Una casa y cinco jóvenes

Chapter 8
Sangre y sexo


—¿Eres vampiro? —preguntó Juliet sintiendo la esencia de los genitales masculinos. Después de tragar en seco, como quien buscaba una excusa para salir de algo que ya se estaba arrepintiendo haber comenzado.

Elena, mirando desde arriba, entre Rey y Jul, decidió usar su mano derecha para apartar los cabellos rojos de la cara de su amiga y así poder acariciarle las mejillas hasta abrirle la boca por los labios. Misma que se llevó la mano entre los muslos buscando darse placer, retorciendo sus piernas y moviéndose en el lugar ante la anticipación de lo que vendría.

—No de los que chupan sangre y matan a sus víctimas, pero sí, te puedo asegurar, que es de los que chupan coños —agregó Elena con entusiasmo agarrándole el miembro desde atrás con los mismos dedos que había puesto dentro de la boca de Jul—. Cuando él empiece a chuparte te aseguro que querrás disfrutarlo todos los días…

El joven no podía hablar por sí mismo, tan solo miraba y anticipaba con ansias eso que tanto él quería que pasara. Las primeras veces eran las más excitantes

Juliet casi que sacó la lengua de su boca cuando Elena hizo que la verga de Rey le diera en la cara. Con una verga gruesa, venosa, dura y caliente, restregando su calor, olor y sudor por la piel del rostro, le era imposible dejar cerrada la llave de flujos vaginales. Tanto así que Juliet podía perfectamente estar mojando el colchón por la excitación que estaba atravesando el cuerpo en ese momento.

“¡Ah!” El golpe en la punta de su verga le hizo recuperar la calma y darse cuenta de algo que podía ser un problema. “Nunca le he chupado el coño a Elena como para que diga semejante cosa. Esto tiene que ser una indirecta. Tengo que dar todo de mí, hacer que Juliet pruebe algo que no se canse de repetir… la presión es abismal, pero me ayuda a estar aquí. No saber si voy a poder, pero lo tomo como un reto. Chupar es chupar, no creo necesitar más experiencia… pero, por si, o por no… mejor advierto antes de quedar mal parado.” Se dijo a sí mismo el chico cuya verga palpitaba en el lugar, con tal de hablar;

—Elena no está del todo correcta… —como quien quería justificarse en caso de que sus habilidades no fueran la gran cosa, pero un fuerte apretón de verga provocado por los nuevos músculos de la rubia le hizo reconsiderar la situación y agregar—

… También puedo chupar sangre y hacer que no duela.

Sin salida ni oportunidad a quedar mal o incumplir las palabras que alguien más había puesto en su boca, Rey estaba forzado a hacer realidad las mentiras de la rubia. Como quien quería hacer consciente de lo que estaba haciendo, Rey llevó sus brazos hacia atrás de la rubia hasta que le agarró las nalgas y con su dedo medio, sin lubricar ni precio aviso, invadió el culo de esta tan lejos como pudo llegar.

Ante el gesto, Elena guardó silencio, abrió las piernas y empino aún más la cola para mirar con sonrisa picaresca a Rey.

—Y… ¿Qué más puedes hacer? —agregó la rubia con tono ronroneante.

“Esta rubia está disfrutando de su castigo en vez reclamar perdón…” pensaba Rey, al escuchar la pregunta que Elena hacía con tanta naturalidad hacia una chica a pesar de que le estuvieran estirando el culo a punto de incluso abrirlo con un dedo. “Quiero follar y no puedo defraudar… ¿Qué puedo responder, para que estás dos pasen a la acción y dejen de hablar tanto? ¿Qué más puedo hacer?”

Cual si recibiera iluminación al mirar su verga, Rey respondió; —Que crezca mi lengua.

Siendo consciente de las implicaciones que tenían dichas circunstancias, la respiración de Juliet se descontroló al mismo tiempo que su boca se abría más, al punto de incluso dejar salir su lengua, como si por cada segundo que transcurrieran ella quisiera ser cogida por el joven ahí presente.

—¿De verdad?… ¿Podrías cumplir mis fantasías?… ¿No te es inconveniente hacerlo con alguien como yo, aun con este cuerpo? Te advierto, no solo es mi barriga que hace roscas cuando me siento, ni la carne blanda de mis nalgas o mis tetas caídas que apestan a rancio, también tengo el coño roto…

“Definitivamente, ¡¡¡quiero follar!!!! Si viviéramos en un mundo de gente muda. Pero la autoestima de ella está por el piso,

¿esa es la imagen que tienes de ti misma… si te pudieras ver de la forma en la que te veo ya me la estarías chupando, ¡te lo apuesto!”

Elena, apuntando con su dedo índice, dijo;

—¿Qué te dije de ofenderte a ti misma en frente de los demás?

El joven miró extrañado el comportamiento de Elena hacia Juliet. Si se hubiera tratado de Samantha, la rubia le hubiera dado una cachetada, torturado o reprochado la acción. En cambio, las cosas malas que Juliet hacía o sus rasgos de inseguridad simplemente eran ignoradas o descartadas. Como si fuera a encontrar los mismos resultados alagando o criticando. “Sí, Elena dijo «deben de mantenerse neutral, ni adular mucho, ni mostrar desprecio» Ya entiendo, casi que se me había olvidado.”

La pelirroja afiló la mirada de sus ojos como quien esperaba

que Rey reaccionara o dijera algo, después de todos, muchas personas tienen la tendencia de decir; “tienes un cuerpo maravilloso y lindo, cuando ella se despreciaba en frente de ellos.”

Casi que, en un segundo, Rey pudo actuar natural siguiéndole la corriente a Elena cosa que le ayudo a no prestarle atención a Juliet. Aunque la palabra ‘roto’ sonara algo preocupante en el contexto que se había utilizada. Misma que dio muchos de que pensar, como; “¿Qué quería decir con roto? Tal vez Jul se refería a que no había podido disfrutar del sexo.”

—Elena, no puedo siquiera meterme un dedo por el coño sin que se sienta tan doloroso como un cuchillo. —se confesó la pelirroja, como quien esperaba encontrar reacción por parte de Rey—. ¿Cómo podría complacer a un hombre en la cama?

“¡Que uno de sus dedos le causa semejante dolor! Entonces,

¿esta verga gruesa y gorda…?” Se dijo Rey, mientras dibujo en su rostro expresiones de asombrado. Era compara la finura y delicadeza de una hoja en las praderas a la robustez de un árbol centenario. “Ella no podrá aguantar la vitalidad que tengo para poder mantenerla levantaba por un largo periodo de tiempo.”

No sabiendo qué decir, Rey estaba contra la pared dado que no podía ocultar su asombro.

—Ya te dije, —entro Elena, salir una risita burlesca dentro del tan tenso ambiente—. El sexo anal tiene muchos beneficios cuando deja de ser doloroso. Entre todos, no debes de preocuparte por quedar preñada.

—Está bien, —dijo Juliet como si fuera a tomar el tema con suma consideración—. Pero necesito tiempo. Muchoooo tiempo. Por ahora, solo me animo a ver si me la puedo meter en la boca.

“¡Finalmente! Caminar en territorio minado está valiendo la pena.” Se dijo Rey como quien podía ver la luz detrás del túnel. “Meterla en la boca, chupala, chupala, chupalaaa…”

Sintiendo cómo la verga se le hinchaba con cada latido al punto de comenzar a arderle, Rey no pudo hacer más que poner la mente en blanco para controlar sus ansias y dejar de actuar como un disco rayado.

—Uuuuu… ¿Te quieres portar mal? —preguntó Elena, haciendo que la verga de Rey se bajara lo suficiente como para que la punta quedara justo sobre los labios de la pelirroja.

“¡Chupalaaaa!”

