Fantasía
Una casa y cinco jóvenes
Chapter 19
Jódeme bien adentro
—Después de que caminaste por la casa en camisón y sin nada puesto debajo, llegaste hasta la sala en donde estábamos todas gritando de placer, ¿no es así? —preguntó Elena dándole con el consolador de su arnés por el culo a Sam sin perder el ritmo.
Aún, después de tanto tiempo, Rey seguía creyendo que follar y hablar al mismo tiempo era una tarea impresionante. No obstante, Arte, dándose con sus dedos con furia sobre su enorme clítoris, se tomó su tiempo para responder:
—Sí, en verdad me daba curiosidad saber lo que estaba sucediendo con ustedes para que gritaran tanto…
—¿Lo que estaba sucediendo? —respondió Elena—. No era que estuviera sucediendo algo en particular. Siempre nos calentamos con drogas antes de tener sexo duro y violento. Ahora que estás aquí y eres parte del grupo… ¿Por qué estás tan indecisa a unírtenos?
—Tal vez porque creo que puede dolerme mucho… — respondió Arte.
—Mmmm, aun así, por mucho que duela, no creo que se compare con todo lo que podrás gozar, —continuó Juliet, hablando de debajo de Samantha—. No considero que una chica tan valiente como tú, esté asustada de una verga. Eres de las posesivas, no es así. ¿Quieres a este macho todo para ti solita? Será que todas las trigueñas de esta casa tienen las mismas tendencias.
Samantha iba a protestar ante el comentario, pero ella ya no era una mojigata que reclamaba y daba razones por las cuales podría ser lo contrario. Simplemente, se quedó callada y reconoció como era su personalidad, puesto a que en un principio ella actuaba de la misma manera. Quería que Rey le eligiera a ella por encima de todo lo que podía disfrutar, pero si amor era mostrar fidelidad incondicional, entonces en donde quedaba el egoísmo de estar condenado a no poder amar a nadie más.
Arte dio un pequeño brinquito en la cama, de alguna manera la pelirroja había dado en el clavo de la conversación y estaba tocando varios puntos sensibles. —No me molesta compartir con ustedes —dijo un tanto nerviosa.
—¿Qué? ¿Acaso estás segura de lo que dices? —la rubia lanzó dos preguntas confirmatorias. —No dejes que los celos te lastimen, debes resistirse. Con el tiempo y las experiencias entenderás que son emociones que puedes dejar ir porque no pueden controlarles.
—Pero… pero quiero que sean ustedes los que tengan la iniciativa. Por alguna razón no puedo decírselo. —respondió Arte tras reunir todo el valor que pudo en ese momento.
—Mnnnn, esa es la mentalidad de una Sissy. Necesitas que los demás te maltraten, abusen de ti para que así tu mente entienda quién es quién manda. Siendo extorsionada toda tu vida para tener sexo se te ha quedado bien dentro, supongo. Cuando te enteraste de que todas en esta casa vimos tus fotos y tus videos siendo abusada, te pusiste contenta, ¿no es así? ¿Estabas esperando a que usáramos ese poder? ¿Que te dijéramos que ahora eras nuestra pequeña puta sucia? —Arte guardó silencio, pero aumentó la velocidad de sus dedos ante las palabras de Elena—. Tienes que aprender tu lugar en esta casa, tienes que entender primero que eres una más. Ya después podremos jugar a lo que quieras que juguemos. Después nos reiremos en tu cara cuando estés siendo humillada, de tu llanto y tus lágrimas. Para serte sincera, yo y las chicas estábamos esperando a que llegaras, pues tenemos muchas mejores ideas para martirizar tu existencia que harán parecer a esos gordos grotescos que solían cogerte el culo, pequeños niños de cuna.
—¿Cómo qué? —preguntó Arte, abriendo aún más sus
piernas y dándose más duro.
Samantha se sintió celosa, por alguna razón el no ser la única con la iniciativa de querer ser gobernada y sometida le hacía poner en duda su función en el grupo.
—Bueno, aquí en esta casa, cada chica tiene su especialidad y todas tomaremos turnos para entrenarte en lo que somos mejor.
Primero Juliet, ella se encarga de supervisar y extender al máximo tu garganta hasta que se vuelva tan profunda como la de ella y puedas lamer con tu lengua los huevos de Rey mientras tiene toda su verga llegando hasta el estómago y no puedas respirar. Aunque ese trozo de carne duro y venoso sea muy grande para tu boquita delicada y linda, tendrás un castigo asegurado si te resistes o dices que no puedes. No te preocupes a Juliet no le importas que vomites siempre y cuando limpies lo que ensuciaste con la lengua. Vas a lamer y chupar todo lo que ella te mande a hacer, tan solo porque ella es la que manda y tu una simple basura humana. Hacerle feliz a ella, te hará igual de feliz a ti. Luego le sigue Samantha, quien hará de tu culo todo un juguete, hasta que incluso estando de pies y caminando por la casa lo tengas abierto. Ella te va a convertir en lo que verdaderamente eres, en lo que toda tu vida has querido ser, un culo sin final que se lo traga todo y joden bien adentro. Con ellas no vas a usar pantis, vas a ver que te va a encantar más tenerlas metidas dentro de tu culo, sexy, caliente y redondo que cubriéndolo. Sí, se sentirá como tener una colita colgando de tu trasero abierto de tanto entrenamiento, pero si con eso no es suficiente, la humillación y el dolor vendrán en cantidad generosa por parte de su lado masoquista. Y yo seré la entrenadora de tu coñito. Que esa cosita linda y cerradita termine tan hambrienta como cualquier animal que no comiera en toda su vida. Solo tienes que lanzarte y decirnos… Jódeme bien adentro.
“Primera vez que las palabras de esta rubia me vuelven loco. Pero, el morbo y la excitación de Arte tiene que estar aún más lejos que estos sentimientos míos, puesto que ella es el foco de todos estos tormentos y ya ha pasado un buen tiempo cerca de mí…” Pensaba Rey, bombeando con su verga dentro del puño apretado de Elena. “Siendo contaminado por urgencia que, al contrario de antes, ahora puedo controlar. Mismas que con el tiempo se acumulan y no dejan que nadie en su sano juicio piense con claridad.”
Sin poder contenerse, enloquecido por lo que estaba escuchando, Rey agarró su miembro y pasándolo por debajo de las piernas de Elena, de una, lo adentro en la boca abierta de Juliet. Con mayor agresividad, el joven se folló la boca de la chica tomada desprevenida.
Samantha se sentía bien, de cierta forma su autoestima estaba resucitando puesto a que tenía otros puntos fuertes de los cuales se podía sentir orgullosa. Cuál si fuese un discurso motivacional con tal de seguir viviendo tan fuerte y profundo como la vida se los permitía, las palabras de Elena llegaron a tocar bien dentro de quienes escuchaban. Incluso Juliet soltó a volar sus fantasías con todo lo que aquellas tres chicas pretendían hacerle al quinto individuo del grupo. Sintiendo el fuego encendido de la pasión en su cuerpo, tanto que movían sus culos para sentir con más intensidad las sensaciones que experimentaban en sus partes pudorosas.
A una esquina del pequeño sofá, Arte permanecía sentada con sus piernas bien abiertas y el pecho agitado. Una chica normal hubiera pensado en meterse sus dedos por el coño, pero como ella no era cualquier hembra, procedió a meterse su mismo clítoris en el coño. Arte, metiéndose el órgano de placer por el agujero vaginal, decidió aprovechar para también meterse dos dedos en el culo. Ella quería hablar, no podía deshacer el nudo que tenía en la garganta. ¿Tal vez Elena estaba en lo correcto?
¿Tal vez ella tenía que ser maltratada para disfrutar del sexo?
Los cuatro presentes, de reojo, pudieron ver lo que Arte se estaba haciendo, pero decidieron seguir el juego y hacer como si no hubiesen visto nada fuera de lo normal.
—¡¡¡No puedo creer que quieran hacerme suplicar!!! —dijo Arte un tanto frustrada.
—Arte… —dijo Sam—. Nosotras pudimos escuchar que estabas probando la verga de Rey. No digas que no la tuviste entre las piernas hace un momento. ¿Por qué te sigues resistiendo a pedir lo que quieres? Además, ¿recuerdas ese día… entre tú y yo?
—Mnnnn, ‘ese día’, —dijo Juliet con una voz bien interesada—. Cuenta, cuéntanos, por favor…
—Noooo, que me da vergüenza… —dijo Arte.
Respirando y mirando de reojo a Elena, quien era maestra en revelar secretos y decir las cosas privadas de los demás, Samantha promedio a hablar. Como si le estuviera enseñando el progreso que había desarrollado a su maestra, la trigueña dijo;
—Recién, cuando nos mudamos a vivir en esta casa, yo aún no estaba muy acostumbrada con el orden de las habitaciones y entré al cuarto del Arte sin querer. Con mis ojos pude ver cómo ella tenía su culito precioso bien levantado. Estaba en cuatro patas, sobre su cama, usando un tanga negra echado a un lado, como si estuviera esperando a alguien en particular. Por la tanga y por su posición no dude en preguntarle si tanto le gustaba que le dieran por detrás. Ella respondió que sí…
—Mnnn, en esta historia que cuenta Sam algo no encaja. Arte, si estabas teniendo un momento de privacidad, porque no te enojaste y sacaste a Samantha de tu cuarto —Elena interrumpió la conversación de su amiga—. Eso es lo que tal vez yo hubiera hecho…
—No creo que gritos y violencia pueden arreglar nada cuando todo lo que se tuvo era una simple equivocación de mi parte al dejar la puerta abierta —respondió Arte.
