Stagnation

Chapter 4
Determinación


  «Un “DeBastador”, “B” por hijo “bastardo”, el resto de la palabra se refiere a “devastador”.  Una aberración carente de razón, deforme física o mentalmente que, a la larga, ni siquiera puede ser controlada por la familia que lo crio y educó». 

Lía pensaba en su interior. «Mucho menos es alguien que yo pueda controlar, al menos no con este cuerpo enfermo que tengo. ¿Quién se iba a imaginar que el descendiente de un vampiro y un licántropo con linajes puros caería del cielo como una estrella y terminaría frente de mí? Me arrepiento de no seguir las noticias, ni estar al tanto de los eventos que atormentan a la humanidad. Claro que en las noticias vi que cazaban a tu familia y que los humanos habían llegado al infierno, pero no es suficiente…».

 «Dejando eso de lado», continuó pensando, «aunque utilice mis habilidades de vampira para hacerte mi esclavo, no estarás atado a ese lazo, puesto que también tienes sangre de vampiro en tus venas. Mi cuerpo, mis habilidades, mis conocimientos, de nada servirán para poder, al menos, hacer un acuerdo con él. Tan solo puedo confiar y esperar lo mejor. Ahora que lo pienso, cuando lo cargaba entre mis brazos, él no se veía tan peligroso, vicioso o violento como la gente lo describe. Además, no todos los híbridos son criaturas semejantes».

—Yo… confío en ti… —dijo Lía mirando a los ojos que tanto comenzaba a temer, tan pronto como pudo tragarse el nudo que se le había hecho en la garganta y aclarar sus ideas.  

  Después de haber hablado en voz alta, Lía se dio cuenta de que no había sonado muy convincente. Que existían mejores cosas que decir y que, tal vez, esas podían ser las últimas palabras que podría decir. Se sintió como la mayor estúpida de todo el infierno amarillo brilloso en el que vivía. 

  Algo recorrió el interior de Rey. Para él, eso se sintió electrizante, al mismo tiempo que relajante. Le invadía la confianza y los motivos para creer en alguien que, de cierta forma, creía en él. Esas cuatro palabras, nadie se las había dicho en el pasado. El rostro de ella mostraba temor, pero no mentía, mientras que las caras de su maestro, padres y amigos, mentían, pero nunca temían. Las palabras que salieron de los delicados labios fueron sinceras, abarrotadas por vulnerabilidad, aunque estuvieran asustadas. Por otro lado, la manera en la que la doctora ofrecía su cuerpo le recordaba vagamente a Silvia, antes que ésta le ofreciera la llave del conocimiento. 

  Con intimidantes pasos, Rey rodeó el cuerpo de la fémina. Tan pronto se rompió el contacto visual entre ellos dos, a pesar de ser un poco más grande que la mitad del tamaño de ella, Rey hizo que su cuerpo creciera hasta colocarse a la misma altura e intercambiar alientos sin tener que transformarse por completo en bestia. Dos palmos más grandes que la doctora y tras terminar de darle la vuelta, Rey volvió a posar su mano semi transformada sobre el delicado rostro de piel pálida. 

  Lía se vio obligada a subir su mirada y entablar contacto visual con una versión mucho más intimidante de su paciente. El pánico se hacía presente en su cuerpo y le gritaba que corriera con todas sus fuerzas, pero ese comportamiento no era lógico para alguien que se auto-laceraba y había querido morir la mayor parte del tiempo. Mucho menos para ella, que tanto le gustaban las situaciones peligrosas.

  Largos segundos pasó Lía mirando al chico que le doblegaba la voluntad con su mirada.  Los ojos de Rey le parecieron como interminables laberintos en los que se perdía y reencontraba de vez en cuando. Un laberinto en el cual las paredes dejaron de existir y la oscuridad lo engulló todo, quedando tan solo el brillo blanco de dos ojos afilados. 

  El tiempo se detuvo en todo el sentido de la palabra. El tic, tac del reloj pareció cobrar vida y volverse tan complejo como caprichoso.  El corazón de Lía se volvió una tercera persona, haciendo notar su desesperada existencia en la desolada habitación compuesta por dos. El sistema interno de ella estaba hecho un caos, tanto que sus piernas casi no le respondían y su respiración se encontraba al borde del descontrol.

  Con la elevación de la frecuencia cardíaca que estaba experimentando, ella notó que ciertas áreas de su cuerpo dejaban de ser pálidas, sus orejas, su cara, su pecho al descubierto y el área pélvica dentro de la intimidad, se sonrojaban. Comenzaba a hacer mucho calor, tanto, que su cuerpo sudaba frío, sudoraciones que le rociaron las palmas de sus manos, así como una mayor lubricación de saliva en la garganta. 

  «¡Ohhh! Él aún no ha dicho nada, seguro porque trata de mantener sus instintos al margen para no matarme», pensaba Lía. «Es entendible, para él, yo soy una amenaza. Me está estudiando con su mirada, sintiendo con su olfato, intimidando con su presencia. Quiere hacerme saber que es más fuerte que yo y sería mucho más sensato que retirara mis palabras si no fuera capaz de cumplirlas…»

  Como si toda la piel hinchada y humedecida no fuera suficiente, temblores y sacudidas reclamaban la posición de las redondeadas piernas de la chica, que luchaba con todas las fuerzas de su ser por mantenerse de pie.

  «Si en verdad confío en él, no tendría por qué salir corriendo» se dijo ella, para entrar en un estado pesimista. «Pero el miedo que estoy sintiendo no es bueno. Miedo que se traduce en inseguridad por la decisión que me atreví a tomar».

  Pánico, miedo, pavor, espanto, nunca experimentados, le trajo una paradójica sensación de excitación, lujuria y morbo a la vez. 

 «Él sigue mirándome sin decir nada», continuó ella en su mente. «No sabía que al estar a punto de morir podría hacerme sentir tan excitada. Siento fuego entre mis piernas, calor en mi abertura y algo duro que me golpea la barriga. El éxtasis tampoco me ayuda, la disponibilidad sexual podría interpretarse como interés; también es otra manera de engañar. Mi falta de capacidad para controlar las reacciones de mi cuerpo son el mayor enemigo con el que he podido lidiar en esta vida y en este momento tan crucial para mí para seguir viviendo». 

   A pesar de tener sus manos extendidas, el cuerpo femenino, minuciosamente observado, intentaba agarrar las largas mangas de la bata blanca que vestía, con la intención de cubrirse tan solo un poco más. 

  Durante el tiempo transcurrido, Rey notó cada pequeño temblor por parte de Lía, las diminutas gotas de sudor que le salían entre los poros de la frente blanca que se juntaban antes de deslizarse, cómo la sangre se aglomeraba bajo su piel y su propio reflejo atemorizante en el interior de aquellos ojos que le miraban fijamente. 

  Rey decidió ser precavido, con algo de decepción en su rostro, se volteó y se alejó un poco del espacio personal de la chica de cabellos recogidos. Recordaba las palabras que su padre alguna vez le dijo, “No temas perder cuando actúes por bien y haz buenas acciones confiando en el resultado sin dejar que las dudas te frenen”.

  —No es que esté tratando de no matarte… para mostrarte que soy diferente, acaso ¿existe algo que quieras, algo que necesites a cambio de toda la tranquilidad que te pienso quitar? 

   El joven dejó a la vampira atónita con las palabras que dijo y luego retrocedió. 

  —No… no por ahora —respondió ella

   Rey, sin dar tiempo a que ella expresara sus dudas, agregó: 

  —¿Por qué dijiste que confías en mí?

   Tan pronto como pudo retomar el control de su respiración y llevarse las manos al pecho para ayudar a que su corazón se detuviese, Lía respondió a la negociación que estaban entablando. 

—Digamos que es algo en mi interior. No sabría cómo explicártelo… —Ella, por pura corazonada, detuvo sus palabras calculadas, pues se dio cuenta de que el joven podía descubrir que no eran ciertas. Rápidamente, tras limpiar su garganta, se rectificó a sí misma—. No sabría cómo explicártelo para que lo entiendas sin que cambies la manera en cómo me ves. Por cierto, ¿cómo sabes lo que pienso? Es un tanto curioso, mi padre también podía saber lo que las personas pensaban y nunca me lo dijo.

  Lía hizo un movimiento inteligente, una pregunta para que el joven se abriera y ella pudiera escapar de lo tensa que se había vuelto la situación. 

   —No es que pueda saber lo que piensas —respondió Rey con naturalidad—, pero tu mirada habla con mucha claridad, tu cuerpo también manda señales que puedo interpretar con más facilidad. A diferencia de las palabras, los gestos suelen ser mucho más sinceros y se apegan más a la manera en la que alguien está pensando. 

   —Fascinante… —dijo ella—. ¿Qué te hizo ser de esa manera? ¿Qué te hizo ser tan atento y desconfiado?

  —La carga que llevo sobre mis hombros. Siempre estoy rodeado de personas que me observan. Cuando aún no era capaz de comunicarme mediante palabras, no me di cuenta de la importancia que tenían las miradas y cometí errores por mi ignorancia. De ahí en adelante aprendí a interpretar expresiones, pero no significa que las entienda del todo. Por cierto, ¿acaso lo que significa el aroma de tu piel es deseo sexual? De cierta manera me tienta a no actuar racional. Podría tener la intención de devorarte, pero al mismo tiempo no es que sienta hambre. Puede sonar raro, pero al pararme frente a ti y aumentar mi tamaño, estaba viendo si me besabas.

   Rey detuvo sus palabras, apreciando lo nerviosa que se ponía Lía ante la situación tan comprometedora en la que había quedado. La doctora pudo bajar la mirada y por ende darse cuenta de qué era lo que le había presionado en la barriga. 

  —¡¡Claro que si te habría besado!!— respondió tras subir sus ojos exaltados, reconociendo que había perdido varias oportunidades de usar los atributos de los que, por unos segundos, había perdido la confianza. Después de todo, ella no recordaba desde hacía cuánto tiempo había sido su última vez con un hombre. —Pero no va a funcionar. 

   —¿Uy? —Rey siguió estudiando el comportamiento de la doctora, tanto que se le acercó para olerle los cabellos—. ¿Por qué piensas que no va a funcionar? Dime la razón, pero si no es buena, no pienso detenerme. 

 —No es que no tenga una buena razón —respondió, recuperando la confianza que tenía en sí misma y moviendo ligeramente sus caderas—. Es horario de trabajo y este tampoco es el lugar más apropiado para que no te contengas de hacer lo que quieres hacerme. En esta sociedad existen reglas y cosas que solo se pueden hacer a su debido tiempo y bajo ciertas circunstancias para que sean apropiadas.

 —¿Mmm? —Rey puso la mirada de alguien confundido.

 —Si aprendes de las costumbres de esta sociedad —continuó ella, nerviosa pero también hablando sensualmente—, podrás entender lo que estoy diciendo y sabrás cuándo es el momento correcto para poder tocar o dejarte tocar. 

  —Me interesan tus conocimientos, tu cuerpo y tus habilidades, ¿existe algo que quieras a cambio de mí?  

 —En verdad, tu situación te hace ver adorable —respondió Lía al tocar seductoramente el pecho de su paciente—. Tan adorable que me haces querer enseñarte o corromperte y sí, quiero algo a cambio.

  —Creí que eras del tipo de mujeres que se entregan y lo dejan todo, por alguien más fuerte —dijo Rey, sintiendo cómo la mano de Lía le bajaba por el abdomen, viendo en aquellos ojos la disposición que tenía para satisfacer sus demandas.

  —No estás del todo incorrecto… —aceptó Lía—. También debo confesar que tu presencia se siente como la de esos machos que quieren resolver todos los problemas que preocupan a quienes le rodean y se niegan a aprender o escuchar.

  Rey le dio una sonrisa a Lía. Los dos de cierta manera se entendían el uno al otro. Más ahora, que ella le tocaba directamente el miembro. 

  —Si quieres que mi propósito sea enseñarte y guiarte, mientras de a poco revelo ante ti todos mis secretos, incluso mis deseos más ocultos, te pido que me escuches y me obedezcas absolutamente en todo de ahora en adelante. Tampoco debes pensar en otras hembras que no sea yo.  A cambio, como miembro del templo de las artes amatorias, te daré el mayor placer que podrás nunca sentir.

  Rey guardó silencio, estaba considerando la proposición mientras sentía cómo Lía le agarraba y masajeaba su miembro en erección. 

  —Mmm —corroboró Rey, haciendo las expresiones de alguien que entendía la situación.

  —Mientras más me obedezcas, mayor será el placer que vas a sentir. 

  —Con tan solo tocarme ya se siente como si algo fuera a salir —dijo Rey en voz alta, cosa que despertó una sonrisa en la fémina que le seducía.

  Dispuesta a emplear los movimientos que han sido capaces de dejar a cualquier hombre o mujer indefensos y sin aliento, de pronto, Lía llevó su mano izquierda hasta la base del miembro del joven y tras apartarse algunos cabellos del rostro con su mano opuesta, se inclinó hacia adelante al punto en el cual pudo acariciar con su lengua la punta de lo que estaba agarrando. 

 Tan pronto Rey vio desaparecer su miembro dentro de la boca de ella, aun siendo meneado por la delicada mano, pudo sentir un calor abrasador que le arrancó de un tirón hasta la última gota que llevaba contenida en sus testículos. 

  Lía no se mostró en nada ofendida con el regalo, al contrario, mantuvo al convulsionante trozo de carne en el interior de su boca para seguidamente sacarlo con lentitud, chupando, absorbiendo y tragando el néctar blanco. Tras tomarse todo, envolvió con su lengua la punta del órgano de deseo de Rey, limpiándolo hasta dejarlo brillante. 

  Si ese era tan solo el principio, Rey se sintió intrigado por lo que pudiera suceder en el futuro. 

  Aun tratando de reponerse de la sensación tan placentera que había recibido, tan pronto Lía se incorporó, él afirmó con su cabeza aceptando la propuesta.

  —¡¿Sí?! —dijo Lía, como si no lo pudiera creer. Estaba tan exaltada que casi podía explotar de felicidad—. Por ahora, te dejo recuperar el aliento. Puedes tener en mente que a mí me gusta tomar riesgos de vez en cuando. En esos momentos, solo déjate llevar por las emociones que yo pueda provocar en ti, esas que no te hacen actuar racional.

  Esa frase provocó que el joven ladeara la cabeza recordando a su madre, quien le había advertido sobre las mujeres. «Ella es un poco diferente de lo que pensaba» se dijo a sí mismo. «Sin embargo, no es nada malo. No tendrá los mismos motivos que la sirvienta de mis padres, pero ambas dejan a mi cuerpo satisfecho, así que no tengo ninguna queja mientras sea así».   

   Lía interpretó el gesto como duda, por lo cual continuó: 

  —Por ahora enfócate en estar bien atento a mí en todo momento. Por cierto, aquí tienes los lentes… Sí, lentes, así es como se les llama a estas delgadas capas de goma que te disfrazan los ojos. Con esto no llamarás la atención. Regresa a tu tamaño anterior y ponte esta ropa. 

  Dejando de lado sus pensamientos por un segundo, Rey procedió a regresar a su tamaño normal para así colocarse los lentes. 

  El chico, ya más tranquilo, se sentó sobre la cama dispuesto a esperar que Lía terminara lo que comenzó a hacer como si fuese un trabajo por terminar. Movió varias sillas, organizó objetos y tomó notas. 

   Lía se volteó, a pesar de haber logrado cumplir algo que al principio consideró imposible de lograr, ella comenzó a sentirse arrepentida por aprovecharse aún más de la situación con el acuerdo que había hecho. «Si alguien te ama, te aceptará sin importar qué. Tienes que hacer que él te ame, para que te acepte», repitió en su mente una y otra vez, para después continuar con su reflexión. «Él está receptivo a dejarse llevar, significa que puedo lograrlo. Puedo hacer que me ame… puedo ganarme su corazón, aunque termine perdiendo el mío como consecuencia». 

   Ambos jóvenes, pensativos, se quedaron intercambiando un silencio mucho más fuerte que cualquier mirada. Ninguna palabra se aventuró a romper la tensión del ambiente porque el uno sabía que el otro estaba justo ahí y no se marcharía. 

   Justo en medio del momento por el que estaba pasando la vampira, en el que tenía que decidir cuál sería una buena pregunta para reavivar la llama de la conversación, White salió para estirarse y respirar aire fresco.

   Sin mostrar mucha emoción, la inmensa bestia blanca en sus cuatro patas saltó encima de la cama junto a su compañero, sin siquiera emitir algún ruido perceptible. Acto seguido comenzó a pasarle la lengua por toda la cara y envolverlo entre sus garras con la intención de darle calor. 

  Lía, quien no se había percatado de la tercera presencia, se volteó con la pregunta más coherente que pudo haber creado. Tan rápido como vio algo inesperado, la vampira dejó caer todo lo que tenía en sus manos. White y Rey reaccionaron al sonido observando momentáneamente el sitio de donde provino y acto seguido observaron a quien lo provocó. 

  Sin poder hablar, la chica vio como el gigantesco felino se bajó de la cama y se le acercó tan silencioso como un fantasma. 

   «Ahora sí» se dijo a sí misma la doctora al borde de un ataque de pánico. «Tal vez sí sea capaz de morir. El miedo o está bestia, uno de los dos terminará con mi inmortalidad».

   Cerca de Lía, White agacho su cabeza para olisquear lo que había caído en el suelo. Acto seguido, la enorme bestia felina de pelaje blanco con rayas negras subió su gran cabeza peluda para olfatear la mano de la chica paralizada por miedo.

Lía mantuvo sus ojos bien cerrados al mismo tiempo que tensaba todo su cuerpo. Ella sintió cómo una incómoda lengua rugosa le frotó la mano, se sentía como si un pedazo de tronco áspero estuviese siendo lijado.

 —Se siente agradecida porque me cuidaste y bañaste mientras estaba inconsciente —dijo Rey con un rostro de divertidas expresiones ante el comportamiento tan precavido de la doctora que hacía unos minutos se le había lanzado de boca a primera base, como quien dice.

—¡¿De dónde ha salido semejante animal?! —exclamó Lía con voz temblorosa, para acto seguido pensar: «Respira hondo, Lía. Esta cosa no es el problema, ellos parecen estar juntos, el problema es que tal vez tenga que pasar por la vergüenza de tener que explicar lo que hice mientras él estuvo inconsciente». 

 White no iba a hacer ningún comentario con respecto a la forma en la cual Lía bañó a Rey, después de todo, Rey bañaba de la misma forma a la sirvienta de la casa cada vez que ella se lo pedía. Además, comprendió que su cercanía no era bien recibida por la chica a la cual quería “agradecer”, pues esta se comportaba como lo hacían los pequeños animales que solía cazar para comer. Antes de que se le abriese el apetito, White decidió regresar a donde estaba Rey, puesto que su “agradecimiento” no era bien recibido. 

  —No es por nada en particular —abrió Lía la conversación—, pero no es bueno tener a tu mascota fuera… si alguien le ve, nos causará muchos problemas.

 —Espero que no te hayas referido a mí de una manera inapropiada —dijo White con su malhumorado tono de voz, al mismo tiempo que enseñó sus dientes y arrugó todo su hocico. No aceptar su “agradecimiento” ya había sido suficientemente ofensivo como para soportar palabras denigrantes. Puesto que, como bestia salvaje y poderosa, descendiente de los guardianes del paraíso, Rey era su propiedad y no al revés.   

  «Definitivamente, debo estar escuchando voces» se dijo la doctora. «Ese animal no me puede hablar y mucho menos entenderme. Los animales no hablan, ¿o sí?»

 Lía estaba impresionada, se paró de puntitas al ver las expresiones enojadas del gigantesco felino. Por todo este comportamiento, Rey entendió que para ella no era normal que los animales pudieran hablar y entender. Con un aire de conocimiento, aprovechó para explicar la situación mientras pasaba su mano por la cabeza de White. 

—Mediante un conjuro mágico, ella y yo podemos compartir el conocimiento que tenemos y nos interesa saber. Como lo es la interpretación de una lengua nueva—. Rey cerró sus ojos y los abrió en dirección a Lía—. No debiste haber empleado algún otro término para hablar de ella que no fuera “parte de mí”. Quien a cuatro patas me acompaña es todo lo que tengo y en el momento que acepté esa idea me convertí en todo lo que ella tenía. Es una ofensa llamarle mascota.

Entendiendo que el animal presente no era tan solo una mera bestia o una mascota como le había llamado, Lía se disculpó de corazón y agregó una pregunta: 

—¿Cómo fue que la pude escuchar sin que me tuviera que hablar?

 —Digamos que… es otro conjuro mágico —dijo mientras acariciaba el lomo de White, desde la nuca hasta llegar a la base de la cola.

Lía pensó en preguntar si estaba enojada con ella, pero supuso que terminaría recorriendo un camino muy peligroso.

 —Me marcho —dijo White en su usual malhumorado tono, sintiendo celos de la vampira que le quitaba la atención de su compañero.

 «Supongo que si está enojada» respondió Lía, aún con la mano levantada como quien quería decir algo con tal de enmendar el asunto.  

Con el desaparecer del enorme felino en el aire, Lía se volvió a asombrar. Ella estaba consciente de que había perdido la costumbre de ver cosas sobrenaturales, aun así, parecía increíble que la gigantesca bestia cuadrúpeda pudiera desaparecer así sin más.

 Dado a que White ya no estaba merodeando, el ambiente regresó a la normalidad. Lía sabía que debía dejar el miedo atrás si pretendía cumplir su propósito como mujer aprovechando el tiempo que le quedaba. Simulando una pérdida de balance, ella intencionalmente resbaló al pisar sobre uno de los productos que había dejado caer antes. Rey, con un excelente tiempo de reacción, no dudo en tomar rápidamente al cuerpo femenino en brazos para evitarle caer sobre los cristales del suelo mojado. Teniéndola contra su pecho, el chico ya no supo qué hacer o cómo actuar, solo sentía que despegarse le incomodaría.

Entre los dos cuerpos se despertó el deseo una vez más. Tanto a Rey como a Lía se les aceleró el aliento. Ella se le acercó y en sus ojos mostraba que quería tocarle, excitarle, besarle, devorarle, mostrarle lo que era una mujer, aún más a fondo de lo que ya había hecho.  

 —Eres vampira —afirmó Rey—. Tu piel luce enferma y tu postura un poco descompuesta. No es usual que alguien de naturaleza fuerte pierda el balance, ¿acaso estás así de débil? Sí es así, toma de mí como algo extra al acuerdo, supongo que será suficiente a cambio de que me dejes aprender de las costumbres de esta sociedad y obtener tus conocimientos.

Tras romper el contacto visual, Rey comenzó a acercar su cuello a la boca de la doctora. Un impulso despertó en el interior del chico preparado a proseguir con el intercambio, a pesar de todo el cóctel de inusuales sensaciones que experimentaba.

 —A partir de este punto, en adelante —dijo Rey tras sentir dolor en su cuello—, te escucharé y obedeceré absolutamente. Tampoco pensaré en otras hembras que no seas tú.

«Mmm, escucharme y obedecerme absolutamente. Qué lástima que un vampiro no pueda ser esclavo de otro» pensó ella, mientras tragaba de la sangre de Rey. «Pero si él termina cumpliendo esas palabras, ¿acaso iría en contra de lo que deseo? Ciertamente no le quiero como mi esclavo, le quiero como hombre. Mi mente está enloqueciendo y mi cuerpo parece que se va a quemar por dentro de lo encendido que está con la idea de tener a un ciervo tan poderoso como lo es un “DeBastador” bajo mi control absoluto. Ufff, al principio solo deseaba sus labios, pero no sé cómo controlar esta ambición que recorre mis venas. Los pactos con demonios siempre son efectuados por algo a cambio. ¿Cuál ha de ser el precio que habré de pagar por semejante contrato?»

Un trago tras otro, Lía seguía consumiendo el líquido, ignorando que su propio cuello estaba siendo perforado. «El sabor de su sangre es indescriptiblemente delicioso y embriagante. Con tan solo el primer sorbo siento haber recuperado todo el agotamiento que me causaron estos cincuenta años humanos, incluso mis pensamientos se hacen más claros. Es como si, por su olor y su presencia, no pudiera ser capaz de sentir odio. De esta manera, no me puedo rehusar a estar con él, entre sus brazos, ante su ser… Ahora que mi mente piensa con más claridad, los vampiros primigenios se rodeaban por un sinnúmero de habilidades. Entre estos poderes, se supone que pueden morder sin causar dolor, alimentarse mientras hacen sentir bien, alejan al miedo y devoran el odio que llevas dentro» pensó ella, después de un rato. «Él me dijo “Supongo que será suficiente a cambio de que me dejes aprender de las costumbres de esta sociedad y obtener tus conocimientos”. ¿Por qué me habrá dicho semejante cosa? ¿Acaso esto en mi cuello no son sus labios, sino sus dientes penetrando mi carne? ¡¿Tomando mis recuerdos?!»   

 Lía, preocupada, dejó de morder e hizo retroceder su cuerpo en busca de la reacción que tenía el rostro del joven, ante lo que ella estaba pensando.

 «Los vampiros “puros de sangre”», recordó la doctora, «pueden desarrollar la capacidad de desenvolver la esencia, conocimientos y habilidades de aquellos cuya sangre consuman y también tienen la habilidad de incluso experimentar una porción de lo que alguien haya vivido, sin mencionar que son inmunes a cualquier cosa que tenga que ver con control mental o alteración de recuerdos».

La vida misma regreso al rostro de la chica que, aunque se disfrazara los ojos, el color azul de los mismos logró pasar ligeramente la capa de goma negra, así como también los colmillos se agrandaron ligeramente, sin mencionar el gran poder que le recorrió el cuerpo de tan solo probar un pequeño sorbo de la sangre de Rey. 

