Chapter 6
Puerta sin seguro
El silencio se hizo presente por unos segundos. Como si todo fuera obvio para la chica que había preguntado. En cambio, Rey se quedó pensativo, él quería encontrar la respuesta que Elena se negaba a contarle. Aunque también podría irse a su cuarto y encerrarse como forma de escapatoria al momento tan incómodo que la rubia le estaba haciendo pasar.
“Tal vez ella tenga razón… algo dentro de mí no quería dejar que Samantha se marchara. No, después de estarla pasando tan bien, pero creo que eso sería egoísta. Actuar con mi verga y no mi cabeza no es muy noble que digamos”.
—Samantha se fue porque tú la dejaste, cobarde.
La palabra cobarde había sido mencionada dos veces, si pudiera existir la combinación entre una serpiente y una araña en un cuerpo humano, esa tal vez podía ser Elena ahí presente.
—¿A qué llamas cobarde? —volvió a preguntar Rey con algo de confusión, tal vez aquella situación se estaba dando por una diferencia de puntos de vista y no por una artimaña de la rubia para hacer su jugada.
—¿Acaso no entiendes por qué Samantha es tan tradicional, conservadora y mojigata como es? Como hombre que eres te falta iniciativa al aclarar las cosas, Rey.
—¿En qué sentido?
Como quien señalaba lo necia que había sido la pregunta, Elena continuó:
—Dos mujeres encueras enfrente tuyo, ¿qué hiciste? Esperaste que te dijéramos algo para que entonces actuarás. Sin mencionar que con ninguna de las dos te viniste. No solo ahora, sino que en todo este tiempo te hemos estado dando señales de nuestra disposición a follar y tú nunca das el primer paso. No somos de cristal ni tan inocentes como piensas Rey, ella actúa como lo hace para tratar de gustarte más; ¿acaso todo hay que decírtelo como a un niño pequeño? —la última pregunta la rubia no pudo evitar hablar en tono burlesco e irónico.
Rey, llevándose la mano a la frente, se dio cuenta de que por no tomar una decisión tal vez estaba perdiendo todo lo que podía ganar. Las palabras de Elena eran irrefutables, si una chica cree que el chico busca una relación estable y desaprueba comportamientos inapropiados, entonces ella, al principio y por amor, puede mostrar una cara diferente.
—Me tienes aquí, enfrente de ti y no me coges. Ella se marchó y no le perseguiste. Tu indecisión trae consecuencias, pero aún no es demasiado tarde, digo, ¿si es que te gustamos las dos por igual y quieres un todo o nada? —repuso Elena haciendo que se encendiera la curiosidad en los ojos del joven—. ¿Qué crees que ella estaría haciendo en su cuarto a solas?
—Tratando de despejar su cabeza —respondió Rey como quien tenía la respuesta correcta a la interrogante.
La rubia no pudo evitar darle en la cabeza a Rey tan pronto este dijo algo que no era la respuesta correcta. —Si le dejamos terminar lo que está haciendo, ella se arrepentirá de lo que hicimos y la única manera de vivir con semejante carga es pretendiendo haberse olvidado de lo que pasó. Recuerda lo que dijo cuando comenzamos: “Me sentiría más cómoda si me lo imponen… como castigo… no importa que me resista o diga que no… o que llore, grite… o me desmaye en el proceso”. Ella se está haciendo la de rogar, Rey.
A Rey le costaba atar los cabos sueltos del comportamiento de una chica, también, le era difícil saber la forma correcta en la cual debía actuar, más cuando dentro de su corazón las sugerencias de Elena se sentían equivocadas. Pero, vale destacar que una vez Samantha se viniera a solas, todo el calor y los deseos sexuales que le motivaban a comportarse con tanta libertad saldrían de su cuerpo, dejando el cascarón de a una chica tradicional. Arrepintiéndose de haberle entregado el culo de una a quien le importaba y quería dar una buena imagen, y sin nadie a su lado que le apoyase, no sería buena combinación.
En un profundo estado de meditación, Rey podía sentir cómo el tiempo pasaba y no necesariamente a la misma velocidad de las manecillas del reloj, sino que a la velocidad de dos dedos que, de un lado a otro, frotaban un clítoris de forma frenética.
“Seguir mi sentido de razón, obedecer los consejos de Elena, ¿qué debo hacer?”, se preguntaba Rey. “Una vez ella finalice con su masturbación, no quiero que regrese a ser estricta y recta como mismo fue en la mesa”.
—Arggg. Aún sigues pensando sin actuar, —reclamó Elena, para luego, tras titubear acercarse a la oreja de Rey y decir las siguientes palabras—. Ella no está gritando… ella te está llamando como siempre lo ha hecho. Detrás de la puerta de su cuerpo, desesperada porque su macho entre y le domine, que contente su corazón de sumisa. Lo que tienes que hacer es convertirte en ese amo.
