Stagnation

Chapter 13
Responsable


En las entrañas de la luna, donde se encontraban las mazmorras del coliseo, los cuatro individuos, con movimientos apresurados, terminaron encontrándose con algún subyugador que trataba de no morir, mientras seguían atrapados por los temblores del lugar. A pesar que los guardias encontrados no trataban de luchar, sino que escapaban, tanto el vampiro como el licántropo, se valían de sus armas para hacerse cargo de ellos.

   Dante y Jhades, estaban malheridos y usaban a sus víctimas como alimento. Encontraron en la sangre y carne humana un exquisito sabor, pero no la suficiente energía como para que se recuperaran del todo. El suelo, las paredes y el techo temblaban como lo podría hacer una casa de goma, si el oro y la plata no fueran tan maleables como lo eran, tal vez adentrarse al interior de una instalación, a punto de ser arrasada, sería más que una locura. Aun así, del techo caían las cámaras y demás mecanismos de ventilación que podían existir, mientras las puertas salían disparadas. Tras esquivar los peligros que los acechaban, se adentraron aún más al interior de los calabozos, al punto de dejar de ver subyugadores y comenzar a notar la existencia de esclavos encarcelados.

  En el camino de bajada, para los dos hermanos resultó refrescante el hecho de luchar y matar a más de una docena de sujetos uniformados. Por un lado, alimentaban sus egos y autoestima al no haber perdido el toque que habían recibido por el entrenamiento de sus maestros en un pasado no tan distante y por el otro, limpiaban el tan amargo sabor que les había dejado el combate contra Gilgamesh. Con cada muerto, recuperaban más de la mitad de sus energías para seguir avanzando, como si fueran máquinas imparables de destrucción que se sustentaban de energía renovable. 

  Daniela y Marín se mantenían detrás, a una distancia parcial de las dos bestias salvajes, que también deformaban las partes apropiadas de sus cuerpos, con tal de ser lo que eran, los depredadores de los humanos. Uno era tan negro como la noche y el otro tan violento como un tornado. Entre miembros destrozados, órganos esparcidos, carne desgarrada y huesos quebrados, ellas caminaban agradecidas de que los dos jóvenes les estuvieran ayudando a avanzar por un lugar que, de otra forma, jamás hubieran pisado. No obstante, el estómago se les quería salir en todo momento, porque no estaban acostumbradas al repugnante olor a sangre, sumado al hecho que la situación prometía ponerse mejor.

 La descendiente de querubines no pudo evitar cubrirse los oídos cuando escuchaba a quienes en un pasado fueron esclavos como ella, mientras lloraban, pedían ayuda, al tener sus cuerpos envueltos en un dolor ardiente. Marín se hacía de la vista gorda ante la matanza, después de todo, para ella, los esclavos que decidieron tomar un camino diferente, con tal de someter e imponer las leyes del soberano de los humanos, no eran diferente de los subyugadores.

    Al doblar el siguiente pasillo, encontraron un sótano de tres pisos de profundidad con incontables puertas conformadas por rejas de hierro. Cada celda albergaba gente hambrienta, enferma y decadente, que solo gemía de dolor cada vez que exhalaba, ya que no tenían fuerzas para quejarse. Más que una cárcel, el sitio podría describirse como un ático viejo, al que se arrojaban los trastos que no tenían uso, esos que esperaban pacientemente ser desechados. Después de todo, quienes estaban en ese lugar eran considerados como propiedad, objetos, materiales de carne, incluso ganado.

   —Son muchos más de lo que esperaba, no creo que podamos cuidarlos a todos. Será mejor que regresen, por si Rey necesita ayuda. Cuando termine de abrir las rejas, les encontraré a mitad de camino, si aún es seguro… —agregó Daniela, quien usaba las fuerzas de su renovado cuerpo para abrir las puertas —Marín, acompáñalos en caso que tengas que regresar por ti misma.

  Con las firmes palabras de la descendiente de los querubines, los tres chicos regresaron por donde vinieron.

 Por otro lado, en la superficie, entre el mundo de lava y piedras calientes, se escuchaban con más frecuencia los gritos de personas moribundas. De pronto, un estrepitoso sonido hizo que Heliúk mirara al cielo y viera el refulgir de un gran rayo que alumbró de blanco todo lo que era negro y de negro todo lo que era blanco. Era capaz de desintegrar, encender y congelar con su presencia lo que llegara a tocar directamente con su luz. 

   El sonido de semejante evento fue muy característico, pues se había escuchado poco antes de la inmolación de los tres héroes de la humanidad, tras el retumbar de una de las trompetas del apocalipsis.

   —¡El apocalíptico! —exclamó Heliúk, con piernas temblorosas, al encontrar la razón por la cual los humanos habían atribuido esos títulos al hijo híbrido de un vampiro y un licántropo. 

  Gilgamesh, quien aún conservaba la resistencia de Enlil, en vez de desintegrarse, sintió como sus huesos se incendiaron y su piel se congeló, tan pronto fue envuelto en el potente rayo que hizo crear a su alrededor innumerables cubos de hielo e incendiar aún más los edificios de oro, plata, cobre y diamantes, que se divisaban a la distancia.

 Agonizando de dolor, el soberano de los humanos cayó del cielo, de vuelta al coliseo, justo en el centro de lo que era un torbellino de fuego, ante los ojos del hijo que había rechazado y condenado a pelear hasta el día de su muerte.

  —Gran amigo mío, perdóname, te lo pido —suplicó Gilgamesh, casi sin poder hablar, pues el aire que aún quedaba en sus pulmones se había convertido en hielo y la piel de su cuerpo se quemaba como una antorcha. 

  El soberano de los humanos se había equivocado en su visión del futuro, malinterpretado el sueño que había tenido. Todo por un error, por tener la esperanza de encontrar a quien siempre había buscado con tanto afán. Su mundo se encontraba al borde de la destrucción y la vida inmortal que tenía estaba a punto de acabar, pues todo lo que había imaginado era lo contrario. 

  Por otro lado, Rey extendió sus poderosas alas negras al aire de una luna que gritaba en sufrimiento y temblaba como si se fuese a partir en dos. Con los ojos inyectados en sangre y su forma de bestia imparable, el joven tomó una bocanada de aire con el propósito de clamar el siguiente hechizo, no sin antes dejar de controlar su energía intimidante, exponer en todo su esplendor el espíritu de lucha que le rodeaba y dejar de controlar sus intenciones asesinas.

   La energía, espiritismo e intenciones por parte de Rey, salieron al exterior en una cantidad abismal, la cual pudo distorsionar el espacio a su alrededor, haciendo que cualquier individuo que le observara pudiera temblar de miedo. 

  Ante los ojos encendidos de Gilgamesh, la luna se reacomodó alrededor de su oponente, en un intento por mantener el balance que había perdido. El aire que había sido empujado y comprimido hacia los alrededores, regresó igual de violento a rellenar el vacío que había sido creado. El evento climático terminó en un grandioso choque con el torbellino de fuego que le envolvió, lo que promovió que los vientos comenzaran a perseguirse los unos a los otros, creando una tormenta, que en cuestión de segundos, juntó al cielo con la tierra.

    La tormenta trajo consigo un diluvio torrencial que se fusionaba con el fuego ascendente. Era como si el cielo, el viento, la luna, las pocas estrellas que quedaron visibles y el fuego, quisieran reflejar la furia tan grande que tenían.

   Dentro de sus entrañas, algo le gritaba a Gilgamesh que su inmortalidad tan anhelada y por tantos trabajos y pruebas conseguida, terminaría cuando su tan apreciado amigo abriera la boca para clamar. Después de todo, ¿cuán poderoso podía ser un hechicero con los conocimientos y habilidades necesarias como para rivalizar contra dioses, siendo un humano? Su amigo estaba muy lejos de ser un humano y a la vez tan cerca de ser un dios, así que la respuesta era evidente. 

  Con sus labios preparados, Rey no pudo clamar y tampoco usar sus poderes de hechicería. Después de todo, había dicho que ante un oponente debía de hacerse ver fuerte, cuando en realidad no lo era. «Clamar el primer toque, en mi condición, trajo como consecuencia que perdiera todos mis sentidos como precio a pagar po el uso incorrecto del hechizo. No puedo ver, escuchar, sentir ni oler… al menos no perdí también la consciencia, como la última vez que empleé este clamado», pensó Rey, quien volvió a tomar un profundo respiro, como si estuviera haciéndolo por primera vez.

   Tras caer en el aire con lentitud, por más que lo intentaba, el joven no podía interpretar ninguna de las imágenes que sus ojos recibían, así como tampoco era capaz de percatarse de nada de lo que sus sentidos le hacían distinguir.

   En medio de una batalla, Rey estaba atrapado en un cuerpo que no tenía ningún contacto con el exterior.

   «Siento un vacío inmenso que me devora, apropiándose, parte por parte, de este cuerpo. ¿Sentir algo? Incluso “querer”, puede generar poder en una situación como esta. Desear algo que no tenga bases lógicas, se ha de convertirse en realidad, si lo deseo con las fuerzas suficientes. Después de todo, la hechicería es el arte de ignorar y cambiar las leyes de la creación. Los vampiros, los licántropos y demás seres sobre humanos son excepciones de la regla. Tanto tiempo he peleado por sobrevivir, por seguir adelante, ¿qué tiene de malo pelear, para querer ganar, para destruir, para imponer respeto y por venganza ante mi pérdida?”

  Envuelto por sentimientos de inconformidad y deseo, los pensamientos del chico se hicieron realidad ante las adversidades. Eso le hizo abrir paso a un sexto sentido capaz de mostrarle una tenue, pero particular visión del mundo exterior.

  Rey ni siquiera pudo deleitarse o asombrarse mucho con el mundo de sombras ardientes que pudo llegar a percibir. Aún no era lo suficientemente claro y por forzar desesperadamente su percepción, perdió la conexión con su sexto sentido, en el momento que sintió la presencia del individuo al que quería matar con todas sus fuerzas, ser y alma. Esa era una presencia que seguía existiendo debajo de él, débil pero presente, que se estaba moviendo y debía ser eliminada antes que se recuperara. A pesar de perder la percepción que había alcanzado, no olvidó cómo estaba posicionado su cuerpo ni el de sus enemigos.

  Con la efímera percepción de su cuerpo que le quedó grabada en la mente, al no poder hablar, Rey decidió usar sus manos para hacer símbolos de un hechizo condicionado, con el fin de manipular el espacio-tiempo, para que su cuerpo regresará, en parte, a como estaba antes de la pelea. 

  Con temblorosos brazos y piernas que casi no se podían mover, Rey golpeó con fuerte ímpetu su pecho, sus puños cerrados, rasgados y heridos, para luego extender las manos en forma de T y empezar a hacer un movimiento circular en el cual una mano subía y la otra bajaba. Un destello dorado apareció y el cuerpo carente de sensación, regresó a ser lo que era antes de comenzar la pelea. Tan solo el ojo derecho pudo ver, el oído izquierdo escuchar y las palmas de sus pies lograron sentir lo suficiente, para que el desgastado y torturado cuerpo de un hechicero pudiera seguir clamando y así lo hizo tan pronto tuvo la oportunidad.

