Chapter 11
Sangre salpicada
Lo que resultaba de mayor sorpresa para los espectadores, era que Rey ni siquiera había tenido la necesidad de invocar un libro, un círculo de conjuro o recitar un cántico por más de cinco minutos. El joven, de cabellos negros, se había valido de tan solo del uso de una pronunciación acortada y sin tener consecuencias, pudo reunir la cantidad de energía necesaria para hacer una invocación.
Un sudor frío se mostró por la frente de quienes fueron testigos de semejante técnica de clamado con sus propios ojos. Era algo por lo que debían preocuparse, mucho más cuando la jauría de lobos salió disparada en dirección al Gengér, que aún no caía del aire para impactar sobre su enemigo.
Rey entendía que era peligroso clamar bestias que no estaban bajo un total control, para luchar contra un enemigo rodeado de objetivos que debían ser protegidos. Además de que sus cuerpos y chacras internos no se encontraban en las mejores condiciones. Pero, siguiendo los consejos de su anterior maestro, clamó el hechizo más justo del cual tenía conocimiento, para lo cual usó el ángulo del salto de la bestia. En caso que algo saliera mal, podría sobrevivir a la maldición del conjuro si es que venía con efectos secundarios y los cinco individuos tendrían la oportunidad de no ser interceptados directamente.
La manada de bestias negras salió disparada como balas contra el Gengér, se estrellaron contra él, unas tras otras, hasta que terminaron desvaneciéndose con una violenta explosión que no tardó en destrozar toda la parte inferior y las piernas del gigantesco ser, que no había alcanzado ni siquiera a tocar el suelo.
Akai y los otros cuatro individuos cubrieron sus cuerpos de los violentos latigazos que daba el viento, provocado por las ondas explosivas de un evento fantástico. Aunque intentan mantener sus ojos abiertos, la arena y el polvo que se levantaba del suelo se los impedía.
Sin piernas o punto de apoyo, la criatura golpeó la pared y rebotó en dirección opuesta, hasta caer como si fuese una gran roca sobre el suelo.
De pie, en el campo de batalla, el veneno de la radiación hizo de las suyas y obligó al ‘caído del cielo’ a que tuviera que cancelar el clamado para cubrirse la boca, con la intención de contener o tragarse lo que pretendía salir disparado de su estómago. Respiró hondo, trancó su abdomen en el lugar y levantó su mano nuevamente, consciente de que no podía mostrar que estaba en desventaja.
Entre el humo que colmaba al aire, desde fuera del coliseo se podía notar la rápida regeneración de la bestia, debido a que aún estaba usando las reservas de odio y malos sentimientos generadas por los tres individuos que anteriormente había devorado. En cuestión de segundos, la criatura acorazada regeneró las patas que le fueron arrancadas, aumentó una porción de su tamaño y las tenazas se volvieron más afiladas.
Aun así, las palabras volvieron a resonar y los límites de la realidad se quebraron en pedazos, por segunda vez, ante otro hechizo.
—“Ataque del dragón oscuro” —anunció Rey, para luego pensar: —Este es el momento, no se puede mover correctamente y ya no tengo que preocuparme por golpear al grupo de Akai… si sigo extendiendo esto, tan solo me desgastaré más en el combate.
De la palma de su mano, se materializó un gran rayo negro con la cabeza de un dragón, que tenía dagas enterradas en los ojos, varios dientes faltantes y una boca sin lengua. La criatura de escamas negras gritó con todas sus fuerzas, lo que sonó como un odio incendiado por el dolor y salió disparada como un violento rayo latente de venganza, en dirección a donde se le había apuntado.
El monstruo acorazado, en plena recuperación, notó cómo una amenazante energía venía hacía él. Con tan solo cuatro de sus piernas regeneradas, se las ingenió para saltar a un lado.
El dragón continuó avanzando con su boca abierta e impactó contra la pared, para luego ascender por ella, con la intención de salir de aquel lugar y atacar a los humanos que se encontraban sentados en las gradas, pero una barrera se lo impidió.
Sin poder llegar más lejos, se sacudió como si su vida dependiera de ello. La bestia clamada, expulsó gritos de odio y estalló en aquel lugar, justo en frente de los espectadores, sin haber podido cumplir su propósito personal, por el cual se le había invocado.
No solo presenciaron un conjuro, sino dos consecutivos. Los espectadores sintieron un sabor amargo en sus bocas, derramaron el contenido de sus vasos en el suelo y se levantaron. Sus huesos temblaron y sus corazones se detuvieron, por el miedo de aceptar como realidad, la idea que se les había pasado por la cabeza.
Esta vez, como consecuencia del uso de su energía, Rey no pudo evitar escupir sangre que cayó al suelo, mientras empleaba sus sentidos para localizar a su oponente desaparecido. Sin necesidad de voltearse, levantó su cabeza lo más que pudo, hasta que su mirada llegó a encontrarse con la del Gengér.
Con sus tenazas, el monstruo bloqueó las salidas del joven, mientras atacaba desde arriba con su cola. El afilado aguijón, aún más grande que antes, amenazaba con atravesar a Rey, pero solo fue una distracción, ya que la tenaza izquierda de la bestia terminó aprisionando su pequeño cuello contra el suelo, hasta que lo cortó en dos.
—Puedes ser pequeño, pero ante mis tenazas, vas a morir como un gigante, —sentenció la bestia, en el idioma antiguo. —Son penosos mis actos, pero si te atacara de frente, estoy seguro que terminarías con mi vida. Fui hábil y aunque no eres mi objetivo natural, estás bloqueando el camino para poder alcanzarlo y por esa razón, tu vida está sentenciada. Descuida, sacaré provecho de tu lamentable pérdida.
—¿Me sorprende que te rebajes a hablarme? —dijo Rey, tras lo cual, dejó al Gengér bien extrañado, tanto así, que la bestia se inclinó hacia adelante con tal de ver si la cabeza que había decapitado era de quien seguía hablando—. Así como yo, hubo un tiempo en el que caminabas con dos pies, cuando la piel fue la que cubrió tus huesos. Sí, de seres como tú he leído innumerables leyendas y muchas historias.