 Pero Lía estaba preocupada, no quería creer que Rey tuviera las habilidades que ella recién había sospechado. De ser así, quedaría expuesta, sus intenciones y motivos, junto a los propósitos por los cuales actuaba, todo sería revelado. 

 A Rey se le escurría sangre por las comisuras de su boca. Tras tragar el último sorbo, tenía la expresión de alguien que había quedado en estado de shock. Él podía ver, entre fragmentos, cincuenta años de una vida que sería agobiante para cualquier persona.

  Sin saber cuándo o dónde, Rey quedó atrapado en los paisajes que había visto Lía y componían sus memorias. Dentro de unos ojos que buscaban encontrar la respuesta a la supervivencia, Lía se veía a sí misma en la gran ciudad compuesta por imponentes edificios dorados, que se convertían en luz para todos los jóvenes, mientras que las autoridades le perseguían sin aliento, las multitudes iban vestidas espléndidamente con el mejor lino bordado de seda de vistosos colores. 

 Con sus oídos, Rey escuchó el ruido que había escuchado Lía en lo que era definido como un día eterno. Las fiestas de sinfonías, el caminar de la gente que cantaba y bailaba con armonía en dirección al templo de las artes amatorias. Las bellas sacerdotisas animadas, hablaban y reían, dispuestas a servir para el placer de los hombres por el goce del sexo, incluso a los ancianos. Cuerpos contra cuerpo sonaban, gritos, gemidos, insultos y halagos.   

  Con su carne viva, Rey sintió la tristeza y el descontrol que había sentido Lía, cuando los maridos, ante la celebración de sus bodas, tenían que dejar ir a sus mujeres. Las vírgenes se despedían con tristeza en sus ojos, para entregarse al rey de aquel mundo, el hombre semidiós que contagiaba locura y que desde su trono vigilaba invicto desde el principio de los tiempos. 

  Con el tacto de sus manos, Rey sintió cómo era que se limpiaban los cuerpos de pequeñas criaturas que no pudieron sobrevivir a la primera noche de compartir la cama con el rey superior a todos los reyes humanos. Las mismas manos que terminaron esposadas por las autoridades que le arrastraron por la calle, sin ropa, hasta el castillo.

 Con los huesos de su cuerpo, Rey sintió los temblores que recorrían a Lía, los cuales eran provocados por el poderoso y alto como ningún otro individuo, que ante ellas se imponía desnudo. Lía, tumbada en el suelo, estuvo ante el cuerpo violento de Gilgamesh, quien en dos tercios era divino y en uno humano. Cabezas rodaron por el suelo ante ese que es y será recordado por ser el primero en cualquier batalla. 

  Con su olfato, Rey sintió el olor a sangre resultante de las violentas embestidas de ese que movía su miembro viril con arrogancia, por donde pasara. Con la frente en alto, el rey de los humanos pasaba por encima de los desafortunados que osaron interponerse en el camino, al igual que un tornado.

  Ahí, en el mundo de imágenes, Rey observó cómo Gilgamesh hacía y deshacía a su voluntad, cómo mataba a quien quisiera y violaba a quien se le antojara, sin importar la procedencia de estos.  

  «¿Por qué nadie lo enfrenta?» se preguntó Rey.

  Salvada del suelo ensangrentado, entre las murallas del castillo conocido como Eanna, Lía veía sus pies arrastrándose por el suelo mientras caminaba entre los grandes edificios que había dejado atrás. La ciudad, con la que ninguna otra en el universo puede compararse, ya no era tan fascinante a la mirada. El castillo, que en tamaño y belleza no era igualado por nada, ahora estaba pintado de sangre y crueldad. Las palmeras doradas, los jardines brillantes, los huertos de diamantes, las inmensas escaleras de cristal, el oro que componía las calles, la plata y el bronce que yacían dispersos por donde quiera, ya no eran preciosos. 

  De regreso a la prostitución de su cuerpo, Lía, ahora actuaba como la “sacerdotisa/sirvienta de las artes amatorias”, como propiedad de alguien más y se levantaba cada día para saludar a quienes allí vivían y trabajaban con ella. 

  Las demás siervas del amor le saludaban de vuelta. Ellas, meros números para el propietario, ascendían a más de un millón de hermosas mujeres por templo, teniendo como única función el ofrecer sus cuerpos para numerosas actividades. Incapaces de elegir a sus clientes, por sumas considerables de dinero, otros artículos o incluso sin que el templo recibiera nada en lo absoluto, ellas siempre tenían que disponer de sus servicios o ser desechadas.

  Lía se veía en una habitación para sí misma, era la atracción principal de toda aquella luna y descrita por su dueño anterior como “la más cercana a dios”. No por su belleza encantadora o su gracia y técnica en la cama, las cuales eran extraordinarias, sino por haber sido la única sobreviviente de la sentencia de muerte por sexo del mismísimo Gilgamesh. Una noche con ella le garantizaba a cualquier humano el no tener que ir al infierno. Y así, los hombres más ricos de Belldewar y de los planetas más cercanos, se acercaban al templo antes de morir, solo para no ir al infierno y quedarse en los brazos de ella.

   —Se comenta que nadie podía sobrevivir una noche con ella —la voz de alguien se dio a escuchar—. Que sus víctimas reciben el favor del rey Gilgamesh, quien está orgulloso de haber experimentado el sexo con la única sobreviviente de su pena de muerte por penetración. Ella personalmente ha aprendido las artes amatorias letales del rey. Artes tan perfectas y divinas que tan solo pueden experimentar quienes no son mortales y sobrevivir a ello. Es un sexo de dioses.

 En cambio, tras las puertas del templo de las artes amatorias, el cuerpo, el semen y la sangre, eran las drogas que Lía consumía con el paso de los años. Una dosis de muerte ajena, una tras otra entre sus piernas abiertas sobre la inmensa cama. Era como ella podía aliviar el miedo a la soledad, a no ser amada realmente por nadie, a ser inmortal, a ser la propiedad de alguien más. Pero el miedo le estaba esperando para recibirle cuando el efecto de esas drogas desaparecía.

  Con la existencia de otras sirvientas conocedoras del “sexo de dioses” y el inevitable deterioro de su cuerpo, Lía pasó días en los cuales tuvo más tiempo para pensar en lo que era el verdadero significado de la vida y cuando ya no podía seguir adelante le dijeron: “Con el tiempo la respuesta vendrá”, pero no fue el caso.

  —¿Dónde está mi salvador? —preguntaba al aire, día tras día—. Alguien fuerte de quien pueda valerme, quien con su lengua pueda llegar a lamer las heridas de este corazón ya en decadencia—. Por la ventana, Lía escuchaba la lluvia sonar con su tan característico zumbido—. Está lloviendo… Lluvia, por favor no te detengas nunca, tanto como sea posible, inunda a esta luna y haz que incluso el edificio más grande quede cubierto por ti; en el fondo de seguro estaré más tranquila. Pero si mi cuerpo es el problema, entonces no tengo como remediarlo —gritó ella, encajando un cuchillo por sus venas—. De esta manera, el dolor me ayudará a mantener una visión concreta de mi sueño y a estos demonios a raya.

Hizo una pausa antes de continuar. 

  —Los sueños, tan efímeros y distantes. ¿Desde hace cuánto dejé de soñar o vivir de mis recuerdos? El valor es lo más importante, mirando mi cuerpo de esta manera es que me doy cuenta de que la belleza está definida por las personas. ¿Acaso no es irónico que con el paso de los años le tengas más miedo a perder cosas sin ningún valor? —siguió hablando consigo misma.

 Desde afuera de las puertas cerradas, unas voces dijeron: 

—Ella está un poco desequilibrada. ¿Estás seguro de que quieres comprar un producto tan gastado cuando tenemos mejores ofertas?

  Entre las puertas, Rey vio entrar un rostro familiar. Era Román, quien aún preservaba la misma apariencia. 

   —Eres una sacerdotisa de las artes amatorias, pero también eres un ser vivo y pensante como lo es alguien como yo —dijo Román, al ver lo que parecía ser una muñeca de trapo, con parches cosidos a la carne por todos los lados de su cuerpo—. Las circunstancias nos hacen diferentes, pero tenemos algo en común. Aunque atentas contra tu vida, tus ojos me dicen que buscas la felicidad en ella. Esperas por alguien, a pesar de vivir y sufrir, de arreglarte y destruirte. Ese esperar no es del todo malo y nos hace semejantes. Un día, así como tú, me hice una pregunta… ¿Cuándo va a llegar ese a quien esperamos? Mmm… ahora que lo pienso, ¿será alguien bueno? ¿Acaso ya ha nacido o aún no? ¿Qué tipo de mundo creará? No tengo idea, pero incluso si ese tipo de existencia se compara a la de un dios o a la de un demonio de magia oscura… esperar desesperadamente por dicho ser no es del todo malo. Únete a mí, hija de Brenk.

  Tras escuchar el nombre de su padre, ella levantó su mirada junto con su mano para aceptar la proposición del imponente sujeto.

 Regresando al presente, en tan solo un segundo, Rey pudo tener alcance a todos los conocimientos que más pesaban en aquel corazón.

Temiendo lo peor, la vampira se cubrió la boca con las manos y muy apenada dijo: 

—Lo siento, discúlpame, no me veas como un monstruo, no fue mi intención querer manipularte.

Sin que Rey tuviera tiempo a entender o decir nada, Lía pegó la vuelta y salió corriendo mientras se cubría el rostro. Ella quería alejarse de él, que, por ver en sus recuerdos, tal vez no podría hacer más que odiarla, debido a que ella tenía el cuerpo de alguien que había sido usada y desechada por la sociedad, tantas veces como se pudieran contar, su valor como propiedad era el mínimo. La vergüenza que sentía por haber sido expuesta era inmensa. Tanta que se le nubló la vista y no pudo tener el cuidado que usualmente tenía al ir de un lado al otro. A pocos pasos antes de llegar a la puerta para salir y organizar sus pensamientos, chocó con el cuerpo fornido de alguien.

Una persona que evidentemente había violado las órdenes de no entrar al lugar donde moraban los “caídos del cielo”. Pero quien ahí se encontraba parado con cara de disgusto y asco, mirando por sobre su hombro a quien para él no era más que un papel higiénico acabado de usar, era un subyugador, miembro de las fuerzas personales de Gilgamesh, quien también era su hijo, alguien responsable de haber ejecutado a cientos de personas sospechosas de no ser humanas, quien podía hacer y deshacer a sus anchas.    

 —¿¡Heliúk!? —exclamó Lía, pues el temor había tomado el lugar de la vergüenza. 

Rey pudo notar que cuando Lía nombró al sujeto que tenía delante, algo realmente malo estaba por suceder.

 



Una casa y cinco jóvenes

Chapter 4
Leche de verga


“Aquí, en la sala de una casa con cinco cuartos, sin poder respirar.” —pensaba Rey—. “Después de todo, es una situación que muy pocas personas pueden llegar a tener, especialmente si tomo en cuenta que el mudo ahí fuera está escurriéndose por el drenaje de un tragante, literalmente.”

De pie y con los brazos cruzados, Rey tenía su verga al aire, mientras que Elena y Samantha le miraban más que a lo que sucedía en la pantalla del inmenso televisor que reproducía videos obscenos en forma aleatoria.

—¿Y cómo se la piensas poner dura? —le preguntó Sam a Elena.

—Se la puedes chupar en cualquier momento… —agregó Elena con tono burlesco.

Un corrientazo desde su espina hizo que Rey tensa los músculos de su cuerpo aquel comentario. “Gracias a que aumente su tamaño mi verga requiere de mucha más sangre para poder tener una erección completa. Pero con esto, es como si la llave de mi corazón se abriera como una cascada entre mis piernas. Lo mejor que puedo hacer es disminuir los latidos de mi corazón al mínimo de pulsaciones por minutos, lo suficiente para mantenerme consciente.”

—¡Ni loca me meto eso en la boca! —exclamó Sam.

La cara de Rey mostró un poco de desilusión con el comentario. —Creo que no hace falta llegar a tanto…— Dijo él y un silencio entre las miradas retadoras de las chicas se dio lugar.

—¿Saben algo? Se siente incómodo ser el único sin ropa…

“Es mejor si lo dejamos así. No quiero que Samantha siga poniéndose incómoda”, pensaba Rey, apenado por cruzar la línea.

—Buena idea, podemos comenzar por desvestirnos. Así se le podría parar —dijo Elena con media sonrisa en los labios.

Rey no esperaba semejante situación.

Sam guardó silencio por unos segundos. La segunda proposición no parecía sonar tan descabellada como la primera. Pero Rey sabía que esa era la idea de Elena, quien hasta el momento mostraba sutilmente sus magníficas habilidades en el arte de la persuasión. La rubia había ofrecido una idea muy loca al principio y la segunda no lo era tanto, también el momento adecuado garantizaba un ‘sí’ seguro, sin contar que no había incluido a Sam directamente en su comentario y la hacía más como una cómplice. Además, si alguien estaba incómodo por ser el único sin ropa, ¿no experimentaría la misma sensación aquel que fuera el único con ropa?

“Por otro lado, ellas dos son muy parecidas en estatura”, continuó analizando Rey. “Pero no en cuerpo, personalidad o cara. Una tiene pelo rubio ondulado y la otra castaño lacio y largo, Sam suele tenerlo atado en cola de caballo… como mismo estaba la chica del primer video, en cambio, Elena prefiere usarlo suelto. Si soy sincero, con lo desesperado que estoy en este momento, cualquier chica es capaz de pararme la verga con tan solo desnudarse al frente de mí. Estas dos juntas son una combinación muy peligrosa, sus cuerpos no son muy voluptuosos que digamos, tampoco tienen mucho trasero o busto, pero sus caras inocentes de niñas buenas se vuelven fatal, puesto que tienen cierto encanto al hacer cosas malas.”

—Quizás podemos tratar primero con un video que le guste — sugirió Sam un tanto indecisa.

—Como fuiste la de la idea, te toca buscarlo —agregó Elena un tanto decepcionada. La indecisión de la trigueña le estaba haciendo pasar más trabajo del que ella tenía propuesto pasar y eso le ponía de mal humor.

—No puedo creer que esté haciendo esto —dijo Sam—. Rey, ¿qué te puede animar para que se te ponga dura?

“Para que se te ponga dura. ¿Quién iba a decir que semejantes palabras saldrían de esa boca?” pensaba el joven para agregar en voz alta mientras procedía a sentarse con lentitud desinteresada:

—Intenta lo que quieras…

—¿Qué no entiendes, trigueña? Si antes estaba dormida, ahora creo que se le va a morir la verga con el aburrimiento, el porno no es morboso cuando tienes tanta carne a tu alrededor —reclamó Elena como quien no se podía seguir aguantando mientras veía a Samantha buscar por diferentes partes.

Bajo la presión de ser quien estaba aguando el momento, Sam regresó su vista a la pantalla y moviendo el mousse de abajo, a la derecha, a la izquierda, de un lado a otro y hacia arriba. Hizo clic varias veces, entre los diferentes tags y videos, hasta que eligió uno en particular y le dio al botón de “reproducir” para acto seguido presionar el icono de “pantalla completa”.

No era un video animado lo que se estaba reproduciendo, esta vez Sam seleccionó una grabación en primera persona que incluía a un abdomen cuadriculado, una inmensa verga erecta y una mujer de espada sentándose sobre la misma. Ahí, la actriz empezó a menear las caderas poco a poco hasta bajar sin necesariamente llegar a poder metérsela completa. La mujer del video volteó la cabeza con la boca abierta y los ojos entrecerrados, como alguien que experimentaba un placentero dolor.

—Ufff, qué incómodo y doloroso se ve —dijo Sam algo arrepentida.

De pronto, Rey recordó la escena de Samantha que había visto en su teléfono. Era casi la misma posición y el morbo de saber que a la trigueña le gustaba tener el culo al aire le hizo casi perder el control de su miembro viril.

—Al contrario —dijo la rubia—, esa es la posición con la cual puedes hacer venir a cualquier hombre con una verga así de grande en menos de cinco minutos.

—¿¡Elena!? —Sam exclamó como quien asumió que la mencionada había tratado semejante postura.

—¿Qué? ¿Me vas a decir que nunca trataste esa posición? — con una sonrisa más picaresca que caliente agregó—: El plus de esa postura es que te pueden meter el dedo en el culo cuando quieran, puedes tratarlo ahora mismo.

Elena sonaba desesperada porque algo comenzará, pero había acertado en el clavo al decir lo del culo. El punto débil de Samantha era ese.

—No sé… no es que no quiera probarlo, pero… —comentó Sam—. Aún no creo que él la tenga así de grande.

“La temperatura de su cuerpo aumentó, sus latidos también. Ella huele a excitación… Tal vez Elena tenía razón, ahora ella parece más receptiva a hacer cosas morbosas. Se está excitando y yo también.” Rey sin poder controlar su corazón y sus pensamientos a la vez, agregó cuál arriesgado arranque de valentía;

—Poniéndolo en claro… ¿Estás insinuando que si la tengo así de grande considerarías tener sexo conmigo?

Sam guardó silencio ante la pregunta y quien calla otorga, como dice el dicho.

—De regreso a la tarea principal… —dijo Elena, mirando fijamente la pantalla—. El video no funciona. Obviamente, él aún está nervioso, no se le va a parar hasta que no le hagamos sentir más cómodo.

—Pero, no sé qué hacer —se justificó Sam.

Elena respiró como quien necesitaba paciencia y agregó las siguientes palabras. —Rey, ¿te haría sentir más cómodo si Samantha se baja el short enfrente de ti?

“Mmm, los nervios cortan la excitación. Elena empujó muy duro, ya Sam no está excitada.”

—Por supuesto que no. ¡¿Por qué yo y no tú?! —reclamó Sam avergonzada, coincidiendo con las predicciones de Rey.

—Acá la tradicional mojigata que quiere probar lo contrario, eres tú, también la más culona del grupo… y sé que tú eres quien más pone a Rey —aseguró Elena y tenía razón, si bien ella también tenía un culito empinado en tamaño, no se comparaba con el de Samantha.

—No quiero. ¿Cómo le voy a mostrar mi cuerpo a alguien que no es mi novio?

—Sam. ¿Cuántas veces fuiste a la playa en bikini delante de cientos de extraños?… Además, él está desnudo enfrente de nosotras que no somos sus novias —Elena hizo una pausa, reflexionó antes de seguir hablando, pero como no se pudo contener, lanzó el siguiente comentario—: Sin necesariamente ser tu novia… me mostraste tu cuerpo…

—No es lo mismo —dijo Sam, negándose a entender.

Rey habría intervenido en dicha discusión, pero no le parecía lo más apropiado, ya que estaba tocando puntos que le provocaba curiosidad. Elena no hace mucho se había declarado “bi”, eso significaba que ella podía mirar con ojos lujuriosos tanto a una mujer como a un hombre. El dato de que ellas dos estuvieron desnudas y de que la rubia estresara tanto que Samantha era una tradicional que se destapaba cuando estaba excitada era porque sabía algo o había hecho algo mientras que él estaba en una de sus misiones.

—¿Qué sabes tú si no es lo mismo? ¿Quién eres para asumir que no me calentó verte desnuda como mismo se calienta un hombre?

—¿De verdad te calentaste al mirarme? —preguntó Sam sin poder creer lo que escuchaba, Elena guardó silencio—.

Mmmm… Ahora entiendo por qué me llamas “tradicional”. Desde un punto objetivo, trato de no pensar en eso.

 

—Samantha —Rey se dio cuenta de algo que Elena quiso decir, pero se contuvo—, tratas de no pensar en eso porque ¿te calentó que otra mujer te viera desnuda?

Tras el comentario, Elena vio en dirección a Sam.

“Quien es buena presionando teclas es Elena, pero yo puedo sentir que te excitó que la rubia se te confesara. Tal vez, esto podría volverse más interesante”, se dijo Rey.

Con ojos de susto, Samantha respondió:—¡Claro que no! — al mismo tiempo que se sonrojó y le arrojó un cojín en la cara a quien había hablado—. ¡No seas malpensado! —se quejó en donde estaba sentada, tratando de buscar otro cojín para arrojar—. No me calenté porque otra mujer me viera sin ropa…

—Si me dejas agregar algo, tienes un culo delicioso… si Rey te ve como yo te vi, se le va a parar de una. Te lo garantizo… Sam, dale, por favor no nos hagas seguir esperando.

“Más razón no puede tener la rubia. Pero, la primera vez siempre es la más peligrosa. Como ya le vi el culo, no me va a tomar de sorpresa.”

—Que conste que es solo porque quiero comprobar si de

verdad la tiene tan grande como dice —se justificó la trigueña, cuya calentura ya no le estaba dejando actuar de forma racional.

 

Samantha se mordió el labio de abajo mirando directamente la verga de Rey. Dentro del silencio sepulcral, ella se paró de su asiento, dio unos cuantos pasos hacia delante y se volteó. Empinando su cola, en frente de la pantalla, ella comenzó a bajarse el short con lentitud y de vez en cuando daba un sutil meneo de caderas. Ella decidió dejar la ropa interior que llevaba puesta antes de seguir bajando por completo su otra prenda.

Rey y Elena vieron las nalgas blancas de Samantha siendo despojadas de la primera línea de cobertura, en donde quedaba una llamativa tanga de tela de encaje rojo. La prenda menor se hundió entre los bultos de carne hasta terminar perdida en el medio por el movimiento que hacía Sam al inclinarse hacia delante.

Apenas el pantalón corto tocó suelo y Sam, aún inclinada, levantó un pie y después el otro para recoger la prenda. Si ella hubiera tenido las caderas más separadas y menos nalgas, los dos espectadores estaban seguros de que hubieran podido ver esquinas del ojete de Sam, o que sus labios vaginales se hubieran abierto lo suficiente como para morder el tanga. Por otro lado, Elena vio el palpitar que había dado la verga de Rey, lo cual le hizo sonreír, ya que la situación estaba haciendo efecto.

Rey, intencionalmente, dejó de pensar, respirar y moverse. Cada vez que se hacía consciente de su verga, ella saltaba y se llenaba un poco más de sangre, pero sí se le paraba totalmente todo el avance que había hecho quedaría perdido, y la oportunidad de coger permanecería inalcanzable para siempre.

—¡Uffff! ¡Qué sexy! —exclamó Elena mientras se acomodaba en el sofá. Ante el piropo, Samantha volteó su rostro y mirando por encima de su hombro derecho regaló una sonrisa inocente a sus espectadores. Tras golpear con su codo al vegetal de Rey que se sentaba a su derecha, continuó: —¿Qué? ¿Te gusta lo que ves o no?

Rey mantuvo el silencio, en su mente pensaba sobre problemas matemáticos, ecuaciones, diferenciales, atención al cliente, los deberes que tenía que hacer cuando era pequeño. Pero, lo único que no podía hacer era cerrar sus ojos o desviar la mirada de las hermosas nalgas blancas de Samantha.

Elena se levantó de donde estaba y con mucha confianza tocó, estrujo y cacheó una de las nalgas de Samantha provocando que todo aquel culo se sacudiera y tragará más tela.

—¡Sssss, mmm… ay! —Sam no sonó, ni reaccionó como alguien que se quejaba. Ella no se quitaba del lugar y aún tenía la sonrisa en su rostro.

—Mmmm. Dime Rey… te gusta ver a dos chicas metiéndose mano —Elena sacó sus labios ronroneante—. Sam, ¿crees que se le hubiera puesto bien dura si él nos hubiera visto en ese momento?

Ellas hablaban entre sí, mientras que Rey se babeaba de tanto poder de concentración que requería para dominar la erección de su verga y los latidos de su corazón indomable.

Sam, siguiéndole el juego a Elena y empinando su trasero, continuó: —¿No sé? Podría malinterpretarlo.

—Vamos a contarle. El segundo paso para dejar de ser una ‘chica tradicional’ es perderle el miedo al rechazo.

—Ay, Elena… También me da mucha vergüenza…

—A él no le va a molestar, tampoco te va a juzgar… — continuó Elena—. Míralo, solo hace todo lo posible para que no se le ponga dura, sigamos jugando. Vamos, deja el miedo, Sam, no te hagas más de rogar.

—Bueno, pero cuéntaselo tú. Yo no podría…

Elena se arrodilló en el suelo, justo detrás del trasero de Samantha y dirigió su mirada libidinosa al punto entre las piernas de Rey.

—Ese día regresamos de hacer las compras y como yo era la única que estaba en la casa. Ella me pidió que le diera mi opinión en cómo le quedaba lo que había escogido. ¿Puedes creer que la muy santa escogió ropa interior para verse bien antes de tener sexo? Yo también me sorprendí cuando entre las prendas vi que estaba este mismo tanga, entre otros más —Elena pinchó con sus dedos la parte de arriba de la tela y la estiró hasta encajar aún más entre las nalgas de Sam, con la suficiente fuerza como para hacer que esta última soltara un gemido de incomodidad—. Estuviste en lo correcto al decir que ese día ella también se excitó, pero no porque otra mujer la viera… sino porque la tocara.

—Hmmm ¿Tocara? ¿Cómo llegaron hasta ese punto? — preguntó Rey intentando ocultar toda la curiosidad que le invadía, con tal de no sonar tan interesado de cómo estaba.

—No necesitas saberlo —dijo Samantha mientras se tapaba el rostro a pesar de estar de espalda.

“La pena se vuelve mayor que su excitación. Paciencia Rey, sé paciente, de todas maneras, con esta información es suficiente para que me proponga dominar las artes de control del tiempo para viajar en el pasado y ver todo lo que me he perdido”.