   —“Segundo toque” —anunció Rey, quien tenía un comportamiento altanero y soberbio. Luego miró hacia el suelo en donde se encontraba su enemigo, que estaba dentro del abismo que comenzaba a crearse, en respuesta a la frecuencia provocada por el primer toque.

  Las frecuencias del sonido y luz de este toque clamado por Rey fueron capaces de romper la dirección de las cosas. El fuego y todo lo que se alzaba, comenzó a bajar y hundirse, mientras que el agua y todo lo que bajaba cambió de curso y subió, lo que produjo un efecto de vacío en todo lo estático. El coliseo, las montañas de escombros y fuego encendido por el primer toque, se precipitaron hacia el borde de la tierra. Por otro lado, el agua, contaminada por sangre de los muertos, subió hasta llegar a los cielos.

  Las piernas y extremidades de Gilgamesh, que tuvieron menos suerte, se partieron y retorcieron como ramas secas. El fuego que aún le quemaba la piel, cambió de curso y bajó como si fuese un soplete. La sangre ascendió en su dirección, mientras que el cuerpo sentía que sería partido en dos, por la presión que generaba el vacío provocado por cambiar las direcciones lógicas de la materia.

Tras detener su respiración, como consecuencia del primer “toque” el cual le había privado de los sentidos, Rey no logró entender la razón por la cual el segundo “toque” le hizo experimentar algo diferente a lo que había imaginado o tenía calculado como consecuencia. Como si fuese un envase con un gigantesco hueco, la energía que había acumulado en su núcleo se escapaba de su cuerpo de forma involuntaria. Con la ausencia de núcleo, su vida estaba terminada como hechicero. Aun así, afiló más su mirada y dejó salir sus instintos asesinos sin control, pues entendía que tenía la oportunidad de seguir clamando y finalmente destruir a su oponente. 

—Necesito un último sacrificio —se dijo entre dientes.

Luego de respirar hondo, el caído del cielo abrió su boca y como si fuese un castigo divino otorgado por la propia luna que lloraba moribunda, un potente rayo le alcanzó. Una descarga eléctrica producida naturalmente golpeó el cuerpo de Rey, en el momento justo en el que iba a clamar.

   Tras recibir todo el impacto, Rey tomó medidas de emergencia y cuando era atravesado por la descarga de energía, canceló los tres clamados que había realizado con efecto consecutivo, pues no podía garantizar que se iba a mantener produciendo energía para cumplir las expectativas y ahorrarse el quedarse maldito, por algo que no era el hechizo de los antiblicos.

    Tan pronto la luz desapareció, el interior de los ojos afilados del joven quedó como si fueran velas apagadas. Eso no fue tan fácil de notar, pues la energía que distorsionaba el ambiente seguía emanando, sumado a las intenciones asesinas y la ardiente voluntad de lucha de Rey, quien había muerto, por segunda vez, en el campo de batalla contra Gilgamesh. 

  Al Gilgamesh notar la verdadera fuerza y determinación de su amigo, quien, a pesar de ser impactado por un rayo, ni siquiera pestañó o sintió dolor, tan pronto regresó de vuelta al suelo, no pudo parar de temblar. A pesar de sentir la desagradable sensación de tener sus cuatro extremidades partidas y colgantes, el pánico le hizo arrastrarse con tal de escapar, en cambio, Rey aterrizó lentamente en el suelo infernal.

  Heliúk aún estaba asomado y seguía observando la situación con ojos desencajados. Ver el cuerpo gigantesco de una bestia con las alas extendidas que se posaba sobre el suelo que temblaba y lo hacía tan ligero como una pluma, después de ser impactado por semejante explosión eléctrica que le había dejado un zumbido en los oídos, era impresionante.

   Román, en cambio, le puso su mano sobre el hombro derecho al humano y salió caminando al encuentro de Rey, tras ignorar los llantos de una luna que se quería partir en dos.

Sin tener nada mejor que hacer, el ex subyugador también salió a caminar entre los cristales que se hacían polvo, para darse cuenta de algo que no habría imaginado nunca.

   Rey, encarnación del anterior juez del infierno, el HeroSlayer, el apocalíptico, el híbrido entre un vampiro y un licántropo, estaba parado allí, con los brazos al costado del cuerpo y las alas extendidas y no respiraba. Muerto sin remedio, no se movía en lo absoluto, a pesar de estar irradiando la energía que avivaba las llamas y removía los cristales del suelo.

Román se colocó con rapidez en frente de la criatura que le igualaba en tamaño, cerró su puño y golpeó con fuerza encima de su corazón. El potente impacto se pudo escuchar, pero no movió el cuerpo de Rey, aunque sí pudo ser atravesado con la energía cinética y si hubiese sido una persona normal, incluso pudiera causar daños internos. 

  De un momento a otro, Rey botó un gran chorro de sangre, que Román tuvo que esquivar. Volvió a inhalar varias bocanadas de aire, tosió varias veces, mientras perdía su forma y tamaño de bestia. 

     —¿Acaso no estaba muerto? —agregó Heliúk, sorprendido. 

   —El control y la energía son los que al combinarse de forma consciente o inconsciente capacitan a las sobre especies para sobrepasar una y otra vez a los límites del cuerpo —respondió Román, orgulloso de haber observado la pelea en su estado de meditación. — En otras palabras, el golpe que le di, hizo que su corazón continuará latiendo. Por cierto, Rey, no creo que te queden más muertes de las que puedas sobrevivir. 

  Rey pudo entender que al anciano, más que explicarle la situación a Heliúk, le estaba diciendo de forma indirecta, que era el responsable de salvarle la vida nuevamente. No obstante, decidió dejar de lado las intenciones de Román, con tal de concientizar que había muerto por segunda vez, cuando la primera ocasión fue durante el sacrificio de la vampira a la que amaba. 

  «Cada vez que muero, alguien tiene que sacrificarse y sufrir», pensó el joven de ojos blancos. «En una pelea contra alguien que ni siquiera llega a ser un tercio de la mitad de fuerte que padre, me vi obligado a emplear todas las técnicas secretas y hechizos que había aprendido y preparado. Aun así, me quedé sin recursos y tuve que valerme de un factor externo para que mi corazón regresará a funcionar. Me falta mucho para poder hacer una diferencia». 

   —No tienes que preocuparte, tanto —especificó Román, de manera jocosa como quien le restaba importancia al asunto. 

  —Aún me quedan muchos motivos para desconfiar de ti, — advirtió Rey, con palabras amargas, lo que hizo que Heliúk tomara distancia por precaución. —Has guiado las decisiones que he tomado hasta ahora. Que seas más sabio de lo que aparentas y aún más fuerte que Gilgamesh, me hace tener la sensación que te podrías estar burlando de mí y que soy tu entretenimiento. 

   Román entendió que debía suavizar las sospechas que el chico de ojos blancos albergaba en su interior, lo que le hizo hablar con la verdad de frente y cambiar su carácter jocoso y su modo de decir las cosas: 

   —Rey: siempre oculté mi verdadero poder porque mis intenciones nunca fueron las de luchar, sino encontrar a alguien cualificado para hacerlo por mí, cuando el tiempo de esta luna llegara a su final. Llámalo conspiración y tienes el derecho de desconfiar de mí, porque, aunque aún no te he apuñalado en la espalda, nunca sabrás cuando lo haré, como le hice a Gilgamesh. Cuando llegue el momento, te pido que sea tu turno de juzgar y decidir si estoy lo suficientemente cualificado para ganarme tu confianza. No me tomes a mal, pero ahora que viene al tema y sabiendo las consecuencias, ¿no piensas dejar vivo a ese que tanto insiste en llamarte amigo? Tal vez, sea sensato reconsiderar su posición, para luchar contra lo que nos espera… si es que no te has dado cuenta aún.  

  Rey hizo una pausa ante la pregunta guiada. Los temblores que provenían del suelo no mentían, mientras que el clima seguía empeorando.

   —El final de esta luna no está muy lejos de llegar a su conclusión. Reconozco que debí haber sido más precavido y no apoyarme en el factor suerte, pero pude conseguir decodificar las bendiciones que mantienen vivo al soberano de los humanos. Solo que esa bendición también mantiene viva a esta luna que llaman sol y a todos lo que en ella se encuentran, incluyéndome.     

   —¿Cómo es posible? —preguntó Heliúk confundido. 

  —¿Te diste cuenta? —le preguntó Román a Rey, tras levantar sus ojos y mirar al cielo teñido de rojo, que era el mismo firmamento cuyos puntos blancos se hacían más y más grandes, pues no era un cielo de estrellas, sino uno estaba abarrotado por embarcaciones humanas—. La suerte de Gilgamesh fue y aún es el fino hilo que mantiene existiendo a esta luna que muchos llaman sol. Después de tanta destrucción, no creo que nada tenga salvación. Es increíble que la suerte de un individuo sea suficiente para sostener toda esta civilización, junto a la felicidad de millones de vidas humanas, por tanto tiempo. 

   —Dejando de lado que sea mi padre, —agregó Heliúk— Matarle no solucionará nada si conlleva a nuestra destrucción. Desde un principio él te quiso a su lado con tal de crear grandes cosas. ¿Lo recuerdas, Rey? 

    Rey respiró con determinación en su mirada, mientras se tocaba la nueva cicatriz de su cuerpo, esa que tenía en un costado del abdomen, que le recordaba el sacrificio de un ser querido que maldijo a Gilgamesh, a la luna que llamaban sol y a todos los que viven en ella, aunque no fuese correcto. Sumado a que ese lugar, desde ese momento y en adelante, carecía de la oportunidad de regresar a ser pacífico. Conquistar sin destruir no era tarea fácil, al menos no en ese punto, en el que todos los humanos que residen en las galaxias colindantes estaban invadiendo y si un dios podía matar a mil humanos, la contribución de mil humanos podía matar a un dios.    

   —Juntarme con Gilgamesh es hacer que todos los que sean débiles mueran, eso te incluye a ti y a quienes conozco. —respondió Rey. Además, que él había tenido la grandiosa idea de transmitir en vivo y en directo la localización del individuo más odiado por todos los humanos, que era el responsable de todo lo que sucedía.

 —Pero las personas pueden cambiar y mi padre no tiene amigos, hasta el momento, porque no existía nadie que pudiera decirle que estaba equivocado, —aseguró Heliúk, quien intentó seguir hablando, pero alguien lo interrumpió, desde lejos.

    —¡Rey! —exclamó Jhades en voz alta, con la intención de llamar la atención de su hermano—¿Dónde está Gilgamesh? Estamos recuperados y venimos a ayudarte, en caso que mueras otra vez, ya sabes… lo usual.

  “Llegaron tarde,” quiso decir Rey, pero no creía que fuera correcto decirlo, porque sus hermanos se habían comportado bien en el combate anterior. 

—Gilgamesh no es más una preocupación —respondió, extrañado con las palabras de su hermano vampiro, quien por naturaleza, no pedía nada a no ser que estuviera ganando algo de por medio. 

  —Tenemos una situación—dijo Jhades, tan pronto se acercó y bajó su guardia. 

   Heliúk se detuvo en el lugar, cerró sus ojos y pudo sentir cómo la noticia que incluía al recién revivido con la palabra “tenemos” le traería aún más peso sobre sus hombros. Que un vampiro estuviera hablándole de esa forma, era porque se traía algo entre manos.

