Chapter 12
Condiciones
El puño que volvió a tener la constitución, carne, sangre y huesos humanos en tres tercios, chocó contra la barrera amarilla divina que recubría a Rey, en vez de impactar contra el usuario original. Tras sentir como sus huesos se rompían y su carne se evaporaba, luego del contacto contra la barrera divina, Gilgamesh retrocedió en dirección al suelo y mostró asombro en su rostro.
Como la espada que le atravesaba era parte de ‘Shamash’, esta también desapareció cuando Rey canceló las palabras mágicas que invocaban fuerza y maravillas grado dios. Después de caer en el aire y antes de perder la conciencia, el corazón del joven se regeneró lo suficiente como para seguir andando. La barrera defensiva que le cubría desapareció, tan pronto Gilgamesh se alejó lo suficiente.
—¡Shamash!, ¡Shamash! —anunció el soberano de los humanos sin tener éxito—, Marduk… ¡An!
Con la última palabra, la tan gloriosa barrera dorada apareció cubriéndole, cosa que le dio la suficiente confianza como para volver a atacar a su oponente.
—De-An —dijo Rey, luego de hacer que la barrera de Gilgamesh desapareciera, lo que le permitió efectuar un golpe con su puño cerrado.
La fuerza del golpe generado por Rey fue tan violenta que, por primera vez, logró que el cuerpo de Gilgamesh fuera expulsado hacia atrás.
Maravillado por la sensación que experimentaba al haber perdido tres de sus mejores poderes, el dios de los humanos recuperó el control de su cuerpo, lo suficientemente rápido, como para poner la punta de los pies en la pared contra la cual iba a impactar y amortiguar completamente el golpe, lo que evitó que se estrellara de espaldas o recibiera daños.
—La verdadera pelea comienza ahora —agregó Rey, de pie, en medio de la arena. Luego pensó: «Tengo que presionarlo con tal de debilitar sus protecciones para poder decodificarlas. Las tres últimas no son de ataque, sino que son defensas permanentes. No creo que le escuché mencionar sus nombres».
«Utilizó y después desactivo mi ‘An’, como hizo con las otras tres bendiciones de ataque» pensó Gilgamesh. «Magnífico, en la peor de las circunstancias te las arreglas para sorprenderme. Aún me queda la protección de ‘Nana’, ‘Istar’ y ‘Enlil’. No tengo que tener la inteligencia de ‘Enki’ para reconocer que no puede usar mis poderes a no ser que esté cerca de él. Algo me dice que siempre y cuando él desconozca los nombres no podrá usar mis poderes o desactivarlos, pero no se siente bien esta sensación. La intuición me grita que es una pelea de tiempo y él tiene otras maneras de desactivar mi inmortalidad. Tal vez deba dejar de ser ciego y aceptarle».
Ante los ojos de Gilgamesh, Rey cortó las palmas de sus manos con el filo de las hojas del antebrazo que hizo aparecer. Esto agravó el desangramiento, por la presión de sus dedos contra las heridas, tras lo cual, dejó caer un gran chorro de líquido encima de sus armas.
Gilgamesh se preparaba para ser atacado cuando notó que algo raro estaba sucediendo. Las armas que su oponente había desaparecido al principio del combate, ahora se mostraban nuevamente y tras ser bañadas de sangre, comenzaron a emitir un brillo sin igual.
«Esas armas están diseñadas para la defensa», pensó Gilgamesh. «Que ahora, después de comenzada la pelea, decida atacarme con ellas, es algo de lo que en verdad debería cuidarme». Después gritó: —¡Acaso las ansias de ganar te ciegan y en verdad quieres matarme!
Rey escuchó la exclamación de su oponente, lo que le hizo responder:
—Quiero ganar y esta es la parte en la que lucho con todo mi poder. Es tiempo de ver qué tan flexible es tu inmoralidad.
«Guerreros como este joven, digno de ser mi estimado amigo, se pueden mantener vivos, dado que tienen una capacidad de no desestimar a sus oponentes» pensó Gilgamesh, quien en la dureza de la circunstancia se topaba con momentos convenientes y casualmente, dignos de mucha suerte, como para mantenerse vivo e incluso tener la situación bajo control, aunque había dejado de contar las rondas. «Desde un principio, él sabía que estaba en mi mundo y me había hecho su presa… no me ignoró, pero tampoco fue a buscarme para enfrentarme. Tan solo esperó hasta que yo lo acorralara. Con cuidado, ha estado observándome, busca mis puntos débiles y cuando finalmente tiene el conocimiento, ataca con la intención de matar. Pero claro, defenderse siempre es más fácil que vencer, después de todo, tanto tú como yo somos iguales. Dos héroes que luchan épicamente».
Gilgamesh no notó una sombra que se hizo presente a su lado. Por reflejo, se movió justo al lugar correcto en el que no sería interceptado por el filo de las armas de su enemigo, algo que le hizo retroceder y moverse, con tal de valerse de uno de los escudos y una espada arrojada en la arena, para poder bloquear y contraatacar.
«No puedo sentir bien las vibraciones que tienen sus núcleos de poder. Mis propios chacras se bloquean aún más y mi energía está siendo drenada con mucha más fuerza de lo normal» pensó Rey, mientras caía al suelo y seguía tratando de mantener la misma ferocidad que había demostrado tener en un principio, algo que provocó una inconfundible sonrisa de alivio en su oponente.
Sin tener que ser consciente de su alrededor, Gilgamesh se movía y tan pronto como estiraba su mano, convenientemente, había una espada o un arma capaz de defenderlo del siguiente ataque. Incluso, las piedras que caían del techo iban a parar en la cabeza del ‘caído del cielo’, sin mencionar que algún humano hacía acto de presencia y trataba de disparar sus armas en dirección al joven. Retomando la ventaja, Gilgamesh se dispuso a lanzar golpes, patadas y puñetazos, mientras se dirigía, en silencio, al cuerpo del joven de ojos blancos entrecerrados.
De a poco, la sangre que comenzaba a dispersarse en el aire, pertenecía al cuerpo de Rey. El filo de la espada se convierte en cruel verdugo para la piel bestializada, a pesar de haber sido tan resistente en los primeros golpes. Claro, los lugares en los que la espada de Gilgamesh daba, ya estaban a punto de ceder por daños anteriores.
