Stagnation

Chapter 9
Alas


 Daniela alcanzó a ver lo que el vampiro le había sacado dentro del cuerpo, se dio cuenta de que, a pesar de haber sido dañada, aprisionada y engañada por palabras, todo era probablemente por el bien mayor que rezó por conseguir. Una vez dejó de lado la emoción de perdición que el vampiro le había hecho experimentar, comenzó a experimentar sentimientos encontrados como lo eran la culpa de perder la fe en un amigo y creer que todos los que le rodeaban intentarían engañarla. Ambos sentimientos destrozaban el interior de su corazón. No siguió llorando, ni mucho menos se mostró vulnerable, pero no pudo evitar mirar a Jhades como alguien que pedía explicaciones con tal de poder entender. 

  Los ojos de ellos se encontraron y aunque Jhades movía su cuerpo de un lado a otro, mantenía la cabeza observando en la misma dirección.

  —Toma, haz presión sobre la herida —dijo el vampiro, mientras tomaba un pedazo de tela enrollada y lo ponía contra la nalga de Daniela.

Al recibir la señal de su compañero, Regres decidió bajarse de la cama y desaparecer en el aire como usualmente estaba acostumbrado a hacer, cada que no se le necesitaba. 

 «¿Y por qué me tiene que importar tanto lo que ella piense de mí?» pensó él, quien seguía siendo observado por ojos que le cuestionaban. «¿Por qué me estoy desmoronando en pedazos? Es difícil de admitir, pero, por un momento, aprovecharme de mi autoridad se sintió bien, pero su mirada me hace sentir culpable. El saco de sangre aún confía en mí cuando mi yo más despreciable y repugnante está aquí en esta habitación, mirándole desnuda, como comida, como un objeto a abusar, mis ojos redondos y puros reflejan a un vampiro». 

  —No soy tan buen mentiroso —dijo Jhades—. Digamos que te necesito con vida. Dependiendo de tu fe en los demás no llegarás a ningún lugar. Esta es una forma conveniente de no esforzarte. 

  Ante el comentario, Daniela estuvo a punto de abrir su boca con tal de defender sus creencias, ya que tenía más de un millón de razones por las cuales mantener la esperanza, creer en otros seres y en el propósito de los actos.  

Pero Jhades le detuvo: 

  —No hace mucho me preguntaste, “¿Cómo? ¿Por qué este mundo? ¿Por qué yo? ¿Por qué aquí? ¿Con qué propósito?” ¿No es así? —Daniela asintió—. Entonces, si todo sirve a un propósito, dañar y luchar por ti misma también. Digamos que estoy en este mundo, aquí, contigo, con el propósito de enseñarte a valerte por ti misma, a expensas de que verdaderamente te deje de importar dañar a los demás, matar por un bien mayor, ya que después de todo… maté por ti. 

  Jhades estaba mintiendo, pero también le hacía sentir bien culpabilizar a alguien de alma noble.

  —¡¿Los subyugadores?! ¡No! Es mentira, pude escuchar pasos. 

  —Ese es otro grupo, los maté para que pudieras vivir, tu presencia está manchada…soy uno de los tres ‘caídos del cielo’ y eso es lo que mis hermanos y yo podemos hacer. ¿Qué más esperabas? ¿Acaso buscabas una manera de cambiar tu situación al no es dudar del propósito que estabas dispuesta a cumplir?

  Con sus palabras, el vampiro tocaba cuerdas sensibles, mucho más profundas de las que había tocado cuando dijo que el pertenecía al grupo de subyugadores. Daniela se quedó sin palabras, a pesar que podía defender su fe como ser celestial que era, no podía justificar las muertes ajenas en las que estuvo involucrada sin darse cuenta. ¿Qué debía hacer? ¿Aún seguía siendo una descendiente de querubines? ¿Su cuerpo se convertiría en el de un ángel caído? 

  —No puedes ser un vampiro —negó Daniela—. Tus ojos, tu reflejo… 

  —¿Mi reflejo? ¿Qué tiene? Puedo hacerlo desaparecer si quieres, así como mi cuerpo. Si lo dices por mis ojos, bueno… Esta goma negra que me dieron hace que no se muestre su color real—Tan pronto Jhades se retiró los lentes, el potente color azul de sus ojos se hizo presente en la oscuridad, lo que dejó a la descendiente de querubines sin más preguntas—. Ahora, regresando a lo que es importante, con este artefacto los subyugadores pueden seguir tus pasos y saber en dónde estás. Esa puerta está abierta, si llegan, digamos que es natural que se encontrarán con la muerte o ¿quieres morir con tal de dejarlos vivir? 

   —¡¿Qué quieres que haga?! —preguntó Daniela desesperada, mientras miraba sus manos como si tuviera sangre entre ellas. 

  Con una deleitante sonrisa mental, el vampiro destruyó el rastreador con sus uñas y se gozó en las expresiones desesperadas de la chica que estaba corrompiendo.

   —Vive, lucha, mata por sobrevivir, en nombre del bien mayor … de tu bien mayor, de tu familia que puede estar viva, de las personas que son inocentes. 

  —¡No sé si podré! — afirmó Daniela, mientras levantaba su cabeza para mirar los ojos de Jhades. Las miradas se volvieron a encontrar, pero esta vez todo sucedió lentamente. Ella no podía creer como los ojos del vampiro se mostraban asombrosamente brillantes en la oscuridad,  que sonreía con serenidad y confidencia, a pesar de poder matar en cualquier momento—. ¿Qué sucede contigo? ¿Estamos hablando de matar, sabes? Al menos toma el tema con más seriedad. 

  —No, estamos hablando de vivir — la corrigió Jhades—, hasta ahora no conozco a ningún vampiro puro de sangre como yo que dejara de existir. La pregunta es para ti, que estás arrinconada con una vida limitada y a la que te apegaste a vivir siendo esclavizada, cazada y violada por los mismos humanos a los cuales te dedicaste a servir. ¿Te vas a seguir resistiendo? Sigue viviendo, pero esta vez voltea las cartas sobre la mesa, esclaviza, caza y viola si es necesario. Vamos, piensa en personas desesperadas por vivir como eras tú… estoy aquí, dispuesto a seguirte ¿Cómo puedes permitir que quienes hacen daño sigan viviendo sus vidas tan fácilmente? ¿Ese será el final del camino una vez que mueres? No te permitas perder la vida con tan poca dignidad, rendida y a la merced de alguien más, muere luchando, matando. 

  —No, no, no. —respondió Daniela, con enojo,

  —¡Ahh! Me estás haciendo enojar, si es que verdaderamente quieres morir, yo puedo terminar con tu sufrimiento aquí y ahora mismo.  

  —No —respondió ella, esta vez de forma tímida e indecisa.  

De forma débil, la descendiente de querubines se volteó y se dirigió a donde estaba la puerta con la intención de mantenerla cerrada. Su rostro, que estaba a punto de romperse, mostró desesperación cuando escuchó voces del otro lado de la puerta. 

  —Tiene que haber otra manera… —susurró Daniela. 

  —Viva o muerta, mataré a quien se interponga en mi camino, no es que exista alguna diferencia para mí. 

  — ¡Como vampiro puedes usar el arte perdido de la vida! —exclamó ella, al ver una solución al frente de sus ojos. 

  —Mira tu cuerpo, tu herida… —respondió Jhades, como quien señalaba algo obvio—. Para usar el arte perdido de la vida, tengo que amar, literalmente … Si dejo de lado que logré anestesiar un poco tu dolor con mi saliva, no soy un ser capaz de sentir amor con facilidad. Amar a alguien que no está dispuesto a luchar por vivir, es un poco patético ¿no lo crees? 

  Los pasos al otro lado de la puerta se alejaron, al parecer, el rastreador había sido destruido a tiempo, como para que los subyugadores no encontrarán el lugar, lo que hizo que Jhades se relajara y regresara a sentarse en la silla que había limpiado.

  —Bueno, además de problemas ¿Qué más puedes ofrecerme, saco de sangre? —afirmó el vampiro, dispuesto a seguir poniendo presión en los hombros de la descendiente de querubines—. Tenemos que hablar de negocios, no es que necesariamente actúe por caridad. 

—No tengo nada que darte —aseguró ella, desnuda, con la espalda contra la puerta—. No quiero ofrecerte mi cuerpo, ni ser esclava o estar obligada a tener interacciones sexuales o hacer otros servicios. 

  La frase “interacciones sexuales” que salió de los delicados y finos labios de Daniela, hizo que Jhades recordara su segundo día de entrenamiento. Había tenido sexo con su maestra, quien también pertenecía al linaje vampiro y tras ese evento tan placentero, el dolor de perder miembros y ser atravesado por una gigantesca espada, se hizo constante. Claro, el entrenamiento consistía en aprender a tolerar el dolor, regenerar partes del cuerpo perdidas y órganos vitales. Katherine siempre estaba ahí para ayudarle a recuperarse, cada vez que perdía la conciencia. Jhades dejó de lado los desagradables recuerdos de un pasado tormentoso, para levantar su mano y detener a la chica con las siguientes palabras:

  —No estoy interesado en algo tan trivial y poco atractivo como tu cuerpo.

   Daniela se quedó boca abierta ante las palabras del vampiro, cosa que le llevó a preguntar; 

  —¿Me pediste que fuera tu esclava? Entonces, ¿Quieres mi alma o ser mi amado?

  —Necesitaba alguien que limpiara meticulosamente el camino por el que paso, que haga de silla cuando estoy cansado y me trate como amo y señor en frente de los demás. Ni siquiera vales la pena para hacer de ti un tapete. 

 Las palabras de Jhades eran directas, no estaban negando que quiera amar a Daniela o tener su alma. Tras dejar de apoyarse en la puerta, Daniela regresó a sentarse sobre la cama, juntó sus manos frente a su pecho, entrelazó sus dedos y con la mirada, le rogó al vampiro: 

  —Te pido, de forma egoísta, tal vez no en este momento y aunque sea inexistente, que el amor entre nosotros puede crecer y manifestarse con el tiempo. Ayúdame a sanar las heridas de mi cuerpo, a recuperar la pureza de mi alma y tómame como más que una amiga…quiero ser tu esposa y señora.

   —Definitivamente, no —dijo Jhades, quien recordó su pasado, además, que la necesitaba con vida para tener una excusa ante sus acciones, no la requería como mujer—. No pienso sentir amor por haberte salvado la vida, por tanto, ni cambiando tu estado denigrante voy a amarte en lo absoluto… Tendrías que entregarte a mí verdaderamente. 

  Aunque la última oración que dijo el vampiro había sido de manera irónica, la chica se lo tomó muy en serio.  

—Solo puedo estar entregada en mente, corazón y alma, verdaderamente, al “señor”—. Respondió un tanto asustada, por las consecuencias que trajeron las palabras del vampiro. 

    Estaba asustada de “entregarse” a alguien, debido a que los seres celestiales y divinos caen y son corrompidos cuando aman a alguien que les decepciona. El “señor” era el único que nunca les decepciona, entrega todo por ellos, los amó primero, los quería a pesar de lo manchados que estuvieran, por ende, amar a esa entidad y hacer bien sin mirar a quien, era el secreto para ‘no caer’ nunca.

  Para Jhades, el “señor” del cual Daniela hablaba, no estaba ahí, no la protegía ni le permitiría seguir viviendo. Con sus colmillos en todo el esplendor de su naturaleza y con intenciones de jugar con su comida y hacerla desesperar aún más, añadió:

   —No soy tu señor, soy un vampiro. Mi naturaleza es incambiable, tengo que morder para alimentarme, matar para vivir y amarte si quiero salvarte. Pero, a pesar de todos estos eventos que nos trajeron a estar juntos. ¿Acaso estarías dispuesta a darme voluntariamente tu mente, corazón, alma y sangre? ¿No piensas hacer de mí tu señor? Digo, después de todo… Miguel permitió mi entrada y nacimiento. Estoy en este mundo, aquí, frente a ti, por un propósito… ¿no es así? 

  El vampiro había usado el nombre del príncipe de las milicias celestiales, la entidad que comandó a los ángeles, querubines y demás entidades divinas en la batalla de ángeles, dioses y demonios, no porque supiera quien era, sino porque Daniela lo había mencionado. 

    —Puedes adueñarte de mi cuerpo —dijo Daniela entre lágrimas.

   El llanto de la chica que deleitaba al vampiro, lo motivó a seguir tocando puntos sensibles y hacer proposiciones imposibles; 

  —No, no es solo eso… —respondió Jhades— no es tan solo adueñarme de tu cuerpo, tu alma, corazón, mente y sangre. Es que seas capaz de entregarme todo de ti, incondicionalmente, sin que yo te lo tenga de pedir. Que pienses por mí, respires por mí, vivas por mí, hables por mí, ofrezcas la vida de nuestro fruto por mí, renuncies a tu muerte por mí. Sin medidas ni condiciones, lo des todo de ti, tanto en la miseria como en la alegría. 

Daniela abrió sus ojos como platos y se dio cuenta que estaba en una posición muy delicada. Para poder obtener la protección de Jhades, ella solo tenía que dar su lealtad y sinceridad a cambio, pero los requisitos para obtener el amor de un ser tan egoísta eran otros — ¿Cómo podría hacer eso? —preguntó. 

  Jhades se quedó mirándola, con el fin de escuchar la respuesta que le permitiría amar a la chica que provenía de los querubines. 

  —En ese caso, —dijo ella, con voz decidida—. Prometo tomar la decisión consciente de entregarte todo lo que tengo, incondicionalmente, sin que me lo pidas. Voy a pensar en ti, respirar por ti, vivir por ti, ofrecer la vida de nuestro fruto por ti, renunciar a mi muerte por ti, tanto en la miseria como en la alegría… porque te lo mereces. 

  —Ahora, descruza los dedos y abre tus manos—dijo el vampiro, quien lucía una sonrisa bien amplia en su rostro.

Luego de hacer que sus dientes vibraran, Daniela separó los dedos que juntaba frente a su pecho, rompió su fe y las creencias que había tenido desde un inicio. En ese momento, cuando su rezo ya no era el mismo, la chica fue tomada por sorpresa, al sentir la mano del vampiro tocándole la frente. 

   El cuerpo de Daniela se erizó, cambió, evolucionó desde el interior, al punto que no podía distinguir si estaba cayendo, al mismo tiempo que se transformaba en un demonio de luz o alcanzaba la divinidad nuevamente. Contagiada por el deseo, una descarga eléctrica de sensaciones lujuriosas, una tras otra, le invadieron el cuerpo. Sintió un placentero cosquilleo casi insoportable en sus piernas y un corazón que se le agitaba al estar haciendo algo malo ante los ojos de su “señor”. 

 «El sonido pulsante de las venas de mi cuello palpitante, sus labios, la humedad de su lengua, ¿qué es esto que siento?” pensó Daniela, quien aún esperaba con sus brazos abiertos el cuerpo pecaminoso de un vampiro, al tiempo que se accionaban los mecanismos internos de su corazón. 

 Cual ser angelical, ella expuso sus alas que casi abarcaban todo el lugar, ante los ojos sorprendidos del joven vampiro quien no se quedó detrás. Dejó de guardar lo que escondía, el portador del apellido Priovan, también mostró sus alas.

 Las alas de Jhades eran totalmente diferentes entre sí, dividían la pequeña habitación en dos partes. Una parte era blanco angelical, irradiado por un plumaje magnífico, mientras que el lado contrario se hacía ver oscuro y apagado, gracias a la piel y huesos de dos extremidades. 

 —Mis alas despertadas por ti, son la prueba irrefutable de que en verdad estoy dispuesta a amarte —dijo ella, casi sin aliento y en éxtasis—. Mira Jhades, el poder que ha creado el amor dentro de mí. Observa como mis heridas sanan y este cuerpo, una vez maltratado, ahora se levanta en esplendor y gracia.

  «Que asombroso es jugar con los sentimientos de alguien” se decía el vampiro. «Le hago creer que puedo amarla verdaderamente si reúne las condiciones. Es tan inocente, corrompible y encantadora.”

 Con el tiempo ralentizado, en un ambiente agradable para la chica proveniente de los querubines, inundada por sensaciones desbordantes, no podía dejar de confiar en una nueva esperanza para su vida. De pronto, un suspiro de Daniela se escuchó y significó más que una mera relajación de todo el cuerpo. En el aire que abandona los pulmones, se palpaba una liberación momentánea de todas sus almas. Ella estaba siendo bendecida por semejante exhalación, tanto que agregó:

  —Tengo mucho sueño, al punto que no me puedo mover. 

  —Aprovecha y duerme un poco. —dijo el vampiro, quien se quedó en silencio con su típica sonrisa maléfica. No era que tuviera más que decir en ese momento, pues tenía la mente en blanco y podía prometerle a todos los cielos que amaba a la chica o al menos, experimentaba el placer que le había hecho sentir.

  Con tal de ver la reacción que tendría la chica que recién se le había entregado en cuerpo y alma, él podría marcharse tan pronto se quedara dormida, pero nada le garantizaba que se mantuviera viva. Regresó a la silla que estaba limpia, se quedó sonriendo y hambriento, con ganas de comer un poco más. Hizo que Regres apareciera y le mandó a ir por los demás subyugadores que estaban merodeando, sin que Daniela se diera cuenta. 

«En un mundo nuevo y totalmente desconocido, indudablemente no podía haber existido una noche más maravillosa en la vida de ustedes, los tres… ‘caídos del cielo’” Dentro de su mente, una voz anciana resonaba. “En el tiempo que he pasado en esta luna, que muchos llamaban sol, me encargué de que el curso de eventos fuera ideal para ustedes. Gracias a esto, aprendieron cosas que por sí mismos que no podían saber, que se negarían a aprender de otra manera. Aprendieron a hablar, a entender el nuevo idioma y las costumbres de los humanos, a no matar irracionalmente. Todo, en su mayoría, por el poder generado del interés de un amor condicional. ¿Han encontrado a alguien que los ama? Tal vez sea verdad, eso que piensan. Pero con las condiciones perfectas y la influencia de otros, hasta la más salvaje de las bestias puede percibir el regocijo de hacer un papel heroico y obtener los placeres que les puede dar una mujer en agradecimiento. No solo eso, sino que regresarán a buscar esa felicidad, tanto que confunden el sufrimiento con bienestar.

   Desde su habitación, el hombre mayor miraba como se disponían los hijos del gigantesco bordado y dispuso a pensar: 

  «Ahora que saben lo que es una mujer, que son poderosos e inteligentes como dioses, se negarán a seguir vagando por este mundo y vivir como animales sin propósito. Lástima que el tiempo no sea mucho. Gilgamesh ha dado la orden, por alguna razón, lo hizo un poco más rápido de lo que estaba calculando. Él está ansioso por reunirse con su amigo, ese que soñó, que tanto esperó, para evitar volverse loco. La inmortalidad es peligrosa para un humano, tanto que, aunque se dio cuenta de lo egoísta que estaba siendo, quedó ciego de lo que podría ser.” 

El sujeto dejó salir una bocanada de aire, mientras miraba las diferentes pantallas que componían el lugar, para luego continuar con su monólogo interno: 

  «No le puedo culpar. El miedo es lo que representa la vida eterna, en especial, cuando después de obtenerla, nadie a quien ames pueda obtenerla contigo. Gilgamesh, puedes estar seguro de que te va a favorecer combatir contra un monstruo al que no podrás vencer. Tal vez sea la única manera de reparar el agujero que tu antiguo amigo dejó. Rey, espero puedas entender que todo suele tener un precio y más en un mundo de naturalezas imperfectas, como este. Los sentimientos que lograste experimentar, como consecuencia, te abrirán un camino seguro a la perdición si les das cabida, ya que después de todo, la debilidad de un hechicero es clamar cuando se tienen sentimientos. ¡Que comience el espectáculo!»

