Chapter 8
¿Qué harías?
Con una mano y como si se estuviera liberando de una red que le aprisionaba, Rebeka se retiró la camiseta de tirantes que llevaba puesta. No solo con la intención de dejar su torso descubierto para el espectáculo. En vez de tirar la prenda a un lado de la cama como usualmente lo hacía en las noches cada vez que sentía mucho calor, la colocó debajo de sus caderas, de modo que, si algún que otro fluido escurría entre sus piernas, no cayera directamente en las sábanas, que eran más difíciles de lavar que su camiseta.
—Omar —dijo ella ronroneante—. Puedes verme las tetas ¿Te gustan?
Lo que antes había sido un destello de luz, ahora se mostraba permanentemente a los ojos del joven, al que le costaba trabajo manejar sus impulsos y deseos. Los dedos que tenían uñas bien cuidadas y pintadas con un discreto esmalte que les hacía ver brillosas se movían por la circunferencia, de un lado a otro, mientras amasaban la carne, también aprovechaban para pellizcar las puntas de los pezones.
Probablemente, Omar había visto cientos de mujeres desnudas, en fotos y videos que circulaban en internet. Sin embargo, ver los pechos sencillos, delicados y hermosos de alguien a quien conocía y veía todos los días, le hacía sentir algo mucho más morboso y placentero que todas las veces anteriores. Era como comparar un vaso de agua vacío en medio del mar, con el valor que traía una limonada fría, rica y natural en medio del desierto.
—Sí —respondió embobado, ya que la mente le divagaba al tratar de ingeniar alguna manera de poder ver semejante espectáculo en directo. Ver y escuchar estaba muy distante de lo que representaba poder sentir piel con piel.
— ¿Quieres ver entre mis piernas?
Los planes y el pensamiento de saltar por la ventana de su cuarto con tal de ir corriendo hasta la casa de quien le llamaba en vivo y en directo se congeló con el comentario que le trajo de vuelta a la realidad. Aun así, en vez de responder con palabras que no podían salir de su boca seca, Omar afirmó con su cabeza.
Para Rebeka fue tierna la manera en la que él afirmó con su cabeza, como si fuera la cola de un perrito feliz, que, necesitado y hambriento, anticipa recibir comida.
—Vas a tener que calentarme aún más —dijo Rebeka, para luego estrechar sus delicados y humedecidos labios con la intención de mandar un beso bien grande hasta el otro lado de la pantalla.
Tras el sonido provocado por los labios de la chica, Omar pudo ser testigo de cómo ella intentó lamer uno de sus pezones con la lengua para después volver a mirar al teléfono con una sonrisa pícara. Endurecida, la carne que coronaba a las dos circunferencias de sus senos, se veía más oscura pero igual de linda, sobre todo cuando la piel blanca hacía un contraste tan perfecto a la mirada.
Tras dejar de estar perplejo por la situación, Omar se convirtió en un hombre de acción, lo que le hizo dejar el teléfono sobre una pequeña mesa para poder emplear sus manos y quitarse tan rápido como pudo las prendas que aún tenía de las rodillas hacia abajo.
Rebeka pudo notar que el chico del otro lado de la pantalla decidió alejarse de donde estaba para cerrar una puerta que estaba casi al otro lado de la habitación. Eso le hizo deducir que no podía ser muy ruidosa.
Aprovechando que Omar se preparaba, ella también decidió acomodarse, empezando por recogerse el pelo y sentarse sobre la cama. Tras respirar más hondo que nunca, Rebeka también pretendía ocultar lo nerviosa y excitada que se sentía, ya que estaba dispuesta a cumplir los deseos de su chico, a cambio, que él cumpliera los de ella.
