Chapter 17
Arte y las dos fuentes humanas
El éxtasis de las drogas, por los siguientes días, llevó a los cuatro jóvenes a hacer locuras inexplicables. Durante la luz del día o la oscuridad de la noche, ellos repitieron el acto sexual tantas veces como lugares diferentes pudieron encontrar para hacerlo. Incluso afuera de la casa, al aire libre del reino, bajo las narices de los súbditos caminaban y follaban desnudos, usando las conveniencias de un hechizo de invisibilidad. En frente de la plaza local, sobre la estatua, dentro de las tiendas públicas, nadie podía verlos ni tocarles, pero si escucharles y por eso muchas veces los ciudadanos miraban hacia donde ellos estaban, haciendo que aumentara la adrenalina que tenían por el riesgo de ser descubiertos.
Entre el grupo se encargaron de alimentar los unos con los otros, el gusto de follar en lugares públicos. Una y otra vez se aseguraron de repetir las posiciones que le gustaban más. El culo de los cuatro, incluyendo a Rey, ya estaban bien preparados para recibir buenas embestidas de cualquier criatura que se les interpusiera en el camino. Pero Sam y Elena desarrollaron un problema de incontinencia de lo abierta que estaban, lo cual conllevo a medidas que Juliet y Rey se vieron obligados a tomar con la intención de poder garantizar el seguir disfrutando.
En el siguiente día, Sam y Elena salían por las calles a hacer las compras rutinarias. Y, aunque escondían sus rostros, poco podían disimular que las dos llevaban una verga encajada en su culo por dondequiera que anduvieran. Tampoco lo infladas que estaban sus barrigas.
—¡¿Las señoras están embarazadas?! Es como si les hubieran crecido las barrigas de la noche a la mañana, —dijo un ciudadano refiriéndose a las barrigas pronunciadas que tenían las dos chicas.
—No seas indiscreto —replicó otra persona.
Tanto Samantha como Elena escucharon el comentario, pero hicieron caso omiso. Pues sí, sus barrigas habían crecido literalmente en la mañana. Que, ¿cómo era esto posible? La respuesta se podía resumir en una palabra, enema.
Mientras que tanto Rey como Juliet se mantenían invisibles detrás de las dos chicas que avanzaban con coordinación para impedir que se les salieran las vergas que hacían como tapón de trasero, la rubia como la trigueña podían recordar lo que había hecho antes de salir de la casa.
…Dos horas atrás…
—Mira Juliet, lo bien que se han portado. Que aún tengan los juguetes que le dejamos anoche en sus coños es todo un logro.
Creo que hoy, más que nunca, merecen un premio… —dijo Rey tras preparar el desayuno y dárselo de comer a Samantha de cucharada en cucharada.
En la mañana las dos chicas estaban desnudas, amarradas por las manos, de forma que quedaron forzadas a dormir de pie lo poco que durmieron. Sin mencionar que llevaban puesto un collar y una venda para los ojos, las dos abrían las bocas y sacaban la lengua como buenas perritas que eran. Casi llegando al suelo, de adelante hacia atrás se mecía lo que parecía ser un péndulo que estaba enchufado justo al interior de las dos féminas.
—Creo que sí, hasta se puede decir que ya no tienen el coño tan abierto y desfondado como lo tenían antes. Los ejercicios de kegel han dado buenos resultados —respondió Juliet en voz baja. Con sonrisa picaresca también ofreció una cuchara de comida a Elena.
—Amo, en verdad he hecho lo más que he podido, por favor dame un premio… —suplicó Elena, apenas masticó y tragó los huevos revueltos que le habían dado en una cucharada.
—Mantenerse apretando un objeto de tres libras mientras duermes, con los músculos de tu coño, es un logro. —dijo Rey—. Si no hubieran decepcionado, tanto yo como Juliet estaríamos muy decepcionados. Un severo castigo les esperaba a ustedes si hubiera dejaran caer al suelo los objetos que con tanto cuidado les introducimos en sus vaginas.
—Premio, premio, por favor, —agregó Sam después de tragar. —Hemos sido dos chicas muy buenas… ¿Verdad? ¡¿Verdad?!
—Pero, la prueba aún no termina. Que sus músculos pélvicos sean fuertes, no significa que sus esfínteres anales también pasarán la prueba. Me temo que el premio que tanto desean, tiene que esperar.
—Acaso, ¡¿no nos mereceremos nunca esas píldoras tan deliciosas?! —entre una pregunta, suplicó Elena cual si fuese una niña que quería con todas las ganas del mundo su caramelo.
—Ya veremos —dijo Juliet quien cerca del oído de Sam, mordisqueando y jugando con su lengua sobre el lóbulo—. Por ahora ya pueden dejar de sostener las pesas.
El sonido seco de cuatro bolas y dos cables se dio a escuchar cayendo en el suelo sobre el pequeño charco de fluidos vaginales y sudor que ya estaba creado.
Rey siguió la señal, con un chasquido de sus dedos, hizo desaparecer las cuerdas que ataban a las dos chicas y con esto ellas cayeron de rodillas sobre el piso. Las piernas de Sam y Elena estaban tan cansadas que siquiera podían seguir sosteniendo el peso de sus cuerpos.
