Una casa y cinco jóvenes

Chapter 14
Doble y triple penetración


“Sí que es extraño despertar en una casa que no tiene ventanas al exterior, de no ser por el reloj que cuelga de la pared de la cocina

¿cómo es que alguien puedes saber si es de noche o aún es por la mañana?” Se preguntó Rey. “Bueno, de todas maneras, semejantes cosas como esas dejaron de existir cuando el sol del mundo que conocemos fue destruido junto a todas las estrellas del cielo”.

Sobre el sofá, en la sala, el joven se preparó para comenzar su rutina mañanera. Y es que no se puede empezar un buen día, mañana, tarde o noche sin tener un desayuno que se compare en grandeza. Además, según recordaba, ayer, ellos solo habían desayunado y el alcohol no tenía muchos componentes nutritivos que digamos. Sin tener la necesidad de darse un baño, pero sí de comer, Rey se volvió intangible para escapar del agarre de las chicas que se rehusaban a dejarle ir, porque les hacía sentirse tan cómodas.

Teniendo en consideración la situación de Juliet, Rey se limitó a que el desayuno del día no fuese tan oloroso y tentador como lo había sido el anterior. Haciendo referencia a lo saludable, él hizo aparecer yogurt, cereal de avena, frutas, panqueques y preparó una sopa de tomate con pan.

 

Entre los sonidos de las cazuelas y los platos, tanto Sam como Elena comenzaron a retorcerse entre las sábanas, buscando la manera de aminorar los ruidos que escuchaban y cubrirse de la luz encendida en la cocina.

—¿Ya es otro día? —preguntó Samantha— ¿Por cuánto tiempo puede un dormir?

—Ahora que tengo tanta hambre, no voy a poder seguir durmiendo…. ¡Aaahhhhh! —dijo Elena de mal humor.

Samantha, rascándose los ojos con las dos manos y apartándose los cabellos que tenía en el rostro, pegando un bostezo, se levantó junto con un estirón. Ella, desnuda, se dirigió al baño tan rápido como pudo, pues parecía no aguantar más. Justo antes de que el desayuno estuviera servido, las dos chicas ya se habían arreglado los cabellos, cepillado los dientes, lavado sus rostros y regresado a la cocina.

Sentados en la mesa, los tres desayunaron hasta saciarse. No era que Rey pudiera ocultar como su verga se endurecía al ver los cuerpos despojados de prendas actuando natural. Samantha no caminaba como un fantasma que encorvaba su espalda, y Elena estaba más consciente de sus atributos femeninos.

—Será que no existe una bebida más dulce con contenido de alcohol… —se quejó Elena, su mal humor sí que no cambiaba—. Aah y que no de resaca. Me duele la cabeza, mirar a la luz y me siento como una mierda.

Sam, comiendo con discreción, decidió agregar:

—Creo que lo mejor de dormir juntos es que no tienes que decir buenos días y simplemente puedes pasar a protestar —dijo Samantha con ironía, para continuar—. Creo que es mejor dormir con ropa, no sea que Rey se aburra de vernos desnudas y ya no le pongamos.

—No estoy de acuerdo, mañana, tarde y noche esta verga mía siempre sabrá apreciar la belleza de sus cuerpos desnudos. — Agregó Rey con una sonrisa haciendo aparecer una botella de vino—. Y aunque no les dijera buenos días, este desayuno es la manera en la que les demuestro mis ‘buenos días’

Cual si fuera un perro enojado con todo el mundo y consigo mismo, mientras Rey y Sam hablaban Elena continuó protestando mientras se adueñaba de cuanta comida encontraba sobre la mesa. Casi que, atragantándose, ella abrió la botella de vino con su boca, se pegó unos buches para finalmente cambiar por completo la expresión de su rostro y decir; —Buenos días, como estoy extrañando esa verga y ese coño por igual—, con una sonrisa libidinosa.

Sam como Rey rompieron a carcajadas. Les provocaba gracia que Elena se comportara de la misma manera casi que todas las mañanas cuando tenía hambre.

—Si eso es vino, déjame probar un poquito… —sugirió Sam.

 

Que estuviera feliz y que su personalidad cambiara, no significaba que Elena tuviera deseos de perder la botella de la cual se había apoderado. Tras sostener dicho frasco de cristal contra sus tetas, ella sirvió un poquito en el vaso más allegado con tal de compartir el líquido con Sam.

—¡Tacaña! —dijo Sam con una riza descuidada.

—Se me acaba, eso es para que lo pruebes solamente —se defendió Elena.

—Por más vino que tomes esa botella nunca se va a acabar —agregó Rey, orgulloso de poder conceder el milagro de la abundancia.

—¡Una botella que nunca se acaba! —exclamó Elena aprisionando con sus dos manos el envase de cristal—. Aun así, puedo permitir que se desperdicie alcohol en esta casa. Mis principios de alcohólica en entrenamiento me lo impiden.

—¿Piensas quitarte la resaca tomando más alcohol? — preguntó Sam, quien como buena catadora de vino revolvió el contenido dentro de su vaso, olió el vino y por último se mojó los labios en este—. No está para nada malo, mucho más agradable al gusto que el tequila, ¿puedo tener una botella para mí?

—Nena. Que podemos compartir… solo quiero hacerme rogar un poco —respondió Elena por Rey.

Tras terminar el desayuno y dejar un plato bien servido de ingredientes saludables en frente de la puerta del cuarto de Juliet, Rey regresó a la sala para incorporarse en el sofá. Junto a las otras dos chicas que habían hecho lo mejor para poder reprimir la ansiedad que les provocaba seguir viendo los archivos privados de Arte. Apenas él se sentó, Samantha no se aguantó las ganas y le dijo a Elena;

—¡Dale! Deja la botella y toma el mando, vamos a continuar con el chisme.

—Tranquila, —respondió Elena—, no hace falta apresurar las cosas, déjame que me acomode. Además, la mariposa de Juliet puede aparecer en cualquier momento y hacer la presentación de su nuevo cuerpo, si no se ha muerto.

—¡No digas eso! —dijo Sam bien preocupado, mirando a Rey con tal de confirmar.

Antes de que la trigueña siguiera insistiendo, Rey agregó un comentario al aire —Sam, Juliet estaba bien. Elena solamente te quiere mortificar, por cierto, ella está más juguetona con nosotros de lo usual.

—Te diste cuenta —dijo la trigueña con una risita picaresca—. Parece que me quiere chupar coño, o que yo le haga el favor primero.

Con las mejillas sonrojadas, Elena arrojo una risa de complicidad mientras se tomaba otro trago de la botella y prendía el televisor junto al dispositivo que usaba para navegar dentro del teléfono de Arte, el cual aún estaba conectado a la computadora.

En la pantalla apareció lo último que habían visto, el primer video de Arte, el cual, para los espectadores, se podía recordar como si fuese la escena más traumática de una película de terror. Ni Rey, Elena o Samantha podrían creer que Arte, en el video, dejará totalmente reluciente la verga que le había cogido por el culo.

Siendo totalmente honestos, los espectadores, exceptuando a Sam, se lo pensarían dos veces para meterse algo en la boca que antes hubiese estado en sus traseros. Sin importar cuán excitado se pudiera estar, el sabor de seguro te traería a la realidad con respecto a lo que estabas haciendo.

—¡¿Cuánto más te vas a demorar en darle al siguiente?! Estoy casi fuera de control —dijo Sam, mostrando la disposición que tenía para ver el siguiente video o foto.

—¡No ves que estoy muy ocupada tomando! —protestó Elena riéndose borracha, por lo divertido que le parecía molestar a Samantha.

—Dame el mando y así solo tendrás que preocuparte por beber —dijo Sam, mientras abría sus piernas y miraba a la rubia.

—Ya, ya… presta atención. No sea que te pierdas algo bueno —replicó Elena haciendo el sonido de clic con el ratón para pasar al siguiente archivo.

No era un video, pero sí una foto. Como ya estaban bien adentro en la galería, las fotos de Arte al desnudo eran menos abundantes. No era de extrañar que ella tuviera más acción. Como fue el caso, en la pantalla apareció la pequeña y delicada Arte, quien con su cara de ojos grandes y brillantes miraba a la cámara, haciendo espacio en su boca para poder tragarse una gruesa y venosa verga negra que no podía comerse por completo.

—¡Wao! —exclamó Elena un tanto asombrada al ver el color diferente que tenía el glande de una verga de color.

En la siguiente foto se podía ver cómo la mano del camarógrafo cogía los cabellos de Arte, para poder abusar de la boca de esta y, a la vez, tomar mejores fotos a los esfuerzos que ella estaba dando para poder tragar. En otra foto, el sujeto extendió sus manos, una para meter sus gruesos dedos y abrir el culo de Arte y la otra para tomar la foto del esfínter chorreante de leche.

Tanto Sam como Elena pudieron sentir cómo el clítoris se les despertaba junto a sus pezones que también se endurecían. Tal vez, en otro lugar, yo ocasión, donde no tuvieran confianza, ellas hubieran optado por cerrar sus muslos con la intención de disimular la excitación que estaban sintiendo. Pero no fue así, las dos se abrieron de piernas con naturaleza descarada y coqueta. Ellas respondían a la excitación que les provocaban las imágenes, y como estaban en confianza, Rey podía mirarles sin preocupación alguna.

—Como que por cada imagen que pasa, Arte se vuelve más cerda y puerca —agregó Elena ya con uno de sus dedos metidos en su coño.

Dado al contexto de la frase, Rey lo interpretó como un alago por parte de la rubia. “Las mujeres puede llegar a ser más pervertidas que los hombres.”

—Mmmm, se me ocurre un juego —dijo Sam—. Como lo que hicimos ayer fue todo sin continuar viendo la pantalla, porque no hoy alguien se convierte en Arte y que hagan con esa persona lo mismo que se muestre en las fotos o vídeos, sin importar que tan sucio sea.

“En serio, Samantha,” se dijo Rey. “Tanto disfrutas de este tipo de cosas como para proponer algo disimuladamente para que seas tú quien termine recibiendo todas las torturas. Espero que ninguna de ellas me pida hacer que le borre los recuerdos.”

—Y como se te ocurrió la idea, tú serás Arte de primera — dijo Elena puesto que le era fácil llegar a la conclusión.

