Chapter 5
Haz que me duela un poco
Hasta el momento, era claro que Elena tenía como principal motivo hacer que Samantha dejara de comportarse como una chica de mente tradicional y lo había conseguido. También logró que se le pusiera dura la verga a Rey y que este dejara de contenerse, pero no en que se viniera.
Haciendo una retirada estratégica, la rubia dejó a Samantha a cargo de la situación, misma que parecía no poder controlar sus deseos de querer sacarle leche al joven de ojos blancos. Por otro lado, tanto Rey como Elena tenían bien en claro que no ayudarían a la trigueña, ellos dejarían que ella hiciera lo necesario para cumplir con su objetivo, sin importar que tan lejos pudiera llegar para alcanzarlo.
Los minutos pasaron y tanto Rey como Elena casi que no podían seguir esperando para ver lo que se le iba a ocurrir a la trigueña que recién se había abierto de mente. Sam movía su cabeza de forma afirmativa en señal a la tan alta actividad cerebral que estaba teniendo y ellos respiraban casi que con desespero y euforia por presenciar que tan amplia podría ser la mente de la ‘chica tradicional’.
—… No se me ocurre nada —dijo Samantha tras dejar que pasaran los segundos—. Esto que estamos haciendo no es cualquier cosa. Es un trío… dos chicas encueradas en frente de un chico en las mismas condiciones… nunca me imaginé esto… y… no quiero que mi proposición no esté al nivel de la ocasión…
—Arrrgg —gruñó Elena, como quien se daba cuenta de que no podía pedirle más a la trigueña, pero que al mismo momento quería forzarla a que encontrara una manera.
Ser de mente abierta y dejarse corromper por quienes estén alrededor, no es lo mismo que tener buena imaginación para hacer cosas de una estrella porno. Esos movimientos llevaban práctica, o al menos vivir toda una vida de represión sexual en la cual todo lo que se hace es fantasear y prepararse para agarrar de los pelos las oportunidades que se dieran.
—Y, ¿si hago lo que salga en el siguiente vídeo porno que decidan poner? —Samantha mostró una sonrisa ingenua como la de alguien que quería salir con las suyas—. Me sentiría más cómoda si me lo imponen… como castigo… no importa que me resista o diga que no… o que llore, grite… o me desmaye en el proceso…
—Y tu palabra segura será, “soy una tradicional”, ¿no te jode? —respondió la rubia.
Samantha no negó dicha palabra.
“No puedo creer que ella proponga algo tan BDSM… Hmmm, la B representa Bondage, la D es Disciplina o Dominación, creo que la S es de Sumisión o Sadismo y la M de Masoquismo…”, pensaba Rey quien después de reconsiderar la situación por unos segundos miró a Elena.
Como Samantha aún mantenía su opinión, ambos jóvenes volvieron a verse y esta vez mostraron una sonrisa de complicidad el uno al otro. Tras sacar la salchicha de entre sus piernas y las de Sam, Elena se dirigió donde estaba la computadora y mientras le dio un mordisco al embutido de carne se puso a buscar algún que otro video porno.
Existiendo el sexo convencional que aún no habían experimentado entre ellos, “¿por qué razón debían de buscar inspiración con un video porno?”. Rey pensaba que no era una mala idea tomar inspiración del internet, pero Sam lo había llevado hasta el extremo. Tal vez porque ella misma sabía que existían videos muy oscuros ahí afuera. Aun así, cualquier situación no tendría mucho efecto en él. El video solo le funcionaría a Sam para encontrar otro tipo de estimulación, mientras que todo lo que Rey quería era que la trigueña o la rubia lo esperara con las piernas abiertas e invitaran a su verga a entrar. “No pido más que eso”, pensó él, quien dijo en voz alta:
—Imitar algo en un video, tal vez no termine sintiéndose real.
