Stagnation

Chapter 10
Luchar o escapar


Tras recuperar la conciencia por unos segundos, Rey pudo darse cuenta que estaba dentro de lo que parecía un ataúd de cristal, amarrado de brazos y piernas, como si fuera una momia, con un bozal sobre su boca y una venda que le cubría los ojos parcialmente, ya que las vendas no le cubrían la visión del todo, pudo ver que estaba siendo transportado sobre un extraño vehículo de carga con ruedas, junto a sus hermanos, además de Román, Lía, Marín y la muchacha de cabellos rosados, quienes estaban en las mismas condiciones. 

  «¡¿Román?! No me hagas reír…” pensó Rey para sí mismo, mientras chequeaba constantemente sus chacras y tomaba alguna conclusión en su cabeza. «Dante no huele a sangre humana… ni siquiera tuvo oportunidad de luchar. En cambio, Jhades huele a haber estado jugando mucho con su comida. Esa chica de cabellos rosados debe ser la razón, si no me equivoco. Lo calculaste todo perfectamente, debo darte crédito. Me queda la intriga que ahora pretendas ser un prisionero, después de todo, ¿Esto es parte de tu plan? ¿Eres un doble espía? Tiene sentido, aunque la conclusión de este escenario no está del todo tomada. 

    —¡¡¡Objetivo despierto!!! —advirtió a gritos uno de los soldados—. ¡¡¡Código rojo!!! Repito, ¡¡¡código rojo!!!

  Asustados, los presentes retrocedieron por arte de puro reflejo. Los responsables de lidiar con el código rojo tomaron en sus manos el control de la máquina que administraba sedante y mirando entre las opciones, dieron un empujón directo de la cantidad determinada que se debía de dar en determinada ocasión. 

    —La misión consiste en capturarlo vivo. Una segunda dosis como esa posiblemente lo mate, —agregó otro de los presentes.  

   El sonido de una bala inundó el lugar. 

 —No quiero a nadie preocupándose ni mostrando simpatía a una bestia como esa. —aseveró, entre dientes, el subyugador—. Ya lo dije y no lo pienso repetir. Seas un esclavo o vivas como el mismísimo Gilgamesh, siempre y cuando seas humano, tu final será el mismo. Sufrirás por la eternidad en el infierno. ¡No necesitamos que la poca vida que nos tienen permitida sea otro infierno!  

Luego de escuchar las palabras del sujeto, Rey sintió que no podía seguir manteniendo la consciencia de su mente y cayó nuevamente en lo que era un sueño.

  Sin hacer mucha conmoción, feliz de recuperar la sensación que había perdido en sus extremidades inferiores, Rey abrió los ojos y se encontró con el techo de una antigua celda. Tenía a sus hermanos, Román, Lía y a otros tres individuos a su alrededor. Se incorporó para ser recibido por el caluroso abrazo de la doctora quien estaba preocupada y se notaba desconsolada por todo el tiempo que él se había mantenido dormido. Con cariño, él le devolvió el abrazo a la chica a la que había prometido hacer caso y proteger sin importar qué.

  —No sabes cuánto me tuve que controlar para no despertarte a patadas —dijo Dante, con un tono desafiante, que era una forma de hablar que le encantaba usar cada vez que quería engrandecer su presencia para ser aceptado por alguien que le miraba.

  Con tan solo un vistazo y el comportamiento de su hermano licántropo, Rey pudo inferir que la chica de cabellos negros, pegada al cuerpo de Dante, había conseguido conquistarlo. No obstante, el caso de Jhades no era tan obvio, pues le estaba quitando la ropa a la chica que le acompañaba para cubrir el suelo en el que se sentaba, mientras ella permanecía desnuda y trataba de cubrirse con las manos, al tiempo que se pegaba lo más que podía el vampiro, sin tocarle. 

   —Mis felicitaciones —dijo Rey de manera irónica, mirando a Román. 

    —¿De qué hablas? —preguntó Dante sin tener idea. 

    —Debo admitir que bajé la guardia y pasé por alto la posibilidad que mis movimientos estuvieran siendo controlados, pero ¿él? —respondió Jhades, con amargura en sus palabras, mientras entendía la ironía de su hermano híbrido hacia el sujeto anciano. 

   —¿Controlado? —preguntó Marín, ofendida porque pusieran en tela de juicio a su tutor.

  —Él puede contestar esa pregunta —dijo Rey, con confidencia en sus palabras, enfocado en observar al sujeto entrado en años. 

   —Yo no le llamaría “controlado”, fue más bien una trampa. Mi estrategia consistió en hacerles menos salvajes y emparejarlos, con la intención del mejoramiento constructivo de los individuos por los cuales soy responsable. Que estemos aquí fue algo que no planifique qué sucedería tan rápido.

     —En otras palabras, hacerles civilizados y más vulnerables, —respondió Lía, ofendida por haber sido usada y que Rey estuviera en semejantes condiciones por culpa de ella.

   Daniela bajó la cabeza en señal de aceptar la situación, mientras que Marín trató de argumentar a favor de Román, pero no pudo encontrar nada que decir. 

   —Si nos hubieran separado, —dijo Jhades mirando a Dante, con tal de hacerle entender—. Este lugar estaría viniéndose abajo, sin embargo, no podemos correr el riesgo de hacer cosas sin pensar, debido a que quienes nos acompañan sufrirán las consecuencias y no nosotros.

  Jhades hablaba como si se estuviera incluyendo en el grupo de individuos ‘normales’, cuando evidentemente, las expresiones de su lenguaje corporal decían que no estaba atado en lo absoluto a la chica que tenía al lado. Era solo que el vampiro no estaba dispuesto a hacer más de lo que le correspondía.

  —Exactamente —afirmó Rey y estuvo de acuerdo con las palabras de su hermano de ojos azules—. Ahora, Heliúk, podrías dejar de esconder el rostro y decirnos lo que sabes.        

  Los presentes voltearon las miradas en dirección al otro lado de la celda. Exceptuando a Dante, quien se preguntaba por qué razón Rey no atacaba a Román, si era un traidor.    

  De la oscuridad, una voz se hizo escuchar, era el tercer individuo: 

  —Estamos en grupo también, porque es uno de los requisitos para poder combatir contra otros grupos… en la arena del coliseo.

