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Una casa y cinco jóvenes
Chapter 15
A tomar por el culo
Los segundos de espera se convirtieron en días para Elena, quien estaba tan necesitada de apagar el fuego de su cuerpo que llegó a darse azotes a sí misma. Dos manotazos en sus mejillas enrojecidas por la sangre que le bajaba de sus piernas levantadas, otros dos sobre sus tetas, cuatro o cinco sobre sus nalgas y, por último, un fuerte manotazo sobre su punto más caliente. Aunque el arnés y un pedazo de plástico se interpusieron entre la mano y el botón de placer de la rubia, está con su último movimiento fue capaz hacerse entrar en razón y alargar su estado impaciente por unos segundos.
Rey, detrás de la rubia encendida, vio conveniente usar la fuerza de sus músculos para cargar el delicado cuerpo de Elena con tal de darle vuelta y montarla encima de él. Por otro lado, Samantha, frotando su verga de mentira con mirada lujuriosa, prometía sacarle el mayor provecho posible a la situación.
Con su cabeza regresando a estar arriba y su cuerpo abajo, Elena abrazo al joven por detrás de su nuca para quedarse mirándole a los ojos. Usando sus piernas, ella también rodeó la cintura del fornido chico que le cargaba al mismo tiempo que le propinó un apasionado beso que tan solo dos amantes podrían darse el uno al otro. Entre dos lenguas que jugaban la una con la otra, los dientes de la rubia mordieron los labios de Rey cuál si estuviera despidiéndose de ellos. Y en efecto, una vez que Sam se puso detrás de ella, Elena se volteó para abrazar a la trigueña quien no se detuvo a tomar la verga de Rey que estaba atrapada entre los dos cuerpos y la alejó cuanto pudo del orto ya roto de la rubia.
Rey, sosteniendo a Elena por la espalda, mugió ante la agradable sensación que le provocó sentir el agarre fino y delicado de la mano derecha de Sam. Aunque él quería seguir cogiendo, decidió enfocarse en mantener prisionero el cuerpo de Elena quien miraba a la trigueña con ojos de súplica. Entendiendo que los mejores momentos se hacían esperar. Y por supuesto, la trigueña comenzaba a compartir dicha mentalidad.
—¿No que querías evitar meterte algo en el coño si antes había entrado dentro de un culo? —indagó la trigueña en referencia al dildo que llevaba puesto.
—Sí, eso era antes. Pero ahora quiero… que me lo metas en el coño.
—No sé si en verdad estás capacitada para tomar decisiones en un momento como este —dijo Samantha, ella tenía ganas de coger y ser cogida, pero le provocaba en ese momento resistirse y usar sus conocimientos de chica intelectual—. Como sabrás… cualquier culo por limpio que esté siempre está expuesto a tener bacterias que si entran en tu coño… tarde o temprano, causará una infección y ya sabes que no queremos tener una infección.
“Interesante, con mis poderes puedo asegurarles lo contrario, pero… qué más da,” Se dijo Rey, sintiendo como la punta de su verga sentía el calor infernal de dentro del cuerpo de la rubia.
Sam hizo una pausa en su diálogo, y a pesar de haber dicho la palabra “no” Elena seguía diciendo que sí con su cara, como si estuviera resistiendo las ganas de demandar ser follada.
—¿Estás diciendo que sí? Estás deseando ser propensa a tener secreciones lechosas malolientes y grumosas de color verde o amarillo. Que la raja se te ponga roja y no puedas dejar de sentir quemazón y picazón. Ardor al orinar y, sobre todo, no poder disfrutar de la penetración por un buen tiempo.
—¡¡¡Sí!!! ¡¡¡Coño que sí quiero que me la metas!!! —exclamó Elena quien se aferró a la cintura de Sam con sus piernas.
La rubia lo pensó dos veces antes de intentar agarrarse al cuello de la trigueña con sus manos, dado que podía hacer algo mejor. En el momento, Elena trató de agarrar la verga plástica para metérsela en el coño ya lleno.
“Esta sensación es muy fuerte. Que ella intente forcejear con Sam mientras se la tengo encajada no tiene precio”, pensaba Rey quien sostenía el cuerpo de la rubia en el aire cargando por las nalgas.
Avanzando un paso más, Sam adoptó la actitud dominante del momento, mientras que Elena quería satisfacer a cualquier costo su necesidad de saber lo que se siente ser penetrada por tres trozos de vergas simultáneamente. La trigueña dejó que su verga plática golpeara sobre la entrepierna de la rubia, y Elena, con movimientos osados y amplios logros agarrar el consolador con tal de metérselo como quería y casi que lo consiguió. Pero, Samantha fue más rápida y de un movimiento se desamarró el nudo que sostenía el arnés a su cadera, y tras arrancarlo de las manos desesperadas, lo metió, casi que, hasta el final, en la boca de su amiga.
—Qué bueno que quieras recibir algo sucio en tu coño con tantos decesos —dijo Samantha mirando a Elena a los ojos—. Pero para bajar un poco los riesgos es mejor si lo limpias bien con tu boca, perra.
“Estas dos, que bien, mi verga está en el paraíso. Primero, forcejeos. Ahora, tratar de respirar, tos que contrae el esfínter de este culito al que le estoy clavando mi verga. Esto me hace perder la voluntad…” Se decía Rey, con los ojos cerrados, centrándose en sentir las respuestas de un cuerpo desesperad.
Sam tomó a Elena de los cabellos le hizo tragarse todo el consolador hasta la garganta para después empujar y menear sus caderas. La rubia, a pesar de no poder respirar y tratar de controlar los reflejos que le hacían toser, se las ingenió para restregar su culo contra la larga verga de Rey como queriendo buscar metérsela más profundo.
—¿Sabes qué más puede bajar los riesgos de contraer una infección? —Le preguntó Sam a Elena, aunque esta última aún no podía hablar—. Subir el ambiente ácido de la vagina para aumentar las defensas contra el crecimiento de las bacterias… El alcohol es un acidificante… Por otro lado, sabes que la boca, el interior del ano y la vagina comparten el mismo tejido mucoso. ¿Acaso no significa esto que esos tres pueden absorber alcohol?
—Mi cuerpo, te pertenece —dijo Elena tan pronto Sam le sacó la verga de la boca y pudo respirar, pero no sin antes escupir las tetas a la trigueña.
—Rey, dale la vuelta —demandó Sam.
Tras las últimas palabras de la trigueña, Rey regresó al presente y como Elena no se iba a oponer, con un gesto de sus brazos hizo que el cuerpo que cargaba quedará patas arribas nuevamente. Samantha decidió aprovechar para tomar la botella de alcohol que estaba a un lado del sofá.
Con la capacidad de volver a respirar con normalidad nuevamente, Elena tosió y dejó salir a los lados de su boca grandes cantidades de fluidos. Con restos de vómito, saliva y mocos corriéndole por el cuello, ella inflaba sus pulmones y levantaba sus tetas con agitación. La rubia también abrió los ojos en señal de sorpresa ante las intenciones de su amiga. No era que ella cuando más pequeña no se hubiera echado perfume en el coño para experimentar qué se sentía. La sustancia también estaba compuesta por alcohol y el recuerdo de la desagradable sensación ardiente que le provocó su curiosidad, más, que casi terminó en el hospital por no contarle la verdad a sus padres, aún le quedaba encajado en la memoria. Pero también, no hacía mucho, ella se había echado tequila en el coño y el resultado había sido ir corriendo a lavarse.