«Ver porno online no es tan excitante como lo es tener a otra persona al otro lado de la pantalla», pensó, mientras sobaba las palmas de sus manos contra las sábanas para hacer desaparecer el sudor frío que estaba comenzando a sentir. «Quiero irme excitando poco a poco, lo suficiente hasta acumular el valor como para mostrarle mi coño a un chico que aún no es ni siquiera mi novio, esto es electrizante. Pero no puedo creer que él tuviera el valor de sacársela en frente de mi…».
Rebeka podía ver el fondo de la habitación de Omar mientras que él se preparaba. Ella no sabía si era porque el corazón le bombeaba tanto que se le quería salir del pecho o por pura curiosidad, pero se le antojó detallar todo lo que allí había. La cama, una cómoda, paredes de azul claro, un escritorio con una computadora y algunos libros, una lámpara de techo y el armario.
Aunque ella le conocía muy bien, no era lo suficiente como para saber qué tenía en su habitación. Tampoco como para verle como llegó al mundo en tan solo unos pocos segundos. Feliz, contenta y agradecida, Rebeka miró a través de la ventana de su cuarto hacia el cielo oscuro y se sintió conforme con el irrefutable hecho de que la noche sería larga.
Ya con todo listo y sin ropa, Omar se sentó en frente del teléfono, desnudo, con su miembro en erección, apuntando hacia el techo y sobrepasándole el área pélvica.
—Entonces… —comentó Omar—. ¿Qué es lo que más te calienta?
Con la necesidad de centrarse, Rebeka primero sonrió ante el metódico aproximar de Omar en el camino de entablar una conversación abierta.
—Bueno, puedo comenzar con las cosas que no me calentarían en lo absoluto. —Ya que Omar parecía estar prestando atención a las palabras, ella continuó su diálogo—. Verte tomándole fotos a la pantalla, es un no-no.
—Entiendo — respondió como un chico bueno a punto de recibir un regalo si se portaba bien, para luego agregar —Aún no me has dicho lo que tengo que hacer para poder verte… digo, para calentarte.
—Si quieres que te muestre mi conejito… — dijo Rebeka, con el corazón que si se le quería salir del pecho— empieza por mostrarme tu boca. Acércate a la cámara, cierra los ojos y aunque creas que estás haciendo algo estúpido no te detengas. Excítame con ella, haz como si me besaras, como si besaras mis tetas, como si me lamieras el coño…
Las palabras de ella fueron directas. Omar, sin pensarlo dos veces, se acercó a la cámara, tanto que cuando abrió sus labios se pudo ver una línea de saliva, la cual, para ella, fue lo más lindo del mundo. Pasó su lengua húmeda por sus dientes. Cada vez la sacaba un poco más de dentro de su boca, para morderse el labio y chuparlo de forma seductora. Luego levantó sus manos con tal de sostenerlas en el aire imitando estar cargando y sopesando dos buenas tetas que apretaba de vez en cuando.
Con la mente en la misma sintonía libidinosa, no le fue difícil a Rebeka imaginarse al chico en frente de ella, ahí, lamiendo sus pezones endurecidos después de darle un apasionado beso.
—Tus pechos… son hermosos… los chuparía durante días… —dijo Omar.
—¿Eso es todo lo que le interesa de mí? —comentó Rebeka de forma juguetona—. ¿Qué hay de mis labios? ¿De mi corazón?
Atrapado de lleno en un acto de insensibilidad, Omar se reprochó el haberse olvidado que las mujeres son más de sensaciones y cosas románticas. Con tal de disimular su error, continuó:
—A ellos también los chuparía durante días… —casi de manera instantánea. «Espera, el corazón no se puede chupar, eso sonó raro», dijo el joven, que mostró una expresión de sorpresa en sus ojos. Consciente de haber metido la pata, Omar decidió tratar de arreglar la situación—. No, decía que a tus labios le besaría, a tu corazón… le daría mucho cariño.