  Tumbado en el suelo, se encontraba un cuerpo lleno de lamentos y angustias, aunque tenía las piernas rústicamente estabilizadas con vendas y alguna que otra tablilla de madera. El ex subyugador no tuvo el valor de seguir las palabras de Rey. Cojeando y aguantando el dolor, dejó de esconder su rostro e incluso se acercó a donde estaba la tenue luz para ser visto por los demás miembros, que hasta el momento, le habían dejado tranquilo.

   Los hermanos, la vampira y la lobezna manifestaron en sus rostros una legítima expresión de asco ante la presencia del sujeto, al que recordaban por haber causado un alboroto.  

   —¡¿Heliúk?! —preguntó Lía, sin poder creer lo que veía. —Pero ¿cómo?

  Rey regresó su mirada a Heliúk.

   — Es difícil creer que un subyugador, terminaría pudriéndose en estas celdas, junto a personas a las que tuvo la oportunidad de abusar —dijo el sujeto, que había sido despojado de las prendas extravagantes que acostumbraba a usar—. Es lo que me merezco y ahora que no tengo nada, qué irónico es ¿verdad? 

  Jhades y Dante intercambiaron miradas. Ellos sentían desconfianza y no entendían qué propósito podría tener un humano en el interior de una celda abarrotada por quienes no eran de esa especie. 

  —No creo que debamos confiar en él —dijo Dante, mientras retiraba su mirada de Román—. ¿Ya lo notaste? Carga consigo el frío y distinguible olor de un metal afilado por los humanos.  

  Heliúk reaccionó ante el comentario, aunque las palabras dichas por el licántropo fueron en sentido figurado, pudo entender que había detectado con su olfato el arma que tenía consigo, así que, por mera necesidad de sobrevivir, arrojó unas cuantas palabras desesperadas al aire:   

  —Si fuera así, pudiese haber aprovechado mientras aún estaban dormidos.

 —No seas impertinente, pequeño e insignificante “humano” —dijo Dante entre dientes—. Vas a negar que la duda de si despertaríamos o moriríamos por una puñalada, no te carcomía vivo.

   Heliúk confirmó las acusaciones del licántropo, sacó el valor necesario para poder hablar y que su voz temblara lo menos posible y continuó:  

—Así como me devoraba la incertidumbre de no saber si ustedes podrían devorarme vivo, cuando despertaran, como bestias hambrientas que son. 

   Rey pudo sentir un olor distintivo, de pánico e inseguridad, por parte del cuerpo se levantaba con las piernas quebradas. Claro, a sus dos hermanos no les vendría mal comer carne y beber sangre humana, ya que con esto también aceleraría el proceso de recuperación, activado por el gas venenoso. Con el fin de prevenir un derramamiento de sangre injustificado, el joven híbrido decidió intervenir con voz calmada y junto a sus temerosos ojos afilados, anunció:  

   —Entiendo que como “ser” que eres, no puedas cambiar tu naturaleza o tu pasado, pero si puedes modificar la manera en la que actúas, según las circunstancias. Reconozco que en esta situación, el sentimiento de no morir, te está forzando a tomar la decisión que creas correcta. Aun así, independientemente de si Lía te perdonara algún día, mi confianza es algo que se gana y no creo que la de mis hermanos sea diferente. En cada momento que tengas que tomar alguna decisión, pacientemente te estaré acechando desde la oscuridad, esperando a que te equivoques… en ese momento, pagarás el precio con tu vida, pues para ti no existirá una segunda oportunidad.

   —Pido sus piernas, brazos y cabeza. Como bestia que soy, claro. —anunció Dante, mientras mostraba sus dientes, acompañados de una sonrisa perversa. 

   —Aún no he probado la sangre de un humano, tu error será bienvenido, —agregó Jhades, quien evidentemente estaba mintiendo y por alguna razón, necesitaba hacerlo.

  La chica descendiente de querubines, el híbrido y Román, pudieron detectar las mentiras del vampiro.

  Los pies de Heliúk temblaban de tal manera que, si no fuera por las tablillas estabilizadoras que le mantenían en lugar, se hubiera caído al suelo, ante el intimidante escenario que se estaba presentando. Pero, el humano no era el único. Daniela, quien aún no conocía a Rey, también estaba asustada con la actitud de él y el tono tan afilado con el que se proyectaba. 

  —Prometo, —dijo Heliúk, pensando en su más reciente error—, no causar problemas. 

   Rey levantó la ceja de su ojo derecho ante el comentario. Hizo un chasquido con sus dedos, usó su energía para efectuar una bendición dirigida a reforzar al cuerpo humano para que fuera capaz de mejorar su desempeño.

   —Solo quien tiene el poder de vencer, no necesita salir corriendo. Puedes ser insensato y persistente, siempre y cuando no te importe encontrar la muerte, pero mi mejor consejo… —Rey levantó su dedo índice—. Es que corras si crees que no puedes ganar y luches si no te queda más remedio.

  —Definitivamente, —dijo Jhades, quien estaba de acuerdo con las palabras de Rey.

   Heliúk, se quedó perplejo, ya que no esperaba una respuesta como esa por parte de una bestia poseedora de tanto poder. Que una criatura poco civilizada optara por la preservación de la existencia, no le hacía ver tan temeroso y deplorable como le pintaban, al menos no como había sido su padre, Gilgamesh.

Al sentir que se había contaminado por estar en presencia de un no humano, Heliúk se miró las manos. De cierta manera, el hecho de que los humanos temían terminar contagiados, no era tan malo. Se sentía bien, ya que podían tener más tolerancia al dolor, estar más fuertes y rehabilitados. 

  Dante se cruzó de brazos y asintió ante las palabras de su hermano híbrido, ante lo cual agregó: 

  —Y ¿cuándo vamos a escaparnos? O es que no nos queda más remedio que luchar.

  —Ahora que nuestro grupo tiene aún más integrantes, escapar no es una opción— le respondió Rey.—. Según pude sentir cuando caía, en esta luna que llaman sol, habitan dos entidades de las cuales debemos preocuparnos. Aunque una, tal vez tan solo tenga un tercio del poder que tienen nuestros padres y maestros, la segunda es tan fuerte como ellos. 

   Tanto Jhades como Dante, se mostraron complacidos con respecto a la estimación del poder del enemigo.  