Visualizándose a sí mismo haciendo entrada en un cuarto ajeno, invadiendo la privacidad cuando alguien más se estaba masturbando, y arriesgando a romper la confianza que con tanto trabajo se había ganado, no era muy tentando. Ante la proposición de Elena, Rey no supo ni qué responder, pero sí se levantó de su asiento casi a punto de perder la razón. Elena alumbró todas las expresiones de su rostro con una sonrisa maliciosa.
—Sí. Ella no tiene puesto el seguro… Dime Rey, si en verdad quieres privacidad, antes de hacer algo indebido, pondrías el seguro en la puerta, ¿no es así?
Rey afirmó, después de todo, lo había hecho por la mañana.
—Ella nunca dijo «No me sigan» ni, «déjenme sola» Rey negó con su cabeza mirando al pasillo.
—Ahora, si dejas la puerta sin seguro es porque quieres que alguien entre y te vea. Samantha es una chica complicada y te quiere, así como también quiere que luches por ella y demuestres la disposición que tienes para meterla. Eso les gusta a las mujeres… ella se marchó porque se sintió tan avergonzada de creer que era la única que actuaba por excitación. —Rey trago en seco, aún se sentía indeciso, pero ya se le estaba parando la verga con la idea de abrir la puerta y ver a la trigueña con las patas abiertas sobre la cama, Elena continuó—. Vayamos a comprobarlo…
Tan pronto Rey se mostró dispuesto a obedecer la sugerencia de Elena, esta le agarró por la punta de la verga como si fuera una soga que tiraba de un carrito y avanzó hasta llegar justo en frente de la puerta de la habitación de Samantha.
En frente de la entrada, el joven escuchaba los gemidos eróticos de Sam, estaba a punto de cometer una locura impensable. Si la rubia estaba equivocada, la trigueña se iba a enojar con todos sus derechos, pero ¿si no?
Con una sonrisa tan desafiante como confidente, Elena agarró el picaporte dorado y con un brusco movimiento abrió la puerta de par en par para avanzar tan rápido como pudo tirando de la verga de Rey con tal de garantizar que este no se acobardara y marchara.
Samantha estaba en cuatro sobre la cama que quedaba justo enfrente de la puerta, con la mano derecha dentro de su culo empinado y la cabeza sobre la almohada. Con calentura ella miró a los dos intrusos y apartó la mirada al mismo tiempo que se sacaba la mano y dejaba expuesto el interior oscuro de su recto abierto.
—Me alegra que los dos viniera… —dijo Sam con su boca contra la almohada.
Elena había estado en lo correcto, la puerta abierta y Samantha aún desnuda con las piernas bien abiertas, pidiendo verga con su culo. Rey tenía que actuar como el amo que la trigueña necesitaba, controlarla y hacerla su sirvienta con tal de alcanzar el propósito de someterla, sin embargo, las palabras no pudieron salir de su boca. Él creía que no tenía nada bueno que decir.
—Samantha, Rey demanda que le hagas venir como dios manda
—dijo Elena tomando el lugar de Rey, dejando que la puerta a sus espaldas se mantuviera abierta para poder acercarse a la cama y subirse en ella.
Por otro lado, Rey ya tenía su verga tan rígida que cuando la rubia se la soltó le golpeó con fuerza en el abdomen, provocando un sonido semejante al de un aplauso, pero más alto. Golpes parecidos se escucharon cuando la rubia le dio dos nalgadas a Samantha, una en cada nalga.
—¿Quién te mandó a marcharse y dejarnos calientes puta sucia?
—dijo Elena ya de rodillas sobre la cama—. Otra escenita como esa y te ganarás un castigo muy severo. Uno que te dejará escurriendo fluidos vaginales durante toda una semana. Y no podrás hacer nada para salvarte porque yo misma te estaré supervisando. —Sam abrió la boca y se llevó su otra mano sobre su pubis para dedearse de forma circular el clítoris ya enrojecido. Elena pasó su mano por entre las nalgas de la trigueña y después de lubricar lo suficiente, ella cerró su puño y lentamente decidió introducirlo por el culo que ya estaba esperando recibir algo.
—Así es Samantha, esto es todo lo que necesitas sentir, mi mano entrando y saliendo de dentro de ti.
Sam mordió las sábanas para poder mantener el silencio, no era que le doliera tanto como le encantaba, pero tenía que gritar tan alto como podía con tal de excitarse.
—¿A qué estás esperando? —preguntó Elena, impaciente, mirando a Rey de reojo mientras se abría los labios vaginales, como si fuera su turno de recibir verga.
La proposición de la rubia casi que le hizo perder el control al joven, sin contar que le estaba viendo meter la mano derecha en el mismo agujero que antes había adentrado su verga a la trigueña. Rey se colocó justo detrás de la rubia, y con facilidad logró introducir su miembro hasta la mitad dentro de la cavidad vaginal de la misma. Sintiendo ser bien recibido por el coño de su amiga, él decidió empezar a bombear hacia atrás y adelante, al mismo tiempo que empujaba el cuerpo de Elena y así Samantha también sentía la sensación de estar siendo penetrada al mismo ritmo que la rubia.
