Stagnation

Chapter 2
Nuevo mundo


Ante los ojos de Rey, los misteriosos colores del vacío en el que estaba cayendo no perduraron por mucho tiempo. De repente, de la “nada” se hizo la luz y el brillo se transformó en un inmenso orbe rodeado de oscuridad. Acostumbrando sus ojos, el joven vio cómo la gigantesca esfera estaba delineada por un halo de luz, como si el satélite estuviera eclipsando a una estrella con su dominio luminoso. Para él, aunque la temperatura era compatible con la vida, el paisaje parecía desafiante, por lo que creía que iba a caer dentro de un mar de fuego fulgurante si no hacía nada a tiempo. 

  Con cinco cuerpos inconscientes que caían con él, Rey extendió en el aire sus alas y se valió de maniobras estrepitosas para sostenerlos como pudo. A su hermano Jhades, lo sostuvo con la mano derecha por la pierna; a su otro hermano, Dante, lo agarró por los cabellos. Logró que el pequeño felino más cercano quedara sobre su espalda; al otro felino que daba vueltas en el aire, Rey pudo sostenerlo con sus dientes por la piel del cuello, mientras que, a White, el último de los tres y su más preciado acompañante, pudo agarrarlo con sus pies. 

  Aunque nadie estuviera cayendo a una muerte segura, Rey estaba débil y debido a la carga que tenía consigo ya no podía agitar sus extremidades de plumajes negros. Como un ave a punto de estrellarse contra las olas de un inmenso mar, en caso de no encontrar tierra firme, Rey estaba obligado a planear mientras buscaba con sus ojos algún lugar seguro en el cual aterrizar. «Pero ¿en verdad existe un lugar seguro en el cual descender?» se preguntó. «El suelo se ve animado, como la luz misma que irradiaba una esfera envuelta en lava líquida». 

  A medida que descendía, con el viento silbando en sus oídos, Rey podía ver mejor, lo que le calmó un poco. Lo que antes era fuego líquido, ahora se asemejaba a una construcción sólida y después, lo sólido pasó a tener caminos que subían, bajaban, giraban, se agrandaban o terminaban perdidos en el brillo amarillo. Todo se volvía más distinguible, lo que eran montañas de diferentes tamaños, ahora estaban compuestas por rocas cuadradas, rectangulares o circulares que subían hasta el cielo una encima de la otra, asemejándose a unas afiladas lanzas.

  Más cerca, Rey pudo ver seres de diferentes colores que compartían formas similares. Estos subían, bajaban, giraban o se terminaban perdiendo de un lado a otro, de manera organizada. El ruido, no era ruido, se escuchaba más bien como una melodía que abrazaba y acariciaba los oídos del pequeño, en vez de asustarle o imponérsele. Dentro del fuego existía una atmósfera abarrotada por la alegría, en la que la música combinada con risa y aplausos se escuchaba por todas partes.

  Al acercarse aún más, justo en el último piso del edificio más alto, Rey pudo distinguir a un sinnúmero de personas que vestían elegantes prendas. Individuos que estaban moviéndose de un lado a otro como si no se contuvieran de estar disfrutando del placer.

  Aliviado por no tener que aterrizar en lo que imaginaba al principio, Rey advirtió un peligro aún mayor. Entre los humanos que estaban en los balcones, había quienes se sostenían con fuerza de las barandas, mientras que otros eran embestidos, en lo que se considera el arte del apareamiento. No obstante, muchos los vieron caer y no pudieron contenerse de señalar o gritar a otros en advertencia. 

  Rey pudo ver el pánico en los rostros de los humanos. Como si para ellos, eso que caía del cielo, fuera lo que fuera, de seguro sería sucio, peligroso y salvaje, algo que no era ni humano ni elegante y les representaba una amenaza para la felicidad que habían logrado obtener.

Al notar el comportamiento hostil, Rey decidió alejarse y seguir buscando un lugar seguro en el cual aterrizar. Sentía que en cualquier momento podría dejar caer a uno de sus hermanos, ya que el agarre de su mano se estaba debilitando. También entendía que estaban acorralados, pues si aquella luna era un cuerpo y ellos estaban entrando sin permiso, los mecanismos de defensa se encargarían de localizarlos, rodearlos y exterminarlos. 

  Balanceándose de un lado a otro, Rey esquivó los edificios que se volvían más numerosos, hasta que con sus ojos pudo encontrar un lugar en el cual aterrizar. A la distancia apareció un sitio que no era tan grande como lo sería un bosque, ni más chiquito que un jardín, pero si estaba destinado a la recreación pública. Era un parque que se conformaba de numerosos árboles de graciosas copas, no tan altas, un césped uniforme, verde y corto, un río de agua clara y varias especies de animales que vivían por ahí.

Una vez se dejó caer en el terreno de hierba delimitada, Rey, sus hermanos y los tres felinos rodaron varias veces. Aun después del aterrizaje forzoso, ninguno de los que estaban inconscientes despertó, lo que dejó al pequeño de ojos blancos expuesto a la responsabilidad de hacerse cargo de todo. 

 Rey podía entender que, aunque tuviera la fuerza y las condiciones para poder esconderse, esconder a sus hermanos y a los Ligres, los llevaría que a la larga fueran encontrados y terminarían en la misma situación o peor. Todo estaba marcado desde el momento en el que los habían arrojado en un mundo tan civilizado que parecía estar hecho de oro, abarrotado por el característico olor que desprenden los humanos al sentir miedo.  

  Con la captura como resultado inevitable de la ecuación, algunas preparaciones debían de hacerse. Con esto en mente y mucho esfuerzo, Rey arrastró y organizó los cuerpos de un lado a otro. Una vez terminó, dedico un poco de tiempo a acariciar con su mano a un cisne blanco y majestuoso que parecía también estar preocupado, mientras tomaba del agua del río que pasaba por el puente.

   Gradualmente, se incrementó la conmoción en los alrededores y Rey lo pudo notar por el silencioso ruido que invadía en la distancia. Dejando de prestar mucha atención a lo que sucedía, se enfocó en sus hermanos y los Ligres. Si algo sucedía y debían separarse, no era buena idea que quedarán muy dispersos y mucho menos indefensos. Justamente por eso y tras tomarse un suspiro, Rey decidió recitar un encantamiento, el cual, una vez concluyó, hizo desaparecer los cuerpos de los tres felinos

 —Convertirme en hechicero fue tan conveniente como peligroso —hablaba Rey para sí mismo. — Dejando de lado el uso de la magia casi ilimitada que tengo en mis manos, tengo que cuidarme, no debo confiarme y terminar maldito, como mi maestro. También debo evitar morir por dejar de tomar riesgos necesarios, como otros tantos hechiceros.

 Por ahora, para mis hermanos y para mí, conjuro “Imaginación Des y Masterización”, con tal de poder esconder en nuestro interior a estos pobres felinos que decidieron acompañarnos en el camino, dispuestos a perder la vida y convertirse en armas. “Conciliación de sonidos, presencia y aroma”. “Nuevas lenguas de asimilación”. “Sin daño letal”. “Suerte de lado” —pronunció Rey sus bendiciones con voz calmada.

 Luego pensó «Supongo que esto será suficiente por ahora. Con mi condición actual, no estoy al nivel de poder hacer más sin sufrir consecuencias negativas, por ahora es lo más conveniente para adaptarnos, sobrevivir a cualquier ataque que nos tome desprevenidos y escapar si es necesario. Creo que no voy a ser capaz de mantener mis ojos abiertos por mucho más tiempo, mientras nos dejen vivos, estaremos preparados».

  «¡Aaah! Hechicero… pasé por el proceso de iniciación y pude invocar el libro de mi maestro, “Santuario de Atenas”, que está lleno de conjuros, encantamientos, conocimientos, prácticas y técnicas que he memorizado, pero desafortunadamente no puedo alterar. No obstante, en caso  que me enfrente con alguien, debo mantener mis emociones al margen, con el bloqueo de uno de mis vórtices de energía, los demás empezarán a funcionar mal y eventualmente, quedaré expuesto y vulnerable. 

Sin equilibrio interno, ataque o defensa, me veré obligado a utilizar mi núcleo como última barrera y una vez que se quiebre… es mejor no pensar en eso. A menos que luche contra alguien grado “Dios” o superior, no creo tener que llegar a tanto. Me pregunto, ¿qué será este cansancio contra el cual no puedo luchar?»

Luego de despedir a su amigo emplumado, Rey respiró profundamente y se tendió a un lado de sus hermanos con la intención de rendirse ante el cansancio.   Los guardias del parque y las autoridades que recibieron la alerta estaban en movimiento. 

De acuerdo a los protocolos, todas las entradas y salidas del inmenso sitio verde se cerraron yantes de aproximarse al individuo no identificado, le monitorearon por cámaras y radares que tenían dentro de sus sofisticadas máquinas. La mejor noticia para los presentes era que no existían personas en el interior del lugar, sin embargo, las cámaras mostraban lo que parecía ser un “No-humano Cat-tres”, desnudo y salvaje. 

Tan selvático que se llevaba con las bestias, como si se entendiesen entre sí. Bebía la misma agua y casi caminaba como los perros, en cuatro patas. Parecía que no le importaba que su torso hiciera contacto con la tierra, o que estuviera casi desnudo. 

  Al ver esto, los uniformados sintieron pánico por sus cuerpos y se taparon las narices con un pedazo de paño o usando sus propias prendas. El miedo les invadía el rostro, tanto así que palidecieron mientras negaban lo que se mostraba en sus pantallas. Algunos tuvieron que sentarse porque perdieron fuerzas en sus piernas, mientras que los demás quedaron paralizados por el terror y se miraban entre sí. Ninguno de los presentes podía hacer nada más que rezar por no ser los responsables de lidiar con semejante “No-humano”. 

«¿Qué pasaría si ya es demasiado tarde? ¿Si ya respiramos su contaminación? o peor aún ¿Qué sucedería si esa criatura tan antihigiénica nos muerde?», pensaron. «¿Si por ser mordidos perdemos la razón? ¿Qué pasaría si dejamos de ser humanos y no lo sabemos? ¿Si se encarna el infierno en esta luna como sucedió en el planeta Tierra justo antes que terminara destruido?»

   —¿Por qué no acudimos a donde está Román? —dijo un uniformado, como quien sugería la solución de un problema—. Él es la mano derecha del rey y sabe bien qué se debe hacer en este caso. Después de todo, él es el encargado de los No-humanos, categorizados como tóxicos, por el sistema. 

  Un tiempo atrás, en el mundo que nunca duerme, el emperador de todos los humanos llamó a uno de sus súbditos en particular y en la inmensa sala entró el cuerpo fornido de un sujeto pasado en años. 

  Ante el emperador, quien había derramado todo el vino de su copa al suelo, se levantó el sujeto a quien habían llamado, su nombre era Román. El individuo de cuerpo bien formado, con cabello gris, ligeramente largo y ojos color marrón claro, vestía prendas largas y desahogadas pareciendo menos intimidante. 

    —¡Román! —exclamó el señor soberano, tan pronto los súbditos se retiraron y las puertas quedaron cerradas—. ¡Por mucho tiempo estuve esperando volver a tener un encuentro con otro amigo tan verdadero y único como lo es, lo fue y siempre será mi primer verdadero y único amigo! Escucha, en un futuro no muy lejano, ante cualquier peligro, él permanecerá a mi lado y se enfrentará a calamidades con tal de probar nuestra amistad. ¡Oooh! Román, han pasado ya muchos años ¿no es así? Tras dejar el planeta Tierra, conquistar esta luna que ahora es sol y construir mi imperio, no creí que volvería a suceder, pero ¡volví a tener un sueño como el anterior! Por ende, tendrá el mismo significado o incluso uno mejor, llevando a cabo mi voluntad y la de nadie más.

  —¿De qué fue el sueño? —Román reverenció al emperador y agachó su cabeza intrigado—. Oh, gran y magnífico rey de todos los humanos, patriarca y emperador soberano. Si es que puedo saber y la duda no ofende, su excelencia. 

  —¡Claro que sí! ¡Precisamente y por ser pertinente fue que convoqué tu presencia ante mí! —replicó su alteza, de cuerpo joven y fornido, que vestía prendas arrogantes. Tenía sus cabellos negros que le llegaban al hombro, piel de sumerio que se cubría bajo una capa de color rojo con forro negro e interior índigo, una sortija en cada dedo, pantalones negros con reflejos rojos y botas a juego. Alrededor de su cintura tenía atada una larga faja roja—. 

«En mi sueño flotaba por los aires, abrazando estrellas ascendentes y besando nubes de fuego descendente, lo negro se volvió blanco, lo blanco se volvió negro y el oro y metales de mi luna alumbraron con mayor intensidad que nunca. En el suelo había una estrella blanca que no podía abrazar, una que del cielo había caído sin que me diera cuenta, cosa que pude notar cuando brilló más que ninguna otra. Como una enorme piedra encendida, la luna se negaba a quedarse tranquila y las luces de mi imperio querían apagarse.» 