—¿Qué dices Rey? —dijo la trigueña simulando escuchar al chico—, que no te opones en lo absoluto. Bueno, ya que son dos contra una. Qué más puedo hacer.

Elena dio clic al ratón y en la pantalla apareció una foto de Arte con su cara metida bajo el brazo del camarógrafo. El hombre de color tenía un sobaco bien peludo y de seguro olía, pero a ella se le podía ver aspirando con su nariz la peste a sudor que el sujeto tenía.

Samantha decidió levantarse, pasar por enfrente de Elena e ir en dirección donde estaba Rey para hacer lo mismo que hacía Arte.

El chico no decía nada, pero al ver las intenciones depredadoras de Sam su verga reacciono como si fuera con ella. En cuestión de segundos casi que le iba a explotar, puesto que de su axila a la punta de su verga no existía mucha distancia. En cambio, la rubia levanto sus orejas y se despegó de la botella que tan celosamente cuidaba.

—Pero ¡este juego debe tener reglas! —exclamó Elena casi que agarrándole la pata a Samantha—, toda la atención no puede ser para Rey. Yo tampoco me opongo a hacer lo que haga Arte, y no creas que no note que respondiste por Rey. ¿Acaso él “en verdad” se opone?

Rey se puso tan tenso como su verga. Con las tetas de Sam colgando al alcance de su mano, queriendo que se la chuparan de una, los nervios combinados con excitación le ponían desventaja al no dejarle pensar con claridad. Después de todo, el juego, si continuaba como lo estaba haciendo, no le representaba mucho beneficio. Si decía que ‘si quería jugar’, podría estar expuesto a cualquier situación que arte hiciera. No obstante, con tal de complacer sus deseos animales, dijo;

—No, no me opongo.

—Entonces, Sam es la primera en ser Arte, yo seré la segunda y Rey el tercero. Por cada foto que pase o video, según el turno, según lo que haremos… —dijo Elena ya más conforme.

—¿Cuál es el punto? —preguntó Sam con tono de inconformidad.

—Que tienes que hacerme o recibir de mí las cosas que hace Arte o recibe de la otra persona en las fotos, yo tengo que hacérselo a Rey y él a ti —respondió Elena.

No tenía mucho terreno para argumentar, con un silencio de su boca Samantha desvió la dirección de su rostro y fue donde estaba Elena con tal de respirar profundamente el olor que ella tenía debajo de las axilas.

La trigueña viró su cuerpo, enseñando su gordo trasero contonean, mientras a cuatro patas fue hasta donde estaba la rubia. Contonearte como una cobra que abría su capucha, Sam amagaba hacia los lados con tal de saber cuál brazo su amiga pretendía levantar. Elena comenzó a levantar su mano derecha para apoyar en el hombro opuesto y dejarse expuesta. La trigueña se acercó tanto al área expuesta que con la punta de su nariz acaricio la zona. Abriendo un poco los labios, la trigueña, con tal de apoyarse, metió su mano entre las piernas de su amiga para dignarse a respirar tan profundo como podía. Rey, con su miembro engordado, con las ganas de una chupada y el mal sabor que provocaban los celos, se resignó a disfrutar de la erótica vista sin chistar no decir nada.

El orden no estaba mal del todo, sobre todo era conveniente. En la secuencia se había planteado, Rey tenía que romperle el culo a Sam, Samantha a Elena y la rubia a Rey en caso de que no fuese lo contrario. Si Arte era a quien le rompían el culo, el orden era revertido.

Con la acción terminada, la trigueña regresó a su posición y Elena dio clic en el botón de siguiente. En la foto se veía que Arte había lamido el sobaco del sujeto de color hasta dejarle todos los bellos humedecidos por saliva.

—Pero Rey no tiene pelos bajo los brazos —protestó la rubia.

—Aun así, lame hasta que quede todo mojado —respondió Sam, quien se acercó lo más que pudo para ver la escena.

Elena recorrió con la mirada la verga pensante de Rey, sacó su preciosa lengua y a cuatro patas se acercó, pero como fue dicho, sin más ni menos, para martirio de Rey, la rubia lamió desde el inicio hasta el final solamente debajo de la axila. Para ella, ni el olor ni el sabor que emitía la piel de Rey eran muy fuertes. Al menos no como los del sujeto en la foto. Aun así, Elena pudo percibir con su paladar una pizca de salado acompañado de una esencia, un tanto amarga puesto a que el chico era el único que no se había dado un baño.

Sobre el sofá, debajo de una rubia que se le abalanzaba con la espalda arqueada y las nalgas empinadas. Rey empinaba su verga en el medio con tal de sostener la esperanzas de que se la chuparan. Estaba como un toro impaciente, a punto de estallar en mil pedazos y advertir, “se dejan de chácharas y jueguitos, en esta casa se vive para follar sin tanto rodeo, sin juegos”, pero también sabía que, por las malas, cosas buenas no pasaban.

“Aaah, esto tiene que ser ilegal,” se dijo Rey, teniendo la verga tan sensible que podía sentir el contacto de cada uno de los cabellos que le caían por la cara a Elena, muchos más largos, pero que se movían como las tetas de ella, acariciándole.

Cuatro a cinco lengüetazos le fueron suficientes a Elena para dejar de sentir el sabor inicial, lo cual le hizo aburrirse y terminar. Ella desde luego notaba que Rey hacía fuerza con tal de buscar que su verga se alojara en algún agujero para comenzar con la fiesta, pero el sexo de; ‘mete, sácala, vuélvela a meter, venirse, limpiarse el coño, sacudir la verga y vestirse’, no era tan divertido. Al menos, no como lo era tratar cosas nuevas, explorar los límites, disfrutar de las diferentes sensaciones que se pueden llegar a sentir y durar en el proceso tanto como sea humanamente posible.

Regresando a sus posiciones, esta vez era Rey, consiguió canalizar la energía lujuriosa que le invadía, puesto que era consciente de que él era quien haría de Arte. Sí, hacer cualquier cosa que se mostrará en la pantalla no era tema que se pudiera a tomar a la ligera. Él tendría que hacérselo a la trigueña, o la rubia se lo podía hacer. No se iba a salvar de que una le hiciera chupar pene hasta vomitar, o de que le la otra le metieran algo por el culo, fuera de plástico o poco realista, era lo que era. Con la garganta seca, él observó como Elena tomaba el ratón. Su turno había llegado y ser el único en decir “no” daría como resultado la conclusión del juego.

“Mirándolo por el lado bueno, estoy entre dos chicas y todo lo que haga aún continuará entre sus estándares. Aunque si tengo la oportunidad de meterla, no creo poderme controlar hasta que me venga.”

Sin que Elena pudiera seguir con su juego provocativo y seductor mientras se acomodaba en su sitio, Sam se adueñó del ratón y de un clic pasó a la siguiente imagen sin más ni menos rodeos.

Rey tragó con tal de humedecer su garganta, volteo el rostro y miró a la pantalla con algo de decepción en sus ojos que se entrecerraron. Él sabía lo que tenía que hacer y no le importaba, pero a su opinión bien personal, el evento era muy temprano para comenzar. Parecía tener razón las palabras que afirmaban que Arte se volvía más puerca según transcurría el tiempo. Aun así, con la verga que se le moría de tristeza, Rey se puso de rodillas y abrió su boca con una sonrisa ante la trigueña que le acercaba su coño a la cara.

“Quiero follar, terminemos con esto ya…” pensaba el joven. En la foto, dentro de la pantalla, se mostraba a Arte siendo sujetado con una mano por la cabeza, mientras que la verga negra semierecta le meaba el rostro y la boca abierta. La chica, de cabellos negros y cortos, no pudo ocultar si nerviosismo, aunque trataba lo mejor que podía con una discreta sonrisa y de comisuras contentas ante el evento de poder humillar al chico que le gustaba.

De buena espectadora que era, Elena tomó distancia para tener en su ángulo de visión tanto la pantalla de la sala como a Samantha sobre Rey.

—No hace mucho fui al baño, si te lo tragas todo… tal vez no ensuciamos nada. No creo que tenga más de dos chorritos de pipi en mí —dijo Sam, quien se acercó más al rostro de Rey, al mismo tiempo que se abrió los labios del coño usando el dedo índice y medio.

Con las rodillas hincadas sobre el suelo, Rey pudo sentir el agradable olor que dejaba los rastros de jabón en el coño de la chica que se paraba sobre el sofá con tal de ser más alta. “Si ella estuviera en el suelo, juro que le como el coño,” se dijo Rey ampliando una sonrisa amargada que tenía en el rostro. Sin más opción que imitar a Arte, él sacó la lengua y adentro más su boca entre las piernas de la trigueña hasta quedar frente con frente a la gloriosa abertura que parecía mirarle de vuelta. Si tenía que tragarse la orina, mejor que no fuera de sabor malo ni que tuviera peste, así que sin que nadie se diera cuenta, él cambió la constitución del líquido dentro de la vejiga de Sam con tal de no tener que aguantar la peste ni el mal sabor.

Tras concentrarse por unos minutos, Sam dejó escapar unos tímidos hilos de pipi, el cual sabía a gloria y no olía. No fue mucho, pero sí lo suficiente para llenarle la boca al chico y cortarla la meada antes de que se desbordara.

De dos tragos, Rey logró bajar todo el contenido que tenía entre sus labios para después dejar escapar un aliento cansado y darle un buche a la botella de vino que sostenía Elena, quien con una sonrisa de picardía dio clic al botón que decía siguiente.

Samantha miró a la pantalla y sabiendo que era su turno, se puso de rodillas como había estado Rey. La rubia se clavó el extremo opuesto del consolador para así caminar como si pretendiera tener una verga entre las piernas, la cual le dio a la trigueña a que chupara. Sam, con los ojos cerrados, sacó su lengua y chupo el plástico con mucha naturalidad. Pero la escena no se terminaba con una simple chupada, pues Arte estaba en la pantalla con la verga negra enterrada hasta su garganta.

“Ese tenía que ser yo, ¡maldita sea!”, reclamaba Rey por

dentro. “Un plástico es un plástico, no siente… Y, ¡me resigno rotundamente a tener que chupármela yo mismo existiendo tantas mujeres en esta casa!”