—Shhhh. Guarda silencio, me haces el favor que ya me estás desesperando… —continuó Elena, con un tono un tanto impaciente—. Primeramente, no se puede usar ropa interior sexy si tienes pelos en el culo. No solo estéticamente, sino que si quieres que alguien te lo coma, debes de mantenerle lo más higiénicamente posible el lugar, del contrario sería matar la pasión que creaste al principio. Ella no lo podía creer, así que le mostré cómo es que me gusta andar… aún indecisa le convencí y propuse ser yo quien le afeitaría el pubis, los labios vaginales y finalmente su culo. Ella podía encargarse de sus piernas, más tarde —Elena, utilizando sus dos manos, le abrió las nalgas a Sam como quien mostraba el mejor producto del mercado—. Y, vualá… le quedó como nuevo. Claro, como era la primera vez que lo hacía, le sugerí que, para evitar irritaciones de la piel y picor, debía de untarse crema todos los días, pero le aseguré que el trabajo extra lo valía. Ella me preguntó ¿si de verdad se siente mejor hacerlo con el culo liso? Y ¿sabes qué le respondí?

—Que sí —afirmó Rey. Elena asintió y continuó.

“¿Con qué eres de esas que les gusta que le miren el culo?” Pensó Rey, quien no se atrevió a preguntar debido a que Sam aún tenía sus manos sobre la cara, significando esto que la parte más vergonzosa no llegaba.

—Tanto al tacto para ella como para su compañero del momento… —dijo Elena.

La verga de Rey se levantó a media asta, cosa que no pasó desapercibido por los ojos de la rubia, quien premiada por su trabajo duro, se estaba proponiendo esforzarse más.

—… Pero mis palabras de seguridad no fueron suficientes para callarle el lloriqueo. Hasta que me di cuenta de que en realidad ella quería saber si se sentiría mejor. Esta chica, en su momento, de mente no tan convencional como me lo esperaba, no se imaginaba ser penetrada por una verga con el culo depilado. Como ahora, ella aseguraba que no podía ser muy diferente la sensación si en definitiva se daría el mismo roce. Como me estás escuchando, ella me lo porfió una y otra vez…

Elena dio una risotada, mientras que Samantha se empinaba cada vez más y más. La trigueña se estaba excitando mucho, y Elena había hecho una pausa en su anécdota, cosa que hizo a Rey sentirse como el tripulante de una nave espacial que estaba a punto de salir disparado a toda velocidad. Preparándose para el despegue, él se sostuvo en el asiento que estaba y tensó los músculos de su cuerpo, cuidando no hacer lo mismo con su verga.

—Yo le dije que si quería hacer la prueba —Elena hizo otra pausa y corrió la tanga hacia un lado—. Pero como yo no tengo verga, ni nada, con la misma forma a mano, solo le podía demostrar lo contrario de otra manera…

El corazón de Rey no estaba preparado, por eso que los oídos escucharon, la bomba latió tanto que casi que podía reventar dentro de su pecho. Estar escuchando un momento tan íntimo de alguien más mientras veía el culo de la acusada en vivo y en directo no tenía descripción. Elena hacía las pausas más largas de forma intencional, ella quería que él preguntara: “¿Cómo se lo demostraste?”. “Enséñamelo”. “Puedes hacerlo”. Cuál si fuera un perro desesperado por comida, ya que, con respecto al sexo, era lo que ella haría. Pero también entendía que Rey no hacía preguntas, porque tal vez tenía miedo de que perdiera por completo el respeto que los miembros del grupo le tenían, al igual que el control de su verga.

Cuando la rubia volteó su rostro en dirección a las nalgas de Sam, tenía la mirada de quien se proponía demostrar con acciones la manera en la que Samantha sintió lo diferente que podía llegar a ser la sensación. Al mismo tiempo que le arrancó el aliento de la boca de Rey.

Sam se había inclinado aún más, incluso separó los muslos, mostrando todo entre sus piernas, mientras que Elena, muy lentamente, le introdujo el dedo pulgar de la mano derecha por el anillo del ano con mucha sensualidad sin ni siquiera estar lubricado.

Acto seguido, Elena se levantó del suelo y se puso detrás de Sam. La rubia apoyó su mano entre sus piernas y comenzó a darle fuertes embestidas a la trigueña que siquiera se quejaba y aguantaba la simulación de estar siendo empotrada por un chico cuya verga medía poco más de dos pulgadas.

Por tanto, que se le saliera el aire de entre sus pulmones, el alma nunca podría dejar su cuerpo, no cuando los ojos abiertos podían ver a dos chicas que vivían con él, bajo el mismo techo, haciendo lo que hacían. Para Rey, no era que ellas fueran pareja, ni capaces de semejantes cosas, sino que también, a pesar de haberlo hecho con anterioridad, ellas dos habían actuado de manera natural, cosa que le hacía tomar la conclusión de que, quizás, no fuera la segunda vez haciendo algo como eso. Sin contar la inocencia que emanaban los dos rostros, pero “ellas de inocente no tienen ni un pelo”.

Con el poco aire que le quedaba en el pecho, Rey se contuvo de preguntar “¿cómo se lo demostraste?”, pero no pudo contenerse de seguir indagando en el asunto, cayendo de lleno en la trampa de Elena.

—Y, ¿qué más hicieron?

La rubia, de cierta manera, estaba feliz, una porque Sam ya parecía no querer seguir resistiendo y más bien se enfocaba en disfrutar del momento, y la otra, porque había despertado la curiosidad de Rey. Elena se detuvo. Respiró hondo y sonrió como si le hicieran una pregunta fácil y agradable de responder.

—Bueno, lo que siguió después de eso fue más o menos así — dijo Elena quien se apartó de detrás de la Samantha, pero sin sacarle el pulgar el culo—. Me puse a acariciar acá con mis otros dedos, ella pasó lentamente el dedo medio y el anular, por encima de los labios vaginales de Samantha hasta que llegaron a posarse sobre el clítoris de esta.

Rey estiró y abrió sus piernas, se vio tentado a usar su mano para sacudirse la verga, pero perfectamente sabía que un toque era todo lo que necesitaba para que se pusiera tan dura como una piedra.

—Poco a poco, movía no solo mis dedos, sino que también toda mi mano de arriba a abajo. Mientras podía escuchar cómo ella se agitaba y sentir cómo sus fluidos vaginales se le escurrían hasta el suelo. ¿Cómo se siente ahora, Sam? —le preguntó Elena mientras que se podía escuchar el chasquido que hacían sus dedos al moverse sobre la raja de su amiga.

Rey nunca podía llegar a imaginar que dos chicas que pasaban todo el tiempo ofendiéndose la una a la otra podían tener esa confianza tan grande entre ellas, mucho menos que hubieran tenido una aventura tan sexual como esa.

“Pero no es menos cierto que los niveles de excitación de la trigueña están por el techo.” Se dijo él.

—¡De maravilla! —con pequeños gritos desvergonzados respondía Samantha a la pregunta de la rubia—. ¡Se siente bien!

¡No pares! Por favor…

—¿En dónde tienes mis dedos? Dime si quieres que siga… Los dedos de Elena se movían frenéticamente de arriba a

abajo y de un lado a otro, exprimiendo tanto como podían contra el cuerpo de Sam. Mientras que el pulgar se movía en círculos amplios dentro del esfínter del culo de la trigueña, al punto en el que se veía doloroso.

—¡Sobre mi clítoris!… y ¡dentro de mi culo!…

—¿Acaso después de esto has seguido tocándome el culo por tu propia cuenta? —volvió a preguntar Elena, cosa que Samantha hubiera negado empedernidamente de no estar excitada.

—Sí, cada vez que tengo la oportunidad… En todo este tiempo no me he podido dejar el culo tranquilo. Cada vez que me pica, me echo cremita, me resbalo los dedos y termino penetrándome con lo que tenga a mano…

“Lo del peine tiene mucho sentido. Gracias por esta oportunidad”, se dijo Rey como quien ya no le daría cargo de conciencia aprovecharse de quienes estaban ahí en frente.

—Así me gusta, que tengas la mente abierta como mismo tienes el culo ese. Más te vale apretarlo más duro para que mi dedo pueda sentir algo… —Elena estaba entonada, tanto que no le importaba limitar sus comentarios—. También debo admitir que en ese momento yo me estuve tocando con mi otra mano y llegué a tener un orgasmo al mismo tiempo que ella.

Ante la revelación por parte de la rubia, Samantha dejó de cubrirse la cara para llevarse las manos a sus rodillas y voltear el rostro con una cara excitada de boquita abierta en forma de “o”.

La verga de Rey ya tenía las venas afuera y la cabeza tan ancha y abierta como una sombrilla, indicando lo hinchada que estaba. El miembro que una vez estuvo dormido ahora actuaba cual si fuera un gorila enojado que prometía aumentar su fuerza y grandeza ante las adversidades. Elena también volteó su rostro con la intención de ver cuánto había progresado su trabajo. Eran intensos los gemidos que efectuaban los personajes en el televisor, pero aún más excitante se sentían los sonidos que aquellas dos dejaban en el aire.

—¿Sabes que el clítoris se vuelve mucho más sensible después de un orgasmo? —agregó Elena, a lo cual Rey, como un soldado que estaba a punto de rendirse, abrió sus ojos como si no lo pudiera creer—. Sí, alguna que otra chica después de venirse tiene que parar de seguir tocándose, porque si no… Oooh, para qué explicarte… tendrías que habernos visto, Rey.

—¿Por qué? ¿Qué sucedió? —preguntó el joven rendido a la curiosidad que le provocaba su excitación.

—¿Le cuento, o se lo enseño, Sam? —preguntó Elena, sin dejar de acariciar su raja o mover su otra mano.

—Mejor… cuéntale.

Tras la respuesta de Sam, la risita de Elena se dio lugar.

—Bueno, estábamos en el baño y después de que Sam tuvo su orgasmo con mi mano, yo saque mis dedos de entre sus piernas y ella se inclinó hasta aguantarse contra la pared… pero ella, que intentaba no caer, separó los muslos. Rey, ella estaba mostrando sus dos agujeros abiertos y mojados y yo no me podía resistir. Volví a agacharme detrás de ella, hasta estar así de cerquita, tanto que podía sentir el embriagante olor de sus fluidos vaginales — Elena acercó tanto su cara al coño de Sam que por un segundo Rey creyó que ella le iba a pasar la lengua. Su nariz estaba prácticamente rozando la raja—. Ella me decía que no, pero en ese momento yo me prendí en su clítoris con… tremendos deseos de comérmelo.

En la sala se pudo escuchar el fuerte chupo que Elena dio a Samantha. Como no tenía nada con lo cual pudiera sostenerse, la trigueña no pudo evitar caer al suelo de rodillas sin poder seguir manteniendo las fuerzas de sus pies, los cuales le temblaban.

—Pero, como ya te hablé… ella se había venido y lo que recibí en ese momento… Fue una inmensa lluvia amarilla directo a mi boca que se escurrió por mi cuerpo hasta llegar al suelo.

—¿Te orinó toda? —le preguntó Rey a Elena como quien estaba recibiendo corriente en una silla eléctrica.

—Sí —respondió Elena con algo de orgullo—. Y lo hizo hasta que vació su vejiga.

—Yo le dije que se detuviera… —se defendió Sam en el suelo, quien gateando llegó al sofá y tomó asiento.

—Sam, no te sientas mal. No creo que fuera tu culpa… Ella tiene suficiente experiencia con las mujeres como para saber evitar ese tipo de situaciones —agregó Rey.

—Quizás sí… quizás no —repuso Elena con la única intención de crear intriga.

—Tal vez… —continuó Sam después de retomar el aliento—, ella ya ha practicado con Juliet. Para que pueda decir con confidencia que Juliet tiene experiencia en el sexo lésbico, algo tiene que haber hecho con ella.

—Quizás sí —dijo Elena—. Puede que haya practicado con la concha de Jul… y ella con la mía —tanto Rey como Sam abrieron sus ojos, con las palabras “quizás” mencionada, por un lado, y por el otro, no pudieron determinar si era cierto o no, pero tan solo imaginarse a quien siempre duerme teniendo sexo lésbico con Elena les dio mucho para pensar—. Y si digo… que Jul tiene un choco hermoso y un olor bien parecido al de Samantha…

“Eso lo puedo confirmar yo con mi sentido del olfato”, pensaba Rey, tratando de imaginar algo que no había visto. “Y tampoco es algo que pueda ser afirmado por simple deducción, después de todo las mujeres son mujeres y comparten características semejantes entre ellas, el punto es que dichas palabras no confirman del todo que Elena y Juliet hayan tenido sexo. Quizás solo se tocaron un poquito por curiosidad…”

Aún, ante las conclusiones que Rey tomaba, la imaginación de Samantha se lanzó a rellenar los espacios en blanco. Convirtiendo lo que era un simple comentario en una historia con pies y cabeza. Que Juliet se hubiera metido los dedos dentro de la vagina y después, sin que se diera cuenta, los hubiera puesto dentro de la boca de Elena, no es un juego tan inocente, pero sí es una broma de mal gusto que te puede dejar con el conocimiento del olor y el sabor de un coño ajeno.

 

—Elena —dijo Sam—, tienes que ser lesbiana.

Rey mantuvo el silencio, entendía que Sam estaba señalando, lo que ella consideraba un defecto ajeno con tal de ocultar el suyo. Aun así, el momento en el que Elena reconociera que no era hetero no parecía estar muy lejos.

—Ya dije que soy bi y de mente liberal. Samantha… ¿Vas a decirme que no chuparías un coño si dejaras el miedo a que te hagan lo que me estás haciendo ahora?

Rey, poniéndose de parte de Elena continuó:

—Es mejor si dejamos de “categorizar”, no creo que ayude.

—Lo siento… no fue mi intención… —repuso Sam para continuar—. Quizás… yo sí chuparía un coño… pero, tan solo si estoy lo suficiente excitada, no digo que ninguna mujer me atraiga.

—Así es como tienes que pensar… mente abierta… —dijo Elena, quien contenta con la revelación, se acercó y comenzó a seguir acariciándole la concha a su amiga.

Rey, intranquilo en el lugar y sin tomar acción porque su verga ya no era el punto de la conversación, pudo notar como a Sam le gustaba que Elena le hiciera cariñitos en su coño, porque esta se dejaba sin protestar ni reclamar. También, que la rubia parecía enfocar sus intenciones en hacer que una conservadora heterosexual despertara las intenciones de devolverle el favor.

Tanto era así, que, aunque él ya tenía su verga rígida por un buen tiempo, ellas siquiera pretendían señalar el asunto. La mirada de Elena estaba clavada entre las piernas de su amiga, y Sam, desparramada sobre el sofá, se negaba a abrir sus ojos con tal de disfrutar.

—Mmm… qué bien se siente —dijo Samantha.

—Y puedo seguir haciéndote sentir así siempre que quieras — dijo Elena con un tono de voz que provocó casi un orgasmo en Rey—. Para qué seguir buscando justificaciones o excusas convincentes de hacer algo como esto… para que yo te dé cariño… ¿si podemos hacerlo todos los días a partir de hoy?

—Sigue…

Rey entendió que Sam quizás se sentía tan bien que no tenía deseos de hacer o decir nada. Ella solo quería seguir experimentando la sensación.

—Pero, para que yo pase mi lengüita sobre este clítoris que queda un poquito hinchado después de que alguien juega con él… para que yo sequé con mi boca este coño que se moja por cualquier cosa…

—¿Sí? … —respondió Samantha, meneándose sobre el sofá.

Elena continuó sus caricias, usando dos dedos abrir los labios vaginales de Sam. También descubrió la capucha que escondía el clítoris de la trigueña, y luego estiró los labios inferiores que sobresalían un poquito; —No, no creo que aún estés lo suficientemente excitada. ¿Acaso esto es suficiente para convencerte de forma permanente? ¿Que una vez nos separemos? No pongas esa cara recta y tengas esa actitud tan cerrada de mente.

Ante las preguntas de la rubia, Rey vio cómo los dos dedos juguetones de esta se perdían dentro del coño ya dilatado de Samantha.

La trigueña no supo responder, tan solo se limitó a suspirar con profundidad y la rubia comenzó a mover los dedos de su mano opuesta de adentro hacia afuera, como quien quería sacarse los fluidos vaginales para poder recogerlos con la punta de su lengua.

—¡Eewww! ¡Tú siempre de cochina! —exclamó Sam, entre gemidos, al ver cómo Elena jugaba con sus fluidos blancos gelatinosos los cuales se estaba llevando a su boca.

—¿No te molesta que te esté metiendo los dedos? —preguntó Elena tan pronto se limpió los dedos con la lengua y volvió a meterlos al interior de su coño—. Sino ¿lo que hago con mi boca?

—¿Por qué me iba a molestar mientras solo me metas los dedos? Sigue… no pares… pero no me pidas darte un beso de lengua, bien que te conozco…

—No sería tan malo. ¿Acaso no pruebas tus propios jugos vaginales cuando estás excitada? —preguntó Elena de forma sugerente.

—Sí lo hago, pero no todo el tiempo… ahora no estoy de ánimo para probar los míos, ni los tuyos, —respondió Samantha. Viendo la tela de araña que volvía a tender Elena, Rey no sabía si las palabras de Samantha se mantendrían firmes por mucho tiempo. Tal vez ella lo decía porque en el momento le daban asco besar una boca con fluidos vaginales ajenos, o porque en el pasado, ella recordaba a Elena tenido pipí en su boca, pidió un beso a la trigueña que no se atrevió a negarse.

“Mucho ocurrió entre ellas dos el día que se llevaron su jueguito de probar lo que se sentía el sexo cuando estaba con la piel depilada. Tanto que por meras suposiciones nunca lograré adivinar”, pensaba Rey mientras miraban a las chicas jugueteando entre ellas.

—Awww, pero si ya casi no te quedaba mucho para volver a ser una chica abierta de mente —dijo Elena con voz tierna, ella evidentemente se refería a un beso lésbico con sus fluidos vaginales en su boca—. Ya que no me quieres besar y pretender que mis labios son como tu coño, mejor te los dejo como regalo.

Elena sacó los dedos de la vagina de Sam y poniendo su boca encima de los mismos dejó salir una considerable cantidad de saliva que guio con su lengua para que cayera en el lugar perfecto, mismos que cuál si fuese una cuchara llevó nuevamente al interior de su amiga. Elena había guardado ese “regalo”, en el caso de que Samantha se dejará besar, así esta pudiera sentir al máximo el sabor de sus fluidos vaginales.

Por todo lo que estaba sucediendo en frente de sus ojos, y sin poder ser el protagonista, Rey no pudo evitar sentirse celoso, pero tampoco podía quejarse, ya que estaba mirando una magnífica escena de una diabla corrompiendo a un ángel. Aunque ellas no le tocaran, en su mente él había grabado suficiente material como para estrangular el ganso por años.

Con todo lo lubricada que había quedado la zona, Elena agregó un tercer dedo al interior de Samantha.

La trigueña parecía dejar ir los prejuicios e invitar a que su cuerpo se quedara entre placeres que le adormecían la conciencia. Sus ojos actuaban como si se hubiera olvidado por completo de que otra hembra, era quien le estaba haciendo sentir bien, de qué Rey le veía, que el televisor reproducía porno, que Juliet estaba en su cuarto durmiendo y que Arte tal vez podía llegar en cualquier momento.

Elena se había lamido sus propios dedos y había escupido varias veces al interior del agujero que se hacía en la vagina de Sam, pero, aunque tenía su cara tan cerca de esa raja, hasta el momento no había utilizado su lengua para lamer el clítoris a la trigueña. Se estaba conteniendo, como quien quería esperar hasta el último momento, el mejor posible, como mismo sucedió no hacía mucho. Cuando provocó un orgasmo a su compañera de tan solo un fuerte chupón.

Parte de Rey esperaba que Elena chupara el botón de placer de Samantha solo por el morbo de verla, pero también entendía que la rubia seguía tejiendo su tela de araña. “No sabía que Elena podría ser tan dedicada en su trabajo,” pensó él.

—Mmm… —dijo Samantha encendida por la llama de la inconformidad misma provocada por la rubia que no le estaba chupando el coño—. En verdad me quiere convencer de que abra mi mente…

—No… no digan eso... A mí me gusta disfrutar del sexo y experimentarlo intensamente. Con Juliet me puse mucho, pero que mucho más fogosa —aseguró Elena.

Juliet había sido mencionada ya tantas veces que casi en un arranque de celos Sam dijo;

—¡Acaba de mostrarnos!

Rey estaba un tanto curioso y podía entender que Samantha necesitaba tener un momento más intenso para poder alcanzar un orgasmo por segunda vez.

—¿De verdad?… —preguntó Elena como si siempre hubiera esperado por confirmaciones para hacer algo.

Samantha abrió los ojos, asintió con su cabeza ante las expresiones del rostro brillante de Elena que hacen querer reconsiderar si decir que ‘sí’ era la respuesta correcta. —Bien… déjame ir al refrigerador. No te puedes echar para atrás.

Elena sacó su mano de entre las piernas de su amiga y con extrema velocidad fue hasta la cocina, abrió la puerta del frigorífico y sacó uno de los ingredientes que había quedado sin cocinar de la cena de esta noche. Casi que, corriendo de regreso, la rubia cargaba en su mano derecha una salchicha de grosor y tamaño imponente.

Antes de llegar a la sala, Elena ya se había bajado el pantalón usando sus dos manos, mientras que sostuvo con la boca aquello que traía con tanto entusiasmo. Rey aún no creía lo que Elena estaba a punto de hacer mientras se metía la parte que había chupado entre las piernas, tampoco que Samantha lo permitiría.

Llegado el momento, la rubia cruzó una de sus piernas sobre la trigueña y esta recibió una penetración por parte del extremo opuesto de la salchicha que ya estaba parcialmente introducida en la vagina de Elena. Dos chicas haciendo tijeras con algo carnoso y elástico en el medio.

“Salchicha, qué nombre más cómico…”, pensaba Rey, a punto de llorar y tener que quitar la tela de araña que posiblemente se iba a acumular en su verga, impaciente de carne y acción. “Cuando era niño me hacía reír mucho, pero ahora… nunca te miraré de la misma manera. Tienes mis respetos. No iba a imaginar que tomarían la delantera…”.

Mientras que aquellos dos clítoris buscaban hacer contacto el uno con el otro, y las conchas se tragaban el embutido, Rey no pudo detenerse de entender por qué Elena había sido tan específica con las medidas de un simple ingrediente de cocina. “Bueno, hubiera sido más obvio pedir un pepino o una zanahoria con medidas exactas”, pensó. “Junto a los sitios porno, creo que también estaba bloqueada la búsqueda de juguetes eróticos… no las puedo culpar”.

La situación ya no era un juego morboso para lograr excitar a Rey, a él le parecía mentira que aquellas dos féminas necesitaban buscar algo que meterse teniendo una verga dura y grande al lado de ellas. El momento estaba yendo más lejos de lo que era necesario, tal vez ese era su castigo por contener por tanto tiempo su erección. “Si dos amigas se aburren de esperar, no es de extrañar que terminen jugando solas”.

Elena finalmente se sentó sobre Samantha y con su mano se levantó la piel de debajo de su pubis para dejar que su clítoris rozara con el de su amiga. Las dos comenzaron a moverse de lento a rápido. Con sensualidad se aguantaron las piernas entre ellas mientras se hacían cosquillas entre sí por el movimiento.

Los minutos pasaron, gritos que se intensificaban y un

momento en que la temperatura aumentaba, pero la oportunidad que tanto se había esperado no era para él. Rey comenzó a creer que no era el personaje principal de la historia. En verdad aquellas dos estaban teniendo sexo lésbico duro. Haciendo lo que él no tenía el valor de pedirle a dos mujeres, pero siempre había soñado conseguir antes de morir. Rey volvió a sentir celos y envidia, pero al mismo tiempo también sintió orgullo. Dos amigas que a ciencia cierta no eran del todo lesbiana se estaban queriendo y tenían la suficiente confianza como para hacerlo en frente de él.

“¡Suponía que morir porque se me reviente la verga era poco probable… pero en una situación como esta no sería imposible! Tengo que hacer algo”, pensó Rey quien después de tanto pensar, sin aguantarse más, se agarró el ganso y empezó a estrangularlo de adelante hacia atrás.

Elena sonrió con cara de malicia al mismo tiempo que miraba de reojo, pareció como que había conseguido lo que quería; sin embargo, eso no la hizo posponer su otra tarea. Ella se sacó las tetas como quien se arrancaba lo que vestía y siguió moviéndose frenéticamente, haciendo que la salchicha entrara hasta el fondo y saliera parcialmente de entre ellas dos.

Samantha gemía más alto que las actrices del televisor, mientras que Elena le sacó las tetas y acto seguido apoyó el peso de su cuerpo sobre el cuello de la trigueña, que a pesar de tener la boca abierta ya no podía respirar ni emitir sonido alguno, solo ponerse roja como un tomate que no se dejaba de menear.

—Mmm… más duro… —dijo Samantha cada vez que Elena le soltaba el cuello—. Rey, si te vienes… quiero que me llenes la cara de leche…

—¿Eh? —Rey tragó en seco, estaba confundido.

—… que te corras sobre mi cara —repitió Samantha con desespero en su otra bocanada de aire.

Rey se puso de pie mientras veía a Elena volviéndose más agresiva. Como quien castigaba a una masoquista, la rubia dejó de ahorcar a Samantha, pero, en cambio, con la misma mano le estrujo la teta más cercana. Le dio una cachetada a la flácida circunferencia y después, tras escupirse en la mano, le metió los tres dedos en la boca abierta de la trigueña que sacaba la lengua.

—¿Estás segura de que quieres que te acabe en la cara? —le preguntó Rey a Samantha ya con su imponente verga justo encima del rostro de esta.

Por un momento, Rey estaba considerando si nombrar la situación más como abuso que como sexo. Después de todo, la agresividad de Elena no era motivo para que alguien normal se excitara.

