Stagnation

Chapter 5
Humano y subyugador


    —Atender pacientes de forma clandestina, dar refugio a individuos que no son miembros del templo ni tienen afiliación, falsificación de documentos y alteración del inventario. Es todo lo que he encontrado y aun no veo rastros del monstruo caído del cielo del cual se me informó que Román se haría cargo —dijo el sujeto de cuerpo moderadamente en forma y físico joven, que vestía prendas ostentosas—. Me temo que son crímenes severos, cometidos por la propiedad de Román, ¿no es así? Aunque, ahora que me fijo bien, te ves joven y tus ojos parecen ser azules ¡¿Qué brujería es esta?! 

  —No, ¡no es lo que estás pensado! —dijo Lía, sonando desesperada al tratar de tocar las manos de aquel que le miraba con superioridad. 

 —No te atrevas a tocarme, cosa asquerosa, mucho menos sin antes hablar de forma apropiada. —Heliúk retiró su mano e incluso dio un paso atrás para evitar el contacto—. ¿Acaso pretendiste tocarme para contaminarme de cualquier infección y hacerme tu cómplice en esto? 

  Lía negó ante la pregunta, moviendo su cabeza de un lado a otro. Ella recogió las manos que había extendido y tomó distancia.

  —Por si se te ha olvidado, todas las sacerdotisas de las artes amatorias y demás esclavos en Belldewar, no poseen derechos jurídicos ni políticos. Tu vida y la de todos en este templo aún continúan porque permanecen bajo la autoridad de un tutor, en este caso Román. Como la propiedad del anteriormente mencionado, él es quien puede y debe hablar conmigo en tu nombre.  Tu propietario es quien debería estar en este momento para que tus intereses puedan ser defendidos, pero como no se encuentra presente, eres culpable de los delitos de los que se te acusan, Lía Priom.  

  Las manos de Lía comenzaron a temblar al escuchar su nombre y ser mencionada por la boca de un subyugador. Ella sabía que ser nombrada directamente por su nombre era peor que ser considerada indigna y que en verdad se le acusaba de haber infringido la ley.

  Desesperada, entendiendo que le quedaba poco tiempo de libertad, se puso de rodillas, con su frente contra el suelo y cruzando los dedos de sus manos, para comenzar a rogarle a Heliúk que pasara por alto semejantes actos. 

    —Tus súplicas no harán diferencia ante mi sentencia. 

  A los ojos de Rey, el sujeto parecía tener en sus manos lo que quería. No solo estaba haciendo sentir miserable a la doctora, sino que también tenía la mesa abierta para poder extorsionar al tal Román que había mencionado. También pudo notar cómo una de las mismas chicas que había visto anteriormente en el pasillo, apenas vio lo que estaba sucediendo, salió corriendo como si fuera en busca de ayuda.

 Abarrotado de placer y poder, Heliúk, sin haber notado la situación que se dio a su espalda, titubeo mientras levantaba su pie derecho. En respuesta a las insistentes súplicas de Lía, él le puso la suela del zapato sobre la cabeza para que se callara. La doctora no le dio mucha importancia a este gesto, pues en dicha sociedad era normal para los humanos pisotear a aquellos que habían perdido sus derechos.

  —Eres tan solo un número más en esta ecuación, pero eres la que mejor encaja… por eso estoy seguro de que Román se va a hacer responsable. Además, ¿acaso esa otra cosa no conoce su lugar o es que no le han enseñado correctamente? —dijo Heliúk tan pronto notó el fuego en los ojos de alguien que irrespetuosamente le miraba directamente.

  A primera vista, para un adulto de veinticinco años que medía un metro setenta y era un distinguido miembro de la sociedad, Rey parecía un niño un poco más alto de un metro cuarenta y cinco que no le representaba amenaza en lo absoluto. 

  En cambio, para Rey, alabado por su anterior maestro por tener la capacidad de actuar racionalmente en el pasado, ver a alguien que había sufrido durante toda su vida con un pie sobre la cabeza y suplicando arrodillada en el suelo, le hacía sentirse raro. La situación era responsable de provocar una leve punzada en la zona del corazón, que se le apretara el estómago, que la cara le hirviera y que un calor recorriera su cuerpo. Se sintió poco racional al presenciar una injusticia. 

  —Rey… —le nombró Lía, pero por alguna razón no pudo seguir hablando. 

   Ella perfectamente podría decirle al pequeño que se detuviera y no hiciera nada, así como que atacara y le sacara de esa situación. Pero ella no supo qué pedir. Entre lo que le decía la mente y su corazón, la decisión se le hacía complicada de tomar. Ella sentía que sería mejor ver cómo actuaba él. Alguien que había visto el pasado de otra persona y la considera como algo sucio e irremediable, no tendría por qué intervenir, ¿o sí? Sin embargo, si aún le apreciaba y quería, ¿haría algo por protegerla?

  —¿¡Acaso no me escuchaste arrogante niño sucio!? —preguntó Heliúk, un tanto preocupado por los ojos afilados que al parecer buscaban su vida y ahora lo notaba—. ¿Quieres que tu tutor pague por la insubordinación de su propiedad?

 Rey no pensaba, tan solo escuchaba, pues la nueva emoción que le provocaba ver una injusticia, estaba a punto de hacerse cargo de su cuerpo. Consciente de que la cólera recorría sus venas, dio un paso hacia adelante apuñalando con la mirada al sujeto incrédulo que osaba seguir humillando a la mujer que él había prometido escuchar.

  —Tú eres a quien yo, de ahora en adelante, escucharé y obedeceré absolutamente —aclaró Rey, mirando en dirección a Lía—. ¿Quieres que termine con la vida de ese que se atreve a dañarte? 

  Lía se mantuvo el silencio. 

 Heliúk, embravecido, se dispuso a reevaluar la situación. De cierta manera, él no entendía cómo era posible que un esclavo en esa luna no supiera la sentencia que recibiría por hablar o tener intenciones de terminar con la vida de una persona. La pena de muerte era dada tras tragar plata hirviente.

  —Poco civilizado y aún salvaje por lo que veo. Supongo que acabas de bajar del último cargamento de esclavos —señaló Heliúk—. ¿Acaso no sabes las consecuencias que implica amenazar a un subyugador o a cualquier persona en este planeta? 

  Con la visión cegada y sin razonar mucho, el silencio de Lía significó que él podía hacer y deshacer como le placiera. 

—Los muertos lucen idénticos ante mis ojos—dijo Rey con voz ronca, la misma voz de una bestia violenta que recién había aprendido a hablar—. Tu vida tiene valor mientras la tengas, así que tú deberías ser quien se preocupe de aquellos con el poder de quitártela. 

  El pequeño cuerpo desencadenó una serie de movimientos y trasformaciones tan precisas que en solo segundos Heliúk tuvo los pies colgados en el aire y los ojos casi se le querían salir de las cuencas: Rey, quien ahora era el doble de su tamaño, lo sostenía por el cuello, con los dientes afuera y un rostro enfurecido.

  —¿Te gusta humillar? ¿Solo de esta forma te sientes más importante y superior? —preguntó Rey. 

 —Ella… no… es… una persona… —respondió Heliúk.

 —Yo tampoco lo soy… ¿Por qué no lo haces conmigo? —Rey acercó aún más su rostro al del sujeto que estaba sosteniendo. 

  Heliúk, asustado por la terrorífica escena, se orinó en los pantalones mientras forcejeaba para liberar su cuello ya que apenas podía respirar.

   Dado que su víctima aún no se mantenía lo suficientemente quieta, Rey aprovechó que la puerta corrediza de cristal aún se mantenía abierta y siguió avanzando hasta hacer que la espalda del sujeto impactará bruscamente contra la pared del pasillo. Mirando a los ojos al sujeto de prendas ostentosas, aumentó gradualmente la presión que ejercía su mano en el cuello ajeno, y agregó enojado:

   —Hasta que no le pidas perdón no te dejaré de golpear. 

  Rey levantó su otro brazo con su puño y se propuso golpear la cabeza de quien sostenía, con la intención de romperle la nariz junto a todos los dientes de una vez, pero Lía le interrumpió.

  El caído del cielo volteó su cabeza y vio en el rostro de la chica a una pequeña niña asustada, producto del ambiente violento que se estaba desarrollando. 

  —No le hagas daño, por favor. Escúchame, no te preocupes, no me lastimó… déjalo. Por favor no lo lastimes más. 

  Lía, apretando sus ojos para hacer que las lágrimas se le escurrieran, abrazó con fuerza por la espalda al joven que escondía sus ojos blancos y había destruido todas sus prendas al transformarse.

  Gracias a las palabras de Lía, Rey entró en sus cabales y soltó lentamente el cuello de Heliúk. Tan pronto dejó caer en el suelo al subyugador, Rey regresó a su tamaño original para voltearse con la intención de devolver el abrazo que le estaban dando y comprender el comportamiento de ella. 

  Sin poder aguantar una tos, Rey tapó su boca con la mano derecha y se dio cuenta de que había escupido sangre, cosa que entristeció a Lía, ya que significaba que el veneno de la radiación estaba avanzado. 

  Masajeando su cuello con los ojos bien abiertos, Heliúk entró en razón. Recordó su deber como humano y subyugador, eso que le inculcaron desde tan pequeño, incluso cuando iba a la escuela: Matar por todos los medios posibles algo que no fuera humano, si es que algún día se encontraba con uno y esa criatura era peligrosa. A pesar de que él había jurado servir a la humanidad y cambiar su vida por el bien mayor, el miedo a actuar le dejó estupefacto.

  «Es una criatura peligrosa, una bestia nunca vista. Me tocó, lo que significa que ya estoy contaminado y terminaré convertido en un ser sin razón», pensaba Heliúk aterrado. «Tengo que actuar, es mi única oportunidad…» A traición, cuando su agresor había cesado todo acto, aprovechó y administrando toda su fuerza, le dio una patada en la cabeza a Rey.

 Viendo cómo el pequeño cuerpo de su paciente recibió un golpe tan violento, la doctora, que también escondía sus ojos y cabello, se colocó la mano en la boca. Ella sabía perfectamente que su paciente no se volvería a calmar, o que Heliúk desistiría de comportarse como un ratón acorralado.

 «Mmm, al no poder usar energía para transformar mi cuerpo o acelerar la regeneración de cualquier herida que pueda tener, estoy en desventaja si peleo contra alguien más grande que yo». Se dijo a sí mismo Rey. «Aun así, como hechicero puedo reescribir algunas condiciones naturales y hacer de las leyes de la física y proporción simples líneas inexistentes. Es uno de mis hechizos menos poderosos que me otorga el poder de controlar la masa y densidad de mi cuerpo manteniendo las mismas características y tamaño. Hasta ahora descarté su uso debido a que necesito consumir una gran cantidad de energía para poder moverme mientras estoy usándolo, pero si aplico su uso de forma intermitente, la ventaja que él tiene con su tamaño será inexistente, también cuenta con otras bendiciones que no estaría de más utilizar».

   Tras pasarse la mano por la cabeza, Rey se volteó para mirar a Heliúk con ojos de querer experimentar. Dejando de lado que el golpe proporcionado por el enemigo le había embarrado los cabellos de inmundicias, comenzó a moverse, y mediante conjuros silenciosos, hizo aparecer rezos flotantes por el aire.   

  Heliúk, sorprendido, sintió el dolor de patear una columna sólida de concreto. Él esperaba que aquel golpe al menos hiciera rodar un cuerpo tan pequeño, lo que le daría tiempo para seguirle golpeando. Aun así, ignorando el dolor de casi llegar a fracturarse el pie, se dispuso a dar otra patada tras retomar la distancia, pero su enemigo desapareció y apareció en un segundo esquivando el golpe.

