.

‘Consecutiva’, en el sentido que el hechicero debe mantenerse administrando una cierta cantidad de poder con tal que la bendición siga haciendo efecto y ‘permanente’ porque el hechicero no tiene que seguir administrando poder con tal de mantener el efecto. Esto evitaba, en gran medida, las consecuencias perjudiciales para los usuarios que no pudieran seguir administrando energía; pero para los que no supieran cómo usarla o quienes abusaran de su uso, tendrían como consecuencia una muerte súbita, o por lo menos, daños permanentes. 

   Bajo los efectos de la bendición pronunciada, la cual técnicamente simula regresar el cuerpo a un punto de guardado en específico, que se encontraba de diez a veinte minutos en el pasado, fue que Rey regresó a tener la misma salud que tenía antes de arrojarse por el precipicio. Con esto, él hizo trescientas cuarenta y ocho posiciones diferentes de sus manos con tal de manipular la aerodinámica de su caída. En todas y cada una de las posiciones, Rey utilizó silenciosamente el clamado conocido como “Impacto de viento” que era casi lo mismo que el círculo de conjuros antes creado, solo que mucho menos potente y sin la capacidad de materializar caballos para frenar aún más su descenso. 

  Los esfuerzos por parte del joven para posicionarse en el sitio óptimo para detener la caída y subir, eran porque sabía que, por tan solo un milímetro de desviación, su cuerpo subiría todo lo que bajó chocando con las paredes y la regeneración otorgada por sus condiciones sobrehumanas no le permitiría mantenerse consciente. Una cosa era subir e impactar contra el techo y otra bien distinta era subir y chocar cientos de miles de veces contra los muros del agujero hasta llegar a chocar con el techo.

  «Perfecto, es todo o nada» dijo Rey, quien con sus manos extendidas volvió a efectuar el clamado silencioso de “impacto de viento” solo que administró una cantidad de energía colosal, reguló la velocidad para que fuera la máxima posible y amplificó la cadencia a niveles exponenciales, lo que hizo que la fuerza del golpe del impacto contra el metal del fondo del precipicio, fuera suficiente para reducir su velocidad de caída y hacerle salir despedido todo el camino que había bajado de vuelta a la superficie.

   Aunque toda la piel, carne y tejidos del brazo de Rey se desprendieron como efecto secundario, tan solo una décima de segundo después de efectuar el clamado silencioso, la caída comenzó a frenarse. No de forma instantánea, pero el proceso de desaceleración fue tan brusco y descomunal, que para cualquier otro ser vivo que no estuviera bendecido con potenciaciones corporales, hubiera sido letal. Aun así, incluyendo el sacrificio de la carne de su brazo derecho, los cálculos daban resultados favorables a la desaceleración total de su velocidad de caída. Como si pretendiera hacer un aterrizaje seguro en el fondo del abismo, empujándose hacia los lados con su brazo izquierdo, Rey se las ingenió para ajustar su descenso tratando de mantener la posición vertical de su cuerpo.  

   A dos palmas de tocar el suelo, algo más que solo la oscuridad quedó grabada en la borrosa percepción de la visión del joven. Una puerta abierta, una luz, personas con ojos de cristal, rostros de plástico y narices sobresalientemente redondas, todos cubiertos de una prenda enteriza y armados. Producto a la presión de aire, ellos salieron disparados hacia los lados y contra las paredes. 

  Sin poder ver más, Rey encorvó su cuerpo para usar el mismo clamado silencioso que hizo con su mano derecha, pero ahora con sus pies para salir desprendido a gran velocidad en dirección opuesta. Aunque sus pies resultaron heridos, no fue tan grave como lo que le pasó a su brazo más diestro, aun así, ese clamado no sería suficiente para hacerle llegar a la superficie. Con cinco chacras bloqueados de los veinticuatro que tenía en su cuerpo, la energía envenenada, su corazón que comenzaba a acelerarse y a punto de toser sangre, sería un suicidio clamar nuevamente. Pero él no tenía que volver a clamar, dado a que aún quedaba el círculo de conjuro flotante en el aire. 

  «Con tal solo pasar ese círculo, podré llegar a la superficie» pensó Rey, mientras miraba la luz azul neón que se veía cada vez más y más cerca.

 Perdió velocidad y extendió su mano izquierda, debido a eso, a Rey no le quedaba más que confiar que llegaría, pero en medio del aire se detuvo antes de alcanzar su objetivo. Tan cerca y a la vez tan lejos, pero no iba a rendirse, después de todo, la bendición que le regresó su cuerpo a un estado saludable, también le había regresado todo el plumaje perdido de sus alas. Sacando las dos inmensas extremidades extras, se impulsó hasta llegar a sostenerse de los dos últimos caballos que se veían dentro del círculo de conjuro, que se desvaneció en el aire.

  Apenas salió del agujero, el cuerpo maltrecho de Rey, impactó fuertemente contra el techo de la habitación de evacuación. Sin plumas en sus alas, sus pies en mal estado y con un brazo ausente, Rey soltó un gran chorro de sangre por la boca tan pronto se estrelló de frente contra los metales sólidos.  

 Los daños recibidos por el cuerpo del joven fueron críticos, tanto así, que rompieron los efectos de las bendiciones, potenciaciones y hechizos que había impuesto en su organismo. Casi perdiendo el conocimiento una vez más, de reojo notó algo que nadie más fue capaz de notar. Ahí estaba de pie, vistiendo prendas negras, como si estuviera esperando a obtener algo sin esconder el inmenso objeto afilado que cargaba con una de sus manos. También estaba White ahí, la bestia blanca que buscaba salir, pero a la vez no podía, ya que estaba atrapada en una dimensión intangible. Resignado a gritar sin poder ayudar, el felino se movió de un lado a otro. 

  Con una sonrisa como saludo, Rey miró de frente al vacío del que había salido exitosamente, ya que sus cálculos no estuvieron errados. Sabiendo que tenía que hacer algo para no volver a caer, que su cuerpo no podría resistir por sí solo el agarre de la gravedad que se adueñaba de su persona y que tenía un futuro que prometía llevarlo de regreso a donde recién había salido, se dijo antes de cerrar sus ojos: «¿Qué tiene de malo depender de los demás?»

  Después de prácticamente resoplar con su boca, Dante se puso en marcha y tras pegar un salto, rescató a su hermano de volver a caer por aquel agujero que no parecía tener fondo. 

  —Aww —gritó Dante, como si fuera un conquistador, claro, él podía dejar morir a su hermano quien bastante había hecho y merecía descansar en paz, pero también podía salvar al salvador de cientos de personas y ganar aún más reconocimiento con mucho menos esfuerzo.

   Jhades también se había preparado para ayudar a su hermano, más por conveniencia que por obligación fraternal, después de todo, el vampiro podía entender el lenguaje de los habitantes de ese mundo, hacer aparecer y desaparecer sus armas, entre otras cosas convenientes, gracias a la magia de su hermano. Él tampoco se enfrentaría a ese tal Gilgamesh, ni tenía fe en que Dante se portara bien sin nadie que le cuidara de cerca, como Rey siempre hacía.

   —Lo han logrado, salvadores sean ustedes —advirtió Román con la intención de motivar a los tres pequeños restantes a que salieran de aquella habitación y se mostraran ante quienes aún podían moverse.

  Jhades hizo desaparecer su figura y presencia, mientras que Dante, con el pecho inflado, se echó a su hermano inconsciente en el hombro y tan pronto pasó por un lado a Román, se hizo visible ante todos. El licántropo llevó el cuerpo de Rey hasta el otro lado de la puerta y sintió la agradable sensación de ser recibido por aplausos por parte del personal de seguridad y el agradecimiento en los ojos de quienes conservaban sus vidas. 

   —Gracias a ustedes no ha habido ninguna pérdida —dijo Marín, tras mirar a Román un tanto preocupada, ya que realmente no sabía si estaba diciendo la verdad o no.

   Dejando el cuerpo de su hermano en el suelo, Dante amplió la sonrisa de su rostro y extendió sus manos para dar vueltas en el lugar como si estuviera bailando al son de los aplausos que cinco o seis individuos se mantuvieron dando.

  —¿Sabes? —agregó Román a modo de susurro cuando Marín se le acercó—. No es demasiado tarde para domar al que te he asignado. ¿Por qué no apelas a su lado civilizado y le enseñas los placeres de la carne como Lía hizo con Rey? 

   —Pero ¿cómo? —Respondió Marín—. Soy la encargada del personal de seguridad precisamente porque nunca he sido muy buena en las artes amatorias. 

    —Eres muy fuerte y brusca para un ser humano, pero no será el caso para alguien que no lo es. Confía en mí. Primero déjate caer y muéstrale admiración, dile que tienes envidia de un líder tan admirable y fuerte como él. Después ponte a su nivel y luego, poco a poco, muéstrale el camino de otorgar los placeres del cuerpo. 

  Marín se quedó pensativa, haciendo como si entendiera el comentario de Román. Era cierto que hasta el momento ella no había podido comunicarse con el lobezno, pero las palabras no eran fronteras para la comunicación, si existía el lenguaje corporal. Además, Dante respondía más a los halagos y recompensas, que a gritos, regaños y castigos.

  —Suficiente, dejen de aplaudir, ¿que no ven que es un monstruo y por su culpa estamos condenados a morir? —dijo uno de los sujetos de prendas ostentosas de mal humor, sosteniéndose el brazo sin poder quedarse callado por el dolor que sentía.

  Dante se volteó achicando los ojos y sacando sus dientes en respuesta.  

  —¡¿Te salvaste de morir tu solo?! ¿Acaso salvaste a quien te salvó de morir? Que tengas un brazo roto no significa que no puedas aplaudir. Primeramente, cuando seas alguien invencible, podrás hablar y dar tu opinión, ¿entiendes?

  Dante gritaba malhumorado de un lado a otro sin dejar que el personal médico pudiera seguir tocando a quien le había insultado, cosa que aprovechó para fracturarle el otro brazo y después los pies. Claro, las mujeres y niñas que estaban ahí se sintieron contentas con la situación, puesto que la víctima del licántropo era alguien notorio por abusar de las esclavas sexuales. 

 Una vez la situación siguió escalando, la encargada del personal de seguridad terminó de hacer preparaciones con Lía y Román para arrojar una granada de humo en dirección a Dante, quien estaba enfocando toda su atención en alguien de clase alta que, aunque se desmayara del dolor, aun le gruñía como si fuera comida que estaba a punto de devorar.  

  —Vaya Dante, eres impresionante—dijo Marín pretendiendo estar fascinada con lo que pasaba, pero evidentemente no era que le saliera con naturalidad—. No te enojes por seres insignificantes. Eres un líder impresionante, fuerte y admirable. Estuve equivocada todo este tiempo en el que te traté como si no lo fueras.

  Ninguno de los presentes pudo entender lo que estaba sucediendo, las palabras por parte de Marín estaban tan mal actuadas que no tenían propósito ni fundamento en dicha situación. Por otro lado, Román pensaba «Creo que un gato puede hacer mejores expresiones de estar interesado, no es que tuviera esperanzas en que ella pudiera hacerlo mejor, pero ¿así de mal?»

   “Dante el impresionante”, esas palabras rodaron dentro de la mente del licántropo de tal manera que le hicieron sentirse el dios del mundo.  

  —¡Ohhh! —exclamó él, olvidando las intenciones que tenía de comerse vivo a quien le había insultado, para luego deletrear las silabas de la palabra que tanto se parecía a su nombre en la finalización— ¡Jejeje! Im-pre-sio-nante.

  «¡¿Se lo creyó?!» se dijo Marín sorprendida, reconociendo que no era tan mala en las artes seductoras como pensaba.

  Por otro lado, Jhades miraba a Rey y se daba cuenta que las fuerzas de su cuerpo se debilitaban y que sus armas no podían salir del espacio en donde estaban, seguramente debido al estado en el que Rey se encontraba. Esa situación le hizo buscar a Lía, quien aún no se había dado cuenta cómo estaba su hermano.  

   —Vayamos a un lugar más privado —sugirió Marín, empleando de forma más cómoda sus técnicas seductoras mediocres—. Quienes están aquí no merecen tu grandeza y yo tengo muchas preguntas que hacerte.

  Dante estaba excitado, puesto que tenía mucho que contar, cuidando que Rey no estuviera despierto, miró cómo el personal médico se acercaba a ponerle varios artefactos. Era conveniente contar la historia a su manera, pero no quería que su hermano híbrido despertara y desmintiera algunas escenas, así que, dándole un último vistazo en dirección al vampiro, que raramente se le veía interesado en hacer algo, resopló un “Mmm”, que significaba “mantente alejado”.

  Román, tras ver como Dante y Marín se marchaban, cambió la dirección de su mirada a Lía, quien no se movía de su sitio. Rey estaba tendido en el suelo, entre la vida y la muerte, y ella parecía no saber qué hacer ni cómo reaccionar.

  —¡Doctora! ¡Doctora! —grito Román, llamando la atención de la vampira— ¿Qué debemos hacer con él? Aún está vivo.

  El sujeto avanzado en edad, estaba cerca del personal médico y aunque no tomó parte en ninguna de las actividades, se incluyó en el grupo, mientras señalaba el cuerpo tendido que casi no respiraba. 

  La duda que detenía a la vampira era confirmar si Rey estaba vivo o muerto, ella no quería acercarse y tener que confirmar el peor de sus miedos y además se reprochaba por no haber podido entrar y ayudarlo por más que quiso, ya que el viento la mandó a volar. Pero al saber que aquel al que tanto apreciaba aún estaba vivo, pudo tomar un respiro en el lugar y comenzó a dar las órdenes al personal médico de llevar el cuerpo a la sala de operaciones. 

  Dante se marchó con Marín, Jhades desapareció por un ducto de ventilación y Rey fue cargado a la sala de operaciones. Para Román, todo lo que quedaba eran cuerpos que agonizaban tratando de mantenerse con vida, nada lo suficientemente valioso en lo cual administrar su tiempo. Con la ausencia de los tres hermanos, se sacudió las manos y también se dispuso a marcharse, casi sin ser notado por nadie, silbando al aire. 

  —Vine con la intención de contar mis hazañas y terminé despertando en una silla atado de brazos y piernas, ¡¿qué podría ser mejor?! —murmuró Dante en su extraño idioma—. ¿Acaso fui engañado por ella? Imposible.

  La habitación en la cual el licántropo estaba encerrado no tenía salida, tampoco ventanas, pero contaba con una puerta, había también una cámara, una mesa y una luz encendida justo a un metro de su cara. Era un cuarto de interrogatorio minuciosamente preparado para sacarle información a los esclavos que se atrevieran a organizar conspiraciones en contra del templo, pero al ser Román tan benevolente como dueño, casi no se le daba uso a no ser que un cliente lo solicitara.

 Dante intentó acostumbrar su vista a la destellante luz para tratar de ver en la oscuridad, pero sus ojos, que podían ver tan claro en la noche como si fuese de día, tenían un punto débil. Recién había descubierto que, si estaban siendo apuntados con una luz brillante, sus ojos no podrían adaptarse sin antes terminar con la retina quemada, lo cual le provocaba un dolor intolerable. Desistiendo de ver en un sitio en el que no podía, cerró sus ojos para usar los otros sentidos que le quedaban.  

   Entre las sombras, al otro lado de la luz, un segundo par de ojos rojos se abrieron. Marín estaba contemplando a su presa con un pequeño látigo en la mano. La chica, intranquila, sin deseos de mantenerse estática, comenzó a caminar. Con pasos firmes, uno tras otro, rodeó varias veces al cautivo. Deteniendo su firme caminar en frente de Dante, le colocó el látigo en la cara como si hubiese decidido cómo procedería.