Con cada palabra que soltaba, Rebeka ampliaba la sonrisa de sus labios, pero no la de sus ojos. Ella juraría haber escuchado en algún lugar que los chicos no pueden pensar muy bien cuando su segunda cabeza estaba despierta, «por un tema de sangre o algo así y parece ser cierto». Ella estaba haciendo una nota mental para retenerse de jugar con la mente de su pobre chico en un momento como ese, después de todo, ella también le chuparía los pechos y el miembro por días.
—Entiendo a lo que te refieres… —aclaró Rebeka, antes que la cabeza de Omar hiciera un corto circuito.
Con tal de regresar al sendero del placer ella preguntó— ¿Qué harías con mi coñito?
Tras eso, se llevó los dedos hasta el principio de su abertura, para comenzar a moverlos nuevamente, sin importar lo hinchados que tuviera sus labios mayores y menores por el orgasmo anterior o lo palpitante y dilatadas que se sentían sus entrañas empapadas.
—Lo chuparía todo…
—Sí, ¿qué más harías? —volvió a preguntar, mientras movía de forma circular sus dedos sobre el clítoris.
—Enterraría mi lengua bien profunda y me vendría todo en tu interior.
—Ufff —Gimió y luego pensó: «Siento como las gotas bajan a mi otra entrada. Podría bajar mis dedos ya húmedos y con facilidad deslizarlos hasta dentro, pero no es el momento».
—Cuando te enseñe mi coñito… ¿Acaso te animarías a echar toda tu leche sobre la pantalla del teléfono, pensando que estás acabando sobre mí?
—¡Sí! —declaro firmemente ante la pregunta, como si fuera un toro reteniendo su cólera a punto de explotar.
Con sus dedos bañados por fluidos vaginales, Rebeka aprovechó para sobar sus tetas, cuyos pezones ya estaban endurecidos de manera puntiaguda y quedaban en primer plano en la pantalla. Ella no solamente imitó con su mano el movimiento de la lengua de Omar, con el fin de hacer el momento más real, sino que se tomó la atribución de pellizcarse y tirar de la carnecilla de pigmentación más oscura de sus senos y luego se dio un azote con la mano abierta entre las piernas, tan pronto se soltó el pezón que había pellizcado por un buen rato.
Luego de recostarse sobre la cama y abrir más sus piernas, Omar sacó la lengua con una buena cantidad de saliva acumulada para dejar caer justo sobre su miembro en erección, que tenía bien agarrado por el tronco con su mano derecha y agitaba de manera rítmica.
—Omar, te imagino tocándome las tetas… —afirmó Rebeka.
—¿Qué más te imaginas? —preguntó Omar.
—Que me las aprietas con fuerza, que les das azotes, que me coges por el cuello, metes tus dedos en mi boca mientras bajas con tu lengua por la piel de mi estómago hasta que me lames completa. Que me sacas el jugo que tengo entre mis labios menores, para que luego, aun sin dejarme respirar, subas para darme a tomar, con un beso, todos los fluidos que acumulaste en tu boca».
La mano de Omar se movió de manera frenética, el chico se estaba masajeando de forma increíble, pues en su mente no cabía la idea que la presidenta fuese tan pervertida y específica. No era menos cierto que ella ya le había advertido y aunque le costara trabajo imaginarse a sí mismo maltratando a una mujer, menos a la que amaba, sí pudiera cumplir esas fantasías, especialmente si esos golpes le generaban placer a su pareja.
Ella tampoco se quedaba atrás al mover su mano y estando a punto de alcanzar el segundo orgasmo, entendía que por más que quisiera retrasar el final, su compañero tal vez no sería capaz de hacer semejante proeza, así que decidió moverse para sobrepasar el punto de no retorno. Bajó la cámara de su celular sin dejar de ver a la pantalla y se propuso ver las expresiones faciales del chico cuando le viera el coño bien afeitado, cerrado y cuidado.
—Me estás excitando, estás a punto de verme completa… —dijo ella entre gemidos—. Mira cómo me tienes de mojada. Espero te vengas sobre mi figura en la pantalla de tu celular y me des hasta la última gota.