  «Según los libros. Bajo el estrés de un combate contra un oponente formidable, algunos luchadores pueden alcanzar a ralentizar el tiempo de manera natural…» recordó Rey, quien, al parecer, detuvo el tiempo por unos segundos. «Gracias a mi padre y mi maestro, entendí que no es que ellos puedan controlar el tiempo, sino que aceleran la manera en la que lo perciben y es por esa razón que se les hace más lento. Mediante encantamientos diseñados para que mi corazón triplique sus latidos, puedo manipular las logias de mi cuerpo y así acelerar la percepción del tiempo». Rey se encontraba poco sorprendido de haber logrado algo que intentaba por primera vez. «Por ahora, siempre y cuando no tenga que recitar un clamado acortado o ser la mitad de rápido que mi oponente, mis hechizos no se verán expuestos a ser interrumpidos. No solo evito usar mi núcleo como escudo, sino que también puedo pensar mejor en cualquier situación…»

   Dentro de su acelerada percepción del tiempo, sin siquiera tener que sacar su libro de clamados, Rey se propuso a conjurar múltiples hechizos, bendiciones y encantamientos con la intención de potenciar y mejorar aún más su pequeño cuerpo para reducir esfuerzos físicos y no depender de la energía. Cosa que, de lo contrario, prometía acelerar el proceso de envenenamiento.

  «Adicionado a la casi invulnerabilidad de mi piel otorgada por bañarme en el río Estigma, necesito triplicar la densidad de mis huesos para ganar peso, así como la fuerza de mis músculos» reflexionó Rey y en un segundo formuló los conjuros que tenía en su mente.

    —¡Es un subyugador! —exclamó Yicel tan pronto entró en una habitación compuesta por diez camas de descanso, de las cuales siete estaban ocupadas—. ¡Lía está en problemas! 

   Quienes evidentemente podían descansar poco, voltearon sus cabezas con preocupación en respuesta a la noticia. Dos hembras y cinco varones, de los cuales uno se levantó de su cama y aunque tal vez estaba en peores condiciones que los demás, se arrancó todos los cables y sueros que llevaba puesto.

  El chico de cabellos negros llevaba puesta una camiseta de color claro, pantalones anchos y bufanda roja. Él era nueve centímetros más alto que la chica que había entrado y en su brazo izquierdo se podía ver un tatuaje que significaba libertad.    

  —¿Qué podemos hacer, Akai? —le preguntó uno de los presentes, alguien de voz confiable a ese que caminaba en dirección a Yicel. 

  —¿No es obvio? Tenemos que huir tan pronto como sea posible, —respondió. 

  —¿Cómo vamos a escapar? —preguntó una de las chicas—. Después de todo lo que este templo nos ha ayudado en nuestra batalla, ese sería el acto de mayor cobardía posible.  

  —Merlot no está del todo equivocado —respondió Akai, mirando los ojos soñadores y cautelosos de Yicel—. 

  Incluso Pisínoe, la chica que se había proclamado en contra de la idea de marcharse, miró con respeto a Akai, quien durante todos los años que habían vivido juntos se había ganado el nombre de “el revolucionario que camina por la senda de la diferencia”.

Elhoy, esto es lo que vamos a hacer:    —Toma a los chicos y ve con Pisínoe a la segunda guarida. Yo me encargo de distraer al subyugador. 

  —Akai, si eres capturado, morirás y después todos los demás. Nosotros hemos matado a cientos de humanos —en la voz de Merlot se notaba que estaba preocupado. 

  —Ya me las ingeniaré, ahora márchense por la salida secreta. No podemos confiar en que ese sea el único subyugador que haya venido al templo —estableció Akai con un tono carismático.  

  Caminando por el pasillo junto con el líder de los revolucionarios, Yicel logró ver a quien se encargaba de cuidar a otro “caído del cielo”, ese que era vampiro puro de sangre, y con pocas palabras le pudo alertar de la situación.

  —¿Quién era esa? —preguntó Akai, con la impresión de que algo más preocupante podría estar sucediendo dentro del templo. 

  —Una de las chicas. No debes de preocuparte —respondió ella tratando de evitar más problemas en el templo.  

  —Mmm, ¿sabes? Ahora que lo pienso, no hace mucho rondan rumores de que se vio a una criatura aterradora caer del cielo, dicen que es un ser sin corazón capaz de devorar tu alma con tan solo mirarle. 

  Aunque simulaba no prestar atención al comentario de quien más admiraba, Yicel de cierta manera estaba impresionada por la forma despreocupada con la que el chico hablaba. Tal vez el último movimiento de Román en verdad había dejado expuesto al templo y por esa razón los subyugadores estaban haciendo una investigación directa.

   —Pero, no creo que tengas que preocuparte, Román es conocido por ser la mano derecha del rey. Ahora llévame a donde está tu amiga —continuó diciendo el joven. 

  —Estamos llegando, corre sin hacer ruido, —advirtió Yicel al notar que otras pisadas se daban lugar en el pasillo.

  Así, los dos jóvenes se acercaron cautelosamente con tal de mantener la ventaja de no ser descubiertos.  

  Lía escuchó sonar las pisadas de unos cuantos sujetos que se aproximaban por el pasillo. Tan pronto ella volteó su cabeza, la peor situación posible se le presentó ante sus ojos, puesto que no eran aliados. 

  Cuatro individuos vestidos de manera similar a Heliúk aparecieron con uniformes de tela pesada e insignias de reconocimiento que sonaban con cada movimiento. Ellos, quienes al ver cómo un pequeño crío tenía acorralado a alguien que era notorio por actuar solo con tal de ganar reconocimientos, decidieron aminorar la urgencia de sus pisadas. 

  —Pero si semejante criatura, escuálida y mugrienta no parece capaz de darle pelea a un niño de diez años —dijo uno de los presentes que recién llegaba al sitio—. ¿Cómo explicas esto, subyugador Heliúk?  

  Este individuo, con su voz decepcionada, puso a Rey en una posición digna de menospreciar por su tamaño y físico, el cual había quedado al desnudo. Los otros tres individuos se rieron con respecto al tamaño de Rey, así como también por el comportamiento poco civilizado y salvaje con el que este se movía. Un comportamiento que de cierta manera ya había sido sutilmente corregido por la sirvienta de las artes amatorias del templo.  

  Al otro lado del pasillo, Akai asomó su cabeza para evaluar la situación, viendo algo que los subyugadores fallaron en ver. 

—¿Cómo es que semejante chico puede verse tan temerario a pesar de la posición en la cual se encuentra? —susurró a Yicel, quien al igual que él, se escondía en el doblar de una esquina que conformaba el pasillo al lado opuesto de donde estaba sucediendo toda la acción. 

 —¿De qué hablas? —susurró Yicel, muy asustada como para arriesgarse a asomarse y ver.

 —Míralo bien, se ve como un guerrero. Un héroe. Alguien valeroso, tan poderoso y fiero como cualquier dios de la guerra, alguien enviado de los cielos.

   Tras sus palabras, el chico que usaba bufanda roja volteó su rostro para ver en la cara de quien le acompañaba, la respuesta que tanto esperaba. En efecto, Yicel se sorprendió tanto con el comentario hecho por Akai, que no pudo evitar afirmar con su rostro que él no estaba equivocado al asumir que semejante chico había caído del cielo. 

  —¡¡Es un no-humano peligroso!! —Akai escuchó la advertencia de Heliúk tan pronto como pudo hablar. 

  Ante las palabras arrojadas por su compañero, los cuatro subyugadores cambiaron totalmente las expresiones de sus rostros y tan pronto sacaron sus artículos de combate, procedieron con la intención de matar al objetivo por todos los medios posibles. 

  Rey tuvo la capacidad de evadir las balas que vinieron a su encuentro y con su mirada le prestó particular atención al individuo más viejo de los cuatro subyugadores presentes, quien no tenía en sus manos un arma como los otros tres, aunque era el más peligroso, dado que había hecho aparecer una página que flotaba en el aire. Era un hechicero como él. 

  —Escucha mi llamado. Muéstrate en mi mano, bola de fuego —luego de terminar de leer en voz alta el papel que flotaba, el sujeto que se había posicionado en la retaguardia, hizo que apareciera un clamado. La temeraria bola de fuego era uno de los ataques más notorios que complementaban a los más distinguidos y valiosos miembros pertenecientes a los subyugadores.   

  Heliúk y Lía quedaron atrapados en medio del enfrentamiento. Los cuatro subyugadores mantendrían la mayor distancia posible, valiéndose de ataques devastadores, aunque no tomaban en cuenta los daños que se pudieran ocasionar, siempre y cuando fuese en el nombre de la descontaminación. 

 Por otro lado, Yicel y Akai, tragaron en seco, ya que recordaron cómo miembros de su grupo quedaron incinerados por semejante bola de fuego. Una vez que aquel semejante ataque fuera lanzado, no existía nada que pudieran hacer para detenerlo.

   —¿Ese es tu límite? —dijo Rey ladeando la cabeza, haciendo desaparecer la intimidante bola de fuego con un chasquido de sus dedos y mirando fijamente al señor longevo que estaba al final del pasillo—. Mediocre, ineficiente, absurda manipulación de una invocación mediante un rezo que no está ni completo.  

  Tras las palabras de Rey, el subyugador más anciano se arrojó al suelo observando lo que para él era un verdadero demonio. Los otros tres dieron un paso hacia atrás y aunque intentaron correr, terminaron convirtiéndose en antorchas humanas tan pronto fueron atravesados por una pequeña bola de fuego creada por Rey.

  —¡¿Qué diablos fue eso?!  —preguntó Yicel con el valor suficiente para asomar su rostro, aunque las piernas le temblaban y casi no podía mantenerse de pie, tras ver cómo cuatro subyugadores se convirtieron en manchas negras del suelo, las paredes y el techo.

  —Alguien que se hizo ver débil cuando en realidad tiene el poder de crear el infierno, no lo puedo creer… —dijo Akai tras llevarse la mano a la boca, mientras sus ojos veían esperanza. 

  —No te entiendo, Akai —reclamó Yicel—. ¿¡Acaso no es un monstruo!? 

  —Él hace su cuerpo pequeño, pero impacta con la fuerza de un gigante —murmuró el joven—. Entre el llanto de los esclavos que viven dentro de esta luna y después de tanto tiempo, ahora puedo jurar que estoy viendo la encarnación del anterior reformador del infierno —respondió Akai con cierto grado de excitación, como alguien ansioso por hacer un contrato con el mismísimo demonio, si era necesario, con tal de obtener poder.

 —¡Él fue quien se enfrentó a los tres héroes de la humanidad! —exclamó Yicel sorprendida y recordando que estos sujetos eran venerados por ser los únicos que pudieron ir al infierno y obtener una grabación del lugar. 

   Por otro lado, Lía aún estaba tumbada en el suelo, sentía que no podía hablar ni creer lo que estaba viendo con sus ojos, bien abiertos. Rey ni siquiera se movió de lugar y ya había terminado con la vida de cuatro subyugadores de una forma inexplicable.

  Heliúk estaba en las mismas condiciones que quienes quedaban vivos, solo que él no era un aliado, sino un enemigo. Esto lo entendió cuando Rey se volteó y le dijo:

  —Sigamos en lo nuestro, aún no te has disculpado por tu comportamiento.

   Sobre el suelo y a cuatro patas, el subyugador intentó desesperadamente huir. Sin embargo, cuál depredador que juega con su presa, Rey le aguantó por el cuello con la fuerza suficiente como para que no se escapara. Agonizando del dolor, Heliúk trató de zafarse para huir, pero fue en vano, lo que le hizo realizarle algunas preguntas con tal de ganar tiempo en la situación que se encontraba. 

—¿Cómo es que con una mano tan pequeña puedes tener tanta fuerza? 

 —No, no, no —decepcionado, fue lo único que Rey respondió ante las tres preguntas—. A pesar de tener  ojos, fallas en ver la razón por la cual aún te dejo vivir. 

   Usando la fuerza de su cuerpo modificado por clamados, el pequeño levantó a su oponente del suelo y lo arrojó contra la pared más cercana.