  Jhades y Dante nunca se lo pudieron imaginar, ni remotamente percibieron que estaban siendo enjaulados, pero Rey sabía que los sentimientos podían convertirse en barrotes y rejas casi indestructibles para quienes aprisiona, por lo tanto, nunca bajó la guardia a pesar de haber tenido múltiples orgasmos y que Lía quedara dormida como una bebé.

 El híbrido estaba de pie, inmóvil, con sus ojos cerrados, pero afinando todos sus sentidos, porque después de todo, estaba en territorio enemigo. La pregunta le atormentaba, «¿puedo escapar de aquí?” y la respuesta era «Si, pero no podría llevarla conmigo.” En semejantes circunstancias, mantener ilesa a esa criatura rota, de la que se había encariñado, era de vital prioridad. 

  «Después de todo, las cosas directas son menos problemáticas que estar huyendo. Tal como estipula el plan principal, siempre y cuando pueda acercarme al cuello de mi oponente y cortarlo tan rápido como pueda, todo se verá terminado y ella no tendría que verse involucrada. Aun así, ¿qué hago con el resto de los humanos?” pensaba Rey, mientras transcurría la noche. 

 De forma imperceptible para una persona normal, los subyugadores rodeaban todas las habitaciones en las cuales se encontraban los esclavos y ya tenían los pasillos colonizados. Poco a poco y en silencio, las mujeres y niñas eran arrancadas de sus habitaciones, prácticamente dormidas y llevadas a otro lado. 

  Rey podía decirle a Lía lo que estaba sucediendo, pero no haría ninguna diferencia. Lo que quedaba era esperar, además, que no estuvieran matando era una buena señal, significaba que querían capturarlos con vida.

Tras pocas horas, los subyugadores finalmente aseguraron las habitaciones en las cuales estaban los tres caídos del cielo. 

  La puerta que Jhades creía haber partido, nunca lo estuvo y en el momento oportuno, la entrada se cerró automáticamente y convirtió al lugar en una zona hermética que se llenó de gas con efectos paralizantes para los vampiros. Por otro lado, Dante no tenía fuerzas y se había quedado dormido profundamente, gracias a los orgasmos que tuvo con Marín.

 Fue un golpe duro para el orgullo de Dante y Jhades, cuando abrieron los ojos y se encontraron con lo que su despreocupación provocó, que fue tener que aceptar la inminente derrota en una batalla que siquiera tuvieron la oportunidad de luchar. Al voltear y ser testigos de cómo sus recién adquiridas debilidades se encontraban llorando, doblegadas a merced de manos ajenas, atadas, amordazadas y amenazadas con armas, los derrumbó. 

   El fatídico error que los dos hermanos habían cometido, era creer que eran más inteligentes que los humanos, una raza que había vivido milenios y que contaba con el conocimiento de todos sus antepasados en la caza de seres sobrenaturales.

  Sin embargo, a pesar de respirar el mismo gas y haber gastado una cantidad considerable de fuerza física, Rey creó varias copias de su cuerpo que rodeaban la cama, con tal de proteger a la vampira. Mantuvo su rostro intimidante, como bienvenida a todos los sujetos que no habían sido invitados. Aun estando desnudo, observó a cada uno de los invasores a los ojos, con la intención de hacer prevalecer su disposición a luchar y matar si se daba el caso, aunque esperaba que tomaran conciencia, retrocedieran o cometieran el más mínimo descuido.

   Rey también entendía que su presencia no provocaba el mismo miedo que cuando llegó a Belldewar. No se veía tan salvaje, estaba limpio, sus ojos afilados que antes se iluminaban con la blancura que irradiaba una estrella pitagórica infinita que bordea las pupilas y se adapta al tamaño dilatado, estaban disfrazados por unas lentillas negras. Tampoco era que sintiera la necesidad de desperdiciar energía y avanzar la condición de su enfermedad, al aumentar las dimensiones de su cuerpo. 

   —Violencia genera aún más violencia. Contra mí no tendrán salvación, —dijo Rey, quien pensaba que alguien que se había tomado el trabajo de enseñarle y hacer que se adaptara a las costumbres humanas, le quería vivo y así le mantendría.  

  Rey podía entender que el gas que respiraba, más que sentirse relajante, con el paso del tiempo le había robado más de la mitad de sus fuerzas restante. También que estaba dispuesto a no mostrar resistencia mientras sintiera que su vida no estaba en peligro.  

  La respiración agitada de los enmascarados presentes llenó el ambiente, después de todo, eran humanos y el simple hecho de hacer contacto visual con una amenaza ‘categoría tres,’ era suficiente para obtener sentencia de muerte. 

  —Ninguno de los otros dos es capaz de moverse con este nivel de concentración de gas —anunció uno de los presentes—. Por órdenes de su majestad Gilgamesh, el más poderoso y supremo que puede hacer temblar a esta luna llamada sol, no teman en capturarle y enfrentar a la muerte, si es el caso.

  —Hablas demasiado—dijo Rey, irritado por no ser la primera vez que escuchara semejante nombre.

   Acorralado, el joven se defendió mientras todos se le fueron encima, con la intención de capturarlo. 

   Al ver que el objetivo estaba dando una mayor resistencia de la que habían previsto, los humanos dieron la orden de disparar y evitar los puntos vitales. Rey dirigió la trayectoria de unos cuantos proyectiles con la punta de los dedos, así como logró esquivar la gran mayoría y dejaba impactar contra su cuerpo unos pocos proyectiles. No era difícil deducir que los rápidos movimientos de aquel chico eran los culpables que los soldados estuvieran cayendo uno detrás de otro. Mientras más hombres disparaban, más hombres morían bajo sus propias balas. Por cada hombre que caía, entraban dos por la puerta de la habitación. La persona que estaba reteniendo a Lía ordenó a sus compañeros detener el fuego de las armas. Con esta orden, los presentes dejaron de disparar.

 Rey volteó su rostro para ver la cruda realidad, los disparos y humanos que entregaron sus vidas, tan solo fueron una distracción. El objetivo principal del soldado más diestro era colocar la boquilla del cañón de su pistola en la sien de la vampira que estaba inconsciente, tendida sobre la cama. A pesar que tenía varias copias de sí mismo en la habitación sus sentidos no estaban en las mejores condiciones y a pesar que se propuso hacer un clamado silencioso, se dio cuenta que el chacra corazón estaba bloqueado completamente. 

  Que Lía estuviera capturada le hacía sentir cosas que él no estaba supuesto a sentir. Esos sentimientos eran capaces de influenciar sus hechizos y hacer que estos, por simple que fuera, terminaran con su vida de una vez. 

    —A pesar de haber recibido daños, aún sigues moviéndote, dentro de poco te adaptarás a nuestras armas y se volverán ineficaces, pero ella no tiene esas habilidades—, dijo el sujeto con tono amenazante, mientras tiraba de los cabellos del cuerpo inconsciente de la doctora que permanecía desnuda en el suelo. —Aún quiero hacer esto por las buenas. 

  Rey emitió un gruñido de desagrado e hizo que las copias que había creado con su arte de control de aura negra desaparecieran. Sintió como las cadenas invisibles que le ataban le impedían actuar. Él podía limpiar sus chacras en segundos, pero cada acción por parte de Lía, provocaba una reacción en él. Aunque sobreviviera al efecto negativo de un clamado incorrecto, apreciaba mucho a la chica que le había ayudado, como para arriesgar a la suerte el resultado de una situación desastrosa.  

   Dada la cooperación del objetivo, el sujeto de la pistola le dijo;

   —Eso, así… ella estará bien mientras colabores. Ahora, arrodíllate y coloca las manos sobre la cabeza.

   Rey obedeció las demandantes órdenes y tan pronto sus rodillas tocaron el suelo, por detrás, se le acercó un hombre, el cual, mediante el uso de un puñal con contenido dentro, le apuñaló justo en medio de la columna vertebral a la altura de su caja toráxica.

Rey perdió  el control y la sensación de toda la parte inferior de su cuerpo, el ‘caído del cielo’ miró con resignación el rostro dormido de la vampira que tanto quería. 

  El líquido dentro de la daga fue inyectado y con esto, el joven comenzó a ver todo distorsionado. Rey, mareado y aturdido, terminó cayendo en el suelo.

   En la habitación, se produjo un silencio sepulcral. Muchos no podían creer que siguieran viviendo, después de encontrarse con un ‘categoría’ tres. —Impresionante, quién iba a decir que semejante bestia sería domada por el amor de una prostituta—, dijo uno de los soldados, con la intención de romper el tan incómodo silencio, mientras expresaba su alegría por estar vivo.

    El sujeto que apuntaba con su pistola a Lía, apenas escuchó el comentario, dirigió su pistola y tras accionar el gatillo, mató a la persona que había hablado.

 Las armas de todos los presentes fueron bloqueadas por un mecanismo de seguridad y la pistola del subyugador era la única que podía ser utilizada.

  Los presentes levantaron sus manos al aire, para resignarse a escuchar las palabras que el sujeto vociferó, con un ánimo bien irritado: 

  —Tres de mis mejores hombres no volverán a ver a sus familias y cuatro estarán hospitalizados por un largo tiempo. La “propiedad” o el “esclavo” que vuelva a tener el atrevimiento de halagar a una basura como esta, tendrá el mismo final. ¿¡Entendido!? 

Tras ponerse en posición firme, en dirección al furioso individuo que estaba al mando, exclamaron:

   — Sí, señor. 

  —Ahora, a cantar el himno en honor a los héroes caídos que se juntarán en el infierno y aun así, continuarán luchando con tal de alcanzar la victoria. 

 Luego de seguir la orden del subyugador, los presentes se colocaron en posición de saludo y comenzaron a entonar el canto de combate, uno que era familiar a los oídos del Rey.

 



Una casa y cinco jóvenes

Chapter 9
Verte comiéndole


Aunque los gritos eran del placer, perfectamente podrían estar combinados con dolor cosa que hizo a Elena anticipar la situación y obligar a que las piernas de su amiga bajarán y con un fuerte agarre a la cintura de esta, impedir que escapara en caso de que lo intentara.

Rey, con una sonrisa en su rostro, tomó las manos de Juliet para también tirar de esta. Era la primera vez que sentía como su verga se abría camino hacia el interior de un agujero casi cerrado. Como si la carne y el frenillo de su pene fueran a romperse y retroceder en cualquier momento al mismo tiempo que su glande sentía los latidos de un corazón, él siguió encajando su hierro en el agujero.

—¡No me duele! ¡Ni me quema este hierro caliente que me estás metiendo! —Grito Juliet con lágrimas en los ojos—. ¡Sigue y no te detengas! ¡Ayúdame a clávame toda esta verga!

¡Ahhhhhh!

“En verdad se está esforzando.” Se dijo Rey, enternecido por la dedicación de Juliet. “De no haber arreglado su condición médica, ella se hubiera muerto al meterse esta cantidad de mi verga en su cuerpo. Pero ahora, con un coño que perfectamente puede traer a la vida algo tan grande como un bebe de nueve libras, mi verga tiene espacio para ser asimilada.”

En el momento en que la pelirroja dejó de apoyar el peso de su cuerpo con sus pies y literalmente se sentó sobre la verga erecta de Rey, Elena asumió que la penetración no sería una tarea fácil. Aun así, obedeciendo los gritos desgargantes por parte de la pelirroja, la rubia forzó a su amiga a bajar más, hasta que todo el cuerpo de esta dio un paso hacia abajo.

El coño de la pelirroja cedió y partió de una, asimilando más de la mitad de la verga de Rey. Con la cantidad suficiente de verga dentro de su raja, Juliet pudo apoyar sus rodillas sobre la cama, cosa que le hizo aguantar la respiración por los calambres tan intensos que casi le doblaban las piernas.

Elena quedó observando un hilo de sangre brillante que bajaba por el tronco del pene de Rey, aun así, no lo pensó dos veces y comenzó a chuparle el culo a la pelirroja que hacía lo más humanamente posible para no moverse.

Juliet se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar, su cara se enrojeció, y las venas se le salieron por el dolor de soportar partirse en dos. Aun así, ella reía de placer, tanto que podían llamarla loca.

Con más fuerza que habilidad, Rey cargó el cuerpo de la pelirroja para llevarse el coño abierto y sangrante hasta la boca.

Haciendo que su lengua creciera lo suficiente como para extenderse y recorrer el interior de la pelirroja, él lamió, chupo y trago varias veces, reparando los daños y desgarros que ahí estaban. Haciendo de la cueva un lugar más hospitalario para su verga.

Elena, arrancada de su plato favorito, se armó de mucha paciencia y vio todo esto impresionada, claro, moviendo a un lado la verga enrojecida a punto de estallar.

Una vez Rey terminado con sus tareas orales, regresó a Juliet de vuelta sobre su verga y le dejó caer para enterrársela por segunda vez, más fuerte que la primera.

“Ahora sí”, se dijo Rey quedándose más tranquilo.

Una vez más la magia del placer que sustituyó al dolor se dio lugar dentro del órgano amatorio de la pelirroja que reviro sus ojos hasta perderlos. Elena, con su plato de vuelta, no se contuvo tampoco y como curiosa que era, adentro dos de sus dedos en el culo de su amiga para sentir de otra forma la verga que procedería a entrar y salir.

Despojada de tener que aguantar la hiriente sensación de frotar una cortada abierta, Juliet no tenía más que hacer que no fuera portarse bien y entregarse al placer. Notando sensaciones tan únicas como nuevas, sus tetas perforadas se pusieron muy duras. Cogiendo y tirando de sus pezones, Jul comenzó a moverse por sí sola sobre aquella gruesa verga, que más que un hierro, ya era todo un manjar que su coño no quería dejar de comer y tragar. La pelirroja subió y bajó, una y otra vez, rápido y lento, hasta sacarla y luego enterrarla tanto como para chocar sus nalgas contra la base. Por primera vez en su vida, se notaba que la pelirroja no podía parar de disfrutar y poner atención a todo lo que podía sentir su coño con cada nuevo movimiento. Gimiendo, mugiendo y resoplando, Juliet no era capaz de controlarse por el placer que estaba experimentado entre sus piernas.

Elena, viendo que toda la sangre estaba siendo lavada por los fluidos vaginales, decidió dejar de usar sus dedos y volver a emplear la lengua que tanto deseaba probar la sustancia viscosa y blanca que estaba viendo salir de dentro de Juliet. Chupando verga, coño y culo a la vez, la rubia dejó salir su imaginación y comenzó a frotar su clítoris contra el pie de Rey. Con el coño empapado de fluidos, no le tomó mucho tiempo para lograr encajar el dedo gordo de este hasta el fondo y cabalgar como toda una vaquera.

Juliet encorvando su cabeza como quien tenía que ver algo para creerlo, pudo verse la barriga, las tetas que le colgaban y como estaba abierta de piernas sobre el cuerpo fornido de un chico. Ella nunca había alcanzado a verse el clítoris, no era que no fuera lo suficientemente flexible, sino que no tenía porque estaba cubierto por carne. Pero, para su sorpresa, en ese momento, en frente de la inmensa verga que no daba espacio para que nada se escondiera, estaba un pellejo que retrocedía y dejaba al descubierto una bolita de carne roja bien salida. Mismo botón de placer que hacía contacto contra la pelvis de Rey provocando que todo se sintiera más rico.

—¡¡¡Ohhh!!! ¡Qué bien se siente esto, coño!… ¡Manda vergas! Rey, ¡muérdeme! —dijo Juliet al bajar con fuerza y echarse hacia adelante dejando su cuello expuesto.

Rey, eufórico de pasión y encendido en deseos, clavó sus colmillos salidos hasta la mitad en el cuello que se le ofrecía y acto seguido disfruto del agudo chillido que la pelirroja dejó escapar. Aun así, la chica siguió retorciéndose, por lo caliente que le hacía sentir esa situación tan deseada. Sin miedo de ningún tipo, Juliet casi que imitó los frenéticos movimientos que hacía Elena sobre la verga que incluso llegaba a deformarle la barriga. Como si ella ya no sintiera dolor alguno y estuviera poseída por la lujuria.

De pronto el sólido sonido de una nalgada se dio lugar, luego otra y otra. Elena estaba celosa y poniéndole las nalgas rojas a su amiga, fue la única manera en la que la rubia pudo dejar salir su frustración. Por otro lado, Rey dejó su carácter pasivo y comenzó a darle embestidas a la chica que le estaba devolviendo la mordida sin contenerse.

“¡¡¡Dolor, rabia y enojo hacen de esta verga mía una despiadada máquina de sexo!!!” Pensaba Rey entendiendo que estaba lejos de alcanzar el orgasmo, en parte por el dolor en el cuello que le provoca una mordida de dientes poco afilados y por todo lo que tuvo que hacer para follarse a la pelirroja.

Por otro lado, casi que con toda la fuerza que su mandíbula podría generar, Juliet mordía con tal de ignorar los corrientazos de la tercera corrida que estaba experimentado. Desde su perspectiva, ella siempre había imaginado encontrar más placentero hacerlo con lentitud, de forma sensual, sintiendo cada milímetro de la verga entrando y saliendo de su cuerpo, manteniéndose a punto de venir por cuánto tiempo pudiera conseguir. Pero, ante las ansias de Rey que le destrozaba a embestidas al punto en el que le dolería por días, no tenía la experiencia suficiente para contenerse ni controlar la situación aun estando arriba. No tan expertamente como Elena había conseguido.

Rey ya con un ritmo constante, abrió sus ojos y vio como Elena subía por la espalda de Juliet, cuál si fuese una leona en busca de comida. La rubia abrazó por detrás a la pelirroja, cosa que hizo a Rey apartar sus dientes de aquel cuello.

Juliet se levantó sobre el chico y aun dando sutiles meneos de caderas volteo su boca ensangrentada para besar a Elena quien le estaba agarrando las tetas. Una besó a la otra como si fueran novias de toda una vida, aunque la recibidora del beso ‘con sorpresa’ abrió los ojos y trató de resistirse, pero no pudo al ser tomada de los cabellos.

Tres cuerpos fundidos en uno, gozando sin rastros de sufrimiento alguno. Juliet que mantenía sus piernas bien abiertas, Rey que le levantaba en peso y la rubia que se encaramaban sobre ellos. Los golpes y gritos se escuchaban más afinados y fuertes. Las lenguas se buscaron unas a otras y las manos exploraron todo lo que tenían al alcance.

Tal vez por la indiscreción tan grande por parte de la espectadora, Rey no pudo evitar girar su cabeza y observar en dirección a la puerta. Allí, de pie junto a la cama, estaba Samantha. Ella había entrado en el cuarto de la forma más provocativa que una chica podría hacerlo. Sobre la cama se puso en cuatro mostrando su coño encharcado y su anito aún dilatado de la follada que había recibido el día anterior. Parecía un anillo, uno que como mismo lo hacía, una boca con forma de ‘O’ pedía ser lamida, chupada y poseída.

—¿Uniéndotenos? —preguntó Elena, tan pronto reconoció la presencia de la chica tradicional del grupo dentro de la habitación.

—Ustedes… locos… Juliet está sangrando por todas partes… esto no es sexo, es canibalismo… —dijo Sam.

—No si lo haces con un vampiro —se apresuró a responder Juliet—. Sabes, después de un rato su sangre no es que sepa tan mal…

—¿Y qué sabés de vampiros, Juliet? —Le preguntó Sam.

—Todo lo que leí en algunos libros sobre ese tema. Tener sexo con uno era una fantasía que me calienta un montón. Además… tal vez nos convirtamos en vampiras… no sé…

—Si no te desangras primero —afirmó Sam—. Rey ¿qué tienes que decir al respecto?

—No es que Juliet esté muy lejos de la verdad, —respondió el joven bien ocupado en dar embestidas de su verga contra el coño que no dejaba de sentirse apretado—. Pero tal vez ‘vampiras’ no sea el mejor término para definir en lo que se podrían convertir al consumir de mi sangre.

—Rey, deja los temas técnicos, —dijo Elena—. Sam, no sigas aguando la fiesta, ¿te vas a unir o no?