Elena agarró la cabeza de Sam con su mano derecha y tiró mientras que empujó sus caderas hacia afuera, obligándola a que la trigueña se tragara el plástico hasta el final. La respiración de Sam se cortó, y solo cuando su rostro enrojeció como mismo el de Arte, fue que Elena dejó salir el dildo de la boca de su amiga. Ahora era a Elena a quien le tocaba hacer de ‘Arte’. En la siguiente foto, se podía ver a la ‘chica’ besándose con el prieto. Pero no era un beso cualquiera. Arte y el sujeto de tez negra parecían haber estado batallando con sus lenguas por un buen rato, ya que se podía ver una gran cantidad de fluidos babosos que recorrían el cuerpo de la chica en la pantalla.

Rey tomó su papel de contraparte en la situación y sin exactamente saber cuándo detenerse, se puso en función de efectuar el beso más baboso de su vida. Elena, por otro lado, parecía estar enfocándose en encontrar el sabor de la orina de Sam, y aunque a esas alturas casi ni lo podía sentir con su lengua, le era más fácil olerlo dentro del aliento de Rey. Con el paso de los minutos, la saliva recorrió como una cascada sobre las tetas de la rubia que finalmente llevó la situación a una conclusión, tan pronto se comparó con Arte en la pantalla.

—Rey, prepárate… —agregó Samantha con el control en la mano y una sonrisa lujuriosa. Ella estaba aludiendo a que era el turno del chico.

—Mmmm, que se prepare… ¿Para qué? —preguntó Elena.

—Para que ella me rompa el culo —respondió Rey tapándose los ojos con la mano derecha, deseoso de cambiar el pasado y comenzar todo de nuevo.

—Si la siguiente foto es la que presiento y tanto quiero, puedo morir contenta de que llegara mi turno, de ser yo quien te coja el orto a este macho. —Aclaró Sam mientras le desenterraba el dildo de arnés de dentro del coño a la rubia, para ponérselo a sí misma—. Sé que tu culo no está acostumbrado a que le metan cosas tan grandes, pero este consolador ya entró una vez… así que no será problema para ti.

“Si mi verga se encogiera por sentir cosas que no me excitan, creo que a estas alturas habría que tirarle una foto y aumentar la imagen por cien para poder verla,” se dijo el joven. “Ayer creía en el amor, pero hoy, supongo, creo en la paciencia”.

Al hacer clic en el botón de siguiente, a Rey se le retorció el estómago, pero al mismo tiempo sonrió tanto como nunca. Su verga, de flácida, se infló como un globo y le dio con fuerza en el abdomen.

“¿Cuántas eran las posibilidades de que, en las siguientes fotos de la galería del teléfono de Arte, estuviera el mismo metiendo su pene dentro del culo negro del camarógrafo?”

—Rey… yo no pretendía darte tan duro. Ten misericordia de mi culito no tan virgen —dijo Samantha procediendo a ponerse en cuatro.

—Wuuuu a ver cómo te entra esa verga por el orto… — agregó Elena con tono sospechoso y aburrido, puesto que estaba considerando la posibilidad de que Rey usara algún tipo de habilidad rara para cambiar el orden de las fotos.

Después de pensarlo bien, la rubia se dio cuenta de que dichos pensamientos eran poco probables. Si las imágenes habían sido tomadas de forma secuencial, la verga negra y gruesa necesitaba tomar dureza con tal de poder penetrar exitosamente el recto de alguien, mientras que el miembro de Arte estaba levantado y vigoroso. Además, ella tenía que reconsiderar si hablar más de la cuenta o no. Si por alguna casualidad Sam perdía el entusiasmo y recordaba el orden correcto, Rey tenía que partirle la cola a ella.

—Ahora que entramos en el asunto —dijo Rey posicionándose detrás de la trigueña que comenzaba a morder uno de los cojines del sofá—. Existen quienes reviven, misericordiosamente, menos de lo que se merecen que les den, en cambio… La justicia, con su balanza, es revivir justo lo que se merecen que les den. No sería justo que fuera misericordioso contigo si tú no planeabas serlo conmigo, o ¿sí?

Rey ya estaba de rodillas detrás de Samantha. Dejando caer saliva de su boca, él lubricó generosamente el anillo de carne de la trigueña. Él apoyó la punta de su imponente verga contra el culo de Sam y sin notar resistencia alguna por parte de la trigueña, de empujón a empujón, se dio la tarea de empalar el orificio. Al principio, Rey creyó que el culo de Sam iba a ponerle mayor resistencia. Sin embargo, él consiguió que el glande se perdiera dentro de ese agujero al tercer empujón sin ningún obstáculo ni resistencia.

La trigueña que mordía el cojín ni siquiera se quejaba, más bien estaba gimiendo de excitación e incluso Rey podía afirmar que ellas estaban apretándolo para sentir más. Samantha sudaba vapor de lo encendida que estaba por dentro. La enculada que el chico le estaba dando fue tan intensa que Sam pensaba, con mucha seriedad, en no continuar con el juego y follar por el resto del día.

Sin embargo, Elena, que veía como la imponente verga de Rey entraba hasta llegar a la base y salía de una sola junto al agujero que quedaba bien dilatado y abierto, pudo predecir lo que sucedería.

—Eso ni te dolió nena… tanta actuación para quedar más caliente que una jarra de hervir leche, vamos a la siguiente foto.

Dándole con el puño al sofá, como para controlarse y quitarse la calentura, Sam agregó a modo de protesta;

—Si me dolió… fue un poquito, pero me dolió.

—Se ve que tienes el culo roto. Cuando él me cogió por atrás, debo confesar que ese fue el momento más doloroso y lleno de sufrimiento que he tenido jamás. Podría decir que fue el peor de mi vida… Ni de cerca, ningún otro dolor que he sentido puede compararse. Fue el más desagradablemente doloroso, horripilante y cambiador de vida que he tenido. Aún desconozco cómo no morí de una hemorragia interna después de sentir cómo algo en mí hizo ‘clack’ —dijo, Elena mirando al vacío de la habitación como si mirase a otro mundo.

Rey se quedó callado ante la detallada escenificación, tragando en seco, preparándose mentalmente para olvidar volver a sentir el culo de la rubia.

—¡¿Lo harías de nuevo?! —preguntó Samantha con rapidez y espontaneidad, sabiendo la respuesta.

—Sí, —afirmó Elena sin siquiera pensarlo, para continuar—. Bueno, Sam, te toca hacer de Arte.

“Entonces, ¿a qué viene semejante descripción tan traumática?”, quiso decir Rey, pero se quedó callado con tal de no seguir alargando la situación.

Tan pronto los presentes retomaron el aliento, la rubia decidió hacer clic con el ratón al botón ‘siguiente’ y en la pantalla se pudo ver una foto semejante a la anterior, solamente que en esta se podía ver el rostro de Arte lleno de lágrimas mientras que estaba arrodillado en frente del sujeto de tez negra. No se necesitaba mucha escuela para poder asumir que ella estaba sintiendo lo que Rey le había hecho sentir, no hacía mucho, a Elena, que una verga tan grande le invadiera el culo por primera vez.

—No creo que me hagas gritar de dolor, o me saques las lágrimas con ese consolador, pero te prometo que voy a tratar lo mejor que pueda para no decepcionarte. —Tras las palabras de Sam, Elena, quien ya tenía puesto el arnés, se colocó en posición y de una bajo sus caderas contra las nalgas de la trigueña, sin siquiera preocuparse en lubricar, le penetró el culo a Sam que reciba penetrada doble.

El dildo entró casi hasta el final, pero al no estar lubricado le provocó una sensación muy intensa a la trigueña que hablaba por hablar. —¡¡¡Ahhh!!!… —gritó Sam.

—¿No que ya estabas acostumbrada? —preguntó Elena con ironía en sus palabras.

—¡Ahhh! Qué bien, qué bien se siente, sigue moviéndote así, no te detengas —continuó Sam en goce y regocijo por ser penetrada.

Pasándose la mano por el culo con la intención de aumentar lo que sentía, Sam disfruto de las fuertes embestidas entrecortadas. Sintiendo como en su cuerpo todo se movía, de atrás hacia delante, ella también parecía estarse sintiendo puta. Con la boca abierta se agarró las tetas para apretarlas y la calentura le hizo retroceder cada vez que la rubia avanzaba. Los gemidos de Samantha se hicieron escuchar, así como la respiración agitada de Elena, dando lo mejor que podía dar.

Con tan de buscar sentir más, las trigueñas dejo de pellizcar sus pezones expuestos con tal de aguantar la mano de Elena.

Separándose rápido de la trigueña necesitada de ser bien empotrada por el culo, la rubia tomó el control y presionó el botón de siguiente para ver cómo Arte se sentaba sobre la gruesa polla del camarógrafo hasta el final.

Elena tenía dos opciones, finalmente hacer su papel de Arte y recibir verga de Rey o continuar castigando el culo inconforme de su amiga.

—¡¿Puedo seguir siendo Arte?!— suplicó Sam con una sonrisa maquiavélica en el rostro.

—¡Mira, mira, es la puntita solamente! —señaló la rubia a la foto haciendo referencia que Rey no tendría que meterle toda la verga.

Dando una palmada en el aire, excitado por estar a punto de tener acción, Rey se tiró sobre el sofá, posicionándose justo como se veía el sujeto. A Elena tan solo le costó unos segundos darse tres buches de vino para luego pasar y ponerse a horcajadas en frente del chico. Sam se quedó con el culo al aire, abriéndolo y cerrándolo, sintiendo que cogía aire y que lo dejaba salir.

Tomando el miembro erecto de Rey con su mano, ella no dudó en dejar caer una cantidad sustancial de saliva sobre el imponente glande embravecido. Elena, tras mirar al joven a los ojos, se empujó el miembro mientras que su respiración se aceleró producto a las ganas desmedidas que estaba sintiendo. Él sintió cómo la punta de su verga dibujaba el trillo entre los labios de un coño que quería comerse, pero que no tuvieron más remedio que dejarle ir. Haciendo que enfilaba, camino al agujero de final.

Rey tuvo que levantar sus manos y aguantar las tetas de la rubia, él tenía miedo de que ella fuera a hacer un movimiento muy agresivo que le hiciera venir, pero, por suerte, no fue el caso.

Mientras buscaba la forma de arrodillarse, Elena sintió como la verga del chico que tenía al frente le empujaba y buscaba atravesarle el culo. Era la primera vez que experimentaba la penetración anal de esa manera y el golpe directo contra el esfínter parecía provocarle más incomodidad de la que usualmente sentía. No obstante, dejando el dolor de lado, ella estaba tentada a darle un beso al chico y quedárselo para sí misma, pero si no fuera porque en la foto no salió semejante acto, la rubia no se hubiera contenido en hacerlo.

