Stagnation

Chapter 5
Humano y subyugador


    —Atender pacientes de forma clandestina, dar refugio a individuos que no son miembros del templo ni tienen afiliación, falsificación de documentos y alteración del inventario. Es todo lo que he encontrado y aun no veo rastros del monstruo caído del cielo del cual se me informó que Román se haría cargo —dijo el sujeto de cuerpo moderadamente en forma y físico joven, que vestía prendas ostentosas—. Me temo que son crímenes severos, cometidos por la propiedad de Román, ¿no es así? Aunque, ahora que me fijo bien, te ves joven y tus ojos parecen ser azules ¡¿Qué brujería es esta?! 

  —No, ¡no es lo que estás pensado! —dijo Lía, sonando desesperada al tratar de tocar las manos de aquel que le miraba con superioridad. 

 —No te atrevas a tocarme, cosa asquerosa, mucho menos sin antes hablar de forma apropiada. —Heliúk retiró su mano e incluso dio un paso atrás para evitar el contacto—. ¿Acaso pretendiste tocarme para contaminarme de cualquier infección y hacerme tu cómplice en esto? 

  Lía negó ante la pregunta, moviendo su cabeza de un lado a otro. Ella recogió las manos que había extendido y tomó distancia.

  —Por si se te ha olvidado, todas las sacerdotisas de las artes amatorias y demás esclavos en Belldewar, no poseen derechos jurídicos ni políticos. Tu vida y la de todos en este templo aún continúan porque permanecen bajo la autoridad de un tutor, en este caso Román. Como la propiedad del anteriormente mencionado, él es quien puede y debe hablar conmigo en tu nombre.  Tu propietario es quien debería estar en este momento para que tus intereses puedan ser defendidos, pero como no se encuentra presente, eres culpable de los delitos de los que se te acusan, Lía Priom.  

  Las manos de Lía comenzaron a temblar al escuchar su nombre y ser mencionada por la boca de un subyugador. Ella sabía que ser nombrada directamente por su nombre era peor que ser considerada indigna y que en verdad se le acusaba de haber infringido la ley.

  Desesperada, entendiendo que le quedaba poco tiempo de libertad, se puso de rodillas, con su frente contra el suelo y cruzando los dedos de sus manos, para comenzar a rogarle a Heliúk que pasara por alto semejantes actos. 

    —Tus súplicas no harán diferencia ante mi sentencia. 

  A los ojos de Rey, el sujeto parecía tener en sus manos lo que quería. No solo estaba haciendo sentir miserable a la doctora, sino que también tenía la mesa abierta para poder extorsionar al tal Román que había mencionado. También pudo notar cómo una de las mismas chicas que había visto anteriormente en el pasillo, apenas vio lo que estaba sucediendo, salió corriendo como si fuera en busca de ayuda.

 Abarrotado de placer y poder, Heliúk, sin haber notado la situación que se dio a su espalda, titubeo mientras levantaba su pie derecho. En respuesta a las insistentes súplicas de Lía, él le puso la suela del zapato sobre la cabeza para que se callara. La doctora no le dio mucha importancia a este gesto, pues en dicha sociedad era normal para los humanos pisotear a aquellos que habían perdido sus derechos.

  —Eres tan solo un número más en esta ecuación, pero eres la que mejor encaja… por eso estoy seguro de que Román se va a hacer responsable. Además, ¿acaso esa otra cosa no conoce su lugar o es que no le han enseñado correctamente? —dijo Heliúk tan pronto notó el fuego en los ojos de alguien que irrespetuosamente le miraba directamente.

  A primera vista, para un adulto de veinticinco años que medía un metro setenta y era un distinguido miembro de la sociedad, Rey parecía un niño un poco más alto de un metro cuarenta y cinco que no le representaba amenaza en lo absoluto. 

  En cambio, para Rey, alabado por su anterior maestro por tener la capacidad de actuar racionalmente en el pasado, ver a alguien que había sufrido durante toda su vida con un pie sobre la cabeza y suplicando arrodillada en el suelo, le hacía sentirse raro. La situación era responsable de provocar una leve punzada en la zona del corazón, que se le apretara el estómago, que la cara le hirviera y que un calor recorriera su cuerpo. Se sintió poco racional al presenciar una injusticia. 

  —Rey… —le nombró Lía, pero por alguna razón no pudo seguir hablando. 

   Ella perfectamente podría decirle al pequeño que se detuviera y no hiciera nada, así como que atacara y le sacara de esa situación. Pero ella no supo qué pedir. Entre lo que le decía la mente y su corazón, la decisión se le hacía complicada de tomar. Ella sentía que sería mejor ver cómo actuaba él. Alguien que había visto el pasado de otra persona y la considera como algo sucio e irremediable, no tendría por qué intervenir, ¿o sí? Sin embargo, si aún le apreciaba y quería, ¿haría algo por protegerla?

  —¿¡Acaso no me escuchaste arrogante niño sucio!? —preguntó Heliúk, un tanto preocupado por los ojos afilados que al parecer buscaban su vida y ahora lo notaba—. ¿Quieres que tu tutor pague por la insubordinación de su propiedad?

 Rey no pensaba, tan solo escuchaba, pues la nueva emoción que le provocaba ver una injusticia, estaba a punto de hacerse cargo de su cuerpo. Consciente de que la cólera recorría sus venas, dio un paso hacia adelante apuñalando con la mirada al sujeto incrédulo que osaba seguir humillando a la mujer que él había prometido escuchar.

  —Tú eres a quien yo, de ahora en adelante, escucharé y obedeceré absolutamente —aclaró Rey, mirando en dirección a Lía—. ¿Quieres que termine con la vida de ese que se atreve a dañarte? 

  Lía se mantuvo el silencio. 

 Heliúk, embravecido, se dispuso a reevaluar la situación. De cierta manera, él no entendía cómo era posible que un esclavo en esa luna no supiera la sentencia que recibiría por hablar o tener intenciones de terminar con la vida de una persona. La pena de muerte era dada tras tragar plata hirviente.

  —Poco civilizado y aún salvaje por lo que veo. Supongo que acabas de bajar del último cargamento de esclavos —señaló Heliúk—. ¿Acaso no sabes las consecuencias que implica amenazar a un subyugador o a cualquier persona en este planeta? 

  Con la visión cegada y sin razonar mucho, el silencio de Lía significó que él podía hacer y deshacer como le placiera. 

—Los muertos lucen idénticos ante mis ojos—dijo Rey con voz ronca, la misma voz de una bestia violenta que recién había aprendido a hablar—. Tu vida tiene valor mientras la tengas, así que tú deberías ser quien se preocupe de aquellos con el poder de quitártela. 

  El pequeño cuerpo desencadenó una serie de movimientos y trasformaciones tan precisas que en solo segundos Heliúk tuvo los pies colgados en el aire y los ojos casi se le querían salir de las cuencas: Rey, quien ahora era el doble de su tamaño, lo sostenía por el cuello, con los dientes afuera y un rostro enfurecido.

  —¿Te gusta humillar? ¿Solo de esta forma te sientes más importante y superior? —preguntó Rey. 

 —Ella… no… es… una persona… —respondió Heliúk.

 —Yo tampoco lo soy… ¿Por qué no lo haces conmigo? —Rey acercó aún más su rostro al del sujeto que estaba sosteniendo. 

  Heliúk, asustado por la terrorífica escena, se orinó en los pantalones mientras forcejeaba para liberar su cuello ya que apenas podía respirar.

   Dado que su víctima aún no se mantenía lo suficientemente quieta, Rey aprovechó que la puerta corrediza de cristal aún se mantenía abierta y siguió avanzando hasta hacer que la espalda del sujeto impactará bruscamente contra la pared del pasillo. Mirando a los ojos al sujeto de prendas ostentosas, aumentó gradualmente la presión que ejercía su mano en el cuello ajeno, y agregó enojado:

   —Hasta que no le pidas perdón no te dejaré de golpear. 

  Rey levantó su otro brazo con su puño y se propuso golpear la cabeza de quien sostenía, con la intención de romperle la nariz junto a todos los dientes de una vez, pero Lía le interrumpió.

  El caído del cielo volteó su cabeza y vio en el rostro de la chica a una pequeña niña asustada, producto del ambiente violento que se estaba desarrollando. 

  —No le hagas daño, por favor. Escúchame, no te preocupes, no me lastimó… déjalo. Por favor no lo lastimes más. 

  Lía, apretando sus ojos para hacer que las lágrimas se le escurrieran, abrazó con fuerza por la espalda al joven que escondía sus ojos blancos y había destruido todas sus prendas al transformarse.

  Gracias a las palabras de Lía, Rey entró en sus cabales y soltó lentamente el cuello de Heliúk. Tan pronto dejó caer en el suelo al subyugador, Rey regresó a su tamaño original para voltearse con la intención de devolver el abrazo que le estaban dando y comprender el comportamiento de ella. 

  Sin poder aguantar una tos, Rey tapó su boca con la mano derecha y se dio cuenta de que había escupido sangre, cosa que entristeció a Lía, ya que significaba que el veneno de la radiación estaba avanzado. 

  Masajeando su cuello con los ojos bien abiertos, Heliúk entró en razón. Recordó su deber como humano y subyugador, eso que le inculcaron desde tan pequeño, incluso cuando iba a la escuela: Matar por todos los medios posibles algo que no fuera humano, si es que algún día se encontraba con uno y esa criatura era peligrosa. A pesar de que él había jurado servir a la humanidad y cambiar su vida por el bien mayor, el miedo a actuar le dejó estupefacto.

  «Es una criatura peligrosa, una bestia nunca vista. Me tocó, lo que significa que ya estoy contaminado y terminaré convertido en un ser sin razón», pensaba Heliúk aterrado. «Tengo que actuar, es mi única oportunidad…» A traición, cuando su agresor había cesado todo acto, aprovechó y administrando toda su fuerza, le dio una patada en la cabeza a Rey.

 Viendo cómo el pequeño cuerpo de su paciente recibió un golpe tan violento, la doctora, que también escondía sus ojos y cabello, se colocó la mano en la boca. Ella sabía perfectamente que su paciente no se volvería a calmar, o que Heliúk desistiría de comportarse como un ratón acorralado.

 «Mmm, al no poder usar energía para transformar mi cuerpo o acelerar la regeneración de cualquier herida que pueda tener, estoy en desventaja si peleo contra alguien más grande que yo». Se dijo a sí mismo Rey. «Aun así, como hechicero puedo reescribir algunas condiciones naturales y hacer de las leyes de la física y proporción simples líneas inexistentes. Es uno de mis hechizos menos poderosos que me otorga el poder de controlar la masa y densidad de mi cuerpo manteniendo las mismas características y tamaño. Hasta ahora descarté su uso debido a que necesito consumir una gran cantidad de energía para poder moverme mientras estoy usándolo, pero si aplico su uso de forma intermitente, la ventaja que él tiene con su tamaño será inexistente, también cuenta con otras bendiciones que no estaría de más utilizar».

   Tras pasarse la mano por la cabeza, Rey se volteó para mirar a Heliúk con ojos de querer experimentar. Dejando de lado que el golpe proporcionado por el enemigo le había embarrado los cabellos de inmundicias, comenzó a moverse, y mediante conjuros silenciosos, hizo aparecer rezos flotantes por el aire.   

  Heliúk, sorprendido, sintió el dolor de patear una columna sólida de concreto. Él esperaba que aquel golpe al menos hiciera rodar un cuerpo tan pequeño, lo que le daría tiempo para seguirle golpeando. Aun así, ignorando el dolor de casi llegar a fracturarse el pie, se dispuso a dar otra patada tras retomar la distancia, pero su enemigo desapareció y apareció en un segundo esquivando el golpe.

  «Según los libros. Bajo el estrés de un combate contra un oponente formidable, algunos luchadores pueden alcanzar a ralentizar el tiempo de manera natural…» recordó Rey, quien, al parecer, detuvo el tiempo por unos segundos. «Gracias a mi padre y mi maestro, entendí que no es que ellos puedan controlar el tiempo, sino que aceleran la manera en la que lo perciben y es por esa razón que se les hace más lento. Mediante encantamientos diseñados para que mi corazón triplique sus latidos, puedo manipular las logias de mi cuerpo y así acelerar la percepción del tiempo». Rey se encontraba poco sorprendido de haber logrado algo que intentaba por primera vez. «Por ahora, siempre y cuando no tenga que recitar un clamado acortado o ser la mitad de rápido que mi oponente, mis hechizos no se verán expuestos a ser interrumpidos. No solo evito usar mi núcleo como escudo, sino que también puedo pensar mejor en cualquier situación…»

   Dentro de su acelerada percepción del tiempo, sin siquiera tener que sacar su libro de clamados, Rey se propuso a conjurar múltiples hechizos, bendiciones y encantamientos con la intención de potenciar y mejorar aún más su pequeño cuerpo para reducir esfuerzos físicos y no depender de la energía. Cosa que, de lo contrario, prometía acelerar el proceso de envenenamiento.

  «Adicionado a la casi invulnerabilidad de mi piel otorgada por bañarme en el río Estigma, necesito triplicar la densidad de mis huesos para ganar peso, así como la fuerza de mis músculos» reflexionó Rey y en un segundo formuló los conjuros que tenía en su mente.

    —¡Es un subyugador! —exclamó Yicel tan pronto entró en una habitación compuesta por diez camas de descanso, de las cuales siete estaban ocupadas—. ¡Lía está en problemas! 

   Quienes evidentemente podían descansar poco, voltearon sus cabezas con preocupación en respuesta a la noticia. Dos hembras y cinco varones, de los cuales uno se levantó de su cama y aunque tal vez estaba en peores condiciones que los demás, se arrancó todos los cables y sueros que llevaba puesto.

  El chico de cabellos negros llevaba puesta una camiseta de color claro, pantalones anchos y bufanda roja. Él era nueve centímetros más alto que la chica que había entrado y en su brazo izquierdo se podía ver un tatuaje que significaba libertad.    

  —¿Qué podemos hacer, Akai? —le preguntó uno de los presentes, alguien de voz confiable a ese que caminaba en dirección a Yicel. 

  —¿No es obvio? Tenemos que huir tan pronto como sea posible, —respondió. 

  —¿Cómo vamos a escapar? —preguntó una de las chicas—. Después de todo lo que este templo nos ha ayudado en nuestra batalla, ese sería el acto de mayor cobardía posible.  

  —Merlot no está del todo equivocado —respondió Akai, mirando los ojos soñadores y cautelosos de Yicel—. 

  Incluso Pisínoe, la chica que se había proclamado en contra de la idea de marcharse, miró con respeto a Akai, quien durante todos los años que habían vivido juntos se había ganado el nombre de “el revolucionario que camina por la senda de la diferencia”.

Elhoy, esto es lo que vamos a hacer:    —Toma a los chicos y ve con Pisínoe a la segunda guarida. Yo me encargo de distraer al subyugador. 

  —Akai, si eres capturado, morirás y después todos los demás. Nosotros hemos matado a cientos de humanos —en la voz de Merlot se notaba que estaba preocupado. 

  —Ya me las ingeniaré, ahora márchense por la salida secreta. No podemos confiar en que ese sea el único subyugador que haya venido al templo —estableció Akai con un tono carismático.  

  Caminando por el pasillo junto con el líder de los revolucionarios, Yicel logró ver a quien se encargaba de cuidar a otro “caído del cielo”, ese que era vampiro puro de sangre, y con pocas palabras le pudo alertar de la situación.

  —¿Quién era esa? —preguntó Akai, con la impresión de que algo más preocupante podría estar sucediendo dentro del templo. 

  —Una de las chicas. No debes de preocuparte —respondió ella tratando de evitar más problemas en el templo.  

  —Mmm, ¿sabes? Ahora que lo pienso, no hace mucho rondan rumores de que se vio a una criatura aterradora caer del cielo, dicen que es un ser sin corazón capaz de devorar tu alma con tan solo mirarle. 

  Aunque simulaba no prestar atención al comentario de quien más admiraba, Yicel de cierta manera estaba impresionada por la forma despreocupada con la que el chico hablaba. Tal vez el último movimiento de Román en verdad había dejado expuesto al templo y por esa razón los subyugadores estaban haciendo una investigación directa.

   —Pero, no creo que tengas que preocuparte, Román es conocido por ser la mano derecha del rey. Ahora llévame a donde está tu amiga —continuó diciendo el joven. 

  —Estamos llegando, corre sin hacer ruido, —advirtió Yicel al notar que otras pisadas se daban lugar en el pasillo.

  Así, los dos jóvenes se acercaron cautelosamente con tal de mantener la ventaja de no ser descubiertos.  

  Lía escuchó sonar las pisadas de unos cuantos sujetos que se aproximaban por el pasillo. Tan pronto ella volteó su cabeza, la peor situación posible se le presentó ante sus ojos, puesto que no eran aliados. 

  Cuatro individuos vestidos de manera similar a Heliúk aparecieron con uniformes de tela pesada e insignias de reconocimiento que sonaban con cada movimiento. Ellos, quienes al ver cómo un pequeño crío tenía acorralado a alguien que era notorio por actuar solo con tal de ganar reconocimientos, decidieron aminorar la urgencia de sus pisadas. 

  —Pero si semejante criatura, escuálida y mugrienta no parece capaz de darle pelea a un niño de diez años —dijo uno de los presentes que recién llegaba al sitio—. ¿Cómo explicas esto, subyugador Heliúk?  

  Este individuo, con su voz decepcionada, puso a Rey en una posición digna de menospreciar por su tamaño y físico, el cual había quedado al desnudo. Los otros tres individuos se rieron con respecto al tamaño de Rey, así como también por el comportamiento poco civilizado y salvaje con el que este se movía. Un comportamiento que de cierta manera ya había sido sutilmente corregido por la sirvienta de las artes amatorias del templo.  

  Al otro lado del pasillo, Akai asomó su cabeza para evaluar la situación, viendo algo que los subyugadores fallaron en ver. 

—¿Cómo es que semejante chico puede verse tan temerario a pesar de la posición en la cual se encuentra? —susurró a Yicel, quien al igual que él, se escondía en el doblar de una esquina que conformaba el pasillo al lado opuesto de donde estaba sucediendo toda la acción. 

 —¿De qué hablas? —susurró Yicel, muy asustada como para arriesgarse a asomarse y ver.

 —Míralo bien, se ve como un guerrero. Un héroe. Alguien valeroso, tan poderoso y fiero como cualquier dios de la guerra, alguien enviado de los cielos.

   Tras sus palabras, el chico que usaba bufanda roja volteó su rostro para ver en la cara de quien le acompañaba, la respuesta que tanto esperaba. En efecto, Yicel se sorprendió tanto con el comentario hecho por Akai, que no pudo evitar afirmar con su rostro que él no estaba equivocado al asumir que semejante chico había caído del cielo. 

  —¡¡Es un no-humano peligroso!! —Akai escuchó la advertencia de Heliúk tan pronto como pudo hablar. 

  Ante las palabras arrojadas por su compañero, los cuatro subyugadores cambiaron totalmente las expresiones de sus rostros y tan pronto sacaron sus artículos de combate, procedieron con la intención de matar al objetivo por todos los medios posibles. 

  Rey tuvo la capacidad de evadir las balas que vinieron a su encuentro y con su mirada le prestó particular atención al individuo más viejo de los cuatro subyugadores presentes, quien no tenía en sus manos un arma como los otros tres, aunque era el más peligroso, dado que había hecho aparecer una página que flotaba en el aire. Era un hechicero como él. 

  —Escucha mi llamado. Muéstrate en mi mano, bola de fuego —luego de terminar de leer en voz alta el papel que flotaba, el sujeto que se había posicionado en la retaguardia, hizo que apareciera un clamado. La temeraria bola de fuego era uno de los ataques más notorios que complementaban a los más distinguidos y valiosos miembros pertenecientes a los subyugadores.   