—Mmmm, eres de los románticos… te enamora el sentimiento detrás de las personas, pero déjame recordarte que somos amigos, no tienes por qué enamorarte. Nada más enfócate en experimentar y que no se te baje la verga por culpa de Samantha pidiendo cosas raras… —mientras reclamaba la cara de Elena transformó sus expresiones, ella se estaba volviendo toda una lujuriosa compulsiva y tal vez producto del video que estaba viendo—. Sam, aquí tienes tu primer castigo… Rey, te mostraré la cara de ella con el sentimiento agridulce de un dolor placentero, espero sea lo suficientemente real para ti.
En la inmensa pantalla salió en primer plano la escena de un hermoso culito blanco apretadito, que cerraba y trataba de abrir su esfínter, mientras que alguien le dejaba caer aceite, el cual era restregado por una mano entre nalgadas. Samantha se quedó en silencio durante unos segundos, su respiración se aceleró, sus ojos se abrieron y de su boca quiso decir ‘soy una tradicional’, pero se negó con tal de no retroceder en su propuesta y mostrar lo contrario.
—Ya no puedes cambiar el video, —dijo Sam, señalando a su Elena—. Pero si yo, haciendo todo lo que hacen en el video, no consigo que Rey acabe, será mi turno de elegir lo que tú hagas.
—Trato hecho… —dijo Elena.
Tras la presentación de la imponente verga y el culo bien engrasado, la pantalla se dividió en dos. Eran dos escenas a la vez, el rostro de la chica que miraba directamente a la cámara a la derecha, mientras que a la izquierda se podía ver cómo el pene se pasaba por la raja entre las piernas de la mujer en cuatro patas.
—… Ya el vídeo va llegando a la mitad —continuó la rubia—, y aún no te veo en cuatro…
—¡¡¡Espera!!! Lubricante… necesito lubricante, además, a esa artista puede vérsele el culito pequeño, pero estoy segura de que durmió la noche anterior con un anal-plug y también se hizo un lavado… —se quejó Sam como quien lo pensaba mejor al ver a la mujer del video con los ojos hacia arriba y la boca bien abierta por el dolor, sin siquiera tener la punta de la verga pasando por el esfínter de su culo.
—O dices las palabras de seguridad o te pones en cuatro — demandó Elena levantándose de donde estaba—. De la preparación y lubricación de tu culo me encargaré yo y si tienes un “accidente” ya lo limpiaremos entre todos.
Con más emoción que desencanto, Sam se levantó del sofá, dio unos pasos al frente y tras arrodillarse dejó que su cara se recostara en el suelo junto a sus hombros de forma humillante.
“El momento ha llegado”, se dijo Rey quien quedó viendo al paraíso entre las piernas de la trigueña que posaba sus pezones en el frío que emanaban las losas que recubrían el piso del lugar.
Elena, quien había regresado el video al principio, se comió lo que quedaba de la salchicha y casi que corriendo se dirigió a la cocina. Tras obtener algo dentro de las gavetas regresó con el mismo impulso.
—Bueno, lastimosamente en ese video una chica no le chupa el culo a la otra… Me hubiera encantado prepararte con mi lengua, pero por ahora te portas como una niña buena y te conformas con esta barra de mantequilla. Necesitas tener el culo bien caliente para que se derrita.
A Samantha no le hizo mucha gracia la idea que se desviaba del acuerdo, pero sin darle importancia decidió ignorar este factor.
La rubia, con su mano alzada, bajó en un azote y le dio una cachetada a las nalgas de Samantha con tal de subir la temperatura del área.
Rey se había imaginado un pomo de aceite como ‘lubricante’, pero no una barra de mantequilla. “¿Qué se le habrá ocurrido a Elena?” Tras la pregunta, él recordó que la rubia también se había propuesto prepararle el culo a su amiga. Esperando a ver la respuesta, él sonrió, el sentimiento de que tan solo debía de permanecer sentado sobre el sofá como un monarca y observar lo que iba a suceder no tenía precio.
