Chapter 25
Polvo al sol de una confesión
«A la cremación de mi madre vinieron solo tres personas. Miguel, Omar y, por supuesto, Lizandra», pensó Rebeka, al mirar la urna con las cenizas. «La ceremonia costó casi todo el dinero que tenía en la cuenta y fue bastante rápida, a decir verdad. Pero, menos mal que no me quede debiendo dinero, al recibir las cenizas de mi madre. De cierta manera, la casa se siente más vacía, pero no es que me pueda acostumbrar a la idea de su ausencia. Ni siquiera he aceptado que está muerta. Quisiera decir lo mismo de Omar, él es quien más ha estado sufriendo».
La urna estaba sobre el librero que colindaba con la pared en frente de la cama, justo en el medio, con un diseño neutral que podría confundirse fácilmente con un pequeño florero.
«Cabe destacar, que el otro evento significativo que ocurrió estos dos días, es que regresé a ser amiga de Lizandra. Tanto ella como Miguel vienen a la casa por las tardes, para saber de Omar y de mí. La disculpa de ella fue muy convincente y en realidad, no tenía razones para seguir diciendo que no. Así que, sin tener que ir a la escuela, en la cama, con mi mente aturdida, pensando en todo y a la vez en nada, necesito el contacto de otras personas para no enloquecer. Conociendo a Lizandra, tal vez esté viendo una posibilidad. No debí decir que la perdonaba, pues quizá todo sea una trampa. Pero ¿cómo juzgar a alguien sin evidencia sólida? No tengo la menor idea, pero algo sí es seguro es que me falta todo un set de mi ropa interior, también un pomo casi vacío del perfume que uso y no puedo hacer que deje de molestarme. Miguel no sería capaz de robar cosas de la mujer de su amigo más cercano».
—Omar ¿Acaso estás dormido? — preguntó Rebeka, quien estaba acostada al lado de él. El chico tenía los ojos abiertos, ojeras y una tez más pálida de lo usual, como si no hubiese comido bien por unos días y estaba a punto de caer enfermo—.
—No —respondió él.
—Tal vez ya Miguel lo sepa. Con lo floja que es la boca de Lizandra, no dudo que él ya esté enterado de todo lo que sucedió entre nosotras. ¿Quieres que te cuente?
—Contarme ¿qué? —preguntó Omar, con los ojos perdidos, como si no estuviera ahí.
—Por qué dejamos de ser amigas —respondió Rebeka, quien movió su cabeza, para ver las expresiones faciales de su chico.
—Oh… —dijo Omar.
—Es un “Oh” de afirmación o un “Oh” de entender.
—Si… eso pienso… —respondió Omar, poco interesado en el tema.
— ¿Por qué no muestras más interés? Estoy a punto de contarte algo privado. —Omar mantuvo silencio, pues, aunque no era que por esos días estuviera hablando tanto, al contrario, ya le había advertido a su chica que, si no decía nada, era porque creía que no tenía nada interesante que decir—. Bueno, te lo pienso contar de todas maneras, con la condición que me digas si Miguel te dice algo diferente.
—Está bien —respondió Omar.