  Heliúk y Lía quedaron atrapados en medio del enfrentamiento. Los cuatro subyugadores mantendrían la mayor distancia posible, valiéndose de ataques devastadores, aunque no tomaban en cuenta los daños que se pudieran ocasionar, siempre y cuando fuese en el nombre de la descontaminación. 

 Por otro lado, Yicel y Akai, tragaron en seco, ya que recordaron cómo miembros de su grupo quedaron incinerados por semejante bola de fuego. Una vez que aquel semejante ataque fuera lanzado, no existía nada que pudieran hacer para detenerlo.

   —¿Ese es tu límite? —dijo Rey ladeando la cabeza, haciendo desaparecer la intimidante bola de fuego con un chasquido de sus dedos y mirando fijamente al señor longevo que estaba al final del pasillo—. Mediocre, ineficiente, absurda manipulación de una invocación mediante un rezo que no está ni completo.  

  Tras las palabras de Rey, el subyugador más anciano se arrojó al suelo observando lo que para él era un verdadero demonio. Los otros tres dieron un paso hacia atrás y aunque intentaron correr, terminaron convirtiéndose en antorchas humanas tan pronto fueron atravesados por una pequeña bola de fuego creada por Rey.

  —¡¿Qué diablos fue eso?!  —preguntó Yicel con el valor suficiente para asomar su rostro, aunque las piernas le temblaban y casi no podía mantenerse de pie, tras ver cómo cuatro subyugadores se convirtieron en manchas negras del suelo, las paredes y el techo.

  —Alguien que se hizo ver débil cuando en realidad tiene el poder de crear el infierno, no lo puedo creer… —dijo Akai tras llevarse la mano a la boca, mientras sus ojos veían esperanza. 

  —No te entiendo, Akai —reclamó Yicel—. ¿¡Acaso no es un monstruo!? 

  —Él hace su cuerpo pequeño, pero impacta con la fuerza de un gigante —murmuró el joven—. Entre el llanto de los esclavos que viven dentro de esta luna y después de tanto tiempo, ahora puedo jurar que estoy viendo la encarnación del anterior reformador del infierno —respondió Akai con cierto grado de excitación, como alguien ansioso por hacer un contrato con el mismísimo demonio, si era necesario, con tal de obtener poder.

 —¡Él fue quien se enfrentó a los tres héroes de la humanidad! —exclamó Yicel sorprendida y recordando que estos sujetos eran venerados por ser los únicos que pudieron ir al infierno y obtener una grabación del lugar. 

   Por otro lado, Lía aún estaba tumbada en el suelo, sentía que no podía hablar ni creer lo que estaba viendo con sus ojos, bien abiertos. Rey ni siquiera se movió de lugar y ya había terminado con la vida de cuatro subyugadores de una forma inexplicable.

  Heliúk estaba en las mismas condiciones que quienes quedaban vivos, solo que él no era un aliado, sino un enemigo. Esto lo entendió cuando Rey se volteó y le dijo:

  —Sigamos en lo nuestro, aún no te has disculpado por tu comportamiento.

   Sobre el suelo y a cuatro patas, el subyugador intentó desesperadamente huir. Sin embargo, cuál depredador que juega con su presa, Rey le aguantó por el cuello con la fuerza suficiente como para que no se escapara. Agonizando del dolor, Heliúk trató de zafarse para huir, pero fue en vano, lo que le hizo realizarle algunas preguntas con tal de ganar tiempo en la situación que se encontraba. 

—¿Cómo es que con una mano tan pequeña puedes tener tanta fuerza? 

 —No, no, no —decepcionado, fue lo único que Rey respondió ante las tres preguntas—. A pesar de tener  ojos, fallas en ver la razón por la cual aún te dejo vivir. 

   Usando la fuerza de su cuerpo modificado por clamados, el pequeño levantó a su oponente del suelo y lo arrojó contra la pared más cercana.

 Entre los pasillos se pudo escuchar el sonido seco de un cuerpo chocando con un muro. En la colisión, la cabeza de Heliúk fue la que más sonó, como un coco que caía al suelo tras desprenderse de la palmera que le había dado vida. Por suerte, el cráneo del subyugador, al igual que un coco, no se partió por el impacto, pero sí quedaron daños en la piel, lo cual dejó que la sangre se escurriera hacia afuera y pintará la pared, mientras el cuerpo caía.

  Lía, tras apretar sus dientes y voltear el rostro, entró en razón y asustada le pidió a gritos a su paciente que no matara a nadie más. 

  Ante la orden desesperada de la fémina que le había cuidado, el joven de ojos blancos disfrazados detuvo sus acciones. Rey, con los ojos de quien pretendía cobrar otra vida, volteo su rostro para ver las expresiones de quien le rogaba que se detuviera. 

  Heliúk, adolorido y temeroso, pudo entender la razón por la cual aún seguía vivo. Qué mejor prueba tenía de que toda su vida había estado equivocada y que aquella mujer a la cual había tratado como un objeto, también era una persona y tenía sentimientos. 

   —Procura terminar con mi vida —dijo Heliúk, negándose a entender, a dejarse engañar o contaminar por las brujerías de los no-humanos—. De lo contrario te arrepentirás. Yo soy hijo del rey Gilgamesh, si él llegara a escuchar la jugosa información que mi boca tiene para contarle, él vendrá por ti.

   Rey no pudo evitar sonreír. Su cara, a pesar de ser pequeña, se vio abarrotada de poderíos y grandes expectativas, expresión que solo Lía, arrodillada en el suelo, pudo interpretar mejor que nadie. 

 «Entrenado por antiguos métodos… para ser un líder natural», pensaba la vampira. «Moldeado para no saber cómo rendirse, porque si se rindiera, se estaría entregando al hambre y a una muerte dolorosa o una vida de miseria. Esa expresión en su rostro cuando alguien le ha desafiado invocando la presencia de otro, significa que dos líderes han sido nombrados en un mismo lugar. Ya existen motivos por los cuales podría comenzar una competencia por el territorio». Rey, haciendo gala de su poder, le dio la espalda una vez más a su enemigo para brindarle su mano a Lía con la intención de ayudarla a levantarse del suelo, mientras tanto, ella siguió pensando: «No puedo aceptar su ayuda. Tengo que alejarlo de mí, protegerlo, hacer que me ame primero. No sería justo hacer que cargara con todos los problemas que tengo».

  Rey esperó a recibir la mano de ella, quien desde el suelo vacilaba ante la ayuda que le ofrecía.

  Lía observó una vez más los ojos afilados del joven que tenía enfrente. Aunque ella no quería, supo que nada le impediría tomar la decisión equivocada. Con lágrimas en los ojos, ella extendió su mano y aceptó la ayuda, pero en vez de levantarse agachó su cabeza y miró al suelo con el corazón lleno de angustia. Culpando a su egoísmo, sintió algo caliente y húmedo que le frotaba el rostro y limpiaba una de sus lágrimas.

   Una persona normal usaría un pañuelo para secarle las lágrimas a una dama, en el mejor de los casos, quien no tiene pañuelo puede usar los dedos de su mano. Pero Rey estaba lejos de ser tan civilizado como para emplear alguno de estos métodos en semejante situación. Lía, aún con sus ojos cerrados, sintió como el aliento del joven también le impregnaba el rostro, para ella tan solo existía una explicación a semejante sensación y tan pronto abrió sus ojos pudo regocijarse con sentimientos encontrados por haber estado en lo cierto. En conclusión, la tan extraña sensación era Rey empleando su lengua, en vez de un pañuelo o sus dedos, para limpiarle las lágrimas de la cara. 

  Heliúk, Yicel y Akai, quienes estaban mirando desde distintas áreas, arrugaron las expresiones de sus ojos en sentido de asco. 

  —Detente por favor… —dijo Lía, algo apenada por el comportamiento del chico—. Cuando te dije que me escucharas absolutamente, en realidad no lo decía en todo el sentido de la palabra. Puedes ayudarme a levantarme ahora si quieres, pero no tienes por qué hacerte responsable por mí, ni defenderme o protegerme… no cuando eso puede poner tu vida en peligro.

  En los brazos del joven que no dejaba de lamerle el rostro, Lía intentó seguir hablando, pero mientras más lágrimas salían, el chico más se esforzaba en limpiarlas hasta el punto de sostener el rostro con sus dos manos. Hasta que, un poco más calmada, finalmente ella pudo abrir sus ojos sin derramar ninguna otra lágrima. 

  —Escúchame, Rey —dijo Lía, con una voz que denotaba que quería dejar de llorar—. Estás en peligro. Gilgamesh es el dios y rey de los humanos. Sé que en mis recuerdos pudiste ver lo peligroso que es enfrentarse a él y perder en una pelea.

   Con la grandeza de un gigante, tan pronto Lía se logró poner de pie, Rey se volteó y mirando en dirección a Heliúk dijo las siguientes palabras: 

—Puedo soportar cualquier ofensa, humillación o golpe, pero que quede algo bien claro: Mientras mis seres queridos estén a mi lado, nadie será perdonado si alguien intenta hacerles daño. Tú que tanto quieres morir, dile eso a tu padre. 

  Heliúk se quedó con cara de que no entendía nada. Él, por obligación, después de haber tenido contacto con un no-humano tan peligroso como el que tenía en frente, tenía que morir en combate con tal de no experimentar deshonra. Por esa razón, no intentaba seguir escapando, pero el sentimiento de vivir y hacer algo tomaba el control de su cuerpo.   

—Ustedes dos, quienes se esconden en la esquina —dijo Rey a modo de advertencia refiriéndose a quienes asomaban sus cabezas y aún tenían la boca abierta por todo lo que estaba sucediendo—. Por ahí vienen tres subyugadores.

    Akai y Yicel se asombraron por haber sido descubiertos, más cuando escucharon el caminar apurado de justamente tres individuos y pudieron confirmar las palabras del pequeño sujeto. Ante los ojos de Rey, era el momento en el que aquellos dos podrían brillar y ellos no se veían muy dispuestos a perder la oportunidad.

  —¡Operación diversión! —dijo Akai mientras se tiraba al suelo, poniendo nerviosa con sus palabras a la chica de cabello corto. 

   —Pero nunca he hecho semejante cosa —susurró Yicel, a punto de tener un ataque al corazón.

   —Tengo fe en ti, tú puedes —dijo el chico antes comenzar a gritar desde la base de sus pulmones y retorcerse de un lado a otro—. ¡Aaah! ¡Aaah! 

   —¡¡Ayuda!! ¡¡Alguien que me ayude por favor!! —gritó Yicel a la vez que se escapaban, y daban brincos en el lugar. Con cada grito de Akai, ella se ponía más nerviosa.

  Los tres individuos que caminaban apurados comenzaron a correr y llegaron justo a donde estaba un joven tendido en el suelo agonizando de dolor y una jovencita que no sabía qué decir con tal de evaluar la situación con su mirada. Pero los subyugadores fallaron en darse cuenta de que ya estaban muy cerca del peligro.

   En cuestión de segundos, ese que estaba en el suelo, gritando de dolor, se levantó como una tormenta y usando todos y cada uno de los ataques bajos y sucios que había aprendido hasta el momento, se las valió para matar a los tres subyugadores. 

  Como un humano que tenía que valerse contra otros que estaban armados, el chico de bufanda roja usó sus dedos para sacarle los ojos al primer oponente, mientras que tumbó al segundo con una embestida de su cuerpo y con el agarre de su mano destrozó los testículos del tercero, que ya levantaba su arma para apuntar y disparar. 

  Antes que el segundo sujeto que había caído al suelo por un empujón sacara su arma, Akai le escupió en los ojos para neutralizarle la visión y tan pronto se valió de la pistola de ese a quien agarraba por los testículos, la usó para golpear la cabeza del primer sujeto quien ya disparaba a lo loco por todos lados sin poder aguantar el dolor en sus ojos.

Luego de dar un codazo a la quijada del tercero y una patada justo en el hígado del segundo, Akai procedió a romperle el cuello al primero, usando una patada de talón. El tercer individuo también sucumbió ante una forzosa rotación de su cabeza y el segundo subyugador, que se encorvaba hacia adelante para tolerar el molesto dolor que le había provocado el golpe al hígado, terminó con su cabeza entre el torso y la mano derecha de su oponente. 

  En un vistoso movimiento, Akai rodó su cuerpo y partió la espina vertebral del segundo subyugador para así alejarse de los tres cuerpos, un tanto agitado, intentando recuperar el aliento por todo lo que había hecho casi sin respirar. 

 Yicel, quien no hizo más que caer sentada en el suelo con tal de esquivar los disparos, aún sentía cómo su estómago se le retorcía y sus tripas se le querían salir por el incómodo sonido que habían hecho los tres cuellos al ser partidos sin mencionar que estaba viendo al interior de las cuencas vacías de uno de los cuerpos, que aún se retorcía por el suelo en el proceso de muerte.    

  —No es mi culpa que sus armas estén diseñadas para funcionar solo cuando el dueño las acciona voluntariamente —se justificó el chico de bufanda roja, mientras que rompía contra la pared los lentes que tenían las pistolas debajo del cañón. 

  Detrás del sonido de disparos, Rey y Lía caminaron en dirección a dónde estaban Akai y Yicel, mientras que Yicel buscó alejarse lo más posible de los cuerpos desnucados. Al llegar a donde los pasillos hacían esquina, la doctora y su paciente aún pudieron escuchar las últimas respiraciones de los tres sujetos que todavía se retorcían por el suelo, pero al contrario de la chica, no demostraron en sus rostros que se sintieran incómodos. 

  —¿Qué hacen aquí? —preguntó Lía.

  —Vinimos porque creíamos que necesitaban ayuda. —Yicel apartó con su pie la mano de unos de los cuerpos que aún la tocaba y se movía de un lado a otro.

  —Mi nombre es Akai Shida y ya que ensuciaron sus manos matando a otros subyugadores, ¡¿por qué no se unen a nuestro grupo?! —Tras presentarse carismáticamente, el joven de bufanda roja y brazos expuestos, hizo su proposición al grupo. 

  —¿Shida? —preguntó Rey.

  —Sí, es el apellido de mi familia, el cual me enorgullece decir porque soy libre de hacerlo. —El joven de bufanda roja hacía referencia al tatuaje que llevaba en su mano—. Gilgamesh siempre ha recordado los apellidos de aquellas familias que se les habían opuesto en un inicio y condenó a sus descendientes a ser eternos esclavos sin importar que tan poderosos fuesen. Shida es uno de esos apellidos, pero bueno, como la condena para un esclavo por pensar en matar a un humano es la misma que si hubiese matado a cientos, ¿por qué no seguir con el impulso y luchar contra aquellos que nos exterminan?  

  —Porque yo no soy un esclavo —respondió Rey sin tener mucha simpatía por el carácter carismático del chico que daba información de más. 

  Tras escuchar aquellas palabras, Akai se arrodilló en el suelo y agacho su cabeza. 

—Entonces, si caíste del cielo. Si es por hacerme más fuerte, te puedo dar hasta mi alma a cambio, demonio del infierno.  

  —No necesito tu alma, tampoco soy un demonio, no obstante, sí puedo hacerles más fuertes en recompensa por haberme querido ayudar —dijo Rey, quien implementó los mismos encantamientos, milagros y bendiciones que había hecho en su cuerpo, en el cuerpo de los demás ahí presentes—. Ya son más fuertes.

  “¿Así de rápido?”, todos ellos se hicieron la misma pregunta. Nada mágico se había dado en el aire, ni rituales ni ofrendas, tan solo una pausa en sus palabras y ya. Parecía mentira, pero ninguno quiso decirlo en voz alta con tal de no ofender ni poner en duda a quien había dicho palabras tan confiadas como “ya son más fuertes”.   

  De un momento a otro, Rey comenzó a toser sangre, cosa que hizo que Lía le pasara la mano por la espalda y los otros dos se preocuparan un poco. 

  —Ustedes, escuchen—. Rey levantó su mano, con tal de que nadie se preocupara más de lo que debían—. A partir de este momento, tienen en sus cuerpos condiciones para ralentizar la percepción del tiempo. Si detienen sus respiraciones, esta condición activará un círculo mágico que transmite electricidad a sus corazones y acelerará los latidos hasta que lleguen a pasar 360 pulsaciones. También reemplacé las condiciones naturales impuestas por la naturaleza en su cuerpo y reescribí la dureza de sus huesos, la fuerza de sus músculos y la resistencia de sus pieles. Todo tendrá mayor efecto según mi condición de salud ¿entienden?

  Yicel afirmó, mientras que, poniendo a prueba las palabras del pequeño, Akai y Lía dejaron de respirar y tras pestañear sintieron como las palabras de Rey se hacían mucho más lentas. No obstante, Rey con su mano atacó a Akai y le dio un golpe con su dedo medio en la frente. 

  —Aun así, si alguien es más rápido que ustedes… no existirá mucho que puedan hacer y cuando vuelvan a tomar una bocanada de aire, estarán muertos.  

  Heliúk, quien aún seguía vivo, tembló al ver lo fácil que le era a un no-humano crear un ejército de super personas. Con razón la humanidad debía de temer ante este tipo de criaturas. Tras recuperar la sensación de sus pies, intentó levantarse, pero tropezó y volvió a caer en el suelo, haciendo que los cuatro individuos le observaran de vuelta. 

  Con el aliento de los cuatro depredadores prácticamente en su cuello, Heliúk empezó a temblar, sudar frío e incluso volvió a orinarse encima. 

  —Akai, lo necesito con vida —dijo Rey—. Él puede hacer que mi mensaje llegue a ese tal Gilgamesh, pienso quedarme aquí mientras Lía se quede. Y si ella y tú quieren salir, pueden aprovechar que toda la atención se va a enfocar en este lugar para hacer la revolución en otros sitios.   

  Akai abrió los ojos y vio la oportunidad más grande que había tenido en su vida. Él entendía que tan solo Gilgamesh podía detenerle, mientras que con sus poderes ningún humano sería capaz de hacerle frente. 

—En el caos, la revolución puede encontrar la oportunidad que necesita. Y si el rey manda subyugadores como refuerzos de todos lados, esta luna que llaman sol estará débil por todos lados. 

 



Una casa y cinco jóvenes

Chapter 5
Haz que me duela un poco


Hasta el momento, era claro que Elena tenía como principal motivo hacer que Samantha dejara de comportarse como una chica de mente tradicional y lo había conseguido. También logró que se le pusiera dura la verga a Rey y que este dejara de contenerse, pero no en que se viniera.

Haciendo una retirada estratégica, la rubia dejó a Samantha a cargo de la situación, misma que parecía no poder controlar sus deseos de querer sacarle leche al joven de ojos blancos. Por otro lado, tanto Rey como Elena tenían bien en claro que no ayudarían a la trigueña, ellos dejarían que ella hiciera lo necesario para cumplir con su objetivo, sin importar que tan lejos pudiera llegar para alcanzarlo.

Los minutos pasaron y tanto Rey como Elena casi que no podían seguir esperando para ver lo que se le iba a ocurrir a la trigueña que recién se había abierto de mente. Sam movía su cabeza de forma afirmativa en señal a la tan alta actividad cerebral que estaba teniendo y ellos respiraban casi que con desespero y euforia por presenciar que tan amplia podría ser la mente de la ‘chica tradicional’.

—… No se me ocurre nada —dijo Samantha tras dejar que pasaran los segundos—. Esto que estamos haciendo no es cualquier cosa. Es un trío… dos chicas encueradas en frente de un chico en las mismas condiciones… nunca me imaginé esto… y… no quiero que mi proposición no esté al nivel de la ocasión…

—Arrrgg —gruñó Elena, como quien se daba cuenta de que no podía pedirle más a la trigueña, pero que al mismo momento quería forzarla a que encontrara una manera.