Con la intención de estabilizar la balanza, Rey retrocedió su postura y comenzó a esquivar los ataques de su oponente, sin prestar atención a lo que podía suceder a su alrededor. Enfocado en el comportamiento de Gilgamesh, Rey pudo interpretar que para este individuo, ser un héroe significaba tener la oportunidad de proteger y vencer. Siempre que se protegiera, vencería al final del combate.
Gilgamesh también saltó con la intención de retomar el aire y evaluar las cortaduras superficiales que había recibido. Estaba en un estado en el que podía ignorar el dolor y aunque sus movimientos de combate ni siquiera podrían entrar al primer rango de clasificación de las artes marciales de espada, ganaba la pelea contra alguien de rango avanzado. Sin embargo, ese no era suficiente motivo como para descuidarse y dejar de ser precavido.
El soberano de los humanos comenzaba a verse preocupado a pesar de estar ganando, ya que la pelea se alargaba más y más.
«Aunque estoy luchando contra un hechicero, existen razones por las cuales él aún no ha realizado el mismo movimiento que pulverizó a los subyugadores en la arena y si pierdo mi suerte, esas condiciones se podrán hacer presentes. Además, los hechiceros son notorios por ser malos perdedores, antes de morir me podría maldecir con alguna magia maligna y vengativa. Estoy lejos de ganar con facilidad, así como pensé hacer desde un principio. Si rehúsa mi amistad, en el momento en el que le venza, tendré que matarle y la única manera es desapareciendo su cabeza, pero no creo tener que llegar a tanto, porque después de todo, él será mi amigo».
En el corto respiro que tuvo, Rey pudo limpiar momentáneamente sus chacras y clamar —“Impacto del rayo”.
Tras sacar sus conclusiones, Rey creó una ilusión de sí mismo, lo que le permitió retroceder y agacharse en el suelo, fuera de la vista de su oponente. Luego de decidirse a sobrepasar, aún más, los límites de su cuerpo, con tal de seguir presionando la suerte de su oponente, Rey dio prioridad a la movilidad y fuerza de sus músculos, para lograr aumentar en gran medida su velocidad y rodear el campo, con tal de escapar de la visión del enemigo, para aparecer detrás de él.
Gilgamesh notó que su oponente efectuaba un clamado, lo que lo hizo moverse de lugar, con tal de no ser un blanco fácil.
Destellante como una centella y tan rápido como la luz, el rayo eléctrico se hizo presente ante la voz y las manos de la copia del joven híbrido. La luz cegadora de la electricidad no impactó a Gilgamesh, ya que los rayos no siempre salen rectos como una bala, a menos que tengan un objetivo de carga opuesta al cual golpear apropiadamente. Pero la suerte no tenía mucho margen cuando los eventos estaban bien calculados. El cuerpo original de Rey estaba justo detrás de Gilgamesh, tan cerca que posó la palma de su mano en la espalda de su oponente.
Gilgamesh ni siquiera tuvo tiempo de mirar atrás, cuando un relámpago le pasó de largo hasta conectar específicamente con el joven híbrido, quien mediante la conductividad de su cuerpo le regresó e hizo atravesar de lado a lado. El campeón de peleas invictas de la humanidad, miró hacia abajo, siendo testigo de cómo había terminado su pecho y estómago, abarrotado de llamas que aún consumían la carne carbonizada de su piel.
Aunque la suerte, la casualidad y las posibilidades no fueron bien aceptadas por los cálculos, el corazón de Gilgamesh siguió latiendo, mientras que el de Rey latió muy rápido, como nunca antes lo sintió.
Gilgamesh perdió el control de sus piernas, cayó al suelo de rodillas y con la boca abierta. Sintió como el dolor recorría cada pequeña célula de su interior. Por su parte, el caído del cielo también tomó distancia.
—El resultado de esta batalla no tiene que terminar en la muerte de uno de nosotros … mi estimado amigo —dijo Gilgamesh, quien luego mostró una amplia sonrisa—. Eres digno y perfecto por ser quién eres para mí, así como para cumplir el propósito por el cual se te mandó. Tal vez me he dado cuenta un poco tarde que no puedo vencerte sin tener que matarte, pero, espero no le prestes atención a riñas sin importancia como esta. Únete a mí. ¡Sé mi aliado y conquistaremos el universo juntos!
Rey percibió el tiempo con lentitud, decidió respirar bien hondo por su nariz y dejar salir todo el aire por la boca, pero como si estuviera soplando por un pequeño orificio, con la intención de poner en práctica maniobras de tipo vagal para desacelerar los latidos de su corazón. Aun así, su corazón no era el único que había sufrido: «La carne de mi mano izquierda está calcinada, tanto que ni siquiera puedo sentirla, por lo cual, será mejor arrancarla para poder generar más. Por otro lado, ¿Me llamó amigo?»
—¿Supongo que esa alianza tiene condiciones? —preguntó Rey, en voz alta.
—No son condiciones…—dijo Gilgamesh—. Como verás, para que un árbol crezca grande, espléndido y magnífico como ningún otro, tiene que rodearse de un ambiente apropiado. La muerte de esos humanos no fue más que mi manera de decirte algo. Yo sé que lo entiendes, en el camino del éxito, los débiles tan solo te retrasarán, te harán sentir culpable y se convertirán en una carga de la cual te tendrás que despojar. Deja que, como tu amigo que soy, resuelva tu problema, así como resolviste el mío.
Intentando recuperar el aliento y entender las palabras de su oponente, Rey cayó en la conclusión del asunto, justo cuando fue capaz de percibir como sus hermanos, las dos chicas y Lía, aparecieron por la misma puerta que él había salido.
—¡¿Qué hacen aquí?! — preguntó Rey, sin poder esconder su alteración y enojo, pues la última vez que sus hermanos le habían asistido en un enfrentamiento, las cosas no salieron como las tenía planeadas.
—Siguiéndole a ella—respondió Dante, tras mirar a Gilgamesh con ojos desafiantes.
Para Rey fue evidente que Lía era capaz de arriesgar su vida sin pensarlo dos veces, tal vez por eso salió corriendo con la intención de asistirle. Mientras que sus hermanos estaban seguros que podían ganar la pelea contra un enemigo debilitado.