Daniela se atrevió a hablar por primera vez, —¡¿Gilgamesh?!— agregó, sin poder creer que los padres de los presentes fueran tan fuertes. 

   —No, —respondió Rey, mientras dirigía su mirada a Román—, Gilgamesh en tan solo un tercio de fuerte, la entidad más temible de todas, es él.   

  Nadie se lo podía creer. Como creer algo que no podían sentir, ni siquiera Dante, quien se levantó de su asiento dispuesto a mostrar que su hermano se equivocaba, pero la mirada del sujeto subido en años le detuvo en el sitio, como si estuviera paralizado.  Tratando de disimular, el licántropo agrego: 

   —Si destrozamos a ese tal “Gilgamesh” ¡¿Eso nos hace líderes!? — mientras trataba de asumir esa hipotética situación como cierta.

   —No precisamente, —respondió Jhades pensativo, lo que hizo enojar a su hermano licántropo. 

  —Los humanos no estarán dispuestos a seguirles, porque derroten a su líder, —respondió Marín, con la intención de mostrar que conocía del asunto, así como también, para calmar a su amado. 

    —Pero quienes no lo son, sí —agregó Román—. Por eso estoy aquí con ustedes. 

  —Mientes, —dijo Rey—. Eres fuerte, pero cargas la maldición de un hechicero, tu vida inmortal está siendo consumida por una entidad escalofriante y definitivamente no lucharás ni levantarás un dedo, porque significaría acortar tu vida en gran medida. 

   —Eso también… —respondió Román, con una sonrisa alegre y una mirada confiada. 

  Los presentes intercambiaron miradas, el sujeto tenía varios puntos válidos y se había declarado como un no-enemigo, lo que alivió a los otros dos ‘caídos del cielo’. 

  Marín y Lía se quitaron un peso de los hombros, al ver que, hasta el momento, las acciones de Román no estaban equivocadas, aunque trabajara directamente para Gilgamesh. De allí que, dedujeron que quienes no eran humanos, los esclavos, las propiedades y las damares que fueron salvados del templo, todos los que quedaban podían juntarse, sublevarse y luchar contra el régimen tiránico implantado por el soberano de los humanos.   

Por otro lado, Rey prestó particular atención al comentario del sujeto anciano. Gracias a él había encontrado la situación ideal para que naciera el amor, apego y sentimientos de propiedad hacia la vampira, entonces Román podía incentivar una situación conveniente para que fuera líder. Rey no confiaba en que estaba actuando por cuenta propia, sino que estaba siendo utilizado por alguien más en favor y beneficio ajeno, después de todo, ese escenario le resultaba muy familiar.

  Seguir el curso que se le había preparado era tentador, pero tenía sus consecuencias. Podrían caer presos de flamas radiantes y nuevas, como una mariposa que se acerca encandilada a la luz de una hoguera. De eso, el pequeño híbrido estaba seguro. Entre los muchos libros que había leído, se destacaba que los que eran débiles desconocían que el poder puede aplastarlos, en caso de tenerlo. Pero Rey se preguntaba si en verdad estaban forzados a sucumbir ante el poder abrumador que representa el control de un gobierno. 

  «Obtener una pareja, casarme, tener hijos y llegar hasta el fin de mis días, esa es la vida ideal que añoro y descubrí cuando conecté con Lía en la cama” se dijo Rey. «¿Qué tipo de vida podría esperar, si de un momento a otro, me viera como el líder de esta luna? No, no puede ser ese el caso, conquistar las ruinas de una civilización es lo mismo que gobernar sobre las cenizas de un bosque. Ganar una guerra no es sinónimo de preservar la paz… en un enfrentamiento tengo poco que proteger, comparado con Gilgamesh, quien tiene toda esta luna». 

   Román, quien siempre se encontró rezagado del magnífico imperio construido por Gilgamesh, pudo deducir que su comentario había tocado alguna que otra tecla sensible en el interior del joven “Rey, destinado a no ser”. Desafiante, iluminó su rostro con una inmensa sonrisa, pues la ambición ajena era algo que no se podía subestimar.

   Rey respondió a semejante sonrisa con un respiro bastante profundo y mirada calmada. 

  —¿Qué es lo que sabes que no sé? —Rey susurró en el aire una pregunta, a la cual Román hizo oídos sordos.   

  Después de todo, para que la persona considerada la “mano derecha” del líder enemigo se sintiera más segura estando rodeada por los presentes que por el propio Gilgamesh, algo debía estar tramando. 

Por otro lado, Lía sintió cómo la angustia le apretó el estómago, al ver el camino que había tomado el curso de las acciones preparadas por Román. El enfrentamiento inevitable entre Rey y Gilgamesh no se podría evitar, aunque fuera realmente entre alguien enfermo por el veneno de la humanidad y un individuo enfermo por la gloria de haber vivido toda una eternidad de peleas invictas. Un humano que, para no temerle al dolor, todo lo sufrió y todo lo superó con tal de no estar a merced de la muerte, en contraparte de alguien que dejó al amor de lado en su camino y despojado de cualquier vulnerabilidad, emprendió la búsqueda de la sabiduría. Tanto así, que llegó a ser llamado “héroe” y “antihéroe” a la vez. Cosecho una victoria tras otra, incluso contra los mismos dioses, lo que le trajo problemas aún mayores.

  «Contra un sujeto como ese, nada podría resultar bien», pensó Lía.      

  Una mirada mostró preocupación en el interior del palacio. Ante Gilgamesh, dos individuos se encontraban debatiendo todas y cada de las predicciones que podrían preceder al evento que ocurriría. 

   —¿Debemos tomar esta situación con un poco más de seriedad? Existe la posibilidad de que… —comentó Mikk, cauteloso de evitar que su comentario resultara ofensivo para el emperador. 

   Gilgamesh cerró su puño y observó a quien había hablado para terminar la frase como si estuviera confirmando:

  — ¿La situación se pueda salir de mis manos?

   De cuerpo robusto para ocultar sus años y verse joven, quien estaba al lado derecho de Gilgamesh, vestía de prendas nobles pertenecientes a la clase alta. 

