Una casa y cinco jóvenes

Chapter 13
Esclava, esposas y dolor


La trigueña miró de reojo y lanzó una sonrisa libidinosa al notar la rigidez del miembro del chico. Que a Rey se le mantuviera levantada por verle el culo le daba una sensación de orgullo que reafirmaba los cimientos de su autoestima. Que a pensar que le estaba chupando el trasero a su amiga y pudiera verse asqueroso a miradas ajenas, a él le gustaba y era todo lo que en ese momento importaba.

Rey veía cómo el culito abierto de Samantha le llamaba de forma desesperada. Pero se detuvo un momento, él estaba tan cerca que podía observar la oscuridad en el interior del pequeño agujero. Oler el aroma de un coñito abierto. Saborear los colores de una piel rozada y humedecida. Él sentía que no podía aguantar la tentación de pasar su lengua por toda aquella raja hasta llegar al culo de Samantha. Y así lo hizo.

—¡Aaaah! —gimió Sam al mismo tiempo que empezó a reírse—. ¡Qué lengua esa, no! No… ¡No pares, por favor! —le dijo con excitación—. El dolor de mi coño se desvanece y solo queda placer… ¿Qué es esto, Rey?

—Lo que sintió Juliet —dijo él, justo antes de hacer que su lengua creciera y entrará a explorar cada espacio de aquella vagina bien abierta y dilatada.

Rey se quedó ahí, disfrutando del sabor del coño de Samantha mientras encajaba toda su cara en el culo de esta.

Samantha separó sus piernas y se empinó aún más, como quien en verdad intentaba que la lengua del chico le llegara hasta lo más profundo de su agujero. Valiéndose de su mano izquierda, la trigueña tiró de los cabellos de Rey para llevar la lengua de este más adentro. En ese momento a ella no le importaba que el chico no pudiera respirar, que la situación fuese indecente, o que en alguna manera le pudiera hacer daño, si no que quería sentir placer y agarrar ese orgasmo que se le estaba asomando.

Toda la lengua de Rey estaba perdida dentro del coño de Sam, su nariz dentro del culo de la chica y su mentón rozaba el clítoris que se le restregaba casi que con furia de arriba hacia abajo. Requiriendo respirar, él se alejó un poco. Su nariz salió de dentro de aquel esfínter y en segundos volvió a hundirse más adentro que antes.

Sam siguió restregándose contra aquella cara y con la mano que sostenía los cabellos aprovecho para adentrarse tres dedos en el culo y abrirlo.

Como si los dedos fueran la llave, Sam llegó a alcanzar lo que estaba buscando. El dulce y reconfortante orgasmo que le hizo estremecer los pies. Al borde de caerse, la chica rebusco entre sus memorias y no recordaba haber tenido la oportunidad de venirse usando la cara de alguien más. La sensación era peligrosa, le daba un cierto sentido de poder en la situación y le hacía pensar que se sentía tan bien ensuciar de sus fluidos vaginales la cara tan preciosa que tenía Rey.

—Ufff… este culito está pidiendo verga, ¿no es así? —dijo Rey tras reponerse—. ¿Quieres que le ponga lubricante a mi verga? —preguntó.

—No… creo que con la saliva de tu lengua es suficiente — respondió Sam, aferrándose al culo empinado de Elena, cuál si fuese un náufrago que debía de sostenerse a algo para mantenerse a flote y no caer en el fondo del mar.

Rey se irguió sobre sus rodillas, respirando y viéndose como un dragón enfurecido, acercó su verga hinchada al culo de la trigueña y de un tirón, él penetró el agujero hasta golpear violentamente sus huevos contra el coño de esta. Que su cara fuese cabalgada por el coño y el culo de una mujer, que su vida estuviese a los límites de morir asfixiado, le hizo sentir bien excitado. Eufórico por semejante momento, Rey se limitó a mover su miembro de adentro hacia afuera, una y otra vez, con fuerza, violencia y desgarganté.

