Chapter 9
Verte comiéndole
Aunque los gritos eran del placer, perfectamente podrían estar combinados con dolor cosa que hizo a Elena anticipar la situación y obligar a que las piernas de su amiga bajarán y con un fuerte agarre a la cintura de esta, impedir que escapara en caso de que lo intentara.
Rey, con una sonrisa en su rostro, tomó las manos de Juliet para también tirar de esta. Era la primera vez que sentía como su verga se abría camino hacia el interior de un agujero casi cerrado. Como si la carne y el frenillo de su pene fueran a romperse y retroceder en cualquier momento al mismo tiempo que su glande sentía los latidos de un corazón, él siguió encajando su hierro en el agujero.
—¡No me duele! ¡Ni me quema este hierro caliente que me estás metiendo! —Grito Juliet con lágrimas en los ojos—. ¡Sigue y no te detengas! ¡Ayúdame a clávame toda esta verga!
¡Ahhhhhh!
“En verdad se está esforzando.” Se dijo Rey, enternecido por la dedicación de Juliet. “De no haber arreglado su condición médica, ella se hubiera muerto al meterse esta cantidad de mi verga en su cuerpo. Pero ahora, con un coño que perfectamente puede traer a la vida algo tan grande como un bebe de nueve libras, mi verga tiene espacio para ser asimilada.”
En el momento en que la pelirroja dejó de apoyar el peso de su cuerpo con sus pies y literalmente se sentó sobre la verga erecta de Rey, Elena asumió que la penetración no sería una tarea fácil. Aun así, obedeciendo los gritos desgargantes por parte de la pelirroja, la rubia forzó a su amiga a bajar más, hasta que todo el cuerpo de esta dio un paso hacia abajo.
El coño de la pelirroja cedió y partió de una, asimilando más de la mitad de la verga de Rey. Con la cantidad suficiente de verga dentro de su raja, Juliet pudo apoyar sus rodillas sobre la cama, cosa que le hizo aguantar la respiración por los calambres tan intensos que casi le doblaban las piernas.
Elena quedó observando un hilo de sangre brillante que bajaba por el tronco del pene de Rey, aun así, no lo pensó dos veces y comenzó a chuparle el culo a la pelirroja que hacía lo más humanamente posible para no moverse.
Juliet se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar, su cara se enrojeció, y las venas se le salieron por el dolor de soportar partirse en dos. Aun así, ella reía de placer, tanto que podían llamarla loca.
Con más fuerza que habilidad, Rey cargó el cuerpo de la pelirroja para llevarse el coño abierto y sangrante hasta la boca.
Haciendo que su lengua creciera lo suficiente como para extenderse y recorrer el interior de la pelirroja, él lamió, chupo y trago varias veces, reparando los daños y desgarros que ahí estaban. Haciendo de la cueva un lugar más hospitalario para su verga.
Elena, arrancada de su plato favorito, se armó de mucha paciencia y vio todo esto impresionada, claro, moviendo a un lado la verga enrojecida a punto de estallar.
Una vez Rey terminado con sus tareas orales, regresó a Juliet de vuelta sobre su verga y le dejó caer para enterrársela por segunda vez, más fuerte que la primera.
“Ahora sí”, se dijo Rey quedándose más tranquilo.
Una vez más la magia del placer que sustituyó al dolor se dio lugar dentro del órgano amatorio de la pelirroja que reviro sus ojos hasta perderlos. Elena, con su plato de vuelta, no se contuvo tampoco y como curiosa que era, adentro dos de sus dedos en el culo de su amiga para sentir de otra forma la verga que procedería a entrar y salir.
Despojada de tener que aguantar la hiriente sensación de frotar una cortada abierta, Juliet no tenía más que hacer que no fuera portarse bien y entregarse al placer. Notando sensaciones tan únicas como nuevas, sus tetas perforadas se pusieron muy duras. Cogiendo y tirando de sus pezones, Jul comenzó a moverse por sí sola sobre aquella gruesa verga, que más que un hierro, ya era todo un manjar que su coño no quería dejar de comer y tragar. La pelirroja subió y bajó, una y otra vez, rápido y lento, hasta sacarla y luego enterrarla tanto como para chocar sus nalgas contra la base. Por primera vez en su vida, se notaba que la pelirroja no podía parar de disfrutar y poner atención a todo lo que podía sentir su coño con cada nuevo movimiento. Gimiendo, mugiendo y resoplando, Juliet no era capaz de controlarse por el placer que estaba experimentado entre sus piernas.