—Puedes continuar un poquito más adentro —sugirió Elena entre gemidos de placer.
—Pero siento que toco algo… —dijo Rey preocupado.
—Sí, eso que sientes y mueves con la punta de tu verga es mi cérvix. Para otras mujeres tal vez sea una acumulación de nervios que se rehúsan a sentir algo más que dolor, pero para mí, que me des ahí, es la mejor sensación que puedo experimentar.
Con aquellas palabras y esperando que el coño de la rubia fuese tan elástico como para aceptarle, Rey comenzó a enterrar su verga con más profundidad, pero bien lento.
—¿Acaso eso es todo lo que tienes? —resopló Elena— ¡Vamos Rey! ¡Haz que me duela!
Antes las palabras de Elena, Sam separó más las piernas y pasó sus dedos entre sus labios vaginales con mayor velocidad. Rey, por otro lado, dejó de contenerse con tal de satisfacer las demandas de la rubia que le entregaba su coño dejándose usar y abusar por él, no fuera que ella se marchara insatisfecha.
Los gritos ronroneantes de Elena hacían que el ambiente se intensificara. Cada vez que ella afirmaba lo bien que Rey le estaba dado, o cuando insultaba a Sam con tal de mantener el morbo en su punto máximo, era como si ella fuese la directora de la orquesta. Después de todo, no existía alguien más responsable que dicho momento se diera lugar.
Los tres chicos sobre la cama comenzaron a mugir entre placeres, sin dejar de aumentar la agresividad con la que se daban los unos a los otros.
Para Rey la situación comenzaba a trascender lo que era tan solo sexo o amistad, llegado a la confianza y aceptación plena de exponer los unos a los otros sus deseos mundanos. Era cierto que su apego por aquellas dos chicas ya sobrepasaba los límites de la amistad, pero el sentimiento de saber que ellas se le ofrecían y le aceptaban, incluso en el momento más íntimo que habían experimentado, le dejaba sentir tranquilidad y sentirse reciprocado. Por otro lado, tanto Elena como Samantha, se estaban pajeando con ganas pensando en lo morbosa que era la situación, al punto en el que querían seguir jugando entre ellas sin importar que pudieran quedar en cuestión sus identidades sexuales.
—Mmmmm, lástima que seamos tres en este cuarto… —se quejó Samantha quien acomodo sus piernas sobre la cama y cambió la mano con la cual se frotaba el clítoris, al parecer ya estaba cansada.
—¿Te apetecería chuparle el coño a Juliet? Podemos ir a su cuarto, aunque esté dormida me dio el permiso de jugar con su cuerpo a mis anchas —agregó la rubia convencida de que el miembro restante en la casa no se iba a sentir mal de formar parte en un acto sexual no consentido.
“Elena, no eres fácil.” Se dijo Rey como quien descifraba las intenciones de la rubia. “Dices eso porque si Juliet estuviera escuchando detrás de la puerta abierta, este sería el momento perfecto para que ella hiciera su entrada.”
Aun sabiendo qué semejante situación no sería posible, Rey no pudo evitar fantasear con sus pensamientos; “¿con se sentiría estar con cuatro chicas a la vez?”. Él bien que podía sentir que la mencionada dormía como una piedra en su habitación y dudaba de que ella fuera a formar parte de algo como lo que se estaba dando lugar. Pero Elena era buena en lo que hacía y si ella se lo proponía, quien era él para decir que no sucedería.
—Que sea mañana —sugirió Samantha sin negar a la proposición, en parte porque tal vez estaba sintiendo pena por la pelirroja—. Si no ha venido hasta ahora, es porque debe de estar durmiendo. No quiero aprovecharme de tus permisos para usarlos como míos…
—Si se diera el caso, aparte de chuparle el coño, ¿qué más piensa hacerle a la pelirroja? —preguntó Elena con curiosidad, a pesar de ser penetrada, ella no podía reprimir sus hacías de conversar. “Para excitarse más Sam tiene que gritar, pero creo que Elena necesita saber”, supuso Rey quien ya no se podía enojar, mientras se aseguraba de mantener el ritmo, así como la oreja parada, pues la conversación prometía ser interesante de escuchar. Que Sam estuviera hablando abiertamente de las cosas que pudiera hacer en una situación lujuriosa con otra chica, mientras tenía una mano en el culo, no era algo muy común.
—No es que quiera hacer tanto… —dijo la trigueña moviendo con más fuerza sus dedos. Rey pudo notar que Elena comenzó a aumentar la velocidad con la cual metía y sacaba su mando con la intención de igualar el ritmo con el que se pajeaba Samantha—. ¿Y si a ella le gustan más las vergas que los coños?
—Tiene a Rey para que le haga compañía, pero no creo… — respondió Elena con naturalidad.