—Levanten al aire esas nalgas, tenemos que examinarles correctamente —dijo Juliet, propinando con su mano un azote a las nalgas de Elena.
Temblorosos, los dos culos se alzaron en el aire. Ni a Sam o a Elena les importaba que sus rostros estuvieran contra un suelo lleno de fluidos vaginales y sudor, pues solo podían dirigir las pocas fuerzas que le quedaban a seguir las órdenes de sus amos.
Rey y Juliet procedieron a observar con calma las entrepiernas expuestas de las dos chicas tumbadas en el suelo. Los cabellos púbicos ya empezaban a poblar los coños antes afeitados y bien cuidados de Elena y Sam. En todos estos días, aquellas dos se habían ocupado tanto de experimentar los placeres carnales que habían dejado de lado la higiene personal. También se podía notar que los labios mayores y menores de los dos coños estaban juntos como una boca que guardaba silencio. Antes, las vaginas de estas dos chicas estaban tan abiertas que en dicha posición ya se les podía ver el cérvix. En ese momento, lo que Rey y Juliet les interesaba era ver el culo de aquellas dos. Dicho esfínter, a pesar de no haber sido tocado ni estimulado, tenía forma de ‘O’.
—¿Acaso nos va a causar mucho dolor lo que necesitaremos tener metido en el culo? —preguntó Elena un tanto preocupada.
—No lo creo —respondió Juliet—. Pero es mejor que tengan cuidado al moverse, además de que puede sentirse incómodo, no quiero que terminen desobedeciendo las órdenes que les daremos.
—Mmmm, Juliet, corrígeme si me equivoco, pero acaso esos dos coñitos se están excitando —comentó Rey, con voz arrastrada, mirando a un papel con instrucciones cuál si estuviera leyendo lo que tenía que decir.
—Eso parece, el fluido que les está saliendo se ve fresco. Ustedes dos, ¿acaso se quieren tocar el coño? —preguntó Juliet.
—Sí, estamos excitadas… —respondió Sam, sus expresiones faciales al contrario de las de Elena o Rey, chispeaban de la emoción y tenía en su boca una sonrisa luminosa—. Pero, aunque pensemos en tocarnos, nunca nos atreveríamos a hacer algo que no se nos mande primero.
—Al ver lo dispuesta que están, —continuó la pelirroja—. Empezaremos con la segunda y última prueba. Les permito que se toquen el clítoris cuanto deseen en el proceso, pero no tiene permitido meterse los dedos en el coño.
Tras escuchar las palabras de Juliet, las dos chicas de ojos vendados esperaban ansiosas a que comenzase la segunda parte de la prueba. Sin perder tiempo, ambas excitadas con poder hacer algo con tal de calmar sus necesidades, se pusieron en función de pajearse dejando escuchar el ruido de sonidos húmedos y chasquidos de dedos.
Mientras tanto, el olor del suelo en el lugar desapareció, así como los todos los regueros que habían estado dispersos. La rubia y la trigueña sintieron que sus cuerpos se limpiaron, incluso que también terminaron vestidas con prendas enterizas totalmente limpias. Aun así, seguían con los ojos vendados y no tenían ni idea de lo que estaba por sucederles y eso les hacía enloquecer de la excitación.
Con el culo empinado, pegando la cara y los hombros contra el suelo, tanto Samantha como Elena sintieron una cálida mano llena de sustancia resbaladiza, visitando el esfínter anal y parte del interior también. Ante la sensación invasiva provocada por Juliet al pasar sus dedos al interior de las cavidades rectales, ellas movieron sus manos frenéticamente contra sus clítoris.
—Para la siguiente prueba voy a llenarles los intestinos con fluidos, en lo que será un enema.
Tanto el clítoris de Sam como el de Elena sintieron un rayo eléctrico de placer al escuchar la palabra que significaba ‘la inyección de un líquido por el ano’. Ellas dos respiraban tumbadas en el suelo como si estuvieran fuera de control y no pudieran seguir aguantando la espera.
—… Arm… No se apuren… —comentó Rey después de rascarse la garganta, mientras metía un grueso tubo que había hecho aparecer dentro del agujero anal de las dos chicas. Cosa que le hizo perderse en sus pensamientos. “Qué pérdida de tiempo, esto fue lo mismo que ustedes nos hicieron a mí y a Juliet ayer. Por favor, dejen de actuar como si no supieran lo que va a suceder”.
Juliet se encargó de abrir una pequeña llave que se encontraba a medio camino de la manguera, permitiendo así que los fluidos comenzarán a fluir al interior de aquellas dos chicas arrodilladas.
—Uffff, qué bien se sienten mis entrañas llenándose —dijo Elena.
—Se siente tibio y rico…
Rey y Juliet hicieron caso sordo a las palabras de las sumisas en el suelo y continuaron viendo como el líquido se iba metiendo al interior de aquellas dos chicas que deseaban y gemían sin dejar de mover sus dedos sobre sus clítoris bien lubricados. De vez en cuando, con un pequeño látigo, Juliet azotaba las nalgas de las dos chicas que comenzaron a evidenciar un crecimiento en sus barrigas.