 Entre los pasillos se pudo escuchar el sonido seco de un cuerpo chocando con un muro. En la colisión, la cabeza de Heliúk fue la que más sonó, como un coco que caía al suelo tras desprenderse de la palmera que le había dado vida. Por suerte, el cráneo del subyugador, al igual que un coco, no se partió por el impacto, pero sí quedaron daños en la piel, lo cual dejó que la sangre se escurriera hacia afuera y pintará la pared, mientras el cuerpo caía.

  Lía, tras apretar sus dientes y voltear el rostro, entró en razón y asustada le pidió a gritos a su paciente que no matara a nadie más. 

  Ante la orden desesperada de la fémina que le había cuidado, el joven de ojos blancos disfrazados detuvo sus acciones. Rey, con los ojos de quien pretendía cobrar otra vida, volteo su rostro para ver las expresiones de quien le rogaba que se detuviera. 

  Heliúk, adolorido y temeroso, pudo entender la razón por la cual aún seguía vivo. Qué mejor prueba tenía de que toda su vida había estado equivocada y que aquella mujer a la cual había tratado como un objeto, también era una persona y tenía sentimientos. 

   —Procura terminar con mi vida —dijo Heliúk, negándose a entender, a dejarse engañar o contaminar por las brujerías de los no-humanos—. De lo contrario te arrepentirás. Yo soy hijo del rey Gilgamesh, si él llegara a escuchar la jugosa información que mi boca tiene para contarle, él vendrá por ti.

   Rey no pudo evitar sonreír. Su cara, a pesar de ser pequeña, se vio abarrotada de poderíos y grandes expectativas, expresión que solo Lía, arrodillada en el suelo, pudo interpretar mejor que nadie. 

 «Entrenado por antiguos métodos… para ser un líder natural», pensaba la vampira. «Moldeado para no saber cómo rendirse, porque si se rindiera, se estaría entregando al hambre y a una muerte dolorosa o una vida de miseria. Esa expresión en su rostro cuando alguien le ha desafiado invocando la presencia de otro, significa que dos líderes han sido nombrados en un mismo lugar. Ya existen motivos por los cuales podría comenzar una competencia por el territorio». Rey, haciendo gala de su poder, le dio la espalda una vez más a su enemigo para brindarle su mano a Lía con la intención de ayudarla a levantarse del suelo, mientras tanto, ella siguió pensando: «No puedo aceptar su ayuda. Tengo que alejarlo de mí, protegerlo, hacer que me ame primero. No sería justo hacer que cargara con todos los problemas que tengo».

  Rey esperó a recibir la mano de ella, quien desde el suelo vacilaba ante la ayuda que le ofrecía.

  Lía observó una vez más los ojos afilados del joven que tenía enfrente. Aunque ella no quería, supo que nada le impediría tomar la decisión equivocada. Con lágrimas en los ojos, ella extendió su mano y aceptó la ayuda, pero en vez de levantarse agachó su cabeza y miró al suelo con el corazón lleno de angustia. Culpando a su egoísmo, sintió algo caliente y húmedo que le frotaba el rostro y limpiaba una de sus lágrimas.

   Una persona normal usaría un pañuelo para secarle las lágrimas a una dama, en el mejor de los casos, quien no tiene pañuelo puede usar los dedos de su mano. Pero Rey estaba lejos de ser tan civilizado como para emplear alguno de estos métodos en semejante situación. Lía, aún con sus ojos cerrados, sintió como el aliento del joven también le impregnaba el rostro, para ella tan solo existía una explicación a semejante sensación y tan pronto abrió sus ojos pudo regocijarse con sentimientos encontrados por haber estado en lo cierto. En conclusión, la tan extraña sensación era Rey empleando su lengua, en vez de un pañuelo o sus dedos, para limpiarle las lágrimas de la cara. 

  Heliúk, Yicel y Akai, quienes estaban mirando desde distintas áreas, arrugaron las expresiones de sus ojos en sentido de asco. 

  —Detente por favor… —dijo Lía, algo apenada por el comportamiento del chico—. Cuando te dije que me escucharas absolutamente, en realidad no lo decía en todo el sentido de la palabra. Puedes ayudarme a levantarme ahora si quieres, pero no tienes por qué hacerte responsable por mí, ni defenderme o protegerme… no cuando eso puede poner tu vida en peligro.

  En los brazos del joven que no dejaba de lamerle el rostro, Lía intentó seguir hablando, pero mientras más lágrimas salían, el chico más se esforzaba en limpiarlas hasta el punto de sostener el rostro con sus dos manos. Hasta que, un poco más calmada, finalmente ella pudo abrir sus ojos sin derramar ninguna otra lágrima. 

  —Escúchame, Rey —dijo Lía, con una voz que denotaba que quería dejar de llorar—. Estás en peligro. Gilgamesh es el dios y rey de los humanos. Sé que en mis recuerdos pudiste ver lo peligroso que es enfrentarse a él y perder en una pelea.

   Con la grandeza de un gigante, tan pronto Lía se logró poner de pie, Rey se volteó y mirando en dirección a Heliúk dijo las siguientes palabras: 

—Puedo soportar cualquier ofensa, humillación o golpe, pero que quede algo bien claro: Mientras mis seres queridos estén a mi lado, nadie será perdonado si alguien intenta hacerles daño. Tú que tanto quieres morir, dile eso a tu padre. 

  Heliúk se quedó con cara de que no entendía nada. Él, por obligación, después de haber tenido contacto con un no-humano tan peligroso como el que tenía en frente, tenía que morir en combate con tal de no experimentar deshonra. Por esa razón, no intentaba seguir escapando, pero el sentimiento de vivir y hacer algo tomaba el control de su cuerpo.   

—Ustedes dos, quienes se esconden en la esquina —dijo Rey a modo de advertencia refiriéndose a quienes asomaban sus cabezas y aún tenían la boca abierta por todo lo que estaba sucediendo—. Por ahí vienen tres subyugadores.

    Akai y Yicel se asombraron por haber sido descubiertos, más cuando escucharon el caminar apurado de justamente tres individuos y pudieron confirmar las palabras del pequeño sujeto. Ante los ojos de Rey, era el momento en el que aquellos dos podrían brillar y ellos no se veían muy dispuestos a perder la oportunidad.

  —¡Operación diversión! —dijo Akai mientras se tiraba al suelo, poniendo nerviosa con sus palabras a la chica de cabello corto. 

   —Pero nunca he hecho semejante cosa —susurró Yicel, a punto de tener un ataque al corazón.

   —Tengo fe en ti, tú puedes —dijo el chico antes comenzar a gritar desde la base de sus pulmones y retorcerse de un lado a otro—. ¡Aaah! ¡Aaah! 

   —¡¡Ayuda!! ¡¡Alguien que me ayude por favor!! —gritó Yicel a la vez que se escapaban, y daban brincos en el lugar. Con cada grito de Akai, ella se ponía más nerviosa.

  Los tres individuos que caminaban apurados comenzaron a correr y llegaron justo a donde estaba un joven tendido en el suelo agonizando de dolor y una jovencita que no sabía qué decir con tal de evaluar la situación con su mirada. Pero los subyugadores fallaron en darse cuenta de que ya estaban muy cerca del peligro.

   En cuestión de segundos, ese que estaba en el suelo, gritando de dolor, se levantó como una tormenta y usando todos y cada uno de los ataques bajos y sucios que había aprendido hasta el momento, se las valió para matar a los tres subyugadores. 

  Como un humano que tenía que valerse contra otros que estaban armados, el chico de bufanda roja usó sus dedos para sacarle los ojos al primer oponente, mientras que tumbó al segundo con una embestida de su cuerpo y con el agarre de su mano destrozó los testículos del tercero, que ya levantaba su arma para apuntar y disparar. 

  Antes que el segundo sujeto que había caído al suelo por un empujón sacara su arma, Akai le escupió en los ojos para neutralizarle la visión y tan pronto se valió de la pistola de ese a quien agarraba por los testículos, la usó para golpear la cabeza del primer sujeto quien ya disparaba a lo loco por todos lados sin poder aguantar el dolor en sus ojos.

Luego de dar un codazo a la quijada del tercero y una patada justo en el hígado del segundo, Akai procedió a romperle el cuello al primero, usando una patada de talón. El tercer individuo también sucumbió ante una forzosa rotación de su cabeza y el segundo subyugador, que se encorvaba hacia adelante para tolerar el molesto dolor que le había provocado el golpe al hígado, terminó con su cabeza entre el torso y la mano derecha de su oponente. 

  En un vistoso movimiento, Akai rodó su cuerpo y partió la espina vertebral del segundo subyugador para así alejarse de los tres cuerpos, un tanto agitado, intentando recuperar el aliento por todo lo que había hecho casi sin respirar. 

 Yicel, quien no hizo más que caer sentada en el suelo con tal de esquivar los disparos, aún sentía cómo su estómago se le retorcía y sus tripas se le querían salir por el incómodo sonido que habían hecho los tres cuellos al ser partidos sin mencionar que estaba viendo al interior de las cuencas vacías de uno de los cuerpos, que aún se retorcía por el suelo en el proceso de muerte.    

  —No es mi culpa que sus armas estén diseñadas para funcionar solo cuando el dueño las acciona voluntariamente —se justificó el chico de bufanda roja, mientras que rompía contra la pared los lentes que tenían las pistolas debajo del cañón. 

  Detrás del sonido de disparos, Rey y Lía caminaron en dirección a dónde estaban Akai y Yicel, mientras que Yicel buscó alejarse lo más posible de los cuerpos desnucados. Al llegar a donde los pasillos hacían esquina, la doctora y su paciente aún pudieron escuchar las últimas respiraciones de los tres sujetos que todavía se retorcían por el suelo, pero al contrario de la chica, no demostraron en sus rostros que se sintieran incómodos. 

  —¿Qué hacen aquí? —preguntó Lía.

  —Vinimos porque creíamos que necesitaban ayuda. —Yicel apartó con su pie la mano de unos de los cuerpos que aún la tocaba y se movía de un lado a otro.

  —Mi nombre es Akai Shida y ya que ensuciaron sus manos matando a otros subyugadores, ¡¿por qué no se unen a nuestro grupo?! —Tras presentarse carismáticamente, el joven de bufanda roja y brazos expuestos, hizo su proposición al grupo. 

  —¿Shida? —preguntó Rey.

  —Sí, es el apellido de mi familia, el cual me enorgullece decir porque soy libre de hacerlo. —El joven de bufanda roja hacía referencia al tatuaje que llevaba en su mano—. Gilgamesh siempre ha recordado los apellidos de aquellas familias que se les habían opuesto en un inicio y condenó a sus descendientes a ser eternos esclavos sin importar que tan poderosos fuesen. Shida es uno de esos apellidos, pero bueno, como la condena para un esclavo por pensar en matar a un humano es la misma que si hubiese matado a cientos, ¿por qué no seguir con el impulso y luchar contra aquellos que nos exterminan?  

  —Porque yo no soy un esclavo —respondió Rey sin tener mucha simpatía por el carácter carismático del chico que daba información de más. 

  Tras escuchar aquellas palabras, Akai se arrodilló en el suelo y agacho su cabeza. 

—Entonces, si caíste del cielo. Si es por hacerme más fuerte, te puedo dar hasta mi alma a cambio, demonio del infierno.  

  —No necesito tu alma, tampoco soy un demonio, no obstante, sí puedo hacerles más fuertes en recompensa por haberme querido ayudar —dijo Rey, quien implementó los mismos encantamientos, milagros y bendiciones que había hecho en su cuerpo, en el cuerpo de los demás ahí presentes—. Ya son más fuertes.

  “¿Así de rápido?”, todos ellos se hicieron la misma pregunta. Nada mágico se había dado en el aire, ni rituales ni ofrendas, tan solo una pausa en sus palabras y ya. Parecía mentira, pero ninguno quiso decirlo en voz alta con tal de no ofender ni poner en duda a quien había dicho palabras tan confiadas como “ya son más fuertes”.   

  De un momento a otro, Rey comenzó a toser sangre, cosa que hizo que Lía le pasara la mano por la espalda y los otros dos se preocuparan un poco. 