La doctora, al tanto de todo lo que había avanzado la enfermedad de su paciente y amado, corrió en dirección al chico por el que tanto se preocupaba, tan rápido como pudo. Abrazó a Rey y justo antes de besarlo, con el filo de uno de sus colmillos, cortó su lengua haciéndola sangrar, con tal de dar ese líquido a su amado, mientras recibía el placer que le había prometido el reencuentro.
«En medio de una pelea, ¿qué haces?» se preguntó Rey, tras lo cual entendió que Román ni Heliúk estaban ahí. «Tiene sentido, estoy al borde de la muerte, aún tengo el agujero en mi pecho, un brazo quemado y varios huesos rotos… ellos no tienen manera de saber que el combate puede continuar, que ese no fue el golpe final».
Por unos segundos, tal vez motivado a que los latidos de su corazón regresaban a la normalidad, Rey pareció como si su cuerpo perdiera el control, aunque sintió la conmoción y ni siquiera pudo abrir sus ojos para pestañear con ellos. Que él regresara a su subconsciente en medio de una batalla, no era usual. Alzó la mirada a donde estaba la llama de la voluntad y tras apretar sus dientes, encendió su poder con furia. Tenía que regresar al control de su cuerpo, ser capaz de imponerse a la situación, mucho más cuando Gilgamesh le había hecho una propuesta, que definitivamente, su honor no aceptaría.
—Quien no dice nada, con el silencio botarga —dijo Gilgamesh, luego de levantarse del suelo.
Rey movió los dedos de su mano, de a poco recuperó la movilidad e hizo que su cuerpo respondiera a las intenciones de su corazón encendido. Apenas enfocó su visión lo suficiente para reconocer el rostro de la vampira, escuchó como ella emitía un gemido, al mismo tiempo que se estremecía.
La boca de Lía fue invadida por mucha más sangre. Las respiraciones fueron saqueadas por la ausencia. Solo un adolorido gemido fue silenciado por la decisión de la chica.
“Me prometiste que no te importaría que fuera egoísta…” fueron las palabras plasmadas en los ojos azules de la vampira, dispuesta a mostrar su amor y morir amando.
Con el pasar de los segundos, el ‘caído del cielo’ se hacía más consciente de la situación, tal vez, gracias a la sangre que consumía, que por su condición de vampiro le estaba devolviendo parte de toda la energía que había perdido en el combate. Junto con la energía, regresaba a la vida, a tener fuerza en sus músculos, sanar los huesos rotos y la carne ausente. Los sentidos percibieron los sonidos y sensaciones que reinaban en el ambiente, como los disparos por parte de Jhades, sablazos y gritos frenéticos de Dante, el olor a más sangre familiar, por último, se percibía la energía de la muerte, que se imponía ante todos.
El dueño de los ojos blancos empezó a temblar, ya que su visión del mundo había regresado a la normalidad. Después se fue separando lentamente de aquella persona que ya no le abrazaba con fuerzas y pudo ver la mirada sin brillo de la vampira. Luego vinieron más disparos, gritos, sangre y energía. Tras negarse una y otra vez, Rey buscó sostener con desespero el cuerpo pusilánime que caía en sus brazos. Sus manos estaban temblorosas, con una humedad que impregnaba las prendas de su amada y se propagaba como un indetenible cauce, mientras sostenía el cuerpo de la vampira.
¿Qué sentido tenía no seguir asumiendo la situación? Otra vida se había perdido.
—¡Aww! —gritó el joven, quien literalmente fue devuelto a la vida, tras rasgar sus cuerdas vocales.
Rey acomodo lentamente el cuerpo de su amada en suelo, tras lo cual, una piedra le golpeó en la cabeza. Aunque el golpe desencadenó en un cauce de sangre provocado por una nueva herida abierta, no fue suficiente para hacer que disuadiera su atención.
Enfocado en no perder a su amada, Rey desgarró las venas en su muñeca para dejar caer sangre en la boca de la doctora, que tanto le había ayudado y guiado en su momento. La misma que había prometido y jurado proteger de forma arrogante, cuando el nombre del soberano del planeta le había sido mencionado.
La pelea entre los dos hermanos y Gilgamesh, se había convertido una masacre por parte del soberano. Jhades, a duras penas, podía seguir aguantando la velocidad y fuerza del sujeto de figura arrogante y se encontraba incómodo por el comportamiento tan irresponsable de su hermano, quien tenía las defensas bajas.
Luego de moverse de un lado a otro con apurados movimientos y tras disparar repetidas ráfagas de balas entre la oscuridad que había creado, el vampiro le reclamaba a Rey, con la finalidad que entrara en razón y se levantara a pelear, pues aquello que había sucedido no tenía más solución. Dante trataba de levantarse del suelo, pero no podía hacer más que arrastrarse con sus manos, porque tenía la columna partida en dos. Mientras que Gilgamesh no le prestaba atención, el licántropo transformaba su cuerpo y lo des-transformaba una y otra vez, con tal de acomodar las vértebras de su espalda y recuperar la sensación de movilidad.
—Todo va a estar bien… —dijo Rey con voz baja, mientras trataba de no revivir escenas del pasado— Escúchame Lía, no dejes de mirarme. Bebe de mi sangre, hará que tus heridas se recuperen. Eres vampira, contigo esto funciona ¿no?
El joven presionaba con fuerza sus dientes hasta hacerlos rechinar, pues no pudo decir nada más. Las lágrimas que sin control se escapaban de los dos ojos blancos adornados por un pentagrama infinito en el interior, exponían a la perfección los sentimientos de dolor, tristeza e impotencia.
Lía levantó su mano, frotó la cara de Rey, le secó gran parte de las lágrimas y entre débiles palabras, agregó:
—Me alegra haber llegado a tiempo, pero con esto no me interpondré más en tu camino. No malgastes tu sangre, en este punto, no soy capaz de hacer lo que haces. Mi padre era alguien justo, al que siempre admiré y recuerdo por cuidar de mí. Ya ha pasado tanto tiempo que ni siquiera recuerdo su rostro, su voz, pero sí recuerdo su olor…
—No hables, por favor —sugirió el chico, al tiempo que se hacía consciente, una vez más, que su poder y fuerzas ponían en peligro a quienes estaban a su alrededor.