Ser de mente abierta y dejarse corromper por quienes estén alrededor, no es lo mismo que tener buena imaginación para hacer cosas de una estrella porno. Esos movimientos llevaban práctica, o al menos vivir toda una vida de represión sexual en la cual todo lo que se hace es fantasear y prepararse para agarrar de los pelos las oportunidades que se dieran.

—Y, ¿si hago lo que salga en el siguiente vídeo porno que decidan poner? —Samantha mostró una sonrisa ingenua como la de alguien que quería salir con las suyas—. Me sentiría más cómoda si me lo imponen… como castigo… no importa que me resista o diga que no… o que llore, grite… o me desmaye en el proceso…

—Y tu palabra segura será, “soy una tradicional”, ¿no te jode? —respondió la rubia.

Samantha no negó dicha palabra.

“No puedo creer que ella proponga algo tan BDSM… Hmmm, la B representa Bondage, la D es Disciplina o Dominación, creo que la S es de Sumisión o Sadismo y la M de Masoquismo…”, pensaba Rey quien después de reconsiderar la situación por unos segundos miró a Elena.

Como Samantha aún mantenía su opinión, ambos jóvenes volvieron a verse y esta vez mostraron una sonrisa de complicidad el uno al otro. Tras sacar la salchicha de entre sus piernas y las de Sam, Elena se dirigió donde estaba la computadora y mientras le dio un mordisco al embutido de carne se puso a buscar algún que otro video porno.

Existiendo el sexo convencional que aún no habían experimentado entre ellos, “¿por qué razón debían de buscar inspiración con un video porno?”. Rey pensaba que no era una mala idea tomar inspiración del internet, pero Sam lo había llevado hasta el extremo. Tal vez porque ella misma sabía que existían videos muy oscuros ahí afuera. Aun así, cualquier situación no tendría mucho efecto en él. El video solo le funcionaría a Sam para encontrar otro tipo de estimulación, mientras que todo lo que Rey quería era que la trigueña o la rubia lo esperara con las piernas abiertas e invitaran a su verga a entrar. “No pido más que eso”, pensó él, quien dijo en voz alta:

—Imitar algo en un video, tal vez no termine sintiéndose real.

—Mmmm, eres de los románticos… te enamora el sentimiento detrás de las personas, pero déjame recordarte que somos amigos, no tienes por qué enamorarte. Nada más enfócate en experimentar y que no se te baje la verga por culpa de Samantha pidiendo cosas raras… —mientras reclamaba la cara de Elena transformó sus expresiones, ella se estaba volviendo toda una lujuriosa compulsiva y tal vez producto del video que estaba viendo—. Sam, aquí tienes tu primer castigo… Rey, te mostraré la cara de ella con el sentimiento agridulce de un dolor placentero, espero sea lo suficientemente real para ti.

En la inmensa pantalla salió en primer plano la escena de un hermoso culito blanco apretadito, que cerraba y trataba de abrir su esfínter, mientras que alguien le dejaba caer aceite, el cual era restregado por una mano entre nalgadas. Samantha se quedó en silencio durante unos segundos, su respiración se aceleró, sus ojos se abrieron y de su boca quiso decir ‘soy una tradicional’, pero se negó con tal de no retroceder en su propuesta y mostrar lo contrario.

—Ya no puedes cambiar el video, —dijo Sam, señalando a su Elena—. Pero si yo, haciendo todo lo que hacen en el video, no consigo que Rey acabe, será mi turno de elegir lo que tú hagas.

—Trato hecho… —dijo Elena.

Tras la presentación de la imponente verga y el culo bien engrasado, la pantalla se dividió en dos. Eran dos escenas a la vez, el rostro de la chica que miraba directamente a la cámara a la derecha, mientras que a la izquierda se podía ver cómo el pene se pasaba por la raja entre las piernas de la mujer en cuatro patas.

—… Ya el vídeo va llegando a la mitad —continuó la rubia—, y aún no te veo en cuatro…

—¡¡¡Espera!!! Lubricante… necesito lubricante, además, a esa artista puede vérsele el culito pequeño, pero estoy segura de que durmió la noche anterior con un anal-plug y también se hizo un lavado… —se quejó Sam como quien lo pensaba mejor al ver a la mujer del video con los ojos hacia arriba y la boca bien abierta por el dolor, sin siquiera tener la punta de la verga pasando por el esfínter de su culo.

—O dices las palabras de seguridad o te pones en cuatro — demandó Elena levantándose de donde estaba—. De la preparación y lubricación de tu culo me encargaré yo y si tienes un “accidente” ya lo limpiaremos entre todos.

Con más emoción que desencanto, Sam se levantó del sofá, dio unos pasos al frente y tras arrodillarse dejó que su cara se recostara en el suelo junto a sus hombros de forma humillante.

“El momento ha llegado”, se dijo Rey quien quedó viendo al paraíso entre las piernas de la trigueña que posaba sus pezones en el frío que emanaban las losas que recubrían el piso del lugar.

Elena, quien había regresado el video al principio, se comió lo que quedaba de la salchicha y casi que corriendo se dirigió a la cocina. Tras obtener algo dentro de las gavetas regresó con el mismo impulso.

—Bueno, lastimosamente en ese video una chica no le chupa el culo a la otra… Me hubiera encantado prepararte con mi lengua, pero por ahora te portas como una niña buena y te conformas con esta barra de mantequilla. Necesitas tener el culo bien caliente para que se derrita.

A Samantha no le hizo mucha gracia la idea que se desviaba del acuerdo, pero sin darle importancia decidió ignorar este factor.

La rubia, con su mano alzada, bajó en un azote y le dio una cachetada a las nalgas de Samantha con tal de subir la temperatura del área.

Rey se había imaginado un pomo de aceite como ‘lubricante’, pero no una barra de mantequilla. “¿Qué se le habrá ocurrido a Elena?” Tras la pregunta, él recordó que la rubia también se había propuesto prepararle el culo a su amiga. Esperando a ver la respuesta, él sonrió, el sentimiento de que tan solo debía de permanecer sentado sobre el sofá como un monarca y observar lo que iba a suceder no tenía precio.

 

Mientras que la punta de su miembro babeaba como un perro hambriento, Rey se dijo: “No desesperes, verga mía, ya se están preparando tu comida”, como quien se proponía seguir ejerciendo la virtud de ser lo suficientemente paciente como para seguir esperando. Después de varios azotes con sus manos sobre las nalgas de Sam, Elena pudo ver cómo la piel adoptó una coloración rojiza. Y en ese momento fue que pasó la punta de la barra de mantequilla por el lugar, aprovechando el calor de la zona para cubrir a la misma de grasa amarilla. Pasando y pasando como buen pintador que usaba su brocha, una vez la barra de mantequilla perdió las esquinas y alcanzó una forma cilíndrica, la rubia le dirigió justo encima del ano de la trigueña.

—Ya engrasada como en el video, te toca la preparación… Rey no podía ver las expresiones faciales de Sam ante lo que

Elena estaba a punto de hacerle, pero sí vio cómo la trigueña empujaba hacia atrás y con sus dos manos se habría más y más las nalgas. Esta disposición de una chica a dejarse ser penetrada hizo que, con rapidez, él se agarrara la verga con ambas manos, como quien temía que esta tomara voluntad propia y saliera disparada.

La barra amarilla entraba por el ojete de la trigueña, toda engrasada, más y más, entró, salió y después volvió a entrar hasta perderse entre el esfínter anal que se cerró como si se la hubiera tragado toda.

 

—Estás preparada. Creí que me tomaría más trabajo, pero casi se me olvida toda la práctica que ya tienes en esto —dijo Elena mientras se levantó de detrás de la trigueña y procedió a regresar a su puesto en frente de la computadora con la intención de reproducir el video ya terminado.

Sin necesidad de hablar o intercambiar palabras, Rey se puso de pie, avanzó y como un caballero que sostenían su espada aún envainada se arrodilló detrás de Samantha. Apuntando su imponente miembro al blanco que se proponía penetrar como sucedía en el video, él casi que titubeo por estar haciendo algo que no se le había mandado, incluso considero en pedir permiso. Aunque, tal vez en ese momento las palabras sobraban.

Sam, con la cara y las orejas tan rojas que ella misma pensaba que se iba a derretir, le daba la espalda a Rey y el frente a Elena. Ella no sabía que era más vergonzoso. Que un chico le viera por detrás o que una chica le viera por enfrente, pero la curiosidad de seguir experimentando y de aprender cómo se sentía la ocasión era más fuerte que su sentido de razón en ese momento.

A escasos centímetros, Rey apreciaba el culo empinado que había visto con su teléfono en vivo y en directo. La carne enrojecida por nalgadas, el aceite que brillaba con la luz, un culito abierto cuyos músculos se veían palpitantes del deseo, y un coñito que le apuntaba. Era perfecto, no podía pedir más. Y de pronto, como una larva, el dedo medio de la mano derecha de la trigueña se hizo ver justo en el inicio de la raja de esta, sobre el clítoris, moviéndose de forma circular. Casi a punto de llorar de la felicidad, el joven respiro maravillado por ver a Sam masturbándose después de que ella le hubiera jurado lo contrario. Él pensaba que si no aprovechaba el momento no tendría la oportunidad de ver dicha situación. Aun guardando silencio, Rey hizo todo lo posible para no arrojarse de lleno, prefiriendo acercarse a la situación en una manera más civilizada y continuar con el juego. Aparentando calma, él llevó su verga palpitante muy cerca del culo de Sam como en el video que ya se estaba reproduciendo por tercera vez.

El miembro viril se posó sobre las nalgas rojizas y engrasadas de la trigueña que se empinaba, para comenzar a moverse de atrás hacia delante por la raja sin ejercer mucha presión. “Pero ¡qué bien se siente esto! Y aún no la he metido…”, pensó Rey al pasar su glande por la carne resbalosa cubierta de mantequilla. En momentos, su verga se topaba con el bache que, hacia el agujero vaginal ya dilatado de Samantha, pero, de forma intencional, seguía su camino para pasar sobre el precioso culo que también formaba otro bache a rebasar con su verga. Elena tenía sus piernas abiertas y se tocaba el clítoris en frente de Sam como quien se aseguraba de no dejar escapar ningún detalle con la intención de poder recordar el momento por el resto de su vida.

Tras haber encontrado la entrada indicada, Rey agarró a Sam de la cintura como lo hacía el actor del video. Dejando el glande de su verga alineado en el centro del culo que le recibiría, se avecinaba el momento en donde él tenía que obligar a que la trigueña retrocediera. “Lo estoy haciendo, y ella se está dejando… aguanta con todas su alma y ni se mueve con tal de que se la meta, aunque le duela” Se decía Rey quien, con un poco de fuerza, sintió cómo la presión del anillo carnoso de Sam comenzaba a ceder, así como lo hacía el culo que se mostraba en la pantalla.

“¡Llegó al cielo y doy la vuelta corriendo, mi verga contra la resistencia de su culo provoca una sensación tan intensa que me hace enloquecer, perder la calma y tienta a que la meta toda de una!”, exclamó Rey para su interior mientras miraba la forma majestuosa y preciosa con la cual Samantha encorvaba su columna aún más. “Con lo sensible que tengo la verga puedo sentir el calor en el interior de su culo, también, cada milímetro que su cuerpo cede y dilata para aceptarme lentamente. Me tiene a punto… ¿Acaso existe algo mejor que esto?”.

El esfínter de Samantha, despacio, pero sin pausa, se tragó el glande de Rey cosa que le hizo aguantar la respiración al chico. Mejor que vencer la resistencia de la entrada, él, ahora era prisionero de otra sensación. Sentir cómo el culito de Samantha le exprimía la verga y se aferraba a ella con tal de estrangularla si fuera posible, era magnífico y le arrancaba el aire. Pero eso no era todo, las palabras de Elena ahora tenían más sentido puesto a que, no necesariamente había llegado al corazón de la trigueña, pero sí que sentía los latidos del mismo con su verga y eso le hacía sentir el mundo de forma diferente, como un dios.

Samantha arqueó aún más su espalda y levantando su cabeza hacia atrás para gemir tan alto como pudo, hasta que se quedó sin aire y, aun así, siguió. Ella se parecía a una bestia herida de placer, una que disfrutaba mucho del proceso, pero que a la vez se estaba muriendo por ello.

—Rey, ella se tiene que mover por sí sola —le dijo Elena a Rey.

La rubia, con sus hermosas tetas afuera y el coño abierto, era quien más se estaba enfocando en el video porno. Cuál si fuera una escrupulosa inspectora capaz de hacer resaltar hasta la falta más mínima con tal de tener una excusa con la cual aplicar su autoridad y castigar.

Entrando en razón y dejando de lado los impulsos que tenía de meter toda su verga en aquel culo de una embestida con tal de venirse egoístamente, Rey soltó sus manos temblorosas de las caderas de Sam. «Una cosa es que alguien te apuñale y otra bien diferente es apuñalarte a ti misma», con esto en mente Rey creía que Sam no lo iba a lograr por sí misma. Después de haber gritado como había hecho, Samantha estaba en todo su derecho de apartarse e irse si le dolía mucho y no existían firmes manos que le pudieran retener. Él no sería capaz de hacer que ella se quedara contra su voluntad, o lo hiciera por obligación, o como castigo, pero tal vez era lo mejor. Sin embargo, en contra de todo pronóstico, la trigueña se limitó a emitir quejidos, ronroneos y mugidos antes de encontrar el valor y la determinación de empezar a moverse por sí misma.

“¿Acaso ella gime así porque lo está disfrutando?”, se preguntó Rey un tanto sorprendido por sentir como los latidos del corazón de la trigueña aumentaban a ciento veinte por minuto.

Ante los ojos blancos de Rey, como mismo había sucedido en el video, su glande salió por completo y después, con más facilidad que al principio, se adentró en el agujero anal de Samantha sin que él hiciera nada.

“Ufff, esto es peligroso, estoy corriendo en el límite. No puedo seguir concentrándome en lo que siento…” Se dijo Rey para morder su labio inferior, cerrar los ojos y levantar la cabeza en dirección al techo.

La trigueña aprovechó sus movimientos para que, con cada penetración, quedara un poco más de verga en su interior. Repitiendo la acción con ritmo constante, Sam aflojo tan solo cuando quedó empalada por un poco más de la mitad de la verga de Rey. Sus acciones eran como las de alguien que buscaba que

su el interior de su ano alcazaba a acomodarse. La representación, la glotonería, un culo que no se sentiría bien hasta comerse toda la carne que se le había servido.

Con movimientos lentos, pero contrastantes por parte de la trigueña, Rey, aunque usaba sus fuerzas para ignorar lo que sentía su verga, no pudo dejar de percibir el mundo a su alrededor de forma diferente. Ser aceptado por un espacio tan apretado y tan bien lubricado no tenía comparación. Cuál termómetro, Rey con su sexo podía percibir con más claridad el calor casi que incendiante que irradiaba la temperatura interna de la trigueña en cuatro. Tras observar hacia arriba y contar los pequeños agujeros de un techo de concreto, él buscó algo que le distrajera con más efectividad y vio al televisor, cosa que por gesto involuntario le condujo mirar hacia abajo. Cayendo en una trampa, Rey apretó sus puños para contener la sensación de querer venirse que le provoca el lento deslizar de aquel esfínter por su verga.

Repitiendo sus pasos de atrás para adelante, Rey vio en la pantalla cómo la artista comenzaba a abrir su boca tanto como podía y cerraba sus ojos con fuerza, no muy diferente a la expresión que tal vez Samantha tenía y Elena disfrutaba. En al aire y por el sonido se podía distinguir cómo la rubia aumentaba gradualmente la velocidad de su mano e incluso usaba la otra para meterse dedos de adentro a afuera.

A punto de volver a contar los agujeros del techo, la punta de su miembro llegó a una especie de laguna en el interior de Sam.

Era la barra de mantequilla que ya estaba derretida dentro de los intestinos de la trigueña. En ese momento Rey pudo jurar sentir cómo su miembro intentaba convulsionar, pero por la intención de no destruir el momento y ver qué podía seguir pasando se contuvo con cada célula de su cuerpo. Rey, literalmente tuvo que tensar una cantidad aproximada de ochocientos cuarenta músculos al punto de reventarles y hacer que todas las venas se le resaltaran, con tal de poder pasar un orgasmo sin dejar que su leche se saliera o su verga hiciera los movimientos característicos.

Por otro lado, arañando el suelo con sus uñas y presionando tanto como podía sus dientes, Samantha no sentía dolor, sino que muchísimo placer y morbo a la vez. La excitación que le provocaba sentir, en vivo y en directo, que le estaban desgarrando y rompiendo el culo como a la chica del video, no era comparable al de ver a su amiga metiéndose dedos. Pero aun sumando estos dos factores, nada se comparaba a estar a la merced de un chico dominante, al que a ella tanto le gustaba.

La trigueña, con más comodidad, comenzó a hacer movimientos de caderas más osados. Ella disfrutaba de forma plena sentir cómo los bordes de su culo se quedaban atrás y raspaban el terreno irregular de semejante verga.

—¡¿Qué me está sucediendo?! —preguntaba la trigueña a punto de enloquecer, mientras que con sus movimientos de cadera buscaba chocar sus nalgas contra el pubis de Rey.

—No importa —respondió Elena mirando el cuerpo tensado de Rey, para después continuar—. Disfruta lo rico que se siente que te la metan. Rey… ¿Te gusta el culito que te estás cogiendo? Di algo…

Tras sus palabras provocativas, Elena no recibió respuesta, puesto que el chico hacía lo posible para controlar los espasmos orgásmicos de su verga y separar la mente de su cuerpo en semejante situación tan morbosa. Después de todo, al aumentar el tamaño de su verga él también había aumentado el área con la cual podía experimentar placer.

Ante la risa libidinosa de Elena, Samantha también dibujó en su rostro una discreta sonrisa provocada por el comportamiento de Rey quien actuaba como si disfrutara al máximo la experiencia y podría morir ahí mismo sin remordimientos. Además, la pregunta estaba de más cuando ella podía escucharlo gruñir y exhalar como un toro sofocado, al cual se le explotaría el corazón de tanto estar corriendo.

Mientras Samantha se reía y meneaba como una serpiente, Rey podía sentir cómo el ano de esta le daba pequeños apretones en el tronco de su verga, la cual parecía tocar una especie de tope. Que en el interior de aquel hermoso y redondeado culo existiera un ‘límite’ a ser rebasado, hacía que todo fuera aún más intenso y morboso para Rey, más cuando alzo su mirada y vio cómo la chica del video siguió retrocediendo hasta hacer desaparecer la verga del sujeto en su recto.

—Si sigues, tal vez te hará daño —Rey anunció su preocupación, como quien necesitaba reponerse de haber hecho algo inhumano y que al mismo tiempo no creía tener la capacidad de volverlo a hacer, aunque su vida dependiera de ello.

Justo antes de que Elena interviniera, Samantha agregó: —No te preocupes… puedo seguir— mientras continuó retrocediendo su trasero.

—Acaso —dijo Elena, con tono inocente, sin quedarse callada—, ¿no te conté que le pude meter mi mano por el culo, hasta el codo?

A Rey se le partió el corazón al escuchar semejante comentario. Mas, la idea de si sería verdad o mentira le hacía titubear. Aunque su mente decía que dichas palabras eran poco probables, su sentido común le indicaba que podía ser posible. Tal vez, la rubia allí presente había puesto semejante video sabiendo algo que él ignoraba. Después de todo, el brazo de Elena era casi igual de grande que su verga.

—¡Elena! —reclamó Sam.

—¿Qué? —preguntó la rubia como quien le restaba importancia al asunto.