Juliet, quien sabía que no serviría de nada presionar a la trigueña, agregó con voz ronroneante —Elena me estuvo contando todo lo que hizo contigo… desde mi punto de vista, meterte toda esta verga por el culo es más salido que tomar sangre. Yo respeto tus gustos… puedo notar que te mueres de ganas de hacer cosas malas.

—Sam, porque no empiezas por probar el coño de Juliet — dijo Rey, como intento de animar la situación—. Ayer te morías por meter tu lengua en su raja.

Sam mantuvo el silencio, luego su mirada se plantó entre las piernas de Juliet y ese clítoris que descapuchado se hacía ver.

Elena comenzó a reír, Juliet levantó todo su cuerpo hasta sacarse la verga de Rey y apuntar con su entrepierna en dirección a Sam. Como si no fuera suficiente, Elena usó dos de sus dedos para mantener abierto el delicado agujero que le pertenecía a la pelirroja.

—Ufff, cómeme todo mi coño —sensualmente dijo Juliet—. ¿A qué más estás esperando?

Samantha se veía titubeante, al perecer aún no estaba tan caliente como para entrar en territorio lésbico de primero. Una cosa era empezar con un chico y terminar con una chica que hacer lo contrario cuando un chico estaba ahí delante.

—¿Recuerdas lo que te comenté? —dijo Elena—. Que Juliet tenía ganas de verte comiéndole el coño.

—Siempre he tenido ganas de ver a esa carita de chica recta y estirada entre mis piernas, —agrego Juliet, familiarizada con la mirada de Sam—. Déjate de vueltas y chúpame el coño, dale que me estoy enfriando.

“La forma en la que miran sus ojos.” Se dijo Rey pudiendo jurar que la determinación de Sam se iba a quebrantar.

Desviando su cabeza, en cuatro patas sobre la cama, Samantha se lanzó a chupar el coño que Juliet le ofrecía con tantas ganas como culpas podía sentir un drogadicto que se había prometido no consumir y recaía en su vicio sin poderse controlar. La abertura de suculentos labios mayores, rosados y delicados pétalos interiores, clítoris que se escondía y salida con la más mínima caricia y lampiño, entre las piernas de la pelirroja, terminó eclipsada por la boca de la trigueña.

Si Rey pudiera comparar semejante mamada, él diría que dos bocas se estaban besando entre sí ante sus ojos.

Con semejante situación, la trigueña se prendió tan fuerte como pudo al punto en el que fue capaz de tumbarse boca arriba, a lo largo de la cama, el cuerpo de Juliet con sus piernas bien separadas.

Elena, sin desaprovechar la oportunidad, procedió a clavarse la verga de Rey con más entusiasmo que nunca. Aun teniendo el impresionante pedazo de carne clavado hasta las entrañas, la rubia también se tendió sobre el cuerpo de Juliet para chupar coño.

Samantha no le dio importancia a la actitud tan agresiva de

su amiga, podía criticarla para ocultar sus propios defectos de querer chupar coño mientras se metía una verga, pero no era correcto. Después de todo, hasta el momento, el deseo de poder encontrar a personas con las cuales se pudiera identificar y sentirse amada, no había sido más que un lujo. Ella quería poder ser quien verdaderamente era. Que le cuidaran. Que le reconocieran y aceptaran. Y quienes estaban sobre esa cama le habían ayudado. No sería para nada justo tratarlos como ella no quería ser tratada.

Por otro lado, que dos chicas estuvieran colocadas entre las piernas de una tercera era una escena de admiración para Rey, quien sin mucho tacto se irguió entre las sábanas y aguantando la respiración comenzó a embestir a Elena mientras que con su mano masajeaba el culo de Sam. Desde encima, el joven pudo ver con más claridad cómo el par de lenguas se movían hábilmente entre los lados y al interior de la vagina de Juliet. Y así los gemidos se distribuyeron por todos lados. Entre el techo, las paredes, el suelo y sobre la cama, los cuatro chicos se miraban conectados entre placeres carnales.

Juliet, decidió traer hacia ella el torso de Sam con la intención de quedar haciendo un sesenta y nueve sin dejar que esta y Elena le siguieran chupando el coño. Aunque Rey no pudo ver como la pelirroja acercó su lengua al clítoris de la trigueña, bien que se lo pudo imaginar.

“Qué mejor forma de abusar de mis poderes que creando espejos en todas las paredes,” se dijo Rey quien con un chasquido de sus dedos hizo que el techo se volviera de cristal, así como el espaldar de la cama y las paredes.

Los tres gruesos dedos de Rey no exploraron dentro del culo de la trigueña, pero Juliet enseguida se hizo cargo de la situación, cosa que el chico pudo ver por la reflexión del espejo en el espaldar de la cama. Junto a los dedos de Jul, Sam también sintió el contacto de la lengua de la pelirroja sobre su botoncito de placer. La corriente y el morbo que provocaba ser chupada por esa a quien estaba chupando le hizo experimentar un orgasmo en el cual arqueo su espalda y gritó a todo pulmón. No era muy difícil de entender, después de todo, Sam era quien más se había estado aguantando.

Sin la cabeza de la trigueña, Elena también se adueñó del territorio y no dejó de lamer los labios vaginales de Juliet.

Tan pronto Sam se repuso de la sensación que le poseyó por unos minutos, regresó a entrelazar su lengua con la de Elena. Y como cachorros que buscaban la leche de su madre con desesperación, las dos chicas siguieron comiéndose el coño de Juliet justas como quien cumplían fantasías perdidas.

“Mala idea la de estos espejos. Los reflejos rompen mi

concentración al enseñarme algo que es menos peligroso si lo imagino.” Se dijo Rey, quien sabía que no podía seguir viviendo en el presente a menos que no quisiera continuar la jornada sexual que recién había empezado. Aun así, sus ojos no podían desviarse, hipnotizados, se clavaban sobre los dos hermosos cuerpos, las lenguas y el coño que podía ver siendo devorado. “Sin dudas, este momento es mucho más caliente ahora con la presencia y los gemidos de Samantha que nunca, necesito tomar aire, sentir dolor, rabia y enojo para poder aguantar. Si no, tendré a esta rubia inconforme pidiéndome por más.”

Arrojándose sobre el cuerpo de la rubia, Rey le pasó la lengua por el cuello a la misma y acto seguido le encajó los colmillos junto con su verga hasta el final.

Elena no dejó de ocupar coño, lo cual le permitió a Rey poder ver la escena desde más cerca. Él podía ver con más detalles cómo las lenguas de la rubia y las trigueñas luchaban por saborear el coño de Juliet, y que, de momento en momento, las dos se besaban para intercambiar saliva y regresaban a sus tareas lingüísticas.

Rey aceleró las embestidas que le daba a la rubia e incluso se posicionó de una manera en la que se la metía de lado con el propósito de golpear las paredes de aquella vagina que ya se adaptaba a recibir su inmensa verga. Él no quería, pero sin darse cuenta, había caído en la trampa de querer saciar la bomba que en su interior quería explotar por la excitación acumulada.

De pronto, Sam decidió colocar dos de sus dedos dentro del coñito recién cerrado casi por completo de la pelirroja y un tercero en el culo de esta. Los gemidos de Juliet no podían salir muy bien porque quedaban ahogados contra el coño de Samantha, pero esta se movió un poco para escuchar los quejidos de su amiga.

A la rubia que tanto le excitaba el sufrimiento ajeno le parecía deleitante tener los colmillos de Rey clavados en su cuello junto con la verga del mismo, pero no era suficiente. Después de todo la estrella de la noche era Juliet. Con las intenciones de hacer sufrir más a la pelirroja. Elena se sacó toda la verga de dentro de su coño y embarrada de fluidos vaginales le golpeó violentamente con su mano abierta como si de una cachetada se tratara.

“Ufff, ¡¿qué me sucedió?! Este dolor, producto a un manotazo contra la punta de mi verga…” Se dijo Rey, sorprendido por regresar al presente. “… me salvo. Elena pudo percibir que estaba buscando venirme…”

—Rey, la boca de Juliet te espera. —dijo Elena, quien con su mano dirigió al chico hasta el otro lado de la cama—. Dale, no te detengas metela completa y si te vas a venir hazlo directo en su estómago.

El joven, aun procesando todo lo que sucedía, vio como la rubia usaba sus manos para poner su verga entre los labios de la boca abierta de la virgen eterna. Quien ya no le chupaba más el coño a Sam y solo gemía de placer dado a los dedos que la trigueña le estaba metiendo en su coño sensible a percibir, no podía tragar tanto, o ¿sí?

“Las intenciones de esta rubia son ridículas, solo existe una cantidad limitada de cuanta verga una persona pueda tragar. Una boca no es como un coño o la cavidad rectal.”

Una vez escuchó las intenciones de la rubia y vio como Rey se erguía detrás de Sam, sobre ella, Juliet intentó escapar, pero le fue imposible. Menos cuando mediante los movimientos de Elena ya no podía sacarse la inmensa verga venosa de entre los delicados labios finos de su boca.

“Tal vez ¿sí?” Se dijo Rey, quien mirándolo todo bien, podía ver como Juliet estaba boca arriba en la cama, con su barbilla bien alzada, debajo del clítoris a la trigueña, haciendo que su garganta se levantara en un camino recto hacia el estómago. “Pero, sería peligroso si regreso a mi estado de follar con tal de quererme venir y no le presto a su necesidad de respirar.”

Mientras Rey se lo replanteaba, casi que, con lágrimas en los ojos, Juliet respiraba por la nariz profundas bocanadas de aire, mirando la longitud de toda verga que se iba a tragar y la sonrisa confidente que Elena no dejaba de dar. Lo peor de la situación era que ella no podía moverse, aunque lo quisiera. Estaba atrapada por el peso de Samantha quien aún le chupaba el coño.

Elena, haciendo uso de sus manos, volvió a dar una violenta cachetada esta vez en dirección a las nalgas sólidas del joven titubeante. Cual si Rey fuese un potro salvaje siendo expuesto a la libertad de correr por los campos tan veloz y rápido como pudiera, pero a la vez asustado de hacerlo, con ese golpe no le fue suficiente.

—¡Fóllate esa boquita como si me estuvieras rompiendo el coño! —dijo Elena sonando la nalga de Rey nuevamente.

La calentura hizo explosión. La sangre de un semental combustionó hasta explotar, y segado como para siquiera pensarlo dos veces, Rey comenzó a bombear. Después de todo, si Elena le decía algo, era porque tenía razones para decirlo. Con un impulso, él movió sus caderas hacia adelante para cumplir con las palabras de la rubia y cogerse la boca de Juliet.

Samantha, con su cabeza en dirección opuesta, pudo escuchar los sonidos guturales, fluidos, que hacían espuma, arcadas y quejidos más intensos que nunca había escuchado. Era como si alguien se estuviera muriendo asfixiado. Dejando de preocuparse por dar chupones y lamidas en el coño de Juliet, la trigueña se levantó para tener una mejor vista de lo que estaba sucediendo.

—¡La vas a matar Rey…! —exclamó Sam.

—¡No pares hasta que se deje de mover! —dijo Elena, imponiendo su presencia e interrumpiendo la histeria con la cual actuaba Samantha al ver algo que no estaba acostumbrada.

Del grupo, Elena sabía que a Juliet le gusta tragar verga y en la casa, era la que menos tenía ‘gag réflex’. Ese reflejo nauseabundo, de arcadas que le dan a alguien cuando le meten algo en la boca y roza la garganta.

Cuál si fuera la dueña y controladora del caballo cegado, Elena puso sus manos en el pecho del joven e hizo que este dejara de mover su verga quedándose justo en donde estaba.

Sam miró hacia abajo y se encontró con la pelirroja de ojos perdidos por saliva, mocos y lágrimas. Con las fuerzas de su cuerpo y las ganas más grandes de su vida, ella trataba de mantenerse en el lugar a pesar de que los fluidos que le salían de dentro de la nariz le molestaran los ojos. La verga de Rey presionaba contra la tráquea bien levantada y aunque ya faltaba poco para que la mitad desapareciera dentro de la boca, Juliet parecía querer seguir tragando. Roja al punto de incluso ponerse azulada, ella ya no movía sus manos y piernas como quien quería liberarse.

“Cada arcada de su garganta, cada vez que traga, Juliet estrangula mi verga y aunque no me mueva todo se siente tan fuerte… ¡Oh, no!”

En el interior de la garganta, la verga de Rey comenzó a convulsionar grandes chorros de leche cosa que agravaron las arcadas de Juliet. Con más movimientos, mayor se hizo el placer que Rey recibió sin tener que moverse ni un centímetro.

 

“Pérdida por determinación y deseos”, se dijo Rey con la mente en blanco, aun viniéndose sin parar mientras que encogía su cuerpo cuál si se estuviera desinflando de calambre en calambre. “La mejor chupada de toda mi vida.”

—El talento de esta golosa insaciable es tragar verga, gracias a ellos se mantuvo sin tener que dar el coño, —aclaró Elena en voz alta, para darse cuenta de que la información tal vez provocaría ciertas curiosidades y advertir—. Samantha no agües la fiesta.

Entre los bordes de la muerte, Juliet corría con su boca cargada de verga con tal de sentirse viva y dejar atrás las inseguridades que le atormentaban.

Elena exprimió las tetas de la trigueña con su mano izquierda, mientras que empujó las caderas de Rey con la mano opuesta para que este enterrara hasta la mitad su verga dentro de la garganta de la pelirroja que volvía a moverse como si le faltara el aire.

Los huevos dentro del saco testicular de Rey saltaban como dos pelotas, al mismo ritmo de los espasmos orgásmicos. Aun así, adentrar más la punta sensible de su verga al interior de aquella garganta. Chocar su glande con los baches que conformaban los anillos de cartílagos que mantenían a la estructura de la tráquea, era como perder el control de su miembro por el cosquilleo.

Como una ninfa lujuriosa con ganas de llegar a más, Elena entendió que Juliet había llegado al límite de sus capacidades y tras tomar al toro por los huevos hizo que este retrocediera.

—Sorprendente —murmuró Sam cuando Rey se apartó lo suficiente como para que la pelirroja volviera a respirar.

Juliet tragó bocanadas de aire, mientras se aseguraba de escupir todo lo que tenía en su boca. Y, aunque estuvo dispuesta a regresar a seguir tragando verga con tal de ver si podía llegar a abarcar un poco más de lo que había conseguido en el primer intento, ella no pudo resistir las ganas de vomitar toda la leche que le había caído en el estómago a un costado de la cama.

La escena para Sam era mucho más sorprendente que excitante. No entendía la lógica ni tampoco sabía la historia de Juliet, pero ambas parecían encajar cuando ella se hizo consciente que el desayuno aún estaba intacto en la entrada del cuarto, había una soga que colgaba del techo y recordó que Juliet tomaba pastillas para dormir. Más, vomitar sin tener nada en la garganta no era muy usual. Un punto conllevó al otro, Juliet era la que más tetas, muslos y nalgas tenía del grupo, pero todo porque estaba con sobrepeso. Para la trigueña, el último punto era ver que la pelirroja no tenía reflejos de arcadas como una persona normal tendría en dicha situación.

Ahí estaba la pelirroja, ahogándose, luchando por contener el vómito y aun estando hambrienta de verga con tal de busca de llevar bien al límite su garganta, no pudo contenerse hasta que su estómago no quedo limpio del todo.

—Juliet, ¡¿eres bulímica anoréxica?! —dijo Samantha, como quien no podía quedarse callada—. Esto está mal, muy mal, atentaste contra tu vida por todo este tiempo y no nos dijiste nada.

Las expresiones faciales de Juliet cambiaron en un segundo, sus ojos regresaron a la normalidad. Levantó la cabeza, miró lo que había vomitado sobre las sábanas de la cama y hecho a llorar amargamente.

Elena con ojos inyectados por furia, cerró el puño con el que le tocaba las tetas a la trigueña y si no hubiera sido porque Rey le detuvo, esta le hubiera roto la cara a la trigueña por reflejo.

—¡No me compares! ¡¿Acaso piensas que todas tienen un cuerpo tan esbelto como el tuyo?! —preguntó Juliet con gritos, sentada en la cama, ella buscó cubrir su cuerpo desnudo, para después mirar hacia los lados y ver su reflejo, un cuerpo que le hacía sentir culpable—. ¿Crees que ha sido fácil vivir sabiendo que siempre serás la más gorda del grupo? Alguien como yo… con este cuerpo… esta barriga de carne fofa y blanda… de nalgas y tetas caídas que apestan a rancio…

Juliet dejó de seguir hablando puesto a que comenzó a respirar entrecortado.

La trigueña se enojó con la actitud de Elena que quería agredirle, porque para ella no existía razón de recibir un golpe en la cara por parte de alguien que todo lo que tenía en su mente era sexo.

Rey era bueno resolviendo cosas y concediendo deseos, pero no sabía cómo arreglar la forma de pensar de las personas. Tener palabras profundas que pudieran arreglarlo todo y hacer que quienes le escucharan descubrieran la iluminación que necesitaban. Incapaz de decir algo que pudiera mejorar la situación él se enfocó en intentar calmar el comportamiento de la pelirroja al poner su mano en el hombro de esta, pero se vio obligado a tirar de la otra mano de Elena quien quería darle a Samantha.

Aun con las manos neutralizadas, Elena no pudo controlar su propio poder por la rabia y todos los espejos en el cuarto se quebraron en mil pedazos.

Samantha saltó en el lugar ante el ruido de los cristales, mirando en dirección a la rubia que no decía nada.

—¡¿Quieres callarme cuando obviamente existe un problema que resolver?! —dijo Sam recordando como Elena le había advertido la manera de ganarse la confianza e Juliet, pero en ese momento dicho consejo no debía de aplicar.

—Rey… —dijo Juliet con ojos que permanecían abiertos, pero no podían ver del todo.

—Entiendo —respondió el joven como disculpa al ver las lágrimas de la pelirroja corriendo por entre los dedos que intentaban cubrirse el rostro.

Estando de acuerdo y sintiendo pena por Juliet, el joven procedió a arrojarse a Elena sobre su hombro derecho y levantarse de la cama mientras esquivaba la mirada de Sam. Con un chasquido de sus dedos, Rey regresó todo a su lugar y limpio cualquier suciedad que pudiera estar presente. Los espejos rotos desaparecieron y la pared volvió a ser como era antes.

Con el tono quebrado de sus palabras, la pelirroja no permitió que su cuerpo siguiera expuesto, no cuando se sentía tan gorda y desagradable como creía. Aun así, Samantha no pretendía marcharse hasta saberlo todo y encontrar una manera de ayudar a quien le necesitaba.

—Sale de mi cuarto… no necesito a alguien como tú para que me dé consejos —le dijo Juliet específicamente a Sam mientras con su dedo señaló a la salida.

Samantha no tenía palabras para decir ante la manera complicada y autodestructiva de Jul, quien no pretendía abrirse, aceptar ayuda o dar explicaciones. Más, ella mismas le estaba enseñando el camino de salida, cosa que hizo que su corazón se le quisiera saltar por semejante desconsideración a alguien que le quería ayudar. Disgustada al pensar que Juliet y Elena no tenían por qué actuar de semejante forma, o porque Rey no le apoyaba,

Sam quiso seguir hablando y con tal de demandar explicaciones. Pero, el sonido de un llanto de alguien que se tapaba los oídos le hizo entender que no era su posición hablar sin que le fueran a escuchar, ya que como había dicho la misma, ella no necesitaba los consejos de alguien que no sabía lo que era tener el cuerpo gordo y sentirse fea.

Haciendo a sus dientes rechinar de la furia, Elena alcanzó a tomar a la trigueña de la mano para tirarle y que procediera a marcharse de una buena vez. Ella bien sabía que cualquier cosa que dijera sólo iba a empeorar la situación.

—Pero… —Sam intentó decir algo.

—¡Te callas! —se reviró la rubia a la trigueña como una leona—. Ya escuchaste a Juliet. No todas las personas resuelven sus problemas en compañía.