—Mi padre olía como tú —continuó la vampira, en agonía. —Eres como él. Tal vez por eso mi cuerpo te eligió y mi egoísmo se hizo tan fuerte. Mi intención fue hacer que me amaras, que te enamoraras perdidamente de mí… con tal de llegar a este momento de entregar mi vida por ti, ante tus ojos.
—Solo bebe mi sangre, no hables, por favor. Te estás rompiendo aún más… — interrumpió Rey nuevamente.
—Esto no lo sabe nadie, pero mi madre no tenía el mismo olor que yo. En parte, también soy una hija no deseada. Eso me hacía perfecta para estar contigo. Hubiera querido ser tu compañera en la vida y verte crecer, envejecer y morir a tu lado. Lástima que ocurrió este precipitado final en el que te tengo que dejar, pero no creas que me estoy rindiendo. Te pido que no desperdicies mi muerte. Devora mi cuerpo, mastica mis huesos y toma de mi sangre, para que te conviertas en el guerrero que se hará victorioso en esta batalla. Olvida mi orden egoísta de no matar y conviértete en el más grande. Mata a Gilgamesh, a todos los que le siguen o se interpongan en tu camino, no permitas que quienes han vivido del nombre de nosotros dejen de morir y consigue que ardan en las calderas de mil infiernos. Usa cualquier medio a tu alcance, otórgale un eclipse digno a esta luna que muchos llaman sol.
Junto al último aliento de la adolorida muchacha, también se marchó la vida de aquellos ojos azules.
—¿Te preguntarás siempre si habrás tomado la mejor decisión? ¡Oh, Amigo de mi alma! —vociferó Gilgamesh, mientras le arrancaba el corazón a Jhades—. Creerás que les estás traicionando, pero no es así. Ellos te traicionaron al no poder sobrevivir y entregarse a la muerte antes que tú. Muestra tu lealtad ante alguien que nunca te va a dejar. Quédate aquí y únete a mí, para hacer que esta luna brille más que nunca.
Rey escuchó la voz de Gilgamesh tan clara y alta como las últimas palabras de la vampira. La llama en su el interior se estaba reduciendo considerablemente, así como la luz de vida que había iluminado las expresiones en el rostro de su amada.
—¿Lía? ¿me escuchas? —preguntó Rey, tras ignorar a Gilgamesh. — No, no dejes de hablar, sigo aquí. Te prometí que todo estaría bien. ¡Lía! No puedes morir y dejarme con todos estos sentimientos que tengo por ti.
El caos del mundo fue silenciado por los sentidos del joven, quien tan solo enfocaba su atención en el cuerpo que tenía enfrente. Tras revivir las memorias del pasado, la vampira no estaba del todo equivocada. Si su deseo era ser devorada, tal vez podría devolverla a la vida en el futuro, al practicar sus habilidades necrománticas, que había tenido que utilizar, porque White le había hecho entender que no era necesario desperdiciar el sacrificio de un ser noble. Pero ese no era el caso, Lía no era noble, ya que deseaba la muerte de cientos de miles de humanos.
—¿Por qué? ¿Por qué no puedo, aunque quiera? Cuando te tengo entre mis manos, me acerco a tu cuerpo, aprieto la carne de tu delicado rostro contra mi boca, solo deseo arreglarte y quiero devolverte a la vida.
—Deseo tener el aroma de tu cuello impregnado en mi nariz…
—Quiero poseer parte de tu carne y sangre en mi estómago, siento que tengo que hacer algo para no seguir alejándome de ti, así como siento que quiero vencer a ese infeliz.
—Aunque te tenga en mi interior, me está matando esta distancia infernal que, por más que me esfuerzo, no logro entender. Quiero arreglarte mucho más, pero también me siento culpable por no poder regresar el tiempo atrás. No teníamos que llegar a esto. Quiero encontrar la manera de tocar verdaderamente tu cuerpo. ¡No me abandones así, Lía! ¿Qué tengo que hacer para regresar tu mirada a la normalidad? Tu mirada es la responsable. Esos ojos son los que ponen la distancia entre nosotros, esos ojos que parecen no estar mirando más a este mundo… Lía, regresa conmigo, por favor, te lo pido.
Rey tragó el último bocado, lo que produjo que dentro del micromundo, las puertas de la nada que estaban ubicadas en el interior del joven se abrieran poco a poco, mientras que el anfitrión, conocido como Ranger, danzaba de un lado a otro con felicidad.
Por otro lado, White se retorcía en el suelo, estaba impactada, ya que sentía los mismos sufrimientos y pesares del joven al que servía. Comenzó a acelerar su respiración y a ser consciente de todo lo que su compañero podía ser capaz de sufrir cuando perdía a alguien tan allegado, que le había domesticado.
—¿Por qué estás tan contento? —preguntó el Ligre al anfitrión allí presente, irritado por la felicidad ajena y con ánimos de buscar pelea.
Ranger tan estaba maravillado que no logró ocultarlo. —Culpabilidad, arrepentimiento, deber y obligación son emociones muy conflictivas, sin contar que Rey acababa de perder un motivo para seguir viviendo y luchando. —Con un suave y relajado tono de voz, le explicó al Ligre: — Las emociones son potentes factores que determinan la existencia de alguien en la vida. Tu conexión con la realidad se acaba de restaurar, ¿acaso no quieres salir?
Tras escuchar las palabras del anfitrión, White salió impaciente del interior de Rey y mostró su verdadera forma al exterior, lo que causó impacto La situación se encontraba bastante tensa, pues el compañero de Rey se había convertido en una enorme y aterradora bestia.
Rey estaba sobre cuatro patas, tenía un pelaje negro de rayas blancas, su cabeza seguía agachada y apoyaba su hocico sobre la mancha de sangre resultante del cuerpo de la vampira. White reconoció a su padre, a su tan preciado compañero y salvador, pero no pudo decir nada, pues la bestia que observaba era casi tres veces más grande que su tamaño y tenía características humanas que lucían deformadas y grotescas.
Rey mostraba extremidades de bestia incendiadas por llamas negras, piel de color violeta oscuro entre los pelajes gruesos que le recubrían y ojos blancos afilados luminosos. Los colmillos le llegaban hasta la quijada si dejaba la boca abierta. Tenía garras de hombre lobo que incrementaban su tamaño y emanaba una energía fría y tétrica.
