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Una casa y cinco jóvenes
Chapter 18
Dime que quieres que te coja
A pesar de que lo habían acordado, ninguno de los miembros se había dispuesto a salir de la casa. El silencio se hacía presente en la sala del lugar, de vez en cuando se podían escuchar los buches de Elena tragando alcohol, pero no se sentían ni los gritos o el llanto de Arte en su habitación. Por supuesto, Rey sí podía escuchar todo lo que Samantha le decía a la otra trigueña de cabellos cortos.
Arte se había enterado de que todas las fotos y videos de su pasado habían sido desvelados y usados como material de pajas y depravaciones, por los miembros del grupo. Que Juliet tiene problemas de trastorno alimenticio. Que ella no podía dejar de pensar de forma convencional. Y que Elena había encontrado la manera de mantenerles a todos unidos utilizando los poderes de Rey.
Lamentablemente, Arte no dio respuestas ante la conclusión de toda la historia que Sam se había dedicado en contarle de la mejor manera y solo hizo una pregunta:
—¿Crees que Rey se fijaría en mí como me veo ahora?
—¿Acaso no hiciste todo este cambio para que él se fijara en ti? No creo que puedas estar equivocada si seguiste los deseos de tu corazón. Déjame decirte que te ves preciosa y si yo fuera él, no dudaría en meterte mano si me das la señal, además, tremendo culo que te cargas —dijo Samantha tras dar una discreta sonrisa.
—¿Señal? —preguntó Arte, ignorando el factor de que tenía una tanga puesta.
—… Sí, actúa natural y provócalo de vez en cuando. No te acerques mucho a Elena si no estás preparada, en este corto periodo de tiempo ella se ha vuelto una pervertida devoradora sexual, animal desaforado en busca de carne y lascivia. Y si acaso estamos teniendo sexo, no dudes en unírtenos. —Con estas palabras, la trigueña de cabellos largos abandonó la habitación de Arte y fue a la sala.
Cuando todos voltearon sus rostros en dirección a quien había salido del cuarto de Arte, se encontraron con una situación espectacular. Samantha estaba desnuda con una risa de oreja a oreja.
—¿¡Se lo tomó bien!? —preguntó Juliet asombrada.
—Tal vez necesitemos darle un poco de tiempo. No le pude ver el cuerpo, pero en todo este tiempo quise tirarlo contra la cama y hacerle el mejor sexo oral que pudiera recibir tuviera lo que tuviera ahí abajo, entre sus piernas.
—Y tú, quién más enojada estaba con tener que dar explicaciones —dijo Elena—. ¿Acaso no te vas a sentir culpable de demandar por ser follada tan rápido?
—Pero qué mejor manera tengo para demostrarle a Arte que su presencia no afectará en nada nuestro comportamiento en la casa. También le dije que podía unírsenos si es que quería, —Sam miró a Rey con cara de preocupación, mientras entrecruzó sus piernas en el lugar y miró a un lado.
Samantha entendía que en su conversación con Arte había sido muy optimista con el asunto de que Rey se excitaría con ella, tan optimista que tal vez había mentido sin darse cuenta.
—¿Qué sucede con esa cara? —preguntó Juliet.
—Nada —dijo Sam—. ¿Acaso, amo no nos tiene que premiar por habernos portado bien? Aún se siente como si me estuvieran besando el clítoris. Ahhh, por favor, no puedo seguir aguantando las ganas de sentir algo, grueso, gordo y grande llenando mis entrañas.
Tras disimular sus preocupaciones con excitación, Samantha se puso coqueta y caminó en cuatro patas hasta el sofá en el que Rey estaba sentado. Entrando en su papel de esclava, Elena no dudó en seguirla para también pedir por su premio, aunque esta última lo hizo un poco borracha.
—No sería yo un amo justo, generoso y benevolente como lo soy, —dijo Rey haciendo aparecer veinte píldoras mágicas.
Los ojos de Juliet, quien se había desvestido en un segundo cuál si sus prendas estuvieran en fuego, se clavaron en el coñito levantado de Samantha para después pasar a mirar a Elena:
—¿Por qué nuestra otra esclava tiene puesta aún su ropa?
—Lo siento tanto… perdona mi falta de educación… —dijo Elena para quitarse lo que llevaba puesto antes de recibir aquellos que Rey le daba.
—De las diez píldoras, te confisco una por no seguir las reglas. Reflexiona sobre tu error —dijo Juliet.
Rey pudo imaginarse que aquellas tres no tardarían ni dos segundos en tomar las pastillas que habían recibido, y cómo mismo lo imagino, ellas lo hicieron. La situación terminó con tres chicas drogadas que se revolcaban por el sofá gimiendo y gritando, mientras que Rey miraba al techo con la verga bien dura. En una situación como esa, en el pasado, él estaría clavando su verga en interior de aquellos cuerpos indefensos, pero por alguna razón se miraba pensativo y no tenía los deseos de hacerlo. Al pasar las horas, Rey abrió los ojos tras escuchar unos sonidos provenientes de la cocina. Arte estaba detrás de la meseta que hacía la división de la sala. Ella parecía buscar algo que tomar en el refrigerador.
“Aceptación, sexo, drogas y muchas otras cosas que no son necesarias para vivir una vida normal. Aun si, nosotros las buscamos…”, se preguntaba Rey mirando al techo del lugar. “¿Con tal de ser feliz? O de ¿vivir antes de morir? Ah, la respuesta puede ser más simple de lo que aparenta”.
Con discreción, Arte quería entender la razón por la cual las chicas de la casa estaban haciendo tanto ruido con sus bocas si ni siquiera movían sus cuerpos. De momento, Arte se puso más nerviosa cuando notó la presencia de Rey, quien también estaba yendo a la cocina para aprovechar y coger algo sin esforzarse en disimular su potente erección.
“Soy como ellas, y ellas como yo. Con este nivel de excitación no tengo motivo ni razón para contenerme o estar eligiendo a quien cogerme y a quien no.”
Como quien no quería hacer contacto visual, Arte le dio la espalda al chico de ojos blancos y se centró en limpiar el interior del vaso en el que se iba a servir el jugo de naranja que tenía afuera. Ella estaba nerviosa, no tenía puesto la misma ropa con la que había llegado a la casa, sino que se había cambiado a algo más ligero para andar por el lugar. Ligero que significaba provocativo, el fino vestido blanco bastante corto también dejaba traslucir los pezones de quien lo usaba.
Rey, por tan solo el olor, pudo deducir que Arte no llevaba puesto nada bajo el vestido. Él entendía que la chica estaba nerviosa, más cuando vio el tamaño impresionante de su verga, la cual movía de un lado a otro con cada paso.
Arte, con una sonrisa indiscreta, miró por encima del hombro al joven que se le acercaba por atrás con su verga afuera. De manera casi que inconsciente, ella empinó su trasero mientras tragaba en seco sin siquiera tener preparado el vaso de jugo que iba a tomar. Ella parecía estar queriendo que Rey le pusiera en cuatro, le dejara el culo al descubierto y de un empujón se la metiera bien adentro.
—Quieres… un poco… —dijo Arte titubeando, tratando de esconder su nerviosismo.
—De ti, o del jugo —respondió Rey con calma al poner un vaso vacío sobre la meseta.
Haciendo caso omiso al último comentario, al mismo tiempo que llenaba el vaso de Rey, Arte decidió dejar caer uno de los paños que estaban sobre la meseta al suelo. Luego, como quien veía algo que había caído al suelo, ella respiró hondo y, tras llenar el vaso de Rey, decidió inclinarse a recoger lo que estaba en el suelo, apuntando su culo en dirección al chico que tenía al lado.