  —Ustedes, escuchen—. Rey levantó su mano, con tal de que nadie se preocupara más de lo que debían—. A partir de este momento, tienen en sus cuerpos condiciones para ralentizar la percepción del tiempo. Si detienen sus respiraciones, esta condición activará un círculo mágico que transmite electricidad a sus corazones y acelerará los latidos hasta que lleguen a pasar 360 pulsaciones. También reemplacé las condiciones naturales impuestas por la naturaleza en su cuerpo y reescribí la dureza de sus huesos, la fuerza de sus músculos y la resistencia de sus pieles. Todo tendrá mayor efecto según mi condición de salud ¿entienden?

  Yicel afirmó, mientras que, poniendo a prueba las palabras del pequeño, Akai y Lía dejaron de respirar y tras pestañear sintieron como las palabras de Rey se hacían mucho más lentas. No obstante, Rey con su mano atacó a Akai y le dio un golpe con su dedo medio en la frente. 

  —Aun así, si alguien es más rápido que ustedes… no existirá mucho que puedan hacer y cuando vuelvan a tomar una bocanada de aire, estarán muertos.  

  Heliúk, quien aún seguía vivo, tembló al ver lo fácil que le era a un no-humano crear un ejército de super personas. Con razón la humanidad debía de temer ante este tipo de criaturas. Tras recuperar la sensación de sus pies, intentó levantarse, pero tropezó y volvió a caer en el suelo, haciendo que los cuatro individuos le observaran de vuelta. 

  Con el aliento de los cuatro depredadores prácticamente en su cuello, Heliúk empezó a temblar, sudar frío e incluso volvió a orinarse encima. 

  —Akai, lo necesito con vida —dijo Rey—. Él puede hacer que mi mensaje llegue a ese tal Gilgamesh, pienso quedarme aquí mientras Lía se quede. Y si ella y tú quieren salir, pueden aprovechar que toda la atención se va a enfocar en este lugar para hacer la revolución en otros sitios.   

  Akai abrió los ojos y vio la oportunidad más grande que había tenido en su vida. Él entendía que tan solo Gilgamesh podía detenerle, mientras que con sus poderes ningún humano sería capaz de hacerle frente. 

—En el caos, la revolución puede encontrar la oportunidad que necesita. Y si el rey manda subyugadores como refuerzos de todos lados, esta luna que llaman sol estará débil por todos lados. 

 



Rey De-Heavens

Chapter 5
Sin apellido


Casi simultáneamente, por el pasillo se abrieron todas las puertas en un estrepitoso azotar. Ehimus, Miján, Katherine y Heroclades parecían haber saltado de sus camas tan rápido como pudieron porque, en menos de un respiro, ya estaban corriendo por el comedor con agilidad y precisión.

Katherine, concernida, dijo:

—¡Nunca he escuchado a mi hermana gritar de esa manera! Prepárense para enfrentar lo inesperado —dijo apenas pasando por el lado del pequeño que nadie veía y a a punto de subir las escaleras.

Pegando tan solo un salto, los corredores parecieron volar por los aires para llegar a la segunda planta sin usar las escaleras. Rey salió de su impresión y decidió apresurarse, pero, por muy rápido que intentó correr, ya cuando iba por el segundo escalón pudo escuchar cómo la puerta de la habitación matrimonial fue tumbada. Aun así, él continuó tan veloz como sus rodillas, codos y dedos le permitieron escalar los gigantescos escalones. Terminando de subir, Rey entró en el cuarto para encontrarse con algo que le hizo detenerse. Ninguno de los mayores se movía, no hablaban y casi ni respiraban. Boquiabiertos, los rostros no sabían qué decir ante una situación tan urgente que no cabía espacio alguno para preocuparse por cubrirse el cuerpo con ropa y no enseñar sus intimidades a los demás.

Los presentes, esos formidables luchadores que estaban preparados para enfrentarse a cualquier situación, estaban viendo a la vampira como si estuviesen petrificados. Miján rompió el silencio:

—¡¿Estás bien?! ¿Cómo te sientes Maryam? No es que quiera asustarte, pero… tengo entendido que el proceso de embarazo de una vampira debería de durar al menos dos mil cuatrocientos setenta y ocho días o llegar hasta las tres mil.

Maryam, tocándose la barriga con sus manos temblorosas, contestó:

—¡¿Que si estoy bien?! ¡Por supuesto que no! —respondió alterada, como si no aceptara en lo absoluto lo que le había sucedido prácticamente de la noche a la mañana.

Rey pudo sentir como si a su madre le faltara el aire al hablar. Él no sabía de números, pero podía imaginar que eran muchos, gracias al estrés que Miján puso cuando pronunció sobre los días que tarda el proceso de embarazo. También pudo comprender que una noche era cuando las luces se apagaban y no se podía ver nada.

—¡Imposible! —dijo Katherine al mismo tiempo que Heroclades—. Pero ¿cómo?

—¿Qué significa esto? —preguntó Wulfgang—. No estoy entendiendo. Katherine, ¿acaso así no fueron sus embarazos anteriores?

—No lo creo —dijo Miján, interviniendo por la vampira musculosa.

—Nadie en todo el linaje es capaz de crear vida así de rápido —respondió la vampira musculosa con seriedad entre el barullo de varios susurros.

Ehimus, cuidadosa e indiscreta, comentó:

—No puedo parar de verte las tetas. Se ven al punto de…

Los pezones pálidos, invertidos, comenzaron a gotear.

—¡Ups! Maryam, estás escurriendo leche. ¡Lo sabía! ¡Me daba la sensación de que iban a estallar! ¡Woooo! ¡Cúbranse!

Tras el comentario de Ehimus, Maryam respiró profundamente y, expandiendo lo más que pudo sus pulmones colapsados, pego un grito:

—¡¡¡Cállense todos y déjenme pensar, maldita sea!!!

Ya con silencio en la habitación, la vampira valiéndose de sus manos irguió su torso y continuó hablando con el tono de voz educado y cortés. Rey también guardó silencio y casi que se puso de puntas ante la voz de regaño de su madre irritada.

—Maryam, no puedes perder el glamour. Calma, Maryam, cálmate. Piensa. Tengo los pechos llenos, acabo de despertar y es natural que el suministro de leche esté en su máximo punto. Pero esto no es leche, es calostro, y no necesariamente significa que estoy a punto de dar a luz. Por otro lado, el tamaño de mi barriga dice lo contrario. Comparado con lo que recuerdo, es casi dos veces más grande, tal vez porque no sea un solo bebé… Ehimus, ven a mi lado. Tendrás que tomar mi leche para aliviar la presión que estoy sintiendo. Fang, tú también.

—Con el permiso de ustedes, tengo que salir —dijo Heroclades, un poco excitado.

Deteniéndose un momento, Rey vio cómo tras las palabras de su maestro, este se llevó las manos entre las piernas y salió con rapidez de la habitación.  Miján, por otro lado, se dio vuelta y miró al suelo, mientras que Wulfgang y Ehimus chupaban los pechos de Maryam.

“Tiene la barriga tan grande que seguro no se puede ver los pies, ni moverse como antes. Espero no explote mi pobre madre”, pensó Rey que, a pesar de escuchar los balbuceos de la vampira, aún no entendía nada de lo que estaba sucediendo.

—Waak. Amargo… no me gusta —dijo después Ehimus de tragar.

Rey, sin poder quedarse quieto, paseaba por el lugar y trataba de deducir la situación. Su madre hizo una mueca con su rostro. La expresión no pasó desapercibida ante la mirada de la vampira musculosa.

—Herman… y ¿esa cara? —preguntó Katherine.

Maryam, asombrada y sin creérselo ella misma, dijo:

—Ufff… ¡Acabó de romper agua!

Con esta noticia, Wulfgang hizo el sonido que hacía alguien cuando tragaba, medio atorado por no tragar por completo, solo para preguntar:

—¡¿Qué?! —En voz alta, a lo cual Maryam contestó:

—Estoy a punto de dar a luz. Kat, pon a llenar el jacuzzi. Uuuow. Necesitaremos agua caliente… Aah.

La vampira musculosa, con rapidez y eficiencia, procedió a efectuar lo que se le mandó.

Miján pareció reaccionar y, tras dar dos palmadas, hizo que una máquina flotante apareciera sobre él:

—XWZ, escanear y mostrar resultados…

La máquina pidió un segundo. Acto seguido, procedió a efectuar las órdenes del usuario y, al pie de la palabra, se trasladó hasta quedar flotando sobre la vampira. Una luz salió de dentro del artefacto volador. El rayo dio a ver imágenes que al parecer mostraban el interior de Maryam. El lobo y la elfa dejaron de hacer su trabajo para ver cómo en una gran pantalla se veía el interior de la barriga de la vampira. Dentro de un cuadro de ocho esquinas se podían distinguir tres abultamientos flotando en algo que lucía igual a agua roja.

Miján le pidió una mejor resolución junto a un reporte verbal. Precediendo el comando de voz, se vieron los rostros de los tres bebés, así como también sus sexos mientras se escuchaba una detallada descripción:

—Escaneos y análisis terminado. Cuerpo de envejecimiento frisando aproximadamente a los dieciocho años humanos. Género: hembra. Especie: vampiro. Edad: desconocida. Desarrollo de embarazo: último estado de gestación. Presión arterial, respiración, pulso y demás signos vitales: dentro de los parámetros normales. Condición médica o física de urgencia no detectada. Transcurso aproximado del embarazo: siete años y quince días humanos. Tamaño de los bebés: normal. Tamaño de la barriga y la placenta: normal. Alimentación y nutrición de la madre: normal. Advertencia: intensificación de la frecuencia y duración de las contracciones, cuatro a siete contracciones por cada diez minutos.

Dar a luz, romper agua, gestación, parámetro, años, nutrición, género, jacuzzi, contracciones. Muchas palabras nuevas y confusas para el oído del pequeño que nadie veía. El aparato flotante, que se había convertido en el holograma de una elfa de luz de características semejantes al usuario y usaba términos complicados, tampoco le ayudó mucho a entender la situación que fue explicada con detalles a los demás. Por otro lado, la imagen de tres pequeños bultos que flotaban en el aire le dieron una idea de la situación. Aun así, sin querer apresurarse en sus propias conclusiones, Rey aguardó silencio, mirando, escuchando y prestando suma atención al extraño holograma que Miján había hecho aparecer, aunque fuese una idea difícil de creer.

XWZ continuó:

—Tres bebés posicionados cabeza abajo vienen en camino. Feto #1. Género: varón. Genes predominantes: hombre lobo, condición física y signos vitales dentro de los parámetros normales. Dormido. Feto #2. Género: varón. Genes predominantes: vampiro. No hay irregularidades. Dormido. Feto #3. Género: varón. Genes: dos de igual cantidad y nominación; híbrido. No hay irregularidades. Despierto y parece seguir las vibraciones del escaneo.

Tras escuchar la palabra “híbrido”, Rey desvío la mirada nuevamente a la pantalla y se pudo reconocer a sí mismo dentro de la barriga de su madre, no por los rasgos faciales, sino por sus ojos. Dos esferas blancas luminosas que daban la impresión de atravesar lo que miraban, inspiraban miedo tanto a aliados como a enemigos, e incluso a él mismo. Los demás también se podían ver impresionados, pero aún le prestaban particularmente más atención al tiempo que había pasado y al inminente parto.

—¡¿Ha transcurrido tanto tiempo?! ¡No puede ser! No pudimos haber dormido tanto, ¿o sí? —agregó Ehimus casi frenética, para continuar—. ¡Siete años dormidos! Siete años sin comer, sin ir al baño, sin movernos… ¿Cómo es posible que aún siga siendo pequeña y de pechos planos? ¡¿Cómo es posible que Heroclades siga vivo?!

—El anciano mencionó algo sobre la noche —dijo Katherine como quien trataba de hacer memoria—. Tal vez fue a esto a lo que él se refería… Por cierto, ¿dónde está él?