Ante la transformación de Rey, se activó uno de los tantos hechizos condicionados que tenía en su cuerpo, lo que hizo que los habitantes del planeta pudieran escuchar su voz enfurecida. —. Seas inocente o culpable, haz lo que sea necesario para salvarte. Entre mi enemigo y yo, el cielo y la tierra de esta luna que llaman sol… existirá tormenta, destrucción, devastación y muerte.
De pronto, Rey dejó de hablar para vomitar un corazón aún palpitante que su sistema digestivo no pudo consumir.
Con una sonrisa despreocupada, el individuo de ojos cerrados conocido como Ranger, apareció ante el tiempo detenido que percibía Rey, con la intención de hablarle de forma urgente:
—Eso que ves es su corazón. Sí, el corazón de Lía aún vivía cuando murió entre tus manos. Si buscas una forma de hacer que tu cuerpo te acepte, no todo estará terminado. —Con manos temblorosas, Rey trató de sostener el órgano, pero no pudo hacerlo, por miedo a transformarlo, ya que se había transformado en una bestia diseñada para hacer daño. —Rey ¿por qué el corazón de un vampiro no fue tolerado por tu cuerpo que comparte las mismas características? —preguntó Ranger—. Tu cuerpo lo detecta como un organismo invasivo. Sí, los vampiros tienen un instinto muy grande de supervivencia. No todos tienen este conocimiento de cómo matar efectivamente a los descendientes de Lilith, el primer espíritu primordial de aire frío. Aunque cortes sus cabezas, sean desmembrados, quemados o enterrados, no morirán, si sus corazones no son destruidos.
—Di lo que sea necesario… —demandó Rey, entre dientes, puesto que no tenía mucho tiempo.
—Una vez se paraliza de forma total el funcionamiento de sus órganos y cerebro, los vampiros preservan sus corazones para salvarse a sí mismos. En otras palabras, mientras el corazón de esta especie esté intacto, pueden renacer. En los tiempos en los que viví, se escucharon muchas historias y leyendas de personas que comieron corazones, que se encontraban bajo la tierra, rodeados por huesos y dejaron de ser quienes eran. Toma ese corazón e introdúcelo en tu cuerpo de alguna manera, solo así este órgano se volverá un parásito sin ser rechazado por tu organismo y permitirá que ella nazca nuevamente.
«¿Eso viene con consecuencias?» Era la pregunta qué Rey quería hacer, pero no podía olvidar que estaba en una batalla y dejar de tomar riesgos no era parte de ganar. Además, el anfitrión que se hacía llamar Ranger le había dado información fiable, hasta el momento. Sin mencionar que quería salvar a Lía por los medios que fuese posible.
Rey apagó las llamas de su mano derecha, tomó el órgano de la manera más delicada en la cual sus garras pudieron hacerlo.
Ante la presencia de Ranger, la sangre ajena hizo reaccionar al órgano, de manera que las venas actuaron como si fueran tentáculos que tenían el único propósito de succionar el líquido de la mano que le agarraba.
Gilgamesh se sentía decepcionado por escuchar la advertencia de guerra, tras ver cómo su oponente hacía una transformación que prometía traer terror y calamidades al lugar. Luego de intentar eliminar las vidas de quienes habían interferido en el combate, el campeón de peleas invictas de la humanidad, sentía que debía apresurarse, con tal de dar el golpe final a su amigo del alma, quien tomaba un mal camino.
Tras dejar a Jhades apenas con vida, el soberano de los humanos posicionó su puño que se asemejaba a la guillotina de un verdugo y se acercó lo suficiente como para eliminar de un golpe al joven agachado, que estaba distraído y le prestaba más atención a un corazón que a la pelea.
La sonrisa ansiosa en el rostro del anfitrión fue borrada, cuando escucho a Rey abrir la boca y alinear sus chacras. Con el despliegue de energía, la presencia se desvaneció y Gilgamesh se vio obligado a chocar con una fuerza nunca antes vista.
—“Antiguos, Antiblicos” —clamó el joven, mientras veía el órgano intranquilo en su mano. —¡Con fuerte y decidida voz los conjuro!
En el presente y en primera línea, aparecieron los doce señores elementales, encargados de controlar los elementos como pilares primordiales de todo, dentro del mundo de los clamados en el libro creado por la diosa Atenas.
Detrás de los doce gigantescos guerreros, había innumerables criaturas que habían empequeñecido su tamaño, con tal de caber en un lugar casi tan reducido como lo era la más pequeña de las entidades invocadas en su tamaño natural. Detrás de todos, envolviéndolos, estaba una gigantesca serpiente con características dragónicas, tan grande, que había alcanzado a morderse la cola. La serpiente fue levantada por los doce señores elementales y las demás criaturas presentes, lo que significaba que las leyes naturales del universo estaban siendo alteradas.
Luego de romper la barrera de lo posible y lo imposible, por un limitado periodo de tiempo, Rey alzó su voz:
— Me dirijo a ustedes— dijo el joven, refiriéndose a las numerosas presencias existentes en el libro ‘Santuario de Atenas’, quienes estaban interesadas en escucharlo. — Junto a mi presencia la exijo a ella y en su presencia doy a conocer la angustia que me deja su ausencia. En estos momentos me encuentro impotente ante la muerte. Frente a mis ojos, mente, corazón y alma, la declaró inocente. Clamo sus poderes, para que impregnen a este órgano, con el fin que pueda ser refugio y forme parte de mi cuerpo, hasta que se recupere por completo. Solo así será sangre de mi sangre, carne de mi carne.
El campeón de peleas invictas y soberano de los humanos, hizo todo lo que pudo, con tal de destruir lo que tenía enfrente. Se sentía invencible, siempre que pudiera demostrar su poder. Por otro lado, estaba un tanto liberado, porque la medición del hechicero que tenía como oponente no estaba a su nombre ni dedicada a él, que era algo que tanto le había preocupado desde un principio.
Dentro de la cúpula, el silencio se hizo presente y el ambiente mucho más pesado. Se escucharon palabras que solo fue capaz de oir Rey, quien fue el que hizo el clamado.