El corto vestido que no cubría más abajo de la punta de las nalgas se levantó completamente, dejando todo aquel culo gordo expuesto ante los ojos del chico.
Rey sabía que Arte había dejado caer el objeto a propósito, con la intención de agacharse a recogerlo para así dejarle ver debajo del vestido mientras disimulaba. Mas, el joven de ojos blancos no pudo contener la curiosidad de saber cómo lucía la chica entre las piernas, pero, poco se había imaginado el resultado del evento que se estaba dando lugar.
Las nalgas de Arte se abrieron y así se quedaron. Era la primera vez que Rey veía bajo la ropa de una chica transgénero y se preguntaba;
“Con el culo al descubierto, ¿Acaso quiere que la toque o se la meta?” Tras observar y cuestionar, Rey posó su mano derecha sobre las nalgas de la chica. “¿Qué más puedo hacer? Por muy excitado que este, la rubia siempre tuvo razón. Siempre me faltó tener el valor para liberar las cadenas del animal que duerme en mi interior”
El hermoso culo expuesto tenía un anito precioso y apretado, debajo le seguía la apertura de un coñito delicado conformado por dos labios vaginales bien hinchados y en donde debía de tener el clítoris salía un trozo de carne cilíndrico en erección casi tan largo y gordo como lo era el dedo medio de una persona.
“Cómo se sentiría el interior de una vagina artificial, una creada por alguien más”.
Ante el primer contacto, Arte aún estaba inclinada, guardaba silencio y no se movía como mismo, se comportaba un conejo asustado entre los dientes de un lobo. Ella cerró sus ojos para calmarse y dejar sus miedos de lado, al mismo tiempo que sentía cómo Rey corría sus dedos hasta llegarle entre las nalgas. La chica de cabellos cortos, ya no se sentía tan incómoda al dejar que él le pasara la mano por el coño.
Rey, por un momento, entendió que Arte no estaba enojada con su osado movimiento, cosa que le llevó a pensar:
“¿Qué tan lejos puedo llegar hasta que sea demasiado lejos?”.
Mientras pensaba, el chico apreciaba la suavidad del área, de un momento a otro, él pudo jurar que el coño de Arte parecía abrirse y estirarse por cada vez que ella movía su verga que ahora era clítoris.
Con discreción y suavidad, ella se reincorporó en posición detrás de la meseta como si disimulara que nada sucedía.
—¿Y por qué esas tres están chillando tanto? —preguntó ella, tras limpiar su garganta—. Parecen gatos en temporada de apareamiento.
—Porque están en un mundo fantástico. No hace mucho se tomaron una dosis de drogas afrodisíacas y alucinógenas. —Tras responder a la pregunta de Arte, Rey también disimuló que nada estaba sucediendo, pero entre las piernas de la chica sus dedos se seguían moviendo de arriba a abajo entre los labios vaginales—. Te hicieron un excelente trabajo.
Él estaba seguro de que un coño después de la transacción de género no tendría las mismas capacidades ni se vería como uno real. Ya que el nuevo coño de Arte podía generar fluidos vaginales cuando se excitaba y se valía de un himen intacto que resguardaba la vagina, esto significaba que tal vez no era el
producto de una operación. Lo mismo se podría decir de las tetas y el cuerpo que ella ahora tenía. Pero ¿por qué conservaba su pequeña verga?
—Gracias… lo hice por ti… —respondió Arte, al mismo tiempo que apoyó sus dos manos sobre la meseta y empinó aún más su trasero.
Rey, con sus dedos índice y medio ya lubricados por la humedad que soltaba el coño empapado de Arte, paso a hacer que resbalaran por el orto de ella. Desde su punto de vista, con este nuevo movimiento, Arte parecía dejar todo sus nervios a un lado. Por un momento Rey pensó que ella le diría algo como: “me estás lastimando”, pero no fue el caso, ella se empinó aún más. En respuesta a este simple gesto de ‘disposición’ y al ver cómo con tan solo su mano tenía a aquella chica, él estuvo más caliente que quiso intentar enterrar su verga a ver si la podía aguantar. Aunque también entendió que era mejor todo en su momento. Arte se le estaba ofreciendo y se mostraba así de dispuesta usando expresiones físicas, pero aún no había abierto su boca para suplicarlo. Así que él dejó de meterle mano a Arte, y se aguantó la verga que de paso ya la tenía dura como una piedra.
Arte creyó que esa sería su primera vez como mujer con el chico que amaba. Ella tenía el coño bien lubricado y el culo engrasado, ahora lo que le faltaba era que se la metiera. Abriendo sus piernas, ella apoyó su frente en la mesera, pero cuando sintió que Rey se le alejaba se dio cuenta de que no sería el momento.
—¿Acaso no te gusto lo suficiente? —le preguntó en suspiros.
—No digas semejante cosa, mira cómo me tienes la verga de caliente… —respondió Rey, mientras hacía azotar su miembro contra la barriga.
—Entonces, ¿por qué no me coges? —preguntó Arte—. ¿Es que ser cogida por tantas personas te hace mirarme diferente?
—Tu pasado quedó atrás —respondió Rey—. Howard ya no más, ahora eres tú, Arte… no te dejes definir como persona por lo que pasase. Sin importar cuanto pudieras disfrutar o sufrir, ven y vive el ahora. Las mejores cosas nunca se hacen esperar, sino que viven en un futuro que está por llegar… ¿Acaso no quieres disfrutar? Además, no es que me lo hayas dicho directamente.
—Hay cosas que se pueden deducir sin tenerlas que decir. No es que seamos niños —dijo Arte, carismática y feliz, girando en el lugar con tal de mirar al chico de ojos blancos al rostro. Su vestido estaba desarreglado en dos sitios, bajo sus dos pezones y sobre su miembro en erección.
—Yo quiero que me lo digas —terminó Rey al acercarse y mirarle a los ojos mientras le levantó la barbilla con sus dedos.
Arte no parecía estar muy tranquila con la cercanía de Rey. Tan cerca estaban él que ella podía sentir su aliento con sus labios. Con la boca entreabierta, ella también sintió cómo el tronco de la verga de él se le deslizó por entre las tetas.
Con tal de sacar a su verga del camino, Rey usó su mano para guiarla hacia abajo de modo que su nuevo trabajo fuera abrirse camino por entre los labios mayores del coño de Arte, sin adentrarse en el agujero.
Al sentir el calor hirviente de semejante trozo de carne, Arte se subió las prendas que le cubrían para comenzar a frotar su clítoris contra la barriga de Rey.
—Dime que quieres que te coja —le dijo Rey a ella antes de continuar moviéndose. Con un trozo de carne palpitante entre las piernas, Arte no podía hablar con claridad, siendo lo que más quería. De cierta manera no se podía imaginar metiéndose toda esa verga por su coñito nuevo sin tener que sufrir mucho—. Confía en mí, una vez te me abras de piernas te garantizo que te la voy a encajar bien, tanto por ese culo como por tu coño. Dime que quieres que te coja.
—No sé… sí… quiero… pero qué dirá Elena… Sam… y Juliet, si se despiertan y nos ven.
—Si ellas despiertan y te ven en semejante estado, te garantizo que ellas mismas te dirán lo mismo que yo, —dijo Rey, mientras movía su verga contra la raja que escurría ya grandes cantidades de fluidos vaginales.
Arte miró hacia la sala, ya los gemidos de las chicas no se escuchaban tan alto como en el inicio. Por otro lado, en toda su vida ella había sido dominada por los hombres y nunca había dado lo que era considerado como ‘el primer paso’. Hasta el momento, los depredadores se la repartían entre ellos y ella tan solo se dejaba comer, pero ahora con Rey, tenía que literalmente pedir que se la comieran y no sabía cómo hacerlo.