   —Impresionante Dante, dime —dijo ella con voz ronroneante y seductora—. A pesar de haber salvado el momento y de lo mucho que quiero que me cuentes tus hazañas de la habitación de evacuación, te até de pies y manos porque creo que Rey ha hecho cosas que tú no, ¿acaso no te molesta siempre quedarte atrás con respecto a tus hermanos? 

  El licántropo, quien en un principio estaba dispuesto a dislocarse el hombro y partirse las piernas con tal de zafarse de las sogas que le amarraban, apenas escucho el nombre de su hermano, comenzó a pensar diferente. ¿Qué era lo que su hermano había hecho que él no? ¿Por qué estaba en un cuarto solo con una mujer? Las respuestas le vinieron a la cabeza cuando recordó ver cómo la doctora besó a Rey. 

  «Sí, él hizo lo que padre y madre, lo que mi maestro y su amante… Un líder tiene que ser amado por alguien, besado y calentado. Aún no estoy completo» se dijo a sí mismo el lobezno, para después hablar en voz alta:

—¿Por eso me perseguían?  

  —Porque te amo —respondió ella titubeando.

  Impresionado, el joven abrió sus ojos ante la luz. No podía ver las expresiones de Marín, los gestos de su cuerpo o cualquier indicio que mostraban las personas cuando estaban mintiendo. Pero, aunque se estuviera riendo y diciendo esas palabras para burlarse de él, Dante no hubiera dudado en tomarlas como verdaderas.

  —Tú y yo, juntos. Lo demás, no importa —contestó el joven después de mostrar una sonrisa avergonzada mientras esquivaba con su mirada la luz que le encandilaba. 

 —Pero para ser mejor que tu hermano debes de ser más intrépido y temerario —continuó Marín—. Las parejas se escuchan mutuamente y no salen corriendo por ahí mientras gruñen por los ductos de ventilación, ¿o sí?

  Para Dante la revelación tuvo mucho sentido. Era verdad, Rey no se valía de correr y gritar por los pasillos, tampoco su maestro en un pasado. Sin embargo, no podía reconocer que había actuado mal, puesto que le haría ver como un líder débil. No era que careciera de experiencia en el sexo, después de pasar suficiente tiempo despierto en las tres primeras noches eternas que le tomó concluir el entrenamiento, él dormía en la misma cama de su maestro y la maestra de Jhades. No obstante, aunque su contacto con el sexo fue profundo, él no era más que un juguete entre dos individuos que habían vivido cientos de años. Para él era una lástima no haber podido experimentar la iniciación con los demás miembros de la manada, mientras estaba viviendo en el séptimo círculo del infierno. 

  Amar y ser amados por todos era la iniciación, la misma que también hubiera podido convertirse en una ejecución, dado a su comportamiento. «El maestro, quien amaba y era amado, siempre era perseguido por su pareja, estaba casado y era emboscado a cada momento», pensaba Dante. Ahora no podía perder la oportunidad de formar una manada propia. A punto de decir algo con tal de justificar sus acciones y lucir bien, Marín le interrumpió.

  —Yo sé que querías “comprobar” cuánto te amaba —dijo Marín seductoramente, como si le sacara las palabras de la boca al licántropo—. Mientras te perseguía me demostraste lo fuerte, rápido y ágil que eres. Espero que ahora puedas notar lo mucho que me gustas, por eso te tuve que amarrar, pero sé que te puedes escapar en cualquier momento, solo te pido que no lo hagas.

  El ego de Dante estaba siendo inflado como nunca, por primera vez alguien le estaba reconociendo como lo que era. Además, si su maestro siempre era capturado porque Katherine era mucho más fuerte, él estaba un paso al frente de Miján por no dejarse capturar con tanta facilidad. Tal vez, esa era la explicación de la manera en la que Marín ahora se comunicaba con gestos mimosos y halagadores. «Claro, madre actuaba así con padre porque ella no podía capturarlo. Mientras que Katherine era fría y brusca con el maestro porque ella podía hacer con él lo que quisiera».

  Abarrotado por revelaciones intuitivas de preguntas que se habían quedado sin respuestas, Dante en ningún momento llegó a notar cómo Marín intentaba esconder la vergüenza que sentía al hablar como alguien que sabía algo, aunque realmente no era así. Con un golpe de su látigo contra uno de sus muslos, disfrazando su voz como si estuviera necesitada con tal de poder decir las últimas palabras, ella interrumpió los pensamientos de su cautivo diciendo:

—¡Sé mi macho alfa! Dante, te necesito conmigo. 

  Las palabras habían sido dichas, él era necesitado por su fuerza, valentía e invencibilidad, pero no sabía qué decir para sonar bien. Como una cereza sobre el helado, el sonido que Marín hacía al desvestirse fue lo que invadió el lugar. 

  Por otra parte, la intención de Marín al usar su piel desnuda, era fomentar que el deseo de poseer se despertará aún más entre las piernas del joven amarrado. Esperar por una respuesta sería en vano cuando las acciones podían abrir paso a las palabras que podía hablar su cuerpo. 

  Dante nunca había tenido la oportunidad de ver la figura desnuda de Marín, ella no era musculosa como Katherine, ni tenía una figura delgada y delicada como la de su maestro. Aun así, ella se le ponía al frente y con sus acciones pedía ser vista. Aunque la luz no era suficiente y el cuerpo vestido no era la gran cosa, él se excitaba por lo novedoso que le resultaba el momento. 

  Agregando leña al fuego en los ojos de Dante, Marín retiró los tirantes de la blusa que llevaba puesta, dejando que su pecho derecho se le saliera dentro del apretado escote.

  Viendo lo que las prendas ocultaban, Dante posó su mirada en el desproporcionado aro circular que coronaba a la circunferencia de carne. Aunque el pecho expuesto era lo suficientemente grande como para mecerse de forma hipnotizante de un lado a otro con cada respiración, no era tan llamativo como el sentimiento de tener a Marín sintiéndose cómoda con enseñarle exclusivamente sus partes privadas con tanta facilidad. Eso era suficiente para hacer sentir un poderío embriagante. Después de todo, que se le saliera una tal vez podía haber sido un error, que podía rectificar en cualquier momento, pero no fue así.

  «Ella podía fácilmente disculparse, pero sacarse el otro…» se dijo Dante, sin intención de señalar que con uno se conformaba. 

  Libres de las compresas, Dante notó que Marín tenía senos considerablemente generosos que se movían de un lado a otro, pezones marcados cuyas areolas de color marrón oscuro se hacían ver pequeñas ante lo que parecía algún tipo de endurecimiento de la piel que componía la zona. Ella entendía que nunca había sido buena con las palabras y que su mejor arma secreta era su cuerpo voluptuoso que escondía entre prendas que bien le disimulaban la fabulosa figura que tenía. Cuando alguien parecía no tener atributos femeninos muy significantes y de buenas a primeras se desviste mostrando todo lo contrario, esa situación actuaba como una bomba para los cerebros que no podían procesar la información.   

  Con los pechos afuera, la lobezna hizo resonar el látigo sobre la mesa y ahí lo dejó, para usar esa otra mano libre con la intención de quitarse, lentamente, el resto de la ropa que le cubría el torso, mientras que las múltiples capas de prendas que se ceñían a sus piernas se quedaron esperando a ser retiradas.

 El licántropo tragaba en seco mientras veía a Marín desatándose uno a uno los lazos, sacándose las hebillas, los botones y, por último, retiró con lentitud los atuendos formales del personal de seguridad del templo que se habían desajustado, dejando el torso de su cuerpo femenino expuesto. 

  «Con la parte de arriba… ¿acaso podré ver entre sus piernas?» se preguntó Dante, sudando, con el corazón que se le quería salir del pecho, sin poder siquiera cerrar sus ojos para parpadear. Él bajó la dirección de su mirada por las líneas que conformaban un abdomen delicado y tierno, uno que no había visto antes, uno que le encantaba. «Ella piensa quedarse desnuda… quitárselo todo y con eso, los dos tendremos sexo».

  Dante observó con secreta admiración la manera en la cual Marín se despojó de sus prendas inferiores, como si viera un tesoro oculto en el más profundo de sus sueños. Un rayo electrizante recorrió el cuerpo del joven de ojos rojos, uno que le volvió loco al punto de hacerle menear las caderas con la intención de frotar su miembro, ya bien despierto, contra la mesa. Dentro del espacio entre las piernas de ella, una zona encantadora lo invitaba, casi parecía que lo llamaba por su nombre, con gritos ensordecedores.

  Exponiendo su cuerpo, Marín también liberó sus hermosos cabellos lacios, cuyos mechones habían estado bien recogidos de forma profesional con una liga, dejándolos flotar sobre sus hombros y espalda, haciendo resaltar su cuello.

  Por supuesto, ni el pelo, la ropa o las expresiones faciales de la fémina desnuda eran de importancia para los ojos del pequeño. Dante clavaba su mirada determinada en los dos pechos y entre las piernas de la lobezna, de arriba abajo y de abajo hacia arriba, como si no supiera por dónde empezar a comer. El fuego de una exploración consumía las ansias del joven enfocado en buscar placer, pero Marín, dándole una patada a la mesa tumbó la luz y apartó eso contra lo que Dante se frotaba. Ella personalmente se acercó y tan pronto extendió su mano derecha, le agarró el miembro por encima del pantalón, para demostrar que ella podía darle más placer que una mesa. Haciendo que la bestia se tranquilizara ante la nueva sensación, siguió mirándole a los ojos.

  Petrificado, Dante podía aceptar que había sido tomado por sorpresa, los suaves y cuidadosos movimientos de dedos que pretendían ser bruscos no le dejaron pensar. Con ojos grandes y atentos, él la miró, mientras trataba de mantener una sonrisa. Una expresión facial que decía estar al mando de la situación, pero en verdad no lo estaba en lo absoluto, dado que todo era nuevo y muy repentino. Tal vez para él no era tan malo hacer como su maestro hacía y dejarse llevar ante los caprichos de la fémina que le poseía, después de todo, era el único que estaba sentado sobre una silla amarrado.

  Viendo la disposición de no seguir haciéndose el “sabelotodo”, Marín dijo:

  —Esto es una felación, por si no lo sabías. 

  Tan pronto Marín se las arregló para romper el pantalón con sus manos, inmediatamente devoró todo el trozo de carne que había despertado de su profundo sueño. Aunque no pudiera respirar bien y se estuviera dañando las rodillas contra el suelo, ella, con su lengua, se las arregló para incluso llegar a estimularle los testículos.

   Contrayendo los músculos de su cuerpo, Dante no pudo mantener su sonrisa triunfante; sin embargo, fue capaz de balbucear alguna que otra palabra como si se hubiera convertido en idiota.

—Con tan solo la sensación de la piel sensible en esa zona, no puedo negar lo bien que se siente, mucho mejor que cualquier otra cosa, estoy a punto de derretirme.

 Era algo diferente, él nunca sintió tanto placer en el contacto de su cuerpo con otro. El presente se asemejaba al pasado. Estaban a solas en una habitación oscura, la hembra tomaba la iniciativa, se tocaban las zonas íntimas con euforia y libido. Aunque era un líder que se había ganado la admiración de su hembra, al contrario de su maestro o por alguna otra razón, Dante no podía entender que Marín estuviera actuando mucho más apasionada que cualquier persona que buscara satisfacer su cuerpo con placer.

 Ella se dedicaba a mover su cabeza hacia delante y atrás, como si no esperara recibir nada a cambio. No solo su cabeza, ella también usaba sus labios, lengua y garganta, apretando y endureciéndose con maestría, según fuera necesario, con tal de proporcionar placer. Durante todo ese momento, lo único que él podía hacer era esperar y entregarse a sentir, alegrándose de que el sexo no fuera tan doloroso como lo recordaba. 

  Marín sacó el miembro de su garganta, con la intención de poder levantar su cabeza y mirar de forma soberbia al lobezno. Dante no le pudo devolver la mirada, tenía la quijada levantaba, indefenso, con su estómago expuesto.

  Sin dejar de masajear de forma intensa el órgano lleno de baba en frente de su rostro, ella finalmente hizo contacto visual con una cara inocente, una que estaba dispuesta a escuchar, con tal de recibir placer como el que se le daba. 

  Contenta de tener la mano dominante en el juego, Marín incluso tenía la seguridad de poder decir lo bien que se sentía el licántropo por la reacción de este en su rostro. Contenta por recibir confirmación de su buen trabajo, volvió a devorar lo que tenía en sus manos. Pero esta vez, con su delicada boquita succionó tan fuerte como pudo al mismo tiempo que envolvía el miembro con su lengua y cuidaba de que sus dientes no hicieran contacto, otorgando con cada succión, una oleada de placer.

  El sexo oral era algo que ella había estado haciendo desde siempre, después de todo, Marín era una sacerdotisa del templo de artes amatorias y con el calor de su boca, era posible aliviar las penas y los dolores de los clientes que dispusieron de sus servicios. Debido a eso, el sabor amargo y el olor fuerte de un miembro viril que no se había limpiado correctamente en los últimos días, ni siquiera le llamó la atención a la fémina.

Es más, como era la piel libidinosa de un cuerpo joven, esa situación le encantó y le agregó morbo de cierta manera. Aunque no era buena práctica discriminar ni tener preferencias para una sacerdotisa a la hora de dar placer, pensar que ella estaba haciendo el trabajo de limpieza que tenían que haber hecho desde un principio con su boca, le hacía sentir tan sucia como lo que estaba chupando y le encantaba.

  Con los respiros incendiados y el color embriagante de la boca de Marín, a Dante se le hacía inevitable no retorcer su cuerpo sobre la silla en la que estaba amarrado. El placer que sentía era tan intenso como una cascada, pero lo peligroso era que esa corriente de agua prometía, terminar en lo que se podía definir, como un volcán en erupción. 

  Marín sabía cuándo un macho estaba por llegar al clímax, puesto que cuando estaban por eyacular empezaban a cerrar los ojos, levantaban la cabeza, respiraban hondo, hundían el suelo pélvico y tensaban el pene al punto de casi hacerle estallar. Pero ella no era tan ambiciosa como para comerse el mejor plato de una vez. 

—¿Me deseas? —pregunto separándose del joven justo cuando estaba a punto de venirse—. Entonces, ¡ven por mí! ¡Hazme recibir tu amor!

   A segundos de alcanzar el cielo con sus manos y caer suspendido en una nube, Dante regresó al suelo. 

—¡Aww! —gruñó, para posteriormente perforarse el labio inferior con sus colmillos en un intento fallido de recuperar la razón y dijo—: Prepárate, porque te voy a dar con todo lo que tengo. 

  Ante las palabras confrontativas de su cautivo, Marín se volteó en la pequeña habitación cuya única bombilla estaba tendida en el suelo junto con la mesa astillada. De espalda al joven amarrado, ella se agachó de manera que dejó todo su ser expuesto con tal de recoger el látigo y después regresar a empinar sus caderas y abrirse bien de piernas.

 Dante se quería zafar, salir de aquella silla desprendido, sentía rabia al ver una pequeña risa maliciosa correr por el rostro femenino, que parecía regocijarse por tener la situación bajo control. Sin dejar de observar en dirección a las nalgas apetitosas y suculentas que daban ganas de apretar, él vio cómo ella comenzó a golpearlas una y otra vez con fuerza en cada azote.