—Es cierto que no lo hice a propósito y que Arte no armó un escándalo. Pero, cuando me acerqué y me arrodillé detrás de ella, que le metí mi lengua en su culo, ella se alejó con rapidez un tanto asustada —agregó Samantha con la intención de defender a la chica en cuestión.
Arte, masturbándose el clítoris como una chica normal lo haría, decidió continuar el diálogo. —En ese tiempo me pareció que tal vez no eras tú. Te recuerdo como una chica poco liberal y bastante tradicional que tal vez me hubiera ofendido y humillado al estar haciendo ese tipo de cosas en mi propia habitación a escondidas. Una vez que sentí tu lengua entrar y quedarse ahí durante unos segundos, me pareció extraño… tanto que fue lo que me sorprendió.
“Con que esa era la razón por la cual ustedes actuaban tan tenso el uno al lado del otro no hacía mucho,” se dijo Rey, calmando su libido por un rato puesto a que la conversación lo ameritaba.
—Sí, hasta yo estaba sorprendida de mí misma, por eso me marché corriendo sin decir nada y pretendí que nada había sucedido. —Término Samantha con algo de pensar en el tono de su voz—. Más, hoy, cuando hablé contigo en cierto, notéque estabas usando el mismo tanga.
—¡Oh! —exclamó Juliet, como si predijera que algo bueno estaba por ser revelado.
—Esa tanga, es de la suerte, ¿no es así? —dijo Samantha, poniendo en evidencia a Arte.
—¡Un ‘atrapa novios’! —exclamó Elena divertida—. Awww, qué linda, entonces desde ese tiempo querías que Rey entrara en tu cuarto. Y en vez de introducir su dedo, tendrá que introducir su verga en tu agujero y literalmente no se podrá ir sin ti.
—No… —agregó Juliet, como quien quería defender—. No era una trampa para Rey, Arte seguro debía de estar excitada por la incertidumbre de no saber qué iba a pasar…
—Tiene más sentido, —Elena sacaba conclusiones—. Si asumimos que él empinaba su culo al aire, expuesto y abierto cada vez que se masturbaba, entonces lo hizo muchas veces a decir la verdad.
—¿Por qué lo dice? —preguntó Juliet antes de seguir tragando verga.
—Siempre tenía un cesto lleno de papel higiénico con semen que votaba cada dos días —respondió Samantha con expresiones morbosas.
—A… decir verdad… —dijo Arte con tal de aclarar la situación—. Que me lamiera el culo me calentó muchísimos. Incluso creí que Sam estaba divulgando rumores que no eran ciertos para preparar a los miembros del grupo y ponerles en mi contra en caso de que lo usara como carta de chantaje.
—Samantha, ¿en algún momento te sentiste enojada con Arte? Si fue así, ahora puedes decírmelo y pedirle perdón si te hace sentir mejor —dijo Rey a modo de sugerencia.
—No creo que estuviera enojada con Arte, de hecho — presionando más su culo contra las caderas de Elena para que la verga plástica se le hundiera más—. Verle en esa posición, sentir el olor y el sabor de su culo me hizo regresar al pasado y despertó toda la libido que había permanecido dormido en mí por un buen tiempo.
—Yo tampoco me enojé contigo, sino que dicha situación me hizo tener valor para darte el frente y hacer lo que quisiera más seguido.
—Entonces, Samantha… —dijo Juliet con picardía en sus palabras—. ¿Estás admitiendo que te gustó lamerle el culo a Arte?
—Sí —respondió Sam con una sonrisa libidinosa—. Pero no solo su culo, sino que todos los culos de esta casa son encantadores y especiales a su manera.
—Awwwh… —dijo Elena, quien, por su posición erguida, al igual que Rey, pudo notar a Arte metiéndose los dedos con mayor profundidad en su trasero al mismo ritmo que se cogían el culo de Sam.
Los presentes sabían que Arte no está acostumbrada a pedir por qué se la cogieran, y esa mentalidad sumisa era lo que más le gustaba a todos. Ella estaba al romper, al hacer algo que no había hecho antes, a ser una mujer con los ovarios bien puestos y luchar por lo que quería.
Los gemidos guturales de Juliet mamando verga se hacían escuchar, pero ella también puso de su parte para contar sobre algo que le había llamado la atención.
—Ya que nos estamos confesando, —dijo la pelirroja mientras apretaba su cara contra la verga que hacía fricción en el clítoris de Samantha—. ¿Saben lo que me pasó a mí un día con Sam?
Un nuevo nombre había sido mencionado en el lugar. Elena respondió:
—Puedo imaginármelo.
—Cuando el hambre no me daba más, me levanté y salí de mi habitación camino al refrigerador. En medio de la noche, ahí estaba Sam metiéndose el pepino más grande de la nevera por el culo. Obviamente, no quise interrumpir el momento o preguntar por detalles, así que me marché.
—Y ¿cómo supiste que era su culo? —preguntó Elena, curiosa por escuchar más detalles, sintiendo la relajante vibración que hacían los dedos de Rey sobre su clítoris.
—Así de cerca estuve sin ser notada… —respondió la pelirroja.
Sam pudo recordar que varias veces en la noche se había despertado tan caliente como para ir a la cocina y sin siquiera regresar, ahí mismo levantar la pierna y meterse lo que encontrara por su culo casi que completo, para pasar a darse con ganas. Ella disfrutaba tanto del momento que no le preocupaba pesar si alguien le veía.
—¿Y desde cuándo empezaste a meterte cosas por detrás? Debo confesar que me sorprende mucho que seas capaz de recibir por el culo la verga de Rey y el dildo que lleva Elena puesto — dijo Arte—. No me tomes a mal, pienso que más bien tuviste suerte al haberte preparado bien el culo.
—Todas las noches que me daban medicamentos para dormir… em… amanecía con el culo destrozado, —dijo Samantha con mucha naturalidad—. Después de un tiempo, a mí misma me daban impulsos de sentir algo en mi cola para poder amanecer confortablemente y despertar feliz. No me tomes a mal, a pesar de todo el entrenamiento que he tenido, cuando la verga de Rey invadió por primera vez mi culo, creí que me moriría. Pero al tomarlo como un reto y con la ayuda de Elena, pude conseguir que me entrara hasta el final.
Los presentes guardaron silencio, más preguntas al respecto serían innecesarias y tal vez traedoras de malos recuerdos. Respetando el contexto y las memorias que podía haber tenido la trigueña, ellos actuaron con la misma naturalidad que ella reveló semejante información.
—Mmmm, en verdad me encantaría mucho conseguir que me entrara hasta el final como a ustedes —insinuó Arte mirando la verga de Rey.
—Si lo deseas con todas tus entrañas, corazón y alma, esa verga, por grande que sea, podrá entrar hasta el final de tu cuerpo —dijo Juliet, pues del grupo era la que más había tenido miedo de entregar su coño siempre virgen.
“Menos mal que nadie me pregunta algo al respecto, después de todo, nunca vi nada de lo ciego y denso que era. Nunca quise ligar sexo con amistad por miedo a romper algo más profundo que se pudiera crear entre nosotros”, pensó Rey. “Y creo que para ellos fue igual. Sí, quienes están aquí presentes han tenido una vida rota de soledad, algo que nunca les valió la pena sostener. Pero, cuando nos encontramos y propusimos vivir juntos, creo que eso nos hizo felices a todos. El tan inmenso vacío en nuestros corazones se llenó, lo sé, porque creo que, en mi corazón, ese espacio fue ocupado por ellos. Y al igual que yo, en su momento, no quisieron contaminar el lazo… perder nuestras mentes por no poder controlar nuestra lujuria…”.
Por la conversación y la agresiva masturbación, Arte ya tenía el coño chorreando fluidos vaginales, y el culo bien abierto.
—¿Te animas? —le preguntó Elena a Arte usando un tono de voz ronroneante.
—Si dices que sí, vas a experimentar cuán caliente está esta verga que raspa mi clítoris, o la que me tiene el culo rellenado, —dijo Samantha—. Cuando Rey o Elena te empiecen a coger, yo te garantizo que suplicaras para que no se detengan, al menos, no hasta que tus intestinos se llenen de leche hirviente, o que no puedas sentir tus piernas.
Arte entendía que, desde ese momento, ninguno de los cuatro individuos que estaban teniendo sexo le iba a suplicar más. Ella, abarrotada de excitación y ganas, finalmente entendió que, si quería, tendría que ir personalmente a buscarlo o pedirlo. Cosa que le hizo acercarse a Samantha, quien estaba en cuatro sobre Juliet en la posición del sesenta y nueve y decir tímidamente las siguientes palabras:
—Quiero probar verga…
Elena, con una sonrisa en su rostro, sacó el consolador del culo de Sam y con disposición se lo dio a probar a Arte. Esta última cerró sus ojos, abrió bien grande su boquita y tras adentrarse el glande entre los labios, dio un apasionado chupón a la punta del objeto plástico que recién había abandonado las entrañas de la trigueña de pelo largo.