Rey entendía que Arte aún no estaba lo suficientemente caliente como para dejar las dudas a un lado y rogar por ser cogida. Con un poco más de osadía, ante la inseguridad que tenía Arte al hablar, él decidió agarrarle las nalgas y atraerla hacia él con fuerza. Los dos cuerpos terminaron pegados el uno al otro. Rey pudo sentir cómo las tetas de ellas le presionaban contra el pecho, así como también ese órgano sexual destinado al placer que solo tiene las personas con coño, aun así, no le importó.
Arte quiso retroceder nerviosa, ya no estaba muy orgullosa de que su clítoris estuviera tocando la piel desnuda de la barriga de Rey. Ella, aunque no quiera reconocer que la sensación proporcionada por las ocho mil terminaciones nerviosas de su botón hiperextendido le encantaba, ya tenía encajada en su mente la idea de que Rey le estuviera haciendo lo que le hacía por lástima.
Con una sonrisa en su rostro y sacando su verga de dentro de las piernas de Arte, Rey pegó la vuelta y se dirigió directo a la sala en donde estaban las otras chicas. Con normalidad, el chico de ojos blancos pasó sus manos por los cuerpos de aquellas que sobre el sofá cama estaban tendidas y aumentaron el ritmo de su respiración.
Pasmada por cómo se marchaba el chico, dijo en voz alta:
—¿Amor es querer a alguien para ti misma? —las palabras de ella sonaron confundidas. —Este sentimiento me corroe por dentro… si hubiera tenido el valor de decirle que me cogiera… tal vez ahora… no estaría tan celosa. No… tengo que mantener mi orgullo, soy una chica y tú, como chico estás jugando conmigo. Crees que no me doy cuenta… Ufff. Me encabrona que tenga con quién coger, y que, por eso, si yo no quiero ceder a hacer lo que me dice, no vas a dudar en usar sus otras opciones… Asss, y todo delante de mis ojos, para que me caliente y deje de pensar. No te reconozco, Rey.
“Tienes razón,” pensaba Rey. “En tan poco tiempo he cambiado, trabajo me costó mantener los principios que me definían, los estándares que me hacían noble. Y ahora, soy un depredador hambriento de carne y sexo. Y la realidad es que cada vez se me hace más fácil. No me convertí en un asesino la primera vez que mate, sino cuando me acostumbre a hacerlo…”.
Pensamientos que contradecían las acciones del chico que con sus manos ponía en cuatro el cuerpo tumbado de Samantha y después de acomodar su verga, de una sola embestida, le penetró tan profundo como pudo. Así hizo con Elena, y después con Juliet.
Sin darse cuenta, Arte ya se estaba agarrando una teta y exprimiendo un pezón con su mano izquierda, mientras que con su otra mano se frotaba el clítoris apoyándose de espalda contra la pared más cercana. Ocupación por tenerla dentro, sentir lo que sienten las mujeres cuando son penetradas por una verga, monstruosa, gigantesca y gorda.
—¿Acaso no me vas a pedir que te coja? —volvió a preguntar Rey al mismo tiempo que apuntó su verga al agujero del culo de Juliet y comenzó a presionar en este. Arte guardó silencio—. Mira que al estar empujando la punta de mi verga ya le está abriendo el orificio a esta chica indefensa. Qué bien se siente cuando se ponen boca abajo, o en cuatro, me dan ganas de romper culos y lo mejor, es que ni siquiera se quejan sin importar lo duro que se las meta.
—Si me vieras boca abajo… o en cuatro… ¿Me querrías romper el culo también? —dijo Arte con sus mejillas enrojecidas.
Ante la pregunta, Rey lanzó una mirada ardiente y una sonrisa afirmativa.
Arte se acercó lo suficiente como para ver como el glande de Rey se iba metiendo en el culo de Juliet. También, como el chico llevaba una su mano izquierda sobre el coño de Sam y la derecha sobre el de Elena, para, con maestría de movimientos, comenzar a acariciar ambos clítoris.
—Te la metería sin siquiera pedirte permiso. Pero, esta no es una situación cualquiera y lo sabes —dijo Rey mientras sentía cómo el culo de Juliet le apretaba la verga a la misma velocidad que un corazón puede palpitar. Al mismo tiempo, el coño de Sam parecía querer comerse la mano que le acariciaba, y por el otro lado estaba Elena con la boca abierta.
Todas estas circunstancias hacían que Rey se sintiera como una bestia, con los deseos de penetrar con su verga a cualquier agujero que se le pusiera en el frente. Pero, en los últimos días él había aprendido a denotar la diferencia entre los animales que tan solo sabían inseminar y un ‘amo dominante’ que retrasaba el orgasmo cuanto pudiera con la intención de cargar la bomba del éxtasis, la euforia y bienestar que provocan venirse después de haber pasado horas queriéndolo.
Arte quería que se la cogieran fuerte y duro por delante y por detrás, pero, por una situación de orgullo, no se permitía decir las palabras que Rey quería escuchar. A ese punto, si ella suplicaba, tendría poco o ninguna autoridad en el futuro para reclamar al chico para sí misma. Aprovechando y subiéndose en la meseta, la chica de cabellos cortos abrió sus piernas para así dejar expuesto todo su entrepierna, lo cual estaba bien mojado.
—Tu tiempo de decidir se terminó, —dijo Rey con una sonrisa de medio rostro al ver cómo Elena levantaba su torso sobre el sofá—. Ahora te será más difícil.
La rubia siquiera se tomó un poco de tiempo para ir corriendo con su boca y chuparle la lengua a Sam a la vez que también lamía los dedos de Juliet. Cosa de que, poco a poco, los dedos de Elena comenzaron a entrar y salir del coño de Sam quien también despertaba y le devolvía las intenciones.
—Ay, pero qué bien se siente… —dijo Sam después de respirar tan hondo como los pulmones le permitieron.
—No hace falta que se contengan… tenemos público… — dijo Elena entre lengüetazos, pues bien había notado lo que Arte estaba haciendo.
—Uuuu… ¿Y eso que no se nos ha juntado aún? —preguntó Juliet—. No estaría de más chupar esa hermosa verga que tiene.
—Arte, ¿acaso no te molesta que te digan que tienes verga?
—preguntó Sam bastante divertida por tener la oportunidad de saber la respuesta ante los demás.
Era cierto que a Arte le molestaba escuchar que otras personas nombraran de forma incorrecta lo que tenía colgando entre sus piernas, pues definitivamente no era una verga, aunque luciera como una. Ella había dejado de ser hombre al dejar de tener sus testículos, para pasar a ser mujer y tener vagina, útero y ovarios que eran capaces de ovular y seguir un ciclo de menstruación.
—No—, respondió Arte a la pregunta de Sam, para después dirigirse a Juliet con actitud comprensiva—. Esto es un clítoris, ya que debajo también tengo lo mismo que ustedes tienen y por aquí no sale el… pipi.
—¿Ah? ¡Que tienes un coño también! —sorprendida, exclamó Juliet.
—Y, ¿qué es lo que te hace diferente de los hermafroditas si tienes un coño y un… clítoris sobre desarrollado? —preguntó Elena por curiosidad.
—Primeramente, y como ya dije mi clítoris fuera una verga, si pudiera orinar por ella. En otras palabras, mi agujero de hacer pipi está entre los labios de mi vagina. Si tuviera testículos, internos o externos, entraría en la definición de hermafrodita porque estaría compartiendo los dos órganos sexuales de hombre y mujer. —cambiando las expresiones de su rostro a una mirada triste, Arte continuó: — No quise tomar el riesgo de cortarme el clítoris para que mi coño se viera más lindo estéticamente, a cambio de poder perder la sensibilidad de este. Ser una mujer y no poder llegar al orgasmo no estaba entre mis planes.