  La piel redondeada y definida de las nalgas de Marín comenzó a enrojecerse, sin mencionar que con cada azote ella gemía y gritaba, valiéndose de su tono más erótico. Mientras se apoyaba con la mano opuesta a la pared, ella acercó sus pezones sensibles a la misma, de modo que la piel endurecida terminó raspando la rugosa superficie vertical. Sintiendo aún más placer por los latigazos que se daba y por la pared contra la cual restregaba sus pezones. Ante la espera de quien tanto hablaba y no hacía nada, ella decidió estimular de forma directa su tan caliente naturaleza expuesta al aire, dándose otra razón para seguir gimiendo de éxtasis, disfrutando por sí misma, puesto que su cautivo no hacía nada por acompañarle.

  —¡De nuevo! ¡Estás haciendo que pierda el control! —Dante gritó lo que parecían advertencias vacías. Al borde de la desesperación, el calor que sentía su cuerpo le hacía sudar, las respiraciones aceleradas no eran suficiente para minimizar la sensación de ahogamiento y el corazón estaba a punto de salir entre sus piernas, todo mientras veía cómo la chica de cabellos negros jugaba con su cuerpo y le esperaba seductoramente. 

  «¡Ella tiene que querer sexo, que conecte mi miembro entre sus piernas!» se dijo el licántropo, como un guerrero enfocado en la batalla y en las capacidades de su cuerpo, y se sentía imparable. Pero ahora que estaba embriagado por los placeres de la carne, una miserable silla y varias sogas le retenían con mucha más eficiencia que antes.

   La situación y su mente no le dejaban emplear al cien por ciento su fuerza disponible, ni tampoco le permitían ingeniar soluciones viables. «¿Qué será de mí si no puedo zafarme?» se preguntó Dante. «Ella hizo todo lo que pudo para atraparme y yo no podré hacer nada para corresponderle».

  Sobándose los senos contra la pared, acariciándose los labios inferiores, dándose azotes, arañando sus muslos. Marín estrujó con sus manos y apartó sus dos voluminosos glúteos con la intención de dejar totalmente expuesto su ser.  

   —Aquí… apretados y bien profundos, te esperan mis agujeros. Házmelo cuando te decidas, puedes usarlos cuantas veces quieras, no me cansaré de esperarte. 

  Dislocando su muñeca y partiéndose el brazo derecho, Dante pudo aumentar el tamaño de su cuerpo, liberarse de las sogas que le ataban a la silla y salir desprendido con agresividad a quien se le ofrecía. Como un animal voraz, deseoso de enterrar su rostro entre las piernas abiertas de Marín, un sentimiento le detuvo, le hizo más cuidadoso, protegiéndolo de caer preso ante las provocaciones. No era el dolor de su labio ensangrentado, ni la molesta sensación de una muñeca dislocada o el proceso regenerativo de un brazo partido, pero sí recordaba, en carne viva, casi perder la cabeza cuando intentó tocar a Katherine sin que ella lo consintiera antes.

  “No importa cuánto una presa se te ofrezca, nunca actúes como una bestia. Esta es la primera advertencia, no existirá una segunda oportunidad para que aprendas” sonaron las palabras de Katherine, la vampira amazona cazadoras de bestias, dentro de la mente de Dante.  

  Con fuerza, el lobezno, quien en su transformación sobrepasaba el tamaño de la fémina, estrelló sus dos manos en la misma pared en la que la chica apoyaba su frente.

  En la habitación se escuchaban las fuertes exhalaciones de dos individuos que trataban de controlar la respiración agitada que se les escapaba. Dante no podía proceder, no porque no supiera cómo, sino porque no sabía si debía o no. Él tenía como referencia la relación que su maestro había tenido con una vampira musculosa, la misma que tomaba el papel dominante en la interacción sexual cuando él estaba presente.

 Marín se había sorprendido, incluso asustado, puesto que no se esperaba que su cautivo pudiera cambiar de tamaño. Un cuerpo que antes era bajo de estatura, ahora la sobrepasaba. Cuando ella tuvo la oportunidad, miró de reojo su paquete, y sí, esta zona igualó los cambios del cuerpo y duplicó sus proporciones. 

  —¿Acaso sientes miedo? —preguntó Marín, notando cómo Dante titubeaba como si fuera un perro con un collar—. Interesante, Dante, te doy mi consentimiento. Usa ese miedo a tu favor, sé que puedes, rompiste las sillas y las sogas que te ataban —continuó hablando, quien fascinada y con aires juguetones de seducción, comenzó a acercar lentamente su rostro al rostro del licántropo mirándole los labios.

  Con las palabras de quien se le ofrecía, dejando de apoyarse contra la pared, Dante procedió a usar sus manos ya recuperadas para aferrarse a la cintura de Marín con la intención de tener un mejor agarre. Él, intentando demostrar que no tenía miedo, arrojó su cuerpo hacia adelante con fuerza. Tal vez aún no sabía cómo se debía dar un beso romántico, pero sí conocía la manera de usar su miembro viril y meterlo por completo, de una vez, por el primer agujero que encontrara. Con la mente en blanco, sus caderas se movían de forma constante y aunque de vez en cuando sus movimientos se volvían salvajes, la cadencia no disminuía en lo absoluto.

 Sintiéndose querida, ante las numerosas embestidas por parte de una bestia ardiente, Marín le dio la bienvenida al azotar de un cuerpo ajeno contra sus nalgas. Separó los labios de su boca en un gesto de gusto deleitante. Meneó sus caderas para incrementar el placer que podía recibir y sentir. Dejó que su carne expuesta recibiera el filo de las garras del licántropo, con tal de no dejar escapar el trozo de carne en erección que golpeaba contra las paredes de su interior. 

  Cuál perro desesperado que buscaba eyacular toda la carga que tenía en los testículos, tan rápido como podía, Dante comenzó a subir el ritmo de sus embestidas, llegando a sentir que podía alcanzar el clímax en cualquier momento. Pero con el revés de su mano y su puño apretado, Marín se volteó de forma violenta, propinándole dos golpes al lobezno que tenía los ojos cerrados y el rostro de quien estaba a punto de llegar al cielo. 

  Un piñazo justo debajo de la mandíbula, adicionado al dolor de una brutal patada ascendente entre sus huevos también se sumó en el momento. Dejándolo confundido y desorientado, puesto que no había hecho algo malo. Dante cayó de rodillas al suelo sin saber en qué se había equivocado.  

   —Recuerda que esto es a mi manera —dijo Marín tras levantar con el cabo de su látigo la barbilla del chico arrodillado que estaba cubriendo su zona privada con sus dos manos y hacía que sus dientes rechinaran, con tal de soportar el dolor que sentía, pero no era suficiente. 

Dante tensó los músculos de su cuerpo, incluyendo los de su rostro, que terminaba en una mueca de dolor. Luego resoplaba como un toro herido que abría los ojos lentamente. Aunque quería hablar y pedir explicaciones, la desagradable sensación que ascendía latente entre sus piernas, no se lo permitía.  

  Marín caminó en círculos, alrededor del cuerpo arrodillado. Muchos hombres después de experimentar dolor en el sexo ni siquiera pueden continuar y se rinden ante la sensación de enojo, pero aquello que estaba en el suelo no era un hombre, era una bestia que estaba siendo puesta a prueba. ¿Pasaba o no?, esa era la pregunta. Cuando ella terminó la vuelta que daba, se inclinó hacia adelante para levantar una pierna por encima del chico arrodillado y colocar su naturaleza bien dilatada y llena de fluidos en la cara de este. 

  La nariz de Dante enloqueció, las feromonas que la hembra en celo segregaba eran imposibles de ignorar. Tanto que aun sintiendo el dolor que sentía, la erección de su miembro viril ni siquiera tuvo tiempo de descender y si de casualidad lo hubiese hecho, hubiera resurgido como el fénix, gracias al agridulce aroma y sabor de la magnífica anatomía femenina.    

 Radiante en una forma esplendorosa y seductora por encima de todo, Marín se restregó contra aquel rostro hasta llegar al orgasmo por sí misma. Aun valiéndose de un solo pie para apoyarse y el otro para agarrarse contra el cuerpo arrodillado, ella dejó salir todo lo que tenía en su vejiga junto con las contracciones de placer con tal de humillar al chico, cosa que le hacía sentirse más excitada. «Mi deseo se hace realidad», pensó, «así como dijo Román, puedo dejarme ser yo misma sin tener miedo a que él se rompa como lo hicieron los demás».

  Por otro lado, para Dante, la sensación que le provocaba estar siendo dominado era increíblemente mejor de lo que se imaginaba. Los olores con los que ella le había embadurnado el cuerpo gritaban una única cosa, “soy tu hembra”. Pero ella no le decía nada, a pesar de haberle golpeado dos veces. «¿Cuál es la prueba?» se preguntaba, queriendo volver a penetrar la tan estrecha hendidura con su musculo viril, aún más grande e hinchado que nunca, por tener que esperar.

  Marín, recuperó el aliento, se dio cuenta que el chico comenzó a volverse activo, estaba usando su lengua para degustar la hendidura que aprisionaba su rostro. Notaba la suavidad del músculo humedecido, cómo se abría sin problemas al interior de su ser. Ella le agarró por los cabellos, gimió pidiendo más, siguió restregándose para disfrutar más intensamente el calor abrasador que emanaba la lengua de un licántropo.

   Cuando el orgasmo de ella volvió a estar entre sus puertas, mientras sus cinco sentidos amenazaban con ser inundados por el placer desbordante, Dante se puso de pie haciendo que ella se le separara. Luego, él le agarró los pechos para estrujarlos con la intención de hacerle experimentar dolor, pero ella se derritió de gusto, tanto que volvió a alcanzar el segundo orgasmo.

   Dante, llegando a la conclusión de que no podía pagarle con la misma moneda, con sus manos libres comenzó a reaccionar con la intención de alcanzar el placer que se le había sido arrebatado, dos veces. Arrojándose contra el suelo, decidió abrazar con fuerza el cuerpo de su compañera para asegurar que esta no se le escapara ni pudiera golpearlo, antes que él llegara al clímax.

   La flama del deseo entre la pareja fue tan ardiente, que incluso se avivaba aún más, con tan solo el roce que provocaba el aire exhalado en la piel del otro. A pesar de no tener melodía, ambos cuerpos quedaron sumergidos en una estrecha danza. Sin más demora, todas y cada una de las caricias y movimientos se detuvieron por un segundo, ambos estaban con sus bocas entreabiertas, dispuestos a disfrutar lo que sentirían.

   Debido a que Dante usaba sus dos manos para abrazar el cuerpo de Marín, a pesar que moviera sus caderas con desenfreno, él no podía encontrar el agujero, sin saber que la chica, por supuesto, estaba impidiendo que su miembro se le enterrara entre las piernas. Con mirada juguetona, ella se deleitaba al sentir el trozo de carne golpeando contra su botón de la felicidad, justo en el momento indicado ella dejó que él le penetrara poco a poco, cosa que desembocó en otra inmensa explosión de éxtasis para ella.

 Después de tantos intentos fallidos, ya con la lengua afuera, Dante finalmente logró sentir el calor y la humedad que el cuerpo de ella tenía para transmitirle. Tan pronto el miembro viril comenzó a asediarla entre las piernas, fuera que entrase en el agujero correcto o no, Marín dirigió su boca hasta llegar y morder la tetilla derecha de Dante con el mero propósito de hacerle sangrar y provocar dolor.

Al mismo tiempo que rodeo con sus manos libres el cuerpo fornido y buscó con sus dedos, entre las nalgas de este, el agujero prohibido. Ella tenía la intención de ver qué tan profundo podía llegar y qué tanto lo podía abrir. Mientras que con su boca devoraba el pecho derecho de Dante, chupando y mordiendo ese pezón, los dedos índices y el del medio, se encajaron en la retaguardia del lobezno sin que estuviera lubricada, metiéndolos bien profundo y abriendo tanto el anillo de carne como para crear una buena apertura.

  Encontrando placer en el sufrimiento, con sus uñas, Dante se aferró a la cabeza de ella para no dejarle escapar mientras aumentaba la velocidad de sus embestidas. A punto de llegar al clímax, ya los músculos de todo su cuerpo comenzaban a temblar y Marín, tan pronto notó cómo el líquido seminal del licántropo golpeaba como un martillo el fondo de su órgano femenino, pensó en que no podría seguir disfrutando.

Por experiencia, cuando un hombre se venía en el coito, perdía dureza y libido, tan pronto derramaba de cuatro a siete disparos, pero el licántropo no era un humano. Él siguió dándole con todas sus fuerzas, una y otra vez, sin perder potencia o virilidad. Ella sintió que el abundante contenido de líquido se derramaba desde su naturaleza, salpicaba entre sus piernas y muslos y aun así le seguía saliendo. Con los rebotes de sus cuerpos pegajosos, el semen del licántropo continuó salpicando hasta mojarle la barriga, el pecho e incluso el cuello. 

  La situación le volvió frenética, ella quería poder sacar la lengua y probar el sabor de un macho sobre su propia piel, lo que hizo que su adrenalina se disparara. Aunque ya tenía tres orgasmos de los que se estaba recuperando, decidió entregarse y llegar al cuarto sin tener que usar dolor, con tal de retrasar el placer de su pareja y prolongar el que sentía.

    Tras llenar sus pulmones profundamente, Rey miró hacia los lados, con la intención de poder erguir su torso sin que nadie le notara. También se dedicó a reevaluar su condición física, mover su mano derecha y apretar los dedos de sus pies. Después de todo, recordaba haberlos sacrificado con tal de salir con vida del agujero por el cual había caído a gran velocidad. Pero ¿de quién se preocupaba de que no lo notara? ¿Los más de cientos de personas que sabían de él? No. Él se preocupaba por dos individuos en particular, uno de los cuales le recibió con un gran grito. Era White, quien le había advertido que se cuidara y no se esforzara tanto, pero él nunca le había hecho caso. 

  —¡¡Teniéndolo todo calculado!! —gritó el ligre, con furia, dentro del mundo no tangible—. Rey, te vi afanarte segundo a segundo, cayendo en un precipicio, tosiendo sangre, golpeándote, perdiendo fuerzas, incluso perdiendo el conocimiento. Perdiste las alas dos veces, tu brazo derecho y tus piernas, terminaste con el cuerpo destrozado, ¿¡con tal de qué!? Salvar y despertar la admiración de humanos que no te devolverán el favor y tratarán de matarte si sus vidas dependen de ello. Rey, me dijiste que todo estaría bien y que podría salir cuando quisiera, pero no pude ayudarte mientras te estabas muriendo.

  Un tanto extrañado por el silencio, sin saber qué responderle al felino, Rey observó a su alrededor hasta posar su mirada en Lía, la vampira, quien estaba hojeando algunos papeles sobre un escritorio, ella devolvió la mirada y dijo: 

  —Estoy de acuerdo, mira a tu alrededor, no hay nadie, ¿no es así? Y aunque fuera el caso, de una forma u otra, esos a quienes salvaste están condenados a morir.

  Rey se llevó la mano a la frente, no se había detenido a pensar cuando vio la cara desesperada de quienes renunciaban a morir, aun en un mundo que les condenaba a perecer. Tampoco era que tuviera excusa para calmar la rabia de White.

 —Chequeando los resultados de los análisis de cuando entraste —continuó Lía—, déjame decirte que, aunque uses energía de hechicero, pronto llegarás al estado tres de envenenamiento. 

  Chequeando sus manos, Rey intentaba descifrar la razón por la cual no se sentía tan envenenado. Después de todo él había llegado a la fase tres cuando hizo el círculo de conjuro, pero con un encantamiento logró revertirlo y quedarse a mitad de la fase dos, aun después de haber clamado su ruta de salida. 

  —¡No pienses que lo puedes todo! —reclamó White quien veía en el rostro de su compañero las expresiones características de quien encontraba posibilidades a explorar—. La hechicería siempre tiene consecuencias cuando dependes de ella. 