“Conmigo puedes contar siempre que quieras”, Rey quiso decir, pero escuchar y dar embestidas devastadoras a un paso constante eran dos actividades que demandaban de todo su ser y capacidades.
Por otro lado, la excitación de experimentar con Juliet lo mismo que estaba sintiendo con Elena hizo que Sam dejara escapar un gemido contra las sábanas. También meneo las caderas con brusquedad.
—Debo advertirles que la pelirroja es bastante sensible con respecto a la apariencia de su cuerpo. Así como a ti, Sam, te cuesta dejar la mente abierta, a ella no le gusta mucho desnudarse. Una vez lo hace, aunque se vea maravillosa, tenga tremendas tetas y un coñito suculento, de esos de los que tienes que abrir para poder ver los labios menores, deben de mantenerse neutral. Ni adular mucho, ni mostrar desprecio. De esa manera ella puede llegar a zafarse mucho en la cama, al final, la idea de la salchicha fue de ella.
Elena tuvo que guardar silencio por un momento, las embestidas de Rey le estaban haciendo dejar de pensar con claridad.
Contar cosas privadas sobre alguien más hacía que no solo la temperatura del momento subiera, sino que también la velocidad de los dedos de Samantha y las embestidas de Rey.
“Esta información cuesta oro, es como hacer trampa… saber lo que le gusta a una chica y atacar a los puntos débiles con tal de que abra las piernas. Uffff, Elena, eres tremenda…”.
Dejando de sentir como las bolas del chico que le cogía en cuatro patas ya no le daban contra el clítoris y rebotaban como antes, Elena gritó:
—¡Cógeme más duro Rey, hazme tu puta perra!
La rubia parecía estar teniendo un ataque de locura al darse ella misma una nalgada y empujar para atrás todo su cuerpo hasta llegar a tocar las caderas de Rey para pegar un grito gutural. De alguna forma tomaba el momento como castigo, ella había dado información pervertida, pero no estaba recibiendo nada por parte de Sam.
Las palabras y acciones de la rubia hicieron que Rey dejará de fantasear con lo que podía darse lugar y cayera en el presente. Sin tener que escuchar y haciéndose consciente de la realidad, él agachó la cabeza viéndose el pecho, su abdomen definido, y la base de su gruesa verga la cual tenía encajada por completo en el interior de una chica que lucía tan pequeña y delicada que parecía a punto de romperse en cualquier momento.
“Más…” Pensaba quien tal vez él no hubiera visto muchos otros coños en su vida, pero ese en el que se estaba adentrando ya se estrechaba hasta el límite, se sentía tan bien como se veía, tanto que los labios mayores suaves y mullidos se volvían finos y estirados cuando la verga salía. Aun así, la dueña quería más duro, que se la cogieran con la intención de que se rompiera. “… duro.”
Respirando con profundidad, ante los deseos de una chica demandante, Rey hizo una pausa para apreciar lo que estaba entre sus manos. Un magnífico culo que empinado se podría considerar el mismísimo camino al cielo. ‘¡Bang!’ La primera embestida se hizo escuchar y aunque Elena casi que no se pudo mantener en cuatro por el impulso con el cual se le dio por detrás, Rey se encargó de agarrarla y mantenerla en posición. Otra embestida y otra, tanto que llegaron a ser dos por segundo contra las nalgas de la rubia que parecían estar esculpidas a base de cuclillas.
Como un boxeador que luchaba en el ring y lanzaba puñetazos sin detenerse, por todo el tiempo que Rey fuera capaz de aguantar su respiración él seguiría dando golpes, cosa que podía llegar a durar alrededor de cuatro minutos.
Pasado un minuto y alrededor de ciento treinta penetraciones, las nalgas de Elena se mantenían firmes y aunque no rebotaban ni amortiguaban las embestidas ya se iban enrojeciendo. De no ser por la tonificación otorgada por el trabajo duro y entrenamiento diario, Rey podía asegurar que no serían tan redondeadas y empinadas como eran y que en un momento como ese, tal vez podrían caer prisioneras de dolor. Sin embargo, la rubia no se quedaba atrás con tal de adueñarse de la verga que cabalgaba. Siendo cargada por las manos del joven, ella incluso consiguió dejar escapar gemidos de placer que pasado los dos minutos se convirtieron en gritos.
Rey podía sentir cómo las caderas que sostenía estaban moviéndose descaradamente, buscando placer mientras sus manos apretaban las de él implorando que no se le ocurriera
detenerse. Dejándose llevar por el morbo y recordando el culo de Sam, con sus pulgares, él se propuso ejercer más presión a lados opuestos de las nalgas de Elena. Abriendo las dos voluptuosas masas de carne, él podía ver mejor como su verga, toda cubierta por fluidos brillantes y jugos vaginales que salpicaba con cada embestida, se hundía hasta perderse completamente y salía hasta sacar la cabeza. Así como el culo de Elena, del mismo color de sus pezones, no podía dejar de abrirse y cerrarse cuál si estuviera cediendo a ser utilizado y abusado.
