erótica
Reina Del Cielo
Chapter 29
La gran ciudad
Desde que terminó sentenciado a privación de libertad por asesinato premeditado, se dejó de escucha el sonido de una familia feliz en las mañanas. No se hablaba más que lo necesario. No se horneaba pan, no se desayunaba tocino, huevo y otro líquido frío, pues la leche no era un privilegio para la familia de un asesino. La costumbre de hornear pan en el desayuno, se desvaneció como agua entre las manos, para honrar al miembro ausente de la familia, cuyo asiento siempre permaneció vacío.
«¡Por tu culpa la vida apacible que teníamos como familia se vio perdida!» quiso gritar Rebeka, quien encontraba motivos para hacerle ver a su padre que todo había sido su culpa, pero eso era no dejar el pasado atrás. «Calma», se dijo, y mientras miraba fijamente a la sala en donde se encontraba su padre, levantó su pecho como si se sentía orgullosa.
—No fue gracias a ti, que esta casa se pudo seguir sosteniendo, cuando te marchaste.
Jharol se mordió amargamente la lengua, pues sentía como si estuviera ofreciendo rosas y recibiera puñaladas hirientes de alguien a quien estimaba mucho, pero su hija tenía razón. La casa estaba aún en pie por los esfuerzos y el sacrificio de Soe. Para una mujer de familia, que dejó su carrera universitaria y futuro laboral, con tal de cuidar de la casa, de su marido y de su hija ¿Qué sucedería si toda la seguridad, tranquilidad y bienestar que aporta un marido cuyo salario era generoso, se marchaba de la noche a la mañana?
—Infierno. Trabajar en eso que puedas encontrar y sobrevivir por tu hija —susurro Jharol, quien sacudió la cabeza de un lado a otro, con tal de no perderse en esos pensamientos y no recordar cómo su mujer tenía que vender su cuerpo a extraños que prometían garantizar seguridad y bienestar a su hija y a ella, con tal de no sentirse culpable por no haber sido capaz de mantener la dignidad de su apellido.
En ese momento, Omar bajó las escaleras, moviendo su cuerpo con mucha soltura.
—Qué bien huele ¿Comemos los tres juntos?
Ante la pregunta casual de su novio, Rebeka agregó:
—¿¡Después de lo que te hizo!?
—No fue nada, mira, ya estoy bien. Como nuevo. Creo que es momento de hacerme un nuevo corte de cabello. Estaba mirándome al espejo y este parche blanco combina conmigo.
—¡¿Como nuevo?! Limpié casi un cubo de sangre del suelo.
—A decir verdad, no lo culpo —dijo Omar, mirando en dirección a Jharol. — Después de todo, mi padre fue el responsable. Tu papá solo se mantuvo fiel a sus principios.
—¿Acaso sabes algo? —preguntó Jharol, como si tuviera un rayo de esperanza en sus ojos. Después de todo, si el mismísimo hijo testificaba en contra de su padre y salía a la luz la verdad por la cual el anterior presidente de la nación había sido asesinado, sería expiado de sus cargos.
—Él fue desheredado de su apellido, aunque diga algo, nadie le creería —dijo Rebeka con tono pesimista. — La vida es miserable, la pongan como la pongan… tenemos que vivir con lo que nos toca.
—Pero, podemos hacer algo con tal de detener más injusticias —mencionó Jharol, mirando a Omar.
—Los experimentos no se detendrán, dime… ¿Acaso le hemos perdonado la vida a los animales que gritan de dolor? —argumentó Omar, como si usara las palabras de su padre.
—¡No son animales! —aseveró Jharol.
—Tampoco es que sean humanos —respondió Omar.
Ante la respuesta, Jharol miro al joven y se quedó sin palabras. Para él, no era muy probable que alguien más conociera tanto detalle sobre los experimentos secretos que realizaba el gobierno.
—Los ejecutivos te odian, así como también odiaban al anterior presidente. Todo ha sido un plan puesto en marcha por los movimientos de los engranajes de una gran maquinaria, con el propósito de alcanzar la inmortalidad. A estas alturas, que recibiste un beneficio de libertad condicional por la muerte de Soe, no debías tener casa para regresar y tendrías que ser encarcelado por el resto de tu condena. Esa es la razón por la cual no voy a ir al hospital. Es todo lo que puedo hacer para ir en contra de los planes de este gobierno.
—¿Inmortalidad? ¿Engranajes? ¿De qué hablas Omar? —preguntó Rebeka confundida, al punto de creer que su chico tenía daños irremediables en su cabeza.