«Con el tiempo, su calor y brillo, incluso en el cielo, se llegaron a sentir desafiantes, al punto que me hicieron temblar, sudar y por ende, dejar a mis amadas e irle a ver más de cerca. En el sueño, encogí el tamaño de mi cuerpo y al acercarme también emití mi brillo y toda mi grandeza. La estrella caída del cielo se paró delante de mis siete bendiciones, todas dejaron de mirarme para mirar a la inmensidad del espacio lleno de estrellas fugaces.»

«Sí, en mi sueño también había innumerables personas que venían, otras tantas que se marchaban, bestias y magníficas criaturas, mujeres, héroes y lucha. Todo esto sucedió en el espacio en el que quedé junto a esa estrella que se me imponía, todo con tal de ser conquistada. Intenté abrazarla, sostenerle en mis brazos, pero el calor era tan grande que tuve que desistir, en ese momento, ella me abrazó y en su abrazo encontré el camino a la grandeza. Al final del sueño, caí a los pies de mi madre con felicidad y cerré los ojos mientras que ella me pasaba la mano por el rostro. Esa fue mi revelación. ¿Qué crees al respecto, Román?»

   —Tan solo le pregunté sobre su sueño por mera curiosidad —Román puso su rodilla en el suelo y luego su puño opuesto, al mismo tiempo que escondió su mirada y respondió—:  Oh, gran soberano y emperador de todos los humanos, preocuparse por lo que alguien como yo piense de un sueño es como darle importancia al aire que exhala. Después de todo, no soy un buen interpretador de sueños, su alteza.

   —Pero eres un Dios —respondió, mientras las expresiones de su rostro cambiaban y se mostraba enojado—. En los libros que escribí para cuando mi memoria fallara por efecto de vivir una vida eterna con las capacidades de un semidiós, contaba la historia de cómo mi gran amigo había aparecido. Cuando mi reinado fuera tan soberano y próspero como lo es ahora, los dioses mandaron a alguien que me igualase en fuerza y en mi tempestuoso valor. Mandaron a un nuevo héroe. Pero… Aruru está muerta, también madre y padre… por eso pensé en ti. —El rey hizo una pausa en su monólogo, se dio cuenta de que el único invitado en la sala aún no levantaba su cabeza, de la misma manera en que se escondían quienes ocultaban la verdad de cierta manera— ¿Acaso no te atreves a hablar ni decir más porque sabes que llevarme la contraria tiene como consecuencia que las cabezas rueden por el suelo?

  Román mantuvo el silencio y su posición ante la pregunta del rey que regresaba a su trono con aires de decepción.

 —Ya entiendo —dijo el rey al darse la vuelta, como si se reprochara a sí mismo por no tener ningún amigo en aquel mundo—. Aprecio que como súbdito te guardes cualquier comentario que pueda ofenderme si no estás preparado para las consecuencias. Después de todo, nadie mejor que tú sabe que ante este rey, el hecho de que alguien tenga razón no significa que verdaderamente la tenga, si es que me va a llevar la contraria y no pueda sobrevivir contra mí en un combate. Román, ignora mi pregunta por ahora, te voy a encargar que encuentres a ese ser que me mandaron y que sostengas un combate glorioso con él que todos recordarán y que luego se convertirá en mi amigo, tan verdadero y único como lo fue el primero. Ya puedes marcharte.

  Ante la autorización del rey, Román se levantó del suelo y respetuosamente confirmó que abandonaría el lugar al cual se le había llamado para cumplir el encargo asignado.       

   Saliendo del templo, paso tras paso, un pensamiento no abandonaba la mente de Román. No podía mover su boca para articular palabras, porque la sonrisa que tenía de oreja a oreja no se lo permitía. Esa era la sonrisa de un viejo demonio. «Aaah, se siente tan familiar la cercanía de las calamidades. ¡Después de vivir tanto tiempo queriendo olvidar para remediar mi pesar! Esta nostálgica sensación me hace despertar una vez más. Encarna en el presente un pasado que no he logrado dejar atrás. Nadie sabe quién soy, de dónde vengo, ni a dónde voy, nadie sabe, solo él, el rey de los humanos, quien me contó de su sueño, de la llegada de alguien excepcional a esta luna, de un segundo héroe». Ese pensamiento lo siguió un buen rato.» 

  «Al caer la noche, entre las sombras, Román llegó a su residencia para meditar con su cabeza en alto y ojos cerrados. Aunque este era el mejor método que tenía para limpiar sus pensamientos, no lo pudo hacer: «Las premoniciones y profecías actúan de maneras misteriosas, si es que la historia está destinada a repetirse. Con tal de cambiar las falsas esperanzas de los necesitados también se puede revelar en un sueño algo que no puede ser cambiado. ¿Y si ese no es el caso?» 

«Aunque sea lo que soy y piense lo que pienso, mi existencia está eclipsada por una maldición tan fuerte que no me deja ayudarme a mí mismo. Si no puedo hacer nada, ¿acaso mi consejo podrá ayudar a alguien más? Algo es seguro, el segundo héroe no vendrá con un propósito completo. Oh, Gil, temía decirte que estabas equivocado porque, aunque te lo hubiera dicho, tu soberbia no te permitiría aceptar la realidad. Después de tantos años, me sorprende que sigas siendo tan ingenuo e ignores el principio básico de que siempre existe un final antes de un comienzo.»

«Me temo que, una vez más, que ha llegado mi momento de avanzar… En este mundo de un solo héroe que hace y deshace a sus anchas como un tirano, la balanza será equilibrada, para que entre las cenizas de la destrucción resurja una nueva civilización. Me pregunto, si en el futuro de un nuevo mundo, podré encontrar quien me ayude a cambiar. Aunque no sea el caso, no me debo descuidar y si la suerte está esperando a que me descuide, no le daré tan gustosa oportunidad. Ser paciente y esperar. Me cabe la curiosidad si este héroe en verdad caerá del cielo».

    La puerta en los aposentos de Román sonó con desespero, alguien estaba tocando como si quisiera tumbarla. Quien estaba dentro no se inmutó, a pesar de que lo llamasen varias veces, él estaba en un estado de meditación, en el cual con sus ojos cerrados veía dentro de un mundo completamente percibido por flamas de distintos colores, sin muchas variaciones. Dentro de ese mundo, algo se abrió paso en la oscuridad del lugar. Seis flamas totalmente diferentes a todas las presentes. De las seis, tres compartían la característica de pertenecer a la misma especie, las otras tres no eran iguales entre sí. 

  —El momento llegó. Inesperado… O más bien diría que interesante —dijo el anciano, mientras se puso de pie y abrió la puerta.

  —¡Señor Román! —se reportó con respeto el uniformado que representaba a la seguridad del planeta, tan pronto hizo contacto visual con su superior—. Al norte del templo y del palacio real se ha visto a la criatura más extraña de todas caer del cielo. Tiene que ser un monstruo o un no-humano. Mis soldados no saben qué hacer, tiemblan de miedo y solo saben decir que el extraño ser tiene inmensas alas que cubren el cielo de una esquina a otra, cuatro extremidades humanas y cuatro felinas, dos cabezas y un solo torso. Que en su boca llevaba a otra criatura, así como en cada una de sus manos y otra entre sus piernas. No sabemos qué hacer y por esa razón acudimos a usted con desespero.

   —¡Voy en camino! —dijo Román, lleno de energía e ímpetu.

  —Pero, señor... aún no le he dicho en dónde está la temeraria bestia —replicó el uniformado al ver cómo el anciano fornido se volteaba y abría la ventana de su habitación.

  Sin escuchar el resto del informe, Román saltó con la ligereza del viento sobre los tejados que conformaban los edificios y apartamentos de toda una próspera civilización. Sobre oro, plata, bronce, diamantes y cristales, brincaba por encima de aquellas construcciones que podían tener dos pisos o cientos.

  En aquel mundo, los techos no tenían cables, construcciones adicionales o cualquier cosa que les hiciera ver feos en apariencia. Pero si eran inclinados, triangulares y hasta esféricos, cosa que hacía que Román se preocupara más por como ponía sus pies y no contra lo que se pudiera estrellar. 

  Las personas veían al individuo, avanzado en años, trasladarse de un lugar a otro y no se asombraron tanto como cuando cayó la criatura del cielo. Tal vez porque ya estaban acostumbrados a ver como el mismísimo emperador y soberano de los humanos también hacía semejante gala de poder al trasladarse de un lado a otro como pocos podían.    

  «Un vampiro, un licántropo - hombre lobo -, una flama que juraría haber visto antes y tres felinos», Román, entre salto y salto, pensaba asombrado. 

  Las almas que percibía no pertenecían a un adulto, tampoco a una bestia o un monstruo, como le había descrito el uniformado. Eran cuerpos que podían ser perfectamente considerados como muy jóvenes. Aunque por el momento irradiaban esencias debilitadas, los cuerpos tenían espíritu de lucha dentro de ellos, eran salvajes y tal vez poco civilizados.  

  «Cuando el rey Gilgamesh se encontró con Enkidu», recapitulaba Román mientras se acercaba, «éste era el representante de la vida salvaje, pero tras vivir toda su vida en el bosque y comer como comen los leones, cazar como cazan los lobos y luchar como luchan los osos, se convirtió en un hombre de músculos sólidos y espíritu de lucha bien formado. Dejando de lado el que ellos sean de otro mundo, no creo que estén a la altura necesaria ni que tengan mucho futuro.»

  Al llegar al borde del parque cercado por las autoridades del lugar, Román llegó a la forzosa conclusión de entender que no eran los tiempos de antes. 

  «Claro, pensó. ¿Qué vida salvaje existe en una luna tan civilizada cómo Belldewar? En todo el globo no hay muchas áreas verdes, ¿de qué manera se desarrollarán estos seis individuos hasta que uno alcance la fuerza suficiente como para rivalizar al rey de los humanos? La historia es diferente», 

«Román se llevó la mano a la cabeza, estaba preocupado. Sin querer intervenir, de repente, decidió esperar antes de tomar una decisión o llegar a una conclusión. «Si el destino ha salido de su camino para arrojar a tres pequeños en semejante lugar, ¿quién diría que ellos no son lo suficientemente fuertes como para interponerse a las adversidades? Después de todo, es como dicen: un héroe nunca muere, si no, no sería un héroe. Por ahora cinco de ellos no se mueven, están inconscientes y el último no está muy lejos de perder la consciencia tampoco. No tendré que intervenir personalmente para capturarlos».

  De cierta manera, por muy buenas intenciones que alguien tuviera, en el momento que se viera obligado a imponer su trabajo para establecer orden, estaría dando una mala primera impresión. Román prefería presentarse a sí mismo como un salvador que intentaba ayudar antes de alguien que imponía el orden. En las negociaciones, las personas tienden acceder a las peticiones de quienes les ayudaron al principio y mostrar rechazo contra aquellos que les dieron problemas.  

 «Ese de alma rara está haciendo algo extraño» pensaba Román, agachado sobre la punta del edificio más alto cercano al parque mientras miraba en dirección a los objetivos y noto un evento inusual. «¿Hizo desaparecer de este plano a los tres felinos que anteriormente pude detectar? Tan solo un hechicero es capaz de romper las lógicas de la naturaleza. Supongo que no es tan verde como aparenta ser. Pero yo, más que nadie, sé que la impaciencia de Gil no será suficiente».

  Observando a su alrededor, Román fue capaz de divisar el inmenso castillo. Más grande que cualquier edificio, la estructura se mostraba imponente y tan alta que casi llegaba a las nubes. Comparable en tamaño, solo eran los templos dispersados por la luna dorada. 

  «¿Cómo hacemos civilizada a una bestia salvaje?» se preguntó Román con una sonrisa irónica. «Mirándolo de dicha forma, no creo que adelantar los planes siguiendo los métodos del pasado se considere como algo indebido». 

   El longevo hombre de cabellos blancos sabía lo sucedido en el pasado tan distante y casi irrecordable de Gil. Siguiendo este esquema, la idea sobre lo que tenía que hacer para domar a una bestia le vino a la cabeza. «¿Qué mejor manera que dejarlos en las manos de las mujeres indicadas? Esas que saben hacer uso de la seducción para obtener lo que desean y con suaves palabras cambian la mente de quien las escuche. ¿Qué mejores candidatas que las Damares que no hacen nada más que abrirse de piernas y entregan sus cuerpos a cualquier hombre para servir en el templo de las artes amatorias?» pensó Román, al mismo tiempo que a través de un dispositivo en su mano, contactó a quienes tenía en mente. 

 —Necesito del personal y de ti con urgencia a la dirección que te estoy mandando —dijo Román con confidencia, tan pronto las comunicaciones se establecieron. —Traigan un vehículo de descontaminación, algunas mantas y vengan bien cubiertas. Tengan discreción al ingresar a la zona.

  Apenas se escucharon palabras al otro lado de la línea. Al final de las órdenes, la mujer en cuestión afirmó haberlo entendido todo con una tenue voz. Ella discretamente miró al personal conformado por otras cuatro chicas y tras darles una mirada, se pusieron en movimiento para no hacer esperar mucho a su tutor.

  Tras bajarse del edificio, informarle al personal de seguridad, apartar a los subyugadores y asumir el control del caso, así como informar que su grupo de descontaminación venía en camino, Román entró al parque caminando con tranquilidad.