—Aaaaah, —dijo Elena—. Me siento muy llena.
—Creo que no voy a poder seguir aguantando —reclamó Samantha.
—Claro… que sí, esto no es… ni la mitad, —dijo Rey, quien ante las quejas de aquellas dos chicas se animó a poner más fluidos en el interior de ellas dos, apegándose bien al guion. Mientras reclamaba para sus adentros. “Ya quiero meterles mi verga, siento que con el tiempo ellas se vuelven más exigentes”. El vientre de las dos chicas se siguió expandiendo, más y más hasta incluso casi llegar a tocar el suelo. Los gemidos se convirtieron en jadeos por parte de las dos chicas de rodillas que no se atrevían a suplicarle a Rey y a Juliet que se detuvieran.
Solamente cuando la gran bolsa de aproximadamente cuatro litros llegó a su final, fue que Rey y Juliet procedieron a sacar la gruesa punta del tubo que aquellas dos chicas de ojos vendados habían tenido insertado en el culo.
Elena y Sam gritaron, no por dolor sino por todo lo que les costaba mantener el culo cerrado, con la intención de no dejar escapar ni una gota del contenido que le habían administrado. De buenas a primeras, ellas dos sintieron cómo sus cuerpos eran invadidos por otra cosa que no era líquida. Aunque tuvieran los ojos vendados, ellas podían asegurar que sus culos estaban siendo tapados nada más, ni nada menos que por una verga gruesa, venosa y dura.
Con un grito de placer, las dos chicas sometidas se estrujaron los pezones con las manos que les quedaban libres.
La verga que actuaba como el corcho de una botella se había metido bien adentro, les aseguraba a las dos chicas que sus culos quedarían taponados y que todo el fluido que tenían en sus barrigas extendidas se quedaría dentro de ellas. Aun así, tanto Sam como Elena presionaban sus dientes con la misma fuerza que podían cerrar sus culos para evitar la salida de algo que no debía salir.
—Ahora, ustedes dos, de pies… —demandó Juliet, bien metida en el papel.
“Ahhh, solo puedo pensar en meter y sacar mi verga violentamente hasta venirme. Ellas mueven sus caderas como diosas, ni siquiera se necesite hacer mucha presión para que ese culo rico engullera toda mi verga.
Apretando sus bocas, sus manos, sus culos y sus piernas, tanto Samantha como Elena se las apañaron para no defraudar las órdenes de su amo. Poco a poco, las dos se incorporaron con sus barrigas abarrotadas, tan hinchadas que parecían tener las dos casi ocho meses de embarazo.
Apenas Rey le quitó la venda de los ojos a Samantha, Juliet le hizo lo mismo a Elena. Ni la trigueña ni la rubia podían verse los dedos de los pies, mucho menos respirar hondo. Las dos se pasaron sus manos por sus barrigas, ahora bien, crecidas, mientras trataban de aguantar los cólicos, de ir al baño que le provocaba cada movimiento que daban.
—Es tiempo de dar un paso adelante —dijo Juliet con tono autoritario.
Con muecas en vez de sonrisas, las dos chicas tensaron cada fibra de sus cuerpos y tomaron tiempo antes de realizar las órdenes que les había dado su ama.
—Acaso… ¿No se sienten bien… que le estemos ayudando? Si quieren le podemos sacar las vergas del culo y se las pueden apañar por sí solas —irónicamente, sugirió Rey con un tono maquiavélico poco característico de él.
—¡No, por favor! ¡No nos las saquen, se los suplicamos! — dijo Samantha, a quien tanto le calentaba la situación que casi se volvió loca de la fascinación.
—Sí, sí… nos vamos a mover, —dijo Elena, en puntas de piernas.
Las dos tragaron en seco y mientras cerraron sus puños con fuerza, ignoraron lo más que pudieron esos grandes retortijones que sentían en sus intestinos y alzaron un pie para dar un paso adelante, cosa que les hizo alejarse y desenterrar las vergas que tenían clavadas.
—¡Ahhhhhh! —gritó la rubia, con los pelos del cuerpo erizado, para decir de forma temblorosa—. ¡Dios que se me sale!
En casi el último segundo, tanto Rey como Juliet embistieron las caderas de aquellas dos chicas, haciendo que sus vergas entraran hasta el fondo como mismo estaba antes.
Sin más remedio que apoyarse la una de la otra, Sam y Elena quedaron sin aliento mientras abrían tan fuerte como podían sus ojos y dejaba salir todo un grito de preocupación y dolor.
—Antes de caminar tenían que decir que pies iban a usar primero para así seguirlas. Esto es lo que podría pasarles si no coordinamos bien —dijo Juliet sintiendo la tensión en su arnés bien puesto.
—Vamos a volver a intentarlo por segunda vez —anunció Rey—. Esta vez háganos saber con qué pie van a comenzar.
La última embestida intencional se había sentido como la gloria para Rey que comenzaba a respirar agitado. Los espasmos del esfínter de Sam le excitaban mucho, el cuerpo pequeño de espalda delicada y cabellos trigueños que le caían por el rostro. Aún, ante él se paraba una chica hermosa dándole la espalda con la verga metida hasta lo más profundo de su culo y no se estaba moviendo como alguien poseído por la lujuria.
