Chapter 14
OEM
Entre las paredes del alargado pasillo, se escuchaba el sonido que daban los pasos de quien le perseguía, tan claros como el tic toc de un reloj, en una cárcel silenciosa, la cual encerraba a un preso con pena de muerte inminente, que moriría en pocos minutos.
Aunque los hierros gritaran, el mundo temblara y la luna recubierta de un manto dorado estuviera a punto de separarse en pedazos, Gilgamesh no podía dejar de escuchar, con más claridad que ningún otro sonido, el caminar de su amigo del alma, que ahora era su enemigo jurado y le perseguía.
Intencionalmente, Rey se dispuso a emitir con su boca un silbido bastante característico. Necesitaba hacer tiempo para limpiar sus chacras y clamar, sin correr el riesgo de terminar maldecido o lidiar con efectos secundarios.
Con sus piernas parcialmente recuperadas, Gilgamesh dejaba de arrastrarse por el suelo y trataba, por todos los medios, de apurar sus pasos, pues el ruido que emitía su perseguidor, iba aumentando cada segundo.
Sonaba más alto que todos los ruidos a su alrededor, pero el pasillo que recordaba haber construido como una salida fácil hacia las afueras del coliseo, por alguna razón, era más largo de lo que recordaba. Tan largo que se podía decir que era interminable. Algo tenía que estar interfiriendo en su percepción de la distancia, después de creer haber corrido, por al menos, una hora.
El sonido y los pasos se detuvieron esporádicamente.
—No existe lugar ahí fuera al que puedas salir y permanecer vivo… tu luna e imperio se están acabando más allá de este pasillo Gilgamesh… —Una voz se escuchó, calmada, fuerte, segura de sí, tanto que parecía ser inquebrantable, ahuyentar los temblores y calmar los metales que se retorcían.
Al tratar de acceder al interior de una puerta que estaba a su mano izquierda, que había jurado haber pasado por ella como diez veces, Gilgamesh ignoró las palabras y continuó accionando los mecanismos que le pedían una clave de acceso.
Luego de voltear el rostro por encima de su hombro, el soberano de los humanos pudo ver la luminosidad de los ojos blancos, junto a la figura del joven que le perseguía. Estaba de pie, a veinte pasos de distancia, mirándole con ojos afilados que se le clavaban en el corazón. Rey estaba de pie, con rostro serio y la muerte detrás. Ante su presa débil, moribunda, desesperada y aferrándose a la poca vida que le quedaba, decidió hablar:
—Vas a morir en mis manos, Gilgamesh. Oh, no me quites el placer de acabar contigo, después de todo el trabajo que pasé.
Finalmente, la puerta que bloqueaba el camino se abrió con lentitud, lo suficiente para que el sujeto de cuerpo fuerte y robusto, que cojeaba en su caminar, pudiera escurrirse al interior.
—No tiene que ser así, en mi caída, Rey. —dijo Gilgamesh— Recuerdas cuando estaba cayendo, ¿verdad? En ese momento, pudiste matarme si decías algo. Lo pude sentir en cada fibra de mi… Aun así, no lo hiciste, porque seguro quieres algo. Sé que ahora sientes la necesidad de matarme, pero lo que hice era necesario. Separarte de los débiles, es el camino más corto a la grandeza. No te expongas a depositar tu futuro y felicidad en seres rotos, es mucha carga y te arriesgas a perder tu felicidad en cualquier momento y retrasas lo inevitable, que es sentirte perdido y querer escapar. Rey, amigo mío, tu existencia está destinada a reinar mucho más que esta luna, por eso, independientemente de lo que signifique la muerte de todos los que habitan en mi imperio, desde un principio, estuve dispuesto a dejarlo todo atrás, por ti. Sin nadie que te detenga, nosotros y tal vez Román, podemos conquistar la galaxia entera.
Rey puso su mano entre la puerta que se intentaba cerrar, para impedir el acceso y que entrara al interior de la habitación.
—¡¿No lo ves?! Sacrifiqué a cientos de millones de personas por ti, para que estemos juntos. Te liberé de la carga que arrastrabas. El amor nunca es verdadero ni más fuerte que la amistad. En cambio, me liberaste de este reino, intenté matarte, es cierto, pero dame la oportunidad para enmendar mi error. Me niego a no creer que yo no sea tu amigo destinado, tu compañero, quien esté dispuesto a cuidarte más que a nadie, quererte, aunque pierda el corazón, verte, aunque me saquen los ojos, escucharte, aunque me quemen los oídos y sentirte, aunque me quede sin piel. No me dejes morir y quédate conmigo. Román no tiene que estar incluido. Escapemos los dos, seamos felices y hagamos que se levanten mil soles… ¿Qué dices?
— ¿Qué sugieres que haga? —preguntó Rey, simulando estar intrigado.
Desde el punto de vista de Gilgamesh ¿Qué significaba la vida de una mujer rota, sobreviviente a la pena de muerte humana, por ser vampira? Para él eran solo unos cuantos individuos no útiles para la sociedad, pertenecientes a un grupo opositor, que tan solo se dedicaban a crear problemas. Sin embargo, para Rey, significaba la muerte de personas inocentes que vivían en el planeta. ¿Acaso se sentía menos culpable de esas muertes, porque no las presenciaba en cuanto sucedían, ni tenía conexión con quienes morían? Niños, familias completas, que se acostaron con la intención de recibir el siguiente día, seres vivos y pensantes que no serán capaces de despertar nunca más.