  Román, en cambio, mostró una sonrisa como quien esperaba escuchar algo.

El vampiro se acercó más que sus otros dos acompañantes. Tras aguantar la respiración, inflar su pecho y tomar la delantera, antes que lo hicieran Dante o Marín, informó: — En la profundidad de las mazmorras, encontramos a más de una docena de prisioneros dispuestos a seguirnos y luchar, junto a quienes fueron salvados del área de descontaminación dentro del templo, quienes también están allí. Ellos son el fuego de la rebelión que dejó Akai. 

   Rey abrió sus ojos para mirar al vampiro, que la mayoría del tiempo disfrazaba la verdad por hábito. Con la situación, el comportamiento y las circunstancias, no era necesario que estuviera mintiendo, sino que quería creer y hacer creer algo que tal vez no era verdad. Al cambiar la dirección de su mirada hacia Dante, Rey pudo entender que no quería intervenir por miedo a meter la pata. Eso le hacía ver, que, en cierto modo, estaban influenciados por las chicas que les acompañaban, para querer dejar de ser quienes eran y aparentar encargarse de la vida de otros individuos. 

  «¿Cuánto tiempo mantendrán esa actitud? Al menos, esta vez, no parecen hacer las cosas por competitividad, como antes» pensaba Rey, al tiempo que sabía que si tomaba alguna decisión que no satisficiera los deseos de sus hermanos, eso significaba seguir un camino diferente al de ellos y dejarles atrás, en esa luna a punto de destruirse, lo que conllevaba a la muerte inminente de ellos y la ruptura de la promesa que tuvo con su madre en el pasado.

  Los temblores de la luna se duplicaban a cada segundo. Bajo la mirada de Román, hacerse responsable de quien sabe cuántos individuos enfermos y decaídos, era algo que se debía meditar en tranquilidad. Después de todo, si Rey cometía un error y perdía su propia vida por estar haciéndose responsable de otros individuos que ni siquiera conocía, estaría fallando a la promesa de Lía. Pero, si conseguía un lugar próspero para la vida con el precio de estar solo ¿Lía y sus hermanos aguantarían semejante situación?    

  Tras pensarlo, recordar las palabras de Akai, nombre que sutilmente Jhades dejó caer en su conversación manipulativa y verse en el reflejo de su propio padre, Rey decidió aceptar la sugerencia de su hermano, lo que provocó felicidad en el rostro de los presentes, particularmente en el de Román.  

  —Traigan a quienes quieran seguir viviendo a este lugar, pero tengan en cuenta que, a partir de este momento, las vidas de quienes me sigan tendrán el mismo peso que las de ustedes. Ni más, ni menos. 

   Jhades con una enérgica actitud, consiguió lo que tenía previsto obtener y se sintió orgulloso por seguir el camino que su amada le sugirió tomar. Dante y su compañera entendieron su propósito, así que ambos se pusieron en marcha junto a las pisadas de Jhades. 

   Tras darle un último vistazo a Heliúk, Rey se dispuso a marchar en dirección a donde había escapado Gilgamesh, como si fuese alguien con asuntos pendientes que necesitaba terminar.   

   «A un enemigo no se le puede dejar con vida, a menos que termine siendo tu amigo”, pensó Rey, mientras caminaba calmadamente.

 Una de las paredes de la arena estaba tumbada, lo que mostró la entrada a lo que parecía ser un pasadizo secreto por el cual Gilgamesh había decidido adentrarse. Muy lujoso como para ser transitado por esclavos, muy pequeño como para ser usado en circunstancias normales. Sin duda, el pasaje era uno de los múltiples medios de escape que garantizarían la seguridad de los espectadores importantes. 

  Rey ya no tenía sus ojos inyectados de sangre, pero se sentía cansado, porque la fisura en su núcleo aún seguía dejando que la energía en su interior escapara.   

 Tras levantar sus manos, Rey podía ver en su piel manchas negras, lo que representaba el avance de la enfermedad. Paso a paso, observó el final del pasillo. Después de todo, no podía matar a Gilgamesh, sin antes darle tiempo suficiente a sus hermanos.

   «Dejar vivir a alguien que podría ser una amenaza en el futuro, no es una muy buena opción… Román no es la excepción, pero siempre existen circunstancias especiales» reflexionó el joven de ojos blancos. «Por otro lado, para que alguien como él escape, es porque sabe que va a morir irremediablemente, si no, ¿por qué habría de hacerlo? Preservar la vida es un instinto natural que todos tenemos».  

  —Última ronda y será mejor que corras, porque por cada momento que dejes de moverte, estaré más cerca de alcanzarte —dijo Rey en voz alta, con el sonido grave y aterrador de su voz, que resonó por las paredes de todo el lugar.

  Por otro lado, Jhades, Dante y Marín corrieron en dirección a las cárceles donde se encontraba Daniela. Sin muchos retrasos en su segundo viaje, los jóvenes notaron expresiones preocupadas en sus rostros. Para ellos, el hecho de no encontrarse con nadie en el punto medio del camino, les resultaba extraño. 

  «¿Tal vez no he debido dejar a Daniela sola? Si un subyugador quedó vivo y se encontró con ella…» fueron los pensamientos de Jhades, quien aceleró sus pasos, contrariado de preocuparse tanto por un envoltorio de comida. «Después de todo, ella me ha dado tanto trabajo para mantenerla con vida, que dejar que muera por algo insignificante, no tiene sentido». 

  El vampiro no se reconocía, casi al punto de tener que respirar agitado. Pasado un tiempo, los tres jóvenes llegaron a donde estaban las cárceles y se dieron cuenta de una cruel realidad, que no se les había pasado por la cabeza cuando estuvieron anteriormente. 

   Daniela y unos cuantos individuos, cuya constitución corporal no era la mejor, recién terminaban de abrir las rejas de la última celda. En el lugar se escuchaba la firme voz de la chica que daba ánimo y exhortaba a seguir adelante a todos y cada uno de los que fueron forzados a convertirse en guerreros, esclavos y damares. 

   A pesar de la enérgica voz, las miradas de los presentes no querían seguir viviendo, sin contar los que estaban muriendo por heridas o enfermedades. No era que algún muerto fuera a levantarse para seguir viviendo. 

  Marín, insultada porque, aunque todas las celdas estaban abiertas, nadie vivo quería salir o escuchaba las palabras de Daniela, comenzó a alterarse y golpeó la pared más cercana: 

   —¿Este es el fuego de la rebelión dejado por Akai? Una miserable ascua de carbón envuelta en cenizas. Les conseguimos un lugar junto al “caído del cielo”, el poderoso ser dijo que quienes le siguieran serían tratados como hermanos y hermanas ¿Acaso con la derrota de Gilgamesh no quieren su libertad en esta luna que no para de temblar?

  El vampiro se preguntó preocupado, si esperaba la felicidad de su amada, pero su rostro denotaba tristeza. La infelicidad del saco de sangre era causada por quienes no se levantaban y eso le representaba otro problema. 

  De los pocos que levantaron sus miradas para observar a la causante de semejante escándalo, alguien lanzó al aire una pregunta:  

   —¿Para qué seguir viviendo? ¿Para seguir sufriendo? —los lamentos se escucharon, tras esas palabras. —Alargar nuestras vidas donde no existe sitio para ir, es ilusionarse en vano. Junto a la llegada del caído del cielo, corre el comentario que esta luna está considerada como contagiada, por la presencia de un ser categoría tres. Si salimos, igual seremos exterminados, por las fuerzas de la OEM, cuando exploten estos collarines. 

  Las palabras del individuo, aunque pesimistas, eran la realidad para muchos de los presentes, que no tuvieron las fuerzas suficientes para hablar.

    Marín no tuvo más remedio que agachar su mirada.

   —¡¿Quién dijo semejante estupidez?! —Ante la impotencia de su amada, Dante rugió con ferocidad mientras obligaba a alguien a ponerse de pie. 

  Que el lobezno viera sufrir a su chica le provocaba una angustia tan grande en su pecho que no podía soportarla. Eso tan solo se podía aminorar siendo violento contra otros. 

   Jhades arrancó con sus manos el collarín explosivo que tenía puesto el sujeto al que Dante puso de pie. Con esto, todos los que estaban cerca se asustaron, ya que creyeron que explotaría, pero no fue el caso.

  —A pesar que se entregan y aceptan sus muertes, ¿aún tienen miedo a morir? —dijo el vampiro de forma irónica, con desprecio en sus palabras, como si mirara algo desagradable—. Quienes cambian de opinión, aún son libres de quitarse los collares y seguir viviendo.  

   Ante la milagrosa situación, los presentes sintieron motivación por las acciones de aquel que mostraba sus potentes ojos azules. Con lentitud y aterrados movimientos, de uno en uno, comenzaron a quitarse los collarines, presionando fuerte, tanto los dientes como los párpados. Después de ver que el letal objeto no estallaba, la felicidad y los deseos de vivir inundaron los rostros de los miembros de esa clase oprimida por tanto tiempo. 

Tan rápido como pudo y con disimulo, Daniela corrió para encontrarse con su amado y luego de contenerse y evitar abrazarlo, le preguntó. —¿Cómo lo hiciste? — Se refería a los collares. 

   Los ojos de una chica feliz que le miraban, los movimientos con los que se aproximaba hacia él, eran esos que provocan la felicidad en cualquier joven enamorado. Los mismos que hicieron a Jhades respirar orgullosamente y prepararse para recibir halagos.

  —Envoltorio de sangre, mi inteligencia es superior —respondió el vampiro, mostrando triunfo en sus expresiones, con tal de no explicar el resultado de algo que fue producto de pura coincidencia.

     —Querubín, —llamó una voz moribunda—. Antes estabas preguntando por alguien como tú, de ojos y cabellos rosados, ¿no? —dijo un individuo que por ahí pasaba, lo que exaltó a la chica, la cual detuvo sus movimientos. —Me temo decirte que él, al ser informado de la muerte de sus padres, le levantó la voz a un oficial y fue transferido hacia otra localización. 

  El individuo que hablaba, no tenía idea que el otro querubín tal vez era el hermano de ella, lo que le hizo hablar sobre la muerte de sus padres, sin sutileza. Los mismos padres que podían ser los de Daniela, los seres a quienes más quería y adoraba en el mundo. Sabiendo eso, la chica tragó en seco y bajó la cabeza, sentía que quería ser egoísta, tanto que no se conformaría con que su hermano estuviera con vida para sentirse bien. 

   —Jhades… —dijo Daniela con ojos de querer algo.

Al entender que la felicidad y su momento de grandeza duraba tan poco, Jhades agarró la mano de la descendiente de querubines por primera vez y con seguridad en su mirada, accedió a la petición silenciosa que le hizo. Al vampiro no le incomodaba que su sesión de halagos fuera interrumpida, porque ver la desesperación y el sufrimiento en la cara de la chica que recibió una cruda noticia, le hizo sentir mucha más satisfacción. Tanto que le hizo preguntarse «¿Y si ella logra ver el cuerpo de sus padres muertos?»

   —Dante, Marín, ¿pueden encargarse del resto? —preguntó el vampiro, que tenía algo entre manos. 