—¿Por qué haces semejante cosa por alguien que no conoces? —preguntó Jharol.
—A ti tal vez no te conozca, pero sí conozco a mi padre y lo odio. Conozco a Rebeka y encontré el amor y también me conozco a mí mismo.
Jharol guardó silencio, a pesar de todo, no creía que el chico al cual había agredido, tuviera motivos tan profundos para actuar.
Evidentemente los dos no querían hablar mucho del tema con ella, como si saber fuera peligroso de cierta manera. Rebeka, respiró profundo y decidió servir la mesa y al final agregó un tercer plato de comida y miró a su padre.
Ella no quería saber del tema, muchas veces Omar había intentado contarle lo sucedido, pero el problema, hasta el momento, no era ser culpable, sino las consecuencias.
Durante la cena que incluía carne, arroz y alguna verdura picada, Omar y Jharol levantaron sus cabezas una que otra vez, sentados al lateral de la mesa en direcciones opuestas. Pero antes de decir algo, siguieron comiendo. No era que Omar comiera, más bien se llevaba la comida de un lado a otro de la boca y le causaba trabajo tragar, pero lo intentaba.
Rebeka entendía que, en la mesa, cuando comían juntos, se necesitaba hablar, pero, al mismo tiempo, como no existía la suficiente confianza entre los presentes, se hacía difícil la situación. Ella fue la primera en terminar, no por haber sido quien más rápido comía, sino porque no se había servido mucho en el plato. Luego de colocar sus cubiertos a un lado, levantó la cabeza y dijo:
—La sección de cámara está por comenzar. Pero con Jharol aquí en la casa, que grite o haga las cosas que por costumbre hago, se volverá un inconveniente.
A Jharol le dolía que su hija lo llamara por su nombre. Mientras comía con la boca cerrada, aceptó amargamente lo que sucedía y en verdad, ni él sabía si sería capaz de soportar escuchar a su hija gritando o siendo golpeada por Omar, de alguna manera.
—Puedes mandar un mensaje a tus seguidores y cancelar la sesión —agregó Omar como solución, encontrando la oportunidad perfecta para no seguir comiendo.
—Tienes razón —respondió Rebeka. — Pero planificamos que hoy sería la última sesión, la que garantizará el dinero restante para invertir en nuestro negocio y poder ganarnos nuestras vidas de regreso.
—A decir verdad, que el último día de nuestro retiro fuera el mismo en el que tu padre saldría de la cárcel…
Ante las palabras sugerentes de Omar, Jharol abrió los ojos y respiró con profundidad. No era que quisiera ser paranoico ante el tema, pero sí resultaba ser mucho, como para que fuera coincidencia.
—No creo que alguien, por muy influyente que sea, pueda manipular la vida de las personas como Omar cree que pueda, aunque sea el presidente. —Rebeka dio su opinión al respecto mientras apartó los platos de la mesa y se dispuso a abrir su laptop. — Una persona como esa debe de tener su mente ocupada en otros asuntos, tales como apuñalar a otras personas por la espalda. Creo más bien que todo es una coincidencia y que tenemos en las manos, las herramientas necesarias para salir de esta situación.
En el sitio, donde estaba la cuenta regresiva para que empezara el tiempo de cámara, Rebeka procedió a abrir las opciones de cancelación. Tan pronto terminó de escribir un mensaje de disculpa, presiono el botón de postear.
A punto de cerrar la laptop, el sonido de una notificación se hizo escuchar. «Ups, alguien respondió».
La curiosidad despertó el interés de Rebeka, quien con su mirada pudo identificar que era la misma aplicación la que le escribía un mensaje de respuesta.
—Una pena escuchar sobre tu cancelación. Debido a que la “falta de equipo” fue marcado como razón de cancelación, se le debe comunicar, por medio de la presente, que, dado que esta cuenta está en el top 10, por un cuarto de la mitad de las ganancias, clasificas para una habitación VIP con todos los recursos necesarios para formación en el hotel “Continental”, el mismo sitio donde las otras modelos viven y trabajan, ubicado en el centro de la ciudad.
Convenientemente, la solución perfecta a los problemas de Rebeka estaba ante sus ojos. Necesariamente, no tenía que suspender la sesión de cámara si podía hacer todo lo que quisiera en otro sitio. El dueño del website tendría ganancias si mantenía a sus modelos y no parecía que fuese una trampa preparada para hacerle daño.
Después de pensarlo unas cuantas veces, Rebeka volteó su computadora con tal de enseñarle el mensaje a Omar.