—Pruébame tus sentimientos— dijo Gilgamesh desesperado—. Devuélveme las bendiciones que me quitaste, sálvame de morir y enfréntate contra los humanos que vienen a invadirnos, mientras me recupero, para después enfrentarnos juntos a cualquier otro peligro. Quiero hacer de la fuerza nuestra ley… aniquilar dioses y construir un imperio mucho más grande y magnífico que ningún otro jamás visto ni imaginado. Permanece a mi lado, te lo pido, déjame cuidarte la espalda.
—¿Eso te hará feliz? —preguntó Rey.
Gilgamesh no supo responder a la pregunta que había hecho su amigo, tan querido y preciado.
Rey le dijo: —¿Sabes algo curioso? Según he podido interpretar, tienes una bendición que no está completa. Enki, diosa controladora del agua, te bendijo con su inteligencia, para que así pudieras pensar y analizar la situación. Marduk, rey de los mesopotámicos, te dio sus destrezas, músculos, piel y huesos, para que pudieras moverte con agilidad por el campo de batalla. Shamash, quien todo lo ve, te dio su armadura e instrumentos de combate, en caso que tu cuerpo y puños fueran débiles. An, el supremo y una vez controlador de las leyes del universo, te otorgo su barrera como protección extra.
Con cada nombre que el joven de ojos blancos mencionaba, una de las entidades, familiares a los ojos del soberano de los humanos, se hacía ver detrás de Rey, algo que Gilgamesh era incapaz de creer.
Cuatro dioses muertos resurgieron en el lugar, con las prendas y rasgos que se les recordaba cuando reinaban. Con sus brazos cruzados, miraron decepcionados a quien se encontraba en el suelo, sin entender lo que sucedía. Por todos los medios posibles, Gilgamesh rezaba para que Rey no supiese los tres nombres que faltaban, pues esto implicaría que sus últimas tres bendiciones serían arrancadas.
—Enlil, la gran montaña, te dio su resistencia, lo cual te hace inmortal… De-Enlil…
El quinto dios mencionado, salió del cuerpo de Gilgamesh y se puso al lado de los otros cuatro, y por este acto, el soberano perdió el brillo de su piel sumeria.
—Ishtar, una vez reina del universo, te bendijo con su fe… De-Ishtar.
Sexta entidad que desapareció entre los chacras del soberano de los humanos y se incorporó detrás de Rey.
—Nanna, diosa de la luna, te bendijo con suerte… De-Nanna…
Con el mencionar del séptimo nombre, el sueño que Gilgamesh recordaba haber tenido, por fin, se había convertido en realidad. Cosa que le forzaba a entender que, después de todo, había tenido una mala interpretación. Ya que los siete antiguos dioses caídos tras una última mirada, voltearon sus espaldas a la situación en indicación que le habían abandonado, no que estaban codiciando conquistar al espacio.
—¡No me quites lo único que tengo, lo que me hace ser yo, lo que me deja poder cuidarte! —suplico Gilgamesh.
—La bendición incompleta tenía el objetivo de otorgar la felicidad eterna —continuó Rey—. Tras decodificar sus inscripciones, puedo notar que resultó fallida y quedan trazos de un hechicero que sufrió las consecuencias. El individuo murió maldito durante el proceso de otorgar la octava bendición porque, como ser viviente que eres, estás condenado a no ser feliz, al ser corrompido por ambición e inconformidad. Ese hechicero era tu padre ¿No es así? En verdad te quería, para sacrificarlo todo por ti. La diosa Ninsun, quien prometía darte felicidad, es tu madre y ella aún vive en ti. Entiendo que por más que tuvieras nunca iba a ser feliz, aunque fueras bendecido para serlo.
Tras ponerse las manos sobre la cabeza, Gilgamesh arqueó su espalda hacia atrás. Aún arrodillado en el suelo, el soberano de los humanos, lloró desconsoladamente, al recordar los dolorosos recuerdos olvidados. Después de todo, no volvió a renacer como persona y construir su imperio nuevamente, hasta lograr enterrar en el pasado. Ese fue el precio a pagar, por obtener la inmortalidad que tanto había querido alcanzar, tras fallar en mantenerse despierto por siete días.
—Amigo, fuerte y temerario guerrero —dijo Rey —Es momento que dejes de sufrir y conozcas la felicidad eterna. A cambio del sacrificio de tu imperio, con la lealtad que me tienen los siete dioses que quieren seguir viviendo, además de tus sentimientos… Te otorgaré un lugar junto a tu madre, quién te ha esperado con sus brazos abiertos desde hace tanto tiempo.
Tras dejar de gritar de dolor, Gilgamesh, regresó a mirar al joven que tenía en frente y le extendía la mano. Había escuchado la palabra amigo, tantas veces pronunciadas por la boca de alguien a quien había considerado matar y matarle, pero no creyó nada de lo que sus oídos escuchaban, hasta que vio el rostro del joven, que tenía su mano extendida, en espera de un buen apretón.