“Cuatro minutos, quinientas cincuenta y dos embestidas, mi verga tan caliente como su vagina por la fricción y esta rubia sigue aguantando. Ufff… Yo quiero seguir aguantando, pero estar cogiéndomela a este ritmo, ver su culito temblando, su mano metida en el culo de otra chica y a Samantha masturbándose como una loca frenética, ya me están empujando al límite. El poder del enojo no está a mi alcance en este momento y si contraigo mis músculos no podré moverme…”.
—¿Por qué no me ayudas a ponerme juguetona con Juliet? —le preguntó Sam a Elena mientras se dispuso a mover sus piernas y encontrar una mejor posición en el lugar.
—A… Ahh… aah… —la rubia había escuchado la pregunta de la trigueña, pero no podía hablar, tampoco pensar con claridad. Por un momento ella creyó que no sacaría nada de información morbosa, pero estuvo equivocada—. ¡Claro que sí! Si quieres te dejo mirar cómo cogemos y después si te animas puedes adentrarte. Pero para pescar a esa sirena necesito una buena carnada y la verga de Rey es la mejor para esta situación, ella también putea con Rey, aunque él no se dé cuenta. ¡Rey! Tienes que llenarle toda la raja de leche hirviente a Juliet… así… Samantha se la puede tomar toda después, así mismo se va a tomar tu lechita de mi coño…
“¿Es esto una señal, una premonición del futuro o palabras sucias para excitarse?” Se preguntó Rey, quien ante la disposición de la rubia pasó a acomodarse mejor sobre la cama. Dejando escapar toda una bocanada de aire, con rapidez volvió a inhalar y trancar su pecho en lugar mientras que levantó su pie izquierdo y lo apoyó firmemente sin llegar a cambiar su rodilla derecha de sitio. Él soltó la mano correspondiente de la cadera de Elena y la llevó hasta el hombro de esta.
Samantha se tendió bocarriba sobre la cama con sus dos manos cansadas, Elena aprovechó la oportunidad para lanzarse de boca contra el clítoris de la trigueña y comenzó a juguetear alrededor con su lengua hasta incluso llegar a meterla tan profunda como pudo. No hacía falta tener los ojos abiertos, para saber lo mucho que Elena disfrutaba de chuparle el coño de su amiga.
Por otro lado, aunque los cabellos rubios de una cabeza agachada le impedían ver la belleza de un coño bien cuidado, afeitado, con sus pliegues rosados el cual de seguro ya tenía el clítoris expuesto, víctima de succión de unos labios. Rey ya se había preparado para otros cuatro minutos de imparable asedio violento contra el cérvix de quien le pedía que se viniera dentro, y sin que pasaran dos segundos él reinició con su ataque.
Después de varios chupones y entre lamidas de perrita que limpiaba su plato, Elena comenzó a suplicar; —Ay, ay, así… cógeme como a una puta que quieres romper, metémela como si me odiaras para que te vengas que Sam quiere tu lechita. Que bien se siente tu verga dentro de mí… más duro… no puedo esperar a poder metérmela por el culo…
“¿Más duro?” Se preguntó Rey como quien veía una misión imposible de cumplir. “Estoy casi que, al venirme, me falta el aire, el corazón se me quiere salir, estoy bañado en sudor, los músculos de mis pies se están quemando y tengo tanta sed que me tomaría todo un cubo de agua. Aun así, ¿me pides más duro? No… no me puedo rendir… si me muero, moriré con honor entre la gloria de ser abrazado por dos mujeres.”
—¡¡¡Aaaaah!!! —rugió Rey al final del octavo minuto.
Entre embestidas aún más violentas, Elena hacía movimientos de lengua sobre el coño de su amiga y soltaba las palabras más sucias que esa boquita tan linda de ella nunca había dicho en frente de ninguno de los presentes. En ese momento nada podía parecer o sonar más sexy que la rubia, esa de boca pequeña chupando un coño, todo jugoso y lleno de mantequilla. Ni los sonidos de aplauso, ni los gemidos desenfrenados de Samantha.
Elena dejó escapar el sonido de un fuerte chupón.
—¿Cómo empezaste a comerle el coño a Juliet? —preguntó Samantha, quien ya estaba arqueando la espalda.
“Otra pregunta…”, pensaba Rey. “Dios, estamos cogiendo por todos los aires, yo me juego la vida y ustedes hablan… hacen que el tamaño de mi verga sea un chiste. Tal vez deba aumentarlo más, ohhh, el poder del enojo regresa a mí…”.