—Eres un enfermo, ya que en medio de un combate y con el corazón de un vampiro, te atreves a clamar a todos y cada uno de los miembros de un libro que ni siquiera creaste. Vaya acto de insolencia, arrogancia y soberbia por parte de un hechicero. ¡¿Y todo por amor?! —gritó una voz robusta y fuerte, perteneciente al señor del fuego, un gigante que hacía de sol en donde que se posicionara y representaba a quienes callaban, exceptuando a los dragones, porque esos tenían que ser retenidos por los demás para que se mantuvieran quietos—. Te vamos a apoyar, no porque sea difícil, sino porque todos vamos a querer algo a cambio.
Rey afirmó con su cabeza.
—El órgano que tienes en tus manos se alimentará de tantas energías que le será imposible identificar la tuya, eso lo formará y desarrollará hasta que decida renacer —aseguró el señor del fuego. —Lo que queremos a cambio, además de tu energía y fuerza vital, tan solo podrá ser pagado con una ofrenda que satisfaga las necesidades de los presentes. Aquel que quede inconforme será tu maldición. El tiempo no será mucho, pero sí suficiente para que pienses lo que vas a ofrecernos.
Ranger maldijo y tildó la ocasión como un gasto innecesario de recursos, pero tan solo pudo ser testigo de cómo el órgano palpitante fue invadido por más de mil colores y energías diferentes que creaban letras y figuras que significaban algo. Con esto el corazón calmó su sed e intranquilidad y Rey, sin agachar la mirada ni mostrar arrepentimiento, introdujo el órgano en su interior, tras abrir una herida con su mano en el oblicuo derecho de su cavidad abdominal.
En un lugar compuesto solo por el metal de cuerpos muertos, existía un tablero con tres colores. Esta mesa era la representación de lo que existía debajo de ese mundo y era cuidadosamente estudiado por una criatura con sangre de fuego. El extraño ser destellante, que carecía de rostro, dedos, extremidades o siluetas de cuerpos visibles, se paró sobre una gigantesca plataforma conformada por más cuadros.
Con la misma voz que tenía Lía, la extraña criatura habló en un idioma totalmente diferente, aunque su voz era cálida y tenue. Al mismo tiempo, procedió a levantar una ficha que presentaba los mismos rasgos de Rey. —Siento tu voz diferente… ¿Acaso será la voz de tu corazón? Sí, esa es la que habla. Nunca te había sentido hablar de esa forma. Andas junto a ella… ¡Sigh-ains! El sistema no encuentra anomalías en tu composición, aunque sigue buscando de manera incansable y trabajando más de lo que debe. Después de todo, te estás volviendo más interesante. Me temo que tendré que seguirte de cerca… espero que seas capaz de escucharme.
Tan pronto la entidad terminó de hablarse a sí misma, regresó la ficha a su lugar de origen y luego vio cómo otras fichas notorias se hacen presentes.
Gilgamesh, quien recientemente había sido repelido por una fuerza abrumadora, mantuvo los ojos bien abiertos, con la intención de no ser tomado por sorpresa ante algún ataque inesperado. Sintió la inconformidad que comenzaba a invadir sus movimientos, ya que, ante las cámaras, no había sido capaz de demostrar su fuerza y que rompiera de un puñetazo lo que se había creado frente a él. La incertidumbre sobre lo que estaba sucediendo con su amigo del alma, era frustrante. No podía negar que si las innumerables criaturas que aparecieron maldijeran a su imperio o a él, todo estaría perdido y la luna entera sería engullida por una jauría de atrocidades hambrientas, con sed de destrucción y cuyo propósito de existir era traer el fin de los tiempos, hasta que no quedaran rastros de alguna existencia.
Apenas llegó el momento, se disiparon en el ambiente las energías poderosas de invocaciones dignas de temer, tras lo cual, Gilgamesh tragó en seco, para luego tocarse el cuerpo con su mano derecha, mientras miraba hacia los lados, con los ojos bien abiertos. El soberano de los humanos se dio cuenta que no estaban malditos ni su imperio ni él, pero tampoco su oponente. Recordó ser testigo de cómo el hechicero que le había dado la inmortalidad junto a otras seis bendiciones, pereció frente a sus ojos, producto de una maldición desatada como efecto secundario, cuando intentó darle una octava bendición y no pudo. El momento no era como lo recordaba, tal vez, porque tenía suerte, como la había tenido en el pasado.
—Entonces, querido amigo: ¿cambiaste de idea? —Preguntó Gilgamesh, con la esperanza de escuchar a su oponente decir que sí—. Debido a que no usaste el hechizo para maldecir o atacar, podría asumir que quieres se mi amigo…
El soberano de los humanos levantó la mirada y vio como su amigo del alma se levantaba, aún bestializado, mientras forzaba la cicatrización en el costado de su cuerpo, cerca del corazón. Llegó a la conclusión, que la sacerdotisa del templo de las artes amatorias que le había designado Román, era una vampira. Que Rey había clamado una calamidad y que ahora el corazón de ella no estaba. Para Gilgamesh, Esto significó descubrir que ese sujeto prefería agarrar con uñas y dientes la vida de seres inservibles, antes que apreciar su amistad.
Las manos que una vez se mostraron receptivas, ahora estaban inspirando rechazo.
—¡¿Que acaso no entiendes?! ¡Insensato! —grito Gilgamesh.
Por otro lado, Rey podía sentir lo que era cargar con la maldición impuesta por las criaturas que componen el libro de clamado que le había robado a su maestro. Estaba seguro que cuando la maldición se activara, su vida sucumbiría en un abrir y cerrar de ojos, pero no creía que fuese peligroso, porque la situación estaba bajo su control y también sentía, en su abdomen, los latidos que daba el nuevo órgano, lo que indicaba que Lía ahora vivía dentro de él.
Haciendo oídos sordos a lo reclamos de su enemigo, Rey desapareció del lugar en el que estaba.
Gilgamesh se mostró más irritado, levantó su guardia y mantuvo especial cuidado en proteger su espalda, pues tenía el presentimiento que su enemigo haría lo que fuera para poder ganar. Para él, proteger su punto ciego era la mejor decisión, ya que le impedía recibir cualquier impacto letal, pero su intuición le falló.
Rey apareció justo enfrente de él, le dio un violento puñetazo que impactó de lleno en su rostro, que miraba hacia el lado opuesto.
La mandíbula de Gilgamesh se fracturó y se partió en diez partes, mientras que varias muelas y dientes terminaron desencajados. Su colosal cuerpo, semejante al de un toro salvaje, fue expulsado, como si fuera una pelota de goma, cada vez que el joven desaparecía.