—¡Pero si mira esto! —exclamó Sam con sorpresa—. Esta nena bien puta se restregó una verga sucia por el coño cuando todo lo que tenía que hacer era chupar lo que tenía en su boca.
Sam levantó la botella y vertió el contenido sobre la raja de la rubia. Elena seseó tanto como pudo ante la sensación ardiente que le transmitieron las terminaciones nerviosas de su coño. Samantha, sin aún estar conforme, también procedió a meterle sus dedos por el coño a la rubia, con esto adentro el alcohol más al interior. Pero, el coño de la rubia estaba más que abierto, no era capaz de retener ningún fluido por mucho tiempo, fue por esto por lo que después de lavar la suciedad que cubría la raja, Sam introdujo la punta de la botella en el culo de su amiga.
“Y yo aquí, aguantando las piernas abiertas de Elena, viendo cómo todo esto sucede frente a mis ojos. Una parte de mí dice que es mejor si paramos, aunque, esa parte no es mi verga. Ella dice que toda esta depravación le está gustando mucho. Pensar con ella no es del todo malo. Además, ¿quién soy yo para detener semejantes travesuras entre amigas?”.
—Uuuuuu… Qué pervertida eres. Ssssss… —soltó Elena, con sus dientes cerrados, como quien quería aguantar la sensación de quemazón que sentía.
—Me alegra que seas tan sucia —respondió Sam.
Rey pudo escuchar cómo las burbujas de aire se hacían sonar, glup, glup, gloup. Significando esto que el contenido de la botella pasaba al interior del recto de la rubia.
—Aprieta bien el culo roto ese, no quiero que se escape ni una gota como pasa con tu coño. Si el líquido no se queda dentro no tendrá efecto —especificó Samantha, quien sacó la botella de dónde la tenía para mirar al joven y decirle que se pusiera en cuatro.
Rey no parecía entusiasmado con el siguiente movimiento de la trigueña. Esta le limpió el miembro con vino y tan pronto él se empinó también le adentro el pico de la botella en el culo cosa que se dio a escuchar el característico sonido de glup, glup, gloup.
“Supongo eso es lo que pasa por no ser responsable”, se dijo Rey, avergonzado. “Sam está descontrolada, ella tiene algo con los culos ajenos que no es normal. Desde aquí puedo escuchar los latidos de un corazón caliente”.
—Tú también, puto. Cierra bien el culo ese… —dijo Sam, quien después de terminar con Rey y darle una nalgada, arqueo su espalda y también se autoadministró una dosis de alcohol por el recto. Glup, glup, glup, gloulp, término Sam.
“Al menos se siente bien saber que ella está disfrutando”, se dijo Rey, mirando el lado bueno de la situación.
Desde el punto de vista de Elena, aunque aún le ardía el contacto del alcohol por su vagina, por alguna razón no sentía que le doliera el interior de su culo. Al menos no más de lo que ya le dolía.
—Ahora, ya que antes de empezar estás bien preparada — dijo Sam animando las expresiones de su rostro—. Por fin recibirás esta gruesa verga por tu culo, y después mi dildo por tu coño… pero antes quiero seguir disfrutando un poco.
Sam se arrodilló en frente de Elena y Rey. La entrepierna de la rubia le quedó a la altura de la cara y la trigueña con esto no dudó para mandarse a lamer todo lo que veía, lo cual, aún estaba embadurnado de vino… coño, culo, verga, testículos. Samantha pasaba su lengua y chupaba directamente sobre las partes íntimas de los chicos y por supuesto, trataba de meter cuantos dedos podía en todo aquel agujero que estuviera dilatado. Ella logró cuatro dedos dentro del culo de Elena para acto seguido lamer el vino que se escurría de dentro del orificio y se le acumulaba en la palma de la mano.
Tanto a Rey como a Elena le agradó mucho el gesto que Samantha estaba teniendo con ellos, tanto que ambos comenzaron a mover sus caderas de arriba a abajo con la intención de restregar sus genitales contra la cara de la trigueña descontrolada.
“Excitación más alcohol, está siempre la verdadera cara de Samantha.” Se dijo Rey.
Sam, saciada de chupar tanto, decidió acercar la firme verga de Rey al agujero más apretado de la rubia.
—Levanta un poco la cola, zorra… recibe esta verga por el culo.
Elena obedeció las palabras de su amiga, ella quería sentir nuevamente la verga de Rey abriéndose camino casi hasta sus intestinos. La posición era un tanto incómoda y a pesar de todo lo lubricado que pudiese estar la zona, fuera con vino o con otros fluidos, la rubia sintió como que la punta del glande no quería entrarle.
Si no fuera porque Samantha estaba agarrando el miembro de Rey con fuerza, este seguiría recto y pasaría de largo el culo que se negaba a ceder en dicha posición.
Como era de esperar, no es lo mismo una penetración recta que una transversal. El esfínter de la rubia estaba sufriendo el tener que ser estirado más allá de sus capacidades, tanto que la pared inferior de la vagina estaba cediendo hacia afuera.
Sam sabía que el dolor que estaba sintiendo su amiga ante la penetración de la verga casi inflexible era mucho más que el que podía ser tolerable. Tanto que creía que dicho dolor llevaría a Elena a arrepentirse de lo que estaba haciendo. Pero la rubia no podía arrepentirse, estaba aguantada por el agarre de Rey y tenía las esperanzas de satisfacer su curiosidad fuera en la posición que fuera.
Sin más remedio que aguantar, Elena gritó tan fuerte como pudo mientras sentía cómo aquella verga se resbalaba de a poco por su culo. Ella incluso llegó a considerar que tal vez se le uniría el coño con el culo si la verga de Rey fuera más puntiaguda y lograba atravesar la carne que separaba a estas dos cavidades.
Con el tiempo, Sam pudo ver cómo Elena ya tenía la mitad de la verga de Rey dentro de su orto. La trigueña no podía creer lo que veía. Justo en frente de su cara estaba el coño más apretado que sus ojos hubieran presenciado, tanto que la verga de Rey incluso intentaba sacar el consolador que le invadía para hacer más espacio para ella. Aun así, Elena parecía estar amando, sentir cómo se partía en dos, le desesperaba y quería continuar cuál si fuese un animal perdido en celo.
—¡Y aún quieres una tercera penetración! —lo que pudo ser una pregunta se convirtió en una exclamación por parte de la intelectual del grupo.
“Oh, ustedes dos. Es tan encantador verlos deseando, queriendo disfrutar, enloqueciendo, rompiendo sus límites. Espero esto dure para siempre”, se decía Rey apretando todos los músculos de su cuerpo con tan solo la intención de no venirse y mantenerse con esa sensación pre orgásmica que le estaba invadiendo y debilitaba las piernas.
En respuesta a las palabras de Sam, Elena hizo que sus quejidos se apagaran y usando sus cuerdas vocales lanzó al aire la respuesta que ya los presentes habían escuchado. Elena tenía el rostro de quien ya no sentía dolor, sino que no podía aguantar el placer.
—Esto es… No seas una reprimida. Nos entregamos a ti y tú te entregas a sentir.