La rubia cerró sus ojos para vencer la tentación que tenía de besar al chico, dejó caer el peso de su cuerpo y, al aumentar la velocidad de su sus respiraciones, comenzó a gemir sensualmente, mientras sentía cómo se le resbalaba la gruesa polla al interior de su aún estrecho culito.

Teniendo el estómago de Elena a la altura de sus ojos, Rey bajó la mirada para ver cómo su verga se desaparecía entre las dos piernas. Cerró los ojos y pudo sentir como la elasticidad cedía, mientras que una zona húmeda y caliente le prometía comodidades divinas a su verga.

“Quiero meter toda mi verga hasta el fondo y seguir empujando más todavía, aunque me encuentre con algo que me lo impida. Aaaah” Pensaba Rey quien cerraba sus puños y optaba por no moverse.

Con más fuerza y presión, de pronto, el glande del chico se hizo al interior del recto de la rubia y aunque está sintió dolor, gimió de placer tan alto como pudo. Las manos y los pies le temblaron, escalofríos recorrieron por su cuello, su corazón se aceleró, ella quería más, ella quería seguir bajando hasta llegar a los huevos del Rey. Elena notaba que tenía el culo tan abierto como su coño después de haberse metido algo grande. Ser follada sin escrúpulos, como recordaba, pero esta vez con deseo de que le llenaran las tripas de leche.

Sam no sabía si mostrar desanimación porque Elena estaba disfrutando tan rápido del sexo anal, o satisfacción por no poder esperar a la siguiente foto. Como la rubia había cumplido con los estándares de lo que se mostraba, antes de que ella fuera cogida de las caderas y follada con intensas ganas, Samantha presionó el botón siguiente para ver la siguiente foto de la pantalla. Su corazón casi se le quiso salir del pecho.

“Esta sensación de estar al borde de correrme, es maravillosa.” Se dijo Rey, mirando a la rubia que le pedía mucho con sus ojitos tiernos. “Pero es lo que no me permite cogerte como quieres. Disculpa, pero prefiero no venirme.”

Usando cada célula de su cuerpo para levantarse de donde estaba sentada, aún con el culo abierto, Elena se arrojó hacia un lado, dándose tan duro con sus dedos sobre el clítoris como la fuerza de su mano derecha le permitía. Por supuesto, Rey entró en razón y se acordó de semejante técnica, la cual empleó para cortar la excitación tan grande que sentía.

La siguiente foto era idéntica a la anterior, solo que en esta el sujeto estaba besando a Arte y el anterior estaba totalmente sentado sobre el trozo de carne gorda.

Con rapidez, Sam fue a ponerse el arnés que Elena aún tenía puesto, pero esta estaba un tanto renuente a cooperar por alguna razón.

Debido a la situación de tener que estarse quitando y poniendo el mismo juguete entre dos chicas que querían jugar, de un chasquido de sus dedos, Rey hizo aparecer otro arnés similar al primero.

Con la disposición que tenía alguien de querer recibir el premio que había esperado por toda su vida, Sam se insertó el extremo opuesto del consolador y amarró el arnés con gusto para proceder a sentarse. Soberana, con las manos y piernas extendidas, teniendo al final de su abdomen una verga parada y una sonrisa confidente en su rostro, Samantha esperó a que Rey hiciera lo que le tocaba.

“Con un golpe, mi verga perdió excitación en un diez por ciento…” se dijo él, poniéndose de pies. “Con esto, es un menos ochenta.” Pensaba seriamente en rechazar el juego, pero imaginar en la reacción que tendría Samantha al perder la oportunidad de meterle un consolador, le rompió el corazón en mil pedazos. Además, Elena ya lo había hecho y también hizo aparecer otro juguete. Ya en el fondo no le incomodaba complacer a quienes amaba.

El chico miró a la pantalla, caminó hasta colocarse en frente de la trigueña, procedió a darse la vuelta, abrirse las nalgas y sentarse para terminar a horcajadas, pero no sin antes dejar que la trigueña le lubricara el culo con su lengua.

Presionando su esfínter contra el consolador, a Rey una intensa fuerza en el interior le preguntaba “¿Qué estás haciendo?”, y a pesar de que sabía la respuesta, no se podía detener, menos por pensar que estaba mal. Que eso que iba a hacer voluntariamente no era apropiado para un hombre. No era que no lo hubiera hecho anteriormente, pero cuando ocurrió él simplemente se había dejado. Ahora lo estaban haciendo, deseoso. “¿Tienes miedo a aceptar lo que haces? ¿Qué lo haces porque estás disfrutando?” Volvió a sonar la voz en su interior.

En el proceso en el cual Rey se decidió a sentarse sobre el dildo que tenía Sam entre sus piernas, a Elena le invadieron los celos.

—¿Por qué esta trigueña tiene que chuparte el culo antes de que te sientes sobre sus piernas?

Sam sonrió y agarró el dildo entre sus piernas con fuerza con tal de impedir que este se doblara. Ella estaba fascinada de goce, el hecho de que un chico se animara a sentarse sobre una verga plástica, ahí, justo en frente de sus ojos, y ser follado como en la pantalla, era algo que nunca iba a olvidar.

Rey entendía que no estaba listo para hacer semejante acto, pero también sabía que nunca iba a estarlo, al menos no del todo. Mientras que Sam apuntaba bien con su verga plástica, él comenzó a bajar sus caderas. Sintiendo cómo el trozo de silicona y plástico entraban al interior de su cavidad rectal, empujó más hacia adentro y luego de hacer un poco de presión, su culo finalmente se tragó más de la punta de la verga falsa. Continuó bajando hasta terminar sentado delante de la trigueña, no obstante, aunque no estuviera en la foto, él comenzó a meter y sacar el dildo con más fuerza de su culo al mismo tiempo que subía y bajaba.

“Conque, ¿esto es el morbo de lo prohibido? Lo que una chica siente cuando hace lo mejor que puede hacer, aunque no sabe si lo está haciendo bien”, se dijo Rey, mirando hacia abajo, viendo cómo su verga saltaba mientras se clavaba algo platico en el culo.

Elena, no muy lejos de lo que estaba sucediendo, sintió como si sus celos fueran lavados por morbo e intenciones libidinosas que tan solo una mala idea podría provocarle. Aunque ellas siempre proponen seguir las reglas del juego, al final era a quien más trabajo le costaba mantenerlas. Gateando como una gata traviesa, la rubia se acercó al joven e irguió su torso de manera que la enorme verga le quedó entre sus tetas.

El chico mostró una sonrisa de agradecimiento ante este gesto, pues cada vez que se movía su miembro hacía fricción en el pecho de la rubia, y aunque ella no estaba recibiendo placer, dejó caer en el aire varios gemidos con la boca abierta. Poniendo más atención en el comportamiento de Elena, Rey pudo entender que ella se hacía ver necesitada con la boca entreabierta. Como quien se quería comer toda esa verga, pero no sabía si era correcto, no obstante, él, aumentando los movimientos de sus caderas y se enfocó en hacer que sucediera.

La puta de aquel miembro cayó en la boca de la rubia, quien no tardó en lengüetear y chuparlo todo, pero en pocos segundos siguió haciendo su expresión de necesidad. Cosa que intrigo al joven quien no podía entender lo que ella quería.

Como quien se decidía, Elena se levantó y puso sus labios en forma de beso.

“Qué inocente ella” se dijo Rey enternecido, quien se inclinó en el lugar con tal de corresponder el beso que aquellos labios delicados le pedían.

No obstante, mientras que Rey buscaba la lengua de la rubia esta le agarró la verga y se la llevó al rostro.

El joven abrió los ojos sorprendidos, puesto que la mirada de ‘querer algo’ de Elena aún se mantenía, pero esta vez, con su boca entreabierta le pedía un otro beso, pero con la punta de su propia verga en el medio.

“¡Inocente ni qué ocho cuartos!” exclamó Rey quien finalmente entendía las intenciones de Elena.

La rubia, literalmente, estaba ofreciendo un beso entre ellos dos mientras que ambos chupaban la verga de Rey.

—Si yo fuera lo suficientemente elástica, chuparía mi propio coño —susurró Elena aun manteniendo la sonrisa optimista de una persona segura de recibir lo que quería—. Además, no es que no la probaras cuando me besaste después de que te la chupara. Fue un beso indirecto, casi lo mismo que una chupada.

Que se lo estuvieran follando mientras que el mismo se chupaba la verga y la rubia le ayudaba a encargarse de las partes que él no pudiera llegar, era tentado. A modo de satisfacer curiosidades no era una mala idea, incluso ponía venirse en su propia boca. Cosa que le hacía preguntar: “Si me enfoco en sentir con mi verga ¿se sentiría menos como si yo estuviera chupando verga y más como si alguien me la estuviera chupando?”

Las dudas eran nuevas y los sentimientos de dudas también estaban presentes, después de todo, estaban teniendo todo una maratón de sexo loco y lo que sucediera quedaba entre ellos.

“Rey, no. Tienes estándares y ya te juraste lo contrario. No existe necesidad. Tienes que pensar por ti mismo y no darle a esta rubia todo lo que quiera.”

Aguantando la barbilla de Elena con su dedo índice y pulgar, feliz de estar jugando un juego, agregó en voz alta.

—Tu cuerpo tiene la elasticidad suficiente, déjame verte haciéndolo.

—Claro que sí, yo no tengo complejos —respondió Elena inflando sus mejillas y metiéndose la verga en la boca con tal de chuparla furiosamente.

La trigueña, totalmente distraída, por estar disfrutando como sentir dentro de su coño las vibraciones y sutiles movimientos que emite el dildo de dos puntas al hacer fricción con el culo del chico.

—Esto es fantástico —dijo Sam, mientras hizo retroceder el extremo opuesto del consolador aún más al interior de su vagina—. Ustedes dos, menos chácharas y más movimientos.

Rey, retrocediendo su torso y dejando a Elena con las ganas, decidió enfocarse en empujarse con más fuerzas, haciendo que aquella verga entrara en su recto tanto como podía, la saco y adentro hasta que su culo se adaptó y dicho objeto pudo comenzar a deslizarse con más facilidad. Volviendo a dejar caer todo su peso sobre Sam, Rey encorvó volteo su columna y valiéndose de sus dos manos, atrapó los hombros de la chica de cabellos negros para besarla apasionadamente.