Rey continuaba con la inercia del primer ataque, hacía unas transiciones de movimientos finas y bien desarrolladas, que tan solo alguien que dominaba las artes marciales podía hacer.
Tras una serie de golpes que no pudo detener, Gilgamesh impactó contra una de las paredes que componían la arena. «Esto mismo le sucedió a él ¡Estos son mis movimientos en el arte de la lucha!», se dijo, como quien se daba cuenta de algo obvio. En el preciso momento que pudo moverse, decidió cruzar sus brazos para cubrirse del siguiente golpe.
En efecto, Rey reapareció en el lugar en el que su oponente le esperaba, pero golpeó con mucha más violencia y derroche de energía que lo que Gilgamesh había podido hacer. Tanto así, que si el impacto hubiera sido exitoso, el soberano de los humanos habría perdido su cavidad toráxica, incluyendo costillas, pulmones y corazón.
A cambio de sacrificar los huesos de sus brazos, Gilgamesh pudo recibir el golpe y sobrevivir milagrosamente, al costo de atravesar ocho paredes consecutivas.
—Tienes una acumulación de victorias vacías y movimientos sin gracia. No puedes mantener la velocidad si vas a golpear —dijo Rey en voz alta, luego de perseguir a su oponente con un lento caminar— Así como tampoco puedes mantener la fuerza, si piensas moverte con rapidez. Para ser un campeón invicto de batallas, te las arreglas muy bien, pero todo ha sido gracias a las tres bendiciones que te quedan activas. Espero que aprendieras cómo se golpea de manera eficiente. Después de todo, no vale de nada copiar el estilo de lucha de alguien, si no se tiene la capacidad de mejorar y refinar los movimientos, al punto de conectar los unos con los otros, de manera refinada.
Dentro de los calabozos del lugar, Gilgamesh se puso de pie para lanzar un puñetazo contra su oponente. Como quien recién recuperaba el equilibrio de su cuerpo, el sujeto de piel sumeria, lanzó un golpe en el rostro de apariencia grotesca de su oponente, pero Rey se mantuvo de pie, como si nada hubiera sucedido, arrepentido de haber intentado educar a su oponente.
—¡¿Tu cuerpo?! —dijo Gilgamesh, con tono amargado, tras entender que la solidez que tocaba no tenía comparación—. En ese último hechizo que hiciste, será que clamaste el poder de todas esas bestias en ti y por esa razón ahora eres tan fuerte y poderoso… que quieres ser mi amigo y deseas rendirte en esta pelea contra mí. ¡Dímelo!
Luego de hacer caso omiso a las palabras de su oponente y a pesar que era más grande, en tan solo un instante, Rey cogió por el cuello a Gilgamesh y le levantó en peso, asfixiándolo con el potente agarre de su mano derecha, la cual levantó bien alto.
Tras lanzar patadas y retorcer su cabeza, Gilgamesh luchaba por respirar, mientras que su rostro se llenaba de expresiones moribundas, difíciles de imaginar en alguien altanero y soberbio. Con el fin de hacer una diferencia en la situación, Gilgamesh decidió enterrar los huesos que le salían de su antebrazo dentro de los ojos afilados que le miraban y juzgaban con tanta confianza.
—¿No has pensado en la posibilidad de que, tal vez, tus bendiciones se estén debilitando? —agregó Rey, luego de imponer su rostro ante las manos compuestas por carne y huesos partidos, que pretendían sacarle los ojos, pero no pudieron, por falta de fuerza y agarre.
—¡Im-po-si-ble! —dijo Gilgamesh, entre sonidos guturales y con la mirada en blanco.
Para el soberano de peleas invictas, las palabras del joven bestializado no tenían ningún sentido, ya que sus bendiciones nunca habían perdido fuerza. Al menos, no lo recordaba ni lo había escrito en sus libros de batallas épicas, en el que era el héroe que hacía y deshacía, sin importar quién se le interpusiera en su camino. No obstante, esta era la primera vez que cuatro de sus bendiciones más poderosas eran neutralizadas por un hechicero, que pudo escuchar los nombres de las llaves de acceso al poder que tenía que decir para ser vigoroso, inteligente, ágil y aún más fuerte.
—¡Aaah! Ya sé lo que quieres escuchar de mí— anunció Rey, tras inclinarse en dirección a su oponente—. ¿Quién dijo que quería ser tu amigo? ¿Quién te metió semejante estupidez en la cabeza? ¿No ves que somos enemigos?
«¿Y mi sueño? ¿Ese que mi madre me enseñó, que incluía las estrellas, el cielo y las luces, las piedras y mi amigo» pensó Gilgamesh, quien se negaba a creer lo que se le preguntaba, mientras sentía el dolor característico de tener varillas enterradas en la espalda que se usaban en la construcción de un muro sólido y duradero.
Por el movimiento, uno de estos hierros cayó al suelo, dando lugar a un sonido tintineante y al salpicar de la sangre por todas partes. Junto al sonido, las palabras de Rey parecían tener mayor sentido a los oídos del Gilgamesh. «¿Y si en verdad mis poderes mágicos se están debilitando?» pensó. «Después de todo, en el pasado, luego que mi cuerpo atravesara incontables paredes, muros, edificios y columnas, no era razón para terminar de esta manera. Si él no es mi tan esperado amigo del alma y Román no quiso hablar… Ya no se estará haciendo mi voluntad, sino la de alguien más».
Sin oxígeno que le llegara apropiadamente al cerebro, Gilgamesh no pudo seguir pensando con claridad y cuando estaba a punto de sufrir una muerte por asfixia, combinada con los efectos de la inmortalidad, la superficie de la luna comenzó a temblar como si se estuviera partiendo en cuatro.
El suelo de toda la esfera lunar estaba temblando porque Gilgamesh estaba muriendo y reviviendo. Ante eso, Rey lanzó a volar el cuerpo agonizante por los aires, como si fuera una pelota impulsada por el más poderoso de los bateadores.
En diagonal, el cuerpo grande y sólido del soberano de los humanos pudo volver a respirar y atravesó otros techos, salió por las gradas del coliseo hasta que terminó impactando en la arena.
—“Rey Dragón Asesino” —clamo el vampiro, sin que su voz temblara o enflaqueciera, luego de escupir una gran cantidad de sangre que había acumulado por usar tanto poder y ya no podía seguir reteniendo.