—Cuidado con lo que sigues diciendo, traidora —se quejó Samantha—, que ya te pasaste de lo que prometimos que íbamos a olvidar.

—No es para tanto… fue algo que me vino a la mente… — terminó Elena.

“Impresionante habilidad la de estas mujeres para disociarse del sexo y empezar a hablar como si nada. Esto que siento, es enojo y rabia…” se quejó Rey en sus pensamientos. “Eso que siento es bueno, sí. Me distrae de morbo y la excitación, hace que pueda durar más, me convierte en una máquina… Mmmm, tal vez esta sea una técnica sagrada tan solo es descubierta en una situación de debilidad en la cual necesito salir ganando.

¡Samantha! Te voy a dar razón para que cierres la boca… ¡Todo con mi verga castigadora!”

Antes de que la trigueña volviera a abrir su boca para reclamar, Rey, cuál si estuviera poseído, le agarró por las caderas e hizo que su cuerpo azotara al de Samantha. La verga del joven, con el brusco empujón, encontró el camino para poder seguir y llegar a entrar por completo. Él estaba un tanto enojado con el momento, intentando dejar el pasado atrás, pues de nada le servía preguntar como aquellas dos habían llegado a semejante situación, después

de todo la trigueña no estaba preparada para hablar al respecto.

Elena se levantó de donde estaba y estiró su mano hasta alcanzar el rostro de Samantha. Los sonidos guturales de la misma fueron silenciados casi de forma instantánea.

—La chica del video no está gritando, ni reclamando o quejándose tanto como lo estás haciendo tú —dijo Elena con voz autoritaria—. Acepta mi generoso coño en tu cara y no me obligues a castigarte de otra forma.

Sobreponiéndose como un campeón a la situación, Rey decidió seguir el video, era la parte en donde tenía que sacar su verga de dentro del recto de la trigueña y después volver a meterla con la violencia suficiente como para que sus huevos chocaran con los labios vaginales de quien le recibía. Y con total confidencia así lo hizo. Clavando violentamente su miembro viril en lo más profundo de aquel culo empinado, él se valió de sus manos para aferrarse a las dos nalgas enrojecidas, mismas que alardeaban de una perfecta combinación entre dureza y suavidad. Abriéndolas, amasándolas y trayéndolas hacia él, Rey le abrió el culo a la trigueña con tal de hacer más profundas las penetraciones con cada embestida.

“¡Qué bien! De esta manera, así como ella, yo también me estoy acostumbrando y ahora que estoy al control de mi enojo, me puedo mover sin miedo a venirme. Aunque no creo que sea por mucho, esto que siento es toda una gama de placeres diferentes, entre apretado, resbaladizo y caliente, sin importar cuantas veces deslice mi verga hasta adentro la sensación no cambia…” pensaba Rey. “Agradezco que me hicieran enojar con sus cuchicheos, de no ser así, no hubiera encontrado el camino correcto”.

Samantha guardó silencio, las palabras que dijo Elena le pusieron toda la piel de gallina. Elena dejó de cubrir la boca de su amiga para agarrarle por los pelos y hacer que le chupara una teta. El otro pezón que quedaba en el aire se miraba paradito y bien apetitoso, tanto que Rey deseaba tener el cuello tan largo como para ir a chuparle. Aunque Elena no era muy tetona, sus aureolas se encogieron tanto que casi se volvieron del tamaño de los ojos de ella y eso hizo que la carne alrededor se notará más voluptuosa.

Samantha continuó aguantando los azotes, movió sus caderas y hasta comenzó a subir la velocidad mientras se aferraba tanto como podía a la teta de su amiga que había decidió propinarle un castigo.

Rey desaceleró su agresividad, como si se hubiera dado cuenta de que estaba llegando al punto de no retorno. No obstante, la trigueña siguió tragando verga con su culo como si fuera una perra hambrienta que probaba un manjar después de pasar hambre por semanas. Él no iba a hablar, si había sido quien desde un principio provocó a la bestia. Con la intención de mantener el orgullo, Rey tensó todos los músculos de su cuerpo y aguanto la respiración como quien no quería moverse una vez más, después de todo, si le funcionó una vez quién decía que no se repetiría el caso.

“No… no podré… este es el final… morir en batalla una muerte con sabor a gloria…”, pensó Rey quien sentía la fatiga de todos los músculos de su cuerpo que habían sido tensados indiscriminadamente por igual.

Con este comportamiento por parte de Rey, Samantha entendió que estaba ganando y sus ansias de leche, mismas que ya se habían acumulado a niveles exponenciales, serían saciadas. El único problema era que si Rey se venía lo haría dentro de ella y no en su cara, como se había acordado desde un principio, pero todo podía ser y ya nada le desilusionaba. Aunque existía el riesgo de que la verga que le estaba penetrando saliera toda embarrada de algo que no fuera mantequilla, a Sam, cuando estaba lo suficientemente caliente, no le desagradaba jugar con “eso otro”. Pero sí le incomodaba la peste, el olor y el recuerdo una vez la excitación se iba y quedaba el sentimiento de culpa e insatisfacción.

Para evitar ponerse en una situación incómoda y sabiendo que mientras estuviera caliente era capaz de hacer cualquier cosa, Sam detuvo sus movimientos de caderas.

Rey logró sentir alivio por un momento, pero al mismo tiempo algo le preocupaba.

—¡Aaah! Perra, por qué te detienes, ¿quieres la leche en la cara? —dijo Elena como quien se daba cuenta de algo—. Permito que gires y le limpies la verga a Rey con tu lengua. Pero no pienso dejar que tu culo se sienta solo. Voy a meterte la mano y hacer que te sientas como la chica puta y sucia que eres.

Como si un implacable fuego se apagara por meras palabras en el interior de la trigueña, Samantha respiró con profundidad ante la proposición de Elena. Ya había sido suficiente humillación en frente del chico que le gustaba y quería dar un ejemplo. Como en la pantalla del televisor el video se había acabado, y las palabras ‘puta’ y ‘sucia’ nunca habían entrado en la escena, mucho menos que ella le chupara la verga a Rey y que alguien le metiera la mano, Sam entró en razón y con un sentido de orgullo en los ojos agregó;

—No, teníamos un trato.

“Oh no…”, pensaba Rey quien definitivamente no se iba a permitir venirse en una situación tan seria como esa. Mirándolo de forma objetiva, era como si su verga escupiera en alguien que ya estaba enojado.

Con una mano, Sam apartó a Elena y acto seguido también se sacó toda la verga de Rey. Poniéndose de pies, mientras que con sus dedos se presiona el culo con fuerza para evitar que la mantequilla líquida se le saliera, la trigueña se comportaba como si todo aquel momento no hubiera sucedido.

Rey no sabía qué decir para arreglar la situación. Ver a Samantha desnuda, cubriéndose las tetas con su mano izquierda y apretándose el trasero con la derecha, actuando de manera vulnerable y apenada, le llegó al corazón.

—Samantha, no lo tomes a mal —le dijo Elena, con sus ojitos abiertos que miraban de abajo a arriba y sabía que había dicho y hecho algo que no era correcto.

—No lo estoy tomando a mal. Esta situación ya está cruzando las reglas y puede llegar a complicar las cosas entre nosotros en un futuro.

—¿Cuáles cosas? —preguntó Elena.

“Elena, ¿qué no ves que con razonamientos como ese nunca podrás convencer a Samantha?”, se dijo Rey quien se daba cuenta de que los cuchicheos de las chicas se hacían frustrantes, iban de atrás para adelante y nunca llegaban a nada. “Calma, calma, no se puede tener todo de una… se ha considerado y escucha”.

—Imperios más grandes cayeron por la depravación sexual de sus integrantes. No es que sea una chica tradicional ni conservadora, es que yo soy la líder y representante de este reino. Si termino haciendo semejante cosa por solo calentura, ¿cómo podría yo atreverme a pedirles que me respeten en un futuro? —pegando la vuelta, Sam se dirigió al pasillo, ya que pretendía regresar a su habitación—. Sigan si quieren con este juego, solo bajen el volumen del televisor…

—Te pido disculpas Samantha. No te marches… —dijo Elena como quien no quería dejar que el momento se rompiera en pedazos.

—Tengo que hacerlo —dijo Sam en el pasillo, como si una parte de ella quisiera regresar—. Ahora no estoy pensando bien.

—Creo que seguir forzando las cosas no terminara bien… — repuso Rey quien se levantó del suelo con su verga a media asta y se propone recoger la sala—. Tal vez no sea una mala decisión dejarla que despeje la mente por un rato…

—No. Pésima idea. Es como querer darle la espalda a un problema —reclamó Elena tan enojada como podía estar alguien que no había llegado a alcanzar un orgasmo a pesar de todo el calor que había cogido.

Samantha guardó silencio ante los reclamos de la rubia, pego la vuelta y continuó camino a su habitación.

Rey fue a la cocina, se lavó el rabo y se lo secó con la misma toalla que utilizó para limpiar el suelo y el sofá en las áreas humedecidas por sudor u otros fluidos corporales. Acto seguido se vistió y por último apagó el televisor, todo esto mientras cargaba con el peso de la mirada de Elena sobre sus hombros. La rubia le miraba como quien necesitaba una mínima razón para explotar.

Una vez todo estuvo limpio y organizado, Rey se sentó en una de las sillas que daban a la cocina. Sirviendo un vaso de agua, él se llevó cuatro pastillas para el dolor y trago con el líquido. Elena, confrontativa, como se sentía, aún desnuda, se acercó a Rey para quedarse mirándole de manera incómoda.

—Yo quiero venirme como dios manda —dijo en voz baja al oído del chico, cual si fuera una serpiente que tentaba a comer de la fruta prohibida.

—Yo también —respondió Rey con un suspiro.

—¿Por qué eres tan cobarde entonces? —la pregunta por parte de Elena se sintió más como una queja.

—¿Yo? ¡¿Cobarde?! —preguntó sorprendido el chico mientras decidió hacer contacto visual.



Reina Del Cielo

Chapter 5
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  Al principio, Rebeka tenía la intención de resolver el problema tranquilamente, abrir el teléfono, ver las fotos y los mensajes con tranquilidad, sobre todo, saber si por ese teléfono también le escribían a Omar. Después, tal vez buscaría en todas las demás aplicaciones, incluyendo los archivos borrados, para poder llegar a una conclusión sensata de qué seguir sintiendo y pensando. Pero ¿quién usaba el nombre de otra persona como contraseña?

 

   «Es un golpe bajo y si es verdad, significa que está obsesionado, ¿por qué no perdonarle? En definitiva, que otra se me haya adelantado significa que estuve perdiendo mi tiempo al no dar el primer paso».

 

   «Luego de dejar la calentura de lado por un momento, analizó: «En la galería de este dispositivo podrían existir fotos comprometedoras, si es así, con revisarlas no sería suficiente. Es mejor tener la ocasión para admirarlas, incluso memorizarlas si es necesario. Quizá los mensajes de otra chica habían sido fruto de mi imaginación, es lo que más quiero creer. Pero, ahora, la curiosidad por ver las fotos de otra persona desnuda, haciendo cosas que no pueden ser contadas y solo vistas, aunque fuese con otra, me carcome por dentro». 

 

  Las fantasías en la mente de Rebeka iban proliferando, aun así, el tiempo siguió corriendo y el tren se detuvo.

 

   Entre la multitud que se desplazaba, Omar aún seguía sobre ella. A plena vista, él parecía alguien sospechoso, un pervertido que aprovechaba la oportunidad para oler los cabellos de una persona ajena, observando de cerca y manteniendo el contacto. La realidad, era que entre los dos, aunque nadie lo notara, la más pervertida del tren era Rebeka. La prueba irrefutable era que, ella agacho su cabeza, dejó caer sus cabellos sobre su rostro mientras bajo la mirada discretamente con tal de ver si el chico que tanto se le arrimaba estaba teniendo una erección. 

  

    «No puedo pensar con claridad, ¿qué estoy haciendo? De tan solo querer tocar su mano. Él está muy cerca, puede hacer cualquier movimiento y quitarme el teléfono si me sigo descuidando. Déjame esconderlo entre mi sujetador y mis senos. No voy a ser la única que se caliente en una situación como esta».  

  

  —Con que mi nombre —dijo ella mientras se guardaba el teléfono sin poder evitar ablandar su cara de bravura con una sonrisa—. Qué tierno de tu parte. Perdono tu osadía de tomarme una foto a escondidas. Por ahora… me temo decirte que tu celular queda confiscado hasta nuevo aviso.

 

 Por supuesto, Rebeka se arriesgó con ese comentario. A ciencia cierta ella simplemente estaba asumiendo algo y esperaba que estuviera en lo correcto. Cuando dijo 'foto a escondidas' su instinto femenino le había gritado y ella no había hecho más que escuchar.  

 

  —¿Hasta nuevo aviso? —le pregunto bien sorprendido, con los ojos abiertos, por el castigo tan poco severo.

 

  Él no negó, tampoco dijo ser inocente ni se extrañó ante las palabras de ella, cosa que hizo que Rebeka asumiera estar en lo correcto.

 

   —Ya es tiempo, aquí nos bajamos —dijo ella, con tal de no responder la pregunta y seguir a las personas que iban en dirección a la salida. 

 

   «Entre todas las contraseñas que alguien podría ponerle a su teléfono ¿Por qué razón elegirías mi nombre? Porque le gusto. No existe otra explicación. Si es así, aún tengo oportunidad, tal vez deba darle un regalo. Atreverme mientras me muevo para salir. Ya está confirmado, si no tomo el primer paso, las cosas seguirán como siempre».

 

  Un paso detrás del otro, los pasajeros bajaban del vagón en la estación de tren correspondiente.

 

   «¿Para qué chequear con mis ojos algo que podría sentir con mis manos?» se preguntó, un tanto indecisa. Rebeka se detuvo, «¡Ahora!» Y discretamente dejó que Omar chocara con ella. «Todo lo que tengo que hacer es esperar con mi mano abierta, detrás de mi trasero, al nivel de su entrepierna, para sentir lo que tanto quiero». 

 

  El choque entre los dos cuerpos se dio lugar y la mano de ella recibió, agarró y masajeo el paquete del chico distraído, que no dudo en dar un pequeño salto por tan inesperada situación.  

 

   «Ufff, si… exactamente en el lugar», pensó ella, teniendo como punto de referencia su pulgar, el cual hizo contacto con la hebilla del cinto de Omar. La tiene dura. Tremendo bulto, lo pude sentir en vivo y en directo. Lástima que no pude ver la reacción de su rostro. Tal vez, de ahora en adelante, él mire más mi falda, descarada y casi más corta de lo permitido».

 

 Omar se quedó pasmado, no sabía si había sido una casualidad o algo intencional, así como tampoco podía interpretar correctamente el lenguaje implícito de las mujeres. Con más dudas que respuestas, tomó un poco de distancia para no evitar plantar sus ojos en la tela que iba meciéndose de un lado a otro, con cada uno de los pasos que daba la chica en su pomposo caminar.

 

   «Ya no me importa tanto tener el cabello suelto», se dijo, casi saltando de la felicidad que no podía contener. «Tal vez luzco menos estricta y por eso, todos me miran más de lo usual. ¡Qué mañana tan maravillosa! Con mi pezón puedo sentir la dureza de su teléfono, le pondría en mis bragas, pero temo mojarlo. Contra mi seno corre menos peligro. Sería aún mejor si comenzara a vibrar. Uy, todavía puedo sentir su erección en mi mano y no hacía mucho me conformaba con toques y caricias indirectas».

 

   De salida a la estación de tren, Omar y Rebeka fueron prácticamente los únicos que tomaron rumbo a la academia. En el sitio en el cual estaban no tenían que valerse de direcciones o señales, la edificación ya tenía mucha fama por ser la única en toda la ciudad, sin más interacción entre ambos, se hallaron en la entrada del centro académico y tomaron caminos separados, además; no tendría de qué hablar, aunque lo quisieran. 

 

    «¿Qué hora es?» se preguntó Rebeka mirando su reloj de mano, eran las siete y cincuenta y tres. «Aún queda tiempo para que las clases empiecen, tal vez pueda pasarme por el baño. No sería la primera vez que juego conmigo misma en la escuela.».

 

  En el centro académico existían tres tipos de baños, para hombres, para mujeres y para todos. Pero no tenían mucha diferencia entre ellos, solo que los de género neutral se mantenían más limpios que los otros.

 

    «Me conozco, me toma tiempo acabar», pensó, un tanto arrepentida.  «El tiempo está muy justo. Mejor paso por mi casillero, tomo mis pertenencias y voy a la sala de profesores para entregar mi tarea a tiempo. Luego iré al aula a tomar asistencia, preparar la pizarra, sacar la basura y ver que todo esté en orden. ¡Qué inconveniente es ser la presidenta y representante de la clase! Sin embargo, mantener mi mente ocupada me va a ayudar a controlar estas ganas…».

 

  Pasando de largo a los baños, se dirigió a los casilleros por el pasillo bien transitado de estudiantes que se movían de un lado a otro, algo un poco diferente de como estaba la estación de tren. 

 

    «Está bien, Rebeka, recuerda esto», se dijo, tan pronto escuchó risas burlescas de personas y que alguien la tropezara sin pedir disculpas. «Hoy también te van a tratar de hacer sentir mal, tendrás que lidiar con personas malhumoradas, celosas, soberbias. No es razón suficiente para responder de vuelta, comenzar un argumento y terminar expulsada. Sé una roca, controla tus emociones y deja que todo se apacigüe a tu alrededor sin dejarte afectar».

 

  Tras respirar fuerte unas cuantas veces y chequear su reloj, entró en la sala de profesores y tras pretender estar interesada en lo que le decían, se paró a escuchar la charla de unas personas.

 

   «¿En verdad es necesario permanecer en esta escuela inútilmente, cuando puedo buscar trabajo y ser independiente?» se preguntó intrigada, mientras decía que sí a las palabras de alguien que le hablaba.

 

   La pregunta venía porque en el fondo ella quería salir de la vida que tenía. Tener que escuchar la charla de señores mayores que, por cierto, no estaba escuchando, ya que podía predecir cuál era el punto final con exactitud. Ellos hablaban con el objetivo de hacerle pasar trabajo y dificultar su existencia. Pero una cosa era querer y otra era poder. Ella podía callarse y escuchar, debido que si no lograba pasar la escuela, cómo podía tener la certeza que podría ser apta para pasar un día de trabajo y sobrevivir, después de todo, los viejos dominan el mundo actual. Esos de poca paciencia, que reclaman y discuten con sus manías, señalan con sus dedos, atribuyen grandes expectativas a los demás y a su alrededor, que nunca asumen estar equivocados porque son incapaces de aprender. 

 

  —... Estos son los planes que el consejo piensa implementar —comentó uno de los presentes. 

 

  —Entiendo —respondió Rebeka, con actitud sumisa y bien educada.  

 

  —Transmite la información a los estudiantes, recolecta las quejas y al final del día coloca el informe sobre mi mesa —dijo el sujeto en medio de su atareada actividad matutina, mientras se daba cuenta que había tenido que apurar su informe para no consumir mucho tiempo. 

 

  Con el libro de matemáticas y la libreta de apuntes, Rebeka salió de la sala de profesores con exactamente dos minutos para llegar a su aula asignada. Tras caminar por el pasillo, se dio cuenta que las puertas estaban abiertas. Entró y observó como era ya usual.

 

  «Algunos ya están sentados en sus puestos, preparándose para comenzar el turno», pensó, para luego dar los buenos días, aunque nadie le respondiera como era común allí. «Ser educado era parte de la sociedad, y si, de vez en cuando te puede librar de algún problema, pero no te daba ni peores ni mejores notas en la escuela, así que ¿para qué ser educado? Bueno, la respuesta era simple, no puedes ser la presidenta de la clase, pedir y demandar trabajo sin seguir las reglas básicas de etiqueta, presentarse, preguntar y pedir».    