El sudor corría por las frentes de aquellas dos chicas que sentían las ganas más grandes de ir al baño, pero no podían, pues no se les había ordenado. Con temblores fríos y mucha inseguridad de si pudiesen llegar a conseguir hacer lo que se les ordenaba, tanto Sam como Elena anunciaron el pie con el cual iban a proceder y se movieron.
Rey y Juliet podían sentir cómo por cada movimiento se aumentaba la insoportable tensión que aquellas dos chicas sentían en sus barrigas.
—Ya que sabemos movernos y están vestidas, deberán de ir a comprar las cosas que están en la lista caminando por diferentes tiendas del reino. Todo esto sin dejar salir una gota de fluidos de sus culos. ¿Entendieron? —dijo Rey, estrujando el papel que tenía en la mano y tirándolo a un lado.
Tanto Elena como Sam movieron sus cabezas de forma afirmativa.
—No escuché —especificó Juliet.
—Entendemos, amos… obedeceremos sus órdenes
El portal en la sala se abrió y los cuatro chicos pasaron a una velocidad moderada.
Los primeros pasos temblorosos que dieron Sam y Elena entre la multitud de súbditos que componían al reino fueron los más agonizantes. Ellas debían de bajar sus cabezas para ocultar sus expresiones y mantener en secreto el tan doloroso placer que estaban sintiendo ante los pulsantes retorcijones de estómago que necesitaban de un esfuerzo sobrehumano para evitar que terminara en un desastre.
Con cada vez más lentitud, las dos chicas avanzaron por las calles y devolvieron el saludo a quienes les detuvieran. De pronto, Elena terminó agarrándose a un sujeto con ambas manos para evitar caerse al suelo, sus gemidos eran ruidosos, pues sentía que ya le era imposible seguir aguantando.
La cara de Rey era interrogante, él no entendía cómo Elena y Samantha aguantaban tan bien si Juliet en el segundo paso se había vaciado toda, y él, después de todo, había hecho trampa para aguantar. Pero, las dos chicas empaladas tenían en sus rostros una sonrisa que se mezclaba con morbo, picardía y excitación de estar haciendo lo que hacían. Cada una estaba unida a quien tenía detrás, caminaban con las barrigas llenas, y apretaban el culo todo lo que podían, cosa que les causaba excitación. Mismo que Rey comenzó a entender.
—¿Está usted bien, su alteza?! —preguntó el súbdito preocupado—. Está caliente y pálida, existe algo en lo que pueda ayudarle.
—¡No! ¡No te preocupes! —respondió Samantha, acercándose aún más al cuerpo de Rey, moviendo sus caderas, frotando y empujando tan discreto como podía—. ¡En mi estado esto es normal! ¡Por favor, solo continua con tu vida y no me prestes atención!
“Esto te excita, ser humillada, el riesgo a quedar expuesta. Samantha, si te sigues moviendo así, no voy a poder darte tan duro como quiero antes de venirme.” Se dijo Rey, levantando su quijada y mirando al cielo del reino con tal de ignorar el color tan ardiente que le quemaba la verga al estar siendo abrazada por un anillo de carne.
—Si usted dice… Apenas el preocupado súbdito dejó el área, Elena y Samantha continuaron con su rutina diaria, Rey posó su mano sobre la barriga de Samantha, quien parecía ser quien mejor estaba sobrellevando la situación. Haciendo presión de vez en cuando, Rey preguntó, —¿No sientes como que no puedes aguantar más? Tal vez, si le suplicas bien a tus amos, podamos dejar a ti y a tu amiga salvarse de tener que completar la lista de cosas sin ni siquiera tener que comprar el primer artículo.
—Tengan piedad, por favor, —suplico Sam juntando sus manos sobre el pecho. —Por favor, por favor, mil veces te lo pido. ¿Pónganme un castigo para compensar por las molestias que Elena pueda estar teniendo?
—Mnnnn. Un castigo. No suena nada mal —dijo Juliet.
—Sam, abre tus piernas, si es que quieres que te dé el castigo que tanto pides —preguntó Rey con la boca hecha agua, dicha escena no estaba en el guion, pero se le ocurría.
—Sí, mi amo —dijo la chica en voz baja mientras escondía aún más su cabeza para evitar las miradas del público.
Rey se las ingenió para bajar la mano con la cual acariciaba la barriga de Samantha hasta hacer contacto directo con el clítoris de ella. Valiéndose de suave y dulces movimientos, los dedos del chico frotaron el botón de placer de la trigueña.
Samantha sentía corriéndole por el cuerpo la inminente sensación de orgasmo que estaba a punto de llegarle. La sensación que provocaban los dedos de Rey en la punta de la raja de Sam era mucho más de lo que la pobre chica pudiera resistir. En ese mismo momento, aunque ella se hubiera tocado con la intención de provocarse un orgasmo, estaba segura de que no lo conseguiría. Sin embargo, ahora que Rey le estaba tocando, ella creía que no sería capaz de evitarlo. En comparación con las de ella, las manos de un hombre eran más robustas, vigorosas, fuertes y calientes. Samantha podía jurar que eran tan diferentes como mismo de diferente, lo es la noche y el día, más en ese momento que le estaban haciendo las cosquillas que no podía resistir.