—Oh, gran amigo mío del alma —dijo Gilgamesh, con voz temblorosa y sentimientos encontrados— No aceptas mi oferta, sino que quieres transitar un camino totalmente separado, con tal de cumplir mi felicidad a costa de tu sacrificio.
Rey mantuvo silencio.
—Acepto y espero que nunca puedas olvidarme —aseguró Gilgamesh— Quiero que recuerdes el camino a ser grande o de cómo vivir como un verdadero rey cuando yo no esté ahí a tu lado para aconsejarte. No dejes nunca de perseguir tu propia felicidad, aunque conlleve que otros sufran, porque sufren quienes son débiles.
Luego de pronunciar sus últimas palabras y cerrar sus ojos, Gilgamesh escuchó a Rey romper el silencio con un encantamiento, mientras que con su mano recibió un firme apretón de parte del vampiro.
—Caída y sin lugar para ser encontrada, deja tu bendición fragmentada a mi lado. Ninsun De-Mesopotamia, escucha el llamado de este hechicero y sirve de la protección de tu hijo Gilgamesh De-Uruk, con la felicidad eternamente deseada.
Con el culminar de las palabras, el cuerpo de Gilgamesh, dejó un último respiro en el aire y cayó al suelo sin vida en los ojos, con una sonrisa en el rostro.
Rey pudo ver como el alma de aquel sujeto cayó en otro mundo, a los pies de su madre, que, sentada en el suelo, bajo la brisa de un maravilloso árbol, entre praderas verdes y pastizales. Con una felicidad similar a si volviera a ser un niño, Gilgamesh cerró los ojos, mientras su madre le acariciaba el rostro.
Rey, usó en sí mismo “Nanna”, la bendición que le otorgaba suerte y sin más demora, se volteó, con la intención de regresar por donde había venido, aunque antes hizo un último clamado.
—Misionero de mil almas.
Daniela, Román, Marín y todo el grupo de individuos reunidos en medio del coliseo, quedaron confundidos por la actitud, que de pronto, Dante y Jhades tomaron.
Los dos hermanos fueron los únicos capaces de sentir a conciencia, pues ya estaban familiarizados con semejante presencia. Aun así, poco a poco, los presentes también comenzaron a sentir tan inquietante entidad.
—¿Qué hace aquí, la entidad condenada en la entrada del abismo, bajo los cielos de los cuales provengo? —agregó Daniela en voz alta, porque cuando aún vivía en el Heavens, escuchó la historia de una mujer condenada en busca de las almas de mil humanos como venganza y castigo.
—¡¿Qué calibre tiene este hechicero?! —vociferó Román, al sentir los poros de su cuerpo erizados—. Ni los espíritus culpables de las almas en pena, que vagan en este lugar, serán salvados. Mucho menos ahora, que están condenados a sufrir ante el misionero de mil almas.
Tan pronto Rey salió del pasillo por donde había entrado a perseguir a Gilgamesh, encontró un agujero, suspendido en el aire, que se abrió y del que salió una mano precipitada que se extendió por todo el lugar a una gran velocidad y se detuvo justo enfrente de Rey, que usó sus cuchillas de antebrazo en forma de cruz, para bloquear el ataque.
¡Ching, ching! ¡Shuing, shuiing! ¡Trink, trink! Las cadenas se movían y resonaban en el lugar donde reinaba el silencio, el terror y el miedo de los espectadores.
—¡Aaah!, aun sin ser el Gran Mago de Sabios… te atreves a clamarme en este lugar, para trabajar.
—Te ofrezco en ofrenda, todas y cada una de las almas de quienes existen fuera del coliseo y pisan a esta luna. El soberano de los humanos me hizo propietario de ellas y yo no tengo uso para quienes están destinados a morir. En cambio, tú podrás descansar por al menos mil años, ¿No es así?
Con cada palabra que Rey había dicho, la entidad aminoró la agresividad con la cual empujaba su mano alargada y decadente, para luego guardar silencio y escuchar. No era menos cierto que la última vez que fue llamada a un lugar, tan solo recogió un par de docenas de individuos, los cuales no eran suficientes para satisfacer su cuota, que había dejado de ser una acción vengativa, para pasar a ser un pesar eterno.
Tan pronto las afiladas uñas del misionero de mil almas dejaron de hacer contacto con el filo de las hojas que sobresalían de los antebrazos de Rey, el joven continuó con su negociación:
—En cambio, quiero de ti, que también tomes las almas de esos que se interpongan en tu camino, —continuó Rey.
—¡Aww! —Estoy torturada por el cansancio, dijo la criatura—. Trato hecho… pero, la siguiente vez que me llames, tal vez no tengas la misma suerte que has tenido hoy, al tener todo un mundo para ofrecerme. En ese momento, me contentaré con tu alma.
Quienes estaban en el estadio aguantaron la respiración, exceptuando Román y los hermanos, que vieron que la mano que estaba afuera se apoyó en el suelo, para así facilitar la salida del gigantesco cuerpo que dejaba expuesto sus pechos, barriga y entrepiernas quemadas y putrefactas.