  Los presentes sintieron un alivio inimaginable cuando vieron a la mano derecha al mismísimo rey haciéndose responsable de la situación.

 Al estar lo suficientemente cerca y sabiendo que estaba bajo la vigilancia de muchos dispositivos, el anciano sacó unos guantes del bolsillo opuesto en el cual había guardado el dispositivo que había usado para comunicarse con las otras personas. Tras colocarse los guantes, ya estando lo suficientemente cerca de los tres pequeños, procedió a desvestirles, tomando particular cuidado en aquel ser que estaba cubierto con pieles de bestia.

  «No es lógico para un hechicero tener las cicatrices de un guerrero» reflexionó Román, mientras arrojaba a un lado las prendas con las que ningún humano debía tener contacto. Acto seguido, agarró una pequeña botella que residía en otro de los bolsillos de su túnica desahogada y roció el contenido a los atuendos que no tardaron en incendiarse hasta desaparecer.

  Tal vez, para algunos, esto era una medida extra, pero en un mundo tan esterilizado era peligroso para los humanos contraer cualquier bacteria, virus o parásito que pudieran traer las pieles de una bestia de otro mundo. El sistema inmune de los residentes de Belldewar no sería capaz de luchar contra ninguna enfermedad, mucho menos las zoonóticas, pues no había existido nadie que se enfermara de una bacteria o virus viviendo en un ambiente tan estéril y limpio. 

  «Tus marcas indican lo cerca que has estado de morir. Tú, quien estás bañado con energía tan familiar, ¿quién eres?». La duda le carcomía y una idea le vino a la cabeza para poder descubrirlo.

  Tras arrodillarse en el suelo, Román decidió usar su mano enguantada y discretamente abrir uno de los párpados que ocultaban los ojos de ese que no era vampiro ni hombre lobo. Inconfundible fue el filo que se iluminaba de la blancura que irradiaba una estrella pitagórica infinita, la cual le bordeaba las pupilas adaptándose al tamaño dilatado. 

  El tiempo se detuvo para el individuo avanzado en años. Su corazón palpitó tan fuerte como nunca, sus manos experimentaron temblores de felicidad como quien había encontrado un tesoro por siempre perdido. Fue la primera vez que Román agradeció haber vivido tanto tiempo como lo había hecho porque, aunque él no estuviera muy al corriente de las noticias de la humanidad, sabía que quien yacía ahí era mucho más que el Hero-Slayer, el “apocalíptico” que se enfrentó a Yacer “De-Mars” o el amigo que buscaba Gilgamesh. Los ojos de quien estaba tendido en el suelo frente a él, tan solo se habían visto en dos seres anteriormente. El primero, conocido como “el creador del infierno y primer patriarca de los dioses” y el segundo, fue “el reformador y juez del infierno”. 

 «Sin duda alguna» se dijo Román convencido, «un guerrero traedor de revolución en este tiempo moderno, ese que logrará vencer al monstruo y ocupar cualquier trono si así lo quiere. Alguien lleno de valor que dará pasos de seguridad y mantendrá con firmeza e ímpetu el deseo de luchar para quienes le sigan.»  Tan pronto la pupila dilatada se encogió, Román decidió retirar sus dedos con tal de dejar que el ojo se cerrara. 

Por breves momentos, Rey despertaba y volvía a caer rendido a manos del sueño. Estaba exhausto y carente de energía, casi más que en su primera noche de vida. En uno de esos instantes, pudo llegar a ver los cabellos blancos y la tez longeva de alguien que le tocaba el rostro, confundiéndole con Heroclades, su anterior maestro.

 Sin mucho ánimo, el pequeño se volvió a entregar al cansancio cuando su ojo pudo cerrarse. Aunque le dio tiempo suficiente para identificar que ese individuo no era quien creía. El joven moribundo también estaba contento de ver a la no tan pequeña sombra que tiraba de la suerte representando riqueza, buena fortuna, prosperidad, felicidad y guerra. La misma que recordaba haber dejado en el “Tartarus” y ya la extrañaba, ya que no había podido verla antes de salir del Heavens.

  Con atuendos que le ayudaban a mezclarse con la oscuridad, Edith Láquesis estaba ahí. Llevaba una capa negra que se transformaba en un largo vestido de mangas largas y capucha, entre sus atuendos cargaba seis hojas alrededor de la cintura, usaba un cordón como cinturón. La única diferencia era que ocultaba su rostro y sostenía como podía una gigantesca guadaña entre sus manos, al mismo tiempo que cubría su cuerpo de piel gris con mantos negros. Ella, al darse cuenta que la vieron, brindó una sonrisa, hizo una señal de despedida con su mano y se marchó, no sin antes darle otro vistazo al individuo que también vivía en el mundo de las sombras y acechaba la vida de Román y acariciar a White, que había crecido tanto.  

  El tiempo regresó a la normalidad para Román, cuando percibió que a las afueras del parque llegó la mujer que había llamado junto a los demás miembros que componían al personal. Ellos enseñaron sus cartas de presentación a los oficiales de seguridad que cubrían el perímetro y tras confirmar que eran propiedad de la mano derecha del rey, les dejaron entrar al área restringida.

  El anciano se apartó de los tres cuerpos y fue a recibir personalmente a los que había mandado a buscar, quienes llegaron en el interior de un auto que flotaba. El vehículo era negro, un color que al parecer distinguía tan solo a los descontaminadores de aquel mundo. 

  Román se dio cuenta del comportamiento que manifestó la mujer que llamó, cuando esta confirmó con sus propios ojos lo extraordinario de la situación. 

—¡No pertenecen a este planeta! —exclamó ella en voz baja tras notar la casi imperceptible esencia de un vampiro pura sangre.

  Ella tenía motivos para estar asustada, pues los “purasangre” estaban casi extintos en el universo. No debía existir subyugador humano que no les odiara con lo más recóndito de sus entrañas y que no estuviera feliz de dar su vida a cambio de matar a uno de ellos, a sus familias, amigos, conocidos e incluso a quienes tuvieran contacto con alguno de ellos.  Un saludo en la calle a alguien que hubiera dicho hola a un vampiro, era suficiente para otorgar la pena de muerte a ese individuo.  

  —El vampiro o el licántropo en sí, no son ni la punta del iceberg—dijo Román para mirar a quien representaba ser el verdadero problema—. Después de ver el color de los ojos, la sombra en mi espalda comenzó a apretar sus garras con más fuerza y mi corazón pareció fallar en su latir. El pasado reencarna, pero tenemos que terminar con el trabajo. 

 Román y la mujer que se cubría con una capa y capucha, se dieron cuenta que los demás involucrados también estaban asustados. Observaban a todos lados y se comunicaban a base de gesticulaciones, señas y susurros, con el fin de rezar para mantener sus vidas después de ese trabajo. Para ellos, existían varias posibilidades de morir: que una de aquellas bestias despertara y se volviera violenta, como eran por naturaleza o que algún humano perdiera su cabeza porque no se sentía a salvo al estar al lado de alguien que estuvo expuesto a contaminarse con un vampiro o un licántropo.

  —Te encargarás de ese que no es ni vampiro ni hombre lobo —dijo Román a la mujer en un susurro bien discreto—. La ignorancia de todos hará que no le presten mucha atención al más peligroso. Así, como a los otros dos, deberás de descontaminarlo apropiadamente y que comprenda que no existe nada por lo cual preocuparse siempre y cuando no se exponga a la vista de ningún humano.

  Mientras cargaban con los cuerpos de sus compañeros hasta el medio de transporte, White, Regres y Leónidas recuperaron la mayor parte de sus energías gracias al ambiente proporcionado por Rey. Ellos, gracias a la bendición recibida, podían caminar en el plano de las sombras sin ser notados por nadie. Con devoción, en silencio y vigilantes, los Ligres hicieron uso de sus cualidades de cazadores para esperar el momento indicado. 

   Rey notó que una persona le estaba cargando, brazos finos y delicados que ofrecían un regazo gentil. El olor de semejante persona le llenaba de confusión, pues ese individuo estaba cubierto de un olor dulce, embriagante, afectivo y muy familiar. El mismo olor que recordaba que tenía su madre. Con intenciones de identificar con su mirada a quien le cargaba, Rey intentó abrir sus ojos, pero la persona que olía a “un cálido hogar”, posó su mano sobre sus párpados y no le dejó. 

 «La oscuridad de no poder ver no es tan aterradora, no cuando el aroma de la mano que se posa sobre mi rostro se siente así de tranquilizadora», se dijo Rey.

   Al igual que Rey, Dante y Jhades pasaron por la misma situación, solo que los dos últimos no despertaron ni estuvieron conscientes de lo que sucedía mientras eran cargados en brazos y transportados.

  —Siento miedo, Rey —dijo White con tono preocupado, moviéndose de un lado a otro como un tigre enjaulado y es que el pequeño felino no podía hacer mucho, por más que quisiera—. Estás enfermo, indefenso y los seres a nuestro alrededor hablan una lengua diferente. Dos de ellos están realmente interesados en ti y tus hermanos, siento cómo los demás tienen pánico. Podría decir que se están arriesgando para ayudarnos, pero no confío… ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo puedo salir para ayudarte en caso de que algo pase?

  Rey entendía las preocupaciones de la bestia que le hablaba desde el otro plano. 

—Tan solo quédate a mi lado, descansa y recupera energías. Si mi vida o la de mis hermanos está en peligro, ustedes podrán salir automáticamente.

   Aliviado con la noticia, White siguió el consejo del chico de ojos blancos, aunque no estaba muy contento, pues sabía algo crucial. De acuerdo a lo debilitado que estuviera su compañero, las bendiciones permanentes que él otorgaba podían declinar en funcionamiento, perder efecto, y en el peor de los casos, causar el doble de efectos negativos al hechicero.

 En otras palabras, era como un arma en la cual podría convertirse si era necesaria, aunque tal vez quedaría atrapada. Los sonidos, el olor y la presencia de Rey podrían salir de manera exponencial e intimidante, haciéndose notar y ser temido por todos. El sentido y habilidad de entender las intenciones ajenas podrían terminar bloqueadas, impidiendo la comunicación y desarrollando malentendidos. Daños letales podrían producirse sin explicaciones, y por último, todo lo que pudiera ser considerado como terrible mala suerte podría sucederle. Ese era el precio de las bendiciones.

  Rey, por otro lado, se sumergió en un estado en el cual estaba consciente de lo que sucedía a su alrededor, pero a la vez no. Todo con el propósito de escuchar y sentir aquello que sucedía como si de un sueño lúcido se tratase.

  El lenguaje era extraño, desconocido y en cierta manera algo chistoso, pero los sonidos parecían similares a la forma que él empleaba para comunicarse. Como buen oyente, Rey almacenó las palabras que escuchaba del exterior y mediante el tono de la voz y la situación, se propuso a sacar conclusiones para así descifrar lo que cada juego de sonidos intentaba comunicar. Entre ellos, las palabras del sujeto avanzado en edad se escucharon una vez todos quedaron montados en el vehículo. 

  —De regreso al templo de artes amatorias. 

  —Si, señor —respondieron las mujeres presentes. 

 



Una casa y cinco jóvenes

Chapter 2
Prefacio


En el libro titulado Grimoire, a todos los habitantes del planeta tierra se les fue concedido un deseo por una entidad desconocida, cosa quienes sobrevivieron terminaron siendo conocidos como incarnates, monstruos que se ocultan entre los humanos, y también se alimentan de ellos. En un principio humanos abarrotados por sueños, terminaron siendo prisioneros de sus deseos ocasionados el final del mundo que conocemos y el comienzo de otros. Este libro es una secuela que contiene detalladas escenas de sexo y lenguaje explícito, nos adentraremos en la experimentación de placeres y la ambientación de un nuevo mundo para el personaje principal y quienes le acompañan en el viaje.



Reina Del Cielo

Chapter 2


  Esta es una lectura no recomendada para menores de edad, contiene sexo explícito y temas polémicos como lo son: relación prohibida, dependencia emocional, secuestro, exhibicionismo, violencia, suicidio, depresión, ansiedad, prostitución, alcoholismo, rechazo paternal, libertinaje y malas decisiones.

 

 En esta historia tengo el propósito de obtener las dosis perfectas de romance/tragedia que deseo, con tal de poner a prueba mis habilidades en estos dos géneros. Creo que puse mucho de esas dosis, pues este mundo que construí surgió, sin pensar necesariamente, en la felicidad de los personajes, quienes pueden llegar a tomar malas decisiones, si tienen la oportunidad de hacerlo. Al principio, la infelicidad y el sufrimiento serán lavadas con sexo y placeres, como si esto fuera la solución a los problemas, pero no sucederá así al final. Por favor, no leas si crees que te podría afectar en algo un final trágico.



Rey De-Heavens

Chapter 2
Danza eterna con el cansancio


Tras un breve descanso, Rey decidió seguir y lo tenía escrito en su mirada. Dejando el agradable y cálido nido, continuó su camino hacia la cima. Contra la tormenta, aguantando los cortes que el afilado hielo hacía en su piel, siguió escalando hasta atravesar la ventisca.