Las respiraciones de la vampira se agitaron, Maryam sostuvo con más fuerza la mano de su hermana ahí presente y le preguntó si la bañera estaba llena. De pronto la carismática voz de un flacucho subido en años se dio a escuchar por la puerta que aún estaba tumbada.

—¡Buenas, buenas por aquí! Siento la tardanza. Déjenme presentarles a Ana “La anciana del bosque” y a Clara “La anciana del lago”. Ellas van a ayudar en el parto de la inquilina.

Katherine, como quien veía a un demonio que había sido llamado, agregó preocupada sobre el tema:

—Ella no necesita ayuda. Con nosotros es más que suficiente… Solo queremos saber qué sucede.

Rey volteó su rostro y vio cómo Wulfgang pegó su cabeza sobre la frente de su amada, después se alejó un poco y subió la mirada hasta verle a los ojos. Ehimus abrió los párpados como platos y giró la cabeza de un lado a otro. Pero la mirada de la vampira decía todo, aun así, ella tuvo que hablar y los presentes escuchar.

—Creo que es mejor seguir el consejo del Gran Mago Sabio. No lo tomen a mal, pero no esperaba que fueran tres y no siento que pueda tener las fuerzas para regenerar la herida en caso de que tengan que abrirme la barriga.

Respiró hondo, tan profundo como pudo para mantener la calma y disimular dolor.

—Por otro lado, sería una buena oportunidad para que ustedes puedan tener una conversación y reciban la explicación que merecen de este lugar —dijo la vampira al control de su comportamiento, para hacer como si el dolor se le intensificará en medida a cuánto tiempo pasaba.

Wulfgang, Ehimus, Miján y Katherine pusieron aún más atención en la vampira. Rey podía ver cómo ellos estaban preocupados y no sabía qué hacer o qué decir, era como si consideraran la situación. El Gran Mago Sabio se dio vuelta y salió de la habitación. Acto seguido, las viejecitas, valiéndose del carisma y la seguridad que emanaba de sus presencias, se las apañaron para sacar a todos de la habitación, incluso al marido. Silvia, discretamente, entró y apenas todos fueron expulsados, arregló y cerró la puerta con una sonrisa en su rostro, como quien promueve la calma y asegura que todo iría bien.

Rey era el único dentro de la habitación. Tragó en seco, se aseguró de que nadie aún pudiera verle. Aun así, por estar ahí, en donde ninguno de los mayores podía, se sentía nervioso. Aún más nervioso que cuando vio a su madre y padre comportándose raro entre ellos. Mirando con curiosidad, se acercó más a la cama y vio cómo las tres mujeres ayudaban a que su madre se pusiera de pie. Torpe y cansada, la vampira de prominente barriga se movió por el lugar y, de a poco, entró en la tina de agua con suavidad gracias a la ayuda de las que estaban ahí presente.

Maryam se veía preocupada por todo lo que se encontraba a su alrededor. De un momento a otro, si no estaba gimiendo o presionando los dientes, ella organizaba lo que tenía a su lado. Pero un brusco cambio de humor se manifestó en su rostro y, de un revés de su mano, tiró todo lo que tenía organizado. Rey pudo observar temor en su madre. La ansiedad en los dedos de ella se acentuaba hasta que ella necesitó morderlos hasta hacerlos sangrar e intentar silenciar sus dudas. En voz baja y con discreción, la vampira observó a las dos ancianas ahí presentes y preguntó:

—Si se diera el caso, ¿podrían ignorar la deformidad de alguno de mis hijos y dejar que yo, mi marido o uno de los chicos se encargue del resto?

—Nuestro trabajo es garantizar tu seguridad y la de los bebés —dijo Clara—.

—De ahí en adelante, será responsabilidad de ustedes —Ana terminó la frase.

Calmada y casi con una sonrisa en su rostro, Maryam regresó al presente y gritó como si pareciera no poder seguir aguantando el dolor. Rey, seguía sin entender qué preocupaba a su madre. “¿Por qué permite que los demás sean expulsados?”, se preguntó. Acercándose y como quien quería hacer el dolor ajeno suyo, vio algo que no debía cuando su Maryam se aguantó la barriga, recostó el cuerpo y levantó sus piernas bien abiertas.

“Supongo que eso es una barriga abierta y esa es la salida”, pensó el pequeño con los ojos clavados entre las piernas de su madre. La abertura era considerable, tenía sangre y fluidos en los alrededores, al mismo tiempo que se agrandaba. La piel de la zona se estiraba y parecía querer ceder hacia adelante, dado que lo que venía era más grande que el agujero. “Parece pelo, si… la cabeza de alguien parece estar saliendo por entre sus piernas. Pero le cuesta trabajo, tal vez también pueda ver cómo se sigue abriendo su barriga… Pero si lo que busco es información, creo que será más productivo ir con los otros adultos”, se dijo a sí mismo el pequeño para darle la espalda a la situación tan bizarra en la cual estaba y atravesar la puerta casi tan rápido como pudo.

Tras atravesar la madera, Rey se topó con su padre, quien estaba de pie en frente de la entrada. Wulfgang tenía la mirada de alguien que no sabía cómo confiar. Él pudo entender que su padre se sentía responsable, que tal vez estaba nervioso, preocupado y un poco desanimado. “Los adultos no lo pueden saber todo”, se dijo a sí mismo. El pequeño no solo miró en dirección al licántropo, sino que también miró a los demás. Ellos se veían igual de ansiosos. Ninguno había tenido tiempo para reflexionar sobre la situación o pensar con claridad.

Rey escuchó gritos de dolor detrás de él, cómo Heroclades exigía explicaciones al Gran Mago Sabio, la manera en la que Katherine caminaba de un lado a otro, el movimiento de Ehimus sobre el mueble más grande de la sala y las profundas respiraciones de su padre.

Ya que todo en la primera planta era más movido y ahí era en donde se encontraba el Gran Mago sabio, Rey decidió seguir caminando y asomarse a la baranda para mirar al centro del recibidor. Ahí, bajo las escaleras, en donde también estaba el resto de la manada, las caras no eran diferentes a la de Wulfgang. Ellos tampoco entendían lo sucedido, se miraban como si necesitaran una explicación antes de explotar o tal vez atacar a alguien.

El Gran Mago Sabio, como quien sugería algo, hizo aparecer una silla en la cual se sentó calmadamente. Quedando en una posición neutral, con las manos sobre sus muslos, la espalda recta y la cabeza erguida, el anciano guardó silencio y tan solo mostró una discreta sonrisa a todos los presentes.

Rey entendió el lenguaje corporal, el anciano con sus gestos calmados y neutrales daba a entender que la conversación tomaría su tiempo, y que él no tenía intenciones de pelear o alzar su voz para que se le escuchara.    Después de bajar el primer escalón, Rey también tomó asiento y, tras poner los codos sobre las rodillas, se inclinó y dejó que su quijada descansará sobre sus manos. Rey levantó la mirada, y ante sus ojos blancos, casi al borde del aburrimiento, vio cómo los demás tomaban asiento casi a regañadientes.

Ya cuando todos estaban cómodos y no se escuchaba casi ningún sonido, el Gran Mago Sabio comenzó a hablar con voz baja y afable:

—No me malinterpreten, así como Silvia, yo no interferiré con sus vidas y decisiones. Aunque decidan matar a la posible reencarnación del anterior reformador del infierno. Pero sí quiero explicarle sobre las corrientes del tiempo, se encargan de hacer la estancia de todos más placentera —Se reflejaron dudas en los rostros de quienes escuchaban.

Rey, un tanto extrañado, pensó: “Sería yo de quién están hablando. Honestamente, no me siento como 'una reencarnación', así que no debe de ser el caso”.

El Gran Mago Sabio continuó:

—Un ejemplo es que a pesar de ser distintas especies y necesitan diferentes cantidades de tiempo para satisfacer el cansancio de sus cuerpos, ninguno de ustedes despertó sintiéndose cansado o con sueño. ¿No es así?... Esto es debido a que, para algunos, se detuvo el tiempo en sus habitaciones y para otros no.

Abriendo los ojos, el anciano pareció darse cuenta de que la incertidumbre reinaba en los rostros de los escuchantes.

—El tiempo en este lugar ha perdido toda lógica como lo conocen. No es lineal, mucho menos constante. Que las luces se hagan o se desvanezcan no necesariamente significa que la arena del reloj caiga, pero tampoco que esté detenido. También dicho poder, del que estamos hablando, rechaza y nulifica cualquier evento o fenómeno que sea indeseable para el lugar, como lo es el envejecimiento. Por ende, no se vuelven más viejos. Aunque sus cuerpos si desarrollan hambre y otras necesidades fisiológicas mientras estén despiertos…

Suspiros y gemidos por parte de Maryam se hicieron escuchar detrás de la puerta que daba entrada en la habitación matrimonial, la misma en la que el licántropo hacía guardia.

Miján, ignorando lo que escuchaba y aprovechando la pausa que el Gran Mago Sabio había hecho, preguntó.

—Entonces, ¿por qué todos despertamos a la vez?

El Gran Mago Sabio levantó uno de sus dedos al aire, abrió la boca, pero antes de que él dijese algo, el enérgico llanto de un niño se dio a escuchar. Una vez los llantos se atenuaron, el anciano se dispuso a contestar la interrogante del elfo de luz:

—Las corrientes del tiempo. Cuando las luces se apagan y viene la oscuridad, al individuo que le haga falta más tiempo para reponer sus fuerzas, cuerpo y mente se coloca de último, a los que les hace falta menos descanso serán posicionados de primero. Si eres el primero y ya dormiste lo que necesitabas, se detendrá tu tiempo hasta que el último individuo también quede satisfecho. Cuando todos ya están listos, se dispara el curso del tiempo y la luz se hará permitiéndoles tener un despertar sincronizado.

Rey volteó el rostro, teniendo la sensación que detrás de la puerta los suspiros y gemidos se convirtieron en algo más, tan familiares que llegó a preguntarse: “¿Se sentirá igual de doloroso que cuando está a solas con mi padre?”.

Sí, Maryam ya no suspiraba y gemía como antes, sino que ahora sollozaba y gritaba como cuando estuvo teniendo sexo con Wulfgang dentro del jacuzzi. Era cierto que los sollozos y gritos de la vampira eran más intensos, pero ¿cuál era la diferencia para el pequeño o para los mayores?  Finalmente, un segundo llanto se escuchó. Para Rey, los quejidos sonaban diferentes al primero. Un tanto menos enérgico y más largo a la vez. Indiscutiblemente, pertenecía a un segundo bebé que recién había llegado a la casa. Rey sabía que eran tres bebés los que estaban por venir y con el segundo llanto, al regresar su cabeza, pudo ver cómo todos en la sala mostraron una sonrisa. Que la mayor parte del trabajo de parto de la vampira estuviera terminando era objetivo de alegría. Pero, con la intensificación del silencio, la tensión subió entre los miembros de la manada.

Rey podía jurar que ninguno de los presentes parecía tener la intención de hacer alguna otra pregunta. Ellos respiraban más rápido, tenían caras que gradualmente se sonrojaban, se removían en sus asientos de forma graciosa. No actuaban como con normalidad hacían, exceptuando al Gran Mago Sabio. Era como si, en vez de esperar a que el tercer bebé rompiera en llanto, ellos se estuvieran imaginando algo más y lo trataran de disimular.

Sí, Rey cerraba sus ojos, se podía imaginar algo. Un cuarto en el cual la vampira se retorcía, gritaba y gemía de dentro de sus entrañas. Gritos guturales que, mezclados con los gemidos y suspiros, expresaban dolor porque le estaban abriendo su barriga y una abertura de barriga debía de ser dolorosa. Sin embargo, los mayores ahí presentes no parecían estar imaginando lo mismo. Ellos imaginaban una escena erótica detrás de la puerta, tal vez porque, para ellos, dar vida era lo mismo que hacerla. Rey pudo relacionar los rostros del momento, como los rostros que ellos ponían cuando estaban desnudos a solas, y finalmente llegó a una conclusión: “Tal vez por esa razón tratan de disimular lo que están pensando'', pensó el pequeño, “porque mostrar que sientes placer con el sufrimiento ajeno no es considerado”.