De momento, las almas de los innumerables caídos aparecieron en el lugar, vagando para solo ver como se les enterraba la punta de una lanza rota, decorada con joyas, que se movía por los aires como si tuviera voluntad propia. Así como una aguja y un hilo cosen sobre dos pedazos de tela, en pocos segundos, las almas que merodeaban quedaron atrapadas en la gruesa cadena que comenzaba en la parte trasera de la lanza rota y terminaba amarrada en la cintura de la criatura.
Ante el misionero de mil almas, incluso los vivos, emprendieron el viaje que solo les tocaba a los muertos. No existía salvación ante la entidad de constitución intangible, la cual no podía ser frenada por el fuego, las balas o cualquier defensa que intentara frenarla.
Tras crecer en tamaño y alcance, la criatura decidió ignorar a quienes estaban dentro del coliseo para alejarse y como un gigante, deambular con grandes pasos sobre la superficie de Belldewar.
Desde el espacio, las tropas alineadas de la OEM, cuyo trabajo era neutralizar y eliminar las naves que querían abandonar el imperio de Gilgamesh, pudieron ver a la luna, ya separada en cuatro, cuyo núcleo dorado a punto de explotar brillaba estáticamente, mientras que una entidad atemorizante cosechaba almas cuál si fuera trigo.
Luego de detectar los patrones de movimiento de la entidad intangible de la cual tenían registro, los humanos entendieron que era un ser invocado, por ende, el híbrido categoría tres seguía vivo, mientras que Gilgamesh había perecido. Esa también podía ser la explicación por la cual la luna que llamaban sol no terminaba de explotar en mil pedazos. El poder del anteriormente conocido como reformador del infierno, podía estar impidiendo el evento. Tras poner en marcha otro plan, la flota humana que disparaba un rayo de poder en dirección al núcleo de la luna, dio la orden de mandar varios escuadrones suicidas en dirección al coliseo.
La primera nave y la más grande de las que habían mandado, decidió estrellarse contra el coliseo, en donde, supuestamente, estaba la amenaza más grande. Pero el misionero de almas volteó su lanza tangible y destruyó la nave en mil pedazos, antes que llegara a colapsar contra el coliseo.
La nave, tan grande como una inmensa nube negra, capaz de tapar la mitad del cielo con su presencia, se convirtió en una lluvia de metales encendidos, fuego y humo. En el turbio cielo de fuselaje despedazado, tanto humanos como máquinas, abrieron sus paracaídas y tan pronto pasaron al misionero de alma, abrieron fuego en dirección al coliseo, con las armas que cargaban.
Dentro del coliseo, los espectadores se despidieron de sus vidas, pues sobrevivir al impacto de un meteorito, capaz de hacerles dejar de ver el cielo a pesar de estar tan lejos, era literalmente imposible.
Ante la catastrófica lluvia de meteoritos, fragmentos de nave, humanos armados, fuego y humo, Rey pisó el suelo con ímpetu y anunció:
—“Gran fortaleza”
En segundos, poderosos muros que estaban en los alrededores del coliseo, se levantaron en una cantidad casi infinita. Las gigantescas columnas se dirigieron al centro, con el propósito de crear una pirámide, tan rápido, que incluso llegaron a cubrir las balas que venían disparadas, dejando a la vista de los espectadores una gigantesca bola de metal y fuego que se acercaba rápidamente.
Con el pasar de los segundos, el sonido de una explosión casi reventó los oídos de los presentes. Quienes podían ver en la oscuridad como si de día fuese, fueron testigos al ver cómo el interior triangular y perfectamente liso de la gran fortaleza clamada, se estremeció, cedió y se aplastó, casi que llegó al suelo, a pesar de haber sido más grande que el coliseo.
El impacto provocado por el fragmento más grande de la nave, que en un principio pretendió estrellarse contra la luna, fue tan brutal como para mover la órbita del fragmento lunar, algo que levantó del suelo a quienes estaban apoyados. Los presentes, que se retorcían del dolor de sus tímpanos, se levantaron y luego cayeron estrepitosamente sobre sus espaldas. Incluso Rey, terminó suspendido en el aire por unos cuantos segundos, para después caer de vuelta sobre los cristales que antes eran arena, en un lugar alumbrado tan solo por rastros de lava y fuego que se iba apagando.
«Dejarme caer en el suelo no es opción… piernas escúchenme, no se atrevan a desobedecer mi voluntad”. Se dijo Rey quien, a pesar de estar en su límite, mantuvo el balance y aterrizó sobre sus pies, los cuales temblaron y parecieron rendirse por un momento. «Ya no solo son mis pies. Poco a poco esta desagradable sensación infecta mi cuerpo y carcome mi núcleo de poder. Usar una de las bendiciones de Gilgamesh en mí, de forma permanente, es bastante extenuante, tanto así, que tal vez mi núcleo se rompa más de lo que está y como hechicero quede incapacitado de seguir usando mi poder. Debo admitir que, aun con toda la suerte que tengo, estoy a mi límite y mi siguiente hechizo, tal vez será el último.
Jhades parecía hablar por todos presentes, cuando caminó en dirección a su hermano y le preguntó:
—¿Rey, ¿cómo saldremos de esta?