—Desde que mi padre quedó preso, mi madre trabajaba en un club nocturno… eso no es nuevo. En cierta forma, cobraba por tener sexo o es mejor si digo que le abría las piernas a cualquiera que le prometiera traer estabilidad económica a esta casa. Tal vez nunca me comentó de sus intenciones, pero fue porque nunca se lo pregunté directamente. Lo que sí te puedo decir es que, de vez en cuando, la veía con acompañantes que venían a la casa, que eran sujetos que prometían darle lo que buscaba, pero ninguno duraba mucho y de tiempo en tiempo, volvía a estar sola. Por otro lado, Lizandra y yo éramos muy buenas amigas, porque podíamos hablar de cosas que nos pasaban o pensábamos, sin miedo a ser juzgadas. La familia de Lizandra nunca quiso tener nada que ver conmigo, por lo que, cuando estudiábamos juntas siempre lo teníamos que hacer aquí y como podrás entender, en la intimidad de este cuarto pasaron muchas cosas. Mmm ¿cuál sería un ejemplo? Ver videos obscenos, aprendí qué era el porno gracias a que trajo una copia de una carpeta secreta que tenía su padre en su computadora. También aprendí a masturbarme gracias a lo que me dijo que hiciera. Ese día cuando se marchó y me quedé sola en el cuarto, volví a abrir el video en mi laptop, me bajé las bragas, abrí un pie y el otro lo puse sobre la mesa y me comencé a tocar como lo hacía la mujer del video. Tendría diecinueve años cuando tuve mi primer orgasmo y no dudé en contárselo al otro día a mi mejor amiga. Así, junto a ella, comencé a aprender y experimentar sobre muchas cosas. Ella me dijo que su madre y su padre no habían tenido sexo en años y que por eso su padre tenía tanto porno guardado en su computadora, mientras que, por otro lado, su madre tenía juguetes ocultos en una gaveta secreta, que ella había estado usando y que no sabía cómo se podría introducir, por ser muy grandes. Recuerdo que una vez se sentó a mi lado, mientras teníamos una conversación de los distintos juguetes de su madre. Entonces sacó su teléfono, abrió la galería de fotos y me mostró cómo se veían. Por supuesto, en una de las últimas fotos estaba ella, sin ropa, con sus piernas abiertas, sosteniendo uno de los juguetes de su madre, al mismo tiempo que trataba de llevarlo a su interior. Recuerdo que la imagen se me quedó bien grabada en la mente. Ella asumió su error y se disculpó, también me preguntó si quería seguir viendo, pues a ella no le importaba, al fin y al cabo, éramos amigas. No sabía qué decir y en verdad no estaba pensando en nada, pero te juro que antes de que yo le dijera algo, ella volvió a mostrarme su celular y continuó pasando las fotos y me describió lo rico que se había sentido cuando pudo encajarse el plástico hasta el fondo de su agujero aún virgen. Lizandra me comentó que debía de intentarlo porque era alucinante y era mejor acostumbrar el área y tener cierta experiencia de antemano, antes de acostarnos con un chico. Tenía sentido en el momento, si a ella le costaba tanto meterse un consolador ¿Un chico tendría la paciencia de tomarse ese trabajo? Luego de recordar nuestra primera vez, tan pronto pudiste apuntar tu cosa en mi entrada me la clavaste de una. De regreso al tema, yo le dije que no tenía esos juguetes y ella me dijo que con gusto podría traer uno de su madre, sin que se enterara, para que lo usara por un día. Con el acuerdo en marcha, estaba ansiosa y en verdad ya no podía decir que no, pero por alguna razón mi excitación fue tanta, que de pronto, tuve un momento revelador en mi mente. “Si su madre tenía esas cosas porque estaba sola, entonces la mía también debía tenerlos”. Recuerdo que ese día, no podía quedarme quieta en la escuela y me las ingenié para llegar a la casa más temprano que nunca. Te confieso que tenía el valor, las ganas y la determinación de cometer un crimen, si así es que le puedo llamar a robar los juguetes de mi madre y utilizarlos tan pronto los encontrara. Llegué a la casa unas dos horas antes de lo usual y por supuesto mi madre no estaba, lo que me hizo ir directo a su cuarto y buscar entre sus cosas. No me llevo mucho encontrar lo que estaba buscando y tan pronto tuve uno en la mano, mi primera reacción fue aguantarlo con la boca para apartarme las bragas, con la intención de rascar, lo antes posible, la picazón que se había intensificado en mí. En ese momento, estaba pensando que mientras más pronto terminara de satisfacer mi curiosidad, más rápido podría abandonar la escena del crimen. El sentimiento de sentir que, si mi madre me encontraba usando eso, tal vez me iba a matar, era lo más excitante de la situación.
—No me imagino nunca a tu madre levantándote la voz ni tocándote con una pluma —dijo Omar, con tono convincente, como si se cuestionara la razón por la cual su novia tenía que exagerar el comportamiento agresivo de una persona que estuvo sonriendo hasta su último momento de vida.