Junto a la sangre envenenada por radiación que caía al suelo, el rugido y presencia de una bestia que resurgía, hizo que el lugar siguiera temblando, a pesar que ya se habían detenido las convulsiones de la esfera lunar. En medio de la cólera, el animal enfurecido miró por un agujero en el techo y al otro lado encontró un objetivo al cual dirigir su ira. Sin mirar atrás, el dragón rojo encendido abrió sus alas y salió disparado en dirección a Gilgamesh con la boca abierta, dejó escapar todo su aliento de fuego capaz de cubrir el techo, para después bajar por las paredes hasta cubrir todo el estadio, incinerar a los humanos que se encontraban presentes y convertir la arena en cristal.
En medio del destructivo evento, tanto Jhades como Dante, se vieron obligados a reaccionar con rapidez, tomar a sus chicas y buscar refugio, antes de ser víctimas de las infernales llamas que cubrían el sitio.
—Este lugar está a punto de ser destruido —dijo Jhades, impresionado con la fuerza que demostraba su hermano. Se alegró de saber que Rey había ganado la batalla contra quien le había dejado herido.
— ¿Qué hay de los demás prisioneros? —preguntó Daniela preocupada.
Jhades se llevó la mano a la cara y en su interior, negó tantas veces como pudo.
—¿Los demás prisioneros? —respondió Marín, consternada, ante la situación, que se le asemejaba a un efecto dominó. —Debemos rescatarlos antes que queden sepultados entre los escombros.
Aún adolorido de la paliza recibida por Gilgamesh, Dante se quedó pensativo y tras ver la determinación en el rostro de su compañera, agregó:
—Puedes guiar el camino.
Si existía una oportunidad de limpiar su imagen frente a aquellos que quería, ahí estaba, solo requería que salvara a algunas personas. Para el licántropo, esa hazaña no podía fallar, después de todo, ya lo había hecho una vez y todos le alabaron por semejante proeza.
Debido al fuego abrasador que le incineraba la piel y volvía a asfixiarle, Gilgamesh gritó con todas sus fuerzas, mientras se cubría el rostro. Invadido por el indescriptible dolor causado por las llamas y siendo presionado contra el techo por el torrente de fuego, el soberano de los humanos no vio más salida que resistir tanto como pudiera o hasta que su oponente cometiera algún descuido.
Tan pronto la llamarada de fuego cesó, la bestia escamada, invocada en su versión completa, emergió del suelo y apareció entre las gradas, aún más grande e imponente que nunca. Luego de agitar sus alas con furia, la criatura se impulsó como una bala, para golpear a su objetivo con el cuerno que sobresalía de su hocico y herirlo antes que cayera en el suelo. El dragón se apresuró a respirar, debido a que había dejado salir todo lo que tenía adentro y necesitaba de otra bocanada de aire para seguir escupiendo fuego.
El impacto que recibió Gilgamesh no fue tan fuerte como para atravesarle el cuerpo, pero la bestia si logró hacerle traspasar el techo del coliseo, a pesar que estaba creado con una aleación de oro, diamantes y demás materiales preciosos, tan duros, que solo los dioses tenían el poder suficiente para moldearlo.
En el aire, entre el cielo abarrotado por naves que trataban de escapar hacia el espacio, el primer héroe de la historia, fue devorado por las fauces de un dragón rojo encendido.
Con un rugido que anunciaba el fin de los tiempos de paz, la bestia alada emergió al cielo de un orbe dorado, una joya flotante en el espacio. En su opinión, ese tesoro estaba contaminado. Con sus ojos amarillos encendidos, lo segundo que vio eran seres humanos que intentaban escapar o correr por sus vidas. Eran existencias cuya presencia le hacía revivir un pasado lleno de odio, rencor e ira. Con el pecho bien inflado, la criatura rugió retumbando en el lugar y terminó escupiendo otro rayo de fuego por la boca. Enfurecido, en cuanto terminó la segunda bocanada de fuego, volvió a respirar, con tal de disparar por tercera vez su aliento de fuego tan lejos como sus ojos pudieron ver y un cuarto tan cerca como su cuello le permitió bajar. Esto causó la destrucción de un lugar que se veía dorado y lleno de civilización.
Explosiones, edificios que se caían a la distancia y personas gritando de terror, no eran suficiente para contentar a la criatura escamada, que tenía como única intención causar la mayor cantidad de destrucción posible, antes de desaparecer. Frustrada por no poder causar más destrucción, la bestia escamada de ojos amarillos desapareció y devolvió a la luna aquello que había tenido en su estómago de lava ardiente.
Mientras volaba por los cielos una vez más, se encontró a Gilgamesh, quien terminó con quemaduras que fueron capaces de fundir parte de su piel hasta llegar a los huesos. Además de eso, se quedó viendo, por un efímero momento, cómo el imperio que había creado sucumbía ante las llamas de una bestia clamada, que le había hecho recordar las vívidas imágenes del sueño que tuvo.
Con el fin de acercarse aún más al fruto de su creación, el soberano de los humanos expulsó sangre por la boca, así como por el agujero de su estómago y terminó con los ojos extraviados. En un último arranque de soberbia, desde el aire, decidió no seguir esperando la oportunidad en la que su oponente volviera a bajar la guardia, por lo que liberó su energía, haciendo que acelerara al máximo el proceso curativo de su cuerpo humano. Tras recomponer la mayoría de sus heridas y huesos rotos, Gilgamesh intentó minimizar el siguiente impacto que le acechaba. Pero, por desgracia, no era la fuerza de gravedad a la que le golpearía, sino a su enemigo recién declarado, de forma oficial.
Rey estaba decidido en que no dejaría que su oponente llegara a tocar el suelo nuevamente. Con la desaparición del dragón, saltó con todas sus fuerzas, hasta destruir la estructura del suelo bajo sus pies. En su ascenso, el joven bestializado, apuntó con las palmas de sus manos al cuerpo de su oponente y empezó a acumular energía.
«Este es mi ataque más fuerte», pensó Rey, mientras sentía la brisa del viento y recordaba su pelea previa contra Yacer. «Falle la última vez que emplee este movimiento, no me puedo permitir volver a errar»
—“Paso a la destrucción sin final… primer toque”.