—¿Por qué no me duele? ¿Qué es esto? ¡¡¡Se siente bien, pero no tan bien como antes!!! —preguntaba la trigueña, quien estaba acostumbrada al terrible dolor de culo que provoca una penetración tan violenta y sin mucha lubricación como aquellas—. Tu saliva funciona con las heridas, Elena me rompió un poco el culo y ahora el efecto anestésico contra el dolor se vuelve efectivo… Puedes quitármelo…

—No —respondió Rey.

—Aahh, entonces ¡¡¡muérdeme el cuello mientras me coges!!! —Exclamó Samantha desesperada—. Quiero sentir dolor, el mismo que Juliet y Elena sintieron.

—Mmm… si me ofreces a dejar probar de tu cuello y hacer que te duela, te digo que el placer será mío. —Respondió el joven, sacando sus dientes.

—… Pero, si puedes… hazme esperar… —ante las palabras de Sam, Rey hizo una pausa con su boca abierta—. Siempre he creído que las cosas son más excitantes cuando no sé si en verdad me van a pasar, cuando no estoy al control. Digo que me hagas esperar y que me tomes por sorpresa. Que pienses como Elena, ¿es mucho pedir?

—No… por supuesto que no. Pero, si ves y puedes escuchar, sería muy difícil para mí tomarte por sorpresa. Te gustaría si te pongo algo en los ojos. —Sugirió Rey, sabiendo que no podía ser tan creativo y morboso como la rubia, casi que inconsciente.

Samantha no respondió, ella consideró que no era necesario, pues ya había dicho que le gustaban las cosas por sorpresa.

Haciendo justicia al viejo proverbio de quien calla otorga, Rey hizo aparecer en sus manos una máscara para dormir, la cual le colocó a la trigueña sobre los ojos. Sam aún pasaba su lengua por entre la raja y el culo de Elena, quien estaba desplomada en el sofá sin fuerzas de hacer nada.

La rubia se dejaba lamer porque de cierta forma sentía alivio, si se movía de lugar el dolor que tenía en su culo descorchado, así como en el interior de su estómago tal vez se empeoraría y eso era algo que ella no quería.

Con la deprivación de un sentido, Sam pudo ser capaz de percibir aún más por sus otros cuatro. El olor, el tacto, la audición y el sabor. De entre estos, el contacto de su cuerpo con el del joven le hacía vibrar, pero no más que sentir las respiraciones de este, recorrerle el cuello y detrás de la oreja, como quien jugueteaba con su comida y mantenía la boca abierta. Siendo empalada por detrás, ella sintió el contacto de una lengua que se posó justo por el centro de la zona superior de su espalda. Luego otro lengüetazo en el oído y por último en el cuello.

Con la intención de que la situación se sintiera más intensa, Rey hizo aparecer un cubo de hielo con el cual recorrió parte del cuerpo de la trigueña. Tras pasarlo por las tetas de ella, él decidió crear un nuevo camino hacia abajo. Pasando el ombligo, el cubo de hielo que se movía y dejaba un fino trazo de agua, terminó sobre el clítoris de la trigueña.

Sam no se quejaba en lo absoluto, apretó sus manos y respiró con profundidad. Ella se movía, como si intentara adivinar lo que Rey estaba a punto de hacerle con el hielo.

Sosteniendo el cuadrado con el dedo pulgar y medio, Rey adentro su dedo índice al interior de la vagina de Samantha. Él no iba a meter el hielo al interior de la chica, por mucho que la calentura de esta se lo insinuara. Dicho objeto, dejado allí dentro, podría ocasionar aún más daños que placeres.

—¡Ufff! —dijo Sam cuando sintió en su nalga derecha una cachetada provocada por la firme mano opuesta del joven—. Ahhh. ¡Sí!