—Mira lo que Elena está haciendo —dijo Rey después de besar a Sam, para que esta se echara a un lado.

Sobre el suelo, en medio de la sala, estaba la rubia con las piernas arriba, su cabeza entre sus piernas, corriéndose el dildo a un lado y con la lengua afuera chupándose el coño. Sintiendo el sabor directo de su zona más íntima, Elena bebió el agua de su hendidura con tal de después abrir los ojos y mirar a los dos jóvenes espectadores. Apartando la verga que tenía entre las piernas, ella movió su lengua rápidamente sobre su clítoris y después despacio como si se hubiera cansado. Teniendo que regresar sus piernas a una posición anatómica con tal de respirar, la rubia no se sintió muy contenta por no haber llegado al orgasmo.

El coño de Sam estaba ardiendo, sus ojos pardos se perdían en la profundidad del cuerpo de la rubia tan loco y flexible como para chuparse ella misma sus partes pudendas.

—Hagamos un beso triple —dijo Sam, considerándolo como una forma más de masturbación, puesto que tocarse el coño con la mano no era diferente que tocarlo con la lengua, puesto que ambos eran partes del mismo cuerpo.

—Eso no está en la foto —dijo Rey.

—Es una excepción, es una excepción…

—Mira, que me cuesta trabajo reconocerlo —dijo la rubia, quien se disparaba de donde estaba como una gata que buscaba comida—. Cuesta creer que hace unos días eras una mojigata cualquiera y ahora eres toda una pervertida que puede leer mentes.

Las dos chicas se dieron un beso la una a la otra con rapidez, mientras Elena se encargaba de agarrar la verga de Rey para que se mantuvieran entre ellas dos. Sam posó su mano delicadamente en la nuca del joven, declarando sus intenciones.

—Hasta que no nos complazcas no seguiremos jugando, así que portate bien si te quieres venirte. Después de todo, no tienes que disfrutar, solo hacerlo —advirtió Elena, quien estaba exponiendo su naturaleza mandona.

—Sí, sí… así sin más. Sin pensar. “¿Qué más remedio?”, se preguntó Rey.

Con una verga en el medio de tres pares de labios, los jóvenes se besaron sobre el sofá, entrelazando sus lenguas y babeando todo lo que podían babear. La situación tan morbosa quemaba los coños. Paras las chicas ahí presentes, el hecho de poder abrir los ojos e imaginar que la verga entre ellas pertenecía a alguien más y que Rey, a pesar de su hombría, corpulencia y carácter, se rebajaba a chuparla era tan morboso que las hacía sentir como si sus coños fueran a explotar en violentos chorros de agua.

Ya concluida la situación, Rey se propuso levantarse. Con este movimiento, también se sacó el dildo del culo. Dejando a dos chicas que tenían una sonrisa de oreja a oreja, mientras que él sentía cargo de conciencia. Mas, su único consuelo, era que, como él ya lo había probado una vez, la siguiente diría que no le había gustado la primera y las cosas no tendrían que llegar a tanto, o tal vez ¿sí?

Elena, quien no pudo resistir la tentación, al ver lo dilatado que le había quedado el esfínter al chico de ojos blancos, arrojándose de cabeza metió su lengua en el culo del este para tratar de penetrarle tan profundo como podía.

—¡Wuuu, nena! Eso tampoco estaba en las fotos —dijo Sam con una sonrisa picaresca.

—Ver este culito así de abierto me volvió loca —dijo Elena sin siquiera molestarse en sacar su lengua del lugar en donde la tenía.

“Vaya premio de consuelo”, pensó Rey.

—Mmmmm, pero, más bien, se siente… —dijo Elena mientras sacaba su cabeza de donde la tenía, casi que muriéndose de la excitación—… Una verga de verdad.

Rey mantuvo el silencio, no tenía base sólida para responder o negar la afirmación de la rubia. Al contrario, quería olvidar follando el trago tan amargo que recién se había dado.

—Deja de romper las reglas, vamos a ver la siguiente foto y continuamos con el juego, dale… —dijo Sam, haciéndose la dura. “¿En serio?” Le preguntó Rey con una mirada saca-orgasmos

a Samantha con tal de hacerla reconsiderar su proposición.

—Y ¿por qué no mejor cambiamos un poco las reglas? — agregó la rubia.

—¿Qué sugieren? —preguntó Rey, apresurándose a que Samantha pudiera decir algo.

—Tener que estar rompiendo el momento, no deja con muchos deseos, así que por qué no vemos unas cuantas fotos seguidas y nos tomamos más tiempo haciendo la secuencia de lo que hizo Arte —propuso Elena, meciendo su cuerpo hacia los lados.

Ni Sam, ni Rey se opusieron a semejante proposición. Y como fue mencionado fue hecho.

Como en el momento quien tenía que hacer de Arte era Elena, la misma usó el clic del ratón para pasar las imágenes que fueron siete. En la pantalla, se pudo ver una escena genérica en donde las primeras fotos compartían el mismo contenido y posición, solo que la verga negra estaba dentro del culo de arte o afuera. Alrededor de la quinta foto fue que se pudieron ver cambios. Arte estaba sobre una mesa de escritorio, con las piernas abiertas, masturbándose, con el culo dilatado como quien esperaba por la verga que le iba a penetrar. En la sexta, se podía ver al culo empalado de Arte quien no dejaba de sonreír a la cámara. En las últimas, se pudo ver una secuencia de cómo Arte encorvaba su columna y se pasaba las caderas por encima de la cabeza, de forma que su pene estuvo alineado con su boca. Elena se detuvo al ver cómo Arte se venía en su propia cara con su boca abierta y la lengua afuera.

—Oh, Rey… —sugirió Elena.

—Lo haría si fuera mi turno de ser Arte, pero no lo es — aclaró Rey con una sonrisa amargada—. Ahora, abre las patas que no voy a parar de cogerte el culo hasta que la leche de tu coño ruede por el consolador que tienes metido y te caiga en la boca.

Elena se mordió los labios y vio que el chico hizo su camino hacia ella, sin negarse al evento que estaba a punto de acontecer, la rubia simplemente se abrió de piernas e hizo bienvenida a la ración de verga que tanto había esperado.

Rey usó su fuerza para levantar las piernas de la rubia, a pesar de tener su verga bien dura, se las ingenió para tirar la misma hacia abajo y que, aunque estuviera de pies sobre el sofá poder penetrar el culo de Elena sin problemas. Apuntando al esfínter de la rubia, el chico, de un empujón consiguió enterrar casi la mitad de su miembro al interior. Con esto, sin importar los quejidos de Elena, Rey sacó el trozo de carne que había metido y de otro tirón lo volvió a entrar casi hasta el final.

—Siento que cuando me entra de esta forma, por el culo, ¡también choca con la pared de mi coño! —dijo la rubia entre agudos gritos, a punto de poner los ojos en blanco por el castigo tan placentero que estaba recibiendo.

Sin nada más que hacer y cómo el juego ya parecía no tener muchas reglas que seguir, Sam se adueñó del control para pasar imagen por imagen sin dejar de masturbarse tan fuerte como podía. Mientras que Rey cogía como un toro embravecido el trasero de la rubia que se chupaba la punta opuesta del consolador que tenía encajado.

La trigueña vio en la pantalla cómo otros tipos le enterraban la verga por el culo a Arte.

Ya todo lo relacionado con las escenas sexuales de penetración se veían repetitivas. Cuanto más, si no cambiaban las personas, las posiciones o el lugar era diferente. No obstante, Samantha se detuvo en algo que no era una foto, sino un video. Elena no pudo evitar dejar de mantener sus ojos cerrados por las embestidas que Rey le estaba dando cuando se dio cuenta de que en la pantalla había dos vergas de buen diámetro tratando de entrar en el mismo orificio.

Arte se veía que claramente era quien estaba cabalgando la verga de alguien, mientras que de desprovisto una segunda persona se agachó detrás de él y con su mano dirigió su miembro al orificio invadido. Puede decirse que con relativa facilidad la segunda verga se deslizó al interior del chico aprisionado entre dos hombres.

Elena decidió usar sus manos para abrir sus nalgas sin dejar de observar a la pantalla. De pronto la rubia sintió cómo una gota le cayó en el rostro. Se estaba cumpliendo lo que Rey le había dicho, estaba tan excitada que los fluidos de su vagina fueron tan abundantes como para recorrer por el pene plástico y caerle en la boca.

Mientras que ella abrió la boca para tragar del escaso líquido, la rubia también se daba cuenta de que se moría de ganas de saber los que se sentía una triple penetración.

—Rey… mírame, estoy tragando mi propia leche… Es como si me viniese en el rostro. —dijo la rubia con desespero.

—Estoy viendo, —respondió el joven, aprovechando para tomar un respiro.

—¿Por qué no hacemos algo diferente? —preguntó Elena, patas arribas, mientras aún le enterraban la inmensa verga por el culo con cierta violencia—. Es que ya estoy muy caliente y me quiero venir de verdad.

—¿Mmm?… —preguntó Rey.

—Sam… tal vez no va a querer.

El último comentario de la rubia hizo que el oído de la trigueña reaccionara. —¿Qué es lo que no voy a querer? — preguntó Samantha aun dándose con su mano para no perder el calor, mientras le pasaba un dedo por la espalda al chico.

—Quiero que me penetren los dos juntos —respondió Elena—. Cambiamos la posición, Rey me la sigue metiendo por el culo y tu Sam, me la metes por el coño solo que sin sacarme el consolador que ya tengo ahí. ¿Te animas? Dale que después hacemos lo que quieras.

Al principio, la trigueña, caliente y coqueta, escuchó las palabras de Elena mientras seducía al joven de ojos blancos con tal de hacer que este le prestara atención. Aprovechando su posición, Sam se valió de delicadas caricias, suaves mordiscos, gemidos necesitados, apretones de sus manos y arañazos de sus uñas en el pecho de Rey. La rubia tenía razón, Sam estaba muy caliente como para querer satisfacer las necesidades de alguien más antes de satisfacer las suyas. Pero las palabras “después te hacemos lo que quieras” era muy tentadoras.