—Cállate —dijo Elena—. Concéntrate en tu verga y no en hacer preguntas. Si no te sale mucha leche estaré bien decepcionada…

Elena con agresivas palabras, no volvió a permitir que Samantha siguiera hablando y a pesar de su estatura en comparación al fornido cuerpo de Rey se le enfrentó y ordenó.

Frisado en el lugar, Rey vio cómo la rubia volvió a cachetear la teta más cercana de la trigueña, marcándole los dedos y cogió a la misma del cuello nuevamente.

—Rey… no avises cuando te vengas… —continuó Elena entre gemidos, aflojando a la vez su tono de voz mandona, pero a la vez garantizando prevenir algo que podía suceder en el futuro.

—Umm… —mugió Rey en respuesta, sacudiendo su verga con más fuerza.

Samantha amplió las comisuras de su boca, mostraba una sonrisa a pesar de tener la cara roja, sacaba su lengua afuera y mientras que casi se le iban en blanco los ojos. En cambio, Elena se apoyaba en el juego de las incertidumbres. Rey entendía que, para Sam, a veces no saber cuándo iba a suceder algo, le excitaba más que saber. Y también, que ella era alguien que buscaba dolor, mientras que Elena buscaba hacer que las cosas dolieran un poco más, tal vez por eso se llevaban tan bien.

—¡Cómo la tiene! —continúo Elena, dirigiendo la atención de sus ojos hacia la verga del joven.

—Tan grande que… tengo miedo… no poder… —confesó Samantha entre gemidos.

Gracias a las palabras de la trigueña, Rey entendió lo que sucedía. “Ninguna de las dos se me ha acercado porque en verdad es muy grande. Ahhh, tenerla así de grande a veces no es una bendición, aunque ¿acaso ellas no la pidieron así? Mmm, puedo regresarle al tamaño normal en cualquier momento, pero quien quita que con los fetiches que estas dos tienen las cosas podrían llegar a recorrer un mejor camino. Aún no me convence, Elena no hace su movimiento porque seguro está tramando algo”.

Samantha extendió su mano derecha y agarró la verga erecta, tan cerca de la base como pudo, luego con su otra mano hizo el mismo gesto.

“Esto se siente más caliente de lo que esperaba. Que sus manos tiernas, inocentes, puras, blancas y delicadas abracen con sus dedos el tronco de mi verga, es suficiente para hacerme venir. Pero no… por cierto, ellas dos se ven preciosas desde este ángulo. Yo que siempre deseaba sentir el contacto de un cuerpo femenino. Una musa desnuda en frente de mí… ahora tengo dos… pero, entre ellas, Elena es más como un lobo con piel de oveja. Sus ojos me miran mucho”, pensaba Rey, mientras veía como Elena, dejando descansar su cuerpo sobre las piernas de la trigueña, procedió a utilizar una de sus manos y seguir detrás de Sam.

Ya eran tres puños y aún sobraba verga para seguir agarrando, sin mencionar que ninguna de ellas dos llegaban a juntar sus dedos con la punta del pulgar producto al grosor del hierro cilíndrico que estaban aguantando.

—Créeme que puedes llegarle al corazón de cualquier chica si ella te deja que se la metas —agregó Elena con su otra mano en el aire, restregando sus caderas con lentitud, enfocados en mantener el ritmo y no perder el equilibrio.

—Aun así, de grande… ¿Me dejarías que te la metiera? — preguntó Rey ante la sugerencia, como quien tenía la oportunidad de confirmar si mantenía el tamaño de semejante monstruo con tal de llegar al corazón de quien le hablaba.

—Quizás —dijo Elena, haciéndose la interesada, usando una voz dulce y encantadora—, con ese tamaño solo te pueda chupar la punta… por ahora. Pero, puede que hasta te deje cogerme el culo. Solo para ver qué se siente…

“¡El culo!”. La mente de Rey divagaba intentando imaginar cuánto se tendría que abrir la rubia para que la punta de su verga desapareciera en el culo de ella.

—Elena… ¿Te gustan los retos de meterte cosas? —comentó Sam como quien había encontrado a alguien que compartía intereses semejantes.

—Me fascinan… tanto como las mujeres pervertidas — respondió Elena.

—¿De verdad hiciste esto con Juliet? —indagó Samantha, sobre otro tema.

—Sí. Lo hice y después nos comimos la salchicha entre las dos… —Elena guiñó un ojo con su expresión juguetona, después de todo, quién más sabía a ciencia cierta si la rubia había utilizado en la cena algún que otro ingrediente que se hubiera metido en el coño.

Rey estaba por preguntarle a Elena si en las diferentes comidas que se le había ocurrido cocinar ella había bendecido una con sus fluidos vaginales, pero la excitación no le hacía ver mucho sentido a semejante interrogante en una situación en la cual lo que más le interesaba era clavar su verga en algún agujero.

La rubia todavía no posaba su otra mano sobre el miembro de Rey, ella parecía divertirse haciéndole una paja, mientras que acercaba su cara al tronco. Lo suficientemente cerca como para oler lo que tenía delante, y al darse cuenta de que Rey no hacía preguntas, Elena preguntó mirando de abajo a arriba: —¿Quieres sentir mi boca con tu verga?

Para Rey, semejante sensación sería casi imposible de aguantar en ese momento. No después de todo lo que estaba viendo, sintiendo y escuchando. Sin que Rey pudiera dar una respuesta, Elena se apartó los cabellos con su única mano libre y se inclinó hacia delante para agarrar el glande de aquella imponente verga con sus labios y comenzar a chupar

lentamente. El contacto de los labios y la humedad de la lengua hizo que Rey apretara los puños y tensara los músculos de su cuerpo. La sensación le resultaba aún más intensa que cuando la rubia le había masturbado. Pero eso no fue todo por parte de ella. Elena con su boca no tardó en apoderarse de la inmensa cabeza, de lamerla y chuparla con agresividad ascendente. Su lengua no tuvo piedad y jugaba con la pequeña abertura por donde se evacuaba la orina con la intención de incluso intentar penetrarla hasta no poder seguir avanzando. Luego, como un latigazo se movió por debajo y también por arriba, haciendo movimientos circulares y deslizando su lengua entre la piel que recogida hacia atrás formaba una especie de bolsa al final. Fueron aproximadamente tres minutos en los cuales la cabeza de la verga quedo brillante y pulida por el perfecto trabajo de una lengua. Dado que tenía su mandíbula abierta de forma incómoda por mucho tiempo, la rubia se limitó a no seguir jugando pasado el glande de Rey.

—Quiero leche en la cara —demandaba Sam con voz necesitada y ojos que brillaban por deseos libidinosos.

“Esta rubia es peligrosa, ¡¡¡me quiere secar las bolas de una!!! Casi me confió…”, pensaba Rey desesperado, cayendo víctima de una trampa bien manipulada, pero al mismo tiempo salvados por los pelos. “Con que a esto ella se refería con «tremendos deseos de comérmelo. Si esta fue la misma técnica que usó con

Juliet y Sam, yo me salvé por los pelos. Ahhh, si me hubiera venido ya me la imagino escupiendo mi leche en la cara de Samantha… pero no, objetivo claro, quiero meterla en otro hueco…”.

—No… —dijo Elena mirando desafiante a la verga que tenía enfrente, mientras que un hilo de saliva colgaba entre los dos hasta romperse por el medio.

La rubia se veía enojada, como quien había fallado en su plan maestro. Después de todo, con Rey ella había hecho algo semejante a lo que hizo con Samantha. Calentar, excitar y dar el golpe final, pero al contrario de lo que pasó con la última, Rey no se había venido. Elena levantó su última mano, haciendo todo lo posible para mantener el equilibrio, y agarró la punta del miembro con firmeza y usando la saliva que había dejado comenzó a deslizar hacia abajo. Poco a poco hasta hacer juntar los cuatro nudillos con los otros doce que ya estaban esperando alineados.

Aun con las cuatro manos, el glande de la verga de Rey sobresalía al aire.

—Más de cuatro puños… —dijo Elena como quien disimulaba su derrota, haciendo que todo el momento se basará en confirmar la medida de la imponente verga—. Ya con este punto comprobado… solo queda algo, ¿acaso tienes el poder de venirte a voluntad? —preguntó Elena achicando los ojos, cosa a la cual Rey negó con su cabeza.

El joven de ojos blancos no tenía por qué mentir, así que la rubia decidió creerle.

—Samantha… Si quieres leche, te toca tener que sacarla — demandó Elena después de darle otra cachetada a una de las tetas de la trigueña que por la excitación no podía dejar de moverse en el lugar como una loca en celo.

Como un perro de caza el cual había recibido una orden por su dueña, Sam dejó de comportarse con tanta locura para cambiar las expresiones de su rostro y lamerse los labios con toda confidencia de que podría sacarle la leche al chico ahí presente a pesar de que este se contuviera. Sintiendo un hormigueo casi que pre orgásmico en la punta de su verga, la cual estaba tan sensible que incluso el aire alrededor le hacía sentir que perdería el combate en cualquier momento. Rey se mantuvo firme y trató de reponerse del golpe de Elena, pero al ver que el combate continuaba contra otra contrincante sintió como si sus piernas se fueran a rendir. Aguantando la respiración para no ahorcarse la verga con sus propias manos, él se preguntó: “¿¡Qué diablos está pasando por la mente de Sam para tener tanta confianza en su mirada!?”



Reina Del Cielo

Chapter 4
Presidenta


   Cada mañana el escenario para el abordaje del metro era el mismo de siempre, solo cambiaban las personas que, con el tiempo, se volvían más desesperadas y egoístas. Puesto que quienes llegaban de primeros a la fila podrían ir sentados y los últimos tendrían que hacer el viaje de pie, los que no querían levantarse cinco minutos antes o se retrasaban al pedir el café, tan solo tenían que apurar sus pasos. Aun estando dentro del tren, las intenciones de cada uno se podían ver con claridad, sin importar la edad o el género, todos se sentían igual de cansados como para prolongar el dolor de sus huesos y nadie se iba a levantar para ceder su asiento que con tanto esfuerzo habían ocupado.

 

   Rebeka sintió la necesidad de detener a esos que corrían y explicarles lo mal que se veía para la sociedad, lo egoístas que estaban siendo, cuando en primer lugar no se levantaron lo suficientemente temprano como para ser los primeros, pero sabiendo que no podría cambiar la naturaleza de una rata que solo comía y defecaba, le hizo limitarse a pensar:

 

   «Tampoco es que quiera llegar de primera para tener la cortesía de darle el asiento a quien lo necesite más que yo, una cosa es pensar en lo que está correcto y otra es hacerlo. Es mejor que los apurados tomen asiento, más cuando tienen café en la mano, me hacen un favor al no ocupar tanto espacio y así pueden derramar el contenido sobre ellos y no encima de personas como yo. Cambiando de tema, él y yo nos estamos separando».

 

  El contacto tan esperado nunca se dio entre las dos manos, mientras que aquellos que iban en sentido contrario se interponen entre Rebeka y Omar. 

 

   «A veces, cuando caminas entre las personas, si miras decididamente al lado por el cual quieres ir, ellos no se entrometerán en tu camino. Pero si miras al suelo, la gente puede tomar inconvenientes decisiones por ti. Omar ni siquiera tiene que mirar por donde va, con su cuerpo las personas le hacen espacio, mientras que yo tengo que fruncir las cejas e imponer mi presencia. Extraño mi cama, mis sábanas, mi almohada ¡¿por qué hay que levantarse y luchar contra tantas personas cinco veces a la semana?! ¡Omar, necesito que me des la mano y alegres mi día!».

 

  Tras encontrarse con sus hombros caídos y dando un suspiro, Rebeka decidió inflar su pecho con tal de levantar su barbilla y continuar hacia adelante.

 

   «¡Ratas que caminan en contra de la juventud, osan interponerse en el medio! Tienen envidia de nuestros cuerpos. Acaso creen que tienen derecho, piensan que les debemos respeto. Todos ustedes son tan irritantes, tanto que pueden desaparecer si de mí dependiera» pensó, tras cambiar un tono cansado a uno que gradualmente se enfurecía en su mente.

 

 Con sus pensamientos, en el exterior, Rebeka cambió totalmente la proyección de sí misma que expone al exterior, haciendo que más personas salieran de su camino. ¿Quién se atrevería a chocar con alguien que estaba dispuesto a disparar quejas tan pronto se le diera la oportunidad? Junto a esto, bajo el techo de la estación del tren, los sonidos se agudizaron. 

 

  Los ladridos de pequeños perros malhumorados sonaban constantemente, acompañados de quejas de alguna anciana, mientras peleaba irritada por ser tumbada al suelo. Llantos de bebés desconsolados que iban dentro de coches empujados. El ruido de personas que hablaban por teléfono, de quienes reían entre sí, la tos de enfermos y los que tarareaban o silbaban melodía al viento.

 

   «Aún con extraños y ruidos entre nosotros, él se siente tan cerca y puedo decir que hoy es el día. Quiero respirar y cerrar mis ojos, con tal de escucharle, distinguir sus pasos, el sonido de su ropa alejándose y rodeando la corriente de gente, con tal de regresar a estar detrás de mí. Pero, aun así, con tanto ruido y distracciones, esta distancia es abismal. Oh felicidad, déjame respirar. Esta inconformidad es lo que me aleja de la felicidad. Para ser felices me encuentro queriendo lo que no está entre mis manos, pero olvido que lo que ya tengo fue algo que en su momento también quise tener. ¿Cuántas veces no deseé que existiera en este mundo, tan equivocado y carente de sentido, alguien como él? En ese tiempo me conformaba con tan solo tener la oportunidad de compartir el mismo cielo que mi chico ideal. Si es así, debo conformarme con que lo que tengo es lo mejor y negar que le amo también».

  

  Tras cruzar alguno que otro bloque, pasar varios bancos, atravesar las luces de tiendas que ofrecían comida rápida, Rebeka comenzaba a desesperarse, pues el contacto cada vez se volvía más y más imposible. 

 

   «La conformidad es la base del estancamiento. El egoísmo y la necesidad son las impulsoras del desarrollo. Esta sociedad es la muestra más viva de ese concepto, solo basta con ver a quienes viven mejor y son más felices, como son egoístas, ambiciosos, inconformes y luchadores. Por conformarme con solo verle, estar a su lado desde las sombras y esperar a que sus ojos me puedan ver, me expongo a perder innumerables cosas. Por ejemplo, su primer beso, su primera vez, sus nuevas experiencias como pareja. Sí, apreciaría que un chico con experiencia se encargara de mí, pero ya estaría contaminado por los hábitos de alguien más. Me besaría como besó a alguien más, me cogería como le hizo a alguien más. Todo mientras yo estuve esperando a que se decidiera por mí en vez de alguien más. Mi conciencia no estaría tranquila».

 

   Respirando tan hondo como pudo, Rebeka llenó de vida sus movimientos y caminó como si andará flotando por el aire.

 

    «Por esa misma razón me puse las bragas más sexys que tengo en mi arsenal y también estoy usando mi falda más corta. Dejarle atrás y que me pueda ver las piernas, tal vez un poco más si es que cometo un pequeño descuido. Ahora que mi mano espera su mano, estaría dispuesta a dejar que el viento haga de sus caprichos y tener un descuido». 

     

   Como si también se hubiera contagiado de la felicidad que motivaba a la chica de ojos castaños, una ráfaga de viento veraniego pareció bajar del cielo y acariciar su rostro contento, antes de continuar con su paso.

 

   «Con esta brisa, estoy segura que él podría sentir mi olor, si es que no estuvo muy enfocado en verme la cola, pero no es suficiente. Tengo que ser aún más arriesgada» pensó.

 

  La parada del metro que se dirigía al centro ya estaba justo al frente y la operadora anunciaba que faltaban treinta segundos para que llegara el tren. El tiempo de espera perfecto para que cualquier silencio incómodo no se atreviera a nacer, en caso que ella tuviera que quedarse esperando. 

  

   «Sé que me está mirando y solo debo esperar la distancia perfecta en 3, 2, 1» al tiempo que miró de reojo a Omar.

 

  Rebeka chocó su hombro contra un transeúnte, una persona que se veía que regresaba a casa después de terminar un turno nocturno. Grosero y sin la mejor actitud, el sujeto le dijo: 

 

  —¡Haz el favor de tener más cuidado!

 

  —¡Oh! lo siento señor respondió e inclinó su cabeza en señal de respeto.

 

  Tan pronto el ciudadano continuó su paso murmurando entre dientes, Rebeka se llevó la mano en dirección a sus cabellos para dibujar la expresión de alguien sorprendido y preocupado.  

 

   —¡Omar! se me cayó el pasador. ¡Ayúdame a encontrarlo! — dijo en voz alta.

 

  Ella se detuvo en el lugar y volvió a observar el suelo, mientras pensaba: 

 

    «Según he leído, el primer paso que se debe de tomar en las artes de seducir a un hombre es hacer que este te deba un favor o tu deberle un favor a él. Una ayuda, aparentemente desinteresada, por parte de un individuo hacia otro, puede fundar la base perfecta para los cimientos del romance. En este caso, siguiendo esa guía, si voy a admitir que le amo, preferiría deberle un favor, mostrarme vulnerable, darle la oportunidad y terminar mi actitud de peleona contra él. Las relaciones que nacen de pelear no creo terminen bien».

 

  Aproximadamente tres segundos pasaron y su mirada no alcanzaba a ver el pasador del cabello que se le había caído ni tampoco a Omar esforzándose por encontrarlo.

 

  «Tal vez debí hablar un poco más alto y parecer desesperada. Lo hecho, hecho está y tengo confianza en el chico que quiero. Sé que él ha estado observándome meticulosamente, esperando una oportunidad como esta. Su instinto varonil va a encajar y con esto va a ayudarme, después de todo, un momento como este no se repite dos veces. La oportunidad perfecta, el príncipe que rescata a la damisela, el héroe que salva el día» pensó, al mismo tiempo que buscaba en el suelo.

 

    Omar paró en seco para evitar estrellarse contra Rebeka. Ella rompió su posición inclinada y se puso derecha, mientras prestaba absoluta atención con sus ojos, tras notar que había ocurrido algo que no tenía previsto. 

 

   «En todo este tiempo, has prestado atención a tu maldito teléfono en vez de a mí, a mi falda, a mi olor, a mi persona. Calma, todo no está perdido, aún le puedo pedir de nuevo que me ayude a recuperar mi pasador. No puedo usar esto como una oportunidad para reclamarle, soy madura, ya soy grande.»

 

    «Oh, guao, escuché el sonido de mi pasador siendo aplastado por el zapato de una rata, la más gorda y pesada de toda la maldita ciudad. Se siente fantástico. Pero no, no voy a pelear, mi corazón tiene antojo de violencia y sangre, pero mi autocontrol se mantendrá bien.».

 

  —¿Qué sucede? —preguntó Omar, quien dejó de atender el teléfono que tenía en su mano para levantar sus ojos y hacer contacto visual con la presidenta.

 

  El teléfono que él tenía era moderno, de gran tamaño, con pantalla táctil y sus cuatro puntas redondeadas. Ese dispositivo aún estaba encendido y quedaba a la altura del pecho de Rebeka.       

 

    «Genial, esa pregunta junto a tu mirada hace que me irrite tanto que juro que me hierve la sangre. Mejor respiro hondo, bajo la mirada», pensó de forma calmada, hasta que sus ojos se encajaron en la pantalla encendida del dispositivo electrónico que Omar tenía en su mano derecha. «¡Qué diablos significa ese mensaje con corazones y besos en tu maldito teléfono! ¿¡Quién es ella!? ¿¡Quién demonios le dio permiso de enviarte mensajes!?».

 

  Con un movimiento de su dedo pulgar, Omar apago el teléfono tan rápido como se dio cuenta que la pantalla estaba expuesta a la vista de la chica que tenía delante.

 

  —¿Estás bien? Un pasador que se te cayó ¿de qué color?  —preguntó, ante el comportamiento y el silencio tan incómodo que recibía por parte de la presidenta, cuyas expresiones faciales estaban oscurecidas.

 

    «¿Acaso no es tan nostálgica esta sensación? El mundo a mi alrededor está perdiendo sus colores. Él sigue hablando, pero su voz no es diferente a la del resto. Debo calmarme. Paciencia», pensó. «Él apagó el teléfono tan rápido como pudo, significa que me tiene respeto. Tampoco vi que le respondiera los mensajes. Estoy sudando, no es bueno para mi piel, mi rostro también se puede enrojecer y me podría ver desagradable. ¿De qué color es el pasador? Acaso mis oídos no me engañan y él en verdad me preguntó tan descaradamente sobre el color de mi más preciado pasador».

 

  —Ja, ja, ja, eso definitivamente no fue una pregunta —dijo, tras lanzar al aire unas discretas carcajadas.

 

  Omar retrocedió un paso, trago en seco y respiro hondo. Se sentía tan incómodo ante el comportamiento de la presidenta que agachó la cabeza para esconder su rostro. 

 

    «En verdad me lo tuve que estar imaginando, pero no fue obra de mi imaginación. Oh, tú eras quien creía indicado para hacerme feliz. Te costará muy caro prestarle más atención a los mensajes de alguien más que a mí. En verdad no entiendo cómo me puedo sentir tan decepcionada. Te aseguro que cuando quieras responder los mensajes de esa que te escribió… tu maldito teléfono estará siendo destrozado por el tren. Idiota. Idiota ¡Idiota! No pienso llorar por alguien como tú».

 

  —Olvídalo, no tiene más importancia —dijo ella en voz alta y una sonrisa de oreja a oreja, una tan grande que incluso sus ojos quedaron cerrados con semejante expresión de felicidad—. Oh, ¡el tren! 

 

  Omar vio como la presidenta se volteaba y apuraba su paso en dirección al tren y sintió un sudor frío bajando por su frente. Las palabras que había escuchado definitivamente tenían un significado contrario, igual que la sonrisa que vio. “Olvídalo” se traduce en “no lo vas a entender”. “No tiene importancia” pudiera significar “pídeme disculpas en este momento”. “Las carcajadas y expresión de felicidad” técnicamente emanaban una rabia incontrolable por los poros. “Eso definitivamente no fue una pregunta” significaba “por qué no mejor te mueres”. Aun así, eran traducciones muy específicas que un chico como él podía imaginar, pero no entender. 

 

   «Al menos, mi sostén fue la mejor opción para prevenir este tipo de situación. Correr con los cabellos sueltos que tapan mi ojo derecho no es muy cómodo. Él me debe de estar siguiendo y debió de haber guardado el teléfono en su bolsillo derecho, ya va a ver», se dijo, bien irritada.

 

  Tras atravesar por el pequeño laberinto de sogas y barras de metal entrelazadas para hacer que la fila de espera fuese más organizada. Rebeka pudo llegar a colocarse detrás de los últimos que iban a entrar en el tren.

 

   «Una vez estemos dentro del vagón, esperaré el momento para quitarle el teléfono, necesito desquitarme con algo».

 

 —Ups, lo siento —dijo alguien, quien al tropezar empujó a quien tenía delante. 

 

 —Solo un poco más y cerramos las puertas —anunció un oficial de seguridad.

 

  Entre los últimos lugares estaban Rebeka y Omar, bien preocupados por poder avanzar entre las personas que no se querían mover, a pesar de tener espacio suficiente para seguir desplazándose. De un movimiento a otro, ella se quedó entre los individuos del frente, ya que le tenían el camino cerrado, mientras que Omar continuó avanzando. Apoyándose de su cuerpo, a él no le importó incomodar a unos y mover a otros.

 

  Mientras que Omar se las arreglaba para ir a la delantera, Rebeka fijó sus ojos en lo que sería su presa. Para los hombres, una de las desventajas de tener un pantalón ajustado es que si el teléfono que llevan es muy grande, una parte sobresale fuera del bolsillo, queda expuesta y puede ser tomada. Una persona normal y corriente no puede enfocarse en varias tareas al mismo momento, es más propenso de ignorar una sensación mínima de movimiento dentro de su pantalón cuando está forzosamente moviéndose entre personas que lo empujan de vuelta.     

 

  «Perfecto, ahora, déjame mantenerme alejada de él. No quiero levantar sospechas ni tener nada más que ver con ese desgraciado, que es como los demás», pensó al tiempo que retiraba su mano exitosamente con el dispositivo y tan pronto se acercó a una ventana, lo arrojó con disimulo.

 

Tras mirar el techo, ella trató de controlar las lágrimas que se le querían salir. Sabiendo que había hecho algo malo con tal de sentirse mejor, lo que más le frustraba era no sentirse bien.  

 

  Junto al sonido de las puertas eléctricas del tren siendo cerradas, más las palabras de la operadora que anunciaba la salida del tren al centro, se pudo escuchar la voz de un hombre diciendo:

 

  —¡Alguien ha visto mi teléfono! 

 

 —Señor, el tren está saliendo. No hay nada que se pueda hacer, por su seguridad, permanezca detrás de la línea —dijeron los uniformados encargados de la seguridad de la estación.

 

  Rebeka pudo reconocer al hombre que buscaba su teléfono, que era el mismo contra el que había chocado cuando se propuso dejar caer su pasador del cabello. Era una situación bien rara, a decir verdad. «Tal vez, ¿karma?», se dijo, mientras que el tren comenzó a moverse y con esto, algunas personas empezaron a protestar porque Omar iba de regreso a donde se había quedado ella. 

 

  «Mmm, ¿se dio cuenta que le tomé el teléfono? No, imposible, tal vez piense que se le cayó y está regresando para buscarlo» pensó, mientras escondía su mirada.

 

  Disponiéndose a actuar como si nada hubiera pasado, Rebeka sintió cómo el cuerpo imponente del chico se le puso detrás.

 

  —En verdad siento lo que sucedió con tu pasador de cabello —le dijo con voz temblorosa a Rebeka—. Y que yo tomara una foto tuya mientras no veías. No quiero que creas que soy alguien raro, por favor. Solo escúchame primero y podemos hablarlo.  