Elena, sin dejar de sostenerle la verga, tomó a su amiga por los cabellos. Conociendo las intenciones sádicas de la rubia, cualquiera creería que esta pretendía hacer que la pelirroja se atragantara con la verga, pero no. Para sorpresa de Rey, la rubia agarraba los cabellos rojos y empujaba hacia atrás con tal de no dejar que Juliet se adentrará la punta del glande en la boca que ya estaba ansiando devorar carne. Para Elena existían otras formas de ejercer tus características sádicas, dar con tal de generar dolor o quitar con tal de también generar dolor. Tanto que los ojos de Juliet están tan encendidos que parecían suplicar, mientras que el animal descontrolado y fiero de Rey ya embarraba el suelo con un hilo de baba que soltaba de su boca.

“¡¡¡Rubia!!!”

La pelirroja se moría de ganas de chupar verga. Sus ojos eran dos aspiradoras que deseaban contentar a la boca que le esperaba. Tan llena de deseos y de gustos, Elena sabía que, si ella comenzaba, no se propondría parar.

—¡Nop! ¡Aún no puedes metértela en la boca! —dijo Elena con una sonrisa maquiavélica en su rostro—. Suplicar como una perrita… grita, di que te mueres de las ganas de metértela en la boca.

—Suplica, Juliet, dilo por lo que más quieras, —dijo Rey como quien no se esperaba hablar en voz alta lo que pensaba.

—¡Me muero de las ganas de que me metas la verga en la boca, lo quiero tanto y lo quiero ahora! —Grito Juliet ignorando que tenía la puerta abierta.

Elena, al pedirle a Juliet que gritara, e hiciera ruido, tenía la intención de llamar la atención de Samantha. —Aún no es suficiente. —dijo ella—. Quiero sentir con mi coño que en verdad estás dispuesta a hacer cualquier cosa por chupar verga. Entrega tu boca al propósito, hacerte una tragadora profesional en el proceso. Ante él y yo, jura hacer cosas que nunca te imaginaste haber hecho.

Rey ya estaba poniendo los ojos en blanco, a punto de perder el conocimiento, dado que las palabras de la rubia ronroneaban justo en su oído, y aunque iban dirigidas a provocar a la pelirroja, el joven no pudo evitar caer en semejantes provocaciones.

Juliet no era Samantha, a ella no le importaba nada, sin pelos en la lengua, abrió la boca y puso las manos en frente de sus pechos como si fueran las patitas de un perro; —Rey, pienso servirte con esta boca mía. Es tuya para que uses, abuses y hagas de ella lo que quieras y desees. Lamerte completo con mi lengua, desde los oídos hasta chuparte los dedos de tus pies y manos, penetrar tu culo, lo que quieras. Todo lo que quieras.

Aunque Rey no pudiera cogerle el coño a la pelirroja, ahí estaba Elena, con el dedo aún metido en su culo hasta pasado la tercera falange. Ella también se notaba muriendo de excitación. Como ella era la que había propuesto los veneficios del sexo anal y se dejaba tocar la zona, era porque su orto estaba disponible. A pesar de haberse cogido a Sam, él no recordaba haber alcanzado a vaciar la leche de su verga bien dentro en las entrañas de alguien, aún.

Elena masajeaba de arriba a abajo el miembro de Rey por los cachetes de Juliet. Ella seguía pasándole la verga por la cara de su amiga quien a ese punto deseaba tan ciegamente tragar lo que tenía en frente, que se comportaba como un cardenal recién nacido que pedía por comida con la boca abierta.

—Te has portado bien —dijo Elena—. Ahora que lo suplicaste de una manera tan conveniente, puedes cometer todo lo que puedas tragar.

La rubia soltó los cabellos de Juliet y alineó el falo de Rey a la altura de la boca de su amiga. La pelirroja abrió su mandíbula y avanzó su cabeza con la intención de tragarse lo que más pudiera.

De empujón a empujón, Rey sintió como si su hierro caliente, al rojo vivo, se zambullera en agua fría, y vio cómo la boquita de labios finos tragaba más y más hasta que chocó con el cielo de su garganta. Ni Samantha ni Elena pudieron llegar a tanto cuando su verga estaba erecta, significante esto que Juliet tenía talento, o hacía todo lo que podía, dando el cien por ciento de sus capacidades orales.

Dejando salir toda una bocanada de aire junto con la verga de Rey, Juliet continuó con su degustación a pesar de que Elena no seguía sosteniendo la verga del joven. La pelirroja levantó su mirada y observó en dirección a los ojos del chico que se retorcía, con la carita angelical de una niña golosa. Dentro de su boca, aun sin que hubiera mucho espacio, ella lamia y chupaba con simultaneidad el dulce.

Rey abría y cerraba los ojos como si tratara de despertar de un sueño, desde su punto de vista, ver cómo entraba y salía toda la punta de su miembro de dentro de la boca en forma de ‘O’ de Juliet era comparable a la cogida de culo que le había dado a Sam. Loco por venirse, moviendo sus caderas con tal de seguir adentrando su verga en aquella boquita cuya mandíbula se estiraba al punto de parecer que se iba a desgarrar de por vida. Él regresó a la conciencia cuando la pelirroja se detuvo para preguntarle:

—¿Te gusta?

La rubia, no quería renunciar al dedo que tenía de Rey en el culo así que decidió prestarle atención a los pequeños pezones pertenecientes al fornido cuerpo que tenía enfrente. Cuál si estuviera chupando la teta de una chica, Elena, con su lengua y mediante fuertes succiones, endureció las tetitas de Rey para después darle mordidas y lamerles con pasión desenfrenada.

“Sus dientes no me hacen sentir incómodo, su lengua es maravillosa y sus labios indescriptibles. La mejor chupada de mi vida diaria yo.” Pensaba Rey con los poros de su cuerpo erizados, para agregar; —Perfecto… se siente de maravilla.

—¡¡Hey!! —reclamó Elena celosa—, Menos conversación y más acción.

El joven consciente de los sentimientos de la rubia que tanto se esmeraba, decidió retirar sus dedos de donde les tenía. Era un juego bastante peligroso al querer probar fuerza con ella, pero la situación lo requería de cierta forma. La estrella del momento era Juliet.

Apenas fue descorchada, en sus ojos la rubia plasmo las expresiones de alguien que buscaba joder, pero no sin antes crear todo un camino de saliva al pasar su lengua por donde iba. Como quien advertía sus intenciones, ella le dio tiempo al chico para que le volviera a ensartar el culo, pero este siguió sin prestarle atención.

“Con tal de buscar atención esta rubia puede llegar a ser muy peligrosa.” Restregando sus pechos de pezones endurecidos por la piel musculosa, Elena procedió a arrodillarse detrás de Rey y prepararse para adentrar su cara entre las sólidas nalgas del joven. “¡Va a por mí culo sin discriminar!” Pensaba Rey un tanto preocupado por la situación.

El primer lengüetazo, por parte de Elena y Rey sintió como algo húmedo se deslizaba entre sus nalgas, cosa que le hizo dejar de sentirse muy preocupado. Después de todo, si se venía espontáneamente en la boca de Jul como mismo hizo con Sam, tendría que dejar de disfrutar a la pelirroja para pasar a satisfacer las demandas de la rubia.

Otro lengüetazo, mucho más profundo e insistente que el primero. “Con los antecedentes que tiene ella, cuando se dé cuenta de que su lengua no funciona, seguro pasara a meterme un dedo. Después varios e incluso la mano. No, Rey, definitivamente no puedes dejar que semejante acto sé dé lugar. Jul sigue chupándome rico, así como haces, lo demás no importa.” Se dijo sin poder negar que le encantaba sentir como dos bocas que siquiera decían malas palabras se rebajaban placenteramente a chupar verga, coños y culos por igual.

“Al menos no se siente tan intenso como para hacerme venir. Ese orgasmo de ayer tuvo que ser provocado por algo más…” Se dijo Rey, aliviado por no eyacular desprevenidamente como había ocurrido, aunque la rubia se estuviera empeñando y usando las mejores técnicas de sus dedos mientras le relamía los bordes del esfínter.

Juliet se detuvo para mirar lo tan entusiasmada que estaba Elena y preguntó:

—¿Qué haces?

El corazón de Rey se detuvo. Él, no podía identificar si lo que venía detrás de esa pregunta por parte de la pelirroja sería una reprimenda o un halago.