Tan pronto el hielo se derrite de tanto recorrer la piel caliente de la trigueña, dos pinzas se cerraron sobre los pezones de ella. El dolor en la punta de sus tetas era considerable, pero estaba entre los límites de lo que se podía considerar tolerable. Una tercera pinza se cerró justo sobre el clítoris de ella. La suma de esas tres sensaciones le brindaba un placer extraño. Sam podía sentir cómo las tres pinzas, a pesar de ser pequeñas, pesaban más de lo normal. Tal vez porque tenían una cadena que les ataba y colgaba entre ellas.

Rey, por cada segundo, mantenía sus ojos bien abiertos, comprobando que la trigueña estuviera dispuesta a dejarse torturar. En el sentido literal de la palabra. Y así fue. Samantha no solo gemía y se contorsionaba, sino que también separaba más sus piernas y empinaba su trasero empalado. Así mismo se entregaba una presa arrepentida a su condena. La sentencia era excitación y la condena, prolongar el orgasmo.

—Ese coño abierto tuyo está cogiendo mucho aire, ¿no es así? —dijo Rey—. Pero antes… —el chico, tras hacer aparecer un set te esposas, encadeno las muñecas de Sam a los tobillos de Elena, quien siquiera estaba mentalmente en el lugar—. No quiero que dejes de pasar tu lengua por ese culito tan lindo.

Encadenada de manos y piernas, con pinzas en los pezones y el clítoris, con los ojos vendados y una inmensa verga enterrada bien profundo en su culo, Sam creyó que no se podía poner mejor. Pero estaba equivocada. Sus oídos detectaron el inconfundible sonido que hacía un objeto cuando vibraba, mismo que en segundo le invadió el coño. Se sentía como una inmensa bola redonda que constaba de una extremidad fina, la cual también vibraba fuera del coño, casi que sobre su clítoris aprisionado.

El intenso cosquilleo dejó de ser placentero para volverse casi que insoportable. Si no fuera por el dolor que sentía, Samantha juraba que se habría venido justo cuando ese aparato entró en su coño.

Rey, por otro lado, con su boca abierta, comenzó a babear del placer que sentía. Aunque la descabellada idea era de él, le había tomado por sorpresa que las vibraciones atravesarán la pared vaginal que dividía el recto de Samantha y le estimularán su verga de semejante manera. Repensando en sí poder moverse con la violencia que tenía planeada, Rey tomó unos segundos y cacheteo las nalgas de Samantha con tal de hacer tiempo a acostumbrarse a lo que sentía.

Apoyando sus dos manos sobre el culo y abriéndolo tanto como podía, Rey finalmente decidió retroceder lentamente, hasta sacar más de la mitad de su verga y con tal de aguantar su respiración y empezar el bombeo de adentro hacia afuera como una maquinaria al punto de explotar.

Con brusquedad, valiéndose de una mano, Rey tiró los cabellos de la trigueña y encajó la cara de esta justo en el culo de Elena para decirle al oído. —¿No te dije que quería verte lamiendo ese culo?

—Mmm… sí… alto y claro… mi amo —respondió Sam a la pregunta.

Rey, ya más acostumbrado a la potente sensación que se asemejaban a las de un martillo eléctrico que se irradiaban de dentro del coño de la trigueña, empujó con más fuerza sus caderas contra el cuerpo que casi ni se podía sostener con firmeza. Clavando su verga por completo en el culo de Sam, él hizo que la misma soltara un agudo gemido gutural. Una vez pasaron los minutos que necesito respirar, tiró de los cabellos, sacó lentamente su miembro y antes de que saliera del todo, lo volvió a meter con violencia,

—¡No, no… por favor que me vengo! —suplicó Sam, entre gemidos, una vez perdió las esperanzas de poder seguir aguantando.

—¿Te di permiso de que me hablaras? Oh, niña mala. Te tengo que castigar… —dijo Rey, tratando de imitar la personalidad de Elena, pero no le salía muy bien, puesto que en ese momento la rubia hubiera abofeteado a la trigueña mientras que él advertía lo que iba a hacer sonado un poco rudo y forzado.

—Castígame… castígame… —dijo Sam como quien buscaba más dolor con tal de llegar al clímax.