Desde abajo, quien había estado chupándole el coño a Sam con devoción, observó la cara de Arte con gentileza y alegría. Juliet no quiso decir nada, pues entendía que ella estaba tan excitada que finalmente pudo romper las sogas que le ataban.
Elena, entendiendo que ya era suficiente y sin querer dejar enfriar el culo de Sam, sacó su verga platica de la boca de Arte y la enterró nuevamente en donde estaba supuesta a ir. Mientras que Juliet volvió a continuar con su trabajo de limpiar todos los fluidos que salían del coño de Sam.
Arte, estaba como quien buscaba señal en ese momento, ella sabía que debía de pedir una vez más lo que tanto quería. Después de probar un dildo ¿qué se sentiría probar algo real? Ella, con sus ojos se lo preguntaba con pasión. Y con la boca le suplicaba a Rey quien era el poseedor de la única verga real del grupo. Parecía que no eran solo sus ganas de chupar verga lo que atrapaba la lujuria que sentía en su corazón y que se le mentía por los ojos, saliendo del cuerpo como fluidos vaginales y vapor corporal.
—Rey —dijo Arte—. ¿No crees que soy una chica muy desafortunada? ¿Por qué tengo que pedirte, con mi boca, que me consueles con tu verga? El calor, el sabor, la textura y el olor de tu verga, ¿me los podrías dar… todos ellos…?
A cuatro patas, como una perrita con el culo bien empinado y los ojos llenos de curiosidad, la chica de cabellos cortos puso su boca contra el culo de Juliet, puesto que esta era la zona más cercana con rastros de la verga de Rey. Tras sacar su lengua, Arte volvió a pedir;
—Quiero que me folles la boca… Rey… por favor…
Rey dio una sonrisa y tras sacar su enorme verga de entre las piernas de Elena, se acercó donde estaba el culo de la pelirroja y la cabeza de Samantha. Él aguantó la cabeza de Arte y tras dirigir la punta de su glande a los labios de la chica en que suplicaba, llevó la punta de su miembro al interior de semejante boca para comenzar a mover sus caderas.
La boquita de Arte era tan pequeña y estaba tan poco acostumbrada al diámetro de la verga de Rey, que este podía sentir como los dientes le provocan una sensación desagradable. Aun así, el chico continuó bombeando en la boca de aquella que finalmente le había pedido algo.
La cara de Arte se enrojeció, ella se estaba ahogando con tan solo el inmenso glande de la verga de Rey. Tan grande que una vez dentro, aun chocando con el cielo de la boca, casi que no quedaba espacio para que su lengua se pudiera mover. Ignorando su falta de aire y la posición tan incómoda en la que tenía su mandíbula, ella se dio cuenta de que era cierto que una verga real tenía un sabor diferente, uno más embriagante y suculento, sin mencionar que los fluidos segregados por las entrañas de Sam era totalmente diferentes al gusto que daban los de Juliet.
—Arte, aún no tienes práctica para complacer al chico que tanto quieres y deseas —dijo Elena quien utilizando su mano y avanzando su cuerpo, sacó la verga de Rey de donde estaba para llevársela a la boca y tragarse más de la mitad de tan solo una.
Sin siquiera gaguear, la rubia retrocedió su cuerpo y se sacó la verga de Rey de su boca con la sonrisa de alguien orgullosa por su proeza.
—Pero… no… podré aprender… si no sigo intentando, — Arte se quejó, inflo sus mejillas y refunfuñó cuál si fuera alguien que le habían quitado una golosina.
Elena se sintió tentada a iniciar todo un debate con Arte, pero eso solo traería más conversación sin sentido a una situación en la cual todo lo que interesaba era el placer sexual. Si ella se ponía en la situación de Arte, no era que no hubiera pasado trabajo para asimilar semejante verga por los tres agujeros de su cuerpo, pero dicho logro había sido obtenido por un duro entrenamiento y determinación a encajarse semejante monstruo sí, o sí. Dejando pasar el diálogo, la rubia le dio una nalgada a Samantha al mismo tiempo que empleando su mano levantó hizo que Juliet se saliera de donde estaba.
Entendiendo las intenciones de Elena, Sam y Juliet atacaron a Arte y se le arrojaron encima.
—No es que sea tan paciente y, ya que pediste lo que quieres, voy a enseñarte la manera de entrenar tu boca hasta que obtenga lo que necesita para complacer a Rey —continuó la rubia.
—¿En verdad es esto necesario? —preguntó Arte con un rostro avergonzado.
Caminando de rodillas, como un luchador, Samantha uso el peso de su cuerpo y de varios movimientos tumbó a Arte sobre el sofá, de modo que quedó bocarriba, con las tetas expuestas y las patas abiertas. Acto seguido, la trigueña puso su coño sobre la cara de Arte para silenciar cualquier reclamo que pudiera hacer.
Sin demorar mucho, Arte no sigo hablando para comenzar a chuparle el coño a Sam con los deseos más intensos que nunca había tenido por otra mujer. Sentirse sometida le hacía reaccionar apasionadamente.
—¡No te atrevas a chupar! —demandó Juliet quien se incorporaba—. Abre la boca y lame como una perrita que eres. No me importa cuánto te duela la lengua, seguirás lamiendo hasta que Samantha se sienta satisfecha.
La pelirroja, con voz estricta, le pasó por el lado a Sam y no dudó en quedarse con las tetas de Arte para inspeccionarlas, saborearlas y manosearlas todo lo que se le antojaba.
“Es bueno que estas tres tengan algo nuevo con lo que se quieran entretener,” se dijo Rey, con la verga palpitante, sintiendo la brisa del aire, haciendo contacto con los fluidos que le cubrían el miembro erecto.
Mientras que Sam cabalgaba el rostro de Arte y Juliet le chupaba las tetas, Elena decidió ponerse en cuatro para buscar y apreciar el clítoris que desde hacía tiempo ya le volvía loca y deseaba. Por otro lado, Rey no pudo evitar hacer espacio y enterrar su verga al culo de la rubia que se le ofrecía tan contoneante que desde hacía unos minutos le tenía los huevos a punto de ponerse azules.
—¿Cómo se siente ser recibida de vuelta en la casa? ¿El coño de Samantha? ¿Las manos de Juliet? ¿La boca de Elena? Esos gemidos lindos que sueltas me están dando la respuesta — dijo Elena, al mismo tiempo que veía cómo Arte le metía la lengua por el coño a la trigueña que casi que se la sacaba por la boca.
No fue del todo sorprendente para los presentes que Arte estuviera disfrutando con tanto placer de un coño femenino. Menos para las chicas, pues ellas mismas experimentaron las mejores experiencias de sus vidas cuando el morbo fue el suficiente como para animarse a tener sexo lésbico por primera vez. Tanto Sam, Elena y Juliet recordaron cómo el estómago se les quería salir y la calentura se las comía por dentro justo antes de probar un coño.
Todo le había resultado tan repentino, antes de que se diera cuenta, Arte ya estaba entre las piernas abiertas de una preciosa chica. Si bien, cuando se convirtiera en mujer, a ellas nunca se le pasó por la cabeza disfrutar del sexo con otras mujeres, estar ahí y probando un coño, sintiendo su pecho tocado y su clítoris chupado le hacía cambiar de perspectiva. Arte sabía que la oportunidad de hacer lo que estaba haciendo, estar en el mismo lugar junto a cuatro cuerpos jóvenes desnudos, eran nulas si el mundo no estuviera como estaba. Le hacía pensar que; por mucho amor y posesión que sintiera ante la persona que amaba, si esa misma persona le brindaba la experiencia que estaba teniendo en el momento, ¿por qué rechazarla? La lengua ya le dolía, pero su sed de coño aún permanecía en aumento. Sí, ella ya estaba queriendo coño y vergas por igual. Tanto que renunciaba a pertenecer a alguien, a tener preferencias. Pensar que podía terminar en la cama con todos al mismo tiempo y compartir amor, perversiones, fogosidad y momentos intensos todos los días, era algo que el amor incondicional a una persona no le podría dar jamás.
—Yo era quien tenían que encargarse de entrenar tu coño, ¿no era así? —dijo Elena con una sonrisa maquiavélica.
Aunque Arte escuchó las palabras de aquella chica, no entendió qué significaban, o a qué había venido el comentario.
De un momento a otro, la rubia dejó de chuparle el coño de Arte para acercar sus caderas justo al sitio. Sin muchos rodeos y aprovechando todo el lubricante que había soltado el lugar al ser estimulado oralmente, Elena le tomó por la cintura y acerco su verga plástica a los labios mayores y profano el agujero que estaba bien escondido.
Los gritos de la chica aprisionada fueron asfixiados por el coño de Samantha, quien comenzaba a probar el morbo de sofocar los gritos de alguien siendo follado.