El pequeño quedó sorprendido, tal vez porque no esperaba que existiera tanta calma pasada las nubes tempestuosas. Premiado por la ausencia de frío, todo un paisaje despejado se abrió ante sus ojos. También pudo notar cómo la copa del árbol tenía hojas, flores y frutos que comer, aunque no pasaron unos segundos y la decepción atormentó al pequeño que veía más allá de lo que podía ser visto y entendió lo que conformaba una irónica metáfora. Rey se dijo:

—El trabajo duro, ummm…

Entendió que el árbol en el que se sentaba no era ni de cerca uno de los más grandes de la zona. Si él se llegaba a comparar con semejante árbol y aunque llegase a crecer tanto como pudiese, en su camino siempre habría alguien que estuviera mucho más arriba que él, tal vez por haber vivido más tiempo, haberse esforzado más, tener más poder o incluso mejor suerte. Como esos árboles que veía, siempre habría alguien más alto que los que ante sus ojos se levantaban y casi llegaban al otro lado del Heavens y se pierden de vista.

—¿Cómo osaría compararme con este árbol? Escalar hasta este punto es insignificante comparado con todo lo que este robusto ser vivo ha tenido que luchar para llegar a tener el tamaño que tiene. En relación con los demás monstruos que han tenido tiempo de crecer, se ve insignificante; aun así, no me permito comparar, sino que pretendo aprender como mi maestro me dijo. Decido aprender que, sin importar aquellos a mi alrededor, he de seguir creciendo y tomar el camino con más ambición.

Al dar una carcajada en el aire y extender las manos con un verdadero desequilibrado mental, el pequeño se volteó y continuó razonando.

—Regresando al objetivo principal. Los árboles se encuentran en proporción descendente. Los más grandes afuera y los más pequeños van en dirección al centro.

En los alrededores, varias copas sobrepasaron la ventisca mientras que otras desaparecieron y se acomodaron según su tamaño.

—Ya sé para dónde ir, pero como mantengo el rumbo sin desviarme. Una vez baje, volveré a perderme. Para evadir la naturaleza del suelo tendría que volar… y para surcar este cielo necesito alas. Madre las tiene. Mmmm. Ella tenía alas que salían de su espalda. Sí, sacar alas es similar a la misma sensación que convertir mi mano en una garra, entonces no debería de ser un problema… Después de todo, soy híbrido.

Comiendo frutas y descansando tanto como podía mientras intentaba una y otra vez, Rey finalmente extendió dos extremidades extras desde su espalda hacia los lados. Eran dos alas, cubiertas de plumajes negros, que podía mover con torpeza, pero las podía mover a voluntad.

—Me pregunto si tomar de la sangre de mis enemigos caídos tuvo que ver con las funciones nuevas que desarrolla mi cuerpo —se dijo Rey recordando las alas que poseían las criaturas que reinaban en las alturas del lugar.

Dejando las preguntas de lado, Rey nunca había volado antes, ni tampoco analizado cómo hacerlo. Aunque se veía fácil era algo que debía de ser complicado, pero el vacío ya no le intimida en absoluto. Primero abrió la de la izquierda, extendiéndola tanto como pudo, luego la de la derecha y después las dos a la vez mientras se acomodaba sobre las ramas con sus pies y manos. Se dio la vuelta y trató de volar un poco en donde estaba, haciendo una simulación de despegue y aterrizaje. Repitió el proceso varias veces, se levantó un poco más y aleteó con mejor coordinación.

—Si para aprender a volar tengo que arrojarme, ya estoy dispuesto —se dijo y así, sin pensarlo más, Rey se lanzó al vacío con las alas expandidas.

Al principio, el descenso no tuvo muchos problemas, un poco de desbalance hacia los lados, pero si no movía las alas su cuerpo y la dirección de la caída no variaba. De pronto, con la velocidad, Rey no pudo evitar que una de sus extremidades emplumadas chocara con una rama que sobresalía de entre la niebla fría. Era una rama pequeña, algo que perfectamente bien podía romper de un puñetazo, pero el choque le fracturó el hueso del ala derecha y con esto la caída caótica se hizo inevitable.

Rey dio vueltas y vueltas en espiral, con sus garras fuera intentó frenar su caída y aunque se aguantaba de las ramas, estas no resistieron su peso y quebraban. Chocando contra todo a su paso, la ventisca de aire frío le trataba como una hoja que se había desprendido. Lo único que pudo hacer era protegerse la cabeza.

—¡Ahhh! No puedo guardar mis alas. Qué inconveniente. Rotas no pueden guardarse —se dijo a sí mismo—. No tengo más opción, otro golpe más y tal vez pierda el conocimiento.

Rey, tras llevarse las manos a la espalda de un tirón se arrancó las alas y tan pronto como se deshizo de ellas con sus garras volvió a intentar frenar su caída para conseguirlo a medias. Como un saco cayó estrellado contra el suelo y terminó rodando por todo el terreno llano cubierto de blanco.

Agitado, adolorido, pintando la nieve con el rojo de su sangre. Rey arrancaba con sus dientes los trozos de ramas que le atravesaban la carne en las extremidades. Primero tiraba de los más pequeños y después los escupía a un lado. Así hasta que tuvo que lidiar con el tronco más grande que estaba casi sembrado en un costado bajo de su abdomen.

—No, mejor no —se dijo, apenas tocó la madera—. Si me arranco este tronco perderé mucha sangre. Mejor partirlo lo suficiente para que no interfiera con mi caminar.

Crack, crack. Rey tuvo que aguantar el dolor para después, un tanto más ligero, continuar y tratar de ver la situación por el lado positivo.

—Ah, finalmente dejé el bosque atrás. Un poco más adelante se encuentra la casa en la que mis padres deben de estar. Este frío no es nada comparado con el que sentí en la punta del árbol…

Apenas pasó el tiempo suficiente para que sanaran los huesos rotos en los pies del pequeño, este dejó de arrastrarse con las manos para ponerse de pie y caminar. Rey continuó su avance hasta que llegó al pie de cinco escalones que colindaban con la puerta de la residencia que parecía flotar en el aire. El lugar sin ventanas en el cual moraban los mayores cuando dormían no tenía intenciones de dejarlo entrar sin que alguien de dentro le recibiera. La entrada estaba cerrada y por más que tocó a la puerta nadie respondió.

Rey continuó su avance hasta que llegó al pie de cinco escalones que colindaban con la puerta de la residencia que parecía flotar en el aire. El lugar sin ventanas en el cual moraban los mayores cuando dormían no tenía intenciones de dejarlo entrar sin que alguien de dentro le recibiera. La entrada estaba cerrada y por más que tocó a la puerta nadie respondió. Rey continuó su avance hasta que llegó al pie de cinco escalones que colindaban con la puerta de la residencia que parecía flotar en el aire. El lugar sin ventanas en el cual moraban los mayores cuando dormían no tenía intenciones de dejarlo entrar sin que alguien de dentro le recibiera. La entrada estaba cerrada y por más que tocó a la puerta nadie respondió.

—En efecto, aún todos duermen. Que pueda ver no significa que sea de día… si mal no recuerdo, debe de haber otra entrada al interior de la casa. Si doy la vuelta, puedo entrar entre el suelo y las raíces. Pero sí subo al techo, también podría colarme por la chimenea. Pensándolo bien, es mejor evitar las alturas por un tiempo. Entraré por debajo.

El pequeño, así como se propuso, entró por entre las raíces. En sí, el lugar que estaba usando para acceder al interior de la casa era más bien una salida secreta, ya que carecía de ventanas. Si una emergencia se daba, y la gigantesca casa terminaba bajo ataque, los residentes podían emplear la compuerta del suelo para escapar.

Saliendo en el interior del comedor, justo en frente de la cocina, el pequeño cuerpo fue recibido por el calor de un hogar cien veces más reconfortante que el nido o la cueva en la cual había estado. Sitio que olía a familia y un inconfundible olor a comida proveniente de dentro de una caja climatizada.

Siguiendo su nariz, Rey abrió la caja y se encontró con todo un tesoro. No pudo evitar abrir la boca, ni dejar de contener su saliva ante el maravilloso encuentro. Paquetes y paquetes de carne, bolsas y bolsas de sangre, manojos y manojos de frutas, vegetales y agua. Lo más conveniente era que, aunque comiera todo, solo tenía que dejar una única muestra de algo para que esta se duplicará o triplicará. Con cerrar la caja climatizada y abrirla, era suficiente para que esta repusiera lo que faltaba. Una verdadera fuente de comida ilimitada.

—Llevándome esta caja conmigo, no tendría que preocuparme por pasar hambre —se dijo a sí mismo ya mientras masticaba y tragaba un filete casi tan grande como él—. Pero no puedo llevármela. No es mía. Le pertenece a padre, madre y los demás. Me traería muchos problemas si se enojan conmigo…

De pronto, Rey se detuvo en seco, frisó su cuerpo y abrió tanto como pudo los ojos. Se había distraído y sin darse cuenta todos sus movimientos estaban bajo la mirada de alguien que no se movía, pero tampoco dejaba de mirar con ojos interesados y las manos detrás de la espalda.

—¿Por qué no me abriste la puerta si estabas despierta, Silvia Divan? —preguntó, al mismo tiempo que hizo retroceder su pierna derecha para pegar el cuerpo al suelo en señal de defensa.

Silvia, con las cejas levantadas y la mandíbula caída:

—Hum-humm-nn ¿Buena pregunta? No estaba despierta cuando tocaste —Como quien cambiaba de tema—. Nunca te dije mi apellido. ¿Tampoco te hablé sobre la entrada secreta, joven amo?… ¿Huh?

Rey ladeó la cabeza, se irguió y siguió comiendo sin desviar la mirada de los pechos de aquella mujer con prendas de sirvienta. ¿Por qué sus pechos? Te preguntarás. Tal vez porque, a diferencia de su madre, ella los tenía más grandes. No, en verdad, para el pequeño, si miraba al pecho de alguien, el cuello o la frente, también podía ver las otras cinco extremidades a la vez y estar preparado para defenderse acorde la situación lo exigiera. Además, mirar a los ojos de alguien puede significar confrontación y él no era tan insensato como para confrontar a uno de los mayores. Inclinó su rostro a un lado porque algo también le llamaba la atención, el comportamiento tan abierto y poco formal de ella. Según recordaba, Silvia siempre se movía con elegancia, estilo, suavidad y armonía para realizar cualesquiera tareas que se le fuese encomendada. Ella llamaba a las puertas antes de entrar, señalaba a los objetos con la mano abierta y no con un solo dedo. No preguntaba ni corregía a nadie, solo hacía sugerencias. Llevaba sus manos a los lados del cuerpo o ligeramente adelantadas, pero nunca detrás de la espalda y absolutamente siempre se aproximaba desde un ángulo que podía ser vista como quien no se atrevía a provocar desconfianza.

Silvia se erguía en frente del pequeño. Ella tenía una melena de color rojizo que llegaban un poco más abajo de sus hombros, una banda de cabellos que le separaba el cerquillo en dos y ojos bien grandes que parecían inspeccionar todo con curiosidad. Ella cerró la boca, se sentía aún más intrigada, pero al ver que el pequeño seguía comiendo sin apartar la mirada de sus pechos, cruzó los brazos y levantó los senos al mismo tiempo que se inclinó hacia adelante para brindar una mejor vista.

—Joven amo. Crees en mis palabras, pero a la vez desconfías de mí y sabes cosas que nunca te he contado. ¿Cómo es eso posible?

Rey sintió que el comportamiento de la sirvienta le era familiar, a la cabeza le vino un vago recuerdo del pasado, por lo cual no respondió, y dio un paso hacia atrás con su otro pie. Él no pensaba contar algo que le traería muchos problemas explicar. Preparado para escapar, fue detenido por palabras que le provocaron curiosidad.

Silvia, adelantándose al escape del pequeño, agregó:

—Estoy segura de que debes de tener tus motivos. Soy una sirvienta de combate grado “Especialista”, como criada de esta casa tengo la habilidad especial de despertar de mi estado de animación suspendida para cumplir con mi deber de proteger si un intruso entra cuando los inquilinos están dormidos. Pero tú no eres una amenaza… tú eres “joven amo, Rey”. Yo fui la primera en cargarte cuando naciste. ¿Cómo te podría considerar peligroso?

Rey dejó el pasado a un lado, se enfocó en el presente:

—¿Animación suspendida? —preguntó mientras tomó asiento en el suelo y prestó atención, aun masticando y tragando la comida que tenía entre las manos.

Silvia notó que Rey tampoco había reaccionado a la información de que ella había sido la primera en cargarle, pero aun así continuó:

—Sí. A pesar de que aquellos dormidos aún respiran y sus corazones laten, se vuelven contenedores vacíos que dejan de envejecer o crecer. No necesitarán comer, beber o excretar hasta que despierten.

—¿Puede algo en animación suspendida morir? —preguntó Rey pensando en su acompañante, en el pequeño guardián del Paraíso indefenso que había dejado atrás en la cueva.

Silvia, contenta de haber capturado el interés del pequeño, respondió:

—Una vez caen en ese estado, son defendidos por una protección de grado “trascendental”. La respuesta es, no. No pueden morir ni aunque estén al borde de la muerte.