Las palabras de la trigueña no le resultaban agradables de escuchar al chico de ojos blancos, le invitaba a seguir lo que estaba haciendo. Que en una pelea tu contrincante te provoque a darle más duro, no es bueno, pero tampoco lo era defraudar a quien buscaba más, cosa que hizo a Rey hacer aparecer una vela encendida en sus manos. La luz y el calor que irradiaban el fuego cambiaron el estado sólido de la cera roja, terminando en gotas líquidas que cayeron sobre las nalgas de Sam. Al mismo tiempo que sacaba lento o empujaba hasta el fondo su verga de un solo movimiento.

El culo de Sam estaba muy bien dilatado, su coño se retorcía y las nalgas se le enrojecieron por el calor de la cera caliente. Rey podía notar que a ella le estaba gustando mucho, no solo por la forma en la que no se podía sostener, sino que también en la que se movía. Ella misma se provocaba más dolor al mantenerse erguida sobre sus rodillas y codos, al menearse de atrás hacia delante.

El dildo que se encontraba dentro del coño de Elena fue removido gracias al trabajo de la lengua y los dientes de Sam. Aquella cosa de dos extremidades sostenidas por un arnés salió embarrado por fluidos vaginales de una punta a otra. Como quien encontraba un nuevo pozo de agua en el cual beber, Sam mantuvo el ritmo de su lengua y limpió el consolador para proceder a también darle cariño al coño a su amiga.

—Aaaah ¿Qué están haciendo? —preguntó Elena como si el dolor del culo le regresará.

—Chupándote la concha… necesita limpieza —agregó Sam.

—Prefiero que me des cariño en el culito… —suplicó la rubia—. ¡Oh! Qué bien…

Rey, entendiendo que era momento de aliviar el dolor de Elena, encajó su verga hasta el fondo de Sam y se inclinó para sacar su lengua ensalivada y lamer todo lo que la trigueña había limpiado.

El dolor que sentía Elena, provocado por las cuarteaduras de su esfínter aún abierto, se diluyó como la espuma de una mano enjabonada al ser enjuagada por agua.

—¿Acaso no podías hacerme esto antes? —dijo Elena mientras arrojó un suspiro con su boca abierta. Era deleitante sentir cómo dos lenguas jugueteaban alrededor de su trasero mientras ella estaba en cuatro y solo tenía que enfocarse en sentir placer mientras el dolor se marchaba.

—Yo te limpié primero… —dijo Sam, como quien podía deducir que la saliva de Rey, como mejor funciona era sobre las heridas.

—Y, ¿qué es lo que estoy sintiendo en mis tobillos? —preguntó Elena mientras viró su rostro.

—Son esposas… Tengo la obligación de quedarme aquí — respondió Sam en lo que era un cuchicheo entre dos chicas que se ponían al día la una a la otra.

—Mmm… —Elena parecía haber recuperado la iniciativa—. Entonces, ¿que si te digo que tengo que ir al baño? ¿Qué quiero orinar con tantas ganas que no me puedo aguantar?

“Un camino no muy bueno el que está tomando este desenlace de acciones,” se dijo Rey, dispuesto a hacer desaparecer las urgencias que la rubia estaba sintiendo en su vejiga.

—Qué barbaridad… —se quejó Samantha, que seguía disfrutando de las pequeñas embestidas proporcionadas por Rey, que al parecer no se inmutaba al escuchar las intenciones de la rubia.

—Tendré que usar tu cara como excusado… —dijo Elena con una sonrisa maquiavélica que se le dibujaba en la cara—. No creo que Rey piense dejarte libre. Ahora que eres nuestra esclava.

“Entiendo la indirecta…”, se dijo el joven.

Sam sintió cómo Rey le tomó por los cabellos como si quisiera garantizar que ella no moviese su cara del lugar.