—A ella… le encanta andar sin ropa interior… —respondió Elena sin separar sus labios de entre las piernas de la trigueña, haciendo que la vibración de las cuerdas vocales de sus palabras también estimulará al encapuchado botón sensible de placer—. Un día ella caminaba por el pasillo… y yo iba detrás… al suelo, entre sus piernas, se cayó un pepino y apenas lo tomé, no pude evitar llevármelo a la boca. Ella no supo qué hacer, ni qué decirme, pero yo le levanté la saya que llevaba puesta y se lo volví a introducir. Desde ese día siempre le meto mano para asegurarme que lo que tenga dentro no se le caiga… Cuando estuvimos solas, lo primero que nos animamos a hacer fue besarnos… y después… chuparnos las tetas, y por último empezamos a chuparnos el coño la una a la otra…
Sam abrió más su boca ante la noticia, mientras que Elena hundía su cara entre las dos piernas, dedicándose a lamer, hablar y chupar. Tanto que, con los dedos de su otra mano, la rubia abrió los labios interiores y exteriores de aquel coño para poder meter su lengua y llegar a explorar los pliegues más intrincados que tal vez se le hubieran pasado por alto.
Rey, quien tomando otra bocanada de aire, pudo llegar a distinguir el olor a jabón que emanaba del cuerpo recién duchado de Juliet en el otro cuatro. Así como el embriagante olor a coño, mantequilla y culo roto que le impregnaba. “Oh, no… ahora, yo sintiendo el olor de Juliet durmiendo sin ropa interior…”.
Elena llegó a notar como su chico volvió a perder vigor en sus embestidas, siendo una de dos. Que ya estaba cansado, o que estaba a punto de venirse. Por sí o por no, la rubia, a pesar de sentirse el coño hinchado como nunca, sacudió sus caderas como una gata en celo, y enfrente Sam hizo lo mismo. Las dos no tenían mucho espacio para moverse y coger velocidad, pero tan pronto Elena se acomodó, ella agarró con su mano la verga de Rey para apretarla y que este sintiera el doble mientras se estaba moviendo dentro de su vagina.
“Ella aguantándome la base de la verga con una mano, mientras que se mete el resto con ferocidad. Este movimiento sé ve mucho en un oral, la chica chupa y pajea al mismo tiempo. No sabía que Elena podía pajear y coger simultáneamente… esto es malo.”
—Dentro mi Rey, hazlo bien dentro. Sí… sí… sigue así. Que tu leche me golpee el útero…
Después de demandar y gemir con deseos, la rubia volvió a succionar la zona íntima de Samantha. Esta vez casi que, con todas sus fuerzas, como si su objetivo fuera secarle las tetas a través del coño a la trigueña.
Las piernas de Elena comenzaron a temblar en el lugar, tanto como la verga de Rey, al mismo tiempo que Samantha gritaba a todo pulmón.
“Ya… viví de forma honorable… ha, haaaa.” Se dijo Rey aferrándose al cuello de la rubia, inyectando toda la leche que le salía de dentro de su verga hasta lo más profundo del coño que penetraba. Él pudo notar como sus caderas se movían de forma desincronizada, el alma se le marchaba por su miembro, la saliva se le caía la boca abierta, y aunque tenía que respirar no podía ya que el placer era mucho. Sobre la rubia que se prendía al coño de la trigueña, Rey buscó apoyo con tal de no caerse en ese momento debido a que su cuerpo comenzó a temblar. Al borde de perder el conocimiento, él logró respirar una bocanada corta con la cual bufo.
Aunque Rey hubiera dejado de moverse para respirar agitado, Elena podía sentir como los huevos del chico no dejaba de bombear leche al interior de su coño, mientras que la verga le daba latigazos contra el cérvix. Con el útero desbordándose de contenido, el canal vaginal tuvo que dar paso al líquido que no podía seguir siendo almacenado cosa que salió a presión entre los pliegues de la verga que aún tapaba el coño con su presencia.
Samantha, por otro lado, pudo ver la cara de Elena viniéndose cosa que le hizo llegar al punto en el que todo su cuerpo cedió al placer de otro orgasmo. Con sus manos libres la trigueña abrazo contra ella la cabeza de la rubia asegurándose de callar los gritos que esta pudiera dar, con su coño.
Siendo asfixiada por la mano de Rey en su cuello, con su boca contra el coño de Samantha y sus rodillas que no podían llegar a la cama, Elena se quedó en blanco. Gracias a toda la leche que estaba recibiendo, ella siquiera había terminado su primer orgasmo cuando un segundo más potente le sobrevino, y sin poder gritar o respirar, en cuestión de segundos, un tercero se hizo presente. Ella estaba prisionera en algo que no podía contener, toda una corriente electrizante de placer que le invadía de forma imparable.
Recordando que sostenía con sus gruesas manos en el cuello de su amiga, Rey retiró sus agarres y se reincorporó sobre la cama. Con sus manos detrás de la nuca, empapado en sudor, él respiraba tan profundo como podía, manteniendo los ojos cerrados. Cada exhalación del chico era tan fuerte que casi que podía confundirse con miles de aplausos de un público que motivaba al ganador de una pelea bastante reñida.