—¿Y cómo fue que te hicieron mujer? —preguntó Juliet disfrutando las relajantes embestidas que le daba Rey por el culo.
—Los humanos no tenemos el sexo definido hasta la sexta semana de fecundación, por ende, es posible que un genetista que controle el tiempo pueda eliminar el gen SRY, responsable de crear el desarrollo de los testículos y detener la existencia de los ovarios, y hacerlo inexistente —respondió Arte—. También estaba la opción de trasplante de vagina y fusión de cuerpos, en ese caso… la manera exacta que se debía proceder para alcanzar mis fines, se las dejo como un misterio.
—¿Estás diciendo que existen personas que pueden jugar con el tiempo ahí afuera? ¿Cómo es posible que la realidad se mantenga como está y no se genere una línea divergente del tiempo? —preguntó Sam, bien concernida ante el nuevo dato informativo.
—Rey te puede contar, él también controla el tiempo de cierta manera… o al menos esa es la razón por la que creo que, aunque ustedes hayan consumido tantas drogas, sus cuerpos no evidencian efectos negativos y que técnicamente no sean adictas físicamente, puesto que solo lo buscan por la experiencia —respondió Arte, demostrando una capacidad de conocimientos incluso mayores a los de Samantha, quien era considerada la intelectual del grupo.
Ninguna de las presentes se mostró asombrada ante la revelación, pues de cierta manera presentía que algo parecido les estuviera sucediendo.
En cambio, Rey respondió:
—Controlar el tiempo es algo que aún no puedo hacer del todo, y aunque exista alguien que pueda, esa persona tendría muchas limitaciones. No creo que tenga el poder suficiente para viajar en el pasado y aunque así fuera la realidad en la que vivimos, se mantendrá igual, pues tan solo existe un único pasado, presente y futuro. Me puedo atrever a decir que lo que esa persona hizo fue detener el gen SRY en tu cuerpo y terminar con su existencia. Por esa razón tuviste que tomar hormonas hasta que se te desarrollaran los órganos sexuales internos y perdieras los externos tras cirugía, si es que fue el caso.
—¿Qué sucedería si esa persona lucha contra nosotros? —preguntó Juliet un tanto intrigada.
—Supongo que, exceptuando a Samantha y a Rey, si ese individuo nos toca, dejaremos de existir, —respondió Arte aun frotándose el clítoris para no perder la calentura que estaba sintiendo.
—Siento haber nombrado incorrectamente a ese suculento clítoris… —dijo Elena con voz ronroneante y coqueta—. Mnnn, Arte, porque no nos acompañas, se me antoja chupar algo con mi boca y ya los dedos de la pelirroja no me están alcanzando.
—Aún está renuente de que yo le meta la verga —dijo Rey.
—Si yo tuviera mi coño virgen, por muy caliente que estuviera, al ver el tamaño de tu verga, te mandaría para el carajo —dijo Samantha, casi que llorando del placer que le hacía sentir la mano de Rey.
—Te entiendo Arte, tu primera vez no es del todo placentera y no te culparé si la quisieras tener con quien amas en una situación más especial. Bueno, disculpanos, pero nosotras continuaremos disfrutando, —dijo Elena, estirando su mano y sacando de debajo del sofá el arnés con verga plástica que ahí estaba.
—¡La virginidad es como una enfermedad! Coge tu remedio lo más temprano que puedas para que así disfrutes de una vida más plena —dijo Juliet quien no se demoró nada en usar su coño tan pronto estuvo disponible—. Al principio me costó reconocerlo, pero ahora puedo decir que, aunque me duela, ser cogida merece la pena…
—Arte, quiero decirte que si no te molesta me puedes chupar el culo y el coño todo lo que quieras, así como a todos en este sofá —dijo Elena—. Solo te pedimos, en cambio, que nos permitas probar tu coñito, esas tetas y ese culito tuyo. O ¿es que nosotras, por ser mujeres, no te calentamos como lo hace Rey?
—Mmmm, ahora que lo pienso —dijo Arte mientras se acercó un poquito más al sofá—, verlos a ustedes me calienta… y, ahora que soy mujer, es uno de mis deseos ocultos hacer cosas lesbianas mientras disfruto de una buena verga.
Viendo hipnotizada cómo la rubia se acariciaba las tetas de manera sensual mientras Rey le metía el dedo pulgar en el culo y pasaba su dedo medio e índice por el clítoris expuesto para mover su mano simultáneamente. Los temblores en el coño de la chica hicieron que la apunta de la verga platica que llevaba puesta, se moviera.
Abriéndose el culo con las dos manos, Samantha no pudo resistir gritar de placer cuando la rubia se pasó hacia el otro lado de rodillas y le clavó el consolador de una sin ni siquiera avisarle. Arte no pudo evitar excitarse con este evento, pues recordaba las palabras de Rey, específicamente que él le iba a coger el culo sin siquiera pedirle permiso. Arte sabía que su culo siempre estaba mojado y dilatado para recibir verga con mucha facilidad, pero ahora que tenía coño se preguntaba si se sentiría mejor por ahí que por su culo.
Sam no dudó mucho en moverse por el sofá hasta que pudo besar a Juliet. Sin ningún drama, la trigueña y la pelirroja enroscaron sus lenguas en un beso apasionado, mientras que Elena aceleró sus movimientos.
—Juliet… chúpale el coño a Sam que ya está empapado de nuevo después de que se lo limpiara tan exhaustivamente, —dijo Elena, quien no dudó en tomar a Rey de la nuca y propinarle un apasionado beso mientras con su mano se apoderó de la verga encajada en el recto de la pelirroja.
—Como ordenes —dijo la pelirroja, pasando de ser dominatrix a sumisa, desenterrándole a duras penas el miembro que tan rico tenía metido bien adentros, para, de beso en beso, bajar hasta el coño de Samantha y pasar su lengua por el área como si fuera una perrita que limpiaba su plato de comida.
Ante los ojos de Juliet, quien quedó bocarriba, pasaron las tetas, la barriga y el coño de Samantha. Mas, la anterior mencionada estaba siendo empalada por un consolador sujeto en la cintura de Elena quien se erguía sobre sus rodillas y recibió los dedos de Rey sobre su coño. Cuál si estuviese siendo arrollada por un tren de tres personas, una detrás de otra, la pelirroja abrió la boca y chupo con tal de calmar los deseos de haber perdido la verga que tenía metida.
Ante los ojos de Arte, Sam y Juliet procedieron a hacer un sesenta y nueve, mientras a la trigueña no le paraban de dar por el culo. Detrás, de las dos chicas, Rey y Elena se besaban el uno al otro como si se quisieran comer al mismo tiempo que también aceleraban sus movimientos sexuales.
Los sonidos provocados por los chupones de una boca contra un coño se hicieron más húmedos y frecuentes. Tanto Sam como Juliet se succionaban el clítoris la una a la otra como si quisieran sacar agua del lugar. Al mismo tiempo que se hurgaba con los dedos y apartaban cuanta carne podían. Todo pasaba de forma pervertida, y lo más tentador, era que la verga palpitante del joven de ojos blancos estaba en el aire, haciendo señales de querer ser conquistada por alguien.
Tragando en seco, Arte dio unos pasitos hacia delante, mirando todo lo que estaba sucediendo con ojos lujuriosos. Ella estaba cayendo en la tentación, pero ninguno de los cuatro jóvenes le prestaron atención y simplemente aumentaron el volumen de sus gemidos hasta el punto en el que sonaban exagerados. Aunque, el sonido de aplausos que hacían las caderas de Elena al dar contra las nalgas de Sam.