 

 Rebeka escribió el día, el mes y el año en la pizarra usando la tiza que tenía a un costado, cerca del borrador, luego escribió el nombre del instructor, la materia y el tema de la clase. Por último, organizó todo y recogió la basura que quedaba a la vista.

 

  Ring, ring, ring.

  

   El timbre sonó, quienes anteriormente se habían quedado en el pasillo hablando, ahora entraban por la puerta y tan pronto como podían, pasaban a ocupar sus respectivos asientos. 

 

  «Mmm, no está él, ni su amigo,», pensó sin estar muy sorprendida, para decir en voz alta:

 

— Presten atención, voy a pasar asistencia.

 

  Ella habló desde el frente del aula, mirando a todos a los ojos. Pronunciando nombre por nombre mientras que cada uno respondía “aquí”, o “presente”, pero casi a último momento, entró un chico que dijo algo diferente. 

 

   —Lo siento “presi”, esperó aún estar a tiempo. 

 

  «Precisamente tenía que ser el mejor amigo de Omar, quien entró en el último momento, haciendo una entrada dramática. No cambia que sea irritante cuando me acorta el título que desde un principio no me gusta tener».

 

  Bajo la mirada poco amigable de Rebeka, el joven se pasó la mano por detrás de la cabeza, ofreció sus disculpas y tomó asiento. 

 

   «Él es característico por tener una personalidad que le diferenciaba de los demás, si tuviera que describirlo diría que es un chico relajado, improvisador, alegre y casi siempre evitaba los problemas a su manera», pensaba Rebeka para agregar en voz alta:

 

—Aún estás a tiempo, el profesor siempre toma diez minutos antes de llegar a la clase. Si se repite tu tardanza me veré obligada a reportarlo, y una vez el instructor entre al aula quedas fuera de la clase, cosa que me obligará a hacer papeleo extra.

 

  Informar por qué ella hacía cada cosa era una manera de tratar de suavizar a quienes le escuchaban. «No es que siempre dé resultado, menos si nadie te presta atención, pero se siente bien decir, “te dije que no lo hicieras” cuando se están tomando medidas al respecto».

 

  —Me disculpan, mejor me siento rápido en este asiento, como siempre —dijo él, con la característica mirada de un niño que estaba a punto de hacer algo malo.

 

  Rebeka levantó sus ojos del papel que sostenía e ignorando el silencioso murmullo de los individuos que ya habían confirmado la asistencia, decidió respirar hondo para agregar:

 

—Ese no es tu asiento, Miguel.

 

El asiento seleccionado por Miguel pertenecía a la mesa en la cual el profesor se sentaba cada vez que estaba de pie por mucho tiempo y no quería regresar a su silla porque era muy baja y no podía hacer contacto visual con los estudiantes. Un puesto que siempre permanecía vacío por estar precisamente marcado con el olor de un trasero viejo, uno que estaba convenientemente pegado a la puerta de entrada y salida. Rebeka pudo deducir que se tramaba algo en el ambiente.

 

  —Puedo dar por concluida la asistencia —dijo Rebeka, no como pregunta, sino como afirmación.  

 

   —No, falta Omar. Yo le vi en la mañana, pude notar que estaba en la cafetería mucho más preocupado de lo usual, como si le doliera la barriga —dijo una chica que se sentaba justo en la esquina de clase.

 

  Rebeka hizo su mayor esfuerzo para comportarse de la forma más civilizada posible. La voz pretenciosa que le provocaba dolor de cabeza y muy malas memorias, pertenecía a su ex mejor amiga, Lizandra, apodada “Liz”. Aunque en el pasado rompieron con muy malos términos, Rebeka le dijo que no quería escucharle más y Liz, como era habitual, se hacía escuchar cada vez que tenía una oportunidad para hablar, por su personalidad tan “intensa”.  

 

    —Si mal no recuerdo y mi mente no me falla, él estaba junto a ti, Mig… —continuó hablando la rubia y aprovecho para abreviar el nombre del chico que ahora se sentaba en el primer puesto y que estaba dando de qué comentar—. ¿Me equivoco?

 

  Rebeka actuó como si no hubiera escuchado las palabras de Lizandra y siguió observando a Miguel.

 

  —Hablando de eso, él tuvo que ir al baño. Tenía problemas en el estómago. Sí, tuvo que ir con mucha urgencia, aseguró dijo Miguel.

 

  Ante el comentario, los integrantes del aula rompieron a carcajadas.

 

  Por otro lado, Rebeka apretó su puño con fuerza. Dado a que no le hacía gracia las carcajadas burlescas e inmaduras de ese grupo de alumnos. «¡¿Cómo se atreve a ensuciar la reputación de su mejor amigo de esa manera?!» se preguntó enojada. «Ya se me había olvidado lo tanto que me molestaba escuchar la voz de esa traicionera, mala amiga y ahora tú sembrando comentarios como ese, tal vez te tenga que poner en la lista de indeseables».

 

En voz alta, Rebeka trató de recuperar el orden, pues estaba decidida a enfocarse en el asunto que tenía por resolver. 

 

  —Entiendo que el miedo puede hacer que alguien sienta deseos de ir al baño, pero Omar no es de esos. Espero que ustedes sean capaces de seguir riendo cuando esté presente y no a sus espaldas.

 

  El comentario por parte de la presidenta fue amargo, pero real. Ninguno de los presentes tenía el valor para reírse de semejante manera en frente de Omar.  

 

  Una vez resuelto el alboroto, Rebeka calculó la situación, cosa que le hizo pensar. «¡¿Qué estás tramando, Miguel?!».

 

  De pronto, la respuesta a la última pregunta vino junto a un característico sonido.

 

   «Ufff, ¿con qué así?», pensó ella. «Alguien está haciendo una llamada y por eso está vibrando su teléfono. Miguel se sentó en el primer puesto y me está prestando mucha más atención de lo normal, como si quisiera saber dónde tengo el teléfono. Eres un libro abierto ante mi intelecto. Pero, debo darte algo de mérito, en frente del aula, me siento tan avergonzada por mi indecencia, que creo que no podré aguantar esta sensación. Ni yo sabía que mis pezones podían estar así de sensibles. Tal vez esté a punto de llegar a caer con mi periodo. Sea lo que sea, ahora tendré que sacarme esta cosa del sujetador, pero si lo hago, tal vez él pueda arrebatármelo y correr, la puerta sigue abierta… Ja. ¡No me hagas reír!».

 

  Tu, tutu, tururu tu… El rítmico sonido de un tono se escuchó paulatinamente entre el murmullo del aula.

 

  Los alumnos se dieron cuenta que un teléfono comenzaba a sonar, lo que les hizo guardar silencio y prestar atención en dirección a dónde provenía el sonido. Alguien tan orgullosa y arrogante como Rebeka, que nadie imagina que fuera tan pervertida, estaba en frente de una clase, sintiendo las vibraciones de un teléfono ajeno en su pecho. 

 

  «¿¡Qué!?» «¡No estaba en vibrador! ¿Qué puedo hacer ahora?» pensó.

 

 —Oh, jo, jo jo. Un teléfono está sonando. No vas a contestar pre-si-den-ta —mencionó Miguel, estirando cada sílaba pronunciada.

 

   «¿¡Y me lo dices tan descaradamente!?», se dijo Rebeka, casi a punto de ser sorprendida en el acto. «Muchos no reconocen que un tono tan común le pertenece a Omar, pero si saco el teléfono ahora, no solo me verán sacándolo de mis pechos, sino que también podrían reconocerlo. Aún el profesor no entra, pero el silencio es cada vez es más alarmante»

 

  En cuestión de segundos, de forma bien improvisada, a Rebeka no le quedó más opción que toser y llevarse la mano al pecho. Tan rápido como pudo, se las ingenió para apretar alguno de los botones que el dispositivo tenía en el borde, para así silenciar la llamada por el momento.

 

  Actuando como pensaba, disimuladamente, ella hizo su mejor improvisación de un estornudo. Uno tan exagerado que le llevó a inclinarse hacia adelante mientras se llevaba la mano al pecho.

 

   —Dejó de sonar… No era tan urgente entonces —dijo ella en voz alta mientras se agarraba el pecho con la mano derecha cual si pretendiera aliviar su congestión—. Por favor, lo voy a dejar pasar por alto, pero de quién sea el teléfono, si vuelve a sonar, tendré que confiscarlo. 

 

 Luego del sermón de la presidenta, quienes antes estaban planeando reírse en frente de Omar, ahora volvían a perder interés en lo que estaba pasando y procedieron a seguir hablando sobre temas más interesantes.

 

   «Tengo aproximadamente cinco segundos para apagarlo cuando vibra», pensó, mientras evitaba quedar expuesta. «Me alegro de no haberlo puesto en mis bragas».

 

Luego de hacerle caso omiso al asunto, bajó el volumen del dispositivo hasta ponerlo en vibrador mientras organizaba sus papeles tan rápido como podía. Justo antes de dirigirse camino a su asiento, Rebeka miró en dirección al otro puesto que estaba vacío, luego a la puerta que aún permanecía abierta y dijo:

 

   —Omar, sé que estás ahí afuera en el pasillo. Por favor entra antes de que el profesor te vea.

 

  La clase se apagó en un silencio sepulcral ante las palabras de la presidenta. El sudor frío corrió por la espalda de quienes se habían reído del comentario de Miguel, cuando por la entrada se asomó el rostro familiar de Omar. Era él quien a pesar que no existía ningún alumno con la camisa por fuera, despeinado y mostrando el pecho, se mostraba imponente ante los profesores. Ese a quien todos respetaban, admiraban y casi que idolatraban, como símbolo de rebeldía en contra de las reglas. 

  

 Omar hizo contacto visual con los presentes, pero, sobre todo, Rebeka era quien dibujaba una expresión facial que significaba “Te tengo en la palma de mi mano”. 

 

   Una vez comprobó que ninguno de los presentes estaba dispuesto a reírse en su cara, saludó a Miguel como si le estuviera dando puntos por el esfuerzo fallido. Luego arrojo el suéter negro sobre su silla y se sentó, hasta que finalmente el profesor entró al aula. 

 

Tras protestar y rabiar por el trabajo que le quedaba, el instructor de la clase de “Cálculos” culpaba entre dientes la ignorancia de sus estudiantes y que poco podía hacer con esos que eran estúpidos.

 

Tras entregar la lista de asistencia, Rebeka aprovechó para caminar en dirección a su puesto, cuidando de guardar su distancia de las bolsas con las cuales pudiera tropezar. Una vez llegó, colocó su libro y libreta sobre la mesa, pretendió hacerles ver que nada sucedía, para esperar a que la clase comenzará oficialmente. Se sentó en el último asiento, uno en el que casi no podía escuchar lo que el profesor hablaba ni ver las letras que se escribían en la pizarra, pero le permitía cumplir su propósito de vigilar a los demás estudiantes. 

 

  «Siendo la presidenta no estoy al frente de la clase, sino al final… irónico, ¿no?», se dijo Rebeka. «De todas las veces que maldije este puesto, hoy es el día en el que estoy feliz de tenerlo, ya que puedo hacer lo que quiero».

 

   Omar estaba que mordía a cualquiera que intentara tocarle, puesto que nadie más que él sabía que cuando comenzara la clase sería el momento perfecto para que Rebeka pudiera hacer de las suyas y abrir el teléfono que tanto quería recuperar. Él no pudo evitar mirar atrás varias veces asustando a los chicos que tenía alrededor.

 

  «Verle así me hace sentir más curiosidad», pensó Rebeka, manteniendo su sonrisa triunfante. «No sé si sería una buena idea abrir su teléfono en este momento. Podría ver algo que me altere… Como sé que soy una chica responsable y calmada, echaré tan solo un pequeño vistazo».       

 

  Sentada en su puesto, con todo organizado y cuidado de que nadie le estuviera viendo, Rebeka se introdujo la mano en el sujetador con la intención de sacar el celular que llevaba ahí dentro. Tras desabotonar discretamente los primeros botones, logró sacar la parte superior del aparato. Volteo la cabeza de izquierda a derecha y con cuidado siguió jalando por los bordes. A pesar de la anchura y el peso, más la fricción que su pezón hacía sobre la pantalla, pudo sacarlo por completo, no sin antes seguir el movimiento con su otra mano, para arreglar el sujetador y ocultar la carne que se asomaba.

 

 Cuando por fin tuvo el teléfono sobre la mesa y los botones de su camisa de vuelta donde debían estar, Rebeka sintió miedo de seguir escuchando las malicias que su corazón le decía que hiciera. De este modo, no tendría que exponerse al peligro de ser amonestada por el uso inapropiado de tecnología. Aunque con toda la poca atención que recibía sentada en la última silla, debía suceder un milagro para que alguien la viera haciendo lo que se dispondría a hacer. Como la chica sensata que era, prefería quedarse en lo seguro, pero sin siquiera proponérselo, sus dedos escribieron la contraseña.

 

  «Mi nombre», letra a letra presionó sobre la pantalla táctil y le dio aceptar. «De todas maneras, debo cambiarlo a modo silencio…» 

 

 [La contraseña que se ha ingresado es inválida, inténtelo de nuevo.] salió un mensaje en la pantalla.

 

 La mirada de ella quedó confundida. «Tal vez sin mayúscula…».

 

 Tan pronto lo volvió a intentar:  [La contraseña que se ha ingresado es inválida, inténtelo de nuevo.] 

 

   «Intentaré colocando todas las letras en mayúscula»: [La contraseña que se ha ingresado es inválida, inténtelo de nuevo.]

 

   «Ja, ja, ja … ¿Me engañó? ¡Me mintió y caí de lleno! ¿Cómo puede ser posible? Cuando me habló al oído, sonó tan convincente. ¡¿Acaso es esta la razón por la que intentaba recuperar su teléfono con tanto desespero?! En verdad tengo deseos de destrozar este aparato. Sí, destrozarlo, pero contra su cara, por descarado y mentiroso».

 

   «Tengo que transformar toda esta energía que tengo en mí», se dijo, como método para calmarse. «Arrancaré la primera hoja en blanco de mi libreta. La arrancaré y la destruiré en pedacitos», siguió pensando. «Por dios, puedo sentir como mis orejas se incendian, tengo calor, estoy tan enojada, que no es gracioso».  

    

  —Rebeka —dijo el instructor tan pronto escuchó el característico sonido de un papel siendo destrozado—. ¿Qué sucede? 

   

 —Nada, siento haber interrumpido la clase —dijo en voz alta—, es que cometí un error.

  

  El profesor arrugó su nariz y tras advertir que no se repitiera la interrupción, continuó explicando el asunto de la materia que debía ser impartida. 

 

   «Sí, cometí un error,», pensó. «Espero entiendas el mensaje ¡Omar! Qué rabia, qué rabia… Rebeka, sabías que alguien te iba a hacer enojar, trata de no terminar expulsada. De olvidarlo todo, despeja tú mente. Qué se le va a hacer ¿no es así?».

  

   «…De regreso a mi rutina. Ya era mucha alegría que alguien pusiese mi nombre como contraseña de su teléfono. Muy lindo para ser cierto…».

 

Luego de dejar de lado una loma del cuerpo desmembrado de una hoja de libreta rayada, Rebeka pasó de estar enojada a triste. Colocó el teléfono a un lado de la mesa, lo suficientemente cerca como para darse cuenta si comenzaba a sonar, pues tenía la intención de apagarlo. Tras sacar el lapicero rosado de su estuche, pasó la página y continuó por el encabezado. 

 

   «Oh, la fecha de hoy» recordó. «Es la misma fecha que escribí en la pizarra. Quedan dos días para mi cumpleaños. Ya casi son veintiún veranos en mi cuerpo, aún virgen por cierto… Mmm, no totalmente virgen, ahora que lo pienso».

 

     «Como chica curiosa, confieso que, aunque desconozco el contacto y las caricias de la carne de un macho, como criatura fogosa y pervertida, sé lo que se siente la inserción de diversos objetos domésticos en mi interior».

 

   «Veinte años con esta condición y entre toda la escuela, puedo presumir ser la más atractiva. No tendré los pechos más grandes o las piernas más redondeadas, ni el cabello más largo, pero sí tengo la mejor figura. Aun así, la culpa se atribuye a que soy muy selectiva, a diferencia de las otras regaladas. Tal vez por esa razón sigo sin acostarme con un hombre a mi edad».

 

  «Él era perfecto. Se comportaba como un animal de vez en cuando, pero creí que en su corazón albergaba puras intenciones».

 

  «Desgraciado que solo me causa dolores de cabeza, sube mi felicidad y luego mi decepción, como un niño que juega con un avión de juguete. Solo que este niño vive en un segundo piso y lanzó el maldito juguete por el balcón para luego recogerlo y subir a tirarlo más lejos».

 

   «¡¿Con que mi nombre?! ¡¿Me acosabas todos los días camino a la escuela?! ¡¡¡No te creo, mentiroso!!! ¡No sabes nada de mí! Yo sí sé todo de ti… cada pequeño comentario que hablabas con tus amigos, cada chisme que corre por los pasillos, toda la información que tiene la escuela de ti, tus gustos, tus colores, tu fecha de cumpleaños. ¿En verdad eres diferente? No me hagas reír… ¡Dónde están las pruebas!».

 

    «No debo llorar, es la segunda vez en el día que descuido mis emociones. Todo por culpa de ese idiota de pelo negro».

 

    «Pero todo es muy triste y ya casi no puedo seguir apuntándole».

 

   «Otra vez tendré que ir a mi casa sola. Otro día más viviendo en la monotonía. Otro año en el que encontraré una carta anónima en mi casillero, dibujos de mí, poesías y ridículas confesiones de amor de alguien comprometido a protegerme desde las sombras. Después de haber investigado por tanto tiempo, tú eras el único que encajaba en el perfil, pero por mentiroso ni aunque seas tú, te voy a aceptar».

 

  «Desaprobaste la prueba, no puedo seguir dejando que juegues con mis emociones».

 

  «¡Aww! ¡Cuántos intentos tengo con este maldito celular para poder adivinar la clave! ¡Si en verdad lo sé todo de ti, esta será la prueba decisiva en la que podré demostrar que eres un farsante!»

 

   Mientras el profesor escribía en la pizarra, con el característico sonido que hacía la tiza sobre la pizarra, Rebeka apuntaba en su libreta, pero no eran las notas sobre las ecuaciones matemáticas, sino cada contraseña que escribía, con tal de no tener la necesidad de repetirla y poner una diferente en cada intento.

 

   «Ciento treinta y dos intentos y aún nada» confesó. «Estoy por rendirme».

 

Mientras resoplaba de la impotencia, Rebeka se dio cuenta de que no había sido capaz de avanzar o prestarle atención a la clase. Un material que, como siempre decía el profesor «va a prueba, estúdienselo». Ella seguía allí, estancada o peor que antes, producto del dolor de cabeza que sentía al no poder seguir generando información para encontrar la contraseña y ponerle punto final al asunto del teléfono.

 

Pero no se quería rendir, estaba encaprichada, por lo que, de ningún modo, podría no seguir intentando, aunque lo más sensato fuese reclamarle al propietario por mentiroso y extorsionarle para que le diera la contraseña. Aunque nada le aseguraba que pudiera seguir existiendo en ella el mismo nivel de curiosidad con otra contraseña, quiso levantarse, hacer callar al profesor e ir directo al asunto en frente de todos.

 

  Rebeka tomó la decisión de respirar hondo, tenía que recordar ser paciente, tomar las cosas con calma y mantener la mente fría, ya que de esta forma los resultados prometen ser más beneficiosos que el resultado de esas decisiones que se toman en caliente y de forma desesperada. Tras dejar salir todo el aire que acumuló en su pecho, miró a través del cristal de la ventana, pero, por desgracia, se podía obtener poco optimismo y ánimo con el panorama de una ciudad en desarrollo, en la cual los edificios tapan el horizonte.