La bestia, haciendo uso de sus tenazas, tomó la cabeza del pequeño y tan pronto como pudo le devoró junto a su cuerpo. No podía perder tiempo, si el cuerpo decapitado aun continuaba con vida, entonces la mejor opción era digerirlo.
—Una vez fuiste habitante de los nueve cielos, —continuó Rey, un tanto incómodo por haber olvidado el contenido de muchos libros—. Ahora, no eres más que una enorme masa de odio. La sombra perdida de un ser cansado de la vida, resignado a ver a las personas hacer el mal.
—No estoy arrepentido de mi vida —respondió el Gengér, al tiempo que intentaba ocultar su miedo y miraba a todos lados, con tal de encontrar a quien le hablaba—. Sé que algún día llegará mi final, en el que moriré o en el que moraré en la oscuridad junto a otros como yo.
Rey, con la intención de tratar de ayudarlo, le dijo: —En mis manos puede estar la solución a tu problema.
—No necesito que me ayudes, estoy en mi camino, el que considero correcto y es mi destino morir antes de llegar al final. —Mientras hablaba, la bestia pensaba: ¿A los lados?, no. ¿En mi punto ciego?, tampoco. ¿Bajo la tierra?, imposible. ¡¡¡Arriba!!!”
—¿Quién soy para tomarme la atribución de actuar y decidir lo que sería mejor para los demás? —dijo Rey, quien extendió sus inmensas alas negras—. Pero, algo sí es seguro, no hacer nada nunca será la solución.
El afilado aguijón de la bestia, que recién había localizado el paradero de su enemigo, retrocedió y volvió a atacar con ferocidad.
Rey esquivó el aguijón y lo dirigió con sus manos para que se adentrara justo sobre la cabeza de la bestia. Cuando la fuerza de ataque del aguijón era mayor que la defensa del caparazón, el resultado era obvio. Seguido de una fuerte patada, el ‘caído del cielo’ rompió la cola y luego convirtió sus manos en cabezas de lobos negros. Los animales clamados se hicieron presentes y mordisquearon con fuerza la tenaza y piernas de la bestia, para luego explotar.
Tras dejar de escuchar su inquietante rugido, mientras se levanta temblorosamente del suelo, una vez más, el Gengér intentó lanzar su último ataque, pero Rey levantó una mano en dirección al escorpión sin piernas ni cola y anunció su movimiento:
—“Marca elemental, explosión del viento”, — e hizo un chasquido con sus dedos. A continuación, podría decirse que todo el aire del lugar junto con la arena, el humo y el polvo fue comprimido en el interior del Gengér, justo por las cuarteaduras del caparazón, hasta que esa concentración no pudo mantenerse estable y terminó explotando.
La enorme bestia pudo sentir como su interior salía despedazado al exterior. Sus ojos salieron disparados, su cerebro licuado se escurrió por el casi diminuto agujero provocado por el golpe de su aguijón, sus intestinos escapaban por su agujero rectal, mientras que los músculos, carne y sangre tomaron escapatoria por donde estaban sus miembros ausentes. Despojado de cualquier contenido que pudiera tener aquel caparazón, el Gengér cayó en el suelo como lo que era, una carcasa vacía y sin vida.
Rey frunció el ceño ante la explosión de vísceras, líquidos y restos de cuerpos devorados. Es importante mencionar, que, si el hechizo hubiera salido mal, eso que había acabado de ver, podía pasarle a él. Salpicado de entrañas y sangre, se posicionó en frente de su enemigo caído y extendió su mano hasta que terminó tocándole con la punta de sus dedos.
Como si fuese poco, ya nadie se atrevía a hablar. El anunciador no podía ni siquiera decir lo que estaba pasando, durante los pocos minutos que había durado el combate.
Desde su trono, Gilgamesh, se inclinó hacia adelante, entendió el propósito del inexplicable comportamiento del ‘caído del cielo’, mostró una sonrisa y exclamó:
—Increíble ¿Cómo es posible? ¿Será que aún me queda más por descubrir de ti, mi preciado amigo?
Ante los ojos de los espectadores, el individuo que se levantaba frente a la carcasa, quien lucía muy calmado como para ser tildado de furioso, arrancó con la punta de sus dedos, el color que formaba parte de la bestia.
—Cuando no sabes tomar una decisión, tienes el derecho de hacer lo que creas que es correcto. —dijo Rey entre susurros, tras quedar manchado de una sustancia que parecía empequeñecerse entre sus manos.
La esencia expuesta se consumió, pues no pertenecía a ese ambiente. Tan pronto el cascarón del monstruo se vio ausente de aquello que lo hacía ser, comenzó un extraño proceso de petrificación.
Parte por parte, el cuerpo fue conquistado por el sólido color sin vida que se asemejaba a una piedra. Sin mucha espera, la solidez trajo consigo el caótico paso de grietas, cuarteaduras que comenzaron a abrirse paso entre la sólida piedra, tras lo cual se escuchó un sonido mientras se partía. Uno a uno, los trozos sueltos cayeron al suelo, como si hubieran sido expulsados por aquel cuerpo petrificado. Desmoronado, con los pedazos del Gengér regados por el suelo, ahora renacía un ángel ante los ojos humanos, que no pudieron mantenerse en sus asientos.
—Ahora estoy confundido! —dijo el ángel, cuya voz resonaba por todo el lugar, mientras se miraba las manos que casi no recordaba haber tenido—. Tú que me has regresado a mi forma original, te debes hacer responsable de mí, porque no sé qué hacer de ahora en adelante, mi señor.
—Luchar, esa siempre fue la respuesta, —dijo Rey—. Busca imponerte ante el mundo con fuerza, lucha y sigue siendo ese guerrero incansable que siempre fuiste. En cierto sentido, todo a tu alrededor te mata de a poco y luchar es más letal, aunque te haga sentir más vivo. Quiero que, empleando este medio como instrumento, le muestres el camino a los que están equivocados, hasta que la muerte te encuentre o regreses a ser un Gengér.