  —Independientemente de que seas una mezcla homogénea de dos especies —prosiguió Lía— y aunque no existen registros humanos de un hechicero capaz de emplear clamados silenciosos como lo hiciste con los subyugadores, no creo que puedas congelar el tiempo o emplear magia de resurrección.

  Rey negó ante las palabras. Él conocía de la existencia de esos conjuros, pero no reunía las características para poder efectuarlos, tampoco era que tuviera el tiempo para estudiar y desarrollar campos en los que dios había invertido sus vidas, con tal de crear y mejorar la mitad de un conjuro.

  —Entonces, no estás a salvo de morir —terminó la vampira.

  White gruño, sacó los dientes y puso sus orejas hacia atrás. El joven por su lado, con tal de disimular que no tenía ni un argumento para salvar la vida de cientos de desconocidos, indagó en los conocimientos de la joven vampira. 

  —¿Cómo sabes tanto de hechicería y cuerpos como el mío? 

   Mostrando una sutil sonrisa, la chica inducida a recordar sobre su pasado, con la mejor disposición, se dispuso a aclarar la curiosidad del joven.

—En mi casa se reclutaban sirvientes y escoltas especiales, y poco a poco comencé a interesarme por todos los conocimientos que ellos acumulaban. Pero nunca pudimos reclutar a alguien tan fantástico como quienes eran capaces de usar la herramienta utilizada en la creación del universo, con tal de crear eventos sobrenaturales a voluntad, de haber tenido un hechicero a mano, mi padre hubiera dado su alma con tal de aprender el camino.

 «Cuando intento mirarla a los ojos, no puedo leer dentro de su alma» pensaba Rey un tanto confundido, entendiendo que muchas cosas le hacían actuar de forma irracional y pretendiendo escuchar las palabras de la vampira. «Termino en sus labios… que reflejan mi deseo por ellos como si fuera una trampa. Por un momento creí que podría dominar este gesto involuntario, pero ahora sus pechos también me seducen, su pelo, sus caderas, intento impresionarla, quiero agradarle, busco aceptación y eso me hace perder mucho enfoque. Detrás de ella, está este templo y detrás de este templo existe toda una civilización sometida por un enemigo y detrás están los humanos, no estoy preparado.

   —Antes de tomar la descabellada decisión de intentar perderlo todo y sacrificar tu vida por quienes van a morir, te pido, por favor, que pienses en ti. No es del todo malo ser egoísta. Hazlo por mí. ¿Me lo prometes?

  White rugió ante la proposición de la vampira, quien se aprovechaba del momento para reafirmar aún más su control sobre las acciones de Rey, pero le traería tranquilidad si su compañero decidía decir que sí ante la promesa, puesto que ella como animal, no era tan buena con las palabras, como para convencer al joven allí presente. 

  A pesar de que White se marchó sin decir o hacer más y que Rey dijo sí a la promesa, Lía se dio cuenta que sus labios inundaban de deseo el corazón de su espectador e intentó prolongar la conversación lo más posible, pero una vez llegó al final, no supo de qué más hablar. 

  —Ignora eso —agregó Rey, refiriéndose a la forma en la cual estaba mirando a la vampira, con tal de continuar y enfocarse mejor en otras cosas que le despertaban curiosidad—. Por alguna razón, ¿sabes cuál es la intención de esos seres que cubren sus ojos con cristales, respiran a través de una trompa y visten de prendas enterizas debajo de este lugar?

   Desconcertada por la pregunta hecha, la chica de cabellos teñidos decidió prestar más atención no a la preocupante pregunta en sí, sino que más bien decidió preocuparse por la razón de existir semejante duda en aquel joven, recién llegado al sitio.

—No es de mi conveniencia saber más de la cuenta. Pero ¿acaso eso fue lo que viste en el agujero?

   Nuevamente, Rey afirmó con su cabeza ante la pregunta.

  —Ese es el personal de descontaminación, —respondió ella, regresando en su cara las expresiones melancólicas que había intentado borrar, puesto que le retorcía el estómago pensar que existiera un método para asesinar a tantas personas—. Dado que rescataste a tantas personas, supongo que ganamos mucho más tiempo para pensar en algo. 

   —Mmm, por ahora estamos obligados a quedarnos dentro del templo, Lía, sin hacer más nada que esperar —pensó Rey al mismo tiempo que sonreía—.

  —¿No crees que debemos hacer lo que nos haga sentir bien? —dijo la vampira, terminando la oración del joven.

  Aunque Rey no dijera esas palabras directamente, si se resignaba a entregarse a los placeres de la carne, sabía que, si estaba en lo correcto, tendría que esperar a que pasara lo peor, puesto que tan solo en esa situación, podía efectuar su movimiento.

    —¿En mi habitación? —continuó Lía con sus preguntas e insinuaciones, tan pronto Rey asentía con su cabeza—. Ahí podemos dormir, divertirnos y puedo enseñarte cosas que no has visto. 

    Rey respondió a la proposición con una sonrisa, luego se bajó de la mesa y fue hasta el lado de ella.

—Nunca podría decirte que no y lo sabes—, le dijo a Lía. 

   Gilgamesh estaba sentado sobre el trono del único castillo en Belldewar, su rostro mostraba una expresión bien divertida, mientras miraba en dirección a las pantallas flotantes. Las cientos de cámaras que estaban filmando dentro del templo de las artes amatorias eran imperceptibles. Este templo era controlado por Román, quien era el director encargado de crear el escenario perfecto.

Así que, gritó eufórico:   —¡¡Magnífico!! Capaz de salvar a cientos de seres, fortalecer al débil y destruir al fuerte, el nuevo héroe ¡Mi nuevo amigo! No puedo ser paciente, no después de haber esperado tanto tiempo.

  Ante sus dos más fieles siervos, el soberano emperador, de postura arrogante gritaba y se balanceaba de un lado a otro.

   —Tan pronto pruebe la carne de una mujer, los otros y él estarán listos. No importa lo que haya dicho Román. Ese escurridizo dios parece que también está preparando algo. Abran los canales de entretenimiento, dejen que el universo sea testigo de lo que tengo para ofrecerles. Mientras el público observa el día a día, minuto a minuto, segundo a segundo de la vida de estos candidatos, podrán verme venciendo al mal con mis propias manos. Más que vencerles, destruiré su disposición de enfrentarse a mí, volviéndole mi siervo.

   Tras las inmensas puertas del trono, una acalorada discusión se hizo escuchar en las afueras y aunque los guardias hicieran lo mejor para impedirle el paso al individuo que quería ver al emperador, este se hizo con la suyas y abrió la entrada. 

  Tan pronto los portones se abrieron, Heliúk se mostró desesperado por entrar, aun escapando del agarre de los guardias. Con el primer paso hacia el interior, el subyugador continuó su camino para correr y arrodillarse ante Gilgamesh. Nadie le siguió, tan solo cerraron las puertas, porque sabían qué entrar en la sala del trono sin antes haber sido autorizados conllevaba a la automática sentencia de decapitación. 

  Heliúk estaba al tanto de las severas consecuencias, pero desde lo más profundo de su corazón, creía que la situación lo ameritaba. De lo único que no estaba seguro, era de si su vida sería perdonada o no, por esa razón tragó en seco, mientras temeroso hacia su mejor reverencia en señal de respeto y disculpas. Tan pronto levantó su cabeza, con una voz insegura y titubeante dijo:

  —Mi señor, todopoderoso, alabado y fuerte, conozco mi falta, pero vengo a informarle que he descubierto que, bajo el mando de su mano derecha, Román, se encuentra la existencia de un individuo abominable. El templo debe ser arrojado al espacio y detonado tan pronto como sea posible. Oh, gran y sabio Gilgamesh, quien ha caminado el sendero del conocimiento, escucha mis palabras con tal de tomar las precauciones necesarias. 

  —¿Y cuál es la condena por una falta como esta? —preguntó el monarca, con tono comprensivo. 

  —La muerte —respondió Heliúk, temblando y sudando en el lugar.

   —La muerte no es suficiente. Basura como tú no es digna de ser llamada humano —dijo el rey con un tono arrogante. Heliúk quiso preguntar el porqué, pero la respuesta se le fue dada—. Le diste la espalda a una batalla, huiste del combate y tu obligación, usaste mi nombre a tu favor y te presentas ante mí con esa cara, sin dudar ni cuestionar mis palabras. ¿Qué acaso no soy el soberano todopoderoso de esta luna que se convirtió en sol? ¿Qué acaso no soy el que sabe, ve y planea todo?  

  Heliúk palideció, afirmó las palabras de Gilgamesh y se dio cuenta que en las pantallas que flotaban como hologramas se encontraban los tres caídos del cielo, Román, los sobrevivientes del templo y las sacerdotisas de las artes amatorias.   

   —Soñé con su llegada, —dijo el soberano—, él representa un futuro, ese será y seguirá siendo nada más y nada menos que mi amigo del alma. Alguien que reemplazaría a mi Enkidu. En previsión de esto, mi magnífica presencia le dio permiso y advertencia a Román para hacerle cualificado de estar a mi nivel. 

   —Pero con el peligro que le representa a este planeta, ¿cómo es posible que hayas permitido semejante…? —Heliúk no pudo terminar la pregunta porque la cólera se había vuelto irrespetuosa ante los oídos de su padre.  

  Uno de los dos acompañantes de Gilgamesh fue quien interrumpió el informe de Heliúk, quien con su mano hizo que una fuerza misteriosa aprisionara la boca que hablaba sandeces. 

—Siente agradecimiento porque no todo está perdido con tu vida — dijo el monarca, mientras que el cuerpo de Heliúk era arrojado violentamente contra las inmensas puertas cerradas.

  Incapaz de hacer algo más que suplicar por su vida y pedir perdón por su ofensa, apenas sintió que su boca era liberada, Heliúk dijo las siguientes palabras:

   —No sé en qué estaba pensando, se lo suplico, mi señor y soberano, juro que jamás volveré a ofenderle con mi presencia. ¡Perdóneme la vida!

   —Mikk, Paul —llamó Gilgamesh por su nombre a sus dos súbditos—. Hagan cumplir mi sentencia, no tengo intenciones de perder mi tiempo en ejecutar a un cobarde, después de todo, si me ensucio las manos no seré mejor que él. Aun así, hagan que sufra tanto como sea posible. 

   Tan pronto se oyeron las palabras del soberano que negaba su conexión como padre ante el sentenciado, el cuerpo que flotaba contra las puertas cayó bruscamente en el suelo. Heliúk comenzó a gritar descontrolado y aunque trató de huir, Paul volvió a levantar su mano y suavemente la abrió apuntando en dirección a él. A lo largo y ancho de la habitación se pudo escuchar el crujido característico de huesos siendo partidos.

  Retorciéndose de dolor, el subyugador no tuvo ni siquiera la oportunidad de salir corriendo por donde entró, debido a que sus piernas estaban destrozadas por completo.

   Con la carne de sus pies enredada con sus prendas, Heliúk podía jurar que parecía un trapo torcido, que no era real, pero el dolor que sentía le decía lo contrario. La sangre se escurría fuera y los dos sujetos encargados de ejercer la sentencia ya estaban en movimiento. 

   «Lo que hice, por lo que luché, y terminar así, ¿acaso está bien?» pensó Heliúk tan pronto vio todo borroso y perdió la visión. «No puedo seguir moviéndome, tampoco es que esté cansado. Oh, padre, desde que supe que eras tú, sabía que yo sería ese hijo del que podrías estar orgulloso, ¿qué pasó? Lo desconozco»

Gilgamesh levantó un tarro de vino en su mano y volvió a prestarle atención a las pantallas que flotaban, puesto que el caído del cielo se había puesto en movimiento con la vampira.



Rey De-Heavens

Chapter 7
El camino de un guerrero


Rey regresó su rostro a la normalidad, aunque el pequeño felino sobre su cabeza parecía quedarse dormido.

—¿Estarías dispuesto a ayudarme en esa situación como mi maestro?

—Solo si tus ojos me lo piden.

Como quien quería confirmar su suposición, Heroclades arrojó una suposición acompañada por una mirada penetrante y seria:

—Entonces si sabes a lo que me refiero con la palabra aliados —habló como si de un secreto se tratase, como si un crimen estuviese a punto de ser cometido.

Alguien ingenuo no era capaz de sobrevivir. Pero su discípulo no era ingenuo del todo, si en verdad tenía recuerdos de cuando era pequeño seguro había podido notar las intenciones de Katherine.

—Tu comportamiento al despedirte de tus hermanos me dio una pista —dijo Heroclades como buen investigador—. Quieres y esperas que sigan siendo tu familia cuando regresen de su entrenamiento, especialmente porque notaste que tanto Katherine como Miján se sienten incómodos con tu presencia en la manada, y que tal vez sus pensamientos le terminen influenciando. También sabes por qué tus hermanos tienen algo que tú no. ¿Me equivoco?

Rey negó con su cabeza ante la última pregunta.

Regresando a su carácter jocoso, Heroclades continuó:

—En conclusión, “entrenaremos” por el día cada vez que regreses y cada noche tendrás la oportunidad de medir tu fuerza al tratar de ser libre, de aprender lo que te plazca y encontrar escapatoria de tu debilidad, de Katherine, de Miján, de tus padres y, con un poco de suerte, del proceso de iniciación.

—Heroclades… —Fue interrumpido por su maestro.

Heroclades, cortando las palabras de su discípulo, con un dedo en alto, dio una aclaración:

—Puedes llamarme Hero, así como los demás lo hacen… Te escucho.

Rey, tras rectificarse a sí mismo, dijo:

—Hero —continuó —, ¿realmente crees que no podré alcanzar la fuerza suficiente como para poder enfrentarme a cualquier situación? —dijo con desconfianza, arrogancia y altanería, como quien aún no confiaba en los motivos por los cuales se le daba la oportunidad de escapar si era obviamente lo que menos su madre quería que sucediese.

Heroclades detuvo su respiración por un momento. Se dio cuenta de que Rey, por la manera en la que había usado sus palabras, sabía algo que tal vez él no sabía. Muy pequeño y muy ingenuo era su discípulo para hablar con tanta seguridad y que fuera un farol. Él, con una sonrisa en su rostro, retomo el aire y dijo:

—Esa actitud. Me recuerdas a los grandes héroes que han vivido a lo largo de la historia. Ellos eran sujetos que no le temían a nada. Miraban a la muerte a los ojos. Estaban acostumbrados a pelear y mantenerse siempre firmes sin claudicar. Aunque todos tenían algo en común: para ser lo que eran habían pasado por incontables calvarios y odiseas que no se creían posibles. Si dijese que tal milagro es imposible, estoy seguro de que brotarán lágrimas de aflicción.

—Me da más tranquilidad saber que puedo contar contigo —respondió con una sonrisa.

—Me gusta tu motivación y te digo que serás un triunfador como esos héroes. Con el color de tus ojos y después de la primera impresión que nos diste a todos cuando caíste, ¡hace de que aún estés vivo un verdadero milagro!

Poniendo una rodilla sobre el suelo y su brazo derecho sobre el hombro izquierdo de su discípulo continuó.

—Regresando al tema. Presta atención… Rey, lo que separa a los triunfadores de los perdedores es que el triunfador se lo toma todo como un reto y el perdedor solo encuentra excusas para intentar escapar de su posición. Sé y confío en que cada vez que regreses de dentro de ese bosque tendrás una mejor noción de cuál es tu camino, una capa adicional de experiencia y más conocimientos. Ahora tal vez te parezca una idea alocada, pero ¿qué mejores maestros existen en este lugar que los árboles que componen el Bosque Siempre Cambiante?