Elena, viendo que toda la sangre estaba siendo lavada por los fluidos vaginales, decidió dejar de usar sus dedos y volver a emplear la lengua que tanto deseaba probar la sustancia viscosa y blanca que estaba viendo salir de dentro de Juliet. Chupando verga, coño y culo a la vez, la rubia dejó salir su imaginación y comenzó a frotar su clítoris contra el pie de Rey. Con el coño empapado de fluidos, no le tomó mucho tiempo para lograr encajar el dedo gordo de este hasta el fondo y cabalgar como toda una vaquera.
Juliet encorvando su cabeza como quien tenía que ver algo para creerlo, pudo verse la barriga, las tetas que le colgaban y como estaba abierta de piernas sobre el cuerpo fornido de un chico. Ella nunca había alcanzado a verse el clítoris, no era que no fuera lo suficientemente flexible, sino que no tenía porque estaba cubierto por carne. Pero, para su sorpresa, en ese momento, en frente de la inmensa verga que no daba espacio para que nada se escondiera, estaba un pellejo que retrocedía y dejaba al descubierto una bolita de carne roja bien salida. Mismo botón de placer que hacía contacto contra la pelvis de Rey provocando que todo se sintiera más rico.
—¡¡¡Ohhh!!! ¡Qué bien se siente esto, coño!… ¡Manda vergas! Rey, ¡muérdeme! —dijo Juliet al bajar con fuerza y echarse hacia adelante dejando su cuello expuesto.
Rey, eufórico de pasión y encendido en deseos, clavó sus colmillos salidos hasta la mitad en el cuello que se le ofrecía y acto seguido disfruto del agudo chillido que la pelirroja dejó escapar. Aun así, la chica siguió retorciéndose, por lo caliente que le hacía sentir esa situación tan deseada. Sin miedo de ningún tipo, Juliet casi que imitó los frenéticos movimientos que hacía Elena sobre la verga que incluso llegaba a deformarle la barriga. Como si ella ya no sintiera dolor alguno y estuviera poseída por la lujuria.
De pronto el sólido sonido de una nalgada se dio lugar, luego otra y otra. Elena estaba celosa y poniéndole las nalgas rojas a su amiga, fue la única manera en la que la rubia pudo dejar salir su frustración. Por otro lado, Rey dejó su carácter pasivo y comenzó a darle embestidas a la chica que le estaba devolviendo la mordida sin contenerse.
“¡¡¡Dolor, rabia y enojo hacen de esta verga mía una despiadada máquina de sexo!!!” Pensaba Rey entendiendo que estaba lejos de alcanzar el orgasmo, en parte por el dolor en el cuello que le provoca una mordida de dientes poco afilados y por todo lo que tuvo que hacer para follarse a la pelirroja.
Por otro lado, casi que con toda la fuerza que su mandíbula podría generar, Juliet mordía con tal de ignorar los corrientazos de la tercera corrida que estaba experimentado. Desde su perspectiva, ella siempre había imaginado encontrar más placentero hacerlo con lentitud, de forma sensual, sintiendo cada milímetro de la verga entrando y saliendo de su cuerpo, manteniéndose a punto de venir por cuánto tiempo pudiera conseguir. Pero, ante las ansias de Rey que le destrozaba a embestidas al punto en el que le dolería por días, no tenía la experiencia suficiente para contenerse ni controlar la situación aun estando arriba. No tan expertamente como Elena había conseguido.
Rey ya con un ritmo constante, abrió sus ojos y vio como Elena subía por la espalda de Juliet, cuál si fuese una leona en busca de comida. La rubia abrazó por detrás a la pelirroja, cosa que hizo a Rey apartar sus dientes de aquel cuello.
Juliet se levantó sobre el chico y aun dando sutiles meneos de caderas volteo su boca ensangrentada para besar a Elena quien le estaba agarrando las tetas. Una besó a la otra como si fueran novias de toda una vida, aunque la recibidora del beso ‘con sorpresa’ abrió los ojos y trató de resistirse, pero no pudo al ser tomada de los cabellos.