Samantha, quien intentaba concentrarse en prolongar la espera de Elena, hizo una pausa ante las palabras de esta, puesto que hicieron que sus huesos se estremecieran. Con ojos clavados en un coño que se estiraba, sobre una rubia que pedía verga y ser destruida, más el alcohol que ya empezaron a abarrotar su sistema sanguíneo, sintió una especie de déjà vu, algo del otro mundo, las repuestas a un problema. Y es que ella antes había sido una chica tranquila y correcta, bien educada y decente, por así decirlo, y ahora, ya no lo era. Estando ahí, perdida, desviada del camino de la decencia, con un consolador de dos extremos en su mano, un chico y otra chica, le hizo titubear por un segundo, porque no se sentía tan malo como esperaba. Tal vez, toda la locura y libertad que sentía era debido a quienes le acompañaban. Alguien que no decía que no a nada, y otra persona temeraria dispuesta a tratarlo todo no era una buena combinación para ella, aun así, se había dejado perder y encontrar por ellos. Por más que tratara de no dejarse contaminar por malas influencias, ellos vivían bajo el mismo techo y cada día era todo un mundo de posibilidades. Algo sí era seguro, mejor amarse entre todos, a que todos estuvieran peleando por una persona. Ahora se llevaban de maravilla, tanto que no había muchos secretos, ni vergüenza de estar desnudos los unos de los otros, ni de compartir incluso el amor, alma y cuerpo.
¿Conque eso era no ser una reprimida? Más, si se miraba desde otro punto de vista, todo había comenzado con ella misma. Antes, nunca había tenido un novio hasta que no cumplió dieciséis años, ni tenido relaciones sexuales hasta la mayoría de edad. Y cuando estaba sobre la cama de esa casa, después de sobrevivir incontables batallas, ella comenzó a masturbarme y a desear satisfacer las necesidades sexuales que estaba reprimiendo. Al principio sus gemidos eran ligeros, pero, después de encontrar una correlación entre el nivel de ruidos que hacía con su estado de excitación, nunca nada fue igual. El volumen de sus gritos fue aumentando, así como los movimientos sobre la cama, junto a sus ardientes deseos de conquistar y ser conquistada. A llegar a lo que había llegado, a la posición en la que estaba, al momento que vivía, a disfrutar y sufrir, y no sufrir por no disfrutar.
Sam, respirando paciencia, comenzó a posicionarse y antes de poner el dildo de dos extremos que se aguantaba con arnés a su cintura contra la ahora estrecha entrada del coño de Elena, decidió golpear varias veces el juguete contra el muslo de su amiga.
—¿Qué haces? —preguntó Elena con desesperación en sus palabras, los segundos seguían pasando y ella no recibía lo que tanto quería en ese momento.
—Viendo si funciona… no sé, es como si yo quisiera que esto fuese un dispositivo electrónico que debe de ser encendido con golpes —respondió Sam con picardía en sus palabras.
Rey lanzó al aire una sonrisa y tras escuchar las palabras de la trigueña, hizo que el consolador comenzará a vibrar en ambos extremos.
Casi como si de corriente se tratase, todo el cuerpo de Sam comenzó a temblar de placer. La trigueña simuló no haber perdido la calma con el inesperado cambio de sensación, y tras acercarse a los dos chicos, apartando el otro extremo del dildo encajado, comenzó a hacer presión por la esquina superior del coño de Elena con la intención de penetrarla lentamente.
Elena comenzaba a hacer sonidos guturales, mismos quejidos de una persona que estaba literalmente siendo partida al medio.
Aunque la presión que ejercía Sam no era suave, el plástico que tenía entre las piernas no podía encontrar agujero para meterse y por ende terminaba jorobando hacia abajo o los lados. La tercera verga de fantasía que vibraba seguía intentando entrar en el coño apretado de la rubia.
Rey, más por hacerle un favor a Elena, se propuso retirar un poco su verga de dentro del orto de la rubia. Sin poder hacer mucho con el peso de sus movimientos sobre su cuerpo. Con sus caderas, el chico comenzó a acelerar el ritmo de sus penetraciones cuando sentía que el vibrar de un consolador se hacía más intenso.
Mirando hacia abajo, cada vez que la verga de Rey salía, Samantha podía ver como la mitad del glande del consolador que tenía entre las piernas se perdía por el coño de Elena. Aun con todo esto se sumaba la sensación que tenía que mantener el culo bien apretado para que no se le saliera el contenido alcohólico de los intestinos.
La rubia podía sentir que no faltaba mucho para que las tres estacas que tenía entre las piernas pudieran deslizarse al interior de su cuerpo y se la follaran como había deseado ser follada.
—¡Arrrrggghhh! —el grito de Elena se debió a que el glande del consolador de Sam hizo su camino al interior de su coñito apretado junto al glande de Rey—. Uffffff, sí. Ya casi… no paren… no sabía lo mucho que me estaba perdiendo. Se siente… tan… caliente…
Tanto Rey como Samantha sonrieron e ignoraron las constantes quejas de la rubia que se retorcía por el lugar. Rey usó sus manos para abrir más las piernas de Elena, sentir como su gruesa verga recorría el ahora apretado culo de la rubia le hacía mantener la sensación de venirse. Aunque no se moviera, la vibración y el roce que deba el consolador de Samantha cuando se adentraba más en el coño de Elena le hacía vibrar la verga como nunca.
Samantha aceleró el ritmo de sus penetraciones, dejando de preocuparse por no lastimar a la rubia, ella se la estaba cogiendo como alguien que se cogía a otra persona con normalidad. Como si quisiera sentir más.
“Aaah, Samantha… para, para, para…”, se decía Rey, temblando y sudando frío. Sin saber cómo salir del predicamento en el que se encontraba.
El coño de Elena ya casi que no oponía resistencia y a medida que las embestidas de Sam hacían más violentas, Rey trataba de llegar más profundo en el recto de la rubia. Como si su glande estuviera escapando de la sensación que le provocaba el dildo que rozaba la pared interior de la vagina.
—¡Dios! Te estoy follando el coño… ¿Cómo se siente ser encajada por tres vergas al mismo tiempo? ¿Eh? ¿Te gusta? Se nota que te gusta… mirá cómo tienes la carita de putita con los ojos casi perdidos, la boca abierta y a lengua afuera. —dijo Samantha con una actitud lujuriosa y liberal.
—Ahhhhh, no pares, por favor… —suplicó Elena.
Samantha tomó a Elena por la cintura. Usando sus piernas se dio la vuelta incómodamente en el lugar de modo que le dio la espalda a Rey y el frente a la rubia. Ya con más comodidad, después de dar la primera embestida en la cual entró todo el consolador que llevaba puesto en las entrañas de la rubia, Sam se mantuvo sin moverse por un momento. La trigueña tenía la intención de dejar encajado el plástico vibrante en el orificio vaginal de la rubia para hacer justo lo contrario que esta le había demandado.
—Sssssssh…. Ah… ahh… Aww… ¿Por qué te detienes? — preguntó Elena casi sin poder hablar.
—¿Quién dijo que estoy aquí para hacer lo que tú digas que haga?
“Ufff, que bien que se detuvo,” agradeció Rey, encajando las uñas de sus dedos contra la palma de sus manos con tal de sentir dolor e ignorar el placer tan grande que le invadía. Si hasta ahora no había quedado mal en venirse antes de tiempo, su lucha era con tal de mantener la constancia.