—Mnnnn suena interesante… —dijo Sam desafiante—, aunque, me temo decirte que con lo caliente que estoy, te la voy a meter como nunca nadie te ha cogido con un dildo.

—Conque no te es suficiente y también quieres sentir cómo te rompen el coño… —dijo Rey sacando sus dientes con una sonrisa sádica—. Cuando Sam te esté llenando, lo voy a hacer bien fuerte que no me importara dejar el culo bien lleno de leche.

—¡Por favor te los suplico! —dijo Elena, como quien conseguía algo que quería.

—Se los prometo a los dos, además… pueden ignorar mis gritos y llantos. Hacer como mismo sucedió ayer… voy a ser lo más sumisa que pueda…

Tanto Rey como Samantha se tomaron unos segundos, para responder a las súplicas necesitadas de una rubia bien caliente. La situación prometía terminar en un acto aún más violento de sexo fuerte para los tres jóvenes.



Reina Del Cielo

Chapter 14
Suicidarse es de cobardes


  Omar, tan pronto se dio cuenta que había sido descubierto, se movió de un lado a otro como quien quería tomar distancia. Con expresiones y movimientos desesperados, el chico se arrojó de donde estaba con la intención de no apoyar sus pies en el suelo y aguantar el peso de su cuerpo con la soga que tenía alrededor del cuello. 

 

  Morir en silencio era una tarea difícil, pero al parecer estaba determinado a hacerlo.

 

  —¡Alguien, ayuda, por favor! —gritó Rebeka, quien con las pocas fuerzas que tenía abrazó las caderas de su novio y trató de levantarle.

 

  Sin dejar de gritar, Rebeka, desesperada, de vez en cuando miraba a su amado quien se estaba ahorcando y su cara ya se volvía entre roja y azul. 

 

   —¡Súbete en mis hombros! ¡Apóyate de mí! ¡Por favor no me dejes sola! ¡Te necesito a mi lado…! —Con sus palabras el joven aún seguía sin usar sus manos para aferrarse y aunque lo hacía torpemente, él trataba de entregarse a la muerte sin moverse. Rebeka entendió que, con llantos y súplicas, no llegaría a nada, después de todo, sus doce entrevistas fallaron de esa manera. —¡Omar! Escúchame bien, si tú mueres te prometo que me voy a tirar bajo las ruedas del tren, no será nada lindo, pero sí será tu culpa. 

 

  Al escuchar las palabras enojadas de su amada, el cargo de consciencia que Omar tuvo fue tan grande que literalmente entró en razón. Por el alboroto y los gritos por parte de Rebeka, algunas personas se detuvieron en las afueras del parque, pero solo se decidieron a mirar, nadie a ayudar. El que más hizo, estaba llamando a las autoridades y dando la dirección del lugar en voz alta.   

 

  Omar, imaginando a su amada siendo atropellada, tomó la soga con sus manos y usando las pocas fuerzas que le quedaban, aminoró la tensión entre el nudo y su cuello, lo que le permitió liberarse del collar que se había hecho y caer, junto a su chica, sobre la arena del parque.

 

  Rebeka quedó agitada ante la situación. Tenía los pelos de punta y miraba a su amado con ira en sus ojos. Cerrando sus puños, tuvo que gritarle una cantidad torrencial de insultos, con tal de reprimir los deseos de golpearle, por el susto tan grande que había recibido.

 

  En cambio, Omar siguió retorciéndose por el suelo mientras respiraba como un pez fuera del agua, repitiendo una palabra:

 

   —Lo siento.  

 

  Regresando al presente, Rebeka observó a su alrededor. Cada vez había más y más personas, ninguna se acercaba, tal vez por miedo a quedarse con los zapatos llenos de arena o a que fuera a pasarles algo, pero todos hacían lo mismo. Primero preguntaban curiosos sobre la situación a quienes parecían saber y luego, cuando pretendían entender de qué iba el evento, daban su opinión al respecto. 

 

   —Es mejor si nos vamos. Las autoridades deben estar en camino para interrogarnos —le dijo Rebeka a Omar, quien le abrazaba la pierna con la intención de llorar y no ser visto—. Quedarnos solo nos traería más problemas en un momento como este. ¿Puedes levantarte y caminar? 

 

  Ante la última pregunta, el joven afirmó con su cabeza.

 

  Dejando de lado todo el enojo y decepción que sentía por dentro, Rebeka procedió a ponerse de pie. La situación la había asustado y no estaba contenta con Omar, pero también entendía que aún no sabía la razón por la cual su chico había tomado esa decisión.

 

   «Es patético que un hombre intente cometer suicidio», pensó Rebeka, mientras ayudó a Omar a ponerse de pie. «No es para nada atractivo y menos cuando pide disculpas de una forma tan miserable. Pero no podría decirle lo que pienso, reconozco que estoy enojada en este momento. También sé que me suelo arrepentir mucho después de decir algo en este estado».

 

Tras emprender camino ante las manos que los señalaban y las voces que les gritaban que debían quedarse hasta que vinieran las autoridades, Rebeka orientó los pasos de su amado.

 

  —¡No te atrevas a tocarme! —le dijo Rebeka exaltada a uno de los individuos—. Cuando pedí ayuda no hiciste nada y ahora quieres hacer que me quede hasta que vengan las autoridades para tu entretenimiento personal y poder decir que algo novedoso paso en tu vida miserable y patética. No me hagas reír. Lo mismo va para todos ustedes, si no son diferentes a este “sujeto”, entonces son iguales. 

 

   Ante las palabras enojadas, Rebeka y Omar se abrieron paso entre la multitud que no podían hacer más que estar decepcionados y refunfuñar con las cosas que los más jóvenes debían decir y hacer, por respeto a los mayores.

 

  Después de caminar unos cuantos bloques, incluso dejaron detrás a esas personas que les seguían, pero la mala noticia es que algunos la conocían perfectamente, así como también conocen a Omar. Bastaba con que ellos les dieran los nombres a las autoridades.

  

  Sí, era cuestión de tiempo para que las autoridades fuesen por ellos, con la intención de hacer algunas preguntas. Claro, en un mejor sitio y en otro lugar, después se podía pensar en una convincente excusa, pero por el momento la casa de Rebeka era el único paradero al que podía regresar sin ser atormentado por miradas y dedos acusadores.

   

  «Con las autoridades presentes, mientras también tendré que ver a mi mamá, quien debe estar tan ilusionada para felicitarme por mi cumpleaños. Ahh, ya me la imaginó gritándome, todo por tener un novio. Pero es todo lo que me queda», pensaba atareada, tras abrir la puerta de entrada al jardín de su casa.

 

  «Mmm. Las luces no están encendidas», pensó Rebeka. «Tal vez sea una fiesta sorpresa… ya que la sorpresa es la que se va a llevar cuando me vea».

 

  Casi tirando de la mano a Omar, Rebeka abrió la puerta de su casa y tras valerse de unos cuantos empujones y movimientos bruscos logró que el decaído de su novio entrara primero al interior. Al menos funcionaría como escudo de carne, en caso que a su madre le diera un ataque de histeria. Sin embargo, Omar no había dejado de mirar al suelo en todo el viaje y tan pronto entró a la casa, decidió apoyar la frente contra la pared más cercana con tal de no mirar a su novia a los ojos.

 

  «Es raro, hoy es el día de mi cumpleaños y mi madre no estuvo esperando a que llegara de la escuela para ir al trabajo. Ella siempre pide unas horas de llegada tarde en este día y usualmente esas horas son hasta las doce de la noche», pensó Rebeka, al mirar cómo se mantenía calmado Omar y que el reloj marcaba las ocho y media de la noche.

 

Luego de volverse a enfocar en la actitud poco contribuyente del chico que la acompañaba, decidió preocuparse más por él que por su madre. Después de todo, ocuparse de los problemas ajenos era buen remedio para olvidar los propios.

 

  —Omar, deja de pegar la frente a la pared. Ven conmigo, quítate los zapatos. Recuéstate en el sofá conmigo, respira hondo y relájate. Ahora, hablemos de lo que te hace sentir así, pero antes déjame traerte un vaso de agua —dijo. Tras lo cual, por cada palabra, hacía una acción que contribuía a mejorar la situación de su amado.  

 

  En el proceso, ella también se quitó los zapatos, el sostén y se recogió el pelo con una liga, la cual estaba sobre una de las repisas, mientras iba camino a la cocina. Tras abrir el refrigerador, tomó la jarra de agua y notó que la comida que había dejado el día anterior no había sido tocada, lo que indicaba que su mamá tal vez nunca llegó a casa. 

 

  «¿Un novio nuevo?» pensó, como justificación al inusual comportamiento de su madre.  

 

  Tan pronto llenó un vaso de agua, regresó la jarra al refrigerador y marchó de vuelta a la sala cuidando de no botar el contenido en el suelo, justo cuando creía que todo estaba mejor, Rebeka con actitud optimista, iluminó en su rostro una sonrisa, pero se frenó en seco, cuando se encontró a su novio sin poder contener el llanto, tapándose el rostro con sus manos, sobre el sofá, con los pies encogidos hacia arriba.

 

  Con rabia en sus movimientos, se acercó al sofá, le levantó la cabeza a Omar para hacer que la mirara a los ojos. «En las películas siempre veo cómo la chica abofetea al chico en este tipo de situaciones, pero tan solo porque tiene el lado izquierdo de su rostro hinchado, opto por controlar mi diestra ya preparada para hacerle entrar en razón», se dijo. «Ahora que le veo mejor, tiene la misma ropa, no se ha bañado… no solo eso, la razón por la que estoy tan enojada con él es porque me veo en sus ojos…».

 

   Rebeka fue consciente que cada vez que estaba sola, sus demonios la hacían llorar si no buscaba la manera de poder ignorarles. Cada vez que caía en un bache emocional, se sentía más y más culpable de estar en esa situación y no poder salir por sí misma. Le entristecía que el mundo perdiera colores ante sus ojos, que todo se sintiera igual y que no hubiese nadie a su lado que pudiera rescatarle cuando lo necesitaba.

 

  Omar siguió desviando sus ojos, pero Rebeka pudo entender algo que le había sido invisible hasta el momento. Su novio también era humano y necesitaba de alguien para continuar viviendo y seguir siendo importante.

 

   —Omar, sécate las lágrimas y límpiate los mocos. ¿Qué sucedió en tu casa? ¿Acaso el problema en el que te metiste por no avisar que pasarías la noche fuera, fue tan grande como para que pensaras en quitarte la vida? —preguntó, dispuesta a escuchar e ir directo al tema.