Tres cuerpos fundidos en uno, gozando sin rastros de sufrimiento alguno. Juliet que mantenía sus piernas bien abiertas, Rey que le levantaba en peso y la rubia que se encaramaban sobre ellos. Los golpes y gritos se escuchaban más afinados y fuertes. Las lenguas se buscaron unas a otras y las manos exploraron todo lo que tenían al alcance.
Tal vez por la indiscreción tan grande por parte de la espectadora, Rey no pudo evitar girar su cabeza y observar en dirección a la puerta. Allí, de pie junto a la cama, estaba Samantha. Ella había entrado en el cuarto de la forma más provocativa que una chica podría hacerlo. Sobre la cama se puso en cuatro mostrando su coño encharcado y su anito aún dilatado de la follada que había recibido el día anterior. Parecía un anillo, uno que como mismo lo hacía, una boca con forma de ‘O’ pedía ser lamida, chupada y poseída.
—¿Uniéndotenos? —preguntó Elena, tan pronto reconoció la presencia de la chica tradicional del grupo dentro de la habitación.
—Ustedes… locos… Juliet está sangrando por todas partes… esto no es sexo, es canibalismo… —dijo Sam.
—No si lo haces con un vampiro —se apresuró a responder Juliet—. Sabes, después de un rato su sangre no es que sepa tan mal…
—¿Y qué sabés de vampiros, Juliet? —Le preguntó Sam.
—Todo lo que leí en algunos libros sobre ese tema. Tener sexo con uno era una fantasía que me calienta un montón. Además… tal vez nos convirtamos en vampiras… no sé…
—Si no te desangras primero —afirmó Sam—. Rey ¿qué tienes que decir al respecto?
—No es que Juliet esté muy lejos de la verdad, —respondió el joven bien ocupado en dar embestidas de su verga contra el coño que no dejaba de sentirse apretado—. Pero tal vez ‘vampiras’ no sea el mejor término para definir en lo que se podrían convertir al consumir de mi sangre.
—Rey, deja los temas técnicos, —dijo Elena—. Sam, no sigas aguando la fiesta, ¿te vas a unir o no?
Juliet, quien sabía que no serviría de nada presionar a la trigueña, agregó con voz ronroneante —Elena me estuvo contando todo lo que hizo contigo… desde mi punto de vista, meterte toda esta verga por el culo es más salido que tomar sangre. Yo respeto tus gustos… puedo notar que te mueres de ganas de hacer cosas malas.
—Sam, porque no empiezas por probar el coño de Juliet — dijo Rey, como intento de animar la situación—. Ayer te morías por meter tu lengua en su raja.
Sam mantuvo el silencio, luego su mirada se plantó entre las piernas de Juliet y ese clítoris que descapuchado se hacía ver.
Elena comenzó a reír, Juliet levantó todo su cuerpo hasta sacarse la verga de Rey y apuntar con su entrepierna en dirección a Sam. Como si no fuera suficiente, Elena usó dos de sus dedos para mantener abierto el delicado agujero que le pertenecía a la pelirroja.
—Ufff, cómeme todo mi coño —sensualmente dijo Juliet—. ¿A qué más estás esperando?
Samantha se veía titubeante, al perecer aún no estaba tan caliente como para entrar en territorio lésbico de primero. Una cosa era empezar con un chico y terminar con una chica que hacer lo contrario cuando un chico estaba ahí delante.
—¿Recuerdas lo que te comenté? —dijo Elena—. Que Juliet tenía ganas de verte comiéndole el coño.
—Siempre he tenido ganas de ver a esa carita de chica recta y estirada entre mis piernas, —agrego Juliet, familiarizada con la mirada de Sam—. Déjate de vueltas y chúpame el coño, dale que me estoy enfriando.
“La forma en la que miran sus ojos.” Se dijo Rey pudiendo jurar que la determinación de Sam se iba a quebrantar.
Desviando su cabeza, en cuatro patas sobre la cama, Samantha se lanzó a chupar el coño que Juliet le ofrecía con tantas ganas como culpas podía sentir un drogadicto que se había prometido no consumir y recaía en su vicio sin poderse controlar. La abertura de suculentos labios mayores, rosados y delicados pétalos interiores, clítoris que se escondía y salida con la más mínima caricia y lampiño, entre las piernas de la pelirroja, terminó eclipsada por la boca de la trigueña.
Si Rey pudiera comparar semejante mamada, él diría que dos bocas se estaban besando entre sí ante sus ojos.