Rey pudo ver cómo la mitad del dildo que Elena llevaba puesto le había entrado de una, hasta la mitad, por el coño virgen de la trigueña de cabellos cortos.
—¡Qué clavada me has dado!… ¡¿Por qué lo hiciste?! —dijo Arte casi en llantos mientras sentía cómo la perpetradora de su coño le daba pequeñas embestidas.
—No te veo moviendo esa lengua… —dijo Juliet con tono autoritario tras azotar las tetas de Arte.
—¡¿Nunca te dije que me calientan las lágrimas?! — preguntó Elena con tono picaresco—. Para la historia, yo fui quien se quedó con la virginidad de tu coño. Hubieras dicho lo que querías y tal vez esto no hubiera sucedido…
—¿¡Es que no querían que pensaran que yo era una regalada!? —se volvió a quejar Arte, y por sus palabras también recibió un azote por parte de Juliet.
—¿Y cuál es el problema de ser una regalada con las personas que amas? —preguntó Elena.
—Si supieras que nos hubiéramos llevado superbién al principio —dijo Sam viéndose reflejada en la personalidad de la nueva chica del grupo—. Yo siempre quise ocultar lo puta que era. Como a cualquier persona, a mí me gustaba disfrutar del sexo, pero en mi mente ya tenía clavado demasiados prejuicios como para hacerlo libre y abiertamente… deja de pensar en lo que los demás puedan opinar de ti, sé la más puta de todas si es que quieres disfrutar.
—Es que… —algo iba a decir Arte, pero la verga plástica de Elena le entró aún más, al punto en el que ya estaba casi metida hasta la base del arnés.
Las embestidas de la rubia comenzaron a hacerse más fuertes, no porque ella quería hacer sufrir a Arte, sino porque ella quería disfrutar de la enculada que Rey le estaba dando. Ella gemía de placer. El morbo que recibía al estar penetrando el coño virgen de una chica transgénero mientras que se la cogían por atrás le resultaba indescriptible.
—Ops, tampoco te contamos que a Juliet le gusta la sangre —dijo Elena cuando abrió sus ojos y miró a la pelirroja chupando la sangre que dejaba salir el coño de Arte.
“No sé si Arte podrá aguantar. Me temo que estas chicas se han vuelto muy bruscas y tal vez olvidaron los límites de un cuerpo humano normal,” Pensaba Rey preocupado, cosa, que tan pronto se dio cuenta de lo que había dicho, se llevaba la mano a la cara y lanzó una sonrisa despreocupada. “¡Aaaah! ¿Lo que se han vuelto estas chicas? No, ellas no tienen culpa. Yo cree los medios, que a nadie le faltará la comida, las comodidades, ni un techo que les proteja. En este ambiente controlado, se activó el botón de autodestrucción que Samantha tan preocupada estaba.
Porque sí, lejos de haberme llamado ‘dios’, aún soy humano e imperfecto… Bienvenido seas a este reino, donde el sexo, el morbo, la lujuria y los placeres carnales quedaron perdidos entre los límites del amor. Donde la desnudes del cuerpo refleja lo que es el alma, donde si no te drogas, das el culo y recibes dolor como placer, no consigues llegar al orgasmo. En este reino, los valores fundamentales y la fidelidad a nosotros mismos se han perdido en la riqueza de compartir entre quienes son tus seres queridos. En este mundo que he creado, las fantasías se vuelven realidad…”.
—Creo que ya has experimentado mucho dolor, —dijo Juliet para acto seguido dirigirse a Rey, quien estaba detrás de Elena haciendo un gesto inusual, y besarle apasionadamente.
Rey regresó al presente y pudo sentir, de forma indirecta, el sabor a coño mezclado con sangre de Arte. Como él sabía las intenciones de la pelirroja, decidió poner sus pensamientos a un lado y segregar en su boca la mayor cantidad de saliva que podía generar para usar su habilidad de adormecer el dolor de las heridas.
Nuevamente, Juliet se volvió hacia el coño de Arte cargando en su boca la saliva de Rey y le hizo un oral mientras que Elena le embestía con fuerza.
Era difícil de creer para Arte, el dolor de estar siendo desvirgada se le marchó como si estuviera siendo lavado por la boca de Juliet. Con la desagradable sensación a un lado, el placer de sentir el roce que penetraba la fricción de un objeto que entraba y salía de su coño era mucho mejor de lo que se hubiera imaginado.
—Ufffff, que delicioso y rico… el dolor se marchó. ¿Qué me han hecho? —preguntó Arte, quien necesito cerrar sus piernas con la intención de aminorar la sensación de lo que se sentía como una explosión de placer.
—No te preocupes por saber cuándo tu trabajo es lamer — demandó Juliet.
Elena, divertida de ver cómo Juliet le habría las piernas a Arte para chuparle bien el clítoris, comenzó a moverse con mucha más fuerza. Como hembra que era, ella podía reconocer los signos y señales de alguien que pretendía evitar llegar al orgasmo y no lo iba a permitir.
Arte, por las embestidas tan violentas que siquiera le dejaban pasar su lengua correctamente por la raja de Sam, tuvo que suplicar en voz alta:
—¡Esperen…! ¡Deténganse…! Un momento… paren… paren por favor. No… no… ¡No!… Uffffff…
La rubia ignoraba las palabras de Arte, tanto que también contribuyó a abrirle las piernas y con aún más motivación, aumentó la fuerza y frecuencias de las embestidas, reconociendo que se le había hecho más fácil meterla hasta el fondo y sacarla por completo.
—Sí, este coñito estaba bien abierto para cumplir su propósito —dijo Elena divertida.
Juliet podía ver como el coño que chupaba estaba tan mojado que bañaba de fluidos blancos cremosos el dildo que entraba y salía. No era muy difícil para la pelirroja, que tenía el clítoris metido en su boca, notar cómo este órgano se retorcía como un gusanito tratando de salir del capullo en el cual estaba.
Samantha tomó a Arte por los cabellos y mientras empujo aquel rostro contra su coña, ella comenzó a restregar sus caderas para frotar su clítoris contra la cara inocente y delicada de una chica que casi estaba al borde de venirse.
Con la boca bien ocupada y casi sin poder respirar, Arte no podría darse el lujo de suplicar o pedir que se detuvieran. De vez en cuando y de cuando en vez, ella podía sentir cómo se le ponía la cara roja cada vez que le faltaba el aire contra el coño de la trigueña de pelo más largo que no le tenía piedad. Aun así, ella no dejaba de tragar fluidos vaginales o mover su lengua.
Elena podía ver cómo Arte tosía y casi que se asfixiaba sin poder limpiarse todos los fluidos que se le escurrían por la cara hasta llegarle a las tetas que se habían quedado bien paradas después del trabajo que Juliet les había hecho.
“Bueno… supongo que podría detenerlas…”, se dijo Rey, quien sacó su verga de dentro del culo de Elena con tal de escupir una cantidad abundante de saliva con tal de lubricar la zona, para volver a encajarla. “Pero no lo pienso hacer… después de todo, ¿por qué lo haría? Si no como de la mano de estas hembras no ganaría nada a cambio. Si detengo semejante situación es para yo protagonizar con la penetración y sodomizarla.”
Con intenciones de hacerle un regalo al culo de Juliet que se había quedado solo, Elena estiró su mano derecha lo más que pudo para primero acariciarle el coño a la pelirroja. Misma que sin dejar de chupar el clítoris de Arte, abrió sus piernas y empino su cadera con la intención de facilitarle a la rubia el camino para que le colara los dedos en el coño.
—Aww… pero mira a esta otra perrita como tiene el coñito solito y bien dispuesto —dijo Elena al mismo tiempo que aceleró el ritmo de sus dedos—. Arte, no sé si sabrás, como hombre podías aguantarte venirte, pero, como mujer, las cosas son otras… una vez abres las piernas te entregas a la merced de alguien más…
Elena hizo que sus dedos lubricados con fluidos vaginales y se adentraran en el culo de Juliet para después abrir el esfínter con sus dedos y mirar el agujero por sobre sus nalgas con una sonrisa de oreja a oreja. Juliet gimió por el acto, pero también meneó su cola de un lado a otro como agradecimiento.
Arte sentía un poquito de miedo, por lo que podía llegar a sentir en su primer orgasmo como mujer, pero como estaba a la merced de la rubia, no tuvo más remedio que arrojarse a experimentar algo nuevo. Apenas pudo hacer el espacio entre su cara y el coño de Samantha, ella dijo, —dame más fuerte, jódeme bien adentro—, entre gimiendo, con los ojos bien cerrados, imaginando que era Rey quien le estaba dando por el coño, para agarrar las nalgas a Sam y empezar a meter su lengua por el agujero del culo de esta.
—¡Así… sigue así! —dijo la trigueña de cabellos más largos al masturbarse el clítoris con mucha fuerza, mientras se enfocaba en sentir la punta de la nariz de Arte en su coño y la lengua de esta en su culo.
Aunque Elena quería dar más duro para satisfacer las demandas de Arte, ya casi que no podía, pues se sentía agitada y le faltaba el aire. Rey, dándose cuenta de esta situación, levantó con sus brazos el cuerpo de la rubia y sin tener ya a nadie en el medio, metió su verga en el coño de Arte. Con sus fornidas manos y dedos casi titánicos, el chico agarró las piernas de Arte y las separó aún más para hacer el espacio que necesitaban sus caderas.