El tiempo pasó y siguió pasando. Nadie hablaba. Intentaba no moverse, hasta que de detrás de la puerta ningún otro gemido por parte de la vampira se llegó a escuchar. En ese momento, varias opiniones fueron lanzadas en la sala de la casa y, entre todas, estuvo una que le llamó la atención al pequeño que nadie podía ver. Ehimus dijo con un tono de voz bastante bajo:

—Tal vez el tercer bebé… salió muerto. Dinos Mago Sabio: ¿la muerte existe en el Paraíso?

Rey levantó su cabeza. La elfa verde no podía tener razón si el tercer bebé era él, y él estaba ahí, vivo, viendo lo que sucedía. Por todo lado, los mayores pensaron en la posibilidad. Se llevaron las manos al rostro ante tan desagradable comentario, en especial Katherine, para esconder su sonrisa, y aunque se veían que querían dar sus opiniones, nadie volvió a hablar. Actuaban como si solo les quedaba esperar una respuesta por parte del anciano. El Gran Mago Sabio respondió:

—Sí, ella viste de negro a donde quiera que va la vida…

Ehimus, con el cansancio característico de alguien que buscaba otra respuesta, tenía que formular su pregunta de una mejor manera:

—Pregunté si morir es posible…

Rey, resistiéndose a creer las palabras que había escuchado, ignoró los demás comentarios y se dijo a sí mismo; “¿Por qué no chequear lo que pasaba del otro lado de la puerta si nadie me ve?”. Con una solución en mente, el pequeño sin apellido se levantó y dando pasos cortos regresó al frente de la habitación que había dejado. Su padre aún estaba de pie con los ojos cerrados, como quien podía visualizar el otro lado de la puerta con tan solo concentrarse. Wulfgang estaba preocupado.

Quedando inclinado hacia adelante, Rey se limitó a atravesar con su cabeza la puerta. “Oh… es cierto. Ahora puedo recordar lo que sentí y vi en el momento en que llegué a este mundo, justo antes de que Silvia me cargara en sus brazos”. Rey la volvió a ver una vez más, esa a quien el Gran Mago Sabio había descrito. Fue solo un instante y nadie pareció notarla, pero la muerte estuvo ahí para verla venir. “Ella en verdad viste de negro… pequeña, de ojos violetas…”,

A pesar de dejar su cuerpo del otro lado, con sus ojos curiosos y bien abiertos, Rey pudo ver cómo Silvia procedió a cargar de un lado a otro un bulto enrollado en sábanas que se apretaba contra su regazo. También que su madre no tenía la barriga abierta como se lo había imaginado, sino que reía un poco agitada mientras sostenía a dos bebés de carne rosada a la altura de sus pechos. Algo más llamó su atención. Silvia, tratando de no estorbar a las ancianas que limpiaban el lugar, dijo:

—Ningún signo de malformidad o retraso mental en su cuerpecito o cabeza. Exceptuando por sus ojos blancos, no parece defectuoso. Tiene la mirada activa. También reacciona al sonido y chupa mi dedo. No se ve con mal color y respira bien. Los auxilios curativos no tienen efecto. Es tan saludable como sus hermanos…

—Sí, pero no está llorando. ¿Será muda la criatura?

Rey pudo escuchar el comentario de Clara un tanto preocupada. Y el que Ana dijo ya cuando terminaba de vaciar la bañera:

—Nunca he tenido a ningún recién nacido que no llore después de venir al mundo, a no ser que esté bien delicado de salud. Sigue revisándolo con cuidado, es mejor precaver. Por otro lado…

La anciana observó en dirección a la vampira que estaba ya sobre la cama semi recostada.

—Como no tuvimos que hacer ningún corte, ni se produjo un desgarro y la placenta ya salió, deberás de seguir amamantando a las criaturas hasta que se detenga el sangrado. Mamá, te recomiendo descansar tanto como puedas.

Después de escuchar el comentario de tantas personas, Rey ya se preguntaba si era normal que no hubiera llorado como lo hicieron sus hermanos cuando nacieron. También se dio cuenta de que, apenas su madre terminó de cargar a sus hermanos, ella dirigió su mirada a Silvia como si estuviera pidiendo permiso de ver al bebé.

La sirvienta, con una sonrisa en el rostro, le dio el bulto que cargaba a Maryam y así esta le puso la boca sobre uno de sus pechos para que chupara como lo habían hecho los primeros en salir. Rey hizo la misma expresión que la elfa había hecho al ver a su yo del pasado chupando la teta de su madre.

Una vez los otros dos bebés fueron despegados del calor del cuerpo de la vampira, comenzaron a llorar de nuevo. El llanto era la manera en la cual pedían regresar a tan cómodo lugar en el cual estaban, pero fueron llevados a una pequeña cama que había aparecido de la nada, justo en la esquina opuesta de la habitación. Con esto, el pequeño que nadie podía ver sacó su cabeza del cuarto y regresó a donde estaba su padre.

Apenas Rey retrocedió y regresó a su posición erguida, dio un vistazo a Wulfgang, quien ahora tenía los ojos abiertos. Silvia abrió la puerta haciendo que llegara el momento más esperado por todos los que aún estaban afuera, entre los balbuceos que se apagaban y los llantos de dos bebés:

—¡Felicitaciones al nuevo padre! —dijo la sirvienta en dirección a Wulfgang, como si le estuviera invitando a entrar con la palma de su mano extendida.

El licántropo casi no reaccionó ante la noticia y se limitó a fruncir el ceño. Por el contrario, quienes estaban abajo de las escaleras festejaron exaltados, tanto fue así que Rey los pudo escuchar dando un salto tan fuerte que tumbaron sus sillas al suelo.

—Puede entrar, Señor Wulfgang —sugirió esta vez, con palabras y un gesto de su mano abierta, la sirvienta a quien más preocupado se veía.

—Nuestros modestos esfuerzos son requeridos en otra parte —dijo Clara—. El trabajo está terminado.

—Tiempo de irnos —dijo Ana.

—¿Te debemos algo? —preguntó el licántropo.

Una de las viejecitas levantó la mano e hizo un gesto con el fin de que el hombre ahí presente no se preocupara. A la salida de las dos ancianas, Ehimus, Miján y Katherine parecieron no haber escuchado bien y, casi que, corriendo por las escaleras, apuntaban con sus miradas a la puerta con la intención de entrar detrás del recién proclamado padre para ver a los bebés. Rey se apartó con rapidez. Si él pudiera ser tocado, en ese momento hubiese sido atropellado por los tres enérgicos corredores, pero Silvia los detuvo al levantar su mano al aire en señal de “pare”.

Haciendo una pausa y limpiando su garganta, la sirvienta llamó la atención y se corrigió a sí misma.

—La dama Maryam solo permitió entrada al padre de las criaturas. Por favor, ¿tendrían la amabilidad de esperar un poquito más?

El pequeño que nadie podía ver se dio cuenta de que, a pesar de que la puerta estaba abierta y toda la conmoción que los demás hacían por ver a los bebés, Wulfgang se encontraba renuente a seguir avanzando. El lobo tenía sus ojos bien abiertos y el ceño aún más fruncido, confundiéndosele la felicidad con la tristeza. Rey lo notó nervioso, indeciso de entrar. Ante sus ojos le veía como alguien que quería salir corriendo, lo cual le hizo sentir sentimientos por su padre. Desde su punto de vista, alguien tan fuerte, que le daba el frente a todo, parecía no saber cómo ser padre.

A pesar de no poder interferir en ese mundo, Rey sintió el deseo de extender su mano y apoyar a esa persona que necesitaba ser apoyada. El pequeño levantó su mano con lentitud, pero Wulfgang, justo a la altura del rostro de su hijo que no podía ver, hizo aparecer su garra derecha. Una garra compuesta por cinco uñas tan largas y afiladas como dagas. Rey detuvo sus movimientos. Estaba frisado y hasta sorprendido. Él interpretaba que su padre había transformado su mano a una forma en la cual cuyo propósito en específico era infligir daño.

Wulfgang se dijo a sí mismo en voz baja, pero no tanto que no pudiera ser escuchado por el pequeño:

—Maryam está débil. Ella está débil y tú tienes que hacerte responsable. Como líder y como padre debes cargar con el resultado de tus decisiones, tomar responsabilidad por tus creencias. Es mejor morir sin saber nada que vivir una vida de miserias y necesidades por miedo a morir sabiendo que no hiciste nada. Todo el trabajo que me ha tomado mantenerme respirando, los sacrificios, las acciones y el esfuerzo que requirió casi alcanzar lo que nunca he podido. Todo lo que he dejado atrás son motivos suficientes para no ser como ese hombre que no me preguntó si quería venir a la vida y me tiró al abandono. Si tomo responsabilidad y sigo adelante sin mirar atrás… todo será mejor.

Rey pudo escuchar las palabras de su padre, pero no pudo entender lo que significaban. Tampoco a lo que se referían. Wulfgang entró en el cuarto como un depredador. Con sus ojos encontró a la vampira, luego volteó a ver a los bebés y, de entre las crías, irguió su mano en frente de una. Para el lobo no importaba si estaba en lo correcto o equivocado, pues ya había tomado una decisión.

Rey dejó caer su brazo y arqueo la boca hacia abajo. En su interior urgía la necesidad de hacer algo, gritar, correr, tal vez destrozar la puerta. Desde afuera de la habitación, él miraba cómo su padre se preparaba para bajar su garra y traer muerte sobre el recién nacido que no lloraba. Al mismo tiempo, con rabia se acordó de algo muy fundamental. “La razón por la cual siempre vi a ese hombre como un extraño y no como a un padre”, se dijo. Desde otro ángulo, Rey estaba viendo el momento del pasado en el cual Wulfgang se convirtió en alguien a quien no reconocía como padre por levantarle la mano con intenciones de matarle. La idea de una entidad masculina protectora de la familia, se había roto en pedazos desde ese momento para el bebé que entendía que alguien quería hacerle daño.

La rabia, la decepción y el enojo pasaron por el pequeño rostro. Pero algo sí era seguro: Rey ya no estaba tan contento por el regalo del conocimiento, ni miraba con tanta curiosidad o buscaba aprenderlo todo. En ese momento, se dio cuenta de que poder ver en el pasado tenía el propósito de enseñarle la verdadera naturaleza de los mayores, eso que le permitiría distinguir entre aliados y enemigos. Pero ese tipo de saber tenía mucho peso, y más que facilitar el camino le entorpecería al caminar.

Antes de que el lobo bajara la mano, Maryam se levantó de la cama, dejando una línea de sangre en el suelo bajo sus pies y dijo:

—¡¿Amado mío?!…

Junto con las palabras de la vampira, su fina y delicada mano también se estiraron como quien quería alcanzar a su amado de todas las formas posibles.

—Tranquilo, mi amor, tranquilo. Escucha mi voz, soy yo…

Con caricias, ella calmó el violento comportamiento de su marido. Los dos quedaron en frente del bebé que no lloraba. Wulfgang respiró. Regresó su mano transformada a la normalidad y agarrando la mano tan familiar que le acariciaba, volteó la miraba para guardar silencio y luego decir con un tono titubeante.

—Independientemente de quién fue mi padre, de como fui tratado en el pasado y de todos mis fracasos, siento que el “yo” del presente debería asumir la responsabilidad y causar un daño para evitar un mal mayor.

Maryam, apretando su abrazo, dijo:

—Terminar con la vida que diste “como acto de bondad” no te convertirá en un mejor padre. Así como cuando terminaste con la vida de quien te dio “por venganza” no te convirtió en un mejor hijo.

—Mientras más pase el tiempo, más difícil será Maryam —dijo Wulfgang—. Vivir ata eventualmente al morir, aunque se sea inmortal y la muerte en sí sea un suceso triste que va a suceder. Si no le mato, simplemente estaré retrasando algo inevitable.

—Matar no es la solución. Menos si estás juzgando a una criatura como si su único crimen fuera haber nacido.