Con semejante situación, la trigueña se prendió tan fuerte como pudo al punto en el que fue capaz de tumbarse boca arriba, a lo largo de la cama, el cuerpo de Juliet con sus piernas bien separadas.
Elena, sin desaprovechar la oportunidad, procedió a clavarse la verga de Rey con más entusiasmo que nunca. Aun teniendo el impresionante pedazo de carne clavado hasta las entrañas, la rubia también se tendió sobre el cuerpo de Juliet para chupar coño.
Samantha no le dio importancia a la actitud tan agresiva de
su amiga, podía criticarla para ocultar sus propios defectos de querer chupar coño mientras se metía una verga, pero no era correcto. Después de todo, hasta el momento, el deseo de poder encontrar a personas con las cuales se pudiera identificar y sentirse amada, no había sido más que un lujo. Ella quería poder ser quien verdaderamente era. Que le cuidaran. Que le reconocieran y aceptaran. Y quienes estaban sobre esa cama le habían ayudado. No sería para nada justo tratarlos como ella no quería ser tratada.
Por otro lado, que dos chicas estuvieran colocadas entre las piernas de una tercera era una escena de admiración para Rey, quien sin mucho tacto se irguió entre las sábanas y aguantando la respiración comenzó a embestir a Elena mientras que con su mano masajeaba el culo de Sam. Desde encima, el joven pudo ver con más claridad cómo el par de lenguas se movían hábilmente entre los lados y al interior de la vagina de Juliet. Y así los gemidos se distribuyeron por todos lados. Entre el techo, las paredes, el suelo y sobre la cama, los cuatro chicos se miraban conectados entre placeres carnales.
Juliet, decidió traer hacia ella el torso de Sam con la intención de quedar haciendo un sesenta y nueve sin dejar que esta y Elena le siguieran chupando el coño. Aunque Rey no pudo ver como la pelirroja acercó su lengua al clítoris de la trigueña, bien que se lo pudo imaginar.
“Qué mejor forma de abusar de mis poderes que creando espejos en todas las paredes,” se dijo Rey quien con un chasquido de sus dedos hizo que el techo se volviera de cristal, así como el espaldar de la cama y las paredes.
Los tres gruesos dedos de Rey no exploraron dentro del culo de la trigueña, pero Juliet enseguida se hizo cargo de la situación, cosa que el chico pudo ver por la reflexión del espejo en el espaldar de la cama. Junto a los dedos de Jul, Sam también sintió el contacto de la lengua de la pelirroja sobre su botoncito de placer. La corriente y el morbo que provocaba ser chupada por esa a quien estaba chupando le hizo experimentar un orgasmo en el cual arqueo su espalda y gritó a todo pulmón. No era muy difícil de entender, después de todo, Sam era quien más se había estado aguantando.
Sin la cabeza de la trigueña, Elena también se adueñó del territorio y no dejó de lamer los labios vaginales de Juliet.
Tan pronto Sam se repuso de la sensación que le poseyó por unos minutos, regresó a entrelazar su lengua con la de Elena. Y como cachorros que buscaban la leche de su madre con desesperación, las dos chicas siguieron comiéndose el coño de Juliet justas como quien cumplían fantasías perdidas.
“Mala idea la de estos espejos. Los reflejos rompen mi
concentración al enseñarme algo que es menos peligroso si lo imagino.” Se dijo Rey, quien sabía que no podía seguir viviendo en el presente a menos que no quisiera continuar la jornada sexual que recién había empezado. Aun así, sus ojos no podían desviarse, hipnotizados, se clavaban sobre los dos hermosos cuerpos, las lenguas y el coño que podía ver siendo devorado. “Sin dudas, este momento es mucho más caliente ahora con la presencia y los gemidos de Samantha que nunca, necesito tomar aire, sentir dolor, rabia y enojo para poder aguantar. Si no, tendré a esta rubia inconforme pidiéndome por más.”
Arrojándose sobre el cuerpo de la rubia, Rey le pasó la lengua por el cuello a la misma y acto seguido le encajó los colmillos junto con su verga hasta el final.
Elena no dejó de ocupar coño, lo cual le permitió a Rey poder ver la escena desde más cerca. Él podía ver con más detalles cómo las lenguas de la rubia y las trigueñas luchaban por saborear el coño de Juliet, y que, de momento en momento, las dos se besaban para intercambiar saliva y regresaban a sus tareas lingüísticas.