Mientras que la punta de su miembro babeaba como un perro hambriento, Rey se dijo: “No desesperes, verga mía, ya se están preparando tu comida”, como quien se proponía seguir ejerciendo la virtud de ser lo suficientemente paciente como para seguir esperando. Después de varios azotes con sus manos sobre las nalgas de Sam, Elena pudo ver cómo la piel adoptó una coloración rojiza. Y en ese momento fue que pasó la punta de la barra de mantequilla por el lugar, aprovechando el calor de la zona para cubrir a la misma de grasa amarilla. Pasando y pasando como buen pintador que usaba su brocha, una vez la barra de mantequilla perdió las esquinas y alcanzó una forma cilíndrica, la rubia le dirigió justo encima del ano de la trigueña.
—Ya engrasada como en el video, te toca la preparación… Rey no podía ver las expresiones faciales de Sam ante lo que
Elena estaba a punto de hacerle, pero sí vio cómo la trigueña empujaba hacia atrás y con sus dos manos se habría más y más las nalgas. Esta disposición de una chica a dejarse ser penetrada hizo que, con rapidez, él se agarrara la verga con ambas manos, como quien temía que esta tomara voluntad propia y saliera disparada.
La barra amarilla entraba por el ojete de la trigueña, toda engrasada, más y más, entró, salió y después volvió a entrar hasta perderse entre el esfínter anal que se cerró como si se la hubiera tragado toda.
—Estás preparada. Creí que me tomaría más trabajo, pero casi se me olvida toda la práctica que ya tienes en esto —dijo Elena mientras se levantó de detrás de la trigueña y procedió a regresar a su puesto en frente de la computadora con la intención de reproducir el video ya terminado.
Sin necesidad de hablar o intercambiar palabras, Rey se puso de pie, avanzó y como un caballero que sostenían su espada aún envainada se arrodilló detrás de Samantha. Apuntando su imponente miembro al blanco que se proponía penetrar como sucedía en el video, él casi que titubeo por estar haciendo algo que no se le había mandado, incluso considero en pedir permiso. Aunque, tal vez en ese momento las palabras sobraban.
Sam, con la cara y las orejas tan rojas que ella misma pensaba que se iba a derretir, le daba la espalda a Rey y el frente a Elena. Ella no sabía que era más vergonzoso. Que un chico le viera por detrás o que una chica le viera por enfrente, pero la curiosidad de seguir experimentando y de aprender cómo se sentía la ocasión era más fuerte que su sentido de razón en ese momento.
A escasos centímetros, Rey apreciaba el culo empinado que había visto con su teléfono en vivo y en directo. La carne enrojecida por nalgadas, el aceite que brillaba con la luz, un culito abierto cuyos músculos se veían palpitantes del deseo, y un coñito que le apuntaba. Era perfecto, no podía pedir más. Y de pronto, como una larva, el dedo medio de la mano derecha de la trigueña se hizo ver justo en el inicio de la raja de esta, sobre el clítoris, moviéndose de forma circular. Casi a punto de llorar de la felicidad, el joven respiro maravillado por ver a Sam masturbándose después de que ella le hubiera jurado lo contrario. Él pensaba que si no aprovechaba el momento no tendría la oportunidad de ver dicha situación. Aun guardando silencio, Rey hizo todo lo posible para no arrojarse de lleno, prefiriendo acercarse a la situación en una manera más civilizada y continuar con el juego. Aparentando calma, él llevó su verga palpitante muy cerca del culo de Sam como en el video que ya se estaba reproduciendo por tercera vez.
El miembro viril se posó sobre las nalgas rojizas y engrasadas de la trigueña que se empinaba, para comenzar a moverse de atrás hacia delante por la raja sin ejercer mucha presión. “Pero ¡qué bien se siente esto! Y aún no la he metido…”, pensó Rey al pasar su glande por la carne resbalosa cubierta de mantequilla. En momentos, su verga se topaba con el bache que, hacia el agujero vaginal ya dilatado de Samantha, pero, de forma intencional, seguía su camino para pasar sobre el precioso culo que también formaba otro bache a rebasar con su verga. Elena tenía sus piernas abiertas y se tocaba el clítoris en frente de Sam como quien se aseguraba de no dejar escapar ningún detalle con la intención de poder recordar el momento por el resto de su vida.