—Tienes razón, pero tan solo una mirada triste o de decepción que me diera con sus ojos nobles, podía dolerme más que si me levantara la voz o me disciplinara a golpes. Regresando al tema, mientras me introducía “lo que no debía” se sintió justo como Lizandra lo había descrito, al principio un dolor y una quemazón soportable, después una sensación placentera. A pesar de tan solo haberme introducido la punta y de creer tener tiempo para continuar, sentí cómo la puerta de la casa se estaba abriendo. Ahí estaba yo, dentro del cuarto de mi madre ¿Te puedes imaginar? Doblada hacia adelante para poder introducir en mi cuerpo lo que tenía en la mano. Quería que la tierra me tragara. Con rapidez, organicé la gaveta y cuando iba a poner el juguete de vuelta a su lugar, me di cuenta que tenía un poco de sangre, así que me quedé con él en la mano y me escondí detrás de la puerta. Tal vez por los nervios, pero todo lo que pensé fue cómo tratar de salir del lugar, lavarlo y después regresar cuando fuera seguro. El corazón se me quería salir del pecho y ni siquiera podía respirar de los nervios. Tan quieta como podía, escuché dos voces, que eran de mi madre y Lizandra. También pude identificar que, en la conversación difusa, mi madre hablaba bajo y se disculpaba, mientras que Lizandra le gritaba y reclamaba. «Por dinero» dijo mi madre, «Así que por dinero es que mi padre se acuesta contigo y tiene toda una colección de videos tuyos y de otros tipos», aseguró Lizandra, tras quedarse callada por un buen rato y después agregar: «Yo tengo mucho dinero…» De ahí en adelante, las voces se hicieron difusas y no pude escuchar nada con claridad. Sin embargo, la lluvia de noticias me tenía impactada. ¿Qué mi madre sea la amante del padre de mi mejor amiga y que tenga fotos de ella con otras personas? Mientras estaba ahí parada, con algo robado en la mano, ese fue el peor momento de mi vida, incluso me juré que, si salía de esa, iba a pensar seriamente en perseguir el camino de la abstinencia. Pero eso no fue todo. De un momento a otro, las escuche entrar en el cuarto. Cerré los ojos, aguanté la respiración, creí que me habían pillado, que tal vez se dieron cuenta de algo que dejé en la sala con todo mi apuro y que las llevó a identificar que había alguien más en la casa. Tras verlo todo negro, te podrás imaginar que, de un momento a otro, pude escuchar un gemido. No era mi respiración agitada, definitivamente no se me había escapado. Los sonidos agitados eran de alguien moviéndose sobre la cama, seguido de otro gemido un tanto más intenso y el sonido de un chupón. No lo podía procesar, nunca se me hubiese pasado por la mente, ni en un millón de años. Apenas abrí mis ojos y saqué mi cabeza, pude ver a Lizandra sobre la cama, levantándose la falda, restregando su cosa contra la boca de mi madre, que estaba arrodillada en el suelo. Disculpa si estoy siendo muy gráfica, pero la forma en la que mi madre movía su lengua de un lado a otro, de arriba a abajo y por todos lados, se podía comparar con la práctica que tenían las mujeres en los videos, pero parecía detenerse únicamente cuando le chupaba el clítoris a Liz. Me habría marchado del cuarto sin decir nada. Tenía la oportunidad, además, no me importaba lo que estuviera pasando entre ellas. Pero una frase me encendió la sangre. «Si tu hija chupara tan bien como lo haces, no tendríamos que haber llegado a esto… pero al menos vas a ganar dinero si me haces venir de ahora en adelante».
—Ya veo porque te cae mal Lizandra —dijo Omar, poniendo esfuerzo en hacer notar sus sentimientos—. Si hubiera sabido esto antes, hasta a mí me hubiera dado coraje verle la cara. Después de todo, se estaba aprovechando de alguien tan noble como tu madre.