—Sí, claro que sí… —respondió Omar, al punto de casi no poder aguantar más de tanto que se estaba tocando su miembro.
Rebeka bajó la cámara hasta su entrepierna, pero con sus cuatro dedos en el medio aún se cubría todo lo que el joven deseaba ver. Ella quiso protagonizar otro acto juguetón al seguir alargando el momento que su chico más esperaba, tras lo cual, se apretó con fuerza y se restregó los fluidos por todo el lugar.
—Estoy a punto… —advirtió Omar—. Ábrete completa y déjame ver adentro de ti, necesito saber dónde voy a soltar toda esta leche.
Las palabras de él fueron música para los oídos de Rebeka. La manera en la que el chico se lo pidió, su voz tan seductoramente necesitada, le sacó del paso y fue la principal promotora de proveerle un orgasmo seguro.
Rebeka, tentada a dejarse llevar y usar sus dos manos, decidió colocar el teléfono sobre la cama, apuntando hacia el techo. Acto seguido se levantó sobre sus rodillas y tan pronto bajó las dos manos, se abrió completa sobre la cámara, mientras que con su dedo pulgar continuó tocándose el clítoris.
En todo el interior de la pantalla del teléfono de Omar se pudo ver algo totalmente comparable al florecer de una rosa de cuatro pétalos de carnosidad húmeda. Tan pronto los labios hinchados y carnosos fueron separados por tres pares de dedos, un estrecho agujero rugoso se hizo presente. La luz del cuarto no era capaz de llegar a explorar tan profundamente en un área anatómicamente intrincada como aquella, pero lo poco que se podía ver al principio se sentía como la promesa de que en verdad existía un paraíso celestial para el miembro masculino.
«Tenerle abajo mío», pensaba Rebeka, embriagada por los corrientazos que le atormentaban cada vez que acariciaba o tocaba su botón de placer. «Respirándome, sacando la lengua bien dentro de mí, sí… tan dentro como pueda… entre mis nalgas».
Ahh, Mmm, Mmm, Ohhh…
Tras sentir las contracciones en sus piernas, junto a una efímera suspensión de sus respiraciones, Rebeka tensó su cuerpo mientras que se tocaba el clítoris con lentitud, ejerciendo la fuerza justa hasta que sintió deseos de orinar sí seguía. «Este es mi límite», se dijo. «Ya es suficiente por hoy, no quiero dejarme llevar y que mi querido chico se asuste. Mmm, aún se sigue viniendo…».
Los ojos de Rebeka estaban clavados en el interior de la pantalla del teléfono. Por suerte la cámara no había sido tapada por semen, la misma cámara que capturaba a Omar, aun ordeñando su miembro convulsionado, con los ojos cerrados y la boca abierta. Escupiendo chorros de leche sobre su mano y en los alrededores, sin que le importara nada, tan solo sofocar sus gemidos para no ser escuchado por sus padres o demás habitantes de la casa.
Antes que el joven terminara de sentir el éxtasis del momento, Rebeka se tomó la atribución de hacer unas cuantas capturas de pantalla para usos personales en el futuro. Podía entender que no era correcto, pero al ser ella quien impuso las reglas del juego, también podía romperlas cuando se sintiera con el derecho.
Luego de disfrutar del momento en el que veía a su amado dándose cuenta de todo el desastre que había hecho, Rebeka aprovechó para darse un respiro. Fue al baño para vaciar su vejiga, que le estaba molestando por lo inflamada que se había puesto. Técnicamente la última vez que había tenido la urgencia fue en la mañana. También aprovecho para recoger algunas cosas antes de tirarse en la cama de vuelta, no podía permitir que su cuarto se viera desorganizado. Apenas retomó el teléfono en su mano, vio como Omar lo estaba limpiando con un paño.
—Debo felicitarte… —dijo ella con la intención de romper el silencio—. Soy muy difícil de complacer.