Las palabras de la trigueña claramente enojaron a la rubia de naturaleza inconforme, no obstante, esta última no podía dejar de mirarla con ojos de pedir más. Tener tres objetos en su interior no le dejaban pensar con claridad, puesto que le estaba gustando más de lo que pensaba le iba a gustar. También, Elena era inteligente y no se arriesgaría a perder dicha situación de entre sus manos sin importar lo que tuviera que soportar, después de todo, bastaba con que Sam hiciera una de sus escenitas de retirada para que todo se echara a la mierda. Ella tenía que darle a la trigueña por donde le gustaba, con psicología inversa.
—Entonces detente. No me la sigas metiendo que me duele mucho… —dijo Elena quien evidentemente había fabricado mentiras desesperadas—. El coñito mío no va a seguir aguantando que tú le sigas abusando como lo estás haciendo.
Para Rey, el morbo de escuchar aquellas palabras, aunque no fueran ciertas, le hicieron tensar todos los músculos de su cuerpo y hasta morderse la lengua con la intención de prevenir eyacular de una.
Acelerando sus embestidas y haciendo lo contrario que la rubia le decía que no hiciera, Samantha levantó el ritmo de su follada:
—Tienes el coño tan abierto que no me extrañaría que pudieran parir sin tener contracciones.
—Haaa… Ja, ja, ja… interesante… —dijo Elena seducida por
ser ofendida, y dispuesta a no quedarse atrás, ella también dijo algo que se había estado guardando—. Tú tienes el culo tan abierto que no me extrañaría si te haces encima antes de llegar al baño.
Rey no entendía nada sobre la competencia de insultos que se había dado lugar, pero ambos eran muy malas cosas que le ayudaron significativamente a distraerse. Que dos chicas se dijeran cosas semejantes entre ellas mientras tenían sexo le resultaba mucho menos excitante de que hablaran entre ellas.
Dejando los insultos a un lado, Sam no pudo seguir ignorando las ganas que tenía de venirse y sabía que Elena estaba dispuesta a hacerlo también.
—Tal vez ya es tiempo de llegar a la conclusión de este momento —dijo la trigueña cosa que hizo iluminar una sonrisa en el rostro de la rubia.
La trigueña empezó a dar fuertes embestidas al mismo tiempo que meneaba sus caderas de un lado a otro para hacer que la otra punta del dildo se meneara lo más que podía en su interior. No era que no se hubieran venido ya, pero el contexto de la situación era lo que lo hacía más morboso. Sam se acercó hacia Elena de modo que los dos pares de tetas se juntaron y frotaron las unas con las otras, y aunque se miraron por un segundo, el beso apasionado rompió lugar entre las dos bocas que gemían.
Sin ser suficiente, Samantha se despegó de su amiga para apoyar tomar la botella de vino que antes había usado para volver a metérsela por el culo mientras se estaba cogiendo a la rubia.
Rey, estando en la retaguardia, sintió cómo un objeto frío se interponía entre él y su trigueña.
“Imposible, está loca quiere llegar a tanto”, pensaba él mientras trataba de alejar su cuerpo, pero Sam le reclamó.
Dejando los titubeos de lado, y utilizando una de sus dos manos, Rey se puso en función de sostener la botella de cristal y empujarla por el culo de Samantha al mismo tiempo que empujaba su verga por el de Elena. Lo más interesante, era que la trigueña, después de acomodarse un poco, pudo meterse la parte más gruesa sin ningún problema.
Regresando a amar desesperadamente la una a la otra, los gemidos de las dos chicas se fueron haciendo cada vez más fuertes, así como las caricias que se daban con sus manos. El sudor de los tres jóvenes se encontraba y caían al suelo. Aunque la posición era la misma, los chicos se aseguraron de mantener un ritmo constante, el mismo ritmo que les garantizará llegar al clímax.
Elena le pellizcó y giró las tetas a Sam hasta estirarlas como conos, luego le dio cachetadas en la cara con fuerza, hasta incluso llegar a dejarle marcado los dedos. Aun así, ellas dos se mantenían abrazadas, y Sam parecía estar besando y acariciando con confianza y maestría enseñada. Tanto que era como si recordaran su primera vez con Elena. Como si la rubia le hubiera adoctrinado a como tocar tetas, meter dedos, besar culo y chupar coño sin importar las circunstancias.
—Así… así… dame más duro, perra —dijo Elena quien aferró sus manos alrededor del cuello de Samantha para silenciar los gemidos de la trigueña que se esforzaba en dar embestidas y recibir maltratos—. Más fuerte…
Rey, por otro lado, ya no pensaba en nada. Trataba de ignorar la sensación que su verga, manos y piel sentían con tal de no venirse.
—¡¡¡Yo te enseñé mejor que esto puta sucia!!! —gritó Elena quien se sacó el dildo de Sam de dentro de su coño y se propuso hacer lo que se le estaba pasando por la cabeza desde que estaba golpeando a la trigueña. Misma cosa morbosa que se había contenido a hacer en un principio con tal de esperar a que esta tuviera la iniciativa. No era que no tuviera miedo, sino que también tenía mucha curiosidad en saber cómo se sentía y ya creía estar preparada.
Valiéndose de su mano más diestra, Elena se enfiló la verga vibrante que Samantha tenía puesta de tal modo que de tan solo una embestida se le resbaló por el culo ya invadido por la verga de Rey. A pesar de la posición tan incómoda para ser penetrada en la que estaba, y de todo el trabajo que había pasado al principio, su cara se volvió loca de todo lo que le hizo gozar semejante evento.
La penetración había sido rápida, haciendo del proceso más incómodo algo rápido también. Elena sintió como si de un tirón, algo en su culo ya estirado se soltara y quedará suelto mientras que su coño hacía espacio. Por otro lado, Rey sintió como algo alargado y de silicona le tocaba la base del tronco de su verga y recorría con ella, el mismo camino hasta el interior del culo de Elena. Sobre esto, la vibración del dildo hacía contacto con su miembro, cosa que triplicaba las sensaciones de una punta que se meneaba contra las paredes de los intestinos de la rubia.
Los jadeos que pegaba la rubia por el dulce dolor placentero que sintió llegaron a todos los rincones de la casa:
—¡Aghhh! ¡Pero qué gusto! —continuaron sus gritos de perra en celo siendo penetrada por las embestidas de dos miembros a la vez.
No era que las dos vergas entraran y salieran simultáneamente, sino que de vez en cuando perdían la coordinación. Mientras una iba en su camino al interior, la otra lo hacía de salida, y así la parte superior del esfínter de la rubia era raspada en dirección opuesta a lo que sentía la inferior.
“¿Quién soy yo para estar dándole salvajemente a esta rubia?”, se dijo Rey, poniendo los ojos en blanco, mirando al océano de la perdición, experimentando vacío existencial. “Si aguantar falla, entonces me queda el plan ‘B’, venirme, no dejar de moverme y mantenerla parada con las fuerzas de mi alma si es necesario.”