A pesar de haber sido apartada, la rubia tenía una sonrisa en su rostro cuando pudo ocuparse con más libertad del coñito expuesto de Juliet aún en cuatro. Saber que Arte estaba a punto de experimentar cómo su vagina era golpeada con las estocadas de la verga de Rey, era todo lo que necesitaba para quedar tranquila.
Por otro lado, aunque Arte siquiera estaba consciente del intercambio que se había efectuado entres sus piernas, al sentir cómo se abrían aún más sus paredes vaginales, la sensación que su coño le transmitió al cerebro por la columna vertebral fue semejante a una descarga eléctrica que le hizo enloquecer. Ante la presencia de la barra cilíndrica más gruesa y larga, ella soltó un gemido eufórico de placer y se mandó a sacar la lengua del culo de Sam para levantar su rostro y alcanzar a lamerle el clítoris a la misma. Ella estaba tan excitada que Rey pudo notar como aquel coño virgen y apretado se dilataba lo necesario con tal de aceptar el tamaño de la verga que se estaba comiendo, aunque fuera la primera vez que se enfrentaba a semejante tamaño.
Elena acomodó a Juliet para que se quedara aún más empinada sobre el sofá y ya cuando estuvo bien posicionada detrás de la misma, apuntó su verga plástica al coñito bien cerradito y la metió como mismo se lo hizo a Arte, de una y sin pedir permiso. En el rostro de la rubia se podía notar un pensamiento; ‘esta puta está siendo partida por la verga de Rey, y se retuerce por el inmenso placer que está sintiendo al respecto… Aaah, lo puedo entender.’ Más Elena no hablaba, tan solo miraba orgullosa de lo que sucedía.
Desde fuera, entre los cinco chicos, tanto Elena como Rey estaban bombeando con todas sus fuerzas al punto en el que enterraban todo lo que tenían entre sus piernas y lo sacaban hasta afuera. Mientras que Arte y Juliet se dejaban coger como perras en celo, y Samantha observaba poderosa desde arriba como todo se desenvolvió.
“En este momento, en esta casa, todos dejamos de ser lo que éramos, para ser adictos… al sexo…” Pensaba Rey. “Respiraciones lentas, ojos cerrados, músculos tensados, sudor, muchos otros fluidos, corazón agitado, sensaciones que quieren estallar en mil pedazos. Todo intencionado con la función de crear más vida. El único propósito con el que estamos diseñados para poder disfrutar y yo, personalmente, me estoy tomando el privilegio de bloquear y alentar… este monstruo en lo que me estoy convirtiendo…. Espero me puedan perdonar…”
Arte regresó al presente cuando un gran chorro de líquidos salió disparado al interior de su vagina. Haciéndole mucho más agradecida de estar recibiendo verga, ella se entusiasmó tanto que hizo sus trabajos de lamedoras con aún más pasión y desenfreno. El resultado, las lamidas que recibía Sam en sus clítoris fueron mucho más intensas que antes.
Viendo cómo un líquido espeso y viscoso salía de entre las paredes de la vagina de Arte, Elena también pudo notar como las piernas le temblaban a la chica que recién se hacía mujer. En un arranque de lujuria, con la respiración agitada, las fuerzas y motivos para cogerse a Juliet aumentaron en gran medida.
Tomando de la cintura a la pelirroja, la rubia le jalo los cabellos con la otra mano con tal de hacer chocar sus caderas contra aquellas nalgas empinadas. Todo mientras veía el semen de Rey escurriendo de entre las entrañas de Arte.
En una danza orgásmica, los cuerpos de Samantha, Arte, Juliet y Elena se retorcieron por todo el lugar mientras soltaban sus característicos gemidos más calientes. Con el pasar de los minutos, las voces de las cuatro chicas se mantenían fervientes sin parecer llegar a apagarse jamás. Rey, por otro lado, estaba callado, centrándose en continuar usando su verga con el propósito de follar sin detenerse, con una expresión tonta en su rostro, esa que mostraba estar satisfecho por haber descargado toda la leche que había acumulado en sus bolas por segunda vez. Las tetas medianas de pezones tonificados de Arte, que al principio eran como pequeñas colinas, ahora, tras ser extensamente chupadas por Juliet, se hacían ver como picos duros. La piel suave y plana de una barriga que subía y bajaba agitada mostraba las costillas y definiendo aún más la cintura avispada. El clítoris que se levantaba sensible daba a ver temblores pertenecientes a los espasmos característicos de estar experimentando un orgasmo que no se terminaba. Sintiéndose deseada, femenina, seductora y conquistadora de lo que tenía entre las piernas, llenando su agujero de pasión, sexo y deseo, a Arte no le importó más hacer mostrar su buena imagen.
Embriagada por placer, siendo embestida violentamente por un animal, ella movió sus caderas con tal de amplificar lo que sentía.
La mirada de Samantha recorría, desde el atractivo ombligo de Arte, hasta el fornido pecho de Rey. Era la primera vez que estaba teniendo sexo en un grupo de cinco, y lo que más le excitaba, era que secretamente ella seguía mirando a Arte como ‘un chico con tetas’ y no como una ‘chica con clítoris extendido’. Pensar en que tan delicado cuerpo estaba siendo profanado por la verga de otro macho, le enloquecía mucho más de lo que le hacía ser cogida.
Lo mismo sucedía con Juliet, ser espectadora de cómo un cuerpo robusto, fornido, con músculos definidos desde el cuello hasta los pies, se estuviera cogiendo salvaje y violentamente algo bello, delicado, femenino y agraciado como lo era Arte. Eso provocaba un morbo sin igual.
Elena no se quedaba atrás. Ella disfrutaba de saber que Arte sabía que estaba siendo mirada por todos los miembros de la casa, y follada por el cementar del lugar. Sobre los pensamientos morbosos de las cosas que le quedaban por hacer, después de todo, aún no chupaba bien ni había dado su culo. No le sería muy difícil, después de todo, aun cuando era un chico, ese culo había sido usado violentamente y ‘él’ en ese momento, había aprendido a disfrutarlo.
—¡Aaahhh! ¡Fantástico! —le dijo Samantha a Arte—. Mira que hacerme venir con tan solo la lengua es un logro. Gracias a eso, creo que te mereces tu regalo. Yo, la entrenadora de tu culo, te voy a dar lo que más quieres…
La rubia casi que juntó sus manos en frente de su pecho con tal de agradecer al mundo y al destino por el gesto que su ‘alumna recién graduada’ estaba teniendo. Juliet levantó el torso de su cuerpo, con la boca y los ojos bien abiertos. Ninguna de las dos quería perderse el momento. Como depredadores sexuales, devoraban con la mirada la verga de Rey que seguro iba camino a entrar en otro agujero.
El coño de Arte estaba tan ajustado al tamaño de la verga de Rey, que cuando esta salió, un fuerte sonido se dio a escuchar. Con un movimiento uniforme, Sam levantó su rostro con tal de mirar a Rey mientras excitada, mantenía su mano estirada con tal de mantener la verga palpitante fuera del coño de Arte y aprovechando todo aquel miembro bien lubricado de semen y fluidos vaginales, ella no pudo escapar a tentación de posicionarlo contra el culito de quien estaba acostada.
Arte dejó salir todo un suspiro apasionado, sintiendo como el semen que abandonaba su coño servía al propósito de lubricarle el ano. Ella no podía creer que quien le hubiera hecho venir por primera vez como mujer en su vida fuese el chico que más quería.
A ese punto, para ella, las demás tenían razón. La virginidad no era más que una enfermedad. El dolor de ser partida al medio, de que tus entrañas sean abiertas, nunca le hubiera dejado disfrutar del sexo o tener un orgasmo. Y, por si fuera poco, le tomó por sorpresa de que Sam le hubiera leído la mente, haciéndole no sentirse arrepentido de haberse comido dicho coño a lengüetazos.
Tanto Juliet como Elena se acercaron para presenciar con sus miradas interesadas, como Arte recibía la verga de Rey por su culo.
“Segunda vez que me vengo, mi deseo sexual está mermando y con ellos la dureza de mi verga,” Se dijo Rey. “Pero es esencial que esté dura con tal de conseguir lo que esta trigueña se propone. Así que, si corto todo lo que está alrededor mío y miro a mi verga con determinación, si dejo de pensar al punto de incluso olvidar quién soy y me concentro en los latidos de mi corazón. Dejando de lado hasta las más mínimas contracciones musculares de este cuerpo y el balance que me mantiene en centro, puedo mantener la erección. Sí, hacer de este miembro mío un músculo del sexo… firme, mantente firme, más fuerte, hinchada y embravecida que nunca. Todo con tal de hacerme responsable de lo que he creado…”
El glande grande y ancho de la verga de Rey, guiado por la mano de finos y delicados dedos blancos, hacía presión contra el esfínter bien mojado de Arte. La carne del área parecía estar siendo penetrada por el filo de una imponente lanza que, sin piedad, empujaba hacia adentro, al mismo tiempo que Arte retrocedió sus caderas como quien buscaba ser encajada.