Luego de mirarlo detenidamente, pensó que no podía decir que sí a la pregunta, aunque él fuera nada más y nada menos que Mikk Biblio “De-Deimidio”. El segundo al comando de la corte real y administrador directo de todo el dinero y oro de Gilgamesh. Por más que su papel financiero y operacional desempeñara un punto crucial en la luna que todos llamaban sol, el que la mantenía operativa, además de ser más responsable por las vidas y derechos humanos que el propio rey. Si respondía afirmativamente a semejante pregunta, la consecuencia era morir al instante por decapitación.  

 Gilgamesh esperaba que el sujeto abriera la boca y contemplaba la posibilidad de dejar de retener sus impulsos a pesar, de que no le dijera nada.

   —Señor —dijo el otro individuo que se encontraba en el salón, lo que llamó la atención de su majestad—. Transmitir en vivo y directo un enfrentamiento contra el mismo individuo que causó la muerte de Yacer, Frederick y Constan, los tres héroes de la humanidad, esos que lucharon en el infierno, sería el final de todo este imperio que has creado. 

  Gilgamesh volteó su rostro para ver al segundo individuo que se había atrevido a abrir su boca, no para dar halagos, sino para ser pesimista y señalar los puntos malos del plan que estaba marchando tan perfectamente.

   Este individuo era humano, pero no cualquier humano, Paul Chron “De-Neoplanet”, era otro miembro de la corte real. El comandante en jefe de todos los subyugadores del planeta, un prodigio en el arte de la comunicación y el orden. Semejante persona había hecho posible que Belldewar no se viniera abajo, literalmente.  

  —Con que existiera una mosca de testigo en este salón, sus cabezas ahora mismo se hubieran convertido en una lluvia de sangre—dijo el rey con arrogancia, mientras miraba los rostros que habían palidecido por la revelación—. El amigo que se reveló en mi sueño, quien ahora no es más que tan solo un retoño enfermo, que hasta debería de amarrarme las manos a la espalda para luchar contra él de forma igual, es quien hará mi reinado aún más basto y soberano, como nunca. Que esta luna termine siendo enemiga de todas las demás civilizaciones humanas que puedan existir en el universo, es un pequeño precio que pagar ¡¿Qué pasaría si toda la humanidad le declara la guerra a esta luna que brilla tanto, más que un sol?!  Mi amigo del alma y yo, podremos salir victoriosos en la batalla y conquistar cuantos mundos queramos. Una luna ya no es suficiente para Gilgamesh, eso es lo que quiero que ustedes como mortales entiendan.

  Tanto Mikk como Paul respiraron agradecidos de seguir viviendo y de ser iluminados por la sabiduría y los planes que Gilgamesh había ideado. Después de todo, declarar la guerra al resto de la humanidad no era una situación que se pudiera tomar a la ligera. 

   En la pared interna de la celda, en donde estaban los ocho individuos, apareció un holograma de alta definición con un pequeño dispositivo que había flotado hasta el sitio. Dentro de los cuadros holográficos, se pudieron ver algunos guerreros matándose entre sí o comidos por grandes bestias, en una inmensa estructura de arena. 

 Junto a la una música heroica, se escuchó el himno de la humanidad. 

   En la pantalla se pudo ver todo un juego de luces, sombras, golpes, sangre, besos, disparos, torturas, despedidas, humillaciones, ejecuciones, recriminación, temor, ejecuciones, guerras. 

  Desastres y ruinas por distintos mundos. Todo un inmenso palacio, muros de magníficos templos y el emperador de todos los humanos en su grandeza, de brazos cruzados. Con el pecho erguido sobre una colina de muertos, como quien parece insultar al viento y a los cielos.

   —Patético —comentó Dante, aburrido por ver una matanza entre seres humanos.

  Una vez se terminó la presentación del programa televisivo, el presentador hizo su aparición ante las cámaras. —¡Buenas noches, queridos espectadores! Les informamos que en estos momentos acaba de entrar todo un nuevo repertorio de cualificados luchadores —los aplausos y gritos grabados se hicieron escuchar, como algo digno de un magnífico espectáculo—. ¡¿Les damos la bienvenida?! 

    El público vociferaba eufórico ante el anuncio, mientras que otros lanzaron carcajadas y brindis al aire.

  —Nosotros —dijo el licántropo, al reconocer entre los dieciséis individuos, su cara y la de sus hermanos.

     —Como es habitual, el equipo invitado es el que se elige primero— continuó el locutor, tras lo cual jaló la palanca de una máquina de sorteo.

  En la pantalla holográfica, las caras de los presentes comenzaron a aparecer y cambiar, hasta que salió la foto de Rey y el presentador gritó fuertemente: 

   —El luchador estrella del momento es ¡Rey! Quien mide un metro cincuenta y tres de altura, ¿acaso nuestro individuo estrella podrá satisfacer las expectativas de Gilgamesh, quien se tomó la molestia de venir hasta aquí? Dentro de poco lo sabremos, mientras tanto, el segundo grupo de luchadores también saldrá a la arena, después de todo ¡” La bestia siempre está hambrienta”!. 

  Junto al bullicio que provenía del televisor, el sonido de la puerta de hierro que cerraba la celda se escuchó y los barrotes se abrieron. Independientemente del audio que venía del holograma, otra voz se manifestó y dio indicaciones que especificaban que solamente Rey podía salir del lugar. 

   —Llévame contigo, por favor —los angustiados labios de Lía arrojaron al aire las siguientes palabras—. Si mueres, no sé qué haré. 

  —Lía —dijo Román—, él es un hechicero que no podría luchar preocupándose por ti.

  La vampira lo entendía, pero por un momento se le había olvidado. Por su puesto, el momento más débil que podría tener un hechicero era cuando sus invocaciones se contaminaban por sentimientos, porque fallaban las pronunciaciones o se desconcentraba. La razón por la que él estaba ahí era por ella. 

  Dante y Jhades también se pusieron de pie, con la intención de ignorar los comandos del dispositivo y marchar a luchar con lo que se encontraran, pero las palabras de Rey les detuvieron.

   —No se deben de preocupar —se volteó Rey con la mano en alto—. Esta es una buena oportunidad para ver de lo que es capaz el enemigo y podremos conseguir un poco más de tiempo para idear un mejor plan. 

  —¿Un mejor plan? —preguntó Dante, sin entender. 