Aunque por estar en la misma posición por un prolongado rato, las piernas de Elena estaban entumecidas, los músculos de Sam dolían como si estuvieran en fuego y el hueso pélvico de Rey sentía la presión de chocar con la botella que Sam tenía en el culo. Pero, ninguno ceso en su folleteo. Es más, con tal de seguir sintiendo placer, ellos aceleraron el ritmo y aumentó la profundidad de las penetraciones dentro del agujero de Elena.
Tanto Rey como Samantha serrucharon el culo a Elena y entre los dos cuerpos que hacían de la trigueña un emparedado, las embestidas se aceleraron y los gemidos de la rubia casi que terminaban sofocados.
—¡Me voy a venir! Así, así… que bien se siente, ¡Me vengo! ¡Aghhhh! Que me estoy viniendo por el culo —dijo Elena en lo que fue un balbuceo silenciado.
“Yo ya me vine hace rato,” pensó Rey, dejando salir una lágrima por su ojo derecho, con el rostro contraído, producto al cosquilleo tan intenso que sentía con su verga convulsionante y que casi no podía soportar.
La rubia, parecía no creer lo que estaba sucediendo. Cuál si le tomara por sorpresa y fuera la primera vez que experimentaba un orgasmo rectal, Elena tenso todo su cuerpo, respiró tan profundo como sus pulmones le dejaron y dejó salir varios gemidos que tuvo que ahogar al morder las tetas de Samantha.
—¡Ahhh! ¡Qué bien!… ¡Qué bien! Aún siento cómo me sigo viniendo… ¡¿Dios mío que esto?! —de momento, la cara orgásmica de Elena se cambió, ella quería decir que si seguían no podría seguir aguantando las ganas de orinar, pero bien sabía que sería en vano. Dejándose llevar por el momento, se liberó a sí misma y entregó a la vergonzosa sensación de creer orinarse encima mientras que con sus dientes sostenía los dos pezones de la trigueña
De pronto, inesperado para Elena, un chorro a presión le salió del coño a Sam el cual le terminó mojando todo su entrepierna y los huevos de Rey. El cuerpo de este último se tensó y dobló con rigidez, él seguía sintiendo los intensos corrientazos de venirse.
—Samantha, ¿tanto disfrutas que le muerda las tetas? — preguntó Elena quien al subir su mirada pudo observar como el líquido que le salía de entre las piernas embarró toda la parte baja de su barriga, misma que temblaba y casi que no se podía mantener en forma.
Las dos chicas, quienes aminoraron sus movimientos agresivos, pudieron sentir como los músculos del joven se estremecían. En ese punto, aunque fuera cosa de vida o muerte, Rey ya no podía seguir aguantando el ritmo de sus caderas. Los huevos le dolían de todo el rato que había pasado viniéndose, como si en vez de almacenar esperma, se mantuviera fabricándolo con tal de expulsarlo. Latigazo de un verdugo, él soltaba, dentro del culo de Elena. Fuertes chorros de leche hirviente que incluso empezaron a salir por el esfínter estriado de la rubia y bajar al exterior.
Leche de macho y de hembra, juntas, saltaron por todos lados sobre el sofá frente al televisor, mientras que las caderas de Samantha rebotaban contra las pelvis de Elena. Las dos vergas, menos ruidosas y más rezagadas que antes, aún se mantenían saliendo y entrando del culo de Elena. Ambas aparecían casi que por completo y luego, mientras el cuerpo de la rubia se dejaba caer, se volvía a enterrar en el culo bien dilatado.
Cuando Samantha se dejó caer tumbada sobre la rubia, Elena dejó de gemir y se detuvo en seco también desplomada. Mientras que Rey, cuál si sufriera un disparo en la cabeza, se quedó pasmado en el lugar y cayó de espalda contra el sofá.
Con pasos discretos, Jul finalmente decidió salir de su cuarto, tal vez por la curiosidad, o por los gritos, pero lo que sí se podía asegurar era que ella había estado llorando a solas, pues sus ojos aún estaban enrojecidos y cristalizados por lágrimas.
Rey fue el único que pudo escuchar que la puerta del dormitorio de Juliet se abría, pero no tenía fuerzas para nada. Ni siquiera podía sacar su verga del culo dilatado de Elena, él se enfocaba más en tratar de respirar hondo. Tan pronto los segundos pasaron, y recuperó algo de fuerzas, el joven con la espalda en el sofá, volteó la cabeza y miró a la pelirroja como quien no sabía qué decir. No porque creyera que no tenía nada importante que hablar, sino porque no podía quitar su mirada de aquellas inmensas tetas.
Juliet había salido, medio vestida, como una hermosa mariposa que antes había sido una oruga. La blusa y el ajustador eran tan anchas, que por más que se los acomodara no existía manera que no se le asomara un pezón. Más, por encima de la ropa ancha, se podía ver una cintura avispada, piernas y tobillos generosos.
Ni Elena, ni Samantha habían visto la cara de la amiga que estaba asomada justo en la entrada de la sala. Cosa que el joven y la pelirroja estuvieron mirándose el uno al otro durante unos minutos.
“Elena, ¡Eres la única que puede arreglar esto! …”
Reina Del Cielo
Chapter 15
Con las lolas al aire
Bajo las estrellas, ante la presencia de una luna en cuarto menguante y tratando de evitar las calles con mala fama, Rebeka caminaba cruzada de brazos, para disimular sus pezones parados. No era que solo tratara de evitar enseñar algo que le pusiera en una situación difícil, sino que también esquivaba los callejones habitados por personas sintecho y las esquinas en las que se estacionaban los maleantes.
Con tan solo un papel en la mano que llevaba apuntada la dirección de un hospital y el número de un cuarto, a altas horas de la madrugada, Rebeka caminaba por la próspera ciudad abarrotada por importantes edificaciones y construcciones. Sin nada en el estómago, las piernas cansadas y tan solo un poco de voluntad de seguir adelante, finalmente llegó a donde estaba su mamá.
El hospital parecía una ciudad por dentro, con sus numerosos pasillos y las luces encendidas, era difícil creer que aún no fuera de día. Tal vez por esa razón era que estaba abierto veinticuatro horas y permitían visitantes a cualquier hora.
Tras llegar a uno de los cuartos más aislados, en donde había más de diez camas consecutivas separadas por una cortina, Rebeka por fin vio a su madre y en vez de sentir alegría sintió pena en su interior. Mirándolo de forma positiva, al menos su madre, una de las únicas personas que le mantenía siendo una chica buena, no estaba muerta, pero ver a alguien que siempre fue gentil y amable con ella, ahí tumbada sobre la cama de un hospital, con la cara hinchada y una actitud moribunda, le rompió el alma. Tanto que le hacía desear no ser mujer con tal de buscar a quien había sido capaz de semejante cosa y dejarle el rostro en peores condiciones.
«Es como si pudiera sentir su dolor en mí. Mi estómago se encoge y aprieta, es tanta la impotencia al no poder hacer nada», pensó la chica, tratando de respirar valor y retener sus lágrimas, usando una mirada seria.
Lo que antes era una gran mujer, fuerte, carismática y trabajadora, ahora se hacía un pequeño bulto que se lamentaba con cada respiración. Entre los espasmos de un cuerpo adolorido, el nombre de “Rebeka” fue mencionando.
Respondiendo al llamado, le dijo: —Mamá— sin evitar llorar y correr a sostener la mano izquierda de su madre con sus dos manos, para apretarla tan fuerte como podía, como si esa acción estuviera sustituyendo un abrazo.