Rey miró al anciano con ojos dudosos. Los árboles no hablaban, cómo iban a ser los mejores maestros, si no podían enseñar mediante palabras, mucho menos explicar algo.

Heroclades continuó:

—Ellos no llegaron a ese tamaño ni a ser lo que son sin antes resistir las mordidas del tiempo, luchar contra el viento, la lluvia y la tierra.

Haciendo una pausa, comenzó a reír en voz alta. A pesar de todo lo que había hablado y de que eran claras divagaciones sin sentido, el pequeño le prestaba atención. Como si esos ojos blancos fueran vórtices que lo absolvían todo. Tras darse una palmada en la frente y ponerse de pie, decidió dejar de divagar y continuó:

—Para serte sincero, me siento de buena gana y también tomaré un poco de tiempo para construir el lugar en el que vamos a vivir. Puedes marcharte y probar mi teoría, te lo dejo como primera tarea. Mientras razonas y formulas tus propias conclusiones, trata de aprender de los árboles y la naturaleza, que es mucho más sabia que yo. No olvides llevarte algo de comida contigo para el camino y encaja en tu mente los últimos consejos de este viejo maestro tuyo.

Rey asintió.

Heroclades prosiguió:

—¡Que el dolor, el sudor, la sangre y la victoria te mantenga con vida! ¡¡¡Pelear es tomar a la vida y a la muerte de la mano mientras danzas en un campo lleno de posibilidades!!! Si quieres aprender a bailar dentro de dicha tempestad, no te enfoques en las posibilidades, enfócate en tu cuerpo y ¡¡¡no temas improvisar!!!…

Rey respiró con profundidad ante las enérgicas palabras de su maestro, pegó la vuelta y siguió caminando por la maleza en dirección al bosque.

El pequeño anduvo hasta que estuvo seguro de que Heroclades ya no le podía ver, caminó como mismo lo hacía un gato que robaba comida, listo para correr y escapar de cualquier golpe. Pero no, no se le dio reprimenda y se alejó lo suficiente como para terminar en un mundo totalmente abierto y nuevo. El cielo luminoso en la distancia se sentía tan cerca como el pasto. Sin embargo, aunque él extendiera su mano, no podía agarrarlo, al contrario de la hierba. Rey miró los árboles negros que se erguían grandes y soberanos, mismos que ahora podía alcanzar, y detrás de ellos, tal vez un deseo distante con olor a libertad.

Rey sabía que tenía que valerse por sí solo en aquel lugar. Era bueno fantasear, pero la realidad se podía volver incompatible con la vida en cualquier momento. “Nunca he visto a alguien morir, tampoco sé cómo se siente matar”, se dijo. Debía ser fuerte, tan fuerte como pudiera ser, también, tenía que aprender, tanto como las experiencias pudieran enseñarle y seguir adelante hasta que nada estuviese fuera de su alcance.

Aun con el cachorro de guardián del Paraíso en su cabeza, Rey se percató de un inmenso bulto blanco que caminaba a cuatro patas por el lugar. El animal era casi tres veces más grande que un ligre y parecía estar comiendo hierba. Se miraba inofensivo y calmado, aunque un gigantesco felino le estuviera observando agazapado.

—¿Lo conoces? —preguntó Rey al pequeño felino, quien solo le dio un bramido en respuesta—. Creo que eso fue un “no”. De todas maneras, será interesante de mirar, ¿no crees? —preguntó Rey, a lo cual esta vez el cachorro no respondió—. Por cierto, tal vez deba llamarte de alguna manera. ¡Hmmmm! Ya se me ocurrirá un nombre para ti luego, ahora no creo que tenga importancia…

En ese mismo momento, pero en otra parte, Maryam manifestaba su furia a través de una discreta sonrisa a punto de romperse. Aunque mantuviera su rostro sonriente, la madre no lograba entender cómo era posible que tuviera que separarse de sus hijos cuando literalmente tenían solo un día de nacidos. Wulfgang, con la intención de calmarla, intentaba explicarle:

—Hasta el momento logramos confirmar que Jhades es inteligente, Dante es fuerte y Rey es adaptable como para que mueran por sí mismos. Independientemente de sus defectos, no es suficiente para que puedan pertenecer al grupo. Nosotros vivimos en guerra permanente, no estamos seguros ni cuando dormimos y en cualquier momento podríamos morir bajo las consecuencias de nuestros actos del pasado. No podemos darles amor y volverlos vulnerables, no ahora.

—Sé que si les damos amor y seguridad se volverán dependientes de nosotros —dijo Maryam—, y quedarán indefensos ante problemas que no podrán solucionar porque no necesitaron aprender. Aun así, tengo miedo.

—¿Miedo por qué? Ellos no habrán vivido mucho, pero sus cuerpos tienen las condiciones necesarias para comenzar la vida de un luchador y formarse de carácter duro.

—No es que no lo pueda disimular, pero aun así tengo miedo.

—Maryam, ellos no son humanos —dijo Wulfgang—. No vivirán por cien años, que no sufran, que estén con nosotros o crezcan bajo un círculo de amor y cariño, resultará en debilidad mental y sentimientos inconvenientes a la hora de sobrevivir.

—Sé que no son humanos. Pero ese no es el caso…

—¿Qué te hace sentir miedo?

—Si uno es tan extraordinario que llegara a escapar… Heroclades nos puede traicionar, no me es de confianza cuando está lejos, él es famoso por tener la habilidad de “corromper a la juventud”. O si Katherine se las ingenia para matar a Rey a nuestras espaldas. Si terminan odiándose entre todos…

—Amor, sabes que ante mi nariz no existe nadie que se pueda escapar, siempre y cuando pueda reconocer la esencia de su olor. Con mi olfato puedo revelar una cantidad indeterminada de tiempo en el pasado y saber todo lo que alguien hizo o dejó de hacer… Permanecen en lugares separados la mayor parte del tiempo, estarán luchando, entrenando, aprendiendo, durmiendo o expuestos a situaciones extremas, como sentir dolor, andar sin ropa, bañarse con agua helada, buscar su propia comida, conseguir refugio, aprender a tratar heridas, pasar hambre, frío y sueño…

Maryam intentó hablar:

—Sí, pero es que… — Fue interrumpida por su marido cuando este la agarró de los hombros.

—Por Hero no debes preocuparte. Él se ofreció desde un principio a tomar mi lugar en el entrenamiento de mi hijo más problemático. Es cierto que Rey podría descubrir ciertas verdades y en la noche tal vez intentar adentrarse en el Bosque Siempre Cambiante para escapar; no obstante, dicho bosque es todo un gigantesco mundo en sí. Mundo el cual no está diseñado para que alguien pueda atravesar una vez que entre, a no ser que sea el anciano o los guardianes del sitio.

Sabiendo que esa era la parte con la cual Maryam no estaba de acuerdo, el lobo entendía que, si uno de sus hijos encontraba la salida, gracias al olor, él podría hacerlo también y perseguir el regreso a la libertad.

—Maryam, en este momento no tengo necesidad de buscar libertad. No cuando te tengo a ti y tengo problemas de los cuales debo hacerme responsable. Como dijiste: “Por estar en un lugar seguro no significa que mis responsabilidades como padre hayan terminado; ¿quién te asegura que tu futuro no estará en peligro una vez que ellos crezcan y yo no esté?”. Estoy cumpliendo con mi propósito. Como no nacieron deformes físicamente, solo el estrés de un riguroso entrenamiento y enfrentarse a adversidades son las únicas maneras en la que ellos podrán despertar y controlar sus cuerpos, mentes e instintos asesinos. Después de que tengan un carácter a prueba de todo y puedan valerse por sí solos, veremos quién mantiene sus valores de obediencia, amistad y honor. Así podremos ver cuál es capaz de controlar sus instintos y quién tendrá la aceptación de los demás miembros de la manada. Pero, si ahora no son sometidos a un constante estrés, en el futuro se volverán bombas de tiempo y no tendremos idea de quién estalle primero o de cómo controlarlos. Además, aún quedan los cazarrecompensas que los siguieron a este sitio.

Maryam guardó silencio. Ella se veía como quien no tenía más remedio; tampoco quería parecer desesperada ante su amado. Respirando profundo, observó alrededor de la casa como quien miraba algo que faltaba. La sonrisa se le rompió cuando con sus ojos volvió a mirar el rostro de Wulfgang:

—Esta noche… no quiero dormir… —dijo en llanto.

Wulfgang había entendido que, con sus palabras, la vampira quería retrasar el tiempo lo más que pudiera. Cada vez que despertaba, era como si la vida le diera un golpe, y con cada golpe se le debilitaba el agarre de la soga a la que, con tanto esfuerzo, se aferraba para poder mantenerlo con ella hasta que se hiciera viejo y muriese por la edad. Esa noche no hubo sexo para el licántropo, solo tristeza y depresión por parte de la vampira. Wulfgang irremediablemente se quedó dormido en algún punto, primero que ella.

La primera noche llegó a su conclusión.

Apenas las luces se hicieron nuevamente, el licántropo despertó. Wulfgang, algo encariñado con la placentera sensación de estar envuelto entre sábanas sedosas, respiró profundo. Sin abrir los ojos, entre la oscuridad, pudo ver un bulto azul pálido que representaba a su amada, así como todo lo que ella había hecho en la noche anterior después de que él se durmiese sin darse cuenta. Ella no se había levantado de la cama, solo dio vueltas y vueltas como quien buscaba la mejor posición para dormir. De pronto, los rastros de un bulto blanco se dieron lugar dentro del campo de percepción del licántropo. Una pequeña acumulación de olor que, según su posición, se había parado justo en frente de la puerta de la habitación.

—Cariño, ¡¿qué sucede?! —preguntó Maryam casi sin poder reconocer a su marido, quien de un salto se paró de la cama y como una tormenta abrió la puerta con un revés de su mano derecha.

El licántropo una vez más olió, y volvió a oler, al mismo tiempo que caminaba con pasos firmes y fuertes, transformándose en bestia. Ehimus, quien salía de su cuarto tras haber escuchado el tirón de puerta que provino de la habitación matrimonial, se encontró al líder del grupo en “modo ataque” mirando de arriba a abajo a la criada que siquiera se movía de lugar y mantenía la cabeza agachada. Con sus dientes afuera, el bestializado licántropo regañaba a Silvia mientras que la vampira inclinaba su rostro y sonreía como quien se podía imaginar la situación.

—¡¡Buenos, buenos días, mis inquilinos!! —dijo el Gran Mago Sabio al abrir la entrada principal con su cantidad usual de energía y carisma.

Una vez Wulfgang desvió la mirada, el anciano continuó:

—Creo que Silvia puede regresar a su rutina diaria, no ha incumplido con “las normas de la sirvienta”, así que no veo razón por la cual se le pueda castigar. En cambio, Wulfgang, tu comportamiento no es el más educado que digamos. Tenemos que hablar. Como intendente y guardián, te puedo explicar…

Por otro lado, el amanecer dentro del Bosque Siempre Cambiante fue diferente. Ahí, en donde se encontraba el pequeño sin apellido abriendo los ojos con lentitud, todo parecía ser menos problemático:

“¿Será brilloso o seguiré viviendo dentro de la noche eterna?”, Rey no pudo evitar preguntarse. Él se sentía descansado, lleno de energía, sin heridas, sin hambre, con un libro entre los brazos y con su compañero al lado, casi como si hubiese nacido por segunda vez.

Mucho no había cambiado para la visión del pequeño sin apellido, sus ojos abiertos observaban el techo tan familiar de la madriguera compuesta por raíces entrelazadas en el gigantesco tronco de árbol hueco. Tras pestañear dos veces, Rey volteó su cabeza para ver si lo que sentía era real.

Tumbado se encontraba el cuerpo del pequeño “guardián del Paraíso”. Su fiel compañera recién acababa de despertar. Ella estiró sus patas hasta que sacó las garras, luego estrechó la columna con un arqueo y, por último, su cola hasta querer llegar casi al techo. El estiramiento es una buena manera de despertar los músculos dormidos y mejorar la circulación antes de comenzar con las actividades rutinarias.

Rey respiró profundo y ampliando las comisuras de su boca, mostró felicidad. Tirando el libro que sostenía a un lado, se arrojó a abrazar con todas sus fuerzas a quien despertaba y le recibía con un cálido ronronear.

—¡Siéntate encima de mí! Déjame abrazarte. ¡Necesito sentir lo mucho que me aprecias! —dijo Rey.

Después de cargar al pequeño felino con sus dos manos, él enterró su rostro entre los pelajes blancos y negros. Se quedó de esa manera por un rato para después mirarle con tristeza y terminar pidiéndole perdón en voz baja. El felino estaba algo abrumado, ignorando el hecho de que había sido tomado por sorpresa, quería moverse de un lado a otro para deshacer el agarre, pero temía arañar al pequeño. Rey levantó el rostro con algo de afición, expresiones que pedían disculpas por haber puesto sus vidas en peligro, y que mucho más sentía la situación en la que ella había terminado por su culpa:

—Voy a hacer lo mejor para aprender de ello y seguir adelante… Mientras siga viviendo, lo podré enmendar sin importar la gravedad… Confía en mí, ¿sí?

La pequeña cría de “guardián del Paraíso” no entendía lo que el joven le decía, pero sí podía percibir que él sufría y había sufrido por ella. Eso no le agradaba en lo absoluto; era cierto que se habían encontrado a su padre la noche anterior, pero ella no recordaba mucho más que había sido golpeada por este y cuidada incansablemente por el pequeño ahí presente. En un intento de animar, ella pasó su lengua por el rostro del afligido pequeño, ronroneó más alto, se retorció con más fuerza y acicaló su pelaje contra la cara de Rey con la intención de cambiarle la expresión.

De repente, la escena se vio irrumpida por el comportamiento del gran libro que se había quedado en el suelo. El objeto almacenador de conocimientos se transformó en luz y desapareció en el aire. Rey no le dio importancia, entendió que así se quemaba un libro por recibir el fuego del tiempo o que tal vez regresaba a donde pertenecía. Al identificar que la situación era irremediable, optó por reír y mejorar las expresiones de su rostro. Mostrando una cálida sonrisa, acicaló la cabeza de su acompañante para, acto seguido, ponerse en pie y marchar a la salida de la madriguera.

A pesar de que el bosque era oscuro por naturaleza, una vez Rey salió de la cueva, la luz que provenía del Heaven llegó a tocarle un lado del rostro, cual si fuese un ligero y discreto saludo. Enfocando sus ojos en el brillo entre los árboles de la distancia, el pequeño sintió cómo miles de pensamientos le venían a la cabeza. Imágenes de cuánto tiempo él se mantuvo corriendo, sentimientos de avanzar hasta la última gota de energía, el olor del agua, el calor del fuego, el frío de la nieve, la viscosidad del fango, el ardor del humo, la dureza de las piedras flotantes. El pequeño tuvo que admitir que no esperaba estar tan cerca de la entrada, y que no había nada que le decepcionara tanto después de todo su esfuerzo.

A punto de que su sangre hirviera y de destrozar el árbol más cercano a puñetazos, decidió calmarse a sí mismo con las siguientes palabras: “El bosque debió haber cambiado su estructura mientras dormíamos”; regresando la mirada a su acompañante, recuperó la calma y actuó como si hubiera algo más importante que hacer.

—¿Sabes qué? Aprendí una palabra interesante… White. ¿Qué te parece como nombre?

La pequeña criatura sacó la lengua y observó en dirección a la luz con curiosidad, ignorando por completo lo que el joven le decía. Ella podía entender ciertas palabras básicas, así como comportamientos y gestos, pero su cultura no llegaba a tanto como para entender el significado o la importancia de un nombre.