Imponiendo su presencia, Rey se vio tentado a usar la bendición que le daba inteligencia, pero sería en vano, ya que se consideraba un ser muy inteligente como para tener que depender de una bendición innecesaria. Decidió plantar sus ojos en donde está el individuo subido en años del grupo, ese que no paraba de reír y que estaba decidido a escuchar su voz;
—Román ¿Cuánto más tendremos que esperar para que te decidas?
Ante las palabras del híbrido, los presentes miraron al señor, quien de su bolsillo sacó lo que parecía ser un pequeño reloj de muñeca, el cual lanzó a Rey.
—¿Eso no es lo que le quitaste al cuerpo de Paul? —dijo Heliúk, aún sin poder levantarse del suelo, escondiendo las cosas que le identificaban como un subyugador, ya que tenía varios ojos sobre él.
Tras afirmar con su rostro a las palabras del hijo de Gilgamesh, Román continuó: —En verdad tienes a la suerte de tu lado, hijo no deseado.
—Planos tecnológicos de una máquina —dijo Rey, tras levantar una ceja, mientras miraba el artefacto y lo decodificaba en su mente.
—En su momento, los metales preciosos que conforman esta luna pertenecieron a una nave espacial llamada “El arca de Gilgamesh”, la cual fue creada por cientos de hechiceros humanos, que seguían los planos de un objeto semejante a ese. El encargado de los subyugadores, fue un descendiente de estos hechiceros, lo que le hizo poseedor de una llave para activar un conjuro que emplea los medios de alquimia para crear lo que es una máquina espacial, tal vez no tan grande como el arca anteriormente mencionada, pero sí lo suficientemente grande como para escapar. Esa baratija, es tan solo una reliquia para los humanos, quienes nunca lograron descifrar el conjuro para activar el proceso de transmutación. Pero si a ti te fue posible decodificar las bendiciones de Gilgamesh, esto seguro será pan comido.
—¿Qué es el pan? —preguntó Dante.
—No es menos cierto, pero la alquimia es un proceso de creación que toma su tiempo, consume mucha energía y necesita del intercambio de materiales físicos para existir —dijo Rey, quien, con un apretón de sus manos, destrozó el reloj que se le había dado e hizo que flotara en el aire un círculo brillante—. Pero si será fácil.
Los cientos de miles de metales que existían en los alrededores comenzaron a estrujarse como si fueran papeles, ante el llamado alquímico de transmutación que se estaba produciendo. El cristal se hizo mucho más puro y condensado, el fuego se encendió, distintos metales tomaron diversas partes, los más duros conformaron el fuselaje, mientras que los más blandos formaron los mecanismos. En el exterior, los restos de una nave que soltaba humo y llamas, también se fundieron con el interior, generando los motores y el combustible. Mientras tanto, todo aquello que no servía al proceso de creación, se almacenaba y agrupaba con la intención de ser descartado.
Aunque el proceso de transmutación se desarrolló en la percepción, Rey sintió, que de un momento a otro, perdería su consciencia, no por sus habilidades de hechicería en uso, sino por el veneno de la radiación que le consumía, al punto de poner parte de la piel de su rostro negra. Tras juntar todo en el peor momento, la gravedad en el suelo se cuadriplicó en fuerza y el lugar volvió a moverse con brusquedad, para hacerse más y más potente, a medida que los segundos pasaban.
—Finalmente lo consiguieron, —dijo Román—. Originalmente esto tenía que haber sucedido al principio de la invasión. Pero bueno, las cosas no siempre son perfectas. Ahora sí, en unos diez segundos, el núcleo de la luna revertirá su curso gravitacional, con la intención de explotar en cientos de miles de pedazos.
Los rostros confundidos miraron al anciano que hablaba con naturalidad sobre la explosión del globo lunar.
—¿De qué hablas? —pregunto Jhades.
—La vida de alguien estuvo deteniendo la reacción de fusión, junto a la reversión gravitacional que impedía la expansión caótica de este satélite flotante. Pero ahora, ya se desencadenó el proceso de detonación irreversible, no queda más que confiar en “el caído del cielo” —dijo Román, divertido por el acontecimiento.
Gracias a que la gran mayoría de los presentes se habían quedado sordos y aún estaban atontados por el impacto anterior, fue que no cundió el pánico entre las masas con semejante noticia. En cambio, Jhades y Dante abrieron sus ojos en dirección a su hermano Rey. Ese que había liberado a un Gengér, peleado contra Gilgamesh, invocado una criatura que tan solo el Gran Mago de Sabios hizo aparecer, creado una fortaleza de acero y ahora transmutaba toda una nave cuya tecnología era desconocida, no podía estar en las mejores condiciones, aunque estuviera de pie.
«¿Confiar?” se preguntó Rey, bajo la mirada de sus hermanos, mientras la transmutación de los metales se daba lugar.
En la distancia, aún se podía escuchar como el “misionero de mil almas” terminaba con su trabajo y se adentraba al interior de otra fisura, sintiendo orgullo de haberse llevado los cientos de millones de almas que se le habían ofrecido. Al mismo tiempo, las naves espaciales de los humanos desaparecieron del firmamento, como meteoritos que caían, con la intención de tomar distancia.