—Lo mismo que te hice a ti cuando estabas boca abajo en esta cama… ¿Te molesta? —La rubia respondió valiéndose de palabras fulminantes, como si señalando secretos ajenos, Rey se pudiera sentir más confidente a dejarse hacer y disfrutar cosas que otros pueden creer que son solamente de chicas.

—No —respondió Jul—. Es que quien prometió que haría todo con su boca fui yo.

“¡¿Ella también está dispuesta a llegar a tanto?!” Se preguntó el joven, pudiendo respirar tranquilamente. La carga de tener que prestarle importancia a su sexualidad o de verse obligado a explicar y justificar cosas, estaba fuera de sus hombros.

—Lo que dijiste me dio antojo, —respondió Elena, contenta de poder hacer y disfrutar lo que le gustaba, a la vez que disimulaba su plan fallido.

—Bueno, ya que vas a usar tu boca, ¿podrías ayudarme aquí adelante? —dijo Juliet.

En la conversación entre aquellas dos chicas arrodilladas a sus pies, Rey pudo percibir que el ambiente se sentía como si todos fueran algo más que simples amigos, pero… algo menos que una relación formal. Un sentimiento confuso de complicidad. Jóvenes en sintonía morbosa, lujuriosa y libidinosa que podían hacer y deshacer entre ellos con la confianza de amantes dispuestos a buscar y entregarse al placer. Algo que no tenía precio alguno.

—No seas perezosa Jul que no todos los días se le puede chupar el culo a un hombre sin que se sienta ofendido por su sexualidad —agregó la rubia quien siguió en lo suyo.

“Elena, maldita que eres.” Pensó Rey. “Ahora, ya ni quejarme puedo.”

Juliet, un poco más decidida y tras hacer el gesto de alguien a quien le dolía la mandíbula, se reincorporó en su tarea hasta alcanzar un ritmo conciso.

Rey se mantuvo de pie durante unos buenos minutos, pretendiendo estar muerto ante las ansias de una bestia. Elena, ya con la lengua que no le daba más incluso se chupó los dedos y los introdujo de una para mover hacia abajo y estimular el punto G masculino. Tercer intento de su plan fallido, y varios minutos sin ver leche, ni sentir los espasmos eyaculatorios que buscaba, la rubia perdió el interés y decidió gatear sobre la cama con su culo empinado con tal de demandar por la fuerza lo que se le antojaba. “Definitivamente, ayer fue algo especial,” se dijo Rey como quien juraba no probar fuerza con la rubia. “No me imagino teniendo un punto débil en un área tan vergonzosa, ni a esta rubia con el poder de hacerme venir cada vez que se quiera castigarme”.

Juliet seguía chupando mientras trataba de ignorar el comportamiento de la rubia zafada que seguro algo no muy bueno se le había ocurrido. Y así fue, porque Elena apartó la cabeza de la pelirroja para llevarse la punta de su verga entre las piernas justo en la entrada de su coño que escurría jugos.

En medio de la conexión de Rey y Elena quedaba la cara de

Juliet quien estaba arrodillada. Ella tal vez había perdido la punta del falo para mamar, pero no significaba que aún no le quedaba el tronco que parecía enterrarse y hundirse como una estaca en medio de las firmes nalgas de la rubia.

Los ojos de Rey se abrieron, para su corazón que no dejaba de ver escenas eróticas presenciar como la punta de su verga se clavaba en el coño de Elena mientras que Juliet le pasa la lengua por el tronco, se volvió toda una novedad.

Juliet se movía despacio, deslizaba su lengua en dirección al cuerpo de su amiga que se aseguraba de dejar sus piernas bien abiertas. De la verga, la pelirroja salto hacia un costado de los labios mayores del coño de Elena y luego subió hasta el culo de la misma para terminar escupiendo en este cuanta saliva pudo dejar ir.

En cámara lenta, Rey pudo ver cómo se deslizaba entre las nalgas de Elena el líquido blanco viscoso que salió de la boca de Juliet. La baba acarició el anillo carnoso y se deslizó sobre el miembro duro y venoso dejando un rastro de humedad para continuar con la intención de querer llegar a caer sobre las sábanas de la cama. Pero la pelirroja fue rápida e hizo un descenso majestuoso y delicado con tal de atrapar con su lengua la saliva condimentada que antes había dejado ir.

Tan pronto se le escuchó tragando, justo sobre el clítoris de la rubia, la pelirroja hizo su tarea de recogida al mismo tiempo que se esforzaba en provocar una sensación que Elena seguro deseaba que nunca se terminase. Rey abrió su boca, cerro los ojos y pudo sentir con su verga como la rubia buscaba placer con sus caderas, meciéndose delicadamente, con tal de cabalgar y frotar más seguido las paredes de su vagina, al mismo ritmo que la lengua de su amiga le pasaba por el clítoris.

Con intenciones de satisfacer las demandas de la rubia en cuatro, Rey estiro su mano y le tomo de los cabellos para avanzar su miembro hasta que no dejó espacio para que Jul pusiera su cabeza.

Ante el constante bombeo de un hombre excitado que chocaba sus caderas contra las nalgas de su pieza, Juliet, con restos de fluidos embadurnados del sabor de tres partes privadas dentro de la boca, se desplazó hasta llegar a besar los labios de Elena. Misma que se encorvó y subió la cabeza para recibir el contenido que la pelirroja le llevaba con su lengua.

Entre besos, gemidos y embestidas los tres cuerpos terminaron retorciéndose sobre la cama por un buen tiempo. Quien más comenzó a disfrutar del momento fue Juliet. La pelirroja pasó a sentarse contra el respaldo de la cama con las patas bien abiertas, mientras que Elena le chupaba el coño y recibía la verga de Rey. Las pieles de los tres chicos parecían de porcelana por el sudor que les empapaba, y la habitación, en un principio fría como el invierno, ahora estaba caliente como si fuese verano. Las sábanas eran agua y las embestidas junto a los gemidos, música con la cual se retorcían las dos sirenas.

“Ahora sí, este coño estaba bajo mi control y dominio. ¡¿Ya no dices más rápido, no es así?!” Se decía Rey orgulloso de sentir como los músculos vaginales de la rubia le apretaban el miembro como si se estuviera viniendo intensamente.

Con las piernas que le temblaban y sin poder controlar la respiración, Elena dijo entre gimoteos;

—Juliet… Aaah, deja que Rey te la meta… ahhh… ahhh…

—No, que voy a llorar del dolor… —dijo Juliet repleta de dudas y ansiedad, cambiando la cara de quien disfrutaba de las cosquillas que recibía en su coño.

—Jul, nada… me hace venir más fuerte… que las lágrimas de alguien a quien se están cogiendo. —Repuso Elena, apretando las sábanas de la cama y tensando las expresiones de su rostro lloroso de felicidad y éxtasis.

Rey se quedó petrificado, no conocía ese lado de Elena, puesto que creía que con lo que le estaba dando era suficiente. La situación en verdad era delicada, pero nada que no pudiera resolver.

—¡¡No!! ¡¡no!!

—¡¡Si!! ¡¡Si!! —agregó Elena. —Además, con una verga como esa, no tendrás que preocuparte con que se te cierre el coño en un largo tiempo.

“Juliet está indecisa, y aunque no sea correcto, tengo que ponerme de parte de Elena para poder cogérmela. Después de todo, es deber de un hombre complacer a las mujeres.” Pensaba Rey quien dijo en voz alta; —Te aseguro, que no va a doler tanto como piensas.

—¿En verdad? —indagó Juliet con la cara ilusionada.

Ninguno de los miembros de la casa podría poner las palabras de Rey en duda. Nunca estaban equivocadas, eran casi como los mandamientos dados por un dios, como en los libros religiosos.