  La pregunta por parte del joven de ojos azules recibió una confirmación firme en respuesta. Tanto Dante como Marín estaban decididos a encargarse de quienes necesitaban abandonar la instalación, antes que se derrumbara. Con esto, el vampiro y la descendiente de querubines, se pusieron en marcha a donde señalaba la mano del individuo.

 Los temblores del suelo y las paredes empeoraban con cada segundo, indicando que no tenían mucho tiempo. Los dos decidieron emprender el camino a lugares mucho más profundos de la instalación. 

  Con cada paso que daban al atravesar los tres pisos, las mazmorras se hacían más robustas en estructura y pequeñas. Tanto, que las puertas no eran rejas, sino láminas de metal sólido con remaches y tornillos de materiales inoxidables. En el interior, habitaba tan solo un individuo, el cual no parecía haber perdido las esperanzas de vivir. Entre los sobrevivientes se pudo notar a un pequeño niño verde, el cual le pareció familiar a Jhades, pues era similar a alguien a quien conocía.

 Luego de disparar sus armas, Jhades destrozó las cerraduras de las puertas, mientras pasaba apurado con su amada, quien tan solo tenía tiempo de gritar un nombre: Max.  

  —¡Hagan su camino hacia la arena! —dijo Jhades, en cuanto las puertas se abrían y Daniela decidía por donde ir, casi al borde de la desesperación y el desconsuelo. 

  Los rincones de la instalación fueron cuidadosamente inspeccionados por los jóvenes hasta que llegaron a lo que parecía ser el final. Una gigantesca compuerta bloqueaba la salida, pero como en un tiempo fue la entrada por la que todas las personas debían pasar para poder dirigirse a las gradas de la arena, el lugar tenía ciertas decoraciones llamativas y numerosos puestos de venta vacíos. Sillas, fuentes, comida aún fresca, alguna que otra persona muerta en el suelo tras ser aplastada por una multitud alocada, paredes lujosas y muchas indicaciones que señalaban, por dónde debían hacer la fila, aquellos que quisieran obtener algo.

   Daniela, familiarizada con el sitio, se abrió paso entre los diferentes puestos de ventas, dejando atrás a quien la acompañaba. 

    —¿Qué es esto? —preguntó Jhades, cuando finalmente llegó al sitio que su amada quería encontrar. 

    —Esta es la entrada al mini templo de artes amatorias de la arena —respondió la chica entristecida, de no haber podido encontrar a su hermano. —Así como sucede con los hombres, las mujeres no aptas para pelear, tienen la elección de servir a los humanos. Ayúdame a abrir esta puerta que está bloqueada.

  Mientras los temblores se hacían más estrepitosos, Jhades mandó a Regres a que se apresurara para abrir la puerta indicada por Daniela, quien hizo espacio a un lado y cubrió sus oídos.

   Con el retumbar de explosiones provocadas por el disparar balas de una pistola de energía, la cerradura y diferentes bisagras que mantenían a la puerta de metal en su lugar fueron golpeadas violentamente. El metal no dejaba pasar las balas al interior, pero en su estructura quedaban estrepitosas abolladuras. Desde el otro lado, entre las detonaciones de disparos, se pudieron escuchar murmullos y gritos de docenas de voces preocupadas:

  —Aléjense que es peligroso.

 Tras una ronda de diez balas, la robusta puerta de metales rosados, se vino abajo y los cuerpos femeninos, cubiertos de pocas prendas, quedaron expuestos. 

   El pánico de las numerosas mujeres que intentaban protegerse de los temblores del lugar, resultó obvio para Daniela. Ella podía entender que quienes estaban ahí adentro, tenían sus ojos bien abiertos, ante la idea de terminar aplastadas por una puerta de metal semejante. Pero ella no tenía tiempo de entender o explicar sobre la situación. Tras distinguir los rostros y mencionar el nombre de su hermano, siguió avanzando.  

  Ante la inesperada entrada de un vampiro y una descendiente de querubines por una puerta que recién había sido derribada, las sacerdotisas, con rostros confundidos, se quedaron a la espera de alguna orden que pudiesen recibir. No sabían si alegrarse o preocuparse. Tan solo estaban acostumbradas a recibir órdenes y ofrecer sus cuerpos, ya que, gracias a eso, se habían mantenido vivas por tanto tiempo.

   Daniela escaneó con su mirada y continuó su camino de forma apresurada.

   —Diríjanse a la arena, junto a los demás, si desean seguir viviendo, —aclaró el joven de ojos azules, que no tuvo más remedio que hablar. No podía negar que las mujeres presentes eran más afines a su gusto, respecto a la apariencia física, pero no en el sufrimiento.  

  Con deseos de seguir viviendo, las mujeres procedieron a salir del lugar por la entrada principal, sin hacer ninguna pregunta. Por otro lado, al hojear los papeles que llevaban el registro del lugar, Daniela no pudo encontrar el nombre que estaba buscando, eso significaba que su hermano no estaba ahí.

  —Le hemos dado la vuelta a toda la arena ¿en dónde más podría estar? —se preguntó Daniela, acercándose más al enorme vacío que incluía la pérdida de las esperanzas. 

   Los temblores ya deformaban el techo y las paredes, aun así, Jhades empleó su mano para levantar la cabeza caída de su amada y darle ánimos, ya que, para él, la mejor parte, aún no llegaba.

  —Daniela. Sigamos buscando…

Luego de secarse las lágrimas con las muñecas, decidió darle su mejor cara a la situación, antes de seguir adelante. Después de todo, tal vez no había llegado a salvar a su hermano ni a sus padres, pero si estaba haciendo algo para salvar a quienes estaban en el coliseo.

  —Antes que comenzaran las festividades, un querubín fue ingresado a la fuerza —dijo una de las últimas chicas en salir.

  —¿A dónde fue llevado? —preguntó Daniela desesperada.

  —A la sala de BDSM, que está al final, bajando las escaleras. Tal vez, por esa razón, no fue inscrito. 

  Tan rápido como pudo, la chica de cabellos rosados agradeció la información y se fue en dirección a donde le habían indicado. Jhades, motivado a continuar hasta el final, le siguió detrás, muy cerca. 

  Apenas llegaron al fondo de las escaleras, se encontraron con unas compuertas deprimentes, bañadas con el inconfundible hedor de la sangre. Dentro de ese lugar, salían gritos de dolor y de sufrimiento. Daniela, asustada, empleó sus manos y con fuerza se tapó los oídos para no escuchar. Le desgarraba el alma que semejantes sonidos provinieran de una persona. 

    El vampiro, sin poder ocultar el deleite en su rostro, levantó sus armas y abrió fuego con tal de tumbar la puerta. Estaba preparado para ejecutar de un disparo a cualquier subyugador, si es que se encontraba con uno. 

   Apenas la puerta se vino abajo, el vampiro pudo identificar la presencia de dos individuos, uno amarrado a una silla, mientras el otro estaba armado con un cuchillo. Jhades se dispuso a desaparecer y convertirse en una niebla negra, con la intención de aniquilar a quien le podía amenazar, pero Daniela lo detuvo. Ella fue la primera que entró en la habitación, se quedó mirando al torturador a los ojos y no a quien estaba siendo torturado y amarrado sobre una silla, con la cabeza cubierta por una capucha que dejaba ver sus ojos y nariz. 

  El sujeto que sostenía el cuchillo en sus manos, compartía el color de ojos característico de los querubines, aunque sus ojos estuvieran teñidos de sangre. Ese era el hermano que Daniela, que había estado buscando.

   Tan pronto reconoció la presencia de su hermana, soltó el cuchillo por sorpresa.

  Luego de bajar sus armas y entender la situación, tras la reacción de su amada, Jhades no tuvo duda que ella estaba a punto de enojarse y pelear. Lo que le resultaría encantador de presenciar.

   —¿Quién carajos viene a interrumpirnos? —preguntó el torturado, pero su voz no fue escuchada por la chica.

   —Como siempre… el “busca problemas” de la familia. Eres un querubín, tu propósito es ayudar a los humanos no…hacerles estas cosas—, regaño Daniela al torturador de cabellos rosados, quien intentó esconder el cuchillo que había dejado caer al suelo con el pie derecho, detrás de la silla. 

  —¿Quién dice? —replicó indignado el joven que vestía pocas prendas—. ¿Mi propósito es dejarme torturar, sin oponer resistencia, para ayudar a este humano? Daniela, este sujeto mató a nuestros padres ante mis ojos y pretende matarme si después de esto yo le dejo con vida. ¡¿Cómo me voy a morir tranquilo sin hacer justicia con mis propias manos?! ¿Sin dejar de mostrarle al mundo que puedo ir en contra de mi naturaleza?

  —Patéticos… ¿Qué es lo que no entienden? Si deben servir a los humanos es porque nosotros somos sus dioses —dijo el sujeto insultado.

   Daniela, aún más enojada, se acercó a donde estaba su hermano, tomó un puñal de la mesa allegada y de una estocada lo clavó en el pecho del humano, que abrió sus ojos como quien presenciaba algo increíble. 

   —Para tu información, hacer justicia no es torturar… Todo este mundo comenzó a temblar gracias al hermano de Jhades, quien venció a Gilgamesh en batalla. —dijo Daniela, con voz de regaño.

   El sujeto de cuerpo joven y un poco más alto que su hermana, frunció su ceño tan pronto la chica tartamudeo el nombre de Jhades. Miró sospechosamente a su hermana, mientras se limpiaba su quijada y luego, agregó desconfiado:  

  —Nunca en tu vida has tartamudeado el nombre de alguien, ni siquiera soñaste con matar a un humano… ¿Acaso caíste?

   En un arranque de rabia, la chica le arrancó el cuchillo del pecho al sujeto moribundo, para apuntar en dirección al pequeño de ojos azules, que miraba enternecido la escena proporcionada por una lluvia de sangre. 

  Salpicada por el líquido rojo, los cabellos de Daniela ya humedecidos, se movieron de manera ondulante:

  —Sí, caí por él, cuándo me salvó de morir.

  Max negó con su cabeza, estaba decepcionado y no aprobaba lo que su hermana le decía.

 Daniela le dijo:   —Te dije que este momento iba a llegar, tarde o temprano ¿Cómo te atreves a romper nuestro trato y no aprobar mi decisión con alegría? 

    —Nuestro trato era cuando los dos tuviéramos a alguien, no que te aparecieras y me dijeras, “Jh… Jhades” de la nada y sin previo aviso. —comentó el querubín, fuera de sí.

  —¿Por qué crees que te vine a buscar? —preguntó Daniela, insultada por la actitud de su hermano—. Estoy aquí porque te quiero junto a nosotros, con tal de no abandonarte, Max.

  «Un segundo saco de sangre, dos por uno…» se decía Jhades.  

  La chica dejó salir lágrimas de sus ojos, gotas que representaban toda una variada cantidad de sentimientos mezclados, que, tal vez, no sería capaz de explicar. 

Aun siendo necesitado, entre temblores y sangre, Max rompió a llorar mientras abrazó a su hermana, para luego abrir los ojos y mirar al vampiro que se levantaba con una sonrisa al final del pasillo, como si estuviera considerando una decisión difícil de tomar.