 

   «¿Tal vez deba confiar en él?» pensó distraída. «La pregunta correcta es otra… ¿Quién sería la persona perfecta para mí?»

  

  «Si soy sincera, el chico perfecto sabría mi cumpleaños, así como tampoco me permitiría que lo pasará sola»

 

  {Rebeka 190702} Tras pulsar aceptar, la pantalla del teléfono dio acceso.

 

  «¡No lo puedo creer!».

 

   «Estoy tan feliz que podría salir gritando por la puerta en este momento. Mi corazón se acelera, casi no puedo detenerlo, mis manos sudan y tiemblan. No creo lo que veo, y siento como si en verdad estuviera haciendo algo prohibido… pero, está abierto y puedo explorarlo todo» se dijo, mientras miraba los iconos que flotaban sobre un fondo de pantalla de color claro. 

 

   A pesar de todo lo que sentía, Rebeka permaneció quieta durante unos minutos, con su cara de mejor jugadora de póker. Cualquiera que le mirara creería que no existía nada que perturbara la tranquilidad de esa chica que siempre respiraba apaciblemente, como si estuviera en armonía absoluta con el mundo, disfrutando del silencio y viviendo al máximo el momento.

 

   «Esta sensación de miedo no es buena», se dijo ella, tragando en seco, hecha pedazos en su interior. «Me deja tan nerviosa que me hace querer ir al baño, pero debo aguantar. Me tengo que aguantar, después de todo tengo en mis manos el teléfono de Omar. Ahora que el profesor sigue distraído en su explicación, mejor empiezo por lo mejor, por la galería.  Sería fantástico ver si tiene fotos al desnudo. Tan pronto como las encuentre, las voy a transferir a mi teléfono. Ahh, pensar que estaba tan deprimida, a punto de llorar, ahora estoy tan ¡¡¡¡feliz!!!!».

 

    

 

 

 



Rey De-Heavens

Chapter 5
Sin apellido


Casi simultáneamente, por el pasillo se abrieron todas las puertas en un estrepitoso azotar. Ehimus, Miján, Katherine y Heroclades parecían haber saltado de sus camas tan rápido como pudieron porque, en menos de un respiro, ya estaban corriendo por el comedor con agilidad y precisión.

Katherine, concernida, dijo:

—¡Nunca he escuchado a mi hermana gritar de esa manera! Prepárense para enfrentar lo inesperado —dijo apenas pasando por el lado del pequeño que nadie veía y a a punto de subir las escaleras.

Pegando tan solo un salto, los corredores parecieron volar por los aires para llegar a la segunda planta sin usar las escaleras. Rey salió de su impresión y decidió apresurarse, pero, por muy rápido que intentó correr, ya cuando iba por el segundo escalón pudo escuchar cómo la puerta de la habitación matrimonial fue tumbada. Aun así, él continuó tan veloz como sus rodillas, codos y dedos le permitieron escalar los gigantescos escalones. Terminando de subir, Rey entró en el cuarto para encontrarse con algo que le hizo detenerse. Ninguno de los mayores se movía, no hablaban y casi ni respiraban. Boquiabiertos, los rostros no sabían qué decir ante una situación tan urgente que no cabía espacio alguno para preocuparse por cubrirse el cuerpo con ropa y no enseñar sus intimidades a los demás.

Los presentes, esos formidables luchadores que estaban preparados para enfrentarse a cualquier situación, estaban viendo a la vampira como si estuviesen petrificados. Miján rompió el silencio:

—¡¿Estás bien?! ¿Cómo te sientes Maryam? No es que quiera asustarte, pero… tengo entendido que el proceso de embarazo de una vampira debería de durar al menos dos mil cuatrocientos setenta y ocho días o llegar hasta las tres mil.

Maryam, tocándose la barriga con sus manos temblorosas, contestó:

—¡¿Que si estoy bien?! ¡Por supuesto que no! —respondió alterada, como si no aceptara en lo absoluto lo que le había sucedido prácticamente de la noche a la mañana.

Rey pudo sentir como si a su madre le faltara el aire al hablar. Él no sabía de números, pero podía imaginar que eran muchos, gracias al estrés que Miján puso cuando pronunció sobre los días que tarda el proceso de embarazo. También pudo comprender que una noche era cuando las luces se apagaban y no se podía ver nada.

—¡Imposible! —dijo Katherine al mismo tiempo que Heroclades—. Pero ¿cómo?

—¿Qué significa esto? —preguntó Wulfgang—. No estoy entendiendo. Katherine, ¿acaso así no fueron sus embarazos anteriores?

—No lo creo —dijo Miján, interviniendo por la vampira musculosa.

—Nadie en todo el linaje es capaz de crear vida así de rápido —respondió la vampira musculosa con seriedad entre el barullo de varios susurros.

Ehimus, cuidadosa e indiscreta, comentó:

—No puedo parar de verte las tetas. Se ven al punto de…

Los pezones pálidos, invertidos, comenzaron a gotear.

—¡Ups! Maryam, estás escurriendo leche. ¡Lo sabía! ¡Me daba la sensación de que iban a estallar! ¡Woooo! ¡Cúbranse!

Tras el comentario de Ehimus, Maryam respiró profundamente y, expandiendo lo más que pudo sus pulmones colapsados, pego un grito:

—¡¡¡Cállense todos y déjenme pensar, maldita sea!!!

Ya con silencio en la habitación, la vampira valiéndose de sus manos irguió su torso y continuó hablando con el tono de voz educado y cortés. Rey también guardó silencio y casi que se puso de puntas ante la voz de regaño de su madre irritada.

—Maryam, no puedes perder el glamour. Calma, Maryam, cálmate. Piensa. Tengo los pechos llenos, acabo de despertar y es natural que el suministro de leche esté en su máximo punto. Pero esto no es leche, es calostro, y no necesariamente significa que estoy a punto de dar a luz. Por otro lado, el tamaño de mi barriga dice lo contrario. Comparado con lo que recuerdo, es casi dos veces más grande, tal vez porque no sea un solo bebé… Ehimus, ven a mi lado. Tendrás que tomar mi leche para aliviar la presión que estoy sintiendo. Fang, tú también.

—Con el permiso de ustedes, tengo que salir —dijo Heroclades, un poco excitado.

Deteniéndose un momento, Rey vio cómo tras las palabras de su maestro, este se llevó las manos entre las piernas y salió con rapidez de la habitación.  Miján, por otro lado, se dio vuelta y miró al suelo, mientras que Wulfgang y Ehimus chupaban los pechos de Maryam.

“Tiene la barriga tan grande que seguro no se puede ver los pies, ni moverse como antes. Espero no explote mi pobre madre”, pensó Rey que, a pesar de escuchar los balbuceos de la vampira, aún no entendía nada de lo que estaba sucediendo.

—Waak. Amargo… no me gusta —dijo después Ehimus de tragar.

Rey, sin poder quedarse quieto, paseaba por el lugar y trataba de deducir la situación. Su madre hizo una mueca con su rostro. La expresión no pasó desapercibida ante la mirada de la vampira musculosa.

—Herman… y ¿esa cara? —preguntó Katherine.

Maryam, asombrada y sin creérselo ella misma, dijo:

—Ufff… ¡Acabó de romper agua!

Con esta noticia, Wulfgang hizo el sonido que hacía alguien cuando tragaba, medio atorado por no tragar por completo, solo para preguntar:

—¡¿Qué?! —En voz alta, a lo cual Maryam contestó:

—Estoy a punto de dar a luz. Kat, pon a llenar el jacuzzi. Uuuow. Necesitaremos agua caliente… Aah.

La vampira musculosa, con rapidez y eficiencia, procedió a efectuar lo que se le mandó.

Miján pareció reaccionar y, tras dar dos palmadas, hizo que una máquina flotante apareciera sobre él:

—XWZ, escanear y mostrar resultados…

La máquina pidió un segundo. Acto seguido, procedió a efectuar las órdenes del usuario y, al pie de la palabra, se trasladó hasta quedar flotando sobre la vampira. Una luz salió de dentro del artefacto volador. El rayo dio a ver imágenes que al parecer mostraban el interior de Maryam. El lobo y la elfa dejaron de hacer su trabajo para ver cómo en una gran pantalla se veía el interior de la barriga de la vampira. Dentro de un cuadro de ocho esquinas se podían distinguir tres abultamientos flotando en algo que lucía igual a agua roja.

Miján le pidió una mejor resolución junto a un reporte verbal. Precediendo el comando de voz, se vieron los rostros de los tres bebés, así como también sus sexos mientras se escuchaba una detallada descripción:

—Escaneos y análisis terminado. Cuerpo de envejecimiento frisando aproximadamente a los dieciocho años humanos. Género: hembra. Especie: vampiro. Edad: desconocida. Desarrollo de embarazo: último estado de gestación. Presión arterial, respiración, pulso y demás signos vitales: dentro de los parámetros normales. Condición médica o física de urgencia no detectada. Transcurso aproximado del embarazo: siete años y quince días humanos. Tamaño de los bebés: normal. Tamaño de la barriga y la placenta: normal. Alimentación y nutrición de la madre: normal. Advertencia: intensificación de la frecuencia y duración de las contracciones, cuatro a siete contracciones por cada diez minutos.

Dar a luz, romper agua, gestación, parámetro, años, nutrición, género, jacuzzi, contracciones. Muchas palabras nuevas y confusas para el oído del pequeño que nadie veía. El aparato flotante, que se había convertido en el holograma de una elfa de luz de características semejantes al usuario y usaba términos complicados, tampoco le ayudó mucho a entender la situación que fue explicada con detalles a los demás. Por otro lado, la imagen de tres pequeños bultos que flotaban en el aire le dieron una idea de la situación. Aun así, sin querer apresurarse en sus propias conclusiones, Rey aguardó silencio, mirando, escuchando y prestando suma atención al extraño holograma que Miján había hecho aparecer, aunque fuese una idea difícil de creer.

XWZ continuó:

—Tres bebés posicionados cabeza abajo vienen en camino. Feto #1. Género: varón. Genes predominantes: hombre lobo, condición física y signos vitales dentro de los parámetros normales. Dormido. Feto #2. Género: varón. Genes predominantes: vampiro. No hay irregularidades. Dormido. Feto #3. Género: varón. Genes: dos de igual cantidad y nominación; híbrido. No hay irregularidades. Despierto y parece seguir las vibraciones del escaneo.

Tras escuchar la palabra “híbrido”, Rey desvío la mirada nuevamente a la pantalla y se pudo reconocer a sí mismo dentro de la barriga de su madre, no por los rasgos faciales, sino por sus ojos. Dos esferas blancas luminosas que daban la impresión de atravesar lo que miraban, inspiraban miedo tanto a aliados como a enemigos, e incluso a él mismo. Los demás también se podían ver impresionados, pero aún le prestaban particularmente más atención al tiempo que había pasado y al inminente parto.

—¡¿Ha transcurrido tanto tiempo?! ¡No puede ser! No pudimos haber dormido tanto, ¿o sí? —agregó Ehimus casi frenética, para continuar—. ¡Siete años dormidos! Siete años sin comer, sin ir al baño, sin movernos… ¿Cómo es posible que aún siga siendo pequeña y de pechos planos? ¡¿Cómo es posible que Heroclades siga vivo?!

—El anciano mencionó algo sobre la noche —dijo Katherine como quien trataba de hacer memoria—. Tal vez fue a esto a lo que él se refería… Por cierto, ¿dónde está él?

Las respiraciones de la vampira se agitaron, Maryam sostuvo con más fuerza la mano de su hermana ahí presente y le preguntó si la bañera estaba llena. De pronto la carismática voz de un flacucho subido en años se dio a escuchar por la puerta que aún estaba tumbada.

—¡Buenas, buenas por aquí! Siento la tardanza. Déjenme presentarles a Ana “La anciana del bosque” y a Clara “La anciana del lago”. Ellas van a ayudar en el parto de la inquilina.

Katherine, como quien veía a un demonio que había sido llamado, agregó preocupada sobre el tema:

—Ella no necesita ayuda. Con nosotros es más que suficiente… Solo queremos saber qué sucede.

Rey volteó su rostro y vio cómo Wulfgang pegó su cabeza sobre la frente de su amada, después se alejó un poco y subió la mirada hasta verle a los ojos. Ehimus abrió los párpados como platos y giró la cabeza de un lado a otro. Pero la mirada de la vampira decía todo, aun así, ella tuvo que hablar y los presentes escuchar.

—Creo que es mejor seguir el consejo del Gran Mago Sabio. No lo tomen a mal, pero no esperaba que fueran tres y no siento que pueda tener las fuerzas para regenerar la herida en caso de que tengan que abrirme la barriga.

Respiró hondo, tan profundo como pudo para mantener la calma y disimular dolor.

—Por otro lado, sería una buena oportunidad para que ustedes puedan tener una conversación y reciban la explicación que merecen de este lugar —dijo la vampira al control de su comportamiento, para hacer como si el dolor se le intensificará en medida a cuánto tiempo pasaba.

Wulfgang, Ehimus, Miján y Katherine pusieron aún más atención en la vampira. Rey podía ver cómo ellos estaban preocupados y no sabía qué hacer o qué decir, era como si consideraran la situación. El Gran Mago Sabio se dio vuelta y salió de la habitación. Acto seguido, las viejecitas, valiéndose del carisma y la seguridad que emanaba de sus presencias, se las apañaron para sacar a todos de la habitación, incluso al marido. Silvia, discretamente, entró y apenas todos fueron expulsados, arregló y cerró la puerta con una sonrisa en su rostro, como quien promueve la calma y asegura que todo iría bien.

Rey era el único dentro de la habitación. Tragó en seco, se aseguró de que nadie aún pudiera verle. Aun así, por estar ahí, en donde ninguno de los mayores podía, se sentía nervioso. Aún más nervioso que cuando vio a su madre y padre comportándose raro entre ellos. Mirando con curiosidad, se acercó más a la cama y vio cómo las tres mujeres ayudaban a que su madre se pusiera de pie. Torpe y cansada, la vampira de prominente barriga se movió por el lugar y, de a poco, entró en la tina de agua con suavidad gracias a la ayuda de las que estaban ahí presente.

Maryam se veía preocupada por todo lo que se encontraba a su alrededor. De un momento a otro, si no estaba gimiendo o presionando los dientes, ella organizaba lo que tenía a su lado. Pero un brusco cambio de humor se manifestó en su rostro y, de un revés de su mano, tiró todo lo que tenía organizado. Rey pudo observar temor en su madre. La ansiedad en los dedos de ella se acentuaba hasta que ella necesitó morderlos hasta hacerlos sangrar e intentar silenciar sus dudas. En voz baja y con discreción, la vampira observó a las dos ancianas ahí presentes y preguntó:

—Si se diera el caso, ¿podrían ignorar la deformidad de alguno de mis hijos y dejar que yo, mi marido o uno de los chicos se encargue del resto?

—Nuestro trabajo es garantizar tu seguridad y la de los bebés —dijo Clara—.

—De ahí en adelante, será responsabilidad de ustedes —Ana terminó la frase.

Calmada y casi con una sonrisa en su rostro, Maryam regresó al presente y gritó como si pareciera no poder seguir aguantando el dolor. Rey, seguía sin entender qué preocupaba a su madre. “¿Por qué permite que los demás sean expulsados?”, se preguntó. Acercándose y como quien quería hacer el dolor ajeno suyo, vio algo que no debía cuando su Maryam se aguantó la barriga, recostó el cuerpo y levantó sus piernas bien abiertas.

“Supongo que eso es una barriga abierta y esa es la salida”, pensó el pequeño con los ojos clavados entre las piernas de su madre. La abertura era considerable, tenía sangre y fluidos en los alrededores, al mismo tiempo que se agrandaba. La piel de la zona se estiraba y parecía querer ceder hacia adelante, dado que lo que venía era más grande que el agujero. “Parece pelo, si… la cabeza de alguien parece estar saliendo por entre sus piernas. Pero le cuesta trabajo, tal vez también pueda ver cómo se sigue abriendo su barriga… Pero si lo que busco es información, creo que será más productivo ir con los otros adultos”, se dijo a sí mismo el pequeño para darle la espalda a la situación tan bizarra en la cual estaba y atravesar la puerta casi tan rápido como pudo.

Tras atravesar la madera, Rey se topó con su padre, quien estaba de pie en frente de la entrada. Wulfgang tenía la mirada de alguien que no sabía cómo confiar. Él pudo entender que su padre se sentía responsable, que tal vez estaba nervioso, preocupado y un poco desanimado. “Los adultos no lo pueden saber todo”, se dijo a sí mismo. El pequeño no solo miró en dirección al licántropo, sino que también miró a los demás. Ellos se veían igual de ansiosos. Ninguno había tenido tiempo para reflexionar sobre la situación o pensar con claridad.

Rey escuchó gritos de dolor detrás de él, cómo Heroclades exigía explicaciones al Gran Mago Sabio, la manera en la que Katherine caminaba de un lado a otro, el movimiento de Ehimus sobre el mueble más grande de la sala y las profundas respiraciones de su padre.

Ya que todo en la primera planta era más movido y ahí era en donde se encontraba el Gran Mago sabio, Rey decidió seguir caminando y asomarse a la baranda para mirar al centro del recibidor. Ahí, bajo las escaleras, en donde también estaba el resto de la manada, las caras no eran diferentes a la de Wulfgang. Ellos tampoco entendían lo sucedido, se miraban como si necesitaran una explicación antes de explotar o tal vez atacar a alguien.

El Gran Mago Sabio, como quien sugería algo, hizo aparecer una silla en la cual se sentó calmadamente. Quedando en una posición neutral, con las manos sobre sus muslos, la espalda recta y la cabeza erguida, el anciano guardó silencio y tan solo mostró una discreta sonrisa a todos los presentes.

Rey entendió el lenguaje corporal, el anciano con sus gestos calmados y neutrales daba a entender que la conversación tomaría su tiempo, y que él no tenía intenciones de pelear o alzar su voz para que se le escuchara.    Después de bajar el primer escalón, Rey también tomó asiento y, tras poner los codos sobre las rodillas, se inclinó y dejó que su quijada descansará sobre sus manos. Rey levantó la mirada, y ante sus ojos blancos, casi al borde del aburrimiento, vio cómo los demás tomaban asiento casi a regañadientes.

Ya cuando todos estaban cómodos y no se escuchaba casi ningún sonido, el Gran Mago Sabio comenzó a hablar con voz baja y afable:

—No me malinterpreten, así como Silvia, yo no interferiré con sus vidas y decisiones. Aunque decidan matar a la posible reencarnación del anterior reformador del infierno. Pero sí quiero explicarle sobre las corrientes del tiempo, se encargan de hacer la estancia de todos más placentera —Se reflejaron dudas en los rostros de quienes escuchaban.

Rey, un tanto extrañado, pensó: “Sería yo de quién están hablando. Honestamente, no me siento como 'una reencarnación', así que no debe de ser el caso”.

El Gran Mago Sabio continuó:

—Un ejemplo es que a pesar de ser distintas especies y necesitan diferentes cantidades de tiempo para satisfacer el cansancio de sus cuerpos, ninguno de ustedes despertó sintiéndose cansado o con sueño. ¿No es así?... Esto es debido a que, para algunos, se detuvo el tiempo en sus habitaciones y para otros no.

Abriendo los ojos, el anciano pareció darse cuenta de que la incertidumbre reinaba en los rostros de los escuchantes.