—White será tu nombre y camino a la grandeza —dijo Rey—. Tampoco es que pueda seguir teniéndote a mi lado sin saber cómo llamarte.

Dando un paso al frente, Rey acarició entre las orejas paradas del pequeño felino recién nombrado para seguir caminando hacia la luz. Los pasos del niño resonaron a través de la oscuridad hueca, entre los árboles del bosque metálico. La luz divina señalaba el camino y resguardaba todo un magnífico paisaje consigo. Rey caminó a su paso, no como alguien vencido obligado a regresar, sino como un triunfador que regresaba en busca de su familia.

Una vez los dos pequeños pasaron la barrera de árboles y se adentraron en los pastizales verdes, tuvieron que achicar los ojos hasta que se les hizo fácil ver dentro de la radiante luz. Ellos se llevaron una gran sorpresa al encontrarse a Heroclades, cruzado de brazos, esperándolos con una sonrisa soberbia y una postura altanera, como quien ganaba una apuesta.

—¿Cómo sabía que yo saldría por este lugar del bosque? —preguntó Rey para, acto seguido, decir con voz afilada y mirada intimidante—: ¿Un hechizo?

Heroclades notó en Rey movimientos característicos de un depredador nocturno:

—¡Woo! Después de tan solo pasar una noche, eres capaz de dejar escapar semejante intención asesina. Me sorprendes pequeño…

Descruzando sus manos, el sujeto de piel bronceada levantó sus palmas abiertas en frente de su pecho. Como quien no quería un enfrentamiento. Él sinceramente esperaba la actitud de un reo vencido, sin embargo, se llevó la impresión de estar frente a una bestia desafiante y segura de sí misma, una que había perdido todo sentido de disciplina, amistad y honor por haber aprendido a ser independiente.

—El entrenamiento aún no comienza mi querido discípulo. Y sí, acertaste a la primera. En ti puse un hechizo, pero fue para encontrarte primero que tus padres lo hicieran. Tengo una advertencia que darte…

Rey dio una sonrisa y un paso al frente, abrió su cuerpo como quien necesitaba ocupar más espacio en el lugar.

—Hero, aún soy yo. Rey, ¿Por qué actúas así?, como si me hubiera convertido en una bestia con la cual debes de razonar…

Heroclades se puso la mano en la nuca, como alguien cuyos pensamientos hubieran sido leídos.

—Bueno, yo creía que no llegaría a nada si primero no recuperaba tu confianza. Y qué mejor manera de tomar la confianza de alguien que dándole curiosidad y disponiéndole a que acepte algo. Ya he comprobado más de cientos de veces que si alguien desconfía, no vas a hablar directamente con su lado más reflexivo, sino que vas a hablar con el lado más desconfiado. Quería distraerte y después, de a poco, entras en el tema.

—¿Qué tema? —preguntó Rey al acercarse a su maestro.

Heroclades, llevándose las manos a la cintura, continuó:

—Ante la nariz de tu padre no existen mentiras ni nadie que pueda escaparse. Así que, si has hecho algo que no debías por la noche, mejor piensa en una explicación para cuando él llegue. Él puede saber todo lo que sucedió, pero no lo que fue dicho. Esa es una de tus ventajas contra tu padre… sin embargo, tu madre es un detector de mentiras andantes. Ella no solo tiene la capacidad de controlar y provocar emociones en aquellos a su alrededor, sino que también puede distinguir los más mínimos cambios fisiológicos en el cuerpo de alguien cuando habla, así que deberás separar el uno del otro.

Rey asintió con su mirada y dejando de lado aquello que no podía controlar, con tranquilidad agregó las siguientes palabras:

—¿Cuándo empezaremos con el entrenamiento?

Heroclades, abriendo los ojos como si se le quisieran salir de su rostro, se llevó una mano a la barba y comenzó a hacer memoria. Él quería estar seguro de si había advertido al pequeño de lo riguroso que sería el entrenamiento. Para alguien normal, si algo sería riguroso y doloroso, era natural que tratara de evitarlo tanto como pudiera.

—¿No tienes ninguna pregunta antes de comenzar?

—¿Intenciones asesinas? —preguntó un tanto confundido.

Heroclades no podía dejar de sorprenderse.

—¡Casi se me olvidaba! Es mejor que logres controlar esas intenciones antes de que tu padre venga. Déjame explicarte algo. Presta atención porque no será nada fácil.

El maestro levantó su puño al aire, ensombreció la mirada y dejó salir toda un aura sedienta de sangre, la cual le puso los pelos de punta al pequeño felino.

—La intención asesina en alguien es como la apariencia intimidante de un arma. Tomemos como ejemplo el filo de una espada, el tamaño o el diseño. Son cosas que le hacen intimidante, y le dicen a los demás “solo existo para hacer daño”, ¿no es así?

El señor de piel bronceada regresó la impresión que emanaba su cuerpo a la normalidad y continuó hablando.

—Lo mismo pasa con la intención asesina. Es la impresión que crea tu cuerpo para dejar saber a quién te vea que estás dispuesto a hacer daño si tocan tu filo. Los luchadores avanzados leen la intención asesina de los enemigos. Ellos pueden incluso percibir si están siendo observados y, como es común, se preparan de antemano para un posible ataque.

Rey, interesado en el tema, observó a sus manos:

—Como cuando levantaste las manos con las palmas abiertas. Lucía más como una postura de defensa en combate cuerpo a cuerpo poco intimidante para desactivar la situación.

Heroclades, complacido por la perspicacia de su discípulo, dijo:

—En efecto… Una espada nunca dejará de ser una espada, y aunque su filo no sea el mejor y esté toda oxidada, seguirá siendo lo que es. Pero cuando una espada está dentro de su vaina o de una caja es menos intimidante, y ese es el secreto para poder controlar tus intenciones asesinas.

—¿Qué se supone que debo hacer? —preguntó Rey con tono obediente.

Heroclades pudo notar que, aunque su discípulo era tan arrogante y soberbio como parecía, también era alguien que codiciaba formas de fortalecerse.

—Yo, una vez estuve en donde tú ahora estás. Tengo la experiencia que necesitas, pero no significa que tenga una buena manera de enseñarla. Lo que hago y pienso con mi instinto asesino es como si moviera mi brazo. Ya he vivido tanto que se ha vuelto como una segunda naturaleza de mi cuerpo. Debo confesarte que no es fácil para mí explicar algo que puedo hacer con naturalidad. Para que puedas entender y progresar tendrás que seguir mis instrucciones sin preguntar. Bueno, supongo que con esto en mente, más o menos tengo una idea de por dónde comenzamos con tu entrenamiento…

El sujeto de piel bronceada hizo tronar sus dedos para continuar:

—Tu objetivo será sobrevivir, mas el mío será hacerte sentir. Toma asiento, este es un buen lugar —Rey obedeció—. Cruza las piernas, mantén la columna recta, cierra los ojos y respira profundo.

El pequeño siguió al pie de la letra lo que se le decía.

—Sentado en silencio es el mejor momento para meditar. La meditación es el primer paso para hacerte consciente de tus pensamientos; una vez seas consciente de tus pensamientos, podrás entender tus sentimientos; al poder entender tus sentimientos, podrás controlar tu mente; con el control de la mente, podrás controlar tu cuerpo; y con el control de tu cuerpo, tu presente, tu pasado y tu futuro.

Tenían lógica las palabras del maestro, pero Rey aún no veía el punto. Heroclades continuó hablando:

—Comencemos con preguntas básicas. ¿Quién eres?

— Un asesino, respondió Rey.

—¿Qué quieres?

— Sobrevivir.

—¿Qué sientes? —preguntó Heroclades.

— Culpa.

—¿Qué puedes cambiar?

— Lo que me rodea, o tal vez… yo.

Heroclades, quien no había escuchado ninguna de las respuestas de su pupilo, notó algo extraño. Las intenciones asesinas del mismo aumentaron.

—Préstale atención a tu postura. Otras preguntas. ¿Qué tan rápido respiras? ¿Qué tanto late tu corazón? ¿Cuánto se mueven tus ojos? ¿Qué lugar te pica? ¿Qué percibes del medio ambiente? ¿Qué percibes de ti?

Teniendo la necesidad de rectificar ante su pupilo, Heroclades continuó:

—Pon los hombros atrás, levanta la barbilla. Tu cuerpo afecta la manera en la que piensas, así como la manera en la que piensas afecta tu cuerpo…

Rey trató lo mejor que pudo, pero no logró encontrar respuestas para las últimas preguntas.

Heroclades levantó en alto un tronco casi tan grueso como su mano y, acto seguido, después de apuntar al cielo, lo bajó con todas sus fuerzas. La madera cedió y se destruyó en mil pedazos, tan pronto impactó contra la cabeza de Rey.

El pequeño cuerpo, que estaba sentado sobre el suelo y concentraba en meditar, fue tomado desprovisto por el violento golpe y cayó desplomado. White, al ver semejante situación, erizó los cabellos de su piel, saco las garras y se mandó a atacar al hombre que le había hecho daño al ser que tanto apreciaba.

Rey levantó su mano y con la misma detuvo las acciones de su compañero peludo. Él, temblorosamente, comenzó a reponerse en el suelo mientras respiraba tan hondo como podía. De a poco procedió a sentarse con los pies cruzados, la espalda erguida y los ojos cerrados, aunque un hilo de sangre le atravesaba el rostro y terminaba como gotas que se acumulaban en la barbilla para caer al suelo.

Heroclades, entendiendo que su discípulo comprendía cómo procedería el entrenamiento continuó:

—El instinto asesino puede ser alimentado e incluso “educado”. Después de recibir un golpe de alguien en quien confías sin esperarlo. ¿Qué tan fuertes son tus emociones? ¿Puedes ser consciente de ellas y controlarlas?

—Mis emociones se hacen muy fuertes, me estoy enfureciendo…

Esta vez fue una patada por parte del entrenador. Rey salió disparado y rebotó varias veces contra el suelo; aun así, tan pronto como pudo reponerse, volvió a su posición.

Heroclades, denotando sorpresa, agregó:

—Tu cuerpo es bastante resistente, tenía la intención de romperte el brazo. Continuemos… —habló hasta que se acercó lo suficiente—. Para entrenar tus instintos asesinos, necesitas escuchar tus propios sentimientos e ignorar esos que son provocados por factores externos. Este es un buen momento. El dolor es tu mejor amigo y la rabia tu aliada. Analiza qué tipo de evento te causa otras sensaciones, recuerda cuando eras pequeño, piensa cómo quieres ser. A través de la conciencia de tus emociones serás dueño de tus instintos. Dale, Rey, abre los ojos y mírame.

Rey abrió sus ojos y miró al maestro, pero esta vez recibió una patada en la cara que le hizo volar hacia atrás. El procedimiento llevó otros treinta golpes por parte del sujeto de piel bronceada a su discípulo. Heroclades, como quien ya estaba perdiendo el temperamento, dijo:

—Levántate. No pienses en rendirte con la intención de liberarte del dolor. Ante mí serás incapaz de morir sin mi permiso, incluso si lo deseas. Hasta que en tus ojos no queden rastros de ese intento asesino, no pasarás la prueba. Abre los ojos y mírame.

Volvió a patear a su discípulo, quien ya sangraba por todos lados.

—Te preguntarás “¿por qué tengo que realizar estas pruebas y pasar por tanto dolor en lugar de simplemente hacer lo que creo que es correcto?” Déjame y te cuento —Rey se limpiaba la sangre de sus prendas—. Nacer en esta familia te hace un guerrero. Ser un guerrero es un estilo de vida que exige una intensa dedicación, responsabilidad, precisión y enfoque durante los primeros años para así forjar valores inquebrantables y ser capaz de todo. Los guerreros son tan responsables de salvar vidas como de quitarlas, por eso tienen que ser lo mejor de lo mejor para sobrevivir. Ahora puedes estar motivado porque te sientes amenazado, pero la disciplina podrá llevarte aún más lejos que la motivación que tienes ahora. Esta combinación de torturas, martirios, golpes y maltratos va a sacar a la luz lo mejor de ti. Como los martillazos, el fuego y el cambio temperatura crean a una espada. Para ser capaz de poder brillar en menor cantidad de tiempo posible, tu vida debe estar en riesgo para que sientas la necesidad de poder salvarte. Abre los ojos…

“Tal vez me merezco esto, hacer algo malo requiere algún tipo de castigo”, se dijo el pequeño. “Mis manos están contaminadas”.

Rey, cuyo cuerpo temblaba y casi ni se podía sostener en pie, entendía lo que su maestro decía. Cada vez que estaba a punto de perder la vida, su cuerpo se adaptaba para crear un resultado contrario. Él abrió uno de sus ojos y miró al señor de piel bronceada, quien le volvió a dar otra violenta patada.

—Vas mejorando —dijo Heroclades—. No obstante, ¡aún no es suficiente! ¡¿Por qué?! Rey, a diferencia de las otras habilidades que necesitas para ser un guerrero, el control de tus intenciones asesinas, así como el control de tu espíritu de lucha son la base fundamental. No puedes pelear ni buscar soluciones si no estás en control de los procesamientos que ocurren en tu cabeza. Necesitas acondicionar tu cerebro para que piense en lo que estás haciendo. ¡¿Qué es tan difícil?!

Por un momento se dio cuenta de que estaban siendo muy dramáticos; intentando recuperar su compostura continuó:

—Un maestro que se respete no debe culpar a sus alumnos… Tal vez soy yo quien aún no se da cuenta. Mnnn.

Se agachó y puso su rostro enfrente del de su discípulo, como alguien que quería mirar desde el punto de vista de otra persona.

—Ya veo. Fue mi error. Me tomó tiempo darme cuenta. Rey, tienes un rencor tan grande encajado tan dentro… No progresamos porque tal vez te culpas de algo y estás tomando mis golpes como un castigo. No tuvieras esos ojos si no hubieras matado, ¿o me equivoco? Controlar tus instintos asesinos, en parte, es dejar de sentirte como uno. ¿Qué mejor pista que esa podrías recibir? Abre los ojos y mírame…

Rey recordando la fatídica noche en la cual había apagado los latidos de un corazón palpitante, el momento en el que asesinó a una bestia voladora y cuando se comió a los polluelos de un nido, abrió los ojos con el mismo filo que solía tener desde un principio del entrenamiento y recibió otro violento golpe por parte de su maestro. El dolor y la inflamación fueron tanta que casi que no se pudo volver a sentar, Rey tan solo se volteó sobre su espalda para poder al menos respirar con mejor comodidad.

Heroclades con tono pesado y cansado, dijo:

—Vamos, si te puedes poner de espalda, te puedes sentar. Siéntate o te daré una razón para que no lo puedas hacer en el resto del día.

Rey frunció el ceño, miró al cielo y asintió ante la amenaza de su maestro. “¿Qué podrá hacerme?”, se preguntó para responderse a sí mismo con otra pregunta: “¿Romperme los pies? Es capaz, eso sí lo sé”, pensó mientras levantaba el torso de su adolorido cuerpo.

“Aunque lo intento, no sé cómo se supone que deba controlar mi intención asesina. Después de todo, no es algo que hago porque quiero. Si no soy consciente, ¿cómo puedo tomar el control? Por supuesto, Heroclades tiene un buen punto: desde que maté al padre de White, me siento como un asesino. Un arma dispuesta a hacer daño si alguien se enfrenta a mi filo…”. Dándose cuenta de algo… “Un asesino y no un guerrero. Ambas son armas. ¿Y por qué hacer daño si puedo evitarlo o incluso llegar a proteger? Ya es algo que he notado. Sin embargo, hasta ahora, para sobrevivir en el mundo de los animales, tuve que valerme de esa sed de sangre desbordante. Ellos no hablan ni razonan… ellos intimidan… se comportan como lo que son y yo… yo me comporto como ellos”. El pequeño se irguió lo mejor que pudo y respiró con suavidad, en cierta manera había encontrado la respuesta.