—Ja, ja, ja —se carcajeó Rey pudiendo saborear con su boca la continuación de un momento maravilloso al alcance de su verga—. Dejando de lado que no tengo ninguna experiencia en el uso de esta habilidad, solo te puedo decir que procedamos con el sexo y que, aunque te duela al comienzo, después podrás crear mucha tolerancia…

“¿Con que esto es lo que siente Elena cada vez que trama algo? Mantén la calma, respira confidente, no dejes que el corazón te delate. Si no actuó extraño, ella nunca podrá darse cuenta de que esta sería mi primera vez.” Pesaba Rey, evocando el sentimiento que tenía en el pasado cuando algún médico o enfermera, sin experiencia alguna, trataba de sacarle sangre de las venas ocasionándole mucho dolor. “Mantente calmado. Por favor. Calma y confidencia.”

Ante el silencio, los ojos de Juliet se movían con inocencia, ella quería creer en las palabras del joven que le miraba y brindaba seguridad, pero entregarse al dolor no era fácil. Además, estaba hablando un hombre, alguien que no tenía idea de si iba o no a doler. Aunque él no tenía por qué aprovecharse de ella, ni mentirle, los tres en ese cuarto ya habían llegado a tanto que era imposible dejar que la codicia y la lujuria hablarán a través de labios honrados.

—No tienes mucho que perder, —dijo Elena enternecida sobre las sábanas—. No existirá otro hombre que caiga entre tus manos como él. Y, seriamente, Jul, ¿cómo es que no puedes levantar tu coño y gritar querer que te cojan toda cuando alguien tan lindo, educado, masculino y fornido como él te habla con semejante tono de seguridad? Rey, parece que tendrás que poner más empeño.

—No, —intervino Jul—. Tienes razón, semejante cuerpo y verga son una cena para reinas. Me pienso dejar coger y no pasar por alto esta oportunidad. Pero si me duele mucho, y digo para, es para… Por favor.

—Uffff… Quiero ver. —dijo Elena haciéndose a un lado, dejando a Juliet con sus piernas abiertas en frente de Rey.

“¡¿Funcionó?!” Se preguntó el joven perplejo en el lugar.

Allí estaba ella, la pelirroja del grupo, tendida contra el respaldar de la cama, desnuda y sudada. Rey veía que cada vez que Juliet respiraba, intencionalmente ella hacía que sus pechos se levantarán con tal de no respirar con su barriga, haciendo que la tensión sexual se incrementara entre ellos dos.

“Está tan hermosa que me la quiero comer de un bocado.” Se dijo Rey excitado.

Sin control, el joven se hacía ver como un tren que prometía descarrilarse, tanto así que soltaba humo blanco por las comisuras de su boca con cada exhalación.

—Entonces, ven aquí. Haz lo que me dijiste que me ibas a hacer. —dijo Juliet, abriendo aún más sus piernas y usando los dedos de su mano derecha para abrirse el coñito tan lindo y delicado que en color casi que le hacía juego con sus cabellos.

Teniendo que reprimir el desenfreno de querer meterle la verga de una a Juliet con tal de mantener su palabra, Rey no tuvo más remedio tumbarse sobre sus manos en la cama. Con su boca era la única manera que tenía para anestesiar la zona. Teniendo que quedar con sus nalgas al aire para acercar su cara entre las piernas de Juliet, él pudo adivinar como a Elena, le brillaban los ojos, ya que iba a quedar con algo con lo cual entretenerse por otro rato. Ignorando lo que pudiera hacerle la rubia, Rey se centró en el olor que provenía de la delicada raja de Jul, tan intenso como para hacerle olvidar cualquier prejuicio o racionalidad.

Curioso por cómo sabía, Rey cerró sus ojos y pasó su lengua por los labios vaginales empapados en saliva y sudor, pero no otros fluidos. La palabra que podía describir el sabor de aquella concha era ‘deliciosa’. Hasta el momento, él nunca había degustado una combinación entre dulce y amargo como ese, aferrando sus manos a las caderas de Juliet mientras que esta se negaba a hacer más que tan solo gemir temerosamente mientras se aguantaba las manos.

Aunque la pelirroja hacía lo mejor para abrirse el coñito, Rey pudo confirmar que lo tenía superestrecho y poco elástico, tanto que incluso su lengua pasaba trabajo para entrar. Sin siquiera transcurrir mucho tiempo, Juliet comenzó a sesear de dolor ante la invasiva entrada de una lengua que se restregaba por entre las paredes de la raja, acariciándole los bordes y buscando y clítoris entre los labios vaginales.

“Estuve equivocado, aumentar la proporción de sus músculos no le va a hacer más delgada como a Elena y Samantha.” Se dijo Rey quien, dejando la excitación de lado por un momento, pudo confirmar que Juliet no tenía ovarios al abrir sus ojos y ver lo que era una pequeña cicatriz en la barriga de ella. “No es que tenga el coño roto, sino que nunca lo tuvo desarrollado del todo. Antes de nacer, ni la vagina o el útero se le formaron correctamente y los ovarios tuvieron que removerse para aliviar el dolor. Desde entonces ha estado usando dilatadores vaginales para poder mantener relaciones sexuales…”.

Nuevamente, tras un poco más de tiempo, Rey volvió a bajar y meter lentamente su lengua al interior. “En que problema me he metido, pero… nada que no pueda resolver con tal de follarme a esta pelirroja todos los días.”

La cara de Juliet cambió, por alguna razón ella no sentía el dolor que esperaba sentir. Sintiendo lo que nunca imaginaba, ella resopló y gimió varias veces. La pelirroja abrió los ojos y bajando su cabeza pudo ver como aquel chico tenía la lengua totalmente dentro de su coño, pensó en detenerle, pero el placer no le dejó. Cosa que empezó a moverse como una perra encelo, restregándose contra la cara que tenía para disfrutar.

Degustando la entrepierna chorreante de líquidos vaginales, Rey se dejó enloquecer con el sabor que podía sentir. Chupaba, lamía y mordía aquel coñito con locura desaforada que no recordaba haber experimentado, mientras Juliet le apretaba la cabeza con más fuerza. Ella se puso a gemir mientras dejaban que el chico le penetrara con su lengua hasta alcanzar el orgasmo que tanto había deseado.

Sintiéndolo todo tan placentero, como su coño se llenaba y las paredes eran acariciadas. Lo maravillosa que eran las sensaciones fuertes que le provocan las constantes penetraciones y los chupones que le dejaban seca. Juliet no pudo dejar de preguntar;

—¿Cómo es que esto que me enloquece tanto?

La respuesta que le paso por la cabeza fue una locura, pero le era imposible dejar de pensarla al mirar a la cara de él. Era sangre, mucha y no muy brillosa. Semejante a la del periodo que les bajaba a sus amigas, misma que parecía estar alimentado las características vampíricas de Rey quien con su saliva anestesiaba y sanaba el himen que se regeneraba contantemente.

—¡¿No puede ser?! —dijo Juliet tapándose la boca, dejando que las lágrimas brotaran de sus ojos—. Me arreglaste.

Rey respondió con una sonrisa brillante de sus ojos.

Elena, por otro lado, con su lengua estaba entretenida recorriendo el esfínter de aquel culo lampiño en el cual acostaba su cara. Ella, como chica que era, decidió comenzar la chupaba dulcemente, el anillo de carne y de a poco se propuso adentrar la punta de su lengua con el propósito de provocar una pequeña apertura. Los gemidos de Juliet se volvían intensos y largos, la rubia no estaba equivocada, pero tampoco se había imaginado que la pelirroja podría estar disfrutando tanto del sexo oral proporcionado por Rey, cosa que le calentó aún más y llevo a la impaciencia. Levantando su cabeza por encima de Rey, Elena vio como los dedos de su amiga se desaparecían entre los cabellos de chico que presionaba su cabeza contra el sexo de la pelirroja, como para penetrarla mejor y más profundo con su lengua.

El dedo pulgar de Elena comenzaba a jugar con el esfínter del chico acotado sobre su verga, mismo que se levantó y tras crear un camino de besos le comió las tetas a Juliet. Ya con todo su dedo gordo en el interior del culo del chico, la rubia comenzó a masturbarse ante la tan excitante escena con la parte de atrás de su puño. Con su mano en el medio haciendo como si fuera una mini verga, la rubia dio embestidas cuál su fuera un chico puesto que le provoca el sentir el interior de un hombre mientras se presionaba el clítoris en el proceso y ver comer a este el coño de su amiga.