Rey quiso seguir pensando, pero ya no podía hacer eso con claridad. Sin darse cuenta, estaba mirando con sus ojos entreabiertos a algún lugar, que no era el presente ni el mundo en el que estaba. Como si se hubiese quedado dormido, el color negro de su piel seguía avanzando cada segundo y los sonidos se iban desvaneciendo.
—¡¡¡Rey!!! —tanto Jhades como Dante le gritaron a su hermano mientras le sacudían de los hombros. —¡¡¡Despierta Rey, vamos!!!
Las palabras, demandas y gritos por parte de sus hermanos, no fueron suficiente para llegar a alcanzar, en el lugar en el cual estaba, a la mente del joven híbrido. «Estoy dudando, quiero rendirme y dejar de luchar ¿Qué son estos sentimientos en contra de mi voluntad?”
Entre las sombras húmedas que le abrazaban, Rey pudo escuchar los latidos de un corazón palpitante, tal vez no era su corazón, pero sí el de su amada.
—Rey, ve hacia adelante y vuélvete imparable—dijo White, quien al final de sus palabras hizo salir de su garganta un impresionante rugido que hizo vibrar hasta los huesos de quienes no estuvieran vivos ni tuviesen almas.
—Dos, uno, cero y ¡Bum! —dijo Román, quien se tomó la atribución de hacer la cuenta regresiva que simbolizaba el momento justo en el que la luna a la cual llamaba sol llegaría a su final.
Dante aguantó la respiración como si se fuese a zambullirse en el agua, mientras que Jhades efectuó un chasquido con su lengua, pero no pasó nada, todo seguía igual.
—No, aún quedan otros cinco segundos, estaba jugando con ustedes… De paso, esta nave es todo lo que tenemos y por lo que veo está quedando bien. La fe es una poderosa fuerza, tengan fe en él, es lo único que pueden hacer en este momento y ¡qué mayor fe se puede tener que esa que surge cuando están a punto de morir! ¡Querer la certeza y evidencia de no morir con desesperación, es lo que puede hacer funcionar un milagro!
Dante había perdido la paciencia, tanto que quería transformarse en bestia y estrangular al sujeto anciano. Si no fuese porque Marín le abrazó con fuerza, él lo hubiera hecho.
En cambio, para Jhades, que usaba más la lógica, ni la mitad de la nave se veía ensamblada completamente o de forma apropiada. El artefacto transmutado no tenía las condiciones para viajar en el espacio, menos para soportar la explosión de una fuerza lo suficientemente potente como para hacer de metales y hierros, una sustancia líquida hirviente en el núcleo de la luna.
Tanto Jhades como Dante le hicieron espacio a su hermano y guardaron en silencio, en espera que algo bueno sucediera. Lo mismo se podía decir de Heliúk, Daniela, Marín y los demás ahí presentes, que pudieron escuchar.
Ante las aplastadoras expectativas que todos tenían, Rey abrió sus ojos regresando al presente, y con el rostro enfurecido, justo en el principio de la explosión anunció:
—¡An!
El grito del joven híbrido fue tan fuerte para los presentes, como el rugido de la bestia que Rey llevaba dentro.
En el preciso momento en el cual, el núcleo de la luna estalló en millones de pedazos, desde el suelo se hizo presente un ser supremo, quien llegó a ser el controlador de las leyes del universo, extendió su mano en forma de garra y cubrió con una barrera de protección dorada todo lo que tenía al alcance de sus dedos. El área en donde se estaba llevando a cabo la transmutación de la nave, creada por metales oscuros, terminó asegurada.
A pesar de la dureza y perfección que tenía, la barrera de protección se quebró y se cuarteó en mil pedazos, pero Rey hizo aparecer su núcleo de hechicero. Entonces creó una segunda barrera conformada por energía negra y contaminada, que se expandió hasta llegar a llenar la barrera de protección dorada, para otorgarle un soporte extra.
—¡Enlil! —volvió a gritar Rey, quien terminó con toda la piel de su rostro ennegrecida, arrodillado sobre el suelo y con la mano derecha en el pecho, envuelto entre los rayos, centellas y llamaradas, característicos de la transmutación.
La gran montaña hizo su presencia, colocando su mano por debajo de An, haciendo que todos los presentes se cubrieran con el efecto de la inmortalidad, en el preciso instante que una onda de energía cinética atravesó las dos barreras, tras escurrirse entre las cuarteaduras y grietas.
—¡Shamash! —dijo Rey entre sonidos guturales, justo antes de caer tendido en el suelo, con la vista de sus ojos ennegrecida.
Sobre una mesa metálica llena de hologramas, que estaba en el interior de una nave espacial, había un sujeto uniformado golpeando la punta de su pie sobre el suelo de forma impaciente. En el sitio existían al menos una docena de individuos, que tenían sus propias mesas y observaban hacia el mismo lugar, mientras sus manos no cesaban de escribir.
En donde debía estar el cristal de una cabina, se encontraba una gigantesca pantalla que mostraba, con diferentes vistas, el desarrollo de una explosión.
—Capitán, fue un sacrificio necesario —dijo otro individuo al lado del sujeto que movía su pie—. Ellos ganaron tiempo para reponer la falta de nuestros cálculos, si eso es lo que te preocupa, serán recordados como héroes.