Tras haber encontrado la entrada indicada, Rey agarró a Sam de la cintura como lo hacía el actor del video. Dejando el glande de su verga alineado en el centro del culo que le recibiría, se avecinaba el momento en donde él tenía que obligar a que la trigueña retrocediera. “Lo estoy haciendo, y ella se está dejando… aguanta con todas su alma y ni se mueve con tal de que se la meta, aunque le duela” Se decía Rey quien, con un poco de fuerza, sintió cómo la presión del anillo carnoso de Sam comenzaba a ceder, así como lo hacía el culo que se mostraba en la pantalla.
“¡Llegó al cielo y doy la vuelta corriendo, mi verga contra la resistencia de su culo provoca una sensación tan intensa que me hace enloquecer, perder la calma y tienta a que la meta toda de una!”, exclamó Rey para su interior mientras miraba la forma majestuosa y preciosa con la cual Samantha encorvaba su columna aún más. “Con lo sensible que tengo la verga puedo sentir el calor en el interior de su culo, también, cada milímetro que su cuerpo cede y dilata para aceptarme lentamente. Me tiene a punto… ¿Acaso existe algo mejor que esto?”.
El esfínter de Samantha, despacio, pero sin pausa, se tragó el glande de Rey cosa que le hizo aguantar la respiración al chico. Mejor que vencer la resistencia de la entrada, él, ahora era prisionero de otra sensación. Sentir cómo el culito de Samantha le exprimía la verga y se aferraba a ella con tal de estrangularla si fuera posible, era magnífico y le arrancaba el aire. Pero eso no era todo, las palabras de Elena ahora tenían más sentido puesto a que, no necesariamente había llegado al corazón de la trigueña, pero sí que sentía los latidos del mismo con su verga y eso le hacía sentir el mundo de forma diferente, como un dios.
Samantha arqueó aún más su espalda y levantando su cabeza hacia atrás para gemir tan alto como pudo, hasta que se quedó sin aire y, aun así, siguió. Ella se parecía a una bestia herida de placer, una que disfrutaba mucho del proceso, pero que a la vez se estaba muriendo por ello.
—Rey, ella se tiene que mover por sí sola —le dijo Elena a Rey.
La rubia, con sus hermosas tetas afuera y el coño abierto, era quien más se estaba enfocando en el video porno. Cuál si fuera una escrupulosa inspectora capaz de hacer resaltar hasta la falta más mínima con tal de tener una excusa con la cual aplicar su autoridad y castigar.
Entrando en razón y dejando de lado los impulsos que tenía de meter toda su verga en aquel culo de una embestida con tal de venirse egoístamente, Rey soltó sus manos temblorosas de las caderas de Sam. «Una cosa es que alguien te apuñale y otra bien diferente es apuñalarte a ti misma», con esto en mente Rey creía que Sam no lo iba a lograr por sí misma. Después de haber gritado como había hecho, Samantha estaba en todo su derecho de apartarse e irse si le dolía mucho y no existían firmes manos que le pudieran retener. Él no sería capaz de hacer que ella se quedara contra su voluntad, o lo hiciera por obligación, o como castigo, pero tal vez era lo mejor. Sin embargo, en contra de todo pronóstico, la trigueña se limitó a emitir quejidos, ronroneos y mugidos antes de encontrar el valor y la determinación de empezar a moverse por sí misma.
“¿Acaso ella gime así porque lo está disfrutando?”, se preguntó Rey un tanto sorprendido por sentir como los latidos del corazón de la trigueña aumentaban a ciento veinte por minuto.
Ante los ojos blancos de Rey, como mismo había sucedido en el video, su glande salió por completo y después, con más facilidad que al principio, se adentró en el agujero anal de Samantha sin que él hiciera nada.
“Ufff, esto es peligroso, estoy corriendo en el límite. No puedo seguir concentrándome en lo que siento…” Se dijo Rey para morder su labio inferior, cerrar los ojos y levantar la cabeza en dirección al techo.