—El tiempo en este lugar ha perdido toda lógica como lo conocen. No es lineal, mucho menos constante. Que las luces se hagan o se desvanezcan no necesariamente significa que la arena del reloj caiga, pero tampoco que esté detenido. También dicho poder, del que estamos hablando, rechaza y nulifica cualquier evento o fenómeno que sea indeseable para el lugar, como lo es el envejecimiento. Por ende, no se vuelven más viejos. Aunque sus cuerpos si desarrollan hambre y otras necesidades fisiológicas mientras estén despiertos…

Suspiros y gemidos por parte de Maryam se hicieron escuchar detrás de la puerta que daba entrada en la habitación matrimonial, la misma en la que el licántropo hacía guardia.

Miján, ignorando lo que escuchaba y aprovechando la pausa que el Gran Mago Sabio había hecho, preguntó.

—Entonces, ¿por qué todos despertamos a la vez?

El Gran Mago Sabio levantó uno de sus dedos al aire, abrió la boca, pero antes de que él dijese algo, el enérgico llanto de un niño se dio a escuchar. Una vez los llantos se atenuaron, el anciano se dispuso a contestar la interrogante del elfo de luz:

—Las corrientes del tiempo. Cuando las luces se apagan y viene la oscuridad, al individuo que le haga falta más tiempo para reponer sus fuerzas, cuerpo y mente se coloca de último, a los que les hace falta menos descanso serán posicionados de primero. Si eres el primero y ya dormiste lo que necesitabas, se detendrá tu tiempo hasta que el último individuo también quede satisfecho. Cuando todos ya están listos, se dispara el curso del tiempo y la luz se hará permitiéndoles tener un despertar sincronizado.

Rey volteó el rostro, teniendo la sensación que detrás de la puerta los suspiros y gemidos se convirtieron en algo más, tan familiares que llegó a preguntarse: “¿Se sentirá igual de doloroso que cuando está a solas con mi padre?”.

Sí, Maryam ya no suspiraba y gemía como antes, sino que ahora sollozaba y gritaba como cuando estuvo teniendo sexo con Wulfgang dentro del jacuzzi. Era cierto que los sollozos y gritos de la vampira eran más intensos, pero ¿cuál era la diferencia para el pequeño o para los mayores?  Finalmente, un segundo llanto se escuchó. Para Rey, los quejidos sonaban diferentes al primero. Un tanto menos enérgico y más largo a la vez. Indiscutiblemente, pertenecía a un segundo bebé que recién había llegado a la casa. Rey sabía que eran tres bebés los que estaban por venir y con el segundo llanto, al regresar su cabeza, pudo ver cómo todos en la sala mostraron una sonrisa. Que la mayor parte del trabajo de parto de la vampira estuviera terminando era objetivo de alegría. Pero, con la intensificación del silencio, la tensión subió entre los miembros de la manada.

Rey podía jurar que ninguno de los presentes parecía tener la intención de hacer alguna otra pregunta. Ellos respiraban más rápido, tenían caras que gradualmente se sonrojaban, se removían en sus asientos de forma graciosa. No actuaban como con normalidad hacían, exceptuando al Gran Mago Sabio. Era como si, en vez de esperar a que el tercer bebé rompiera en llanto, ellos se estuvieran imaginando algo más y lo trataran de disimular.

Sí, Rey cerraba sus ojos, se podía imaginar algo. Un cuarto en el cual la vampira se retorcía, gritaba y gemía de dentro de sus entrañas. Gritos guturales que, mezclados con los gemidos y suspiros, expresaban dolor porque le estaban abriendo su barriga y una abertura de barriga debía de ser dolorosa. Sin embargo, los mayores ahí presentes no parecían estar imaginando lo mismo. Ellos imaginaban una escena erótica detrás de la puerta, tal vez porque, para ellos, dar vida era lo mismo que hacerla. Rey pudo relacionar los rostros del momento, como los rostros que ellos ponían cuando estaban desnudos a solas, y finalmente llegó a una conclusión: “Tal vez por esa razón tratan de disimular lo que están pensando'', pensó el pequeño, “porque mostrar que sientes placer con el sufrimiento ajeno no es considerado”.

El tiempo pasó y siguió pasando. Nadie hablaba. Intentaba no moverse, hasta que de detrás de la puerta ningún otro gemido por parte de la vampira se llegó a escuchar. En ese momento, varias opiniones fueron lanzadas en la sala de la casa y, entre todas, estuvo una que le llamó la atención al pequeño que nadie podía ver. Ehimus dijo con un tono de voz bastante bajo:

—Tal vez el tercer bebé… salió muerto. Dinos Mago Sabio: ¿la muerte existe en el Paraíso?

Rey levantó su cabeza. La elfa verde no podía tener razón si el tercer bebé era él, y él estaba ahí, vivo, viendo lo que sucedía. Por todo lado, los mayores pensaron en la posibilidad. Se llevaron las manos al rostro ante tan desagradable comentario, en especial Katherine, para esconder su sonrisa, y aunque se veían que querían dar sus opiniones, nadie volvió a hablar. Actuaban como si solo les quedaba esperar una respuesta por parte del anciano. El Gran Mago Sabio respondió:

—Sí, ella viste de negro a donde quiera que va la vida…

Ehimus, con el cansancio característico de alguien que buscaba otra respuesta, tenía que formular su pregunta de una mejor manera:

—Pregunté si morir es posible…

Rey, resistiéndose a creer las palabras que había escuchado, ignoró los demás comentarios y se dijo a sí mismo; “¿Por qué no chequear lo que pasaba del otro lado de la puerta si nadie me ve?”. Con una solución en mente, el pequeño sin apellido se levantó y dando pasos cortos regresó al frente de la habitación que había dejado. Su padre aún estaba de pie con los ojos cerrados, como quien podía visualizar el otro lado de la puerta con tan solo concentrarse. Wulfgang estaba preocupado.

Quedando inclinado hacia adelante, Rey se limitó a atravesar con su cabeza la puerta. “Oh… es cierto. Ahora puedo recordar lo que sentí y vi en el momento en que llegué a este mundo, justo antes de que Silvia me cargara en sus brazos”. Rey la volvió a ver una vez más, esa a quien el Gran Mago Sabio había descrito. Fue solo un instante y nadie pareció notarla, pero la muerte estuvo ahí para verla venir. “Ella en verdad viste de negro… pequeña, de ojos violetas…”,

A pesar de dejar su cuerpo del otro lado, con sus ojos curiosos y bien abiertos, Rey pudo ver cómo Silvia procedió a cargar de un lado a otro un bulto enrollado en sábanas que se apretaba contra su regazo. También que su madre no tenía la barriga abierta como se lo había imaginado, sino que reía un poco agitada mientras sostenía a dos bebés de carne rosada a la altura de sus pechos. Algo más llamó su atención. Silvia, tratando de no estorbar a las ancianas que limpiaban el lugar, dijo:

—Ningún signo de malformidad o retraso mental en su cuerpecito o cabeza. Exceptuando por sus ojos blancos, no parece defectuoso. Tiene la mirada activa. También reacciona al sonido y chupa mi dedo. No se ve con mal color y respira bien. Los auxilios curativos no tienen efecto. Es tan saludable como sus hermanos…

—Sí, pero no está llorando. ¿Será muda la criatura?

Rey pudo escuchar el comentario de Clara un tanto preocupada. Y el que Ana dijo ya cuando terminaba de vaciar la bañera:

—Nunca he tenido a ningún recién nacido que no llore después de venir al mundo, a no ser que esté bien delicado de salud. Sigue revisándolo con cuidado, es mejor precaver. Por otro lado…

La anciana observó en dirección a la vampira que estaba ya sobre la cama semi recostada.

—Como no tuvimos que hacer ningún corte, ni se produjo un desgarro y la placenta ya salió, deberás de seguir amamantando a las criaturas hasta que se detenga el sangrado. Mamá, te recomiendo descansar tanto como puedas.

Después de escuchar el comentario de tantas personas, Rey ya se preguntaba si era normal que no hubiera llorado como lo hicieron sus hermanos cuando nacieron. También se dio cuenta de que, apenas su madre terminó de cargar a sus hermanos, ella dirigió su mirada a Silvia como si estuviera pidiendo permiso de ver al bebé.

La sirvienta, con una sonrisa en el rostro, le dio el bulto que cargaba a Maryam y así esta le puso la boca sobre uno de sus pechos para que chupara como lo habían hecho los primeros en salir. Rey hizo la misma expresión que la elfa había hecho al ver a su yo del pasado chupando la teta de su madre.

Una vez los otros dos bebés fueron despegados del calor del cuerpo de la vampira, comenzaron a llorar de nuevo. El llanto era la manera en la cual pedían regresar a tan cómodo lugar en el cual estaban, pero fueron llevados a una pequeña cama que había aparecido de la nada, justo en la esquina opuesta de la habitación. Con esto, el pequeño que nadie podía ver sacó su cabeza del cuarto y regresó a donde estaba su padre.

Apenas Rey retrocedió y regresó a su posición erguida, dio un vistazo a Wulfgang, quien ahora tenía los ojos abiertos. Silvia abrió la puerta haciendo que llegara el momento más esperado por todos los que aún estaban afuera, entre los balbuceos que se apagaban y los llantos de dos bebés:

—¡Felicitaciones al nuevo padre! —dijo la sirvienta en dirección a Wulfgang, como si le estuviera invitando a entrar con la palma de su mano extendida.

El licántropo casi no reaccionó ante la noticia y se limitó a fruncir el ceño. Por el contrario, quienes estaban abajo de las escaleras festejaron exaltados, tanto fue así que Rey los pudo escuchar dando un salto tan fuerte que tumbaron sus sillas al suelo.

—Puede entrar, Señor Wulfgang —sugirió esta vez, con palabras y un gesto de su mano abierta, la sirvienta a quien más preocupado se veía.

—Nuestros modestos esfuerzos son requeridos en otra parte —dijo Clara—. El trabajo está terminado.

—Tiempo de irnos —dijo Ana.

—¿Te debemos algo? —preguntó el licántropo.

Una de las viejecitas levantó la mano e hizo un gesto con el fin de que el hombre ahí presente no se preocupara. A la salida de las dos ancianas, Ehimus, Miján y Katherine parecieron no haber escuchado bien y, casi que, corriendo por las escaleras, apuntaban con sus miradas a la puerta con la intención de entrar detrás del recién proclamado padre para ver a los bebés. Rey se apartó con rapidez. Si él pudiera ser tocado, en ese momento hubiese sido atropellado por los tres enérgicos corredores, pero Silvia los detuvo al levantar su mano al aire en señal de “pare”.

Haciendo una pausa y limpiando su garganta, la sirvienta llamó la atención y se corrigió a sí misma.

—La dama Maryam solo permitió entrada al padre de las criaturas. Por favor, ¿tendrían la amabilidad de esperar un poquito más?

El pequeño que nadie podía ver se dio cuenta de que, a pesar de que la puerta estaba abierta y toda la conmoción que los demás hacían por ver a los bebés, Wulfgang se encontraba renuente a seguir avanzando. El lobo tenía sus ojos bien abiertos y el ceño aún más fruncido, confundiéndosele la felicidad con la tristeza. Rey lo notó nervioso, indeciso de entrar. Ante sus ojos le veía como alguien que quería salir corriendo, lo cual le hizo sentir sentimientos por su padre. Desde su punto de vista, alguien tan fuerte, que le daba el frente a todo, parecía no saber cómo ser padre.

A pesar de no poder interferir en ese mundo, Rey sintió el deseo de extender su mano y apoyar a esa persona que necesitaba ser apoyada. El pequeño levantó su mano con lentitud, pero Wulfgang, justo a la altura del rostro de su hijo que no podía ver, hizo aparecer su garra derecha. Una garra compuesta por cinco uñas tan largas y afiladas como dagas. Rey detuvo sus movimientos. Estaba frisado y hasta sorprendido. Él interpretaba que su padre había transformado su mano a una forma en la cual cuyo propósito en específico era infligir daño.

Wulfgang se dijo a sí mismo en voz baja, pero no tanto que no pudiera ser escuchado por el pequeño:

—Maryam está débil. Ella está débil y tú tienes que hacerte responsable. Como líder y como padre debes cargar con el resultado de tus decisiones, tomar responsabilidad por tus creencias. Es mejor morir sin saber nada que vivir una vida de miserias y necesidades por miedo a morir sabiendo que no hiciste nada. Todo el trabajo que me ha tomado mantenerme respirando, los sacrificios, las acciones y el esfuerzo que requirió casi alcanzar lo que nunca he podido. Todo lo que he dejado atrás son motivos suficientes para no ser como ese hombre que no me preguntó si quería venir a la vida y me tiró al abandono. Si tomo responsabilidad y sigo adelante sin mirar atrás… todo será mejor.

Rey pudo escuchar las palabras de su padre, pero no pudo entender lo que significaban. Tampoco a lo que se referían. Wulfgang entró en el cuarto como un depredador. Con sus ojos encontró a la vampira, luego volteó a ver a los bebés y, de entre las crías, irguió su mano en frente de una. Para el lobo no importaba si estaba en lo correcto o equivocado, pues ya había tomado una decisión.

Rey dejó caer su brazo y arqueo la boca hacia abajo. En su interior urgía la necesidad de hacer algo, gritar, correr, tal vez destrozar la puerta. Desde afuera de la habitación, él miraba cómo su padre se preparaba para bajar su garra y traer muerte sobre el recién nacido que no lloraba. Al mismo tiempo, con rabia se acordó de algo muy fundamental. “La razón por la cual siempre vi a ese hombre como un extraño y no como a un padre”, se dijo. Desde otro ángulo, Rey estaba viendo el momento del pasado en el cual Wulfgang se convirtió en alguien a quien no reconocía como padre por levantarle la mano con intenciones de matarle. La idea de una entidad masculina protectora de la familia, se había roto en pedazos desde ese momento para el bebé que entendía que alguien quería hacerle daño.

La rabia, la decepción y el enojo pasaron por el pequeño rostro. Pero algo sí era seguro: Rey ya no estaba tan contento por el regalo del conocimiento, ni miraba con tanta curiosidad o buscaba aprenderlo todo. En ese momento, se dio cuenta de que poder ver en el pasado tenía el propósito de enseñarle la verdadera naturaleza de los mayores, eso que le permitiría distinguir entre aliados y enemigos. Pero ese tipo de saber tenía mucho peso, y más que facilitar el camino le entorpecería al caminar.

Antes de que el lobo bajara la mano, Maryam se levantó de la cama, dejando una línea de sangre en el suelo bajo sus pies y dijo:

—¡¿Amado mío?!…

Junto con las palabras de la vampira, su fina y delicada mano también se estiraron como quien quería alcanzar a su amado de todas las formas posibles.

—Tranquilo, mi amor, tranquilo. Escucha mi voz, soy yo…

Con caricias, ella calmó el violento comportamiento de su marido. Los dos quedaron en frente del bebé que no lloraba. Wulfgang respiró. Regresó su mano transformada a la normalidad y agarrando la mano tan familiar que le acariciaba, volteó la miraba para guardar silencio y luego decir con un tono titubeante.

—Independientemente de quién fue mi padre, de como fui tratado en el pasado y de todos mis fracasos, siento que el “yo” del presente debería asumir la responsabilidad y causar un daño para evitar un mal mayor.

Maryam, apretando su abrazo, dijo:

—Terminar con la vida que diste “como acto de bondad” no te convertirá en un mejor padre. Así como cuando terminaste con la vida de quien te dio “por venganza” no te convirtió en un mejor hijo.

—Mientras más pase el tiempo, más difícil será Maryam —dijo Wulfgang—. Vivir ata eventualmente al morir, aunque se sea inmortal y la muerte en sí sea un suceso triste que va a suceder. Si no le mato, simplemente estaré retrasando algo inevitable.

—Matar no es la solución. Menos si estás juzgando a una criatura como si su único crimen fuera haber nacido.

—Como padre, sabiendo lo que sé, no existe mayor gesto de bondad que evitar que él viva toda una vida de sufrimientos.

—Fang, sabes que en tan poco tiempo yo te conozco como nadie más —dijo Maryam—. Escucha mis palabras. Si asesinas o presencias la muerte de otro familiar, dicho evento terminará convirtiéndose en una dolorosa carga a soportar por el resto de tu vida. Eso será el inicio del proceso en el que te volverás loco y morirás, o encontrarás tu muerte antes de terminar demente.

—¡Mírale los ojos, Maryam! Él nunca podrá vivir con normalidad. Si se nos sale de las manos, puede resultar perjudicial para todos. En el peor de los casos, terminará matando a sus hermanos, a ti, a los chicos y a mí… Kat sabe mejor que nadie.

Rey negó con su cabeza. Quería hablar, defenderse de aquellas acusaciones, pero nadie le iba a escuchar.  Respiro hondo y dio un paso atrás al mismo tiempo que se miraba las manos. Haciendo sonar sus dientes de tanto apretarlos, él sabía que nunca sería capaz de matar a alguien de la manada, no como se le acusaba. Levantando su mirada, abrió la boca para después volver a cerrarla y morderse la lengua hasta hacerse sangrar. “Morir sin haber vivido sería una verdadera pena”, se dijo a sí mismo.

Maryam valiéndose de un tono serio, pareció decir lo que pensaba:

—De mi hermana me encargo yo. —Cambiando su tono de voz a uno más suave, la vampira continuó—. Ni el dolor de tu pasado, ni las palabras de los demás deberían tomar esta decisión. Dejémosle que crezca, y cuando cometa una falta que deba ser castigada con la muerte… —Ella suspiró y agachó la cabeza—. Podrás sentenciarle sin sentirte tan culpable, amado mío. También, ¿quién quita que alguien más no sea el que termine con su vida?

Rey miró de reojo, aun con la cabeza volteada, quería verle el rostro a su madre, pero no a su padre. Las palabras que ella usaba para convencer al lobo de que no hiciera lo que estaba pensando hacer le corrieron por su espalda como un soplo de aire frío. “¿Tal vez no dice lo que piensa?”, se dijo a sí mismo Rey cuyas piernas casi temblaban.

Maryam, desnuda y aún sangrando, apoyó su frente contra la espalda del licántropo. Ella aguardaba en silencio, sabía que la habitación estaba vacía. Silvia aún estaba afuera impidiendo la entrada de los demás, las dos ancianas se habían marchado. Era ella, su marido y los niños. Nadie más. Tal vez por eso de a poco amplió el tamaño de las comisuras de su boca y dejó ver sus colmillos. Ahí, en donde ella no podía ser vista, estaba dando una sonrisa amplia y caprichosa, una que, según Rey, dan las personas que no son buenas cuando obtienen lo que quieren.

Casi petrificado por la revelación, el pequeño se dio cuenta del amor incondicional que su madre tenía por su padre. Que ella no lo estaba defendiendo porque él fuese su hijo, sino porque era una herramienta más para atar y darle propósito en la relación al licántropo que tanto apreciaba la libertad y añoraba regresar al mundo que había dejado.

Wulfgang se volteó para abrazar a la vampira, que inmediatamente borró de su rostro la sonrisa que llevaba y mostró una cara afligida. En el abrazo, el gigantesco cuerpo dejó escapar todo el aire que pudo de dentro de sus pulmones.

Rey notó que el inmenso sujeto miraba al techo. Pero mirada con otros ojos, ojos de rojo intenso que parecían mirar a sus miedos una vez más, esos que en un futuro tal vez se convertirían en realidad.

—¡Oh, sí! —Wulfgang dijo con voz baja—. Esta mente mía carga con muchos conflictos, pero no creo que sea tan débil. Al menos no como para terminar volviéndome loco. Pero…

Encendiendo sus ojos, con la mirada atormentada de quien veía de arriba a abajo, lleno de intenciones desafiantes. Una pausa en sus palabras, un cambio en su expresión…

—No quiero cometer los mismos errores que mi padre en vida cometió.