“Elena tiene razón,” pensó Rey. “Juliet perdió la confianza en sí misma y necesita recuperarla. Ya todo lo que podíamos hacer se hizo”.

Una vez los tres quedaron fuera del cuarto, se dio a escuchar el sonido de una puerta siento cerrada y del seguro haciendo clic, clac.

Cuál si hubieran sufrido una derrota de la cual no se repondrán, Rey dejó caer en el suelo a Elena quien sin decir una palabra se marchó en dirección a la cocina. Bajo la mirada de Samantha, la rubia abrió el grifo de agua fría para meter la cabeza ahí, como para pensar por unos segundos antes de hablar. Ella estaba tan enojada que casi podía morder un pedazo de metal, masticarlo y tragarlo sin pensarlo dos veces.

—Acaso no dije; «Samantha no arruines la fiesta».

—¡¿Cómo no me voy a preocupar por Juliet?! Ella necesita ayuda… —respondió Sam como quien respondía a una pregunta necia.

—Necesita apoyo, ser amada y aceptada, no críticas, comparaciones ni sermones, mucho menos señalar problemas sin antes proveer soluciones… —dijo Elena con voz sarcástica.

—No… No es así… Yo no le estaba comparando, criticando ni… pensaba darle un… sermón… —Respondió Sam con cargo de conciencia, entendiendo que la situación iba por ese mismo camino—. Pero ella está ahí, sola en su cuarto, con una soga en el techo y pasando hambre. ¿Cómo es que alguien puede ser feliz así?

—No es tu problema. No molesten a Juliet hasta que ella no decida salir, su estado mental es mucho más delicado de lo que parece… —sugirió Elena, tras llevarse la mano a la frente y apartarse de todos los cabellos mojados que tenía.

—¿Cómo puedes estar tan segura de que no se va a matar?

—preguntó Sam cruzada de manos, moviéndose de un lado a otro como una gallina preocupada.

—Pude conseguir que Rey le diera varias razones para seguir viviendo.

Rey mantenía el silencio, aunque su cuerpo estaba en la cocina su mente estaba en el cuarto de la pelirroja, puesto que la preocupación no le dejaba concentrarse en nada más. Él escuchaba como de dentro de la habitación estaba Jul con un nudo en la garganta que intentaba tragar mientras desenroscaba un pomo de pastillas, las cuales procedió a introducirse, pero no en la boca. Juliet las estaba consumiendo vía rectal, para acto seguido comer toda la comida del plato como si no hubiera un mañana, sin poder dejar de llorar, junto al retrete con tal de estar preparada para vomitar.

“Su estómago, vomitar automáticamente cualquier contenido, ingerir las píldoras de forma oral no tendría sentido.” Pensaba Rey, impotente de no haberse dado cuenta en un pasado. “Viviendo con hambre y no bajar de peso, sin poder tener hijos ni futuro y ella siempre tuvo una sonrisa y se ponía en el lugar de los demás…”

Junto al sonido del agua corriendo, los tres jóvenes se quedaron en silencio. Las palabras no se hacían presente, tampoco era que pudieran dejar de mirar al suelo con tal de verse las caras. De cierta manera, para ellos era muy doloroso tener que tragar un buche tan amargo después de tanta excitación. Pero tenían que ser realistas, aunque rieran o lloraran, el mundo seguiría siendo un lugar caótico en el que no todo podía ser placer, sexo y diversión.



Reina Del Cielo

Chapter 9


  Omar, siendo más alto que ella, no consiguió ahogar el desespero que le invadía, por lo que hizo que el beso no fuera muy fluido. Rebeka podía notar que él se comportaba como un animal en celo, que quería restregar sus caderas contra ella, pero no podía al tener que mantener su columna encorvada para no romper el beso. Más aún, las lenguas de ambos hacían contacto e invadían el territorio la una de la otra.

 

    «Tan fogoso es este beso que ni siquiera importa que nuestros dientes choquen. ¿Qué más da? Estamos aprendiendo, fue una excelente decisión de mi parte el no usar pintalabios, de haber sido así, esto terminaría en un desastre».

 

  Las personas que pasaban por la calle llegaron al punto de comentar el desagrado que les producía la escena maleducada de una chica siendo besuqueada por un chico tan temprano en la mañana. 

 

  Entre esos comentarios estaban cosas como:

 

 —¡No tienes respeto por ti misma!, ¡Vaya juventud que está perdida!, ¡Desagradable!, ¡Lo único que tienen en la cabeza es la calentura, a ver cuánto duran juntos!, ¡A la escuela!

 

  Pero, ni a Rebeka ni a Omar les importaban semejantes críticas en ese momento. El acto podía ser inmoral, pero no era ilegal.   

 

    —Ufff… —resoplo Rebeka, sintiendo como la temperatura de su cuerpo se incrementaba aún más, lo que le hacía percibir un calor extra que literalmente pasaba de sus orejas a su cara. 

 

 «No sabía que esto podría calentarme tanto…», pensó, tras mantener los ojos cerrados, enfocada en sentir la respiración de su chico, sus manos y la sensación húmeda de su lengua.

 

Luego de sacar la mano debajo de su saya, buscó colarla entre el cinto del pantalón y la piel de su novio. Siguió su descenso hasta encontrarse con lo que era todo un miembro erecto, el cual tenía la punta bien humedecida y terminó embarrando su mano.  

 

Al tener algo con lo que podía rozar su verga, Omar tranquilizó en gran medida los movimientos de sus caderas. Tan pronto las dos bocas se separaron con la intención de recuperar el aliento, él dirigió sus ojos hacia la casa que estaba atrás de su amada, para luego mirarla con ojos de querer más. 

 

  Rebeka, quien aún masajeaba el miembro comprimido de su compañero, pudo entender el mensaje.  

 

   «Quisiera seguirle besando, por lo menos hasta que nuestros labios se desgasten y llegar a lo que viene, después de un beso tan apasionado como este…», pensó. «Olvidarnos de la escuela, entrar a mi casa y cogernos el uno al otro hasta que nuestros corazones se contenten. ¿Si viene mi madre? Le digo que se meta debajo de la cama, estoy segura que no subirá hasta la segunda planta, aunque me vea desnuda y toda agitada. ¿Y si lo hace? ¿Si descubre que estuve teniendo sexo en vez de ser una niña responsable e ir a la escuela? Bueno, de seguro me rompe la cabeza, a mí… y a él. No es que importe ¿no? 

 

    Rebeka lo estaba pensando muy seriamente, tanto, que cada fibra de su cuerpo le decía que con gritos desgarradores. Faltar a la escuela con tal de estar sola en su casa y tener su primera vez con un hombre. Abrirse y entregarse sin pensar en nada más, era el mejor plan.

 

    «Oh, debo decir que tus ojos sugieren una tentadora propuesta: solo por esta vez, un día ausente, nadie lo notaría y así termináramos lo que empezamos. Pero, no…». Respiró con profundidad, tras darse en el rostro con las dos manos, como si intentara recuperar la cordura. «Mi madre está por llegar. No se vería bien que después de tantos sacrificios que hace por mí para que asista a la escuela, le pague con esa moneda. Debo mantener mi promesa de sacar buenas notas en la escuela».

 

  —Omar… —dijo ella, agitada, con ojos que negaban la proposición de su amado.  

 

   Viendo como la presidenta usaba sus manos para darse unas palmadas en sus cachetes ya enrojecidos y salir del estado libidinoso en el que se encontraba, Omar pudo entender la mirada que le estaba dando:

 

   —Entiendo… — le respondió, como quien se arrepentía de haber hecho una sugerencia como esa.

   

  —Te aseguro que dentro de poco tendrás el derecho de hacerme lo que hiciste y más, cada vez que sea sensato hacerlo —dijo ella, como si estuviera reponiendo su falta con una compensación futura aún mayor, para acto seguido arreglar con su mano el pantalón del joven.

 

  En el proceso, apenas terminó de arreglarse, Rebeka sintió que no podía evitar dejar de llevar su mano a la cara, abrió la boca y pasó la lengua por el costado de sus dedos aun mojados, para saborear el líquido preseminal que tenía embarrado.

 

 Luego le dijo:  —Tienes prohibido masturbarte durante todo el día, también te aconsejo que te prepares, pues en la noche de hoy, voy a permitirte entrar a mi casa.

 

  —Pero, Rebeka… ¿Acaso mañana no es tu cumpleaños? —reclamó Omar, ignorando lo que podía implicar que una chica le dejara entrar a su casa.

 

  Rebeka pudo entender que él tal vez creía que ella vivía con una familia normal. Una de esas familias en las que la mamá espera hasta las doce de la noche para felicitar a su hija, pero no. Ella sabía que no era el caso. Bien dentro en su interior la razón de invitar al chico no era siquiera para experimentar sobre los placeres del sexo, era más bien por no pasar la víspera de su cumpleaños a solas, como siempre, desde que su padre había caído preso.

 

  —No te preocupes, mi mamá trabaja por la noche— respondió Rebeka, luego de sentir cómo la tristeza la invadía, al tiempo que los latidos de su corazón disminuían—. Ella regresa a casa por las mañanas para dormir un poco y luego se va por la noche.

 

   Omar agachó su cara como quien se sentía apenado y culpable por no haber tomado la iniciativa más temprano. Dicen que uno de los indicios del verdadero amor es tener la sensación de responsabilidad por cosas que incluso sucedieron cuando uno no estaba. Él volvió a reprocharse no ser apto para ella y Rebeka pudo notarlo, así como también que el bulto entre sus piernas bajó de manera considerable. Para ella era bueno y malo en parte. 

 

    —Por eso quiero que estés conmigo —continuó ella, con tal de animar la mirada de él—. Y que me conviertas en una mujer… hazme ese regalo. Cuídame entre tus brazos por toda la noche.

 

  Él subió su cabeza ante el deseo que su amada tenía, lo que le hizo encontrarse con unos ojos decididos. Sin más expresión que una sonrisa de medio lado, él extendió su mano ante la oferta y Rebeka aceptó la mano extendida. Ambos se pusieron al lado, al tiempo que entrelazaron sus dedos, para emprender el camino a la estación como una pareja.

 

   Las personas que caminaban en dirección contraria a ellos no tuvieron más remedio que hacerse a un lado, ante la mirada que los jóvenes enamorados se mostraron, decididos a no separarse el uno del otro camino a la parada. Pasó lo mismo cuando se montaron y se bajaron del tren. Eran dos polluelos acurrucados, unos tortolitos que se negaban a dejar de compartir el calor de sus cuerpos en un mundo tan frío.

 

   «Si ayer, por tener el pelo suelto, recibí muchas más miradas de lo usual y me gustó. Hoy, ¿qué será de mí?», se dijo Rebeka mirando en dirección a la intimidante y exuberante estructura que representaba la escuela.

 

  Ella era considerada como la chica más notoria y no pudo evitar preocuparse por los comentarios de todas las personas en la escuela cuando le veían junto a Omar, el chico más popular. A pesar de haber decidido emprender una nueva vida con la frente levantada, su resolución comenzaba a flaquear.

 

   «No solo serán las miradas, sino que se le suman las lenguas y los malos comentarios» analizó.

 

   Paso a paso, Rebeka abrazó con sus dos manos el brazo izquierdo de Omar, en busca de protección, lo que produjo que los brazos quedaran aprisionados entre sus pechos, al pasar por la entrada principal.

 

    «Esta vez nadie calla, todos comentan, parecen estar decepcionados. ¿En qué estaba pensando?» Rebeka llegó al punto en el cual ni siquiera pudo seguir viendo por dónde iba y tan solo se enfocó en mirar el suelo. «¿Tal vez debería seguir con la rutina? Ya no me siento tan motivada como antes, como para separarme de él y dejar que su mano se marche. Mi mente dice algo, mi corazón se contradice… debo mantenerme firme».

 

  Comentarios, susurros, chismes, fotografías indiscretas, quienes corrían por el pasillo se detenían y los que estaban sentados en el suelo se ponían de pie con tal de mirar algo que no podían creer.

 

   «No sé cómo comportarme en una situación como esta», analizó Rebeka. «¿Debería decirle que nos veremos luego? Espero poder esconder mi rostro para que él no sé dé cuenta que estoy mintiendo. Tengo que decirle algo».

 

  Un poco más llena de valor, levantó su cabeza e ignorando todas las miradas, vio en dirección a Omar, pero en vez de poder hablar, decidió guardar silencio.

 

 «Cómo podría… sí lo primero que veo es su pecho inflado. Ojos desafiantes y la expresión orgullosa de un triunfador. Acaso estar conmigo es la razón por la cual camina con tanto orgullo de mostrar lo que tiene. Ahora que lo pienso, se ve tan sexy un chico con ojos de fuego que mira a todos los que se atreven a mirarme. Oh ¿Cómo dejarle ir en esta situación? ¡¿En qué estaría pensando?! Tal vez deba dejar de pensar en los demás, porque, aunque tengan uniformes, estos individuos son tan relevantes como las personas de la calle. No quiero hacerle daño y decirle que me debo alejar por su bien. Ya es demasiado tarde para dar vuelta atrás. Entramos en la escuela, nos vieron todos los que nos tenían que ver. No tiene sentido que nos separemos».

 

   Rebeka también infló su pecho y trató de caminar lo más recto posible, con la intención de mirar la situación por el lado más emocionante. Desde cierta perspectiva, los estudiantes no eran diferentes a los adultos contra los que habían luchado antes de llegar al metro. Comentaban, miraban con desprecio, pero no podían hacer más. 

 

   Entre sus pensamientos y conclusiones, se dio cuenta que Omar avanzaba en dirección a la cafetería y de nuevo la tensión volvió a subir en el interior de Rebeka. Ella, que siempre iba a su casillero, luego a la sala de profesores y por último al aula, nunca había experimentado lo que se sentía entrar en la cafetería, mucho menos sosteniendo la mano de Omar. 

 

   «Debo levantar la mirada, inflar mi pecho, dejar de seguir encorvando la espalda y demostrarles a todos que estoy orgullosa de tenerlo a mi lado. En la cafetería está el único grupo de personas que me sería imposible tratar como extraños. No hay vuelta atrás» pensó.   

 

  Ante la entrada de la pareja decenas de bocas siguieron hablando, mientras que el doble de ojos continuó mirando. La diferencia fue que Rebeka pudo ver caras conocidas de los miembros más destacados de la clase, Miguel, Liz y las otras dos chicas que conformaban el grupo de “los chicos populares y por supuesto, los mejores amigos de Omar. 

 

   —Uy, que es lo que ven mis ojos —dijo Miguel en voz alta, tan pronto reconoció la presencia de Omar—. ¿Acaso ya son novios y andan caminando tomados de la mano?

 

  La manera dramática en la que estaba hablando el chico sentado en la mesa, se asemejaba a alguien que se preparaba para dejar ir a su mejor amigo. Aunque Rebeka pudo notar las intenciones secundarias cuando este sujeto desvío su mirada en dirección a Lizandra.

 

   Al contrario de Liz, Miguel era alto y de expresiones aniñadas, con cabellos negros, cortos y descuidados. La chica tenía el pelo rubio bien cuidado que le llegaba hasta debajo de la cintura si se ponía de pie. Los dos vestían el uniforme de la escuela como cualquier otro estudiante que estuviera oficialmente aceptado en ella, pero era como si sus personalidades no pudieran ser comprimidas por este. Mig, como cariñosamente era llamado por los demás, usaba su uniforme sobre una camisa blanca de manga larga, con una chaqueta cerrada de cuello alto y pantalones sueltos rematados con zapatos marrones. Liz se adapta más a la apariencia habitual de las estudiantes y vestía una camisa blanca de manga larga con una cinta roja atada alrededor de su cuello. Sobre sus cabellos tenía un broche dorado al lado izquierdo.

 

   —¡¿En serio?! —Rebeka escuchó la voz irritante de Lizandra.

 

  Para Rebeka, la rubia de cabeza vacía no era mucho más que una sucia, egoísta y regalada, que siempre había querido ser el centro de atención y que a pesar de ser la única amiga en la cual confió unos años atrás, la apuñaló por la espalda.

 

  Con cara de asco, Liz continuó exponiendo sus quejas:

 

—Espero que sepas que salir con ella no es para nada cool… los mayores la odian y en especial tu padre, ¿lo sabes? Además, ella es una mentirosa, nada de lo que te pueda decir es verdad.

 

    A pesar de apretar sus dientes y contener la respiración, Rebeka no pudo dejar de sentirse irritada, la voz plástica y chillona de Lizandra hizo que la sangre le hirviera. Sus venas se incendiaron con violencia, tenía deseos de arrancarle la lengua y sacarle los ojos mientras que su corazón bombeaba coraje. Aun así, se mordió la lengua.

 

  —Si tan necesitado estabas por una pareja con la cual perder tu virginidad, podrías habérmelo preguntado primero.

 

 Pero las últimas palabras de la rubia pretenciosa conformaron la gota que colmó el vaso, con esas cartas puestas sobre la mesa, era imposible para cualquier conservar la calma. Menos cuando Rebeka, de lo enojada que se puso, dejó de saber si era consciente del mundo a su alrededor, pues solo veía a Lizandra con visión borrosa y ojos que se enrojecían mientras sentía el deseo de arrancarle la cabeza. 

 

  Justo cuando la presidenta de la clase soltó el brazo de Omar para clamar por sangre, Mig destrozó el vaso plástico que tenía en su mano al golpearlo tan fuerte como pudo contra la mesa del comedor. El sonido llamó la atención de los estudiantes presentes en la cafetería e hizo que Lizandra se callara.

  

   —Lizandra, si quieres que sigamos siendo amigos, no vuelvas a hacer un comentario como ese. Ella es mi novia, faltarle el respeto a ella, es como faltarme el respeto a mí. ¿Entiendes? —dijo Omar.

 

  Tan inconforme como asustada por no poder seguir hablando, la rubia dejó de prestar atención a Miguel o a Omar, para cruzarse de brazos y mirar al techo con la intención de guardar el enojo que sentía, como si de lágrimas a punto de salir se tratase.

 

  Rebeka sintió como si hubiera sido flechada por el amor una vez más. Las palabras de su chico le regresaron de vuelta al mundo, lo que le hizo recordar que Lizandra, en parte, actuaba de la manera en la que lo hacía porque tenía miedo que su secreto fuera revelado. 

 

   Para Rebeka ser defendida por su chico era tan excitante, pues él había dado un paso hacia adelante y se interpuso en el camino para protegerla, en caso que perdiese el control. 

 

  «Desde este punto de vista su espalda luce tan grande», pensó Rebeka, sin poder esconder su cara de excitación.

 

  —Auch, creo que debo de ir a la enfermería. Estoy sangrando… —dijo Miguel, dejando de ser el chico carismático y despreocupado que era, mientras se presionaba una mano contra la otra

— Acompáñame, Liz… por favor.

 

   La rubia miró por unos segundos a quien le había dirigido la palabra, tan pronto se limpió las lágrimas, sin encontrar palabras para decir, se levantó y fue con Miguel.

 

    «El veneno con saliva de esa serpiente me afectó como no me lo esperaba», se dijo Rebeka, al mismo tiempo que se dio cuenta que por un momento dejó de pensar con claridad. «Si me dejo manipular, ella ganaría dos cosas, mi expulsión y quedarse como una víctima de la situación. Pero esto no pinta nada bien en el futuro. Quería ser aceptada por su grupo de amigos para no alterar mucho su rutina y promover el desarrollo de su zona segura, pero no puedo dejar que mi chico se siga juntando con ellos».

 

  Dado que el ambiente se había vuelto algo tenso, Rebeka dijo:

 

  —Omar, creo que hay muchas personas en este lugar. Tal vez debamos ir a un sitio más privado. 

 

  Como quien notaba que su chica había quedado afectada, Omar respondió a la propuesta con un “sí” tan pronto la idea perfecta se le pasó por la cabeza.