Heroclades, ya como quien no esperaba llegar a nada, habló decepcionado:

—Una buena excusa para no sentirte mal de matar es pensar en cuántos otros se benefician de que tú tuvieras la oportunidad de seguir viviendo gracias a ellos. Seamos sinceros, para qué tanto sentimiento, si de todas maneras tu oponente estaba irremediablemente condenado al fracaso. Y si mueres ahora, harás que el sacrificio que hizo el padre de tu amigo sea en vano. Rey, debes darles prioridad a tus sentimientos antes que a los muertos. Esta es la última oportunidad que te daré… Abre los ojos.

El pequeño abrió sus ojos. Heroclades levantó su mano al aire y cerró el puño para luego levantar el pulgar y dar una sonrisa.

—Lo lograste. Tienes el control de tu instinto asesino. Como podrás entender, nadie confiaría en alguien que emana de su cuerpo instintos asesinos sin control, como lo hace un animal salvaje. ¿Por qué? Porque, aunque dicha persona se siente culpable de haber matado, o de tal vez volver a tener que matar, nadie podrá razonar con ellos y terminar un conflicto con una conclusión no tan violenta. Tomar responsabilidad de tus actos es la mejor solución, y es el camino de un guerrero; pero la mejor opción es no empezar algo que previamente puedas evitar.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó Rey confundido, refiriéndose a que su maestro sabía que el “guardián del Paraíso” al que él se había enfrentado fue el padre del pequeño cachorro que le acompañaba a todos lados.

—No soy un elfo, sin embargo, mi nivel para interpretar la energía es lo suficientemente agudo como para reconocer que, en ti, tienes parte del cuerpo, carne y sangre de la bestia que una vez tu padre dejó ir. La misma bestia que comparte lazos con el pequeño que está a tu lado. Eres mitad vampiro, mi discípulo. Si adquiriste alguna habilidad de tu madre, tal vez exista la posibilidad de regresarlo a la vida, así como lo haces parte de ti…

Rey, impresionado de saber algo que desconocía sobre los vampiros, asintió con la cabeza y, aunque quería saber cómo hacer dicha hazaña, se tuvo que contener de preguntar. “Heroclades no es vampiro. Por ende, no puede enseñar una característica única del linaje”. Aunque, por otro lado, la Interpretación de energía era un término relacionado con el segundo fundamento principal de un guerrero, espíritu de lucha y la fuerza de voluntad. Rey había leído sobre ellos y se sentía más interesado en aprenderlos por el momento, pero como leer no era nada que se asemejara a la experiencia real, no había tenido oportunidad de poder controlarlo.

Acariciando la cabeza de la preocupada White, Rey habló en voz alta.

—Le prometí a su padre que tomaría responsabilidades por mis acciones y sería lo correcto poder revivirle si puedo, pero… — Cambiando la dirección de su rostro, Rey observó en dirección a su maestro—, por ahora es mejor si continúo lo básico de la energía, ¿cómo puedo controlar el espíritu de lucha?

Heroclades dio un paso hacia atrás y negó con su cabeza.

—Por hoy tu entrenamiento está concluido. Controlar el espíritu de lucha no es tan fácil como controlar el instinto asesino.

—Y ¿cuándo se termina el entrenamiento? —preguntó con las manos temblorosas, escurriéndose la sangre de la boca.

—Precisamente, cuando controles tu espíritu de lucha y me derrotes en un combate.

—¿Combate? ¿Es eso justo? —dijo al dejar escapar una bocanada de aire.

—Más que un combate es una prueba en la cual te enfrentarás contra la realidad y lo que percibe tu cerebro. El primer paso para poder controlar el espíritu de lucha es hacer arder la fuerza de voluntad que reside en ti.

—Siento que mi cuerpo se ha recuperado lo suficiente. Déjame intentar mientras me mantenga consciente —dijo en voz alta, para continuar pensando: “Según leí en los libros de lucha, sobreponerse al dolor usando la fuerza de voluntad es el primer paso. Dolor, preciado amigo para este cuerpo. Pero aún estoy un paso al frente; a diferencia de la prueba anterior, tengo una idea de lo que hacer en esta. La llave es la fragmentación. Dividir una tarea grande en partes pequeñas, es la única manera de poder continuar por un tiempo indefinido hasta encontrar la respuesta”.

—Aún siquiera el día comienza. Tenía planeado disfrutar de la casa y un paseo matutino, pero supongo que no me tomará mucho tiempo complacer tus demandas. Cuando caigas inconsciente, terminaremos con el entrenamiento.

El pequeño asintió con la cabeza. El señor de piel bronceado sacó su libro y comenzó a ojear unas páginas.

—¿Qué estamos haciendo ahora? ¿En dónde estás? ¿Qué son los límites? ¿Qué es la sensación? ¿Qué es la percepción? ¿De qué manera podemos cambiar nuestra percepción de la realidad? ¿Podría tu mente cambiar su estructura cuando experimenta cosas nuevas? Son las preguntas que te ayudarán…

—¿Por qué haces tantas preguntas?, preguntó Rey intrigado.

—No le prestes mucha atención a las preguntas; son un sistema de enseñanza que encontré eficiente tanto en mi aprendizaje de hechicería como en mi camino de filósofo.

Descartando la curiosidad de su discípulo, continuó al encontrar el hechizo perfecto. Tras recitar letra por letra, Heroclades preguntó:

—¿Estás listo?

Rey, antes de siquiera poder responder, sintió cómo su cuerpo fue bañado por un líquido que cayó del aire; acto seguido, abrió los ojos tan grandes como pudo. Haciendo que su garganta sangrara, gritó con todas sus fuerzas y, de un lado a otro, se retorció por el suelo mientras que el pequeño felino le miraba sin entender lo que sucedía.

—¡Esto es fuego, mi piel arde en llamas! ¡Pero ni lo veo, ni me quema… es un dolor insoportable! ¡Piensa Rey, piensa! —se dijo a sí mismo—. Fuego. Es fuego. Estoy envuelto en llamas, me quemo… ¡No! Fragmenta, esto es dolor. Tengo que resistir, quiero resistir, puedo resistir. Tan solo un poco más —se dijo una y otra vez entre temblores y espasmos.

—La mente puede cambiar. Cuando procesamos algo que tiene sentido o que necesita estar ahí, lo podemos crear real. Así como también lo podemos eliminar o ignorar para así seguir con nuestro camino. Tu realidad no es la única realidad y, como seres racionales que somos, cometemos el error de creer que sí. Aun así, la mente se alimenta de la fuerza de voluntad en tu interior; para ser eficientes en términos de fuerza de voluntad, no te enfrentes a lo imposible sin antes aumentar tu seguridad al aceptar pequeños logros. Aún no pierdes la conciencia, eso es un pequeño logro…

Comenzando a divagar entre varias cosas, continuó:

—Oh, la fuerza de voluntad es una llama que habita dentro de los ojos. Ignorando el contradictorio caso de tu padre, esta flama debe ser ardiente. Piensa en esos pequeños logros como ramas. Pequeños logros, mi discípulo, pequeñas ramas que alimentarán a la llama que te dará la energía para mover tu espíritu de lucha.

Rey, con ojos temblorosos y bien abiertos, miró cómo la piel, el pellejo y las uñas de sus manos se le cayeron. Su carne se encogía y retorcía hasta también caer y dejar los huesos expuestos, que se mantenían juntos por pequeños trozos de carne blanca, también a punto de ceder. Él sentía el dolor de ser quemado vivo, pero por alguna razón, los huesos de sus manos no cayeron y sus ojos podían seguir viendo. Mirando de un lado a otro, se vio reflejado dentro de los ojos preocupados de White. “¿Cómo es posible que me vea normal?”, se preguntó.

Dejando de retorcerse y cerrando tan fuerte como pudo sus puños, Rey también se dio cuenta de que su compañero peludo lo miraba con cara de quien no entendía lo que estaba sucediendo. “¡Ahhh! Yo sí puedo, esto no es nada, esto no me detiene… Esto es algo que mi mente está creando”, pensó al cerrar los ojos con fuerza. “En un libro leí que la carne no tiene terminaciones nerviosas… mis huesos no tienen por qué sentir este dolor tan insoportable. Pero, aunque las letras de un libro muestran abundante conocimiento, no son experiencias. ¡Esto es experiencia!”

—Lo que ahora experimentas está basado mayormente en tu percepción —habló al caminar de un lado a otro—. Por supuesto, tal vez si no conocieras lo que es el fuego, en este momento no entenderías lo que te está sucediendo. Rey, tu mente no está basándose en lo que verdaderamente sucede, sino que se ancla en lo que eliges percibir. Estás dejando que tus pensamientos elijan recibir información específica y dejar la otra fuera. Más preguntas para ti. ¿Qué es la sensación?

Rey presionó sus puños con aún más fuerza, apretó los dientes tanto como pudo y dejó de moverse. Aún le costaba trabajo controlar su respiración, pero intentaba ignorar el dolor que sentía con todo su ser. “¡Si aún puedo ver, si aún puedo tocar, si aún puedo sentir es porque esta sensación no es real!”, se dijo a sí mismo.

—No, aún no lo entiendes. Resistir no es suficiente —dijo para con un chasquido de sus dedos intensificar la sensación que el pequeño estaba sintiendo—. Préstales atención a mis palabras. La fuerza de voluntad, tu mente, lo que crees sentir, lo que verdaderamente sientes. La sensación no es más que un proceso en el que recibimos estimulación de nuestro alrededor. Y si te dijera que el líquido que arrojé sobre ti es frío, muy frío, capaz de congelar el tronco de un árbol… ¿Qué es la percepción?

Rey volvió a abrir los ojos, pero esta vez vio sus manos de forma diferente. Estaban congeladas al punto de romperse. Creer que estaba congelado se ajustaba mejor a qué se estuviera quemando. Pero entre calor y frío dentro de su mente se creó una paradójica contradicción. Ahora sentía tanto calor que al mismo tiempo veía como si se estuviera congelando, o sentía tanto frío que al mismo tiempo sentía como si se estuviera quemando. “Un poco más… solo un poco más. Debo mantenerme consciente, sé que puedo. Esta es mi única oportunidad y no la debo desaprovechar”.

—La percepción es cuando tu mente intenta entender la estimulación que estás recibiendo y quiere darle un significado para poderla entender. El último punto es la atención selectiva. Con esto, puedes usar la fuerza de voluntad para engañar a tu mente y ver lo que quieras ver, y no necesariamente lo que esté ahí para ver. Rey, el dolor no es real, ponte de pie, abre los ojos y actúa normal. Un combate consiste en recibir información de tu alrededor y después darle una definición para poder actuar al respecto. Rey respiró profundo, se levantó del suelo y actuó como si nada le estuviera doliendo.

El maestro levantó su puño al aire y dejó el pulgar arriba.

—Pasaste esta prueba, discípulo mío. Podemos pasar al siguiente nivel. No lo tomes a mal, pero en verdad quiero dejarte inconsciente, solo así podré quedarme tranquilo y saber que en verdad di lo mejor de mí como tu maestro. ¿Ves ese árbol? —Tan pronto Rey asintió, Heroclades continuó. —Lucharemos hasta que caigas inconsciente o toques el tronco. No está de más manifestarte que con tocar dicho tronco pasaras mi entrenamiento. El maestro puso su postura de pelea y espero a que Rey hiciera lo mismo.

Rey con un gesto de su mirada le dio a entender al pequeño compañero que se podía marchar, para luego reevaluar la situación ante su maestro. “La hierba alrededor de sus pies está actuando raro. Tampoco es que se mueva por el viento como lo hace la otra”. En el suelo, alrededor de Heroclades, nada se movía. “Él está esperando a que yo haga mi movimiento. Considerando que Hero es al menos rango “Dios”, la barrera que tiene a su alrededor es indestructible. Piensa luchar con sus movimientos más fuertes, aunque también me está dando una inmensa ventaja al darme la posibilidad de ganar la prueba con tan solo tocar el árbol… ¡Hmmm! Recuerdo que él dijo que mientras exista alguien dentro de su perímetro, o se mueva de lugar, no puede utilizar la barrera. Lo mejor será pretender que no sé nada y atacar para ganar tiempo…”.

Rey se agachó, abrió las manos como si fueran garras y saltó tan fuerte como pudo contra su maestro para golpear la barrera que este tenía creada y le protegía.

Heroclades, llevándose la mano al rostro, expresó:

—Siempre me quedó la duda de si irías primero por mí o por el árbol. Ahora me queda claro que intentarás distráeme o incapacitarme antes de ir hacia donde está tu salida —dijo al mirar a los ojos de su discípulo, quien era detenido por la barrera.

Haciendo una expresión de alguien que se daba cuenta, decidió aprovechar el momento para hacer una señalización educativa.

—Tus movimientos dejan en claro que adoptaste el estilo con el cual las bestias pelean, así como habías adoptado las intenciones asesinas de ellas. Te mueves como si tuvieras garras, aunque no las tienes ni sabes transformarlas del todo. Pero ese no es el problema, el problema es que tu cuerpo está mal programado. No es una buena idea que cada vez que te ataquen te defiendas, o ataques cada vez que tu enemigo se defienda…

Rey apenas regresó al suelo, volvió a arrojar otro zarpazo con el cual destrozó sus uñas, pero como ya podía controlar su percepción de dolor, hizo como si no hubiera sucedido nada. “Es un hechicero, por lo tanto, la única manera de vencerle es obligándole a usar su punto débil. Si puedo moverlo de lugar, él no podrá seguir utilizando su barrera, tendrá que bloquear mis golpes aun desconociendo que tengo conocimiento en artes marciales. Esa es mi oportunidad. Con tan solo un segundo que le haga moverse tendré el tiempo suficiente para ganarle y tocar el árbol”.

Heroclades, viendo lo concentrado que estaba su discípulo, continuó hablando:

—En la noche repetiste esos movimientos incontables veces, ¿no es así? —Rey le miró y continuó atacando—. Déjame decirte que no puedes permitirte dejar que ningún enemigo tenga el control sobre tus movimientos. Los oponentes a tu alrededor pueden actuar de cierta forma y la pregunta es ¿cómo vas a responder?

El maestro dejó caer la barrera. Rey frenó en seco y con velocidad corrió de lado con la intención de acercarse al árbol, sin dejar de darle frente al sujeto de piel bronceada. Heroclades, mientras, abrió el libro en una página en específico y agregó:

—Ves, ahora que voy a atacar, piensas en defenderte. No es bueno que estés programado porque te vuelves predecible. A veces la mejor defensa es el ataque y el mejor ataque es la defensa. Podemos estar de acuerdo en que lo que hacen es problemático e inconveniente, pero en un futuro asegúrate de no tener la reacción que tu enemigo quiere de ti. Si te dejas controlar por las emociones, ellos básicamente te tendrán entre sus manos…

Del libro se levantó todo un símbolo compuesto por figuras, letras y trazos.