  —En caso que se revelen nuestras identidades —respondió Rey—. Por muy brillante que sea, esta luna no es más que un pequeño ambiente habitable, creado por una fracción de la humanidad.  Aunque nosotros terminemos con la vida del Gilgamesh y Román quede de nuestro lado, así nos hagamos líderes y todo salga bien, ¿quién garantiza que toda esta luna no será destruida en mil pedazos con nosotros adentro? 

   —¿Acaso eso es posible? —pregunto Jhades, mientras abría sus ojos en señal de sorpresa.  

  —Sí —respondió Román, con tranquilidad y mucha confianza.

  Los dos hermanos observaron a su alrededor y se dieron cuenta que las tres chicas y Heliúk, afirmaban con sus cabezas en señal de aprobación.  Más convencidos de lo que podía suceder, no fue difícil imaginar la vez en la que murieron, producto de una explosión provocada por tan solo un individuo. Si se añadía a eso las drásticas leyes que tenía impuesta la humanidad, las palabras de su hermano híbrido tenían más sentido.   

  Rey, aceptando las miradas comprensivas, procedió a seguir caminando tras despedirse de Lía, con la promesa de que volvería.  

   Al final del camino, se abrieron dos grandes puertas de hierro y una luz resplandeciente se hizo presente, acompañada por una lluvia de aplausos y gritos. Rey continuó caminando con su mirada en alto hasta adentrarse en el medio del estadio. Observó en dirección a las paredes y luego expulsó una gran cantidad de poder hacia el exterior de su cuerpo, lo que hizo que la lluvia de palmadas, gritos y comentarios, cesará. 

    Los apostadores encendieron una llama de esperanza en sus ojos, así como los presuntuosos tuvieron una sonrisa en sus rostros, al mismo tiempo que hicieron señas para triplicar sus apuestas. El público estaba conformado por humanos frágiles y muchos ignorantes de a quién tenían delante. Aun así, no temían, pues no era la primera vez que presentaban un espectáculo de animales salvajes, luchando unos contra los otros. Por si fuera poco, al juego del momento se había presentado el mismísimo Gilgamesh, el más histórico soberano y dios de los humanos. El olvidado primer héroe y matador de monstruos, ese que se propuso crear un reino tan grande, exuberante y avanzado como ningún otro se había visto jamás, ese que se paró enfrente de su trono y se dispuso a hablar. 

  Rey notó como el silencio se hizo sepulcral, ante el sujeto que estaba en el balcón más alto. Era musculoso, alto y vestía prendas arrogantes. 

   —Regocíjense con el placer de verme hoy aquí, — dijo Gilgamesh, tras abrir sus manos, como si estuviera esperando recibir un abrazo caluroso de amigo muy deseado. Gilgamesh anunció— En verdad, es un momento especial y para demostrarlo participaré en el gran final del encuentro de hoy. Solo habrá un ganador y como saben, ante mí, el débil tiene que morir como destino irremediable, mientras que el fuerte podrá acompañarme en esta vida. 

    Tras cerrar sus manos, Gilgamesh procedió a sentarse plácidamente en el trono y a observar arrogantemente a quien estimaba como su futuro mejor amigo.

   Rey le devolvía la mirada con ojos desafiantes, como una bestia con irá en sus ojos. Estaba dispuesto a saltar, clamar e ir detrás de quien osaba acorralarle. Hizo que con sus poderes la noche se hiciera presente, que nadie estuviera a salvo de morir engullido por la oscuridad.

  «Debo matar a Gilgamesh. Ahora que lo veo, nadie estará a salvo hasta que él esté muerto,” se dijo Rey, recordando como Román, el sujeto más peligroso de todo el sitio, se había sentado enfrente de él y a pesar de manipular la situación, le trataba con un igual, mientras que el emperador y soberano de aquel mundo se hacía ver superior.

 Rey había pensado que iría hasta el palacio a buscarle para enfrentarlo, hacer que las tropas de subyugadores se enfrentaran contra los esclavos y encontrar una oportunidad para dar un golpe de estado. Puesto que ningún gobernante sensato era conocido por buscar pelea, «A menos que supiera que con ella iba a ganar algo. Tal vez, Gilgamesh tiene motivos para ser arrogante y si eso es cierto, la situación no va a tener un final agradable». 

     «“El débil tiene que morir como destino irremediable”», cauteloso, Rey recordaba las palabras del emperador, que tal vez sabía y estaba más al tanto de la situación de lo que pensaba. «“Mientras que el fuerte podrá acompañarme en esta vida. Eso quiere decir que si soy fuerte puedo acompañarle… ¿Una alianza? Claro, si puedo probar que soy lo suficientemente fuerte y capaz de jurar lealtad, él no tendría ningún problema en aceptarme. Eso explica la razón por la cual permanecemos vivos mis hermanos y yo, ya que este sujeto, con una sonrisa en su rostro y expresión calmada, no le importa mirarme a los ojos. Quiere hacerme saber que estoy a su merced y demostrarme su poder…  lo que lo hace aún más irritante».   

    De pronto, los pensamientos del joven híbrido fueron interrumpidos por el sonido de otra puerta, que se abría en el lado opuesto de la arena. Al contrario de Rey, estas personas con rostros familiares salieron obligadas por lo que parecían humanos biónicos, que levantaban en sus manos lanzas eléctricas. 

   Las caras de Akai y sus amigos, gritaban haber perdido el ánimo de seguir viviendo, Exceptuando el líder y la chica que lo acompañaba, el resto eran incapaces de pararse con rectitud, mucho menos eran capaces de sostener una espada o un escudo apropiadamente.

   Rey pudo entender lo que el Gilgamesh había dicho con respecto a los débiles, pero no lo podía creer. Con rostro furioso, dirigió sus afilados ojos hacia donde se encontraba el sujeto sentado en su trono. El público seguía hablando, los demás humanos comentaban con respecto a la situación y el anunciador decía los nombres y antecedentes de los nuevos participantes. Sin embargo, tras estabilizar cuanto pudo su propia energía, Rey sintió, desde abajo de la arena en la cual se paraba, una presencia intimidante, lo cual le hizo saltar con la intención de tomar distancia.

   El grupo de revolucionarios se detuvo, tomando particular atención a los movimientos del joven al que también habían reconocido. Al principio no entendieron la razón por la cual él había reaccionado de semejante manera, pero la respuesta se hizo presente cuando la superficie que les brindaba apoyo comenzó a temblar de forma descontrolada. Confundidos y abrumados por las dudas de lo que sucedería, el grupo observó que las grietas del suelo se agrandaban más y más, producto de los temblores.