Rey frunció el ceño, achicó sus ojos y respiró con profundidad para así también tragar el último bocado de carne y lamerse los dedos. Por dentro se sentía aliviado al saber que su acompañante estaba a salvo, incluso si él no estaba con ella, pero había escuchado dos veces la palabra “grado”. Le parecía más como una medida de poderes que podía utilizar como referencia para su propio beneficio. Una vez más, él estaba obligado a compensar su debilidad con conocimientos, pero no sabía cómo preguntar.

Silvia, para evitar el silencio que quería adueñarse del ambiente, agregó otra pregunta:

—¿Acaso no estabas entrenando con Heroclades?…

—Sí, pero estoy en busca de algo más que solo entrenamiento.

Silvia volvió a preguntar, como si no estuviera segura de tener una respuesta que pudiera mantener al pequeño interesado. Mentir no era una opción para ella, pues, aunque mintiera con lo astuto que Rey era, se iba a dar cuenta tarde o temprano.

—¿Y qué buscas joven amo?

Rey, pensó por un momento que el Gran Mago Sabio era quién era no por ser Gran Mago, sino por ser sabio. Si ella servía bajo la tutela y el cuidado del Gran Mago Sabio y vivía en la residencia, significaba esto que la estructura tenía que servir a sus necesidades como acomodaba a los demás inquilinos. Ella podía tener la respuesta.

—Busco el saber. ¿Podrías guiarme por el sendero del conocimiento?

Silvia se tomó las palabras del pequeño con encanto, como si sus silenciosos rezos hubieran sido escuchados:

—Joven amo —Hizo una pausa como quién no quería dejar salir sus esperanzas tan rápido—. Puedo darte lo que deseas, pero dicha acción hará que después quiera quitarte algo importante —Rey pareció no entender, por lo cual ella continuó—. Ahhh, ¿preguntas por qué? Bueno, no tengo nada más que hacer y me das mucha curiosidad.

Ante el comentario, Rey hizo un gesto como quien parecía entender algo. Acto seguido se quitó todas las prendas, también se deshizo de sus armas rústicamente fabricadas para juntar todas sus pertenencias como un bulto y ponerlo en frente.

—Esto es todo lo que tengo y es importante para mí. Puedes tomarlo ahora sí lo deseas. Por favor —dijo agachando la cabeza y con educación.

Silvia quedó impactada, incluso se cubrió su boca abierta con la mano derecha. Ella creía estar soñando. No, debía de ser un sueño. Alguien tan arrogante como él le estaba ofreciendo todas sus pertenencias y pidiendo ayuda. Pero ella se sentía despierta, se sentía viva. No era un sueño. No podía serlo. Tenía que preguntar la razón de dicho cambio, no logró contenerse, pues la curiosidad no le dejaba.

—Dime: ¿qué te hace querer buscar conocimientos a tan alto precio y no a la fuerza?

—Mi debilidad.

—En ese caso —dijo Silvia mientras se desabotonaba la parte superior de su blusa. Escurrió su mano izquierda al interior de sus prendas y apenas encontró lo que buscaba entre la carne y la tela, continuó con sus palabras—. Esta llave te podrá ayudar. Dentro de esta casa todas las puertas están cerradas y no pueden ser abiertas, es un método extra de seguridad, pero la llave que te voy a dar abre una puerta en particular… no necesito de tu ofrenda. Y tal vez haga una excepción por ti. Tómalo como un favor. Lo hago porque no pareces ser del tipo que me pueda decepcionar. Solo te pido que no me mires con ojos tan desconfiados la próxima vez que nos veamos… y que cada vez que estemos solos me llames “Nana”, ¿sí?

Rey estaba desnudo, lleno de heridas y rasguños, había entrado a la casa y robó la comida en el refrigerador. Ella tenía la excusa perfecta para haberse deshecho de él, pero no lo hizo. Le siguió llamando joven amo. ¿Qué daño le haría aceptar lo que le estaban ofreciendo? El pequeño estaba confundido, entendía lo que sucedía y también podía imaginarse el motivo por el cual ella le miraba a la zona de su cintura. Pero no entendía que ella no quisiese todo lo que tenía a pesar de haber dicho lo que dijo.

Tras recoger lo ofrecido, Rey decidió tomar el gesto como un intento de crear conexiones entre él y ella. Ella sabía que él necesitaba un aliado en el cual confiar. Ella no tenía por qué seguir con la tradición que sus padres tenían, no era parte de la familia. Pero ¿por qué quería que le llamaran Nana? No era una mala pregunta. Era más fácil llamarle Nana cada vez que estuvieran solos en vez de Silvia o sirvienta, se sentía más familiar.

—Sí —Rey dijo al mismo tiempo que asintió con su cabeza.

Junto a la afirmación se extendió la mano de la criada. Tan pronto Silvia le dio la llave a Rey, volteó su cuerpo y se marchó por donde vino. A diferencia de antes, esta vez se podían escuchar los pasos de ella caminando por la casa en dirección a su habitación. También se escuchó el sonido de una puerta al abrirse y entrecerrarse.

Rey miró la palma de su mano.

—Que instrumento más pequeño —se dijo—. ¿Cómo podría usarlo? Ella dijo que abre una puerta. Las puertas son las entradas a las habitaciones. Ummm… ¿Pero cuál puerta? Supongo que tendré que encontrarla, si me hubiera dicho de forma directa, tal vez no hubiera hecho caso. Hubiera creído que era una trampa.

Después de pensar por un rato, tan pronto como se vistió con las pieles de ligre, Rey se dio a la tarea de buscar por toda la casa. Ya se había dado cuenta de que las puertas tienen cerraduras, también picaportes. Los cerrojos se valían de un agujero y en dicha fisura bajo el picaporte parecía caber lo que era una llave. Todas las puertas en el interior colindaban con dormitorios en los que dormía alguien. La vivienda, en sí, no parecía ser más grande de lo que era como para que existiera una entrada secreta. Subiendo y bajando las escaleras, en el ático, o al fondo del pasillo, en ningún rincón del interior existía una puerta que aceptara la forma de la llave que Rey tenía en su mano.

—Tal vez ella me engañó. ¿Qué sentido tendría?

Nuevamente hambriento por todo el tiempo que había pasado, Rey regresó a la cocina, sumergido en pensamientos.

—No pudo haberme engañado. Aunque ya revisé todas las puertas del lugar… No, no todas. Pasé por alto la más significante. Tener hambre no es bueno para pensar.

Ya con el estómago lleno, Rey se puso de pie en frente de la entrada y salida de la casa. Con rapidez insertó la llave y se dio cuenta de que esta podía girar, acto seguido bajó la manivela y empujo con todas sus fuerzas para que la gigantesca lámina de madera se abriera dando entrada a un mundo completamente diferente. Era un sitio tan callado que el pequeño espectador podía escuchar el sonido de la fina ráfaga de aire llenando el vacío, así como también los latidos de su propio corazón, el parpadear de sus ojos y el circular la sangre por sus venas.

El suelo estaba conformado por pasillos de losas con complejos dibujos simétricos y barandas. Las paredes de los lados no eran sólidas, sino estantes con cientos de agujeros abarrotados por objetos, los muros medianos y los pequeños se veían de la misma manera, aunque conformaran un laberinto. Escaleras que subían y bajaban mientras que el techo tenía cuadrados luminosos y dibujos majestuosos difíciles de mirar. Los pilares del mismo color y tamaño de los árboles del Bosque Siempre Cambiante, también estaban huecos. Desde la entrada nada era distinguible, pero de cerca sí se podían ver mejor, en su interior habitaban cientos de libros bien organizados. ¿Cómo el joven sabía que eran libros si él no había vivido casi nada? Bueno, su maestro de entrenamiento siempre cargaba un libro que le llamó mucho la atención, y “El Gran Mago Sabio” había utilizado un libro para contarle la historia de cómo sus padres llegaron al lugar. En su tan corta vida Rey había visto dos libros, y escuchado que los libros albergaban el saber. Sin embargo, no podía leer. Sabía que tenía el conocimiento en frente, pero no tenía idea de cómo interpretarlo. Descifrar caracteres desconocidos no era sencillo. Averiguar cómo funcionaban tampoco.

Ojeando que ojeando, sacando libros y pergaminos, preguntas vinieron a la mente del distraído pequeño.

¿Qué representa cada signo? ¿Una idea? ¿Una sílaba, o incluso un sonido? —se preguntó mientras ojeaba las páginas del último libro del primer estante—. Bueno, por la comida no me debo preocupar. Por tiempo tampoco… Tengo toda una eternidad —se dijo a sí mismo.

Tras atacar la caja climatizada por tricentésima vez, Rey regresó al interior de la biblioteca. El suelo ya no era más suelo, pues parecía estar conformado por libros abiertos. En el pasado, su maestro, Heroclades, le había dicho: “Razona y saca tus propias conclusiones”. Sin embargo, Rey siempre había tenido dificultades para hacer sus deducciones. No importa cuánto lo pensara, hasta el momento, después de todo, no recordaba haber podido llegar a sacar una conclusión que no tuviera que ver con la muerte de otro ser. A la luz de esto, se dijo una y otra vez:

—Consíguelo. Hasta el final. Sigue avanzando. No te detengas…

Entre libros y mucha concentración, Rey cayó tumbado en el suelo.

—¿Qué me sucede?… Estoy débil

Se sentó. Él empezó a reflexionar, a pensar en por qué sus músculos le fallaban a pesar de haber comido cada vez que sentía hambre. Recordó las figuras de su padre, Hero y Miján.

—¿Cómo es que ellos pueden tener cuerpos tan tonificados y musculosos? ¿Cómo lo hicieron Fang y Hero? Por lo mucho que se movían. Todo el tiempo que pasaban ejercitándose y entrenando. Claro, ellos no se mantienen en el mismo lugar sin hacer nada por un largo periodo de tiempo, a diferencia del que me he mantenido sentado. Los únicos músculos que he usado son mis ojos y mis dedos para leer.

Respirando hondo el pequeño rio a carcajadas. Él alcanzó un logro, había llegado a una conclusión después de reflexionar.

—Pero tengo que moverme. Aunque aún no entienda las palabras y me quede mucho por delante, tengo que moverme de vez en cuando.

Con el doble del tiempo, Rey finalmente pudo llegar a entender los patrones que seguían las letras. Aún le quedaba mucho por deducir, pero, mientras tanto, debía de ejercitar los músculos desde la punta de los dedos hasta su cabeza.

Rey leía y por cada página que volteaba acto seguido efectuaba diez saltos, o diez golpes con sus garras. En ese momento, le vino una idea a la mente cuando vio su puño en alto.

—Puño. Es una palabra. Tiene cuatro letras y suena como la combinación de dos sílabas diferentes.

Pero eso no fue todo, había libros con figuras de seres haciendo uso de sus puños. Tras descubrir cómo lucía la palabra “puño”, luego fue la palabra “dedo”, “brazo” y así hasta entender todas las partes del cuerpo que sabía verbalizar. Rey tenía un extenso vocabulario. Haber escuchado a los mayores hablar por tanto tiempo sin que ninguna palabra se le hubiese olvidado era de gran ventaja. El libro que primero había podido entender trataba sobre las diferentes artes de combate cuerpo a cuerpo y hubo una palabra en particular que le llamó la atención al pequeño, fascinado por poder leer después de tanto esfuerzo. “rango Especialista” La misma palabra que había sido utilizada por Silvia.

—Parece que existen doce clasificaciones para medir el poder de algo o de alguien —se dijo a sí mismo—. Rango Servus, que significa que alguien está al servicio de, con interés de aprender, como mi yo de antes. Rango Principiante: quien tiene destrezas y conocimientos básicos; yo, ahora. Rango Intermedio: destrezas y conocimientos avanzados. Rango Avanzado: destrezas y conocimientos complejos. Rango Maestro: Heroclades es mi único punto de referencia, él es mi maestro, significa que es alguien que tiene la capacidad de enseñar lo que sabe. Rango Especialista: Silvia, quien puede crear un estilo o movimientos propios con lo aprendido. Rango Real/Coronado: especialista de varias artes + aumento de efectividad, modo coloso. Rango Emperador: manipulación compleja de especialidad a gran escala, “suelen afectar el alrededor [zone]”, rey de especie. Rango Santo: absoluta perfección, efectos a escala continental, “teletransportación y más”. Rango Dios: mejora aún más la escala de absoluta perfección, efecto a escala planetaria, “destrucción o salvación totales”. Rango Trascendental: efectos a escala absoluta, “el tiempo, presente, pasado y futuro, reencarnación con conocimientos”. Rango Divino: “elegido” o bien “diferenciado”, “distinguido”, no atado por las lógicas de la existencia o la energía.

Rey se levantó. Tras pasar una página del libro que tenía en la mano, le tocaba efectuar su set de movimientos, el cual ya no componía de tan solo unas cuantas sentadillas o jack de boxeo. Ahora era toda una combinación de acciones avanzadas hasta que las gotas de sudor caían sobre las hojas y así regresaba a leer.