—Teniente, los cálculos de mis soldados no fallan, —respondió el individuo—. Son perfectos y meticulosamente estudiados por generaciones y generaciones de científicos. El sacrificio de una nave no fue suficiente, pues con tan solo una embarcación que salga de esa luna, todo lo que hemos hecho hasta el momento, las vidas perdidas y nuestro tiempo no valdrán nada. Revisen nuevamente las imágenes y hagan un estudio de cada piedra que estalló dentro de esa luna. ¡Quiero que los cañones de láser sigan disparando a máxima potencia, hasta que cada piedra y materia proveniente de esa explosión termine siendo polvo espacial!
Ante las órdenes del capitán, los presentes continuaron trabajando arduamente sobre las relucientes teclas que aparecían holográficamente sobre sus escritorios. Las máquinas de artillería estaban bien engrasadas, ya que en la pantalla se podían ver apuntando y disparando en dirección a cualquier pedazo de luna, lo suficientemente grande, como para ser detectada por las cámaras.
Cada uno de los soldados mostraban que eran el resultado del mejor talento y entrenamiento de la humanidad. Ellos desempeñaban su propio trabajo sin faltas o cansancio, mientras que se hacían reconocer por sus uniformes de mangas largas y botas relucientes, Ante el trabajo dejaban de pestañear si era necesario, con tal de no dejar escapar ni siquiera un detalle, por mínimo que fuese.
El capitán no era diferente de sus subordinados, ya que leía meticulosamente los reportes de las otras naves que entraban al sistema de pantallas personales.
«[Nave Bravo; múltiples asteroides neutralizados, no hay signos de vida detectada. Nave Charlie… Nave Romeo, Nave Víctor] Todos con reportes iguales. Las armas disparando al cien por ciento de su funcionamiento, asteroides neutralizados, no hay vida detectada». El capitán se comportaba como si estuviera maldiciendo los resultados, mientras que sus ojos veían apáticos los informes, muy positivos para ser verdaderos. La situación se sentía muy confiada, más de lo usual, tanto que era capaz de generarle un sentimiento de seguridad, característico de ser el primer paso para cometer un error. Mirándolo todo por décima vez, la explosión en la pantalla se hizo más grande, pero no había rastros de seres vivos o monstruos que sobrevivieron al frío del espacio o al calor de una explosión semejante.
El teniente, mirando por encima del hombro del capitán, también tenía una mirada intrigada, mientras que su superior leía como un loco los reportes de sus subordinados en tiempo real. Una y otra y otra, de forma obsesiva.
—Ciento ocho naves, veintisiete principales, tres subordinadas por cada principal, sin contar la flota de suministros y mantenimiento, ¡Todo para que me digan que lo que ellas pueden ver son fragmentos de una luna en la cual existió todo un imperio de cientos de millones de individuos posiblemente infectados y ya transformados en atrocidades por el demonio híbrido!
Con cada reporte que leía, el capitán de la nave parecía estar escuchando a sus superiores acusándole de incumplir su trabajo, mientras la orden de ejecución le esperaba por confiarse y declarar exitoso, algo que no lo era.
—¡Por qué razón no existen fotos ni reporte de cuerpos muertos! —grito el sujeto mientras se levantó de su silla. —¡Gilgamesh, Román, el licántropo, el vampiro, el híbrido o alguno de sus infectados, pueden sobrevivir perfectamente a semejante explosión. ¡Con razón, aún no se han identificado sus cuerpos! ¡¡Acaso no estamos lo suficientemente cerca!!
—Pero señor, las naves están a una distancia segura para que sus sistemas no se dañen por las ondas magnéticas, en constante emisión.
—¡¡¡Me importa una mierda!!! ¡Que se acerquen entonces! ¡Si se rompen les recogeremos y les remolcaremos por todo el espacio, si es necesario! —dijo bien irritado el sujeto, que perdió sus cabales, mientras golpeaba la mesa.
La orden fue dada y cuarenta y ocho naves que circulaban por la luna, comenzaron a avanzar con la intención de poder capturar imágenes de mejor calidad, a pesar de tener que luchar contra un brillo mucho más intenso de lo que podía dar un sol.
—Diez naves perdieron el funcionamiento —reportó uno de los sujetos—. Pero aún podemos transmitir imágenes y recibirlas.
—Perfecto, identifiquen al menos materia orgánica.
Ahora había aún más trabajo para los presentes, ya que tenían que intensificar la búsqueda, pero nadie se quejó ante las demandas del agitado capitán.
En la gran pantalla, finalmente salió el resultado de alguien a quien pudieron incluso reconocer. Mikk Biblio De-Deimidio, su última localización fue dentro del coliseo de Gilgamesh, asesinado por la ‘calamidad hibrida’. La cabeza del sujeto flotaba por el espacio, casi sin forma, carne y huesos desgarrados, pero no carbonizados, tampoco congelados y seguramente no contaminado como un monstruo. Sus ojos aún eran reconocibles, estaban abiertos, pero apagados e invadidos por el frío, mientras se alejaban del calor de la explosión.