Juliet estaba consciente de lo que sucedía, con sus ojos podía ver como Rey, aun con las mejillas embarradas de sangre, le estrenaba el coño, mientras que Elena le penetraba, con saber dios cuántos dedos. Todo en una memorable escena mágica qué nuca podría olvidar.

“Ya, no es que le quede más sangre por descargar,” se dijo Rey, contento por su trabajo de reconstrucción. “Ahora, tiempo para que yo sea feliz.”

Con la idea de continuar follando, el joven se propuso subir sus caderas hacia arriba también como escapatoria a las agresivas embestidas de la rubia. Él no quería decir nada por qué no se sentía con el derecho, pero su culo ya no podía seguir aguantando los movimientos veloces e intensos del dedo que sé salía de control. Prefería él buscar con su verga el sabor de la pelirroja, la euforia del momento, la tensión sexual de profanar dl hueco virgen de una chica corpulenta. Cosas que nunca había sentido antes. Por primera vez él quería romper algo lindo y delicado, violarlo, mancharlo y contaminarlo. El morbo que le provocaba saber que sentía por penetrar a una chica indefensa que estaba siendo amada prácticamente por dos depravados.

Evitando acelerarse a los acontecimientos, Rey optó por lamer uno de los pezones, meterlo en la boca, chuparlo y por último morderlo hasta perforar la carne de un lado al otro.

Juliet veía sangre, ya no solo entre sus piernas, sino que, también cayendo de sus tetas, pero no sentía dolor alguno. Tan solo placer. Muchas preguntas le invadieron la mente, aunque la excitación le impedía arruinar el momento.

Elena, por otro lado, mientras deslizaba su otra mano hasta llegar al paquete de Rey, comenzó a agarrarlo, una y otra vez, y término ordeñándolo como si ella quisiera que el joven le diera de su leche. Los movimientos de aquella paja eran simultáneos a los de la penetración del dedo.

Con esto, Rey aprovechó para cambiar de teta, chupar y

morder el otro pezón, hasta hacerle sangrar. Nuevamente, él regresó hacia el coñito de la chica y le bastó unos segundos, valiéndose de suaves movimientos, para llevarla a otro orgasmo tan duro y violento como el primero.

Juliet, no pudo evitar explotar en un grito sordo. Con sus manos rodeó la cabeza del chico, mientras que sus piernas temblorosas se cerraban y abrían.

—Jul, dale, siéntate arriba de Rey. Métete toda esa verga que quiero jugar con tu culo. —Propuso Elena un tanto cansada de tener que estar haciendo varias cosas a la vez, sin éxito de poder sacarle la leche a la verga.

Juliet sonrió con una mirada perdida, tal vez hacía unos minutos se hubiera negado rotundamente, pero ahora que tenía las tetas perforadas y el coño abierto sin sentir dolor, tan solo un hormigueo excitante, era otra historia. Ella, empleando las piernas que aún le temblaban, se dispuso a obedecer los comandos de la rubia. Entre varios movimientos, la pelirroja se situó encima del chico, sin poder dejar que sus rodillas descansaran sobre la cama. La verga erecta quedó justo debajo del pequeño orificio.

La pelirroja se apoyó de sus rodillas con las manos, para poder agacharse sobre Rey sin perder el equilibrio. Ella tenía que poner mucho esfuerzo, pues aún sentía que sus piernas no se habían repuesto del todo repuestas y estaba a punto de ceder.

Elena, encontrado otro entretenimiento de su agrado, se vio a sí misma aguantando la verga de Rey, con dos objetivos en mente; uno era restregar por todo aquella raja, y el segundo para impedir que el trozo de carne se desplazará de lugar cuando la pelirroja decidiera sentarse.

Las gotas de sangre se escurrían de las tetas de la pelirroja y caían sobre el pecho desnudo de Rey. Y aunque Juliet nunca hubiera sido penetrada por una verga, en su mirada ella no tenía dudas ni se preguntaba si sería placentero o no. Ella era prisionera del deseo, de las ganas de clavarse una estaca de carne entre las piernas. Con esto se dejó caer haciendo que el inmenso falo de carne se le enterrara entre sus labios vaginales. Un poco más de peso y por fin el glande pudo desaparecer al interior de su vagina recién formada, otro paso y golpeo contra el cuello cervical y por último empujo el útero hasta desplazarlo, pero aún quedaba carne por insertarse.

—Ahhhhhh, shssss… Uuuy —Comenzó a gritar Juliet con cada sensación nueva que podía experimentar al abrirse en dos.



Reina Del Cielo

Chapter 8
¿Qué harías?


   Con una mano y como si se estuviera liberando de una red que le aprisionaba, Rebeka se retiró la camiseta de tirantes que llevaba puesta. No solo con la intención de dejar su torso descubierto para el espectáculo. En vez de tirar la prenda a un lado de la cama como usualmente lo hacía en las noches cada vez que sentía mucho calor, la colocó debajo de sus caderas, de modo que, si algún que otro fluido escurría entre sus piernas, no cayera directamente en las sábanas, que eran más difíciles de lavar que su camiseta. 

 

    —Omar —dijo ella ronroneante—. Puedes verme las tetas ¿Te gustan?

 

   Lo que antes había sido un destello de luz, ahora se mostraba permanentemente a los ojos del joven, al que le costaba trabajo manejar sus impulsos y deseos. Los dedos que tenían uñas bien cuidadas y pintadas con un discreto esmalte que les hacía ver brillosas se movían por la circunferencia, de un lado a otro, mientras amasaban la carne, también aprovechaban para pellizcar las puntas de los pezones.

 

Probablemente, Omar había visto cientos de mujeres desnudas, en fotos y videos que circulaban en internet. Sin embargo, ver los pechos sencillos, delicados y hermosos de alguien a quien conocía y veía todos los días, le hacía sentir algo mucho más morboso y placentero que todas las veces anteriores. Era como comparar un vaso de agua vacío en medio del mar, con el valor que traía una limonada fría, rica y natural en medio del desierto.  

   

   —Sí —respondió embobado, ya que la mente le divagaba al tratar de ingeniar alguna manera de poder ver semejante espectáculo en directo. Ver y escuchar estaba muy distante de lo que representaba poder sentir piel con piel.

  

    — ¿Quieres ver entre mis piernas?

 

  Los planes y el pensamiento de saltar por la ventana de su cuarto con tal de ir corriendo hasta la casa de quien le llamaba en vivo y en directo se congeló con el comentario que le trajo de vuelta a la realidad. Aun así, en vez de responder con palabras que no podían salir de su boca seca, Omar afirmó con su cabeza. 

 

  Para Rebeka fue tierna la manera en la que él afirmó con su cabeza, como si fuera la cola de un perrito feliz, que, necesitado y hambriento, anticipa recibir comida.

 

   —Vas a tener que calentarme aún más —dijo Rebeka, para luego estrechar sus delicados y humedecidos labios con la intención de mandar un beso bien grande hasta el otro lado de la pantalla.

 

   Tras el sonido provocado por los labios de la chica, Omar pudo ser testigo de cómo ella intentó lamer uno de sus pezones con la lengua para después volver a mirar al teléfono con una sonrisa pícara. Endurecida, la carne que coronaba a las dos circunferencias de sus senos, se veía más oscura pero igual de linda, sobre todo cuando la piel blanca hacía un contraste tan perfecto a la mirada. 

 

  Tras dejar de estar perplejo por la situación, Omar se convirtió en un hombre de acción, lo que le hizo dejar el teléfono sobre una pequeña mesa para poder emplear sus manos y quitarse tan rápido como pudo las prendas que aún tenía de las rodillas hacia abajo.

 

  Rebeka pudo notar que el chico del otro lado de la pantalla decidió alejarse de donde estaba para cerrar una puerta que estaba casi al otro lado de la habitación. Eso le hizo deducir que no podía ser muy ruidosa. 