Siendo capaz de colocar sus rodillas de vuelta en el colchón y de volver a respirar, Elena pudo liberarse de la devastadora sensación de la cual caía víctima irremediable cuando experimentaban múltiples orgasmos seguidos. Recuperando la respiración, así como el control de su cuerpo, ella sacó su mano de dentro de Sam y con pasión dejó sus piernas bien abiertas, con tal de besarle las tetas con brusquedad y empezar a llorar en el proceso.
Aun siendo penetrada por la impresionante verga, Elena subió su cabeza hasta que pudo lograr un beso en el cual entrecruzó su lengua con la de Samantha. Con el contacto de sus labios, la rubia buscaba hacer que su amiga no notara que ella estaba llorando de felicidad.
La trigueña ignoró los ojos llorosos de su amiga. Ella se embriagaba con el sabor de su propio coño y con rapidez tomó a la rubia por la nuca para procurar continuar el beso tan húmedo que estaban teniendo con los ojos cerrados.
Cuál si fueran dos novias desesperadas por comerse la una a la otra, Sam tiraba de los cabellos de la rubia para pasar la lengua por las mejillas de esta cosa que le hacía sentir nuevamente el sabor de su coño, para continuar el beso.
Sin poderse sostener en cuatro por más tiempo, Elena se tumbó sobre la trigueña y cosa que hizo a Rey entender que, si quería seguir, debía continuar en donde estaba el calor del momento. Sin esperar a que le llamaran, con la verga en su mano, de rodillas, camino hacer la cabeza de la cama para ir acercando su miembro justo al lado de las caras de las chicas que se fundían en un apasionado beso aun entre espasmos orgásmicos.
Al principio, la verdadera razón por la cual Sam no se había dedicado a chupar la verga era porque era demasiado grande y le daba pena tener que hacer una cara no muy bonita en el proceso de felación. Pero, en ese momento, el olor a fluidos vaginales combinados con leche de verga era lo suficientemente embriagante como para no preocuparse por qué cara pudiera hacer en frente de alguien que le gustaba.
Elena fue la primera en girar la cabeza y sacar su lengua en dirección al tronco para lamer la verga como si fuera un delicioso manjar.
Pocos segundos después, Rey pudo ver como la lengua Sam también se asomó entre sus labios. Ella definitivamente pensaba sumarse a la degustación, tímidamente lo hizo hasta coger confianza y seguir.
“Ahora que es cuando más sucia y sensible la tengo”, se dijo Rey, “que sus lenguas hagan el trabajo no se compara a lo que sentí cuando me lave y seque con un trapo. Wao… si, coge confianza Sam… si, así… si te entra en la boca te llegará a la garganta de seguro. Pero qué vista más hermosa cuando tus ojos se encuentran con los míos. Aprecia esta verga toda llena de fluidos vaginales y leche. Si se me para de nuevo esto va a continuar, pero contigo trigueña…”
Sumergidos en pensamientos indecentes, Rey pudo ver cómo sus dos amigas tocaban sus lenguas mientras le lamían el miembro. De pronto, Sam se colocó en la punta de su falo que perdía potencia y con rapidez se lo adentro tan profundo como pudo. Las muecas que una persona hace cuando algo le llega a la garganta y se pone a punto de vomitar no son nada lindas, al menos, no en otro contexto que no fuera ese ahí presente. Cosa que, para los ojos de Rey, no existiera en un mundo una mujer que se viera fea si está ponía caras cuando se metía su verga tanto profundo como podía. Elena, por otro lado, se le podía ver sacando su lengua para lamer el saco testicular y chuparlo. Ambas eran dedicadas en sus trabajos de limpiezas, escurrían y chupaban todos los fluidos que podían ver, incluso esos que ya estaban secos, tragaban cuanta verga podían, cogían aire y volvía con la rutina.
Con sus manos y compartiendo el trabajo, las chicas comenzaron a masajear la verga de Rey con tal de prevenir que siguiera decreciendo en tamaño. Elena comenzó a enfocarse más en la base del inmenso trozo de carne, repasaba por los huevos del joven y por último intentó entrar su lengua entre las piernas de este. Sam, por otro lado, estaba posicionada en la delantera, ya encaprichada a tratar de abrir su boca tan grande como podía con tal de meterse la punta de la verga del chico hasta lo más profundo de su boca.
La rubia, como quien no podía llegar a donde quería con su lengua, decidió regresar el camino que ya había recorrido y seguir chupando el saco testicular de Rey mientras que se propuso terminar la tarea con su mano. Apenas Elena encontró un agujero por el cual deslizar uno de sus dedos bien lubricados, pudo sentir como palpitaban los huevos junto al tronco de la verga que chupaba, queriendo decir que Rey estaba a punto de venirse otra vez.
“¿¡Qué es esto!?” Se preguntó el chico sorprendido.