Rey aceleró las embestidas que le daba a la rubia e incluso se posicionó de una manera en la que se la metía de lado con el propósito de golpear las paredes de aquella vagina que ya se adaptaba a recibir su inmensa verga. Él no quería, pero sin darse cuenta, había caído en la trampa de querer saciar la bomba que en su interior quería explotar por la excitación acumulada.
De pronto, Sam decidió colocar dos de sus dedos dentro del coñito recién cerrado casi por completo de la pelirroja y un tercero en el culo de esta. Los gemidos de Juliet no podían salir muy bien porque quedaban ahogados contra el coño de Samantha, pero esta se movió un poco para escuchar los quejidos de su amiga.
A la rubia que tanto le excitaba el sufrimiento ajeno le parecía deleitante tener los colmillos de Rey clavados en su cuello junto con la verga del mismo, pero no era suficiente. Después de todo la estrella de la noche era Juliet. Con las intenciones de hacer sufrir más a la pelirroja. Elena se sacó toda la verga de dentro de su coño y embarrada de fluidos vaginales le golpeó violentamente con su mano abierta como si de una cachetada se tratara.
“Ufff, ¡¿qué me sucedió?! Este dolor, producto a un manotazo contra la punta de mi verga…” Se dijo Rey, sorprendido por regresar al presente. “… me salvo. Elena pudo percibir que estaba buscando venirme…”
—Rey, la boca de Juliet te espera. —dijo Elena, quien con su mano dirigió al chico hasta el otro lado de la cama—. Dale, no te detengas metela completa y si te vas a venir hazlo directo en su estómago.
El joven, aun procesando todo lo que sucedía, vio como la rubia usaba sus manos para poner su verga entre los labios de la boca abierta de la virgen eterna. Quien ya no le chupaba más el coño a Sam y solo gemía de placer dado a los dedos que la trigueña le estaba metiendo en su coño sensible a percibir, no podía tragar tanto, o ¿sí?
“Las intenciones de esta rubia son ridículas, solo existe una cantidad limitada de cuanta verga una persona pueda tragar. Una boca no es como un coño o la cavidad rectal.”
Una vez escuchó las intenciones de la rubia y vio como Rey se erguía detrás de Sam, sobre ella, Juliet intentó escapar, pero le fue imposible. Menos cuando mediante los movimientos de Elena ya no podía sacarse la inmensa verga venosa de entre los delicados labios finos de su boca.
“Tal vez ¿sí?” Se dijo Rey, quien mirándolo todo bien, podía ver como Juliet estaba boca arriba en la cama, con su barbilla bien alzada, debajo del clítoris a la trigueña, haciendo que su garganta se levantara en un camino recto hacia el estómago. “Pero, sería peligroso si regreso a mi estado de follar con tal de quererme venir y no le presto a su necesidad de respirar.”
Mientras Rey se lo replanteaba, casi que, con lágrimas en los ojos, Juliet respiraba por la nariz profundas bocanadas de aire, mirando la longitud de toda verga que se iba a tragar y la sonrisa confidente que Elena no dejaba de dar. Lo peor de la situación era que ella no podía moverse, aunque lo quisiera. Estaba atrapada por el peso de Samantha quien aún le chupaba el coño.
Elena, haciendo uso de sus manos, volvió a dar una violenta cachetada esta vez en dirección a las nalgas sólidas del joven titubeante. Cual si Rey fuese un potro salvaje siendo expuesto a la libertad de correr por los campos tan veloz y rápido como pudiera, pero a la vez asustado de hacerlo, con ese golpe no le fue suficiente.
—¡Fóllate esa boquita como si me estuvieras rompiendo el coño! —dijo Elena sonando la nalga de Rey nuevamente.
La calentura hizo explosión. La sangre de un semental combustionó hasta explotar, y segado como para siquiera pensarlo dos veces, Rey comenzó a bombear. Después de todo, si Elena le decía algo, era porque tenía razones para decirlo. Con un impulso, él movió sus caderas hacia adelante para cumplir con las palabras de la rubia y cogerse la boca de Juliet.