—Como padre, sabiendo lo que sé, no existe mayor gesto de bondad que evitar que él viva toda una vida de sufrimientos.

—Fang, sabes que en tan poco tiempo yo te conozco como nadie más —dijo Maryam—. Escucha mis palabras. Si asesinas o presencias la muerte de otro familiar, dicho evento terminará convirtiéndose en una dolorosa carga a soportar por el resto de tu vida. Eso será el inicio del proceso en el que te volverás loco y morirás, o encontrarás tu muerte antes de terminar demente.

—¡Mírale los ojos, Maryam! Él nunca podrá vivir con normalidad. Si se nos sale de las manos, puede resultar perjudicial para todos. En el peor de los casos, terminará matando a sus hermanos, a ti, a los chicos y a mí… Kat sabe mejor que nadie.

Rey negó con su cabeza. Quería hablar, defenderse de aquellas acusaciones, pero nadie le iba a escuchar.  Respiro hondo y dio un paso atrás al mismo tiempo que se miraba las manos. Haciendo sonar sus dientes de tanto apretarlos, él sabía que nunca sería capaz de matar a alguien de la manada, no como se le acusaba. Levantando su mirada, abrió la boca para después volver a cerrarla y morderse la lengua hasta hacerse sangrar. “Morir sin haber vivido sería una verdadera pena”, se dijo a sí mismo.

Maryam valiéndose de un tono serio, pareció decir lo que pensaba:

—De mi hermana me encargo yo. —Cambiando su tono de voz a uno más suave, la vampira continuó—. Ni el dolor de tu pasado, ni las palabras de los demás deberían tomar esta decisión. Dejémosle que crezca, y cuando cometa una falta que deba ser castigada con la muerte… —Ella suspiró y agachó la cabeza—. Podrás sentenciarle sin sentirte tan culpable, amado mío. También, ¿quién quita que alguien más no sea el que termine con su vida?

Rey miró de reojo, aun con la cabeza volteada, quería verle el rostro a su madre, pero no a su padre. Las palabras que ella usaba para convencer al lobo de que no hiciera lo que estaba pensando hacer le corrieron por su espalda como un soplo de aire frío. “¿Tal vez no dice lo que piensa?”, se dijo a sí mismo Rey cuyas piernas casi temblaban.

Maryam, desnuda y aún sangrando, apoyó su frente contra la espalda del licántropo. Ella aguardaba en silencio, sabía que la habitación estaba vacía. Silvia aún estaba afuera impidiendo la entrada de los demás, las dos ancianas se habían marchado. Era ella, su marido y los niños. Nadie más. Tal vez por eso de a poco amplió el tamaño de las comisuras de su boca y dejó ver sus colmillos. Ahí, en donde ella no podía ser vista, estaba dando una sonrisa amplia y caprichosa, una que, según Rey, dan las personas que no son buenas cuando obtienen lo que quieren.

Casi petrificado por la revelación, el pequeño se dio cuenta del amor incondicional que su madre tenía por su padre. Que ella no lo estaba defendiendo porque él fuese su hijo, sino porque era una herramienta más para atar y darle propósito en la relación al licántropo que tanto apreciaba la libertad y añoraba regresar al mundo que había dejado.

Wulfgang se volteó para abrazar a la vampira, que inmediatamente borró de su rostro la sonrisa que llevaba y mostró una cara afligida. En el abrazo, el gigantesco cuerpo dejó escapar todo el aire que pudo de dentro de sus pulmones.

Rey notó que el inmenso sujeto miraba al techo. Pero mirada con otros ojos, ojos de rojo intenso que parecían mirar a sus miedos una vez más, esos que en un futuro tal vez se convertirían en realidad.

—¡Oh, sí! —Wulfgang dijo con voz baja—. Esta mente mía carga con muchos conflictos, pero no creo que sea tan débil. Al menos no como para terminar volviéndome loco. Pero…

Encendiendo sus ojos, con la mirada atormentada de quien veía de arriba a abajo, lleno de intenciones desafiantes. Una pausa en sus palabras, un cambio en su expresión…

—No quiero cometer los mismos errores que mi padre en vida cometió.

La tristeza terminó mostrándose en el rostro del lobo, aunque nada se resolviera con su presencia.

—Considero que mi padre no tuvo el valor de matarme y por esa razón me encerró. Yo no estoy siendo diferente si le dejo vivir. Tal vez no será debajo de un sótano, entre rejas, pero sí quedara encerrado bajo mi control hasta que pueda escaparse —dijo con voz quebrada, una voz de alguien que lloraba, el marido que enterraba su cara en el regazo de su amada solo para que esta no le viesen llorar.

Rey dio unos cuantos pasos en la habitación. Apenas apoyó su espalda en la pared, se dejó caer sentado en el suelo con una mano sobre su boca abierta. La idea de que en verdad estaba solo le destrozaba por dentro. Él quería gritar, llorar, rugir porque entendía que la respuesta era escapar, el amor no era opción. No tenía ni papá ni mamá. “¿Quién trataría con amor a su hijo si en su interior sabe que no debe encariñarse porque tal vez tendría que matarle?”, se preguntó Rey. “Nadie”, se respondió. Pero él se negaba a dejar de creer en una posibilidad: que por mínima que fuera la oportunidad, si los amaba y daba todo de sí, tal vez recibiría amor como lo hacían los “guardianes del Paraíso” en la orilla del lago brillante. “Tal vez pueda hacerlos cambiar. Al menos a mi madre, quien necesita de mí. Pero, si ella quiere matarme, ¿cómo podría yo amarla? ¿Por qué ella me amaría si soy diferente a mis hermanos?”, preguntas que Rey tuvo la necesidad de responder. “Porque la puedo hacer feliz. Si la hice sentir feliz al no ser asesinado por mi padre, tengo una oportunidad”.

Pero Maryam siguió hablando:

—Amor, escucha mi voz… no debes ahogarte. Mucho menos en problemas que aún no son claros. Estamos los dos en esta situación, juntos. Déjame ser el pilar que te apoye en todo momento para que no te derrumbes.

Rey se llevó las manos a los oídos, cerró los ojos y dejó que la oscuridad del rincón en el que estaba le engullera.

—Eso quiere decir que, si el momento llega y tú no puedes, yo tomaré responsabilidad y habré de matarle —dijo la vampira mientras consentía con sus manos de arriba a abajo los cabellos de su amado.

Rey, negó tantas veces como pudo. Aun así, no fue suficiente. “Hablaron de los humanos, del mundo peligroso que reside ahí fuera, no es así”. Rompiendo las fracciones de su rostro, continuó sus pensamientos: “Pero miren este mundo. Porque el potencial mío sea tan grande y en mi encarnación pasada lo hiciera todo caótico, se asustan por lo que pueda llegar a suceder. A pesar de ser tan poderosos, se sienten indefensos y temen, claro, si tienen intereses que preservar. La oscuridad podría tragarlos violentamente, el suelo puede abrirse en dos, el viento volverse tormenta, pero de todas las cosas que podrían suceder… deciden temerme a mí. No es justo”.

Maryam le dijo al lobo con un tono alegre:

—Dejando de lado el futuro, mejor enfoquémonos en el presente. Antes de que el resto de la manada entre, ¿¡por qué no le ponemos los nombres que tengo decididos!? —Como si la discusión previa no hubiera sucedido nunca.

“Impresionante la capacidad de poder cambiar su actitud”, pensó el pequeño que nadie podía ver. “Si yo pudiera hacer lo mismo… Si me fuera tan fácil como a ella…”.

Wulfgang agregó:

—¿Nombres? —No se veía que hubiera cambiado su actitud, pero al menos parecía tener algo con lo cual ocupar la mente.

“Mantenerse ocupado”. Rey chasqueó la lengua, aún encogido de manos y pies. “Tal vez esa sea la respuesta para dejar las emociones de lado”, se dijo el pequeño.

Maryam, casi dando brincos como lo hacía Ehimus cuando estaba feliz, se acercó y con su mano señaló:

—El vampiro se llamará Jhades y le dejaré cargar con el apellido de mi linaje. El licántropo se llamará David…

Rey notó cómo la segunda criatura que estaba siendo señalada, apenas escuchó el nombre que le iban a poner, reflejó tristeza en su rostro y rompió en llantos. Maryam se corrigió tras aquella reacción, al parecer inconforme por parte del bebé de ojos rojos.

—Parece que no le agrada…

“Bueno, llorar sí que trae sus conveniencias. Al menos ya sé quién es el hijo favorito de mamá”, se dijo Rey con tono depresivo.

Wulfgang se decidió a hablar:

—Mejor que se llame Dante y le dejaré cargar con el apellido de mí linaje —Y así, el niño dejó de llorar.

Para los dos padres, quedaba una última criatura sin nombrar, la del medio. Esa que no reaccionaba y tan solo respiraba mientras miraba a todos con ojos activos.

Rey, cabizbajo, le dio espacio a un suspiro, sabía que su nombre no tenía apellido y estaba viendo de primera mano lo que a sus hermanos sí se les había dado, pero a él no. Podía perfectamente sentir envidia, dudar y quejarse por ser menospreciado. Pero también sabía que lo que le hacía diferente, en cierta forma, le volvía único.

Wulfgang continuó:

—Maryam… Katherine no estará para nada contenta con que le dejemos vivir, menos con que le nombremos.

—Tengo la certeza de que, si le cuidamos, bien podría ser diferente.

—Aun así, él sigue siendo un “no-deseado”.

Maryam agregó dejando la felicidad que tenía de lado, casi al romper en llanto:

—Aunque sea diferente, somos los únicos que sabemos de esto porque fuimos los responsables. Lo sé, lo siento, lo lamento… pero quiero nombrarle.

“Lágrimas falsas de un rostro que no hacía mucho que se estaba riendo”, pensó Rey sin siquiera tener que levantar su cabeza para confirmar.

—Maryam, amada mía… —dijo Wulfgang—, para mí es triste, pero también real —Como quien cede a las súplicas—. No podemos darle nuestros apellidos, pero no me opongo a darle un nombre.

El licántropo se irguió en frente del bebé de ojos blancos.

—Pequeño, los nombres marcan el camino a la grandeza y el tuyo será Rey. “No-deseado” debe de ser tu apellido, seas bueno o seas malo… pero no puedo atreverme a ponerte semejantes palabras porque siempre que la sociedad conozca tus raíces, serás rechazado. Rey De-Heaven es el nombre por el que todos te reconocerán. Espero que algún día lo entiendas. Como padre, no puedo hacer más por ti.

El hombre lobo hablaba como alguien que se encontraba destrozado en su interior, alguien que con cada palabra que de su boca dejaba escapar le acompañaba una lágrima que caía al suelo. El sonido de las lágrimas del licántropo hizo que Rey sacará su cabeza de entre las piernas. La escena no le gustaba, todo le sonaba ficticio y sin sentido. El licántropo arrodillado en el suelo reflejaba tristeza en su rostro, como si se fuera a morir. Por otro lado, la vampira miraba al techo y reía a carcajadas, también como si se fuera a morir.

—Fang, aunque siempre ría a tus espaldas y lleve en mi rostro esta sonrisa falsa. Lejos de estar bien, estoy destrozada por dentro… Adueñarme de tu corazón me llevó al punto de incluso tener que maldecir a uno de mis descendientes por el resto de su vida y si tienes que matarle, ¿te lo perdonaría?, ¿o me perdonaría a mí misma?... Desconozco la respuesta. Pero, por otro lado, estoy feliz. Viendo la vida desde otra perspectiva, te habría ido igual, sufrirías lo mismo en las manos de aquella anterior a mí… de tu primer amor. Solo entiende que los años no cambian al corazón, tampoco la necesidad de querer tener control —dijo mientras observaba cómo su marido se desplomaba de a poco y ella estaba a su lado para ayudarle.