Curioso por el comportamiento de su novia, el chico bajó la mirada y se dispuso a leer en voz baja el mensaje de la pantalla.
—No me gusta en absoluto. — mencionó Omar.
Para él, las cosas fuera de la casa, del área de comodidad, bajo el control de otras personas, no eran de fiar.
—¿Qué es? —preguntó Jharol.
Rebeka le gruñó a su padre como quien no quería que un extraño se metiera en sus asuntos, ya que seguro daría una respuesta negativa.
—El cielo es el sitio web que más paga porque no ofrece los beneficios de un cuarto privado. También puede ser visto por todos en la ciudad, pueden usarlo para seguirte los pasos —dijo Omar, solidificando aún más los motivos por los cuales mostraba sus sospechas.
Siguiendo los pasos de las personas del gobierno que lo quieren controlar todo y situaciones que no son coincidencias, Rebeka estaba más que familiarizada con las paranoias de su novio y tenía buenos argumentos para desacreditarlas.
—Las otras chicas top diez del sitio, tienen un cuarto muy parecido y pueden juntarse por oferta y demanda. Eso significa que trabajan en el mismo lugar, que perfectamente, puede ser este edificio.
—No creo que Omar esté equivocado —dijo Jharol, luego de entender superficialmente lo que sucedía—. Tanto él como tú tienen que descansar y cuidarse las espaldas.
Si con un paranoico era suficiente, imagina dos. Rebeka no podía vivir de esa manera, no soportaba una vida con miedo porque, en pocas palabras, no era vivir.
—No te metas, ¿no ves que estoy en esta situación por tu culpa? —dijo Rebeka entre dientes.
Jharol entendió que comer en la mesa no le hacía ver como más que un perro a los ojos de su hija, que se negaba a perdonarle. El padre decidió respirar profundo y controlar la impotencia que sentía. Si todo fuera tan fácil como lo era en el pasado, si con tan solo decir que no o amenazar con castigar pudiera resolver las cosas, pero no vivía en el pasado. Ahora debía ser un padre comprensivo, aunque esa hazaña se volvía más difícil, con cada insulto por parte de su hija.
Omar pudo ver en los ojos de su novia que ya todo estaba decidido. Él conocía la mente de su amada y entendía que era lo suficientemente inteligente como para argumentar razones por las cuales hacer algo antes de rendirse en tiempos difíciles y ningún argumento poco fundamentado la detendría o haría cambiar de idea.
También entendía que estaba ahí, no para pensar, sino para aceptar, querer y apoyar las decisiones de alguien en quien siempre había confiado y sabía lo que hacía. Quería cuidar y trabajar por obtener todo lo que ella deseara, después de todo, así eran los caballeros blancos de las películas, quienes aplicaban la clave para mantener una relación por tanto tiempo. Decir que sí a todos los caprichos que tu chica pueda tener, trabajar para lograrlo y pedir disculpas, aunque no sea necesario.
Tan pronto discutió con su padre, Rebeka regresó su mirada a donde estaba sentado el joven de cabellos negros, quien, con mirada comprensiva, asintió a la propuesta.
Contenta como pudiera estar alguien que había recibido un regalo, Rebeka saltó en donde estaba sentada y tras extender sus manos regresó la laptop hacia el frente de la mesa. No le llevó más de un segundo aceptar los beneficios que le ofrecían.
—¡Qué servicios VIP! —exclamó Rebeka asombrada— tengo un taxi privado.
—No… —dijo Omar, golpeando la mesa con suavidad. — No será necesario. Puedes ir por ti misma en un taxi de la compañía que quieras. Así me sentiré más seguro.
Rebeka se quedó pensativa, después de todo, la dirección del hotel estaba escrita en la pantalla y según recordaba, ese lugar quedaba en medio de la ciudad, siendo imposible que incluso el transporte público llegará. Pero ir en bus o en tren le tomaría mucho tiempo, en comparación con pedir un taxi, que tal vez en cinco minutos, estaría justo en la entrada de su casa.
Ante la mirada de Jharol, quien tenía las manos en la cabeza, era muy tarde, ya pasadas casi las siete de la noche. Estaban apagadas una buena parte de las luces de la calle, para que una chica de su edad estuviera deambulando. Era conveniente la idea del taxi privado, pero como no se podía comprobar del todo, la idea de que el padre de Omar estuviera al control de muchas cosas, ir en transporte personal lo hacía una opción más segura a considerar, así dejaba de lado, que si alguien controlaba un taxi también podía controlarlo todos los medios de transporte. Como padre y bajo las condiciones en las que había salido de la cárcel, no podía hacer más que esperar despierto toda la noche hasta que su niña preciada llegara, ahí, frente a la puerta de la casa, rezando para que ella regresara sana y salva.