Él llegó a una conclusión:

—La mayoría de las instrucciones de estos libros son para quienes quieren alcanzar el rango avanzado en distintos métodos de combate. Armas cortas, armas grandes, de corto rango, medio rango, largo rango, cuerpo a cuerpo, defensa, ataque, contra defensa, contra ataque. He aprendido todo lo que dicen estos libros. Aunque, a decir verdad, por muchos movimientos marciales que aprenda, el tamaño de mi cuerpo no ayuda en nada si me tuviera que enfrentar a alguno de los mayores. Mhhh, los miles de técnicas físicas que he aprendido no compensan mí debilidad en lo absoluto. Puedo hacer uso del “Espíritu de Lucha”, los distintos controles elementales, la hechicería, el control de aura o algún otro arte de lucha, pero el aprendizaje teórico de estas habilidades no físicas nunca podrá ser comparado con el práctico. Solo las verdaderas batallas podrán convertirme en un guerrero de rango avanzado. Si lucho contra alguien más fuerte que yo y observo sus movimientos, podré llegar a subir mi rango con el tiempo. Con grado “especialista”, yo estaría a la misma altura de Silvia, pero padre y madre son más fuertes que Silvia. Madre fue capaz de emplear teletransportación para traer a todo el grupo aquí. Y padre, puede vencer a madre con facilidad, o eso creo. Madre tiene que ser grado Santo. Padre tiene que ser grado Dios. Aunque madre se valió de un pergamino para llegar a realizar la teletransportación. Ummm… No vale la pena seguir pensando en eso por ahora, aún quedan muchos más libros, muchos más conocimientos. Dejando lo físico de lado, podría enfocarme en ser un hechicero.

Rey se paró en frente del pilar cuyo nombre tenía escrito “Hechicería”, extendió sus manos y sacó el tomo uno de los cientos de libros. Él se había dado cuenta de que cada vez que iba a empezar sobre un nuevo asunto, debía de empezar por la primera versión, ya que esta era fácil de entender y la cual introducía a temas más complicados.

—Ahora que reviso mejor, los libros de este tipo comienzan con algo similar. “Los hechiceros dispuestos a usar los medios de este libro deberán de pasar por la “iniciación”. Proceso que consiste en el despertar de veinticuatro vórtices de energía que se convertirán en los pilares que soportarán todo el peso de un micromundo interno, el ambiente perfecto para materializar imaginación en energía y después volverlo realidad”. Claro, el micromundo es la cúspide de la hechicería, sin embargo, “con el despertar de cada vórtice se adquiere cualificación para invocar clamados que ya existen… Clamados de agua son los más inofensivos para el hechicero y los cuales se recomiendan practicar de primero (…). Para entrenar tus capacidades mentales, debes reprimir el sueño… Para descansar tu cuerpo sin dormir, se debe meditar. Meditar es…”. Todos estos libros tienen instrucciones, pero están incompletos, ni siquiera tienen sellos o conjuros para clamar. No se ha podido recrear ninguna técnica de hechicería ni mucho menos despertar uno de los veinticuatro vórtices de energía o crear un núcleo. Umm, algo nuevo. Advertencias: “Equivocación en la conjuración o en manipular la energía puede acabar destruyendo al usuario. Para combatir, es mejor utilizar clamados silenciosos o acortados… Con un gran poder existen grandes consecuencias. Clamar en situaciones extremas es peligroso y muy arriesgado, se debe tener control absoluto sobre el corazón, la mente y la energía que pasa a través de los vórtices. No se debe clamar bajo circunstancias de estrés hechizo con la fuerza o el poder de terminar con la vida del usuario. Se debe luchar utilizando los clamados más justos y necesarios. Falta de concentración en el acto puede conllevar a terminar maldito y transformarse en la criatura que se intentó invocar o perder el razonamiento para siempre. Tener un vórtice bloqueado puede resultar en pérdida de la consciencia, daños directos y hasta permanente del chacra en cuestión. Combinar emociones fuertes con una mala pronunciación o escritura en el momento de clamar puede resultar en la explosión del hechicero, o que el efecto del hechizo sea el contrario… El arte de clamar no obedece las leyes de la proporción, lógica o materia. Los clamados pueden resultar en recreaciones del presente, pasado e incluso el futuro, lo cual apoya las especulaciones de que fuese la herramienta utilizada en la creación de todo”.

Disgustado por no reunir las cualidades para clamar, Rey dejó la hechicería a un lado, y se llegó a donde estaba el pilar de “Artes del Control de Aura”. Tras abrir el primer libro y echar un vistazo, agregó.

—Se ve más asequible y menos arriesgado. De los ocho caminos existentes, el control de sombras me puede ayudar con mi entrenamiento. Entiendo que, para muchas artes de habilidades no físicas, se necesita nacer con ellas o tener afinidad, aunque no está de más tratar de aprenderlas.

Con un rostro decidido, Rey continuó.

—El primer paso para el control de sombras es la meditación, controlar la respiración y visualizar mi esencia.

La esencia del pequeño pasó a hacerse visible en su imaginación. El cuerpo era negro, y otras siete capas le envolvían. Cada capa tenía su propio significado y atributos como, por ejemplo, el control del blanco le favorece en la invisibilidad dentro de la luz del día, la disciplina o incluso la resurrección. El control del dorado le favorece la intuición, el discernimiento y la sabiduría. Y el verde, la regeneración; aun así, Rey entendió que debía priorizar uno y era el negro.

—El segundo paso es visualizar los diferentes colores que componen mi energía y elegir el negro, que representa sombra. Una vez seleccionado, separarlo, concientizar sus movimientos, su tamaño, intensidad y oscuridad. Luego, luchar contra ella, volverla real, tangible, dejar que me golpee tan duro que me haga sangrar, y yo golpearla tan duro que se le rompan los huesos. Cuarto paso: separarla de mí, que se vuelva independiente. Quinto: apariencia. Sexto: que tenga una mente por sí misma y séptimo: que ella se duplique repitiendo los pasos previos. Ahora, para llegar al grado avanzado en este control, debo hacer de mi cuerpo una sombra y hacer desaparecer mi presencia…  

—Mnnn, todo es mucho más fácil con varias versiones de mí por el lugar, pero debo seguir leyendo mientras ellos buscan y me dicen lo que aprendieron… Siguiente libro, titulado “Apuntes de una sirvienta necesitada… Soledad. Tristeza… mi cuerpo solitario viviendo largas noches frías…. Primer libro que encuentro que no está relacionado con nada de combate. Siguiente libro, otro título raro: Filosofía en Grecia. Ummm, griega… De Grecia. Recuerdo a mi maestro diciendo: “Muchos amigos en mi vida, hoy en día, tienen sus nombres plasmados en los libros de historia”. Los libros de este piso no tienen nada para mejorar mi condición física, tampoco mis posibilidades de escapar de este lugar. Otro libro: Ciudad de Atenas. “Dioses de Grecia”... “Zeus”, Ummm. No puedo perder mi tiempo con esto. Los apuntes históricos, los eventos de un pasado, las descripciones de otro presente, de otras situaciones no pueden ser importantes para mí en este momento. Por otro lado, si la lectura no me es muy interesante, podría dormirme sin darme cuenta.

Bajando las escaleras, observó a su alrededor. Aproximadamente veinte sombras merodeaban de un lado a otro y organizaron lo que encontraban en el suelo.

—Usar por tanto tiempo seguido control de aura es problemático, no obstante, al menos pude entender cuáles son mis límites. Hablando de dormir, debo descansar. Uno de los libros anteriores explica sobre las consecuencias del insomnio. Todas las especies tienen un límite, y parece que yo hace mucho rebase el mío. Ya ni, aunque consuma sangre y carne, puedo reponer la fatiga de mi cuerpo. Mi aprendizaje se ha vuelto lento. También me he dado cuenta de que mi mente se queda en blanco con más frecuencia. Pero aún me queda un libro que quiero leer, parece ser el libro más grande de todos, y el más importante si no, no tendría todo un piso para sí mismo o ¿sí?

El pequeño con sus manos tomó el libro que estaba justo en el medio del piso más bajo de la inmensa biblioteca. Apenas le abrió le echa una ojeada y se llevó la peor desilusión que había tenido hasta el momento.

—¡Ah! ¡No lo puedo entender! Todos los símbolos son diferentes… ¿Qué puedo hacer?

….

Dentro de un cuarto con espacio reducido en comparación a los demás que componían la casa, en el cual existía una cama, una cómoda y un armario, estaba Silvia mirando al techo.  

—Uff, aquí, en esta cama, me retuerzo de lado a lado.

La piel de la criada tocaba las sábanas, ella pensaba mucho.

—No puedo dormir, no mientras él está aquí —continuó diciéndose—. Le di la llave, y aunque tomó su tiempo, terminó encontrando la Biblioteca del Conocimiento. ¿Estará él leyendo mi diario? El libro que escribo cuando estoy a solas podría despertar la curiosidad de cualquier hombre. Las páginas que utilizó para plasmar mis sentimientos son lo suficientemente descriptivas como para dibujar mi cuerpo. Soy una sirvienta y debo valerme de las normas para no sufrir las consecuencias. No es justo que tenga prohibido interferir en la vida de los residentes. Pero el pequeño Rey no se quedó a dormir, por ende, la casa lo interpreta como un intruso. Sus hermanos, Heroclades y Miján, tampoco se quedaron, así que sí entraran, tampoco serían reconocidos como inquilinos.

Silvia manifestó decepción en su rostro, al mismo tiempo que se destapó y volvió a moverse.

—El joven amo aún es muy pequeño. Hubiera preferido a uno de los dos anteriores.

Silvia se volvió a voltear y abrazando su almohada terminó alzándola en el aire. Ella miraba al cojín rectangular blanco y pudo encontrar semejanza con respecto al tamaño del objeto relleno de plumas y el cuerpo del joven amo.

—¡Oh, Rey!, como pude ver, tu cuerpo no está tan desarrollado como el de tu padre o el de cualquiera de los otros machos que he visto. Eres muy pequeño, no sé si seas suficiente para poder alcanzar a llenar el vacío de mi interior.

Regresando la almohada a su posición de origen, ella se cubrió el cuerpo de pie a cabeza.

—Por otro lado, aunque fuera Miján quien se hubiera colado, él no sería capaz de interpretar las señales de este cuerpo necesitado. Ese elfo de luz tiene una personalidad muy densa, también se convirtió en esclavo de Katherine. En cambio, Heroclades, ese de piel bronceada, no es esclavo de nadie, aunque tiene a dos mujeres y comparte placeres con todos.

Destapándose la cabeza, Silvia continuó.

—Mmm, podría probar con Ehimus, pero es una mujer élfica y aunque tenga la apariencia de un pequeño chico, ya es el juguete de Maryam.

Mordiéndose el labio inferior y frotando sus piernas de un lado a otro…

—Mmmm, ¿Y si hubiese sido el mejor caso de todos? ¿Y si hubiese sido Wulfgang?

Destapándose completamente de nuevo y sentándose sobre la cama…

—¿Y si yo hubiera aceptado la invitación de ella? ¿Y si hubiera sido yo quien fuera violentamente penetrada por los tres hombres de la casa al mismo tiempo mientras las otras dos me chupan las tetas en vez de a ella?

Bajando su mano derecha hasta sus labios inferiores, Silvia se tocó.

—Hacer lo que esa vampira hizo delante de mí. ¡Oh!…

Volviéndose a acostar, esta vez con brusquedad, Silvia continuó su monólogo.

—Tengo que ser realista, como criatura viciosa del sexo no llego a los talones de Katherine, quién camina a la sombra de Maryam. En el mejor de los casos, terminaría siendo un juguete más de esa inmortal, descarada y pervertida vampira.

Volviendo a levantar la almohada con sus manos hacia el techo, Silvia vio en ella a su joven amo.

—Por más que lo niegue, para satisfacer mi curiosidad, esta es mi única oportunidad. No es que me vaya a arrojar encima del pequeño intruso. No es que quiera violarle. Solamente dejé la puerta de mi habitación abierta para que él pueda entrar si quiere venir a preguntar algo…

Con la cara sonrojada miraba en dirección a la puerta, ella continuó mientras de a poco abrazaba la almohada que cargaba.

—Aunque llegue a verme desnuda sobre la cama cuando venga a preguntar. ¿Por qué estoy dispuesta a arriesgarlo todo? Pues, siendo franca, a pesar de haber perdido la memoria varias veces, esta llama se ha vuelto más feroz e incontrolable desde que los nuevos inquilinos llegaron a la casa. Recuerdo cómo Maryam estaba siendo cargada como las princesas en los libros que he leído en mi tiempo libre. Sentí celos. ¿Por qué ella y no yo? ¿Qué era lo que ella tenía de diferente? Me pregunté. Pero cuando ella abrió los ojos, pude deducir la respuesta. No solo sus ojos azules, sino que su piel se ve mucho más blanca y delicada que la mía. Sin contar su habilidad para engatusar a un hombre haciéndose ver débil, endeble y vulnerable. Regresando al presente, mientras la luz se escurre por la puerta entreabierta, debo aclarar que esto no lo planeé en absoluto. Pero tampoco me pienso contener.

La sirvienta puso la almohada en la cama y, de rodillas, se paró sobre la misma hasta sentarse en ella.