Sin poder escapar, la trigueña cerró sus piernas y casi que cayó al suelo de rodillas por el orgasmo que le dejó las piernas y todo el cuerpo temblando. Dado que el joven también se agachó y bajó el nivel de sus caderas, la verga que conectaba a los dos cuerpos no se separó.
Aun con tan violenta corrida que Sam estaba teniendo, Rey no dejaba de mover sus dedos, para acto seguido decirle al oído a la misma.
—Aún no he terminado con tu castigo.
—¡Ahhhh! ¡Aaay, amo mío! —enérgica gemía Sam mientras se retorcía en público y todos le miraban. —Me voy a venir de nuevo, Shhhhh, Ahhh, Ooooh…
Rey podía sentir cómo el culo de la trigueña se apretaba con cada espasmo orgásmico que presentaba el coño de la chica.
—Como te me descorches vas a tener que decirle a toda esta gente que rompiste agua —advirtió Rey.
Elena, quien estaba casi al punto de soltar el agarre de su culo y gemía de manera constantemente, rezaba porque su amiga logrará aguantar lo que ella nunca sería capaz de aguantar en su vida. Llegar caminando donde estaban y mantener el rostro de neutralidad que tenía después de haber pasado toda una noche atada, le había consumido todas y cada una de las fuerzas restantes de su cuerpo.
—Uuuuww, está logrando aguantar el castigo. Creo que con esto estoy conforme, además, ya me estoy cansado de caminar, quiero follar como dios manda —dijo Juliet a modo de comentario—. Rey, creo que es un buen momento para regresar. En frente de las personas que estaba a punto de acercarse para ver en qué podían ayudar, con un chasquido de sus dedos, Rey hizo posible una transportación de todos ellos justo de vuelta a la sala de la casa.
—Ya que salimos por ahí, solo queda la parte final de esta gran obra —dijo Juliet dando aplausos en el aire.
—Sí, ahora que lo dices, casi que se me olvidaba —continuó Rey, casi que son sus dientes y garras afuera.
—Elena, Samantha, —demandó Juliet— vuélvanse a arrodillarse en el suelo, les será más fácil aguantar todo lo que tienen dentro cuando les saquemos las vergas del culo.
Las dos chicas siguieron las órdenes y con esto se arrodillaron. Ellas sabían que estaban siendo obligadas a descorchar sus culos, así que se esforzaron para no dejar salir todo lo que tenían en sus intestinos, aunque casi que le fue imposible a la rubia.
Rey se aguantó la verga desde la base, Juliet se aguantó el consolador que tenía puesto, y ambos comenzaron a retroceder lentamente. Poco a poco, los dos amos se desacoplaron de las dos chicas. En el último movimiento, tanto Rey como Juliet dejaron la punta de sus instrumentos haciendo presión contra los culos de Elena y Sam para ayudar a las mismas a no perder el control de sus intestinos.
—Ahora, ustedes gírense sobre sus espaldas y levanten los pies hacia arriba. Quiero que sus rodillas pasen el nivel de sus cabezas, —demandó Juliet quien tomó el látigo e hizo un sonido fuerte contra sus muslos—. La conclusión de esta prueba se efectuará al ustedes demostrar que tienen total control de sus esfínteres anales. Y qué mejor manera para demostrarlo que orinar mientras evitan abrir el culo.
Tanto la rubia como la trigueña guardaron silencio. Actuaron como quienes no entendían lo que se les exige hacer.
—Deben de mearse la cara sin dejar salir nada de sus traseros —aclaró Juliet dando otro golpe, que esta vez fue dirigido a la verga de Rey, quien ya no se podía controlar de la excitación.
—Ufff, gracias —dijo el chico con ojos que se relajaban.
Patas arribas, las dos chicas se encontraron en un predicamento. ¿Cómo pujar el pipi sin pujar al mismo tiempo todo el contenido que tenían esperando salir disparado como un proyectil en sus traseros?
—Y abran las bocas. Solo podrán dejar salir lo que tienen en el culo cuando tengan la boca llena de pipi, así que no fallen mucho. Tomarlo es opcional, no voy a obligar a hacer algo que no haría. Aquí pueden ver los premios, diez píldoras mágicas para quien se porte bien y haga lo que se le diga —continuó Juliet, pasando su mano por la embravecida verga.
El joven, de pie, pudo notar que la pelirroja le lanzaba miradas a su pecho, abdomen y verga. Ella estaba coqueta, caliente y dispuesta a coger. Era su primera vez como “dominatrix” y el papel le estaba saliendo mejor de lo que le salía a él. La pelirroja tenía talento, era traviesa, espontánea y bien explosiva en sus gestos atrevidos. Mientras que él tan solo se dejaba llevar por su instinto salvaje de follar. Nada de lo que estaba sucediendo estaba en el guion, era todo parte de la improvisación de ella.