Por otro lado, Jhades miró de vuelta a los ojos que le observaban. En su opinión, la sensación de contaminar la naturaleza inocente de otro individuo no le vendría mal del todo, tras sacar al mundo exterior el egoísmo y la inconformidad que llevaba dentro, algo que le resultaba intenso y muy placentero de sentir. 

  De pronto, antes que Max pudiera decirle algo más a su hermana, el techo del lugar se achicó, mientras que el suelo comenzó a temblar, de tal forma, que fue difícil sostenerse de pie. 

   La voz de Jhades se hizo escuchar.

   —¿Quieren terminar comprimidos? Nadie sabe cuánto más puede durar este lugar. 

Luego de seguir las palabras del vampiro, tanto Daniela como su hermano, salieron disparados de la habitación, que terminó de juntar el techo con el suelo, como si fuese una lata de soda aplastada por un zapato.

  Tras subir las escaleras con un paso apurado, el querubín no dejó de llevar consigo uno de los cuchillos que había tomado, pues el poder que emanaba la presencia del joven de ojos azules le resultaba inquietante y aún más aterrador, fue que su hermana matara a alguien sin remordimiento y dejara la memoria de padre y madre atrás, con tanta facilidad. Después de todo, lo que se veía como tortura, fueron sus múltiples intentos fallidos de querer matar al humano con sus propias manos.

 



Rey De-Heavens

Chapter 13
Engullido por la oscuridad


A pesar de que los pequeños asumieron que el Gran Mago Sabio había sido el responsable de invocar semejante criatura, retrocedieron con ojos desconfiados. No solo por la apariencia, sino porque la presencia que irradiaba semejante abominación no era compatible con ninguna forma de vida.

Con movimientos cansados y poco interés por los jóvenes, el gigantesco cuerpo que dejaba sus pechos, barriga y entre piernas quemadas y putrefactas al expuesto, procedió a tomar con sus manos algo que antes no se veía, individuos que ya habían dejado el mundo de los vivos. Constan y Frederick aparecieron de pie, con características fantasmagóricas y rostros de estar perdidos. Los tres pequeños apretaron sus puños mientras contemplaban la escena. La presencia, valiéndose de una lanza rota decorada con joyas muertas, atravesó el cuerpo de aquellos dos. Como mismo una aguja y un hilo cosían sombre dos pedazos de tela, las dos almas quedaron atrapadas en la gruesa cadena que comenzaba en la parte trasera de la lanza rota y terminaba amarrada en la cintura de la criatura. No importó cuánto se resistieron aquellos dos, en pocos segundos terminaron similares al resto de los encadenados,

De los tres agresores principales, Yacer fue el último en encarar a la imponente presencia. Aunque parecía despertar un poco más de importancia en la mirada del Misionero de Mil Almas, pues el espíritu aún estaba atado a los pocos fragmentos de metal. En la mano del cuerpo putrefacto, de un tirar, fue alargado el plasma blanco que representaba la existencia intangible del espíritu humano conectado a los restos de metal.

Cuando la criatura sacó casi por completo la sustancia blanca del cráneo metálico, Yacer, quien no podía escapar del agarre por más que se resistiera, notó que perdía sus fuerzas, deseos y voluntad. El Misionero estaba extrayendo el alma del interior de los restos no orgánicos que habían existido en el cuerpo de Yacer. Al llegar el momento en el que por más que jalara ya no sacaba nada, con rapidez y conocimiento de su trabajo, la criatura usó el filo desgastado de su lanza para separar definitivamente el alma humana del cuerpo no orgánico. Yacer perdió el derecho de su cuerpo para ser el perfecto tributo a cadenas, así como procedieron a ser los demás cientos de seres que habían perecido en el sitio. Aunque el trono quedó en el lugar, apenas terminó su trabajo, la presencia abrió un agujero en donde solo existía aire. Al otro lado de la inquietante fisura flotante se podía ver un gran muro con extrañas inscripciones, el cual exponía su naturaleza única: la puerta principal del infierno. La oscuridad y las sombras se desvanecieron en el aire tras la marchada del Misionero de Mil Almas.

El odio y la rabia en el interior de los jóvenes se había aliviado, aun así, la tristeza se mantenía, lo cual hizo al Gran Mago Sabio decir las siguientes palabras:

—Los estaré esperando en la montaña, lleven a sus compañeros, tal vez pueda hacer algo al respecto —Para, acto seguido, marcharse por donde vino.

Jhades regresó su cuerpo a la normalidad. Sin intercambiar palabras o miradas con sus hermanos, volteó y cogió en brazos lo que queda de su fiel acompañante peludo. Para él las palabras siempre estaban de más. Lo mismo hicieron Rey y Dante. Rey intentaba encontrar una manera de revertir la situación:

“Pero mis artes de resucitación como hechicero ni siquiera se acercan al rango principiante. Por otro lado, aun no comprendo del todo mis capacidades de resurrección como vampiro… Madre fue capaz de revivir a mis hermanos porque los amaba… amar es la condición para usar el control elemental “vida”. Naturalmente ella no ama a ninguno de nuestros felinos”; con aire optimista, él pensó en las palabras de su maestro. “Existen diferentes maneras de alcanzar la misma meta”. Levantando la mirada, observó en dirección al anciano que se marchaba. “Tal vez él tenga una manera diferente. Aunque me extraña que sea él quién se brinde a ayudar… Podría terminar haciendo un pacto no muy favorable. Aun así, cualquier cosa que le devuelva a la vida…”. Rey hizo una pausa, se dio cuenta de que estaba desesperado, de que había caído del todo en las manos de su enemigo.

En un caminar apurado, los dos hermanos no tuvieron más remedio que seguir a Rey de regreso. Jhades estaba alegre de retornar a donde era seguro, aunque tuviera que ensuciarse las prendas que le quedaban con la sangre de su felino. Por otro lado, cabizbajo caminaba Dante, más para agradar a quien no hacía mucho lo había golpeado. Los tres fueron asaltados por algún que otro enemigo aprovechado, pero solo se volvieron a ver los dos destellos alrededor de Rey y todo el problema fue resuelto. Una vez delante de la montaña, los tres jóvenes se las arreglaron para subir. Tanto Jhades como Rey extendieron sus alas mientras que Dante, confiando en sus pies, pegó varios saltos lo suficientemente potentes como para llegar a la punta de la montaña junto con sus dos hermanos y caminar hacia adelante, rodeando los cuerpos que obedecían a Maryam.

Naturalmente, la madre limpiando sus lágrimas, preocupada, descendió de dentro del cuerpo del Coloso de Oscuridad y Sangre hasta el interior de la barrera para recibir a sus hijos. Al principio estaba convencida de que podía, pero al verle los rostros, ella no encontró palabras que pudiera expresar para reconfortar, tranquilizar y animar a sus pequeños.

—Lo siento —No pudo evitar pedir perdón y quedarse a un lado como quien se sentía culpable de no poder hacer más.

Rey, levantando la mirada, mostró el fantasma de un rostro aliviado de dolor y los ojos de conformidad, haciendo entender a su madre que todo estaba bien, que él entendía. Alentada, la madre recuperó fuerzas, reconociendo que su hijo era mucho más fuerte y comprensivo de lo que creía a pesar de no haber muerto. Dante y Jhades, por otro lado, eran quienes habían experimentado el proceso de iniciación; no entendieron mucho el significado, ellos ignoraban el hecho de la muerte de sus felinos y saber si esto revivirán o no era lo menos que podían hacer antes continuar adelantes. Rey retomó su caminar, reincorporándose al paso de sus hermanos. Y así los tres se acercaron al anciano.

El Mago Sabio estaba sentado en una piedra al final, rodeada de abundante vegetación, avivada cálidamente por la luz que recién salía y la sangre de bestias que adornaba la tierra. Rey se arrodilló en el suelo para tender sobre el mismo los restos de su acompañante. Él había entendido que lo que tenía delante era una mesa de ritual. “Estoy desesperado. En efecto. Mi interior es caótico. Cada vez que respiro percibo una sensación diferente. Cada vez que pienso o tengo algún motivo, esta sensación se hace más fuerte… Él lo tenía todo planeado desde el principio… Él me advirtió el camino”. Pasando a hablar en voz alta, Rey continuó:

—No sería yo si no hablo y digo que he venido ante ti para saber si puedo salvarla. Tiene que vivir. Quiero que viva. Por favor, sálvala, haré lo que sea —En silencio hizo una pausa—. Te doy la respuesta que deseas. Tuve que presenciar lo que es la muerte de alguien cercano para darme cuenta.

El Gran Mago Sabio abrió sus ojos con lentitud, pretendiendo no haber esperado dicha situación. Había conseguido el objetivo de hacer más manipulable al pequeño de ojos blancos que siempre había actuado tan arrogante y soberbio. Él sabía que Rey sospechaba que algo se estaba tramando y, claro, no podía proceder con su plan sin antes tener la oportunidad de endeudar al mismo y mostrarle que él era una presencia amigable. Los hilos que ataban al pequeño cuerpo fueron reemplazados por cadenas, cadenas que no venían de arriba sino de las pieles que cargaba y de sus hermanos. Eran las criaturas con las que había pasado un poco de tiempo y ya se había encariñado. Pero dichas cadenas eran finas y débiles, blancas, formadas tan solo por el sentimiento de saber que él era muy fuerte y que se podía enfrentar contra cualquier cosa, pero los que lo siguen no pueden y están atados a las consecuencias. ¿Qué pasaría si él, quien desconocía la muerte, perdía al ser más preciado que tenía? Sin más nada de qué preocuparse, la vida no tendría significado, estaría dispuesto a buscar sangre y poder. Ser fuerte es un camino solitario, pero Rey no estaba acostumbrado a andar solo.

—Aprecio que te dieras cuenta

En victoriosa, en vez de feliz y jocosa, se transformó la expresión en el rostro del longevo ser.

—Querer recuperar, no es un sentimiento que pudieras tener sin antes no haber tenido una pérdida de algo o alguien importante. Siento aprovecharme de esta situación, pero así es la vida si no colaboras bajo mi control.

Tras su comunicado, el anciano hizo un clamado en voz alta:

Gran Altar.

Del suelo se levantó una gigantesca roca plana. El Gran Mago Sabio habló:

—Poned los restos sobre esta piedra… — Hizo una pausa, espero que sus instrucciones fueran llevadas a cabo y continuó—. Regresarlos a la vida tendrá un inconveniente… De ahora en adelante, sus compañeros felinos tendrán el propósito de vivir como servidores de ustedes. Si quieren proceder, espero estén preparados para efectuar la ceremonia.

—¡¿Serán esclavos?! —dijo Rey exaltado, pues la resurrección de algo o alguien por esos medios es tratar de convertirlos en esclavos.

La esclavización del cuerpo después de la muerte era el método más denigrante con respecto a las libertades de vivir y la forma en que los vampiros podían usar con quienes no amaban gracias a sus linajes. El Gran Mago Sabio repuso:

—No exactamente… con el tiempo, pueden llegar a ser independientes. Pero, por ahora, es el único medio. Para comenzar, deben bañar con su sangre las armas que les di.