Las espectadoras presentes se sorprendieron al ver como aquel culito, pudo abrirse lo suficiente como para terminar tragándose la cabeza de la verga de Rey. Cosa que les hizo no evitar evocar al presente, la vez que ellas tuvieron semejantes vergas en sus traseros por primera vez.
Rey respiró con profundidad, más allá de la mano de Sam, él podía ser capaz de sentir cómo el culo de Arte le quería estrangular su muñeco. Aquel culito le presionaba como mismo lo había hecho el agujero de Elena cuando no podía abrirse más.
—Aquí no para esto… —advirtió Samantha bien excitada—. Esto para cuando esta verga te llegue al final.
Arte abrió los ojos tan grandes como su boca, mostrando la expresión de alguien que experimentaba un dolor tan amargo como dulce. Tan nerviosa como excitada, ella comenzó a menearse sobre el sofá, como si algo le picara y quisiera arrancarse sin tener que usar sus manos.
Empujando al mismo tiempo que subía sus respiraciones, Rey continuó. Para él era como si ese culito tan lindo y delicado le pidiera a gritos ser maltratado a pesar de no estar preparado. Como si todo lo que Arte necesitaba en ese momento era que le rompiera el culo bien dentro como nunca, Rey bufo deseoso ante el reto de estirar algo que podía romperse en cualquier momento.
Una verga gorda, gruesa y robusta era el remedio para borrar los rastros del pasado y sobrescribir todas las veces que había sido profanada analmente. Arte se estaba entregando completa, deseosa y desnuda a quienes le estaban haciendo suya. Siendo sometida a la fuerte sensación morbosa de estar siendo penetrada sin que nadie se le preguntara, de sentirse tan sumisa y vulnerable como se sentía, ella comenzó a tocarse. Todo su cuerpo estaba sensible, desde sus cachetes embadurnados por los fluidos de Samantha hasta los dedos de sus pies que tocaban una de las almohadas.
“Aaah, debo confesar, pero quien me puede creer…”, se decía Rey, con una sonrisa en su rostro. “Todas estas hembras, eternamente en sus días fértiles… desde que aprendí, les mantengo las hormonas al máximo… pero ¿quién me puede culpar cuando lo hacía de forma inconsciente?”
En unos cuantos segundos, la verga de Rey penetró hasta el tope el culo de Arte y con facilidad él sacó lo que no había entrado tan fácilmente, para así empezar a dar embestidas en las cuales el ritmo fue aumentando poco a poco.
—¡Qué bien se siente cómo se estira mi culo… es como si se fuera a romper, sigue, sígueme dando duro!… —demandó Arte entre gritos, no solo sintiendo placer con sus partes pudorosas, sino que también, en su estómago, sentía la sensación de mariposas de alguien que estaba enamorada.
—Mnnn, ¿así que no quieres abrir tu boca para recibir la leche caliente de Rey en tu garganta? ¿Que la venida de Rey se mezcle con tu saliva y haga burbujas mientras gagueas? — comentó Juliet para acto seguido tragarse el dildo que llevaba Elena puesto.
La pelirroja, con la boca ocupada, dejaba su coño al aire, expuesto a ser abusado por Samantha. Ella, aunque se quedó callada, se sentía tan excitada que su raja lubricaba tanto como para que los fluidos cayeran por sus piernas hasta el sofá. Sin que nadie le prestara atención a sus tetas, ellas las tenía bien duras y firmes, cayendo prisionera de recuerdos de estar siendo atravesada por la verga de Rey.
—Ufff, siente como esas súplicas que te rompan el culo hacen que la verga de Rey se ponga aún más dura… —proclamó Elena.
—Ohhh, chica buena, te sientes tan apretada y húmeda… Vente con esa verga una vez más —dijo Samantha—. Después podrás pedirle en donde quieres la leche.
—Rey, ¿acaso tu verga se seguirá manteniendo dura por más tiempo? —preguntó Elena quién llevaba la cuenta de cuantas corridas el chico había tenido hasta el momento. En cambio, Rey hizo el típico silencio de alguien que no prometía nada—. Entonces, ¿Qué no ves que el culo de Samantha, la vagina de Juliet y mi coño se sienten muy solos?
El chico de ojos blancos, excitado en su mundo interior, levantó su mirada donde estaba la rubia, pudiendo descifrar las intenciones de esta:
—¿Cuántos… de mí… quieres? —preguntó él.
—Seis, para que con la tuya se sumen un total de siete vergas
—dijo la rubia, presionando con su dedo índice una de sus mejillas.
Dando un gruñido en respuesta, Rey tomó un suspiro y tras abrir sus ojos, de una palmada, pudo satisfacer las demanda de todas aquellas féminas excitadas, después de todo, pasado el calentamiento, tocaba el sexo violento y desmedido.
Seis copias de Rey aparecieron con sus vergas empalmadas, todas con la voluntad de follar o ser folladas durante horas, sin necesidad de parar y morir en el proceso de correrse. Acaloradas, las otras tres chicas empinaron bien sus colas, dispuesto a dejarse ser poseídas como si no existiera un mañana.
Reina Del Cielo
Chapter 19
Háblame, por favor…
Con la toalla amarrada en su cintura y las manos vacías, Omar salió del cuarto de Soe, como quien había sobrevivido una feroz batalla. Cuando levantó su mirada, Rebeka pudo decir que se encontraba en una situación difícil de explicar. Después de todo, no se iba a atrever a negarle un favor a su suegra, pero tampoco sabía si cumplir ese favor sería lo más correcto.
Omar miró a su novia a los ojos, suspiró hondo y con una sonrisa de medio rostro, intentó decir algo, aunque Rebeka lo interrumpió:
—No te preocupes… todo está bien.
Tras tener la aprobación que necesitaba, Omar se vistió con el uniforme de la escuela y luego de despedirse, salió a hacer el encargo que se le había mandado.
Pasados unos minutos de la partida de Omar, Rebeka pudo escuchar como su madre la llamó a su habitación.
Con pequeños pasos, sin darse por enterada, entró y aunque tenía el valor de aceptar lo que le iba a decir, no pudo evitar frenar en seco, al ver a su madre llorar en silencio.
Una persona buena, agradable y de corazón puro, no tiene derecho a sufrir. Al menos, eso era lo que Rebeka quería creer. Pero la realidad era que ser agradable, buena y de corazón puro, no hacía diferencia con respecto a la cantidad de sufrimiento que le tocaba experimentar en su tiempo de vida. Entonces, ¿por qué no ser lo contrario? «Por esos a quienes tienes a tu alrededor y dependen de ti. Después de todo, mi falta de esfuerzo, dedicación y propósito, para cumplir las expectativas que alguien tiene de mí, es un insulto para semejante persona».
El sollozar de su madre no solo era capaz de quebrarle los huesos y partirle el corazón, sino que también le trajo pésimos recuerdos. Tan solo escuchó semejante sonido, el día que se llevaron a su padre.
«¿Se sentiría culpable?», se preguntó Rebeka, mientras se acercaba a ella como una niña pequeña.
Soe, con los ojos entrecerrados y bien cubierta bajo las colchas de la cama, levantó lo que le tapaba, como quien enseñaba una entrada.
Sin necesidad de preguntar, Rebeka deslizó su cuerpo sobre la cama, se acostó bajo las sábanas y abrazó a su madre, quien estaba destrozada por el sufrimiento y necesitaba no sentirse sola. Ella, tapada y bien acomodada, devolvió el abrazo a su hija, que se cuidaba de no lastimar ninguno de los golpes que tenía su madre.
El silencio se hizo presente, interrumpido por las respiraciones entrecortadas de su madre.
—Lo siento, quisiera ser más fuerte… —dijo Soe— Pero ahora no puedo.
Rebeka notó cómo la voz de su madre no salía con claridad ni con la ternura tan característica en ella, pues, aunque se limpiara la garganta, le temblaba la voz, como una hoja bajo la ventisca.
«Puedo entender su tristeza», pensó Rebeka. «Con la cara dañada y el cuerpo con dolor, no puedes conseguir comida para mí o mantener la casa. Madre mía, la vida te cerró todas las salidas y te convirtió en una mujer destruida. ¿No es así? Pero yo aún tengo esperanza. Soy joven, soy linda y me resisto a creer que el futuro de nosotros va a ser así de difícil. Quisiera decirte, quisiera hablar contigo de todas mis ideas, pero no puedo hacer más que guardar silencio, aún no sé si va a funcionar o si estoy siendo muy optimista… pero sí sé que te vas a levantar. Que me tienes a mí…».
Tan pronto se terminó el llanto de una mujer que se había jurado no volver a llorar en frente de su hija, Rebeka entendió que Soe había caído rendida. Pero ella no podía hacer lo mismo, sin importar cuantas horas pasarán de largo, no podía hacerlo, después de haber dormido por tanto tiempo la noche anterior. Aun así, aunque su cuerpo estaba sin moverse, la mente de Rebeka iba a más de cien kilómetros por hora. Pensó en todo lo que había hecho y en lo que podía hacer, aunque se veía interrumpida, al notar como su madre se retorcía sobre la cama.