Rebeka tomó su celular y tras abrir la aplicación de taxi que había instalado por primera vez, hizo la oferta para ser transportada, luego de poner las dos direcciones.
—En tres minutos estará aquí… —dijo Rebeka sorprendida.
Como quien no tenía mucho tiempo para tomar la opinión de alguien a quien le había perdido todo respeto y consideración, Rebeka se retiró de la mesa. Llevó su plato y el de su novio al fregadero, se volteó y subió corriendo en dirección a su cuarto, para preparar la ropa y las cosas que podría necesitar en su sesión de cámara.
Omar puso sus codos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante, como si mirara los curiosos patrones que formaban el material.
—¿Acaso vas a dejar que mi hija salga sola a estas horas de la noche? —le preguntó el padre, con tono de preocupación.
Omar levantó la cabeza, guardó silencio y observó a los ojos a Jharol. La mirada de un hombre preocupado podía llegar más profundo que sus palabras. Sin atreverse a decir nada, el chico respiró profundo y mostró que tampoco estaba de acuerdo con lo que sucedía.
—Bueno, Omar —Jharol bajó la voz y se inclinó hacia adelante como si quería hablar algo en secreto—. Escúchame ¿Qué piensas de mi hija?
Omar se sorprendió ante la pregunta. — ¿A qué te refieres?
—A pesar de todos sus problemas ¿Te imaginas haciendo una familia con ella?
Luego de tragar en seco, Omar sabía que cada vez que hablaba podía meter la pata. Pero la sinceridad en un momento como ese era requerida y aunque ocasionará incomodidad, las palabras que provienen del corazón, no tienen por qué ser reprimidas.
—Sí. La amo con todo mi corazón.
Jharol se inclinó hacia atrás, no tenía muchas opciones, pero tampoco podía actuar de forma irracional. Dejando de lado que Omar fuese hijo del sujeto que más odiaba, que tuviera la apariencia de delincuente que tenía y que no estuviera muy en el presente, no era un mal chico.
—Escúchame, los días más felices de Soe y míos, fueron cuando vimos a esa niña venir a este mundo. Cuando aprendió a hablar y en cada momento que sonreía o preguntaba algo curioso. Desafortunadamente, la burbuja feliz de esta familia se rompió antes que mi pequeña pudiera tener la edad suficiente para valerse por sí misma. En todos estos años, vivió teniendo a su madre como lo único que le quedaba. Una madre que, aunque quería darlo todo, no tenía nada que dar, que se marchó hace poco y un padre que nunca estuvo. Ahora me doy cuenta de que, para ella, tú eres lo único que le queda, la razón por la cual quizás sigue viviendo. Mañana, es posible que ocurra lo peor y termine de vuelta en la cárcel. Por eso creo que esta es la oportunidad perfecta para darte mi bendición. Omar, si estás de acuerdo, ¿cuidarías de mi pequeña en mi ausencia?
—Será un placer de mi parte.
Omar ni siquiera tuvo que pensar para responder, lo que alegró a su suegro.
—No es que quiera pedirte lo imposible —continuó Jharol—. Si ella no quiere que la cuides, no es que puedas hacer mucho. Mira mi caso, pero si ella vive y necesita de ti, por favor, cuídala.
Comprometido a ser sólido, transparente y honesto como única oportunidad de encontrar redención ante las promesas que había hecho y fallado en frente de Soe, Omar recuperó el brillo de la juventud que había perdido.
Los tres minutos pasaron volando.
Rebeka bajo las escaleras, el silencio que había sentido en la sala era de extrañar, pero sin hacerle caso, escuchó el sonido de la bocina de un carro.
Omar se puso de pie, lo que hizo a Rebeka detenerse en seco y decir:
—De eso nada, tú te quedas en la casa. Tienes que reposar.
Luego de colocar la silla en el lugar al que pertenecía, el joven avanzó, con una sonrisa de medio lado.
—Quería acompañarte a la puerta, cariño —dijo Omar, como si entendía la situación y no opondría resistencia a lo que era inevitable.
Contenta por la actitud de su novio, Rebeka ni siquiera miró a su padre y se marchó por la puerta, para montarse en el taxi que había llamado.