—Asss, Ufff, ¡¡Sí!! —dijo Samantha al sentir cómo Elena le daba nalgadas y alaba de los pelos—. Así, sentir algo abriéndome las paredes del culo. Aunque no sea tan grueso y grande como la verga de Rey, esto se siente sensacional…
Arte siguió avanzando, las cosas que Samantha hacía y decía eran como un fuego brillante capaz de atraer a cualquier polilla, aunque fuera a morir en el brillo de algo tentador. Tanto se acercó que ella incluso se subió sobre el sofá con sus rodillas y se sentó allí con las piernas bien abiertas, frotándose violentamente el clítoris y manoseándose las tetas.
Tras terminar su beso apasionado con Rey, Elena miró en dirección a Arte con una sonrisa muy picaresca para decirles en voz alta:
—Si quieres que te coja bien duro, tienes que pedírmelo…
—¿A quién le vas a pedir primero que te coja? —dijo Juliet.
—¿Mnnnn, me pregunto? —terminó Sam.
Reina Del Cielo
Chapter 18
Eres un sucio
Con una sonrisa de oreja a oreja y una oferta que no podía negarse a rechazar, Omar olvidó el hambre que literalmente le había despertado y bajó las escaleras para meter su cara justo entre las piernas de su amada.
Con Omar haciéndole un oral, Rebeka volvió a tomar la laptop que había arrojado a un lado y presionó el botón de “subir video”. Ella no lo estaba pensando con tanta claridad y aunque la culpa y el arrepentimiento fueran inmensos, al punto de aplastarle por las consecuencias de sus actos, estaba dispuesta a engrandecer el egoísmo que tenía adentro. Quería sentirse orgullosa de su cuerpo, no dejar que nada ni nadie la afecte o defina, por la manera en la que piensen de ella.
Posteriormente, Rebeka se despertó del sueño tan profundo que había logrado conciliar sobre el sofá de la sala de su casa. Después de permanecer despierta por treinta y seis horas, no era de extrañar que dormir se sintiera similar a perder el conocimiento.
«¡¡¡Ahh!!!» dijo Rebeka, mientras se estiraba tanto como podía, sobre el sofá en el que estaba acurrucada junto a su novio. «Qué mañana más magnífica. Tal vez es porque estoy enamorada, pero no puedo evitar amar y hacer todas las cosas que normalmente hago si estoy junto a él. Amarnos, dormir, despertar, volver a amarnos… todo sin ropa… y… sin que importe el hambre».
Tras rascar sus ojos con las manos cerradas, se retiró los cabellos y observó a su novio, quien también comenzaba a despertarse.
Omar no se hubiese despertado mucho más tarde tampoco. Aunque si le molestaron los movimientos de estiramiento de su amada, él era quien más tiempo de sueño había tenido para sentirse repuesto y descansado. Sin embargo, intentó cubrirse el rostro y acomodarse para seguir durmiendo, si no fuera porque su amada lo despertó plantándole una lluvia de besos, hubiera podido continuar invernando hasta la noche.
«Con él, la intensidad de los colores a mi alrededor se amplifica. Todo se siente aún más maravilloso y cálido con él a mi lado. ¡Qué feliz estoy! ¡¡Más besos para ti!!».
—¡Buenos días, bebé! —dijo Omar, quien no demoró en rectificar su postura en la cama y responder a los besos que le daba su amada—. O ¿buenas tardes?
«Es el segundo día que despertamos juntos, pero siento aún más curiosidad de observarle, disfrutarle y sentirle a mi lado», pensó Rebeka, quien no se demoró en decir:
—Remolón, vamos a darnos un baño y comenzar lo que nos queda de día. Si seguimos acostados nos van a salir raíces…
Luego de conocer el secreto más fundamental para hacer a una mujer feliz, Omar respiró tan profundo como pudo y dijo la palabra mágica “sí”, como si estuviera ignorando todo el cansancio que aún le queda, el hambre que le debilitaba y la pereza de verse perdido y sin salida, que le esperaba.
Los cálidos rayos del sol entraban por las ventanas de la casa y tocaban todo con su luz. De un lado a otro, se iluminaron las paredes de los cuartos, los muebles y los libros, de modo que no quedaba nada que estuviera oscuro para la mirada de Rebeka, quien podía ver el cuerpo desnudo de su chico y él también podía verla.
Ambos entraron al baño, tomaron una ducha y tan pronto se secaron, terminaron por lavarse la boca juntos.
Rebeka estaba tan feliz que incluso tarareaba. Tal vez no tenía trabajo, ni dinero y casi nada para comer, pero estaba feliz de tenerle y de estar al lado de quien amaba. Mientras tanto, se levantaron del sofá y durante el baño, no pudo desviar su mirada.
Omar recordó el regaño que había recibido referente a no orinar en la bañera, tan pronto pudo corrió a donde estaba el sanitario y con rostro de alivio, dejó ir la presión que probablemente había estado sintiendo desde que comenzó a bañarse.
«Ver cómo un chico orina se siente excitante y novedoso», pensó Rebeka, impresionada por el fuerte sonido que se creaba con el caer de un líquido sobre el otro a semejante altura. «Ups, ahora que le escucho, me dan ganas de orinar también».
Tras moverse torpemente, con el cepillo de dientes aún en la boca, luego que Omar terminó de sacudir las últimas gotas de su miembro flácido, Rebeka pasó a ocupar su lugar en el estrecho cuarto de baño.
«Mmm, ¿orinar de pie hace que los chicos siempre dejen reguero? Se me olvidó chequear antes de sentarme. Tal vez es mejor si en un futuro él usa el baño como las chicas, sentado. Así no me tengo que sentar sobre gotitas incómodas… además, cuánta agua toma al día, ayer no le vi tomando ni un vaso. Por eso es por lo que su pipí sale tan… concentrado».
—Omar —dijo Rebeka—. Esas gotitas de orina que dejaste alrededor de la taza donde me estoy sentando no dejarán un buen olor en mi piel.
—Oh, lo siento mi amor… —dijo, al darse cuenta de algo. Después preguntó: — ¿por qué te sentaste?
—Tenía urgencia de usar el baño… y tan solo por hoy, no me voy a incomodar por eso.
Como quien entendía que debía de ser más cuidadoso, Omar asintió con su cabeza. Pero, ante la sensual vista de una chica sentada a punto de hacer sus cosas, no pudo evitar que su verga se volviera a despertar.
Por otro lado, la chica no pudo evitar dejar de mirar a los ojos de su amado. Ahí, sentada sobre el sanitario y con las piernas bien abiertas, sacó lo que tenía almacenado en su vejiga.
Omar pudo ver el proceso en el que el gran chorro se convirtió en un fino hilo que terminó regado entre los labios inferiores de su amada.
«Pude sentirlo. Ya tan solo son unas cuantas gotas que empujo con mi pelvis… pero, esto está a punto de volverse incómodo» pensó Rebeka.
—Omar, ¡fuera del baño! —dijo, luego de cerrar las piernas con rapidez, al tiempo que se esforzaba en contraer su abdomen.
Ante el cambio de actitud de su amada, Omar se detuvo a pensar si había hecho algo que enojara a su chica, mientras que ella lo empujaba fuera del baño. De un momento a otro, se pudo escuchar como algo pesado cayó en el agua dentro del inodoro y llegó al fondo.
Omar se dio cuenta de lo que se trataba la situación y con una sonrisa en su rostro, observó en dirección hacia Rebeka, quien no quería hacer contacto visual, pero tampoco levantarse de donde estaba.
—¿Qué sucede mi amor? —preguntó Omar, aun con el cepillo de dientes en la boca.
Con una sonrisa juguetona, Rebeka jalo de la cadena, para dejar que, junto al sonido del agua, todo lo que quedaba en sus intestinos cayera y se marchara.