—Oh, me hace feliz escuchar eso. Rebeka, después de este momento no podré seguirte mirando con los mismos ojos, cuando esté contigo, pero quiero saber, si después de haber cruzado la línea podríamos seguir siendo… cercanos… ¿No sé si me explico? —dijo él, apenado, sin saber qué seguir esperando de mí, pero negándose a romper el vínculo entre nosotros.
Para Rebeka, ser más que amigos, pero menos que novios era como estar flotando en el espacio, entre la luna y el sol. Ella perfectamente entendía el por qué. Después de todo, él y ella se conocen, pero nunca se especificó si en verdad eran amigos y ahora si eran novios. Para quienes andan por la vida como quienes se dejan llevar por la corriente de vivir el momento y asumir las cosas según van sucediendo, no sería necesaria semejante pregunta. Pero Omar, no era de esas personas, él era más directo, alguien que parecía preferir no leer entre líneas o interpretar lenguajes y comportamientos sugerentes, él era de esos que necesita dejar los puntos en claro, con tal de evitar que se dieran lugar confusiones innecesarias.
—Ya no podemos ser amigos —dijo Rebeka, con una mirada seductora para acto seguido pasar a despedirse y colgar la llamada sin dejar que él pudiera responderle o despedirse —Que seamos algo más dependerá de ti y solo si me lo pides de rodillas. Hasta mañana.
Ella entendía que seguir hablando en ese momento y en esa situación, tal vez le conllevaría a deprimirse y por el momento, se sentía muy feliz como para dejar que se le arruinara la noche. Si en verdad Omar era un chico de acciones y no de palabras, sabría qué hacer. Conversaciones hasta las tres de la madrugada estaban de más.
—Uy —respondió Rebeka, con su cara contra la almohada—. ¿Por qué no puedo evitar ser de esta manera con él?! Pero es que también quiere hacer las cosas muy complicadas. Después que tuvimos un momento tan especial como este, se atreve a indagar que quiere ser más que un amigo. Es tan incoherente como para preguntarme si me vine después de venirme en su cara… ¡hombres, dejen la inseguridad de lado e interpreten las señales!
«Un nuevo día, tal vez eso signifique: una nueva yo» dijo Rebeka, estirando su cuerpo desnudo entre las sábanas para alcanzar a apagar la alarma de su teléfono.
Siguiendo su rutina matutina de vestirse con la ventana abierta, manteniendo las luces apagadas, continuó:
«Pero no. Lo sé, lo siento y veo en el espejo. Soy tan solo una suma de experiencias… la única diferencia es que hoy mi reflejo está riendo. Estoy súper decidida a seguir avanzando y por más que lo pienso, más alegría me entra en el cuerpo. ¿Quién lo diría? Tan solo diecisiete horas para poder liberarme de las cadenas que esta sociedad me tiene implantada por “ser menor de edad” y tan solo unos minutos para que él, a quien tanto amo, termine sometido ante mí…».
Luego que el último pasador para recogerse el pelo había pasado a una mejor vida por un incidente bastante característico, Rebeka miró a su otro yo en el espejo con una llama.
—Ya estaba necesitando un cambio, dejar de recogerme el pelo será uno de ellos. Después puedo probar con un corte de cabellos, no creo que me vendrían mal. Tal vez me lo corte hasta los hombros, como mi mamá. No tener que peinarme todos los días y aguantar calor se podría sentir más refrescante. Los chicos si lo tienen fácil…
Tras bajar por las escaleras, Rebeka ni siquiera se dispuso a prepararse desayuno, pues quería salir más temprano de su casa. Estaba ansiosa y algo en su interior le decía que Omar también compartía esos sentimientos.
«Conociéndole como le conozco, él no pudo dormir… tal vez me disculpé por la manera en la que corté la llamada sin despedirme anoche. No sería mala idea pasar más tiempo con él», pensó, mientras posaba su mano sobre el picaporte de la puerta.