—Mi conciencia está limpia. No es mi culpa. Después de no solo tener que escuchar y ver a todos los miembros de la casa ​​golpeando sus cuerpos en el arte del apareamiento o de reunificación, como ella le llama, sino que también tengo que limpiar el suelo abarrotado por saliva, sudor, semen, fluidos vaginales, orina e incluso hasta lo otro. Sí, ella es la culpable de que mis deseos sexuales se hayan acumulado a niveles exponenciales como lo están ahora.

Moviendo sus caderas hacia adelante y atrás sobre la almohada…

—El primer día y el segundo pude llegar a resolver estas necesidades por mí misma. Pero recordar ver a los hombres lamiendo como perros donde se les dijera que lamieran, verlos haciendo lo que se les manda que hicieran mientras que yo observaba —Silvia mordió su labio inferior—, eso me dolía. Me quemaba. Me hizo una persona diferente. Me rompió por dentro. Desde entonces no puedo siquiera controlar lo que pienso. No es de extrañar que esté caminando por la casa y mis fluidos vaginales caigan al suelo por tan solo recuerdos pasajeros. El fuego insaciable en mi cuerpo ya es imparable. Solo pretendo hacer lo que tú, Maryam, me enseñaste… Oh, Rey, tendrás que ser más valiente que nunca si decides enfrentar el hambre que vive en mí.

Tan pronto organizó la biblioteca lo mejor de sus capacidades, Rey salió con el libro bajo su mano izquierda y cerró la puerta con la llave. En ese instante, él se volvió a preguntar,

—¿Qué debo hacer? ¿En dónde debo dejar la llave que ella me dio? ¿Podré llevarme este libro que aun después de tanto tiempo no he podido entender?

Era el único libro que estaba escrito en todo un lenguaje distinto al que conocía, también en caso de que se quedara dormido, él quería dormir junto a su acompañante peludo que tanto extrañaba. Algo le decía que no podía permitir que quien con tanto esfuerzo protegió despertara solo y no tuviera a nadie.

Después de caminar por la casa, el pequeño se detuvo justo en frente de la puerta del cuarto que pertenecía a Silvia. Él había decidido dejar la llave en el suelo, justo en frente de la entrada para que ella le encontrara cuando saliera, pero notó algo bien inusual. La puerta estaba abierta, y un olor dulce salía del interior e invitaba a entrar.

Usando la mano derecha, Rey empujó la puerta y la abrió. Las bisagras estaban en buenas condiciones y ni siquiera hacían ruido, pero la silueta de la luz de una de las lámparas del pasillo se agrandó e invadió el interior de la habitación.

Sobre la cama un cuerpo desnudo se retorcía, respiraba con lentitud y apretaba con sus manos las sábanas como si se estuviera sosteniendo para no caerse. Rey ladeó la cabeza, se detuvo por un rato, pestañeo tres veces hasta que decidió adentrarse y dar la vuelta para seguir viendo desde un mejor ángulo el cuerpo expuesto de Silvia. Poco a poco, él pudo ser capaz de ver unos muslos fuertes, piel blanca y rosada, las manos enrolladas en una almohada, cada pliegue, y finalmente el largo pelo rojizo que dormía sobre el rostro de la sirvienta de ojos cerrados. Ella, además de tener senos más grandes que los de su madre, también tenía un buen trasero. Esas cuatro montañas hacían que cualquier persona quisiera empezar a tocarlas con todas sus fuerzas. En el caso de Rey, chuparlas, por curiosidad. Chupar con su boca era lo que recordaba haber hecho cuando era pequeño. Además, también había visto a los mayores hacerlo. Especialmente a Ehimus y a su padre. Por alguna razón, más que chuparlas, sentía que se le antojaba morderlas, aunque no tuviese hambre.

Rey titubeó. No quería hacerle daño a un “no-enemigo”, y mucho menos a alguien que le había ayudado tanto. Con los ojos bien abiertos y un corazón disparado, inconscientemente comenzó a estirar su mano hacia la parte interna de los muslos de la sirvienta. El lugar que desprendía el olor más dulce le traía muchos recuerdos.

—Quiero morder —se dijo—. Saciar esta hambre tan incontrolable que me ha entrado. ¿De esta manera es que se sienten los mayores cuando están a solas? Antes no podía oler, tampoco tocar. Tal vez por esa razón fue que nunca me interesó experimentar. Pero ahora…

Tentado por la curiosidad, Rey tocó con su mano derecha la parte interior del muslo de Silvia. Con la punta de sus dedos sintió calor, suavidad y confort.

Silvia dejó escapar un gemido muy singular: ¡Hnnn!, uno que ya él había escuchado con anterioridad.

—No es que tenga la barriga hinchada al punto de explotar —pensaba Rey—. Con sus ojos cerrados duerme, pero está adolorida. Tiene una gran abertura y no tiene ropa. No hay nadie más en la habitación, tampoco está dentro de una bañera grande. Tal vez ella fue madre y sus hijos crecieron y ya no están

Rey tenía los ojos llenos de recuerdos. Estaba pensando en lo que casi se le había olvidado, pero, en el momento en el que iba a seguir divagando, la criada abrió ligeramente sus piernas. Como si estuviera ofreciéndosele, y pidiese ayuda con su problema.

Rey notó que tenía su lengua afuera y se estaba babeando sin darse cuenta. Abriendo aún más sus ojos, clavó la mirada en la vagina de la sirvienta y se sintió culpable por casi estar perdiendo el control con cada olisqueo de la esencia que significaba “mujer joven en edad fértil”. En un pasado, el pequeño se recordaba sentado sobre las escaleras, juzgando con sus ojos a los mayores que se retorcían sentados sobre sus asientos, disimulaban el hecho de que les sonrojaba el sufrimiento de una mujer pariendo. Él no se sentía diferente de ellos, ella tal vez no estaba dando a luz en ese momento, pero sí sufría y esos gestos de sufrimiento le hacían sentir excitación.

Rey, de a poco, subió su mano hacia arriba para separar un poco más los pies y ver cómo el líquido que salía de entre las piernas de la sirvienta corría cual si fuera savia de un árbol herido. El mismo líquido que en su camino hasta la casa había tomado para saciar su sed.

—¿Por qué no? —se preguntó Rey sobre la cama, con su cabeza entre las piernas de ella—. ¿Por qué no ayudarle a calmar el dolor de su herida abierta si tantos favores me ha hecho?

Con dos lengüetazos por parte del pequeño, Silvia cerró sus piernas. Emitiendo un grito moribundo y carente de fuerzas, la sirvienta se vio obligada a tensar todos los músculos de su cuerpo.

Rey liberó su cabeza del agarre de las dos musculosas piernas que se cerraron cómo mismo se podía cerrar una trampa para cazar animales. Entendió que había lastimado la herida abierta de alguien y que dicho suceso podía despertar enfadó, Rey decidió retroceder de un salto. Con sus ojos bien abiertos siguió retrocediendo y aunque estuvo a punto de atravesar la puerta por la cual había entrado, se dio cuenta de que dicha entrada se había cerrado. Atrapado, con su cuerpo pegado al suelo, no tenía más remedio que observar los movimientos de ella y si era necesario usar todos los conocimientos que había adquirido para así poder defenderse.

Utilizando sus manos, Silvia levantó el torso de su cuerpo sobre la cama. Un tanto agitada, como si hubiese sido tomada por sorpresa, ella se apartó los cabellos del rostro y le dio una sonrisa al pequeño que le había venido a visitar. —Oh, joven amo… ¿No te han dicho que asustar a las personas cuando duermen no es de buena educación? — Rey guardó silencio, siguió observándola. Ella tenía otras intenciones, no podía permitir que en un futuro dicha situación le perjudicara su relación con el pequeño o el resto de los inquilinos.

—No es que no me gustara, pero siempre es bueno crear un acuerdo antes de que hagas este tipo de cosas conmigo.

—¿Acuerdo? —preguntó Rey mientras relajó las expresiones de su rostro.

—Si me prometes que no se lo vas a contar a nadie más, no me enojaré y… también podrás venir a despertarme de la misma manera siempre que duermas afuera.

—No lo creo, para ser honesto… pido disculpas. Tú estabas sufriendo y yo no tenía las mejores intenciones —dijo mientras bajaba la cabeza y miró al suelo.

Silvia, al mismo tiempo que abrió espacio al lado de su cama:

—¿Qué sucede? Habla conmigo, ven, siéntate a mi lado. No tengas miedo…

Rey se detuvo por un momento, como alguien que quería evaluar la situación. “El tono de la voz de ella no suena enfadado, sus movimientos la dejaban expuestas todas las defensas”, pensaba el pequeño mientras caminaba con lentitud. “Así que, ¿por qué no tener un acuerdo si eso tal vez me proporcionará la mejor de las situaciones? Por otro lado, ¿debo contarle lo que sé, si tal vez mis conocimientos no sean correctos?”.

Tan pronto el pequeño se sentó en la cama, ella estiró una de sus manos y tras abrir un gabinete sacó una especie de vasija con un paño dentro. Acto seguido, puso agua dentro y tras mojar el paño lo exprimió. Ante la mirada curiosa de Rey, Silvia agregó.

—Esto no dejes que te distraiga. Es para limpiar tu cuerpo, necesitas un baño. Habla conmigo… dime lo que piensas.

—¿Un baño?, yo ya me bañé.

—¿Sí? ¿Cómo?

—Lo hago con la lengua. Es suficiente…

Tras morderse los labios, ella se preguntó si él era tan flexible como para llegar a todos los rincones de su cuerpo con la lengua, pero no podía desaprovechar la oportunidad que la ingenuidad de la criatura le había dado.

—Bueno, primero lo podemos hacer a mi manera. Luego, puedes bañarte de la manera en la que deseas. Soy una sirvienta, y servir es mi propósito.

—Me preocupa tu herida.

Silvia miró en dirección a dónde los ojos del pequeño miraban. Cuando se vio entre las piernas, pudo deducir con facilidad a qué era lo que el pequeño ahí presente se refería a “herida”. Con la intención de dar un sentido diferente a la misma palabra, ella continuó.

—En verdad es un poco problemática. No puedo lidiar muy bien con ella por mí misma —dijo mientras levantaba la mano derecha del pequeño y pasaba el paño humedecido desde los dedos hasta el hombro observando cuidadosamente cada pequeño detalle.

Rey, levantando su mirada:

—¿Puedo ayudarte? —Sentía que tenía que disimular el extraño interés que estaba despertando; tras hacer una pausa, agregó—. Yo puedo ayudarte, también no decirle a nadie. Si prometes ayudarme a interpretar las palabras de este libro… Nana.

Decirle “Nana” a ella se sentía raro. Él no sabía qué significaba, tampoco se lo había dicho a nadie, pero por algún lugar tenía que empezar.  Silvia no pudo evitar sonreír:

—¿Seguro?... No tienes que hacerlo.

—¿Qué tan difícil puede ser?

Silvia pensó por un tiempo. Su corazón casi se le escapaba del pecho y le salía por la boca de lo rápido que estaba latiendo. Las palabras no querían salir. Ella sabía que tenía que decir algo y que por cada segundo que pasaba se volvía mayor la probabilidad de que el pequeño ahí presente se arrepintiese. Tras inflar su pecho y dejar salir el aire despacio por la boca, habló.

—Tendrías que hacer lo mismo que hiciste para despertarme, pero hasta que ya no salgan más fluidos. Solo de esa manera podrás curarme temporalmente.

Rey asintió con su cabeza, no tenía ningún problema con la propuesta de la sirvienta.

Silvia puso lo que tenía encima a un lado. Mordiéndose los labios con sensualidad, se recostó al espaldar de la cama al mismo tiempo que abrió sus piernas en dirección al joven amo. La posición en la situación le resultaba vergonzosa, más cuando sabía que tenía una cara contaminada por deseos lujuriosos. Ella, sin poder mirar al pequeño a los ojos, abrazó la almohada con la intención de esconder su rostro. Cuidando no precipitarse y lanzarse de cabeza ante sus deseos, la criada se propuso ser paciente y disfrutar el momento, exponerse a lo que pudiera suceder y no influenciar con sugerencias las acciones de alguien que, en apariencia, no estaba dispuesto a experimentar un momento como ese.

Rey tragó saliva. La criada ocultaba su rostro detrás de la almohada, significaba que él tenía permiso de verla sin ser observado de vuelta. “Está dejándose, sin decir que sí”, pensó Rey dispuesto a observar directamente al objetivo de sus esfuerzos, pero se detuvo al ver el tamaño, el color y la forma de las aureolas de los senos de ella. Rey se encontró con dos ojos que casi también parecían estarle mirando de vuelta. Los endurecidos pezones rosados oscuros no eran ojos, él lo sabían, pero también llegó a creer que le llamaban como lo hacía una mirada desafiante.

Por la posición en la que Silvia se encontraba, Rey se vio obligado a ponerse en cuatro patas y bajar la cabeza para acercarse más y tener mejor acceso al área que debía de limpiar con su lengua. Con lentitud el pequeño miraba y guardaba detalles de la piel que inspeccionaba con sus ojos, lo suave y tersa que esta se veía. De la variación de colores, de los relieves y de cada pliegue.