En ese momento, no podía mirar a su chico, aunque sabía que mantuvo su sonrisa bien amplia. Liberada de las ganas que le habían entrado, extendió su mano para alcanzar el papel de baño, pero él le detuvo.
«¡¿Uy?!», pensó, sin entender la posición de su amado. «¿Qué pretende hacer?»
Las acciones de Omar se volvieron la respuesta que ella trataba de encontrar.
Con rapidez, sostuvo lo que ella intentaba alcanzar, el papel higiénico y tras enrollarlo en su mano, lo acercó a Rebeka, con firmes intenciones expuestas en su mirada.
—¡No! —exclamó Rebeka, mientras con su mano estirada mantuvo la distancia entre ambos.
—En la salud, y en la enfermedad… Yo seré tus manos, tus piernas, tus ojos, tu abrigo y todo lo que necesites que sea, en esta vida o en otra, en el cielo o en el infierno —dijo Omar, quien aprovechó para agregar—. Agradece que no te limpie con mi lengua, dale… que no te dé pena.
—Tan linda que te había quedado la primera parte —reclamó Rebeka, tras negar con la cabeza y aplicar todas sus fuerzas para resistirse.
Ante la insistencia de su novio, sintió que no era adecuado seguirle deteniendo, porque tampoco era que pudiera ganar la pelea. Después de todo, creía que ser vulnerable ante quien más amaba, en un momento de incomodidad, pudor y pena, es una muestra de amor. Era dejar ir la relación por un buen camino y era la manera de saber que el amor era verdadero y sólido, no como esos amores que mientras más conoces a la otra persona, más te decepciona. «Más intentas cambiarle. Tal vez deba dejar de tratar de hacerle diferente», se dijo.
Con pensamientos encontrados en mente, Rebeka dejó de alejar a su amado con las manos y se propuso soportar como él se le acercaba. Sin tener más opción que dejarse limpiar, se sostuvo de él con fuerza, tras rodear la cintura de él con sus manos, apretó su cabeza contra el abdomen que tenía enfrente y así se las ingenió para levantar ligeramente su cola de la taza y quedarse empinada.
Luego de mirar a su amada, Omar se dio cuenta que ella había cerrado los ojos con fuerza, como si no le gustaba la idea que le hicieran algo y, pero se dejaba.
«Siento su cuerpo inclinándose…», pensó ella, quien, al tener los ojos cerrados, percibió con su cuerpo. «Su mano está bajando por mi espalda… El papel está tocándome, sus dedos haciendo presión. Uy, el movimiento de atrás hacia adelante, pasando por debajo de mi… Más papel… se vuelve a echar hacia adelante, esta vez puedo sentir cómo sus dedos se encorvan aún más… Está rastrillándome hacia afuera, limpiando y llevando lo más que pude. Nuevamente, dejó caer el papel dentro de la taza. Recoge otro pedazo, y repite el movimiento por tercera vez… ¡cuando se va a terminar esta pesadilla!».
Con la intención que su novio no volviera a tomar más papel higiénico, Rebeka decidió hablar en voz alta:
—Omar —agregó Rebeka con voz temblorosa—. Aún no es suficiente, debes usar agua y jabón… así, voy a estar lista para que me comas en cualquier momento.
—Está bien, mi corazón —respondió con voz cálida.
Sin separar su cuerpo o dificultar que su amada le siguiera abrazando, Omar tomó el jabón con su mano derecha y después sostuvo una pequeña regadera con la izquierda.
El aparato estaba convenientemente instalado al lado del sanitario y consistía en una cabeza con un botón en la punta y una apertura con forma de mini ducha en el otro extremo, que usa el
agua de entrada del sanitario y tiene el largo apropiado para su propósito.
«La sensación del agua», pensaba Rebeka, «junto al movimiento circular y resbaladizo de la espuma se siente erótico, sucio y pervertido».
—Mete uno de tus dedos un poco —dijo ella en voz alta—. No mucho… solo un poco…
Omar, como buen oyente que era, siguió las instrucciones que se le indicaban.
—Ahora enjuaga bien… — Con el final del proceso, Rebeka dejó de enterrar su frente en el abdomen de su amado, para decir como quien quería cambiar el tema y olvidar lo que había sucedido — Pero ¿qué tenemos aquí? Es tu “cosa” dura y caliente como roca, si pudiera hablar diría que está pidiendo colarse en algún agujero a gritos. ¿Acaso, te excita tanto esta situación?
Ante el comentario, Omar pareció quedarse sin palabras.
—Eres un sucio… — le dijo, luego de mirarlo seductoramente, de abajo hacia arriba.
Rebeka estaba contenta de poder ser quien era en frente de su novio. Sabía que, por el amor que le tenía y había demostrado, la iba a soportar, así todo lo que pidiera fueran caprichos. Tan pronto como pudo, tomó papel higiénico y se secó, para darle el toque final. Luego dejó caer ese papel sobre el agua, mientras agarraba el trozo de carne cilíndrico que tenía enfrente y le trataba como si fuera una baranda de la cual necesitaba apoyarse, aunque lo que hizo fue llevarla directamente a su boca. Se veía roja, hinchada y hasta más grande, por lo que, tan pronto cerró sus ojos pudo sentir el delicioso sabor a piel con la punta de su lengua y, sin detenerse, avanzó cuanto pudo, buscando que le llegara hasta la garganta y más abajo, si era que podía.
«El sabor es amargo, pero se desvanece con rapidez», pensó, mientras hizo retroceder su cabeza y se dedicó a degustar, sin masticar lo que tenía en la boca. Eso que podía chupar y no tragar y que sin importar cuanto lamiera, nunca se le iba a desgastar. «Mmm, me pregunto si puedo hacer que termine en mi boca».
La chica, dedicada y entusiasmada, usó una mano para acariciarle los testículos a su amado, mientras que con la otra meneó el miembro libidinoso con más firmeza de lo que lo hacía con su boca.
«No creo que sea suficiente», se dijo, al pasar treinta segundos. «Me empieza a doler la mandíbula, tanto o más que como me duelen los músculos de la mano, pero no me daré por vencida. Le sacaré lo que tiene adentro, así tenga que exprimir sus bolas…».
Pasados dos minutos, miró hacia arriba y se encontró con la mirada tierna de alguien que disfrutaba lo que le estaban haciendo, pero que no se iba a venir. Un tanto frustrada por la falta de práctica, preguntó sensualmente:
—Cariño, ¿estoy haciendo algo mal?
—No mi amor —respondió él, para luego preguntar—. ¿Por qué?
—Porque no te vienes… —reclamó Rebeka, inflando sus mejillas y mostrando cara de inconformidad ante la situación.
—¿No llevas ni cinco minutos y ya quieres que me venga? —preguntó Omar, divertido por los reclamos de su novia.
—¡Sí! —exclamó ella—. Vente en mi boca, ya. ¡Dale!
—¿Estás dispuesta a hacer lo que sea? —preguntó él, lo que hizo que Rebeka asintiera con una mirada desafiante. —Entonces, pon tus manos detrás de la espalda en donde yo las vea. Cruza los dedos, la regla es que no puedes separarlas, si lo haces, me detendré…
—Y, ¿qué piensas hacer? —preguntó Rebeka, con ojos interesados.
—Usar tu boca duro y sin piedad.
Atraída y excitada por la proposición, tentada a intentarlo, Rebeka puso la espalda recta y empinó su pecho, para proceder a llevarse las manos hacia atrás y entrecruzar los dedos cómo se le había dicho. Luego de cerrar los ojos y mirar hacia arriba con ojos bien atentos, abrió su boca y sacó la lengua.