 

  «Él, está… nervioso», pensó, tras sentir el corazón a punto de salirse de su pecho. «Está sudando. Una foto tuya, alguien raro… podemos hablarlo». Si él se dio cuenta, ¿por qué se disculpa en vez de reclamar?».

 

  Mirando al suelo, entre la gente aglomerada, la superficie metálica de un teléfono se vio, sobresaliendo del bolsillo izquierdo del pantalón de Omar.  

 

  «¿Mmm? Tiene otro teléfono junto a la mano con la que aguanta su abrigo. ¿Por qué razón un chico tendría dos teléfonos? además, ¿qué foto me tomo?», se dijo, para acto seguido manifestarle en voz alta:

 

   —No tengo nada que hablar contigo… Dame tu otro teléfono.

 

 Debido al sonido del tren en movimiento, no se podía notar que la voz de Rebeka temblaba y sonaba asustada. Por otro lado, Omar mostró lo que se podría llamar una verdadera cara de espanto, tanto que se pudieron ver intenciones de querer marcharse de allí. Pero el tren estaba cerrado y en movimiento, todos los pasajeros se paraban como si estuvieran sembrados al suelo, por si fuera poco, como hombre tendría que limpiar su imagen. 

 

  —¡No! ¡No, por favor! Cualquier cosa menos eso. No podría vivir si lo rompieses respondió como un niño pequeño que había hecho algo malo.

 

  «Mmm, su cara de necesidad y súplica es tan adorable que creo que voy a regresar a un buen estado de ánimo. Pero es consciente que destruí el otro dispositivo y aun así me suplica. No puedo permitir que mi voz flaquee de nuevo, no sería bueno para el resultado de esta negociación», pensó, tras agregar en voz alta:

 

   —¡Que me des el celular, Omar! —lo que eran palabras firmes se convirtió en un grito que Rebeka hizo escuchar sin querer. 

 

  El chico se quedó en el lugar, pasmado, sin respirar, blanco como un papel.

 

  —¿Qué estás esperando? —insistió de nuevo con voz más dominante— ¡Omar!

 

  Una de las ancianas, justo en frente de la silla, con la disposición de ayudar a la chica embravecida que demandaba algo de un delincuente casi del doble de su tamaño, en voz baja agregó:

 

—¿Acaso te está molestando? ¿Necesitas que llame a las autoridades?

 

  Rebeka contestó a las preguntas de la anciana:

  —No, no creo que tengamos que llegar a tanto ¿verdad, Omar? Valiéndose del tono más amable que podía emplear en una situación tan estresante e iluminando su rostro con una sonrisa, ella se esforzó por tranquilizar a todas las personas cuya atención ya había sido llamada. 

  La anciana se volvió a colocar los espejuelos y bajó su mirada para continuar leyendo el libro que tenía en la mano, titulado Gilgamesh el grande, aún entre nosotros

Tras volver a mirar a Omar, ella cambió totalmente las expresiones de su rostro. El chico tragó en seco y se agarró el bolsillo con aún más fuerza.

 

  «Ya van más de dos minutos», pensó ella. «Todos parecen menos interesados en nuestra conversación y él aprieta aún más su bolsillo, pero ¿cuándo va a acceder a mis demandas?»

 

   —Solo si me prometes que no lo vas a romper —Omar se aclaró la garganta y habló con voz arrepentida, mirando a la mano de la chica que se levantaba. 

 

  —Está bien, lo prometo…  —respondió, accediendo a la petición.

 

  Por cierto, como chica que era, “lo prometo” podía significar: si veo mensajes de otra, definitivamente lo voy a tirar por la ventana. Cumpliré con mi promesa, pero las posibilidades de que se pierda son muy altas”. Interpretación por la cual Omar se agarró a otro pasamano con su mano izquierda y con la derecha, a pesar de ser algo incómodo, sacó el dispositivo que tanto no quería dejar ir, para ofrecerlo a la presidenta cuyas expresiones faciales de enojo eran suficientes para causar pesadillas. 

 

  «Perfecto. Estoy tan emocionada, es como tener un regalo en mis manos. Hoy en día el teléfono de alguien es lo más preciado. Y yo tengo el teléfono de él, siento como si tuviera su corazón en mis manos. Con abrirlo puedo ver el contenido… ¡Ups!»

 

  La pantalla encendida estaba resguardada por un candado que requería una contraseña para ser abierta.

 

 —¿Cuál es la clave? —demandó ella. 

 

 —No, por favor no. Prefiero que lo rompas —dijo él—. Mejor romperlo, tíralo por la ventana… es más, yo lo rompo por ti.

 

  Con desespero, él trató de quitarle a la chica lo que le había dado. Pero como Rebeka ya estaba preparada, valiéndose de movimientos ágiles lo impidió. Ya le había extrañado que un chico usara su mano más diestra para darle algo que estaba en el bolsillo opuesto.

 

  —¿La clave? —volvió a demandar, esta vez bajando su voz como quien se forzaba a no gritar—No quiero seguir repitiéndolo ni haciendo una escena. Hazte responsable de tus acciones y compórtate como un hombre, con madurez. 

 

   —Rómpelo, te lo suplico —dijo él. 

 

  Rebeka no tenía ni la menor intención de dejar ir lo que había obtenido, más bien, elogió su precaución de mantenerse atenta ante el cambio de opinión de Omar. Aun así, ante la cercanía, la actitud le estaba cambiando. Ella quería sonar firme, pero tenerle tan cerca y verle tan necesitado la hacía aflojar. Además, que el forcejeo de tratar de tomar y proteger, se podía sentir como un juego preliminar antes del sexo.

 

   Con ropa de por medio, los dos cuerpos se empujaban y frotaban el uno al otro en un intento un poco diferente al apareamiento con ropa.  

 

 —¡¡¡Hey!!! ¡Ustedes dos! ¡Dejen la niñería! —demandó un señor mayor entre dientes, alguien que había sido empujado de un lado a otro por ya un buen tiempo y se le había acabado la paciencia como para seguir aguantando.

 

  Omar se calmó, pido perdón y resignado dijo:  

 

 —Tu nombre. 

 

  Él no podría ganar, estaba a la merced de lo que se le pudiese ocurrir a la presidenta de su clase.

  

  —¿Cómo? No te pude escuchar. ¿Cuál era la clave? —dijo sonrojada y un tanto desilusionada porque se detuviera el forcejeo. Sintiéndose caliente, su cuerpo demandaba seguir siendo empujado desde atrás por las caderas del chico y luego de dejar que su libido hablara, pronunció las siguientes palabras: —. Acércate, dímelo al oído… una vez más.

 

   «¿Puede que sea una aprovechada, pero…Qué puede ser más erótico que estar siendo cogida por detrás y que te llamen por tu nombre al oído?».

 

  —La clave para entrar a mi teléfono es… —en un susurro, Omar se acercó al cuello de ella y dijo— …Rebeka.

 

 

 

 



Rey De-Heavens

Chapter 4
El Heaven


Sin más remedio, aunque sin bajar del todo la guardia ni fiarse del desconocido, los presentes se pusieron en marcha, incluyendo al pequeño que no era notado por nadie, quien también siguió al grupo sin separarse mucho.

Los pasos se escuchaban resonando entre las inmensas cortezas de los gigantescos troncos, que parecían nunca acabar. En el silencio del lugar, Wulfgang tuvo que hablar, pues algunas preguntas le rondaban en la cabeza y no se podía quedar callado. —Pareces tener mucho conocimiento de nuestros hijos. Más del que nosotros mismos tenemos. ¿A qué se debe esto?

El Gran Mago Sabio se detuvo. Calmado, se llevó su mano a la barba cual si estuviera recordando algo en lo más profundo de su mente para así decidirse a hablar:

—Créanlo o no, en su vida previa, uno de los hijos que ella está esperando fue conocido como Leonel. Él, junto a sus dos hermanos David y Esteban, después del encierro forzado de Hades, se hizo conocer como “El Juez del Infierno”.  Él se dio a la tarea de separar las almas en pena. Dejo ir a las almas inocentes que no servían de alimento a los demonios para emplear el espacio con esas que sí podían servir al propósito.

Rey volteó su cabeza y levantó la mirada hacia Heroclades. Estaba relacionando la conversación del momento con aquella que sostuvieron previamente. El sujeto de piel bronceada y barba bien cuidada iluminaba su rostro con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba feliz porque aún tenía esperanzas. “Ahora todo encaja”, se dijo el pequeño, “tal vez, por esta razón es que lo recuerdo haciendo tanto énfasis en ser mi maestro. Pero si sus enemigos se vuelven también míos, me traerá muchos problemas… especialmente ese tal Zeus”.

Heroclades, dijo con mucho tacto:

—El oráculo al que había acudido no estaba equivocado.

Nadie habló ante las palabras del hombre que vestía túnicas de hilos de oro, pero su comentario no fue bien tomado del todo por ninguno de los presentes.

El Gran Mago Sabio continuó:

—Con tiempo y esfuerzo, las reformas del infierno, por parte de este individuo, fueron cada vez más notables. Con la excusa de optimizar la entrada, la retención de los traídos y declarados culpables, exceptuando el Tártaro, todo el lugar terminó siendo un plano impenetrable para muchos dioses, con la excepción de unas cuantas llaves de entrada que aún quedan ahí afuera, como el pergamino que le di a Ambrogio. También tengo respuesta para varias otras preguntas, vamos. No dejemos que el silencio se haga presente en esta caminata.

Miján, haciendo uso de su inteligencia, agregó:

—¿Cómo cuáles?

—¿Acaso no se preguntarán por qué razón —dijo El Gran Mago— el señor y la señora aquí presentes son la pareja más perseguida del momento? Independientemente de todos los problemas que causaron en el segundo plano, ¿no creen que es un poco sobredramático que tantos individuos fueran a buscar sus cabezas?

—Por las profecías —afirmó Wulfgang—. Respondo como si supiera el porqué para continuar con una interrogante: ¿Cómo es que sabes tanto?

—Es que soy alguien que aprecia escuchar y, en este muy particular lugar, nadie tiene secretos. Además, como dije antes, ustedes no son los únicos que llegaron a la entrada del círculo. El pergamino transportó a todos los que quedaron envueltos en la luz.

Heroclades, algo desilusionado, agregó:

—¡Qué lástima!, creí que habían terminado convertidos en polvo. Y ¿qué posibilidades existen de que ellos regresen a encontrarnos?

—Son mínimas, deben atravesar los círculos inferiores para lograrlo y aun si logran hacerlo, también tienen que buscar la manera de entrar a un lugar que está diseñado para impedir la entrada de los no elegidos… Volviendo al tema, según pude escuchar, las profecías de aquellos que viven afuera no están compuesta por palabras vacías, pero al hacer la comparación con mis conocimientos, pude llegar a una conclusión…

Katherine reclamó un tanto impaciente:

—Danos la explicación de una vez. No es necesario que guíes la conversación.

—El Juez y Reconstructor del Infierno, Leonel, a pesar de ser un hijo legítimo de dos fragmentos del espíritu trascendental de la tierra, hizo que, para los humanos, las posibilidades de terminar en el infierno al morir subieran hasta un setenta por cientos, sin contar las interminables razones que fueron agregadas como características para ser elegible a un puesto en los círculos del lugar. “A nuevos tiempos nuevas razones para ser condenados”, él dijo eso. Con esto, los mortales entienden que la siguiente encarnación es de seguro una amenaza para la raza. Por ende, los que están afuera sintieron la necesidad de protegerse de alguna manera ante lo que temían y no podían controlar. ¿Acaso no es irónico?, la implacable persecución en contra de usted los condujo a este círculo, el círculo en el que todos quieren estar dentro del lugar al que nadie quiere llegar…

Ehimus dijo con asombro y casi sin poder creer lo que sus ojos verdes veían:

—¿¡Acaso eso es, lo que creo estar viendo!?

Rey, quien había estado prestando atención a las palabras del Gran Mago Sabio y ya tenía a los humanos en la lista de enemigos potenciales, apenas escuchó las palabras de la elfa apuró su paso para ver lo que ella veía.

Una vez al frente de la fila, el pequeño que nadie podía ver notó cómo Ehimus, Katherine, Wulfgang, Heroclades, Maryam y Miján quedaron maravillados al distinguir lo que menos esperaban ver en un lugar tan desolado y oscuro. Sin embargo, el pequeño de ojos blancos se miraba un tanto decepcionado. Él creía que la tan brillante iluminación era molesta, recordaba que le costaba acostumbrarse y le irritaba los ojos. Pero los adultos no pudieron evitar apresurar sus pisadas. Caminaron, corrieron e incluso saltaron al interior de la claridad que aparecía en el final del sendero. Ellos exclamaron la palabra “¡Luz!” como si fuera algo que no hubieran visto en mucho tiempo.

“¿Cómo es que se pueden adaptar a la luminosidad del ambiente abarrotado por esta luz?”, se preguntó Rey achicando los ojos y cubriéndose el rostro con las manos mientras se esforzaba para ver las expresiones que los mayores hacían.

Una vez pudo ver dentro de la divinidad del lugar, para Rey los mayores parecían estar diciendo que no podían creer lo que veían. Y era lógico, quienes habían estado rodeados por oscuridad, gritos desgarradores, olor a carne quemada y una neblina de sangre no podían imaginar semejante cambio en tan poco tiempo.

—¿Pero cómo es posible que exista tanta belleza desbordante y exuberante incluso debajo de las piedras? —dijo la elfa verde, extendiendo sus manos y danzando sobre el pasto—. Frondosa vegetación llena de vida y gloria. El aroma soberano de las flores llena el aire, llevado por el calmante y relajante viento que atraviesan el horizonte y toca nuestros cuerpos. El más maravilloso de los cielos nos baña con su luz. Incluso el sonido enigmáticamente cautivador del agua corriendo. Nada jamás antes visto por mí, ni en libros de cuentos o leyendas.

Para el pequeño, la elfa tenía un punto. Dejando de achicar los ojos, Rey tuvo que admitir que el contraste del mundo decrépito y hostil de afuera, comparado a todos los diferentes colores que componían la esplendorosa atmósfera, hacía que la reacción de los mayores fuese comprensible.

El sonido que provocaba el caminar de unos pies flacuchos sobre el pasto fresco y humedecido por una fina capa de agua conllevó que se diera paso a escuchar de una anciana la voz:

—Bienvenido a este, al círculo más bajo del Paraíso, el Heavens. Los siguientes círculos se superponen los unos a los otros en la cima de la montaña y se conocen como los nueve cielos.

El primer nombre mencionado, aunque fuera un círculo bajo, reflejó en las miradas de todos un futuro sin preocupaciones. Ehimus preguntó:

—¿Y ya?, ¿no existe más?

El Gran Mago Sabio continuó:

—No. Sobre los nueve cielos está el “Jardín de Edén”, y más arriba el “Empíreo”, que está cuidado por una espada flamante y seres sin rostros, de cuerpos amarillo luminoso y sangre de fuego… pero no es información que necesiten saber.

Hizo una pausa en su caminar y se echó a un lado del sendero.

—Me temo que hasta aquí llega mi humilde guía. Tengo otros asuntos que resolver, aun así, me haré del tiempo necesario para ser su intendente. Eso quiere decir que resolveré cualquier problema que tengan para que eviten tener que interferir de forma directa en cualquier asunto. Yo iré a saludarlos cada mañana de aquí en adelante. Ahora, si me permiten, les recomiendo que sigan el camino, los conducirá a la casa que les servirá de estancia.

Rey notó cómo los mayores estaban felices, tan felices que hasta podían saltar de alegría, incluyendo a la vampira musculosa. En cambio, por alguna razón, el rostro de Lobato Wulfgang parecía no encajar. Con curiosidad, el pequeño se acercó a su padre, ese que entre sus fornidos brazos sostenía a su madre. Desde más cerca, era obvio que él intentaba ocultar la tristeza que con tanta hambre le quería devorar los ojos y bañarle en lágrimas.

En ese preciso momento, Maryam levantó su mano y le tocó el rostro a su amado. La vampira de labios finos y pálidos susurró algo al oído del licántropo:

—Puedo escuchar cómo te tiembla el corazón. Te quema por dentro saber que no hay vuelta atrás. Aunque yo sé que para ti eso no será excusa para que te rindas… Fang, come de la fruta conmigo, comparte el camino de tus amigos. Sabes que pocos pueden hacer “lo correcto” cuando en verdad importa. Te lo pido…

Wulfgang devolvió un susurro:

—La tristeza es una corriente irreversible de dolor cuando te das cuenta de que estás a punto de renunciar a la última oportunidad de estar allí para alguien… Me tiembla y duele el corazón. No porque no existe vuelta atrás y esté dejando aquel mundo con sus problemas a alguien más, sino porque sé que me estoy alejando de todas las cosas que soy para acercarme a ti y a todas las cosas que tú eres. —Un susurro de alguien humilde, honrado, noble y sincero, que se volvía un mentiroso egoísta.

Maryam, en susurro, replicó:

—¿Y acaso así no es el amor? Amar puede ser sacrificar tu felicidad o la de alguien más. Por estar en un lugar seguro no significa que tu responsabilidad como padre haya terminado, ¿quién te asegura que mi futuro no estará en peligro una vez que mis hijos nazcan y tú no estés? No des la vuelta, no te marches y me dejes aquí, aunque me lo merezca… Por amor te lo di todo sin esperar recibir nada de vuelta... No es que no quisiera decírtelo, era que no tenía valor... Ahora, cuando más te necesito, te lo pido. Quédate conmigo hasta que ellos crezcan o mueran, dame la oportunidad de ganarme todo lo que quiero por mis propios medios.

Wulfgang apretó la quijada y decidió hacerse de oídos sordos para no terminar en una discusión con la vampira o preocupar a quienes le rodeaban. El licántropo de cuerpo arrogante, con el primer paso que dio sobre el suave pasto, arrancó los pesares de su corazón y siguió adelante. Sin mirar hacia atrás, preocupándose por sí mismo y sus propias responsabilidades, actuó como alguien que dejaba la idea de regresar al otro plano.

Rey tenía sus ojos bien abiertos, y no estaban mirando a los lados, al bosque o al cielo, sino que quedaban clavados en su padre. Él pensaba que ninguno de los otros presentes había dejado asuntos pendientes en el otro plano, que tal vez esa era la razón de que ellos estuvieran contentos y su padre no.

Ehimus, masticando con su boca abarrotada por las plantas y flores del lugar, dijo:

—¡Estoy emocionada, ver tanto verde me trae tanta felicidad que no necesito una casa para dormir!

Miján, mostrando en su rostro el fantasma de una sonrisa al ver cómo colgaba la bolsa medio vacía de la tesorera del grupo, replicó:

—Tienes razón, “Verde”. El aura blanca del lugar es de mi agrado. La tranquilidad y el ambiente es más de lo que podría pedir alguien como yo. No quería abusar de la hospitalidad. Además, no es que tengamos mucho dinero. Para no incomodar, sería mejor acampar aquí mientras yo, responsablemente, busco la mejor manera de duplicar y triplicar nuestro capital

El Mago Sabio, contaminando de sospechosa intriga las expresiones de su rostro arrugado, agregó:

—Aquí, la noche no transcurre de igual manera que lo hace en otros planos, mucho menos del que ustedes provienen y al cual están acostumbrados. Insisto en que sigan el camino y lleguen a la residencia que tienen asignada. No deben preocuparse por dinero o alguna forma de pago, créanme, es un placer de mi parte proveerles con todo lo necesario para que puedan tener una estancia placentera. Si acaso llegarán a necesitar de mis servicios y no pueden esperar hasta que las luces se vuelvan a hacer, podrán encontrarme en el santuario que está al comienzo del lago que ven ahí. La cascada de “el Destino y el Conocimiento”, sobre la Gran Roca Sabía, es mi humilde morada. Toda esta área les pertenece a los guardianes felinos que antes vieron, así que en su caminata traten de no molestar a las crías o a sus madres.

Cambiando el tono junto con las expresiones de su rostro ghoulish y demostrando alegría continuó:

—Hasta el siguiente amanecer, mis queridos inquilinos —Desvaneciendo su silueta, dio a conocer el último detalle que, no por ser menos importante, casi se le pasó por alto.

Tan pronto se marchó el anciano, Miján repitió las frases que más le habían preocupado:

—Aquí, la noche no pasa igual que en el plano del que provenimos… Oh, sí, sí… Claro que sí. Tiene sentido, no es que vea un sol o una estrella que nos provea de luz. Como no debemos preocuparnos por dinero, creo que vale la pena seguir su consejo. No existe nada mejor que lo que es gratis.

Heroclades, discretamente, se acercó a donde estaba la elfa y le preguntó:

—Verde, ¿acaso puedes sentir la presencia de algo más que no sean estas bestias rayadas?

Ehimus respondió tan pronto terminó de adornar sus prendas con las flores y vegetación del lugar, incluso se hizo una corona:

—Sí, pero, al mismo tiempo, no. Muy efímero, como si no estuviesen en este plano… espíritus. Este sitio es muy raro, si pudiera describirlo es como una tela de araña. Un gigantesco círculo lleno de filamentos curvos tejidos en espiral que conforman un sin número de cerdas. ¡Ahhh! Es muy difícil para mí percibir la presencia de entidades no hostiles en un lugar tan complejo como este, pero definitivamente no estamos solos. Muchos con el rango de dios duermen bajo la tierra. Otros tantos individuos en los alrededores que tienen la naturaleza de hadas y alguna que otra entidad que nunca antes había sentido.

—¿Cómo cuáles? —preguntó Heroclades.

—Un dullahan, enanos, brujas blancas, eruditos, supongo que algún que otro héroe y muchos humanos —respondió Ehimus.

—¡Hmm!, interesante —cambiando de actitud, Heroclades continuó—. Supongo que ya tendremos tiempo para conocer a los vecinos… El viaje ha sido largo y estos huesos cansados míos ya buscan en donde sentarse. Además, ¡¿en qué paraíso no existen mujeres, alcohol y gloria de la que no sean merecedores los llegados?!…

Rey escuchaba a todos hablar y festejar mientras echaban a andar. El pequeño que nadie veía nunca apartó la mirada de sus padres, en especial del rostro de Wulfgang. Un rostro triste y cansado de alguien derrotado, incluso después de haber alcanzado una victoria. Algo le intrigaba mucho. Duda que, como el fuego, le crecía en el interior al pequeño. Curiosidad que ardía dentro de su cuerpo. Rey también sentía que el momento más importante del saber estaba cerca, la razón en la cual descubriría el porqué de su viaje al pasado.

Caminando por un ya bien trillado sendero junto a los demás, Katherine se detuvo y dejó que la pareja la pasara. La vampira musculosa se detuvo a observar en dirección a una de las tantas gigantescas madrigueras habitada por las bestias, grandes y preciosas, que eran las dueñas del lugar, según había dicho el anciano de tez negra.

Rey se detuvo y miró para darse cuenta de que, así como los primeros atacantes, estos animales grandes también tenían la misma forma cuadrúpeda. La diferencia rondaba en que evidenciaban un pelaje blanco con rayas negras en la cabeza, el lomo y sus colas.

La vampira, que caminaba ya de última, junto al pequeño de ojos blancos, observó hacia el otro lado, en dirección al inmenso lago. En la gigantesca poceta que parecía transitar el brillo del lugar, el agua tan pura y cristalina se podía confundir con luz líquida que ahí se encontraba concentrada. Los dos espectadores de ojos atentos se sobrepusieron el brillo de la claridad y enfocaron sus miradas en lo lejano hasta que se pudo distinguir cómo las gigantescas bestias salían del lago. Luego sacudían sus cuerpos con mucha energía y emprendían el camino tras recoger con sus bocas lo que habían dejado en la orilla.

Apenas Rey pretendió retomar su atención en sus padres, que ya se habían adelantado, una de las bestias negras apareció de entre todas las que eran blancas. Esa, a pesar de ser diferente, tenía el mismo tamaño y andaba igual a los demás. El temerario animal se acercó al agua brillante como los demás lo hacían, solo que este dejó en la orilla del lago el cuerpo de una persona muerta que llevaba en la boca, justo antes de adentrarse en una lenta zambullida en el agua, que parecía ser el mismo día del lugar. La bestia desapareció de la vista de los espectadores. Ella nadó de un lado a otro. A veces con sutileza, también con agresividad, pero solo cuando el brillo del agua fue contagiada por el negro, ante los ojos del pequeño, la cosa grande se volvió blanca, como mismo lo eran todas las demás.

—Un camuflaje para que no la detecten en la oscuridad —dijo la vampira en voz baja, compartiendo consigo misma su descubrimiento y, por supuesto, también con el pequeño que nadie veía—. Ahh, el olor me resultaba familiar. Es carbón lo que usan para no destacar en la oscuridad. ¿Dónde encuentran el carbón? Es raro porque no se puede ver fuego ni señales de humo por ningún lugar. ¿Hmn?

Aunque ni el color ni el tamaño de los árboles del bosque eran algo natural… En la distancia, la bestia salió del agua al mismo tiempo que dejó de ser completamente negra. Se sacudió enérgicamente y, acto seguido, cogió el cadáver de una persona y se dirigió a otro sitio en donde se encontraban semejantes de diferentes tamaños que le esperaba.

Rey observaba y pensaba. Había entendido que quienes con carbón pintaban sus pelajes cargaban en sus hombros la responsabilidad de proteger y traer comida a esos que se quedaban atrás. También que la comida de esas bestias podía perfectamente ser cualquier criatura que no fuera lo suficientemente fuerte para defenderse o inteligente como para saber escapar. Todo parecía ser simple de entender, pero, de pronto, él comenzó a ver el mundo de forma borrosa.