El ahora ángel, ante la incoherencia de seguir haciendo algo que no funcionaba, entendió lo que implicaba la proposición y agregó:
—Señor mío, a ti serviré, ahora que nuevamente vivo por ti. En tu nombre, pienso luchar y mostrar el camino a aquellos perdidos. Esa será mi tarea.
—Pero no en este mundo, ojalá nos volvamos a encontrar.
Tan pronto Rey terminó con sus palabras, la entidad celestial se desvaneció en el aire con lentitud y quedó tan solo un rayo de cálida luz que parecía quemar las almas de muchos de los humanos presentes.
—No puede ser él —comentaron unos—. Realmente se parece, pero es imposible que uno de los tres jueces del infierno esté en Belldewar —dijeron otros—. ¿Acaso no le viste clamando al mismo dragón que casi mató a Yacer? —ante esa pregunta se dio un silencio sepulcral—. Parece como si hubiera liberado a ese monstruo.
—¿Es cierto eso? ¿Los Gengér son ángeles caídos? ¿Ese chico es real o no lo es? Quizás, el final de todo esto sea un espectáculo creado por Gilgamesh.
A pesar de los comentarios de los espectadores, Rey alzó la mirada y se dirigió a donde se encontraban los cinco jóvenes sobrevivientes. Apenas estuvo lo suficientemente cerca, extendió su mano con la intención de mostrar sus intenciones pacíficas, pero los presentes se alejaron y negaron con sus cabezas.
Rey se detuvo para observar la situación y pudo notar como Yicel había muerto, Akai apretaba sus dientes, Elhoy fruncía su entrecejo, Merlot presionaba sus puños con fuerza y Pisínoe lloraba en lamentos.
—Me alegra ver que no le juré lealtad a un demonio sin corazón, gracias por dejarnos vivir un poco más… especialmente a ella, pues sin tu bendición nunca hubiera escuchado sus últimas palabras —dijo Akai con una sonrisa quebrada, casi arrastrándose por el suelo, producto de todos los huesos rostros que tenía en su cuerpo.
—Esa cosa era mucho más fuerte de lo que creímos —dijo Elhoy.
—No creo que podamos seguir a tu lado, en especial, si eso nos hace entorpecer tu avance. Gilgamesh tenía razón…—dijo Merlot.
—¡Espero que se pudran en el infierno! —gritó Pisínoe, mientras lloraba y sostenía el cuerpo de Yicel. Luego se quedó mirando hacia donde se encontraban los cuerpos desmembrados de los traidores. —Malditos sean ustedes, cobardes. Esa es la razón por la cual los humanos son una raza tan podrida.
—Caído del cielo, tal vez sea algo egoísta de mi parte —dijo Akai—. Pero, por favor, nunca dejes de ayudar a cualquier humano que te necesite y te prometa su lealtad.
Rey no quería entender los malos presagios que estaban resurgiendo de su interior y eran provocados por las palabras de los integrantes del grupo de Akai. Tan pronto como dio un paso adelante, tuvo que cubrirse, porque las cinco cabezas de los sujetos ahí presentes se convirtieron en una violenta explosión de huesos, carne y sangre. Los collarines que tenían en sus cuellos eran los responsables de la detonación.
Con todo su cuerpo embarrado de más sangre, Rey observó sus manos extendidas y pudo ver entre sus dedos la imagen de los cuerpos decapitados y de toda la arena bañada de color rojo, por los restos humanos esparcidos en el lugar.
El presentador, quien volvió a aparecer en todas las pantallas, agregó: —Ya tenemos al vencedor de la contienda. Usualmente, el elegido no defiende a la comida del Gengér, sino que los mata primero, para evitar el fortalecimiento de este monstruo endémico, en un mundo lleno de ciudades errantes. Pero parece que nuestro campeón, además de tener mucho poder entre sus manos, también se cree héroe.
—¡¡Insensato cállate!! —gritó alguien del público en dirección al presentador, que no había dicho nada en todo ese tiempo y en el peor de los momentos, decía algo que no conducirá a nada bueno.
Aun sin moverse, como quien quería procesar lo que en verdad había sucedido, Rey cerró sus ojos y vio correr entre los párpados sus lágrimas de sangre. Por su nariz, oídos y boca, el líquido rojo, que representaba el deterioro de su cuerpo por el avance de una enfermedad letal, también se asomó al mundo.
«Si, soy un hechicero» se dijo Rey, al tiempo que trataba de contener lo que sentía por dentro. «Mi oponente sabe eso, siempre lo supo, que al alterar mis sentimientos me hace incapaz de clamar. Cada vez caigo en esta trampa más y más profundo, tanto, que tal vez no pueda escapar».
Desde las afueras del coliseo, los espectadores claramente pudieron notar como el contendiente, que recién había formulado una serie de milagros, estaba haciendo brotar energía por todo su cuerpo. Preparaba sus músculos y aumentaba el tamaño de su constitución física. El caído del cielo hizo aparecer dos largas cuchillas como sus antebrazos, muy familiares para la humanidad, que venían montadas sobre un mecanismo que les hacía extenderse y girar a ciento ochenta grados.
El público no hacía más que negar con sus cabezas y taparse la boca. Si de ellos dependiera, en ese momento, todos y cada uno se hubiesen arrojado sobre el suelo con la intención de pedir perdón por sus vidas. A unos ya se les estaban cayendo los cabellos, otros se orinaban sobre sus asientos y el resto parecía como si hubieran perdido sus almas. El factor en común era el miedo. Mientras ellos negaban con sus gestos, en las pantallas se mostró el rostro de Rey, quien abrió sus ojos y mostró que sus lentillas se habían derretido y ya no cubrían el color original de sus ojos.
Los ojos inyectados en sangre hicieron aparecer dos destellos amarillos, lo que hizo que cundiera el pánico entre los espectadores que estaban mirando el espectáculo en vivo.