—Por si acaso y para que te quedes más tranquilo, pienso dejar la localización de mi teléfono encendida. No te preocupes por mí, tengo un buen presentimiento con respecto a esto.
Omar fue hasta la calle y tocó la ventanilla del lado opuesto del taxista, lo que hizo que bajara el vidrio.
Un sujeto mayor que usaba espejuelos y tenía la apariencia de intentar verse lo más profesional que podía, le prestó atención a quien le llamaba:
—¿Necesitas ayuda con equipaje? ¿Qué abra la cajuela? —preguntó el taxista, de forma servicial.
Después de entender que el sujeto daba aires de confianza, Omar respondió.
—No, ella es todo lo que tengo. La entrego en tus manos.
Tras montarse en la puerta trasera del vehículo, Rebeka trató que su novio no se pusiera sentimental ni le causará más problemas al taxista. Confirmó la dirección del lugar al que se dirigía y luego de dejar la ventana abierta, pasó a despedirse de Omar con su mano, quien le devolvió el gesto, hasta perderla de vista.
Luego de alejarse del barrio en el que se crio y creció, sentada en el asiento trasero y esforzándose para no mirar atrás, Rebeka regresó al momento presente, cuando escuchó:
—Tienes personas que se preocupan mucho por ti, señorita —dijo el taxista.
—Yuno —dijo ella. Ya no podía ser quien era, sino que tenía que interpretar su papel. Detrás de una máscara todo se volvía más fácil, menos pesado y mejor.
—Yuno, el hotel Continental está en una buena área, no tiene nada de qué preocuparse. Disfrute del viaje y si quiere hacer una parada en algún otro lugar, me lo hace saber.
Una vez en el centro de la ciudad, en lo que fue un viaje silencioso, las luces entraban por la ventana del taxi y literalmente apartaban a las sombras de diferentes colores. Rebeka trataba de calmar sus nervios, sabía que estaba cerca de llegar a su destino, pero también que no pertenecía a la ciudad.
Las mujeres en la calle tenían vestidos elegantes, usaban tacones y bolsos costosos. En cambio, ella llevaba una mochila de mezclilla, estaba vestida con una blusa de mangas largas, pantalones y zapatos a juego. Quien la viera no diría que se dedicaba a vender su cuerpo por cámara, pero los accesorios y prendas eróticas iban dentro de la bolsa que cuidaba con mucho recelo. Después de todo, no quería llamar la atención de nadie en su camino de ida, ni en el camino de vuelta. Pero, si era Yuno ¿por qué no vestirse y actuar acorde?
«Este señor ha tenido que ver muchos casos particulares en su trabajo, a otras mujeres que se comportan de forma osada. Mmm ¿Y si me cambio y me pongo mi uniforme de trabajo? Claro, tendría que quitarme “todo” lo que tengo puesto y aunque es un hombre mayor, por muy profesional que sea, sospecho que no podría controlarse… Es de noche y estamos en movimiento, supongo que nadie podría verme desde fuera, al menos no por mucho tiempo…», pensó Rebeka nerviosa, tratando de controlar su respiración.
«En caso que quiera tocarme ¿Le dejó? Después de todo, estoy pagando por el viaje con dinero, pero para algo más que el viaje, debería pagarle con mi cuerpo… Mmm, aunque vio a Omar saliendo de la casa conmigo, sin suéter, con la cabeza vendada y habló con él antes que me montara en el carro, no creo que eso ayudara mucho. Él puede desconfiar, tener miedo a que lo reporte, perder su trabajo y la vida honrada que tiene. Pero… si me fuera a tocar o hacer algo, no estaría de más que le filmara y le dijera: “puedes hacerme lo que quieras, siempre y cuando mi novio pueda verlo después”. No, eso sería sospechoso e injusto para él. Ay ¿A quién quiero engañar? No puedo ser lo que soy y no aparentarlo, es lo mismo que aparentar quien no soy. No obstante, siento como si estas luces me hablaran, expusieran mi verdadero ser y alumbraran las sombras en mi interior cobarde y dubitativo. No pertenezco a este lugar, pero la ciudad me llama… llama a Yuno». En medio de sus pensamientos, Rebeka notó que el carro se detuvo en la entrada de uno de los hoteles más lujosos del centro.
Luego de limpiarse el sudor de las manos sobre los pantalones que llevaba puestos, se dio cuenta que no había tenido el valor suficiente para tomar el riesgo de cambiarse en un auto con un extraño. Sin más remedio que agarrar su mochila y bajarse del carro, agradeció al conductor y se disculpó, por si le había ocasionado algún inconveniente.