A pesar de estar dormida, Soe dibujaba en su rostro la viva expresión de estar sufriendo un dolor insoportable. Sobre la cama, el cuerpo destrozado de la mujer, poco a poco, se encogía de pies y manos. Estaba envuelta en temblores y escondía su cabeza entre el pecho de su hija.
«Sus músculos se contraen y está sudando, cada vez con más frecuencia. Me preocupa», se dijo Rebeka. «Tal vez el dolor esté regresando. Siento cómo aprieta las sábanas de la cama, el sonido de sus dientes presionados los unos contra los otros, tiembla y se encoge. Definitivamente, su dolor está regresando. Es imposible que pueda seguir dormida… Mmm, se detuvo».
«Casi no respira», pensó Rebeka, luego de dejar de prestarle atención a sus ideas y enfocarse más en el momento. «¿Acaso no debe tomar su medicamento para el dolor? Si, debió de traer algo del hospital…».
Rebeka, se levantó de la cama, suave y cautelosa, con la intención de no incomodar a su madre, para pasar a hurgar entre sus pertenencias, con la intención de encontrar medicamentos para aminorar el dolor.
Tras buscar dentro del bolso de su madre, no encontró nada parecido a medicinas, ni ungüentos o pomadas: «¿Acaso no le dieron nada cuando la dieron de alta?», se preguntó.
«No», pensó Rebeka, al observar de vuelta a su madre. «Conociéndola como la conozco, seguro que no quiso traer medicinas para la casa. Deben ser muy caras y una vez más, el dinero… ¡El maldito dinero en esta sociedad de privilegiados! ¡Aunque no lo sea todo, sí que es la solución a muchos problemas! Una solución a la cual nosotros no tenemos derecho, ¿no es así?».
De un momento a otro, Rebeka escuchó cómo la puerta de la entrada se abría y cerraba.
—Ya llegué —dijo Omar, anunciando su llegada.
«¿Tal vez, en su salida, se ha encargado de buscar los medicamentos para el dolor de mi madre?», pensó Rebeka, Eso le trajo alivio a su mente y corazón.
Ella salió de dentro del cuarto y vio a su novio cargando una bolsa. Tenía la cara de alguien que había hecho algo malo, que había roto una promesa. Rebeka, ignorando las expresiones de su novio preocupado, tan rápido como pudo, tomó el paquete y tras darle un caluroso abrazo de agradecimiento, llevó la bolsa de vuelta al cuarto para colocarla sobre la cama, al lado de su madre, que estaba encogida.
«¿Una botella de alcohol? ¿Pastillas para el dolor y para dormir, que venden sin necesidad de prescripción médica?», pensó Rebeka, algo preocupada, más por la botella de alcohol, que, por las otras pastillas, que seguramente su novio había robado.
Luego de hacer como que despertaba, Soe se acomodó en la cama y se mostró sorprendida con los contenedores de píldoras.
—Umm —Omar se aclaró la garganta, se llevó la mano sobre la cabeza y miró hacia otro lado. — Tenía dinero extra en mi bolsillo — dijo, con la intención de justificar la compra extra.
Aunque eran medicamentos regulares, definitivamente costaban diez veces más que el alcohol de baja calidad. Era tan barato el líquido, que incluso sabía tan fuerte como olía y de no estar en una botella de diferente color, se vería turbio el contenido.
—Gracias, Omar… no tenías que hacerlo —dijo Soe, para luego dirigir una mirada a su hija y continuar hablando—. No, mi nena, aún no, Cuando el dolor sea insoportable, es que debo tomarlo.
—Cuando el dolor sea insoportable… y no estés triste ¿no? —dijo Rebeka, poniendo a un lado la botella, mientras que Soe respondió con una afirmación cálida en su rostro—. Mi madre es de las que dicen que tomar es mejor cuando está feliz y no cuando está triste. Si estás feliz te dará más felicidad, pero…
—Si estás triste, te dará más tristeza —dijo Omar, tras continuar las palabras de su novia, haciendo como que entendía la situación. — Las pastillas te pueden ayudar un poco…
Soe miró los contenedores de píldoras que no había esperado recibir y lo pensó dos veces, para decidir si tomar algunas o no.
Luego de mirar la condición de su madre, que tomó cinco píldoras de cada tipo, Rebeka pudo llegar al punto de querer quitarle todo el dolor del cuerpo a su madre, transferirlo a sí misma y duplicarlo, si era necesario.
—Hija mía —dijo Soe, tan pronto tragó las diez pastillas—. No te preocupes por mí, hoy es domingo, seguro aún te quedan tareas de la escuela por hacer. Yo estaré bien…
—No, no te quiero dejar aquí sola —dijo Rebeka—. Quiero acompañarte por el resto de la tarde.
—Hija, no me siento sola. Estamos en la misma casa. No me veas sufriendo, no será bueno para ti.
Rebeka guardó silencio, no sería considerado de su parte seguir discutiendo, menos si lo hacía con una persona con dolor, que ya había tomado su decisión, pero tampoco quería salir del cuarto.
Omar podía entender que tragar diez pastillas junto a una botella de alcohol, tal vez no terminaría en un bonito escenario. También entendió que su novia necesitaba de alguien que le apoyara y que Soe no estaba del todo equivocada. Después de llenarse del valor necesario, la tomó de la mano y con ese gesto, logró hacer que su chica saliera del cuarto.
Una vez afuera del cuarto, con intenciones de cambiar el tema de conversación, Omar dijo:
—Me imaginaba a tu mamá como una persona mucho más… estricta.
Rebeka se detuvo en el lugar y al voltearse, agregó:
—No existe nada más severo que la decepción en un rostro noble.
Ella se sentó en la mesa del comedor ubicada frente a la cocina, tomó sopa de arroz como desayuno y miró el reloj.
Omar guardó silencio mientras devoró su comida que le sabía a gloria, tal vez por el hambre o por ser un plato novedoso que nunca había probado.
—Es la primera vez que me siento en una situación como esta —dijo Rebeka en voz alta, frustrada y al mismo tiempo cansada—. No sé cómo procesarlo. No sé qué hacer, no puedo dejar de sentirme culpable.
—Tal vez… debes ocupar la mente en algo productivo. A veces, siento que me voy a ahogar en el presente si no dejo de preocuparme sobre lo que está fuera de mi control. — dijo Omar con tono suave, sin querer persuadir, pero con la intención de solucionar el problema.
Como si se le encendiera el bombillo de una idea novedosa en su cabeza, Rebeka levantó la mirada y mostró una sonrisa en su rostro.
—¡Subamos a mi cuarto! Como dijo mi madre, tengo tareas que hacer.
—Te acompaño —dijo Omar, sin soltar el plato de comida.
—¿Por qué sigues con la ropa puesta? —preguntó Rebeka algo extrañada, mientras subía por las escaleras con la laptop en la mano.
—Hablas como si no fuera algo normal —respondió Omar, mirando de abajo hacia arriba la hermosa vista que su novia le brindaba. —Tu mamá está en casa.
—Como si ella no anduviera desnuda.
Ante el comentario Omar, casi escupió la cucharada que se había llevado a la boca, de lo sorprendido que había quedado. Imaginar a su suegra desnuda de un lado a otro en la casa, sería una situación bien incómoda.
En el segundo piso de la casa, dentro del cuarto de Rebeka, el domingo se consumió de a poco, hasta que se hizo de noche. Ella había permanecido frente a su escritorio, terminando las últimas tareas que le quedaban. Omar estaba sobre la cama, mirando al techo, con muchas dudas sobre su futuro.
—¿Acaso no tienes tareas que hacer? —dijo Rebeka, quien luego le advirtió—. Porque seas mi novio no significa que tienes el privilegio de copiar mis notas.
Las palabras de ella sonaban con la intención de molestar. Al tener a su madre adolorida y sin casi dinero para comer, el enfoque de hacer las tediosas tareas que tenía pendientes, no había sido el mejor y le estaba tomando mucho más trabajo de lo usual, concentrarse apropiadamente en sus deberes.
— No tengo tareas. Nadie de nuestra clase las hace, a no ser que necesiten ayuda extra con un contenido en específico. —dijo Omar.
Rebeka retrocedió sobre la silla y se dio vuelta:
—Háblame más de eso.
—Verte ahí, respondiendo preguntas que no van a ningún examen, me demuestra la forma en que los instructores hacen imposible y miserable tu vida en la escuela.
—No te creo… —aseguró Rebeka, tan asombrada como desilusionada.
—Probablemente, esa es la respuesta a porqué tienes las notas más altas. Supongo que es mejor enfocarte en cosas que puedes solucionar. ¿Sabes? Por primera vez en este día te he visto reír y pasarla bien, haciendo otra cosa que no fuera sexo. Como si darle respuesta a cada ejercicio te hiciera sentir que cumpliste algo y te queda menos por terminar.
Junto a las palabras de su amado, Rebeka se llevó las manos a la cara en señal de frustración. Al ver la realidad por primera vez, se preguntó si la vida era una ironía.