Samantha, con su cabeza en dirección opuesta, pudo escuchar los sonidos guturales, fluidos, que hacían espuma, arcadas y quejidos más intensos que nunca había escuchado. Era como si alguien se estuviera muriendo asfixiado. Dejando de preocuparse por dar chupones y lamidas en el coño de Juliet, la trigueña se levantó para tener una mejor vista de lo que estaba sucediendo.
—¡La vas a matar Rey…! —exclamó Sam.
—¡No pares hasta que se deje de mover! —dijo Elena, imponiendo su presencia e interrumpiendo la histeria con la cual actuaba Samantha al ver algo que no estaba acostumbrada.
Del grupo, Elena sabía que a Juliet le gusta tragar verga y en la casa, era la que menos tenía ‘gag réflex’. Ese reflejo nauseabundo, de arcadas que le dan a alguien cuando le meten algo en la boca y roza la garganta.
Cuál si fuera la dueña y controladora del caballo cegado, Elena puso sus manos en el pecho del joven e hizo que este dejara de mover su verga quedándose justo en donde estaba.
Sam miró hacia abajo y se encontró con la pelirroja de ojos perdidos por saliva, mocos y lágrimas. Con las fuerzas de su cuerpo y las ganas más grandes de su vida, ella trataba de mantenerse en el lugar a pesar de que los fluidos que le salían de dentro de la nariz le molestaran los ojos. La verga de Rey presionaba contra la tráquea bien levantada y aunque ya faltaba poco para que la mitad desapareciera dentro de la boca, Juliet parecía querer seguir tragando. Roja al punto de incluso ponerse azulada, ella ya no movía sus manos y piernas como quien quería liberarse.
“Cada arcada de su garganta, cada vez que traga, Juliet estrangula mi verga y aunque no me mueva todo se siente tan fuerte… ¡Oh, no!”
En el interior de la garganta, la verga de Rey comenzó a convulsionar grandes chorros de leche cosa que agravaron las arcadas de Juliet. Con más movimientos, mayor se hizo el placer que Rey recibió sin tener que moverse ni un centímetro.
“Pérdida por determinación y deseos”, se dijo Rey con la mente en blanco, aun viniéndose sin parar mientras que encogía su cuerpo cuál si se estuviera desinflando de calambre en calambre. “La mejor chupada de toda mi vida.”
—El talento de esta golosa insaciable es tragar verga, gracias a ellos se mantuvo sin tener que dar el coño, —aclaró Elena en voz alta, para darse cuenta de que la información tal vez provocaría ciertas curiosidades y advertir—. Samantha no agües la fiesta.
Entre los bordes de la muerte, Juliet corría con su boca cargada de verga con tal de sentirse viva y dejar atrás las inseguridades que le atormentaban.
Elena exprimió las tetas de la trigueña con su mano izquierda, mientras que empujó las caderas de Rey con la mano opuesta para que este enterrara hasta la mitad su verga dentro de la garganta de la pelirroja que volvía a moverse como si le faltara el aire.
Los huevos dentro del saco testicular de Rey saltaban como dos pelotas, al mismo ritmo de los espasmos orgásmicos. Aun así, adentrar más la punta sensible de su verga al interior de aquella garganta. Chocar su glande con los baches que conformaban los anillos de cartílagos que mantenían a la estructura de la tráquea, era como perder el control de su miembro por el cosquilleo.
Como una ninfa lujuriosa con ganas de llegar a más, Elena entendió que Juliet había llegado al límite de sus capacidades y tras tomar al toro por los huevos hizo que este retrocediera.
—Sorprendente —murmuró Sam cuando Rey se apartó lo suficiente como para que la pelirroja volviera a respirar.
Juliet tragó bocanadas de aire, mientras se aseguraba de escupir todo lo que tenía en su boca. Y, aunque estuvo dispuesta a regresar a seguir tragando verga con tal de ver si podía llegar a abarcar un poco más de lo que había conseguido en el primer intento, ella no pudo resistir las ganas de vomitar toda la leche que le había caído en el estómago a un costado de la cama.
La escena para Sam era mucho más sorprendente que excitante. No entendía la lógica ni tampoco sabía la historia de Juliet, pero ambas parecían encajar cuando ella se hizo consciente que el desayuno aún estaba intacto en la entrada del cuarto, había una soga que colgaba del techo y recordó que Juliet tomaba pastillas para dormir. Más, vomitar sin tener nada en la garganta no era muy usual. Un punto conllevó al otro, Juliet era la que más tetas, muslos y nalgas tenía del grupo, pero todo porque estaba con sobrepeso. Para la trigueña, el último punto era ver que la pelirroja no tenía reflejos de arcadas como una persona normal tendría en dicha situación.