Agua salió por los ojos de Rey cuando vio cómo de una madriguera unos cachorros juguetones y enérgicos le dieron la bienvenida al cazador del grupo. El más grande, que tenía la presa en su boca, había estado caminando cansado, pero no en aquel momento que su familia le veía llegar. La bestia había cambiado su comportamiento, tal vez para aparentar estar bien y no preocupar a los demás. Andaba orgullosa de sí misma por su logro y, como si hubiese dejado todos sus problemas a un lado, les dio a sus crías la carne que llevaba y tanto trabajo le había costado conseguir. El gigantesco animal dejó a sus cachorros disfrutando del manjar para seguir avanzando y poner su cabeza arriba del lomo de la pareja y abrazarla con afecto. Acto seguido, los dos padres se echaron juntos a ver cómo sus hijos comían.

Eran bestias que ni siquiera se les podía entender hablar entre ellas. Eran seres que no se erguían en dos patas, que no tenían manos y, aun así, tenían un lazo familiar mucho más fuerte que aquel que Rey recordaba haber visto entre sus dos padres. Él pensaba que estaba enfermo cuando sintió que de sus ojos salía agua salada. No le gustaba el sentimiento que estaba experimentando al ver a otras criaturas con padres que se llevaban bien, que mostraban felicidad y familiaridad entre ellos. Rey se sentía movido por no poder haber tenido ese tipo de experiencia. “¿Y por qué razón?”, se preguntó mientras se escurría los ojos.

La pequeña, de cabellos y ojos verdes, gritó el nombre de la vampira por tercera vez antes de ir corriendo a donde estaba ella y tomarla de la mano.

—Katherine, ¿qué haces?… no te debes apartar del grupo.

Rey le dio la espalda al paisaje y, gracias a los chillidos que le daba Ehimus a la vampira musculosa, logró reponerse un poco de su estado sentimental. Cuando el pequeño levantó los ojos y pudo ver claro de nuevo, vio que Katherine tenía una mano levantada en dirección a las bestias blancas. Parecía que ella tenía algo que decir y se iba a apoyar en lo que señalaba su dedo. Katherine, mostrando su predisposición, agregó:

—¡No estaba equivocada! Fang le rompió un diente al animal. ¡Al pobre le espera un destino peor que la muerte! Un cazador al que le falte un diente no podrá conseguir comida por sí mismo, estará irremediablemente condenado a morir de hambre. ¡¿Y si tiene familia?! ¿O si la madre se ve obligada a buscar el alimento? ¿Qué les sucederá a los cachorros? ¡Se quedarán solos! —Con cada palabra se desataba toda una tormenta de dudas en la mirada de la vampira, que usualmente era poco expresiva y actuaba como si nada le importara.

Ehimus expresó en su rostro que comprendía el punto de la vampira:

—Provenir de donde provienes te convierte en natural defensora de los animales. Yo, como la reina de los bosques y la naturaleza que soy, me entristeceré y lloraré por la muerte miserable de un animal que solo buscaba comida para su familia. Puedo entenderte y darte toda la razón al respecto, pero si de algo me arrepiento, es de no haber sido lo suficientemente ingeniosa como para ser yo quien tomara las riendas de la situación y haberla resuelto a mi manera. Además, Wulfgang es el escudo del grupo, así como tú. Fuese buena o fuese mala, fue la decisión que él tomó.

Katherine respondió:

—¡La decisión de un cobarde, diría yo! —afirmó mientras se cruzaba de brazos e inflaba su pecho.

Ehimus, un tanto irritada, dejó salir lo que le picaba en la lengua mientras apuntaba con su dedo índice a la vampira:

—¿Y qué decisión tomaste tú?

Katherine no supo qué responder, pero antes de que pudiese abrir su boca fue cortada.

—Sí, esa es la diferencia entre tú y él. Eres menos que un cobarde. Hace mucho tiempo aprendí que no es bueno insultar a esos a quienes sigues porque te estás insultando a ti misma.

Katherine miró a la pequeña verde como si sus ojos fueran llamas encendidas. Se quedó callada, pero su mano parecía estar lista para blandir la gran espada en forma de cruz que tenía colgando de su espalda.

Rey entendía que, desde el punto de vista de la vampira, ella no podía seguir bajándose al nivel de una insensata que había vivido mucho menos tiempo. También tenía rabia por no ser entendida y le urgía pelear para demostrar su razón por la fuerza.

Ehimus, desafiante, se puso las manos a ambos lados de su cintura y se levantó en la punta de los pies para parecer más alta.

Rey respiró hondo. Cerró los ojos y se dio media vuelta. Pretendió continuar su camino, pero no se dio cuenta de que estaba en el camino del elfo de luz que venía apurado al lugar. Muy tarde para reaccionar: Rey se cubrió con sus manos y deslizó uno de sus pies hacia atrás preparándose para el choque, sin embargo, el “elfo de cabellos plateados” lo atravesó como si nada. La experiencia duró tan solo un segundo. Rey, mientras estuvo en el interior de aquel cuerpo, lo vio todo negro, más también sintió el abrumador sonido de los órganos haciendo sus funciones.

Miján, quien venía a intervenir resabiado y molesto de tener que lidiar con todas las divergencias del grupo, siguió de largo.

—Que si mujeres. Que si sexo. Que si alcohol. Que si placeres. Todos los De-Grecia son iguales. ¡Y ahora estas dos! Denme un maldito descanso, ¿sí? Katherine, Ehimus, dejen de hacer mi vida más miserable de lo que es. Por favor, peleen un poco más bajo y donde nadie las vea, o tendré que matarlas.

Ehimus comenzó a gritar:

—¡Uri-Uri-Uri-Uri!

Al mismo tiempo, corría con las manos levantadas con la intención de escapar de Miján y gritar tan alto como para no escuchar los reclamos de este. Tan pronto como Katherine miró al elfo de luz, este se tensó completamente. Rey notaba que Miján tenía la actitud de alguien que se arrepentía de haberle dirigido la palabra a un miembro más fuerte e intimidante físicamente.

La pequeña de verde se detuvo cuando, ante sus ojos, al final del camino, se le hizo distinguible toda una enigmática edificación cuya estructura se mezclaba perfectamente con el paisaje que le rodeaba y no parecía ser parte del bosque.

Todos miraron a donde ella miraba.

Rey, el niño al que nadie veía, sabía que ese era el lugar en el que había nacido, pero los adultos, no. Ellos estaban maravillados apenas vieron la tan particular mansión que fue nombrada como casa por el Gran Mago Sabio.

Era como si fuese la primera vez que ellos observaban una instalación que cargaba de finas hojas allegadas, hojas que desaparecían entre la mañana y también hacían de paredes. Detrás del verde y el rocío entrelazados, se miraban también robustos muros blancos que, sin tener una base sólida, en el suelo levitaban por el aire, pues venían desde arriba junto con las hojas. La inmensa estructura, carente de ventanas, pero llena de bordes finos y graciosos, se balanceaba con la brisa del gentil viento, así como también se balanceaban los árboles en los alrededores. Una pequeña escalera de cinco escalones, conformada por raíces, parecía ser lo que juntaba la tierra con la residencia, sacada del más fantástico cuento de hadas. Aunque, de cerca, ni las escaleras tocaban el suelo.

Sin dejar de inspeccionar con sus miradas y cuestionar sobre la seguridad de la inmensa estructura, el grupo llegó al pie de esta.

Heroclades, el más entusiasmado de todos, fue el primero en subir por los cinco escalones y, con una sonrisa de oreja a oreja, tocó cinco veces a la puerta. Nadie respondió. Él volvió a tocar y esta vez agregó en voz alta y enérgica un “hola, ¿hay alguien?”, pero el silencio siguió presente. Detrás de la entrada de madera no parecía existir nada ni nadie. El eco que produjo el tocar hacía que el lugar se asemejara a un cascarón vacío. Sin respuesta, el hombre de piel bronceada se dio vuelta y con la palabra en la boca casi se tragó la lengua de la impresión que se llevó. Eliminando la sonrisa tan amplia que llevaba en el rostro, procedió a rascarse la barbilla y balbucear mientras cerraba un ojo y abría el otro.

—¿Desde cuándo estaba ella detrás de nosotros y aún no le prestábamos atención? Impresionante. Tan solo un “Ladrón de Vidas” o un “Controlador de Aura” podría moverse tan cerca de mí sin que lo perciba, dejando de lado a los demás.

Heroclades tenía razón para sorprenderse. A pesar del estado de alerta en el que estaban los presentes, una mujer con aires secretos y vestido oscuro, de algunas rayas blancas, apareció detrás de todos sin ser notada. En un combate real, o si hubiese sido una emboscada, uno de los miembros del grupo seguro terminaba muerto. Dicho incidente era un problema a considerar.

Rey, como buen espectador, fue el primero en inferir la razón por la cual el maestro suyo y de su padre discutía consigo mismo. También conocía el inofensivo propósito de la curiosa criada que vestía un delantal y había aparecido detrás de Lobato Wulfgang, quien era el último del grupo después de que Katherine se hubiera incorporado.

—¿Qué le sucede a Hero? —preguntó Ehimus con tono burlón, pues le recordaba a un viejo senil de su hogar. Su voz chillona nuevamente rompió el pacífico silencio que parecía haber durado mucho tiempo. Miján volvió a reclamar. Katherine dijo con irritación que si por algún momento podría ella mantenerse callada. Entonces Wulfgang preguntó:

—¿Hero?

—Fang, ¿puedes sentirla?… —dijo Heroclades.

El licántropo guardó silencio ante la pregunta, cerró los ojos y con su nariz aspiró tanto aire como pudo. Una vez dentro, Wulfgang dejó salir el aire que había respirado y le devolvió una mirada confidente a su maestro.

Rey no entendía el porqué de este gesto, solo veía a su padre con expresiones seguras.

Carente de motivos para seguir dilatando el suspenso de su tan inusual comportamiento, Heroclades levantó la mano y señaló con su dedo índice.

Los miembros del grupo desviaron sus miradas, voltearon sus cuellos e incluso giraron sus cuerpos para seguir a donde señalaba el dedo, justo al final de la fila. Más allá de Wulfgang, se erguía un cuerpo femenino cuyas manos se mantenían detrás de la espalda y ojos bien abiertos, como una niña que quería ver algo sin tocarlo.

Maryam hizo que sus párpados cerrados pestañearan. Miján no pudo evitar retroceder por reflejo. Ehimus abrió los ojos de sorpresa y Katherine chasqueó la lengua. Rey pudo notar cómo, exceptuando al joven lobo y al anciano de piel bronceada, los demás miembros tomaron precaución, apenas divisaron a la sirvienta que había aparecido de la nada detrás de ellos. Vistiendo un delantal blanco sobre su largo vestido negro, ella pareció ignorar los comportamientos negativos de los presentes, no porque le supusieran ser atacada, sino porque no podía desviar su mirada de Maryam. Rey podía notar un sentimiento poco usual en la Silvia que conocía. “Si tuviera que describirlo, diría que ella no mira a mi madre, sino que mira en dónde está mi madre. Sobre las manos de mi padre. Mira como si estuviera perdiendo algo que le pertenece”.

Tras tanta tensión en el ambiente, Wulfgang se volteó y, antes de poder decir algo, escuchó una pregunta.

—¿Por qué ella está en tus brazos cargada de igual manera en que los caballeros cargan a las princesas de los cuentos?

Wulfgang, decidiendo no ser descortés, respondió con amabilidad y comprensión:

—Puesto que está muy débil y siento que por ahora es mejor que descanse en mis brazos.

Lentamente, Maryam abrió sus ojos como queriendo ver de quién era la voz interesada que le hablaba a su amado. La atenta sirvienta le informó sobre el comportamiento de la vampira al lobezno con un “¡oh!, mira… Está abriendo sus ojos”

Maryam, alzó la mirada para encontrarse con el rostro de su amado, luego débilmente volteó su cabeza y observó a la joven que traía puesto un delantal de sirvienta.

—Hola. Si no es un inconveniente que pregunte, puedo saber ¿quién eres, curiosa jovencita? —preguntó con una expresión agradable en su rostro, ella que, en todo momento, se comportaba con educación y cortesía.

—¡¿Quién soy?! —Como alguien que se había dado cuenta de que sus sentimientos estaban tomando la iniciativa, ante la pregunta, rectificó su postura, cambió las expresiones de su rostro y haciendo una elegante reverencia continuó—. Soy Silvia Dina La-tercera De-Heavens.

Tras presentarse cuando su nombre, procedencia y descendencia fueron pedidos con un simple “¿quién eres?”, ella regresó a descuidar su comportamiento como quien no tenía más obligación de seguir siendo educada o elegante. En el interior, Silvia había quedado maravillada por haber sido llamada jovencita, y no lograba contenerse en preguntar:

—¿Por qué tus ojos son tan azules y tu piel es tan blanca? ¿Por qué me llamas jovencita si, evidentemente, te ves más joven que yo?

Maryam recogió el mechón de cabello que le colgaba frente a su cara y jugó con este en su mano derecha.

—Mis ojos son azules como los de mis ancestros, al igual que mi piel y mis cabellos. Representan una de las marcas que distinguen a mi linaje, un linaje que ha perdurado casi tanto como el tiempo mismo.

Tras responder, sonrío mostrando parte de los colmillos que sobresalían de sus labios para luego dar una mirada seductoramente seria, la misma miraba que daría un niño al ver un juguete más que tal vez podría agregar a su colección.

Mientras la escurridiza criada hablaba con la vampira, Rey pudo notar cómo todos fueron relajando las expresiones de sus rostros y parecieron reflexionar. “Tal vez se debe a que ella, en ningún momento, mostró malas intenciones o algún tipo de comportamiento hostil como para que los presentes siguieran actuando con tanta desconfianza. Era tiempo de perdonar, y aunque ellos se tomaran el evento como una advertencia, no existía razón para que siguieran luchando. La criada y el Gran Mago Sabio poseían tanto poder como para acabar con cualquiera de los presentes y, aun así, ellos elegían la paz, la amistad y el entendimiento. Era un tipo de respeto que podían mostrar y precisamente lo fuerte que era la razón por la cual confiaban tanto. No era que no tuvieran razones suficientes para hacer la guerra y desencadenar una lucha. Su padre y el grupo eran recién llegados al lugar, lucían diferentes, tenían otras costumbres y quién decía que no harían dañó. Pero es en vano seguir pensando en eso”, se dijo el pequeño.

La encargada de recibir y atender a los invitados decidió cambiar el tema. Ella pareció estar sintiendo un escalofrío por su columna vertebral, provocado por las intenciones de la vampira. Incluso Rey había notado que su madre podía tomarse muy en serio sus caprichos. Ella tendía a analizar, calcular y reflexionar todas sus acciones, y más si eran con el fin de satisfacer su entretenimiento personal.

Silvia, un tanto incómoda por sentir el coqueteo directo de alguien de su mismo sexo, decidió cambiar de tema:

—¡Qué descuido el mío! No los invite a entrar.

Dejando a la vampira de lado y atravesando entre todos como quien trataba de esconder sus atributos, ella continuó:

—En caso de que no pueda abrirles la puerta durante el día, deben de saber que entre el suelo y las raíces existe un pasadizo que da entrada bajo el piso de la cocina. También pueden usar la chimenea, pero desafortunadamente siempre debe estar encendida. Espérenme aquí, ahora les abro.

Desapareciendo de donde se encontraba, Silvia apareció cuando abrió la puerta de entrada a la casa.

—Sean bienvenidos…

Tanto su voz como comportamiento cambiaron drásticamente, como si hubiese puesto a otro ser totalmente diferente. Si Rey no la hubiese visto actuando de la misma manera que cuando ella se vio obligada a decir su nombre, hubiese asegurado que habían cambiado a la criada.

Los miembros del grupo atravesaron la puerta que, una vez abierta, irradio un increíble brillo que solo podía pertenecer a otro mundo. Valiéndose de un estilo minimalista en el exterior, el interior del lugar resaltaba por la fina combinación arquitectónica de varias eras y mundos. Columnas de mármol y piedra caliza, detalladas con insignias, símbolos e historias enchapadas en oro, plata y bronce. El techo estaba compuesto por arcos semicirculares con toques florales que hacían uso de los pilares y se fusionan con pinturas en movimientos. Las escaleras y el balcón transmitían la sensación de amplitud y altura, mientras que los vidrios y hierros, fundidos con finura, se integraban unos sobre los otros. La simetría era la característica principal del suelo, que se valía de una alfombra justo debajo de las butacas y sillones. Los muebles y cuadros daban a ver ostentación y derroche de bienes y riquezas. La residencia era una fusión de los gustos de los inquilinos que la habitarían, esto era obvio para el pequeño porque ninguno de ellos pareció quejarse o incomodarse por el lugar en donde iban a vivir. Rey sabía que la planta baja estaba conformada por una amplia sala, que conectaba con el comedor, del comedor a la cocina y pasando de largo un pasillo, estaban los cuartos. Subiendo por la lustrosa escalera, al otro lado de la chimenea, se podía llegar a la planta alta, que se valía de un balcón y tan solo una puerta de entrada hacia una habitación.

Silvia, señalando con su mano abierta los diferentes lugares de la casa, continuó:

—Arriba de las escaleras está la pieza matrimonial. Tenemos cocina, sala, comedor, múltiples baños y el resto de los aposentos están por el pasillo. No es necesario que se limiten.

Con gestos y lenguaje no verbal diferente, Silvia hablaba y actuaba como alguien que debía tener una postura correcta, moverse con elegancia y estilo en todo momento. Hacer gestos suaves y armoniosos a donde iba, también para realizar cualquiera de las tareas que le fuesen encomendadas.

Al mismo tiempo que los mayores pasaban al interior, Rey notó algo en ese momento: su padre podía perfectamente ser el más fuerte, el vivo ejemplo de alguien que se arroja al combate y guía a sus seguidores de manera carismática, procurando que su espalda nunca tocase el suelo o viese algún golpe, pero quien movía los hilos y mantenía a un tan caótico y disparejo grupo era Maryam. Claro que mientras más miembros tuviese el grupo, más fuerte sería, y la vampira no estaba en contra de dicho suceso. Tal vez, al igual que Wulfgang, Silvia actuaba como estaba actuando por la presencia de Maryam.

Ya cuando todos entraron al interior de la casa, Miján aprovechó para decir sus preocupaciones a la sirvienta.

—Si es habitual que desaparezcas y reaparezcas como un fantasma… no me voy a sentir muy cómodo que digamos. Especialmente cuando no se te puede sentir en lo absoluto.

En respuesta al comentario, Silvia mostró una discreta sonrisa, para de repente hacer que la puerta se cerrara sola después de que todos entraran. Ehimus quedó blanco del miedo, Miján y Heroclades buscaron la explicación al suceso, exceptuando a Katherine, quien por alguna razón estaba furiosa y miraba al elfo de luz como si estuviera a punto de explotar. La sirvienta, de complexión alta y delgada, ignoró la palpable irritación de la vampira musculosa mientras inspeccionaba de arriba a abajo a los inquilinos. La pequeña verde comentó con una voz tan bajita que casi ni se podía escuchar:

—Creo que esta casa es mucho más fantástica de lo que esperaba. No encaja, en lo absoluto, la apariencia externa con la interna.

La sirvienta regresó la mirada de entre todos para enfocarse en la pequeña de verde, quien había formulado un comentario no muy lejos de la realidad. Silvia no sabía qué decir o cómo referirse a la misma. Con educación y etiqueta, decidió responder al comentario mientras que con su mano abierta señalaba a la puerta:

—Como usted sabe, joven dama, el interior de la vivienda no está conectado al exterior y es todo gracias a esa puerta. Esta casa, con el tiempo, se acomodará a las necesidades de sus inquilinos. Ejemplo: sus cuartos se agrandarán sin límites, tendrán lo que necesiten, cuando lo necesiten, para que no se aburran.

Rey se dio cuenta de que, con aquellas palabras, la sirvienta no había corregido a Ehimus y al mismo tiempo le había explicado, sin ser descortés, la razón correcta de algo. Pero Silvia estaba creando una distancia entre los invitados y ella al hablar de esa manera. Como si la formalidad ampliará el campo entre la amistad y el deber.

Wulfgang también pareció darse cuenta de que la criada estaba actuando distante y, en un intento de cortar la tan palpable distancia, procedió a presentarse:

—La pequeña de cabellos verdes, es Ehimus Eximos De-Elfos. Él es Heroclades Poro De-Grecia, mi actual maestro. Ella es Katherine Priovam De-Amazonas, hermana de quien cargó en mis brazos. Él es Miján Bloke De-Tecnologías. Mi nombre es Lobato Wulfgang De-Arcadia. Y mi querida mujer, aquí, entre mis brazos, es Maryam Priovam De-Nazaret. Silvia Dina, en este momento, hablo por todos y estamos encantados de que nos recibas y des alojo. Puedes dejar las formalidades de lado y llamarnos por nuestro primer nombre, ¿sí?

Silvia asintió con felicidad, entrecruzando los dedos de sus manos en frente de su pecho y mostrando una sonrisa al mismo tiempo que dio un pequeño brinco. Acto seguido, un pero surgió:

—Nada me haría más feliz, señor. Aunque me temo que no podrá ser posible. Tengo estrictamente prohibido interferir de manera directa o indirecta con aquellos que habitan la instalación. Soy una sirvienta y servir es mi trabajo; de no seguir la regla, tendré que afrontar las consecuencias. Les pido no seguir profundizando en el tema…

Rey estaba pensativo, no por la situación de Silvia, sino por los componentes que conformaban un nombre. Él entendía que la primera parte era el nombre por el cual se reconocía a un individuo. Él se llamaba Rey, aunque no tenía apellido como sus hermanos. Ni él ni sus hermanos portaban el tercer componente, “De-“.

Silvia continuó:

—Es un placer servirles a inquilinos de tantos lugares diferentes que existen ahí afuera… Espero que tengan tiempo suficiente para contarme sus historias, pues nada es verdaderamente insignificante para mí. Nuevamente me presento: soy Silvia Dina “La tercera”, y estoy para sus servicios.

“Lugares diferentes que existen ahí afuera”. Las palabras de Silvia le trajeron claridad al pensativo pequeño. El tercer componente del nombre propio en una presentación hacía referencia al lugar de procedencia. Junto a esto, Rey también entendió algo crucial: escuchar las conversaciones de los adultos requería más que tan solo prestar oído al tema. Él podía admitir que, si en ese momento el Gran Mago Sabio le pedía que explicara algo de la historia de la llegada de los adultos, él no sería capaz de hacerlo, no si tan solo seguía escuchando por escuchar. Rey comprendió que existía una gran diferencia entre escuchar y entender, que con tan solo escuchar no obtendría el saber porque escuchar no requiere de mucho esfuerzo, siendo algo que se hacía inconscientemente. En cambio, entender requiere toda la atención y retener necesita de aún más energía para que así la información entendida no se olvide con facilidad, como el Gran Mago le había advertido. “No he de seguir escuchando de ahora en adelante. Tengo que interpretar y comprender el significado para así poder actuar en consecuencia si llegase a ser necesario…”, se dijo.

De un segundo a otro, los recién llegados ya se habían esparcido por la residencia. Tocándolo todo y viéndolo todo como curiosos pequeños que tenían un lugar nuevo que explorar y conquistar.

Rey también tenía curiosidad. No era menos cierto que ya estaba familiarizado con la residencia, pero nunca había entrado en el cuarto de nadie, ya que él no era adulto y, en consecuencia, no tenía uno propio. Independientemente del tema del entendimiento, él creyó que también era importante observarlo todo con atención. Girando la cabeza al escuchar pasos por la escalera, Rey vio a sus padres seguir las indicaciones de Silvia.

En la segunda planta, después de subir por las escaleras, Rey se quedó mirando al enorme corazón rojo acompañado por rozas que sobresalían del relieve de la madera que conformaba la puerta de la habitación a la que nunca se había atrevido entrar. La entrada era igual que como la recordaba, con múltiples siluetas que representaban dibujos tan bien tallados que hacían imposible la idea de pensar en que alguien lo hubiera hecho con sus manos. El picaporte lustrado de un brillo amarillo que podía convertir la luz normal en brillo dorado, que reflejaba un tono amarillento. Wulfgang, con actitud cansada, dijo:

—A lo bueno cualquiera se puede acostumbrar con facilidad. No tengo motivos para sentirme incómodo —agregó cual si fuese el mantra que siempre se repetía a sí mismo una y otra vez.

Silvia tuvo la cortesía de girar la perilla de oro y abrirle la puerta a la pareja que, sin mucha demora, se adentró al cuarto en el que podrían descansar sin ser molestados.

Rey se quedó afuera. Le habían cerrado la puerta casi en frente de su nariz, dejándole sin tiempo a entrar. La curiosidad le llamaba, pero él no se sentía muy contento de atravesar algo. Al levantar su mano y hacer contacto con la madera, se dio cuenta de que esta era sólida. Recordó que durante el instante en el cual Miján le atravesó, todo se apagó, escuchó sonidos raros y no se sintió muy agradable. Pero fue un instante en el que logró atravesar algo en aquel mundo. Tal vez no podía atravesar la puerta, no porque esta no pudiera ser atravesada, sino porque él no sabía cómo hacerlo de forma voluntaria.

El pequeño que nadie veía podía caminar como mismo todos lo hacían. No era que se hundiese en el suelo o flotará por los aires como un fantasma, así que ¿cuál era la diferencia? La respuesta le resulto obvia. Proponerse o esperar. Sí. Cada vez que él se proponía tocar o esperaba a que algo le tocara, no podía. Incluso en el momento cuando se propuso conscientemente con sus pies tocar el suelo que pisaba, él comenzó a hundirse. Esa era la clave: “querer”. Entonces, Rey quiso tocar la puerta y el resultado fue que con sus dedos logró atravesar la misma. Luego le siguió su mano, su cabeza y por último su cuerpo.