No haciendo más pregunta, tanto Rey como sus hermanos se hicieron una incisión en la mano. Ellos, con sus dedos, presionaron la herida y esperaron el momento en que la mayor cantidad de sangre saliera hasta que bañaron el instrumento con el cual habían luchado.

—Arrodíllense y extiendan sus armas como ofrenda a ser el futuro cuerpo de sus compañeros.

Tras seguir las instrucciones al pie de la letra, los instrumentos de combate comenzaron a rodearse de un brillo divino, el mismo brillo que la mesa estaba exponiendo y con el cual los restos fueron envueltos:

—Sea uno, el cuerpo y el objeto…. Atraviesen con su arma los restos y hagan de ellos su youses.

—¿Cómo? —preguntó Jhades sorprendido.

—¿youses? —agregó Dante enojado no por saber sobre el término, sino por su frustración al no entender una palabra tan complicada de pronunciar.

Maryam desapareció con la intención de defender el área de las amenazadoras criaturas llamadas por la divinidad del ritual que se estaba dando lugar. Valiéndose de un acentuado tono, el Gran Mago Sabio agregó:

—Es duro, lo entiendo. Déjenme explicarles… los cuerpos de ellos no son utilizables y tampoco podemos clonarlos para implantar el alma de los originales en un cuerpo que no esté envenenado por radiación. Por orden natural, el alma se tiene que envasar en un cuerpo sano para que no pierda los derechos de vivir. Una Quimera necesita de la fusión de diferentes organismos, en este caso un youse es la sintetización de un organismo y un objeto no orgánico tras la fusión de sus energías, almas y fuerza externa. Esto es parte de la vida, a veces de entre todas las elecciones que deberán tomar, tendrán que elegir la menos dolorosa.

Los dos pequeños no tenían más remedio que creer en las palabras de la persona a la que Rey había acudido por ayuda. Los hermanos parecieron tratar de respirar determinación. En el último momento, ellos tuvieron que voltear sus rostros para poder apuntar las armas que portaban en dirección a quienes los habían acompañado por tanto tiempo. Rey, por otro lado, sabía y entendía que existían otros medio menos complicados para revivir a cualquier criatura, aun así, no entendía por qué el anciano se valía de ese en específico. “Él, en verdad, se está tomando más trabajos de los que no debe. ¿Por qué? ¿Qué pretende?

Melody: —Dejar expuesto tu punto más débil —dijo al oído de Rey.

History: —Te encariñas con las criaturas a tu alrededor —dijo al otro oído.

Aunque la acción estaba impulsada por motivos e ideas de que con este acto podría salvar a sus compañeros, no era suficiente para ninguno de los tres pequeños. Todo el tiempo que pasaron dentro del riguroso entrenamiento, los jóvenes aprendieron a cuidar, no a dañar y evitar perturbar el descanso eterno de alguien que dejaba la vida. Aun así, el sonido fino de los objetos de combate se abrió paso junto con el grito de los muchachos. Jhades sintió asco por sentir semejante sensación en sus manos. Dante sintió pena. Rey sintió también que no era lo correcto, pero debía hacerlo.

Las ensangrentadas armas atravesaron el lado de mayor vitalidad que le restaba a los cuerpos muertos. Rey y sus hermanos experimentaron una sensación desagradable, una sensación que no podían ser capaces de describir, pero sí sentir. El dolor ajeno, no era correcto aprovecharse de alguien que no se podía defender, mucho menos de un ser tan querido. Ante los ojos de los tres hermanos, los cuerpos en descanso comenzaron a disiparse en el aire. Querían, pero siquiera podían reaccionar ante la ida física de los restos de sus seres más preciados.

—¿Qué está pasando? — preguntó confundido quién no tenía apellido.

Deseoso de querer retener con sus manos todo aquel brillo que se desvanecía en el aire, el pequeño de ojos blancos preguntó en llanto:

—¿Por qué se desvanece?

Rey enfocó su mirada en a quien le había preguntado, pero no daba respuestas. La expresión de indiferencia que dominaba el rostro del Gran Mago Sabio lo irritó de tal manera que casi no dudó en salir disparado a pedir a la fuerza una explicación convincente.

—No lo hagas, te está probando una vez más —dijo Melody.

—Quiere ver que tan manipulable eres —acotó History.

Con el pasar del tiempo…

—Rey…

Una voz desconocida, tanto como enfurecida, se hizo detrás de los hermanos.

Atónito, Rey decidió girar su rostro.

—¿Te escuché hablar? —Hasta hacer contacto visual con White y continuó hablando, aunque aún le costaba trabajo poder creer lo que estaba viendo—. ¿Esa es tu voz?

—No —respondió White, y enfurecida continuó—: No puedo hablar… Eres tú quien me puede escuchar…

Rey no podía encontrar las palabras para pedir perdón y decidir si dicha disculpa terminaba ofendiendo a la magnífica bestia que había regresado a la vida. Jhades y Dante salieron desprendidos a abrazar aquellos seres, que regresaban, por ser preciados para ellos. Rey se quedó en el lugar, como mismo alguien que había olvidado cómo moverse. White dio un paso adelante; era su manera de llamar al joven que vacilaba en expresar lo que sentía. Rey recuperó el control de sus piernas y, con apuro, avanzó, dio un paso detrás del otro hasta dejar caer su cuerpo sobre la bestia blanca y sostenerse de la misma con tan solo sus manos. Escondiendo su rostro entre los sedosos pelajes de quien siempre le acompañaba, Rey abrazó con fuerza a la criatura que creyó no volver a poder ver jamás.

—¿Por qué lo hiciste? —volvió a la pregunta que aún le restaba en el interior.

White abrió su corazón al chico que tanto apreciaba sin dejar de observar al Gran Mago Sabio:

—Me di cuenta de que te valoro más que a mi propia vida. Que era mi turno de no dejarte morir —dijo ella.

Enfurecida, tras percatarse del delicado estado emocional de su ahora amo y no compañero, reservando muchas palabras que expresarían el porqué de su enfurecida expresión, decidió agregar lo siguiente:

—Rey, mi padre no murió en deshonra, murió luchando y ahora vive en ti. Quiero que dejes de intentar seguir reviviéndole, que no te culpes, que le dejes descansar en paz y aceptes lo sucedido… No es tu culpa, las intenciones son lo que cuentan, pero no dejes que su sacrificio sea en vano.

El pequeño entendió las palabras de su compañera. Revivir a alguien que se hubiera sacrificado era la forma de deshonra más grande que podía existir para un guerrero. Guardando silencio, Rey asintió ante las palabras como quien quería llorar. Perder el peso de una carga tan pesada en los hombros era liberador, al mismo tiempo que refrescante. Por otro lado, Dante en lágrimas dijo:

—Prometo… cuidarte mejor de ahora en adelante.

—Deja de actuar como si fueras invencible y dame más comida de vez en cuando —dijo Dragonidas.

—Me alegro de que estés vivo —dijo Jhades, mientras la felicidad adoptó la forma de lágrimas que abandonaron los ojos del vampiro.

Tanto Dante como Jhades se mostraban más exaltados que Rey, ignorando el hecho de que sus youses se veían con mejor constitución que White, mejores pelajes y hasta músculos con mayor prominencia. Ellos ignoraban las consecuencias que traía la resurrección, así como Rey ignoraba los beneficios que tenía la muerte.

“Regresar a la vida es una maldición, por así decirlo”, pensó el pequeño sin apellido. Ahora que su compañera había sido revivida como objeto, revivió con un propósito: servir y no vivir. “Aun así, me preocupa su enojo acompañado por una naturaleza desobediente ante las palabras del anciano”.

A los ojos de Rey, y para no perder credibilidad dijo:

—Vengan y siéntense —sugirió el Gran Mago Sabio—. Les debo muchos conocimientos que en este momento necesitan —apenas los tres pequeños tomaron asiento—. Sus compañeros, tras este ritual, regresaron a la vida, no como animales, sino como youses. Así se los conoce a esos seres que se les impone las características de un objeto. Técnicamente, son animales con una función o propósito determinado. Esta función es basada respecto al objeto con el que se los fusione. En este caso, lo que trajo a la vida a sus compañeros fue el propósito de un arma, arma que como, lograron experimentar, puede ser capaz de dañar o proteger, según sea empleada. Cuando el arma no pueda seguir ejerciendo su propósito, hasta ese momento la vida de sus compañeros terminará. Les espera un mundo cruel en el cual un arma significa una ventaja muy grande al luchar, como también puede ser un factor que les impedirá seguir desarrollando sus propias habilidades. Ahora, con el tiempo, ellos pueden retomar la libertad que perdieron y encontrar otro propósito… En ese momento y solo si no mueren antes, dejarán de ser youses.

De entre los tres hermanos, Rey nuevamente fue el único en percatarse del elevado precio que tendrían que pagar por el resto de su vida. Por primera vez, el joven de ojos blancos sintió el olor, frío y textura de una cadena que nadie podía ver entrelazando su cuerpo con el de White. Consciente del enojo de su bestia blanca, Rey hizo espacio para palabras de manera que solo ella pudiera escuchar.

—Comprometido estoy por mi egoísmo. Por beneficiarme a mí mismo y buscar alivio en mi corazón, terminé siendo arrastrado… El resultado que tanto exigí fue cumplido, pero este es el precio… Terminé arrancándote la libertad, mi magnífica bestia blanca, bestia que terminó convirtiéndose en un objeto con la obligación de cumplir su propósito. Ya no es tu decisión estar a mi lado, es tu deber… comprendo que no estés feliz.

—Rey —inició White, bajando la gravedad de su voz—. No debes preocuparte. En el pasado pude haber tomado un camino diferente al tuyo, pero me di cuenta de que esa decisión me haría sentir triste. Desde el primer momento en que nos encontramos, cariño y apego hacia ti comenzaron a desarrollarse en mi corazón. Nunca me abandones. Nunca creas que seré capaz de soportar, tener que presenciar tu ausencia. La raíz de todo mi enojo no es que sea incapaz de decidir, sino que en mi muerte fui capaz de recordar quién manipuló la situación para que padre luchara por desespero contra Wulfgang. Quién hizo que madre saliera a buscarlo y nos dejara solos. Quién me separó de mis hermanos. Quién me puso en el sendero por el cual tú caminarías… Fue él… Me irrita que nuevamente sea él quien nos hace estar juntos… Aunque también puede ser mi imaginación, creo que me estuvo utilizando desde un principio…

“¡Hmmm!, él perfectamente puede ser capaz de semejante acto. Pero el hecho de que se dejara ver y que ahora lo recuerdes tiene una razón”, pensó Rey intrigado, quien agregó en voz alta:

—Entiendo. Estoy de acuerdo contigo. Existen muchas cosas sobre él que no encajan… Existe la posibilidad de que yo le haga falta, pero por esa razón tal vez aún estoy vivo —dijo Rey.

Cuando el joven sin apellido levantó su mirada se encontró con los ojos desafiantes del Gran Mago Sabio, ojos que mostraban su fascinación ante lo que presenciaba y había escuchado.

—¡¿Está escuchando nuestra conversación?!

—Sí. Estás en lo correcto… puedo escuchar lo que hablas, ver lo que haces, tener una idea de lo que sientes, pero no puedo saber lo que piensas.