 

Luego de respirar hondo ante la pregunta de su amada, Omar finalmente hizo contacto visual y mientras lloraba comenzó a reírse. Una risa que hacía sentirse estúpido, pues significaba que se estaba riendo de su propia desgracia. 

 

 «Mi pregunta le hizo cambiar el llanto por la risa… no es una buena señal», pensó, presagiando lo peor, pero ¿qué podía ser peor? 

 

   —Mis padres ni siquiera notaron mi ausencia… a mi familia nunca le importé… —dijo él con respiración entrecortada.

 

   Tan pronto terminó la oración, volvió a romper en llanto.

 

   A Rebeka la situación ya la estaba desesperando, pues quería saber la historia completa sobre lo que sucedió, pero también temía que tal vez no fuera el mejor momento para que Omar estuviera preparado para contar lo que le pasaba. Sin más remedio que ser paciente, respiró bien adentro, se tomó un trago de agua y procedió a sentarse al lado de su amado con la intención de esperar a que se le secara el llanto y finalmente pudiera hablar tranquilamente. 

 

   —Ven recuéstate en mis piernas… —dijo ella, una vez estuvo bien acomodada—. Llora cuanto quieras… está bien ser vulnerable conmigo. Después de todo, es el mayor acto de valentía que podrías demostrarme.

 

  «Más de treinta minutos han pasado y aún no se detiene, me preocupa mi mamá que aún no llega, sin mencionar mis pies entumecidos», pensó, al tiempo que estaba por quedarse dormida, mirando lo lento que podía llegar a ser el minutero del reloj.

 

   —Gracias…  —dijo Omar, quien parecía haberse calmado un poco.

 

   «Esta es mi oportunidad, mientras le hago cosquillas en el pelo debo hacerle la pregunta más importante que aún llevo guardada. Espero que no vuelva a romper en llanto. Aunque…  por alguna razón, verle llorar tan cerca de mi pecho me hace querer darle la teta para que se calme, ¿en qué cosas pienso?», se dijo, para agregar en voz alta:

 

   —Dime, mi amor… ¿Por qué intentaste suicidarte y dejarme atrás en este mundo tan cruel e injusto? 

 

   —Porque mis planes para protegerte se arruinaron. El mundo exterior no es igual que la escuela… y de mis manos, perdí el mejor regalo que podría darte. Te lo dije hoy por la mañana, que podríamos casarnos, así podrías renunciar a tú apellido y no serías discriminada por la condena que tu padre carga. Como sabes, el alcalde que fue asesinado era mi tío y con su apellido todos te querrían — aseveró.

 

—Esta mañana, cuando llegué a mi casa, escuché a mi padre hablando en su despacho con respecto al caso de los teléfonos robados de la estación de tren. Un teléfono reportado desaparecido fue encontrado destrozado por los rieles y en él se hallaron tres huellas, entre ellas una que coincidía con los registros… la tuya. Tienen planeado hacerte responsable e interrogarte, tan pronto contacten con tu madre — dijo el chico.

 

—En ese momento entré a su oficina y le intenté detener, le dije que no eras culpable, así como también le comenté que el otro par de huellas eran mías y podía probarlo, también le dije que había robado todos los demás teléfonos y la razón por la cual lo hice. Él ni siquiera se enfureció, solo me pregunto si te amaba y le dije la verdad… en ese momento, cuando me atreví a decirle que estaba dispuesto a casarme contigo y buscaba su aprobación, me golpeó y me dijo “Ya me temía semejante atrocidad… desde este momento estás desheredado del apellido de mi familia… sal de mi vista extraño”.  Mi madre ni siquiera le dio importancia… Si me suicido, las últimas palabras de la nota que llevo en mi bolsillo entrarán en el sistema, lo cual esclarecerá y limpiara las sospechas sobre ti… no tengo el valor de volverte a ver llorando y morir es todo lo que puedo hacer— culminó Omar.  

 

  Rebeka escuchó las palabras de su amado sin interrumpirle y solo cuando terminó de hablar, fue que se dispuso a decir algo:

 

   —Suicidarse es de cobardes, el amor no tiene precio, tiene valor y con valor se paga… Quédate a mi lado si en verdad quieres demostrarme que me amas. ¿Sabes? Te necesito, ya eres un hombre y yo una mujer. Nos hicimos juntos, al mismo tiempo… podremos con esto, juntos.

 

  La voz calmada de Rebeka se hizo escuchar en la sala de la casa. El sonido tenue de dos suaves labios dándose un beso y el brillo iluminador de una sonrisa que trataba de levantar el ánimo a quien le miraba, inundaron la sala. Por muy enojada que estuviera, no podía evitar verse reflejada en su amado, después de todo, si sus propios planes no se hubieran cumplido hasta el momento, ella tal vez estuviera en la misma posición que él, tratando de dejar la vida, con tal de abandonar todo sufrimiento. 

 

  La oscuridad del lugar fue invadida por las luces de las autoridades y poco después, se escuchó

el sonido de alguien tocando a la puerta.

 

  Tanto Rebeka como Omar levantaron sus cabezas ante el sonido y se miraron el uno al otro entre las luces que iban y venían.  

 

  —Creo que es el momento —dijo ella, apenas tragó en seco, con tal de controlar el susto que tenía en su estómago. 

 

  El interior de la sala se iluminaba con luces rojas y azules que parpadeaban, los dos se levantaron en dirección a la puerta principal. 

 

  —Amor, toma la nota. Si son las autoridades, diles la verdad. No mientas por mí, no lo merezco… —dijo Omar, mientras la acompañaba a la puerta, previendo que se los llevarían a los dos al mismo tiempo. 

 

Sin pensarlo dos veces y antes de abrir la puerta, Rebeka se metió el papel en la boca y después de masticarlo varias veces se lo tragó, dejando a Omar perplejo en el acto.

 

  Antes que Omar pudiera reclamarle, abrió la puerta y con sus ojos observó en dirección a los uniformados que estaban de pie. Un hombre subido en años, grande y aunque viejo, aún conservaba las características de un cuerpo disciplinado. La mujer era de estatura mediana, escondía su rostro con la gorra que cargaba y llevaba sus manos en la espalda como para que no le incomodaran. 

 

  —Rebeka… —dijo quien se paraba de primero, enseñando una insignia autoritaria en su pecho—. Debes acompañarnos a la estación. 

 

 Tan pronto Omar quiso seguir avanzando, fue detenido por la segunda persona, quien tenía una constitución femenina, no muy bien resaltada por su uniforme. 

 

  —Las órdenes son con ella. Por favor, contribuya al desenvolvimiento favorable de este proceso. Espere dentro de la casa y no interfiera con las autoridades.

 

—Amor, haz lo que te dicen. No te preocupes por mí… 

 

  Rebeka vio cómo Omar levantó su mirada y apretó los dientes, porque el hombre viejo le estaba retando con la mirada. 

 

   Resignándose a la separación que indicaba la despedida, Omar siguió avanzando y con esto provocó la agresividad prematura en el comportamiento de la oficial femenina, quien reaccionó y puso su mano sobre uno de los dispositivos que cargaba en su cinturón. Sin embargo, el sujeto mayor siguió observándola, sin tener razón para actuar o reaccionar, pero evidentemente buscando una.

 

  —¡Omar! —dijo Rebeka, con tono bien enojado.

 

Luego de mencionar su nombre como un regaño, el chico dejó de desafiar al oficial y retrocedió, mientras miraba a su amada. Si él hubiera tenido orejas de perro, en ese momento las hubiera bajado como un cachorro triste, que pretendía hacer caso y no seguir causando problemas.

 

Tras dejar salir una bocanada de aire en señal de alivio, la oficial relajó su postura y dejó de andar a la defensiva, para mostrar el camino a la patrulla que estaba afuera. El sujeto se dio media vuelta y procedió a avanzar.    

 

  «Exactamente, las cuatro de la madrugada y aún estoy sentada en una sala de interrogación. Más de siete horas sentada aquí, sin dormir, comer o ir al baño… ¿En verdad es necesario?», se dijo Rebeka, mientras miraba a los alrededores.

 

   Ya estaba cansada de mirarse en el espejo que tenían enfrente de la mesa. El enorme cristal que lo reflejaba todo, debía tener algún otro propósito que el de hacer ver a la habitación de paredes blancas más grande de lo que en verdad era. Después de todo, era una sala de interrogación.

 

   «Un nuevo día parece que será menos productivo que el anterior. Estos sujetos en verdad se están tomando su tiempo, seguro me miran detrás del espejo».

 

   Cansada de seguir esperando, Rebeka decidió hablar en voz alta:

 

  —¿Saben? Ayer no tuve un lindo día y ya estoy comenzando a tener hambre, sueño, deseos de ir al baño y frío. Esto es inhumano, les parece si comenzamos con esto…  

 

  Del otro lado del espejo se escuchó un estrepitoso sonido, como el que hacía alguien cuando tiraba de una puerta. Acto seguido, el cristal se volvió totalmente claro, tan claro que podía compararse con el aire, cosa que no vemos, pero bien sabemos que está ahí.

 

  Tan pronto el hombre tomó asiento, la puerta detrás de él se volvió a abrir para hacer ver a una mujer, quien, al contrario del uniformado, parecía estar de buen humor por comenzar la jornada, a pesar de la gran cantidad de papeles que tenía entre sus manos. 

 

  Rebeka notó que la uniformada constantemente agachaba su cabeza para arreglarse los lentes, que caminaba con cuidado de no caerse, porque los tacones le molestaban y que también cuidaba, por todos los medios, de no provocar la furia del sujeto al que acompañaba.

 

  La uniformada se sentó en frente de Rebeka, al otro lado del vidrio y tan pronto arregló los papeles que traía en sus manos, levantó la mirada para preguntar de forma educada: 

 

  —Señorita Rebeka, ¿acaso sabe por qué ha sido citada a esta interrogación? 

   

  —No…  —dijo Rebeka e hizo una pausa. 

 

  Apenas Rebeka respondió, el oficial con sus dos manos golpeó la mesa y miró con desprecio a los ojos de la interrogada para gritar:

 

  —Mentira… ¡Mentirles a las autoridades es un delito y se paga con la cárcel!