Por muy difíciles que fuesen los trabajos extraescolares, eran problemas que tenían solución y al resolverles, le daban una efímera sensación de alivio, que le provocaba bienestar. Después de todo, lo que hacía era difícil de aprender y muy fácil de olvidar, si no lo ponía en práctica de vez en cuando. Si dejaba de lado la agradable sensación que le provocaba ¿para qué servía estudiar tanto?
«Cada asignatura, ejercicio y clase estaba abarrotada por cumplimientos vacíos» analizó.
Era una información curiosa e interesante, pero tan solo servía para programar su comportamiento y distraerle de la realidad. El sistema educacional estaba configurado para hacer que los individuos perdieran el sentido de la dirección y se quedaran en el fondo.
«En la escuela en la que estoy, nadie suspende por su falta de conocimiento, sino que reprueban por falta de disciplina. Por incumplir las tareas que se les exigen, es que son expulsados. Las notas son: A+ para quienes tienen más de 100. A para los de noventa y uno a cien. B para los de ochenta y uno a noventa, C para los de sesenta y uno a ochenta, y E de… expulsión. Llegar temprano, conocer tu lugar, saber escuchar, respetar a los mayores, no quejarte, ser educada, hacer lo que se te mande y dejar la escuela cuando se te diga, son las reglas que miden el desempeño de los estudiantes. Eso es algo que se puede ver en la sociedad camino al tren todos los días por las mañanas. Nadie es feliz, pero todos están programados para cumplir ciertos parámetros y seguir órdenes, aunque sean infelices y miserables».
—¿Qué te sucede mi amor? —preguntó Omar, con tono preocupado. Incluso se levantó de la cama y puso su mano sobre el hombro de Rebeka, para repetir la pregunta ante la extraña actitud de su chica, quien se comportaba como si estuviese experimentando el dolor de cabeza más grande de su vida.
Rebeka abrió los ojos tan fuertes como podía. Las respuestas a cómo era todo lo que conocía eran increíbles y mientras más lo pensaba, más sentido tenía. ¿Quién quiere lo que tiene? ¿Quién tiene lo que quiere? La respuesta era que se convirtieron en ratas programadas a vivir persiguiendo la felicidad, que no se daban cuenta que toda gira en torno al propósito de comer, engordar y defecar, en un mundo controlado por alguien más.
«No es bueno para el alma de las personas saber que su libertad, lo que conocen como ser libres, en realidad es la prisión del conocimiento limitado que tienen», pensó Rebeka, como si de una revelación se tratara.
—No puedo evitar reír —respondió Rebeka de forma irónica. —Es para no llorar y querer destruirlo todo. No voy a llorar… no me voy a romper, no le daré el privilegio a esta sociedad.
—¿De qué hablas? —preguntó Omar, sin entenderla.
—Al ser la única que hace tareas, con razón esos engreídos podían señalar cada error ortográfico, cada pequeño fallo de gramática, cada punto y cada número. Dedicaron su tiempo y esfuerzo a revisar exclusivamente mi trabajo. A hacerme ver que no podía cumplir con los requisitos para integrarme a esta sociedad y graduarme.
Más aliviado por entender el comportamiento de su amada, Omar procedió a centrarse en la cama.
—Ser una rata más en esta sociedad, no es vivir una vida que valga la pena vivir. — murmuró Rebeka.
Tras poner sus manos sobre la mesa, terminó recostándose sobre la silla y estirando su cuerpo tanto como pudo, para darse la vuelta y levantar sus piernas, con la intención de apoyarlas sobre el regazo de su amado. Luego le dijo:
—Querido ¿puedes pasarme la laptop?
—Si — respondió Omar, quien al estirar su brazo llegó al otro lado de la cama y tomó el dispositivo.
La laptop estaba junto a la vasija vacía de arroz que había tomado como desayuno en la mañana.
Tan pronto Omar se repuso sobre la cama, cumplió con la sugerencia de su amada. Dedicado a su tarea, usó sus manos con la intención de masajear los pies de su amada.
Rebeka se puso la laptop sobre sus muslos, ya que tenía curiosidad. Después de todo, la noche anterior había subido un video que había pasado un buen tiempo editando.
«Si no es tan popular, lo pienso borrar. No porque me imagine teniendo un hijo y que ese video aún esté en el internet, tan solo con el propósito de que él o ella sean víctimas de críticas, al ser hijos de una madre que se exhibe indecentemente, sino que no pienso dejar público algo que no es apreciado. Como artista, tengo que conservar algo de dignidad, tampoco es bueno regalar mi trabajo…» pensó. Mientras abría el dispositivo y navegaba entre las ventanas, el miedo comenzó a afectar la rapidez con la que Rebeka se movía por el sitio web. Luego de tragar en seco, levantó la mirada y observó a Omar, quien estaba enternecido acariciándole los pies y haciéndole sentir bien.
Una vez dentro de El cielo, Rebeka ingresó su nombre de usuario y contraseña.
A la página le tomó unos cuantos segundos cargar.
Un cartel de advertencia apareció.
[Usted tiene un balance de 32 dólares en su cuenta.]
—Mmm, treinta y dos dólares. Aunque fuera un video y no un espectáculo de cámara, parece que la aplicación paga por visitas.
—¿Qué? —preguntó Omar, luego de levantar su cabeza.
—Oh ¿hable en voz alta? — rectificó Rebeka y luego continuó—. ¿Recuerdas el video que hicimos juntos en la cocina? Me tomé el trabajo de editarlo y subirlo. Ven, mira esto.
Rebeka bajó sus piernas y con naturalidad se pasó de la silla a la cama, junto a Omar.
Con curiosidad en su mirada y actitud, Omar prestó mucha más atención de lo usual al interior de la pantalla. Como si estuviera preocupado y no muy contento con algo que no sabía. Después de todo, él no recordaba que ningún vídeo fuese tomado, lo que le hizo preguntar:
—¿Un video?
—Si, lo subí con la intención de probar suerte. Usé la estrategia de brindar una muestra, con la intención de ver a cuántas personas les gusta. No sabía que la aplicación paga un dólar por cada mil visitas que reciba un video normal. Tenemos treinta y dos dólares…
—¿Estás diciendo que treinta y dos mil personas nos vieron teniendo sexo? ¿Qué te vieron …?
—Bueno, treinta y cinco… ups, treinta y seis. Parece que, por ser de noche, el tráfico de visitantes está aumentando. No te preocupes, en el video solo aparezco tocándome. Tengo el pelo de otro color y una máscara que me cubre el rostro, mientras que a ti solo se te ve la espalda. ¿Estás enojado?
—¡Cómo no voy a estar enojado! —exclamó Omar, levantándose de la cama—. ¡No contaste conmigo!… ¡¿Cómo pudiste Rebeka?!
«La situación está escalando, él está bravo, nunca le había visto de esta manera», pensó Rebeka, impresionada por lo que estaba sucediendo, ya que, desde su punto de vista, no había nada malo.
—Mi amor, cálmate… respira.
—Dame la laptop —dijo, tras extender su mano. — Déjame ver el video.
Sin decir nada, ella cedió. Omar se sentó en la silla del escritorio y tras poner el dispositivo sobre la mesa, con rapidez, dio clic al video y comenzó a verle con una mano en la frente, mientras que sus orejas y rostro se pusieron rojos al punto de casi explotar.
«Tengo miedo, tengo miedo de perderle», pensó Rebeka, en medio de un ataque de pánico, debido a que se había dado cuenta de lo que estaba pasando por alto. «Tengo miedo de cómo está reaccionando. Una de las reglas era hablarlo todo entre los dos y yo fui la primera en romperla. No solo le tomé el video, sino que también lo edité y lo subí sin su consentimiento. No sé qué hacer. No sé en qué pensé cuando subí el video sin preguntarle. Traicione su confianza… pero ¿Por qué su miembro se está poniendo duro? Puedo escuchar su corazón latiendo. Mi corazón asustado también se escucha en este cuarto. ¿Por qué me estoy mojando tanto? En este momento soy una chica mala y me siento peor por estar excitada… Sé que ofrecerle sexo no arreglará las cosas, o ¿sí? También puedo darle la vuelta a la situación y hacerle creer que la culpa fue suya y decir, yo creí que sabías…»
Después de mirar un poco más de diez minutos de video en silencio, la reproducción llegó a su fin y, aun así, los dos chicos guardaron silencio.
Después de un tiempo, Rebeka fue quien se decidió a hablar. Ver a su chico llorando, le dio el valor.
—Bebé… siento haber roto la confianza que tenías en mí. El video está bien editado y nadie me debió reconocer… lo podemos borrar cuanto antes, yo aún sigo siendo tuya y de nadie más. Háblame, por favor.
—No es que rompieras mi confianza —dijo Omar, como quien se responsabiliza por lo sucedido—. Por culpa de mi incapacidad, te viste obligada a hacer esto. Pero ¿por qué decidiste cargar con todo sola? ¡¿Fue porque estaba durmiendo? y no tengo conciencia ni muestro preocupación por nuestra situación?
—No —respondió Rebeka. —Lo hice porque me perteneces, te quiero solo para mí y no te deseo compartir con nadie más.
La respuesta fue inesperada para Omar. Rebeka se levantó de donde estaba con la intención de abrazar la cabeza de su amado contra su pecho y no dejarle ir.