La trigueña aprovechó sus movimientos para que, con cada penetración, quedara un poco más de verga en su interior. Repitiendo la acción con ritmo constante, Sam aflojo tan solo cuando quedó empalada por un poco más de la mitad de la verga de Rey. Sus acciones eran como las de alguien que buscaba que
su el interior de su ano alcazaba a acomodarse. La representación, la glotonería, un culo que no se sentiría bien hasta comerse toda la carne que se le había servido.
Con movimientos lentos, pero contrastantes por parte de la trigueña, Rey, aunque usaba sus fuerzas para ignorar lo que sentía su verga, no pudo dejar de percibir el mundo a su alrededor de forma diferente. Ser aceptado por un espacio tan apretado y tan bien lubricado no tenía comparación. Cuál termómetro, Rey con su sexo podía percibir con más claridad el calor casi que incendiante que irradiaba la temperatura interna de la trigueña en cuatro. Tras observar hacia arriba y contar los pequeños agujeros de un techo de concreto, él buscó algo que le distrajera con más efectividad y vio al televisor, cosa que por gesto involuntario le condujo mirar hacia abajo. Cayendo en una trampa, Rey apretó sus puños para contener la sensación de querer venirse que le provoca el lento deslizar de aquel esfínter por su verga.
Repitiendo sus pasos de atrás para adelante, Rey vio en la pantalla cómo la artista comenzaba a abrir su boca tanto como podía y cerraba sus ojos con fuerza, no muy diferente a la expresión que tal vez Samantha tenía y Elena disfrutaba. En al aire y por el sonido se podía distinguir cómo la rubia aumentaba gradualmente la velocidad de su mano e incluso usaba la otra para meterse dedos de adentro a afuera.
A punto de volver a contar los agujeros del techo, la punta de su miembro llegó a una especie de laguna en el interior de Sam.
Era la barra de mantequilla que ya estaba derretida dentro de los intestinos de la trigueña. En ese momento Rey pudo jurar sentir cómo su miembro intentaba convulsionar, pero por la intención de no destruir el momento y ver qué podía seguir pasando se contuvo con cada célula de su cuerpo. Rey, literalmente tuvo que tensar una cantidad aproximada de ochocientos cuarenta músculos al punto de reventarles y hacer que todas las venas se le resaltaran, con tal de poder pasar un orgasmo sin dejar que su leche se saliera o su verga hiciera los movimientos característicos.
Por otro lado, arañando el suelo con sus uñas y presionando tanto como podía sus dientes, Samantha no sentía dolor, sino que muchísimo placer y morbo a la vez. La excitación que le provocaba sentir, en vivo y en directo, que le estaban desgarrando y rompiendo el culo como a la chica del video, no era comparable al de ver a su amiga metiéndose dedos. Pero aun sumando estos dos factores, nada se comparaba a estar a la merced de un chico dominante, al que a ella tanto le gustaba.
La trigueña, con más comodidad, comenzó a hacer movimientos de caderas más osados. Ella disfrutaba de forma plena sentir cómo los bordes de su culo se quedaban atrás y raspaban el terreno irregular de semejante verga.
—¡¿Qué me está sucediendo?! —preguntaba la trigueña a punto de enloquecer, mientras que con sus movimientos de cadera buscaba chocar sus nalgas contra el pubis de Rey.
—No importa —respondió Elena mirando el cuerpo tensado de Rey, para después continuar—. Disfruta lo rico que se siente que te la metan. Rey… ¿Te gusta el culito que te estás cogiendo? Di algo…
Tras sus palabras provocativas, Elena no recibió respuesta, puesto que el chico hacía lo posible para controlar los espasmos orgásmicos de su verga y separar la mente de su cuerpo en semejante situación tan morbosa. Después de todo, al aumentar el tamaño de su verga él también había aumentado el área con la cual podía experimentar placer.