—Sabes, te tiene que doler mucho la lengua —continuó Elena, ronroneante y mimosa—. Soy testigo de todo el esfuerzo y empeño que has puesto, la buena noticia es que mientras me estés lamiendo el clítoris no voy a poder orinar, aunque me esté reventando… la mala noticia, es que, si me vengo y sigues lamiendo, espero tengas la boca cerrada.

Elena recuperaba su poder en la situación y a Samantha no le importaba dejarse humillar de forma deplorable.

Sam no tenía sus manos libres para aferrarse a las nalgas de Elena, no obstante, se mantenía erguida usando los músculos de su espalda sin dejar de enfocar su boca para lamer tanto como podía sobre el botón de placer de la rubia.

Ante los ojos preocupados de Rey quien miraba soberano desde arriba, Samantha parecía estar dispuesta a tragarse cualquier cantidad de orina que pudiera salir de dentro del coño que se estaba comiendo a mordidas y lengüetazos. A pesar de las advertencias de Elena, Sam utilizaba todas sus cartas, en el principio ella succionó, lamió y besó con mucho empeño como si quisiera sacarle el líquido amarillo a la rubia después del orgasmo. Luego, tras tomar un respiro y no ver que lo que tanto buscaba no salía, volvió a lanzarse contra el coño, para hacer que los labios vaginales se adentraran en su boca, que su lengua se perdiera por el agujero y que regresara a lamer el clítoris como una desesperada.

Por parte de la trigueña, tanto tiempo sin poder llegar al orgasmo, prometía toda una explosión de placeres para Sam, tanto que ni siquiera dudaba en lo que hacía o podía llegar a hacer con tal de recibir el premio final.

—Rey… ¿Acaso no puedes follar ese culo como dios manda? —reclamó Elena desde el otro lado, al parecer al borde del orgasmo, como quien quería asegurarse que su compañera también fuera satisfecha.

Finalizando las palabras de la rubia, el chico respiró con profundidad y comenzó a amartillar el culo cuyas nalgas estaban bañadas en cera solidificada, la cual se cuarteaba con cada embestida.

Siendo asediada por una maquinaria taladradora, Samantha no pudo mantener la coordinación de sus lamidas ni mantener los ojos cerrados, o enfocarse en sentir cómo las pinzas le retorcían los pezones y el clítoris, con el movimiento de las cadenas que se movían de un lado a otro con cada embestida que recibía. Ella había intentado mantenerse lo más incorporada, pero ahora casi que se dejaba caer sobre el sofá mientras soltaba gemidos de placer. Las embestidas que recibía por el culo ya ni le dejaban inclinarse apropiadamente para succionar el clítoris de Elena.

—Putita, si no puedes chupar pega bien tu cara y abre la boca —demandó Elena.

Escuchando las palabras de la rubia, Rey levantó su mirada con tal de poder ver el culo y el coño de quien hablaba, abriéndose y dilatándose más, como si ella quisiera empujar algo hacia afuera.

—Te voy a mear toda la cara mientras te meten una verga hasta el fondo del culo.

Ante la advertencia, Samantha ni siquiera chistó. Ella, como buena sumisa que era, obedeció de inmediato subiendo su cara y bajo su pecho, como lo hacía una esclava buena, dejando que alguien más hiciera cuanto quisiera con ella.

—¡Quiero oírlo salir de tu boca que quieres que te meé toda! —volvió a decir Elena.

El joven pudo entender que la rubia necesitaba inspiración y tiempo con tal de poder evacuar el contenido de su vejiga en dicha posición y situación. Después de todo, no eran todos los días que algo semejante se daba lugar en la vida rutinaria de la rubia.

—Sí, me gusta. Sí, quiero que lo hagas —dijo Samantha lo suficientemente excitada como para soltar semejantes súplicas.

 

 

Elena giró su cabeza y miró al techo, cerró los ojos y abrió la boca. Con un poco de esfuerzo, el primer chorrito de líquido salió y se cortó. Después otro pequeño hilo de orina, otro y otro más hasta que salió todo un torrente. A continuación, Rey hizo una mueca al escuchar cómo la trigueña tragaba más de la mitad de lo que le caía en la boca, junto con varios quejidos y gárgaras.