   El público emocionado, podía predecir que de ahí saldría la hambrienta bestia, que había sido mencionada al principio. Las expectativas fueron cumplidas, acompañado de una música tenebrosa que venía del coliseo, salió una enorme bestia negra de ojos rojos con unas grandes tenazas y en la cola un aguijón.

    —Ya lo conocen. Con una terrible historia sentimental, que al morir dejó sus memorias, ahora convertido en ¡Gengér! La bestia aparece y se hace presente —continuó el anunciador—. Cuiden a sus seres queridos, pónganse a salvo, este monstruo dotado de exoesqueleto, cuya inmunidad, crecimiento ilimitado y fuerza aumenta según crece la maldad dentro de su interior, tiene un apetito inmenso. En las noches acecha, a través de la niebla y oscuridad, causa estragos y destruye edificios. Incendia pueblos, y hunde continentes, miren sus patas, el filo de su aguijón, la apariencia desagradable que tiene. ¡Corran luchadores! Sostengan sus espadas, suban sus escudos, luchen y traten de vencer a la pesadilla del coliseo. 

  Los gritos caóticos de los espectadores se vinieron abajo. 

El presentador, quien recién había terminado de nombrar a todos los integrantes, esperó a que mermaron un poco los aplausos para continuar con un enérgico:

   —¡Que comience la batalla!

   Jhades, dentro de la celda aún abierta, frunció su entrecejo mientras fijaba la vista en la pantalla y se enfocó en la presencia de los ocho sujetos que se habían presentado. 

  —¿Cómo es posible que ellos tengan un collarín de restricción en el cuello y nosotros no?

 —¡¿Acaso ellos no eran la esperanza que teníamos para liberar a los esclavos de esta luna y luchar contra Gilgamesh?! —preguntó Lía desesperada, haciendo que Marín y Daniela expusieran preocupación.

  Las preguntas eran válidas y el señor anciano se dispuso a responder.

  —Si alguno de los que estamos aquí tuviera puesto un collarín de esos, —aseguró Román con la voz calmada—. Exceptuando a Heliúk, por supuesto, se activaría y explotaría. Semejantes artefactos tienen la función de detectar organismos que no son humanos, peligrosos para la humanidad y detonar al instante. Para responder a la pregunta de Lía, Akai probablemente tuvo mala suerte, que se le va a hacer. 

    Ante la simple respuesta por parte de Román, la vampira, angustiada, sintió que el mundo se le unía. No existía manera de ganar contra Gilgamesh cuando todos los planes y esperanzas que se habían ido construyendo de a poco ya estaban desmoronados. Además, la vampira recordaba que hizo que Rey le prometiera que no se expondría a más a peligros innecesarios y ahí estaba, en frente de un grupo de personas endebles y vulnerables, con un horripilante monstruo en el medio.

  —¿Crees que será suficiente? —le preguntó Gilgamesh a su subordinado Mikk—. ¡¿Suficiente para que muestre todo su poder, para que revele sus ojos, para que el universo presencie lo grande, temerario y formidable que es?! ¡¡¡Para hacer honor a nuestra batalla épica!!! 

  —Sí, —respondió Mikk, mientras veía como su superior levantaba las manos sobre el trono en el que se sentaba y miraba al hacia arriba como si buscase revelaciones. 

  El emperador escuchó la tímida respuesta que confirmaba sus pensamientos y amplió aún más la sonrisa que tenía en su cara.

  Rey, con la intención de hacer algo con tal de llamar la atención de la bestia, abrió sus manos y lanzó al aire el rugido provocador de un Ligre en dirección al monstruo que le prestaba más atención a quienes estaban cansados y rezagados. 

  —Soy tu objetivo, —dijo Rey del otro lado del campo de batalla, en el que todas las puertas de entrada ya estaban cerradas. 

   El monstruo observó a Rey con sus ojos rojo fuego. Al principio, parecía comportarse como una criatura altamente inteligente y honoraria. Al punto que podía tener la capacidad de entender lo que era la cortesía en una batalla. Pero la realidad era otra, la visión del mundo exterior de semejante especie, le hacía actuar con otros motivos y lógicas, que no fueran el honor o el sentido común.

  Cautelosa, la criatura se detuvo con la intención de observar e inspeccionar todo a su alrededor y hasta que su mirada no se encontrara con cada una de sus posibles presas, no se decidió a tomar medidas.

   El híbrido tomaba la falta de reacción de la bestia como algo no muy bueno y que Gilgamesh estuviera al alcance de un salto no le era de ayuda si antes tenía un grupo de personas que podrían morir en cualquier momento. Las palabras de Lía aún sonaban en su cabeza, pero desafortunadamente no estaba en su naturaleza quedarse a ver con impotencia la masacre de personas que de una forma u otra creían en él.

  Para la visión del Gengér, el color rojo irradiaba de las personas que actuaban por amor y eran los primeros al otro lado del campo de batalla, tales como Akai y Yicel. El color rojo dorado lo tenían los que sentía algún tipo de deseo, como el deseo de sobrevivir y ganar, tal como Elhoy. Pisínoe tenía sobre ella un avivado rojo escarlata que mostraba los colmillos. Carmesí, lo tenía otro individuo que tenía poco coraje. De amaranto se veía quien sentía rabia. Merlot, como rebelde que era, dejaba expuesto un verde que representaba a la naturaleza. Los últimos integrantes del grupo, por alguna razón, tan solo podían irradiar un tétrico color negro dentro de sus cuerpos, que representaba el odio. El joven, que estaba solo desde el otro lado del campo y que extendía sus manos, se dejaba ver como gris.  

  Tan pronto regresó su mirada a quién le provocaba, el Gengér, gigante y temerario, empezó a moverse en dirección opuesta. 

   Pánico e impresión, fue lo que hizo que el grupo de ocho jóvenes retrocediera ante el repentino evento. Los últimos se estrellaron contra las puertas del coliseo que recién se había cerrado y por el cual habían sido obligados a salir. Mientras que los primeros se mantuvieron juntos y Yicel estaba en el medio, porque era una de las únicas que podía sostener correctamente el escudo que tenía, mientras cargaba el peso de la espada que se le había dado.