«Vendrán más oportunidades para experimentar si aprendo a mantenerlo domado. Incluso, quien sabe… si se porta bien hoy, podría ser el día en el que le dé mi primer beso. Sé que apenas abra la puerta cualquier cosa podría suceder. Estoy nerviosa, mis piernas tiemblan y las manos me sudan. Adoro sentirme de esta manera. ¡¡¡Confía en ti Rebeka!!! Pretende saber, hasta que finalmente sepas. Mi nuevo mantra, las nuevas palabras que marcarán mi vida. De ahora en adelante, todo lo que pase será para bien, porque así lo tomaré».
La puerta de la casa ya no representaba una salida, sino que más bien, se había transformado en la “entrada a un nuevo estilo de vida”, para esa chica que delicadamente y con naturalidad, pretendía abrirse paso en la sociedad. Con la llave y valiéndose de un movimiento elegante, Rebeka sabía que no podía bajar la guardia, aunque estuviera poniendo el seguro a la puerta. Tan pronto se volteó y levantó la mirada, en las afueras del jardín, él estaba parado y ella quería mantener al chico ajeno a sus pensamientos de inseguridad, al menos por el momento.
Omar se podía ver con la cabeza baja, apenado, sin mucha confianza, como si no pudiera mirarla a la cara o dirigirle la palabra a la presidenta, esa chica que estaba supuesta a ser inalcanzable para alguien como él.
«Espero que esa cara sea porque te estés sintiendo mal de no poder borrar de tu mente lo que viste ayer y no por otra cosa» meditaba Rebeka, aunque sabía que así estuviera decidida a cambiar, eso no significaba que las personas a su alrededor estuvieran listas y dispuestos a hacer lo mismo. «De todas maneras, hasta que no descubra la razón detrás de esa cara larga, tengo que controlar mi risa cuando estoy nerviosa. Si él ve mi sonrisa no malintencionada en un momento como este podría acomplejarse, hacerle indomable y que optara por no dejarse controlar por mis caprichos».
—¿Y? — Fue lo primero que preguntó en vez de saludar, tan pronto salió del jardín y cerró la puerta.
—¡Buenos días, Rebeka! —exclamó Omar, luego de salir del trance en el que estaba.
Con la mirada hacia el suelo, el chico no había podido evitar ver directamente las curvas dibujadas por las prendas ceñidas a la cola contoneante de la presidenta, mientras que la falda se mecía por el movimiento de giro que tuvo que hacer para cerrar la segunda puerta.
Rebeka se había dado cuenta de la dirección en la cual miraban los ojos del chico, así como que su tono de voz sonaba como la de un hombre que con valor se enfrentaba a sus miedos, con tal de no quedarse callado. Ella mantuvo su rostro recto y ni siquiera pretendió prestarle atención al saludo y como si lo hubiera ignorado, simplemente se detuvo en frente del chico, colocó sus labios a una altura en la que pudiera ser alcanzada, mientras que sostuvo las manos detrás de su espalda.
La orden que ella le dio estaba clara y prácticamente esculpida en piedra en sus pensamientos, a pesar de decirla mediante palabras que quedaron suspendidas en el viento del pasado. Aunque Omar quisiera ignorar el momento, debía demostrarle que era digno de dar el siguiente paso con una resolución tan fuerte y transparente como lo podría ser el vidrio templado.
«Después de todo, no puedo ser más regalada de lo que yo ya estoy siendo…», pensó. «Tal vez mi orgullo es muy grande y me esté pasando, pero también creo que es un error necesario».
—Rebeka —dijo Omar con voz temblorosa, cosa que le hizo hincar las rodillas en el suelo—. Me gustaste desde el primer momento en el que te vi. Arrodillado ante ti, declaro mi amor ¿Serías mi novia?
Ella estaba de pie, bajó la mirada, con tal de no romper contacto visual con el chico que se le declaraba. «Aaah… qué lindo», pensó. «Verle con su cabeza por debajo de mi ombligo me hace recordar lo que hicimos ayer. Ufff, me está excitando, no es bueno, me hace querer provocarlo, en un momento tan serio. ¿Mmm?».