No obstante, “¡diez píldoras mágicas!”, fueron las palabras que Elena y Samanta menos esperaron escuchar. Hasta ahora, por día, ellas habían recibido tan solo una de estas píldoras que Rey podía crear. Diez era un número exagerado y, en definitiva, estaban dispuestas a hacer lo que hacen gratis. Reuniendo más que suficiente la motivación necesaria, tanto Sam como Elena decidieron no rendirse y proceder con la última prueba.
Ya mantener sus cuerpos en dicha posición se les hacía difícil y por mucho que intentarán, ninguna de las dos parecía recordar alguna vez que fueron al baño para hacer el dos sin antes hacer del uno.
Apretando el esfínter del culo, Elena relajó su vejiga y después de tanta espera por fin pudo sentir los resultados. Una que otra gotita tímida de pipi le salió entre las piernas y se le escurrió por la barriga distendida hasta llegarle a las tetas. Con esa presión, ella sabía que el pipi no le alcanzaría a caer en la boca ni aunque sacara la lengua, pero al menos no era imposible orinar sin dejar de apretar el culo.
Samantha también consiguió los mismos resultados, pero al ver los rostros de Rey y Juliet se dio cuenta de que tal vez no estaba tomando los métodos posibles. De buenas a primeras, la trigueña se dio cuenta de la solución, de cómo orinar mientras presionaba su esfínter anal.
—Amo… ¿Acaso podrías ayudar a esta esclava tuya a tener un buen orgasmo? —pidió Samantha abriendo aún más sus piernas.
Antes de que Juliet pudiera saltar sobre el joven, Rey con felicidad se arrodilló en frente de la trigueña, poniendo sus testículos justos sobre la cara y de una, él se lanzó de boca a chupar el clítoris expuesto de Samantha.
Elena, ignorando la sensación de vergüenza y todo lo que se le quería salir del culo, no se quedó detrás y con voz ardiendo de pasión de pedirle lo mismo a su ‘ama’. Lanzando una mirada excitante de seguridad, Juliet se arrojó a satisfacer las demandas de su esclava, como si con su boca quisiera absorber el clítoris que paradito se hacía ver entre las piernas de la rubia.
En tan solo unos segundos, dado a la sensación de excitación por recibir un oral en semejantes condiciones, las dos féminas anunciaron la llegada de sus respectivos orgasmos con movimientos de sus piernas y gritos pervertidos. En sus rostros enrojecidos por la fuerza de gravedad y el corazón que les latía a más de cien pulsaciones por segundo, tanto Elena como Samantha reflejaban miedo por dejar escapar algo que no debían y excitación por experimentar semejante momento. Patas arribas, con sus vaginas al expuesto, las barrigas hinchadas, y las tetas que le caían sobre el cuello, cosa que se las podían chupar si así quisieran. Más, ninguna podía taparse el culo ni el coño, puesto que con sus manos debían de mantener el equilibrio de sus cuerpos levantados.
Tanto Rey como Juliet, con rapidez, se salieron del camino, cosa que cuando los fluidos quisieran salir disparados por la uretra cayeran en el lugar debido. No lo podían negar, llegado a ese punto, ver a aquellas dos quejándose sobre el suelo, les excitaba y ponía calientes.
Animadas y todas acalambradas, Sam y Elena abrieron tanto como pudieron sus bocas y cerraron los ojos con fuerzas. Bajo la lluvia dorada que les salía de entre las piernas, las gotas gruesas se levantaban y caían de forma arqueada, con fuerza desembocando en sonidos de chapoteos sobre una piel erizada y el suelo del lugar. Aunque las luces de la casa en ese momento eran tenues, los espectadores no perdieron ningún detalle de la ocasión con sus ojos.
Rey y Juliet bajaron una de sus manos con tal de tocar sus zonas privadas, mientras que con los dedos de la otra se acariciaban el uno al otro. Escuchando el sonido mojado, viendo los cabellos que se humedecen y como las bocas buscaban atrapar cuanto podían, los dos espectadores sintieron una excitación morbosa ante tan alucinante momento en la vida de dos chicas. Requiere de mucho llegar a tanto, aun así, los dos ya se habían imaginado a la rubia y a la trigueña haciendo semejantes cochinadas. No era que ellas no hicieron comentarios insinuantes al respecto, pero eso había quedado en sus mentes y pasado de largo, ahora era realidad. Estaban viendo cómo las bocas abiertas se llenaban de pipi, en vivo y en directo, hizo que la adrenalina subiera por el techo.
Al parecer era lo mismo para las dos chicas sólidas. Cegadas de lujuria, la rubia y la trigueña cerraron sus bocas con tal de tragar el contenido que habían acumulado con sus lenguas.
—Ya pueden dejar de apretar el culo —dijo Rey desaforado, jalándose una paja, dejando que su semen saliera disparado en dirección a las dos chicas.
Juliet no se quedó detrás, su respiración se agitaba, estaba impactada al ver semejante escena, puesto que era la primera vez que protagonizaba dicha situación. Con su mano ella empezó a masajearse el clítoris frenéticamente. Flexionando sus rodillas, gritó como loca, aun así, tan solo pudo alcanzar el orgasmo que tanto necesitaba alcanzar cuando se llevó el miembro de Rey, palpitante y convulsionante, a la boca.