 

   Aprovechando que Omar se preparaba, ella también decidió acomodarse, empezando por recogerse el pelo y sentarse sobre la cama. Tras respirar más hondo que nunca, Rebeka también pretendía ocultar lo nerviosa y excitada que se sentía, ya que estaba dispuesta a cumplir los deseos de su chico, a cambio, que él cumpliera los de ella.

 

   «Ver porno online no es tan excitante como lo es tener a otra persona al otro lado de la pantalla», pensó, mientras sobaba las palmas de sus manos contra las sábanas para hacer desaparecer el sudor frío que estaba comenzando a sentir. «Quiero irme excitando poco a poco, lo suficiente hasta acumular el valor como para mostrarle mi coño a un chico que aún no es ni siquiera mi novio, esto es electrizante. Pero no puedo creer que él tuviera el valor de sacársela en frente de mi…».

 

   Rebeka podía ver el fondo de la habitación de Omar mientras que él se preparaba. Ella no sabía si era porque el corazón le bombeaba tanto que se le quería salir del pecho o por pura curiosidad, pero se le antojó detallar todo lo que allí había. La cama, una cómoda, paredes de azul claro, un escritorio con una computadora y algunos libros, una lámpara de techo y el armario.

  

  Aunque ella le conocía muy bien, no era lo suficiente como para saber qué tenía en su habitación. Tampoco como para verle como llegó al mundo en tan solo unos pocos segundos. Feliz, contenta y agradecida, Rebeka miró a través de la ventana de su cuarto hacia el cielo oscuro y se sintió conforme con el irrefutable hecho de que la noche sería larga.

 

  Ya con todo listo y sin ropa, Omar se sentó en frente del teléfono, desnudo, con su miembro en erección, apuntando hacia el techo y sobrepasándole el área pélvica. 

 

   —Entonces… —comentó Omar—. ¿Qué es lo que más te calienta?

 

  Con la necesidad de centrarse, Rebeka primero sonrió ante el metódico aproximar de Omar en el camino de entablar una conversación abierta.

 

—Bueno, puedo comenzar con las cosas que no me calentarían en lo absoluto. —Ya que Omar parecía estar prestando atención a las palabras, ella continuó su diálogo—. Verte tomándole fotos a la pantalla, es un no-no.

 

   —Entiendo — respondió como un chico bueno a punto de recibir un regalo si se portaba bien, para luego agregar —Aún no me has dicho lo que tengo que hacer para poder verte… digo, para calentarte.

 

   —Si quieres que te muestre mi conejito… — dijo Rebeka, con el corazón que si se le quería salir del pecho— empieza por mostrarme tu boca. Acércate a la cámara, cierra los ojos y aunque creas que estás haciendo algo estúpido no te detengas. Excítame con ella, haz como si me besaras, como si besaras mis tetas, como si me lamieras el coño…

 

   Las palabras de ella fueron directas. Omar, sin pensarlo dos veces, se acercó a la cámara, tanto que cuando abrió sus labios se pudo ver una línea de saliva, la cual, para ella, fue lo más lindo del mundo. Pasó su lengua húmeda por sus dientes. Cada vez la sacaba un poco más de dentro de su boca, para morderse el labio y chuparlo de forma seductora. Luego levantó sus manos con tal de sostenerlas en el aire imitando estar cargando y sopesando dos buenas tetas que apretaba de vez en cuando.

 

  Con la mente en la misma sintonía libidinosa, no le fue difícil a Rebeka imaginarse al chico en frente de ella, ahí, lamiendo sus pezones endurecidos después de darle un apasionado beso.

 

   —Tus pechos… son hermosos… los chuparía durante días… —dijo Omar.

 

   —¿Eso es todo lo que le interesa de mí? —comentó Rebeka de forma juguetona—. ¿Qué hay de mis labios? ¿De mi corazón?

 

  Atrapado de lleno en un acto de insensibilidad, Omar se reprochó el haberse olvidado que las mujeres son más de sensaciones y cosas románticas. Con tal de disimular su error, continuó:

 

   —A ellos también los chuparía durante días… —casi de manera instantánea. «Espera, el corazón no se puede chupar, eso sonó raro», dijo el joven, que mostró una expresión de sorpresa en sus ojos. Consciente de haber metido la pata, Omar decidió tratar de arreglar la situación—. No, decía que a tus labios le besaría, a tu corazón… le daría mucho cariño.

 

  Con cada palabra que soltaba, Rebeka ampliaba la sonrisa de sus labios, pero no la de sus ojos. Ella juraría haber escuchado en algún lugar que los chicos no pueden pensar muy bien cuando su segunda cabeza estaba despierta, «por un tema de sangre o algo así y parece ser cierto». Ella estaba haciendo una nota mental para retenerse de jugar con la mente de su pobre chico en un momento como ese, después de todo, ella también le chuparía los pechos y el miembro por días.    

 

  —Entiendo a lo que te refieres… —aclaró Rebeka, antes que la cabeza de Omar hiciera un corto circuito.

 

 Con tal de regresar al sendero del placer ella preguntó— ¿Qué harías con mi coñito? 

 

Tras eso, se llevó los dedos hasta el principio de su abertura, para comenzar a moverlos nuevamente, sin importar lo hinchados que tuviera sus labios mayores y menores por el orgasmo anterior o lo palpitante y dilatadas que se sentían sus entrañas empapadas.

 

  —Lo chuparía todo…

 

  —Sí, ¿qué más harías? —volvió a preguntar, mientras movía de forma circular sus dedos sobre el clítoris.

 

  —Enterraría mi lengua bien profunda y me vendría todo en tu interior.

 

  —Ufff —Gimió y luego pensó: «Siento como las gotas bajan a mi otra entrada. Podría bajar mis dedos ya húmedos y con facilidad deslizarlos hasta dentro, pero no es el momento». 

 

—Cuando te enseñe mi coñito… ¿Acaso te animarías a echar toda tu leche sobre la pantalla del teléfono, pensando que estás acabando sobre mí?

 

   —¡Sí! —declaro firmemente ante la pregunta, como si fuera un toro reteniendo su cólera a punto de explotar. 

 

  Con sus dedos bañados por fluidos vaginales, Rebeka aprovechó para sobar sus tetas, cuyos pezones ya estaban endurecidos de manera puntiaguda y quedaban en primer plano en la pantalla. Ella no solamente imitó con su mano el movimiento de la lengua de Omar, con el fin de hacer el momento más real, sino que se tomó la atribución de pellizcarse y tirar de la carnecilla de pigmentación más oscura de sus senos y luego se dio un azote con la mano abierta entre las piernas, tan pronto se soltó el pezón que había pellizcado por un buen rato. 

 

 Luego de recostarse sobre la cama y abrir más sus piernas, Omar sacó la lengua con una buena cantidad de saliva acumulada para dejar caer justo sobre su miembro en erección, que tenía bien agarrado por el tronco con su mano derecha y agitaba de manera rítmica. 

 

  —Omar, te imagino tocándome las tetas… —afirmó Rebeka. 

 

  —¿Qué más te imaginas? —preguntó Omar. 

 

  —Que me las aprietas con fuerza, que les das azotes, que me coges por el cuello, metes tus dedos en mi boca mientras bajas con tu lengua por la piel de mi estómago hasta que me lames completa. Que me sacas el jugo que tengo entre mis labios menores, para que luego, aun sin dejarme respirar, subas para darme a tomar, con un beso, todos los fluidos que acumulaste en tu boca».

 

  La mano de Omar se movió de manera frenética, el chico se estaba masajeando de forma increíble, pues en su mente no cabía la idea que la presidenta fuese tan pervertida y específica. No era menos cierto que ella ya le había advertido y aunque le costara trabajo imaginarse a sí mismo maltratando a una mujer, menos a la que amaba, sí pudiera cumplir esas fantasías, especialmente si esos golpes le generaban placer a su pareja.

 

  Ella tampoco se quedaba atrás al mover su mano y estando a punto de alcanzar el segundo orgasmo, entendía que por más que quisiera retrasar el final, su compañero tal vez no sería capaz de hacer semejante proeza, así que decidió moverse para sobrepasar el punto de no retorno. Bajó la cámara de su celular sin dejar de ver a la pantalla y se propuso ver las expresiones faciales del chico cuando le viera el coño bien afeitado, cerrado y cuidado.