Ante la risa libidinosa de Elena, Samantha también dibujó en su rostro una discreta sonrisa provocada por el comportamiento de Rey quien actuaba como si disfrutara al máximo la experiencia y podría morir ahí mismo sin remordimientos. Además, la pregunta estaba de más cuando ella podía escucharlo gruñir y exhalar como un toro sofocado, al cual se le explotaría el corazón de tanto estar corriendo.
Mientras Samantha se reía y meneaba como una serpiente, Rey podía sentir cómo el ano de esta le daba pequeños apretones en el tronco de su verga, la cual parecía tocar una especie de tope. Que en el interior de aquel hermoso y redondeado culo existiera un ‘límite’ a ser rebasado, hacía que todo fuera aún más intenso y morboso para Rey, más cuando alzo su mirada y vio cómo la chica del video siguió retrocediendo hasta hacer desaparecer la verga del sujeto en su recto.
—Si sigues, tal vez te hará daño —Rey anunció su preocupación, como quien necesitaba reponerse de haber hecho algo inhumano y que al mismo tiempo no creía tener la capacidad de volverlo a hacer, aunque su vida dependiera de ello.
Justo antes de que Elena interviniera, Samantha agregó: —No te preocupes… puedo seguir— mientras continuó retrocediendo su trasero.
—Acaso —dijo Elena, con tono inocente, sin quedarse callada—, ¿no te conté que le pude meter mi mano por el culo, hasta el codo?
A Rey se le partió el corazón al escuchar semejante comentario. Mas, la idea de si sería verdad o mentira le hacía titubear. Aunque su mente decía que dichas palabras eran poco probables, su sentido común le indicaba que podía ser posible. Tal vez, la rubia allí presente había puesto semejante video sabiendo algo que él ignoraba. Después de todo, el brazo de Elena era casi igual de grande que su verga.
—¡Elena! —reclamó Sam.
—¿Qué? —preguntó la rubia como quien le restaba importancia al asunto.
—Cuidado con lo que sigues diciendo, traidora —se quejó Samantha—, que ya te pasaste de lo que prometimos que íbamos a olvidar.
—No es para tanto… fue algo que me vino a la mente… — terminó Elena.
“Impresionante habilidad la de estas mujeres para disociarse del sexo y empezar a hablar como si nada. Esto que siento, es enojo y rabia…” se quejó Rey en sus pensamientos. “Eso que siento es bueno, sí. Me distrae de morbo y la excitación, hace que pueda durar más, me convierte en una máquina… Mmmm, tal vez esta sea una técnica sagrada tan solo es descubierta en una situación de debilidad en la cual necesito salir ganando.
¡Samantha! Te voy a dar razón para que cierres la boca… ¡Todo con mi verga castigadora!”
Antes de que la trigueña volviera a abrir su boca para reclamar, Rey, cuál si estuviera poseído, le agarró por las caderas e hizo que su cuerpo azotara al de Samantha. La verga del joven, con el brusco empujón, encontró el camino para poder seguir y llegar a entrar por completo. Él estaba un tanto enojado con el momento, intentando dejar el pasado atrás, pues de nada le servía preguntar como aquellas dos habían llegado a semejante situación, después
de todo la trigueña no estaba preparada para hablar al respecto.
Elena se levantó de donde estaba y estiró su mano hasta alcanzar el rostro de Samantha. Los sonidos guturales de la misma fueron silenciados casi de forma instantánea.
—La chica del video no está gritando, ni reclamando o quejándose tanto como lo estás haciendo tú —dijo Elena con voz autoritaria—. Acepta mi generoso coño en tu cara y no me obligues a castigarte de otra forma.
Sobreponiéndose como un campeón a la situación, Rey decidió seguir el video, era la parte en donde tenía que sacar su verga de dentro del recto de la trigueña y después volver a meterla con la violencia suficiente como para que sus huevos chocaran con los labios vaginales de quien le recibía. Y con total confidencia así lo hizo. Clavando violentamente su miembro viril en lo más profundo de aquel culo empinado, él se valió de sus manos para aferrarse a las dos nalgas enrojecidas, mismas que alardeaban de una perfecta combinación entre dureza y suavidad. Abriéndolas, amasándolas y trayéndolas hacia él, Rey le abrió el culo a la trigueña con tal de hacer más profundas las penetraciones con cada embestida.