Rey seguía sin levantar la cabeza, las palabras y acciones se mostraban como patéticas excusas a los oídos del pequeño que nadie podía ver. Tras retomar el aire y sin poder tolerar aquella obra de teatro, se levantó, dio su espalda y se acercó más a la salida de la habitación. Nada de lo que esos dos hicieran le harían cambiar la percepción de que ellos estaban dispuestos a matarle y la pregunta con la cual el pequeño mantendría su cabeza ocupada por el momento era: “¿quién más se propondría a matarme?”.

En la sala estaban preocupados y, como era usual, siempre hacían un ruido confuso de gritos y voces para pedir explicaciones a la sirvienta que solo sonreía mientras bloqueaba las escaleras.

Rey pudo escuchar tres palabras pronunciadas por el Gran Mago Sabio.

—Silvia, déjales entrar.

Y vio a la sirvienta apartándose cual si el comentario fuese una orden indiscutible. Para él fue un tanto extraño, pues era la primera vez que el anciano le hablaba a Silvia directamente. Rey también vio cómo los presentes ignoraron el comportamiento tan estricto de la sirvienta ante las palabras del flacucho y, ansiosos, subieron por las escaleras e invadieron el cuarto matrimonial para encontrarse con tres pequeños vivos y enérgicos. Ahí también estaba la vampira que regresaba a la cama y amamantaba a dos de ellos, mientras que el padre se preocupaba por sostener correctamente al que con sus brazos cargaba, como alguien que no quería romper algo delicado entre sus brazos toscos.

Quienes recién llegaban al cuarto inspeccionaban con sus miradas y después miraban al licántropo o a la vampira al rostro para, acto seguido, volver a mirar a los bebés, como si quisieran distinguir quién se parecía más al padre o cuál se parecía más a la madre. Katherine y Miján desaprobaron con el rostro. La felicidad del resto duró hasta que Ehimus lanzo una pregunta al aire:

—¿Cómo se llaman?

Katherine, quien tenía sus ojos clavados en el pequeño que Wulfgang cargaba, volteó su rostro en dirección a la elfa como si ella estuviera cometiendo un crimen por hablar. El pequeño que nadie podía ver entendía que los nombres eran un tema delicado y no se debía tocar con tanta trivialidad. No hacía mucho, sus padres estaban casi al borde del arrepentimiento por semejante interrogante. En la abarrotada habitación, pudieron escuchar las delicadas palabras que Maryam utilizó para responder a la pregunta de la elfa. Orgullosa, la madre señaló a cada uno de sus hijos ahí presentes.

—Él es Rey, Dante Lobato y Jhades Priovam.

Katherine preguntó cuando escuchó que la criatura que Wulfgang cargaba tenía nombre:

—¿Herma?...

—No sé si escuche bien, pero a uno le falta apellido —interrumpió Ehimus quien, como niña, no titubeaba en preguntar cada vez que sentía curiosidad, incluso si tenía la mirada encendida de la vampira musculosa encima de sus hombros.

Ante el comentario, la mayoría de los presentes agacharon la cabeza. Desviaron sus miradas como si no supieran cómo comenzar una explicación apropiada. El ambiente estaba tenso. Rey bordeó la habitación, como un cazador atento. Dejando de lado sus sentimientos, sabía que ese era el momento en el que podía distinguir entre enemigos y los que no. Él quería ver detalladamente las expresiones en los rostros de los mayores.

Miján fue el primero en romper el silencio y empezó:

—Hay algo que deberías saber…

Rey le vio en el rostro la intención de explicar tan bien como sus capacidades se lo permitían. Dos palmadas de sus manos hicieron a la máquina flotante aparecer y mostrar imágenes cambiantes.

—El oscuro pasado de muchas especies. Cuando a un hijo no se le da apellido es un hijo ilegítimo, un bastardo, como cuando nacen producto del incesto entre familiares u otras relaciones fuera del linaje matrimonial…

Ehimus, sin poder aguantar el quedarse callada, interrumpió la explicación con un grito chillón al mismo tiempo que agitaba sus brazos de un lado a otro:

—¡Pero ellos ni son hermanos ni comparten el mismo linaje y si están casados!

Katherine, poniendo su mano sobre el hombro del elfo de luz para que se calmara, continuó por este:

—Sucede lo mismo en caso de la reproducción entre distintos linajes. Un híbrido no es reconocido como hijo legítimo porque tiene más probabilidades de llegar a convertirse en un De-Bastadores y una mancha para la historia. Debe ser eliminado sin remordimiento en el momento de nacer y no nombrado, mucho menos apellidado. Los De-Bastadores, de una forma u otra, siempre terminan trayendo muerte a los cuidadores y quienes le rodeaban.

Ehimus, confundida, volvió a preguntar:

—¿De-Bastadores?, ¿o Devastador?

Heroclades, con tono neutral, dijo:

—De-Bastadores, aberraciones carentes de razón. Criaturas deformes mentalmente o físicamente. Retardadas monstruosidades que no discriminan el uso de sus poderes destructivos. Muchos han nacido y viven protegidos bajo el manto del linaje que no los acepta como miembros legítimos, ya que sirven como armas viciosas que clavan sus dientes a quienes no reconocen como dueños. Por siglos estas criaturas son abusadas, luego desechadas o simplemente ofrecidas como mercancía de un lado a otro.

Miján continuó:

—Como decía… Si no comparten la misma sangre o linaje y tienen hijos, los ancianos repudian que se le ponga el apellido familiar, a no ser que se compartan las características del linaje, que son el color de los ojos, las características del cuerpo o el pelo. En caso de que se les deje vivir, se le recomienda a los padres y guardianes prestar especial atención al proceso de desarrollo.

Ehimus volvió a preguntar:

—¿Proceso de desarrollo?

—Sí —respondió Miján—, mientras crecen tienen ataques violentos, cantidad anormal de poder o fuerza, disociación de la realidad, percepción distinta de sonidos, dificultad de aprendizaje y sentido de superioridad. Son indicadores principales que determinarán si la cría puede convertirse en un De-Bastadores.

Rey vio a Ehimus colocarse las manos en la cabeza. Ella tenía cara de estar mirando al otro lado de la habitación como quien escuchaba sin escuchar:

—No puedo entender nada de lo que me dices —dijo la elfa.

El elfo de luz miró directo a las imágenes que proyectaba su máquina, pareció repasar mentalmente todo lo que se había dicho. Luego, puso su mano en la cabeza de la pequeña verde y dijo:

—Todo este tiempo me llevó darme cuenta. ¡Mm, hmn! Eres un caso perdido. La dieta estricta de vegetales atrofió tu cerebro.

Las últimas palabras de Miján no sonaban como palabras ofensivas para la joven de ojos blancos, pero algo en su interior le decía que el elfo de luz estaba usando una manera educada para ofender. Rey volteó su rostro, y la expresión en la cara de Ehimus se lo decía todo. Era una ofensa, aunque no sonara de manera ofensiva.

Justo antes de que la pequeña verde diera todo un berrinche, Heroclades intervino. Se le veía el rostro de alguien, decidió a tratar de explicar la situación a su manera.

—Si un humano tuviera los ojos o el pelo verde sin cargar consigo el apellido de un elfo, ¿no sería extraño?

La elfa, disociándose de la furia que le provocaron las palabras de Miján, asintió con su cabeza y dijo:

—Cualquiera de las razas élficas le ejecutaría. Como reina tuve que dar mi consentimiento de ejecución en esas ceremonias. Ellos fueron el producto de violaciones contra mi especie y como tenían casi las mismas habilidades de nosotros, eran usados en nuestra contra en el campo de batalla.

Heroclades continuó:

—Ahora. ¿No crees que lo mismo sucedería en el caso de alguien que no fuera portador de ojos azules o rojos y cargará con el apellido de alguna de las dos especies?

Rey asintió con su cabeza; aunque la explicación no había sido dirigida a él, le quedó bien en claro que, al menos, no cargar con un apellido le ahorraría algunos enemigos en el futuro.

—¡Hm-hm-hu-hu-hu-ha-ha! Ahora entiendo… sabía que no podía ser tan complicado. Por otro lado, toda una gran noticia es lo que me acabas de dar. Después de todo, no era un error el no apellidar a la criatura. Heroclades, puedes recibir mis elogios… Miján, no eres lo suficientemente inteligente para explicar conceptos difíciles de una manera fácil —dijo la elfa valiéndose de un tono altanero y totalmente opuesto al que ella solía usar.

Miján no pudo soportar la acusación y, en un arranque de ira, le lanzó lo primero que tenía al lado. Ehimus, regresando a su comportamiento alegre, esquivó el golpe que le arrojó el elfo de luz para después continuar.

—Entonces, el pequeño del medio, ¿si no se convierte en un De-Bastador se convertirá en un “cazador como los humanos híbridos que cazaban a mi pueblo?

Wulfgang, tras dar un suspiro porque la elfa terminó escondiéndose detrás de él, continuó:

—Esa es otra de las razones por la cual existían vampiros y licántropos atacándonos junto a los “cazarrecompensas'.

Tras las palabras del lobo, Rey recordó que el Gran Mago Sabio en su cuento había mencionado a los vampiros y licántropos atacando a la pareja en el día de su casamiento. El pequeño también notó que, a pesar de que todos supieran la verdad, ninguno de los presentes le miraban con miedo.

Ehimus, aun pensativa, arrojó cuantas preguntas que se le pudiesen ocurrir:

—¿Y sobre la encarnación de ese tal Leonel?

—Las encarnaciones pierden las memorias de sus vivencias pasadas —dijo Maryam—, debiendo así seguir el curso natural de su existir, aun después de morir una y otra vez. Este curso los hace más peligrosos e impredecibles. Recuerda que Leonel era hijo legítimo. Pero, en este caso, híbrido de dos linajes tiene más tendencia a nacer defectuoso ante una tarea que no pude resolver o un poder que no puede controlar, queda siendo un cascarón lleno de ira, sin racionalidad, táctica o estrategia. Una criatura en la cual solo el placer de saciarse le mantendrá con vida. Un verdadero De-Bastador capaz de eliminar todo a su alrededor.

Una vez los murmullos y curiosidades se asentaron, Rey veía cómo Wulfgang aún le cargaba como un padre que procuraba cuidar la vida de su hijo en caso de que alguien quisiera hacerle daño tras verle diferente. El lobo volteó el rostro hacia Heroclades, también miró a los ojos a los demás que estaban presentes.

El entrenador de piel bronceada levantó su dedo gordo y lanzó una despreocupada sonrisa de alivio como para animar a Wulfgang. En respuesta, el licántropo también intentó mostrar un rostro aliviado de quién no quería preocupar a ninguno de los presentes. Los mismos que, por el momento, según la observación del pequeño que nadie podía ver, no parecían preocuparse de los malos presagios o el futuro de un hijo no legítimo.

Rey volteó su rostro ante la voz de Katherine, quien habló con tono de incomodidad que le hizo recordar que era ella la única del grupo que había mantenido sus ojos clavados en el bebé que el licántropo cargaba:

—No puedo entender el dolor que ustedes dos sienten en este momento —Tras hacer una pausa, la vampira musculosa observó en dirección a su hermana—. Tampoco culpo a Fang de encariñarse con la criatura después de darle un nombre. Pero sí te culpo a ti, Maryam. Sabes que, por regla de la vida, la madre tiene el deber de apagar la luz de la llama que trajo al mundo… Aun así, no lo hiciste. ¿Por qué?

—Tengo mis razones… Pienso esperar hasta la iniciación. Ese será el mejor momento para decidir si matarlo o dejarle vivir.

—Entonces deja que sea yo quien haga lo que no puedan ser capaces de hacer —dijo Katherine—. No necesariamente tienen que esperar; en el momento que su hijo bastardo pueda representar una amenaza, con una orden será suficiente para cortarle la cabeza…

Rey levantó su mirada, tragó en seco y se pasó la mano por el cuello. El filo de las palabras de la vampira musculosa le trajo como recuerdo la inmensa espada que cargaba y, por ende, se imaginó a dicho instrumento cortándole de tan solo un sablazo. El pequeño entendió que, a pesar de su padre y de su madre, ahí estaba alguien más de quien se debía cuidar.