Ahí estaba la pelirroja, ahogándose, luchando por contener el vómito y aun estando hambrienta de verga con tal de busca de llevar bien al límite su garganta, no pudo contenerse hasta que su estómago no quedo limpio del todo.
—Juliet, ¡¿eres bulímica anoréxica?! —dijo Samantha, como quien no podía quedarse callada—. Esto está mal, muy mal, atentaste contra tu vida por todo este tiempo y no nos dijiste nada.
Las expresiones faciales de Juliet cambiaron en un segundo, sus ojos regresaron a la normalidad. Levantó la cabeza, miró lo que había vomitado sobre las sábanas de la cama y hecho a llorar amargamente.
Elena con ojos inyectados por furia, cerró el puño con el que le tocaba las tetas a la trigueña y si no hubiera sido porque Rey le detuvo, esta le hubiera roto la cara a la trigueña por reflejo.
—¡No me compares! ¡¿Acaso piensas que todas tienen un cuerpo tan esbelto como el tuyo?! —preguntó Juliet con gritos, sentada en la cama, ella buscó cubrir su cuerpo desnudo, para después mirar hacia los lados y ver su reflejo, un cuerpo que le hacía sentir culpable—. ¿Crees que ha sido fácil vivir sabiendo que siempre serás la más gorda del grupo? Alguien como yo… con este cuerpo… esta barriga de carne fofa y blanda… de nalgas y tetas caídas que apestan a rancio…
Juliet dejó de seguir hablando puesto a que comenzó a respirar entrecortado.
La trigueña se enojó con la actitud de Elena que quería agredirle, porque para ella no existía razón de recibir un golpe en la cara por parte de alguien que todo lo que tenía en su mente era sexo.
Rey era bueno resolviendo cosas y concediendo deseos, pero no sabía cómo arreglar la forma de pensar de las personas. Tener palabras profundas que pudieran arreglarlo todo y hacer que quienes le escucharan descubrieran la iluminación que necesitaban. Incapaz de decir algo que pudiera mejorar la situación él se enfocó en intentar calmar el comportamiento de la pelirroja al poner su mano en el hombro de esta, pero se vio obligado a tirar de la otra mano de Elena quien quería darle a Samantha.
Aun con las manos neutralizadas, Elena no pudo controlar su propio poder por la rabia y todos los espejos en el cuarto se quebraron en mil pedazos.
Samantha saltó en el lugar ante el ruido de los cristales, mirando en dirección a la rubia que no decía nada.
—¡¿Quieres callarme cuando obviamente existe un problema que resolver?! —dijo Sam recordando como Elena le había advertido la manera de ganarse la confianza e Juliet, pero en ese momento dicho consejo no debía de aplicar.
—Rey… —dijo Juliet con ojos que permanecían abiertos, pero no podían ver del todo.
—Entiendo —respondió el joven como disculpa al ver las lágrimas de la pelirroja corriendo por entre los dedos que intentaban cubrirse el rostro.
Estando de acuerdo y sintiendo pena por Juliet, el joven procedió a arrojarse a Elena sobre su hombro derecho y levantarse de la cama mientras esquivaba la mirada de Sam. Con un chasquido de sus dedos, Rey regresó todo a su lugar y limpio cualquier suciedad que pudiera estar presente. Los espejos rotos desaparecieron y la pared volvió a ser como era antes.
Con el tono quebrado de sus palabras, la pelirroja no permitió que su cuerpo siguiera expuesto, no cuando se sentía tan gorda y desagradable como creía. Aun así, Samantha no pretendía marcharse hasta saberlo todo y encontrar una manera de ayudar a quien le necesitaba.
—Sale de mi cuarto… no necesito a alguien como tú para que me dé consejos —le dijo Juliet específicamente a Sam mientras con su dedo señaló a la salida.