 

  Un sujeto que al principio se había mostrado tan frío y calculador mientras provoca el comportamiento de Omar, no tenía sentido que ahora se alterara de semejante manera, a no ser que quisiera presionarla psicológicamente.

 

   Rebeka aguantó la respiración, miró el comportamiento del sujeto, quien evidentemente tenía razón para justificar sus palabras. La pared que les separaba tal vez no le dejaba ver hacia el otro lado, pero no era igual desde el punto de vista de los uniformados, ya que ellos podían ver más información como si fuera una pantalla. Ella no había dicho mentiras, pero al tener una idea de cuál podía ser la razón y decir que no, provocó la reacción del uniformado, quien, con su brusco sonido, hizo que hasta la mujer que estaba sentada a su lado saltara de su asiento. 

 

   «Esta violencia no la esperaba», se dijo Rebeka, sin evitar que sus lágrimas se le salieran. «Para aparentar ser fuerte ante personas que tienen el mando, es mejor dejar salir todo lo que guardo en mí. Y si ella saltó con el comportamiento de su compañero, eso significa que él en verdad está enojado».

 

 —… estoy segura. No estoy segura —continuó hablando en voz alta, como quien pretendía terminar una oración dejada a medias y aclarar el malentendido. 

 

   —Ahh, con que tienes más de una razón para estar en este lugar. ¿Acaso no vas a decir la verdad? No tengo tiempo para tus lágrimas —dijo el sujeto, moviendo su cuerpo hacia atrás y cruzándose de brazos. 

 

    Rebeka, le miró a los ojos, con la intención de confrontar a un hombre que evidentemente no estaba ahí para ayudarle. 

 

   —Existen dos razones por las que no estoy segura de estar aquí o no. Si es por lo que sucedió en el parque solo estábamos jugando…

 

    —Qué parque, ni qué ocho cuartos. Acaso esto te parece familiar…  —dijo el sujeto, como quien sabía lo que había sucedido en el parque y no le daba importancia, después de todo, no se habían llevado a Omar. No obstante, él arrojó sobre la mesa un teléfono destrozado.

 

   Tan pronto Rebeka vio el teléfono, hizo que su cara se cambiará, de tristeza a estar decepcionada. Para ella era el momento perfecto de enfrentarse a la sociedad, de mirar con desprecio a quien con desprecio le miraba. Después de todo, ese sujeto que estaba ahí era parte del sistema, alguien que para ella formaba parte de la clase más baja de alimañas que componían la sociedad. Alguien que disfrutaba la oportunidad de degradar, cazar y ejercer su poder sobre los demás.

 

   —No me siento segura contigo. No te quiero seguir viendo la cara… —dijo Rebeka al cruzarse de brazos y también hacer retroceder su cuerpo.

 

   —¿¡Qué!? —respondió él, su rostro parecía no entender la situación, ni tampoco lo que le decía la pantalla. Después de todo, él esperaba que ella se sintiera culpable al ver el teléfono, no que ella culpabilizara a quien lo estaba sacando.

 

   La uniformada, quien por todo este tiempo se había mantenido callada, decidió tomar la iniciativa y hablar:

 

 —Creo que deberías dejarnos solas. Los protocolos en este caso son diferentes…

 

  —¿Acaso crees que tienes la experiencia suficiente? Las máquinas se equivocan y claramente este es uno de esos casos. Debemos tomar la situación a la antigua —dijo el sujeto cuál si quisiera que Rebeka no le escuchara después de apartarse a una esquina con ella. 

   

   —Sí, pero las cosas son diferentes. Recuerda que mi trabajo aquí es como testigo para hacer de este interrogatorio una situación imparcial. Según el testimonio de la pantalla estuviste equivocado y ella ya no es una sospechosa de robo, sino que es una víctima y tu comportamiento no es el más indicado. Evidentemente, ella no seguirá hablando si no se siente segura… 

 

   Después de que el hombre se fuera a regañadientes, la uniformada se quedó sola con la interrogada. 

 

   —¿En dónde está mi mamá? —preguntó Rebeka, con preocupación.

  

  —Me temo informarle que su mamá se encuentra en el hospital, su condición es estable… Solo estará en observación por unos cuantos días —dijo ella, apenas se quitó los lentes para mirar a la interrogada a los ojos. Como si fuese su deber decir la verdad y no ocultar información.

  

    La noticia dejó devastada a Rebeka, miles de cosas le pasaban por la cabeza como motivo por el cual su madre podía estar teniendo un problema médico. Pero el hecho de saber que estaba estable le calmaba de cierta manera.

 

   —Te puedo dar el nombre del hospital, la dirección y la habitación en la que se encuentra, también puedo dejarte salir de aquí lo antes posible. Solo necesitó que seas fuerte y respondas a unas cuantas preguntas. Puedes responder con un “sí”, con un “no”, puedes guardar silencio y también puedes agregar un testimonio explicando el motivo. Quiero que sepas que ante nuestros ojos has dicho una mentira y eso ya te tiene en muy mala posición. ¿Entiendes?

 

   —Sí —respondió Rebeka, para tratar de despejar su mente con respecto al tema de su madre y pensar. «Parece que en verdad no puedo mentir. Pero, tal vez, pueda ocultar la verdad». 

 

  —Primera pregunta: ¿Reconoces este teléfono? 

 

  —Sí —respondió.

 

  —¿Por qué tú huella digital fue encontrada en él? 

 

  —Porque lo tome sin permiso y lo arroje a las vías del tren —respondió ella, para continuar pensando.  «Hasta ahora todo marchaba bien, las preguntas no son muy comprometedoras».   

  

 —¿Has tomado alguno de los otros teléfonos reportados como perdidos? 

 

 —No. 

  

 —¿Sabes en dónde están los otros teléfonos?

 

  —No. 

 

  —¿Has robado algún otro teléfono en los últimos cinco años? 

  

  —No. 

  

  —La siguiente pregunta deberás de responderla con un testimonio. ¿Cuál fue la razón por la cual tomaste y destruiste propiedad ajena sin permiso?

 

   —Porque me enoje mucho…

  

   —Perfecto. Quieres agregar algo.

  

  —Sí, tomaron fotos debajo de mi falda con la cámara de ese teléfono.

 

  —¿Algo más que quieras agregar? —preguntó la uniformada, haciéndose hacia adelante sobre su puesto y prestando atención a las palabras de quien hablaba sin decir mentiras.

  

  —No —dijo Rebeka.

 

   —Rebeka, tu testimonio por el cual hiciste procesión de propiedad ajena y la destruiste es válido, pero no puede ser verificado por nuestro sistema. Se necesitará una ayuda externa para el proceso de verificación. Si en la verificación se demuestra lo contrario, señorita, me temo decirle que usted podría ir directo a la cárcel por hacer que las autoridades invadan la privacidad de un individuo destacado de la sociedad y por difamar la reputación del propietario del teléfono. ¿Segura que quiere sostener ese testimonio?

 

   —Sí —respondió Rebeka sabiendo que, como mismo lo era un arma, un teléfono o cualquier otro dispositivo que fuera dejado desatendido, recae absolutamente como responsabilidad del propietario en caso de ser usado con malos fines. 

 

   La uniformada se miraba intrigada ante las palabras de Rebeka, a ese punto, usualmente las personas no se retenían a declarar semejante acusación.

 

—Para terminar el caso y levantar la sesión. Pido acceso a las fotos de este teléfono en nombre de la cuestionada con la premisa de verificar si existen imágenes indecentes de la misma… —dijo la uniformada en dirección al cristal. 

  

   De la pared invisible a la cual Rebeka miraba, se hicieron aparecer numerosas imágenes proyectadas y una barra que abría más y más fotos que se habían pedido. De los cientos de miles de imágenes de mujeres y hombres desnudos, teniendo sexo explícito, posando para la cámara, exhibiendo, tocando y hasta maltratando sus genitales, salieron las últimas fotos que, comparadas al resto, eran bien inocentes. Pero en efecto, en primera plana se posicionaron y las últimas imágenes tomadas, pertenecían a la vista de abajo de la falda de Rebeka. En la esquina de la pantalla, el tiempo y la localización aparecieron, cosa que validaron haber sido tomadas de ella.

 

   —¿Quieres levantar cargos contra el propietario del teléfono? —preguntó la uniformada, quien tragó en seco y trató de ignorar los horrores pornográficos que había visto.

 

  Regresando al momento, Rebeka hizo una pausa ante la sugerencia, después de todo, dichas fotos habían sido enviadas a un número de teléfono en particular. El número de su amado, si ella levantaba cargos al respecto, la situación escalaría con el encarcelamiento de todos los propietarios de teléfonos y la pena de muerte de Omar por haber robado tantas veces. 

 

  —Solo si la investigación en mi contra continúa —respondió Rebeka—. Ahora, quiero saber el lugar en donde se encuentra mi madre. 

 

  —¿Acaso no quieres que se haga justicia? —preguntó la uniformada evidentemente poniendo sus sentimientos personales en la escena. 

 

  —¿Justicia? Primero mírate a ti y a tu compañero. Cuando ahí afuera existen verdaderos criminales, asesinos, delincuentes y ladrones, están aquí… tratando de aplicar la máxima ley a alguien como yo, por un teléfono desaparecido y roto. No quiero que se entretengan en casos insignificantes como este si primeramente pueden investigar otras cosas. 

 

  La uniformada respiró hondo y guardó silencio. Sin decir más, apuntó la dirección en un papel y tras esperar a que en medio de la pared de cristal se abriera una rendija cuadrada, la pasó para que Rebeka pudiera obtenerla.

 

  —Siento que sea tan tarde en la madrugada, que no pudieras dormir y que el sistema sea tan injusto y burocrático como lo es, pero con tus notas y aptitud, puedes perfectamente aplicar y convertirte en lo que soy, con tal de hacer una diferencia —dijo la uniformada, un tanto apenada por la situación que evidentemente su compañero había ocasionado.

 

  —Oponerme al sistema y después terminar irremediablemente perteneciendo a él —comentó Rebeka—. No te preocupes, es lo que viene incluido en el paquete de ser la hija de un criminal y alguien que no se puede defender. A veces, pienso que esta sociedad no quiere que sea diferente a mi padre. 

 

Tras tomar la nota de papel, Rebeka se levantó de la silla y recogió sus cosas, para proceder a tomar el camino indicado por las luces verdes colocadas sobre las puertas.