Rey vio cómo Wulfgang dejaba caer con suavidad el delicado cuerpo de su prometida en la cama. El licántropo respiró hondo. Observó una vez más todo aquel inmenso cuarto, como observaba alguien que no sabía por dónde comenzar, hasta que movió su nariz y la acercó a sus prendas. Rey no podía oler, pero la expresión de su padre le dejó en claro que el olor de la ropa que vestía le daba la pista perfecta por donde comenzar. Mientras se movía por el lugar, el pequeño veía cómo actuaban sus padres en la intimidad.

Wulfgang abrió el grifo de la rara bañera, tan alta como la cama al pie de esta. La poceta tenía bordes redondeados, algún que otro pasamanos y numerosos frascos de colores. Media casi un metro de alto, con un ancho de un metro y medio por un borde de otro metro y medio de largo. Grande y blanca, con un interior que parecía estar conformado por tres o cuatro asientos.

Cuidadosamente, Rey se encaramó en el borde de la cama para ver mejor cómo la bañera rara se llenaba. A los pies de su madre, mientras que su padre se desvestía, veía cómo el agua humeante abarrotaba el lugar. Él estaba agradecido de poder atravesar lo que era sólido. Pensaba que si se caía le sería más fácil ahogarse que salir. Por ser de tan pequeño tamaño, no podría alcanzar a salir por sí solo y tampoco confiaba en que sus padres le ayudarán. Rey se extrañó al escuchar el sonido de una ducha al abrirse. Su padre, a pesar de haber abierto el grifo de la inmensa bañera, retiró sus prendas y pasó a tomar una ducha en el pequeño cuarto de baño que hacía esquina. “Tal vez tiene tanta mugre sobre su cuerpo que no quiere contaminar el agua de la bañera”, pensó Rey.

No obstante, Rey dio pequeños brincos de un lado a otro y aprovechó para acercarse a su padre. El licántropo se había despojado de todas sus prendas, tampoco tenía la guardia en alto. Era el mejor momento para observar de cerca la carne que parecía estar bien pegada a los músculos. El cuerpo desnudo de su padre era envidiable, se miraba sólido y robusto como un tronco tallado a la perfección, pero lo que más resaltaba eran los más de cientos de parches que este tenía en la piel. También era curioso cómo su padre no había tenido ninguna herida en la espalda de la cual quedara cicatriz. Rey podía entender que, para su padre, los parches de carne en la piel no eran heridas de un pasado, sino trofeos que llevaban la carga de lo sucedido y de la experiencia de sobrevivir dando el pecho en todas las situaciones de peligro.

Sintiéndose como nuevo, Wulfgang secó la humedad restante de su cuerpo con la toalla más cercana y, tras colocarla sobre sus hombros, volvió a entrar en la habitación con la intención de encargarse de aquello que había dejado en preparación. La bañera al pie de la cama ya estaba a punto de desbordarse. Podría decirse que el cauce del agua que salía por el grifo fue detenido justo a tiempo.

Tan pronto como el atento marido agregó al agua lo que creyó que le haría bien a la piel de su amada, aun rendida entre las sábanas, se levantó del borde de la gran tina de agua para así dirigirse al pie de la cama. Wulfgang se inclinó lo suficiente para decir al oído de la vampira las siguientes palabras:

—Mira como estas meneando ese culito tan provocadoramente. ¿No es así? Podemos hacer dos cosas a la vez…

El lobo tenía el fantasma de una sonrisa en su rostro y hablaba en un tono sugerente. Maryam, con una mirada divertida, traviesa y viciosa, agregó:

—¿En este lugar, sin los demás? No, por favor, sabes que no podemos... al menos no sin ellos. ¿Qué sucedería si se ponen celosos?

Wulfgang, acariciando la espalda de ella, contestó:

—Ellos tienen prohibido sentir celos —afirmó después de que posó en los labios de la vampira un beso.

El corazón de Rey, por alguna razón, se aceleró. No recordaba haber visto a sus padres fundiendo sus bocas el uno con el otro. Los dos llenos de vicio y deseo, sus manos no se quedaban quietas y se acariciaban entre ellos. La piel de su madre era como la seda, suave y cálida, los labios de su padre le fueron hacia el cuello y empezó a darle pequeños mordiscos en la zona. Maryam respiraba y se retorcía en la cama, su respiración se volvió más profunda, mientras que Wulfgang le metía la mano entre las piernas. Maryam, como quien estaba a punto de ceder ante la persuasión, dijo:

—Aún no confío, no creo que sea seguro… Además, sabes que se necesita mucho para que pueda satisfacerme tan solo contigo.

—Está bien —dijo Wulfgang—. Hoy no me importa si no te puedes contener… Tengo el presentimiento de que será divertido, me tardaré en llegar, al menos por unas cuantas horas. No pretendas que no quieres cuando quieres.

—Si quieres puedes masturbarte, está bien para mí. Jovencito, te aconsejo que no me impliques en esto ni sigas calentando. Apagar este fuego lleva mucho trabajo.

Rey notó que Wulfgang se levantó sobre sus rodillas en la cama y acercó sus caderas a dónde estaba la cabeza de su madre. Tenía algo firme, imponente y palpitante que se levantaba hasta llegarle al ombligo. El mismo trozo de carne que antes colgaba y se movía de lado a lado con cada pisada, ahora parecía inquebrantable, con las venas saltadas y la sangre a punto de reventar. Wulfgang, que empujaba el miembro hacia abajo con su dedo pulgar y lo soltaba para que el mismo azotara contra su estómago e hiciese el ruido de un firme choque, agregó:

—Crees que puedas escupir sobre ella.

Maryam dio una sonrisa, volteó su cuerpo sobre las sábanas de la cama y asintió con la cabeza mientras recogía los cabellos.

—Como prueba de mi amor, pienso dejar que me sigas consintiendo a tu manera. No te detengas…

Ella se sentó y tras abrir su boca y sacar su lengua dejó caer saliva sobre el miembro parado para después dar una mirada sugerente de abajo hacia arriba.

—Qué más quieres que haga…

Con una sonrisa más amplia en su boca, Wulfgang se embadurnó con aquel fluido todo su miembro, para luego valiéndose de mucha delicadeza, paciencia y cuidado retirarle las prendas a su amada.

Rey vio cómo su padre cargó a su mamá en brazos, pero Maryam no estaba como antes, sino que esta vez ella podía agarrarse con sus manos y piernas alrededor del torso del licántropo que entraba a la bañera. Ella, sostenida por tres extremidades, los dos brazos y el miembro inferior de Wulfgang, se miraba desesperada cuando su marido se sentó en el borde; aun así, se aguantaba mientras que él, con una esponja, le frotaba con paciencia las tetas.

Rey miraba bien atento el cuerpo desnudo de su madre. Un gran contraste podía verse, casi tanto como el día y la noche. A diferencia de su padre, ella no tenía ninguna cicatriz, toda una piel blanca y de su pecho salían dos circunferencias grandes, redondeadas y pálidas. Los pechos y nalgas de Maryam se veían delicados y vulnerables, la carne de estos no era ceñida a los músculos como el anterior. Eran más bien esponjosas y llamativas a la mirada, tanto que rebotaban y saltaban ante los firmes azotes de una mano abierta.

El ambiente entre los dos padres se estaba volviendo cómplice. Como si todas las incomodidades que ambos tenían se hubieran marchado.

—Deja que el calor del agua te relaje.

Ante las palabras del licántropo, la cara pálida de Maryam, junto con sus orejas, comenzaron a enrojecerse. La vampira abrió lentamente su rostro, su mirada se detuvo en los ojos de quien la cargaba y dejaba deslizar sobre su robusto cuerpo.

—Tienes hermosos ojos rojos y me encanta poder verme reflejada en ellos… mientras me la metes hasta el final —dijo ella mientras ponía en blanco los suyos.

Mientras que Maryam tenía el rostro de alguien que estaba esperando algo, Wulfgang, con lentitud acomodo más el cuerpo de su amada sobre el suyo y finalmente la dejó sentarse por completo sobre él. Igual de lento, Maryam abrió más y más su boca hasta que dejó salir un pequeño gemido y se aferró con sus manos a los hombros de su amado.

Rey se preguntó: “¿Acaso madre es del tipo que se dedica y entrega a quien le interesa? En cambio, padre parece ser alguien que no puede sentirse cómodo sin hacer algo por alguien. Pero yo… En qué posición me quedaría. ¿Acaso soy de esos que siente lástima por los demás, a menos que le dejen hacer algo por ellos?”.

Una y otra vez, bordeaba la habitación con ojos bien atentos, sin prestar atención al raro comportamiento de sus padres. Pero una vez los gemidos y movimientos del agua se hicieron molestos y no le permitieron seguir pensando, decidió salir por donde mismo había entrado. Apenas atravesó la puerta, se llevó una sorpresa cuando vio que Silvia estaba sentaba en silencio detrás de la entrada. Ella, con su oído pegado a la madera y un ojo a la altura del cerrojo, intentaba controlar sus respiraciones agitadas mientras miraba por el agujero y movía su mano derecha entre las piernas, al mismo tiempo que hacía desaparecer su presencia.

Rey ladeó la cabeza, pestañeo dos veces y dejó de lado el comportamiento de esos adultos que le aparecían estar actuando de manera irracional. Siguiendo sus pasos, bajó las escaleras y levantó la mirada. No había nadie, los demás individuos ya se habían establecido en sus aposentos.

Con la curiosidad de ver cómo era el interior de los cuartos restantes y ya dispuesto a encaminarse, Rey se dio cuenta de que no podía moverse de lugar. Sembrado en el suelo, con los ojos bien abiertos, el pequeño vio cómo la sirvienta bajó por las escaleras como si fuera un rayo. Ehimus también pasó por el lugar con asombrosa rapidez. Así lo hizo Miján, Heroclades y Katherine. Los adultos iban de un lado a otro, se reunían de dos en dos o de tres en tres, se separaban, venían de derecha a izquierda o de arriba a abajo a la velocidad de un pestañazo.

Rey, confundido, se dijo: “¿Seré yo quien va lento, o es que el mundo a mí alrededor va más rápido?”, se preguntó sin poder moverse del sitio.

Silvia fue la última que quedaba. Ella parecía estar desempolvando el gran salón con un plumero. En otro pestañear parecía estar barriendo el suelo y, por último, pasó un trapo por las superficies que no eran paredes, techo o suelo. Finalmente, tras parecer organizar el lugar a la perfección, ella apagó las luces y dejó todo oscuro. La oscuridad duró mucho. Se mantuvo por varios pestañeos del pequeño. Requirió de un tiempo para que todas las luces de la casa volviesen a prenderse, así como para que Rey pudiera ver y moverse con normalidad.

Desde la segunda planta se pudo escuchar un grito desgarrador. “Fue madre”, pensó el pequeño. Aunque Rey nunca la había escuchado gritar, el grito era característico de la voz que ella tenía. ¿Pero en qué situación se podía encontrar para que gritara de esa manera?

 



Rey De-Heavens (English Edition)

Chapter 4
The Heaven


Without any other choice, although without letting their guard down or trusting the stranger, the people present started to walk, including the little one who was not noticed by anyone, who also followed the group without separating much.

The footsteps could be heard echoing among the immense bark of the gigantic trunks, which seemed never to end. In the silence of the place, Wulfgang had to speak, for some questions were going around in his head and he could not remain silent. "You seem to have much knowledge of our children. More than we ourselves have. To what is this due?"

The Great Wise Wizard paused. Calmed, he put his hand to his beard as if recalling something in the back of his mind so he could decide to speak. "Believe it or not, in her previous life, one of the sons she is expecting was known as Leonel. He, along with his two brothers David and Stephen, after the forced confinement of Hades, became known as ‘The Judges of Hell.’ He was given the task of separating the souls in sorrow. He let go of the innocent souls that did not serve as food for the demons to use the space with those that could serve the purpose."

Rey turned his head and looked up at Heroclades. He was relating the conversation of the moment to the one they had held previously. The guy with the tanned skin and the well-groomed beard was lighting up his face with a smile from ear to ear. He was happy because he was still hopeful. "Now everything fits," the little boy said to himself. "Perhaps, this is why I remember him making so much emphasis on being my master. But if his enemies become mine too, he will bring me a lot of trouble... especially that Zeus fellow."

Heroclades said tactfully, "The oracle to whom I had turned was not wrong."

No one spoke at the words of the man who wore robes of gold thread, but his comment was not taken well at all by anyone present.

The Great Wise Wizard continued. "With time and effort, the reforms of Hell by this individual became more and more noticeable. With the excuse of optimizing the entrance, the retention of those brought in and found guilty, except for Tartarus, the whole place ended up being an impenetrable plane for many gods, with the exception of a few entrance keys that are still out there, like the parchment I gave to Ambrogio. I also have answers to several other questions. Come on, let's not let silence be present on this walk."

Mijan, making use of his intelligence, added, "Like what?"

"Won't you wonder for what reason," said The Great Magician, "Mr. and Mrs. here are the most persecuted couple of the moment? Regardless of all the trouble they caused in the background, don't you think it's a bit overdramatic that so many individuals were out to get their heads?"

"Because of the prophecies." stated Wulfgang. "I answer as if I know why to follow up with a question: how do you know so much?"

"It's just that I'm someone who appreciates listening and, in this very particular place, no one has secrets. Besides, as I said before, you are not the only ones who made it to the entrance of the circle. The scroll transported everyone who was enveloped in the light."

Heroclades, somewhat disappointed, added, "What a pity, I thought they had ended up turned to dust. And what are the chances that they will return to meet us?"

"They are minimal. They must go through the lower circles to do so and even if they manage to do so, they also have to find a way to enter a place that is designed to prevent the entrance of the non-chosen... Returning to the subject, as I could hear, the prophecies of those who live outside are not composed of empty words, but by making the comparison with my knowledge, I could reach a conclusion..."

Katherine claimed somewhat impatiently, "Give us the explanation at once. You don't need to lead the conversation."

"The Judge and Reconstructor of Hell, Leonel, despite being a legitimate son of two fragments of the transcendental spirit of the earth, made it so that, for humans, the chances of ending up in Hell upon death went up to seventy percent, not counting the endless reasons that were added as characteristics to be eligible for a position in the circles of the place. ‘To new times new reasons to be damned,’ he said. With this, mortals understand that the next incarnation is sure to be a threat to the race. Therefore, those on the outside felt the need to protect themselves in some way from what they feared and could not control. Isn't it ironic, the relentless persecution against you led them to this circle, the circle where everyone wants to be inside the place no one wants to get to?"

Ehimus said in amazement and almost unable to believe what her green eyes were seeing, "Is that what I think I'm seeing!!!?"

Rey, who had been paying attention to the words of the Great Wise Wizard and already had humans on the list of potential enemies, as soon as he heard the elf's words hurried his pace to see what she saw.

Once at the front of the line, the little one that no one could see noticed how Ehimus, Katherine, Wulfgang, Heroclades, Maryam, and Mijan stood in awe as they made out what they least expected to see in such a desolate and dark place. However, the little white-eyed one looked somewhat disappointed. He thought the bright illumination was annoying. He remembered that it took some getting used to and irritated his eyes. But the adults could not help but hasten their footsteps. They walked, ran, and even jumped into the brightness that appeared at the end of the path. They exclaimed the word "Light!" as if it was something they hadn't seen in a long time.

"How is it that they can adapt to the brightness of the environment crowded by this light?" wondered Rey narrowing his eyes and covering his face with his hands as he strained to see the expressions the elders made.

Once he could see into the divinity of the place, to Rey the elders seemed to be saying they couldn't believe their eyes. And it was logical. Those who had been surrounded by darkness, piercing screams, the smell of burning flesh and a haze of blood could not imagine such a change in such a short time.

"But how is it possible that there is such overflowing, lush beauty even under the stones?" said the green elf, stretching out her hands and dancing on the grass. "Lush vegetation full of life and glory. The sovereign scent of flowers fills the air, carried by the soothing and relaxing wind that pierces the horizon and touches our bodies. The most wonderful of skies bathes us with its light. Even the enigmatically captivating sound of rushing water. Nothing ever seen by me before, not in storybooks or legends."

To the little boy, the elf had a point. Stopping his eyes from narrowing, Rey had to admit that the contrast of the decrepit and hostile world outside, compared to all the different colors that made up the splendorous atmosphere, made the older man's reaction understandable.

The sound caused by the walking of spindly feet on the fresh grass moistened by a thin layer of water made way for an old woman's voice to be heard. "Welcome to this, the lowest circle of Paradise, the Heavens. The following circles overlap each other at the top of the mountain and are known as the Nine Heavens."

The first name mentioned, even if it was a low circle, reflected in everyone's gazes a carefree future. Ehimus asked, "Isn't there any more?"

The Great Wise Wizard continued. "No. Above the Nine Heavens is the ‘Garden of Eden,’ and higher up the ‘Empyrean,’ which is guarded by a flaming sword and faceless beings of luminous yellow bodies and fiery blood... but that is not information you need to know."

He paused in his walk and lay down on the side of the path.

"I'm afraid that's as far as my humble guidance goes. I have other business to take care of. Even so, I will make the time to be your quartermaster. That means I will solve any problems you have so that you can avoid having to interfere directly in any matter. I will come and greet you every morning from now on. Now, if you will allow me, I recommend that you follow the path. It will lead you to the house that will serve as your stay."

Rey noticed how the elders were happy, so happy that they could even jump for joy, including the muscular vampire. On the other hand, for some reason, Lobato Wulfgang's face didn't seem to fit. Curious, the little boy approached his father, the one who held his mother in his strong arms. From closer, it was obvious that he was trying to hide the sadness that so hungrily wanted to devour his eyes and bathe him in tears.

At that precise moment, Maryam raised her hand and touched her beloved's face. The thin-lipped, pale vampire whispered something in the lycanthrope's ear:

"I can hear your heart trembling. It burns inside you to know there is no turning back. Though I know that for you that will be no excuse for you to give up... Fang, eat of the fruit with me, share the path of your friends. You know that few can do ‘the right thing’ when it really matters. I ask you..."

Wulfgang returned a whisper, "Sadness is an irreversible current of grief when you realize you are about to give up the last chance to be there for someone... My heart trembles and aches. Not because there is no turning back and I am leaving that world with its problems to someone else, but because I know I am moving away from all the things I am to get closer to you and all the things you are." A whisper from someone humble, honest, noble and sincere, who was becoming a selfish liar.

Maryam, in a whisper, replied, "And isn't that what love is? To love can be to sacrifice your happiness or that of someone else. Just because you are in a safe place does not mean that your responsibility as a father is over. Who assures you that my future will not be in danger once my children are born and you are gone? Don't turn around, don't walk away and leave me here, even if I deserve it... Out of love I gave you everything without expecting to receive anything in return... It's not that I didn't want to tell you, it's just that I didn't have the courage... Now, when I need you most, I'm asking you. Stay with me until they grow up or die. Give me the chance to earn everything I want by my own means."

Wulfgang clenched his jaw and decided to turn a deaf ear so as not to end up in an argument with the vampire or worry those around him. The arrogant-bodied lycanthrope, with the first step he took on the soft grass, tore the regrets from his heart and moved on. Without looking back, worrying about himself and his own responsibilities, he acted as one who gave up the idea of returning to the other plane.

Rey's eyes were wide open, and they were not looking to the sides, the forest or the sky, but were fixed on his father. He thought that none of the others present had left unfinished business on the other plane, that perhaps that was the reason they were happy and his father was not.

Ehimus, chewing with her mouth crammed with the plants and flowers of the place, said, "I'm excited. Seeing so much green brings me so much happiness that I don't need a house to sleep in!"

Mijan, showing the ghost of a smile on his face as he watched the half-empty bag of the group's treasurer hang, replied, "You're right, "Green. The white aura of the place is to my liking. The tranquility and ambiance is more than someone like me could ask for. I didn't want to abuse the hospitality. Besides, it's not like we have a lot of money. In order not to inconvenience, it would be better to camp here while I responsibly look for the best way to double and triple our capital."

The Wise Magician, tainting the expressions on his wrinkled face with suspicious intrigue, added, "Here, the night does not pass in the same way as it does on other planes, much less the one from which you came and to which you are accustomed. I insist that you follow the path and arrive at your assigned residence. You do not have to worry about money or any form of payment, believe me. It is my pleasure to provide you with everything you need to have a pleasant stay. If you should happen to need my services and cannot wait until the lights come back on, you can find me in the sanctuary at the beginning of the lake you see there. The waterfall of ‘Destiny and Knowledge’ on the Great Knowing Rock is my humble abode. This whole area belongs to the feline guardians you saw earlier, so on your walk try not to disturb the young or their mothers."

Changing his tone along with the expressions on his ghoulish face and showing cheerfulness he continued, "Until the next dawn, my dear tenants." Fading his silhouette, he made known the last detail that, not because it was less important, was almost overlooked.

As soon as the old man left, Mijan repeated the phrases that had troubled him most. "Here, the night doesn't pass the same as on the plane we came from... Oh, yes, yes, yes... Of course, it doesn’t. It makes sense, not that I see a sun or a star to provide us with light. Since we don't have to worry about money, I think it's worth taking your advice. There is nothing better than what is free."

Heroclades discreetly walked over to where the elf was standing and asked her, "Green one, can you sense the presence of anything else but these striped beasts?"

Ehimus answered as soon as she finished adorning her garments with the flowers and vegetation of the place, even making herself a crown. "Yes, but, at the same time, no. Very ephemeral, as if they were not on this plane... spirits. This place is very weird. If I could describe it, it's like a spider's web. A gigantic circle filled with spirally woven curved filaments that make up countless bristles. Agh! It is very difficult for me to perceive the presence of non-hostile entities in a place as complex as this, but we are definitely not alone. Many with the rank of god sleep under the ground. Just as many individuals in the vicinity who have the nature of fairies and the odd other entity I've never sensed before."

"Like which ones?" asked Heroclades.

"A dullahan, dwarves, white witches, scholars, I suppose the odd hero and many humans," Ehimus replied.

"Hmm, interesting." Changing his attitude, Heroclades continued. "I guess we'll have time to meet the neighbors... The journey has been long and these tired bones of mine are already looking for where to sit. Besides, in what paradise are there no women, alcohol, and glory that those who have arrived are not worthy of!"

Rey listened to everyone talking and celebrating as they started to walk. The little boy that no one ever saw looked away from his parents, especially from Wulfgang's face. A sad and tired face of someone defeated, even after having achieved a victory. Something intrigued him very much. Doubt, like fire, was growing inside the little boy, curiosity that burned inside his body. Rey also felt that the most important moment of knowledge was near, in which he would discover the reason for his journey into the past.

Walking down an already well-worn path along with the others, Katherine stopped and let the pair pass her. The muscular vampire stopped to look in the direction of one of the many gigantic burrows inhabited by the beasts, large and beautiful, who were the masters of the place, as the old man with the black complexion had said.

Rey stopped and looked to see that, like the first attackers, these large animals also had the same four-footed form. The difference was that they had white fur with black stripes on their heads, backs and tails.

The vampire, who was walking last, together with the little white-eyed one, looked across the lake. In the gigantic pool that seemed to transit the brightness of the place, the water, so pure and crystalline, could be confused with the liquid light that was concentrated there. The two attentive onlookers overcame the brightness and focused their gaze in the distance until they could distinguish how the gigantic beasts came out of the lake. Then they shook their bodies energetically and started on their way after picking up with their mouths what they had left on the shore.

As soon as Rey tried to turn his attention back to his parents, who had already gone ahead, one of the black beasts appeared out of all the white ones. That one, although different, was the same size and walked the same as the others. The reckless animal approached the shining water as the others did, only this one left on the shore of the lake the body of a dead person it was carrying in its mouth, just before it went into a slow plunge into the water, which seemed to be the very way of the place. The beast disappeared from the view of the spectators. She swam back and forth. Sometimes subtly, also aggressively, but only when the brightness of the water was infected by black, before the eyes of the little one, the big thing turned white, as all the others were white themselves.

"A camouflage so they won't detect it in the dark," the vampire said quietly, sharing with herself her discovery and, of course, also with the little one that no one saw. "Ahh, the smell is familiar. It's charcoal they use so they don't stand out in the dark. Where do they find the charcoal? It's weird because you can't see any fire or signs of smoke anywhere. Hmm?"

Although neither the color nor the size of the trees in the forest were anything natural... In the distance, the beast came out of the water at the same time it stopped being completely black. It shook itself vigorously and immediately picked up the corpse of a person and went to another place where similar ones of different sizes were waiting for him.

Rey watched and thought. He had understood that those who painted their coats with charcoal carried on their shoulders the responsibility of protecting and bringing food to those who stayed behind. Also that the food for those beasts could very well be any creature that was not strong enough to defend itself or intelligent enough to know how to escape. It all seemed to be simple to understand, but, suddenly, he began to see the world in a blur.

Water came out of Rey's eyes as he watched playful, energetic cubs from a den welcome the hunter of the group. The largest, which had the prey in its mouth, had been walking wearily, but not at that moment when his family saw him arrive. The beast had changed its behavior, perhaps to appear well and not to worry the others. It walked proud of itself for its achievement and, as if it had left all its problems aside, it gave its young the meat it had been carrying and had worked so hard to obtain. The gigantic animal left her cubs enjoying the delicacy to move on and put its head on top of the couple's back and embrace them affectionately. The two parents then lay down together to watch their children eat.

They were beasts that could not even be understood to speak to each other. They were beings that did not stand on two legs, that had no hands, and yet they had a family bond much stronger than the one Rey remembered seeing between his two parents. He thought he was sick when he felt salt water coming out of his eyes. He didn't like the feeling he was experiencing seeing other creatures with parents who got along well, who showed happiness and familiarity with each other. Rey was moved by not being able to have had that kind of experience. "And for what reason?" he wondered as he wrung his eyes.

The small, green-haired, green-eyed girl called out the vampire's name for the third time before running over to where she stood and taking her by the hand.

"Katherine, what are you doing? You must not stray from the group."