Casi que al mismo instante en el que Rey dio la orden, la mezcla de inmundicias salió disparada como una fuente de abundantes fluidos de dentro de los intestinos de aquellas dos. Continuo y abundante, el chorro llegó hasta el techo y se dispersó por el lugar bañando tanto a Rey como a Juliet. Esta última tenía una pierna levantada como una perrita y también estaba vaciando su vejiga en el mismo momento que aprovecha los cosquilleos de su corrida.
Entre todas las miradas perdidas de placer y las manos extendidas en dirección a las píldoras prometedoras de ofrecer una entrada al mundo mágico, Rey dejó escapar una mueca amargada para llevarse una mano a la cara.
Las tres chicas, quienes jamás habían visto una expresión semejante en el rostro del joven, se preguntaron el porqué del comportamiento de este y la respuesta les vino a la mente tan pronto notaron un movimiento al fondo de la sala. Con los ojos bien abiertos, ellas voltearon sus cabezas en dirección a una quinta persona. Juliet, Samantha y Elena sabían que en esa casa no podía entrar nadie que no fuera del grupo, aunque preferían que, si fuera el caso, porque, quien se erguía de pie, solo podía ser una única persona y era nada más, ni nada menos que Arte. La “nueva” chica del grupo, esa que había dejado de ser chico, estaba mirando con rostro sorprendido la tan retorcida situación. Como Elena y Samantha seguían soltando un chorro abundante de inmundicias sin siquiera poder detenerse.
“¿Cuántos días habían ya pasado desde que Arte se había marchado para que estuviera de vuelta?” Se preguntó Rey, gracias a que se había venido tenía la mente más clara en la situación y se reprocha no haberse percatado de lo que iba a suceder con anterioridad.
Apenas todos lograron alcanzar el control de sus cuerpos y tuvieron el valor de levantar sus miradas hacia Arte casi que se embobecieron. La recién llegada aún tenía el pelo corto con un lazo negro a la altura de la oreja izquierda, pero sus curvas eran las de un cuerpo femenino propietario de un gran par de tetas y un trasero bien empinado y gordo. Con carita preciosa, labios finos y nariz respingada, Arte llevaba puesta una blusa enteriza que apenas le cubría la parte inferior de sus glúteos.
¿Qué puede ser peor que sorprender a alguien que conoces haciendo algo vergonzoso? La humillación que las personas pueden sentir tal vez contribuye a alargar la distancia de la amistad. O eso pensaba Arte quien había entrado en la sala justo cuando Elena y Samantha estaban lanzando chorros de fluidos con las patas arribas, Juliet meaba los rostros de sus amigas y Rey se venía, sobre todo. Pero, los cuerpos que veía no eran los que recordaba, incluso la pelirroja podía modelar en la pasarela.
—¿¡Arte!? —preguntó Elena asombrada. Escurriéndose la cara mientras se levantaba del suelo para evitar que le cayera algo en los ojos. Una vez de pie, la rubia extendió sus manos e ignorando la condición de su cuerpo, casi que avanzó con la intención de darle un abrazo a la chica que había llegado.
Ante la acción de Elena, Arte titubeó y retrocede un paso mientras se tapó la nariz. Ella lo hizo de forma inconsciente. Nadie en su sano juicio quería ser abrasado por una chica bañada en inmundicias, al menos no sin antes estar preparada.
De pronto, en la sala del lugar se dio a escuchar el chasquido de los dedos de Rey. Casi que, a la velocidad del sonido, todo término recogido, los cuerpos de los presentes impecablemente limpios e incluso bien vestidas. Si Arte no conociera los poderes que tenía Rey, ella tal vez pensaría que todo lo que había visto no era nada más que un producto de su imaginación tras ser teletransportada. Pero ella sí los conocía, y que él concediera cuerpos monumentales a los demás miembros, mientras que ella se había tenido que marchar a luchar el suyo no le parecía del todo justo. No, a menos que él solo se quisiera deshacer de ella con tal fallarse a todas a sus espaldas.
Estática en un lugar, Arte con una mueca como sonrisa se dejó abrazar por Elena, así como mismo fue recibida por los demás y felicitada por sus cambios.
En el abrazo de la rubia y la trigueña de pelo corto, los dos pares de tetas se restregaron las unas a las otras, mientras que Elena buscaba la mejor forma de encajar su quijada en el lado del cuello de su amiga.
—Tenemos que hablar… —dijo Arte, aún manteniendo la seriedad, sin querer mirar a Rey a los ojos.
—Claro que sí, nos tienes que contar cómo te fue con todo y también… te animas a enseñarnos cómo quedaste, —dijo Juliet con mucha confianza en el tono de sus palabras.
Las personas no suelen sorprender a sus amigos haciendo depravaciones sexuales muy a menudo. Arte no quería ser tratada como una loca, o como si no fuera parte del grupo, ella quería enterarse de lo que estaba sucediendo, de si aún le quedaba alguna posibilidad de cumplir sus sueños. Y, aunque las palabras de Juliet le invitaban a desvestirse, pero no existiría sentimientos en dicho acto. Al menos no en ese momento.