El anciano se comunicaba en una frecuencia diferente con sus pensamientos, aunque estaba hablando sobre otro tema con los otros dos hermanos.

—Rey, no eres quien esperaba que fueras: has resultado muy diferente. ¿Cómo explicarlo?

Las últimas palabras del anciano llenaron de dudas el interior del chico de ojos blancos y despertaron un gruñido del gran felino.

—Como si otra voluntad poco predecible condujese tus acciones, mientras que la otra duerme renuente a despertar. Eres una excepción a la regla del orden natural, pero aun así no te desvías de estas. Con tu cuerpo experimentas sensaciones que provocan emociones, emociones que avivan los ánimos de infundir fuerza en las decisiones que tu voluntad decide tomar. Apreciar es la cualidad más primaria de los seres emocionales. Es la herida por la que los sentimientos pueden entrar e invadir tu cuerpo, humanizándolo, por así decirlo. ¿Acaso crees que podrías odiar o amar a alguien que no te importara? Sí, fui el responsable de las emociones que desarrollaste en tu tiempo de entrenamiento. A ti y a tus hermanos fui yo quien los volvió más emocionales, pero no tienes como probarlo. No me mires como si fuese un enemigo; ahora que deseaste aceptar darme la respuesta que necesitaba, mírame como la vida que te está preparando para lo que se aproxima.

Los ojos del Gran Mago Sabio se cerraron una vez más. Calmado el que había tenido todo un monólogo con Rey, estaba casi llegando al final de la conversación que tenía con los demás presentes. En voz alta, Rey se propuso confirmar la duda que aún le quedaba:

—Nuestros youses, ¿corren peligro de morir físicamente si en un enfrentamiento destruimos nuestras armas de tanto usarlas?

—Efectivamente —respondió el Gran Mago Sabio. —Pero no se preocupen, les puedo asegurar que las armas que poseen son bastante resistentes.

Rey achicó sus ojos, tal vez la catana de Dante y las pistolas de Jhades se regían por estas palabras, pero sus ojos de muñeca no. El anciano estaba escondiendo la verdad y la prueba eran las melladuras que se podían ver en el filo de sus armas. Un sonido enfurecido captó la atención de los presentes en la cima de la montaña. Fue el aviso previo al violento impacto de una enorme criatura contra el lado opuesto de la colina que hizo estremecer todo. Gracias a la ausencia de árboles al pie de la colina, los pequeños corrieron y sin mucho esfuerzo vieron algo que escapó a sus conocimientos.  Un pequeño gigante que vestía armadura completa. Con tono despreocupado, dijo el Gran Mago Sabio:

—Un Cerbro, parece ser el último de los enemigos. Esa criatura es un hijo directo de los Hecatonquiros... Aunque son temerarios, quedan pocos, debido a las guerras entre dioses y titanes; ellos fueron quienes constantemente sufrían la mayor cantidad de pérdidas. Manténganse alejados del peligro como su madre les advirtió; yo voy a dar un vistazo a la residencia a ver cómo esta Silvia…

Mientras se marchaba el anciano pensó: “El cambio de energía y emociones crean reflejos involuntarios en tu cuerpo, así como también pueden generar microimpresiones... Alguien que está experimentando un déficit de energía y lo sabe emocionalmente, no puedes esconderlo, ni escapar, ni luchar… Solo queda una opción. Sería muy inconveniente para mí que les sucediera algo estando bajo mi cuidado, o ¿no? Rey, no espero que me defraudes, sabes lo que tienes que hacer”.

Rey mantuvo la mirada en el anciano que jocoso se marchaba y sin duda algo tramaba. El momento se aproximaba, debía de estar preparado, pero “¿para qué?”, se preguntó. No era muy difícil deducir lo que pensaba el anciano, ya que la manera como se retiraba lo dejaba bien obvio. “Se está alejando para que, cuando suceda algo, no sea culpable…”.

“Les espera un mundo cruel en el cual un arma significa una ventaja muy grande al luchar... Mírame como la vida que te está preparando para lo que se aproxima”., palabras que dijo y me dejaron un sabor amargo… Esos a quienes amo y estimo son mi debilidad. El hilo del vestido del cual Edith me habló… ahora todo concuerda. De esto siempre se trató. Como alguien reencarnado no puedo morir hasta que cumpla con un propósito, pero aquellos a mi alrededor sufrirán las consecuencias de mis actos. ¿Cuál sería mi propósito? ¿Cuándo podré morir? No tengo la respuesta, pero al menos ahora creo saber lo que se aproxima… pero…

La gigantesca bestia se levantó tan rápido como pudo para, de un salto, destruir el suelo y regresar al lugar del cual fue despedida.

“Me siento atado por el miedo a lo incierto y la precaución extrema de perder a aquellos que me rodean”, se dijo el pequeño de ojos blancos apagados por un momento. “Esta sensación, la angustia que siente mi interior por el hecho de poder perder algo, actúa como una especie de frontera que solo limita lo que puedo llegar a ser. En verdad he quedado en sus manos. Maldito seas Gran Mago Sabio. ¿Cómo podré conocer mis límites en el mundo cruel que me espera? Esos límites que eventualmente deberé de poner a prueba para seguir adelante si antes tengo que proteger algo. Tal vez pudiera ser mucho más fuerte si no tuviera nada que perder. El camino es solitario. Entonces, ahora que me he vuelto más defectuoso a los ojos de él, dónde será el mejor lugar para que yo pueda esperar el momento en el que todo suceda. Sí, sus palabras siempre fueron advertencias”, se dijo el pequeño sin apellido mientras observaba a White a su lado.

—Dime, Rey, ¿acaso no te asusta el miedo a no hacer nada y también poder perder algo para siempre? —preguntó White.

—Sí —respondió Rey.

White, cual si fuese una mujer frustrada:

—Solía sobrevivir por un simple instinto básico de saciar y complacer las necesidades de mi cuerpo. Pero experimenté la muerte y me hice consciente de algo: me di cuenta de que no viví todo lo que quise haber vivido a tu lado. No cometas mi error y te entregues a lo que no conoces por pensar simplemente en lo que puedes llegar a ser. Estoy contigo precisamente porque me convertí en la frontera que te protege de un suicidio y también de tus enemigos. Lucha si vas a luchar, descubre tus límites si los quieres descubrir, pero todo esto dentro de los márgenes de vivir un futuro. Un futuro juntos por siempre…

Rey, por un segundo, se llevó la impresión de que su compañera, además de aprender a hablar, había aprendido a sentir. Cambiando el enfoque de su mirada y dejando los sentimientos complicados hacia un lado, Rey también notó que ninguno de los adultos se encontraba en modo coloso, ya no existían gigantes. Solo una tenue brisa de aire, sangre y destrucción. Reflexivos, los ojos del pequeño sin apellido, que consentían lo que su acompañante le había dicho, se cerraron por unos segundos.

Más al tanto de la vida, dichos ojos se abrieron al mundo, decididos y llenos de poderío. Rey tomó el liderazgo, hizo que su compañero felino se transformara en las hojas afiladas, y desprendió en una carrera dirigiéndose a donde la bestia había saltado, pues alrededor de ese mismo lugar se debían encontrar sus padres y los demás miembros del clan.

—¡¿Qué haces, loco?! —preguntó Jhades—. ¡Ahora que llegamos te vas a marchar!

—Aquellos que más anhelan… está ahí adelante —respondió Rey—. Síganme si así lo desean.

Jhades no entendió la aclaración ni el comportamiento de su hermano sin apellido. Pero ¿qué mejor momento para que un depredador estudiará a su oponente que cuando este estuviese ocupado? Además, también junto a los mayores se daría paso la reunión y con el combate llegado a su conclusión, también podía haber una celebración. Jhades tomó las dos pistolas que quedaron flotando y también corrió. Dante, como perro que retiraba sus orejas hacia atrás, dijo:

—Ese es el camino equivocado. Hermanos, ¿que no lo entienden? Este es el mejor momento para poder escapar, no ir en dirección a nuestros padres —dijo agachando su cuerpo como quien pretendía retroceder.

El lobezno estaba exaltado, sabía que su hermano se dirigía al peligro, pero, al contrario de estos, no entendía que en aquel lugar no existía salida, mucho menos escapatoria, aunque fuese lo que más anhelara. En esa dirección estaban todos los que podían terminar con la vida de crías defectuosas, estaban quienes tenían que ser estudiados.

—Solo síguenos, necio. Este lugar no es más que una delicada burbuja rodeada por llamas. Querer escapar nos pone en peligro —le dijo Jhades a Dante.

El lobo, sin más remedio, tomó a su acompañante, quien se trasformaba en catana, y corrió detrás del híbrido y el vampiro insultando a los mismos entre los dientes.

Ahí estaba Wulfgang luchando de frente contra el Cerbro mientras envolvía su cuerpo en un pelaje rojo llameante. A las miradas de los tres pequeños observadores que recién llegaban, el poder destructivo, las intenciones asesinas y el espíritu de lucha que el lobo y los demás expulsaban era algo salido de otro mundo. Maryam tenía toda una inmensa armadura negra con la cual triplicaba el tamaño de su marido y rivalizaba en fuerza bruta contra las mismísimas bestias encolerizadas que pretendían enfrentarle, así fuera en la tierra o suspendidas en el aire. Heroclades siquiera se esforzaba en usar hechizos, solo cargaba de un lado a otro sobre en su hombro a la elfa protegida por una enorme serpiente de madera con ojos verdes. Todo el bosque estaba bajo el control de Ehimus, ella hacía de cada hoja que caía una agresiva jabalina que se estiraba hasta atravesar al objetivo. Metales que alumbraban y escurrían electricidad blindaban el cuerpo de Miján, el cual obviamente estaba al control de toda una horda de objetos voladores. Katherine bailaba en una danza de sangre, agua y vientos, con la cual cortaba y destrozaba las extremidades del enemigo.

Entre todo el caos organizado, el lobo pasó entre los ataques de sus compañeros sin ser tocado y corrió en dirección al Cerbro. El hijo de uno de los Hecatónquiros arrojó su mejor puñetazo hacia Wulfgang con la intención de finalmente aplastar al mismo. Cuando el puñetazo impactó contra el suelo, el lobo con agilidad se le subió en la mano y continuó con su carrera en dirección al rostro de su oponente. El enojado padre envolvió su puño derecho con una inmensa bola de fuego. Apenas llegó a la altura del hombro de su enemigo, Wulfgang saltó, ocasionando así que fuera ineficaz el siguiente ataque del gigante que terminó pegándose a sí mismo. De un golpe bien proyectado, el lobo le destrozó por completo la cara al gigante e incluso hizo que el mismo se levantara del suelo envuelto por llamas con hambre de carne. El gigante, debido al inmenso dolor por el que estaba pasando al tener que experimentar cómo sus ojos y cuerpo eran consumidos por las llamas, enloqueció y agitó sus manos con la intención de apagar el fuego que le envolvía el cuerpo.