Rey turned his back to the scenery and, thanks to the squeals Ehimus was giving the muscular vampire, managed to collect herself a bit from her sentient state. When the little guy raised his eyes and could see clearly again, he saw that Katherine had one hand raised in the direction of the white beasts. It seemed that she had something to say and was going to lean on what her finger was pointing at. Katherine, showing her bias, added, "I wasn't wrong! Fang broke the animal's tooth. The poor thing has a fate worse than death awaiting it! A hunter with a missing tooth will not be able to get food on its own, it will be hopelessly doomed to starve to death. What if it has a family?! Or if the mother is forced to forage for food? What will happen to the cubs? They will be left alone!" With every word a whole storm of doubts was unleashed in the vampire's gaze, who was usually unexpressive and acted as if nothing mattered to her.

Ehimus facial expression showed that she understood the vampire's point. “Coming from where you do makes you a natural animal advocate. I, as the queen of the forests and nature that I am, will grieve and cry over the miserable death of an animal that was only looking for food for its family. I can understand you and give you every reason in this regard, but if I regret anything, it is that I was not resourceful enough to be the one to take the reins of the situation and solve it my way. Besides, Wulfgang is the shield of the group, as are you. Whether it was good or bad, it was the decision he made."

Katherine replied, "A coward's decision, I'd say!" she stated as she folded her arms and puffed out her chest.

Ehimus, somewhat irritated, let out what was itching on her tongue as she pointed her index finger at the vampire, "And what decision did you make?"

Katherine didn't know what to answer, but before she could open her mouth she was cut off.

"Yes, that's the difference between you and him. You're less than a coward. I learned a long time ago that it's no good insulting those you follow because you're insulting yourself."

Katherine looked at the little green girl as if her eyes were aflame. She was silent, but her hand seemed ready to brandish the large cross-shaped sword hanging from her back.

Rey understood that, from the vampire's point of view, she could no longer lower herself to the level of a foolish woman who had lived far less time. She was also angry at not being understood and urged to fight to prove her right by force.

Ehimus defiantly put her hands on either side of her waist and rose on the tips of her toes to appear taller.

Rey took a deep breath. He closed his eyes and turned around. He intended to continue on his way, but didn't realize he was in the path of the light elf who was coming rushing to the scene. Too late to react, Rey covered himself with his hands and slid one of his feet backwards preparing for the collision, however, the "silver-haired elf" ran through him like it was nothing. The experience lasted only a second. Rey, while inside that body, saw everything black, but also felt the overwhelming sound of the organs doing their work.

Mijan, who came to intervene resentful and annoyed at having to deal with all the divergences in the group, went on. "What of women? What of sex? What of alcohol? What about pleasures? All De-Grecians are the same. And now these two! Give me a fucking break, will you? Katherine, Ehimus, stop making my life more miserable than it is. Please fight a little lower and where no one will see you, or I'll have to kill you."

Ehimus began to shout, "Uri-Uri-Uri-Uri-Uri!"

At the same time, he ran with his hands raised with the intention of escaping from Mijan and shouting so loud as not to hear Mijan's claims. As soon as Katherine looked at the light elf, he tensed up completely. Rey could tell that Mijan had the attitude of someone who regretted addressing a physically stronger and more intimidating member.

The little girl in green stopped when, before her eyes, at the end of the path, a whole enigmatic building became distinguishable to her, whose structure blended perfectly with the surrounding landscape and did not seem to be part of the forest.

Everyone looked where she was looking.

Rey, the child that no one saw, knew that this was the place where he was born, but the adults did not. They were amazed as soon as they saw the very particular mansion that was named home by the Great Wise Wizard.

It was as if it was the first time they had seen a facility that was laden with fine leaves, leaves that disappeared in the morning and also acted as walls. Behind the intertwined green and dew, one could also see sturdy white walls that, without having a solid base, levitated through the air on the ground, as they came from above along with the leaves. The immense structure, lacking windows, but full of fine and graceful edges, swayed in the breeze of the gentle wind, as did the trees in the surroundings. A small staircase of five steps, made up of roots, seemed to be what joined the earth to the residence, straight out of the most fantastic fairy tale. Although, up close, not even the stairs touched the ground.

Without ceasing to inspect with their eyes and questioning the safety of the immense structure, the group arrived at the foot of it.

Heroclades, the most excited of them all, was the first to climb the five steps and, grinning from ear to ear, knocked five times on the door. No one answered. He knocked again, and this time added in a loud and energetic voice, "Hello, is anyone there?"

But silence was still present. Behind the wooden entrance there seemed to be nothing and no one. The echoing knocking made the place resemble an empty shell. With no response, the tan-skinned man turned around and with the word in his mouth almost swallowed his tongue from the shock he took. Eliminating the wide grin he wore on his face, he proceeded to scratch his chin and stammer as he closed one eye and opened the other.

"Since when was she behind us and we still weren't paying attention to her? Impressive. Only a ‘Life Snatcher’ or an ‘Aura Controller’ could move so close to me without me noticing, leaving out the others."

Heroclades had reason to be surprised. Despite the alert state in which those present were in, a woman with secretive airs and dark dress, of some white stripes, appeared behind everyone unnoticed. In real combat, or if it had been an ambush, one of the members of the group would surely end up dead. Such an incident was a problem to consider.

Rey, as a good spectator, was the first to infer the reason why his and his father's master was arguing with himself. He also knew the harmless purpose of the curious maid who wore an apron and had appeared behind Lobato Wulfgang, who was the last of the group after Katherine had joined.

"What's wrong with Hero?" asked Ehimus mockingly, for he reminded her of a senile old man from home. Her shrill voice again broke the peaceful silence that seemed to have lasted a long time. Mijan again complained. Katherine asked with irritation that if for a moment she could keep quiet.

Then Wulfgang asked, "Hero?"

"Fang, can you feel her?" said Heroclades.

The lycanthrope was silent at the question, closed his eyes, and with his nose sucked in as much air as he could. Once inside, Wulfgang let out the air he had breathed in and returned a confident look to his master.

Rey did not understand the reason for this gesture; he only saw his father with a confident expression.

Lacking reason to further procrastinate the suspense of his unusual behavior, Heroclades raised his hand and pointed with his index finger.

The members of the group averted their gazes, turned their necks and even turned their bodies to follow where the finger pointed, right to the end of the line. Beyond Wulfgang, stood a female body whose hands were held behind her back and eyes wide open, like a child who wanted to see something without touching it.

Maryam made her closed eyelids blink. Mijan could not help but reflexively recoil. Ehimus opened her eyes in surprise and Katherine clicked her tongue. Rey could notice how, except for the young wolf and the tan-furred old man, the other members took caution, barely catching sight of the maid who had appeared out of nowhere behind them. Wearing a white apron over her long black dress, she seemed to ignore the negative behaviors of those present, not because they meant her to be attacked, but because she could not take her eyes off Maryam. Rey could sense an unusual feeling in the Sylvia he knew. "If I had to describe it, I would say she doesn't look at my mother, she looks at where my mother is. On my father's hands. She looks as if she's losing something that belongs to her."

After so much tension in the atmosphere, Wulfgang turned and, before he could say anything, he heard a question.

"Why is she in your arms, carried in the same way that knights carry princesses in fairy tales?"

Wulfgang, deciding not to be impolite, answered with kindness and understanding, "Since she is very weak, and I feel that for the time being it is better that she rest in my arms."

Slowly, Maryam opened her eyes as if to see whose interested voice was speaking to her beloved. The attentive maid reported the vampire's behavior to the wolf cub with an "Oh, look... She's opening her eyes."

Maryam, looked up to meet her beloved's face, then faintly turned her head and observed the young woman wearing a servant's apron.

"Hello. If it is not inconvenient for me to ask, may I know who you are, curious young lady?" she asked with a pleasant expression on her face. She who, at all times, behaved politely and courteously.

"Who am I!?" As someone who had realized that her feelings were taking the initiative, at the question, she rectified her posture, changed the expression on her face and bowing gracefully continued, "I am Silvia Dina De-Heavens, the Third."

After introducing herself when her name, provenance, and descent were requested with a simple, "Who are you?" she returned to neglecting her demeanor as one who had no further obligation to remain polite or elegant. Inside, Silvia had marveled at being called a young lady, and she could not restrain herself from asking, "Why are your eyes so blue and your skin so white? Why do you call me a young lady when you obviously look younger than me?"

Maryam picked up the lock of hair hanging in front of her face and played with it in her right hand.

"My eyes are blue like those of my ancestors, as are my skin and hair. They represent one of the marks that distinguish my lineage, a lineage that has lasted almost as long as time itself."

After answering, she smiled showing part of the fangs that protruded from her lips and then gave a seductively serious look, the same look a child would give at the sight of one more toy that perhaps she could add to her collection.

As the elusive maid spoke to the vampire, Rey could tell how everyone's expressions were relaxing on their faces and they seemed to ponder. "Perhaps it was because she, at no time, showed bad intentions or any kind of hostile behavior as to cause those present to continue to act so suspicious. It was time to forgive, and even if they took the event as a warning, there was no reason for them to continue to fight. The maid and the Great Wise Wizard possessed so much power as to wipe out anyone present, and yet they chose peace, friendship, and understanding. It was a kind of respect they could show and precisely how strong that was the reason they trusted so much. It wasn't that they didn't have enough reason to wage war and unleash a fight. His father and the group were newcomers to the place. They looked different, they had other customs, and who was to say that they would not do harm. But it's useless to keep thinking about that," the little boy said to himself.

The person in charge of receiving and attending to the guests decided to change the subject. She seemed to be feeling a shiver down her spine, provoked by the vampire's intentions. Even Rey had noticed that his mother could take her whims very seriously. She tended to analyze, calculate, and ponder all her actions, and more so if they were for the purpose of satisfying her personal entertainment.

Silvia, somewhat uncomfortable at feeling the direct flirtation of someone of the same sex, decided to change the subject. "How careless of me, I didn't invite them in."

Leaving the vampire aside and going through everyone like someone trying to hide her attributes, she continued, "In case I can't open the door for you during the day, you should know that between the ground and the roots there is a passage that gives entrance under the kitchen floor. You can also use the fireplace, but unfortunately it must always be lit. Wait for me here, I'll open it for you."

Disappearing from where she was, Silvia appeared as she opened the front door to the house.

"Welcome..."

Both her voice and demeanor changed drastically, as if she had put on a totally different being. If Rey had not seen her acting the same way as when she was forced to say her name, he would have assured that they had changed the maid.

The members of the group walked through the door which, once opened, radiated an incredible glow that could only belong to another world. The interior of the place, with a minimalist style on the outside, stood out for its fine architectural combination of various eras and worlds. Columns of marble and limestone, detailed with gold, silver, and bronze plated insignia, symbols, and stories. The ceiling was composed of semicircular arches with floral touches that made use of the pillars and merged with paintings in movements. The stairs and the balcony conveyed the sensation of amplitude and height, while the finely cast glass and ironwork were integrated into each other. Symmetry was the main feature of the floor, which made use of a carpet just below the armchairs. The furniture and paintings showed ostentation and waste of goods and wealth. The residence was a fusion of the tastes of the tenants who would inhabit it. This was obvious to the little boy because none of them seemed to complain or be uncomfortable with where they were going to live. Rey knew that the first floor consisted of a large living room, which connected to the dining room. From the dining room to the kitchen and past a hallway, were the bedrooms. Going up the shiny staircase, on the other side of the fireplace, one could reach the upper floor, which had a balcony and only one door leading to a bedroom.

Silvia, pointing with her open hand to the different parts of the house, continued, "At the top of the stairs is the master bedroom. We have a kitchen, living room, dining room, multiple bathrooms, and the rest of the rooms are down the hall. They don't need to be confined."

With different gestures and nonverbal language, Silvia spoke and acted like someone who should have correct posture and move with elegance and style at all times, making smooth and harmonious gestures wherever she went, also to perform any of the tasks she was given.

At the same time that the elders went inside, Rey noticed something at that moment: his father could very well be the strongest, the living example of someone who throws himself into combat and guides his followers in a charismatic way, making sure that his back never touched the ground or saw a blow, but the one who pulled the strings and kept such a chaotic and disparate group was Maryam. Of course, the more members the group had, the stronger it would be, and the vampire was not against such an occurrence. Perhaps, like Wulfgang, Silvia was acting the way she was acting because of Maryam's presence.

As soon as everyone entered the interior of the house, Mijan took the opportunity to voice his concerns to the servant girl.

"If it's usual for you to disappear and reappear as a ghost... I'm not going to feel very comfortable to say the least. Especially when you can't be felt at all."

In response to the comment, Silvia showed a discreet smile, to suddenly make the door close by itself after everyone entered. Ehimus went white with fear, Mijan and Heroclades searched for an explanation to the event, except for Katherine, who for some reason was furious and looked at the light elf as if she was about to explode. The servant girl, tall and slender in build, ignored the muscular vampire's palpable irritation as she surveyed the tenants up and down.

The little green one commented in a voice so low she could barely be heard, "I think this house is much more fantastic than I expected. It doesn't match the outside appearance with the inside at all."

The maid turned her gaze from everyone to focus on the little girl in green, who had made a comment that was not too far from the truth. Silvia did not know what to say or how to refer to it. With politeness and etiquette, she decided to respond to the comment while with her open hand she pointed to the door, "As you know, young lady, the inside of the house is not connected to the outside and it's all thanks to that door. This house, over time, will accommodate the needs of its tenants. Example: their rooms will be enlarged without limits, and they will have what they need, when they need it, so they won't get bored."

Rey realized that, with those words, the maid had not corrected Ehimus and at the same time had explained, without being impolite, the correct reason for something. But Silvia was creating a distance between the guests and herself by speaking in that way. As if formality would widen the field between friendship and duty.

Wulfgang also seemed to realize that the maid was acting aloof and, in an attempt to cut the so palpable distance, proceeded to introduce herself. "The little green-haired one, this is Ehimus Eximos De-Elves. This is Heroclades Poro De-Greece, my current master. She is Katherine Priovam De-Amazons, sister of the one who I carried in my arms. This is Mijan Bloke De-Technologies. My name is Lobato Wulfgang De-Arkadia. And my dear wife, here, between my arms, is Maryam Priovam De-Nazareth. Silvia Dina, at this moment, I speak for all of us and we are delighted that you welcome and accommodate us. You can leave formalities aside and call us by our first names, yes?"

Silvia nodded happily, interlocking the fingers of her hands in front of her chest and flashing a smile as she gave a little prance. Immediately, a but came up, "Nothing would make me happier, sir. Although I'm afraid that won't be possible. I am strictly forbidden to interfere directly or indirectly with those who inhabit the facility. I am a servant and serving is my job; if I do not follow the rule, I will have to face the consequences. I ask you not to go any further into this matter..."

Rey was thoughtful, not about Silvia's situation, but about the components that made up a name. He understood that the first part was the name by which an individual was recognized. He was called Rey, although he did not have a last name like his siblings. Neither he nor his siblings carried the third component, "De."

Silvia continued, "It is a pleasure to serve you tenants from so many different places that exist out there... I hope you have enough time to tell me your stories, for nothing is truly insignificant to me. Again I introduce myself: I am Silvia Dina, "the third one," and I am for your services.

"Different places that exist out there." Silvia's words brought clarity to the thoughtful little boy. The third component of the proper name in a presentation referred to the place of origin. Along with this, Rey also understood something crucial: listening to adult conversations required more than just paying attention to the topic. He could admit that, if at that moment the Great Wise Wizard asked him to explain some of the history of the adults' arrival, he would not be able to do so, not if he just kept listening for the sake of listening. Rey understood that there was a big difference between listening and understanding, that just by listening he would not get the knowledge because listening does not require much effort, being something that was done unconsciously. On the other hand, understanding requires full attention and retaining needs even more energy so that the information understood is not easily forgotten, as the Great Magician had warned him. "I am not to continue listening from now on. I have to interpret and understand the meaning so that I can act accordingly if necessary..." he said to himself.

From one second to the next, the newcomers had already spread throughout the residence, touching everything and seeing everything like curious little ones who had a new place to explore and conquer.

Rey was curious too. It was no less true that he was already familiar with the residence, but he had never entered anyone's room, as he was not an adult and consequently did not have one of his own. Regardless of the issue of understanding, he believed it was also important to observe everything carefully. Turning his head as he heard footsteps up the stairs, Rey watched his parents follow Silvia's directions.

On the second floor, after climbing the stairs, Rey stared at the huge red heart accompanied by grazes protruding from the relief of the wood that made up the door to the room he had never dared to enter. The entrance was just as he remembered it, with multiple silhouettes depicting patterns so well carved that they made it impossible to think of anyone having done it with their hands. The polished doorknob had a yellow glow that could turn normal light into a golden glow, which reflected a yellowish hue.

 Wulfgang, with a weary attitude, said, "To the good anyone can easily get used to. I have no reason to feel uncomfortable," he added as if it were the mantra he kept repeating to himself over and over again.

Silvia had the courtesy to turn the golden knob and open the door for the couple who, without much delay, entered the room where they could rest undisturbed.

Rey remained outside. They had closed the door almost in front of his nose, leaving him no time to enter. Curiosity called to him, but he wasn't too happy to walk through anything. As he raised his hand and made contact with the wood, he realized that it was solid. He remembered that during the instant in which Mijan pierced him, everything went out, He heard strange sounds, and he didn't feel very pleasant. But it was an instant in which he managed to break through something in that world. Maybe he could not go through the door, not because it could not be crossed, but because he did not know how to do it voluntarily.

The little one that no one saw could walk as everyone else did. It wasn't like he was sinking to the ground or floating through the air like a ghost, so what was the difference? The answer was obvious to him. Purpose or wait. Yes. Every time he set out to touch or waited for something to touch him, he could not. Even at the moment when he consciously willed his feet to touch the ground he walked on, he began to sink. That was the key: "wanting." So, Rey wanted to touch the door, and the result was that with his fingers he managed to go through the door. Then followed his hand, his head, and finally his body.

Rey watched as Wulfgang gently dropped his betrothed's delicate body onto the bed. The lycanthrope took a deep breath. He looked around that huge room once more, as one who did not know where to begin would observe, until he moved his nose and brought it close to his garments. Rey couldn't smell, but his father's expression made it clear to him that the smell of the clothes he was wearing gave him the perfect clue where to start. As he moved about the place, the little boy watched how his parents acted in privacy.

Wulfgang turned on the faucet of the rare bathtub, as high as the bed at the foot of it. The basin had rounded edges, the occasional handrail, and numerous colorful jars. It was nearly three feet high, with a width of five feet by a rim five feet long. Large and white, with an interior that appeared to be made up of three or four seats.

Carefully, Rey perched on the edge of the bed to get a better look at how the rare bathtub filled. At his mother's feet, as his father undressed, he watched the steaming water crowd the place. He was grateful to be able to walk through what was solid. He thought that if he fell in, it would be easier for him to drown than to get out. Being of such a small size, he would not be able to make it out on his own and he didn't trust his parents to help him either. Rey was startled to hear the sound of a shower running. His father, despite having turned on the faucet of the huge bathtub, removed his clothes and moved on to take a shower in the small corner bathroom. "Maybe he has so much dirt on his body that he doesn't want to contaminate the bath water," Rey thought.

Nevertheless, Rey pranced back and forth a little and took the opportunity to approach his father. The lycanthrope had stripped off all his garments, and did not have his guard up. It was the best time to take a close look at the flesh that seemed to be well attached to the muscles. His father's naked body was enviable, it looked solid and sturdy like a perfectly carved log, but what stood out the most were the more than hundreds of patches this one had on the skin. It was also curious how his father had not had any wounds on his back from which scars remained. Rey could understand that, for his father, the flesh patches on his skin were not wounds from a past, but trophies that carried the burden of what had happened and the experience of surviving by breastfeeding in all dangerous situations.

Feeling as good as new, Wulfgang dried the remaining moisture from his body with the nearest towel and, after draping it over his shoulders, re-entered the room with the intention of taking care of what he had left in preparation. The bathtub at the foot of the bed was already on the verge of overflowing. You could say that the water flowing out of the faucet was stopped just in time.

As soon as the attentive husband had added to the water what he thought would do his beloved's skin good, still lying between the sheets, he rose from the edge of the large tub of water to make his way to the foot of the bed. Wulfgang leaned in close enough to say in the vampire's ear the following words, "Look how you're wiggling that little ass so provocatively, aren't you? We can do two things at once..."

The wolf had the ghost of a smile on his face and spoke in a suggestive tone. Maryam, with an amused, mischievous and vicious look, added, "In this place, without the others? No, please, you know we can't...at least not without them. What if they get jealous?"

Wulfgang, stroking her back, replied, "They are forbidden to be jealous," he stated after he planted a kiss on the vampire's lips.

Rey's heart, for some reason, skipped a beat. He didn't remember seeing his parents melting their mouths with each other. Both full of vice and desire, their hands wouldn't stay still, and they caressed each other. His mother's skin was like silk, soft and warm, and his father's lips went to her neck and began to give her little nibbles in the area. Maryam was breathing and writhing on the bed, her breathing became deeper, as Wulfgang reached between her legs. Maryam, as one who was about to give in to persuasion, said, "I still don't trust. I don't think it's safe... Besides, you know it takes a lot for me to be satisfied just with you."

"All right," said Wulfgang. "I don't care today if you can't hold back... I have a feeling it will be fun. I'll be late in coming, at least for a few hours. Don't pretend you don't want to when you want to."

"If you want, you can masturbate. It's fine with me. Young man, I advise you not to involve me in this or keep warming up. Putting out this fire takes a lot of work."

Rey noticed that Wulfgang rose up on his knees on the bed and moved his hips closer to where his mother's head was. He had something firm, imposing and throbbing that rose up until it reached his navel. The same piece of flesh that had once hung and swayed from side to side with every footfall, now seemed unyielding, veins popping and blood about to burst. Wulfgang, who pushed the limb down with his thumb and released it so that it whipped against his stomach and made the sound of a firm crash, added, "Do you think you can spit on it?"

Maryam gave a smile, turned her body over on the bed sheets and nodded her head as she gathered her hair.

"As proof of my love, I plan to let you continue to spoil me in your own way. Don't stop..."

She sat up and after opening her mouth and sticking out her tongue, she dropped saliva on the standing member then gave a suggestive look from the bottom up.

"What else do you want me to do..."

With a wider smile on his mouth, Wulfgang smeared that fluid all over his member, and then with great delicacy, patience, and care he removed his beloved's garments.

Rey saw how his father carried his mother in his arms, but Maryam was not as before. This time she was able to cling with her hands and legs around the torso of the lycanthrope who entered the bathtub. She, supported by three limbs, the two arms and Wulfgang's lower limb, looked desperate as her husband sat on the edge. Still, she held on while he, with a sponge, patiently rubbed her tits.

Rey was looking intently at his mother's naked body. A great contrast could be seen, almost as much as day and night. Unlike her father, she had no scars, all white skin, and from her chest protruded two large, rounded, pale girths. Maryam's breasts and buttocks looked delicate and vulnerable. The flesh of these was not tight to the muscles like the former. They were rather spongy and striking to the eye, so much so that they bounced and jumped at the firm lashes of an open hand.

The atmosphere between the two parents was becoming complicit. As if all the discomforts they both had were gone.

"Let the warmth of the water relax you."

At the lycanthrope's words, Maryam's pale face, along with her ears, began to redden. The vampire slowly opened her eyes, her gaze lingering on the eyes of the one who carried her and let it slide over his sturdy body.

"You have beautiful red eyes and I love being able to see myself reflected in them...as you shove it all the way in," she said as she rolled her own.

While Maryam had the face of someone who was waiting for something, Wulfgang slowly settled his beloved's body more on top of his and finally let her sit fully on top of him. Just as slowly, Maryam opened her mouth wider and wider until she let out a small moan and clung with her hands to her beloved's shoulders.

Rey wondered, "Is mother the type to be devoted and devoted to whomever she cares about? Father, on the other hand, seems to be someone who can't feel comfortable without doing something for someone. But me... What position would I be in? Am I the type who feels sorry for others unless they let me do something for them?"

Again and again, he skirted the room with wide-eyed attention, heedless of his parents' odd behavior. But once the moans and motions of the water became annoying and wouldn't allow him to think any longer, he decided to leave the same way he had entered. As soon as he stepped through the door, he was surprised to see Silvia sitting quietly behind the entrance. She, with her ear glued to the wood and one eye at the level of the lock, was trying to control her agitated breaths as she looked through the hole and moved her right hand between her legs, at the same time making her presence disappear.

Rey tilted his head to one side, blinked twice, and brushed aside the behavior of those adults who appeared to him to be acting irrationally. Following in their footsteps, he walked down the stairs and looked up. No one was there. The other individuals had already settled in their quarters.

Curious to see what the inside of the remaining rooms looked like and already ready to set off, Rey realized that he could not move from his place. Sown on the floor, eyes wide open, the little boy watched as the maid came down the stairs like lightning. Ehimus also passed through the place with astonishing speed. So did Mijan, Heroclades, and Katherine. The adults went to and fro, gathered in twos or threes, split up, came from right to left or up and down with the speed of the blink of an eye.

Rey was confused. "Is it me who is going slow, or is it that the world around me is going faster?" he asked himself without being able to move from his seat.

Silvia was the last one left. She seemed to be dusting the great hall with a feather duster. In another blink she seemed to be sweeping the floor and, finally, she wiped the surfaces that were not walls, ceiling, or floor. Finally, after seeming to organize the place to perfection, she turned off the lights and left everything dark. The darkness lasted a long time. It was maintained by several blinks of the little one's eyes. It required some time for all the lights in the house to come back on, as well as for Rey to be able to see and move normally.

From the second floor a piercing scream could be heard. "It was Mother," thought the little boy. Although Rey had never heard her scream, the scream was characteristic of the voice she had. But in what situation could she be in to make her scream like that?