—Tan pronto oculté lo que tenía en las manos, salí detrás de la puerta gritando. Ellas se asustaron mucho, tanto que ahora podría reírme por todo un día. Luego de ver sus caras y el salto que dieron de lado, no les di tiempo para que pudieran pensar en excusas. Miré a mi madre y le pregunté ¿Cómo era que ella se estaba dejando extorsionar por dinero? Ella no se atrevió a responder, guardó silencio y se quedó sin hacer nada. Pero cuando estuve a punto de echarme encima a Lizandra, mi madre me detuvo… Lizandra, me dijo “No es mi culpa, te lo juro… Cuando llegué a la casa le comenté sobre una cosa y ella de pronto me pasó la mano. Tu madre me dijo que quería chuparme. Rebeka, yo no supe qué hacer, cuando tu mamá me quitó la ropa interior y me trajo al cuarto, lo menos que podía hacer era querer darle dinero a cambio, ¿no? No le estaba extorsionando ni chantajeando”. Miré a mi madre a los ojos, lo que decía Lizandra era mentira, lo sabía, porque las había escuchado hablar. En cambio, mi madre dijo “El cuerpo de tu amiga no me hizo pensar bien y terminé de rodillas entre sus piernas. Desde un principio le estuve mirando con ojos pervertidos. No es que lo esté haciendo por dinero o para poder pagar algunos gastos ni nada por el estilo. Fue por placer, Lizandra no tiene la culpa…”. No me creía el cuento ni atrás ni adelante. Desde ese día, nunca quise hablar con Lizandra y con mi madre jamás tocamos el tema… Esa es la verdadera historia.
Rebeka se volteó sobre la cama y con su mano izquierda tocó el área donde estaba el miembro de su amado. La suavidad se notaba por la ausencia de rigidez, lo que le hizo dibujar una expresión de inconformidad en su cara.
—Sabes, ya van ya dos días que no me coges. Creí que con esta historia te ibas a excitar —dijo Rebeka, con tono bajo.
—Ya hablamos de esto… —comentó Omar, un tanto cansado.
—No entiendo qué tienen que ver las cenizas de mi madre con que no puedas cogerme.
—Yo tampoco, pero es que simplemente no funciono. No se me para sabiendo que su espíritu puede estar ahí, mirándome, maldiciéndome por lo que pasó, por las promesas que rompí… —aseguró Omar, luego de llevarse las manos al rostro para cubrirse los ojos—. Tal vez necesito tiempo.
—Mi madre me dijo que nadie tenía la culpa. No es que te quiera presionar, pero ya estamos cortos de dinero Omar.
—Lo sé —dijo él, a punto de dejar salir el llanto que tenía dentro.
Tras pasar su mano de la zona pélvica de su amado hasta su pecho, Rebeka decidió acariciarle. «Tal vez debería dejar las cenizas de mi madre en algún lado. ¡Ahh!… ¿¡Quién lo iba a decir!? No me puedo quejar en lo absoluto, es como si estuviera en un sueño. Tal vez me sienta así porque alguien está sufriendo por mí. Ahora, la pregunta es: ¿cuál es el lugar que más amaba mi madre para ir a esparcir sus cenizas ahí?».
Después de pensar por un buen rato, Rebeka sintió cómo su chico se volvió a dormir. Él estaba en un punto en el que dormía dos horas o tres, solamente después que estuviese llorando por una hora. Sin hacer mucho ruido, se levantó de la cama, tomó la urna de cenizas en sus manos y salió del cuarto.
Bajó hasta el primer piso, se dirigió afuera de la casa y tan pronto como divisó una escalera, subió al techo. Ante el vasto horizonte de un amanecer esplendoroso, el viento, las nubes y el cielo, la joven trigueña dio un profundo respiro y como pudo, esparció las cenizas sobre el techo.
—Cielo, agua, tierra, fango, polvo y cenizas — mencionó Rebeka. — Bajo el brillo del sol, el cuerpo de mi madre cae y se levanta por el viento. Con el dolor de un latigazo en mi corazón y el peso de las memorias, te entrego lo más preciado que he tenido, dios de este mundo. Si en verdad existe un lugar en el que se encuentre la felicidad después de la muerte, sírvele de guía, no por ser mi madre ni la persona más maravillosa del mundo, sino por ser la mejor mamá que en mi vida pude llegar a tener. Madre, no tengo más que dar, tan solo tengo esta casa que tanto amabas, debajo del sol, dentro de esta ciudad… No dudes en dejar que el viento te lleve a la libertad. Estoy aquí, por ti, en tu nombre y en tu memoria, me sabré cuidar. Ve con tranquilidad a la gloria.
Rebeka se sentó sobre el techo a ver el amanecer y a cuidar que las cenizas fueran llevadas por el viento, de a poco.