—¡¡Maldito loco, rastrero y vil!! —gritaron algunos miembros del público a Gilgamesh, quien aplaudía divertido —. ¡¡Cómo te atreves a hacernos algo como esto!! —La mayoría buscó la manera de evacuar la instalación tan rápido como les fuera posible, ya que conocían lo peligrosa que se había vuelto la situación.
La situación era tan crítica que hacía enloquecer a cualquiera que se pusiera a pensar en conclusiones. Tan solo de pensar que el joven fuera el mismísimo ‘apocalipsis’ y ‘mata-héroes’, el anterior juez y creador del infierno, un híbrido de vampiro y licántropo, un hechicero con la capacidad de maldecir al planeta y a todos los presentes. Esto conllevó, a unos cuantos, a quitarse la vida.
Como si fueran truenos, de un momento a otro, las alarmas del estadio se dispararon y anunciaron el estado de emergencia. Desde adentro de las paredes, a los costados de la arena, salieron cientos de guardias capacitados para manejar esa emergencia. En cuestión de segundos, la amenaza declarada terminó siendo rodeada, lo que hizo que aparecieran otros dos destellos amarillos.
Los subyugadores, que agresivamente apuntaban con sus armas y gritaban comandos a seguir, no prestaron atención alguna a las dos chispas y al ver que sus palabras no fueron seguidas por el objetivo, accionaron los gatillos de sus armas y abrieron fuego a quema ropa. Cada disparo de escopeta, trajo como consecuencia, que tanto el portador como el arma, se convirtieran en una mera explosión de polvo y sangre. Aunque algunos no accionaron el gatillo por miedo, se dieron cuenta que no existía nada que pudieran hacer para salvarse. Aterrados, miraron sus manos y sintieron la sensación fría que se podía asemejar al derrumbar de un castillo de arena sobre su piel.
—¿Qué está pasando? siento frío —fueron las últimas palabras que dijo alguien.
La muerte fue inevitable para el resto de los presentes, quienes en segundos sucumbieron ante lo que representaba la bendición de caminar en la oscuridad, a través del dolor, con tal de alcanzar la dicha del descanso temporal.
Rey respiraba con el fin de asentar mejor la energía que fluía por su cuerpo y tan pronto logró limpiar alrededor de sus chacras, generó una corriente de viento lo suficientemente fuerte como para hacer que todo el lugar que antes era amarillo de paredes grises, se volviera rojo sangre.
—Señor, temo decirle que semejante poder escapa de mis cálculos. El objetivo sigue al control de sus sentimientos y es capaz de clamar sin sufrir efectos secundarios —dijo Mikk en voz alta, lo suficiente como para no temblar ni mostrar miedo.
—Esto no parece estar tomando un buen camino, —agregó Paul, nervioso, tras ver como todo un grupo élite de subyugadores bajo su comando, fue arrasado en cuestión de segundos.
En cambio, Gilgamesh, temerario y soberbio como nunca antes, se levantó del trono en el que estaba sentado y se despojó de todas sus prendas.
—Todo es simplemente perfecto y si por tener sentimientos hacia seres inferiores, eso significa que me tenga que contener, no sería divertido.
Quien con tan solo el destellar de dos chispas, cambió el color del lugar y aniquiló un gran número de subyugadores, alzó su mirada a donde estaba Gilgamesh y le dijo:
—No es que seas malvado, pero si eres insensato —aseveró Rey, tras rendirse ante las emociones que sentía, acto seguido, unas palabras enfurecidas salieron al aire y pronunció: — “Espadas de mil legiones”.
Aunque el clamado se manifestó exitosamente por tercera vez, el cuerpo de Rey recibió numerosos cortes en su piel. El daño fue proporcionado por el efecto secundario de dejar que sus emociones influyeran en la pronunciación. Para ser más preciso, el cuerpo sufrió un corte por cada espada invocada en el presente. Sin embargo, él había calculado las consecuencias de cometer semejante error al clamar. Al ver que sangraba por todos lados y casi ausente de piel, sus habilidades de regeneración se activaron al máximo y le garantizaron una mejor recuperación, casi instantánea, al mismo tiempo que triplicó la dureza en las capas de su nueva piel.
Mientras la metamorfosis del pequeño cuerpo se producía, las paredes que rodeaban la arena finalmente perdieron todo el color rojo que les pintaba e hicieron paso al sonido más escalofriante que oídos humanos hubieran podido escuchar jamás. La fricción entre afilados metales y una pared lo suficientemente sólida como para resistir la mayor parte del asedio sin desmoronarse, se hizo presente de manera ascendente hasta llegar a golpear la barrera invisible que separaba al público de los luchadores, dentro de la arena.
Rey escuchó a White gritar de dolor, ella estaba transformada en los ojos filosos, para proteger el cuerpo de su compañero de algún corte letal, pero los miles de golpes comenzaron a romperle el filo y debilitarla.
Entre el público, estaban quienes quedaron atrapados y eran forzados a encogerse sobre el suelo mientras se tapaban los oídos, cuyos tímpanos habían explotado por el ruido, al punto de sangrar. Algunos pudieron levantar sus cabezas y presenciar cómo la barrera defensiva comenzaba a ceder, al igual que lo hacían las paredes, hasta que terminó destrozada.
Gilgamesh y sus subordinados presenciaron como cientos de cuerpos humanos terminaron desmembrados por una explosión de fragmentos de vidrios impulsados a gran velocidad. Cientos de muertos, el triple de heridos y miles de individuos desesperados, fueron las cifras que comenzaron a ascender en todo el lugar.
Tras mostrar sus intenciones asesinas y un ardiente fuego en sus afilados ojos inyectados de sangre, el ‘caído del cielo’ guardó sus armas, se agachó, y tras acumular en sus piernas toda su fuerza, como si fuera un poderoso muelle, saltó en dirección al trono, con la intención de golpear a quien aún sonreía como si todo lo tuviese bajo control.