  Rey reconoció que la criatura no caería ante su provocación, por eso sacó sus alas y se dispuso a impulsarse tan rápido como podía. Mientras que los cinco primeros individuos del grupo de ocho, subieron sus escudos con tal de defenderse del inminente ataque. Akai, se destacó por ser quien tenía la fuerza sobrehumana y otras características que sobresalen en el combate.  

 Con la finalidad que el tiempo no se le terminara, la bestia dio una estocada con su cola, justo en dirección a Rey, con la intención de mantener la distancia. Luego se apuró en preparar su alimento y qué mejor manera de lograrlo, que hacerles odiar aún más, al darles la oportunidad para qué generarán peores sentimientos y con esto pintaran sus almas de… 

  —Verdaderos colores—gritó la bestia de forma inentendible.

  —¡Está aquí! ¡Estamos perdidos! ¡Vamos a morir! —gritaron los de atrás. 

  —¡¡¡Juntos!!! ¡¡¡Conmigo!!! — vociferó Akai, con tal de no dejar caer la moral de su equipo, por los comentarios negativos de otros.

 «Lanzar un hechizo agresivo sería atravesarle y matar a quienes tiene detrás». Eso pensaba Rey, mientras escondía sus alas. «Probablemente, mi objetivo sea defender, por eso los mantiene vivos y acorralados, necesito crear distancia para estabilizar mis chacras». 

   Tan pronto los cinco escudos hicieron contacto con las tenazas de la bestia, tres de los presentes reafirmaron más sus colores por el miedo y la desesperación que sintieron.

  —Si la bestia lo que tiene es hambre, —dijo uno de los sujetos del final, quien no solo empujó a la más débil de sus compañeras, sino que con tal que cayera en el suelo, le dio un golpe en la cabeza con un escudo, para salvarse a sí mismo. —. ¡Gran bestia puede comérsela a ella! ¡Deja que yo viva! 

 Con alguien en el suelo herido e inconsciente, el grupo se separó en dos, debido a que los otros dos individuos enterraron sus espadas de un lado a otro en el cuerpo femenino, que ni siquiera pudo gritar o quejarse cuando cayó inconsciente. Se mostraron como seres culpables que estaban dispuestos a ganar un poco más de tiempo para buscar una ruta de escapatoria y como luchadores que querían pelear, con tal de hacer una diferencia. Aun así, incluyendo al “caído del cielo” el enemigo tenía que seguir siendo uno.  

  Akai, Merlot, Pisínoe y Elhoy se sintieron traicionados, el corazón se les desgarró en pedazos y gritaban desconsolados, mientras que, instintivamente, rompieron la formación que tenían para ir a socorrer a Yicel. Ante este evento, los otros individuos no pudieron dejar de generar odio y desprecio en su interior, lo que contaminó sus colores, al mismo tiempo que veían a los traidores correr cobardemente por sus vidas. 

  Rey tenía las manos atadas, el monstruo se movía como una manera de mostrar que aún tenía la capacidad de matar a todos con el vaivén de su cola o el movimiento de sus piernas. 

   Ya que los otros cuatro individuos con la capacidad de luchar estaban ayudando a su amiga caída, el Gengér decidió tomar la vida de quienes corrían y habían coloreado sus almas de negro. Como si lo hubiese calculado, la criatura pegó un gran salto y cayó justo arriba de los tres individuos, a los cuales pretendía devorar desde un principio. 

  Por alguna razón, los humanos en las gradas tenían mucho gusto por ver a la bestia devorando jugadores, pues este ser se encargaba de sacar lo peor de los espectadores, mientras devoraba a sus víctimas uno a uno, haciendo uso de la misma estrategia siempre.  

  Con la sangre de cuatro individuos tiñendo el suelo, Rey se interpuso entre la nueva localización de Akai, con tal de arrojar diez golpes contra la cola con forma de aguijón, que la enorme bestia movía de un lado a otro. Haciendo uso de sus garras afiladas, el ataque por parte del híbrido era suficiente para decapitar a bestias feroces, pero siquiera dejaba ralladuras en los blindajes del Gengér. Tan pronto se pudo posicionar de la forma más apropiada, tras propinarle una patada potente, rompió una de las ocho piernas del Gengér, pero algo no estaba bien.

Tras ignorar su miembro ausente, la bestia terminó con lo único con lo que se estaba enfocando, que era devorar los tres cuerpos. 

  De manera casi instantánea, el público pudo ver lo que esperaba. El monstruo aumentó su crecimiento, así como el endurecimiento del caparazón y la regeneración del miembro que recién había perdido. Era del conocimiento popular que una bestia como esa se alimentaba de las emociones negativas. Consumía a los humanos más nutritivos, con tal de garantizar hacerse más fuerte.

  «Se volvió más fuerte», pensó Rey, mientras recordaba algo que había leído en la biblioteca de conocimiento, solo que por el cambio de idioma, el nombre era diferente. «Si es lo que pienso, no puedo dejar que siga comiendo y evolucione». Rey analizaba la situación y trataba de usar las cantidades de energía más justas para moverse y pelear, sin adelantar el efecto nocivo del veneno que llevaba adentro, que estaba carcomiendo sus entrañas, pudriendo su sangre y enfermando sus órganos, cosa que desestabilizaba sus chacras y le hacía imposible clamar de manera segura.  

  La bestia de caparazón fuerte era indomable y tan pronto como pudo, usó sus gigantescas tenazas, volvió a moverse en dirección al grupo de cinco que intentaba proteger a Yicel. Akai se colocó en el frente, sosteniendo un escudo en cada mano y recibió el fuerte golpe que le arrojó el Gengér. 

  Los otros cuatro miembros vieron como el líder del grupo terminó volando por encima de sus cabezas de forma violenta e impactó contra la pared, producto del golpe que había recibido.

  «Se volvió incluso más rápido» se dijo Rey, al ver como en un abrir y cerrar de ojos, el monstruo le había pasado de largo.  

   Al borde de perder la conciencia y sangrando casi por todos lados, el carismático líder del grupo arrojado contra la pared, levantó la mirada en dirección a sus amigos, «Los que no son humanos» pensó. «Son destruidos, cazados, aniquilados, tanto como mi familia y yo. Conocidos y personas que tuvieron contacto conmigo sufrirán el mismo destino, sino me levanto y hago la diferencia». 