Rebeka pudo sentir cómo la mano de Omar se posó en su cabeza, desde arriba. El agarre fue firme e intencionado, para no dejar que se moviera hacia atrás cuando impulsara hacia adelante sus caderas. En su lengua pudo percibir cómo el trozo de carne se le posaba con firmeza, como si estuviera siendo guiada por la otra mano.
Durante todo el proceso, el miembro de Omar se movió de un lado a otro sobre la lengua que estaba afuera. Rebeka comenzó a entender que su novio estaba siendo considerado con ella, pues podía metérsela hasta el final. Ella pensaba que las intenciones de él era llegarle hasta la garganta y más si, si así lo deseaba, pero cuando abrió los ojos, todo lo que vio fue el rostro excitado de su chico que se masturbaba frenéticamente, de modo que su glande era todo lo que rozaba y tocaba la humedad de su lengua.
Tal vez, en su mente, la escena si era violenta y salvaje, pero en el presente, Omar tan solo se limitaba a conformarse con el sentimiento de poder hacer lo que estaba pensando.
«Mmm» dijo Rebeka, quien reconoció que aún le quedaba práctica para alcanzar la velocidad perfecta, la coordinación adecuada y los movimientos precisos para ordeñar el músculo viril de su novio, tan rápido como se podía ordeñar a sí mismo.
Tras sentir que los movimientos de la mano de su chico se detuvieron, pensó: «Estos son sus espasmos al venirse».
En efecto, la carne roja, hinchada y caliente, comenzó a convulsionar leche al interior de la boca abierta. Tres fuertes latigazos, un cuarto y quinto un tanto pobres, tan espesos que no tuvieron el impulso suficiente como para salir disparados, sino que se escurrieron hacia afuera. En cambio, Omar dejó salir todo el aire que tenía y se afincó bien en sus pies, para evitar no perder el equilibrio.
Rebeka se mantuvo con la boca abierta, como quien esperaba por más y cuando vio que no sería posible, guardó la lengua y tragó, lo que le hizo toser unas cuantas veces.
El teléfono de la sala comenzó a sonar.
—¿Por qué me diste tan poquita leche en mi desayuno de hoy? —preguntó de manera inconforme, entre tos y tos, ignorando el teléfono que sonaba. — Esto no fueron ni tres tristes gotas…
—No tengo idea —respondió Omar con cara de confusión. — Creo que me tienes seco y tal vez necesite tiempo para reponerme.
—Tienes dos horas para bañarme en leche, mi piel necesita tratamiento y rehidratación —demandó Rebeka de forma juguetona.
—Claro que sí… —respondió. — ¿Puedo usar el baño por un rato? También lo estoy necesitando.
—Y si te digo que tienes que sentarte sobre mis piernas abiertas y buscar la manera de apuntar correctamente…
Omar no pudo dejar de mirar al techo y reprimir las carcajadas que se le querían salir. Las demandas de su amada eran irrazonables, pero no podía hacer más que tratar de hacer lo mejor que pudiera. Reírse de su propia desgracia que el karma le había provocado, era una manera de abordar la situación de forma diferente.
—Tal vez otro día, ahora, por favor, ahora ten piedad de mí… —suplicó, tan pronto se dio cuenta de lo determinada que estaba su amada.
Luego de mostrar una actitud divertida por el comportamiento de su novio, Rebeka se levantó de donde estaba y recogió los cabellos con sus manos. Apenas cedió su puesto, se propuso salir por la puerta, y le dijo:
—Voy a ver qué puedo hacer de desayuno.
Después de sentarse en el sanitario, Omar lanzó al aire una pregunta:
—Amor, el teléfono ha estado sonando por un buen rato. ¿Acaso no lo vas a contestar?
Rebeka se dispuso a bajar por las escaleras, al tiempo que le dio una respuesta a su amado:
—No, seguramente es mi padre que llama los domingos a esta hora. — Ella estaba decepcionada de lo sucedido hasta el momento y si para ser feliz había que mantenerse alejada de las cosas que le podían hacer sentir triste, entonces prefería no hablar con su padre y tener que decirle la verdad. — Con lo que nos pasó ayer, a mi mamá, a ti y a mí, no tengo ánimos de responder su llamada y creo que mi mamá tampoco. De todas maneras, él está a punto de salir. Ya hablaremos en ese momento.
Gracias a que la puerta del baño del segundo piso se había quedado abierta, Omar pudo escuchar las palabras de su amada, a pesar que ella estuviera merodeando por la cocina y que el teléfono sonara insistentemente. —¡¿A punto de salir?! —preguntó, como quien buscaba confirmación.
—Sí —respondió Rebeka, tras abrir una puerta y sacar una cazuela del estante para llenarla con agua—. El asesinato del alcalde no fue esclarecido totalmente y mi padre, el único sospechoso, se declaró inocente durante todo ese tiempo. Como no pudieron probarle cargos reales, tiene derecho a salir de la cárcel bajo libertad condicional. ¿Acaso no lo sabías?
—No, a decir verdad, no lo sabía.
Tan pronto el timbre del teléfono dejó de sonar, se escucharon golpes en la puerta, lo que le paró los pelos de punta a Omar.
—A buena hora, esa debe de ser mi mamá. Es raro que toque a la puerta si tiene llave—. gritó Rebeka despreocupada.
La idea de que quienes tocaran a la puerta fueran las autoridades, hizo que Omar respirara hondo, para intentar mantener la calma. Si se lo iban a llevar, no sería nada honorable de su parte, comportarse como un gato asustado en frente de la chica que amaba. De cierta forma, el chico prefería ser interrogado y llevado preso, que tener que hablar con la madre de su novia. Después de todo, si no recibe la aprobación de ella, su vida con su novia sería un infierno garantizado, ya que nadie en estado de cordura sería capaz de hacer que su amada eligiera entre él, un mero novio que se hizo oficial hace poco y su familia. Tampoco era que Rebeka fuera de esas que gritara «sálvame de mi familia, llévame contigo» y aunque fuese el caso, no tenía a donde llevarla.
Después de encontrar la fuerza interna que necesitaba para ser quien era, Omar pudo escuchar cómo la puerta del frente se abrió y con los ojos afilados de un asesino a punto de completar su trabajo, sintió cómo su estómago se encogió, tras escuchar una animada voz que dio los buenos días mientras entraba:
—Toqué el timbre porque me contaste que tu novio tiene costumbres de nudista —dijo la dulce voz de una madre que era incapaz de enojarse, sin importar lo que sucediera.
Omar sudaba frío y se hizo consciente de las palabras de su suegra, para llegar a la conclusión de querer desaparecer, volverse una partícula de polvo y flotar con el viento o irse por el drenaje. “Tu novio tiene costumbres de nudista,” eran las palabras que rodeaban su cabeza y le arrancaban el aire. Pero, aunque quería pedirle explicaciones a su novia por dañar su imagen y mentir, optó por buscar algo para ponerse. Claro, si se vestía, probaría que Rebeka había mentido y la situación podría estar parcialmente resuelta. Sin embargo, en el cuarto de baño solo se encontraban dos toallas, además que la puerta estaba abierta y aún no había terminado.
—Hija, tú también andas sin ropa… —reclamó la madre—. Te va a dar un resfriado. La juventud en verdad es maravillosa, disfrútala mucho que luego se marcha.
—Mamá, llegaste a tiempo, estaba haciendo de desayuno sopa de arroz y veo que trajiste algo… no era necesario. ¿No tenías que haber salido de alta del hospital ayer?
—Técnicamente me dejaron salir hoy por la mañana, la enfermera me ayudó en muchas cosas y me dio una dosis extra de medicamentos y terapia curativa. Vine en la mañana y como vi que no había nada para desayunar, salí a comprar comida. En la mañana se me olvidó tocar…
—¡¡¡Y nos viste durmiendo en el sofá!!! —exclamó Rebeka enojada—. Por qué no nos despertaste, podíamos haber ido a hacer las compras por ti.