La tristeza terminó mostrándose en el rostro del lobo, aunque nada se resolviera con su presencia.

—Considero que mi padre no tuvo el valor de matarme y por esa razón me encerró. Yo no estoy siendo diferente si le dejo vivir. Tal vez no será debajo de un sótano, entre rejas, pero sí quedara encerrado bajo mi control hasta que pueda escaparse —dijo con voz quebrada, una voz de alguien que lloraba, el marido que enterraba su cara en el regazo de su amada solo para que esta no le viesen llorar.

Rey dio unos cuantos pasos en la habitación. Apenas apoyó su espalda en la pared, se dejó caer sentado en el suelo con una mano sobre su boca abierta. La idea de que en verdad estaba solo le destrozaba por dentro. Él quería gritar, llorar, rugir porque entendía que la respuesta era escapar, el amor no era opción. No tenía ni papá ni mamá. “¿Quién trataría con amor a su hijo si en su interior sabe que no debe encariñarse porque tal vez tendría que matarle?”, se preguntó Rey. “Nadie”, se respondió. Pero él se negaba a dejar de creer en una posibilidad: que por mínima que fuera la oportunidad, si los amaba y daba todo de sí, tal vez recibiría amor como lo hacían los “guardianes del Paraíso” en la orilla del lago brillante. “Tal vez pueda hacerlos cambiar. Al menos a mi madre, quien necesita de mí. Pero, si ella quiere matarme, ¿cómo podría yo amarla? ¿Por qué ella me amaría si soy diferente a mis hermanos?”, preguntas que Rey tuvo la necesidad de responder. “Porque la puedo hacer feliz. Si la hice sentir feliz al no ser asesinado por mi padre, tengo una oportunidad”.

Pero Maryam siguió hablando:

—Amor, escucha mi voz… no debes ahogarte. Mucho menos en problemas que aún no son claros. Estamos los dos en esta situación, juntos. Déjame ser el pilar que te apoye en todo momento para que no te derrumbes.

Rey se llevó las manos a los oídos, cerró los ojos y dejó que la oscuridad del rincón en el que estaba le engullera.

—Eso quiere decir que, si el momento llega y tú no puedes, yo tomaré responsabilidad y habré de matarle —dijo la vampira mientras consentía con sus manos de arriba a abajo los cabellos de su amado.

Rey, negó tantas veces como pudo. Aun así, no fue suficiente. “Hablaron de los humanos, del mundo peligroso que reside ahí fuera, no es así”. Rompiendo las fracciones de su rostro, continuó sus pensamientos: “Pero miren este mundo. Porque el potencial mío sea tan grande y en mi encarnación pasada lo hiciera todo caótico, se asustan por lo que pueda llegar a suceder. A pesar de ser tan poderosos, se sienten indefensos y temen, claro, si tienen intereses que preservar. La oscuridad podría tragarlos violentamente, el suelo puede abrirse en dos, el viento volverse tormenta, pero de todas las cosas que podrían suceder… deciden temerme a mí. No es justo”.

Maryam le dijo al lobo con un tono alegre:

—Dejando de lado el futuro, mejor enfoquémonos en el presente. Antes de que el resto de la manada entre, ¿¡por qué no le ponemos los nombres que tengo decididos!? —Como si la discusión previa no hubiera sucedido nunca.

“Impresionante la capacidad de poder cambiar su actitud”, pensó el pequeño que nadie podía ver. “Si yo pudiera hacer lo mismo… Si me fuera tan fácil como a ella…”.

Wulfgang agregó:

—¿Nombres? —No se veía que hubiera cambiado su actitud, pero al menos parecía tener algo con lo cual ocupar la mente.

“Mantenerse ocupado”. Rey chasqueó la lengua, aún encogido de manos y pies. “Tal vez esa sea la respuesta para dejar las emociones de lado”, se dijo el pequeño.

Maryam, casi dando brincos como lo hacía Ehimus cuando estaba feliz, se acercó y con su mano señaló:

—El vampiro se llamará Jhades y le dejaré cargar con el apellido de mi linaje. El licántropo se llamará David…

Rey notó cómo la segunda criatura que estaba siendo señalada, apenas escuchó el nombre que le iban a poner, reflejó tristeza en su rostro y rompió en llantos. Maryam se corrigió tras aquella reacción, al parecer inconforme por parte del bebé de ojos rojos.

—Parece que no le agrada…

“Bueno, llorar sí que trae sus conveniencias. Al menos ya sé quién es el hijo favorito de mamá”, se dijo Rey con tono depresivo.

Wulfgang se decidió a hablar:

—Mejor que se llame Dante y le dejaré cargar con el apellido de mí linaje —Y así, el niño dejó de llorar.

Para los dos padres, quedaba una última criatura sin nombrar, la del medio. Esa que no reaccionaba y tan solo respiraba mientras miraba a todos con ojos activos.

Rey, cabizbajo, le dio espacio a un suspiro, sabía que su nombre no tenía apellido y estaba viendo de primera mano lo que a sus hermanos sí se les había dado, pero a él no. Podía perfectamente sentir envidia, dudar y quejarse por ser menospreciado. Pero también sabía que lo que le hacía diferente, en cierta forma, le volvía único.

Wulfgang continuó:

—Maryam… Katherine no estará para nada contenta con que le dejemos vivir, menos con que le nombremos.

—Tengo la certeza de que, si le cuidamos, bien podría ser diferente.

—Aun así, él sigue siendo un “no-deseado”.

Maryam agregó dejando la felicidad que tenía de lado, casi al romper en llanto:

—Aunque sea diferente, somos los únicos que sabemos de esto porque fuimos los responsables. Lo sé, lo siento, lo lamento… pero quiero nombrarle.

“Lágrimas falsas de un rostro que no hacía mucho que se estaba riendo”, pensó Rey sin siquiera tener que levantar su cabeza para confirmar.

—Maryam, amada mía… —dijo Wulfgang—, para mí es triste, pero también real —Como quien cede a las súplicas—. No podemos darle nuestros apellidos, pero no me opongo a darle un nombre.

El licántropo se irguió en frente del bebé de ojos blancos.

—Pequeño, los nombres marcan el camino a la grandeza y el tuyo será Rey. “No-deseado” debe de ser tu apellido, seas bueno o seas malo… pero no puedo atreverme a ponerte semejantes palabras porque siempre que la sociedad conozca tus raíces, serás rechazado. Rey De-Heaven es el nombre por el que todos te reconocerán. Espero que algún día lo entiendas. Como padre, no puedo hacer más por ti.

El hombre lobo hablaba como alguien que se encontraba destrozado en su interior, alguien que con cada palabra que de su boca dejaba escapar le acompañaba una lágrima que caía al suelo. El sonido de las lágrimas del licántropo hizo que Rey sacará su cabeza de entre las piernas. La escena no le gustaba, todo le sonaba ficticio y sin sentido. El licántropo arrodillado en el suelo reflejaba tristeza en su rostro, como si se fuera a morir. Por otro lado, la vampira miraba al techo y reía a carcajadas, también como si se fuera a morir.

—Fang, aunque siempre ría a tus espaldas y lleve en mi rostro esta sonrisa falsa. Lejos de estar bien, estoy destrozada por dentro… Adueñarme de tu corazón me llevó al punto de incluso tener que maldecir a uno de mis descendientes por el resto de su vida y si tienes que matarle, ¿te lo perdonaría?, ¿o me perdonaría a mí misma?... Desconozco la respuesta. Pero, por otro lado, estoy feliz. Viendo la vida desde otra perspectiva, te habría ido igual, sufrirías lo mismo en las manos de aquella anterior a mí… de tu primer amor. Solo entiende que los años no cambian al corazón, tampoco la necesidad de querer tener control —dijo mientras observaba cómo su marido se desplomaba de a poco y ella estaba a su lado para ayudarle.

Rey seguía sin levantar la cabeza, las palabras y acciones se mostraban como patéticas excusas a los oídos del pequeño que nadie podía ver. Tras retomar el aire y sin poder tolerar aquella obra de teatro, se levantó, dio su espalda y se acercó más a la salida de la habitación. Nada de lo que esos dos hicieran le harían cambiar la percepción de que ellos estaban dispuestos a matarle y la pregunta con la cual el pequeño mantendría su cabeza ocupada por el momento era: “¿quién más se propondría a matarme?”.

En la sala estaban preocupados y, como era usual, siempre hacían un ruido confuso de gritos y voces para pedir explicaciones a la sirvienta que solo sonreía mientras bloqueaba las escaleras.

Rey pudo escuchar tres palabras pronunciadas por el Gran Mago Sabio.

—Silvia, déjales entrar.

Y vio a la sirvienta apartándose cual si el comentario fuese una orden indiscutible. Para él fue un tanto extraño, pues era la primera vez que el anciano le hablaba a Silvia directamente. Rey también vio cómo los presentes ignoraron el comportamiento tan estricto de la sirvienta ante las palabras del flacucho y, ansiosos, subieron por las escaleras e invadieron el cuarto matrimonial para encontrarse con tres pequeños vivos y enérgicos. Ahí también estaba la vampira que regresaba a la cama y amamantaba a dos de ellos, mientras que el padre se preocupaba por sostener correctamente al que con sus brazos cargaba, como alguien que no quería romper algo delicado entre sus brazos toscos.

Quienes recién llegaban al cuarto inspeccionaban con sus miradas y después miraban al licántropo o a la vampira al rostro para, acto seguido, volver a mirar a los bebés, como si quisieran distinguir quién se parecía más al padre o cuál se parecía más a la madre. Katherine y Miján desaprobaron con el rostro. La felicidad del resto duró hasta que Ehimus lanzo una pregunta al aire:

—¿Cómo se llaman?

Katherine, quien tenía sus ojos clavados en el pequeño que Wulfgang cargaba, volteó su rostro en dirección a la elfa como si ella estuviera cometiendo un crimen por hablar. El pequeño que nadie podía ver entendía que los nombres eran un tema delicado y no se debía tocar con tanta trivialidad. No hacía mucho, sus padres estaban casi al borde del arrepentimiento por semejante interrogante. En la abarrotada habitación, pudieron escuchar las delicadas palabras que Maryam utilizó para responder a la pregunta de la elfa. Orgullosa, la madre señaló a cada uno de sus hijos ahí presentes.

—Él es Rey, Dante Lobato y Jhades Priovam.

Katherine preguntó cuando escuchó que la criatura que Wulfgang cargaba tenía nombre:

—¿Herma?...

—No sé si escuche bien, pero a uno le falta apellido —interrumpió Ehimus quien, como niña, no titubeaba en preguntar cada vez que sentía curiosidad, incluso si tenía la mirada encendida de la vampira musculosa encima de sus hombros.

Ante el comentario, la mayoría de los presentes agacharon la cabeza. Desviaron sus miradas como si no supieran cómo comenzar una explicación apropiada. El ambiente estaba tenso. Rey bordeó la habitación, como un cazador atento. Dejando de lado sus sentimientos, sabía que ese era el momento en el que podía distinguir entre enemigos y los que no. Él quería ver detalladamente las expresiones en los rostros de los mayores.

Miján fue el primero en romper el silencio y empezó:

—Hay algo que deberías saber…

Rey le vio en el rostro la intención de explicar tan bien como sus capacidades se lo permitían. Dos palmadas de sus manos hicieron a la máquina flotante aparecer y mostrar imágenes cambiantes.

—El oscuro pasado de muchas especies. Cuando a un hijo no se le da apellido es un hijo ilegítimo, un bastardo, como cuando nacen producto del incesto entre familiares u otras relaciones fuera del linaje matrimonial…

Ehimus, sin poder aguantar el quedarse callada, interrumpió la explicación con un grito chillón al mismo tiempo que agitaba sus brazos de un lado a otro:

—¡Pero ellos ni son hermanos ni comparten el mismo linaje y si están casados!

Katherine, poniendo su mano sobre el hombro del elfo de luz para que se calmara, continuó por este:

—Sucede lo mismo en caso de la reproducción entre distintos linajes. Un híbrido no es reconocido como hijo legítimo porque tiene más probabilidades de llegar a convertirse en un De-Bastadores y una mancha para la historia. Debe ser eliminado sin remordimiento en el momento de nacer y no nombrado, mucho menos apellidado. Los De-Bastadores, de una forma u otra, siempre terminan trayendo muerte a los cuidadores y quienes le rodeaban.

Ehimus, confundida, volvió a preguntar:

—¿De-Bastadores?, ¿o Devastador?

Heroclades, con tono neutral, dijo:

—De-Bastadores, aberraciones carentes de razón. Criaturas deformes mentalmente o físicamente. Retardadas monstruosidades que no discriminan el uso de sus poderes destructivos. Muchos han nacido y viven protegidos bajo el manto del linaje que no los acepta como miembros legítimos, ya que sirven como armas viciosas que clavan sus dientes a quienes no reconocen como dueños. Por siglos estas criaturas son abusadas, luego desechadas o simplemente ofrecidas como mercancía de un lado a otro.

Miján continuó:

—Como decía… Si no comparten la misma sangre o linaje y tienen hijos, los ancianos repudian que se le ponga el apellido familiar, a no ser que se compartan las características del linaje, que son el color de los ojos, las características del cuerpo o el pelo. En caso de que se les deje vivir, se le recomienda a los padres y guardianes prestar especial atención al proceso de desarrollo.

Ehimus volvió a preguntar:

—¿Proceso de desarrollo?

—Sí —respondió Miján—, mientras crecen tienen ataques violentos, cantidad anormal de poder o fuerza, disociación de la realidad, percepción distinta de sonidos, dificultad de aprendizaje y sentido de superioridad. Son indicadores principales que determinarán si la cría puede convertirse en un De-Bastadores.

Rey vio a Ehimus colocarse las manos en la cabeza. Ella tenía cara de estar mirando al otro lado de la habitación como quien escuchaba sin escuchar:

—No puedo entender nada de lo que me dices —dijo la elfa.

El elfo de luz miró directo a las imágenes que proyectaba su máquina, pareció repasar mentalmente todo lo que se había dicho. Luego, puso su mano en la cabeza de la pequeña verde y dijo:

—Todo este tiempo me llevó darme cuenta. ¡Mm, hmn! Eres un caso perdido. La dieta estricta de vegetales atrofió tu cerebro.

Las últimas palabras de Miján no sonaban como palabras ofensivas para la joven de ojos blancos, pero algo en su interior le decía que el elfo de luz estaba usando una manera educada para ofender. Rey volteó su rostro, y la expresión en la cara de Ehimus se lo decía todo. Era una ofensa, aunque no sonara de manera ofensiva.

Justo antes de que la pequeña verde diera todo un berrinche, Heroclades intervino. Se le veía el rostro de alguien, decidió a tratar de explicar la situación a su manera.

—Si un humano tuviera los ojos o el pelo verde sin cargar consigo el apellido de un elfo, ¿no sería extraño?

La elfa, disociándose de la furia que le provocaron las palabras de Miján, asintió con su cabeza y dijo:

—Cualquiera de las razas élficas le ejecutaría. Como reina tuve que dar mi consentimiento de ejecución en esas ceremonias. Ellos fueron el producto de violaciones contra mi especie y como tenían casi las mismas habilidades de nosotros, eran usados en nuestra contra en el campo de batalla.

Heroclades continuó:

—Ahora. ¿No crees que lo mismo sucedería en el caso de alguien que no fuera portador de ojos azules o rojos y cargará con el apellido de alguna de las dos especies?

Rey asintió con su cabeza; aunque la explicación no había sido dirigida a él, le quedó bien en claro que, al menos, no cargar con un apellido le ahorraría algunos enemigos en el futuro.

—¡Hm-hm-hu-hu-hu-ha-ha! Ahora entiendo… sabía que no podía ser tan complicado. Por otro lado, toda una gran noticia es lo que me acabas de dar. Después de todo, no era un error el no apellidar a la criatura. Heroclades, puedes recibir mis elogios… Miján, no eres lo suficientemente inteligente para explicar conceptos difíciles de una manera fácil —dijo la elfa valiéndose de un tono altanero y totalmente opuesto al que ella solía usar.

Miján no pudo soportar la acusación y, en un arranque de ira, le lanzó lo primero que tenía al lado. Ehimus, regresando a su comportamiento alegre, esquivó el golpe que le arrojó el elfo de luz para después continuar.

—Entonces, el pequeño del medio, ¿si no se convierte en un De-Bastador se convertirá en un “cazador como los humanos híbridos que cazaban a mi pueblo?

Wulfgang, tras dar un suspiro porque la elfa terminó escondiéndose detrás de él, continuó:

—Esa es otra de las razones por la cual existían vampiros y licántropos atacándonos junto a los “cazarrecompensas'.

Tras las palabras del lobo, Rey recordó que el Gran Mago Sabio en su cuento había mencionado a los vampiros y licántropos atacando a la pareja en el día de su casamiento. El pequeño también notó que, a pesar de que todos supieran la verdad, ninguno de los presentes le miraban con miedo.

Ehimus, aun pensativa, arrojó cuantas preguntas que se le pudiesen ocurrir:

—¿Y sobre la encarnación de ese tal Leonel?

—Las encarnaciones pierden las memorias de sus vivencias pasadas —dijo Maryam—, debiendo así seguir el curso natural de su existir, aun después de morir una y otra vez. Este curso los hace más peligrosos e impredecibles. Recuerda que Leonel era hijo legítimo. Pero, en este caso, híbrido de dos linajes tiene más tendencia a nacer defectuoso ante una tarea que no pude resolver o un poder que no puede controlar, queda siendo un cascarón lleno de ira, sin racionalidad, táctica o estrategia. Una criatura en la cual solo el placer de saciarse le mantendrá con vida. Un verdadero De-Bastador capaz de eliminar todo a su alrededor.

Una vez los murmullos y curiosidades se asentaron, Rey veía cómo Wulfgang aún le cargaba como un padre que procuraba cuidar la vida de su hijo en caso de que alguien quisiera hacerle daño tras verle diferente. El lobo volteó el rostro hacia Heroclades, también miró a los ojos a los demás que estaban presentes.

El entrenador de piel bronceada levantó su dedo gordo y lanzó una despreocupada sonrisa de alivio como para animar a Wulfgang. En respuesta, el licántropo también intentó mostrar un rostro aliviado de quién no quería preocupar a ninguno de los presentes. Los mismos que, por el momento, según la observación del pequeño que nadie podía ver, no parecían preocuparse de los malos presagios o el futuro de un hijo no legítimo.

Rey volteó su rostro ante la voz de Katherine, quien habló con tono de incomodidad que le hizo recordar que era ella la única del grupo que había mantenido sus ojos clavados en el bebé que el licántropo cargaba:

—No puedo entender el dolor que ustedes dos sienten en este momento —Tras hacer una pausa, la vampira musculosa observó en dirección a su hermana—. Tampoco culpo a Fang de encariñarse con la criatura después de darle un nombre. Pero sí te culpo a ti, Maryam. Sabes que, por regla de la vida, la madre tiene el deber de apagar la luz de la llama que trajo al mundo… Aun así, no lo hiciste. ¿Por qué?

—Tengo mis razones… Pienso esperar hasta la iniciación. Ese será el mejor momento para decidir si matarlo o dejarle vivir.

—Entonces deja que sea yo quien haga lo que no puedan ser capaces de hacer —dijo Katherine—. No necesariamente tienen que esperar; en el momento que su hijo bastardo pueda representar una amenaza, con una orden será suficiente para cortarle la cabeza…

Rey levantó su mirada, tragó en seco y se pasó la mano por el cuello. El filo de las palabras de la vampira musculosa le trajo como recuerdo la inmensa espada que cargaba y, por ende, se imaginó a dicho instrumento cortándole de tan solo un sablazo. El pequeño entendió que, a pesar de su padre y de su madre, ahí estaba alguien más de quien se debía cuidar.