Debido al acercamiento del pequeño y que no sabía exactamente qué le haría este cuando ella no miraba, la respiración de Silvia se volvió pesada y más frecuentes. El cosquilleo en su estómago subía en intensidad. El calor en su cuerpo aumentaba tanto que parecía como si fuese a encenderse y quemar el lugar. 

Al quedar más cerca de ella, Rey pudo notar muchas cosas nuevas. La herida con forma de labios estaba hinchada. Tenía una corta capa de cabellos recortados en la cima. En la parte inferior de la hendidura se asomaba un leve brillo húmedo. Un anillo de carne rosada oscuro estaba en el final, apretado entre las dos nalgas. Se sentía el calor que emitía el lugar junto con un olor dulce y embriagante.

Con suma delicadeza, Rey siguió acercándose, hasta que con la punta de su nariz tocó justo sobre la hendidura superior provocando que Silvia ahogara un gemido con la almohada. Sin despegar la nariz de dónde la tenía posada, Rey ignoró los quejidos de la sirvienta que se movía como si le picara entre las piernas. Él abrió su boca tan grande como pudo y sacó la lengua de a poco.

Silvia estaba a punto de explotar; aunque no veía, se podía imaginar lo que estaba sucediendo. Era lo que venía deseando por tanto tiempo, saber qué se siente cuando alguien usa su boca para complacer.

Por fin Rey la tocó con la puna de su lengua. El siguiente gemido de Silvia ya no pudo ser silenciado por la almohada y se dio a escuchar por todo lo alto con un ¡Ahhhh!

Como el sabor no le resultaba desagradable en lo absoluto, Rey quería lamer por completo la herida para terminar lo antes posible. Pero teniendo en consideración el sufrimiento de la sirvienta se contuvo y primeramente plantó su lengua no muy profunda en el lugar, para poco a poco comenzar a moverla. Cada vez que percibía que Silvia se podía controlar, Rey iba más allá en su trabajo de limpieza. Primero por los pliegues externos, después entre la fina y delicada piel que sobresalía del medio, así hasta llegar un poco más adentro. Ya pasado un rato y animándose a ir más profundo, con sus manos Rey se sujetó de las piernas de ella, y entonces con su lengua recorrió la hendidura y terminó chupando.

Para la criada fue maravilloso sentir cómo la pequeña cabeza se detuvo en lo que era su clítoris para succionarle. En ese momento Silvia tensó su cuerpo, sintió cómo se le erizaba la piel y no pudo contener dejar escapar de entre su garganta un gemido seco casi ahogado. Detrás de la almohada ella abría su boca, arqueaba las cejas y mantenía los ojos cerrados de tanto que estaba disfrutando del momento. La sensación nueva entre lo placentero y lo prohibido era tan intensa que sentía como si algo en su pecho fuese a explotar. Cuando Rey comenzó a succionar un poco más abajo, ella dejó la almohada de lado y se aferró con sus brazos al pequeño para que no bajara y se mantuviera en el lugar que más le hacía disfrutar.

Rey no se sentía para nada incómodo con las manos de ella en su cabeza, al contrario, incluso se dio cuenta de que Silvia parecía guiarle en alguna manera. Bajó de nuevo con su lengua en círculos para introducirla despacio y seguir haciendo su trabajo.

Ocupada tan solo de sentir placer, Silvia se las arregló para duplicar lo que sentía al cambiar su posición y ponerse en cuatro patas sobre la cama. Ella usó sus manos para abrirse la vagina tanto como pudo. De esa manera, Rey podría penetrarla con su lengua aún más profundo.

Él le lamía de arriba abajo, con mejor dominio, para volver a penetrarla con la lengua y luego bajar por la hendidura hasta el clítoris, en el cual se detenía para acariciar, succionar y apretaba suavemente con sus labios.

Rey se dio cuenta de que Silvia ya no chillaba cómo antes y casi que había dejado de respirar, pero se le acercaba más y con una de sus manos se frotaba la punta de su hendidura de manera casi frenética. Cuando Silvia arqueo su espalda y empino más la cola, Rey la jaló más a él, haciendo que la pelirroja pegara su cara contra el espaldar de la cama.

El cuerpo de la sirvienta se tensó. Acompañada de espasmos orgásmicos, ella dejó escapar un prolongado mugido que se dio a escuchar en toda la habitación. Sin más fuerzas para seguirse sosteniendo en cuatro, Silvia cayó sobre la cama desplomada. Agitada, sudada y cansada, se volteó sobre su espalda con una felicidad inusual plasmada en su cara.

Rey retiró su rostro mojado y guardó silencio. No sabía si seguir, pero apenas intentó acercarse, ella lo detuvo y dijo:

—Está bien. Con eso es suficiente por ahora… muéstrame el libro cuya lengua deseas aprender…

Apenas Silvia cayó rendida sobre la cama, Rey finalmente se dispuso a abandonar la residencia con sus nuevos conocimientos, pero no sin antes llevarse tanta comida cómo podía cargar consigo para el camino.

Tras atravesar la cocina, Rey se escurrió por la salida secreta y llegó al interior del pasadizo que había usado como entrada. Aun debajo de la gran residencia, justo antes de abandonar el estrecho túnel, se detuvo y con sus ojos abiertos observó el tan inusual evento.

Ya no nevaba como antes. La temperatura no era baja ni tampoco la tierra se sentía húmeda, pero miles de puntos brillantes flotaban suspendidos por el lugar. El ambiente era caluroso. Tal vez producto de las cenizas encendidas flotantes que se apagaban antes de llegar al suelo. Un suelo cubierto por gris, negro, rojo y amarillo.

Rey estiró su mano, atrapó una de las chispas flotantes y así sintió, por primera vez, el respectivo dolor que provocaba una quemadura. El problema no era su cuerpo. Su cuerpo podía soportar dicho dolor, pero el libro que cargaba bajo su brazo tal vez no. Entre los conocimientos generales que tenía, él recordaba haber leído que el papel y el fuego no se llevaban muy bien, y el agua tampoco ayudaba.

—El ambiente es muy problemático. Está dividido en seis estados. Tres y tres. Bajo la vida están la luz, el fuego, y el agua. Bajo la muerte están la sequía, el frío y la oscuridad. La vida, por un lado, la muerte por otro. Pero no puedo seguir esperando…

De pronto, entre la lluvia de ascuas, una criatura flotaba por el cielo como si nadara por el fondo del mar. Mantas encendidas que se esparcen por todo el lugar. En ninguno de los libros que había leído existía información alguna de cómo enfrentarse contra aquellas alfombras de humo y llamas.

Rey, paciente, siguió estudiando los eventos de su alrededor hasta que, de un momento a otro, partes del suelo se encendieron, y de esas llamas resurgía otra criatura que se elevaba hasta el cielo sin hacer ruido.

“Puedo esperar a que una de esas bestias encendidas se levante y subirme encima de ella!, pensó Rey. “Montándola sobre el lomo, remontaré esta lluvia de destellos y podré proteger el libro”.

Y así, el pequeño esperó hasta el momento perfecto en el que uno de esos monstruos encendidos se levantaría de dentro del suelo. Corriendo con todas sus fuerzas y protegiendo el libro que cargaba, Rey saltó en el momento justo en el que la explosión de humo y fuego se levantó del suelo. El pequeño quedó aturdido. Cuando se dio cuenta de que el monstruo era intangible como una tormenta, tuvo que cerrar sus ojos porque le dolían de manera incómoda, también taparse la boca y la nariz. Rey no pudo subir al cielo sobre el lomo del monstruo llameante. Al menos no como se lo propuso. La explosión silenciosa le hizo salir despedido en dirección opuesta hasta que chocó contra la tierra y rodó por el lugar.

La piel expuesta del pequeño terminó quemada. Algunas áreas eran extremadamente dolorosas al tacto, otras tenían ampollas y parecían descamadas, el resto quedó rojiza, seca y sensible. Pero el libro parecía no haber sufrido mucho. Tenía las puntas ennegrecidas como carbón con algunas áreas ya emblanquecidas, pero seguía pareciendo un libro.

La piel era piel, y se podía curar con el tiempo. Pero un libro era un libro y en las cenizas no quedan letras.

Rey sabía que estaba muy lejos del refugio en el cual dormía su amigo peludo, pero no podía retroceder, aunque el suelo explotará o que su fuente de conocimiento corriera el peligro de terminar perdida para siempre.  Ignorando el dolor y las consecuencias, Rey se abalanzó en dirección al distante bosque mientras esquivaba la lluvia de carbón encendido que creaban las grandes bestias cuando despertaban de entre las entrañas del suelo. Las rocas al rojo vivo eran peligrosas, pero los pelajes de ligre, que conformaban una especie de capa, le protegían. Gracias a sus prendas, Rey no tenía de que preocuparse por lo que pudiera caer del cielo. Pero sí estaba bien alerta por lo que podía venir desde abajo.

Dejando atrás todo un campo minado por aves de humo y pájaros de fuego, Rey finalmente logró adentrarse en el bosque. La inmensa línea de árboles robustos funcionaba como una cortina que le impedía el paso a las bestias que le perseguían en cada pisada.

Dentro del bosque, por un pequeño momento, Rey se detuvo y observó a su alrededor. Los inmensos troncos que, en un principio, apacible dormían ahora estaban despiertos. Vivían encendidos en llamas. Junto a las criaturas aladas, bajo la lluvia de pedruscos encendidos. Los árboles se movían de un lado a otro, como látigos. Parecían felices a los ojos del pequeño. Felices y enérgicos danzaban entre la tormenta de viento, tierra, fuego y hojas. Como si ellos quisieran avivar con su danza de cortezas cuarteadas a los seres que se les posaban encima y terminaban envolviéndoles.

Con la lengua afuera y empapado en sudor, Rey aún protegía el libro que sostenía en sus manos, mientras que, valiéndose de vigorosos saltos, evadió los troncos encendidos que del aire caían al suelo.

Con la distancia, el rojo amarillento ya comenzaba a perder brillo. El calor dejaba de ser tan intenso. Los árboles se movían menos. Y, de a poco, todo volvía a verse en los colores a los que ya el pequeño estaba acostumbrado, colores que representaban la ausencia de luz para los otros. Rey volteó su rostro, esperando que todo aquel caos no le persiguiera, continuó avanzando sin siquiera detenerse a recuperar el aliento. Estaba preocupado y tenía que hacer algo. Si mal no recordaba, la cueva en la que dormía su preciado acompañante era parte de un árbol y podría convertirse en el nido perfecto para una de esas aves flamantes. Si su refugio terminaba siendo invadido por un ser que no podía tocar, ¿cómo se podría defender? Tendría que sacar el cuerpo dormido de dentro de la cueva y seguir alejándose. O tal vez podría abrir un agujero en la tierra. Incluso cortar el tronco del árbol con sus manos si así fuese necesario. Soluciones le rondaron por la cabeza mientras siguió avanzando sin detenerse. De repente la respuesta a qué debería de hacer vino por sí sola y le dio un pequeño toque en el hombro.

Luego, otra gota de agua cayó al suelo enfrente de él. Otra sobre sus cabellos y otras muchas alrededor. El olor del ambiente cambió, se volvió húmedo y más familiar.

—Agua. Es agua que cae de arriba —Hizo una pausa al extender su mano—. El agua y el fuego no son buenos con los libros, pero tampoco se llevan bien entre sí. Los seres de fuego morirán ante la lluvia. Pero también podría despertar el suelo durmiente que, de seguro por tanto calor, debe de estar sediento —Rey estaba convencido de ello.

Después de tanto correr, como si de competir con la lluvia se tratase, Rey llegó justo al frente de la cueva y el lugar estaba igual a como lo recordaba. Dejando escapar una bocanada de aire se volteó para mirar hacia atrás viendo cómo el fuego se acercaba junto al agua y una nube de vapor blanco.

—Una vez más aquí. De regreso al bosque, sin poder escapar. Desde hace ya algún tiempo que en mi cabeza ronda una pregunta. ¿Cómo puedo seguir adelante? A pesar de lo poco que he vivido, lo endeble y vulnerable que soy, seguir adelante se vuelve más y más difícil, especialmente en la soledad. Es inútil, mi cuerpo llegó a su límite y dejó de seguir fortaleciéndose. Mis conocimientos también están estancados, este es el último libro que me queda por leer… después no hay nada. Solo regresar… y, aun así, si regreso, si muero, si sigo viviendo, si perduro por toda una eternidad… ¿cómo puedo seguir adelante?

Rey levantó su vista al cielo y los árboles, esos maestros conformados por casi infinitas capas de experiencias y conocimientos.

—Haaa… “Saber” o, mejor dicho, el conocimiento hace que sobrecompliques las cosas. ¿Acaso en esa cueva no encontré la respuesta? ¿Acaso estos árboles no me gritan la respuesta? De una semilla nació el árbol más grande de este lugar. Y yo soy una semilla de licántropo y vampiro. Todo está en dejar atrás lo que sé, lo que siento y recordar la razón por la cual comencé para así poder seguir adelante… No tiene sentido permitir que lo que me hace fuerte se convierta en un motivo para titubear y menos en este combate que es la vida. Por qué estoy dudando en un combate cuando lo que debo hacer es seguir hacia adelante si no estoy solo y tengo este lazo.