 

  En la mesa en la que usualmente se sentaban los miembros del grupo de Omar para desayunar antes de entrar en el aula, quedaban dos chicas que no dudaron en dar una excusa para que el joven no se preocupara de dejarlas ahí. Se podría decir que ellas estaban muy unidas al punto en el que parecían hermanas, pero no lo eran, ya que eran incluso de años diferentes.  

 

  Con algo de tiempo de sobra y la confirmación de aquellas mujeres, Omar y Rebeka se voltearon en dirección opuesta, con tal de atravesar la otra salida del lugar. Aún más juntos que en el principio, las personas no comentaron mucho, porque la pareja había dejado de ser novedosa.

 

 Aliviada por sobrevivir a semejante ambiente hostil, a Rebeka le quedaba la duda de no saber a dónde su chico la estaba dirigiendo, pero definitivamente no preguntaría en frente de tanta gente.

 

   Por los pasillos, después de atravesar varias salas, Rebeka ya podía imaginar a dónde estaba siendo llevada, dado que el camino prometía terminar justo en el “sitio de las parejas”. Ella pasó de largo por su casillero y también por enfrente de la sala de profesores para llegar a la azotea que se encontraba en el último piso de la escuela, donde el ambiente olía a amor y el sonido mojado de muchos besos resonaba entre las escaleras.

 

   —Tenemos quince minutos para conquistar un espacio, sentarnos y enfocarnos en nosotros—dijo Omar.

 

   Rebeka llegó a pensar que si no fuera porque todos los que aquí se encontraban tenían ropa puesta, el lugar sería una orgía. «Es bueno saber que no soy la única que quiere experimentar y conocer los placeres de sexo».

 

  Excitada y feliz de haber sido llevada al lugar más picante de la escuela, Rebeka se encontró casi a punto de llorar, pues semejante momento nunca se le había pasado por la cabeza. Desde su punto de vista, el chico al que tenía al lado se le había arrodillado, acompañado tomándole la mano y defendido de un terrible demonio, para después llevarle al nido de amor. Tan solo le hacía falta cargarla en brazos como una princesa para convertirse en príncipe.

 

  Con confidencia, Rebeka avanzó al jardín que se encontraba en la azotea de la escuela y busco un lugar en donde sentarse. 

 

  —¿Qué haces bebé? —preguntó Omar, apenas se sentó junto a su novia en un banco para dos y vio como ella sacaba unos cuantos papeles en vez de besarle o imitar lo que estaban haciendo los demás estudiantes a su alrededor. 

 

  —Quiero mostrarte que soy diferente y también quiero introducirte en mis planes —respondió algo atareada, buscando entre los bolsillos de su camisa. «Espera un momento… ¿¡Bebé!? ¡¡¡Ya me llama bebé!!! Tal vez mi cabeza esté a punto de estallar».

 

  —¿Ah? 

   Viendo la tierna y penosa expresión de felicidad combinada con vergüenza que su chica hizo cuando recién fue consciente que había sido llamada por un nombre romántico y meloso que muchas parejas usan, Omar dijo:

 

—Bebé… — pronunció con más confianza—. Sentí que podía hacerlo, no lo pensé dos veces y lo dije.

 

  Rebeka, al punto de explotar de la felicidad, agregó:

 

  —¡Dilo de nuevo! 

  

   —Bebé —respondió Omar mirando justo a los ojos de Rebeka con mirada de galán, acomodándose los cabellos y dándole una sonrisa.

 

  —Repítelo de nuevo y esta vez dilo más suave. 

 

  —Be-bé —repitió alargando las sílabas de la palabra.

 

   —¡Aww! ¡Qué lindo! —dijo Rebeka, con el corazón que casi se le salía de los ojos, para proponer — Ahora dilo en mi oído. —mientras se desabrochaba el primer botón de su camisa. 

  

  Infiriendo que la situación se trataba de un coqueteo, el joven perdió el miedo a lo que podía pasar. Intrigado por descubrir lo que seguiría, se arrojó a llevar sus labios justo al lado del delicado y sonrojado oído de Rebeka:

 

—Bebé.

 

  —Ahora, bésame el cuello y sube hasta mi boca —dijo Rebeka, a la vez que sentía ese cosquilleo entre sus piernas que pasaba cada vez que se estaba excitando.

 

  Los dos pares de labios juguetones se juntaron y abrieron camino para que sus lenguas se encontraran y buscarán llegar una debajo de la otra en un juego de lucha. Ellos imitaban lo que estaban haciendo las demás parejas en los alrededores, que trataban de comerse los unos a los otros. Es que para quienes no han besado nunca, la sensación de hacerlo por primera vez es tan adictiva y excitante que cuesta dejar de experimentarla. 

 

  Una vez que los dos jóvenes comenzaron a embriagarse con el placer que generaba un simple beso, les fue difícil saber cuándo terminar, así que también perdieron la percepción de lo que era el tiempo. 

 

  Los papeles que estaban en la mano de Rebeka pasaron a ser un asunto secundario, aunque al principio tenían prioridad. Después de pasar más de diez minutos en lo que eran besuqueos húmedos, quedaron tan solo cinco minutos antes de entrar a clases. Rebeka retomó las fuerzas para procurar hacer lo que tenían planeado. Apartándose, sacó la determinación que no tenía para romper el beso y poner los papeles que había sacado de su bolsillo entre ella y el chico al que tanto quería.

 

   —Necesito de ti —dijo sonrojada y vulnerable, como si tuviera fiebre—. Dime tú opinión sobre las aplicaciones de trabajo que he pensado hacer. 

 

   —Oh ¿aplicaciones de trabajo? —dijo Omar, sin siquiera preocuparse por limpiar la baba que se escurría por su boca, aunque si se le pudo notar un tono serio en su rostro, como si pudiese presagiar que dentro de poco él no tendría tanto tiempo para pasar junto a ella.

 

  —Cuando cumpla mis veintiún años y pueda trabajar legalmente, quiero ayudar en la casa con mi mamá —dijo Rebeka, recuperando la respiración que le faltaba.  

 

   —Yo te puedo dar dinero —dijo Omar como si estuviera haciendo una broma.

 

  Broma que si resultaba ofensiva para quien le escuchaba, podía perfectamente retractarse y suavizar la situación.  

 

   —Como mujer no quiero depender de ningún hombre —dijo Rebeka, tratando de no sonar ofendida y recordando la razón por la cual su madre se esforzaba tanto en mandarle a la escuela para que tomara buenas notas. — Quiero valerme por mí misma y limpiar la imagen que mi padre dejó. Como entenderás, tengo metas por cumplir.

 

   Cambiando las expresiones de su rostro y dado que el primer comentario no había funcionado, Omar agrego las siguientes palabras con seriedad, pues entendía que era la forma más correcta de actuar:

 

   —Mi trabajo será ayudarte a cumplir esas metas, tienes mi apoyo… deja ver. —Él extendió su mano y tomó los papeles—. Doce aplicaciones, Mmm… todas para negocios y tiendas de conveniencia en las cercanías. El formato está bien organizado y los motivos por los cuales cumplirías con el trabajo se pueden ver bien respaldados con tus notas de sobresaliente y tú puesto de presidenta… Rebeka, te pido que me dejes ir contigo. 

 

   La última frase que Omar dijo no tenía mucho sentido, pero como lo hizo mientras le acariciaba el pelo con una mano y con la que sostenía los papeles le tocaba el muslo, ella accedió a decir que sí. A pesar de querer ser independiente, Rebeka no creía que ir acompañada por su novio sería un acto que le contrariaba. 

 

  Tan pronto Omar regresó los papeles a su propietaria, volvió a posar su mano libre sobre el muslo de su chica, pero esta vez un poco más arriba que antes.

 

  Rebeka guardó las aplicaciones de trabajo en el bolsillo del que las había sacado inicialmente y cuando volteo su cara se encontró con un chico que tal vez no podía seguir disimulando sus deseos por ella. Sintiendo que la mano de él iba subiendo de a poco hasta su entrepierna, el palpitar de su corazón se aceleró nuevamente. 

 

   —Sí, puedes venir conmigo —le dijo, al mismo tiempo que detuvo la mano de él antes que llegara a tocarle en un lugar inapropiado.

 

  «¿Tal vez para los chicos un beso no es lo mismo que para una chica?» se preguntó Rebeka, mientras veía la carita de perrito desesperado que tenía Omar por querer llegar a experimentar más de lo que había vivido hasta el momento. Después de todo, ella pudo encontrar las fuerzas para terminar el beso y poder hablar sobre otros asuntos, mientras que él seguía queriendo más.

 

«En definitiva, si se pudiera preguntar: ¿cuál es la mayor prueba de sí un chico te ama o no? Es una prueba que consiste en dos partes: la primera es hacerle esperar al mismo tiempo que impides que pierdan el interés en ti y la segunda es observar cómo se comporta después de darle el premio por el cual estuvo dispuesto a esperar tanto, para ver si pierden el interés una vez que consigan lo que tanto quisieron».

 

Tras considerar si seguir o no las prácticas amatorias que estaban llevando a cabo, el timbre de entrada a la clase se escuchó. Como si tuviera que despertar de tan placentero sueño, tras caer al áspero y frío suelo al lado de la cama, Omar se levantó a duras penas del banco en el que estaba y siguió la iniciativa de su amada.

 

Luego de saber que era el momento de regresar a la realidad y usando esto como excusa, Rebeka se enfocó en estar particular preocupada por la situación en la cual se encontraba, debido a que no estuvo pendiente al reloj, pues ni siquiera había pasado por su casillero ni por la sala de profesores, mucho menos estaba preparando la pizarra para ayudar con la clase que se daba a primera hora del día.   

  

   «¡El timbre! En este día mi primera clase no es calculo como ayer, tampoco estoy con Omar», se dijo Rebeka, bajando por las escaleras como un relámpago y tras despedirse del chico con otro apasionado beso, tomó un camino diferente al de él.  

 

  «Me daría pena que él viera esta escena, pero no dejaré que nada me derrumbe. No hoy, que soy tan feliz, que tengo alguien que realmente me ama, con quien disfruto al estar en sus brazos, que me hizo sentir apreciada al presentarme a sus amigos con orgullo, con quien camine tomada de manos en la mañana. Todo es perfecto y no puedo permitir que algo pueda arruinarlo» pensó Rebeka, dispuesta a enfrentar el momento que le esperaba a solas.

 

La chica caminó junto a la multitud de estudiantes, dio varios giros en las esquinas y finalmente terminó en frente del aula de la clase que le tocaba. Justo en el momento que iba a entrar la voz de una profesora anciana la detuvo con un “alto ahí señorita”. 

 

  Acompañada de otros dos profesores, la anciana interceptó a la presidenta que iba a entrar en el aula, para reclamar por la tardanza, la falta de materiales que debía tener, por no cumplir con el trabajo que había dejado ayer y por no pasarse por la oficina de los profesores antes que sonara el timbre. 

 

   —Inaceptable, señorita Rebeka, tampoco puedo explicármelo —dijo el señor mayor, ayudando a que la situación escalara como quien le ponía gasolina a un fuego—. Mejor que tu tardanza sea justificable con algo más serio que estarte besuqueando en la azotea, tal como te vieron las cámaras. Si bien el incumplimiento de tu trabajo puede ser justificable, por otra parte, los otros alumnos, por suerte o por desgracia, tienen que tomarse en consideración, ya que tú eres un ejemplo para seguir.

 

  —Vamos ¿puedes darnos una mejor justificación? —preguntó impaciente la anciana.

 

  Rebeka entendía bien que ellos querían que mintiera, cosa que no estaba dispuesta a hacer, porque no tenía ninguna mentira convincente ni motivos.

 

—No—respondió ella en voz alta ante todos los alumnos de la clase que no podían entrar al aula puesto que la puerta pasó a ser bloqueada por un tercer profesor.

 

  Después de negar en voz alta, Rebeka estaba segura que si semejante situación se hubiera dado en el pasado, se habría puesto tan nerviosa que ninguna palabra podría salir de su boca, las piernas le hubieran temblado tanto que no podría estar de pie y que no hubiese podido mirar a los mayores a los ojos por haber cometido semejantes faltas. Pero no era parte del pasado, Rebeka entendía que alguien que estaba a punto de ser mujer, mayor de edad y una integrante digna y reconocida de la sociedad, no tenía por qué tener miedo en esa situación, ya que, en cierta perspectiva, no era tan diferente a los mayores que le acusaban y como mayor que sería, actuaría de una mejor manera que ellos, ante alguien que cometiera una falta en su presencia.

 

  Producto a la inusual respuesta de la presidenta, surgió un penoso silencio entre los veintiocho estudiantes que trataban de entrar en el aula para sentarse en su puesto, ya que estaban cansados de estar de pie. 

 

  Con miradas fulminantes desde arriba de sus hombres, los tres profesores miraron indignados a la presidenta. 

 

En cambio, Rebeka miró en dirección a la puerta bloqueada por la cual entraban uno a uno otros estudiantes que también llegaron tarde, lo que le hizo preguntarse: «¿No van a regañar a los demás que también llegan tarde? Yo me estaba besando, pero ellos seguramente acababan de terminar de bañarse o comer en la cafetería. Son estudiantes que no tienen nada más que hacer con sus vidas que vestirse decentes y llegar temprano ¿por qué es que hay tanto silencio en esta aula donde hay tanta gente? ¿Por qué nadie habla por mí ni me defiende?, ¿por qué siempre soy la única interrogada y cuestionada? en peligro de perder su posición como estudiante ejemplar ¿por qué el director volverá a sugerir otra vez a mi pobre madre que se presente con la vieja excusa de tener una reunión?».

 

   Ella se hizo de oídos sordos mientras que los tres profesores y comenzaron a hablarle y señalarle con sus dedos. Pensó en lo poco que le quedaba para dar el siguiente paso. Pero, y si no lo daba y tenía que permanecer en la escuela hasta que se graduara. ¿Cuál sería la solución?

 

   Aunque todo indicaba que estaba siendo discriminada, todavía estaba afuera del aula frente a los tres profesores y no pensaba de ningún modo seguir cometiendo errores por los cuales ser señalada. Hasta ahora, ella se las había arreglado por sí misma, con un padre preso y una madre que no veía durante las noches, obligada a parar su vida de niña y madurar, para convertirse en una adulta antes de tiempo, siendo estas razones para que cualquiera que tuviera conocimientos de esos factores se hubiera apiadado de ser tan duro con ella.

 

Pero Rebeka recién comenzaba a entender que en ese mundo de ratas no existía nadie que se apiadara de ella ¿en qué beneficiaría expulsarla, castigarla o darle más trabajo? En nada, al menos no para ella, sino para ellos. Expulsarla, castigarla, darle más trabajos y llamar a su madre, era una manera que los viejos tenían de canalizar su odio para sentirse mejores. ¿Qué otra explicación existía para semejante situación? Ninguna.

 

Por llegar un minuto tarde, no pasar por su casillero o por la sala de reunión de los profesores, por estas pequeñas faltas no tan graves, para la cuales podría encontrar una disculpa apropiada y decir “prometo compensar mis faltar y procurar que no se repitan”, no podía ser expulsada de la escuela inmediatamente.

 

Aunque a ella le parecía que sería mucho más sensato quedarse callada y no hacer falsas promesas en lugar de darles una oportunidad a los profesores para que estuvieran detrás de ella. Pero la verdad, los mayores podían con facilidad dejar de tener tan altas expectativas de ella y tratarla igual o incluso ni siquiera tratarla como a los otros estudiantes, como si no existiera. Esa sería la mejor solución, pues, ahora que ella conocía lo que era besar a su novio, estar de manos con él y relacionarse con los demás, no tendría tanto tiempo para encargarse de su trabajo como presidenta y sacar buenas notas al mismo tiempo.

 

   —¡Señorita Rebeka! —exclamó la profesora subida en años levantando su voz—. ¿Acaso está escuchando lo que le estamos diciendo? Se está haciendo de oídos sordos, pues contestar solamente con sí o no a las preguntas que se le hacen, es una de las reglas básicas de la comunicación para dejar saber a quienes le hablan de que sí está prestando atención. Ojalá no espere que nosotros tomemos esto como una falta de respeto y deba preocupar innecesariamente a su madre con tener que hacerle una visita al director, agregando a esto, las faltas previas que ha cometido y aún no reconoce como que sean suyas. Señorita Rebeka, le exijo seriamente una explicación clara e inmediata a sus faltas ¿Está claro?

 

   Rebeka siguió mirando en dirección al pasillo puesto que ya no había nadie y los estudiantes habían entrado, cerró sus ojos y cuando los abrió observó a los ojos de quién le había hablado de una forma, gentil, por así decirlo. Con sus ojos entrecerrados y una sonrisa de sus labios, agregó: 

 

  —No —en respuesta a la última pregunta que se le había hecho.

  —Indignada, estoy seriamente indignada— dijo la profesora, rabiando con sus dientes entrecerrados y los ojos bien abiertos— Te reconocía por ser una estudiante sensata, diligente e inteligente y ahora, de repente, parece que se te apagaron las neuronas y bloquearon las vías auditivas. Acaso quieres ser una mediocre alumna con el potencial que tienes, mira que el mismísimo director me insinuó y pidió de favor que no me esforzara mucho en guiarte por el camino de la excelencia. Y yo, junto a los demás profesores, casi que ponemos en riesgo nuestros títulos pedagógicos con tal de hacer de ti lo mejor que puedes llegar a ser. Pero, ante esta conducta intolerable que me has demostrado, se me cae la cara de pensar en volver a tomarme la atribución de defenderte. Claro, en principio, como es profesional y ético de nuestra parte, los profesores teníamos la intención de decirle todo esto a solas, pero ya que eres la presidenta y representantes de los alumnos, no veo la razón de que tus compañeros de clases no estén presentes. Me enteré de que tu atención en la primera clase del día de ayer tampoco fue muy satisfactoria para el profesor de cálculos. Es cierto que cualquiera puede tener un mal momento, eso lo reconocemos como humanos que somos, pero que un error repetitivo se arregle sin antes ser señalado, no existe, señorita Rebeka, no debes seguir por el camino que vas.

 

  La profesora anciana se había tomado la atribución de dar razones para defenderse a sí misma y hablar palabras más acusadoras con tal de buscarle la lengua a la estudiante que le había ofendido al poner una cara sonriente, quien respondió la pregunta utilizando una respuesta que obviamente era la incorrecta, con tal de hacerle quedar mal enfrente a los demás estudiantes. Claro, los otros dos profesores servían como testigos que la profesora no se había pasado de la raya.

 

  —Oh, ya sé lo que quieres que te diga —dijo Rebeka con voz baja—. Pero, aún no me queda claro qué tipo de comunicación es esta. ¿Es un monólogo en la cual tú me dices y yo callo o es en las dos direcciones, en la que yo puedo hablar y tú me escuchas sin interrumpir? Responde a mi pregunta… profesora.

 

  Los tres adultos presentes pusieron cara de indignación ante el tuteo irrespetuoso de la alumna, aunque, la profesora se vio obligada a ignorar esto, ceder y decir que sí, pues ella misma había hablado de las reglas básicas de la comunicación y toda comunicación para que sea efectiva tanto el emisor y el receptor deben interpretar el mismo significado bajo iguales condiciones.

 

 



Rey De-Heavens

Chapter 9
Guardianes del Purgatorio


Edith se llevó las manos a la boca y abrió los ojos cuando contempló la sangre del pequeño, escurrirse por su pie hasta caer en el suelo. Aquel hombre, en su otra mano, tenía una rústica pistola, la cual había sacado y disparado justo en el momento en el que Rey había dado el primer paso hacia adelante para atacar.

—Eres joven… —dijo el sujeto con una risa maquiavélica, ignorando la borrosa visión que había tenido—. Y muy ingenuo.

White y Edith fueron a asistirle, pero Rey se movió de un lugar a otro con rapidez para esquivar los siguientes disparos. Él advirtió en voz alta:

—¡No interfieran!