“¡Qué bien! De esta manera, así como ella, yo también me estoy acostumbrando y ahora que estoy al control de mi enojo, me puedo mover sin miedo a venirme. Aunque no creo que sea por mucho, esto que siento es toda una gama de placeres diferentes, entre apretado, resbaladizo y caliente, sin importar cuantas veces deslice mi verga hasta adentro la sensación no cambia…” pensaba Rey. “Agradezco que me hicieran enojar con sus cuchicheos, de no ser así, no hubiera encontrado el camino correcto”.
Samantha guardó silencio, las palabras que dijo Elena le pusieron toda la piel de gallina. Elena dejó de cubrir la boca de su amiga para agarrarle por los pelos y hacer que le chupara una teta. El otro pezón que quedaba en el aire se miraba paradito y bien apetitoso, tanto que Rey deseaba tener el cuello tan largo como para ir a chuparle. Aunque Elena no era muy tetona, sus aureolas se encogieron tanto que casi se volvieron del tamaño de los ojos de ella y eso hizo que la carne alrededor se notará más voluptuosa.
Samantha continuó aguantando los azotes, movió sus caderas y hasta comenzó a subir la velocidad mientras se aferraba tanto como podía a la teta de su amiga que había decidió propinarle un castigo.
Rey desaceleró su agresividad, como si se hubiera dado cuenta de que estaba llegando al punto de no retorno. No obstante, la trigueña siguió tragando verga con su culo como si fuera una perra hambrienta que probaba un manjar después de pasar hambre por semanas. Él no iba a hablar, si había sido quien desde un principio provocó a la bestia. Con la intención de mantener el orgullo, Rey tensó todos los músculos de su cuerpo y aguanto la respiración como quien no quería moverse una vez más, después de todo, si le funcionó una vez quién decía que no se repetiría el caso.
“No… no podré… este es el final… morir en batalla una muerte con sabor a gloria…”, pensó Rey quien sentía la fatiga de todos los músculos de su cuerpo que habían sido tensados indiscriminadamente por igual.
Con este comportamiento por parte de Rey, Samantha entendió que estaba ganando y sus ansias de leche, mismas que ya se habían acumulado a niveles exponenciales, serían saciadas. El único problema era que si Rey se venía lo haría dentro de ella y no en su cara, como se había acordado desde un principio, pero todo podía ser y ya nada le desilusionaba. Aunque existía el riesgo de que la verga que le estaba penetrando saliera toda embarrada de algo que no fuera mantequilla, a Sam, cuando estaba lo suficientemente caliente, no le desagradaba jugar con “eso otro”. Pero sí le incomodaba la peste, el olor y el recuerdo una vez la excitación se iba y quedaba el sentimiento de culpa e insatisfacción.
Para evitar ponerse en una situación incómoda y sabiendo que mientras estuviera caliente era capaz de hacer cualquier cosa, Sam detuvo sus movimientos de caderas.
Rey logró sentir alivio por un momento, pero al mismo tiempo algo le preocupaba.
—¡Aaah! Perra, por qué te detienes, ¿quieres la leche en la cara? —dijo Elena como quien se daba cuenta de algo—. Permito que gires y le limpies la verga a Rey con tu lengua. Pero no pienso dejar que tu culo se sienta solo. Voy a meterte la mano y hacer que te sientas como la chica puta y sucia que eres.
Como si un implacable fuego se apagara por meras palabras en el interior de la trigueña, Samantha respiró con profundidad ante la proposición de Elena. Ya había sido suficiente humillación en frente del chico que le gustaba y quería dar un ejemplo. Como en la pantalla del televisor el video se había acabado, y las palabras ‘puta’ y ‘sucia’ nunca habían entrado en la escena, mucho menos que ella le chupara la verga a Rey y que alguien le metiera la mano, Sam entró en razón y con un sentido de orgullo en los ojos agregó;
—No, teníamos un trato.