De pronto, una fuerza desconocida se hizo presente en medio de la arena. Las partículas de polvo junto a la densa neblina de sangre terminaron pegadas al suelo en tan solo un segundo. La misma fuerza actuó sobre el cuerpo del agresor, con la única intención de impedirle saltar tan alto o al menos, ralentizar sus acciones.
Gilgamesh, eufórico por ver la mirada en su tan esperado amigo del alma, sintió como si la vida misma le hubiese poseído una vez más. Como el campeón de tantas peleas invictas que era, saltó en dirección al joven y cayó preso de los efectos del control elemental de Paul, quien levantaba sus manos para controlar la gravedad del lugar.
En comparación con el caído del cielo, aún en las mismas circunstancias, los movimientos del soberano de todos los humanos superaron en velocidad y poder al joven de ojos blancos, que parecía estar sostenido en el aire.
A la distancia perfecta, Gilgamesh no consideró siquiera medir su fuerza y con toda su energía concentrada, proyectó un puñetazo contra la cara del joven que ni siquiera pudo hacer algo para evitarlo.
Rey sufrió daños incalculables en su cráneo y espina vertebral. Luego fue lanzado a gran velocidad contra el suelo y el impacto también le causó considerables lesiones.
La diferencia de poderes ya estaba sentenciada. Rey, no solo agonizaba sobre el suelo, producto al dolor que sentía, sino que también estaba confundido porque su cuerpo no le respondía.
—¡¡Primera ronda!! —grito Gilgamesh, mientras esperaba que las cámaras siguieron filmando, pues su intención era transmitirle, a la galaxia completa, lo que estaba sucediendo.
«Controla tu energía y controlarás tu cuerpo, pero como hechicero nunca habrás de usar más que la cantidad justa para ganar». —Las palabras de Heroclades retumbaban en la cabeza de Rey, dentro de aquella situación que se asemejaba a un callejón sin salida.
Con un golpe de sus manos, Gilgamesh aterrizó sobre Rey. Lo golpeó tan fuerte como pudo por el estómago, con la fuerza necesaria para partir en dos a un barco, por más grande y robusto que fuera.
En previsión de un segundo ataque por parte de su enemigo, Rey había creado una copia de sí mismo justo antes de impactar contra el suelo, con el fin de moverse entre el polvo levantado por el golpe recibido.
A pesar de la fuerza de gravedad que permanentemente reinaba en el área, Gilgamesh se levantó del suelo y tras tronar los huesos de su cuello, comenzó a dar pequeños brincos en el lugar, ágiles y rápidos como los de un boxeador bien entrenado, listo para la pelea.
Rey logró ajustar aún más el uso de la energía y el tamaño de su cuerpo en base a la fuerza que estimaba necesaria para ganar. Tras ser consciente que estaba siendo lento, tomó la decisión de ponerse de pie ante su enemigo y se mostró visible en medio de la lluvia de arena que caía con rapidez. Esto no fue suficiente, ya que ni siquiera tuvo tiempo para reaccionar ante el siguiente golpe.
Gilgamesh se desplazó con la rapidez de un rayo y proyectó dos golpes devastadores a su oponente. Con un gancho de su mano derecha arrancó la mandíbula a Rey y con el segundo golpe destruyó la cavidad toráxica de su oponente.
Luego de levantar sus manos al aire y dar un rugido intimidante, el soberano de todo el humano gritó:
—¡¡Segunda ronda!!
Rey se estrelló contra la pared en el lado opuesto del coliseo, lo que produjo que quedara enterrado en esa edificación.
«Mi lengua» se dijo, un tanto decepcionado. «Por más que lo intento, no soy capaz de sentir mi mandíbula. Tras ese último golpe, ahora todos mis huesos suenan como vidrios rotos. Me alegro de no sentir dolor ¿Mmm? No puedo olvidar que estos son los límites de la invulnerabilidad que se me otorgó al haberme bañado en el río Estigma. Mi piel no cede tan fácilmente, pero mis huesos no reaccionan igual. Debo enterrar mis sentimientos más profundamente y no preocuparme por el pasado ni el futuro. La pelea apenas comienza y con esta enfermedad que envenena mi cuerpo, debo buscar la manera más eficiente de vencer, porque si no lo hago solo voy a acelerar la cuenta regresiva del tiempo que me queda de vida. Aún no sé del todo de lo que es capaz mi enemigo, aunque mis cálculos sobre su fuerza son los correctos. Él se recubre de una fuerza familiar… pero eso no es lo importante. Desde que salté, alguien ha estado imposibilitando mis movimientos».
Los ojos de Rey miraron hacia arriba y aunque su mirada estaba nublada por la sangre y parcialmente ausente, logró divisar a alguien con su mano extendida. Era un sujeto de cuerpo imponente, que extendía sus extremidades hacia adelante y parecía estar concentrado en algo, mientras repetía una especie de mantra con sus labios.
«Después de todo» pensó Rey, mientras veía como una de sus sombras aparecía detrás del sujeto, lo que le imposibilitaba los movimientos. «Entre los subyugadores existen aquellos que pueden invocar hechicería elemental, pero parece que aún no saben lo que es un verdadero hechizo de espacio y tiempo».
Un tanto irritado por ver cómo la mirada de su tan esperado amigo del alma no compartía la felicidad que él sentía y estaba mirando en dirección a alguien más, Gilgamesh cerró su puño y lo hizo tronar. El dios y soberano de los humanos logró que las venas de su brazo se le brotaran por la cólera. Con necesidad de atención y sin prejuicios por la vida ajena, Gilgamesh efectuó un ataque aún más poderoso y destructivo que la combinación de los tres anteriores.
En una milésima de segundo, justo antes de recibir el ataque de Gilgamesh, Rey realizó un clamado condicionado con un chasquido de sus dedos. Ese arte fue inventado por él y combina el uso del aura y la hechicería. Dado que su control avanzado de Aura Negra le permitía crear cuantas copias de sí mismo quisiera, así como la energía que deseara generar, Rey podía cambiarse de lugar con sus otras mitades. Además de eso, si añadía un Hechizo de “Control de Fuerzas Especiales”, podría cambiar de lugar con algo que él o alguna de sus copias estuviera tocando sin necesidad de verbalizar, tan solo debía de cumplir las condiciones que había puesto previamente.