—La juventud es un tesoro, hija y estaban durmiendo los dos con tanta tranquilidad, después de no haber comido nada. Incluso les tomé fotos. — Al escuchar lo que decía la madre de su novia, Omar sentía como se le revolvía el estómago y menos mal que estaba sentado en el sanitario, pues nada podía ser peor para él.
“Incluso les tomé fotos”. Prueba irrefutable de que era culpable y había sido capturado infraganti. Ni bailando en sosa cáustica podría limpiarse.
—No cambies el tema ¿cuántas veces te he dicho que cuentas conmigo?
Mientras Rebeka le reclamaba a su madre, la señora procedió a sentarse sobre una de las sillas de la cocina y con los ojos achinados junto a una risa cómplice, escuchó pacientemente los reclamos de su hija como si estuviera acostumbrada.
Después de un corto tiempo, Omar acumuló el valor suficiente para tirar de la cadena y con una toalla enrollada en la cintura, bajó por las escaleras en busca de su ropa. Paso a paso, el chico parecía como si el alma se le hubiera salido del cuerpo.
—Mmm, pero qué hombre —dijo la madre de Rebeka, tan pronto notó la presencia del chico.
—¿Omar? Ven, no te preocupes, no tengas pena. Mi nombre es Soe y me alegra que pases tiempo con mi pequeña. Puedes sentirte como en casa. Traje un poco de comida para la cena y también para que desayunen tranquilos, pues ya comí en el camino. Le estaba diciendo a mi nena que es muy dura consigo misma.
—Madre ¡¿me estás escuchando?!… —reclamó Rebeka de forma quisquillosa—. ¿Cómo que ya comiste en el camino? ¿Es que no vas a comer con nosotros? Qué cosa más grande, tienes que comer más. Acabas de salir de un hospital… Omar, ¡dile que tiene que comer con nosotros!
—Hola… —dijo Omar, después de mirar a quien le saludaba con la mano, mientras se levantaba de donde estaba e hizo una expresión de cansancio y de querer dormir.
Rebeka pudo ver cómo cambian las expresiones en el rostro de su novio. Pasó de estar apenado y sin saber dónde meterse, a alguien que de una manera u otra sentía lástima. Eso le hizo no estar equivocada. Su madre era la representación de una persona que se quitaba lo que no tenía para dárselo a su hija, incluso la comida y por mucho que quisiera disimularlo, lo estaba reflejando al mundo.
—Qué sueño tengo — dijo Soe, luego de organizar la silla—. Me voy a mi habitación, necesito descansar un poco. Si tengo hambre, como un poco después.
Los rasgos de Soe eran parecidos a los de Rebeka, tanto así, que, si hubiera estado en mejores condiciones, con una piel menos maltratada por el tiempo, cualquiera podría decir que eran hermanas. Dejando de lado el hecho que Rebeka estaba desnuda haciendo el desayuno, Soe vestía un gran abrigo, junto a unas gigantescas gafas negras, con la evidente intención de ocultar los moretones en el lado izquierdo de su cara.
En dirección a su habitación en el fondo del primer piso, Soe pretendía no escuchar los reclamos de su hija, quien prácticamente ya tenía un plato en la mano.
Omar vio como tan pronto la madre de su amada entró en su habitación, cerró la puerta delicadamente, dándole la excusa a su hija que iba a comer después, cuando tuviese hambre.
—¡Claro que no sientes hambre! Si no sientes dolor por los medicamentos, ¡¿qué hambre vas a sentir?! —gritó Rebeka frustrada, en el momento en el que se dispuso a regresar de vuelta a la cocina con el plato que tenía en la mano.
Después de ver que su novio tenía el semblante por el suelo, Rebeka decidió reclamarle:
—¡¿Y esa cara?!
Ahí estaba Omar, aun de pie, cubriéndose con una toalla, con su cabeza baja, casi llorando:
—Una pésima primera mala impresión de mí… Oh, no sé qué hacer —respondió, con ganas de morirse.
—Bueno, tendrás que hacer algo, porque mi madre quiere hablar contigo en su cuarto.
Omar había visto a su novia y a su madre recorrer la casa, pero en ningún momento había escuchado semejante conversación. Tan pronto escuchó la noticia, no pudo evitar reflejar en su cara que creía que Rebeka le estaba mintiendo para jugar con él.
—Aún estoy desnudo —reclamó, tan pronto entendió que su novia no mentía, ya que le estaba dando el plato que tenía en la mano.
Tras apretar bien la toalla que tenía alrededor de su cintura, Omar se dispuso a tomar con dos manos el plato de comida que le habían dado. En esa situación tan delicada, no quería dejar caer nada.
Como un pequeño niño a punto de ser regañado, Rebeka vio caminar a su amado en dirección al cuarto de su madre, mientras que le acompañaba y animaba.
—Oh, espera… —dijo Omar—. Entonces la señal que ella me estaba haciendo con su mano mientras se iba a su habitación, no era de despedida sino de que le acompañara.
—Precisamente —respondió Rebeka, quien se dispuso a abrir la puerta y entrar la habitación junto a él.
El interior del cuarto de Soe era sencillo, como si estuviera intencionado a tener la menor cantidad de objetos de los cuales cuidar. Después de todo, no estaba mucho tiempo en la casa, y lo más esencial la cama, que al ser tan grande como era, le reafirmaba su soledad.
—Puedes dejar el plato en la cómoda —indicó Soe—. Mi niña, por favor, dejarnos a solas un momento.
—Sí mamá —respondió Rebeka a regañadientes.
Tras aceptar la sugerencia de su madre, se dio la vuelta y salió por la misma puerta que había entrado, pero tan pronto la cerró, pegó su oreja sobre la madera barnizada, con la intención de poder escuchar la conversación.
—Omar… ¿No? —Soe repitió de nuevo el nombre del chico como si se le hubiera olvidado que ya había hecho la pregunta—. Apruebo tu relación con mi hija. No quiero poner más peso en tus hombros, tampoco es que quiera regalártela, pero las circunstancias de mi familia no son las mejores. Son jóvenes y sé que el sexo es tentador, más cuando se está explorando por primera vez. Como madre, te pido que seas responsable y no la embaraces. Un hijo, ante las leyes de esta sociedad, sería destruirle la vida y el porvenir a mi hija, quien aún no ha vivido.
—Entiendo perfectamente, señora —respondió Omar, que había sonado como un militar, desde el otro lado de la puerta.
—Si algún día llegase a faltar… ¿estarías dispuesto a cuidar de ella y protegerla? No me des una respuesta y simplemente piénsatelo. Eres joven y a mis ojos, ingenuo, irresponsable y soberbio… La felicidad que sientes en este momento no es una muy buena consejera para tu respuesta. Lo mismo quiero que hagas cuando estés enojado, abstente de dar una respuesta. Es el mejor consejo que una mujer vieja como yo te puede dar, con tal que en el futuro no te arrepientas. Cambiando de tema ¿te puedo pedir un favor?
—Sí —respondió él con firmeza.
—¿Será que podrás recibir un paquete en la dirección que te voy a dar?
—Sí. ¿Qué es? Si es que puedo preguntar.
—Dinero y una botella de alcohol —respondió Soe.
Detrás de la puerta, Rebeka sonrió con amargura. Después de llevar la uña del dedo gordo a la boca, se dijo: «Mamá está teniendo una recaída».
Debido a que no se podía escuchar más conversación del otro lado, Rebeka se despegó de la puerta y se marchó a la cocina, donde pretendió no haber escuchado nada.