 

  —Me estás excitando, estás a punto de verme completa… —dijo ella entre gemidos—. Mira cómo me tienes de mojada. Espero te vengas sobre mi figura en la pantalla de tu celular y me des hasta la última gota.

 

  —Sí, claro que sí… —respondió Omar, al punto de casi no poder aguantar más de tanto que se estaba tocando su miembro.

 

  Rebeka bajó la cámara hasta su entrepierna, pero con sus cuatro dedos en el medio aún se cubría todo lo que el joven deseaba ver. Ella quiso protagonizar otro acto juguetón al seguir alargando el momento que su chico más esperaba, tras lo cual, se apretó con fuerza y se restregó los fluidos por todo el lugar.

 

 —Estoy a punto… —advirtió Omar—. Ábrete completa y déjame ver adentro de ti, necesito saber dónde voy a soltar toda esta leche.

 

   Las palabras de él fueron música para los oídos de Rebeka. La manera en la que el chico se lo pidió, su voz tan seductoramente necesitada, le sacó del paso y fue la principal promotora de proveerle un orgasmo seguro.

 

   Rebeka, tentada a dejarse llevar y usar sus dos manos, decidió colocar el teléfono sobre la cama, apuntando hacia el techo. Acto seguido se levantó sobre sus rodillas y tan pronto bajó las dos manos, se abrió completa sobre la cámara, mientras que con su dedo pulgar continuó tocándose el clítoris.

 

  En todo el interior de la pantalla del teléfono de Omar se pudo ver algo totalmente comparable al florecer de una rosa de cuatro pétalos de carnosidad húmeda. Tan pronto los labios hinchados y carnosos fueron separados por tres pares de dedos, un estrecho agujero rugoso se hizo presente. La luz del cuarto no era capaz de llegar a explorar tan profundamente en un área anatómicamente intrincada como aquella, pero lo poco que se podía ver al principio se sentía como la promesa de que en verdad existía un paraíso celestial para el miembro masculino.  

 

   «Tenerle abajo mío», pensaba Rebeka, embriagada por los corrientazos que le atormentaban cada vez que acariciaba o tocaba su botón de placer. «Respirándome, sacando la lengua bien dentro de mí, sí… tan dentro como pueda… entre mis nalgas».

 

 Ahh, Mmm, Mmm, Ohhh…

 

Tras sentir las contracciones en sus piernas, junto a una efímera suspensión de sus respiraciones, Rebeka tensó su cuerpo mientras que se tocaba el clítoris con lentitud, ejerciendo la fuerza justa hasta que sintió deseos de orinar sí seguía. «Este es mi límite», se dijo. «Ya es suficiente por hoy, no quiero dejarme llevar y que mi querido chico se asuste. Mmm, aún se sigue viniendo…».

 

  Los ojos de Rebeka estaban clavados en el interior de la pantalla del teléfono. Por suerte la cámara no había sido tapada por semen, la misma cámara que capturaba a Omar, aun ordeñando su miembro convulsionado, con los ojos cerrados y la boca abierta. Escupiendo chorros de leche sobre su mano y en los alrededores, sin que le importara nada, tan solo sofocar sus gemidos para no ser escuchado por sus padres o demás habitantes de la casa. 

 

  Antes que el joven terminara de sentir el éxtasis del momento, Rebeka se tomó la atribución de hacer unas cuantas capturas de pantalla para usos personales en el futuro. Podía entender que no era correcto, pero al ser ella quien impuso las reglas del juego, también podía romperlas cuando se sintiera con el derecho.

 

 Luego de disfrutar del momento en el que veía a su amado dándose cuenta de todo el desastre que había hecho, Rebeka aprovechó para darse un respiro. Fue al baño para vaciar su vejiga, que le estaba molestando por lo inflamada que se había puesto. Técnicamente la última vez que había tenido la urgencia fue en la mañana. También aprovecho para recoger algunas cosas antes de tirarse en la cama de vuelta, no podía permitir que su cuarto se viera desorganizado. Apenas retomó el teléfono en su mano, vio como Omar lo estaba limpiando con un paño.

 

   —Debo felicitarte… —dijo ella con la intención de romper el silencio—. Soy muy difícil de complacer. 

 

  —Oh, me hace feliz escuchar eso. Rebeka, después de este momento no podré seguirte mirando con los mismos ojos, cuando esté contigo, pero quiero saber, si después de haber cruzado la línea podríamos seguir siendo… cercanos… ¿No sé si me explico? —dijo él, apenado, sin saber qué seguir esperando de mí, pero negándose a romper el vínculo entre nosotros.

 

  Para Rebeka, ser más que amigos, pero menos que novios era como estar flotando en el espacio, entre la luna y el sol. Ella perfectamente entendía el por qué. Después de todo, él y ella se conocen, pero nunca se especificó si en verdad eran amigos y ahora si eran novios. Para quienes andan por la vida como quienes se dejan llevar por la corriente de vivir el momento y asumir las cosas según van sucediendo, no sería necesaria semejante pregunta. Pero Omar, no era de esas personas, él era más directo, alguien que parecía preferir no leer entre líneas o interpretar lenguajes y comportamientos sugerentes, él era de esos que necesita dejar los puntos en claro, con tal de evitar que se dieran lugar confusiones innecesarias. 

 

   —Ya no podemos ser amigos —dijo Rebeka, con una mirada seductora para acto seguido pasar a despedirse y colgar la llamada sin dejar que él pudiera responderle o despedirse —Que seamos algo más dependerá de ti y solo si me lo pides de rodillas. Hasta mañana.

 

  Ella entendía que seguir hablando en ese momento y en esa situación, tal vez le conllevaría a deprimirse y por el momento, se sentía muy feliz como para dejar que se le arruinara la noche. Si en verdad Omar era un chico de acciones y no de palabras, sabría qué hacer. Conversaciones hasta las tres de la madrugada estaban de más.

 

   —Uy —respondió Rebeka, con su cara contra la almohada—. ¿Por qué no puedo evitar ser de esta manera con él?! Pero es que también quiere hacer las cosas muy complicadas. Después que tuvimos un momento tan especial como este, se atreve a indagar que quiere ser más que un amigo. Es tan incoherente como para preguntarme si me vine después de venirme en su cara… ¡hombres, dejen la inseguridad de lado e interpreten las señales!  

 

   «Un nuevo día, tal vez eso signifique: una nueva yo» dijo Rebeka, estirando su cuerpo desnudo entre las sábanas para alcanzar a apagar la alarma de su teléfono. 

 

Siguiendo su rutina matutina de vestirse con la ventana abierta, manteniendo las luces apagadas, continuó:

 

   «Pero no. Lo sé, lo siento y veo en el espejo. Soy tan solo una suma de experiencias… la única diferencia es que hoy mi reflejo está riendo. Estoy súper decidida a seguir avanzando y por más que lo pienso, más alegría me entra en el cuerpo. ¿Quién lo diría? Tan solo diecisiete horas para poder liberarme de las cadenas que esta sociedad me tiene implantada por “ser menor de edad” y tan solo unos minutos para que él, a quien tanto amo, termine sometido ante mí…». 

 

Luego que el último pasador para recogerse el pelo había pasado a una mejor vida por un incidente bastante característico, Rebeka miró a su otro yo en el espejo con una llama.

 

  —Ya estaba necesitando un cambio, dejar de recogerme el pelo será uno de ellos. Después puedo probar con un corte de cabellos, no creo que me vendrían mal. Tal vez me lo corte hasta los hombros, como mi mamá. No tener que peinarme todos los días y aguantar calor se podría sentir más refrescante. Los chicos si lo tienen fácil…

 

Tras bajar por las escaleras, Rebeka ni siquiera se dispuso a prepararse desayuno, pues quería salir más temprano de su casa. Estaba ansiosa y algo en su interior le decía que Omar también compartía esos sentimientos.

 

   «Conociéndole como le conozco, él no pudo dormir… tal vez me disculpé por la manera en la que corté la llamada sin despedirme anoche. No sería mala idea pasar más tiempo con él», pensó, mientras posaba su mano sobre el picaporte de la puerta.