Luego del puñetazo que lanzó, Gilgamesh fue capaz de destrozar la gruesa columna, aunque estuviese compuesta por un material que solo los dioses podían trabajar. Hasta podía lograr que el cuerpo de su subordinado Paul atravesara la estructura y llegara al otro lado donde estaban las mazmorras.
Tras haber aparecido en el podio, a Rey le faltaba la mitad de su cuerpo. Sus piernas habían pagado el precio, ya que el chasquido de sus dedos no tuvo la frecuencia requerida cuando hizo el clamado condicionado. Aun así, con sus colmillos expuestos y rebosante de energía, el caído del cielo hizo un revés con su mano y arrancó la cabeza de Mikk. El cuerpo humano decapitado, que aún permanecía de pie, dejó salir un potente chorro de sangre, que llegó hasta la boca del joven de ojos blancos.
Luego de recuperar por completo sus extremidades ausentes, al igual que todas las fracturas y desgarros de su cuerpo, Rey dejó que el cuerpo de su tercer enemigo cayera al suelo.
Gilgamesh supo que tras efectuar su potente puñetazo, la fuerza de gravedad que oprimía la zona había desaparecido. En sus nudillos había sentido cómo destrozaba un cuerpo débil. Notó que su más estimado amigo miraba hacia otro lado y eso lo hizo caer en cuenta que tal vez Paul era quien había muerto por el golpe de su puño.
El soberano de los humanos estaba molesto y tenía el entrecejo arrugado. Se volteó y observó cómo el joven vampiro se había recuperado al tomar sangre de su subordinado. Paul y Mikk estaban muertos, algo que sin duda le traería problemas en un futuro, con respecto a la administración de su imperio, pero lo que más le importaba era que su amigo del alma estuviera valiéndose de trucos y artimañas para luchar.
Gilgamesh sentía que vivía una historia épica nuevamente. Sin importar en qué mundo estuviera, como héroe, tenía la habilidad de sobreponerse a cualquier problema siempre y cuando pudiera sobrevivir a lo que le deparaba el destino. Las personas, los seguidores y subordinados, no eran razón para preocuparse, ya que siempre resultaban débiles, porque eran personajes secundarios de una historia mal contada.
Esas personas estaban ahí con el único propósito de dar una enseñanza, pero un amigo era diferente. Para Gilgamesh un amigo era como un guía, alguien que le acompañaría en la eternidad, sin rendirse o morir en el camino. Ambos bandos habían sufrido pérdidas, lo que significaba que no existía razón para seguir hablando, debido a que nadie tenía razón, ni el oponente estaría dispuesto a escuchar. Al menos aún no.
—¡Que suene la campana! —gritó el soberano de los humanos.
Tras arrojarse en el medio de la arena, Rey decidió atacar con toda su fuerza, con la intención de volver a medir su poder. Esta vez, Gilgamesh esquivó ese ataque con un brazo y luego lanzó una patada. Rey estaba lo suficientemente confiado, por lo que colocó su mano entre el pie de su oponente y su cuerpo. De esa forma bloqueó el golpe recibido de manera eficiente.
La situación pasaba a estar bajo el control del joven quien contaba con asombrosas habilidades sobrehumanas para aprender y adaptarse a sus enemigos; mientras que Gilgamesh trataba de mantener su ventaja, lo que le hizo brincar y cruzar sus piernas en una patada, a ver si algún golpe lograba conectar con su oponente.
El pie derecho del sujeto se encontró con el estómago del caído del cielo, quien lo empujó violentamente, con la intención de crear distancia.
«En menor grado que antes» pensó Rey, mientras usaba el suelo para aminorar la velocidad a la que había sido arrojado tras el último golpe recibido. «Su poder y fuerza destructiva siguen aumentando, pero es solo eso. No tiene mucha técnica ni gracia en sus movimientos, aunque cada vez que hace contacto, los hilos que rompen las lógicas de la creación se sienten con más fuerza. Por eso tengo que ganar tiempo».
Rey retomó la posición de ataque y notó que su oponente no le siguió agrediendo y se quedó en su lugar, lo que le hizo decir en voz alta:
— Tu agresividad disminuye, a pesar de haber comenzado el combate. ¿Ya estás cansado o te sigues conteniendo?
Finalmente, llegó el momento en el que el amigo del alma de Gilgamesh le dirigía la palabra, con una frase magnífica con la que tanto había soñado. Luego de recuperar su felicidad, Gilgamesh lanzó al aire unas carcajadas y luego se tocó el lado derecho de su cuello con la mano. Sin darle mucha importancia al calor líquido de su propia sangre, decidió retroceder, con la intención de ganar el tiempo necesario para calentarse y combatir con todo su potencial.
—¡No! —respondió Gilgamesh emocionado—. Estoy dando lo mejor de mí, sin contenerme. Creo que no estás usando todo tu poder, porque la enfermedad de la humanidad es una maldición que no es muy fácil de enfrentar… ¡Aww! ¡Aquí voy!
Ante los ojos de Rey, las lógicas naturales de la creación se estrecharon con mayor visibilidad, debido a que Gilgamesh hizo estallar una mayor cantidad de poder, con el fin de retomar la batalla con mucha más agresividad que en el inicio.
Como si fuera una violenta bestia que propinaba puñetazos, Gilgamesh accedió a su oponente con la intención de matarlo de un solo un golpe. Por otro lado, Rey usaba todos los miembros de su cuerpo en el arte de la lucha. Aunque sus manos y piernas se rompieran por los golpes, las regeneraba y curaba a un nivel superior de fortaleza que como estaban antes, hasta que no se rompieran más. Ese no era el momento para preocuparse por acelerar o retrasar la enfermedad que contaminó y afectó el proceso de división de todas las células de su cuerpo.