De regreso al cuarto en donde Omar aún estaba tendido sobre la cama, la chica gritó en voz alta:
—A despertarse. Ve a darte un baño que hace dos días que no lo haces. Te espero en la cocina con un desayuno caliente. —Luego de regresar al presente, Omar miró a donde estaban las cenizas de la madre de su novia y como no los vio ahí, miró de vuelta a Rebeka con ojos de confusión. — No te preocupes por mi madre. Mientras estabas durmiendo esparcí sus cenizas en el lugar que más le gustaba y también le hice una promesa. Le prometí que me sabría cuidar, que sería independiente y que después de su muerte no se tendría que preocupar por mí. Necesito tu ayuda para cumplir esa promesa, así que, pon de tu parte. Usa toda esa energía negativa y transfórmala en deseos de hacer dinero.
«Con la cabeza enfocada en el trabajo, debo decir que el negocio va de maravilla», pensó Rebeka. «En estas tres semanas, desde que esparcí las cenizas de mi madre, gracias a la ayuda de mi dedicado novio, me convertí en la Reina del Cielo y la razón por la cual, el apellido familiar no tiene más deudas. Incluso pude pagar los gastos médicos de mi madre cuando estaba viva. La casa no está más en hipoteca, el refrigerador está lleno de comida y poco a poco, entre los dos, hemos remodelado el interior y algunas que otras cositas en el exterior de este lugar».
Los pensamientos de Rebeka eran ciertos, claro, a la casa le faltaba el toque de una madre y se veía que en ella vivían dos adultos jóvenes, pero el jardín estaba podado y lleno de vida, las pinturas de las paredes y las ventanas fueron retocadas. La puerta cambiada, el techo libre de moho y el muro que colindaba con la calle, repuesto.
«Tanto Miguel como Lizandra también nos ayudaban de vez en cuando, mayormente, los fines de semana, porque en los días de escuela no se pueden quedar por mucho tiempo. Ya solidificada la confianza entre nosotros cuatro, ocurrió una situación muy chistosa. Lizandra dejó a Miguel solo en nuestro cuarto, estaba recogiendo los libros que tenía debajo de la cama y mientras organizaba todo, encontró junto al estante de mi closet, la caja de juguetes personales que heredé de mi madre. Estaba en la cocina, con Omar y Lizandra, cuando lo sentimos gritar y pudimos saber de qué se trataba. Los tres subimos por las escaleras y cuando llegamos al cuarto encontramos a Miguel sosteniendo un inmenso objeto, con sus ojos bien abiertos. No dudó en preguntarme para qué necesitaba semejante cosa si tenía a un novio. Omar no sabía en dónde poner la cara y menos cuando dije en voz alta que no era para mí, que era para ese novio del que hablaba. Lizandra se sorprendió tanto que no pudo dejar de taparse la boca y retroceder. Fue cruel, lo sé… también fue perversamente malvado dejar que Omar se sacrificara y dijera “sí… es mío" para cubrirme. Si supiera que las cenizas de mi madre están esparcidas en la casa, creo que se moriría de pena en ese momento. Pero, bueno, siempre he escuchado que antes de decir una verdad es bueno animar el ambiente con una broma. Miguel y Lizandra tenían que saber de dónde obtenemos el dinero para hacer todo lo que estábamos haciendo y no depender de lo que ellos querían darnos para que pudiéramos vivir. En ese momento, como no nos querían creer, nos sentamos todos juntos en la cama y yo encendí la computadora para enseñarles la página en que era prácticamente la atracción principal. En sus ojos pude ver tristeza, el sentimiento de una persona que no era quién para decirle a sus amigos que no vendieran sus cuerpos. Al menos, lo único que pudo decirme Miguel fue que no me dejara perder, que no nos volviéramos ambiciosos, que nos tenía respeto, ya que cualquier trabajo que pusiera comida en la mesa de una familia necesitada era un trabajo honrado. Pero el dinero, por mucho que fuese, no sería suficiente. Por otro lado, Lizandra no pudo dejar de llevarse la mano entre las piernas de la forma más disimulada que pudo y sus ojos se quedaron clavados en la pantalla como si estuviera memorizando la dirección de correo electrónico y mi seudónimo».