Sonriente, el pequeño enseñó en su rostro perfectas intenciones asesinas, lo cual detuvo los movimientos de sus dos acompañantes.

—Tendrías más probabilidades para vencerme si fuera una pelea al viejo estilo como en los libros.

El hombre siguió disparando, pero su visión borrosa se pronunciaba más y más. Según recordaba, él nunca había fallado más de dos tiros consecutivos, lo cual le conllevó pensar que algo estaba fuera de lo normal.

Rey desapareció del lugar en el cual estaba y reapareció detrás de su oponente.

—Has cometido un error fatal. Acabas de recordarme que no hay reglas en el combate. Cuando se trata de ganar, cualquier medio es válido.

Con sus dientes afuera, el pequeño, desde atrás, atravesó la tela y el metal que protegían al sujeto para arrancarle un pedazo del cuello. Al estar sosteniendo una espada y una pistola en cada mano, el pirata debía acertar otro disparo para ganar el combate, pero por alguna razón no podía. Era como si estuviera luchando contra un fantasma, algo que veía, estaba ahí y después se desvanecía. No era visión borrosa, sino que existían varios individuos en el mismo punto que se movían como sombras en distintas direcciones.

Rey, por otro lado, estaba familiarizado con las armas de fuego por los libros. Tal vez aún no podía mover sus pies tan rápido como una bala impulsada por una explosión, pero sí podía ver la mano de su oponente y cuando este tiraba de su dedo para accionar el gatillo, lo cual le daba la ventaja de saber cuándo moverse y esquivar.

Los espectadores, quienes eran peleadores que no habían podido vencer al pirata, quedaron estupefactos. ¿Cómo era posible un ataque tan ridículo? Al menos el pequeño debía de haber utilizado su otro brazo, ¿verdad? Para empezar, un ser normal no era capaz de moverse tan rápido o usar su boca en semejante acto. “Él no es un niño”, pensó el sujeto con vestimentas de pirata. “Para ponerle la tapa a la botella, esa criatura ha masticado el trozo de carne que tenía en su boca y se lo tragó”.

Click, click, sonó el martillo del arma siendo accionado, indicando que no quedaban más balas para disparar. Sin armas cargadas, al sujeto le quedaban un mosquete con filo en la punta y un cuello que aún soltaba sangre. Resignado a perder, el pirata gritó mientras seguía con sus ojos al pequeño:

—¡Atrocidad! ¡Demonio! ¡¿Cómo te atreves a morderme?!

Intentó blandir su espada, pero no tenía el alcance o la velocidad suficiente, si él quería hacer algo, no le quedaba más remedio que arrojarla, aunque supiera que sería inefectivo contra su oponente. “¡Claro! Si le distraigo atacando a la niña que le acompaña, él tendrá que aparecer”, se dijo mirando en dirección a la pequeña que vestía de negro y parecía aterrada por todo lo que sucedía.

—Mi derrota está escrita con tinta... ¡Pero aún tendrás que esforzarte! Mientras tanto, ¡tomaré su vida! — gritó con rabia y acto seguido se preparó para efectuar el swing de su sable.

A medio camino de su movimiento, cayó de rodillas en el suelo, horrorizado. Cayendo de cara contra el piso, no logró encontrar palabras para hablar o fuerzas para hacer nada. Con la boca abierta y los ojos perdidos, sabía que estaba muriendo, pero se preguntaba: “¿Cómo? ¿En qué momento? ¿Cuál fue mi error?”, hasta que lo vio todo negro y siquiera pudo seguir pensando con claridad…

Rey, con una estocada de su garra derecha en forma de lanza, había atravesado el estómago del sujeto. Abriendo su mano le agarró el corazón y de un duro tirón se lo arrancó, todo esto en un abrir y cerrar de ojos, utilizando en favor suyo el punto ciego de su contrincante. De regreso al suelo, al pie de su oponente caído, Rey se llevó el órgano palpitante a la boca y Munch-munch, nom-nom, ñam-ñan, glup, se lo comió.

Rey, limpiándose las comisuras de su boca con el pulgar, respondió a la pregunta silenciosa:

—Si no tienen ataques ilimitados, las armas de fuego no son mejores que las de combate cuerpo a cuerpo. Una vez se te acaban las balas, se te acabó la ventaja.

Pegando la vuelta, Rey lanzó al aire una desinteresada sonrisa mientras continuó su camino. Pudiera decirse que él estaba orgulloso de sí mismo, había ganado el combate con mucha facilidad a pesar de ser un niño. Por otro lado, Edith le siguió mientras temblaba de miedo, agradeciendo no haberse enfrentado contra semejante monstruo. White dio pasos con la cabeza erguida, ella estaba orgullosa de su compañero y definitivamente se inspiraba a ser igual de fuerte.

Tras vencer a quien se interpusiera en su camino al castillo y pintar las calles de rojo, el pequeño bebió la sangre de dentro del casco de uno de sus enemigos caídos para luego arrojarlo hacia un lado. Ante su presencia, los atacantes no perdían tiempo en presentarse o intercambiar palabras. Varios intercambios de ataque, siempre un derrotado y un victorioso que seguía caminando así hasta traspasar la entrada del castillo. En el interior de la fascinante estructura, Rey se dirigió a un trono vacío. En la parte posterior de la pared se erguían imponentes y supremas las estatuas de dos hermosas mujeres que entrelazaban sus manos. Una jugaba con el agua, la otra con las hojas de un árbol. No era difícil deducir que las dos esculturas representaban a las ancianas en sus mejores tiempos.

Una voz, que resonó e hizo eco en la inmensa sala adornada de banderas y columnas que soportaban al tan distante techo, se dirigió al pequeño:

—¡Acaso has venido a probar tu estilo de lucha!

Rey:

—No —respondió y continuó—: Yo he venido a aprender a clamar.

La voz dijo:

—Entonces deberás de…

Entonada de gallardía y preparada para continuar con lo que pensaba expresar, se dio de cuenta que estaba equivocada y se rectificó a sí misma:

—¿Qué has dicho?

Rey se cruzó de brazos y guardó silencio como quien pensaba no repetirse a sí mismo. La voz continuó:

—Clamar no es un estilo de combate —Haciendo una pausa, argumentó su respuesta—. ¿Qué? ¡¿No te pareció fabuloso luchar contra tantos sujetos?! ¿Acaso estás en el círculo equivocado? Porque si en verdad eres soberbio y haces honor a esos ojos tan afilados que tienes, es imposible que quieras dejar tus creencias para aprender las de alguien más.

—Ellos ya no eran humanos, mucho menos guerreros con orgullo. Solo luché contra fantasmas desesperados que deseaban ganar una eterna “última batalla”… —Tras bostezar hondo, continuó—: Tú no eres diferente —El pequeño se volteó a ver a la Parca—. Edith… marchémonos.

La voz, con tono insultado, dijo:

—¿Cómo te atreves? ¿Tienes un brazo roto, casi no puedes respirar apropiadamente y osas infravalorar el poder de alguien como yo? ¡No me importa perder contra nadie, pero no perderé contra ti! Enfréntate a mí una vez nada más. Te lo aseguro… terminarás implorando que sea tu maestro…

Rey siquiera prestó atención a las palabras que sonaban desesperadas.

—Tan solo alguien a quien yo reconozca como digno o tenga el coraje suficiente como para entrar en batalla a mi lado podría ser mi maestro. ¡Un cobarde renuente a mostrar la cara siquiera está cerca de ser merecedor de semejante título! Adiós. Sumérgete en tus ideales y sigue esperando a alguien como tú.

De repente, otra voz se esparció por el lugar como una melodía. Una que sonaba relajada y poderosa, la cual detuvo la marcha de Rey:

—Pequeño. Marcharte no debes. Aun estas a tiempo de encontrar lo que buscas y, si aceptas mi trato, de aprender los caminos de la hechicería.

“Sí, tiene que ser ella. Esa señora de carácter benévolo, fiel a sus convicciones, valiente, desinteresada y de voluntad fuerte”. Tras pensar, Rey nombró en voz alta:

—Clara —Mientras volteaba el rostro.

Los ojos del pequeño sin apellido reaccionaron como si se llevaran una gran sorpresa, pues, así como las estatuas, se encontraron con la figura de una mujer joven y hermosa. Piel pálida, ojos marrones claro, cabellos del mismo color, largos y trenzados. Con el cuerpo de alguien valiente, pero la mirada de una niña inocente, preocupada y protectora. Vestía una corona de olivas en la cabeza, un vestido blanco escotado de tela fina y dos tirantes que llegaba poco más arriba de sus rodillas y unas sandalias que trenzaban sus sogas hasta los tobillos. Pudiera decirse que, si no hubiese sido por su voz, Rey no la reconocería, aunque pasara frente a él. No solo por su apariencia, sino también por su mirada. Ella, quien el pequeño recordaba como un ser pasado en años, de personalidad ilustre, pura y limpia, se miraba joven y triste. Tal vez por el hecho de que el individuo que antes hablaba se había vuelto tan arrogante.

Clara, un tanto extrañada, dijo:

—Sí, en efecto. Y ¿tú eres...?

Tan pronto ella hizo la pregunta, mostró una sonrisa y un gesto de obviedad al ver los ojos blancos del pequeño. Como alguien que se juzgaba por haber olvidado, continuó:

Tú eres el hijo de la señora Maryam y el señor Wulfgang. Perdona mi memoria, pero no creo haber llegado a escuchar nunca tu nombre.

—Mi nombre es Rey. No tengo apellido…

Clara, con la gentileza de una abuela que observaba a su nieto, dijo:

—Ya veo. Me alegra que aún sigas con vida y que crecieras tan fuerte y noble…

Pero, en el fondo, se sentía un tanto decepcionada. Ella esperaba que ese que le había reconocido por tan solo la manera en la que lucía siguiera siendo quien había dejado de ser, después de todo había encontrado el camino de regreso a su castillo. Pero no. No era él.

La otra voz dijo en reclamos:

—Vieja, que no tengo tiempo para tu charla. En un combate entre hombres no te debes de meter aun si eres quien me entrenó. ¡Mi orgullo no permitiría que mi enemigo me tuviera piedad por conocerte a ti!

Clara, ignorando las palabras del tan orgulloso hombre de cuerpo joven y musculoso que salía de detrás de las estatuas, continuó hablando con el pequeño:

—Rey, perdóname y perdónale. Debo confesar que es mi culpa su comportamiento. De entre todos mis discípulos, existen muchos que dominan mi estilo avanzado, el Señor del Agua; pocos desarrollaron alguna habilidad relacionada con el control del líquido, excepto él. Por ende, mi bisnieto se autoproclamó como el Rey de los soberbios y un usuario de rango Dios.

Rey podía entender que aquel sujeto era el único entre los discípulos humanos con un control elemental y como no había nadie igual a él entre sus compañeros, se había dejado llevar por el orgullo. Llamarse a sí mismo un usuario del estilo Dios no era muy sensato, aunque tal vez por el hecho de luchar contra humanos le hacía infravalorar la grandeza del rango Dios. Era mejor llamarle Falso Dios. Aunque por la estructura de su cuerpo, Rey podía decir que el sujeto presente se tomaba en serio su entrenamiento, pero tal vez no había tenido ni meta ni rival, y no había crecido nada o explotado al máximo su mayor potencial.

Ahí estaba, el bisnieto de la bruja blanca salió a la luz en frente del trono. De cuerpo alto, cabellos cortos, cubierto por una armadura simple de caballero, pero con capas cristalinas azuladas de diseño bastante intrincado. En su cintura una espada larga de dos manos. Quijada levantada, pecho inflado, espalda erguida y postura recta, como todo un engreído arrogante que nunca se detendría hasta alcanzar lo que desea.

Clara quería que su discípulo conociera la derrota para que este recuperara su cabeza. Después de todo, para los guerreros, cuanto más fuerte es el oponente mayores eran los resultados del combate. Como quien se sentía angustiada por tener que pedir un favor, agregó:

—Te pido que aceptes el enfrentamiento; a cambio, te daré mis conocimientos sin importar cuánto tiempo te tome aprenderlos…

El bisnieto de Clara, como alguien cuyo orgullo había sido ofendido de la peor manera, agregó:

—Los tres pueden atacarme al mismo tiempo si así lo desean, tal vez tengan una mejor posibilidad. Pero si no me vencen, no les permitiré que entrenen con ella y yo mismo los haré marchar para siempre.

Edith, aterrorizada, se movió atrás del pequeño y cubrió su cabeza ante las enérgicas palabras del imponente luchador fornido. Al mismo tiempo se dio cuenta de algo. No importaba cuantas veces hubiera sucedido en el pasado, ella no se podía acostumbrar a la sensación de miedo que sentía y siempre terminaba escondiéndose detrás de Rey. Incluso se preguntó a sí misma, que si no hubiese sido por el odio que sintió al saber que estaba destinada a alguien más, ¿acaso habría tenido el valor necesario para escapar y buscarle? “¿En qué estuve pensando para hacer semejante locura?”. Sintiendo vergüenza de sí misma, ella necesitó decir algo en voz alta:

—Rey. No me odies por depender tanto de ti sin poder hacer nada a cambio.

White irguió su pecho como quien no le tenía miedo a nada, pues a pesar de su tamaño, ella sola había resultado victoriosa al enfrentarse a varios enemigos antes de alcanzar la entrada del castillo.

Rey con tono precavido y tras darle una sonrisa a Edith, agregó:

—Me encargaré de él. No se preocupen.

Las palabras y su comportamiento hicieron que el pequeño felino le cediera el paso, que Edith le soltara y que su contrincante soltara el arma que cargaba y adoptará una pose de lucha.

Como era ya usual, Rey se paró en una posición que dejaba su brazo fracturado oculto y el bueno adelante. Con una sonrisa en el rostro, el tan ansioso oponente levantó una barrera defensiva de agua. Creó dos espadas del mismo líquido y se abalanzó en carrera contra el pequeño, pero a medio camino se vio obligado a retroceder. De un salto hacia atrás, más bien como si fuera derribado por una fuerza externa, se agachó en el suelo y trató de cubrirse la herida del pecho con el brazo que le quedaba.

Rey, mostró cara como de haber visto algo inesperado:

—¡Oh! Felicitaciones, eres el único ser que ha logrado llegar a recibir mi ataque más poderoso y aún quedar sobre sus pies.

Encolerizado, el sujeto dejó de cubrirse la gigantesca herida que se abría al costado de su cavidad torácica y escupía sangre cada vez que se movía. Generando otra espada intentó ponerse de pie para atacar con todas las fuerzas que le restaban, pero no pudo. Una mano monstruosa le atravesaba el pecho de atrás a adelante y le sostenía su corazón aún palpitante en frente de su cara.

Rey, quien ni siquiera se había movido de donde estaba, desapareció, sorprendiendo así incluso a sus dos compañeros que quedaron con la boca abierta.

Edith, como quien intentaba entender, dijo:

—Con que esa era la forma en que estarías preparado si alguien aparecía de ningún lado y te atacaba. Todo este tiempo estuviste ocultando tu cuerpo real.

Munch-munch, nom-nom, ñam-ñan, glup. Rey tragó, mostró una sonrisa e hizo que su mano regresará a la normalidad para dejar caer a su contrincante en el suelo.

—Es un truco ineficaz a los ojos de un experto y viene con grandes riesgos.

Rey se entonó tanto que se vio obligado a toser unas cuantas veces. “Si me viera obligado a luchar contra alguna de las ancianas o el Dulahan, habría perdido. Ellos dos pueden ver a través de mis sombras con facilidad”, pensó Rey.

En cambio, la Parca creía lo contrario. Edith abrió los ojos ante las palabras del pequeño monstruo, quien bien sabía esconder sus habilidades. Para ella, él se miraba invencible, bien preparado y como si todo lo pudiera si se lo proponía. ¿Acaso dicha persona tiene puntos débiles? Ver a alguien tan perfecto era intimidante, sin embargo, saber que ese individuo está de tu lado en un combate, era reconfortante. “Pero como a los guerreros, su arrogancia y soberbia pueden llevarle a la ruina algún día”, pensó.

Clara negó con su rostro, ante la derrota de su discípulo, para acto seguido continuar:

—“Control de Aura” no es un truco ineficaz del todo. Puedo ver que has soportado extremo entrenamiento físico para hacerte resistente al dolor, que eres leal a la fuerza de voluntad, controlar tus intenciones asesinas y tienes espíritu de lucha. Pequeño, date un poco más de créditos a ti mismo. Si fuera tu mamá, estaría orgullosa de ti. Estás creciendo inteligente, puedes entender las intenciones de los demás y mantener una interesante lucha contra un adulto. En otras palabras, todo este tiempo estuviste provocando los movimientos de mi bisnieto. El hecho de preparar a una persona con la idea de que tiene el combate ganado y que luego le hagas algo tan complejo como desaparecer hace, de cierta manera, que esa idea se vuelva imposible de creer.

Cuando transcurrió el tiempo suficiente, del suelo se levantó el sujeto ya sin ninguna herida. Sentía ira en su rostro y quería volver a atacar, pero por el respeto a su maestra ahí presente se detuvo y simplemente agregó:

—Una victoria es una victoria, pero no hubo honor en ella.

—¿Acaso sería honorable que un adulto le ganara a un niño? —dijo Edith con tono de réplica.

Rey enfocó su mirada en dirección a la Parca y ante el silencio del derrotado, dijo las siguientes palabras:

—No fue un combate entré un adulto y un niño. Fue un combate entre dos guerreros. Estoy consciente de que mis métodos de lucha no son honorables. No puedo permitirme perder. No cuando mi vida depende de ello.

La Parca guardó silencio.

Clara, reconociendo las palabras de Rey como las del creador del castillo, agregó en tono nostálgico:

—Para ser honesta, escucharte hablar, verte aquí y observar tu estilo de combate me trae muchos recuerdos. Hace que quiera volver a preguntarme ¿qué clase de vida has tenido que tener hasta ahora para ser capaz de semejante hazaña aun siendo tan joven? Pero, sin preguntas y dejando la nostalgia atrás, lo prometido es deuda. Te enseñaré cómo clamar, aunque temo que no será tarea fácil y podría tomarte mucho tiempo.

—¿Qué tanto tiempo? —preguntó Rey.

—Para ser exacta, toda una vida de meditación y práctica de un humano normal bastaría para llegar al rango intermedio en la hechicería.

—No tengo tanto tiempo como para perfeccionar el arte. Al menos no en este círculo —Señalando a Edith—. Sin contar que debo dejarla en el Tartarus antes de regresar al círculo superior. Solo quiero pasar por el proceso de iniciación.

Clara, como quien hablaba con fundamentos, dijo:

—El proceso de iniciación no requiere más de unas cuantas décadas si es guiado correctamente. Con respecto al Tartarus, Mnnn… Debes dejar el Purgatorio y subir al cielo del infierno, ahí podrás encontrarlo.

Tan pronto terminó, se llevó las manos a la espalda y comenzó a caminar.

—Mientras tanto, por qué no le mostramos a tus compañeros el lugar y los acomodamos.

Rey afirmó con antelación; acto seguido, otras mujeres, de vestimentas similares, se hicieron presentes y guiaron a la Parca por el sitio, mientras que White se puso en el camino del sujeto fornido como para enfrentársele.

Ya con todos en la sala, teniendo un propósito, la bruja blanca procedió a decir en voz alta:

—Acompáñame —Mientras lideraba el camino.

El pequeño, en silencio, acompañó a la mujer que le guio por el lugar hasta la salida trasera del castillo, la cual colindaba con todo un inmenso lago tan brillante como aquel que se encontraba en la entrada del círculo.