—Aaah, mi niña, mi beba preciosa, eres tú. ¡¡Feliz cumpleaños mi niña!! Disculpa no haber podido llegar a la casa y que lo tuvieras que pasar sola. ¿Tienes hambre? ¿Te has bañado? ¿Estás bien? Mírate mi princesa… estuve tan preocupada por ti… —dijo la madre preocupada, con respiraciones entrecortadas, disimulando el dolor de su cuerpo con una sonrisa en su rostro.
—No te preocupes por mí —dijo Rebeka, como si quisiera desenredar el nudo que se le hacía en la garganta—. ¿Qué te sucedió, madre? ¿Por qué no me llamaste?
—Nada, nada mi corazón. No pude llamarte, no fue mi intención preocuparte… — contestó, como quien no le daba mucha importancia al asunto—. Lo importante es que estés bien. Me asusté tanto cuando vinieron las autoridades a informarme que te harían una interrogación. ¿Qué sucedió mi niña?
—Nada mamá, solo fue un malentendido. Ellos querían hacer unas preguntas con respecto a un teléfono perdido… —dijo Rebeka para preguntar con insistencia—. ¿Alguien te golpeó mamá?
—No mi niña, es que tú mamá es una torpe. Cuando las autoridades vinieron a hablar conmigo, salí despavorida a buscarte y sin querer me caí por las escaleras… eso es todo. Solo luce un poco feo, pero estoy bien. Debo quedarme aquí hasta completar las veinticuatro horas de observación, aunque, como todo salió bien, tan solo serían doce horas. Creo que ya debe venir la enfermera a darme de alta para poder ir para la casa. El trabajo... me dio unas vacaciones, así que no debes preocuparte. Estaremos un poco más de tiempo juntas Beky…
Para Rebeka, parte de lo que su madre le decía era mentira. Por alguna razón podía sentirlo, pero no tenía el valor de seguir haciendo preguntas. Si su madre quería esconder la verdad, en algunas partes, seguro era para que ella no se preocupara, ¿qué más podía hacer que confiar y aceptar algo que no podía cambiar o resolver?
«Es mejor para mí no negar lo que es obvio y conformarme con otras respuestas. Ella nunca me diría la verdad, si la verdad pudiera dañarme. Me hace pensar en que mis problemas no son nada comparados con los de ella… y ella aun así me da una sonrisa», pensó la chica, quien también tenía verdades que iba a esconder, con tal de no preocupar a su mamá, como que había sido rechazada en doce entrevistas de trabajo, que su novio se había tratado de suicidar o que había perdido su apellido. Esas eran cosas que tan solo hacían ver el lado negativo de la situación.
Rebeka tenía la idea de preparar el terreno para contar que ya era mujer, que se había acostado con un chico y que este se vendría a vivir a la casa. Después de todo, esas cosas eran novedades con motivo para alegrarse, además; cambiar de tema en una situación como esa traería mejor provecho, y así, mientras esperaba a que la enfermera llegara, la charla entre madre e hija ocurrió.
—Mamá, tengo mucho que contarte… tal vez es muy repentino para ti, pero… —Rebeka se llenó de valor y contó todo lo bueno sobre su chico y lo enamorada que estaba, mientras tanto, su madre escuchó.
Tras ponerse las manos en el rostro, la madre de Rebeka estaba que saltaba de la felicidad, si no hubiera sido porque las costillas fracturadas no se lo permitieron.
—Qué bien, hija mía, qué bueno… Encontrar a alguien que te acompañe en esta vida es una bendición. Menos mal que no la pasaste sola y estuviste en buenas manos.
Rebeka no esperaba semejante reacción de su madre, tal vez estaba feliz porque alguien le quería y hasta el momento, lo de no tener novio era tan solo un lado pesimista de una madre sobreprotectora que cuidaba de que su hija no se enamorara, ya que le podían maltratar y jugar con su corazón.
De un momento a otro, entre comentario y comentario, el dolor se volvió menos presente tanto para la madre como para la hija y así se pasó toda una hora hablando entre ellas, hasta que una enfermera llegó a la habitación. La mujer era la verdadera definición del enfermo cuidado al herido, delgada, subida en años, con ojos hundidos y una nariz alargada.
—Buenos días, veo que es su hija, se parecen las dos… —saludó la enfermera, mientras tomaba algún aparato para medir los signos vitales de la paciente.
—Me siento bien, ya pasaron doce horas… ¿Puedo ir a la casa, como me dijiste? —dijo la madre de Rebeka.
—No, dije que iba a ver si el doctor la dejaba irse después de estar en observación por doce horas. Pero no es el caso, aún te quedan doce más, unos cuantos análisis y alguna consulta con los especialistas. De nada nos servirá dejarte ir a la casa si después tienes que regresar peor de como entraste —dijo la enfermera, corrigiendo las palabras de su paciente—. Seguro que las dos han podido hablar por toda la noche, pero también tienen que entender que en esta habitación hay más pacientes que necesitan descansar para recuperarse.
Rebeka abrió los ojos en señal de sorpresa, pues se daba cuenta que eran casi las seis de la mañana y había estado cuchicheando de temas bien personales con su madre en un lugar tan poco apropiado.
—Lo siento mucho. No me di cuenta, perdón —le dijo Rebeka a la enfermera con actitud apenada, para después agregar a quién le pudiera estar escuchando—. Perdónenme…
—No te preocupes, me agradó mucho escucharlas… Ese chico, si es bueno, cuídalo mucho antes de que yo te lo quite, si es que me lo encuentro por ahí—dijo una de las ancianas que estaba en la cama de al lado.
—Tiempo sin saber del mundo exterior y de cómo los jóvenes se abren al mundo… mis hijos o nietos nunca fueron así de despiertos. Recuerdo haberles tenido que sacar a patadas de la casa para que hicieran vida social.
—Ahh, es bueno ser joven, me hace recordar mis buenos tiempos… ¿Quién estaba buscando a un buen hombre, si aquí hay otro?
—No llegues a vieja, te lo digo. Todo lo que haces lo haces con dolores…
Uno tras otro, surgieron comentarios de los pacientes que habían estado escuchando y fueron tantos que la enfermera se vio obligada a hacerles callar, pues eran la seis de la mañana y la habitación se estaba volviendo un gallinero.
—¡Que hay más habitaciones! ¿No querrán despertar al hospital entero?
Con una sonrisa en la boca, Rebeka aprovechó la situación para despedirse de su madre y dejarla descansar. Ya que como entendía, la enfermera estaba a punto de darle un medicamento para calmar el dolor, que le provocaba dormir. Más apenada que otra cosa, la jovencita siguió los consejos de la enfermera y de su madre, los que se refieren a que fuera a casa, se bañara, comiera algo y descansara apropiadamente.
Rebeka inició su camino fuera del hospital, se movió de un lado a otro, llegó a la parada del tren y como era tan temprano, iba en dirección contraria a donde marchaban todos, por lo que alcanzó a montarse en un vagón vacío.