A ratos, Gilgamesh perdía la ventaja y en otros momentos lograba alcanzarla. Eso sucedía debido a la adaptabilidad de su oponente, quien claramente se negaba a usar todas sus fuerzas o depender de sus mejores movimientos de pelea, con tal de aprender y evolucionar en los campos que aún era débil.
«¡Aww! Mientras más dura el combate su adaptabilidad se vuelve mayor», se dijo Gilgamesh, luego de sentir cómo sus puñetazos se volvían incapaces de causar fracturas en los huesos del joven, que ya casi le igualaba en velocidad y fuerza. «Estoy luchando, aunque se me partan los huesos, mantengo mi posición sin importar que me llegue la muerte, dejando la carne expuesta, dando golpes siempre al frente, con el pecho abierto… ¡Épico! Simplemente, ¡épico!».
Luego de dejar de lado las maniobras evasivas, Rey plantó su pie derecho en el suelo y defendió su territorio con la guardia en alto, hasta que llegó un momento en el que se valió de movimientos precisos y contraatacó a su oponente con un descomunal golpe.
Ante la ferocidad del contraataque, Gilgamesh hizo todo lo posible por esquivar el brutal golpe que le fue lanzado a la cara, pero por más que se desplazó a un lado, no logró mantenerse ileso, pues la explosión de energía que su contrincante desarrolló, fue suficiente para causarle daños internos considerables.
Se produjo un contraataque detrás del otro, hasta que fueron suficientes para terminar debilitando al soberano de los humanos y hacer que se moviera con cada vez menos agilidad y fuerza, sin mencionar que su pie derecho y el brazo izquierdo, eventualmente terminaron fracturados, con tan solo bloquear dos golpes consecutivos. Las habilidades de regeneración no podían competir contra las de un híbrido de vampiro y licántropo.
Gilgamesh seguía moviéndose, esquivaba los golpes e intentaba atacar, cuando sintió un hilo de sangre que rodaba desde su frente hasta la punta de su nariz y tras convertirse en gotas, el líquido rojo cayó al suelo, en el que, por primera vez, hace centenares de años, fue forzado a retroceder. Embriagado por el éxtasis del combate, después de levantar la cara y bajar su guardia, intentó localizar a su oponente, pero no lo logró. Tras haber perdido el campo de visión más allá de un metro, estaba contento por tan solo poder ver sus manos, mientras que el resto estaba nublado.
Luego de reírse a carcajadas, Gilgamesh se reubico rápidamente y tomó una posición de defensa, con la intención de resistir, por primera vez, un ataque directo, pues no tenía más opción. El no saber de dónde provendría el golpe y qué tan potente sería, le hacía casi morir de la excitación. Tan solo con su brazo derecho levantado en forma de defensa y apoyándose en su otra pierna, se dijo:
«Oh, mi estimado amigo, este es el deleite que solamente tú puedes darme en un combate directo… Temo decirte que tuve miedo de utilizar todas mis cartas en esta batalla… ahora, espero no hacer de ti una oveja y que tiembles ante mi verdadero poder y grandeza».
Rey tomó distancia y aunque tenía la situación bajo control, los ojos de su oponente decían lo contrario.
Gilgamesh anunció tres palabras mágicas: «¡Shamash! ¡Marduk! ¡An!».
Tras eso, el cuerpo del soberano de los humanos sufrió cambios descomunales. A simple vista, le hicieron dejar de ser lo que era, para adquirir tres potenciaciones características de los mismísimos dioses. La primera palabra invocó al presente una inmensa armadura dorada tan brillante como el sol, dotada de casco, alas y una espada. La segunda palabra hizo que la piel, los músculos y huesos de Gilgamesh se volvieran indestructibles, lo que le dio una mejora en sus destrezas, lo suficiente para hacer uso de la armadura que portaba, sin tener que sufrir la pérdida de movimientos o velocidad. La última palabra trajo al mundo una barrera protectora que irradiaba luz divina inundada de superioridad y fuerzas capaces de controlar las leyes naturales de la creación.
Rey mantuvo sus ojos bien abiertos ante la pronunciación de las tres palabras. En un mundo en el que existían humanos que podían emplear las artes de la hechicería ¿cómo era posible que su soberano no fuese el mejor y más notorio en ese arte? Pero Gilgamesh no era un hechicero, ni siquiera tenía sus chacras abiertos o un núcleo de poder propio, aunque sí había usado palabras mágicas y contaba con siete núcleos ajenos.
Cualquier persona normal podía emplear palabras mágicas y pseudo núcleos, siempre y cuando reuniera las condiciones adecuadas. Después de todo, él se había valido de este truco para cambiar de lugar con una de sus copias, que también tenía un pseudo núcleo. Entre estas condiciones, Rey sabía que en la vida de su oponente había existido un hechicero capaz de otorgarle poderes inimaginables, junto a llaves, para utilizarlas. Entre esas llaves estaban las tres palabras que Gilgamesh había dicho.
Tan pronto Rey pestañeo, justo en frente de él, ya estaba el puño de Gilgamesh acercándose a gran velocidad. Luego sintió que la barrera protectora de luz divina le quemó el cuerpo y empujó hacia atrás, mientras que el puño recubierto por blindajes de su contrincante, le golpeó con la violencia de una bomba que le voló la cabeza.
¿Dónde estaba el cuerpo sin cabeza del que no salió sangre y se desintegró en forma de sombra? Gilgamesh desapareció del lugar en el que estaba y volvió a destruir otra figura que igualaba las características de su oponente. Una y otra vez, por cada golpe de Gilgamesh, una de las copias de Rey moría de manera desastrosa y luego ocurría la explosión de un lobo negro.
«Es tan fuerte como esperaba que fuese» se dijo Rey desde una distancia segura, mientras observaba a su oponente moverse de un lado a otro como una bestia salvaje inyectada por furia y cólera. «Ya no es tan inteligente como solía serlo y definitivamente, dejó de ser inmortal, pues sus otros tres núcleos se cerraron».
—¡¿Crees que las sobre especies no se especializan en combate uno a uno?! Sal a pelear contra mí, —dijo Gilgamesh para luego anunciar en voz alta— ¡Enki!