La escena en la pantalla no resultó perturbadora para ninguno de los presentes, pero las implicaciones fueron diferentes para el capitán. Ese hombre al mando, había visto un sin número de muertos errantes en el espacio, después de sucumbir ante una explosión, que afectó tanto a los humanos como a los que no lo eran. El cuerpo que estaba flotando y aún no se había congelado del todo, podría significar lo que le preocupaba. Después de todo, ese individuo había estado en el interior de una instalación en la cual una nave se estrelló, tras lo cual explotó el planeta y aún seguía siendo reconocible.
—Esa cabeza —dijo el capitán—. Los muertos hablan más alto que los vivos, la carne no miente. Si es así, significa que el cuerpo de los demás en el coliseo debe tener las mismas condiciones. No es que ningún humano pudiera verse así, pero, recuerda que estamos luchando contra un hechicero… alguien que puede hacer posible lo imposible.
Una alarma roja se hizo presente, exaltando a todos.
—¡Capitán! Los cálculos estaban errados. Aun estando aquí, seremos golpeados por una leve onda electromagnética, —advirtió uno de los presentes, tras iniciar un protocolo de alarma—. Prepárense para el impacto.
«Cálculos errados una y otra vez» se dijo el sujeto, luego de resignarse a no creer semejante cosa. —Mientras el sistema de la nave reprograma la secuencia de reinicio, apaguen la pantalla y déjenme ver con mis propios ojos la explosión. Tengo que asegurarme que todo salga como está planeado.
Las palabras y el comportamiento obsesionado del sujeto volvieron a exaltar a los presentes.
—Pero capitán, eso va en contra de los protocolos —aseguró el teniente, preocupado por los daños a la salud, que pueden ocurrir cuando se ve directamente el brillo de una explosión lunar.
—¡Es una orden! —demandó como si no tuviera más tiempo.
Ante el grito de mando, los presentes bajaron las cabezas sobre sus escritorios para proteger sus ojos y los mecanismos que abrían la ventana de cristal negro en donde estaba posicionada la pantalla fueron accionados. Tras dejar entrar al interior de la cabina la luz brillante de una explosión que aún no se terminaba, el capitán apoyó sus manos sobre la mesa y mantuvo los ojos fuertemente cerrados para preguntar:
—¡¿En qué momento dejarán de funcionar las cámaras?!
El calor que invadió la cabina se hizo insoportable, tanto que la ropa de los presentes comenzó a expulsar humo y el sistema de aire acondicionado se vio obligado a bajar la temperatura a veinte grados bajo cero con tal de contrarrestar el calor.
—Tan pronto como suene la alarma de reinicio, pero, capitán, ¡tan solo será por la mitad de un segundo! No es necesario semejante sacrificio, nos estamos quemando vivos, señor.
Las alarmas sonaron y el individuo, haciendo caso omisión a las palabras de sus subordinados, abrió sus ojos mientras gritaba ante el dolor y la quemazón que sintió, al ver directo a la luz de casi diez soles.
Tan rápido como un rayo, por detrás del cristal de la cabina, el capitán pudo identificar cómo apareció una nave con armadura y fuselaje dorado, la cual estaba dotada de dos inmensas alas blancas y toda una esfera que aún sostenía su forma circular, a pesar de estar hecha pedazos. Era absurdo que una nave, con alas de ave, volara por el espacio, pero desapareció en medio de un vuelo a la velocidad de años luz.
—Sistemas y cámaras de vuelta a la funcionalidad. No hay anomalías. Cristal de protección de regreso a su posición. Temperaturas de regreso a la normalidad. Pantalla en funcionamiento. Naves aliadas de vuelta a su estado operacional en óptimas capacidades, —anunció uno de los subordinados.
El teniente, quien se había cubierto el rostro con su antebrazo, se deshizo de sus prendas, antes que se incendiaran por el calor. Luego de arrojar a un lado la tela que lo cubría, trató de ayudar a su superior, quien aún permanecía con sus ojos abiertos, de pie, con su ropa humeante, sin moverse. Pero la impresión de ver las esferas oculares totalmente enrojecidas, con lágrimas que salían sin detenerse y las pupilas que habían perdido la capacidad de reaccionar ante los cambios de luz, le detuvieron en seco.
—Capitán, capitán ¡Doctor!
—Déjalo, —dijo el capitán entre dientes, tras levantar su mano y detener al teniente. El sujeto se tiró hacia atrás para caer sentado en su silla, mientras se llevó las manos a la cabeza—. Misión fallida. El objetivo sigue con vida. La nave galáctica fue vista y partió con ubicación y paradero desconocidos.
Nadie se atrevió a hablar, mucho menos a cuestionar las palabras de alguien, que estuvo dispuesto, a sacrificar sus ojos, con tal de darle seguimiento a la misión.
—Teniente, encargo a las demás naves de terminar con la limpieza. Que los servidores calculen las rutas óptimas del vuelo a años luz, en dirección al lado opuesto de nuestras coordenadas. También dejen a mi reemplazo una copia de los planetas habitables en un radio galáctico con esa localización. De ser posible, intervengan la computadora de la nave insurrecta y prepárense para usar el arma “destruye soles”. De ahora en adelante, cedo mi mando y mi cargo, como disculpa por los sacrificios humanos bajo mis órdenes.