“Es fácil hablar cuando tienes el poder, no es así”, pensaba Rey mientras retrocedía y veía cómo su maestro pretendía atacar con un hechizo. “No lo creí tan complicado cuando lo leí en un libro, pero predecir los movimientos de un hechicero es aún más difícil de lo que esperaba. Si pudiera describirlo, es como caminar en la oscuridad del Bosque Siempre Cambiante sin poder ver. Toma tiempo acostumbrarse a saber por dónde vas”. Se levantó el círculo de conjuro, el viento cambió de dirección, el pasto verde se agitó. “Debo salir de mis pensamientos. No puedo dejar que me distraigan en medio de una pelea. Ya tengo el plan, solo me falta la oportunidad… Mi cuerpo duele, mis ojos se nublan, aun así, me siento mejor de lo usual. Querer es poder…”. Con determinación, Rey enfocó su mirada tanto como pudo hasta ver los patrones y símbolos exactos que se levantaban en el aire. “Los buenos hechiceros siempre tienen que usar el clamado más justo y necesario que consideren en la situación para evitar morir si no cumplen las condiciones. El conjuro que se hace en el aire tiene propiedades sólidas y será disparado… puede ser una ‘Bala de Piedra’, es suficiente para atravesar mi cuerpo de lado a lado. Perfecto, caminaré en la oscuridad…”. Ya con esto en mente, el pequeño tomó distancia mientras se movía en zigzag y golpeaba sus brazos.

Ante el nuevo comportamiento de su discípulo, Heroclades ladeo la cabeza con desconfianza. Ya no estaba tan seguro de la eficacia de su ataque. Como era sólido, su discípulo podía utilizarlo a su favor e ir volando contra el árbol que representa la culminación del entrenamiento. Formulando un segundo conjuro con el cual atacaría desde arriba, el maestro cerró el libro y se echó a correr con una sonrisa en el rostro.

Rey no tuvo que evadir los pedruscos, pero sí se vio obligado a avanzar por el impacto de un potente rayo detrás de él. “¡Hmmm!, te estás adaptando, Hero. Es momento de que empieces a desconfiar. Como hechicero, sé que eres bastante precavido, te aseguras de usar lo más básico y necesario para poder vencer al oponente. Vas a incrementar la dificultad del entrenamiento con un clamado más complicado. Ahhh, pero si me digo a mí mismo que esto podría ser mucho más difícil, no cambiaré lo que está pasando. Si me digo que sí puedo, tal vez pueda hacer una diferencia. Tengo que darlo todo, aunque esté en desventaja. No es un problema, es una oportunidad. No es un problema, es un reto… correr en la oscuridad.

Heroclades, con su puño abierto, intentó tomar a su discípulo por una de sus extremidades, pero no pudo. Luego intentó varias veces más. Cada intento fue más agresivo y violento.

—Casi no lo puedo creer. ¿Con que puedes predecir el elemento con el cual vas a ser atacado?

El pequeño mostró una sonrisa orgullosa.

—Uno de los consejos que te iba a dar era que tuvieras cuidado con las primeras impresiones. Pero no considero que aplique contigo. Tus movimientos se ven más refinados y sólidos, controlas a la perfección tus instintos asesinos y tienes un inquebrantable espíritu de lucha… ¡Algo me dice que no has dado lo mejor de ti aún! —gritó con una sonrisa en el rostro.

Heroclades plantó un sólido paso al frente y de dentro de sus prendas tomó unos cuantos papeles, los cuales arrojó hacia los lados. De entre las hojas dibujadas que explotaron en mil pedazos, cinco lobos negros aparecieron y atacaron al pequeño. Como no diferenciaban mucho en tamaño y ya el pequeño sabía cómo enfrentarse a las bestias, Rey no tuvo muchos problemas en incapacitar a los cinco animales mientras que, al mismo tiempo, escapaba de su maestro.

Heroclades, sin contener sus deseos de corromper:

—¡Hmm!, mientras todos dormían, tú tomaste decisiones productivas. Aprendiste a aceptarte a ti mismo. Buscaste y lograste. Entendiste el estrés. Creaste buenos hábitos. Seguiste una ambición que tenía significado. Pero ¿no crees que esa ambición es lo que te hace sentir miserable?

Rey no tenía tiempo para responder, solo podía pensar y escapar de su maestro sin dejar de mirarle. El saber era su ambición, ya estaba consciente de que tal vez no era el más inteligente de la manada, pero sí podía llegar a ser el más dedicado.

Heroclades, tras analizar las expresiones de su discípulo, se llevó una respuesta y continuó:

—Rey. Te equivocas. El trabajo duro no lo es todo, el talento tampoco. Y si yo estoy en lo correcto, si cambias tu manera de ver el mundo, dime… ¿Qué queda?

—El poder —respondió con los ojos bien abiertos, moviéndose de un lado a otro sin siquiera pestañear.

Heroclades mostró una sonrisa maquiavélica:

—Efectivamente. Si existe una fuerza absoluta, una velocidad inigualable o un conocimiento ilimitado, no queda espacio para la técnica. Las técnicas fueron creadas con el fin de compensar debilidades. Ahora, de qué sirve tener tanto poder, tanta fuerza, velocidad o conocimiento si no puedes controlarlo ni sabes cómo usarlos. La falta de control de lo que ya se tiene se vuelve una debilidad en sí. Pongamos un ejemplo: de entre miles de artes existe el arte “El espíritu de lucha”, un método para compensar nuestras debilidades. Nuestros cuerpos son vulnerables, estamos propensos a rendirnos ante las dificultades, nuestra mente prefiere estar en el sitio más cómodo. Pero si convertimos la voluntad en energía, sobrepasamos los límites del cuerpo y engañamos a nuestra mente. Podemos valernos del poder mágico que reside en nosotros y aumentar explosivamente los límites físicos.

»Otro ejemplo es el refuerzo corporal: a pesar de haberte destrozado los dedos, sigues atacando con la misma potencia. ¡Si logras envolver cada parte de tu cuerpo con el poder mágico que crea la fuerza de voluntad, estas endurecerán como el acero e ignorarán el dolor! Independientemente de que se bañó en la fuente de Arcadia, la invulnerabilidad del cuerpo de tu padre reside que se puede endurecer con este método… Puedes aprender de las demás artes, pero son casi infinitas y dime: ¿acaso puedes ser realmente bueno en una cosa si aprendes de todo un poco y no llegas a perfeccionar nada? No me malinterpretes ni pienses en que debes enfocar todos tus esfuerzos en perfeccionar algo en particular para aumentar tu nivel en el combate. Lo primero que debes hacer es tener control de tu poder, de todo lo que puedes hacer y de lo que no. El camino para ser el mejor guerrero es ser adaptable, nunca depender de tu mejor poder y siempre aprender de tu enemigo sin subestimar. Escucha mis palabras, resolver una situación complicada con métodos sencillos es mucho más ingenioso que resolverla utilizando métodos complicados, como ahora.

De buenas a primeras, el pequeño, que casi tan solo tenía que extender su mano para tocar el árbol, fue captado por una patada de su maestro, quien no era muy diestro en el combate cuerpo a cuerpo, pero se veía que hacía buen uso de su fuerza y tamaño. Rey salió despedido al otro lado del campo, hasta que con sus pies y manos pudo desacelerar el impulso.

Heroclades dio unas carcajadas al aire:

—Así como yo, tu cuerpo no te ayuda mucho. No se ajusta al talento ni las ambiciones del usuario. Tras aguantar mucho dolor y estar al borde de la muerte, puedo deducir que tienes una inmensa fuerza de voluntad. Mientras no tengas fuerza, rapidez o conocimientos, el control, la capacidad y la carga serán los tres factores alternativos que pueden ayudarte a volverte más poderosos. Puedes tener toda la energía del mundo, que, si no sabes cómo controlarla, no serás nada. Perfeccionar el arte de matar y vivir no es tarea fácil… —Pasándose la mano por la frente, sintiendo su nuca y antebrazos humanos, continuó—. Me has hecho sudar en este combate, pero en las condiciones en que estas, dudo que puedas llegar hasta el final.

Rey irguió su postura, levantó la barbilla y se sacudió el polvo del cuerpo.

—¿Actuando arrogante porque conseguiste acercarte un poco al árbol?

Volvió a su postura de ataque y tras ojear las páginas del libro hizo que una criatura con forma humanoide apareciera en el campo entre él y su discípulo.

—Eso es una de las tantas criaturas de este libro. Tiene tu tamaño, y su fuerza supongo que sea más o menos comparable a la tuya. Ahora, ¿por qué no pones de tu parte y tratas de sobrevivir?

El pequeño de ojos blancos retrocedió un paso al ver al ser tan extraño. Tenía cuatro extremidades, pero no tenía cabeza. Tampoco actuaba normal, sus brazos temblaban y sus piernas casi se caían. “Una criatura con consciencia propia que no necesita ser controlada por el hechicero. Ahora Heroclades tiene tiempo para invocar otro clamado, así como su barrera. Por otro lado, aunque ese ser tenga la capacidad de razonar, no es buena idea enfrentarse de manera directa contra algo que no conozco. El momento está cerca…”, Rey se dijo mientras cerraba sus garras.

—Oh, estás dudando. Nunca dudes ni dejes de creer en la fuerza de tu voluntad. Una vez hayas pasado los límites, ella es quien previene a tu alma, cuerpo y sangre de rendirse. Ese puede ser un punto débil. Si la abandonas, ella tal vez termine abandonándote. Por otro lado, si eres un cazador, estarías agradecido de que aquello que enfrentas corra e intente escapar de ti. Hace que la sangre hierva, hace que lo desees aún más. A la vez que corres, te conviertes en presa.

Las palabras del maestro tenían razón, Rey se vio obligado a sacar de entre la única prenda que le cubría el cuerno de unicornio que tan celosamente había guardado como arma para defenderse.

Heroclades, arqueando sus cejas como si de una situación bien seria se tratara, dijo:

—Parece que no has aprendido sobre la primera lección. La ley de la ventaja habita en la mente de aquellos con intenciones asesinas. Un arma filosa en una pelea de puños… no es muy honorable que digamos. Tus acciones traen consecuencias, y sacar un instrumento como ese me da la opción de que responda con un ataque de igual o mayor letalidad. Uno que te pueda matar… no te arrepientas. Desde el momento en el que cruzaste la línea, espero que estuvieras preparado para dejar tu vida.

Rey, valiéndose de su mano derecha, arrojó al aire el cuerno. “¿No soy alguien honorable?”, se preguntó a sí mismo mientras corría tan rápido como pudo, y empleando un fino conjunto de movimientos esquivó los ataques del ser sin cabeza. “No he tenido tiempo para detenerme y pensar en eso… tal vez sea mi última oportunidad. Pero, si la vida me fuese arrebatada, ¿qué quedaría?”. Atacó, contraatacó y se superpuso sobre la criatura. “No sé la respuesta. Por esa razón, si para encontrar el camino del saber, debo de sacrificar mi honor y luchar contra la luz de un dios, no puedo dudar en convertirme en una antorcha de carne y sangre”. En el preciso momento en el que Heroclades se dispuso a hacer un encantamiento, Rey pateó el cuerno que caía al suelo. “Está hecho. Ahí se va mi honor junto con ese cuerno. No hay vuelta atrás…  Ahora siento como que algo muere en este campo… Una victoria bastante vacía. No, no sé por qué, pero no estoy dispuesto a arrepentirme, no estoy hecho para dejarme vencer. Aun si tengo que caminar con el honor a rastras, me lo pondré a cuestas y lo llevaré hasta el final.

Heroclades tenía su barrera desactivada y la mirada en el libro. Apenas se dispuso a efectuar el conjuro, sintió cómo desaparecieron las intenciones asesinas de su discípulo, cosa que le trajo mala espina y el presentimiento de que había mantenido la guardia baja por mucho tiempo. Algo estaba por venir y tenía que esquivarlo, el aire no mentía cuando sonaba de la manera en la que sonaba cuando algo se aproximaba a gran velocidad. En efecto, tan pronto como el señor de piel bronceada enfocó su vista de vuelta a su discípulo, se vio obligado a inclinar su cabeza hacia el lado.

Rey siguió corriendo con todas sus fuerzas, haciendo que la hierba y el suelo se abrieran en dos. Heroclades cerró el libro y con rapidez utilizó su otro brazo para agarrar a su discípulo por el cuello e impedirle que se acercara más al árbol.

“Qué cara esa”, sosteniendo al pequeño, Heroclades pensó. “La cara de alguien que tiene la ventaja. Si tiene la ventaja, significa que estoy a punto de perder. De hecho, es increíble que llegaras tan lejos…”. Heroclades, valiéndose de una mueca amargada, esperó un segundo y agregó en voz alta:

—Ganaste. Has ganado sin honor, pero una victoria es una victoria —Rey se desvaneció en el aire—. Te subestimé desde el principio. Has superado todas mis expectativas. Debes ser grado avanzado en las artes de “combate cuerpo a cuerpo” para poder vencer mi clamado. Te felicito por tener la capacidad de controlar “Aura”. Lograr desaparecer tu presencia y crear copias de ti mismo es algo que no podrías conseguir por ti solo, tal vez Silvia tuvo algo que ver. Por otro lado, si usas tu linaje de vampiro, tendrías la afinidad de esconderte en la oscuridad sin tener que aprender “Aura”. Bueno, existen diferentes maneras de hacer lo mismo, no es que tenga nada más que enseñarte…

Saliendo de detrás del árbol, Rey caminó calmado.

—Puedes enseñarme hechicería…

Los ojos de Heroclades brillaron, pero cual si estuviera conteniendo la alegría, se llevó la mano a la cabeza.

—¡Hmmm! La hechicería es un proceso muy largo, complicado de aprender, difícil de dominar y casi imposible de empezar. Un arte incompleto y repleto de consecuencias negativas para el usuario. Un día no sería suficiente como para explicar las consecuencias si llegas a fallar, mucho menos repasar los términos que necesitarás si quieres despertar el primer vórtice de energía. La hechicería, en términos de desarrollo, es como un niño que no ha nacido, aunque se halla estudiando por tanto tiempo; develar nuevos secretos sin consecuencias se ha vuelto imposible y todos los desarrolladores del arte, si no terminan muertos, quedan malditos.

Cambiando el tono entristecido de sus palabras…

—Además, si te enseño lo que sé, yo terminaría siendo quien no sepa nada. Tienes que entender que, como soy el más viejo del grupo, tengo que reservar mi valor… pero puedo mostrarte las técnicas y conjuros de mi libro que no soy capaz de usar para que las agregues al tuyo. Sin que nadie más se entere, claro está.

Dada a la atención que los ojos blancos le prestaban, Hero se dejó llevar un poco.

—Por ahora, si quieres hacerte más fuerte, aprovecha la luz y reúnete con la Anciana del Bosque o la Anciana del Lago. En la noche eterna ellas te podrían guiar a más oportunidades. Pon a funcionar lo que sabes y préstale aún más atención a lo que no, esa será mi segunda tarea.

—¿En dónde puedo encontrarlas?

—Como cuando la primera vez que pisé el Heaven, hoy también llegué a poder sentir en el Bosque Siempre Cambiante la presencia de incontables almas. En este mismo lugar puedo sentir un sin número de presencias que no podemos ver, ni ellas a nosotros, entre estas presencias están las dos ancianas. Algo me dice que en el mismo espacio existen dos planos diferentes y la manera de acceder al otro está en el bosque…

Rey guardó silencio. Él no creía en las palabras de su maestro. “¿Qué en el bosque existe una entrada para otro sitio que es este mismo, pero en otro plano? Pasé toda una noche recorriendo semejante lugar de arriba a abajo y no me encontré con nada más que guardianes del Paraíso y seres voladores. Si ni siquiera pude encontrar la salida, ¿cómo podré encontrar otra entrada? Aunque, por otro lado, Heroclades no tiene por qué estar equivocado. Tal vez el bosque es mucho más grande de lo que me imaginaba.