«¡Estoy exhausta! De vuelta a casa, sentada dentro del tren y mirando al techo. Me faltan dos paradas para llegar a mi estación… puedo ver la escuela por un efímero momento. ¿Ir? o ¿no ir?, es la cuestión. Debo confesar que estoy feliz, egoístamente feliz, todo me ha salido mal, pero al ver a los seres que más quiero en peores condiciones que yo, estoy forzada a ser fuerte. Cuando llegue a la casa debo de ver cómo le subo los ánimos al gato triste de mi novio. Tal vez una comida, un buen baño y sexo duro, le ayudé a pasar las penas, pero él no tiene más ropa que la que lleva puesta o ¿sí? También he pensado que mi madre se tomará unas vacaciones, lo que significa que estaremos bien cortos de dinero, así que Omar tendrá que usar mi ropa. ¡¿Cómo se vería?! vistiendo mis bragas y mi pijama, debo estar preparada para tomarle muchas fotos… ¿Qué no existe un momento en el que esté sola, que yo no tenga las intenciones de tocarme si es que no estoy triste?».
Sin dormir por casi veinticuatro horas seguidas, Rebeka se bajó en su estación y aprovechando que aún no había muchas personas transitando de subida, se las ingenió para llegar a su casa lo antes posible. Milagrosamente nadie notó que no estaba usando ajustador y se le marcaban los pezones, por lo que las miradas sobre ella no fueron muchas.
«Perfecto, ya llegué, sana y salva y sin ser violada, extorsionada o raptada…», se dijo, una vez estuvo en frente de la puerta. «Qué dolor. Hoy es el día en el que más me duelen los pies y raramente, en el que menos cosas pervertidas he hecho».
Rebeka insertó la llave y abrió la puerta, tras lo cual fue inundada por un característico olor a hogar. «Mmm, no puedo creer lo que me estoy imaginando».
—Amor. ¿Acaso estás preparando el desayuno? —preguntó en voz alta.
Tras dejar todo lo que tenía en la cocina, Omar salió disparado en dirección a su amada, tan feliz como nunca había estado. De salto en salto, el joven la abrazó y besó por todos lados, hasta que hizo una pausa y dijo:
—Me tomé la libertad de prepararte algo, para llevártelo en caso que no te dejarán salir… pero mi corazón… te dejaron libre…
Luego de mirarse, Rebeka podía decir que era un desastre. Se había ido con las autoridades como estaba al regresar del parque, con un par de chancletas en vez de zapatos, sin sostén por debajo de la blusa, con el pelo maltratado y toda la ropa estrujada. Anduvo por las calles de la ciudad y en el interior de un hospital así, pero a Omar no le importaba. Lo único que le interesaba era que estuviera finalmente en casa.
«Denme un descanso», se dijo, tras cerrar la puerta y entrar hasta el comedor para ver lo que su chico le había preparado, ya que tenía hambre.
A pesar de ser la hora del desayuno, Omar recién sacaba dos platos con una milanesa de pollo frita.
—Bebé —dijo Rebeka—, si a esto le llamas desayuno, creo que debes dejarme la cocina. Mejor, hazme un café bien cargado…
—¡¿Acaso el pollo no es de tu agrado?! —preguntó él, con ingenuidad y preocupación en la mirada.
—Mmm, no creo que mi estómago pueda soportar tener que digerir la proteína de una pechuga de pollo en el desayuno. Déjalas para después. Pan tostado o clara de huevo, serán suficientes carbohidratos para darme energía en la mañana…
—Bueno, pan con pollo, ¿qué tal? —preguntó Omar, se veía que tampoco había dormido y hacía todo lo que podía para disimularlo.
—Tendremos que ganar más dinero para poder darnos esos lujos, por ahora… las comidas deben tener un orden, si no, no nos alcanzará para terminar la semana. —Tan pronto se llevó a la boca un trozo de carne, cambió las expresiones de su rostro y miró a su novio con preocupación—. Además, ¿probaste este pollo?
Tras la pregunta preocupada de Rebeka, Omar procedió a tomar un trozo de pollo y también se lo llevó a la boca con la intención de saborearlo. Después de masticarlo algunas veces, le devolvió la mirada a su novia y ella ya no logró contener su risa.
—¡¡¡Malvada!!! —exclamó Omar divertido—. Es el mejor pollo frito que he hecho en mi vida. Seguí la receta paso a paso… Casi me da un ataque al corazón. Este pollo era lo único que había en el refrigerador y ¡pensar que lo eche a perder!
—¡¿Qué receta?! Aceite, sal y a freír… —dijo Rebeka con tono burlesco, para luego comenzar a correr por la cocina, mientras que Omar la perseguía entre berrinches, hasta que le atrapó tan fuerte que no le dejó ir y con un carácter juguetón le mordió en el cuello dirigiendo sus intenciones a hacer cosquillas.
A pesar de estar exhaustos y hambrientos, la persecución sacó a los niños juguetones que tenían en su interior. Por un rato los dos jugaron y saltaron de un lado a otro, como si el mundo no trajera preocupaciones consigo.
Pasando de lado el rato divertido, una vez estuvo el café y los panes tostados con el mismo aceite que se frio el pollo, el desayuno supo delicioso a los enamorados. Con tenerse el uno al otro era suficiente para vivir y olvidar los pesares del cuerpo, para sentirse rejuvenecidos y despreocupados.
—¿Qué sabes de tú mamá? —preguntó Omar, ya con mejor ánimo, después de todo, no valía la pena preocuparse por un futuro que aún no había llegado—. Aún estoy nervioso que pueda llegar en cualquier momento.
—Entre hoy por la noche y mañana deben de darle de alta del hospital. Pero no te preocupes, está bien…
Con la palabra “hospital” mencionada por parte de Rebeka, Omar dio un gran respiro, como si no pudiera creer lo que escuchaba. Tampoco quiso seguir indagando en el tema, debido a que su novia había enfatizado que no se preocupara, que todo estaba bien.
—Cuando terminé de hablar con las autoridades, pasé a hacerle la visita, antes de venirme para acá. Ella me dijo que todo está bien, que solo fue un accidente en el trabajo. Por cierto, en la interrogación desvíe las sospechas de mí, pero no de ti. ¿Por qué estás tan tranquilo? ¿Por qué no te han llevado? ¿Y por qué ellos sabían cuándo mentía y cuando no?
Tras tomar un sorbo de café de la taza y haciendo una expresión de desagrado por el sabor amargo, Omar procedió a hacer uso del azúcar, antes de hablar:
—A ciencia cierta no estoy seguro, pero existe algo que se llama inmunidad ante el sistema. Por la posición que tiene mi padre, creo que sin importar los crímenes que cometa, aunque fuese desheredado, no podría ir a prisión ni a un hospital mental, debido a que ese evento generaría mala reputación a mi familia. El sistema de seguridad de la nación está controlado por una maquinaria utilitarista.
—¿Una máquina utilitarista? —preguntó Rebeka sorprendida.
—Sí, una que determina el valor de la conducta junto al carácter práctico de los resultados con respecto a sus cálculos sobre individuos que integran la sociedad o algo así —respondió Omar— Es un concepto complicado.
—No lo puedo creer, parece ficción.
—Es información pública, al menos la parte de cómo trabajan las autoridades, no es que aparezcan datos sobre la inmunidad de ciertas personas en específico. Pero, si fuese positivo castigar a un inocente, la máquina pondrá en la balanza el criterio que haga más feliz a la mayor cantidad de personas. En eso consisten las elecciones, en cambiar, junto al presidente, el modo de operación de la máquina.