Mientras Omar esperaba recibir una respuesta tras su declaración, que había practicado incontables veces en la noche previa, se dio cuenta que Rebeka miró hacia los lados como si buscara ver si alguien se acercaba. «¿Estaría avergonzada de lo que estoy haciendo?», pensó el chico.
«Nadie está mirando, perfecto…», se dijo, para levantar su falda y pasar la prenda por encima de la cabeza de Omar. «Aww, por esta misma razón te quería de rodillas y pensándolo bien, este es el lugar más apropiado. Hoy definitivamente será el día en el que reciba mi primer beso ahí abajo, acompañándolo con un beso de labios».
Omar ni siquiera reaccionó ante la inesperada situación. Esperaba una respuesta, y no que su cabeza fuera tapada. Aunque el olor de la zona, junto a lo que tenía delante, le traían recuerdos claros.
«Puedo sentir cómo respira», se dijo, mientras vigilaba de un lado a otro, bajo la excitación que le provocaba el momento vivido en medio de una calle transitada. «Ufff, él levantó la cabeza y siento su nariz rozando mi clítoris a través de mis bragas. Ya la gente nos mira feo y él se está demorando mucho, ¿Será que no sabe qué hacer?».
Rebeka hizo que su mano derecha bajará sobre la camisa que tenía puesta entre la saya, lo suficiente para alcanzar su blúmer y tras colocar su dedo índice entre lo que era la piel y la tela, corrió la prenda a un lado. Dejó que Omar viera personalmente eso que antes había visto a través de una pantalla.
«Después de decirme tanto ayer ¿Qué estás esperando para comerte lo que te estoy ofreciendo?», pensó, mientras se mordía el labio inferior.
Al principio, él seguía perplejo ante lo que estaba sucediendo. Podía ser un sueño o una alucinación, pero el olor, el calor y la sensación le decían lo contrario. La claridad no era mucha, pero tan pronto identificó la mano femenina bajando y exponiendo lo que estaba escondido, Omar regresó al presente. Con el manjar tan suculento que tenía delante, «¿cómo no comérselo todo?», pensó, poseído por la lujuria, olvidando que se había declarado y esperaba recibir una respuesta.
«Mmm, la lengua de una persona es maravillosa. Un lametón me hizo subir al cielo. Oh, si no fuera porque vienen personas, le dejara ahí abajo hasta que me haga venir», se dijo, con el corazón acelerado, de tal manera que la sangre parecía llenar sus orejas. Luego usó la misma mano con la cual se había apartado el blúmer para apartar la cabeza del chico y dejarlo ahí por más tiempo.
Tal como un niño que por primera vez prueba un dulce y no quiere soltarlo, Omar usó sus manos para aferrarse a las piernas de la chica a la cual estaba devorando, sin que le importara nada ni nadie. La posición era complicada y todo lo que veían eran dos labios que esconden el tesoro tan deseado, pero tenía que escarbar con su lengua, abrirse camino para saborear entre los pliegues de piel sensible y delicada.
—¡Ya para, que nos van a descubrir! —dijo ella, pues definitivamente algunas personas ya le estaban haciendo comentarios, señalando e incluso sacando sus teléfonos — Ven, sube novio mío, ven y bésame ahora que tienes mi sabor. Firmemos con nuestra saliva la oficialización de nuestra relación.
«La oficialización de nuestra relación», esas palabras hicieron que Omar entrara en razón, lo que hizo que se levantara, en cuestión de segundos, para besar a la chica apasionadamente, a pesar de lo apretado que había quedado su pantalón por la erección que no podía contener.
Como si quisiera comérsela, con los ojos cerrados, él la sostuvo por la cintura con fuerza, estrujó y apretó su carne con firmeza, como si su intención fuera desvestir a su pareja.