Los días pasaron con más frecuencia, mientras que la amistad de aquellos cuatro jóvenes se cimentaba con mayor solidez que nunca. Tanto así, que por las ventanas comenzó a entrar el sol que, como todas las mañanas, tocaba el cuerpo desnudo sobre la cama de Rebeka, Omar, Miguel y Lizandra.
«Con más libertades para trabajar y mejor escenario, al igual que equipo de grabación, comencé a conectarme todas las noches antes de dormir, por al menos dos horas», recordó Rebeka. «A veces digo que estoy sola, con mi gato o que tengan cuidado con las vibraciones, pues no puedo hacer ruido o mis padres me van a descubrir y echar de la casa. En cambio, Omar se encarga de escribir a individuos diferentes, haciéndose pasar por mí, Entre los dos nos repartimos los mensajes y el trabajo de mantener la esperanza de quienes me escriben para que sigan pagando dinero. El negocio va tan bien, pero mi público se va volviendo exigente y me comenzaba a aburrir, más que todo con aquellos que inventaban razones para no verlos y podía notarlo. En pocos meses, cuando me quede sin contenido para crear, ya no seguiré siendo la más popular. Por ahora, he estado pensando en hacer algo. La idea vino cuando, entre los comentarios de mis fanáticos, se presentó alguien que se destacó y demostró un particular interés en mí. Es un seguidor reciente, pero muy dispuesto a pagar cualquier cantidad de dinero, sin razón aparente, para que cumpla con sus demandas. Incluso Omar se ha puesto algo nervioso cuando le doy a esa persona trato especial y le respondo en privado a sus preguntas, un tanto personales y de doble sentido. Fue esa persona quien, en sus preguntas y conversaciones, me hizo dudar, mantenerme despierta por varias noches, pensar y recordar sobre todo lo que hasta ahora me ha pasado, ver una oportunidad si me faltaba un set de ropa interior y un pequeño frasco de perfume, más otras tantas cosas. La pregunta y conversación fue sobre…».
[¿Acaso has tenido alguna experiencia lésbica? Si tienes fotos tuyas besándote con otra chica… preferentemente de pelo azul, estoy dispuesto a pagarte la misma cantidad de dinero que has hecho hasta ahora con todas las fotos y videos que has subido. Con esa suma, estoy seguro que te mantendrás siendo la Reina del cielo, por todo un año…]
Rebeka miró hacia el lado derecho, la cama era grande y ahí estaba Lizandra durmiendo calmadamente. En su lado izquierdo estaba Omar y al otro lado de la cama estaba Miguel. Bajo el sol del amanecer, Rebeka recordó cómo se sentían los labios de su amiga, que estaba dormida allí.
«Le respondí a esa persona que no tenía amigas, pero por alguna razón, con las preguntas que me había hecho con anterioridad mi cliente anónimo, pude inferir la existencia de una chica que había entrado a mi círculo en las últimas semanas. Tengo razones suficientes para creer que ese individuo anónimo es ella, quien simplemente quiere enrollarse conmigo y no supo hacer nada más que usar dinero para poder conseguirlo. Me sorprende que, aunque estuviera dormida, no se moviera de lugar ni aprovechara para tocar mi cuerpo por la noche. Pero ¿Quién es peor? ¿Ella o yo? Nosotros cuatro no terminamos en la misma cama de un momento a otro, no. Fue algo progresivo y también había mucho alcohol incluido. Al principio, después de cada reunión, Omar y yo nos íbamos a nuestra habitación a continuar con nuestro trabajo, y ellos, de a poco, se animaron a tener ratos íntimos en la sala. Después nos enteramos que ellos también nos veían por el sitio web. Con el paso de los días, les prestamos nuestra habitación, para que lo hicieran en una cama, cada vez que querían pasar un momento juntos a escondidas de sus familias, sin tener que pagar por rentar un motel que pide licencia e identificaciones. Cuando me propuse confrontar la pérdida de mis cosas personales con Lizandra, los cuatro terminamos cogiéndonos en la misma cama. Esa fue la oportunidad de tener nuestra primera experiencia entre chicas. Aquí, en la cama, Omar estuvo dándome duro entre las piernas y al lado estaba ella, siendo penetrada de la misma forma por Miguel, mientras que estábamos acostadas, con el calor del momento, nos miramos y nos besamos sin decir nada. Aunque fue un beso, fue suficiente para que estos dos chicos se vinieran encima de nosotras. Fue así como terminamos los cuatro en la misma cama este fin de semana, no me sorprendería que el próximo paso fuera intercambiar parejas. Si ya nos hemos visto desnudos los unos a los otros... ¿Qué más queda?».