“Oh no…”, pensaba Rey quien definitivamente no se iba a permitir venirse en una situación tan seria como esa. Mirándolo de forma objetiva, era como si su verga escupiera en alguien que ya estaba enojado.
Con una mano, Sam apartó a Elena y acto seguido también se sacó toda la verga de Rey. Poniéndose de pies, mientras que con sus dedos se presiona el culo con fuerza para evitar que la mantequilla líquida se le saliera, la trigueña se comportaba como si todo aquel momento no hubiera sucedido.
Rey no sabía qué decir para arreglar la situación. Ver a Samantha desnuda, cubriéndose las tetas con su mano izquierda y apretándose el trasero con la derecha, actuando de manera vulnerable y apenada, le llegó al corazón.
—Samantha, no lo tomes a mal —le dijo Elena, con sus ojitos abiertos que miraban de abajo a arriba y sabía que había dicho y hecho algo que no era correcto.
—No lo estoy tomando a mal. Esta situación ya está cruzando las reglas y puede llegar a complicar las cosas entre nosotros en un futuro.
—¿Cuáles cosas? —preguntó Elena.
“Elena, ¿qué no ves que con razonamientos como ese nunca podrás convencer a Samantha?”, se dijo Rey quien se daba cuenta de que los cuchicheos de las chicas se hacían frustrantes, iban de atrás para adelante y nunca llegaban a nada. “Calma, calma, no se puede tener todo de una… se ha considerado y escucha”.
—Imperios más grandes cayeron por la depravación sexual de sus integrantes. No es que sea una chica tradicional ni conservadora, es que yo soy la líder y representante de este reino. Si termino haciendo semejante cosa por solo calentura, ¿cómo podría yo atreverme a pedirles que me respeten en un futuro? —pegando la vuelta, Sam se dirigió al pasillo, ya que pretendía regresar a su habitación—. Sigan si quieren con este juego, solo bajen el volumen del televisor…
—Te pido disculpas Samantha. No te marches… —dijo Elena como quien no quería dejar que el momento se rompiera en pedazos.
—Tengo que hacerlo —dijo Sam en el pasillo, como si una parte de ella quisiera regresar—. Ahora no estoy pensando bien.
—Creo que seguir forzando las cosas no terminara bien… — repuso Rey quien se levantó del suelo con su verga a media asta y se propone recoger la sala—. Tal vez no sea una mala decisión dejarla que despeje la mente por un rato…
—No. Pésima idea. Es como querer darle la espalda a un problema —reclamó Elena tan enojada como podía estar alguien que no había llegado a alcanzar un orgasmo a pesar de todo el calor que había cogido.
Samantha guardó silencio ante los reclamos de la rubia, pego la vuelta y continuó camino a su habitación.
Rey fue a la cocina, se lavó el rabo y se lo secó con la misma toalla que utilizó para limpiar el suelo y el sofá en las áreas humedecidas por sudor u otros fluidos corporales. Acto seguido se vistió y por último apagó el televisor, todo esto mientras cargaba con el peso de la mirada de Elena sobre sus hombros. La rubia le miraba como quien necesitaba una mínima razón para explotar.
Una vez todo estuvo limpio y organizado, Rey se sentó en una de las sillas que daban a la cocina. Sirviendo un vaso de agua, él se llevó cuatro pastillas para el dolor y trago con el líquido. Elena, confrontativa, como se sentía, aún desnuda, se acercó a Rey para quedarse mirándole de manera incómoda.
—Yo quiero venirme como dios manda —dijo en voz baja al oído del chico, cual si fuera una serpiente que tentaba a comer de la fruta prohibida.
—Yo también —respondió Rey con un suspiro.
—¿Por qué eres tan cobarde entonces? —la pregunta por parte de Elena se sintió más como una queja.
—¿Yo? ¡¿Cobarde?! —preguntó sorprendido el chico mientras decidió hacer contacto visual.