Uno de los desesperados manotazos impredecibles casi impactó contra el lobo, que aún suspendía su cuerpo en el aire. En caída, con las garras de su mano derecha, Wulfgang atravesó los blindajes y la gruesa piel de la bestia justo debajo de la caja torácica de esta. Tal cual papel, fue dividido en dos con tan solo el filo de una tijera que no necesitaba cerrar para cortar. Toda la piel de la barriga del gigante pequeño de cuatro brazos incendiado se abrió en dos pedazos. El gigante segado intentó sostener sus órganos con una mano y golpear con la otra al agresor, pero tan pronto como la mano estuvo a punto de proyectar el golpe, la misma fue separada del cuerpo y cayó en el suelo. Los pequeños espectadores se dieron cuenta de algo y Rey fue el primero en comunicarlo:

—Detrás de ese rostro que expresa una permanente tristeza, existe alguien a quien temer. Con razón aún seguimos vivos. Es más fuerte que nosotros juntos.

—Ni en un millón de años podremos vencer a nuestros maestros si llegaran a luchar contra nosotros con seriedad —agregó Jhades.

—Esa sonrisa que parece permanente… esos ojos que se hacen imponer. Mis piernas se aflojan y mis manos tiemblan —dijo Dante.

Con tan solo un revés de sus garras, Wulfgang fue capaz de cortar el brazo descuidado que pretendió golpearle. Aún, encendido en fuegos como una antorcha, el padre se lanzó al rostro de la bestia y, tan fácil como en el inicio, también cortó el otro brazo del gigante, cuya piel y carne ya estaban devoradas por el fuego. Después el otro brazo y el último. El lobo triplicó toda la masa muscular, también su estatura, con la intención de autocapacitarse para el siguiente movimiento. De la manera más bárbara que pudo proceder, Wulfgang tomó los intestinos que colgaban fuera de la barriga del gigante para luego volver a subir con velocidad y rodear la gran cabeza rostizada varias veces.

Antes de caer en el suelo, el Cerbro ya estaba siendo asfixiado por sus propios órganos. Sin brazos para poder liberarse o aliviar su asfixia, el pequeño gigante cayó de frente en el suelo, mientras que la humedad de la sangre que le recubría los intestinos facilitó que estos siguieran apretándole el cuello. Wulfgang tiraba con todas sus fuerzas de los intestinos tensados y enrollados en la garganta a su enemigo. Para el lobo rojo no fue suficiente que su oponente dejase de retorcer en el suelo. Siguió apretando, tirando y escurriendo el cuello con los intestinos que tenía en sus manos. El sonido de huesos y ligamentos cediendo se dio a escuchar para, poco después, la satisfactoria sensación que provocaba separar la cabeza del tronco de un enemigo. Levantando su mano, el licántropo señaló como quien estaba buscando más oponentes, pero todos los enemigos no hicieron más que huir.

El pequeño gigante estaba muerto. Los pocos monstruos restantes temieron ante la presencia del lobo rojo y aquellos que le apoyaban. Habiendo resuelto el problema de los cazarrecompensas, la mirada desafiante de Wulfgang observó en dirección a sus hijos escondidos tras los arbustos. Caminando como quien recién salía de una refrescante rutina de ejercicios, el líder del grupo habló:

—El día en el que puedan entender esto que ahora siento está lejos de llegar.

Los demás presentes abrieron paso y dejaron de hacer ruido, al mismo tiempo que el lobo Fang continuó:

—Desobedecieron los consejos de su madre. Un castigo tiene que ser dado. No tendrán más remedio que odiarme —dijo Wulfgang atemorizando a sus hijos, quienes curiosos habían permanecido ocultos, estudiando los movimientos de todos—. Dante, Jhades… pueden quedarse en donde están. Hablaré con ustedes después. Rey, acércate… Maryam me contó. Para ti, es tiempo de que mueras apropiadamente. No existirá mejor momento que este, pues este será el último y el único para ti. ¿Tienen algo que decir al respecto?

Katherine tomó su espada, se la llevó al hombro y caminó hacia delante como quien estaba ansiosa de que llegase el momento. A ella no le importaba si el pequeño la odiaba por el resto de la vida, puesto a que ya había tomado la decisión de hacerlo. Los presentes del clan se detuvieron y guardaron silencio.

Sin más remedio que salir de donde se escondían, los tres pequeños se pusieron en pie.

Rey sabía que el miedo era quien generaba confusión y avanzó a pesar de que su nombre fuese mencionado y evidentemente tuviera que morir en las manos de la vampira musculosa como proceso de iniciación. “Y ¿si mi teoría de no poder morir está equivocada? ¿Este es mi propósito? Maryam parece estarse sobresforzando para que el veneno en mí y en mis hermanos no se siga desarrollando”. Dante y Jhades miraron a su hermano, el mismo que había sugerido ir hasta el lugar y ahora sería sentenciado a muerte por Katherine. Ellos dos dudaron en haber tomado la mejor decisión al querer escapar y, en cierta forma, se alegraron de no haberlo hecho exitosamente y seguir los consejos de Rey, pues gracias a eso padre los había perdonado con tanta facilidad. Pero, de cierta manera, sentían pena por la situación de su hermano.

Se dijo Rey: “No, la inseguridad me hace más manipulable. Yo no puedo morir… no ahora”. Apenas el pequeño caminó en dirección a los demás, se detuvo y, mirando a Heroclades a los ojos, ofreció una discreta sonrisa de agradecimiento. Su maestro estaba preparado para defenderse de la situación, pero con ese gesto se quedó confundido.

—Padre, madre, maestro y compañía —Rey habló—. Agradezco el tiempo que pasamos juntos y no me arrepiento siquiera un segundo. De aquí en adelante, haga lo que haga, lo disfrutaré al máximo… Esa es mi convicción y la respetaré al máximo. Aunque termine en mi muerte, seguiré apreciando la vida… me temo que tendré que estar lejos de ustedes.

Las palabras de despedida confundieron a los presentes. Wulfgang y Maryam, como padres que eran, conocían que su hijo sabía algo, no por lo que dijo, sino por como lo había dicho. La expresión soberbia de alguien que se estaba preparando para un gran suceso. Katherine, temiendo lo peor, levantó su brazo diestro y, acto seguido, dio un sablazo descomunal con su espada, la cual se quebró en mil pedazos al impactar contra la dureza de la defensa más sólida de la creación. Junto a la sombra negra que hacía como escudo y había aparecido de la nada, la personificación de una garganta dimensional se dio lugar y, cual criatura que vivía, devoró todo a la redonda, incluyendo a los tres pequeños.

Heroclades, incendiado en rabia, gritó al hacer estallar su energía de forma luminosa:

—¡¡¡Hades, no te atrevas!!! Para, acto seguido, clamar—: Zona cero —y detener el tiempo.

El licántropo y los otros ahí presentes corrieron entre los fragmentos de espada que aún flotaban para tratar de salvar a los más pequeños. Aun así, a toda velocidad y con el tiempo detenido, no llegaron a tiempo. Lobato Wulfgang pudo introducir tan solo los ocho dedos de sus manos en la garganta dimensional, y con todas sus fuerzas intentó reabrir la fisura. Maryam multiplicó por mil la fuerza, agilidad y resistencia de los presentes mientras, transformado su cuerpo en humo negro, trató de arrojarse por la fisura junto con sus hijos. Ehimus cuarteó en pedazos el escudo de sombra con su mano y a su vez duplicó y triplicó la energía de los miembros que estaban a su alrededor. Katherine hizo de todo el lugar un vacío absoluto, el cual condensó el aire en una fina capa casi imperceptible alrededor de los cuerpos aliados, mientras que cualquier otro objeto, criatura o materia se desintegraba en el ambiente por la fuerza del vacío. La combinación más peligrosa de habilidades que podía existir y, aun así, el agresor desapareció, mientras que la garganta dimensional se disipó llevándose consigo a los tres niños y eliminó todo rastro de sí.

El tiempo volvió a la normalidad, el espacio también y los cuerpos. Pero perduró la emoción de impotencia junto a los gritos de una madre preocupada que se dieron a escuchar. Maryam apareció arrodillada en el suelo llorando. Wulfgang bajó la cabeza, mientras que los demás miembros de la manada gritaron su ira y al Gran Mago Sabio, quien venía por el camino, se llevó las manos a la cabeza como quien se encontraba con algo inesperado.

Ahí, en la singularidad de un espacio, los tres pequeños se encontraron flotando. En la ausencia del lugar, la luz se alejaba. Se sentía frío. También alivio. Ellos no pudieron gritar, tampoco moverse. La carne, sangre y huesos se sintieron mucho más pesados de lo normal. No pudieron hacer más que perder el conocimiento mientras nuevas cadenas quedaron bordadas entre los encajes de la magnífica creación.

Rey, lento y como quien flotaba por el espacio, pensó: “El principio comienza en este lugar. El frío de la ocurrido reclama cada parte de mi adormecido cuerpo que se niega a descansar. Estoy, por fin, a la deriva de un sitio nuevo. Todo ha sido engullido por la oscuridad. Pero nada puede controlarme ya. Ahora puedo avanzar sin temor a morir. ¿Esto es ser inmortal?”.

Dentro de un templo ubicado en medio de un interminable campo de flores, las hijas de Afrodita cantaron al cielo canciones de aventuras, guerra y tragedias. En la cima de un gran risco, Siddhartha mostró una discreta sonrisa en aceptación de la situación. Sobre su trono, Gilgamesh extendió la copa que sostenía en su mano derecha, y tras voltearla, vertió sobre el suelo el vino que esta contenía. Sosteniendo su guadaña, Áyo reflejó preocupación en su rostro mientras observaba al Dios de armadura azul que le acompañaba. En la cama que más prefería, Zeus tiró de los cabellos de su amante y aumentó la frecuencia de sus embestidas. Al lado de la entrada del infierno, Uriel salió de dentro de las flamas de un candelabro para agachar su cabeza en señal de respeto. De entre los inmensos barrotes en las profundidades del abismo, una misteriosa sombra sonrió ansiosa por realizar el plan que llevaba entre manos. En la entrada del Bosque Siempre Cambiante, Miguel, quien llegaba, respiró hondo mientras acariciaba la cabeza de una de sus más preciadas bestias, quien preocupaba buscaba a su pareja desaparecida. En un mundo de ciudades errantes, un sujeto de cabellos blancos se colocó las manos en la cabeza y gritó al aire sus penas. Dentro de una nave perdida en el espacio, un vampiro dejó de sostener la mano de piel escamada que le animaba, abandonando así los deseos de seguir viviendo. Un gran militar humano con las siglas de [OEM] en su hombro, sacudió la mano de Árjos.

“Hijo sin apellido nacido en el infierno. Puedo asegurar que muchos sintieron el impacto de tu llegada al plano material”, pensó el Gran Mago Sabio mientras convencía a Wulfgang y a Maryam de que no podía ayudarles a salir del infierno. “En la tierra donde reinan los humanos cargarás con una maldición y el cuerpo envenenado. Deberás mostrar tus ojos a todo aquel que desees mirar, mas sufrirás por la debilidad ante la jauría de humanos ansiosos y aún más encendidos en furias después de haber visto lo que es el infierno, quienes reclamaran venganza por los caídos en combate… Eres el portador de la representación del todo en el cosmos, así como el reiniciar. Hazte fuerte para que cumplas tu propósito, o hasta que muestres lo que te hace irregular —dijo El Gran Mago De-Sabios, sitio sobre el Empíreo.

The End