“Si me lo cuentan no lo creo. Samantha y Elena son diablas,” se decía Rey entendiendo que una cosa era excitarse viendo algo que otras personas hacían, que estar en el lugar cuando otras personas estaban haciendo cosas entre los bordes de la perversión y lo asqueroso.

—Déjame tragar y respirar, por favor —suplicó Samantha entre el sonido que hacían las embestidas y nalgas que Rey le daba.

Elena hizo caso omiso a las palabras de la esclava y retrocedió su cuerpo para hacer que se le cortara la orina contra la cara de quien pedía por respirar.

Rey seguía sin poder creérselo creer, no por las constantes embestidas, sino por la distracción tan chocando del momento, él se vio obligado a detenerse y sacar su verga de dentro del culo de Samantha. Aparentando estar agotado, en su límite, y que necesitaba recuperar su aliento por un rato, el chico se preguntaba.

“El meado de Elena ha salido a chorro sin más directo a la boca de Samantha. Ella lo pidió, y, aun así, sigue pidiendo poder tragar. En qué piensa, espero no venga a besarme… ¿No? Si ella quiere besarme es mi deber como un hombre de corresponderle el beso. Mente abierta Rey. Mente abierta, pensamientos fríos y calculadores. Además, si no huele tan fuerte, es porque no debe saber tan mal. ¿Acaso estás dos perdieron la cabeza?”

Sam, como si su culo fuese un polluelo que busca el alimento con la boca abierta, retrocedió su cuerpo con tal de recibir lo que le faltaba. Su sonrisa radiante de alegría y ojos de mirada inocente, no podían pertenecer a una chica que hacía semejantes cosas indecentes, o ¿sí?

—Oh, sí… —Rey regresó al juego, siempre y cuando conservaba su papel dominante no tendría que rebajarse a hacer cosas asquerosas—. ¿Quieres mi verga? ¡Trabaja por ella!

Tampoco era que él pudiera mostrar rechazo, cuando lo que tenía que hacer en esa situación era aceptar los fetiches de quienes se le exponen. “Con toda la cara mojada, encadenada, esposada, con el culo abierto y las nalgas quemadas, ¿tan deseada y feliz te sientes? Ni modo, si es así, ¿quién soy yo para amargarte?”.

—Mueve tu culito, ahora… como esclava que eres, tendrás que follarme tu solita —dijo Rey tras utilizar sus manos para apagar el vibrador dentro del coño de la trigueña, puesto que el aparato era más peligroso para él que para ella.

Sam, contenta porque todo estuviera yendo bien, meneaba su culo de un lado a otro buscando la verga de Rey, apenas encontró lo que buscaba, retrocedió con rapidez haciendo que esa verga se le entrase tan profundo en su ano como era posible.

Rey recuperaba su posición, de vez en cuando descruzaba sus brazos para azotar las nalgas enrojecidas de Sam, dejando sus dedos marcados en la carne con cada golpe. A pesar de todo, la trigueña de ojos vendados no protestaba y se movía con locura, mientras que sus gemidos eran apagados contra el coño y el culo de Elena, quien tenía las intenciones de hacerse venir con aquel rostro para hacer que el resto de su orina saliera.

—Putita, ahora sí estoy por venirme… también lo voy a hacer en tu cara. En tu boca —dijo Elena mientras que tensó su cuerpo.

Las palabras de la rubia cambiaban, ya no eran las de alguien que advertía su próximo movimiento sino las de una chica excitada. Estar haciendo lo que se antojara a la cara de una hermosa chica, no era algo a lo que se le pudiera poner precio alguno. Elena, disfrutando la tan morbosa sensación, tras perseguir con todas sus fuerzas un orgasmo, finalmente pareció estar convulsionando en deseo y éxtasis. Sus piernas y brazos temblaban. Su pecho agitado se desinflaba e inflaba con suma rapidez. Ella apretó la cabeza de Samantha con fuerza contra su coño, reprimiendo el grito que se le quería salir.