   Los tres chicos protegían con todo lo que podían a Yicel, mientras que la bestia se valía de precisos movimientos, que al parecer tenían la intención de provocar pánico, miedo y caos en el interior de quienes trataban de enfrentársele.

  «Un demonio me dio la oportunidad y la perdí cuando caí capturado ¿Acaso es tanto el miedo que sentimos los humanos que hemos llegado a esto? A disfrutar de un espectáculo en el que quienes no son humanos sufren el precio más alto y la justicia no exista para el más débil. En un mundo en el que los sobre especie han causado tanto daño, alguien como yo, tiene el sueño de arreglar todo. De hablar antes de usar la violencia, que irónico». 

  Detrás de la bestia, Akai pudo notar que “el caído del cielo”, le estaba mirando con seriedad. La criatura a la cual estaba dispuesto a vender su alma, tenía una mirada afilada que le recordaba a su padre el día que se mostró decepcionado por el fracaso de su otro hijo, quien se había resignado a ser esclavo, satisfacer necesidades básicas y olvidarse de la libertad, como un perro que movía su cola al lamer las botas de quienes eran de la realeza.

   Gilgamesh amplió la sonrisa que llevaba en su rostro, debido a que tenía ante él algo que añoraba y le devolvió la vida a viejos recuerdos, todos relacionados con el germinar de un héroe.

 —¿Qué le parece tan interesante? su señoría, —preguntó Paul, más por obligación que por curiosidad, puesto que bien sabía que a su majestad le placía ese tipo de preguntas, con tal de decir lo que pasaba por su mente en ese momento. 

 —Llámalo destino, obra de los dioses, o como quieras, pero los “héroes” tienen habilidades especiales que gobiernan sus puntos fuertes —respondió el soberano de todos los humanos—. Sea vigor, inteligencia, destreza, fuerza, resistencia, fe o incluso suerte, estos atributos brillan con más intensidad justo enfrente de una muerte inminente. Ahí es donde el camino para continuar adelante se dará lugar y sea como sea, derrotaran al oponente. Alguien como tú nunca lo entenderá, pero estás a punto presenciar un milagro. 

Al Gengér no le quedaba más opción que seguir consumiendo con tal de evolucionar, aunque la comida no estuviera preparada y los cinco chicos conservaran el color que tenían desde el principio. Justo enfrente de los ojos semi abiertos del humano que había estrellado contra la pared, como si fuera un cangrejo, extendió las dos pequeñas tenazas que le cubrían la boca para tomar su comida e ingerirla.

    —Mi interior se quema, arde, se enciende —dijo Akai, sin referirse a sus huesos rotos o al daño que hubieran recibido sus órganos internos, sino que sentía una llama ardiente emerger desde su corazón—. Quiero actuar, deseo salvar, puedo, quiero… Él cree en mí, la bendición que me dio no fue sin razón, fue para hacerme consciente de mis poderes y aun así, quedé atrapado. Seguir fallando no está permitido. ¡Tal vez no pueda contra Gilgamesh, pero esta bestia, en comparación, no es nada!

  Akai devolvió la mirada en dirección al “caído del cielo” y pronunció entre dientes: 

  —El hecho que ellos creyeran en mí, me hace creer en ellos. Este poder que tengo ruge por ser utilizado. Ellos son débiles, están asustados, necesitan a su líder. Yo soy fuerte, estoy decidido, yo tengo eso de lo que ellos carecen. Ahora tengo el poder para luchar por quienes no pueden, olvidar la comodidad y sentir dolor, con tal de no perder de vista la felicidad… ¡Ahh!

Luego de gritar con todas sus fuerzas, Akai logró ponerse de pie y con la mano restante que le quedaba, tomó una espada del suelo para arrojarla en dirección a la enorme bestia que con su tenaza derecha ya tenía capturada a Pisínoe.

   —¡¡¡Te odio bestia!!! —gritó el líder del grupo, con ojos que se le volvían rojos por la sangre que le escurría—. ¡¡¡Te odio a ti y a todos estos asesinos que disfrutan de ver una matanza como esta!!!

    El Gengér tras ser golpeado por la espada, levantó su mirada y vio el color perfecto de un humano que odiaba desde lo más profundo de sus entrañas. La emoción que estaba observando y de la cual se beneficiaría más al consumirlo, estaba frente a él, esperando por ser devorada. Sin saber cuánto más le quedaba por perder otra pata, la bestia arrojó a la chica que tenía en su tenaza a un lado, con brusquedad, pegó un salto y se dirigió a devorar a su nuevo y mejor objetivo.

   Con sus manos abiertas, Akai se levantó sobre el suelo, lo más recto posible, para hacer una reverencia, mientras que la sombra de la gigantesca bestia le cubría. 

   —“Mil lobos negros” —anuncio Rey, con su mano levantada.

  El caído del cielo ya tenía los movimientos de su oponente calculados y había dejado de atacar físicamente, con tal de organizar su energía y reunir las condiciones necesarias. En silencio, producto de las artes de hechicería, se materializó una poderosa magia, nunca antes vista por ojos humanos. 

Junto a una lluvia de arena, provocada por ráfagas inquietantes y agitadas por un viento que buscaba no ser atrapado, ese era el signo que indicaba la ruptura de la lógica natural que apareció sobre el espacio, ante la mano de Rey y con esto, el aire del lugar terminó mermando.

 Los sonidos cesaron, las vibraciones de las paredes, las gradas y el techo se detuvieron y la arena quedó suspendida en el viento, sin moverse. El fantástico momento parecía atraer a la muerte, cuando todos los factores mencionados se unieron, para tejer lo que era una innumerable cantidad de fuertes dientes caninos. Largos e intimidantes, pertenecían a un animal salvaje, desgarrador de carne y eran rápidos como un rayo de apariencia extraña, espantosa y sombría. Las cabezas arrugaban sus hocicos y hacían retroceder sus orejas puntiagudas de lo enfurecidos que estaban. En un abrir y cerrar de ojos, tres metros de sólidos músculos recubiertos por pelajes duros y gruesos, por dos metros de alto, conformaban a incontables lobos negros, tan sólidos como lo podría ser un diamante del mismo color.