—Bienvenido a mi sala de trabajo —dijo Clara—. Este lago se forma por las aguas que salen de la punta de la montaña, mismas que provienen del Heaven y que más adelante esconden el cuerpo desmembrado de Lete y llegan al infierno. Aquí practicaremos tu meditación e iniciaremos con las artes de hechicería. Pero primeramente debes de deshacerse de tus prendas y tomar un baño para que elimines las impurezas de tu cuerpo mientras preparó un brebaje especial que te ayudará a limpiarte por dentro. También debemos arreglar esos huesos rotos, la neumonía que se te está desarrollando por no respirar apropiadamente y sanar las heridas de tu cuerpo.

Rey asintió y procedió a realizar al pie de la letra las palabras de su nueva instructora. Tras despojarse de sus prendas, entró en el agua y, al zambullirse varias veces, se restregó con sus mismas manos hasta entender que ya estaba limpio. El agua tenía propiedades curativas, ayudaba con su recuperación, y el líquido que se le dio a tomar le ayudó aún más. Tras colocar el hueso fracturado de su mano en posición anatómica, este se soldó con normalidad.

Clara, como quien terminaba una larga y exhaustiva tarea, dijo:

—Debo enfatizar que si, por alguna razón, el proceso, una vez empieza, no finaliza correctamente, morirás. Si finaliza de manera incorrecta, tu vida será reducida al menos un ochenta por ciento. En el mejor de los casos, deberás vivir con incapacidades físicas o incluso tu cuerpo creará enfermedades autoinmunes en las que tu organismo se devoraría a sí mismo o terminarías maldito. ¿Estás de acuerdo con proceder? Rey afirmó.

Ella se desvistió, no era mucho lo que tenía, así que, con quitarse la corona, desabotonarse los broches del vestido corto y retirarse las sandalias, fue suficiente. Tras doblarlo todo a un lado, Clara entró en el agua con el pequeño. Pasando sus manos por los hombros de Rey, le puso de espalda para ayudarle a flotar.

—Recuéstate en el agua. Deja que tu cuerpo flote… —dijo.

Ignorando el incómodo hecho de tener que ver cómo se levantaba el miembro del pequeño, ella continuó:

—Relaja tus extremidades, por ningún motivo te muevas o abras los ojos hasta que no caigas en un estado de sueño lúcido.

Una vez notó que su discípulo estaba preparado, continuó:

—Con la excepción de algunos individuos, todos nacemos con veinticuatro vórtices de energía bloqueados. Muchas artes se centran en desbloquear algunos de estos vórtices en específico para así poder usar energía y también tener afinidades con algunos elementos en particular, pero la hechicería requiere desbloquearlos todos a la vez. Solo así podrás ofrecer tu energía pura a quien la acepte para existir.

Rey, aunque tenía sus ojos cerrados, podía ver oscuridad, también podía sentir su cuerpo y escuchar la voz de quien le hablaba. En un momento, dentro de toda la oscuridad, la figura del cuerpo desnudo de Clara apareció hablándole.

Clara, con inocencia y mucha paciencia, continuó hablando como quien no le interesaba ser vista sin prendas:

—Se cree que el mundo no es como lo vemos. Es más como una gigantesca tela de araña en donde en un mismo espacio pueden existir diferentes realidades. Esto se manifiesta mejor en el interior de nosotros cuando estamos dentro de un sueño lucido, como ahora. Es oscuro, ¿no es así? Consideras que no puedes ver nada, pero es lo contrario. En verdad estás viendo directo al primer vórtice de energía por el cual fluyen las fuerzas cognitivas, emotivas, controladoras de actividades vitales como los movimientos, el sueño, el hambre y los instintos. Solo que no sabes interpretarlo. Este es el primer vórtice, conocido como cerebro, y para desnaturalizarlo existe un método… Únicamente olvidando todo lo que sabes podrás limpiar la oscuridad de este vórtice y avanzar al siguiente. Piensa que si el mundo no es como lo conocemos, ni las cosas son como las percibimos, entonces el cerebro se vuelve prisionero de lo que conoce, quedando entre los límites de los que no… ¿Qué significa que seamos prisioneros de lo que conocemos?, o ¿de lo que este mundo lleno de ilusiones nos haya dado a conocer? Somos diferentes tipos de energía y cada una te ha tratado de influenciar con un fino ecosistema de propósitos relacionados entre sí, influencias que crean y dan forma a esta oscuridad.

Rey respiró hondo y dejó ir el aire que había inhalado. Preguntas y más preguntas… no pudo evitar pensar en Heroclades.  Dejando a su maestro de lado, volvió a respirar una y otra vez. Poco a poco empezó a olvidarlo todo. Los conocimientos se marchaban con facilidad, pues, en cierta manera, olvidar era no pensar en nada. Apagar los recuerdos y dejar la mente vacía. Con cada respiro el vórtice cambiaba de color. Un color que no era negro, pero tampoco blanco ni gris. El vórtice era lo que parecía, un intenso agujero vertical, el cual perdió su soporte y cayó justo encima del pequeño.

Rey mantuvo la mente en blanco; asfixiándose dentro del vórtice, ignoro todo lo que veía, sentía y podía escuchar. Ahogándose en un mar de tristeza, pensamientos y dolor, el pequeño se negó a luchar contra las adversidades por la eternidad que transcurrió en un momento; aun así, el vórtice se volvió negro y la desesperanza levantó su mano para abrazar el cuerpo que había olvidado todos sus conocimientos. Suspendido en la soledad y la depresión, él seguía flotando sin moverse, buscar ayuda o escapar.

La oscuridad se volvió brillo, el brillo se marchó y trajo consigo toda una variedad de sonidos. El insoportable ruido de la vida gritó con todas sus fuerzas en los oídos del chico hasta que, cansado, se desvaneció. La oscuridad invadió una vez más y negando con lo que parecía ser una cabeza, se dio a entender que había perdido el propósito ante los ojos blancos que atravesaban todo lo que miraban. Un cuerpo condenado a una existencia vacía de conocimientos no era un cuerpo que vivía; vivir es un instinto natural que le permite a los seres alejarse de la muerte. Pero Rey no obedeció a dichos instintos, no tenía por qué si no sabía nada y lo había olvidado todo. Endeble y vulnerable, el cuerpo flotante persistió en la encrucijada hasta que explotara en mil pedazos.

Clara, con voz de una madre preocupada entre el crepúsculo que llenaba el lugar, dijo:

—Rey…. ¿Puedes escuchar mi voz? Según tu flujo de energía, lograste desbloquear el primer vórtice. Regresa a la consciencia, entiende mis palabras e intenta rearmar tu inconsciente destrozado. El siguiente vórtice se le conoce como el cerebelo; en este lugar te reconstruirás y procesarás todo lo que una vez dejaste ir.

Una gota se hizo a sí misma de la nada y, dejando miles de ondas expansivas, se levantó hasta chocar contra algo en el vacío. Eso se transformó en un ojo, el ojo era blanco con la silueta de una estrella infinita, era de Rey. Otra gota de conocimientos dispersados salió y el segundo ojo se creó. Otra gota y se crearon los párpados así hasta que se formó el rostro de Rey. La cabeza flotante se alargó en un cuello, después el pecho, los brazos, el abdomen, la pelvis y por último las piernas. Aunque el cuerpo ya estaba completo, aún quedaba mucho conocimiento.

Rey se sintió solo entre tanto conocimiento, cada gota que flotaba en el silencio mostraba recuerdos tristes. Pequeños felinos de guardián del Paraíso jugaban con sus padres en el prado. Bajo el frío de una ventisca, un nido roto y unos huevos destruidos. Entre los adultos, él sentado, sin socializar, en silencio, viéndolos y analizando el entorno. La sombra del dolor aliviando la tristeza. Rey cerró lentamente los ojos, pero aun así las lágrimas entraban y las imágenes se hacían vívidas, hasta que la última entró y dejó el lugar.

Clara, desde el crepúsculo que se deshacía, rompió el silencio de la soledad con su voz:

—Perfecto. El siguiente vórtice se conoce como medula espinal. Se encarga de conectar el cuerpo con la mente. Este vórtice, por el cual la fuerza vital de los dos primeros pasa hasta todo el cuerpo, se debe despertar mediante el control del reflejo, la sensación, el movimiento y el dolor. Este no es un vórtice tan complejo como los anteriores y, como eres un luchador, tienes una ventaja…

El lugar se transformó en un tornado de flamas, igual se incendió el cuerpo inmóvil del pequeño, quien ya sabía cómo ignorar el dolor y que este no era real.

Clara, dentro del amanecer de un nuevo día en el interior de la mente de Rey, dijo:

—Bien, ya terminamos con los tres vórtices primarios, alcanzando así una sensación y control total sobre tu cuerpo y mente. Ahora podemos proceder a limpiar los siete vórtices secundarios.

Entrando en un sitio donde la eternidad continuaba, continuó su diálogo:

—Estos siete vórtices se conocen como chacras, y gracias a que aún no estás tan contaminado con las emociones como lo estaría un adulto, podrás limpiar estos puntos de energía con mucha facilidad…

Como una suave brisa de viento, el cuerpo desnudo de la hechicera se acercó al de su discípulo, le rodó y tras extender su mano le tocó con el dedo índice sobre el trasero, justo en donde empezaba la hendidura de las nalgas.

—Procedamos. En el final de tu columna vertebral se encuentra el vórtice raíz, es la base de tu columna y cuerpo. Es el primero y el único empezando a contar desde abajo. Enfocarte en sentir el vínculo de la base de tu cuerpo con lo material, lo sólido y lo firme. Este chacra es el cimiento que hace al más grande de los árboles subir seguro e imponente sin importar las condiciones del terreno. Al estar bloqueado, es el responsable de generar emociones negativas como el desarraigo, culpa, miedo y a no pertenecer a ningún lugar ni tener motivos para crecer. También es el vórtice que impide mantener la concentración y más afecta la estabilidad emocional…

Rey, ante el enorme vórtice de energía negativa, sintió que tenía muchas preguntas que responder. “Acaso, ¿Tengo una casa en la cual vivir y crecer con tranquilidad? ¿Por qué quiero vivir? ¿Vale la pena llegar a ser un adulto? ¿Qué tan lejos puedo llegar? ¿Me siento bien conmigo mismo?”. A lo cual respondió: “¡Si! El mundo es mi casa, los tres planos son míos para vivirlos tanto como el Heaven y el infierno. Vivo porque es mi oportunidad. Vale la pena ser grande y aún más grande. Superando a mí ‘yo’ de ahora, llegaré tan lejos como pueda llegar y me siento bien con todo lo que soy, lo que tengo y lo que podré llegar a ser, tener o sentir”. Con este potente sentimiento, el vórtice se desbloqueó y la energía subió hasta que se detuvo.

Clara, deslizando su dedo hacia arriba, rodeo el cuerpo del pequeño y se detuvo en cierto punto:

—El siguiente vórtice se encuentra ubicado en la parte baja del abdomen, y se llama “sacral”. Una vez encuentras el ancla de apoyo en el mundo, tienes que esparcir vida. Por esa razón este chacra está vinculado con la procreación, el sexo y el placer. Al estar bloqueado o dormido, es el responsable de generar sentimientos de culpa ante la continuación de la especie, miedo al disfrute y corta las alas de la personalidad, cohibiéndote a ser reservado.

Rey, ante el vórtice, sintió dudas sobre si en verdad era malo que tuviese impulsos sexuales hacia quienes le ayudaban y más cerca de él estaban. Las imágenes de él lamiendo el sexo de Silvia, de todos los cuerpos desnudos que había visto, de Edith cuando le estaba limpiado en el lago, y ahora de Clara agachada justo en frente, flotaron por el lugar y se juntaron en una extraña combinación. Pero tras cerrar los ojos, acepto lo que fue, así como también dejó de reprimirse sobre lo que podría suceder. Las imágenes se marcharon y la energía continuó avanzando.

Clara, cautivada, continuó moviendo su dedo:

—El tercer vórtice se encuentra en el centro del cuerpo, entre la parte superior del abdomen y el corazón. Su nombre es “plexo” y al estar bloqueado, no se tienes un control adecuado de la respiración o la digestión, haciendo común la sensación de cansancio, falta de energía, inferioridad, inseguridad, insatisfacción y falta de confianza,

Rey fue invadido por las mismas palabras que la bruja blanca le había dicho. Perfectamente, recordaba que hacía solo una noche atrás, su insatisfacción consigo mismo fue exponencialmente alta. En ese momento vino a la superficie. “Mis decisiones son mías y tomo responsabilidad sobre ellas. Estoy al control de mis emociones. Sé lo que quiero y tengo confianza en poder obtenerlo valiéndome únicamente de mi esfuerzo. Estoy satisfecho con la autosuperación y no tener a nadie más como meta”.

Clara, como quien empuñaba una espada contra las sombras vengativas que por el lugar se habían mantenido creciendo, continuó y señaló el área con su puño cerrado:

—El siguiente vórtice está asociado con el corazón y es el más grande de todos. Como catalizador de los sentimientos, también es responsable de alimentar la llama de la voluntad. Si este chacra, ubicado en el centro del pecho, está bloqueado, genera emociones como la falta de amor por la vida propia y los demás a tu alrededor, el rendimiento prematuro ante las tareas rigurosas y la falta de valores en una persona.

Rey se encontró con toda una gigantesca flama, a la cual le abrió el paso y dejó que el curso de energía avanzara, como si nada.

Clara hizo una pausa por un tiempo; ella veía al heraldo del dolor frente a sus ojos y para protegerse a sí misma, usó su aliento:

—En verdad naciste con talento, pequeño. No solo el quinto chacra, ubicado en la garganta, el sexto en la frente, y el séptimo en la punta de la cabeza, están ya desbloqueados, sino que los catorce vórtices terciarios también están libres y acabas de pasar exitosamente la prueba de iniciación. Puedes salir de dentro del sueño lúcido y sentir tu nuevo cuerpo de hechicero.

Cuando Rey desapareció para regresar al mundo exterior, un cuerpo acurrucado en una esquina alzó su voz y le habló a la bruja antes de que se marchara:

—¿Clara?...

Ella quedó paralizada en el lugar. Las lágrimas no pudieron dejar de salir.

—Aun después de tanto tiempo… ¿Recuerdas mi voz? —preguntó quién se escondía bajo nieblas y mentiras.

Ella asintió con la cabeza, al mismo tiempo dio una sonrisa tierna.

—Alégrate entonces, Clara. Tu deseo finalmente se hará realidad… Nunca tuviste pecados que expiar, tampoco Ana. No tienen que seguir siendo guardianes, ni tampoco impuse a nadie un concepto tan insignificante. Las dos siempre fueron libres de marchar…

La bruja caminó hacia adelante y levantó sus manos como para activar el rostro de la presencia, pero fue detenida por una mano levantada.

—En cualquier momento, mis recuerdos y los vestigios de mí se desvanecerán totalmente de dentro de este cuerpo, es el curso natural... Parece que mi voz, mis acciones, y proezas de un pasado también terminaran olvidadas, pero recuerda que siempre las ame más que a nada. Ahora, tal vez pueda marchar en paz…

Con lágrimas en los ojos, la bruja blanca arrojó una sonrisa afable antes de ver desaparecer a un antiguo amor no olvidado.

Rey abrió los ojos y con esto se encendieron veinticuatro luces, todas y cada una de diferentes colores, que comenzaron a alumbrar el lugar opacando el brillo del lago. El agua a la redonda se apartó por el flujo de energía que el pequeño cuerpo dejó escapar. No solo los cabellos de la bruja blanca se sacudían por todos lados, sino que su cuerpo también estaba a punto de salir despedido. Ella aún estaba detrás de su discípulo, pero, aun así, hizo su mayor esfuerzo para no soltar su agarre.

Clara, cuyas lágrimas fueron escurridas y secadas por el viento, se agarraba firme al cuerpo del pequeño; “¡Tanto poder que incluso distorsiona el espacio a su alrededor! Debo detenerle…”, se dijo a sí misma para luego gritar tan alto como su voz le permitió:

—Rey, respira profundo. Toma un momento para que equilibres tu energía hasta que notes que cambia la manera en la cual te sientes. Usa tu imaginación. Cree en el poder de controlar tu cuerpo y forma una burbuja imaginaria a tu alrededor.

El ambiente se calmó y la caótica energía expulsada terminó atrapada dentro de paredes circunferenciales.

—Ahora haz la esfera más y más pequeña, mientras piensas en lo infinito que es el espacio en ella. Piensa en que puede convertirse en un cosmos, una galaxia o un micromundo…

La energía fue exitosamente contenida y con esto el agua regresó a su sitio.

—Sigue reduciendo el tamaño hasta que puedas guardarla en tu interior.

El sitio y el agua regresaron a la normalidad.

—Ese será tu núcleo. Como consejo, y viendo tu inclinación al combate, puedes conectarla con el chacra corazón para obtener mejor rendimiento con respecto a la fuerza de voluntad y el espíritu de lucha. La energía pasiva que tu cuerpo manifieste se volverá energía mágica, material de ritual. También puedes hacer de este núcleo un mundo interno el cual se conecte con todos los puntos de tu cuerpo, así como de tu subconsciente. Una vez el agua regresó a la normalidad, Rey se quedó mirando sus manos. Clara continuó hablando:

—Ahora que los vórtices están equilibrados, descansa y come un poco hasta que regreses a tu estado normal.

Pero al ver que Rey le devolvió una mirada rara, ella lanzó una advertencia al aire:

—Escucha. Mientras tengas energía no necesitarás comida. Tu núcleo se encargará de hacerte sentir lleno y que no tengas que defecar u orinar, pero tu cuerpo dejará de envejecer y crecer. Todo lo que comas será guardado como energía pura y no grasa, pero te recomiendo que ingieras alimentos, aunque no sientas hambre, y descanses, aunque no sientas sueño. No eres una máquina, y aún puedes hacer buen uso de esas dos funciones para seguir creciendo, desarrollándote y adaptándote.

Rey, algo atareado, dijo:

—¿Descansar? Ahora que terminé de abrir los vórtices es cuando puedo clamar; dejando de lado que me sienta ligero y mejor, no creo que sea necesario un descanso.

Tras dejar un suspiro en el aire, la bruja blanca volteó su espalda y salió de dentro del agua junto a su discípulo que le siguió como un adorable perrito que pedía por comida. Para Clara era frustrante el hecho de que Rey fuese tan extraordinario, un proceso que duraba toda una vida de un humano promedio, él lo había conseguido en tan solo una sesión.

—No recuerdo la última vez que me había sentido así de exhausta. Te felicito.

Dando una sonrisa amarga, continuó:

—Eres el único de mis discípulos que ha pasado por el proceso de iniciación exitosamente en tan poco tiempo.

Vistiéndose y tratando de mostrar no mucha incomodidad ante el hecho de estar desnuda enfrente de alguien más, continuó:

—Rey… Tu energía interna es… abrumadora. No debes usarla indiscriminadamente, ya que los individuos de mente débil a tu alrededor pueden perder el conocimiento. Con esto dicho y después de haber estado expuesta, aunque sea una bruja, tengo mis límites como humana. Tu poder bloqueó uno de mis chacras. Cuando esto sucede, los demás empiezan a funcionar mal y el hechicero o hechicera en cuestión pierde su equilibrio interno.

Él siguió observándola, y ella, sin poder seguir escondiendo la realidad, tuvo que decir:

—Rey, soy yo quien necesita descansar.

La bruja miró a los ojos del pequeño. Él necesitaba seguir aprendiendo y podía absorber cualquier información que le fuera dada. “Así que, ¿por qué no? Si en verdad es tan extraordinario, podría aprender con simples instrucciones”, se dijo, para agregar en voz alta:

—Aaaaah, pequeño, para poder “clamar” a tu nivel, tienes dos caminos. El más seguro y prestigioso es que crees un grimorio propio en el cual encierres criaturas, fenómenos naturales y objetos. El segundo camino es usar un libro hecho por alguien más. Pero esto no es cosa fácil, pues los hechiceros protegen celosamente sus grimorios, y más si fueron creados por ellos mismos, ya que no se puede clamar algo que alguien más está utilizando al mismo tiempo. Como yo no utilizo los míos, te puedo dar mi libro, pero, como comprenderás… —Ella hizo aparecer su libro en el aire.