Que Elena fuera la única disfrutando no era muy justo, así que Rey se propuso encender el vibrador que estaba dentro del coño de Sam y con la misma empujó su verga lo más profundo que pudo, de tal manera que parte del saco testicular quedó atrapado por el esfínter anal. No obstante, tan pronto la rubia finalizó su orgasmo, como quien no podía soportar las fuertes cosquillas percibidas por su clítoris, ella estremecía su cuerpo con espasmos bizarros de sus músculos, los cuales desembocaban en retorcijones de sus piernas, manos y estómago.

Sobre el sofá se pudo escuchar la llave entre las piernas de Elena, abriéndose en respuesta a cada lengüetazo por parte de la trigueña. Aunque eran las últimas gotas de orina, estas salían disparadas cayendo en la boca abierta de Sam junto al ‘plafaca, que plafata’ de las embestidas que efectuaba Rey, quien de repente enterró sus dientes en el cuello de la trigueña sin dejar de moverse.

Samantha, enceguecida por la lascivia que le provocaba ser humillada, mordida, el vibrador que tenía metido en su coño y las embestidas del chico no pudo evitar dejarse vencer por un orgasmo tan fuerte, que le hizo perder el conocimiento pasado unos segundos.

Esto es todo un orgullo,” se dijo Rey apreciando las pieles desnudas que tenía en frente. “Dos chicas viniéndose, retorciéndose por el goce y la complicidad de entregarse al placer mundano. Caer en esta, mi segunda batalla, no será en vano. La marca de mi bandera formará parte de esta excitante experiencia.”

Divertido, Rey movió sus caderas buscando el camino que le permitiera a su verga convulsionar en potentes latigazos de leche, disparando al interior de Samantha junto con los quejidos que solo podían hacer los toros enfurecidos.

Con la sensación triunfante que provocan los orgasmos cuando son buenos y fuertes, Rey y Elena dejaron salir el aire a bocanadas. En cambio, Sam estaba fuera de sí, tumbada sin conciencia sobre las piernas de la rubia, siendo levantada, literalmente, por la verga empalmada de Rey que aún tenía ensartada en el ojete del culo.

Dudando si hacer algo o no, Rey fue detenido por la advertencia de Elena;

—No creo que sea buena idea despertarla… —dijo ella—, si no limpiamos todo esto, tal vez se arrepienta de todo lo que hizo. Ya le conoces, una vez la excitación se le marcha, ella se tendrá que quedar solo con ser consciente de todo lo que pasó. Tomaste el meado mío y chupar culos mugrientos puede provocar malos efectos.

La rubia tenía muchos puntos claros, pero, aunque se mantuvo consciente, estaba muy cansada como para siquiera levantar un dedo y hacer algo.

De un chasquido de sus dedos, el chico hizo que toda la suciedad e inmundicias desaparecieran del lugar. También reemplazó el modelo y la textura del sofá en el cual estaban. Desaparecieron los juguetes y aparecieron limpios en el interior de una caja convenientemente ubicada a un lado. Por último, los tres cuerpos quedaron impecables, entre almohadas, agradables cobijas y luces tenues.

—Aún no me canso de ver las cosas que eres capaz de hacer

—dijo Elena antes de dejarse caer prisionera del sueño—. Eres mágico del todo.

—No te preocupes, duerme. Mañana será un nuevo día… y tal vez podamos seguir jugando —dijo Rey quien posicionó a Samantha de la mejor manera para que durmiera cómodamente.

—Sí … Nos distrajimos y no terminamos de ver todo lo que Arte tiene en su galería. Dentro de poco ella va a llegar y tal vez no podamos hacerlo con tanta libertad como cuando no está — dijo Elena.

—Tienes razón… —terminó Rey, ya bien acostado en el medio del sofá cama, mientras que la rubia y la trigueña le abrazaban.