Como acto de sorpresa, Samantha sintió los espasmos de una verga semi erecta ya cuando pudo adentrarse el glande del Rey por completo en su boca. El primer disparo de leche hirviente cumplió los deseos de la trigueña, pues terminó dándole contra la parte de atrás de la garganta mientras ella respiraba.
Sin poder contenerse, la trigueña retrocedió para respirar y toser tan fuerte como podía pues, por un segundo, tuvo el presentimiento de que se iba a ahogar.
—¡No sabía que podías hacer eso! —dijo Elena, divertida, como quien encontraba una técnica secreta de la que sería capaz de usar en todo momento.
—Yo tampoco… —respondió Rey moviéndose de un lado a otro como quien quería que le sacaran el dedo de donde estaba.
—No te sientas mal, es perfectamente natural…
Las palabras de consuelo por parte de la rubia se detuvieron cuando un vergazo le dio en la cara por los movimientos que Rey hacía aun viniéndose y escupiendo leche de un lado a otro. A ella no le incomodo el golpe, al menos no tanto como le incitaba a chuparle los huevos al chico para levantarse, y mientras que el semen de Rey seguía saltando sobre la cara de Samantha, lanzarse a besar a su amiga que intentaba contener su tos. La rubia lamió la cara de su amiga y trago toda la leche que pudo escurrir con su lengua de la piel con mucho gusto, ignorando solo aquella que había quedado en los cabellos negros.
Manteniendo sus ojos bien cerrados al final, Samantha saco su lengua como quien quería disimular escupir algo que no podía tragar, pero Elena regresó y recogió lo que la trigueña despreciaba para devolverlo en un beso.
Ante los ojos de Rey, el intercambio de saliva y semen entre aquellas dos chicas no podía verse más excitante. Y estaba sucediendo mientras que su miembro aún convulsionaba y se le sacudía el cuerpo. En cuestión de dos pestañeos, él vio como el resto del semen que había caído sobre la cara y las tetas de Samantha terminó en la boca de Elena, quien tragaba y tragaba al mismo tiempo qué lamia y daba lengüetazos.
—Mejor cógele el gusto a la leche porque aún tengo el coño cargado. —Advirtió Elena quien poniéndose de pie sobre la cama se inclinó en frente de la cara de su amiga.
Rey se dejó caer de culo sobre el colchón y aunque no se acostó del todo hizo lo mejor para no perder la conciencia ante los orgasmos consecutivos más fuertes, brutales y violentos de toda su vida hasta el momento. Sin poder resistirse a tumbarse de lado sobre la cama, él vio como Samantha le lamía el coño a Elena.
—Y tú… —dijo Elena—. Procura hacer que mis tetas crezcan…
—¿Eh? —preguntó Rey en una exhalación.
—Definitivamente, pude sentir tu verga aumentando su tamaño con mi coño. No te hagas el desentendido, algo así de grande no cabía en el pantalón a nadie.
—¿Cómo es que después de todo esto aún no pierdes las fuerzas y los deseos de seguir demandando? —preguntó Rey como quien estaba dispuesto a acceder a cualquier capricho en la situación en la que estaba.
—No me desvíes la pregunta… puedes ¿sí? o ¿no?
—Mañana, tu deseo se hará realidad… —respondió Rey.
—¡Yo quiero tetas grandes y dos buenos pares de nalgas, también un abdomen definido! —dijo Samantha, tan pronto despegó la boca del coño de Elena.
—Está bien, las dos tendrán lo mismo mañana… ahora, necesito… descansar… —de pronto, la razón se hizo lugar en el rostro de Sam, cosa que parecía preguntar, «si puedes hacer semejantes cosas ¿por qué fue que Arte tuvo que salir de la casa?»—. No me tomen a mal, debo admitir que esto no es más que un abuso de mis poderes, pero no puedo hacer que el cuerpo de Arte cambie a algo diferente de lo que es y ella lo sabía. En otras palabras, es más fácil amplificar las dimensiones de algo que ya existe, que crear algo no, más si contradice la naturaleza del cuerpo.
Una vez la curiosidad de las dos chicas fue satisfecha, Rey se quedó mirando al techo del cuarto. Entre las estrellas que decoraban la pintura, él pensó. “Aaaah. Qué locuraaa… no lo puedo creer, mi primer trío… Magnífico, esta sensación de no sentir mis piernas, creo que también podría dormir tan profundo como nunca… Hmmm… ¿Cómo será de aquí en adelante, me pregunto?”
Rey abrió los ojos que se le cerraban solos, para ver a Samantha regresando a su trabajo, abriendo con sus manos aún más las nalgas de Elena para hundir su cara en ese tesoro. La trigueña parecía adicta al coño de Elena, como si después de haber probado el sabor de otro coño ella no podía dejarlo atrás.
Sin más que rendirse ante el sueño que le caía, Rey se dijo; “Si hasta ahora era difícil controlarme, no sé cómo lo voy a hacer cuando ellas tengan los cuerpos esculturales que demandaron tener. Viéndonos las caras en esta casa… ¿Qué será de mí?”