 

«Vendrán más oportunidades para experimentar si aprendo a mantenerlo domado. Incluso, quien sabe… si se porta bien hoy, podría ser el día en el que le dé mi primer beso. Sé que apenas abra la puerta cualquier cosa podría suceder. Estoy nerviosa, mis piernas tiemblan y las manos me sudan. Adoro sentirme de esta manera. ¡¡¡Confía en ti Rebeka!!! Pretende saber, hasta que finalmente sepas. Mi nuevo mantra, las nuevas palabras que marcarán mi vida. De ahora en adelante, todo lo que pase será para bien, porque así lo tomaré».

 

  La puerta de la casa ya no representaba una salida, sino que más bien, se había transformado en la “entrada a un nuevo estilo de vida”, para esa chica que delicadamente y con naturalidad, pretendía abrirse paso en la sociedad. Con la llave y valiéndose de un movimiento elegante, Rebeka sabía que no podía bajar la guardia, aunque estuviera poniendo el seguro a la puerta. Tan pronto se volteó y levantó la mirada, en las afueras del jardín, él estaba parado y ella quería mantener al chico ajeno a sus pensamientos de inseguridad, al menos por el momento.

 

  Omar se podía ver con la cabeza baja, apenado, sin mucha confianza, como si no pudiera mirarla a la cara o dirigirle la palabra a la presidenta, esa chica que estaba supuesta a ser inalcanzable para alguien como él.

 

   «Espero que esa cara sea porque te estés sintiendo mal de no poder borrar de tu mente lo que viste ayer y no por otra cosa» meditaba Rebeka, aunque sabía que así estuviera decidida a cambiar, eso no significaba que las personas a su alrededor estuvieran listas y dispuestos a hacer lo mismo. «De todas maneras, hasta que no descubra la razón detrás de esa cara larga, tengo que controlar mi risa cuando estoy nerviosa. Si él ve mi sonrisa no malintencionada en un momento como este podría acomplejarse, hacerle indomable y que optara por no dejarse controlar por mis caprichos».

 

   —¿Y? — Fue lo primero que preguntó en vez de saludar, tan pronto salió del jardín y cerró la puerta.

 

    —¡Buenos días, Rebeka! —exclamó Omar, luego de salir del trance en el que estaba.

 

   Con la mirada hacia el suelo, el chico no había podido evitar ver directamente las curvas dibujadas por las prendas ceñidas a la cola contoneante de la presidenta, mientras que la falda se mecía por el movimiento de giro que tuvo que hacer para cerrar la segunda puerta.

 

   Rebeka se había dado cuenta de la dirección en la cual miraban los ojos del chico, así como que su tono de voz sonaba como la de un hombre que con valor se enfrentaba a sus miedos, con tal de no quedarse callado. Ella mantuvo su rostro recto y ni siquiera pretendió prestarle atención al saludo y como si lo hubiera ignorado, simplemente se detuvo en frente del chico, colocó sus labios a una altura en la que pudiera ser alcanzada, mientras que sostuvo las manos detrás de su espalda.

 

  La orden que ella le dio estaba clara y prácticamente esculpida en piedra en sus pensamientos, a pesar de decirla mediante palabras que quedaron suspendidas en el viento del pasado. Aunque Omar quisiera ignorar el momento, debía demostrarle que era digno de dar el siguiente paso con una resolución tan fuerte y transparente como lo podría ser el vidrio templado.

 

   «Después de todo, no puedo ser más regalada de lo que yo ya estoy siendo…», pensó. «Tal vez mi orgullo es muy grande y me esté pasando, pero también creo que es un error necesario».

 

   —Rebeka —dijo Omar con voz temblorosa, cosa que le hizo hincar las rodillas en el suelo—. Me gustaste desde el primer momento en el que te vi. Arrodillado ante ti, declaro mi amor ¿Serías mi novia?

 

  Ella estaba de pie, bajó la mirada, con tal de no romper contacto visual con el chico que se le declaraba. «Aaah… qué lindo», pensó. «Verle con su cabeza por debajo de mi ombligo me hace recordar lo que hicimos ayer. Ufff, me está excitando, no es bueno, me hace querer provocarlo, en un momento tan serio. ¿Mmm?».

 

  Mientras Omar esperaba recibir una respuesta tras su declaración, que había practicado incontables veces en la noche previa, se dio cuenta que Rebeka miró hacia los lados como si buscara ver si alguien se acercaba. «¿Estaría avergonzada de lo que estoy haciendo?», pensó el chico.

 

  «Nadie está mirando, perfecto…», se dijo, para levantar su falda y pasar la prenda por encima de la cabeza de Omar. «Aww, por esta misma razón te quería de rodillas y pensándolo bien, este es el lugar más apropiado. Hoy definitivamente será el día en el que reciba mi primer beso ahí abajo, acompañándolo con un beso de labios».  

 

   Omar ni siquiera reaccionó ante la inesperada situación. Esperaba una respuesta, y no que su cabeza fuera tapada. Aunque el olor de la zona, junto a lo que tenía delante, le traían recuerdos claros.

 

   «Puedo sentir cómo respira», se dijo, mientras vigilaba de un lado a otro, bajo la excitación que le provocaba el momento vivido en medio de una calle transitada. «Ufff, él levantó la cabeza y siento su nariz rozando mi clítoris a través de mis bragas. Ya la gente nos mira feo y él se está demorando mucho, ¿Será que no sabe qué hacer?».

 

  Rebeka hizo que su mano derecha bajará sobre la camisa que tenía puesta entre la saya, lo suficiente para alcanzar su blúmer y tras colocar su dedo índice entre lo que era la piel y la tela, corrió la prenda a un lado. Dejó que Omar viera personalmente eso que antes había visto a través de una pantalla. 

 

    «Después de decirme tanto ayer ¿Qué estás esperando para comerte lo que te estoy ofreciendo?», pensó, mientras se mordía el labio inferior.

 

   Al principio, él seguía perplejo ante lo que estaba sucediendo. Podía ser un sueño o una alucinación, pero el olor, el calor y la sensación le decían lo contrario. La claridad no era mucha, pero tan pronto identificó la mano femenina bajando y exponiendo lo que estaba escondido, Omar regresó al presente. Con el manjar tan suculento que tenía delante, «¿cómo no comérselo todo?», pensó, poseído por la lujuria, olvidando que se había declarado y esperaba recibir una respuesta.

 

   «Mmm, la lengua de una persona es maravillosa. Un lametón me hizo subir al cielo. Oh, si no fuera porque vienen personas, le dejara ahí abajo hasta que me haga venir», se dijo, con el corazón acelerado, de tal manera que la sangre parecía llenar sus orejas. Luego usó la misma mano con la cual se había apartado el blúmer para apartar la cabeza del chico y dejarlo ahí por más tiempo.

 

  Tal como un niño que por primera vez prueba un dulce y no quiere soltarlo, Omar usó sus manos para aferrarse a las piernas de la chica a la cual estaba devorando, sin que le importara nada ni nadie. La posición era complicada y todo lo que veían eran dos labios que esconden el tesoro tan deseado, pero tenía que escarbar con su lengua, abrirse camino para saborear entre los pliegues de piel sensible y delicada.

 

   —¡Ya para, que nos van a descubrir! —dijo ella, pues definitivamente algunas personas ya le estaban haciendo comentarios, señalando e incluso sacando sus teléfonos — Ven, sube novio mío, ven y bésame ahora que tienes mi sabor. Firmemos con nuestra saliva la oficialización de nuestra relación.

 

   «La oficialización de nuestra relación», esas palabras hicieron que Omar entrara en razón, lo que hizo que se levantara, en cuestión de segundos, para besar a la chica apasionadamente, a pesar de lo apretado que había quedado su pantalón por la erección que no podía contener.

Como si quisiera comérsela, con los ojos cerrados, él la sostuvo por la cintura con fuerza, estrujó y apretó su carne con firmeza, como si su intención fuera desvestir a su pareja.