—Es mejor dejarlo así —interrumpió Rebeka, tras presagiar un dolor de cabeza—. La política no es que resulte en nada. Con el dolor que tengo en mis pies, lo que necesito es un buen baño, un masaje… y aunque quisiera quedar rendida en la cama, preferiría invertir mi tiempo en buscar una manera de hacer dinero, en vez de preocuparme por problemas que están fuera de mi control. Como verás, al final del día, estas milanesas de pollo frito son toda la proteína que tendremos para llenar nuestros estómagos.
—¿Acaso no piensas ir a la escuela? —preguntó Omar, mirando al reloj, ya que aún quedaba tiempo.
—No fue mi culpa que las autoridades me tuvieran hasta altas horas de la madrugada porque les dio la gana, tampoco que ahora esté cansada, ni que no tenga dinero. Nada es mi culpa y a la vez lo es, por ende, soy responsable de las consecuencias y pienso aceptarlas. Ahora necesito ideas para ganar dinero antes que nos quedemos sin un techo para vivir.
Omar guardó silencio por un momento, lo que hizo que Rebeka levantara su dedo y apuntara en su dirección.
—Te dije que ni se te ocurriera robar o hacer algo ilegal nuevamente, aunque tengas “inmunidad”, las cosas tienen un límite y te necesito a mi lado… ¿Qué fue lo que dijiste sobre la máquina?
Confundido, Omar repitió lo que había dicho:
—Es información pública.
—El internet es de dominio público. ¿Y si busco trabajo ahí?
—No es una mala idea, porque para trabajar en internet no necesitas hacer una entrevista… si así fuera, puedes crear información falsa.
Luego de dejar el baño y el masaje para más tarde, Rebeka se terminó el café que tenía en la taza y con algo en mente, se dispuso a buscar su laptop tan rápido como pudo. El corazón le saltaba y no era de la alegría, sino de la idea que le había entrado en la cabeza.
Cada noche que se sentía sola o triste, tenía deseos de masturbarse, cada vez que se veía perdida y sin salida, se entretenía buscando temas morbosos para leer y despejar su mente, cuando tenía curiosidad sobre algo, buscaba en internet y por alguna razón terminaba mirando videos e imágenes inapropiadas. Pero, sobre todo, así no quisiera aceptarlo, era humana, así como también lo eran esos que habitaban el mundo en el que vivía.
El punto era que, aunque se expresaban de formas diferentes, todos actuaban en base a las mismas necesidades y el placer era una de esas necesidades.
Tan pronto subió a su habitación, bajó con rapidez y se sentó justo al lado de su amado en la mesa. Luego de abrir la laptop, hizo clic en el buscador y usando sus dos manos tecleó.
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¿Si ya Rebeka conocía la respuesta, por qué tener que buscarla desde la computadora delante de su novio? Precisamente porque él tomaría un papel crucial en la decisión que ella debía tomar. Después de todo, era su novio y ella no quería perderle.
Omar guardó silencio cuando vio el «Top tres de categorías encontradas por el buscador»
# 1: Industria pornográfica: Video Cámara & edición.
# 2: Industria cibernética: Programador & desarrollador de contenido informático /Marketing.
# 3: Industria de accionistas: Monedas virtuales, acciones de empresas, arte digital.
«¿Acaso el amor es permitir que tu novia sea de alguien más y seguirla queriendo? Todo depende de la moral y los principios de esa persona, aunque es bien conocido que la necesidad provocada por el dinero logra corromper los principios y la moral de las personas», pensó Rebeka, mientras miraba a su amado, que parecía indeciso ante la situación.
Sin pensarlo dos veces, haciendo como que tenía curiosidad, Rebeka abrió el primer vínculo y fue dirigida a una página en donde necesito hacer clic en varias advertencias de contenido de adulto para poder ver la información que aguardaba a ser vista.
Omar siguió guardando silencio, como quien caminaba en territorio explosivo y que en cualquier momento estaba expuesto a pisar una bomba que terminaría con su vida:
—¿Y si vendo fotos y videos míos para hacer dinero? —preguntó Omar, con una mirada seria.
Rebeka se quedó pensando si responder sí o no. Definitivamente, no respondería con un monosílabo cuando tenía en mente que podía decirle a su novio cuáles eran los pasos a tomar por ambos y lo que realmente era considerado prostituir sus cuerpos en línea. Después de todo, decisiones prematuras o saltar hasta el final del proceso, podrían resultar en consecuencias indeseadas, arrepentimientos o resentimientos innecesarios. Para Rebeka era más seguro tomar pequeños pasos que no ponían en peligro el amor que se tenían el uno al otro, que arrojarse a ser juzgada por no ser una buena novia o terminar juzgando a su novio por no actuar de manera apropiada. Si ella quería centrarse en normalizar algo que no era común para las parejas, uno de esos pasos era tener una discusión previa con respecto al tema, no decir que sí o que no, ante una idea descabellada.
«Después de todo, es mejor estar segura que él tiene el conocimiento de lo que implica vender nuestros cuerpos y las consecuencias que podría traernos. Aunque se dice fácil, a veces el corazón y la mente nos engañan con un falso sentido de seguridad, tan fino como el cristal de una bombilla», pensó Rebeka, quien se proponía dar el consentimiento adecuado ante la situación y después ir avanzando poco a poco.
«Podríamos comenzar por crear una cuenta y ver a otras personas haciéndolo, para luego intentar una escena real sobre lo que estaremos haciendo, mientras nos decimos el uno al otro lo que nos hace sentir bien y lo que no, sin pensar en el dinero. Trabajar en lo que te gusta no tiene por qué sentirse como trabajo y si puedo alcanzar un orgasmo cada vez que trabajo… Ufff. Tal vez después, podríamos empezar compartiendo una foto inocente y poco a poco, aumentar la temperatura con respecto a las escenas sexuales que podrían ser subidas. Al igual que usar fotos que tengamos guardadas, crear relaciones y aceptar ideas de los clientes. Oh, cielo santo, en verdad existen tantas formas de adentrarse en el mundo de la pornografía en línea, pero antes, regresando al tema, debo solidificar las bases fundamentales de nuestra relación para que se mantenga en pie, pase lo que pase. Después de todo, el propósito es mantener una buena comunicación sobre cada cosa que quiera intentar y hablar, saber cómo esto me hace y le hace sentir».
Miles de pensamientos pasaban por la mente feliz y optimista de Rebeka, pero aún no se había decidido a responder a la pregunta de Omar. Esa respuesta no era tan importante como confirmar si en un futuro los dos llegarían a sentirse seguros y cómodos ante la distancia que tomaba recorrer el camino que probablemente tome meses o años, no días o semanas. Con decir que sí, ella estaría saltando directamente hasta el final y con decir que no, tal vez se estaba arriesgando a no dialogar lo suficiente y cerrar la única oportunidad que tenía para obtener dinero fácil en una sociedad abarrotada por consumidores de pornografía. Así que Rebeka se decidió a continuar con el primer paso al decir:
—Mejor hablemos sobre el tema después, primero, veamos que hay dentro de páginas como estas y que hace quien gana más dinero.
Tras entender que la oferta propuesta estaba bajo consideración, Omar guardó silencio y clavó sus ojos directo a la pantalla de la laptop.