Rey terminó la frase de la bruja:

—No está al nivel y tampoco podré alterar el contenido del libro si no soy el creador original.

Clara, mientras se vestía y como quien hacía un gesto de obviedad:

—Exactamente. Los pocos clamados restantes de este libro son básicos y restringirán tu potencial en gran medida. También atrofiarán tu crecimiento como hechicero. Aunque no lo creas, si haces un pacto con la criatura en cuestión y fomentas valores como la confianza, la fidelidad y el respeto, ella no te atacará cuando alguien más lo intente usar en tu contra… Regresando a los aspectos negativos, tampoco es que conozca otro libro ni sus condiciones para ser invocado. Sigue mi consejo, ve en busca de la biblioteca de Los Eruditos, que se encuentra en el quinto círculo de este lugar. Aprender sobre el poder de los símbolos y cómo generar tu propio libro. Una vez lo materialices, sella cuantos seres te encuentres a lo largo de tu vida y crea una obra que cumpla con las expectativas de un talento tan grande como el que tienes.

Rey, terminando también de vestirse, dijo:

—Para decirte la verdad… encontré algo mejor que la biblioteca de Los Eruditos. Ya estoy familiarizado con todos esos conocimientos, pero no tengo mucho tiempo para crear un libro. Sé el libro que quiero.

Arqueando su ceja izquierda, la bruja blanca preguntó:

—¿Cuál?

—El Santuario de Atenea —respondió como quien recordaba.

La mujer, ahí presente, vomitó en el suelo por escuchar el nombre. Tras llevarse una mano al estómago y la otra a la boca, continuó mientras se limpiaba.

—¡¡¡Imposible!!! ¿¡Cómo conoces el título de ese libro?!

Tras tratar de reponer su sorpresa, continuó:

—Rey, el libro original fue destruido. Entiendo que, si recitas las palabras o dibujas el círculo mágico en la portada de este, podrás invocar una copia al presente, pero como esas palabras nunca antes fueron escuchadas por oídos ni el signo visto por ojos humanos, muchos de mis conocidos perdieron sus vidas y sucumbieron civilizaciones completas por tan solo tratar de invocar ese libro y fallar en el proceso. Rey, al contemplar un libro de hechicería rango “Dios”, eres un privilegiado. Me sorprendió la manera en la que pasaste el proceso de iniciación y saliste ileso; si aún te sientes confidente y quieres seguir probando tu suerte… —Rey asintió—, procede, no pienso detenerte. Aunque me temo que debo marcharme: esta es una lucha en la cual no podré acompañarte. Honestamente, no quiero involucrarme en el ritual de un libro tan atroz como ese.

—No te preocupes, aún te considero digna de que seas mi maestra.

Tras esas palabras, Clara pegó la vuelta y, como pudo, se marchó por donde mismo vino.

Rey no esperaba semejante reacción de la bruja blanca al mencionar el nombre del libro que su maestro cargaba a todos lados. Una vez el lugar estuvo desolado, el pequeño se dispuso a sentarse en el suelo repitiendo lo que recordaba haber visto del dibujo del título y procedió con el ritual.

“Requisitos para invocar: 3000 cabellos, que serán las hojas del libro. Según el color del cabello, según el color de las páginas”.  Rey se arrancó los cabellos y, tras contarlos, los apartó en frente de él.  “Tres uñas que se envolverán las hojas como carátula”. Con los dientes se arrancó las uñas de raíz. “Tres litros de sangre que será la tinta. Sangre roja, letras rojas”. Tras cortarse la muñeca, dejó salir cuánta sangre pudo. “Tres Horaes administrando energía al símbolo o al encantamiento”.

Tras crear un símbolo en el suelo, en el cual encerró sus previas ofrendas, el pequeño estiró las manos y de su recién adquirido núcleo usó la energía como ofrenda. Él se sentía confidente. Todos los libros que recordaba haber leído sobre hechicería en la Biblioteca del Conocimiento de Silvia no eran tan complicados. Aunque algo estaba en la parte de atrás de su cabeza. Rey no podía evitar pensar en la reacción de la bruja blanca.

Rey creía que el proceso era relativamente fácil para que alguien fallara, y ¿por qué aun así tantas personas habían fallado? Hurgando en su memoria, ya un tanto preocupado, recordó que, si el procedimiento falla, 3000 años de vida serían tomados. Tres extremidades, pudiendo estar incluida la cabeza. Tres órganos y tres costillas también debían de ser otorgadas como ofrendas del fracaso. No necesariamente tiene que ser del usuario, pero si el usuario es el único que está en el lugar, él cargará con todo el peso de su falta.

Rey, ya casi preocupado, pensó: “Mnnnn… Los hechiceros cuidan celosamente de sus libros. Heroclades se negó a enseñarme hechicería para que, en una batalla, yo no use los mismos clamados que él. Él sabe que puedo ver el símbolo en la carátula, y eso le deja susceptible a ser robado. En efecto, si él deja ese símbolo expuesto, significa que debe de existir una medida de seguridad extra, una que no es tan obvia. 3000 páginas por 3000 cabellos, pero… si al libro original le faltará una página… Sin duda, Heroclades no cargaría con el libro original, ya que las páginas tienen el mismo color que su cabello. Además, el nombre del libro está borroso y solo el propietario puede alterar el contenido. Si le faltara una página, no sería una copia del libro original, ¿o sí?

De un momento a otro, ante todo el pilar de ofrendas, apareció una página. Tan solo una página con escritos, garabatos y letras. Rey recordaba que el libro, cuyas imágenes no flotaban, estaba acompañado por una flor hecha del mismo material, delgado, fino y delicado, que componía las hojas. Aunque la página enfrente de él era negra, sí presentaba el mismo tamaño y, por supuesto, también los mismos garabatos, escrituras y rayas rojas que recordaba conformaban la flor que, con delicadeza, su maestro sostenía en ese momento que veía a través de la ventana de su cuarto.

Rey, como quien descubrió algo nuevo, se dijo:

—¡Esta es la prueba que nadie ha podido pasar! Crear una flor con la primera página… Ahora, ¿de qué manera se crea una flor mientras se suministra energía para la completación de este libro?

El tiempo transcurrió y transcurrió. Clara, intrigada, entró en el lugar dando pequeños pasos para encontrarse con todo un cuerpo deforme y desarmado en pedazos.

—¡Ha-ha!, ¡qué gracioso! Deja de usar “Aura” y muéstrate.

La horrenda escena desapareció y apareció, del otro lado, un pequeño que casi ni se veía por estar sosteniendo todo un inmenso libro abierto más grande que él.

El libro era negro, conformado por páginas negras y letras rojas. Clara se llevó las manos a la boca y corriendo fue a ver aquello que su discípulo cargaba y leía. Ella extendió sus manos como una niña curiosa. Rey no lo pensó dos veces y le dio lo que cargaba a su maestra.

—Pero ¿cómo? —preguntó Clara sin poder creer lo que veía.

—La respuesta está en la primera página que aparece. Debes crear una flor como esta para poder culminar el proceso exitosamente. Si quieres, te enseño.

Clara, como quien no podía pedir un favor tan grande:

—No podré invocar este libro, aunque quiera. Mi energía solo alcanza para materializar algo con doce páginas y una portada. Es una maldición específica que recibí al no poder completar correctamente mi proceso de iniciación. Aunque no estaría de más si pudiera copiar algunos clamados y agregarlos a mi libro.

—Hazlo con toda libertad —dijo como si fuera lo menos que pudiera hacer para agradecer las enseñanzas que se le fueron dadas.

Clara, regresando a la normalidad, dijo:

—Entonces, ¿por qué razón te has demorado tanto en salir?

—Estoy tratando de entender por qué cada vez que intento “clamar”, salgo lastimado y el movimiento en cuestión no se desarrolla totalmente. Tal vez esté maldito.

—Déjame verte hacerlo y te digo mi opinión —dijo Clara, comprensiva, para mostrar la atención digna de un fiel espectador, a punto de devolverle el gran libro al pequeño, pero se frenó en seco cuando le vio levantar el brazo en el aire y ponerse serio.

Rey, con su mano extendida, lanzó un proyectil de agua, el cual explotó y le hizo retroceder la mano. Cerrando su puño, regresó la mirada en dirección a su instructora, y ella no estaba actuando normal. Clara, a punto de desmayarse, perdió el equilibrio de sus pies.

—Tienes que ser al menos nivel “especialista” para poder realizar hechizos silenciosos —dijo con una sonrisa amarga—. No creo lo que mis ojos ven, tiene que ser un sueño. Aun después de tanto tiempo, yo sigo siendo tan solo una Wicca grado intermedio en el arte de hechicería; por esa razón no puedo usarla en el combate. Me demoro demasiado.

Rey, compartiendo sus pensamientos, precedió a hablar:

—Por lo que pude ver, mi otro maestro es nivel avanzado. Él puede recrear y modificar los patrones del libro con una tinta especial, y utiliza esas hojas sueltas para clamar mientras lucha. Pero yo no tengo nada de eso a mi alcance, así que intenté probar con un hechizo básico y, como no me terminó poseyendo o “mojando”, descubrí que puedo hacerlo.

Clara, como quien trataba de explicarle algo a alguien que más sabía sobre el tema, dijo:

—Rey, independientemente de a qué nivel estés, siempre deberás controlar y ajustar la cantidad de energía mágica que ofreces como intercambio. Aunque seas alguien extraordinario, si clamas muy rápido algo que no has practicado, es normal que te suceda ese tipo de reacción. En conclusión, no puedes controlar tu poder porque te falta práctica. —Tras hacer una pausa—. Haz lo mismo que hiciste. Levantar el brazo, pero antes toma un momento. Respira hondo y siente la energía. —Rey procedió a seguir las instrucciones—. Ahora imagina y juzga por ti mismo la cantidad de energía que necesitas para poder efectuar el clamado. Regula la distancia, piensa en la fuerza, la velocidad, la solidez. Tras cargar estos tres factores termina el hechizo…

Siguiendo las palabras de su instructora, el pequeño efectuó un potente disparo de agua capaz de llegar al otro lado del lugar y golpear contra la pared. Clara continuó como quien no tenía permitido seguir sorprendiéndose:

—Debes practicar este tipo de ataques hasta que tu mente lo memorice y puedas utilizarlo en el combate. Ten presente que en un combate tú y tu oponente cuentan con el mismo tiempo para actuar; como hechicero, es tu trabajo encontrar la manera de optimizar tus movimientos y administrar el tiempo mejor que tu contrincante. Puedes hacer de tu núcleo una barrera y hasta un “Zone”, pero si un oponente logra destruirlo…

—Quedaré vulnerable y sin energía de reserva para poder clamar —terminó la frase de su instructora.

Clara, asintiendo con su cabeza:

—Sí. También, si quieres agilizar tu proceso de clamado, es mejor si dices el encantamiento acortado. De entre las leyendas que he escuchado, los encantamientos acortados fueron diseñados para el combate…

Dejó de hablar, ella no sabía qué más decir o enseñar. Se quedó mirando a su discípulo, quien le devolvía la mirada como si quisiera exprimirle más conocimientos. Con la urgencia de cambiar el tema continuó:

—¿Y ahora qué tienes planeado hacer?

Rey respiró hondo y continuó:

—Tengo que ir hasta el Tartarus a dejar a Edith.

Clara comentó sobre el tema de la Parca:

—Ella estaba durmiendo la última vez que la vi —Rey se sorprendió ante el comentario—. Sí, ella estuvo todo este tiempo entrenando con Ana; decía que su objetivo era vencerte y, por esa razón, decidió hacerse más fuerte.

—Interesante, espero que tuviera un poco de progreso. Por cierto, el Tartarus estaba arriba, ¿no es así?

—En efecto… —dijo Clara mientras se disponía a caminar junto con su discípulo de vuelta al castillo. —Te recomiendo escalar por los pisos de este lugar. Aunque está compuesta por siete niveles y en cada nivel te encontrarás con un respectivo dolor de cabeza como lo es mi bisnieto, te garantizo que la cúspide es el punto más cercano al Tartarus de todo el infierno. Si gritas lo suficientemente alto, algún “querubín” podrá escucharte y acudir a tu llamado. Ellos tienen alas y pueden volar.

—Si es por tener alas, entonces no me será necesario —dijo Rey después de caminar por todo el lugar y llegar a donde estaba la pequeña Parca.

Edith dormía en los pies de Ana, pero no dormía como cualquier niña. En su dormir se podía ver cómo la preocupación y la soledad eran quienes le habían provocado el cansancio, pues con sus ojos cerrados lloraba sin darse cuenta, llanto que se transformaba en la razón por la cual Ana le pasaba la mano como una madre preocupada.

La “Anciana del Bosque” también tenía el cuerpo de una muchacha joven, cabellos cortos y del mismo color marrón claro de sus ojos. Cargaba con fuertes características físicas, vestida de prendas verdes claras y desahogadas, más un par de sandalias.

Ana y Rey intercambiaron palabras en un distanciado saludo. Tan pronto la bruja blanca terminó de ponerse al día y casi vomitar por enterarse de que el pequeño invocó el libro más infame de la historia de la hechicería, se marchó de la habitación junto con Clara.

Al mismo tiempo que las dos brujas blancas caminaban de salida, entró White tambaleándose de un lado a otro. Ella también lucía como quien hubiera estado entrenando y, por la humedad de sus cabellos, de seguro había sido contra el nieto de Clara.

Rey no sabía cómo despertar a la pequeña Parca. Tras mirar a su fiel acompañante, regresó sus ojos a Edith y, sin pensar mucho, de a poco le retiró las sábanas con las que ella se cubría. “Sin la manta, tal vez el frío le despertará de forma natural”, supuso él.

No funcionó, Edith simplemente se volteó y encogió su cuerpo apretando una almohada.

Rey pasó a tocarle el hombro y luego a moverle la cabeza. No quería ser más brusco y creyó que tal vez ella no pretendía despertar. “Si mi jornada de acompañarla al Tartarus termina, todo regresará a como era antes para ti”, pensó Rey, dándose cuenta de que la Parca tal vez no quería despertar porque regresaría a vivir su vida aburrida, la misma vida que tal vez le daba motivos para llorar mientras dormía.

Edith, dándole la espalda al pequeño y fingiendo no haber despertado, se dijo: “Ahí, en donde vivo, me espera un severo castigo, varias golpizas y quién sabe cuánto tiempo sin agua ni comida entre paredes frías. No quiero regresar. Debo pretender que duermo, sigo durmiendo. Aunque eso signifique que él me pueda dejar atrás. Él ha estado interesado en hacerse más fuerte, en sufrir y luchar. Mientras estemos juntos, yo seré una carga sobre sus hombros… ni siquiera nos conocemos tanto para que se preocupe en cumplir con su palabra”. Los sonidos de White se dieron a escuchar. “Ya veo, tanto yo como ese cachorro somos una carga para ti, pero te niegas a dejarnos ir por no estar solo. Alguien tan excepcional como tú tiene un punto débil: estás propenso a encariñarte con aquellos con los que pasas un poco de tiempo, aunque te hagan daño. Déjame aquí y pretende que nunca existí… será lo mejor para los dos”.

—En un libro leí una palabra que hasta ahora no había podido entender… —dijo Rey mientras procedió a tomar asiento. Una vez al lado de la Parca, le apartó los cabellos que le cubrían el oído izquierdo, como si quisiera asegurarse de que ella pudiera escucharle hablar—. Amistad. Y entonces me pregunté al leer: ¿Por qué algunos seres en particular se pueden convertir en los mejores amigos? Tal vez porque ellos se toman su tiempo para escuchar los problemas ajenos. Dime, Edith, ¿quieres contarme sobre eso que te atormenta?

La Parca volteó el rostro y, con sus ojos llorosos, abrazó con todas sus fuerzas al pequeño y el pequeño a ella. El llanto de niña hablaba más que cualquier cantidad de palabras. La Parca lloró sin contemplar ni sentirse apenada, llanto que duró hasta que en verdad se quedó dormida.

Como era el curso correcto de las acciones, Rey levantó a la pequeña en brazos y así salió del castillo tras despedirse de los residentes. Una vez en el pavimento de la entrada y con la ausencia de un techo, Rey dio una última mirada antes de abrir sus alas. White saltó y trepó hasta la cabeza de su compañero.

Las dos inmensas alas negras se agitaron con fuerza y los tres cuerpos se levantaron del suelo. En unos segundos llegaron a sobrepasar el punto más alto del castillo. De un tercer y cuarto agitar, ellos sobrepasaron el primer nivel. De esta manera hasta llegar al cielo ante los ojos de todos los espectadores que se llevaban las manos a la cabeza, pues para ellos era insólito que un ángel de alas negras existiese y más que se dirigiese al cielo.

El brillo divino del lugar dejó de ser y todo un techo de ramas y troncos se impuso con solidez ante el paso del pequeño. En el medio del lugar había un agujero por el cual podían colarse si se valían de algunas maniobras. Rey, cual si fuese un ave rapaz, se impuso tanto como pudo para luego encoger sus alas y subir en picada.

Los ojos de White vieron por primera vez cómo lucía el otro cielo. Para el indefenso felino, el ambiente era totalmente nuevo y, en respuesta, los cabellos de su cuerpo se erizaron ante el infierno compuesto por visiones espantosas en donde tan solo reinaba el color, el rojo de la sangre, el amarillo del fuego y el gris del humo. Miles de gritos interminables y permanentes se daban a escuchar.

Los gigantes con varias cabezas y numerosas extremidades vieron al pequeño, gritaron e intentaron atraparle, pero no pudieron; en cambio, lograron agarrar otras de las horrendas criaturas que volaban por el lugar y se las llevaron a la boca para devorarlas de un bocado.

Rey agitó aún más sus alas. El aire caliente, tempestades, huesos, fuego, rayos, truenos y relámpagos intentaron tumbarle, pero el pequeño se cubrió a sí mismo y a sus acompañantes con una barrera para seguir subiendo sin que nadie fuera afectado.

La Parca de nada se enteraba y dormía en los brazos del enfurecido pequeño sin apellido. White se aferraba con todas sus fuerzas e incluso sacó sus uñas y las encajó en la cabeza de su compañero hasta hacerle sangrar, pero este no se quejó sabiendo que era lo necesario para que el felino no fuera arrancado.

El cielo del infierno, entre la niebla roja, el humo y las llamas, se hacía inalcanzable. Aun así, la cría ignoraba todo sentido común y seguía aleteando. Aunque cualquier otro individuo más sensato se hubiera rendido, Rey no planeaba detenerse hasta que no llegara a su objetivo. Con su mirada afilada, intenciones asesinas y dientes afuera, él se enfrentó contra la ventisca que por cada momento con más fuerza le achicaba la barrera con las intenciones de destruírsela. Cuando sus alas sobresalían de la protección del núcleo agrandado, aunque sus extremidades se cansaron y casi no podía seguir volando, continuó avanzando.

Cuando Rey sintió que los músculos de su espalda estaban a punto de reventar, que los plumajes de sus alas se encendían en llamas por el calor, que estaba a punto de caer, fue que pudo ver la parte inferior de la plataforma que flotaba y seguro sería el tan mencionado Tartarus. Gracias a la fuerza de su voluntad y la abundante energía que tenía en su núcleo, Rey llegó hasta la cima, sobrepasando los límites que ya había sobrepasado.

Con un último rugido de guerra, transformó una de sus manos en una garra. Tras alargar de manera considerable sus uñas, lanzó una estocada sin dejar de cargar a la Parca con su mano opuesta. Las nubes, el viento y las llamas abrieron paso ante la violenta ráfaga. El agujero siquiera fue tan grande y al momento de abrirse se cerró, pero aun así fue tiempo suficiente para que los tres pequeños pasarán y chocaran contra la plataforma. Edith regresó a la conciencia. Al ver a su alrededor y el rostro de Rey lleno de sangre, gritó histérica.