—¿En qué piensas, mi reina? —preguntó Omar, con voz delicada, al ver que Rebeka estaba despierta. — Que estés despierta quiere decir que no dormiste nada…
—¿Te arrepientes que me besara con Lizandra? —preguntó Rebeka entre susurros.
—No —respondió Omar y agregó: — A decir verdad, fue bastante excitante. Pero llegamos a donde estamos por esa persona que te escribe por privado. Él es quien me preocupa. No me trae buena espina, suena como una rata, una serpiente que se arrastra y habla con sutiles palabras para conseguir lo que quiere…
—Sí, una serpiente que sutilmente obtiene lo que quiere con dinero —dijo Rebeka, mirando a Lizandra, quien se estaba haciendo la dormida, para luego regresar la mirada a su chico. — A decir verdad, no tenemos nada de qué preocuparnos con ese usuario. Pero, independientemente de todo lo que he hecho, cuando chequeo los videos que hacemos… no se ven reales del todo, falta esencia y sentimiento.
Omar guardó silencio por un momento, pues le excitaban los videos que hacía con su chica. Para él todo se veía muy pornográfico y no creía que faltara nada, pero si su chica lo decía, era porque debía ser cierto.
—Entonces ¿Te preocuparías si me vuelvo a besar con Lizandra y esta vez… continúo con lo que sigue detrás de un beso? — preguntó Rebeka.
—No sé… —dijo Omar—. ¿Acaso te preocuparías si me besara con Miguel?
Mientras Rebeka se mordió los labios pretendiendo estar excitada al imaginarse la situación, el segundo individuo comenzó a toser, tras escuchar la conversación, como si se hubiera atragantado con su propia saliva y eso, al parecer, lo había despertado.
—Estoy dormido —dijo Miguel.
—No te imagines cosas… —aseguró Omar, ignorando a su amigo del otro lado de la cama—. No me interesa él. Quien me interesa eres tú, fue un ejemplo tonto y retiro lo dicho.
—Esta vez busco tu permiso, porque me importa cómo te podrías sentir…
—A veces tengo dudas de si me quieres… —confesó Omar.
—Aww, no digas eso. —Rebeka se volteó en la cama para abrazar a su amado, lo que le hizo pegar su trasero a Lizandra—. Claro que te quiero, ya llevamos todo este tiempo juntos y sé que mi amor por ti es tan grande que no se verá afectado por satisfacer las necesidades de un cliente.
—Si estuvieras besando a otra chica, por segunda vez, con tal de experimentar algo que yo nunca podré darte porque soy chico… creo que la inseguridad me mataría —respondió Omar, con preocupación en sus ojos.
—Ven, pon tu cabeza entre mi pecho —dijo Rebeka abrazando a Omar. — Recuéstate en mí. No te preocupes… no pienses en tonterías. Esto es algo de trabajo, aunque, por supuesto, como Miguel y Lizandra son pareja, también tienen que hablar y dar su consentimiento.
—Claro que sí —dijo Lizandra, después de aguantar la respiración por un buen tiempo. — Miguel está de acuerdo.
—Estoy aquí para pasar un buen rato, no para preocuparme por el futuro — expresó Miguel, con una actitud entusiasta—. Cuando llegue a viejo voy a poder vivir de memorias como esta.
—¿Estarían ustedes solas… o podríamos quedarnos Miguel y yo a ver? —preguntó Omar, tras dejar salir una bocanada de aire.
—Creo que sería más natural estando las dos solas, al menos la primera vez… hasta que me vaya acostumbrando.
Después de pensarlo por un tiempo, Omar asintió con la cabeza y dio su consentimiento. Lo que hizo que Rebeka lo besara apasionadamente.