La sala se quedó en silencio tras las palabras de la pelirroja, como si todos estuvieran esperando la respuesta de la recién llegada. En cambio, Arte se quedó mirando a todos por largo rato, desde su punto de vista no quería volver a caer en lo que era en el pasado, sin mencionar que aún no podía procesar las imágenes que había visto al llegar. Esas chicas que con tanta casualidad se le acercaban y hablaban, no hacía ni diez segundos que habían estado tumbadas, entre besos, caricias, gemidos y fluidos con el chico al que ella amaba.
Rey entendiendo la situación, procedió a tomar asiento, para agregar:
—Arte, sé que tal vez puedes tener muchas preguntas y no sabes por dónde empezar. Pero si te apetece organizar tus ideas, primero te podemos dar un poco de tiempo.
Arte miró a las tres chicas del lugar y mostró preocupación en su rostro.
—Siempre tuve la sensación de que en todo este tiempo algo podría pasar entre ustedes, pero… —reclamó Arte con los ojos aguados, sintiendo un dolor en el pecho que le quemaba el corazón, hundía las venas y desbordaba el estómago—. ¿A tanto han podido llegar en solo unos días?
—No es que sea una larga historia, para ser honesta —dijo Samantha.
A Arte se le aguaron más los ojos y la voz comenzó a temblarle; —¿Por qué no esperaron por mí para poder hacer todo esto? —Era la pregunta que ella dijo, aunque sonara egoísta de su parte decirla en voz alta.
—No seas sentimental, todo esto sucedió gracias a ti… —dijo Elena buscando la botella de vino que estaba tendida por el lugar con la intención de tomar un poco.
Con lágrimas que se le caían por las mejillas, la trigueña de pelo corto no se pudo contener de decir. —¿Entonces porque yo estaba aquí, ustedes se estuvieron conteniendo? —dijo Arte para marcharse corriendo a su habitación, como quien confirmaba todas las sospechas que tenía.
Rey se llevó la mano a la frente. Samantha también entendió que Elena había metido la pata grandemente. El estómago se le oprimió a Juliet cuando vio a Arte llorar. La pelirroja entendía que las lágrimas de aquella chica estaban abarrotadas por desilusión, sueños rotos, e impotencia.
—¿Qué sucedió? —preguntó Elena tras terminar de tragar un buche de vino—. Lo dije por sus fotos y videos privados, bueno es algo de lo cual avergonzarse, pero no al punto de salir corriendo. Después de todo, ‘enfermos’ no son quienes hacen videos, sino aquellos que lo ven y disfrutan hasta el final.
—Sucede que la has cagado —dijo Samantha bien enojada—. Ahora tengo yo que corregir el malentendido que creaste, y ¿sabes qué? Tal vez intentando arreglar algo roto pueda romperlo aún más.
—¿A qué te refieres? —preguntó Juliet.
—Que Samantha tendrá que explicarle el “todo esto sucedió gracias a ti” en el sentido literal de la palabra, para que Arte no siga creyendo que fue porque se marchó, y que desde un principio yo nunca tuve el poder para cambiarle —dijo Rey señalando a la pantalla que estaba apagada, y después señalándose a sí mismo.
—El alcohol degrada las neuronas del cerebro, rubia. Para de tomar si te hace daño. O hazte consciente de que no puedes controlar tu lengua y pensar antes de hablar, —dijo Juliet dando un latigazo al suelo, adentrada en el papel de ‘dominatrix’.
—No me decías eso cuando te chupaba el coño, ama — replicó Elena mientras pasaba su lengua por el pico de la botella, como quien se revelaba—. Déjenlo todo en mis manos, yo me encargo de calmarlé un poco.
Elena, inflando su pecho, pasó a buscar el cinturón y la verga que eran suyos para usar.
—¡No! —dijo Sam previniendo de que algo malo sucediera—. Déjalo así, yo me encargo. En definitiva, fui yo quien lo comenzó todo.
—¿Estás segura de que quieres entrar a solas en el cuarto de Arte? —preguntó Rey.
—Mmmm, ahora que lo pienso, no es mala idea si también salimos de la casa —dijo Elena—. En caso de que Arte salga de su cuarto con sed de sangre no estaremos aquí y podremos llegar después, cuando se calme.
—¿Y si le drogas?… —sugirió Juliet.
—¡Definitivamente no! —respondió Samantha.
—Ah, ya se está “mojigatizando” otra vez. Tanto que me costó abrirte la mente, —reclamó Elena.
La trigueña observó de vuelta a la rubia que buscaba pelear, todo era un problema para ella que se quejaba y trataba de resolver la situación con soluciones poco productivas. Más, ella miró la botella que la rubia tenía en la mano y decidió dejar los asuntos como estaban. Después de todo, discutiendo sobre la leche derramada no llegaron a nada.
Rey estaba de acuerdo en que Sam fuese quien hablara con Arte, de cierta manera, la trigueña de cabellos largos tenía el poder absoluto de evitar la muerte, así como las cosas que le pusieran en peligro. Arte podía hacer que un chasquido de sus dedos, cualquier cosa que no contara con semejante protección estallara cientos de miles de pedazos.