Ante los ojos de Rey, la pronunciación de la palabra mágica que resultaba como llave, hizo que Gilgamesh perdiera la barrera de protección, aunque se mantuvo con la armadura y la piel de otro color. El rey de los humanos se detuvo en el lugar, dejó de ser engañado por copias falsas, hizo uso de los patrones lógicos de su oponente y miró justo a donde estaba escondiéndose, con su mano preparada para arrojar algo.
Rey intentó desplazarse del sitio, pero fue testigo de cómo una espada corta le había sido arrojada con una fuerza descomunal, al punto de atravesarle el pecho y el corazón. A diferencia de las otras tantas copias de sombra, Rey sangro ante los daños irreparables que le causaba la espada.
Ante los ojos de Rey el tiempo se detuvo. Gilgamesh paró de moverse y todo alrededor parecía congelado.
«No solo puse las condiciones para acelerar mi percepción del tiempo con respecto a la aceleración de los latidos de mi corazón, sino que también esta es mi condición para hacer una pseudo detención del tiempo» se dijo Rey, sin mostrar mucha sorpresa. «En unos segundos estaré muerto y dejaré a mi oponente de lado. Me pregunto si ahora podré tocar la flama en mi interior y alcanzar el pináculo de la hechicería. Después de todo, para ganar la batalla tengo que sobrepasar mis límites una vez más».
Con tal de ver la oscuridad en su interior, Rey cerró los ojos. Llegó al mundo de los sueños, justo entre la vida y la muerte, donde las sombras se desvanecieron tras una flama que parecía más alcanzable que la vez anterior. Como última oportunidad para no morir, estiró su mano de forma lenta. Sintió que le costaba trabajo llegar, era como si el dolor en su pecho no le permitiera entrar o seguir avanzando. Se hizo más y más fuerte y a diferencia de la ocasión anterior, la flama le quiso absorber de vuelta a la realidad. Con una sonrisa confidente, Rey siguió avanzando, pues no se marcharía sin antes alcanzar lo que se había propuesto lograr.
Con decisión, ante el vacío, la oscuridad y el dolor que le succionaba, el joven se impulsó hacia adelante y estiró su mano como nunca antes, agarró la flama y eso hizo todo lo que estaba negro se volviera de diversos colores.
—A pesar de crear el micromundo dentro del núcleo, justo al lado del chacra corazón y alcanzar un nivel superior como hechicero, no debes creerte nada— le susurró Melody a Rey. —En ti existen aún las conciencias y las voluntades pasadas. Recuerda que estás ocupando lo que te ha sido robado.
History se hizo presente y le anunció:
—Frente a ti puedes tener al anterior ocupante, sin siquiera saberlo.
Tan pronto hablaron a los oídos de Rey, las dos hermanas retiraron sus manos que estaban cubriendo los ojos del joven, quien con su mirada pudo hacerse testigo del mundo fragmentado y compuesto por memorias complejas.
Una curiosa voz masculina lanzó al aire una pregunta;
— Acaso te preguntarás: ¿Qué es este lugar? — Rey observó a quien hablaba, que era alguien familiar que se parecía a él, solo que más viejo y mantenía los ojos cerrados—. Este es un micromundo que has creado dentro de ti. Por el momento, puedo ser tu anfitrión.
—¿Anfitrión? —preguntó Rey, mientras trataba de ver si podía encontrar lógica en el comportamiento de quien le hablaba.
—Debido a que, tal vez, me quede tiempo para desaparecer, puedo darte mis conocimientos, como, por ejemplo, que la llama que tienes en tus manos es la representación de tu fuerza de voluntad. A partir de ahora, tan solo la extinción de esa llama representará tu verdadera muerte. Mira este mundo pausadamente y dime ¿Qué es lo que ves?
—Veo una ciudad en la cual los edificios están cubiertos de plantas, las calles tienen árboles en el medio y vegetación a los lados, es un mundo en ruinas y hay una puerta oscura en el cielo.
—Si alguna vez se lograra abrir esa puerta, podrías desatar a una bestia que, así como yo, también vive en tu interior. Un ser sin emociones que solo se sostiene por instintos.
—Rey ¿Dónde estamos? —preguntó una voz muy familiar al oído del joven de ojos blancos.
White, la bestia felina, apareció en el lugar. Flotaba en el aire, asustada de caerse.
—¡¿White?! —preguntó Rey.
—Desde que me convertí en tu Youse, siempre he permanecido en tu percepción. Siento lo que sientes, veo lo que ves. Por primera vez no sentí nada de lo que eres capaz de percibir y tu presencia me condujo a este lugar. —Eso fue lo que expresó la hermosa bestia, con un tono de voz enojado, debido a que creía que Rey había muerto, ya que tenía una espada encajada en el pecho.
Tras dar una palmada en el aire, el tercer individuo presente llamó la atención de quienes hablaban:
—Rey, no puedes ganar esta pelea si no usas tus armas, la enfermedad avanza por tu cuerpo mientras que tu oponente se fortalece. Te lo digo como Youse, White Renacio, con tus propias características. —Tanto el fenilo como el joven miraron al sujeto que hablaba con atención. — En el momento en el que me diste tu sangre en el ritual, significa que también puedo fortalecerme y recuperar energía a través de ella. Solo tienes que ofrecerme un poco y te prometo que podría lograr cualquier cosa sin que se rompa. Sin sangre, la vida no existe. Aunque puedes usar tus poderes de hechicero, te sugiero que tomes esta información como un agradecimiento por el aprecio que te tengo. Por cierto, pueden llamarme Ranger. Fui conocedor de Gilgamesh y la razón por la cual nunca ha perdido ninguna batalla…
En el mundo exterior, donde el tiempo ya no estaba congelado ni pasaba con lentitud, el campeón de la humanidad se dispuso a darle el golpe final a su oponente, justo antes que el vampiro pudiera reponerse.
Rey abrió los ojos, escupió sangre por los dientes y dijo;
—De-Shamash, De-Marduk, De-Enki… ¡An!