Samantha no tenía palabras para decir ante la manera complicada y autodestructiva de Jul, quien no pretendía abrirse, aceptar ayuda o dar explicaciones. Más, ella mismas le estaba enseñando el camino de salida, cosa que hizo que su corazón se le quisiera saltar por semejante desconsideración a alguien que le quería ayudar. Disgustada al pensar que Juliet y Elena no tenían por qué actuar de semejante forma, o porque Rey no le apoyaba,
Sam quiso seguir hablando y con tal de demandar explicaciones. Pero, el sonido de un llanto de alguien que se tapaba los oídos le hizo entender que no era su posición hablar sin que le fueran a escuchar, ya que como había dicho la misma, ella no necesitaba los consejos de alguien que no sabía lo que era tener el cuerpo gordo y sentirse fea.
Haciendo a sus dientes rechinar de la furia, Elena alcanzó a tomar a la trigueña de la mano para tirarle y que procediera a marcharse de una buena vez. Ella bien sabía que cualquier cosa que dijera sólo iba a empeorar la situación.
—Pero… —Sam intentó decir algo.
—¡Te callas! —se reviró la rubia a la trigueña como una leona—. Ya escuchaste a Juliet. No todas las personas resuelven sus problemas en compañía.
“Elena tiene razón,” pensó Rey. “Juliet perdió la confianza en sí misma y necesita recuperarla. Ya todo lo que podíamos hacer se hizo”.
Una vez los tres quedaron fuera del cuarto, se dio a escuchar el sonido de una puerta siento cerrada y del seguro haciendo clic, clac.
Cuál si hubieran sufrido una derrota de la cual no se repondrán, Rey dejó caer en el suelo a Elena quien sin decir una palabra se marchó en dirección a la cocina. Bajo la mirada de Samantha, la rubia abrió el grifo de agua fría para meter la cabeza ahí, como para pensar por unos segundos antes de hablar. Ella estaba tan enojada que casi podía morder un pedazo de metal, masticarlo y tragarlo sin pensarlo dos veces.
—Acaso no dije; «Samantha no arruines la fiesta».
—¡¿Cómo no me voy a preocupar por Juliet?! Ella necesita ayuda… —respondió Sam como quien respondía a una pregunta necia.
—Necesita apoyo, ser amada y aceptada, no críticas, comparaciones ni sermones, mucho menos señalar problemas sin antes proveer soluciones… —dijo Elena con voz sarcástica.
—No… No es así… Yo no le estaba comparando, criticando ni… pensaba darle un… sermón… —Respondió Sam con cargo de conciencia, entendiendo que la situación iba por ese mismo camino—. Pero ella está ahí, sola en su cuarto, con una soga en el techo y pasando hambre. ¿Cómo es que alguien puede ser feliz así?
—No es tu problema. No molesten a Juliet hasta que ella no decida salir, su estado mental es mucho más delicado de lo que parece… —sugirió Elena, tras llevarse la mano a la frente y apartarse de todos los cabellos mojados que tenía.
—¿Cómo puedes estar tan segura de que no se va a matar?
—preguntó Sam cruzada de manos, moviéndose de un lado a otro como una gallina preocupada.
—Pude conseguir que Rey le diera varias razones para seguir viviendo.
Rey mantenía el silencio, aunque su cuerpo estaba en la cocina su mente estaba en el cuarto de la pelirroja, puesto que la preocupación no le dejaba concentrarse en nada más. Él escuchaba como de dentro de la habitación estaba Jul con un nudo en la garganta que intentaba tragar mientras desenroscaba un pomo de pastillas, las cuales procedió a introducirse, pero no en la boca. Juliet las estaba consumiendo vía rectal, para acto seguido comer toda la comida del plato como si no hubiera un mañana, sin poder dejar de llorar, junto al retrete con tal de estar preparada para vomitar.
“Su estómago, vomitar automáticamente cualquier contenido, ingerir las píldoras de forma oral no tendría sentido.” Pensaba Rey, impotente de no haberse dado cuenta en un pasado. “Viviendo con hambre y no bajar de peso, sin poder tener hijos ni futuro y ella siempre tuvo una sonrisa y se ponía en el lugar de los demás…”
Junto al sonido del agua corriendo, los tres jóvenes se quedaron en silencio. Las palabras no se hacían presente, tampoco era que pudieran dejar de mirar al suelo con tal de verse las caras. De cierta manera, para ellos era muy doloroso tener que tragar un buche tan amargo después de tanta excitación. Pero tenían que ser realistas, aunque rieran o lloraran, el mundo seguiría siendo un lugar caótico en el que no todo podía ser placer, sexo y diversión.